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    RESURRECCIN DE LOS MUERTOS

    JOS A. PAGOLA ELORZAhttp://www.mercaba.org/FICHAS/ESCATO/resurreccion_de_los_muertos.htm

    Introduccin

    ANTES QUE NADA, hemos de preguntamos si realmente tiene algn inters parael hombre de hoy interrogarse por lo que puede suceder despus de la muerte.Probablemente, G. LOHFINK expresa el sentir de muchos contemporneoscuando formula estas preguntas: No seria mejor encauzar todas nuestrasfuerzas a realizar lo mejor posible nuestra existencia en este mundo? No

    deberamos esforzarnos al mximo en llevar la vida que se nos ha dado ahora,lo ms decente y humanamente posible y callamos respecto a todo lo dems?No es mejor aceptar silenciosamente el misterio de la vida, su oscuridad y susenigmas, con paciencia, valenta y una confianza callada y serena y dejar el msall como un misterio del que nada sabemos .

    En realidad, estamos demasiado cogidos por el ms ac para preocupamosdel ms all. Sometidos a un ritmo de vida que nos aturde y esclaviza,abrumados por una informacin asfixiante de datos y noticias, fascinados pormil atractivos objetos que el desarrollo tcnico ha puesto en nuestras manos,sostenidos en nuestro vivir diario por un sinfin de pequeas e inmediatasesperanzas, no parece que necesitemos un horizonte ms amplio que este

    mundo en el que vivimos encerrados.

    De hecho, y a pesar de algunos sntomas de signo contrario, el mensaje de unavida ms all de la muerte no parece lograr, por lo general, un inters o unacredibilidad especial. Incluso se dira que verdades como la resurreccin de losmuertos que, segn Hebreos 6, 1, tiene una importancia fundamental para loscreyentes, apenas merece hoy la atencin de muchos cristianos. Personalmente,he podido comprobar que no son pocos los que aun confesando su fe en Dios ysu adhesin a Jesucristo, expresan sus dudas o profundas reservas ante lapropia resurreccin despus de la muerte. Se trata, sin duda, de una de esasverdades de la revelacin que estn en constante peligro de perder su"existencialidad' en la prctica de la vida cotidiana del hombre2.

    Y, sin embargo, tarde o temprano, surge el interrogante. La muerte de un serquerido, el sufrimiento de una enfermedad inexorable, la amenaza de una vejezcada vez ms cercana, la experiencia del fracaso o la soledad, el mismoaburrimiento de una vida rutinaria y sin problemas.... nos empujan apreguntamos de muchas maneras: La vida, es slo esta vida? La muertesigue siendo nuestro gran drama, el desafo principal a todos nuestros logros, lams drstica anti-utopa de todas nuestras aspiraciones, el gran fallo del

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    sistema. La realidad que destruye de raz todos nuestros proyectosindividuales y colectivos. El hombre contemporneo, como el de todas laspocas, sabe que en el fondo de su corazn est latente siempre la preguntams seria y difcil de responder. qu va a ser de todos y cada uno de nosotros?

    Cualquiera que sea nuestra ideologa, nuestra fe o nuestra postura ante la vida,

    el verdadero problema al que estamos enfrentados todos es nuestro futuro. Enqu van a terminar los esfuerzos, luchas y aspiraciones de tantas generacionesde hombres? Cul es el final que le espera a la historia dolorosa peroapasionante de la humanidad?

    Si la vida de hombre es un breve parntesis entre dos nadas, si lo nico queespera a cada hombre y, por lo tanto, a todos los hombres es el vaco final,qu sentido ltimo pueden tener todas nuestras luchas, esfuerzos y combates?Qu significan la historia de la humanidad, la historia de la civilizacin, sitanto los individuos como los pueblos no cesan de extinguirse ydesaparecer?3.

    Pero podemos hablar con sentido y responsablemente del futuro que nosespera ms all de la muerte? Podemos hablar ciertamente de la realidad actualque controlamos y verificamos. Podemos tambin hablar del futuro cuando esefuturo es una mera repeticin o continuacin del presente que conocemos ypodemos observar. Pero, qu se puede decir de un futuro totalmente nuevoque queda ms all de la muerte, fuera de todas nuestras posibilidades deobservacin y verificacin?

    Nosotros no tenemos una experiencia inmediata de lo que sucede en el interiormismo de la muerte y menos an de lo que nos espera ms all de nuestromorir. Las experiencias que se nos describen hoy de personas que han "vvidola muerte no prueban nada a favor de una posible vida despus de la muerte.Estas personas han experimentado unos procesos psico-fsicos, inmediatamenteanteriores a la muerte, pero no han traspasado el umbral mismo de la muerte4.

    En realidad, nadie puede demostrar de manera puramente racional laexistencia de la vida eterna ni podemos deducirla a partir de la experiencia denuestra realidad mundana actual. El nico lenguaje que podemos emplear alhablar de nuestro futuro ltimo es el lenguaje de la esperanza. Y la nicamanera de esperar, no de manera arbitraria e irracional, sino con una confianzaresponsable y del todo razonable es descubrir que ese futuro nuestro se hainiciado ya de alguna manera y est actuando en nuestra propia existencia. Elpresente trabajo tiene como objetivo clarificar qu es lo que los cristianos

    confesamos cuando decimos: Esperamos en la resurreccin de los muertos.En primer lugar, tomaremos conciencia ms clara de que esta esperanza de loscristianos se apoya en el acontecimiento de la Resurreccin de Jesucristo. Ensegundo lugar, trataremos de delimitar mejor el contenido de esa esperanza,definiendo cul es la vida y la salvacin final hacia la que se orienta nuestra fe.Por ltimo, reflexionaremos sobre el dinamismo que la fe en la resurreccin delos muertos introduce ya en nuestra actual existencia y sobre algunasconsecuencias que implica para nuestro vivir de hoy.

