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14 mayo/2004 ch ENSAYO Círculo Hermenéutico 1.-Introducción. “Óyeme con los ojos….” Es- tas sugerentes palabras perte- necen a una de las más be- llas e inspiradas liras de Sor Juana, poéticamente confor- man una sinestesia perfecta y son pertinentes para evocar la personalidad de la gran es- critora del Barroco de Indias, la llamada Décima Musa o Fénix de México. En la actualidad oímos su voz poética a través de la perdurabilidad de su pala- bra. Su breve existencia (1651-1695) estuvo señalada por la polémica y el antago- nismo que suscitó su persona- lidad excéntrica y atípica. Por aquellos que supieron ver en ella -con lo rotundo de lo que esto implica- a una escritora genial y a una mujer marca- da por la firme convicción de que el intelecto no tiene sexo y que la libertad creadora e intelectual puede llegar a los límites que se imponga a sí misma. Sus detractores, por el contrario –y a quienes podría- mos justamente designar co- mo sus perseguidores, miem- bros de la más poderosa e in- fluyente jerarquía eclesiásti- ca–, estaban firmemente convencidos de que la mujer –más aún una monja– debía de someterse a la potestad masculina, y carecer de ini- ciativa crítica y, por supuesto, someterse dócilmente al arbi- trio del varón. Para comprender cabalmen- te lo expuesto en líneas ante- riores y descifrar estos esco- llos, verdaderos Escila y Ca- ribdis que tuvo que sortear es- ta mujer que aún después de trescientos años nos sigue se- duciendo con su personalidad siempre esquiva y con su ex- presión literaria, es necesario acercarse a este binomio que se conjuga en su vida y en su obra. Sor Juana sigue siendo, como todo gran poeta lo es, y ella todavía más por el de- safío portentoso que su pala- bra escrita expresa, un enig- ma. El que haya sido mujer despierta todavía más la con- troversia casi mítica que su personalidad inspira en los lectores. Vida y obra imbrica- das en una vocación que se impuso a su voluntad y, como ella misma expresa en uno de sus más difundidos escritos, la Respuesta a Sor Filotea de la Cruz : “fue tan vehemente la inclinación a las letras, que ni ajenas reprensiones que he tenido muchas, ni propias re- flejas -que he hecho no po- cas- han bastado a que deje este natural impulso que Dios puso en mí.” ( Respuesta… Antología, p 118). Para adentrarnos en Sor Juana y su mundo, dividimos nuestro ensayo en dos partes. En la primera se habla de conformación ideológica, so- cial e histórica del ámbito en que vivió. En la segunda, ha- blamos de su obra, de algu- nos de sus escritos más repre- sentativos, que sustentan su fama en el tiempo como una de las grandes poetas de la lengua española. 2.- Entorno ideológico y social en la segunda mi- tad del siglo XVII novo hispano. Es necesario aclarar el cues- tionamiento que la monja je- rónima despertó en sus anta- gonistas, a causa de un mar- cado problema de género. La “Óyeme con los ojos…”. Sor Juana Inés de la Cruz y el contexto novo hispano del siglo XVII María Dolores Bravo Arriaga. Facultad de Filosofía y Letras. Universidad Nacional Autónoma de México.

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14 mayo/2004

ch ENSAYO

Círculo Hermenéutico

1.-Introducción.

“Óyeme con los ojos….” Es-tas sugerentes palabras perte-necen a una de las más be-llas e inspiradas liras de SorJuana, poéticamente confor-man una sinestesia perfecta yson pertinentes para evocarla personalidad de la gran es-critora del Barroco de Indias,la llamada Décima Musa oFénix de México.

En la actualidad oímos suvoz poética a través de laperdurabilidad de su pala-bra. Su breve existencia(1651-1695) estuvo señaladapor la polémica y el antago-nismo que suscitó su persona-lidad excéntrica y atípica. Poraquellos que supieron ver enella -con lo rotundo de lo queesto implica- a una escritoragenial y a una mujer marca-da por la firme convicción deque el intelecto no tiene sexoy que la libertad creadora eintelectual puede llegar a loslímites que se imponga a símisma. Sus detractores, por elcontrario –y a quienes podría-mos justamente designar co-mo sus perseguidores, miem-bros de la más poderosa e in-fluyente jerarquía eclesiásti-ca–, estaban f irmementeconvencidos de que la mujer–más aún una monja– debíade someterse a la potestadmasculina, y carecer de ini-

ciativa crítica y, por supuesto,someterse dócilmente al arbi-trio del varón.

Para comprender cabalmen-te lo expuesto en líneas ante-riores y descifrar estos esco-llos, verdaderos Escila y Ca-ribdis que tuvo que sortear es-ta mujer que aún después detrescientos años nos sigue se-duciendo con su personalidadsiempre esquiva y con su ex-presión literaria, es necesarioacercarse a este binomio quese conjuga en su vida y en suobra. Sor Juana sigue siendo,como todo gran poeta lo es,y ella todavía más por el de-safío portentoso que su pala-bra escrita expresa, un enig-ma. El que haya sido mujerdespierta todavía más la con-troversia casi mítica que supersonalidad inspira en los

lectores. Vida y obra imbrica-das en una vocación que seimpuso a su voluntad y, comoella misma expresa en uno desus más difundidos escritos, laRespuesta a Sor Filotea de laCruz : “fue tan vehemente lainclinación a las letras, que niajenas reprensiones que hetenido muchas, ni propias re-flejas -que he hecho no po-cas- han bastado a que dejeeste natural impulso que Diospuso en mí.” (Respuesta…Antología, p 118).

