P van Rixtel - EL TESTIMONIO DE NUESTRA ESPERANZA - Capítulo 12

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1 EL TESTIMONIO DE NUESTRA ESPERANZA: P. ANTONIO VAN RIXTEL CAPÍTULO XII LA IGLESIA EN EL MUNDO Articulo 1º: La Iglesia y la redención del mundo. Sabemos que Adán, Rey del mundo, a causa de su pecado cayó-y con él toda su descendencia- en las manos de Satanás, que vino a ser entonces el príncipe de este mundo. Dios, en Su infinita misericordia, se propuso restaurar al hombre caído y redimir al cosmos del poder del maligno, que desde el principia lo domina y satura. Como hemos visto, este propósito se desarrolla en varias etapas o edades. Esta redención del mundo, mediante el establecimiento del Reino Mesiánico, era la meta de la esperanza de todos los justos del Antiguo Testamento. Su Justicia provenía precisamente de esta esperanza, es decir: de su fe en la fidelidad de Dios, de su fe en la promesa del Reino Mesiánico. Ahora estamos en la última hora, la ultima edad de este plan de Redención. Cuando Jesús haya recogido todas las ovejas que no son del redil de Israel (Juan 10,16); cuando haya congregado en un cuerpo a todos los hijos dispersos de Dios (Juan 11 ,52); cuando haya llamado de fuera “un pueblo consagrado a su nombre” (Hech.15,14),y el numero de los elegidos de entre las naciones sea complete (Rom.11,25) entonces y sólo entonces, se realizara la Restauración de Israel para que busquen al Señor las demás naciones (Hech.15,17). Claro es, que tanto la redención del mundo como la de nuestros cuerpos, es una posesión adquirida en la Muerte redentora de nuestro Señor Jesucristo. Pero esta redención permanece encubierta hasta “el día de la vuelta de Nuestro Señor Jesucristo”, “día de la manifestación de los hijos de Dios”, “día de la redención de nuestros cuerpos”. Mientras tanto, somos deudores de la carne y ! levamos la herencia adquirida en cuerpos mortales. También el mundo queda sujeto a la “servidumbre de corrupción”. Todo lo cual explica profundamente San Pablo en el capitulo 8 de la Epístola a

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EL TESTIMONIO DE NUESTRA ESPERANZA: P. ANTONIO VAN RIXTEL CAPÍTULO XII

LA IGLESIA EN EL MUNDO

 

Articulo 1º: La Iglesia y la redención del mundo.

Sabemos que Adán, Rey del mundo, a causa de su pecado cayó-y con él toda su descendencia- en las manos de Satanás, que vino a ser entonces el príncipe de este mundo. Dios, en Su infinita misericordia, se propuso restaurar al hombre caído y redimir al cosmos del poder del maligno, que desde el principia lo domina y satura.

Como hemos visto, este propósito se desarrolla en varias etapas o edades. Esta redención del mundo, mediante el establecimiento del Reino Mesiánico, era la meta de la esperanza de todos los justos del Antiguo Testamento. Su Justicia provenía precisamente de esta esperanza, es decir: de su fe en la fidelidad de Dios, de su fe en la promesa del Reino Mesiánico.

Ahora estamos en la última hora, la ultima edad de este plan de Redención. Cuando Jesús haya recogido todas las ovejas que no son del redil de Israel (Juan 10,16); cuando haya congregado en un cuerpo a todos los hijos dispersos de Dios (Juan 11 ,52); cuando haya llamado de fuera “un pueblo consagrado a su nombre” (Hech.15,14),y el numero de los elegidos de entre las naciones sea complete (Rom.11,25) entonces y sólo entonces, se realizara la Restauración de Israel para que busquen al Señor las demás naciones (Hech.15,17).

Claro es, que tanto la redención del mundo como la de nuestros cuerpos, es una posesión adquirida en la Muerte redentora de nuestro Señor Jesucristo. Pero esta redención permanece encubierta hasta “el día de la vuelta de Nuestro Señor Jesucristo”, “día de la manifestación de los hijos de Dios”, “día de la redención de nuestros cuerpos”. Mientras tanto, somos deudores de la carne y !levamos la herencia adquirida en cuerpos mortales. También el mundo queda sujeto a la “servidumbre de corrupción”. Todo lo cual explica profundamente San Pablo en el capitulo 8 de la Epístola a los Romanos. Creemos que la raíz de la confusión antimilenarista es la falta de distinción entre la Redención (de nuestros cuerpos y del mundo) y la manifestaci6n de esta Redención.

