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1 Tercera Orden de la Fraternidad San Pío X Julio-Agosto-Septiembre de 2011 La Palabra del Capellán: El triunfo de María Queridos terciarios, Al comenzar esta editorial quiero dejar la palabra a nuestro Superior Gene- ral, S.E.R. Mons. Fellay, citando su Carta a los amigos y benefactores nº78: Nos parece más que oportuno y urgente, en vista del aumento de la intensidad de los males que abruman la San- ta Iglesia, lanzar una nueva Cru- zada de Rosarios, una cruzada de oración y penitencia. Los invitamos a unir todos sus esfuerzos, todas sus energías, para conformar a partir de Pascua de este año hasta Pentecostés de 2012 un nuevo ramillete espiritual, un nuevo eslabón de estas rosas tan agrada- bles a Nuestra Señora, para suplicarle que interceda a favor de sus hijos ante su Divino Hijo y del Padre omnipotente. La confusión no deja de aumentar entre las almas, que están a merced de lobos rapa- ces presentes en el redil. La tribulación es tan grande, que incluso los elegidos se perderían si no fuese abreviada. Los pocos datos reconfortantes de estos últimos años no son suficientes para atreverse a decir que las cosas hayan cambiado verdade- ramente en profundidad. Dan grande esperanza para el futuro, a la manera de una luz que se percibe cuando uno aún se encuentra adentrado en un túnel. Así, pues, pidamos de todo corazón la inter- vención de nuestra Madre del Cielo, a fin de que esta prueba terrible sea abrevia- da, que el corsé modernista que blinda la Iglesia —al menos desde el Vaticano II— se rasgue, que las autoridades cumplan con su papel salvífico para con las almas, que la Iglesia recobre su esplendor y su belleza espiritual, que las almas del mun- do entero puedan escuchar la Buena Nueva que convierte y recibir los sacra- mentos que salvan, volviendo a hallar el único redil. ¡Ah, cuánto desearíamos po- der utilizar un lenguaje menos dramático! Pero sería una mentira y una negligencia

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Seguro estoy, piadoso lector, de que no ignoras cuánto importa para la eterna salvación el ser devoto de la Virgen Nuestra Señora. Si quieres con-vencerte de ello más y más, te ruego encarecidamente que leas mi libro de Las Glorias de María.

Baste señalar aquí las prácticas en que has de ejercitarte para lograr la protección de ésta soberana Reina.

1o.- Por la mañana al levantar-te, y por la noche al acostarte, reza tres Avemarías, añadiendo esta corta invocación: ¡Oh, María! Por vues-tra purísima e inmaculada concepción, haced casto mi cuerpo y santa mi alma; y poniéndote luego bajo su protección, a fin de que te libre de todo pecado, así durante el día, como durante la noche.

2º.- Reza un Avemaria, al oír el reloj -al entrar o salir- al pasar por de-lante de algún cuadro o imagen de la Santísima Virgen - al principio y al fin de cada una de tus acciones espiritua-les o temporales: estudio, trabajo, co-midas, descanso.

3o.- Reza cada día siquiera la ter-cera parte del Rosario, o sea, cinco dieces, meditando los misterios. (…)

4o.- Los Sábados (…) haz alguna mortificación en honor de María, que es tan agradecida -como te asegura San Andrés Cretense- que nunca deja de recompensar con señaladas gracias nuestros obsequios y homenajes, por insignificantes que sean.

5o.- Visita cada día a tu excelsa Protectora ante alguno de sus cuadros o imágenes, pidiéndole sobre todo el amor a Jesucristo y la santa perseve­rancia.

6°.- En todo tiempo encomién-date a la Divina Madre, especial-mente en las tentaciones: no te canses de repetir: “María, Madre mía, ayu-dadme”.

7o.- Por último, si amas a la celes-tial Señora, procura con todas veras inspirar la devoción a la augusta Madre de Dios a tus parientes, ami-gos, criados, a todos aquellos con quie-nes tienes frecuente trato.

PRÁCTICA DE LA DEVOCIÓN A MARÍA

Extracto del Camino de la Salvación, de San Alfonso de Ligorio

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Tercera Orden de la Fraternidad San Pío X

Julio-Agosto-Septiembre de 2011

La Palabra del Capellán:

El triunfo de María

Queridos terciarios,

Al comenzar esta editorial quiero dejar la palabra a nuestro Superior Gene-ral, S.E.R. Mons. Fellay, citando su Carta a los amigos y benefactores nº78:

“Nos parece más que oportuno y urgente, en vista del aumento de la intensidad de los males que abruman la San-ta Iglesia, lanzar una nueva Cru-zada de Rosarios,

una cruzada de oración y penitencia. Los invitamos a unir todos sus esfuerzos, todas sus energías, para conformar a partir de Pascua de este año hasta Pentecostés de 2012 un nuevo ramillete espiritual, un nuevo eslabón de estas rosas tan agrada-bles a Nuestra Señora, para suplicarle que interceda a favor de sus hijos ante su Divino Hijo y del Padre omnipotente. La confusión no deja de aumentar entre las

almas, que están a merced de lobos rapa-ces presentes en el redil. La tribulación es tan grande, que incluso los elegidos se perderían si no fuese abreviada. Los pocos datos reconfortantes de estos últimos años no son suficientes para atreverse a decir que las cosas hayan cambiado verdade-ramente en profundidad. Dan grande esperanza para el futuro, a la manera de una luz que se percibe cuando uno aún se encuentra adentrado en un túnel. Así, pues, pidamos de todo corazón la inter-vención de nuestra Madre del Cielo, a fin de que esta prueba terrible sea abrevia-da, que el corsé modernista que blinda la Iglesia —al menos desde el Vaticano II— se rasgue, que las autoridades cumplan con su papel salvífico para con las almas, que la Iglesia recobre su esplendor y su belleza espiritual, que las almas del mun-do entero puedan escuchar la Buena Nueva que convierte y recibir los sacra-mentos que salvan, volviendo a hallar el único redil. ¡Ah, cuánto desearíamos po-der utilizar un lenguaje menos dramático! Pero sería una mentira y una negligencia

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culpable de nuestra parte tranquilizarlos, dejándoos en la esperanza de que las co-sas se recompondrán por sí solas.

Contamos con la generosidad de todos para conformar una vez más un ra-millete de, al menos, doce millones de rosarios, para que la Iglesia sea librada de los males que la aquejan o que la amena-zan en el futuro próximo, se consagre a Rusia y que llegue pronto el triunfo de la Inmaculada”.

¡EL TRIUNFO DE LA INMACULADA! Ésta es toda nuestra esperanza: que María reine en todos los corazones, para que, por ella, Jesús sea todo en todos.

Ese triunfo universal de María tam-bién incluye su reino en nosotros mismos. La nueva cruzada a la que se nos invita no se limita al rezo piadoso del Santo Rosario: asimismo es una exhortación a buscar con afán el triunfo de María en nosotros.

Con este fin dedicamos el presente boletín a nuestra buena Madre del Cielo. Los Santos no se cansaron de hablar de Ella, de su intercesión todopoderosa por nosotros y de la eficacia soberana de la devoción hacia Ella para alcanzar la san-tidad y la vida eterna. San Luis María decía: “Aquí tienes, finalmente, el mejor medio y el secreto más maravilloso para adquirir y conservar la divina Sabiduría: una tierna y verdadera devoción a la Santísima Virgen” (Amor de la Sabiduría eterna, nº203). Ella es la “Puerta del Cie-lo” (Letanías Lauretanas). No tendrá des-canso hasta que lleguemos al puerto de la

salvación: “Dichosos, cierto, son los devo-tos de la Madre de Dios, y muy dichosos porque Ella los tomará a su cargo hasta que los vea en el cielo con su muy amado Hijo Jesús, y sean gloriosos para siempre sin fin” (San Alonso Rodríguez).