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    1 La Resurreccin de Jesucristo fundamento de nuestra esperanza

    EL ACONTECIMIENTO que constituye la garanta y la promesa de nuestrapropia resurreccin es la Resurreccin de Jess. Esta es la fe que anima a lasprimeras comunidades cristianas: Aquel que resucit al Seor Jess nosresucitar tambin a nosotros con l (2 Co 4,14).

    1 La fe en la resurreccin en la tradicin bblica

    DURANTE MUCHOS siglos los israelitas han pensado que la muerte es el destinodefinitivo de los hombres. Generaciones de judos creyentes han vividoapoyados en una fe inconmovible en Yahveh, pero sin creer ni sospechar unaresurreccin de los muertos. Al morir los hombres descienden al sheol que es unlugar subterrneo, de oscuridad, silencio y olvido total donde los muertos llevanuna existencia de sombras (refaim) que no merece el nombre de vida. All noexiste la alegra de la comunicacin ni la posibilidad de alabar a Yahveh-. Es elpas de los muertos, lugar sin retorno ni esperanza, del que no se puede volverya a la vida. Como seala W. EICHRODT, para el israelita la muerte es una

    radical separacin de Dios que hunde al muerto en el olvido.

    El motivo ltimo que subyace a esta concepcin de la muerte parece ser la ideade que los muertos quedan fuera de la historia de salvacin en la que Diosacta. Yahveh slo interviene en la historia terrestre y, por lo tanto, no hayesperanza alguna para los que han muerto 6. El sheol est bajo el poder deDios, pero no es objeto de su accin salvadera.

    No es ste el momento de describir el largo camino que ha recorrido el pueblojudo hasta llegar a la fe en la resurreccin de esos muertos que habitan elsheol. Solamente sealaremos los motivos principales que animan subsqueda.

    Yahveh es para Israel un Dios nico, que no depende de nadie, Seor de lahistoria y de la creacin entera. El es Seor de la vida y de la muerte. Yahvehda muerte y da vida, hace bajar al "sheol y retornar (1S 2,6). La experienciahumana de la muerte y de la vida no estn sometidas a ningn otro poder sinoa la Palabra de Yahveh. La vida como don y bendicin de Dios y la muertecorno castigo y maldicin de Dios constituyen los dos ejes entre los que oscila eldestino de una humanidad que Dios ha creado libre y responsable.

    Por otra parte, aparece en los salmos la experiencia de creyentes que viven contal profundidad su comunin con Dios que no parece poder admitir una ruptura.No es que afirmen que Dios resucita a los muertos, pero su anhelo de amistad ycomunin eterna con Dios les hace esperar que permanecern para siempreante l o junto a l. As canta el Salmo 16: No me entregars a la muerte nidejars al que te es fiel conocer la fosa. Me ensears el sendero de la vida, mecolmars de gozo en tu presencia, de alegra perpetua a tu derecha (Sal 16,10-11. Conf. tambin Sal 49, 73, etc.).

    Por otra parte, Israel cree en la justa retribucin de Yahveh a los hombres. Alcomienzo y desde una visin colectiva del clan como responsable, se hablar de

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    una retribucin colectiva. Luego, a medida que se va descubriendo el valor delindividuo y su responsabilidad en el propio destino, se dir que Dios hace

    justicia a cada uno segn sus obras a lo largo de su vida terrestre (DT 24, 16;Jr 31, 29-30; Ez 18, 2-4), La literatura sapiencial trata de demostrar que es as,a pesar de las evidentes contradicciones que se pueden observar en la realidad.Se comprenden las reacciones exasperadas del libro de Job y del Qohelet queprotestan contra la doctrina tradicional, pues no siempre los justos reciben deDios lo que merecen en esta vida. La fe de Israel, celosa de salvaguardar la

    justicia de su Dios, ir apuntando entonces hacia una retribucin que se ha dedar despus de la muerte.

    Pero ser la gran persecucin bajo Antoco Epfanes (167-164 a.C.) la quepondr en crisis la fe tradicional y empujar decisivamente a Israel a esperapara sus mrtires una vida ms all de la muerte. Cmo va a abandonarYahveh a sus hijos ms fieles que, perseguidos injustamente, han muerto porsu causa? Dios los vengar resucitndolos a una nueva vida y abandonandopara siempre en la muerte a sus perseguidores (2 M 7). De manera global

    podemos decir que lo que unifica todos estos datos es la incapacidad radical deIsrael, como individuos y como pueblo, para alcanzar la vida prometida por Diose intuida mediante la experiencia de fe, sin una intervencin nueva y radical de'Yahveh. El primer texto que habla explcitamente de la resurreccin es conbastante probabilidad el Apocalipsis de Isaas 24-27 (s. 111 a.C.). Vivirn tusmuertos, tus cadveres se alzarn, despertarn jubilosos los que habitan en elpolvo. Porque tu roco es roco de luz y la tierra de las sombras los dar a luz(ls26, 19). Pero los dos pasajes indiscutidos que nos hablan expresamente de laresurreccin de los muertos son del tiempo de los Macabeos. As, podemos leeren el libro de Daniel (ca. 165/164): Muchos de los que duermen en el polvodespertarn: unos para vida eterna, otros para ignominia perpetua (Dn 12, 1-2). Por su parte, el relato del martirio de los siete hermanos macabeos nos

    ofrece una teologa explcita y firme de esta misma resurreccin (2 M 7).

    Esta fe en la resurreccin va a ir transformando el pensamiento tradicional deIsrael. El sheol ya no ser el pas definitivo de la muerte, sino el lugar deespera donde los muertos aguardan el juicio y la resurreccin final. En tiemposde Jess estaba ya muy extendida la fe en la resurreccin, aunque no es fcildescribir las creencias del judasmo en esta poca, pues las concepciones de lavida futura no son uniformes, sino variadas y algunas veces incoherentes9. Enlos ambientes saduceos de lnea tradicional se rechazaba la idea de unaresurreccin como una innovacin intolerable y en desacuerdo con la Tora.