Para adentrarnos en SorJuana y su mundo, dividimosnuestro ensayo en dos partes.En la primera se habla deconformación ideológica, so-cial e histórica del ámbito enque vivió. En la segunda, ha-blamos de su obra, de algu-nos de sus escritos más repre-sentativos, que sustentan sufama en el tiempo como unade las grandes poetas de lalengua española.

2.- Entorno ideológico ysocial en la segunda mi-tad del siglo XVII novohispano.

Es necesario aclarar el cues-tionamiento que la monja je-rónima despertó en sus anta-gonistas, a causa de un mar-cado problema de género. La

“Óyeme con los ojos…”. Sor Juana Inésde la Cruz y el contexto novo hispanodel siglo XVII

María Dolores Bravo Arriaga.Facultad de Filosofía y Letras.

Universidad Nacional Autónoma de México.

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desconfianza que inspiró alos religiosos se debió a que,como varones, recibían dócil-mente la sumisión incuestiona-ble de las mujeres, ya fuesenlaicas o monjas, pues acata-ban la palabra de autoridadmasculina. Recordemos quese vivía en una sociedad pa-triarcal en la que la mujer res-pondía a un imaginario colec-tivo impuesto por las leyes delhonor y de la honra. El honormasculino residía en la honrade la mujer. De ahí que eraapremiante que ésta fueseguardada celosamente por elpadre, el marido, o el herma-no si era seglar, y por la auto-ridad espiritual del confesor odel padre espiri tual si eramonja. Estas eran, como sa-bemos, las dos opciones quelas mujeres de cierta relevan-cia social, peninsulares ocriollas tenían como soluciónsocial y moral. Paradójica-mente, las mujeres de las cla-ses subalternas, mestizas, in-dias o pertenecientes al siste-ma de castas, gozaban demás libertad, pues sobre ellasno recaía, tan rigurosamente,la imposición del sentido delhonor.

Ante Sor Juana, los eclesiás-ticos de los que dependía (suconfesor, el arzobispo de Mé-xico y el influyente obispo dePuebla) experimentaron un re-to innegable. Sabían que noera alguien común y corrien-te, y se enfrentaron con unamujer que rompió el esquemade la realidad que la circun-daba y que cuestionó la pala-bra de autoridad imperanteen su contexto. Por un lado,aceptó el estado religioso pa-ra tener la libertad de dedi-carse al estudio. Su primeraactitud significativa en su en-torno machista fue el respon-

der al discurso oficial con supropio discurso. Reveladorasy de extrema sinceridad sonestas palabras, verdadera de-claración de principios de suser interior:

«Y tomé el estado que tan in-dignamente tengo. Pensé yoque huía de mí misma, pero,¡miserable de mí!, trájeme amí conmigo y traje mi mayorenemigo en esta inclinación,

que no sé determinar si porprenda o castigo me dio elCielo, pues de apagarse o em-barazarse con tanto ejercicioque la religión tiene, reventa-ba como pólvora, y se verifica-ba en mí el privatio est causaappetitus. (“La privación escausa del apetito.”) »

(Respuesta a Sor Filotea dela Cruz, Antología, p. 120)

3.- Protagonismo en lacorte virreinal.

En esta misma obra aceptay confiesa : “la total negaciónque tenía al matrimonio”(p.120). Antes de entrar al es-tado religioso había perma-necido en la corte de los vi-rreyes de Mancera. Es nece-sario destacar que entre susprotectores y admiradores seencontraron los poderososgobernantes representantesdel monarca. Pero, como ve-remos, los virreyes que másinfluyeron en su vida y en suobra fueron los Condes deParedes, Marqueses de la La-guna. Asimismo, fue su pro-tector y amigo el generoso yequilibrado arzobispo-virreyPayo Enríquez de Ribera, quepertenecía a la orden de SanAgustín. Mientras a favor dela escritora se enfrentó el po-der contra el poder, los ecle-siásticos antes nombrados nose atrevieron a atentar en sucontra.

La joven Juana fue dama decor te de los marqueses deMancera. Fue, pues, cortesa-na, en el sentido que esta pa-labra tenía en su tiempo. Enel palacio virreinal empiezasu fama y su mito. Como lorefiere su primer biógrafo, eljesuita español Diego Callejaen 1700, el marqués mandatraer a cuarenta sabios para�

que examinen a la joven yprueben si su prodigiosa sabi-duría es natural o infusa.