En nuestros Estatutos Mons. Lefebvre nos invita a una “devoción cariñosa y fi-lial hacia la Virgen María según el espíri-tu de San Luis María Grignion de Mont-fort” (Estatutos de la Tercera Orden). No dudemos en meditar las obras del Santo. Probablemente muchos ya han leído el excelente Tratado de la Verdadera De-

“¡Mira a la estrella! ¡Invoca a María!” San Bernardo

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Durante el exorcismo de un poseso hecho por Santo Domingo, el mismo Án-gel de las tinieblas fue obligado a confe-sar su impotencia ante la Madre de Dios, en estos términos:

"¡Oh enemiga nuestra! ¡Oh ruina y confusión nuestra! ¿Por qué viniste del cielo a atormentarnos en forma tan cruel? ¿Será preciso que por ti, ¡oh abo-gada de los pecadores, a quienes sacas del infierno; oh camino seguro del cielo!, seamos obligados -a pesar nuestro- a confesar delante de todos lo que es causa de nuestra confusión y ruina? ¡Ay de nosotros! ¡Maldición a nuestros prínci-pes de las tinieblas! ¡Oíd, pues, cristia-

nos! Esta Madre de Cristo es omnipoten-te, y puede impedir que sus siervos cai-gan en el infierno. Ella, como un sol, di-sipa las tinieblas de nuestras astutas ma-quinaciones. Descubre nuestras intrigas, rompe nuestras redes y reduce a la inuti-lidad todas nuestras tentaciones. Nos vemos obligados a confesar que ninguno que persevere en su servicio se condena con nosotros. Un solo suspiro que Ella presente a la Santísima Trinidad vale más que todas las oraciones, votos y de-seos de todos los santos. Le tememos más que a todos los bienaventurados juntos y nada podemos contra sus fieles servido-res.

Tened también en cuenta que mu-chos cristianos que la invocan al morir y que deberían condenarse, según las leyes ordinarias, se salvan gracias a su interce-sión. ¡Ah! Si esta Marieta -así la llama-ban en su furia- no se hubiera opuesto a nuestros designios y esfuerzos, ¡hace tiempo habríamos derribado y destruido a la Iglesia y precipitado en el error y la infidelidad a todas sus jerarquías! Tene-mos que añadir, con mayor claridad y precisión -obligados por la violencia que nos hacen- que nadie que persevere en el rezo del Rosario se condenará. Porque Ella obtiene para sus fieles devotos la verdadera contrición de los pecados, pa-ra que los confiesen y alcancen el perdón e indulgencia de ellos."

TESTIMONIO DEL DEMONIO A SANTO DOMINGO (SACADO DEL SECRETO ADMIRABLE DEL ROSARIO, DE SAN LUIS MARÍA, Nº104)

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FIESTAS Y AYUNOS

FIESTAS PRINCIPALES: 1º de julio: FIESTA DEL SAGRADO CORAZÓN. 15 de agosto: FIESTA DE LA ASUNCIÓN DE LA SMA. VIRGEN MARÍA. 30 de agosto: FIESTA DE STA. ROSA DE LIMA, PATRONA DE SUDAMÉRICA. 3 de septiembre: FIESTA DE SAN PÍO X, PATRONO DE LA F.S.S.P.X. 29 de septiembre: FIESTA DE SAN MIGUEL ARCÁNGEL.

DÍAS DE AYUNO: 21, 23 y 24 de septiembre, Témporas de septiembre.

una alegría inexplicable. Aquella tierra amenísima por los bosques que tenía, con toda clase de árboles, presentaba un panorama encantador, porque esta-ba iluminada por la luz del sol, que na-cía a espaldas de sus colinas. Era una luz que brillaba inefablemente tranquila, semejante a la de una espléndida tarde de verano, infundiendo en nuestro co-razón sentimientos de tranquilidad y paz...

En medio de aquella bellísima viña se levantaba un gran castillo rodeado de un delicioso jardín con muros fuertes. Nos dirigimos hacia él para visitarlo y se nos permitió entrar. Estábamos cansa-dos y hambrientos, y en el amplio salón, todo él adornado de oro, estaba prepa-rada para nosotros una gran mesa con toda clase de manjares... En medio de un gran templo se alzaba sobre una rica y grande base, una magnífica estatua que representaba a María Auxiliadora. Llamando a muchos jóvenes que se ha-bían esparcido por distintos sitios para

admirar la belleza del edificio, todos nos reunimos delante de aquella estatua para dar gracias a la Virgen por tantos favores como nos había concedido. En-tonces me di cuenta de la inmensidad de aquella iglesia, porque todos aque-llos miles de jóvenes parecían un pe-queño grupo insignificante, en el centro de ella.

Mientras los jóvenes estaban con-templando esa estatua de hermosura celestial, de pronto parece que se anima y sonríe. Murmullos y conmoción entre los jóvenes... Y la Virgen abrió su boca, y con voz argentina nos decía:

—Si vosotros sois para mí hijos devotos, yo seré para vosotros Madre piadosa.

A estas palabras todos caímos de rodillas y entonamos el canto Load a María. Esta armonía era tan fuerte y al mismo tiempo tan suave, que, opri­mido por ella, me desperté, y así termi-nó la visión.

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voción. Sus otros libros, como el Amor de la Sabiduría eterna, el Secreto de María, el Secreto admirable del Santo Rosario, etc. son menos conocidos, pero no menos provechosos. Su lectura nos ayudará a entrar más hondamente en el espíritu de la Cruzada a la que nos invita nuestro Superior General, para alcanzar el triunfo de María en nosotros.

A modo de conclusión, citemos unas palabras de San Bernardo, cuya fiesta celebraremos el 20 de agosto, que nos incitan a una confianza inconmovible en nuestra Madre del Cielo:

"¡Oh tú que te sientes lejos de la tie-rra firme, arrastrado por las olas de este mundo, en medio de las borrascas y de las tempestades, si no quieres zozobrar, no quites los ojos de la luz de esta Estrella, invoca a MARÍA!

"Si se levantan los vientos de las ten-taciones, si tropiezas en los escollos de las tribulaciones, mira a la Estrella, llama a MARÍA.

"Si eres agitado por las ondas de la soberbia, si de la detracción, si de la am-bición, si de la emulación, mira a la Estre-lla, llama a MARÍA.

"Si la ira, o la avaricia, o la impureza impelen violentamente la navecilla de tu alma, mira a MARÍA.

"Si, turbado a la memoria de la enor-midad de tus crímenes, confuso a la vista de la fealdad de tu conciencia, aterrado a la idea del horror del juicio, comienzas a ser sumido en la sima del suelo de la tris-teza, en los abismos de la desesperación, piensa en MARÍA.

"En los peligros, en las angustias, en las dudas, piensa en MARÍA, invoca a MA-

RÍA. No se aparte MARÍA de tu boca, no se aparte de tu corazón; y para conseguir los sufragios de su intercesión, no te desvíes de los ejemplos de su virtud.

"No te extraviarás si la sigues, no de-sesperarás si le ruegas, no te perderás si en Ella piensas. Si Ella te tiende su mano, no caerás; si te protege, nada tendrás que temer; no te fatigarás, si es tu guía; llega-rás felizmente al puerto, si Ella te ampa-ra”.

¡Les deseo una muy feliz fiesta de San Pío X!

Con mi bendición.

Padre Jean-Michel Gomis +

LES RECORDAMOS QUE PUEDEN COMUNICARSE CON LA CAPELLANÍA: por correo electrónico: [email protected]. por correo postal: Casa María Reina, Pedro Goyena 2034, B 1640 AFP

Martínez, Provincia de Bs.As. Por teléfono al (0054) 011-4792-1556.

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“¿QUÉ PENSARÍA LA VIRGEN MARÍA SI ESTUVIERA A MI LADO?...”

EXTRACTOS DEL SERMÓN DE MONS. LEFEBVRE EN ECÔNE, PARA LA FIESTA DE LA ASUNCIÓN DE MARÍA,

EL 15 DE AGOSTO DE 1990

Queridos fieles,

(…) Nuestros corazones deben es-tar de fiesta. Hoy es la fiesta de la Sma. Virgen María, de su Asunción, que cier-tamente es una de las más bellas fiestas de María. Para los fieles, para nosotros que estamos todavía in via, en camino hacia el cielo, esta fiesta es motivo de mucha esperanza y ayuda.

Si buscamos cuál es la lección que hoy nos proporciona la Iglesia en su liturgia, la encontraremos en la oración colecta. Vamos a cantar dentro de un momento, en la oración, el deseo que la Iglesia expresa por nosotros: que sea-mos siempre “ad superna semper inten-ti”.

¿Qué quiere decir eso? Que ten-gamos las miradas de nuestros cuerpos, de nuestras almas, de nuestros corazones siempre dirigi-dos “ad superna cœlestia”, hacia las realidades celestiales. La Iglesia, en la oración, añade: “Ipsius gloriæ me-reamur esse consortes” (colecta de la fies-ta de la Asunción): “Para que algún día

seamos partícipes de la gloria de María”.

¿Qué cosa mejor podría desear la Iglesia para nosotros? ¿Qué consejo más eficaz podría darnos? Tener los ojos, es decir nuestro corazón entero, dirigidos hacia las cosas del cielo. Es algo que nos resulta difícil, en la medi-da en que, de cierta manera, estamos cegados por las cosas materiales, por las cosas sensibles, que forman una pantalla entre nosotros y el cielo, cuan-do, por el contrario, deberían ser para nosotros un medio para elevarnos hacia el cielo. Y, precisamente, pensar en la Ssma. Virgen María es algo que nos ayuda a mirar hacia el cielo.

