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MONAR EN

PABLO FERN.~NDEZ ALBALADEJO

Coordinador

.QU~A, IMPERIO Y PUEBLOS LA ESPARA MODERNA

Actas de la IV Reunión Científica de la Asociación Española

de Historia Moderna

Alicante, 27-30 de mayo de 1996

CAJA DE AHORROS DEL MEDITERRÁNEO UNIVERSIDAD DE ALICANTE

A. E. H. M. 1997

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O Caja de Ahorros del Mediterráneo Publicaciones de la Universidad de Alicante A. E. H. M.

ISBN Obra Completa: 84-7908-370-0 Tomo 1: 84-7908-371-9 Depósito Legal: A-1679-1997

Fotocomposición: B ~ s ~ a g m a f i c Aries, 7 . 0 511 47 58 - 51 1 47 94 Fax 511 50 13

Imprime: INGRA Impresores. Avda. del Zodíaco, 15. O 528 25 44

Encuadernaciones Alicante. Políg. Ind. Pla de la Vallonga, C 4, nave 11

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Lealtad personal, fidelidad nacional y fe religiosa. Reflexiones morales en torno a la conquista de Navarra

ALFREDO FLORISTAN IMICOZ

I J r t i ve rs idad d e A l c a l d .

1570, Juan Díez de Aux y Marcilla escribió un tratado sobre la Jcista o c l i p n c i ó n d e l varra (1). Este caballero de Daroca pretendía, según afirma en su dedicatoria a Felipe

s a n e a r la real c o n c i e n c i a d e los reyes d e Espan« [...], d e s c a r g a d a d e la calunznic l q u e ex- r o s y n a t ~ i r n l e s iriipo~iían y p o n e n , m e m z u r c m d o y d ~ i d a i i d o d e su l e g í t i m o de rec l i o , a n t e s

o n d e n a n d o la r e a l c o n c i e n c i a d e los reyes d e Espr i t i a» (2). También quería

«scjscn~. los óiiinios de los alisriios iirivarros qiie hnn teiiidog lierie,~ l n f e de don Jiioii de la Brir )'ilolonn

Cornlirrn sii i ~ i r r j e ~ y nis derceitdiei>tcs por. i>eidridei.or 1' iiorriialcr sefioirs, cq,eri<lo lesfiie Iieclio agravio, desertgolon~~iiilo nqaellos [...l. Eii el crin1 dese,!griño ~ ~ i a c i i d o lzncer. iiiri), mii irle sei-i'icio rl Dio$ o V M g bciteficio <i los oliiios y I~o i i ias rle los eng<iñ<idos, eit ~specir i l de diclios iiavnwos, corlfmrriiidolos ert lii fe J,

obedieiicio iizdiibirnliles, leyíliiiin )a riiilirml, qiic deheri n VMu (3 ) .

iez años antes, en enero de 1560, la comitiva de Isabel de Valois, prometida de Felipe 11, noctado una noche en el palacio familiar de Martín de Azpilcueta, en el pueblo de

Academia de la Historia, Ms. 91505. Debió de escribirse entre Iñ muerte de Antonio de Borbón (1562) y la de a de Navarra (1572). El autor dice ser cabailero de la ciudad de Datoca (ff.lr, 25r).

x, J., Jlisra ociil~ncióii, ff. 3r-v. Pretende que rr.cliizcn clarisiiiin corito elsol riosplai~dcciei~re [la justa sucesión], cial <ir riratei-in d-oiide l i q ' roiira opiirióir eii coirrrnilo y Iiori rerrido ii if i i i i ios ~ ~ r r n i i j e r a s y de los irriesrros i l f i t~i- iieiieii hoy d h por. I I I I ~ J ogrcvhdos (I d i c l ~ o ~ do11 Jitmi de Labrit y doña C<irrili~rn sii iriirjern (f. 41r)

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Barasoain, cainino de Guadalajara. En su séquito, según testimonio del propio Azpilcueta, anecer bajo 10s H'absburgo y dentro de la Monarquía española (10). Ahora bien, esto obs. «llluchos señores pr inc ipa les [...], españoles )~S,.anceses, los cl ia les c f in l iaba~z ql te el c i tado para que 10s ~ ~ a r r o s sintieran una viva necesidad, moral y política, de explicar lo aconteci. de N ( i v a i r a serícr p r o ~ ~ t o devl ie l to l...] al d ~ i q u e d e Verid61iie» (4). de una manera diferente.

Medio siglo después de la conquista, algunos navarros no estaban seguros de quién 0s conceptos de conquista y de unión a Castilla, tal y como los había planteado Fernando el justicia, su «re), n a t ~ ~ m l legítblzo». Y, por lo que parece, se seguía especulando en diversos co, eran difíciles de asimilar. El cambio dinástico de 1512 no procedía de una herencia legí- tos sobre una posible restauración de los Albret-Foix sobre la totalidad del reino de Nava i siquiera pudo, 0 quiso, presentarse corno la iinposición de un pretendiente sobre los demás, Carlos 1 no despejó una duda tan esencial, quizás, porque se mostró siernpi-e bien dispuesto a exhibición intimidatoria de fuerza, como ocurrió con la incorpora- gociar una solución dinástica al conflicto de legitiinidades y de fidelidades que engendró la oles eii 1504 y de Portugal eri 1580 (11). Los reyes de juan m de qliista (5) . testamento (Bruselas, 1554) agravó esta incertidumbre al revelar, fueron violentamente desposeídos y se exiliaron al vizcondado de B ~ ~ ~ ~ ~ . indirecta, un escrúpulo de conciencia que iio había manifestado su abuelo Fernando el Ca raparte, resultaba evidente que, con la coiiquisia, los «fire,os» habían pasado a depender de « E ~ ~ lo q i ie t oca al re i i io de Navarrcr -advierte- t ios re i i i i t i~ izos a lo que v a escr i to en r i i~( i Iioj(i $1 cedor. Femaiido el Católico los confirmó solemnemeilte en 1513, aunque tc~)) (6). Esta cláusula precede a otra en la que Carlos 1 expone, esta vez abiertameiite, sus oques que afiallzaban el poder del rey y el control desde Castilla, a la que el reino fue dona. acerca de si debía devolver Plasencia al duque Octavio, o si podía coiiservar la ciudad arg 515. El concepto de los fueros corno pacto entre rey y reino quedó, así, radicalmente me tando que pertenecía al Imperio y que algunos se lo habían pedido (7). ado. Pasó tielnpo hastd que la conquista y la unión pudieron ser entendidos de ulia forma más