El estar en la corte tiene unasignificación especial en laépoca barroca. El elegido delos poderosos accede a sumecenazgo material; a prote-gerse de la censura y tal vezde la autocensura; y a conso-lidar paulatinamente uno delos valores más connotadosen los siglos XVI y XVII: la fa-ma. Juana Inés, en la corte delos Mancera logra todos estosobjetivos. Es allí donde cono-ce al que será su confesor porcerca de veinte años: el enér-gico y ascético jesuita Anto-nio Núñez de Miranda. Suactividad como intelectual yescritor no es desdeñable: fueun destacado profesor de teo-logía; calificador del SantoOficio; confesor y padre espi-ritual de monjas en diversosconventos de la capital del vi-rreinato, y prestigioso y res-petado orador. Al igual quela monja, fue criollo y perte-neció al estamento religioso.

Núñez coincidió con JuanaInés en la corte de los Mance-ra, ya que era confesor de losvirreyes. Es él quien acabó deconvencer a Juana Inés paraque entrara al convento. Co-mo buen asceta, estaba obse-sionado por la trasgresión ypor el pecado y siempre pen-só que su misión era redimiralmas para “mayor gloria deDios.”

Entre los escritos de Núñezde Miranda están los abun-dantes que dirigió a las mon-jas. El jesuita pensaba que elmejor ámbito para contenerla débil, corruptible y pecami-nosa naturaleza femenina erala vida conventual. Uno desus afanes obsesivos fue siem-pre conseguir patronos que

pagaran la dote de jóvenes alas que él trataba de conven-cer de la excelencia del claus-tro. Como vimos, Juana Inésno fue difícil de persuadir,pues ya había elegido la cel-da como espacio para sufáustico afán de conocer.

4.- El modelo patriarcal yel convento.

¿Qué era y cómo era sermonja en la Nueva Españadel siglo XVII? No es difícilimaginarlo, pero los linea-mientos que una religiosa se-guía en su existencia formanparte del discurso de poder.Existen textos que reflejan ydevelan de forma precisa loscódigos de comportamiento a

los que estaba sometida unareligiosa. De forma concisatrataremos de delinear estaforma de existencia plena-mente codificada, que contra-decía al extremo la libertadde un intelecto creador.

No es extraño constatar quela vida conventual era, en mu-chos aspectos, un trasunto yuna continuidad del modelopatriarcal. Es significativa ladenominación familiar que se-ñalaba la convivencia de unamonja. Era “hija” de su confe-sor o padre espiritual a quiendebía una absoluta sumisiónconductual y moral. La “ma-dre” o superiora era quiencontrolaba a las profesas pa-ra que cumplieran la perfectaobservancia de su estado. Es

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revelador lo que declara unescritor de la época al decirque la superiora ejercía «po-testad dominativa materna,doméstica y civil que tiene so-bre sus monjas pero esta po-testad no tiene anexa jurisdic-ción espiritual, porque es co-mo la potestad materna quetiene la Madre de Familia se-cular que no tiene anexa juris-dicción espiritual.» (Ledesma,1700, pp6-7, en Bravo,2001, pp. 50-51). Esto reite-ra lo que antes señalábamosen cuanto a que es el padre,tanto el religioso como el se-cular, quien ejercía autoridadmoral sobre sus “hijas”. Si-guiendo el esquema familiarque se traslada al convento,vemos que las otras religio-sas, amén de cumplir con unaserie de cargos (enfermeras,escuchas, torneras, tesoreras,etcétera) eran las “hermanas”de la religiosa, a quienes éstadebía tratar afable y fraternal-mente. No obstante, el rol su-premo que cumplía una mon-ja era el de ser “Esposa” deCristo, matrimonio que se ce-lebraba para toda la existen-cia terrenal y que sellaba elamor más allá de la muerte.Como hemos señalado ante-riormente, el rigor de la vidade clausura evoca la severi-dad de la vida castrense: ladisciplina absoluta que guar-dan en sus acciones las mon-jas; la uniformidad de la ropaque borra cualquier asomode subjetivismo; la codifica-ción de los actos cotidianos;la anulación de la inteligen-cia como arbitrio de la imagi-nación y el entendimiento; laobediencia incuestionable eirrestricta a los superiores; to-dos estos rasgos en comúnacercan conductualmente almodelo castrense con el con-

ventual. La rigidez de ambasformas de vida evoca, fácil-mente, la dureza de una pri-sión. (Bravo,El cerco de laconciencia, 1997, p.87)

Poco o nada tenía pues,que ver la vida monacal conla libertad creativa que nece-sita un artista. No obstante,Sor Juana selló su destino consu elección. El convento seríapor más de veinticinco añossu prisión material y su reali-zación intelectual.

5.- El ser criollo en laNueva España del sigloXVII.

Sor Juana, como la mayoríade los letrados, intelectuales yescritores de su contexto, fuecriolla y perteneció al estadoreligioso. Este es un fenóme-no que se explica por una se-rie de factores históricos, polí-ticos y sociales.

Durante el siglo XVI, el deldescubrimiento, conquista ycolonización del territorioamericano, España trasplantósus instituciones, y su lenguaal Nuevo Mundo. Es el idio-ma el que nos da acceso alverdadero descubrimiento delotro y a su conocimiento. Eslógico suponer que los escrito-res de la primera centuria ha-�

yan sido, en su mayoría, pe-ninsulares. Tal es el caso delas crónicas de los soldados ydel generoso discurso de losfrailes, que alzaron su voz yel celo de su misión providen-cial en defensa de los natura-les. El caso extremo y radicales el del primer anticolonialis-ta, el dominico Bartolomé delas Casas, quien cuestionó elderecho de conquista de lacorona española.