Por eso la fiesta de la Asunción es para nosotros motivo de esperanza. Nos llena de alegría, de fortaleza. Pen-sar en María triunfante, María gloriosa en el cielo, Reina del Cielo, nos eleva poderosamente hacia el Cielo.

Uds. recuerdan que en el Evange-lio, con ocasión de la Ascensión, se dice que los Apóstoles permanecían con la mirada dirigida hacia el Cielo. Sin em-

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los compañeros hacia el borde, de un empujón los echaban abajo.

La noche se hizo oscura y lóbrega: en lontananza se oían gritos des­garradores de los que perecían. Naufra-garon todos. Oí esta voz:

“En el mar del mundo nau-fragan todos los que no lleva esa nave”. Comprendí que se hablaba de la nave de María Santísima.

El número de mis jóvenes había quedado muy disminuido; yo muy ape­nado, pero confiando en la Virgen. Des-pués de toda una noche tenebrosa, la nave entró en una especie de estrecho

muy angosto, entre las orillas cenago­sas, cubiertas de matorrales y grandes astillas, guijarros, palos y tableros des­trozados, antenas y remos. En torno de la barca se veían tarántulas, sapos, ser-pientes y dragones, cocodrilos, escalos, víboras y otros mil animales as­querosos..

Nosotros, compadeciendo la triste suerte y desgraciado fin de nuestros compañeros, abandonados en aquel lugar, nos pusimos a cantar: Load o Ma­ría, en acción de gracias a la gran Madre del Cielo, por habernos protegido hasta entonces. En aquel momento, como a una orden de María, cesó la furia del viento, con una facilidad que no es po-sible describir. Parecía que avanzaba al solo impulso que le daban, jugando, los jóvenes, echando hacia atrás el agua con la palma de la mano. Y he aquí que apa-rece en el cielo un arco iris más maravi-lloso y bello que la aurora boreal. En él leímos escrito, con caracteres de luz, la palabra Medoum, sin que entendiése-mos su significado. A mi me parece, sin embargo, que cada letra, tal vez, sea la inicial de estas palabras:

Mater et Domina omnis Uni-versi María: María Madre y Señora de todo el universo.

Después de un largo trecho de via-je, aparece tierra al fondo del hori­zonte, la cual, acercándose paulatina-mente, despertaba en nuestro corazón

“Si vosotros sois para mí hijos devotos, yo seré para vosotros Madre piadosa…”

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Haciéndome el valiente, pasé el primero; y tras de mí, algunos sacerdo­tes; y para facilitar el embarque a los jóvenes y tranquilizarlos, ordené a los clérigos y los sacerdotes que desde el molino asegurasen un poco al que par-tía, y desde la barca diesen una mano al que llegaba..

Cuando estuvieron todos en la bar-ca, no sabiendo si saldríamos bien de aquel peligro, me puse al frente como capitán y dije a los jóvenes:

—María es la Estrella del Mar. Ella no abandona al que en Ella con-fía; pongámonos todos bajo su man-to. Ella nos librará de los peligros y nos guiará a puerto seguro.

Así, pues, abandonamos la nave a las olas: flotaba estupendamente, ale­jándose de aquel lugar... «¡Animo—grité—María no nos abandonará!» Todos juntos, y de corazón, rezamos actos de fe, esperanza, caridad y con­trición, algunos Padrenuestros y Ave-marias, y la Salva Regina; después, de rodillas, agarrados de la mano, rezaba cada uno sus oraciones particulares. Sin embargo, algunos insensatos, indiferen-tes a aquel peligro, como si nada hubie-se pasado, puestos en pie y moviéndose daban vueltas de un lado a otro, con grandes carcajadas y riéndose de la pos-tura suplicante de sus compañeros. De improviso se agita la nave, gira con rapi-dez sobre sí misma y un viento furioso arroja a las olas a aquellos desgraciados. Eran 30, y siendo el agua profunda no se les volvió a ver. Nosotros entonamos la Salve Regina, y más que nunca invo-camos de corazón la protección de la Estrella del Mar.

Sobrevino la calma. Pero la nave, como si fuese un pez, continuaba avan-zando, sin que supiésemos a dónde nos llevaría. A bordo hervía conti­nuamente, y en varias formas la obra de salvamento. Se hacía todo para impedir que los jóvenes cayesen al agua y para salvar a los caídos. Porque había algu-nos que asomándose incautamente por la borda, caían al lago, y había algunos tan perversos y crueles, que llamando a

“Pongámonos todos bajo su manto…”

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bargo Nuestro Señor había desapareci-do. Pero estaban tan atraídos por la visión que habían tenido, que sus ojos permanecían fijos hacia el Cielo. ¡Es muy comprensible!

Pienso que si también nosotros hubiéramos presenciado la Asunción de la Sma. Virgen, nuestros ojos se hubie-ran quedado fijos en dirección del Cie-lo, con la esperanza de seguir algún día a nuestra Madre.

La Santísima Virgen María es la criatura más celestial que hay. Y el Buen Dios dio una prueba de eso con la Asunción. Ahora Ella es radiante no sólo en su alma, sino también en su

cuerpo.

Es un hecho: todas las veces que la Santísima Virgen quiso manifestarse sobre la tierra, los que tuvieron la gra-cia de verla se quedaron admirados an-te su belleza. Y esos niños estaban tan fascinados por la visión que perdían el uso de sus sentidos.

Se refiere, por ejemplo, el caso de Bernardita: una vez que estaba en esta-do de éxtasis, ante la Sma. Virgen Ma-ría, se le puso la llama de una vela so-bre la mano, y no la sintió, porque esta-

ba cautivada por la belleza, grandeza y sublimidad de la visión y presencia de la Sma. Virgen María.

Y efectivamente la Virgen María recibió privilegios extraordinarios. Con razón pudo decir en su Magnificat: “Fecit mihi magna qui potens est”: El To-dopoderoso hizo en mí cosas grandes, hizo por mí grandes cosas. Sí, realmente, cuesta imaginar que una criatura pueda llevar en su seno a Dios, al Creador del cielo y de la tierra, tal como lo llevó la Sma. Virgen María.

Dios siguió siendo Dios. Nada cambió en Dios. Nada fue modificado en la Santísima Trinidad. Dios es inmu-table. Y sin embargo, quiso habitar en el seno de la Virgen María durante nue-ve meses. ¡Qué gracia tan grande para

“Dejemos a Nuestra

Señora estar siem-

pre con nosotros,

en cualquier lugar

que estemos”.

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esa criatura elegida de una manera muy especial, para ser la Madre de Jesucris-to, la Madre de nuestro Salvador! Ver-daderamente María es celestial.

También la actitud de los fieles y la Iglesia, durante esta fiesta de la Asun-ción, manifiesta la sublimidad de Ma-ría: las muchedumbres se precipitan para seguir a la Virgen María. Cantidad de católicos se reúnen con ocasión de esta fiesta, en todas partes, sea hacien-do procesiones en su honor, sea partici-pando en peregrinaciones.

(…) Son manifestaciones que muestran el afecto de los fieles y de la Iglesia a la Virgen María en su Asun-ción, y especialmente la conclusión de toda la historia de la Asunción de Nues-tra Señora, que es la proclamación del dogma por el Papa Pío XII, en la que tuve la alegría de participar (ese día, en Roma).

Entonces, queridos fieles, ¿cuál debe ser para nosotros la conclusión de estas consideraciones sobre la fiesta de la Asunción de la Sma. Virgen María? Debemos hacer todo lo posible para no impedir a nuestros corazones estar di-rigidos hacia el cielo, dirigidos hacia la Virgen María.

Cuando estamos en casa, en nuestra vida cotidiana, en nuestra actividad de todos los días, debe-ríamos poder decirnos y pensar: si

estuviera la Virgen María, ¿estaría de acuerdo con lo que hacemos o pensamos? ¿Con lo que miramos? ¿Con lo que amamos? Hay que vivir con la Sma. Virgen María, y así vivire-mos del cielo.

Sería bueno reflexionar, hacer co-mo un pequeño examen de conciencia y preguntarnos: ¿Qué pensaría la Vir-gen María si ahora estuviera a mi lado, respecto a lo que hago, lo que digo, lo que pienso, lo que amo?...

Entonces dejemos a Nuestra Seño-ra estar siempre con nosotros, en cual-quier lugar que estemos. Que en todas partes podamos vivir con nuestra Ma-dre. Que Ella no esté obligada a dejar-nos, porque no puede quedarse a nues-tro lado, porque no puede aceptar lo que hacemos o queremos.