Quizás el hecho de que, en 1559, Francia devolviera Saboya a su duque, Manuel Fili ble Y satisfactoria, a la vez, para los navarros y el rey. ~ s t o requirió un largo debate ideoló. el general victorioso en San Quintín, estimulara la imaginación de los navarros añoralltes. Pe ue maduró gracias a unas circunstaiicias propicias. El hecho mismo de que N~~~~~~ fuese la

rece que, por mismos años, fuero11 más seductores los manejos del duque de Ven nsrr; la presióii exterior de las reclamaciones de los ~ l b ~ ~ t - ~ ~ i ~ desde

~ ~ t ~ ~ i ~ de Barbón, el inarido de la reina navarra Juana 111 ( 1 555-1 572). Los vir a condicióll fronteriza del reino, todo ayudó para que la conquista fuera reinterpretada co-

siempre habíall vigilado para evitar que una conspiración interior facilitara un golpe de mano racióii, y la iinióii acabara definiéndose corno « e q i l c p i i ~ ~ c i y c ~ / » el1 1645.

los ~ l b ~ ~ t - ~ ~ i x , con la ayuda de Francia. Pero entre 1556 y 1562, D. Beltrán Y D. Gabi-iel d dos poderosas inonarquías rivales, la francesa y la española, arruinó la cueva, virreyes sucesivos de Navarra, debieron de trabajar intensalneilte para castigar a 10s ciones diiiásticas, de menor entidad, situadas en ]as fronteras de ambos atrevidos y para amadrentar a los timoratos (8). Ambos duques de Alburquerqlle descubriei.011 ron englobados, en una u otra corona, mediante un proceso eseiicial. das conspiraciones, encabezadas por el capitán Juan de Artieda y por el señor de Esparz ico en sus hitos fundamentales. Es el caso, en cierta medida paralelo, de 10s estados de que se iinplicó a persoiias de indudable relevancia social. Y don Gabriel de la Cueva seclle Borgoña Y de 10s Albret-Foix. Carlos V, que poseía el condatlo de Borgoña 41 Franco.

1561, supuesta carta del Papa a Felipe 11 en la que le encarecía que devolviera Navarra de Francia la Borgoña ducal, de la que se consideraba legítimo here- legítilnos reyes, Juana 111 y A~itonio de Borbón. El virrey quemó todas las copias Y ellcarc , los Albret-Foix, y luego los reyes de Fraiicia, sus sucesores, re-

quienes la habían traído de Ultrapuertos, porque «estas rzlrevns o i~oveclades Ón peninsular del reino de Navarra, de la que habían sido despo.

slrenan i i in l , y iiicrcho peo r en este re i i lo» (9). con todo, la actitud de la nobleza navarra, en conjiinto, no debió de res es cuestiones engendraron una nutrida publicística cid e ~ t i i l , para tiso diplomático (12).

como apllntau tales «conspiraciorzes». Si no, no se comprendería que, en esas circuiistalicias d interesa, más bien, enfocar la ruptura de comunidades políticas antiguas desde la per.

seguridad, el virrey se arriesgara a poner en armas al reino, violentando 10s fueros, y que o@' de sus protagonistas. El proceso de su integriicióii posteriol-, bieii eii España bien en 110 se puede entender sin plantear este punto de arranque. Las liinitaciones, y ]as posibi- zara una jornada contra San Juan de Luz, en 1558. La positiva respuesta de los del gobierno de las anioizarqriías co,iipliestas», o « i l i~ í l t ip les» , como la española o la in-

llas en favor de Felipe 11, en este año, parece un claro refrendo de la voluntad de 10s na ), son conocidas, aulique, quizás, la integración y el gobierno de estos pequeños territo-

4 , - ~ ~ ~ ~ c < ~ ~ ~ ~ ~,I,olos~~icn dc Maitin de Azpilcucta Iia sido editada, con tradi~cción y notas dc P lo con su o b r a ~ o i i i c i l t a i i ~ i-csoliiroilo (le ccoiiibios, CSIC, Madrid, 1965. FLORISTAN. A., =Martín de AzPii DE PALACIOS RUBIOS, J., De i l l~i iciu el ilfm obl~! ! l io! t i~ lic rele,!rio,!i~ regjilii NOYOITC, [Burgos, 15151. El dere- conquista del reino de N ~ ~ ~ ~ ~ ~ » , en ~ ~ t ~ ~ d i o s sobre el ~oc ro i - Nai'oi-ia e11 el 1VCerireiifri.io de icl il~iiei.fc de conrluista fuc el único sobre el que Fernando cl Católico quiso fundar la incorporacibn dc Navarra, como ma-

Azl~ilciieln, Pnrnplona, 1988. pll. 65-83. stó en su testamento: SANTA CRUZ, A , Crdl l ic~ de los Reyes Crilólicos, ed. J . DE MATA CARRIAZO, Sevilla, 1951, 2,111). 373-374. Sobre los problemas de diversas conqiiistas, GREENCRASS, M. (ed), Coiiqiiesr c ~ ~ ~ ~ . ~ ~ L . ~ , ~ ~ .