Así la Iglesia no desea le redención del mundo para que Jesus venga otra vez como dicen los antimilenaristas, sino que la Iglesia desea ardientemente la Venida de Jesus para que el mundo sea redimido, mediante la restauración de Israel, y la realización del Reino Mesiánico. Y la Iglesia, constituida por Cristo como instrumento de congregación, santificación y gobierno de los hijos dispersos de Dios, es la encargada,-mediante el ejercicio del mandato y el poder que Cristo le confirió- de tomar de entre las naciones un pueblo para su Nombre.

Cuando el “llamado de fuera” se lleve acabo y sea puesta la ultima piedra del templo, que es el Cuerpo de Cristo, entonces se consumara el prop6sito de Dios en la presente edad, y el Esposo vendrá a buscar a su Esposa para reinar con El.

La meta de la aspiración cristiana, es pues, la Vuelta de Cristo. Y esta meta la vemos contenida en muchísimos pasajes del Nuevo Testamento: Suspiramos que venga El” para que sean redimidos

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nuestros cuerpos” (Rom.8, 23), “para que sea redimida la posesión adquirida” (Ef.1,12-14).Porque sabemos que estamos “sellados hasta el día de la redención” (EI.4,30), etc.

Pues en aquél día, cuando vuelva Jesús, “seremos glorificados juntamente con El” (Rom.8, 17). Y todas las criaturas anhelan esta “manifestación de los hijos de Dios”, porque entonces “serán libertados de las servidumbre de corrupción, para participar de la libertad y la gloria de los hijos de Dios” (Rom.8,23).

Articulo 2º: La Iglesia perseguida en la presente edad.

Mas ahora, en la presente edad, la Iglesia como cuerpo de Cristo y como Su Esposa, lejos de ser aquella que reina y ha de reinar antes que vuelva El, es una compañera en el surgimiento de su desposado. El mismo lo dice: “Porque no sois del mundo, antes yo os elegí del mundo; por eso os aborrece el mundo; y si a mí me han perseguido, también a vosotros os perseguirán” (Juan 15,18 sgs); “en el mundo tendréis aflicción” (Juan 16, 33; Luc.21, 16-19), y será así hasta la consumación de la presentes edad: “Todos los que quieren vivir piadosamente en Cristo, padecerán persecución”(II Tim.3,12);”nosotros (la Iglesia) somos puestos para esto” (I Tes.3,3).

Tiene que ser así, porque a la Iglesia esta prometido el reino de los cielos, donde solamente pueden entrar los que padecen persecución por la justicia. La persecución en la presente edades es la dicha de la Iglesia y le hace saltar de gozo, porque así el mundo le da el mismo sello que le dio a su Esposo (Mat.51, 10).

Tiene que ser así, porque en las persecuciones se ofrece a la Iglesia la ocasión de manifestar su ley su esperanza en Cristo, pagando mal con bien, y siempre obrando por amor: “Puesto que también Cristo padeció por nosotros, dándonos ejemplo para que sigamos sus pisadas” (I Ped.2,20-21). En las tribulaciones, en las persecuciones y en el aborrecimiento que nos causa el mundo, somos ahora semejantes a Jesús, para que también seamos semejantes en su gloria y alcancemos la resurrección de entre los muertos, recibiendo el premio de nuestra vocación celestial (Fil.3, 10•15; II Cor.l,7).

Tiene que ser así, para que cada miembro cumpla en su carne lo que resta de las tribulaciones de Cristo a favor de su cuerpo, que es la Iglesia (Col.1, 24).

Cristo desea, pues, que los suyos -”los que el Padre le da del mundo” (Juan 17,6), los escogidos “que no son del mundo” porque pertenecen a El, (Juan 17,14-16)-vivan separados del mundo. “No améis al mundo ni a las cosas que están en el mundo” (Rom.12,2;IJuan 2,15). Con asombroso ardor Jesús expresa ese deseo en Su oración sacerdotal en la cual llega hasta decir: “Yo ruego por ellos. No ruego por el mundo, sino por los que me has dado” (Jn.17, 9)

Articulo 3º: La iglesia no ha de reinar en la presente edad

No hay ningún texto en las Escrituras que demuestre que la Iglesia ha sido encargada de conquistar al mundo, o que en la presente edad obtendrá un dominio espiritual que abarcará a todas las naciones. La Iglesia jamás convertirá al mundo, como tampoco puede convertir a Satanás, el príncipe de este mundo, el dios de la presente edad, (II Cor.4, 4,).