    En Qumran no parece que la doctrina de la resurreccin haya preocupadodemasiado a la comunidad. No se han encontrado textos que hablen de ella,aunque estudiosos como K. SHUBERT, J. VAN DER PLOEG opinan que algunospasajes hablan probablemente de una entrada en un universo transformado, Enlos ambientes fariseos y en la mentalidad popular se cree en la resurreccin,aunque de maneras muy variadas y a veces confusas. Lo mismo observamos enla literatura apocalptica donde todas las combinaciones y variaciones sonposibles. A veces, se nos dice que todos resucitarn antes del juicio para recibirla salvacin o la condenacin. Otras veces, que resucitarn nicamente los

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    justos para participar de la vida eterna. Se nos describe la resurreccin comoalgo que suceder en esta tierra, en esta tierra transformada en el paraso. Sercon un cuerpo restaurado, transformado, sin cuerpo....

    2 La fe cristiana en la resurreccin de los muertos

    PERO LA FE de las primeras comunidades cristianas no ha surgido comodesarrollo o articulacin de ninguna de estas especulaciones apocalpticas deljudasmo tardo. No es tampoco una certeza de orden metafsico que se deduceracionalmente de la antropologa semita o de la concepcin que podan teneraquellos hombres del universo y las leyes csmicas. Un cristiano no cree en laresurreccin de los muertos como un griego poda creer en la inmortalidad delalma 10. No proviene tampoco de una especie de revelacin que Jess habradescubierto a sus discpulos sobre la suerte del hombre despus de la muerte.El creyente no est mejor "informado sobre los acontecimientos, los lugares ylas situaciones del futuro, como equivocadamente sola presuponer laescatologa tradicional 11. Tampoco se trata de un optimismo sin fundamentoalguno o de una rebelin irracional contra el destino brutal del hombre queparece acabar definitivamente en la muerte.

    La fe cristiana en la resurreccin se funda en la resurreccin de Cristo de entrelos muertos. Es una actitud de confianza y esperanza gozosa que ha nacido dela experiencia vivida por los primeros discpulos que han credo en la accinresucitadora de Dios que ha levantado al muerto Jess a la Vida definitiva. Elpunto de partida de la fe cristiana es Jess experimentado y reconocido comoviviente despus de su muerte. En esto concuerdan todos los testimonios de lasprimeras comunidades, por encima de divergencias y diferencias: ElCrucificado vive para siempre junto a Dios como compromiso y esperanza paranosotros. 12

    Los primeros creyentes nunca han considerado la resurreccin de Jess comoun hecho aislado que slo le afectara a l, sino como un acontecimiento que nosconcierne a nosotros, porque constituye la garanta de nuestra propiaresurreccin. Si Dios ha resucitado a Jess, esto significa que no solamente esel Creador que pone en marcha la vida. Dios es un Padre, lleno de amor, capazde superar el poder destructor de la muerte y dar vida a lo muerto. Si Dios haresucitado a Jess, esto significa que la resurreccin que los judos esperabanpara el final de los tiempos ya se ha hecho realidad en l.

    Pero Jess slo es el primero que ha resucitado de entre los muertos. Elprimero que ha nacido a la vida. El primognito de entre los muertos (Col 1,

    18). El que ha abierto el seno de la muerte y se nos ha anticipado a todos paraalcanzar esa Vida definitiva que nos est reservada tambin a nosotros. Suresurreccin no es sino la primera y decisiva fase de la resurreccin de lahumanidad. Porque Jess no slo resucita cronolgicamente el primero. Dios loresucita como el iniciador de un nuevo mundo 13, las primicias de unacosecha que con l comienza ya a recogerse: Cristo resucit de entre losmuertos como primicias de los que durmieron. Porque habiendo venido por unhombre la muerte, tambin por un hombre viene la resurreccin de los muertos.

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    vaco de sentido y pierde su verdadero horizonte.

    Si lo reducimos todo a las esperanzas internas de la historia, qu clase deesperanza en el ms ac puede haber aqu y ahora, para quienes sufren, paralos dbiles, los vencidos, los viejos, para todos cuantos no forman parte de lalite de quienes empujan la historia hacia un futuro de salvacin 16. Qu

    esperanza podremos tener nosotros mismos, que no tardaremos en formarparte del nmero de quienes no han visto cumplidos sus anhelos, esperanzas yaspiraciones? Qu sentido puede tener nuestra vida eternamente inacabada ysin posibilidad alguna de realizacin definitiva? Pero hay que decir algo ms. Lahumanidad necesita una esperanza no slo para las generaciones futuras, comopretende ofrecer el marxismo, sino tambin para los que han muerto ya en elpasado, para todos aquellos que, a lo largo de los siglos, han sido vencidos,humillados, oprimidos, y hoy estn ya olvidados. Si no hay otra vida, cundopodr triunfar la vctima inocente sobre su verdugo?

    K. MARX olvida demasiado ligeramente el carcter alienante de la muerte. Sitodo termina en la muerte, quin har verdadera justicia a tantos hombres ymujeres que han luchado y luchan hoy por construir una sociedad mejor queellos nunca disfrutarn? Si el revolucionario tiene que morir y terminar en lanada, en definitiva, se le niega el fruto de su trabajo revolucionario, que sercapitalizado y disfrutado por otros que un da vivirn a su costa. Y, entonces,queda sin solucin ltima precisamente el problema que Marx quera resolver:que no haya nadie que viva a costa de otros. "Con la muerte, el revolucionarioqueda desposedo del fruto de su trabajo en-la-historia, del que, en el mejor delos casos, slo disfrutar una casta de privilegiados que no tienen ms mritopara ello que el haber nacido en otro tiempo: el esquema de "unos a costa deotros' se mantiene 17. R. GARAUDY ha captado perfectamente el problema:Cmo podra yo hablar de un proyecto global para la humanidad, de un

    sentido para la historia, mientras que millares de millones de hombres en elpasado han sido excluidos de l, han vivido y han muerto... sin que su vida y sumuerte hayan tenido un sentido? Cmo podra yo proponer que otrasexistencias se sacrificaran para que nazca esta realidad nueva, si no creyeraque esa realidad nueva las contiene a todas y las prolonga, o sea, que ellosviven y resucitan en ella? 0 mi ideal de socialismo futuro es una abstraccin,que deja a los elegidos futuros una posible victoria hecha a base delaniquilamiento de las multitudes, o todo sucede como si mi accin se fundarasobre la fe en la resurreccin de los muertos 18.