5,-Dowhcur.7. A ~ T : Y ~ ~ ~ , T., A,,SI~~C,S AI~~I.PII " ,~ IC 10 i , ~ ~ o r l ~ o ~ ~ n ~ i ú ~ i de N<Iv(I~.I.<I O C<~slill[l, Pam~lona. 19 SIi<il~irlg of liie Sfflle iii Eoi-/y Modeni Etiro/>e, London, 1991. 6 , - ~ ~ ~ l ~ ~ ~ ~ ~ ~ ~ ~ ( ~ , <le Coi1o.s V, Editora Nacional, Madrid, 1981, pl). 63-64. D, A., Meii~oires ~loi i i . I'Hisfoiir de Nnivirre r f de Flc!ild>e, coiscii(irir /e dia;r <[ti <,,, 7 , - ~ ~ se conserva tal 1~4% suelta, que conocemos por referencia de GALLAND, A., M~f~ lo i re~P<l l I I . l ' f f i ~ l ~ i'oiie, Paris, 1648; o SCHOEI'FLINI, J.D., Di(ilri60 de o r i ~ i ~ i e , f o t i ~ el S~,CCCSS~O,~C reglii N(II,(II.)UC cid 110~1m

de Fln,,dre, co,i~e,rriils le divil ~ I i i io)' (iii iayuiiiilc de Noa<ir,r, Pari~. 1648, 11. 109. Ve1 GOYIIENETCHT.. J., Les biiyiieu el Ictri- i~isfoii-e. Myrlics el rJ<!liié.c, Elkar,

ID^^^^, E, bé/ico de ~co,<i~.m eii el siglo XVI, Pamplona, 1981. IPP. 136-137, 159-162. *A Europe of Composile Monarchics», Pnsl aiid Pirserif, London, 1992, pp. 48-71. RUSSELL. C., «The

9.-lbideiii., pp. 162-163 y 374-375. blem and ilie Eiiglisli civil war», Hisror): 1987, pp. 395-415.

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rios plantea rasgos específicos. ~a cercanía, eii todos lo sentidos, de Borgoña a la cuenca de n abandonado a 10s Albret Y se disponían a servir a los Habsburgo, eran fieles a su rey y, por y de N~~~~~~ a Castilla, es, sin duda, el iiiás sobresalieilte, junto con su colidicióii fronteriz to, dignos de confianza? Sólo remontándose a tiempos ailteriores era posible demostrar que, embai.go, no creo que la pEsión militar sea la mejor explicación de la of ide l id f ld) ) que los na ndo a Carlos 1, seguía11 reverenciando a la realeza navarra, definitiva, arguye Ávalos en rros mostraron, indefectiblemente, hacia sus conquistadores y iiuevos reyes. Tampoco el inte lago, « v l l e s t r a M n j e s f f l d sois c a b a l l e r o d e la ga o l v i d a d a diviscl de N~~~~~~~~ como deseen- comercial, los lazos familiares o la comunidad de lenguas -el vascuence Y el romance- e d e Sancho Mayor. En la medida en que presenta el cambio dinástico, no como una con- castilla y Arag& han de sobreestimarse hasta ocultar lazos más profundos. sino como una continuidad dinástica, pueden prestar fidelidad al nuevo rey sin ser acusados

~ ) ~ ~ ~ ~ é ~ del trauma de la guerra civil, prolongada en la de conquista, Y del canlbio d ealtad al antel-ior: Los agiamoiiteses -con los que el cronista se identifica- pueden así re. tía, agramonteses y beamonteses hicieron un profundo examen de conciencia colectivo. Todo 'el favor regio, que no habían gozado bajo el reinado de ~ e ~ ~ ~ ~ d ~ el católico (18). vieron que justificar, ante sí mismos y ante los demás, la tsayectoria de su fidelidad. Muchos esde esta perspectiva, Ávalos de la Piscina iio lamenta el calnbio dinástico, s ino que monteses habían peleado con las armas a favor de Juaii y Catalina, y en contra de Fernan se alegra. Juan de Albret ha sido ventajosaineiite sustituido por carlos d e ~ u s t r i a , el, una de. católico y de carlos 1, por lo menos durante doce años, entre 1512 y 1524 (14). Necesitaba rovidencial que guarda evidente paralelismo con el tópico de la de E , ~ ~ ~ ~ ~ , gumentos con los que disculpar el abatidono de su <fe» a Enrique de Albret, legítimo here a al J'eY destronado coino demasiado aficionado a las mujeres, de «poco án;llloB, falto de los reyes despojados, y su retorno del exilio. Si, finalmente, el mariscal Don Pedro de Na ia Y cobarde el1 la guerra. En definitiva, «la t r i s t e dota ~ ~ ~ t ~ ~ i ~ ~ ~ ~ ~ ~ & ó reilzo por,fclltn la mayoría de los agramonteses había11 venido a servir a Carlos 1, jcólno no ser tachados d n q l l e o s a s e l l z o r i r Por defender lo* . No deja de recalcar que ella era la reina titular y 61,

en su lealtad Y, por lo tanto, de hombres poco dignos de honor Y confianza? Lo ente, el rey consorte: que ella era navarra y él francés, con lo que parecen las mo,,teses, por parte, tenían que lavar su honor ante quienes les tachaban, con argumeiit de lealtad. Con la entronización de Carlos de Habsburgo se sugiere, illcluso, la ilu- evidentes todavía, de traidores para con sus reyes naturales. El conde de Lerín Y 10s suyos ha revivido su holnónimo Carlos de Navarra, el famoso príncipe de viana, D~ hecho, bían rebelado en repetidas ocasiones contra Juan de Albret y Catalina; adeinás, en 1512 hab de Ávalos no es sino un apéndice de la que había escrito el Príncipe de viaiia, y lo que al frente del ejército conquistador. ¿Qué obediencia y lealtad se podía esperar de ellos si tal hacerla «digiia d e In l e c c i ó n d e vliestrcr s a p i e ~ l t í s i i n o ~ ~ j ~ ~ t ~ d ~ (19). obrado en conea de un rey legítiino, al que habían jurado fidelidad?

