Otredad y Violencia

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Construcción de otredad y violencia en Frankenstein de Mary Shelley Introducción Sin duda, Frankenstein es una de las obras literarias que más ha permeado en la cultura occidental, principalmente por la crítica que realiza hacia la modernidad; no en vano el título incluye la etiqueta El Moderno Prometeo, lo cual enfatiza en el proyecto de progreso que se prometía a la humanidad. La riqueza de esta obra radica en la cantidad de referencias filosóficas y científicas que se abordan y los diversos niveles narrativos empleados para que el lector ponga en tela de juicio las consecuencias de dicho proyecto. Uno de los temas más profundos e interesantes es el de la otredad y la manera en la que los protagonistas se enfrentan a ella, especialmente porque lo hacen de manera violenta. A lo largo de la obra observaremos cómo Víctor Frankenstein y su criatura apuntan a la aniquilación del otro a partir del desconocimiento mutuo y tras un proceso socio-cultural en donde ambos personajes adquieren juicios de bien y mal. 1

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Análisis de Frankenstein de Mary Shelley

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Construcción de otredad y violencia en Frankenstein de Mary Shelley

Introducción

Sin duda, Frankenstein es una de las obras literarias que más ha permeado en la cultura

occidental, principalmente por la crítica que realiza hacia la modernidad; no en vano el título

incluye la etiqueta El Moderno Prometeo, lo cual enfatiza en el proyecto de progreso que se

prometía a la humanidad. La riqueza de esta obra radica en la cantidad de referencias filosóficas

y científicas que se abordan y los diversos niveles narrativos empleados para que el lector ponga

en tela de juicio las consecuencias de dicho proyecto. Uno de los temas más profundos e

interesantes es el de la otredad y la manera en la que los protagonistas se enfrentan a ella,

especialmente porque lo hacen de manera violenta. A lo largo de la obra observaremos cómo

Víctor Frankenstein y su criatura apuntan a la aniquilación del otro a partir del desconocimiento

mutuo y tras un proceso socio-cultural en donde ambos personajes adquieren juicios de bien y

mal.

Con el presente trabajo buscamos reflexionar, a partir de la novela de Shelley, sobre el

problema que representa el reconocimiento de la existencia del otro y de cómo la construcción

socio-cultural de esta entidad extraña para el yo puede devenir en el acto violento. Además,

trataremos de explicar cuáles son los factores que determinan cómo el sujeto reaccionará ante

la presencia del otro, si lo reconocerá como una extensión suya, se sentirá reflejado en éste o se

verá como algo totalmente ajeno a sí mismo. Para ello, analizaremos el desarrollo de los

personajes principales de la novela, Frankenstein y la criatura, compararemos la manera en la

que actúan uno frente a otro y observaremos los factores que propician el acto violento.

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El momento pre-social del yo

Dado que la extensión del trabajo no nos permite profundizar en el concepto de yo, basta

mencionar que lo comprenderemos en adelante bajo la acepción kantiana: el yo como la unidad

absoluta de la apercepción, el concepto simple del yo al cual es referido todo pensar, como

mera forma de la conciencia1. Dicho lo anterior, podemos explorar este momento pre-social del

yo de diferente manera según la experiencia de los personajes Víctor Frankenstein y la criatura;

ambos se definen de acuerdo a cómo comprenden su entorno. El primero tiene una idea de su

yo más compleja, puesto que se encuentra ya inserto en un núcleo social, construye su

identidad a partir del contacto con sus familiares, patria y actividades; mientras que el segundo

desarrolla una idea de su yo prácticamente desde cero, desde el contacto con la naturaleza

hasta sus intentos de inclusión entre los hombres y la posterior exigencia de un semejante.

Para Víctor, su yo se construye principalmente alrededor de la relación con sus

allegados, de la intimidad que despliega con ellos y de la calidez de los sentimientos que se

profesan unos a otros. También gira alrededor de su ciudad natal, de los paisajes y climas que

describe amorosamente y cómo éstos influyen en su estado anímico. Finalmente, desarrolla su

identidad a partir de las ideas sobre alquimia que tanto cautivan su interés y que lo motivan a

emprender la labor que termina por condenarlo a la miseria2.

La criatura, por otro lado, cuenta sus primeras impresiones y sentimientos, previas al

contacto con otros hombres y libres de prejuicios, especialmente sobre el bien y el mal. Uno de

1 cfr. Kant, Immanuel, Crítica de la Razón Pura, FCE, UAM, UNAM, México, 2009, p. 378.2 cfr. Shelley, Mary, Capítulo 1, Frankenstein o El Moderno Prometeo, LibrosEnRed, Uruguay, 2004, pp. 23-29.