    Como apuntaba E. BLOCH, nadie sabe cientficamente si esta vida contiene ono algo que sea susceptible de ser totalmente transformado, pero la fe cristianaapoyada en la resurreccin de Jess lo afirma dando as un sentido ltimo atoda nuestra historia.

    2 Radical transformacin en Cristo resucitado

    CUANDO los primeros cristianos confiesan su fe en la resurreccin de losmuertos, no piensan nunca en una prolongacin indefinida de lo que ha sido lavida en la tierra. Se alejan as, decisivamente, de ciertas corrientes

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    de judasmo tardo.

    Nosotros no creemos en la reanimacin de unos cadveres que retornan a estavida para continuar indefinidamente nuestra existencia actual. El hombreresucita no a la vida biolgica, sino a la vida eterna que ya no se ve amenazadapor la muerte 19. La resurreccin significa para nosotros la asuncin en la

    realidad ltima de Dios, Origen y Meta ltima de nuestra existencia.

    La resurreccin inaugura para nosotros una era nueva y definitiva en uncosmos renovado. Supone, por consiguiente, una radical transformacin a unestado nuevo y definitivo que designamos con el trmino de vida eterna. Unatransformacin del hombre entero, recreado por la accin vivificadora de eseDios que ha resucitado a Jess. Un ingreso en el ms hondo y originariofundamento y sentido del mundo y del hombre, en el inefable secreto denuestra realidad: un arribo de la muerte a la vida, de lo visible a lo invisible, dela oscuridad mortal a la luz eterna de Dios 20.

    Pero esta radical transformacin no es una ruptura con nuestra realidad actual.

    La resurreccin no es una creacin a partir de la nada, sino la transformacinradical de un muerto al que Dios introduce en la vida eterna. Ser yo mismo elque resucite aunque no sea el mismo. La resurreccin implica, pues, unacontinuidad de la persona, pero una transformacin radical de su condicinterrestre.

    San Pablo utiliza una analoga muy sencilla para tratar de expresar supensamiento. De la misma manera que Dios hace surgir una planta nueva deuna semilla, as tambin puede hacer surgir un hombre nuevo a partir de aqulque ha cado en la muerte. Alguno preguntar: Y cmo resucitan los muertos?Qu clase de cuerpo tendrn? Necio, lo que t siembras no cobra vida si antesno muere. Y, adems, qu siembras? No siembras lo mismo que va a brotardespus, siembras un simple grano de trigo, por ejemplo, o de alguna otrasemilla. Es Dios quien le da la forma que a l le parece, a cada semilla la suyapropia (1 Co 15, 35-38). Pero tambin nosotros tenemos derecho a preguntarcomo los corintios. Es que vamos a resucitar con un cuerpo? Con qu cuerpo?

    Antes que nada, hemos de entender correctamente el lenguaje de los primeroscristianos. San Pablo no puede ni imaginar una existencia sin cuerpo despus dela muerte. Es que para l, como para todo semita, el cuerpo (soma) indica alhombre entero y no esa realidad fsica, biolgica en la que nosotroshabitualmente pensamos cuando empleamos ese trmino.

    En la mentalidad semita, el cuerpo no es la parte material que tiene el hombre,como contrapuesta a su parte espiritual. No es, como en la concepcin griega,la crcel o el sepulcro donde queda encerrada el alma. El cuerpo es el hombreentero en cuanto que es un ser que se manifiesta, se relaciona y entra encomunin con Dios, con los hombres y con los dems seres. En realidad, paraun hebreo, el hombre no tiene cuerpo sino que es cuerpo, es decir,comunin, apertura, relacin 21.

    Supuesto esto, cmo conciben los primeros cristianos nuestra resurreccin?

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    Antes que nada afirman que nuestra condicin futura ser la que corresponde almodo de existencia de Cristo resucitado. Seremos configurados y conformadoscon el cuerpo de su gloria. Esta es la esperanza de San Pablo: Nosotros somosciudadanos de cielo, de donde esperamos como Salvador al Seor Jesucristo, elcual transfigurar nuestro cuerpo de miseria en un cuerpo de gloria como elsuyo, con esa energa que le permite incluso someterse todas las cosas (Flp 3,20-21).

    La resurreccin significa que Dios lleva a su plenitud esa vida que ha empezadoya a crear en nosotros por medio de Cristo resucitado. Incluso, podemos decir,que la resurreccin no es otra cosa sino Jesucristo mismo, en cuanto quepenetra en la vida individual de los hombres y se convierte en la fuerza de unavida nueva que llega a su plenitud por el acto creador de Dios en la resurreccinde los muertos 22.

    Pero, no podemos decir nada ms de nuestra condicin futura de vida plenaen Cristo resucitado? San Pablo se limita a expresarse en un lenguaje decontraste con nuestra actual condicin. As pasa con la resurreccin de losmuertos: se siembra lo corruptible, resucita incorruptible; se siembra lomiserable, resucita glorioso; se siembra lo dbil, resucita fuerte; se siembra uncuerpo animal, resucita un cuerpo espiritual (1 Co 15, 42-44).