Ésta es, me parece, la resolución que debemos tomar si queremos vivir con la Virgen María, y por consiguiente si queremos realizar el deseo que la Iglesia manifestó en su oración: que tengamos siempre los ojos dirigidos hacia el Cielo.

¿Qué nos enseñará la Virgen María? A ser santos como Ella fue santa; a ser puros como Ella fue pu-ra; a amar a Dios como Ella lo amó. Y sobre todo a amar a su Hijo Jesu-cristo. Nos enseñará que no hay otro Dios que Nuestro Señor Jesu-

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San Juan Bosco nos cuenta la in-tervención de la Virgen en la vida de los hombres, con su celebre sueño de la inun-dación:

“Me parecía encontrarme en un lugar muy parecido a Castelnouvo de Asti, con una gran llanura delante. Los jóvenes del Oratorio se recreaban ale-gremente en un inmenso prado, cuan-do, de improviso, se ve un gran aluvión de agua por todas partes, siempre en aumento y avanzando hacia nosotros. El Po desbordó sus cauces e inmensos y desoladores torrentes se despeñaban por todos lados.

Nosotros, aterrorizados, corrimos a refugiarnos en un gran molino, que se alzaba, aislado y provisto de grandes muros, como si fuese una fortaleza. Yo me paré en medio del patio, rodeado de mis queridos jóvenes, consternados. Las aguas comenzaron a penetrar también allí, y nos vimos obligados a entrar den-tro y subir a las habitaciones superiores.

Desde las ventanas se veía la exten-sión del desastre... Perdida toda hu­mana esperanza de salvarnos, comencé a animar a mis jóvenes, diciéndoles que se pusiesen con plena confianza en las

manos de Dios y en los brazos de nues-tra querida Madre María.

El agua había ya llegado al nivel del último piso. Crecía el espanto y no veía-mos otra salvación que refugiarnos en una grandísima balsa, con forma de na-ve, aparecida en aquel instante, y que flotaba cerca de nosotros. Todos, respi-rando afanosamente, queríamos refu-giarnos cuanto antes en ella, pero nin-guno se atrevía, porque se interponía un muro, sobresaliente un poco del nivel de las aguas. Sólo había un medio para superar el obstáculo y era un tronco largo y estrecho; pero era muy difícil el paso, puesto que el tronco, apoyándose por una extremidad en la barca, se mo-vía, siguiendo el cabeceo de la misma barca, agitada por las olas.

ESTRELLA DEL MAR (UN SUEÑO DE SAN JUAN BOSCO)

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intenciones, aunque no se conozcan; hay que unirse por María a las intencio-nes de Jesucristo, es decir, ponerse en manos de la Virgen Santísima como instrumento, para que Ella obre en nosotros, y haga de nosotros lo que bien le parezca, para gloria de su Hijo Jesucristo, para gloria del Padre: de suerte que no haya vida interior, ni operación del espíritu que de Ella no dependa.

Obrar en María.

47) 2º. Hay que hacer todas las cosas en María, es decir, que hay que irse acostumbrando a recogerse dentro de sí mismo, para formar una pequeña idea o retrato espiri-tual de la Santísima Virgen. Ella se-rá para el alma oratorio en que dirija a Dios sus plegarias, sin temor de ser desechada. Torre de David para poner-se en seguro contra los enemigos. Lám-para encendida para alumbrar las en-trañas del alma y abrasarla en amor divino. Recámara sagrada para ver a Dios con Ella. María, en fin, será única-mente para esta alma su recurso uni-versal y su todo. Si ruega será en María; si recibe a Jesús en la Sagrada Comu-nión le meterá en María para que allí tenga Él sus complacencias. Si algo ha-ce será en María; y en todas partes y en todo hará actos de desasimiento de sí misma.

Obrar por María.

48) 3º. Jamás hay que acudir a Nuestro Señor, sino por medio de María, por su intercesión y su crédito para con él, de suerte que nunca nos hallemos solos cuando vayamos a pe-dirle.

Obrar para María.

49) 4º. Finalmente, hay que hacer todas las acciones para María, es decir, que como esclavos que somos de esta augusta Princesa, no trabajemos más que para Ella, para su provecho y gloria, como fin próximo y para gloria de Dios, como fin último. De-be esta alma en todo lo que hace, re-nunciar al amor propio, que casi siem-pre, aun sin darse cuenta, se toma a sí mismo por fin, y repetir muchas veces en el fondo del corazón: por Vos, mi amada Señora, hago esto o aquello, voy aquí o allá, sufro tal pena o tal injuria. (…)

52) No te atormentes, si no go-zas tan pronto de la dulce presen-cia de la Santísima Virgen. No es para todos esta gracia. Y cuando por su gran misericordia favorece Dios con ella, muy fácilmente el alma la pier-de, si no es fiel en recogerse con frecuencia. Si tal desgracia te ocu-rriese, vuélvete dulcemente a tu Soberana y pídele perdón. (…)

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cristo, en quien mora el Padre y el Espíritu Santo.

Ésta es esencialmente la gran lec-ción que nos da la Sma. Virgen María. Y, hoy en día, esta lección es muy im-portante, porque se deja de lado a Nuestro Señor Jesucristo. Se pone a Nuestro Señor en pie de igualdad con todas las religiones. La Sma. Virgen María no puede soportar eso. ¡Es imposible! Para Ella, sólo existe Nuestro Señor Jesucristo, su divino Hijo, quien es el Camino, la Verdad y la Vida, el camino para ir al cielo. No

existe otro. Ella vino para darlo al mun-do. Fue elegida para dar al mundo este Camino, esta Vía.

Entonces pidamos a la Virgen Ma-ría que se quede con nosotros; que nos tome de la mano, que nos lleve, que sea realmente nuestra Madre a lo largo de esta vida terrestre, para que un día, como dice la oración, podamos compar-tir su gloria en el Cielo.

En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.

“Pidamos a la Virgen María que se quede con nosotros; que nos tome de la mano, que nos lleve, que sea realmente nuestra Madre a lo largo de esta vida terrestre...”

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UN ESCAPULARIO A PRUEBA DE BALAS… En las galeras del Marqués de San-

ta Cruz, a quien llamó Cervantes «padre de soldados y valiente capitán, jamás vencido», partió de Nápoles, Bazán, puesta la proa hacia África. Los encuen-tros con los corsarios fueron frecuentes.

En uno de los combates, un solda-do turco disparó un mosquetazo a boca de jarro contra un soldado de las galeras del Marqués, acertándole en el centro del pecho y derribándole sobre la cu-bierta de la nave.

Le juzgaron muerto los compañe-ros. Pero pasado el fragor de la batalla, cuando se disponían a arrojarlo al mar, vieron asombrados que aquel soldado vivía y que no presentaba lesión alguna. Examinaron el sitio donde recibió el golpe. El sayo y el jubón estaban atrave-sados por la pelota del mosquete, pero ésta se detuvo al chocar con el santo escapulario, como contra un fuerte escu-do. La frágil estameña con la imagen de la Virgen había sido más fuerte que una rodela bien forjada.

El milagro se divulgó por todas las galeras. El Marqués reclamó como pre-

ciosa reliquia el milagroso escapulario, que fue conservado por la Marquesa de Vélez, juntamente con el testimonio escrito del Marqués de Santa Cruz so-bre la perfecta salud del soldado.

Añade el cronista del manuscrito: «Creció tanto la devoción al santo esca-pulario, que llegaron a Cartagena dos cargas de escapularios enviados por los Padres Carmelitas de Aravaca, para im-ponerlos a todo el personal embarcado en las galeras de las diversas escuadras.»

¡DIFUNDAMOS EL ESCAPULARIO!SI ASÍ PROTEGE LOS CUERPOS,

QUÉ SERÁ DE LAS ALMAS...

AVISOS

El Capellán celebrará una Misa por los miembros de la FSSPX (Sacerdotes, religiosos y terciarios) vivos y difuntos los días: - 1º de julio (Fiesta del Sagrado Corazón). - 15 de agosto (Fiesta de la Asunción de la Sma. Virgen María). - 3 de septiembre (Fiesta de San Pío X).

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44) No basta entregarse por esclavo a María una vez sola; ni aun es bastante hacerlo todos los meses o todas las semanas. Devoción harto pasajera sería ésa, que no elevaría el alma a la perfección a que, si bien se practica, la puede levantar. No es muy difícil alistarse en una cofradía, ni aun abrazar esta devoción y rezar diaria-mente algunas oraciones prescritas; lo difícil es entrar en el espíritu de ella, que es hacer que el alma en su interior dependa y sea esclava de la Santísima Virgen y de Jesús por Ella.

