P. Dávila (Almas vacías)

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 ALMAS VACÍAS Dr. CÉSAR A. DÁVILA Por poco que observemos, nos daremos cuenta inmediatamente, que a nuestro rededor, pulula, como enjambre de mosquitos, un número muy considerable de almas que pudiéramos llamar vacías, que nada poseen en realidad, que nada tienen, que nada pueden darnos, ni nada que ofrecernos. Son como el alimento que ha perdido poder nutritivo o como el agua que carece de su virtud vivificante. A esta clase de almas se refiere el Gran Maestro, Cristo Jesús, en estos términos: “Si la sal se desvirtúa, ¿con qué se salará? Para nada aprovecha ya, sino para tirarla y que la pisotee n los hombres”.  Todos, absolutamente todos, estimado lector: queramos o no, pensemos o no, admitamos o no, somos esa sal a la que se refiere Cristo. Sal para condimentar esta inmensa sociedad que componen todos los hombres sin excepción. Sal para preservar de la podredumbre moral, a los hijos de Dios que están liberando la lucha descomunal entre el poder de Dios y el de las tinieblas, entre el espíritu que tiende a las cosas superiores y la materia que busca la satisfacción de sus instintos animales. El mismo Señor, emplea también esta otra comparación al referirse a la misión a la cual todos estamos llamados. Decía: “Vosotros sois la luz del mundo. No puede ocultarse ciudad asentada sobre un monte, ni se enciende una lámpara ni se la pone debajo de un celemín, sino sobre el candelabro, para que alumbre a cuantos hay en la casa”.  Todos hemos sido llamados para ser luz de los hermanos que necesitan de nuestro ejemplo, de nuestro consejo, de nuestro apoyo, para andar seguros por el recto camino: para no extraviarse en la selva tenebrosa del odio, de la envidia, de la murmuración, de la maledicencia, de la calumnia, del egoísmo, en fin, de todos los incentivos de aquello que en términos generales llamamos, el mal. La mayoría de los hombres todavía no han comprendido su misión, no sabe para qué está aquí en este plano terreno. La mayoría vive sólo de las emociones del momento, del cúmulo de circunstancias que le rodea. Esta vida emocional, esta vida que se desenvuelve al vaivén de las circunstancias no es la verdadera vida que estamos llamados a vivir todos. Esta vida en realidad, que ha prescindido de los valores trascendentales, es una vida vacía, una vida de la cual nada pueden esperar los demás. Esta vida, sólo engendra: almas vacías, almas que no son, ni pueden ser, luz y sal, según la expresión de Cristo. ¿Qué espera de ti la sociedad? ¿Qué esperan los demás? Publicado en Diario “El Mercurio”  Cuenca, jueves 16 de febrero de 1978

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8/13/2019 P. Dávila (Almas vacías)

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