    San Pablo habla de nuestra transformacin futura en la resurreccin trazandouna oposicin entre nuestra condicin actual y la que viviremos una vezresucitados en Cristo 23. Nuestra condicin actual est marcada por lacorrupcin, es decir, por un proceso de destruccin y deterioro que vaarruinando nuestra vida y alienando nuestra existencia. Somos mortales noporque al trmino de nuestra vida biolgica hay un final, sino porqueconstantemente nuestra vida se va vaciando desde dentro, se va desgastando y

    va muriendo. La incorruptibilidad de los resucitados significa la plenitud de lavida, la eliminacin de la muerte en todas sus formas, la libertad plenamenterealizada. Cuando esto corruptible sea vestido de incorruptibilidad y estomortal sea vestido de inmortalidad, entonces se cumplir la palabra escrita: Seaniquil la muerte para siempre(/1Co/15/54-55).

    Actualmente, vivimos en una condicin de miseria, rota la relacin viva decomunin que nos poda unir con Dios. Pero, resucitados, viviremos con uncuerpo de gloria, es decir, vivificados por la fuerza creadora de Dios,transfigurados por su gloria, en total comunin, apertura y comunicacin con l.Los sufrimientos de tiempo presente son cosa de nada comparados con lagloria que va a revelarse reflejada en nosotros (Rm 8, 18). Por eso, los

    creyentes se sienten seguros en la esperanza de alcanzar la gloria de Dios(Rm5, 2).

    Apartados de Dios, nuestra situacin actual es de fragilidad, debilidad eimpotencia. Resucitados, ser la misma fuerza de Dios que la transformar todonuestro ser. Los cristianos esperan ser resucitados despus de la muerte poresa fuerza poderosa que despleg en Cristo, resucitndolo de entre losmuertos(Ef 1, 19-20). Actualmente, nuestro cuerpo es squico. Para San

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    Pablo, el hombre squico es el hombre dejado a s mismo, a sus propiosrecursos, cerrado a Dios. Pero los resucitados tendrn un cuerpo espiritual,es decir, una personalidad vivificada por el Espritu mismo de Dios,transformada y penetrada por el Aliento vital del Creador. El resucitado es unhombre determinado totalmente por el Espritu de Dios. Alguien "que se halladefinitivamente en la dimensin de Dios, que se ha adentrado total yabsolutamente en el seoro de Dios 24.

    En resumen, lo que Pablo quiere expresar es que el resucitado es un hombrelleno de la realidad divina, alguien en quien la vida de Jess se hamanifestado (2 Co 4, 10), Como dice P. N. WAGGETT, no se nos pide quecreamos en la reconstruccin del cuerpo segn un modelo que pertenece alreino de la muerte, sino creer que tanto la muerte del cuerpo como la muertedel espritu han sido vencidos por Cristo

    3 Salvacin integral

    CON EL FIN de entender mejor lo que significa creer en la resurreccin de los

    muertos vamos a contraponer la fe cristiana con otras dos concepciones: lainmortalidad del alma y la reencarnacin.

    1 SEGN la filosofa platnica, en el hombre hay un alma inmortal que no se veafectada por la muerte de cuerpo. Al contrario, cuando el cuerpo muere, elalma queda liberada de las ataduras de la materia y regresa al reino de la vidadivina y eterna.

    De esta concepcin se derivan una serie de consecuencias importantes. Enprimer lugar, parece que la muerte del hombre no se toma con la debidaseriedad. No es una muerte total. Es el cuerpo lo nico que muere, como si elncleo ms nfimo de la persona quedase indemne, sin ser afectado por la

    muerte.

    Consiguientemente, tampoco se toma en serio la superacin de la muerte. Nohay resurreccin total. Lo que tiene futuro y alcanza su plena realizacin no esel hombre en su totalidad, sino tan slo una parte: su alma. Adems, comoadvierte oportunamente E. KSEMANN: No es tan seguro que la simplesupervivencia garantice sin ms la felicidad 26.

    Pero, sobre todo, lo que hay que sealar es que, segn esta concepcin griega,el principio que asegura la supervivencia del hombre est en el mismo hombre yno en la accin de Dios. Se trata de una concepcin antropolgica que se quierebasar en la naturaleza misma de hombre y no de una esperanza que se apoyaen la intervencin salvadora de Dios. Pues bien, aunque durante muchos aosse ha predicado casi ms sobre la inmortalidad del alma que sobre laresurreccin de los muertos, y aunque son bastantes los cristianos que creenms en la inmortalidad del alma que en la accin resucitadora de Dios, hemosde decir que en todo el Nuevo Testamento no encontramos el ms mnimorastro de una esperanza de vida eterna que se apoye en la naturaleza inmortaldel alma. La esperanza de los cristianos se funda exclusivamente en laintervencin poderosa de Dios que ha resucitado a Jess de entre los muertos.

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    Cristo es nuestra esperanza. Los hombres no alcanzamos nuestra realizacindefinitiva por nosotros mismos, en virtud de un alma indestructible que hay ennosotros, sino por la accin salvadera de Dios que nos con-resucita con Cristo.

    Por otra parte, la esperanza de los cristianos no piensa slo en el futuro parauna parte de la persona. No es slo el alma la que alcanza su plena realizacin,

    sino tambin el cuerpo, es decir, todo el hombre. La fe cristiana excluyecualquier visin de la vida eterna que menosprecie el cuerpo como algo sinfuturo. No creemos en una continuidad material de nuestra actual condicincorporal, pero s en una transformacin de nuestra actual corporaldad. Comodice R. GUARDINI: El cristianismo es el nico que se atreve a situar un cuerpode hombre en pleno corazn de Dios 27. Pero hemos de ser conscientes detodo lo que esto significa. Segn nuestra fe, el hombre no alcanza su realizacinplena como un yo espiritual ajeno al mundo y a la historia, sino que, por elcontrario, regresa a Dios como hombre entero, incluso con su corporalidad y,por lo tanto, con su mundo, su historia y su vida entera. La resurreccin delcuerpo arrastra consigo la del mundo y la de la historia en la que el hombre

    est inserto gracias a su corporalidad. Creemos en la resurreccin de la personatotal y concreta, que ha llegado a ser lo que es por su relacin con el mundo ysu actuacin corprea en la historia mundana. No esperamos un futuro paraalmas que emigran de este mundo, sino para personas en las que estninscritas y conservadas las huellas de nuestra historia y nuestro mundo.