Muchas personas he hallado que con admirable entusiasmo se han so-metido a tan santas esclavitudes exte-riormente; pero muy pocas que hayan tomado el espíritu de esta devoción y menos todavía que hayan perseverado en él.

Obrar con María.

45) 1º. La práctica esencial de esta devoción consiste en hacer to-das las acciones con María; es decir, tomar a la Virgen Santísima por mode-

lo acabado en todo lo que se ha de ha-cer.

46) Por eso antes de hacer cual-quier cosa hay que desnudarse de sí mismo y de sus mejores modos de ver; hay que anonadarse delante de Dios, como quien de su cosecha es incapaz de todo bien sobrenatural y de toda acción útil para la vida eterna; hay que recu-rrir a la Virgen Santísima y unirse a sus

¿CÓMO VIVIR LA VERDADERA DEVOCIÓN A MARÍA?

Extracto del Secreto de María, por San Luis María Grignion de Montfort

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UN ESCAPULARIO A PRUEBA DE BALAS… En las galeras del Marqués de San-

ta Cruz, a quien llamó Cervantes «padre de soldados y valiente capitán, jamás vencido», partió de Nápoles, Bazán, puesta la proa hacia África. Los encuen-tros con los corsarios fueron frecuentes.

En uno de los combates, un solda-do turco disparó un mosquetazo a boca de jarro contra un soldado de las galeras del Marqués, acertándole en el centro del pecho y derribándole sobre la cu-bierta de la nave.

Le juzgaron muerto los compañe-ros. Pero pasado el fragor de la batalla, cuando se disponían a arrojarlo al mar, vieron asombrados que aquel soldado vivía y que no presentaba lesión alguna. Examinaron el sitio donde recibió el golpe. El sayo y el jubón estaban atrave-sados por la pelota del mosquete, pero ésta se detuvo al chocar con el santo escapulario, como contra un fuerte escu-do. La frágil estameña con la imagen de la Virgen había sido más fuerte que una rodela bien forjada.

El milagro se divulgó por todas las galeras. El Marqués reclamó como pre-

ciosa reliquia el milagroso escapulario, que fue conservado por la Marquesa de Vélez, juntamente con el testimonio escrito del Marqués de Santa Cruz so-bre la perfecta salud del soldado.

Añade el cronista del manuscrito: «Creció tanto la devoción al santo esca-pulario, que llegaron a Cartagena dos cargas de escapularios enviados por los Padres Carmelitas de Aravaca, para im-ponerlos a todo el personal embarcado en las galeras de las diversas escuadras.»

¡DIFUNDAMOS EL ESCAPULARIO!SI ASÍ PROTEGE LOS CUERPOS,

QUÉ SERÁ DE LAS ALMAS...

AVISOS

El Capellán celebrará una Misa por los miembros de la FSSPX (Sacerdotes, religiosos y terciarios) vivos y difuntos los días: - 1º de julio (Fiesta del Sagrado Corazón). - 15 de agosto (Fiesta de la Asunción de la Sma. Virgen María). - 3 de septiembre (Fiesta de San Pío X).

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44) No basta entregarse por esclavo a María una vez sola; ni aun es bastante hacerlo todos los meses o todas las semanas. Devoción harto pasajera sería ésa, que no elevaría el alma a la perfección a que, si bien se practica, la puede levantar. No es muy difícil alistarse en una cofradía, ni aun abrazar esta devoción y rezar diaria-mente algunas oraciones prescritas; lo difícil es entrar en el espíritu de ella, que es hacer que el alma en su interior dependa y sea esclava de la Santísima Virgen y de Jesús por Ella.

Muchas personas he hallado que con admirable entusiasmo se han so-metido a tan santas esclavitudes exte-riormente; pero muy pocas que hayan tomado el espíritu de esta devoción y menos todavía que hayan perseverado en él.

Obrar con María.

45) 1º. La práctica esencial de esta devoción consiste en hacer to-das las acciones con María; es decir, tomar a la Virgen Santísima por mode-

lo acabado en todo lo que se ha de ha-cer.

46) Por eso antes de hacer cual-quier cosa hay que desnudarse de sí mismo y de sus mejores modos de ver; hay que anonadarse delante de Dios, como quien de su cosecha es incapaz de todo bien sobrenatural y de toda acción útil para la vida eterna; hay que recu-rrir a la Virgen Santísima y unirse a sus

¿CÓMO VIVIR LA VERDADERA DEVOCIÓN A MARÍA?

Extracto del Secreto de María, por San Luis María Grignion de Montfort

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intenciones, aunque no se conozcan; hay que unirse por María a las intencio-nes de Jesucristo, es decir, ponerse en manos de la Virgen Santísima como instrumento, para que Ella obre en nosotros, y haga de nosotros lo que bien le parezca, para gloria de su Hijo Jesucristo, para gloria del Padre: de suerte que no haya vida interior, ni operación del espíritu que de Ella no dependa.

Obrar en María.

47) 2º. Hay que hacer todas las cosas en María, es decir, que hay que irse acostumbrando a recogerse dentro de sí mismo, para formar una pequeña idea o retrato espiri-tual de la Santísima Virgen. Ella se-rá para el alma oratorio en que dirija a Dios sus plegarias, sin temor de ser desechada. Torre de David para poner-se en seguro contra los enemigos. Lám-para encendida para alumbrar las en-trañas del alma y abrasarla en amor divino. Recámara sagrada para ver a Dios con Ella. María, en fin, será única-mente para esta alma su recurso uni-versal y su todo. Si ruega será en María; si recibe a Jesús en la Sagrada Comu-nión le meterá en María para que allí tenga Él sus complacencias. Si algo ha-ce será en María; y en todas partes y en todo hará actos de desasimiento de sí misma.

Obrar por María.

48) 3º. Jamás hay que acudir a Nuestro Señor, sino por medio de María, por su intercesión y su crédito para con él, de suerte que nunca nos hallemos solos cuando vayamos a pe-dirle.

Obrar para María.

49) 4º. Finalmente, hay que hacer todas las acciones para María, es decir, que como esclavos que somos de esta augusta Princesa, no trabajemos más que para Ella, para su provecho y gloria, como fin próximo y para gloria de Dios, como fin último. De-be esta alma en todo lo que hace, re-nunciar al amor propio, que casi siem-pre, aun sin darse cuenta, se toma a sí mismo por fin, y repetir muchas veces en el fondo del corazón: por Vos, mi amada Señora, hago esto o aquello, voy aquí o allá, sufro tal pena o tal injuria. (…)

52) No te atormentes, si no go-zas tan pronto de la dulce presen-cia de la Santísima Virgen. No es para todos esta gracia. Y cuando por su gran misericordia favorece Dios con ella, muy fácilmente el alma la pier-de, si no es fiel en recogerse con frecuencia. Si tal desgracia te ocu-rriese, vuélvete dulcemente a tu Soberana y pídele perdón. (…)

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cristo, en quien mora el Padre y el Espíritu Santo.

Ésta es esencialmente la gran lec-ción que nos da la Sma. Virgen María. Y, hoy en día, esta lección es muy im-portante, porque se deja de lado a Nuestro Señor Jesucristo. Se pone a Nuestro Señor en pie de igualdad con todas las religiones. La Sma. Virgen María no puede soportar eso. ¡Es imposible! Para Ella, sólo existe Nuestro Señor Jesucristo, su divino Hijo, quien es el Camino, la Verdad y la Vida, el camino para ir al cielo. No

existe otro. Ella vino para darlo al mun-do. Fue elegida para dar al mundo este Camino, esta Vía.

Entonces pidamos a la Virgen Ma-ría que se quede con nosotros; que nos tome de la mano, que nos lleve, que sea realmente nuestra Madre a lo largo de esta vida terrestre, para que un día, como dice la oración, podamos compar-tir su gloria en el Cielo.

En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.

“Pidamos a la Virgen María que se quede con nosotros; que nos tome de la mano, que nos lleve, que sea realmente nuestra Madre a lo largo de esta vida terrestre...”

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esa criatura elegida de una manera muy especial, para ser la Madre de Jesucris-to, la Madre de nuestro Salvador! Ver-daderamente María es celestial.

También la actitud de los fieles y la Iglesia, durante esta fiesta de la Asun-ción, manifiesta la sublimidad de Ma-ría: las muchedumbres se precipitan para seguir a la Virgen María. Cantidad de católicos se reúnen con ocasión de esta fiesta, en todas partes, sea hacien-do procesiones en su honor, sea partici-pando en peregrinaciones.

(…) Son manifestaciones que muestran el afecto de los fieles y de la Iglesia a la Virgen María en su Asun-ción, y especialmente la conclusión de toda la historia de la Asunción de Nues-tra Señora, que es la proclamación del dogma por el Papa Pío XII, en la que tuve la alegría de participar (ese día, en Roma).