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La Iglesia esta en franca oposición con el mundo, “que yace en el maligno”(IJuan5, 19) y seguirá siendo concupiscencia de carne y de ojos y soberbia de la vida, hasta que venga. Jesús para destruir el misterio de iniquidad, y para quitar de las manos de Satanás el poder sobre el mundo.

La Iglesia es, exactamente, el Reino de Dios en el misterio de la fe y de la esperanza, por ser una elección y congregación de elegidos entresacados del mundo y del poder de sus tinieblas, y rescatados para una patria mejor (Heb.8, 6).

Tiene su ciudadanía en los cielos, de donde asimismo esperamos a Nuestro Señor, que transformara el cuerpo de nuestra humillación a semejanza de Su cuerpo glorioso (Fil.3, 20-21; Heb.131, 4).

Lejos de encargar a su Iglesia la conquista del mundo Cristo le manda predicar la Buena Nueva del Reino en testimonio a las naciones, para que aquel que creyere y recibiere el bautismo, sea apartado del mundo y de sus tinieblas, siendo engendrado como hijo de Dios Y trasladado al Reino de la Luz (Ef.5, 8; I Tes.5,4-6;IPed.2,9).

Y para que nadie se engañe con respecto al efecto de la obra salvadora de la Iglesia, ni se deje llevar por el celo de la carne, se nos enseña expresamente: que la cizaña y el trigo crecerán juntos hasta la consumación del siglo o presente edad; que los malos hombres y los engañadores irán siendo peores cada vez; que como fue en los días de Noé y de Lot, así también será en los días del Hijo del Hombre. Y tales el carácter y numero de la cizaña, que su destrucción antes de la siega, pondría en riesgo a los hijos del Reino (Mat.13, 29 sgs; II Ped.3, 3; I Tim.4, 1-2; II Tim.4, 3; Luc.17, 26-31; Mat.24, 37-51).

Resulta pues: a) que no nos ha sido encargada la conquista del mundo; b) que Jesús nos avisa, expresamente, que tal cosa no acontecerá en la presente edad; c) que Jesús nos manda, repetidamente y del modo mas solemne, que esperemos, no la realización del Reino Mesiánico, sino la vuelta del Señor para que realice este Reino (Mat.24, 42; 25,13;) Marc.13, 35; Apoc.16, 15; Luc.12,35).

Articulo 4º: Tarea de la Iglesia frente al mundo.

La tarea de la Iglesia no esta, pues, en llevar todo el mundo a Cristo, sino indudablemente en hacer conocer Cristo a todo el mundo. Desde su fundación la Iglesia ha recibido el mandato, no de conquistar al mundo, sino de evangelizarlo, es decir, de anunciar la Buena Nueva ofreciendo la Salvación a todos, a fin de que los que creyeren sean, mediante el bautismo, entresacados del mundo y del poder de las tinieblas. Y la Iglesia, como instrumento de salvación divina, no sólo anuncia la Buena Nueva predicándola, sino también ella, como cuerpo místico de Cristo la vive, confirmando así esta predicación con el ejemplo.

El principal agente en esta obra de conversión no es la Iglesia, sino el Espíritu Santo. Y el obstáculo en la obra del Espíritu Santo no es el mundo de los no-creyentes, sino el de los muchos malos-creyentes que hay en la Iglesia. Muchos cristianos parecen olvidarse que el trabajo que ellos deben realizar es, primordialmente, el trabajo de Dios y no el trabajo del hombre; que por lo tanto el Espíritu Santo debe ser la mente directora y controladora, a la que el instrumento humano no tiene más que obedecer. Pero lanzarse a obras olvidándose por completo de esta verdad, es hacer su voluntad y sus obras, en vez de hacer la voluntad y las obras del Padre.

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Opinamos pues, que la falsa opinión de que la Iglesia tiene que conquistar en vez de evangelizar al mundo, ha originado en gran parte esa febril actividad con que los hombres quieren ayudar a Dios, en lugar de dejarse mover y empujar por el Espíritu Santo para efectuar aquellas “buenas obras”, para las cuales “hemos sido creados en Cristo Jesús”, y “que Dios ya ha ordenado para que caminemos en ellas” (Ef.2, 10).)