Con la creación de la Uni-versidad de México, en1553, arribó el Humanismo yla cultura letrada a la NuevaEspaña. Profesores de la RealUniversidad de México fue-ron Francisco Cervantes deSalazar y el destacado funda-dor de los estudios filosóficosen el virreinato novo hispano,el agustino Fray Alonso de laVeracruz. También se expre-sa, a fines de este primer si-glo, la voz de los primeroscronistas mestizos, nobles in-dígenas que escriben la ago-nía de su cultura y el impactode la hispanización en obrasque son un rescate y una rei-vindicación de un mundo ex-tinguido para siempre.

En el siglo XVII el panoramacultural es muy diferente. Loscriollos -se entiende por estadesignación los descendientesde los españoles nacidos enla Nueva España- son quie-nes van a detentar la hege-monía cultural. Privados depuestos políticos de primeralínea (arzobispos, virreyes,presidentes de la Audiencia)se refugian en las actividadesintelectuales. La gran mayoríapertenecen al estado religio-so, secular o regular. Son pre-dicadores, profesores de cole-gios y de la universidad, es-critores de certámenes, arcostriunfales y túmulos y califica-

dores del Santo Oficio y cen-sores de impresos, por citarsus principales actividades.

Ahora bien, ¿qué significa,histórica, vital y culturalmenteel ser criollo en la segundamitad del siglo XVII novo his-pano? Francisco de la Maza,un destacado historiador delarte virreinal, declara conuna significativa expresiónque en ese tiempo la NuevaEspaña «ha dejado de sernueva y ha dejado de ser Es-paña». Con esto quiere decirque el criollo crea una seriede mitos y de signos de iden-tidad que encuentran como

expresión idónea un discursosimbólico, elusivo, complejo yalegórico que es el estilo ba-rroco. El historiador EdmundoO’Gorman en Meditacionessobre el criollismo establecela relación entre criollismo ybarroco:

«Estamos en la segunda mi-tad del siglo XVII en que losescritores ya en plena madu-rez criolla parecen imantadospor la interna e inconteniblenecesidad de ponderar, en ex-tremos de lo inverosímil, todocuanto pertenece a la natura-leza y a la cultura de la que,dotada de un pasado clásico

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propio, ya l laman patria».(O’Gorman, en Bravo, 1997,p.143 )

En un trabajo anterior abor-dé el modelo ideológico querige al intelectual y al escritornovo hispano del siglo XVII:

«Para establecer la diferen-cia entre su entorno y el de lasociedad peninsular, el criollosubraya unos nuevos signos deidentidad cultural y de natura-leza; exalta los frutos de la tie-rra, la belleza del paisaje, laopulencia de las ciudades y lariqueza excepcional de losmetales preciosos… Junto aestos motivos se encuentra unaserie de signos culturales…que ayudan a delinear la re-presentación metafórica de laidentidad criolla, el pasado in-dígena al que se le trata deinscribir en un contexto univer-sal y al cual se le otorga unvalor afectivo… Y llegamos,claro, al mito por excelenciade la identidad criolla, la Vir-gen de Guadalupe. Ella será,a partir de entonces, la gran ydistintiva representación ma-riana en la Nueva España.Con ella también se instauraen tierras americanas un nue-vo paraíso». (Identidad y mi-tos criol los en Sigüenza yGóngora, Bravo, 1997, pp..144-145)

Alfonso Reyes percibió muybien cómo en Sor Juana semanifiesta a la perfección es-ta realidad contradictoria ydesbordante:

“Sorprende encontrar en estamujer una originalidad quetrasciende más allá de las mo-das con que se ha vestido.Sorprende este universo de re-ligión y amor mundano… y

hasta una clarísima concienciade las realidades sociales:América ante el mundo, laesencia de lo mexicano, elcontraste del criollo y del pe-ninsular, la incorporación delindio, la libertad del negro, lamisión de la mujer… Toda laNueva España se evoca en elnombre de la Décima Musa, escier to”. (Reyes, en Xirau,1997, p.132)

La “clarísima conciencia”se percibe en este romancede la monja, de profundaagudeza crítica hacia la ex-plotación del sistema econó-mico peninsular, a más de seruna orgullosa declaración dela riqueza y generosidad desu patria:

«Que yo, señora, nacíen la América abundante,compatriota del oro,paisana de los metales,

adonde el común sustento

se da casi tan de baldeque en ninguna parte más se ostenta la tierra madre.

De la común maldiciónlibres parecen que nacen sus hijos, según el panno cuesta al sudor afanes.

Europa mejor lo diga,pues ha tanto que, insaciable,de sus abundantes venasdesangra los minerales».

(Romance a la duquesa deAveiro, Cruz, Sor Juana Inésde la, 1996, Antología p. 40)

6.- Aproximación a laobra literaria de la “Fé-nix de México.”