10s ensalza a quienes resistieron, con heroísmo, la conquista y que, por mantener su fi- comunicación trata de presentar las reflexiones de tres navarros: el cronista 10s reyes, sufrieron en sus personas, bienes y honras. Así nos presenta, otros Ramírez Ávalos de la piscina (c.1534), el canonista y moralista Martín de Az~ilcueta (156 o deja de mencionar de forma explícita, a Juaii Martínez, de san ~ ~ ~ ~ í ~ :

y un beamontés anónimo (C. 1580). por supuesto, el debate debió de ser inucho alnp

co en matices, pero, por su carácter intrínsecainente personal Y familiar, 110 Parece que ha «Y q"e[l["l*o los rioblef de N(i~' fr i in coiiro olejns siir 11o~t0,; rorlii,ií<r .re esfoiznir»i e,i lo grrei.i.ri hosfr, el ciñ" (le " i i l ) ' rliiiilieiilos)' lieiiitc y iiiro. EII el criril ~ i e ~ ~ ~ ~ ~ ~ E...] l,o~~elecieroii c~i.r<,sy ~inc;c,,ll~,s)iI,riiie,iles rada muchos testimonios escritos. El primer portavoz de la conquista, Juan López de des Yfoi-lísfiilos f f l n l o 170'. lo drrrrr jiobeiriiicióri 1, iiiolqi,ereiicic, de cnrlil l<, ), Iloi.fi~/,r~is oci,sr,cini,es,

~ ~ b i ~ ~ , ya advirtió que todos 10s grandes cambios, colno lo era este, « t a r b a n t spiritl i i lz)' u'los l'il'ieroli e" d~..sliei,.o, of~os)iiiemii degollridos J ~ , , s ~ I I K , ~ ~ , , orI'n.r ,,,,, y ,,,,,l t r ~ , o ~ ~ o,ry ~,foi-,,ro,lCiiloS,

lo tanto, « q l i o t sint cnp i t c i t o t s i n t sens l is» (15). I'Or esl~ec"l el1 tie"'~(1 10 jiolieiri<icióii rlcl rígido coildc de M ~ ~ , , < I ~ , , el cr,ol jre rleslirii~~orloi. <le 1'c'ire''ref T*<lo e . ~ 1'0'. ~ o s f c ~ ~ e ~ sil lerilt(~d, 11ricvto qiie los c<irte~~r, i ias todos los qric ~ , i ~ ; ~ ~ , , <le i,<,irc Ávalos de la Piscina ensalzó abiertamente la inemorid de 10s agramonteses, que

iilflbciii leciles. y ri los qiie 11os1n I<i iiitrei-re o sri rq sixiiieia,i, finii(oirsr (201, sistido la conquista y permanecido fieles a los Albret destronados, al menos hasta los P 1523-24, su crónica del reino d e N a v a r r a , dirigida al emperador Carlos 1 Y terminada d, se trata de un planteamiento « n a c i o n a l » de la fidelidad, sino «banderizo»,

pretende, precisamente, restablecer La «finla d e los p e q l t e n o s n o b l e s d e Nfl"orrfl, '6 ferenciadalnente a 10s castellanos, y no menciona para nada a 10s aragoneses, AI

a rey)>, ~~j~ el reinado del Emperador, afinna, es cuando 10s «pequeños acabar abierta silnpatía hacia los condes de Nieva y de.4guilar y, muy en especial, ha.

zar el remedio de su honor, casi del todo disipadon anteriormente (16). La acusación '' ables de Castilla. Y si repudia la vioiei~cia coi1 que gobernó el conde de ~ i ~ ~ ~ d ~ ,

agramonteses eran poco fieles a la Monarquía española resultaba una amenaza grave, 2 tiene que ver con las corr'espondeiicias que la banderización navarra

marginarles de oficios y Sobre todo, si se asimilaba, Como así ocurrió "' la nobleza castellana (21). Don Bernardino y don Iñigo de velasco eran parientes de los

mento, a la de los comuneros de Castilla (17). ~ C ó i n o avalalque 10s e Navarra, cabeza del bando agramontés. En definitiva, el cronista inteqpreta la con. el último ajuste de cuentas eii el viejo conflicto interno. Las antiguas enemistades per.

res siguen viéndose coino la causa última. Así se entiende que Ávalos no la 14,-~miREz v , , Q ~ ~ ~ o , E., ~ ~ l ; d ~ ~ . i i l ~ ~ d e ~ ~ ~ o b i l i < i ~ ~ l n s y C ~ ! ~ ~ ~ C I O S ~ > o l í t i c o ~ el1 Nfll~~~<ll.r(~, 13s7-14 BolssomAuE, E, ~ i , ~ ~ ; ~ de lCi iéiiii;oi, I<, Noi,(ii.ir d la Cnsiille. Es.wii nii- les wl( ir ioia 'les 1'' vana en el contexto de las coetáneas guerras de Italia, como hicieron la mayoría

lCi F ~ ( , , , C ~ ci I'Esl>ogiie (1479-15211, Paris, 1893.

~~.-P,,LACIOS RUBIOS, De ;~sr ic ia ef i i~re. f. 2v. i-eii~o de ~ o w w n , pp. 8 y 10.

16,-RmfREz *VALOS LA pISCINA, D., ~ i ~ ~ ~ i ~ a del i r i i to de ~nvoi-m. lib. 6, Cap. 4. ed. de F. L,P, 45 y 56, sobre el autor y su obra, ORCASTEGUI, C., <La memoria Iiistórica de Navarra a

la ~ ~ i ~ ~ ~ ~ i ~ ~ ~ ~ f l ~ príiicilie de Vnriia. Pamplona, Anejo 3, 1986, PP. 591-606. ad entre el condestable de Castilla y el conde de Miranda, pinBz, J., ~n i-e,,o~ricióri <le I ( ~ ~

17,-LAMBERT.~oRGES, M., de breviaire,,, Méloiiges de lo Cosn de Velúyilez. Madrid, XVIIr-l, icles de C r i r i i l l ~ ~ (1520-15211, Madrid, 1977, p. 270.