Entonces, queridos fieles, ¿cuál debe ser para nosotros la conclusión de estas consideraciones sobre la fiesta de la Asunción de la Sma. Virgen María? Debemos hacer todo lo posible para no impedir a nuestros corazones estar di-rigidos hacia el cielo, dirigidos hacia la Virgen María.

Cuando estamos en casa, en nuestra vida cotidiana, en nuestra actividad de todos los días, debe-ríamos poder decirnos y pensar: si

estuviera la Virgen María, ¿estaría de acuerdo con lo que hacemos o pensamos? ¿Con lo que miramos? ¿Con lo que amamos? Hay que vivir con la Sma. Virgen María, y así vivire-mos del cielo.

Sería bueno reflexionar, hacer co-mo un pequeño examen de conciencia y preguntarnos: ¿Qué pensaría la Vir-gen María si ahora estuviera a mi lado, respecto a lo que hago, lo que digo, lo que pienso, lo que amo?...

Entonces dejemos a Nuestra Seño-ra estar siempre con nosotros, en cual-quier lugar que estemos. Que en todas partes podamos vivir con nuestra Ma-dre. Que Ella no esté obligada a dejar-nos, porque no puede quedarse a nues-tro lado, porque no puede aceptar lo que hacemos o queremos.

Ésta es, me parece, la resolución que debemos tomar si queremos vivir con la Virgen María, y por consiguiente si queremos realizar el deseo que la Iglesia manifestó en su oración: que tengamos siempre los ojos dirigidos hacia el Cielo.

¿Qué nos enseñará la Virgen María? A ser santos como Ella fue santa; a ser puros como Ella fue pu-ra; a amar a Dios como Ella lo amó. Y sobre todo a amar a su Hijo Jesu-cristo. Nos enseñará que no hay otro Dios que Nuestro Señor Jesu-

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San Juan Bosco nos cuenta la in-tervención de la Virgen en la vida de los hombres, con su celebre sueño de la inun-dación:

“Me parecía encontrarme en un lugar muy parecido a Castelnouvo de Asti, con una gran llanura delante. Los jóvenes del Oratorio se recreaban ale-gremente en un inmenso prado, cuan-do, de improviso, se ve un gran aluvión de agua por todas partes, siempre en aumento y avanzando hacia nosotros. El Po desbordó sus cauces e inmensos y desoladores torrentes se despeñaban por todos lados.

Nosotros, aterrorizados, corrimos a refugiarnos en un gran molino, que se alzaba, aislado y provisto de grandes muros, como si fuese una fortaleza. Yo me paré en medio del patio, rodeado de mis queridos jóvenes, consternados. Las aguas comenzaron a penetrar también allí, y nos vimos obligados a entrar den-tro y subir a las habitaciones superiores.

Desde las ventanas se veía la exten-sión del desastre... Perdida toda hu­mana esperanza de salvarnos, comencé a animar a mis jóvenes, diciéndoles que se pusiesen con plena confianza en las

manos de Dios y en los brazos de nues-tra querida Madre María.

El agua había ya llegado al nivel del último piso. Crecía el espanto y no veía-mos otra salvación que refugiarnos en una grandísima balsa, con forma de na-ve, aparecida en aquel instante, y que flotaba cerca de nosotros. Todos, respi-rando afanosamente, queríamos refu-giarnos cuanto antes en ella, pero nin-guno se atrevía, porque se interponía un muro, sobresaliente un poco del nivel de las aguas. Sólo había un medio para superar el obstáculo y era un tronco largo y estrecho; pero era muy difícil el paso, puesto que el tronco, apoyándose por una extremidad en la barca, se mo-vía, siguiendo el cabeceo de la misma barca, agitada por las olas.

ESTRELLA DEL MAR (UN SUEÑO DE SAN JUAN BOSCO)

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Haciéndome el valiente, pasé el primero; y tras de mí, algunos sacerdo­tes; y para facilitar el embarque a los jóvenes y tranquilizarlos, ordené a los clérigos y los sacerdotes que desde el molino asegurasen un poco al que par-tía, y desde la barca diesen una mano al que llegaba..

Cuando estuvieron todos en la bar-ca, no sabiendo si saldríamos bien de aquel peligro, me puse al frente como capitán y dije a los jóvenes:

—María es la Estrella del Mar. Ella no abandona al que en Ella con-fía; pongámonos todos bajo su man-to. Ella nos librará de los peligros y nos guiará a puerto seguro.

Así, pues, abandonamos la nave a las olas: flotaba estupendamente, ale­jándose de aquel lugar... «¡Animo—grité—María no nos abandonará!» Todos juntos, y de corazón, rezamos actos de fe, esperanza, caridad y con­trición, algunos Padrenuestros y Ave-marias, y la Salva Regina; después, de rodillas, agarrados de la mano, rezaba cada uno sus oraciones particulares. Sin embargo, algunos insensatos, indiferen-tes a aquel peligro, como si nada hubie-se pasado, puestos en pie y moviéndose daban vueltas de un lado a otro, con grandes carcajadas y riéndose de la pos-tura suplicante de sus compañeros. De improviso se agita la nave, gira con rapi-dez sobre sí misma y un viento furioso arroja a las olas a aquellos desgraciados. Eran 30, y siendo el agua profunda no se les volvió a ver. Nosotros entonamos la Salve Regina, y más que nunca invo-camos de corazón la protección de la Estrella del Mar.

Sobrevino la calma. Pero la nave, como si fuese un pez, continuaba avan-zando, sin que supiésemos a dónde nos llevaría. A bordo hervía conti­nuamente, y en varias formas la obra de salvamento. Se hacía todo para impedir que los jóvenes cayesen al agua y para salvar a los caídos. Porque había algu-nos que asomándose incautamente por la borda, caían al lago, y había algunos tan perversos y crueles, que llamando a

“Pongámonos todos bajo su manto…”

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bargo Nuestro Señor había desapareci-do. Pero estaban tan atraídos por la visión que habían tenido, que sus ojos permanecían fijos hacia el Cielo. ¡Es muy comprensible!

Pienso que si también nosotros hubiéramos presenciado la Asunción de la Sma. Virgen, nuestros ojos se hubie-ran quedado fijos en dirección del Cie-lo, con la esperanza de seguir algún día a nuestra Madre.

La Santísima Virgen María es la criatura más celestial que hay. Y el Buen Dios dio una prueba de eso con la Asunción. Ahora Ella es radiante no sólo en su alma, sino también en su

cuerpo.

Es un hecho: todas las veces que la Santísima Virgen quiso manifestarse sobre la tierra, los que tuvieron la gra-cia de verla se quedaron admirados an-te su belleza. Y esos niños estaban tan fascinados por la visión que perdían el uso de sus sentidos.

Se refiere, por ejemplo, el caso de Bernardita: una vez que estaba en esta-do de éxtasis, ante la Sma. Virgen Ma-ría, se le puso la llama de una vela so-bre la mano, y no la sintió, porque esta-

ba cautivada por la belleza, grandeza y sublimidad de la visión y presencia de la Sma. Virgen María.

Y efectivamente la Virgen María recibió privilegios extraordinarios. Con razón pudo decir en su Magnificat: “Fecit mihi magna qui potens est”: El To-dopoderoso hizo en mí cosas grandes, hizo por mí grandes cosas. Sí, realmente, cuesta imaginar que una criatura pueda llevar en su seno a Dios, al Creador del cielo y de la tierra, tal como lo llevó la Sma. Virgen María.

Dios siguió siendo Dios. Nada cambió en Dios. Nada fue modificado en la Santísima Trinidad. Dios es inmu-table. Y sin embargo, quiso habitar en el seno de la Virgen María durante nue-ve meses. ¡Qué gracia tan grande para

“Dejemos a Nuestra

Señora estar siem-

pre con nosotros,

en cualquier lugar

que estemos”.

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“¿QUÉ PENSARÍA LA VIRGEN MARÍA SI ESTUVIERA A MI LADO?...”

EXTRACTOS DEL SERMÓN DE MONS. LEFEBVRE EN ECÔNE, PARA LA FIESTA DE LA ASUNCIÓN DE MARÍA,

EL 15 DE AGOSTO DE 1990

Queridos fieles,

(…) Nuestros corazones deben es-tar de fiesta. Hoy es la fiesta de la Sma. Virgen María, de su Asunción, que cier-tamente es una de las más bellas fiestas de María. Para los fieles, para nosotros que estamos todavía in via, en camino hacia el cielo, esta fiesta es motivo de mucha esperanza y ayuda.