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los pasajes que exploran a mayor profundidad la idea del yo y la autoconsciencia es cuando la

criatura se presenta ante Víctor Frankenstein en el glaciar y le narra sus experiencias. Esta

criatura expresa cómo su existencia se limitaba a lo sensible, al padecimiento de placer y dolor y

a cómo actuar en consecuencia de estos para sobrevivir3. Este momento pre-social en el que se

encontraba la criatura es muy similar al buen salvaje descrito por Rousseau, desprovisto aún de

entendimiento pero capaz de responder simplemente a los impulsos: “Los únicos bienes que

conoce en el universo, son la alimentación, la hembra, el reposo; los únicos males que teme, el

dolor y el hambre”4. La criatura, antes de entrar en contacto con los hombres, demuestra una

actitud pacífica que se diluye armoniosamente con el entorno y que no trata de alterarlo, como

describe Rousseau: “Nada hay más tímido que el hombre en estado de naturaleza”5. En este

estado previo al contacto con la civilización y sin haber reparado en la propia identidad, el

sujeto se encuentra libre de juicios valorativos de bien y mal, pues no se ve en la necesidad de

dicha distinción.

La construcción del otro

En el momento en que el sujeto se percata de la existencia del yo, comienza a construir de

inmediato la identidad y nota, a la vez, que existe la otredad. Nuevamente, delimitamos

brevemente el concepto de otredad, desde el trabajo de Jacob Buganza, que no distingue entre

alteridad u otredad y define de la siguiente manera:

3 cfr. Shelley, Mary, Capítulo 5, op. cit., pp. 91-95.4 Rousseau, Jean-Jacques, Discurso sobre el origen de la desigualdad entre los hombres, Folio, Barcelona, 2007, p. 52.5 Rousseau, Jean-Jacques, op. cit., p. 42.

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La palabra “otro” la utilizamos para designar cosas que no son mías (o nuestras), sino que pertenecen a grupos o individuos que no son yo o los míos. Así, decimos que una cosa no es mía, sino que es de otro; que tal uso o costumbre no me pertenece, sino que pertenece a otro u otros, etcétera. También podemos utilizarla para designar a todo aquello que no soy yo, es decir “todo aquello que no soy yo es otro6.

La criatura, que antes se definía según su interacción con el entorno, eventualmente, se

encuentra con la presencia de lo que le es ajeno. Lo anterior le obligará a elaborar juicios de

valor y entenderse de una manera diferente de acuerdo al lugar que ocupa en el mundo. ¿Qué

es lo que detona la conciencia sobre sí mismo y, por tanto, del otro? Podemos buscar la

respuesta en la adquisición del lenguaje, que cubre la repentina necesidad de establecer

referentes para las cosas y de comunicarse con otros sujetos. En este aspecto, cuando la

criatura describe su estancia en el cobertizo de los De Lacey afirma: “Las palabras me indujeron

a reflexionar sobre mí mismo”7, es decir, cuando adquiere el lenguaje y conocimientos sobre el

mundo a través de las lecturas y enseñanzas del patriarca de la familia, comienza a comparar la

idea que tenía de sí mismo con la idea que ha comenzado a construir sobre los hombres;

también delimita de manera más clara sus nociones sobre el yo y la otredad, con ello se

encuentra cada vez más extraño frente a ésta. La criatura que antes comprendía el mundo a

partir de la comunión con la naturaleza y los sentimientos primigenios de buena voluntad

describe su perplejidad ante el descubrimiento de las dos facetas del hombre:

6 Buganza, Jacob, “La Otredad o Alteridad en el Descubrimiento de América y la Vigencia de la Utopía Lascasiana”, Razón y Palabra [en línea], Enero 2007, no. 54. [fecha de consulta: 8 de julio de 2015]. Disponible en: < http://www.razonypalabra.org.mx/anteriores/n54/jbuganza.html>.7 Shelley, Mary, op. cit., p. 94.

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Estas maravillosas narraciones me llenaban de extraños sentimientos. ¿Sería en verdad el hombre un ser tan poderoso, virtuoso, magnífico y a la vez tan lleno de bajeza y maldad? Unas veces se mostraba como un vástago del mal; otras, como todo lo que de noble y divino se puede concebir. El ser un gran hombre lleno de virtudes parecía el mayor honor que pudiera recaer sobre un ser humano, mientras que el ser infame y malvado, como tantos en la historia, la mayor denigración, una condición más rastrera que la del ciego topo o inofensivo gusano. Durante mucho tiempo no podía comprender cómo un hombre podía asesinar a sus semejantes, ni entendía siquiera la necesidad de leyes o gobiernos; pero cuando supe más detalles sobre crímenes y maldades, dejé de asombrarme, y sentí asco y disgusto.8

Con el personaje de Víctor, la otredad se manifiesta más compleja y de diversas maneras.