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de los cronistas de la época. Él la pone en relación con la guerra de Bretaña (1488-91), por El discurso no sólo rectifica minuciosamente la versión de 10s hechos que había publicado habría tenido origen la enemistad personal entre Fernando de Aragón y la casa de Labri ay. Visto en coiljunto, presenta und proclama acendradainente « i ~ ( ~ v r l r r ~ , ~ ~ n » . su recuerdo de

En 1571, el guipuzcoano Esteban de Garibay ~ub l i có su Coillpendio Historial. El mo ernplos de fidelidad que los navarros habían ofrecido a sus reyes «n(ltlirales», y los perjui. m. presentó las guerras de bandos en la Navarra del siglo XV debió de enfadar profunda1 e habían padecido bajo reyes extranjeros, son traídos a colación de forina intencionada, NO muchos, ya que ponía en entredicho, genéricamente, la lealtad de 10s navarros a sus reyes, y inocente su explícita referencia a las dos «restriliracioizes» de 1134 y de 1329. la pri- en concreto, la de don Luis de Beaumont, segundo conde de Lerín. Como réplica a Garibay casión, Navarra había estado privada, durante 58 años, de su ilatural y había sido go. cribió, hacia los años 1580, una Suiiznria relaciórz de los crpellidos que se halln haber hahid por uno extranjero: el rey de Aragón. Pero los navarros -recuerda- atLivieron sieil1pre ojo reino de N ~ ~ ~ ~ ~ ~ ~ . ~1 autor, anónimo, parece bien informado, quizás coi1 acceso al archivo de los condes deLerín (22). Escribe un largo discurso sobre el origen y desarrollo de la guer dos, que se prolonga, de forma natural, en los sucesos de 1a conquista castellana. LO haced astía navarra habría sido la de 1329. Después de ser gobernados durante 95 años por reyes

que quede bien patente «l(lfidelidad que corztinuniileizte [el reino] ha teizido a slis reyes 'a, y habiéndoles sido fieles, «doñci J~irinci g don Felipe e/ Noble (rcertriron ven;ry nsis. se trata, en primer lugar, de Iiacer brillar la lealtad personal. Los navarros en general, y nr en N(ivcrrrn». Sólo falta recordar a los lectores que 70 años, 10s transcuridos desde de ~~~í~ en particular (24), nunca habían sido desleales para con sus reyes, salvo que pr eran deinasiados para esperar una tercera restauración (27). te hubieran sido forzados a ello. Ahora bien, la fidelidad personal resulta superada, en amor a la patria, que es presentado incluso en imágenes literarias conmovedoras (28), por la defensa de los fueros, por el amor a la patria y por el inaiitenimiento de la fe re1 Sta en la defensa de los fueros, personificada en el segundo conde de Lerín, s i don ~~i~

E] autor reconoce que la división de parcialidades ha sido «linti polilla Y cclrcoilicr umont se había enfrentado a sus reyes había sido, no por deslealtad a su persona, o por in-

[,,,] qlle han traido des fr~~ido al reirzo». Pero esta división en bandos no habría sido ex egoistas, sino porque, como extranjeros, desconocían o habíaii querido hacer caso omiso