Si buscamos cuál es la lección que hoy nos proporciona la Iglesia en su liturgia, la encontraremos en la oración colecta. Vamos a cantar dentro de un momento, en la oración, el deseo que la Iglesia expresa por nosotros: que sea-mos siempre “ad superna semper inten-ti”.

¿Qué quiere decir eso? Que ten-gamos las miradas de nuestros cuerpos, de nuestras almas, de nuestros corazones siempre dirigi-dos “ad superna cœlestia”, hacia las realidades celestiales. La Iglesia, en la oración, añade: “Ipsius gloriæ me-reamur esse consortes” (colecta de la fies-ta de la Asunción): “Para que algún día

seamos partícipes de la gloria de María”.

¿Qué cosa mejor podría desear la Iglesia para nosotros? ¿Qué consejo más eficaz podría darnos? Tener los ojos, es decir nuestro corazón entero, dirigidos hacia las cosas del cielo. Es algo que nos resulta difícil, en la medi-da en que, de cierta manera, estamos cegados por las cosas materiales, por las cosas sensibles, que forman una pantalla entre nosotros y el cielo, cuan-do, por el contrario, deberían ser para nosotros un medio para elevarnos hacia el cielo. Y, precisamente, pensar en la Ssma. Virgen María es algo que nos ayuda a mirar hacia el cielo.

Por eso la fiesta de la Asunción es para nosotros motivo de esperanza. Nos llena de alegría, de fortaleza. Pen-sar en María triunfante, María gloriosa en el cielo, Reina del Cielo, nos eleva poderosamente hacia el Cielo.

Uds. recuerdan que en el Evange-lio, con ocasión de la Ascensión, se dice que los Apóstoles permanecían con la mirada dirigida hacia el Cielo. Sin em-

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los compañeros hacia el borde, de un empujón los echaban abajo.

La noche se hizo oscura y lóbrega: en lontananza se oían gritos des­garradores de los que perecían. Naufra-garon todos. Oí esta voz:

“En el mar del mundo nau-fragan todos los que no lleva esa nave”. Comprendí que se hablaba de la nave de María Santísima.

El número de mis jóvenes había quedado muy disminuido; yo muy ape­nado, pero confiando en la Virgen. Des-pués de toda una noche tenebrosa, la nave entró en una especie de estrecho

muy angosto, entre las orillas cenago­sas, cubiertas de matorrales y grandes astillas, guijarros, palos y tableros des­trozados, antenas y remos. En torno de la barca se veían tarántulas, sapos, ser-pientes y dragones, cocodrilos, escalos, víboras y otros mil animales as­querosos..

Nosotros, compadeciendo la triste suerte y desgraciado fin de nuestros compañeros, abandonados en aquel lugar, nos pusimos a cantar: Load o Ma­ría, en acción de gracias a la gran Madre del Cielo, por habernos protegido hasta entonces. En aquel momento, como a una orden de María, cesó la furia del viento, con una facilidad que no es po-sible describir. Parecía que avanzaba al solo impulso que le daban, jugando, los jóvenes, echando hacia atrás el agua con la palma de la mano. Y he aquí que apa-rece en el cielo un arco iris más maravi-lloso y bello que la aurora boreal. En él leímos escrito, con caracteres de luz, la palabra Medoum, sin que entendiése-mos su significado. A mi me parece, sin embargo, que cada letra, tal vez, sea la inicial de estas palabras:

Mater et Domina omnis Uni-versi María: María Madre y Señora de todo el universo.

Después de un largo trecho de via-je, aparece tierra al fondo del hori­zonte, la cual, acercándose paulatina-mente, despertaba en nuestro corazón

“Si vosotros sois para mí hijos devotos, yo seré para vosotros Madre piadosa…”

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FIESTAS Y AYUNOS

FIESTAS PRINCIPALES: 1º de julio: FIESTA DEL SAGRADO CORAZÓN. 15 de agosto: FIESTA DE LA ASUNCIÓN DE LA SMA. VIRGEN MARÍA. 30 de agosto: FIESTA DE STA. ROSA DE LIMA, PATRONA DE SUDAMÉRICA. 3 de septiembre: FIESTA DE SAN PÍO X, PATRONO DE LA F.S.S.P.X. 29 de septiembre: FIESTA DE SAN MIGUEL ARCÁNGEL.

DÍAS DE AYUNO: 21, 23 y 24 de septiembre, Témporas de septiembre.

una alegría inexplicable. Aquella tierra amenísima por los bosques que tenía, con toda clase de árboles, presentaba un panorama encantador, porque esta-ba iluminada por la luz del sol, que na-cía a espaldas de sus colinas. Era una luz que brillaba inefablemente tranquila, semejante a la de una espléndida tarde de verano, infundiendo en nuestro co-razón sentimientos de tranquilidad y paz...

En medio de aquella bellísima viña se levantaba un gran castillo rodeado de un delicioso jardín con muros fuertes. Nos dirigimos hacia él para visitarlo y se nos permitió entrar. Estábamos cansa-dos y hambrientos, y en el amplio salón, todo él adornado de oro, estaba prepa-rada para nosotros una gran mesa con toda clase de manjares... En medio de un gran templo se alzaba sobre una rica y grande base, una magnífica estatua que representaba a María Auxiliadora. Llamando a muchos jóvenes que se ha-bían esparcido por distintos sitios para

admirar la belleza del edificio, todos nos reunimos delante de aquella estatua para dar gracias a la Virgen por tantos favores como nos había concedido. En-tonces me di cuenta de la inmensidad de aquella iglesia, porque todos aque-llos miles de jóvenes parecían un pe-queño grupo insignificante, en el centro de ella.

Mientras los jóvenes estaban con-templando esa estatua de hermosura celestial, de pronto parece que se anima y sonríe. Murmullos y conmoción entre los jóvenes... Y la Virgen abrió su boca, y con voz argentina nos decía:

—Si vosotros sois para mí hijos devotos, yo seré para vosotros Madre piadosa.

A estas palabras todos caímos de rodillas y entonamos el canto Load a María. Esta armonía era tan fuerte y al mismo tiempo tan suave, que, opri­mido por ella, me desperté, y así termi-nó la visión.

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voción. Sus otros libros, como el Amor de la Sabiduría eterna, el Secreto de María, el Secreto admirable del Santo Rosario, etc. son menos conocidos, pero no menos provechosos. Su lectura nos ayudará a entrar más hondamente en el espíritu de la Cruzada a la que nos invita nuestro Superior General, para alcanzar el triunfo de María en nosotros.

A modo de conclusión, citemos unas palabras de San Bernardo, cuya fiesta celebraremos el 20 de agosto, que nos incitan a una confianza inconmovible en nuestra Madre del Cielo:

"¡Oh tú que te sientes lejos de la tie-rra firme, arrastrado por las olas de este mundo, en medio de las borrascas y de las tempestades, si no quieres zozobrar, no quites los ojos de la luz de esta Estrella, invoca a MARÍA!

"Si se levantan los vientos de las ten-taciones, si tropiezas en los escollos de las tribulaciones, mira a la Estrella, llama a MARÍA.

"Si eres agitado por las ondas de la soberbia, si de la detracción, si de la am-bición, si de la emulación, mira a la Estre-lla, llama a MARÍA.

"Si la ira, o la avaricia, o la impureza impelen violentamente la navecilla de tu alma, mira a MARÍA.

"Si, turbado a la memoria de la enor-midad de tus crímenes, confuso a la vista de la fealdad de tu conciencia, aterrado a la idea del horror del juicio, comienzas a ser sumido en la sima del suelo de la tris-teza, en los abismos de la desesperación, piensa en MARÍA.

"En los peligros, en las angustias, en las dudas, piensa en MARÍA, invoca a MA-

RÍA. No se aparte MARÍA de tu boca, no se aparte de tu corazón; y para conseguir los sufragios de su intercesión, no te desvíes de los ejemplos de su virtud.

"No te extraviarás si la sigues, no de-sesperarás si le ruegas, no te perderás si en Ella piensas. Si Ella te tiende su mano, no caerás; si te protege, nada tendrás que temer; no te fatigarás, si es tu guía; llega-rás felizmente al puerto, si Ella te ampa-ra”.

¡Les deseo una muy feliz fiesta de San Pío X!

Con mi bendición.

Padre Jean-Michel Gomis +

LES RECORDAMOS QUE PUEDEN COMUNICARSE CON LA CAPELLANÍA: por correo electrónico: [email protected]. por correo postal: Casa María Reina, Pedro Goyena 2034, B 1640 AFP

Martínez, Provincia de Bs.As. Por teléfono al (0054) 011-4792-1556.

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culpable de nuestra parte tranquilizarlos, dejándoos en la esperanza de que las co-sas se recompondrán por sí solas.