Especialmente desde que abandona el hogar y su patria para dirigirse a Ingolstadt -lugar en

donde se enfrenta a personas e ideas nuevas que, al principio, parecen contraponerse a todo lo

descrito en sus ya familiares libros sobre alquimia. También se encuentra de golpe con la

otredad cuando culmina el trabajo de darle vida a la criatura y la identifica de inmediato como

ajena -no sólo a él sino también a su especie- a las convicciones que lo motivaron para crearla.

Es esta construcción violenta y compleja de la otredad la que sella el destino de ambos

personajes, la que da pie a la serie de eventos trágicos que se desarrollan posteriormente en la

novela.

Retomando la importancia del lenguaje en la construcción del yo y del otro, habremos de

destacar cómo la criatura es el único personaje de la novela que no tiene un nombre propio.

Víctor Frankenstein emplea diferentes motes para referirse a su ahora antagonista: monstruo,

criatura, demonio; pero nunca le otorga una identidad fija que lo acredite como persona. Es

como si negándose a nombrar a ese sujeto que le aterra negara también su existencia, para así

suprimir su ser en el mundo y todo el mal que para él representa.

8 Ibídem, p. 93.

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¿Por qué la violencia hacia el otro?

Una vez que los sujetos adquieren conciencia de sí mismos y del otro, se produce una

disyuntiva: el sujeto puede verse reflejado en el otro y, por lo tanto, puede identificarlo como

parte del yo: esto permite que ninguno se vea perjudicado; o puede producirse una sensación

de extrañeza en la que el otro es visto como una amenaza, por lo que el yo actúa en aras de la

aniquilación de esa entidad ajena.

Para Víctor, por ejemplo, hay una otredad familiar cuando ingresa a Ingolstadt y se ve

reflejado en su nuevo entorno y realiza una comunión entre las ideas de alquimia y las nuevas

ciencias. Por otro lado, hay una otredad extraña cuando no reconoce a la criatura como parte

de su mundo: cuando crea al monstruo espera hacer un regalo a la humanidad, crear un

semejante que trae la promesa de eliminar el sufrimiento y la decadencia; sin embargo, Víctor

no se ve reflejado en la criatura y la ve como todo lo contrario: una aberración que nada tiene

que ver con la especie humana, una entidad a la que ni siquiera le pone nombre porque no

encuentra en ella ningún reflejo del yo reconocido. Relacionando lo anterior con la contante

crítica a la modernidad que se presenta en la novela, podemos añadir la reflexión de Villoro

resumida por Mario Ramírez:

En el que podemos considerar su primer ensayo filosófico, “Soledad y comunión”, Villoro diagnostica la situación del hombre moderno como una condición de “enajenación”, de aislamiento y soledad, respecto de la cual la idea de “comunión” (de integración, de comunidad) aparece como una posibilidad lejana, casi perdida. Lo que encontramos es un profundo extrañamiento, un distanciamiento, o un enfrentamiento incluso, entre el sujeto y la realidad9.

9 Ramírez, Mario. (Mayo 2007). “Estadios de la otredad en la reflexión filosófica de Luis Villoro”, Diánoia, Vol. LII, no. 58, p. 147.

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En el trabajo de Villoro se plantea que la razón por sí misma no lleva a la comunión entre el yo y

la otredad, pues las formas de relación humana van más allá del ámbito intelectual, requieren

también de la vida emocional. Apela, pues, a una razón mediadora de la experiencia humana a

la que llama crítico-vital10. Con esta idea en mente, vemos en contraposición, el origen del

conflicto de los personajes en la novela: por un lado la criatura -quien construye su identidad a

partir de su primera comunión pacífica con la naturaleza- no se ve reflejada en el mundo de los

hombres que le desprecian; por otro, Víctor -quien apela a la razón y a la ciencia como únicas

promesas de bienestar- termina por crear una criatura en la que no se ve reflejado y, en

consecuencia, cataloga como monstruo.

Es a partir del desconocimiento del otro cuando surge la violencia. Las nociones de

humanidad y monstruosidad se contraponen y ambos personajes se ubican a sí mismos en

trincheras opuestas, viendo al otro como un enemigo. Ambos se perciben mutuamente como

aquella otredad a la que hay que odiar incondicionalmente, de la que hay un distanciamiento

como ser humano, ante cuyo sufrimiento se asume una indiferencia total y a la que hay que

aniquilar a como dé lugar. Cada vez que hay un acercamiento con el otro se presenta una

disyuntiva: o se reconoce al otro como humano y se hace comunión con él, o se desconoce y se

hace el intento por destruirlo.