N ~ ~ ~ ~ ~ ~ , por lo que trae a colación el recuerdo de la guerra civil castellana en tiemp eros. Si se Opuso ¿l la coronación de Juan III y Catalina fue porque les exigió que Kcier.

~~~i~~~ IV, NO admite que se dude de la fidelidad de todo el reino, ni siquiera de uno de 1 as jurasen eiifiivor. del reino que pnrecícirz dliras n/ rey don Jiicin.». Bieii entendido, «;qué

dos Liniversnl», como hacia Garibay, «trotdndolos de desleales, siendo ~lotorio testinio les piiedeiz decir izipers~icrdirse al l l n i~~ar feci desobedierzcin pedir n slis reyes el hnelz trci- 110 g ln observancia de slis,fiieros, y que ti1 valor virtud llamen traición?» (29). También levaiztcIn f1 este reino». Porque la lealtad es cuestión personal y si «las cnhez(ls de b(illdo

r o q u e don Luis de Beaumont se negó a que Juan 111 cargara el reino con nuevos impuestos manipulado a la comunidad en defensa de sus intereses particulares, ellos son especialtne de Francia, de donde venía lliego 111cr1 ocost~iinb>irdo, porque los reyes pnílcipes de qllel ponsables. I ) ~ cualquier modo, el autor de este discurso es consciente de participar en ulia P

s ncost~iiizbran echar in~ichas veces, que ellos Ilai~~rii~ tnllns» (30). mica viva en la sociedad navarra y española: «he visto entre nlglinos ignorantes de la coJ[Js te reirlo -confiesa- cojl~petencici [sobre] clról de la pnrcicilidcrd de él hn1~(1 sido deslecil» (25 Sliiimrin relnción. de los npellidos, de actitud beamontesa, resulta, quizás, más abierta-

nvarristri» que la Crdnictr de Ávalos de la Piscina, de filiación agramontesa. Ambos auto- fidelidad aparece descrita, desde el principio, coino una relación personal entre el ciden en su rechazo del «francés», personificado en Juan de Albret, pero valoran de dife-

sus súbditos, especialinente los más cualificados. Sobre todos ellos destacan 10s dos cabeza anera la unión a la nueva Monarquía. Quizás esto responda, sencillamente, a la diferente balido: el conde de Lerín, por una parte, y el Mariscal y la casa de Peralta, Por la otra. Est ción de ambos escritos. Ávalos trata de acercar al favor de Carlos 1 a los agramonteses, que tad, sin embargo, no se concibe como una obediencia ciega, sino dentro del derecho a de usados de infieles; la Surnnrin relación, sin embargo, defiende a los bedmonteses de la acu- de sus rivales y a gozar de la coiifianza del rey. Estos dos argumentos salvan la fidelidad e deslealtad para con su patria. Con todo, en la Relncióiz, que es de tiempos de Felipe 11, re- de don ~~i~ de Beaumont. Aunque se hubiera enfrentado a los reyes después de ses.¡~'

él no había sido desleal. Simplemente, se había defendido de un monarca i*jus L., f. 511-v. De más difícil valoración son las inequívocas referencias a quc cl cande de Lerín, por sangre y cilri. fería a los agramonteses y le había postergado a 61 (26). des personales, hubiera podido llegar a ser un gran rey de Navarra, si Catalina se liubiera casado con él y no con

e Albret (f. 33r: nj'sifiiei-ri roil rico coiiio solcrnro Iie " ido ofiisiar. n viejo3 de nqiii.1 iiciiil>n ~ ) e i - , ~ ~ ~ d ~ ~ cil lo ,,,i- e se rilznia coi1 el i r i i io J' eclinia rle él (1 iodos los ti-tiairjeiasr). Deiitro de este contento ha <le entciidcrse la

22,-BNM, MS, 9.,329, obra anónima, parece escrita ~iacia entre 1576 y 1580 (ff. 131 Y 4 9 ~ ) . El autor ha tia de las Cortes deSangüesade 1561 de rjiiccl príiicipe Carlos Iiiera coronado rey propietario de Na~arr;~: Acres mente a D. ~~~~~é~ dc ~ ~ ~ ~ ~ ~ ~ t , capitán de la guardia del Empcndor Replica sistemiíiicalnell~e lav

s orier < IeN~ '< i r r r i , lib. 1, f. 250r, Pamplona, 1991. 11. 329. na de bandos de '6. de ~ ~ ~ i b ~ ~ : di^ ~ ~ i . ~ t ~ ~ i ~ ~ dc 10s cIiróiric<is 1' iiiiii,eisal hisior.i<~ de iod

E ,~~ ,~ " , Amberes, 1571, tomo 111, libros 21-30. cualido el conde de Lerín tiene que salir huyendo dc sus señoríos perseguido por cl rcy: rDerruiil<rb(i eir riiir- iirifIflloi~ci[~ Irigiiiiias I I O ~ SIIS bnhns ribnjo, y ricoiisolriii~lolo sirs ci.i<,ihr y erciideiau qirc con 61 iba,, les <Iij0:

23.-siiii,(ii-in relocióii de los nl~ellidos, ff. 31 y 50v. -e<iiu qiie yo lloro In sf~l idn dc i i ~ i cara, q1ie n cllri lieriros (le leaoli~ci- yo y i ~ i i s Iiijos, iiiris I loia In l>exlicióii de es- 24,-EIi ,580 e~ ~~~~~d~~~ del duciido de Alba estaba casado con la condesa de ~e r ín . Sobre donLuisdeB? o. yirr lo Iiaii de poseer), ilioil<lui' ti-linitjcias"», Iliídeiii. f 41".

de de LE^^^^ Y AN,,~~, B., M~,,,o~.~os de (OS S ~ ~ O V ~ S C D ~ I ~ ~ S de ~ci - i i~ , ed. de M . Arigita, Madrid IF. 36r-v. E l conde de Lerín es pintado como un «~>r ! l i i o rn~ , defensor del ,,bieii coiiiiiii del mii io [...] coiiii-<i 29. crtiai~jcicios qiie qiiei-írii~ qirebiiiiitoi- losfiieias rlcl reirlo j8 leyes, y ngmvini-los; se les defei,rlícL J) hncí0 qiie

25.-.yIiiiiorir~ i r l nc ió i~ de los ol~cllidos, If. Ir-v y 35. irese ii iaiitei~ido eii jrislicin, corito siei!ipre sirs siice.roi'es cocuii~lestnbles de este i-eiizo Iioir ~ > r a c ~ ~ r n ~ l ~ »

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sulea más evidente que en la Crónica dedicada a Carlos 1, el esfuerzo por m ~egíti~namente, nunca se sentiría obligado a devolverla si de el]o desi. nalidad de Navarra, ES significativo que el anónimo beamontés no recuerd n males mayores, como había enseñado el propio Azpilcueta (35). que por las venas de Carlos 1 y de Felipe 11 corría sangre Ilavarra. 0, el primer vínculo de fidelidad de todo hombre es personal y con su