    Es el hombre entero y, por tanto, su mundo concreto y su historia, los querecibirn de Dios un nuevo futuro. Por consiguiente, este mundo no es paranosotros un lugar material perecedero cuyo nico objetivo es producir esprituspuros para el otro mundo. En realidad, los cristianos no deberamos hablar deotro mundo, de otra vida, sino de este mundo y de esta vida nuestra que serntransformados y sern otros por la accin resucitadora de Dios inaugurada en

    Jesucristo.Con estas expresivas palabras recoge W. BREUNING el sentido de la fe

    cristiana en la resurreccin total del hombre: Dios ama algo ms que lasmolculas que en el momento de la muerte se encuentran en el cuerpo. Ama aun cuerpo marcado por el cansancio, pero tambin por la nostalgia insatisfechade un peregrinar, a lo largo del cual ha dejado muchas huellas tras de s en unmundo que se ha hecho humano en virtud de dichas huellas... Resurreccin delcuerpo significa que, para Dios, nada de todo ello ha sido en vano, porque lama al hombre. l ha recogido todas las lgrimas, y ni la ms mnima sonrisa leha pasado inadvertida. Resurreccin del cuerpo significa que el hombre norecupera en Dios nicamente su ltimo momento, sino toda su historia 28.

    2 HEMOS de distinguir tambin con suficiente claridad nuestra fe en laresurreccin de los muertos de la creencia en la reencarnacin o latransmigracin de las almas. Esta cosmovisin que aparece por vez primera enla literatura religiosa hind y ms tarde en el budismo y en la doctrina de lametempscosis de diversas escuelas filosfico-religiosas de Grecia, es aceptadahoy ampliamente en Oriente y suscita un inters no despreciable en algunosambientes occidentales.

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    Segn esta creencia, el hombre para alcanzar su purificacin y liberacindefinitivas tiene que peregrinar por varias vidas terrenas. La muerte no es, portanto, una partida definitiva, sino que se nos ofrece de nuevo la posibilidad deotra vida que recomienza desde el principio.

    Todo este proceso de evolucin o involucin est dirigido por la ley del Karma,

    es decir, toda accin (karma) buena o mala tiene un efecto queautomticamente determina el destino del hombre y la ndole de la prximareencarnacin. Las acciones buenas llevan automticamente a unareencarnacin de orden superior y ms feliz, mientras las acciones malasconducen, inevitablemente, a una reencarnacin de rango inferior y ms infeliz.En el budismo, esta serie de reencarnaciones pueden culminar en el nirvana y lafusin con el Absoluto.

    No carece esta visin de aspectos sugestivos para ms de uno. Se explicasatisfactoriamente la diferencia de condiciones y destinos de los individuos. Seofrece a todos la posibilidad de purificacin. Se entiende mejor la brevedad denuestra vida individual en contraste con la inconmensurabilidad del tiempocsmico. Sin embargo, quiz sus principales limitaciones se detectan al cotejarlocon la fe en la resurreccin.

    Los individuos no tienen cada uno verdadero valor. Lo importante es la eternagnesis del Uno, del Absoluto. Los individuos van circulando y transmigrandocomo una necesidad de esa gnesis del Todo. La realidad se despliega en unasucesin indefinida y recurrente de nacimientos y muertes, de evolucin einvolucin, sobre el fondo inmutable de la rigurosa unicidad del Ser. Slo existede verdad el Uno, el Absoluto. La multiplicidad es ilusin o tragedia metafsicapropiciada por la encarnacin 29.

    Por el contrario, desde una perspectiva cristiana, Dios crea por amor a cadaindividuo como un ser nico y singular que nunca deber ser sacrificado al Tododivino, pues Dios mismo quiere entablar con l un dilogo personal.

    Adems, en la visin reencarnacionista, el mal se concibe como una realidadfsica y, consiguientemente, la salvacin aparece como un proceso mecnicodirigido por la ley inflexible del Karma y donde el amor est ausente. Para loscristianos, el mal es moral y consiste en la ruptura personal con ese Dios que esAmor. Por eso, la salvacin no es algo mecnico, sino fruto del amor salvadorde Dios y de la conversin personal del hombre que se va madurando en elespacio de su existencia temporal. La muerte puede finalizar su tiempo, pero nodestruir su vida, pues el Amor creador de Dios lleva a su plenitud aquella vida

    que empez a crear en nosotros como individuos aqu en la tierra.Por todo ello, para los cristianos esa vida futura despus de la muerte slo

    puede llevar un nombre que no es el de inmortalidad o reencarnacin, sino el deresurreccin.

    4 Cundo resucitaremos?

    SIN DUDA, son muchas las preguntas que nos podemos hacer en tomo a esta

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    resurreccin. Cundo suceder? Hemos de esperar hasta el final de lostiempos o podemos esperar una resurreccin inmediata en el momento en quemorimos cada uno? Qu pensar de ese estado intermedio entre la muerte yla resurreccin final? Cmo imaginar la situacin del hombre durante esa largaespera? San Pablo mantiene firme su esperanza en Cristo, pero su pensamientopermanece indeciso al hablarnos de ese estado intermedio entre la muerteindividual de cada uno y la resurreccin final.

    Ciertamente, nuestra transformacin gloriosa tendr lugar cuando venga elSeor. Entonces seremos revestidos de su gloria (Flp 3, 20-21). Pablopreferira llegar a ese momento vivo, es decir, vestido con su cuerpo. Pero vecada vez con ms claridad la probabilidad de morir antes de la venida delSeor.