Contamos con la generosidad de todos para conformar una vez más un ra-millete de, al menos, doce millones de rosarios, para que la Iglesia sea librada de los males que la aquejan o que la amena-zan en el futuro próximo, se consagre a Rusia y que llegue pronto el triunfo de la Inmaculada”.

¡EL TRIUNFO DE LA INMACULADA! Ésta es toda nuestra esperanza: que María reine en todos los corazones, para que, por ella, Jesús sea todo en todos.

Ese triunfo universal de María tam-bién incluye su reino en nosotros mismos. La nueva cruzada a la que se nos invita no se limita al rezo piadoso del Santo Rosario: asimismo es una exhortación a buscar con afán el triunfo de María en nosotros.

Con este fin dedicamos el presente boletín a nuestra buena Madre del Cielo. Los Santos no se cansaron de hablar de Ella, de su intercesión todopoderosa por nosotros y de la eficacia soberana de la devoción hacia Ella para alcanzar la san-tidad y la vida eterna. San Luis María decía: “Aquí tienes, finalmente, el mejor medio y el secreto más maravilloso para adquirir y conservar la divina Sabiduría: una tierna y verdadera devoción a la Santísima Virgen” (Amor de la Sabiduría eterna, nº203). Ella es la “Puerta del Cie-lo” (Letanías Lauretanas). No tendrá des-canso hasta que lleguemos al puerto de la

salvación: “Dichosos, cierto, son los devo-tos de la Madre de Dios, y muy dichosos porque Ella los tomará a su cargo hasta que los vea en el cielo con su muy amado Hijo Jesús, y sean gloriosos para siempre sin fin” (San Alonso Rodríguez).

En nuestros Estatutos Mons. Lefebvre nos invita a una “devoción cariñosa y fi-lial hacia la Virgen María según el espíri-tu de San Luis María Grignion de Mont-fort” (Estatutos de la Tercera Orden). No dudemos en meditar las obras del Santo. Probablemente muchos ya han leído el excelente Tratado de la Verdadera De-

“¡Mira a la estrella! ¡Invoca a María!” San Bernardo

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Durante el exorcismo de un poseso hecho por Santo Domingo, el mismo Án-gel de las tinieblas fue obligado a confe-sar su impotencia ante la Madre de Dios, en estos términos:

"¡Oh enemiga nuestra! ¡Oh ruina y confusión nuestra! ¿Por qué viniste del cielo a atormentarnos en forma tan cruel? ¿Será preciso que por ti, ¡oh abo-gada de los pecadores, a quienes sacas del infierno; oh camino seguro del cielo!, seamos obligados -a pesar nuestro- a confesar delante de todos lo que es causa de nuestra confusión y ruina? ¡Ay de nosotros! ¡Maldición a nuestros prínci-pes de las tinieblas! ¡Oíd, pues, cristia-

nos! Esta Madre de Cristo es omnipoten-te, y puede impedir que sus siervos cai-gan en el infierno. Ella, como un sol, di-sipa las tinieblas de nuestras astutas ma-quinaciones. Descubre nuestras intrigas, rompe nuestras redes y reduce a la inuti-lidad todas nuestras tentaciones. Nos vemos obligados a confesar que ninguno que persevere en su servicio se condena con nosotros. Un solo suspiro que Ella presente a la Santísima Trinidad vale más que todas las oraciones, votos y de-seos de todos los santos. Le tememos más que a todos los bienaventurados juntos y nada podemos contra sus fieles servido-res.

Tened también en cuenta que mu-chos cristianos que la invocan al morir y que deberían condenarse, según las leyes ordinarias, se salvan gracias a su interce-sión. ¡Ah! Si esta Marieta -así la llama-ban en su furia- no se hubiera opuesto a nuestros designios y esfuerzos, ¡hace tiempo habríamos derribado y destruido a la Iglesia y precipitado en el error y la infidelidad a todas sus jerarquías! Tene-mos que añadir, con mayor claridad y precisión -obligados por la violencia que nos hacen- que nadie que persevere en el rezo del Rosario se condenará. Porque Ella obtiene para sus fieles devotos la verdadera contrición de los pecados, pa-ra que los confiesen y alcancen el perdón e indulgencia de ellos."

TESTIMONIO DEL DEMONIO A SANTO DOMINGO (SACADO DEL SECRETO ADMIRABLE DEL ROSARIO, DE SAN LUIS MARÍA, Nº104)

Page 16: P DE LA Tercera Orden ARÍA de la Fraternidad San Pío X · una tierna y verdadera devoción a la Santísima Virgen” (Amor de la Sabiduría eterna, nº203). Ella es la “Puerta

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Seguro estoy, piadoso lector, de que no ignoras cuánto importa para la eterna salvación el ser devoto de la Virgen Nuestra Señora. Si quieres con-vencerte de ello más y más, te ruego encarecidamente que leas mi libro de Las Glorias de María.

Baste señalar aquí las prácticas en que has de ejercitarte para lograr la protección de ésta soberana Reina.

1o.- Por la mañana al levantar-te, y por la noche al acostarte, reza tres Avemarías, añadiendo esta corta invocación: ¡Oh, María! Por vues-tra purísima e inmaculada concepción, haced casto mi cuerpo y santa mi alma; y poniéndote luego bajo su protección, a fin de que te libre de todo pecado, así durante el día, como durante la noche.

2º.- Reza un Avemaria, al oír el reloj -al entrar o salir- al pasar por de-lante de algún cuadro o imagen de la Santísima Virgen - al principio y al fin de cada una de tus acciones espiritua-les o temporales: estudio, trabajo, co-midas, descanso.

3o.- Reza cada día siquiera la ter-cera parte del Rosario, o sea, cinco dieces, meditando los misterios. (…)

4o.- Los Sábados (…) haz alguna mortificación en honor de María, que es tan agradecida -como te asegura San Andrés Cretense- que nunca deja de recompensar con señaladas gracias nuestros obsequios y homenajes, por insignificantes que sean.

5o.- Visita cada día a tu excelsa Protectora ante alguno de sus cuadros o imágenes, pidiéndole sobre todo el amor a Jesucristo y la santa perseve­rancia.

6°.- En todo tiempo encomién-date a la Divina Madre, especial-mente en las tentaciones: no te canses de repetir: “María, Madre mía, ayu-dadme”.

7o.- Por último, si amas a la celes-tial Señora, procura con todas veras inspirar la devoción a la augusta Madre de Dios a tus parientes, ami-gos, criados, a todos aquellos con quie-nes tienes frecuente trato.

PRÁCTICA DE LA DEVOCIÓN A MARÍA

Extracto del Camino de la Salvación, de San Alfonso de Ligorio

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Tercera Orden de la Fraternidad San Pío X

Julio-Agosto-Septiembre de 2011

La Palabra del Capellán:

El triunfo de María

Queridos terciarios,

Al comenzar esta editorial quiero dejar la palabra a nuestro Superior Gene-ral, S.E.R. Mons. Fellay, citando su Carta a los amigos y benefactores nº78:

“Nos parece más que oportuno y urgente, en vista del aumento de la intensidad de los males que abruman la San-ta Iglesia, lanzar una nueva Cru-zada de Rosarios,

una cruzada de oración y penitencia. Los invitamos a unir todos sus esfuerzos, todas sus energías, para conformar a partir de Pascua de este año hasta Pentecostés de 2012 un nuevo ramillete espiritual, un nuevo eslabón de estas rosas tan agrada-bles a Nuestra Señora, para suplicarle que interceda a favor de sus hijos ante su Divino Hijo y del Padre omnipotente. La confusión no deja de aumentar entre las

almas, que están a merced de lobos rapa-ces presentes en el redil. La tribulación es tan grande, que incluso los elegidos se perderían si no fuese abreviada. Los pocos datos reconfortantes de estos últimos años no son suficientes para atreverse a decir que las cosas hayan cambiado verdade-ramente en profundidad. Dan grande esperanza para el futuro, a la manera de una luz que se percibe cuando uno aún se encuentra adentrado en un túnel. Así, pues, pidamos de todo corazón la inter-vención de nuestra Madre del Cielo, a fin de que esta prueba terrible sea abrevia-da, que el corsé modernista que blinda la Iglesia —al menos desde el Vaticano II— se rasgue, que las autoridades cumplan con su papel salvífico para con las almas, que la Iglesia recobre su esplendor y su belleza espiritual, que las almas del mun-do entero puedan escuchar la Buena Nueva que convierte y recibir los sacra-mentos que salvan, volviendo a hallar el único redil. ¡Ah, cuánto desearíamos po-der utilizar un lenguaje menos dramático! Pero sería una mentira y una negligencia