Comedias de enredo, de lasllamadas de capa y espada.Loas cortesanas escritas porencargo, como ella misma re-conoce. Un arco triunfal enhonor de los nuevos virreyesque recién habían arribado a�

la ciudad de México en1680, y quienes serán susmás devotos y fieles amigos.Tres autos sacramentales, delos cuales uno (El divino Nar-ciso) sobresale por su bellezapoética y su profundidad con-ceptual y teológica. Varios es-critos en prosa entre los quedestacan tres cartas que de-signan ironía intelectual y laportentosa diversidad de susconocimientos. La lírica amo-rosa que tantos interrogantesy curiosidad ha despertado.Villancicos pedidos a la poeti-sa por varias de las catedra-les de la Nueva España paracelebrar la festividad de unsanto o de la Virgen María. Ypor último, el gran poema,clasificado como único en lapoesía española, la silva de975 versos, llamada El Sueñoy que ella, con soberbia maldisimulada, reconoce que eslo único que ha escrito porgusto.

Los empeños de una casa si-gue el modelo de las come-dias de enredo y de equívo-cos que se desarrolló en laPenínsula en la época deldrama áureo. Está estructura-da en tres jornadas, y la ac-ción se desarrolla en Toledo.Como es frecuente en la lla-mada “comedia nueva”, el te-ma es el amor y las peripe-cias y los equívocos que losgalanes y las damas llevanhasta sus últimas consecuen-cias para lograr el desenlaceprevisto en este tipo de obras:el matrimonio por amor. Do-ña Leonor y don Carlos sonlos arquetipos del “buenamor”, de la fidelidad cons-tante del uno hacia el otro, apesar de los acosos que pa-decen por parte de los herma-nos doña Ana y don Pedro,representantes del “mal

amor”, del capricho y del de-seo aparente por el objetoamoroso ilusorio. Entre lospersonajes destaca el gracio-so Castaño, quien es criadode don Carlos y tiene la parti-cularidad de ser mestizo delas Indias. En una escena dedesbordante gracia, plagadade equívocos y en la que -co-mo es frecuente en la come-dia de enredo- la dama asu-me otra identidad o bien apa-rece con un mantón que encu-bre su personalidad, donPedro cree que Castaño es

doña Leonor y la corteja. Elcriado se burla de él al extre-mo. Creemos que la crítica dela monja hacia el galanteomasculino es una auténticatrasgresión a las normas de lasociedad machista. Como esbien sabido, es muy poco fre-cuente en el teatro del Siglode Oro español que aparez-ca un hombre vestido de mu-jer, pues no deja de ser unagravio a la masculinidad.No obstante, abundan lasmujeres vestidas de hombreque buscan el espacio para

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su l iber tad de acción. Asípues, el hecho de que SorJuana muestre en escena a unhombre que simula ser unamujer y que además es cria-do y mestizo americano, esuna auténtica provocación alas normas de la sociedad pa-triarcal de su tiempo.

Si Góngora fue el paradig-ma poético para los escritoresbarrocos, Calderón de la Bar-ca fue el modelo dramáticoque tuvo un gran número deseguidores en el siglo XVII no-vo hispano. La maestría deCalderón se admira en sustragedias, en las comedias deenredo y, sobre todo, es reco-nocido como el gran autor deautos sacramentales, teatroalegórico en el que no tieneparangón.

Sor Juana escribe tres deobras dentro de esta modali-dad dramática que tiene tan-to auge en el Barroco. Comoarte de la Reforma católicaconjuga signos estéticos vi-suales con signos verbales.Como sabemos, se represen-taban en las fiestas de Cor-pus Christi. El auto era la cul-minación de las procesionesde esta celebración litúrgicatan importante para la doctri-na y el dogma católicos. Losasistentes experimentabanuna profunda catarsis en laque se conjugaban la bellezade los carros alegóricos; elolor del incienso; la sonori-dad de la música; el asombroy cierto espanto causado porla Tarasca, figura fantásticaen forma de serpiente o dedragón que representaba eltriunfo de Cristo sobre el pe-cado. Era una auténtica expe-riencia para desper tar lossentidos interiores por mediode los sentidos corporales, co-mo había enseñado Ignacio

de Loyola en sus Ejercicios es-pirituales, libro esencial parala cultura del Barroco.

Como señalamos, la monjajerónima escribe tres autos sa-cramentales, y en las loas quelos presiden se trata el temaamericano. Uno de ellos des-taca como su obra maestraen este género: El divino Nar-ciso. En la loa introductoriaaparecen dos parejas alegóri-cas opuestas entre sí: Améri-ca y Occidente, como “indiosbizarros”, quienes celebranlos ritos propiciatorios en ho-nor del Dios de las Semillas,prefiguración del Dios verda-dero entre los naturales. Aellos se oponen Religión y Ce-lo, ataviados como dama y

caballero españoles. Sor Jua-na presenta una síntesis críti-ca de la Conquista, en la queexhibe la violencia militar conla que se llevó a cabo, perosin olvidar lo posit ivo queconllevó la implantación delcristianismo y la evangeliza-ción de los indígenas. Al finalde la loa se festeja el conoci-miento del verdadero Dios yse anuncia la representacióndel auto sacramental.