    Lo nico que nos afirma de este estado intermedio entre la muerte y laresurreccin final es lo que sigue. El hombre est desnudo, es decir, sincuerpo. Pero vive con el Seor (2 Co 5, 8), est con el Seor. Este vivir conel Seor, sin el cuerpo, es ms deseable que vivir en la tierra con cuerpo perolejos del Seor. Pablo lo prefiere. Mientras habitamos en el cuerpo, vivimoslejos del Seor.... y preferimos salir de este cuerpo para vivir con el Seor (2Co 5, 6-8).

    La conviccin que parece subyacer en todo su planteamiento es que el creyenteest tan unido al Seor desde esta vida, que la muerte no puede interrumpiresa comunin, sino que prosigue y se hace ms real, aun sin alcanzar todava laplenitud final de la resurreccin.

    San Pablo no sabe probablemente explicar cmo es que el muerto puede vivircon el Seor sin que haya sucedido todava la resurreccin final. Pero su fe esfirme y clara: Si vivimos, para el Seor vivimos; y si morimos, para el Seormorimos. As que, ya vivamos, ya muramos, del Seor somos (Rm 14, 8). Noduda de su fe: Estoy plenamente seguro, ahora como siempre, de que Cristoser glorificado en mi cuerpo, por mi vida o por mi muerte, pues, para m, lavida es Cristo y, morir, una ganancia (Flp 1,20-21). Qu podemos decirnosotros? En primer lugar, la muerte no nos podr separar de Cristo que esSeor de vivos y muertos (Rm 14, 9). El hombre sigue viviendo en el Seorantes de la resurreccin final.

    Pero esta vida-en el Seor no es todava la resurreccin gloriosa del fincuando irrumpa en plenitud el poder de Dios sobre el mundo. No es fcilexplicar ese -estado intermedio. HOY son bastantes los que, abandonando la

    doctrina de un alma inmortal, hablan de una resurreccin que acontece en lamuerte misma del individuo 30. Segn esto, al morir, el hombre sale del tiempoy penetra ya en la eternidad. Pero en ese mundo eterno de Dios ya no existenuestro espacio ni nuestro tiempo. Por eso, el muerto deja tras de s el tiempohistrico y penetra en el final del mundo. Ya no existe estado intermedio. Loshombres van muriendo en distintos momentos de la historia, pero todos vanencontrando a Dios en el nico y eterno punto de la vida eterna.

    Posicin sugestiva que, sin embargo, ofrece sus dificultades. Cmo puede

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    propiamente finalizar ya la historia en algn sitio (fuera de Dios mismo!)mientras que en realidad se encuentra todava de camino? 31. Qu ocurrecon la dimensin universal de la resurreccin? Llegar alguna vez laconsumacin final del cosmos?

    Con fecha de 17 de mayo de 1979, la Congregacin de la Fe publicaba una

    Carta referente a algunas cuestiones de escatologa. En ella se dice que laIglesia afirma la continuidad y la existencia autnoma del elemento espiritual enel hombre tras la muerte. Y, sin pretender limitar la investigacin teolgica,afirma que no hay fundamentos slidos para prescindir del trmino alma, sinoque, por el contrario, ve en l un instrumento verbalmente necesario paraasegurar la fe de la Iglesia.

    Lo que s debemos decir es que no se trata de canonizar una determinadametafsica ni una teora del alma separada . Se trata ms bien de afirmar lacontinuidad de nuestro yo ms all de la muerte, cuando ya no posee uncerebro como sustrato fisiolgico e instrumento de actuacin. No espropiamente un alma separada, sino un yo que ha interiorizado lamateria a lo largo de la vida y ha llegado a ser lo que es por su actuacin atravs de la corporalidad. Tampoco se trata de la parte indestructible delhombre que por su misma esencia exige pervivencia, sino del yo del hombreque recibe la vida de quien es el Amor.

    Algunos como P. BENOIT 33 piensan que ese YO del hombre muerto esvivificado por su unin vital con el cuerpo de Cristo resucitado. El Espritu quevivifica al hombre ms all de su muerte sera el Espritu de Cristo resucitadoque, al final de los tiempos, llevar a sus elegidos a la plenitud.

    3 Dinamismo de la fe en la resurreccin

    LA FE EN LA RESURRECCIN final introduce un dinamismo nuevo en nuestraexistencia actual e implica ya unas exigencias en nuestro modo de vivir el msac. Antes que nada, hemos de decir que la comunin final con Cristoresucitado en la plenitud de su gloria, exige ya desde ahora una comunin devida y de actuacin durante nuestra vida terrestre. Para decirlo grficamentecon JON SOBRINO: Sera un error pretender apuntarse a la resurreccin deJess en su ltimo estadio, sin recorrer las mismas etapas histricas que Elrecorri 34.

    Vivimos ya como hombres resucitados, en camino hacia la Vida definitiva, enla medida en que recorremos el camino de Jess. Resucitaremos en la medida

    en que hayamos vivido animados por el Espritu que lo resucit a l. No todoresucitar. De todos nuestros esfuerzos, luchas, trabajos y sudores,permanecer lo que haya sido vivido en el Espritu de Jess, lo que haya estadoanimado por el amor. Si el Espritu de Aquel que resucit a Jess de entre losmuertos habita en vosotros, Aquel que resucit a Cristo Jess de entre losmuertos, dar tambin la vida a vuestros cuerpos mortales por su Espritu quehabita en vosotros (Rm 8, 11; cfr. Ga 6, 7-8). Tenemos que vivir como SanPablo, tratando de llegar a la resurreccin de entre los muertos (Flp 3, 11).

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    1 Fe radical en el Dios de Jesucristo

    LA FE EN LA RESURRECCIN implica una radicalizacin de nuestra fe en el Diosque ha resucitado a Jesucristo.

    Nosotros creemos que Dios no es slo el Creador de la vida que, en los

    orgenes, llama de la nada al ser, sino el Resucitador que, al final, es capaz dellamar de la muerte a la vida. l est al comienzo y al final de la vida. Es Alfa yOmega.