Toda acción católica nace de una fe viva que obra por amor sobrenatural, valiéndose así del poder del Espíritu y no de la energía de la carne. Sino, malogramos cualquier trabajo desde su misma iniciación

Un siervo puede ser muy celoso de sus obras y ocuparse en toda clase de tareas con grandes bríos…y, sin embargo, será “quietista” en la medida que, haciendo sus obras y no las que Dios quiere de él, anula así el poder del Espíritu Santo. Nos parece útil hacer notar esta verdad, ya que los “muy-activos” tachan fácilmente de “quietistas” a aquellos que, conforme al espíritu del Evangelio señalan este peligro

Mediante la Iglesia, el Espíritu Santo esta reuniendo la Esposa a la que ensena, guía y consuela hasta que sea presentada a Cristo (Ef.5, 25-27).Al mismo tiempo redarguye al mundo de pecado, de justicia y de juicio. De pecado, porque no cree en Cristo; de justicia, porque lo rechazó; de juicio, porque Satanás, el príncipe de este mundo, ha sido ya juzgado (Juan 16,8).El Espíritu Santo puede ser contristado (Ef.4, 30)resistido (Hech.7,51) y apagado ahora, pero no contenderá para siempre con el hombre (Gen.6,3).Su obra presente concluirá, y el Rey de Reyes y Señor de Señores vendrá con los ejércitos del cielo a subyugar a sus enemigos y terminar su Obra (Rom.9,27-28; Apoc.19, 11-16). Ser instrumentos de por si inútiles, pero poderosos bajo el influjo del Espíritu Santo, que realiza en y por nosotros Su Obra: he aquí nuestra tarea.

No se trata, pues, de cruzarse de brazos en una espera estéril de la Venida del Señor, sino de ser dóciles instrumentos en las manos del Espíritu Santo, con el fin de apresurar la congregación y presentación de la Esposa.

Querer redimir al mundo y querer fundar en la presente edad el Reine espiritual que abarque a todas las naciones, es usurpar la tarea que, según las claras indicaciones de las Escrituras, el Padre tiene reservado para Su Hijo, Nuestro Señor Jesucristo

Articulo 5º: Los dos sellos de la Iglesia.

La única Ley que Jesús dio a Su Iglesia es la Ley de la caridad sobrenatural. Esta Ley nos obliga a activar constantemente el amor que el Espíritu Santo ha derramado en nosotros. Con esta ley tenemos que enfrentar también al mundo, pagando siempre él mal con el bien, padeciendo las injusticias en, por y con Cristo, haciéndonos así instrumentos de la misericordia divina (I Juan 4,7-3; 4,21; Ef.5,2; I Tes.4,9; Gal.5,4; Mat.5,44-45).

La caridad es el sello del cristiano (Juan 13,35; I Juan2, 10; 3, 14), y por eso es también el único termómetro de la vida espiritual, tanto del individuo, como de la colectividad cristiana.

Cristo nos dijo: “sed perfectos como Mi Padre celestial es perfecto” (Mat.5, 48), mediante la imitación de la misericordia divina (Luc.6, 36). Porque si Dios nos ha perdonado cuando éramos aun sus enemigos, dándonos su propio Hijo en sacrificio por nuestro pecados, es menester que manifestemos la misericordia recibida obrando siempre por misericordia.

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Otro sello nos da el mundo; el del aborrecimiento: “El mundo os aborrece. Acordaos de aquella sentencia: No es el siervo mayor que su amo. Si me han perseguido a mí, también os han de perseguir a vosotros” (Juan 15,20).

Ahora bien, tanto aquella sentencia de Cristo que anuncia para todos sus discípulos la persecución y el aborrecimiento de parte del mundo, como también la ley de caridad con que Él nos manda enfrentar la injusticia del mundo, perdonando siempre y pagando mal con bien, suponen la existencia del misterio de iniquidad en el mundo, y prueban terminantemente que la tarea de la Iglesia no puede ser la de conquistar el mundo en la presente edad.

La ley del mundo es la ley de la concupiscencia de la carne y de los ojos y de la soberbia dela vida (I Juan 2,16); y esta ley es irreconciliable con la ley de la caridad que rige y dirige el obrar santo de la Iglesia.

La realización del Reino Mesiánico, en el cual el Reine de este mundo ha de ser del Señor, supone la destrucción del misterio de iniquidad y la encadenacion de Satanás, príncipe de este mundo y dios de este siglo.

TOMADO DE:

http://radiocristiandad.wordpress.com/2012/03/06/el-testimonio-de-nuestra-esperanza-p-antonio-van-rixtel-captulo-xii/