En El divino Narciso se tras-lada el mito griego a un pla-no alegórico-teológico. SorJuana recrea un singular y ori-ginal triángulo amoroso entreNarciso (Cristo, NaturalezaHumana y Eco NaturalezaAngélica caída, o sea el De-�

monio). Como influencias in-tertextuales encontramos elAntiguo y el Nuevo Testamen-to, reminiscencias del CánticoEspiritual, de San Juan de laCruz, así como dos persona-jes clave que son Gentilidady Sinagoga, que representanel saber clásico grecolatino yel bíblico, respectivamente,en ellos se cifra todo el cono-cimiento de su tiempo. Genti-lidad designa también unaidea importante y original dela monja: los nuevos conver-sos que son, en la significa-ción del auto, los indígenasamericanos. Al final de laobra, Narciso muere en apa-riencia, pero ante la desola-ción de Naturaleza Humana,se aclara que Cristo ha resu-citado para preservar la re-dención humana en el sacra-mento de la eucaristía. A con-tinuación se cita el fragmentode un parlamento de Narciso-Cristo, en el que se puede ad-mirar la belleza lírica de losversos:

«Con un ojo solo, bello,el corazón Me ha abrasado;el pecho Me ha traspasadocon el rizo de un cabello.¡Abre el cristalino sellode ese centro claro y frío,para que entre el amor Mío!Ven Esposa, a tu Querido:rompe esa cortina clara:muéstrame tu hermosa cara,suene tu voz a mi oído».

(cf. El divino Narciso, en Xi-rau, 1997, pp. 67-68)

De su producción en prosasobresalen tres cartas. Unade ellas, la más difundida yya varias veces citada aquí,es la célebre Respuesta a SorFilotea de la Cruz, seudónimocon el que se “traviste” litera-

riamente el obispo poblanodon Manuel Fernández deSanta Cruz. El prelado envióa la religiosa una severa re-prensión por su inclinación alas letras profanas, y por mal-gastar el entendimiento y elportentoso ingenio y discursoque Dios le otorgó, en no es-cribir obras que alaben a laDivinidad.

La jerónima le contesta a“Filotea” con un texto plenode ironía en el que despliegaun saber portentoso en lasmás variadas disciplinas. De-muestra, asimismo, un sólidoconocimiento del latín, queaprendió sólo en unas cuan-tas lecciones. Como dijimos lí-neas arriba, es una sincera ymoderna autobiografía en laque, no exenta de arrogan-cia, la monja reivindica suderecho a aspirar a las másaltas empresas intelectuales.

Varios tópicos importantesse pueden entresacar de esteescrito. En primer término es-

tá la carga semántica de laprimera persona que se des-plaza temporalmente desdeun presente inmediato hastauna visión retrospectiva de laprotagonista Sor Juana queevoca con orgullo disimuladosu infancia y la genialidad desu mito.

Considero que un rasgo in-negable de modernidad en elescrito es la variedad y loscambios de tono que la escri-tora imprime en su prosa.Conmovedor es el pasajedonde la monja refiere quede niña, al enterarse que enMéxico había universidad, pi-dió a su madre que la vistierade hombre para poder asistir,pues sólo los varones podíanacceder a los estudios supe-riores.

Autodidacta, Juana estudiaen los libros, “caracteres sinalma”, que serán sus maes-tros a lo largo de toda su vi-da.

Ante la recriminación del

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prelado por su inclinación alas disciplinas profanas, ella,con una argumentación impe-cable y deslumbrante por susistematización, respondeque la teología, como reinade las ciencias, necesita deuna serie de “ancilas” o sier-vas que conduzcan al enten-dimiento humano al máximosaber. El argumento en reali-dad proviene de la escolásti-ca, por lo cual Sor Juana seapega a proposiciones tradi-cionales y ortodoxas:

«¿Cómo sin lógica sabría yolos métodos generales y parti-culares con los que está escritala Sagrada Escritura? ¿Cómosin retórica entendería sus fi-guras, tropos y locuciones?...¿Cómo sin geometría se po-dría medir el arca santa delTestamento y la ciudad santade Jerusalén?... ¿Cómo sin ar-quitectura el gran templo deSalomón, donde fue el mismoDios artífice que dio la disposi-ción y la traza, y el sabio reysólo fue sobrestante que la eje-cutó…?.... ¿Cómo sin grandeerudición de tantas cosas dehistorias profanas, de que ha-ce mención la Sagrada Escritu-ra; tantas costumbres de genti-les, tantos ritos, tantas mane-ras de hablar?». (Respuesta aSor Filotea”, en Antología,pp.121-122)

En seguimiento de los princi-pios retóricos, la narracióndebe ser amena y variada.Sor Juana lo sabe a la perfec-ción y por ello, sin abando-nar su gran tema que es lajustificación de su pasión porsaber, en ciertos lugares de lacarta, sin abandonar sus te-mas centrales –la autodefensay el derecho de la mujer apensar y estudiar– incorpora

un tono humorístico e irónico.Tal es el caso cuando cuentaacerca de una prelada inge-nua que le mandó que no es-tudiase. Ella le obedeció “encuanto a no tomar libro” perosu avidez y curiosidad haciala observación de la realidadla inclinaba a “estudiar en to-das las cosas que Dios creó”(pp.131-132). Tal fue el casoque convirtió la cocina en unlaboratorio al «ver que unhuevo se une y se fríe en lamanteca o aceite y, por con-trario, se despedaza en el al-míbar» (p.133). Esta observa-ción aguda, unida a otrasmás, la hace concluir: «pero,señora, ¿qué podemos saberlas mujeres sino filosofías decocina? Bien dijo Lupercio Le-onardo, que bien se puede fi-losofar y aderezar la cena. Yyo suelo decir viendo estascosillas: Si Aristóteles hubieseguisado, mucho más hubieraescrito» (p.133).