De cualquier manera, ya hay una carga de violencia en el hecho de distinguir

maniqueamente ideas como yo y otro, humano y monstruo, pues hay una imposición en la

forma pre-dada culturalmente de construir cada concepto y de construir la identidad. De nuevo

aparece la filosofía de Rousseau en donde el hombre es corrompido por la sociedad, como la 10 Ramírez, Mario, op. cit., pp. 146-151.

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misma criatura afirma: “Yo era bueno y cariñoso, el sufrimiento me ha envilecido”11. La actitud

de la criatura, que narra sus primeros sentimientos como llenos de buena voluntad y bondad, se

ve distorsionada al entrar en contacto con la sociedad, pues en el bosque no conocía el rechazo.

No fue hasta que hizo contacto negativo con el hombre cuando conoció el dolor, el vicio y los

sentimientos que conllevan.

Algo similar sucede con la distinción entre bien y mal. La criatura, que llevaba una vida

tranquila antes de adquirir plena conciencia de sí mismo, de racionalizar su existencia, percibe

estos matices en cuanto adquiere conocimiento del prejuicio socio-cultural que lo cataloga

como monstruo, y la analogía arbitraria de los conceptos humano-bueno, monstruo-malo12. El

proceso de “culturización” por el que pasa la criatura le dota del conocimiento de referencias

sociales con las cuales no puede identificar, y al ser la causa de su infelicidad, lo tornan violento

ante la presencia de estas formas de comprensión de la realidad. La violencia se hace presente,

cuando la criatura entra a la esfera social de Víctor porque ni encaja con el modelo, ni tiene uno

propio con el cual identificarse. Al final, el monstruo asume la identidad que se le asigna y actúa

de acuerdo a su definición, sin someterla a consideración, actuando de la manera en la que se

espera que actúe.

Conclusiones

En la novela de Shelley, el acto violento está íntimamente ligado a la presencia de la otredad y al

encontrarla como extraña. En un nivel narrativo más profundo, el surgimiento de la violencia

11 Ibídem, p. 78.12 Idea que viene arraigada con la tradición judeo-cristiana y la historia del Árbol del Conocimiento, cuyos frutos, al comerse, implican la mezcla entre el bien y el mal.

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está ligado directamente a la contraposición de los conceptos de humano y monstruo, así como

su identificación arbitraria con el bien y el mal. La monstruosidad, que radica en las dimensiones

físicas y morales, se coloca como un producto o un segundo momento de lo humano, cuando

éste sobrepasa los límites de la normalidad señalada y exigida por la sociedad, cuando no hay

reconocimiento alguno. La monstruosidad se presenta también, a partir de la constante crítica

a la modernidad, el fracaso del proyecto de superación que prometía un cambio significativo en

el modo de vida de la humanidad y en la configuración social; una quimera que, al perseguir y

torturar al creador, amenaza la humanidad entera.

Una vez planteada la existencia de una disyuntiva valorativa que se manifiesta ante el

súbito encuentro con la otredad, podemos inclinarnos a pensar que el acto violento no es

cuestión de probabilidades; es decir, la violencia producida al reconocerse o extrañarse ante la

presencia del otro puede suprimirse. En el ámbito de la convivencia, siempre tendremos la

posibilidad de incorporar a nuestro actuar nuevas formas de aproximarse positivamente a los

otros; cuando un individuo se encuentre ante la bifurcación que le empuja a pronunciarse por

una u otra alternativa, podrá evitar el acto violento si se detiene a reflexionar sobre los

prejuicios que lo hacen inclinarse por la identificación o el desconocimiento. Cualquiera que sea

el resultado, el encuentro de identidades distintas no supone el inmediato acto violento ni la

percepción de la diferencia como amenaza; por el contrario, se abre la posibilidad de encontrar

nuevas formas de conocer a los otros y conocernos a nosotros mismos.

Bibliografía

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Buganza, Jacob, La Otredad o Alteridad en el Descubrimiento de América y la Vigencia de la Utopía Lascasiana. Razón y Palabra [en línea], Enero 2007, no. 54. [fecha de consulta: 8 de julio de 2015]. Disponible en: <http://www.razonypalabra.org.mx/anteriores/n54/jbuganza.html>.

Kant, Immanuel, Crítica de la Razón Pura, Trad. Mario Caimi. FCE, UAM, UNAM, México, 2009.Ramírez, Mario. (Mayo 2007). Estadios de la otredad en la reflexión filosófica de Luis Villoro.

Diánoia, Vol. LII, no. 58.Rousseau, Jean-Jacques, Discurso sobre el origen de la desigualdad entre los hombres, Trad. José

López y López. Folio, Barcelona, 2007._________, Contrato Social, Trad. Leticia Halperín Donghy. Losada, Buenos Aires, 1999.Shelley, Mary, Frankenstein o El Moderno Prometeo, LibrosEnRed, Uruguay, 2004.

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