pero, por encima de la fidelidad a la propia naturaleza y de la lealtad al rey legítimo, e ión. Se muestra orgulloso «de ser navarro 1) cántabro», pero no es un lnantenimiento de la fe. El anónimo bealnontés se muestra orgulloso porque 10s navanos han rista)). Al contrario, rechaza tajantemente que deba preferirse a un reino sobre los demás, o servado la fe, (<sin haber eti él cebndo niiigffnrl herejí[l d e las trdnjeros por el simple hecho de serlo. El marcado cosmopo]i- trcido después de su Pasión, [ni] jailzrís haber caído ni prevaricrrdo d e s l l f e caso Y en la coyuntura en la que escribe, una explicacióll ,,esso- providencial lo único que justifica, a sus ojos, que el rey de Navarra sea un extranjero Cuando repasa la trayectoria de su vida, recuerda cómo estudió en

e ~ r i e ~i~~ qii;sa I,osor i-eiiio ollloder)~ ii!oii<iiqiiín de los reyes c<iiÚli 11 el Parlamento de París para regresar a España y reeinprender la lo rect<, ~iircii,iiri q,re coiiieiizri en ~(doiti«t, n viielins del diclto año de 1512 rliie se 8fliic; No1 0, después, a petición de Carlos 1, fue a enseñar a Coimbsa, y en to- c~isiillri2> (3 1). a Monarquía (36). Con la perspectiva de medio siglo, rememora ~ ó .

precisamente de aquellos años 1570.1580 arranca una reflexión fundamental, que 1 bllen espki t l l ( a s í l o creo) iize persuadid después de a l g ~ i n o s años de que ~~~~~j~ fió a los navarros hasta el siglo xVIII. Era Dios mismo quien les había preservado de la h ni por el g é n e m de rc~itia con que s e des~noronó)), La ruptura de la abrazada por los otros reyes de Navarra. Juana 111 de Albret (1555-1572) era abiertamente nista desde 1560, y cuando murió, su hijo, Enrique 111 de Borbón, «el bearnés)), era el Ií Y, muy en concreto, la división religiosa en Francia, le han convencido de que ha!,

bando hugonote. En 1569, Juana había enviado desde Pau un ejército de 2.000 Para impone es e l mltlldo c r i ~ t i r i t i ~ : lmcl que combate por Cristo, otra que defieiide (1 Satnll~.rB (37).

forma en su reino de Navarra. La represión fue sangrienta y muchos, como 1 cambio de dinastía planteó, en definitiva, la cuestión de] deber tuvieron que refugiarse en la Navarra de Felipe 11 (32). corno uno de los componentes esenciales del honor personal y co.

otro más y trascendente, se sitúan las reflexiones del canonista M zpilcueta y el anónimo beamontés, los tres refieren la lealtad (3g),

~ ~ ~ i l ~ ~ ~ t ~ sobre la fidelidad de los navarros a sus reyes y la incorporación a Castilla. En cipio Y de forma inmediata, a una persona humana: el rey coiicreto de cada momento, pero,

se trata de una apología personal frente a quienes le acusaron de falta de anfición para con 1 on éste, aparecen bien definidos otros dos polos de lealtad, inás abstractos y l n ~ ainplios,

y (33). En 1566 escribió un largo memorial a Felipe 11 (34) Y en 1570 Son la nació11 Y la religión. Durante los años inmediatos a la conquista, mientras las apologética, dirigida a don Gabriel de la Cueva, V duque de Alburquerqu as que protagonizaron aquellos acontecimientos, la lealtad conservó un carácter marcada.

de Navarra eiitre 1559 y 1564. personal. El testimonio de los cronistas Argensola y Sandoval difiere en cuanto al lugar y a

mismo que del cronista Ávalos de la Piscina, de Azpilcueta surge e s ~ o ~ t á n e a 1 a, pero coincide en lo esencial: que Carlos 1 prometio a don Pedro de Navarra la libertad y

de la lealtad de los agamont:ses que habían permanecido junto a sus rey tución de todos sus bienes si le juraba fidelidad. Sin embargo, el viejo lnariscal de N~~~~~~ do con las armas al invasor. EI mismo era de familia agramontesa. Pero, sobre todo, con 6 argumentando «qi ie fr~l tar ía n sus an t ig~ ias obligaciones si volviese atrás el reconoci- delidad como una decisión personal, en conciencia, sobre la que 110 es posiblej q l l e ~ r o f e s ó f l los regespasados , a quienes t i~vo por natnrales 1, legitit,zos» (39). conforme por eso, alaba ea qLiienes slipieron cumpl ir l a pnlabrc~ et17peñrid~l ante Dios, alir1 clla~ld tiempo y desaparecieroii los protagonistas de las guerras civiles y de coilquista, la

dene a qLiierzes de otro i710d0 iiiipulstrdos por inotivos que ello.7 conocerífln)'. C ica perdió sentido y la fidelidad de los navarros pudo medirse con iluevos critel-ios. titud y con sus palabras, Azpilcueta quiso tranquilizar las conciencias de quienes, hacia dabail si legítimo servir a los Habsburgo y abandonar la fidelidad jurada a losAlbret UerA, M. De, Cai-rfl fl~>oloséticri, PP. XLI y XXXV Sobre la fundiimentaciún mora] de la no restibción, más tarde, hacia 1560, se empeñó en desvanecer vanas esperanzas de una restauració [LCUBTA, M. DE, MOIILIO~ de co~fesoirs)~liriziieiires, Salamanca, 1556, cap. XVII, n. 63.

nos afioraban, pero que él consideraba imposible. Y no porque Felipe 11 no fuera((tcii1. soliia el ~ o t t o r N O V O ~ , ~ oi el IV ce,,ieiiniio rlr ln ,,,,,e,re <le ~ ~ ~ j , , de resritliiria no sólo el reino d e Navarra sino i n c l ~ i s o el de Toledo )I aLln toda

persLiadiese no podía conservnrlos a iiienos de condenarse»; aunque pudiera ol>ologélicn, p. XLVII: ([Por este iirorivo rinig f,rareittei~ic,ite he ~ t i t ~ i , r ~ d ~ e,t 1" iiiirnrn N ~ ~ ~ [ , ~ ~ c,yirellos .? d e t e ~ t f ~ l i ~ ~ ~ a o l m ~ ~ioda iiiÚ.c poi- estar viiictrlndos n grrrpo disiiiiro: re la iilisiii<i ~~~~~i~ ri lasfirilcc.

iic aboi.~cí[lri 0 10s cnsrell~ir~os sólo Ijorqrie estas lojiiescii (iio ociii-ii~ lo iiiisiiio las iiniioi.ios y cr,t~,~riiies 31,-1bideiil., ff. 52v, 44r. briiidabci~l Tolo.r(i. orii~qrre izo eraii coitocidos de tudos coiito esl~oño/e,rj; cosillrr o los m.ytelln. 32,-~RBEOLA, V.M., ki COl~tel>rotest~iiife <le Nnvnrra (1527-15631, Pampiona, 1992. DUDAR rie leníriii adiienióii n losfi.oiiceses», ll~írlei~i. pp. XLIV-XLV.