Por último, dentro de esteescrito, vemos que la monjalanza un “yo acuso” aquellosque la recriminan por su ge-nio: «pero hay otro (motivo)no menos eficaz, aunque notan bien fundado, pues pare-ce máxima del impío Maquia-veli, que es aborrecer al quese señala porque desluce aotros». (p.126).

La Respuesta a Sor Filoteade la Cruz no es sólo su másfamoso escrito en prosa, estambién el que mejor reflejasu situación vital y el antago-nismo entre su discurso de in-telectual y artista y su enfren-tamiento con el discurso deautoridad.

Es también digna de nom-brar la Carta Atenagórica oCrisis de un sermón que escri-be a instancias del mismoSanta Cruz y que es una dis-puta teológica en contra delcélebre orador y escritor por-tugués Antonio de Vieyra con

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quien disiente acerca de suspostulados teológicos sobrelas finezas de Cristo que ha-bían propuesto San Agustín,Santo Tomás y San Juan Cri-sóstomo. Al respecto, en lamisma Respuesta a Sor Filoteasentencia lo siguiente: «¿Lle-var una opinión contraria deVieyra fue en mi atrevimientoy no lo fue en su Paternidadllevarla contra los tres santosPadres de la Iglesia? Mi en-tendimiento tal cual ¿no estan libre como el suyo, puesviene de un solar?» (pp. 142-143).

De la poesía de la monja lalírica amorosa es la que hasuscitado un gran número desupuestos e hipótesis. ¿Aquién o a quiénes los dirigió?¿Estuvo realmente enamoradade alguien? ¿Son sólo diverti-mentos amorosos que siguenuna teoría de sentimientoacorde con el neoplatonismoy la poesía petrarquista? Alrespecto son iluminadoras laspalabras de José Pascual Bu-xó:

«Sor Juana dio reiteradaspruebas de aquella “destreza”que le permitió participar enesos torneos de la dialécticaamorosa, al parecer sin com-prometerse nunca emocional-mente. Las composiciones quelos editores llaman de “amor ydiscreción” son cabales mues-tras de la elegancia y sagaci-dad con que Juana Inés supoajustarse con “decencia” a lasreglas de ese juego cortesanodel amor, y en casi todas ellasse descubren -negados o encu-biertos- sus temores ante lasrealidades del deseo amoro-so». (Pascual Buxó, en Xirau,1997, p.1429).

Creo que un buen ejemplode poesía cor tesana y del“enamoramiento” y vasallajedel sentimiento son estos ver-sos que dedica a Lysi, nom-bre poético con el que inmor-talizó a la virreina, condesade Paredes:

«Tú eres Reina, y yo tu hechura;Tú Deidad, yo quien te adora;Tú eres dueño, yo tu esclava,Tú eres mi luz, yo tu sombra». (Xirau, p. 49)

En esta estrofa observamoslos rasgos típicos del amorcortés: idealización del obje-to amoroso; servidumbre in-condicional del amante a laamada; sumisión y rasgos hi-perbólicos del sentimiento.No obstante, sabemos que lamonja dominaba a la perfec-ción la teoría amorosa ema-nada de la tradición renacen-tista, por lo cual no nos extra-ña la perfecta plasmación delsentimiento.

Por su belleza innegable,que sitúa algunos de ellos en-tre los más perfectos de lalengua española, se encuen-tran sus sonetos amorosos, enlos que se registra, comoasienta Pascual Buxó, todauna dialéctica del sentimien-to: el amor no correspondido,el desdén, los celos, la pa-sión, y el sufrimiento por laausencia del ser amado.Transcribimos uno de los másfamosos y bellos:

«Esta tarde, mi bien, cuando tehablaba,como en tu rostro y tus accio-nes víaque con palabras no te per-suadía,que el corazón me vieses, de-seaba;y Amor, que mis intentos ayu-

daba,venció lo que imposible pare-cía:pues entre el llanto que el do-lor vertía,el corazón deshecho destilaba.Baste ya de rigores, mi bien,baste;no te atormenten más celos ti-ranosni el vil recelo tu quietud con-trastecon sombras necias, con indi-cios vanos, pues ya en líquido humor vistey tocastemi corazón deshecho entre tusmanos».

Si volvemos al cuestiona-miento que se ha hecho la crí-tica en cuanto a si la poetisaestuvo realmente enamoradao no, creemos que la vivenciadel amor, real o imaginaria,se plasma contundentementeen su poesía amorosa. Unsentimiento y más aún, comodice Pascual Buxó, el ajustar-lo “al juego cor tesano delamor”, implica haberlo senti-do en la teoría o en la prácti-ca. En dado caso, reiteramosque tan vívido es lo que seexperimenta como lo que seimagina. El enigma de la Mu-sa de México así lo patentiza:el amor en ella es una verda-dera realidad, la de la escri-tura poética.

Para concluir este trabajoquisiera hablar -lo que permi-te un necesario y breve esbo-zo- del poema que la críticaunánimemente considera suobra maestra. Me refiero a lasilva de 975 versos, conocidacomo El Sueño. Este magnopoema en el que se alternanlibremente los heptasílaboscon los endecasílabos, comoen las Soledades de Góngo-ra, es también, como se ha

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señalado, una autobiografíade Sor Juana, quizá la másauténtica en cuanto que en elpoema se manifiesta su in-quietud por descifrar el mun-do. El acto de conocer y suslímites son los temas imperan-tes del poema, que es una au-téntica summa artis de su ge-nio. El gran hispanista ale-mán Karl Vossler habla de laaudaz modernidad del poe-ma:

«Un único caso -no sólograndioso, sino harto elocuen-te- me es conocido de conti-nuación evolutiva de la poesíagongorina de la soledad: elgran poema onírico PrimeroSueño, compuesto el año1690 en el convento jerónimode México por genial monjaJuana Inés de la Cruz. Exte-riormente parece por de pron-to este Sueño como un renuevode las Soledades. Pero aten-diendo a su más hondo senti-do, puede decirse que es ésteun canto del incipiente apre-mio de la investigación científi-ca en que ha de verse una alu-sión anticipada y presentidade las creaciones poéticas dela I lustración». (en Xirau,p.131)

Como la gran creaciónpoética que cierra el setecien-tos, es la culminación de laestética barroca: uso frecuen-te del hipérbaton; léxico sun-tuario; abundantes alusionescultistas. Pero es mucho másque eso.

«Es una impresionante y muyoriginal construcción verbal enla que se registra el deseo y lanecesidad que el ser humanosiente ante el acto de cono-cer… Se inicia con la descrip-ción de la noche y el sueño

que invade a todos los seresvivos… La parte medular delpoema refiere el proceso delsoñar, y el deseo del alma deacceder al conocimiento pormedio de la idea platónica yde las categorías aristotélicas.El alma despierta de este sue-ño intelectual y deja abierta ladialéctica de si atreverse anteel acto de conocer o retrocederante la inmensidad de objetosque componen el universo. Enla sección final, la protagonis-ta “despierta” con la llegadadel amanecer.… El poema ter-mina con el triunfo del día yde la luz y con estos espléndi-dos versos: «…quedando a luzmás cierta el mundo ilumina-do, y yo despierta».… Lo másasombroso de esta obra es sualtísima calidad poética, lafuerza designativa de sus per-sonificaciones y la perfecta yajustada belleza de sus metá-foras».

(Bravo, 1996, pp. 8-9)

En El Sueño Sor Juana tomacomo figura emblemática aFaetón, el joven trasgresorquien se despeña por lograrsu objetivo trágico:

«“que el vivir despreciandodeterminasu nombre eternizar en su rüi-na.Tipo es, antes, modelo: Ejemplar pernicioso que a las alas engendra a re-petido vuelo, del ánimo ambicioso que -del mismo terror hacien-do halago que al valor lisonjea- las glorias deletreaentre los caracteres del estra-go» (vs, 801-810, Antología ,p.104).

No es extraño que Sor Jua-na se identifique con el hijode Apolo. Como él, su existen-cia fue un desafío por alcan-zar las más elevadas cimas;como él fue alcanzada por «elvengativo rayo fulminante» (v.798). Al igual que Faetón per-vive gloriosa en su mito y enla fama perdurable. ■

BIBLIOGRAFÍA• Bravo Arriaga, María Do-

lores: La excepción y la regla,Universidad Nacional Autó-noma de México (UNAM),México, 1997. (Seminario deCultura Literaria Novohispa-na, Instituto de Investigacio-nes Bibliográficas)

• Bravo Arriaga, María Do-lores: El discurso de la espiri-tualidad dirigida, UniversidadNacional Autónoma de Méxi-co, México, 2001. (Semina-rio de Cultura Literaria No-vohispana, Instituto de Investi-gaciones Bibliográficas, Con-sejo Nacional de Ciencia yTecnología).

• Cruz, Sor Juana Inés dela: Sor Juana para universita-rios (Antología), UniversidadAutónoma del Estado de Mé-xico y Consejo Nacional pa-ra la Cultura y las Artes, Tolu-ca, 1996. (Prefacio y selec-ción, Mª Dolores Bravo Arria-ga).

• Xirau, Ramón: Genio y Fi-gura de Sor Juana Inés de laCruz, (El Colegio Nacional,Seminario de Cultura LiterariaNovohispana, Instituto de In-vestigaciones Bibliográficas,Dirección General de Asuntosdel Personal Académico de laUNAM), México, 1997. ■

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