DJai,ie ct B ~ ~ ~ ~ ~ ~ , pau, 1900-1902,2 vals. BURGO, J.. Hisioi.in Ceilei-[il de Nfll' RuBiAs, Tesoro de Ia l~ilglla caslellf~iin a espfliiol<r, ed. Turner, Madrid, 1979, define la lealtad como 33,-MARQUEZ, J . DE, E/ gobCillO~lo~. c l l r i s~ io l l~ den'ltcido <le 10s vidnr de Mo],seii ~miie. salmancEk7 l6 «~coiiocillrieilto 3' aiiioi'u para con el señor o el amigo; sinónimo de fljdelid~idx, es un Concepto hace re.

XXVI1, 179: &,<ir le [igfii.ndecci. [a Arpilcueta] cit los restiriioiiios qile iicliiilui[' "qiicl «coiicieiiciax y que genera una ncr/ieiailznu o «coifiofizriu; por ello, lo contra- gin,,c/E oficióii a ir, coiai,n de C O S ~ ~ I I ~ L , nu,iq~ie ni ti, esto ~ i i en l m e r e11 dir<lu In IlliierlC

iiiirestio ri~iiclios. ' Leonardo DE ARGENSOI.A relata esta contestación en el conlexto de la visita de Carlos 1 a Barcelona en 34,-OLOR,Z, DE, Nireva biogrnfii del D O C ~ O ~ ~ ~ ~ ~ ~ ~ i a D. Morrii~ de Az~~i lc~~eta Y eriiiiiieiaciúrl ieiu ~~f lr le de los Anfiles de Arngóii qire ~~msigrie los del secretorio Gcióiiiiiro QiHln, Zaragoza, 1630, p.

1916, pp. 447-451. encio De SADOVAL, sin embargo, la refiere como sucedida en el contento dc las cortes de Biirsos de 1520 y,

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En este sentido, la defensa de los fueros y la ortodoxia de la fe resultaban más acordes a 1 vos tiempos de autoritarisino iiionárquico y guerras religiosas.

Después de más de un siglo de reflexión y de debate sobre el cambio dinástico y la in ración a la Monarquía española, los navarros habrían aquilatado una interpretación propia inismos y de su historia. No tardamn eii proclamarla abierlarnente, incluso con cierta be rebatiendo a la historiografía castellana y aragonesa. La H i s t o r i c i t i p o l o g é t i c a de Góngora y Torreblanca, es la que mejor sintetiza este reiiacimiento iiavarrista. Esta o respuesta coherente a la supuesta indefinición y deslealtad intrínseca de los navarros, se aireaba de vez en cuando (40). Se abandona el concepto de conquista y se recurre, e al de restauración. Así, las disputas sobre fidelidades y traiciones se desvanecen, y los a ses no serían más leales que los beamonteses, ni viceversa. No es casualidad que, precisa 1628, se suprima legalmente la distinción de bandos y el reparto entre ellos de los cargos bierno e iglesia. Los Habsburgo vienen a injertarse en el viejo troiico de la realeza navarra, do con el primer rey, elegido por los doce ricoshombres en un remoto lugar de las inontañ

Y si no hubo tal conquista, es porque el reino «se e i z t regó d e si6 m e r a y p r o p i r i v o l u

rmdo Rey C r i t ó l i c o de g n l i r d a r l e s u s f i i e ros )' 1e)les [...] d e la i i i i s rn t i sue r te q i i e l o s dc i i

n a t i i r a l e s [...], por lo c i i n l no se p u e d e d e c i r f i i e este r e i n o c o n q i i i s t t i d o p o r Ins ( i rn ias» (4 restablece la personalidad nacional, fonl, de Navarra, recuperada de la usurpacióii a la que sido sometida por la historiografía castellana y, sobre todo, aragoliesa. Olvidando su wafran miento)) rnás reciente, Navarra se descubre a sí inisma coino profundamente espailola y cat incluso más auténtica y antigua qiie Castilla o Aragón, no en vano estas coronas habían na posterioridad y de su seno (42).

Pero, sobre todo, es la fidelidad de N a v a ~ ~ a al Evangelio su iiiayor timbre de gl miembro eminente de la Monarquía católica. En 1622 se caiio~iizó a Fraiicisco de Javie , . milia había resistido la conquista, y a Ignacio de Loyola, que había sido herido en Painp mando parte del ejército castellano. El antagonis~no entre los bandos y, en definitiva, 1 dades personales banderizas, quedaban muy atrás, superadas por la lealtad a los fueros y dad a la fe católica.

por ende, de la resistencia castellana frente a un rey extranjero: «dió ert i io j i rai ' l>oi- rey n Coi-los que le17 I I O ~ ,,o l!nbei. iicicido ci, E.<lsl>oiin il i ser de In casa reril de Cosfilln por vjci <le 1106! "O ~lebío jt,liu'le, Y ~ I I

pndo n giioirlorle esin fe coiizo biicrt cobrilieia qiie hobío rbdo <i doii Jiiri,i (le L«bi.ir y cloiio Col<ilii,«, i r i rorin de Nri,innn, ) 'o str 11nli-inu, Historlri de l<i vid<, J, lzecltos rlel O>il~cin<loi. Carlos V , ed. de C. SEO3

de Autores Españolesu, LXXX-LXXXI. Madrid, 1955. vol l. p. 194).

40.-Todavínliacia 1620 se les tacha de indefinición entre España y Francia: eiioiirii-ia es lo rriisiiio que "!!o b voto': que c.r dcc i~ 'no so. ~,iejofin,icés iii ~ ' i e j o t s l~~ i i i o l , si bien dice!! qiie e,i el co ia ió~ i <le c<~cli~ IIIICI <le pnrtiúirlose, re li<iIl<i cst<iii>/>od[, l<ri~iiij' ol ii<rriiiul iii>a,floi- de lis», MANAKICUA, A. DE, PoIhi,im robw Wzcr 810 X V l l E l Btdru Gollego y cl Toiilo Vizc<i).iio, Bilbao, 1976, p. 41).

41 .-GONGORA Y TORKCBLANCA, G. De, Historia o/>ologérico y dcroil>ció,i del reino <le N<ri.nira. Pamploila, cap. 27, fol. 87r. La reivindiciición de la petsoiialidnd propia es rnitcbo menos enér~ica en la Histoii<i Pedro de Agmmonk (1632): n g Ilegaioii los rmiiirales del i r i r io n Ir! ~> i i jq>eia foiriiii<~ (le goz<~i,jiicccs iiofili- qiie can otras de Cnstillfi, son de lo iiiisiiio Icrrgrm J, fir(je, t<in iljii.rroi/o.í n Iri obseis~l~iiiriii y 1e)'csyji la iiilriiii,isericióii de ai ~ I I L > I I gobierno J' juc.slicia y tíiil co,litir>, ~ I I C io<los jicrreceli ser ~~<i l i~mIes i>, fl. 4

Agradezco a E . Rainírez y F. Mirandaquc me permitieran manejar las pruebas de iin(?renta [le 1, pwan de esta Historiri dc Pedro de Agramont.

42.-lbideiii, lib. 111, caps. 8 y 9. PERALOSAY MONDRAGÓN, B., Libm de I<is cirico e,~celciiC¡ir~ del e ~ l ~ f i f i o rl a E.r/>a,ia, Pamplona, 1629, cap. VI, f. 77%: « D i las riioiiroiius de Asi~irios, Noi'<ii,a Wzc(iyíi se Coi

ces )' sieii$>ir se iinbíii corisrn,rido In soiigir oriiigriíi í l t los nriiieiiios JI l~iiiiieiasjrii~/íidorees dc Es

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