    Nosotros no ponemos nuestra confianza en nosotros mismos, sino en Dios queresucita a los muertos (2 Co 1, 9). Creemos que ms all de la muerte, msall de los lmites de todo lo que en esta vida experimentamos, Dios tiene laltima palabra. Palabra que crea una vida que ni la misma muerte puededetener, pues es vida que procede del amor infinito de Dios y, por tanto, msfuerte incluso que la muerte.

    2 Amor a la vida

    QUIEN ha credo en la resurreccin comienza a creer en Dios de manera nueva,como un Dios de vivos, como un Padre apasionado por la vida y, enconsecuencia, comienza a amar la vida de manera radicalmente nueva, con unamor total: amor a la vida antes de la muerte y amor a la vida despus de lamuerte.

    Quien vive desde la dinmica de la resurreccin afirma la vida y la ama yadesde ahora. Vive creciendo como hombre, liberndose de toda servidumbre,esclavitud o alienacin que nos esteriliza y mata, acrecentando la capacidad deamar, desarrollando todas las posibilidades creativas.

    Pero, al mismo tiempo, quien cree en la resurreccin afirma la vida eterna, laama y la busca frente a una absolutizacin de la vida vivida aqu y ahora 35.Frente a ese grito que, de diversas maneras se escucha en nuestra sociedad:Lo queremos todo y lo queremos ahora, frente a ese afn de estrujar la viday reducirla al disfrute del presente, frente al hedonismo como ideologa delgoce irreflexivo de la vida, el consumismo como ideologa de la disponibilidadilimitada sobre los bienes de consumo de la sociedad de la opulencia 36,nosotros afirmamos que este mundo no es lo definitivo, la realidad ltima en laque debemos enraizar nuestra felicidad. Somos peregrinos que arrastramosesta tierra hacia su plenitud.

    Probablemente, muchos suscribiran tambin hoy las palabras apasionadas de

    NIETZSCHE: Yo os conjuro, hermanos mos, permaneced fieles a la tierra y nocreis en los que os hablan de experiencias supraterrenas. Consciente oinconscientemente, son unos envenenadores.... La tierra est cansada de ellos;que se vayan de una vez! Pero qu es ser fiel a esta tierra que clama poruna plenitud y reconciliacin total? Qu es ser fiel al hombre y a toda la sed defelicidad que se encierra en su ser?

    Los cristianos hemos sido acusados de haber puesto nuestros ojos en la otra

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    vida y habernos olvidado de sta. Y, sin duda, es cierto que una esperanza malentendida ha conducido a bastantes cristianos a abandonar la construccin de latierra e, incluso, a sospechar de casi toda felicidad o logro terrestre disfrutadopor los hombres. Y, sin embargo, la esperanza en la resurreccin consisteprecisamente en buscar y esperar la plenitud y realizacin total de esta tierra.Ser fiel a este mundo hasta el final, sin defraudar ni desesperar de ningnanhelo o aspiracin verdaderamente humanos.

    3 Nueva actitud ante el morir

    EN LA SOCIEDAD moderna existe una verdadera crisis sobre el sentido quehemos de dar a la muerte. No podemos conservar ya la actitud antigua cara ala muerte y todava no hemos descubierto una actitud nueva respecto a ella37, Se est imponiendo una nueva manera de morir. La muerte repentina,antes rara, se ha convertido en algo frecuente en nuestros das. Por otra parte,los enfermos no mueren en el entorno familiar del hogar, sino en un centromdico, rodeados de los ms modernos adelantos tcnicos, pero donde laagona se convierte en un proceso mecnico, despersonalizado y, a menudo,deshumanizado- 38.

    La muerte se ha convertido para muchos en un acontecimiento solitario,aislado, confinado al mundo de los tcnicos sanitarios. En ese aislamiento de lamuerte, el hombre apenas recibe algo que lo ayude a vivir ms humanamenteese momento transcendental de su vida. Una de las situaciones ms crueles denuestra sociedad es la soledad en la que queda abandonado el moribundo consus dudas, sus miedos y angustias, privado de su derecho a conocer, preparar yvivir humanamente su propio morir.

    P. L. BERGER ha dicho que toda sociedad humana es, en ltima instancia, unacongregacin de hombres frente a la muerte. Por ello, precisamente es ante lamuerte donde aparece con ms claridad la verdad de la civilizacincontempornea que no sabe exactamente qu hacer con ella si no es ocultarlaaspticamente y evitar al mximo su trgico desafo. Qu es lo que puedeaportar la esperanza cristiana?

    El creyente no acepta el nihilismo de quienes se acercan a su muerte como a ladefinitiva extincin en la nada. El morir no es para los cristianos ese hechobrutal y absurdo del que nos habla J. P. SARTRE y que nos convierte en purodespojo para los otros 39. No entendemos tampoco nuestra existencia como unser-para-la-muerte en el sentido en que habla M. HEIDEGGER. Tampoco nosacercamos a nuestro morir en esa actitud hecha de impaciencia, curiosidad y

    anhelo de la que nos habla E. BLOCH recogiendo la famosa frase de Rabelais yamoribundo: Me voy a buscar un gran "quiz.

    Quien cree en la resurreccin, adopta una actitud nueva ante el morir. Sumuerte es un con-morir con Cristo hacia la vida, la libertad y la plenitud 40.No morimos hacia una oscuridad, un vaco, una nada, sino morimos hacia unnuevo ser, hacia la plenitud, el pleroma, la luz de un da del todo distinto 41.

    4 Lucha contra la muerte

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    CUANDO uno vive desde la fe en la resurreccin, adopta una actitud radical delucha por la vida y combate contra la muerte. La razn es sencilla. La fe en laresurreccin de Jess y en la nuestra propia nos descubre que Dios es alguienque pone vida donde los hombres ponen muerte, alguien que genera vida dondenosotros la destruimos.

    Esta lucha contra la muerte debemos iniciarla en nuestro propio corazncampo de batalla en el que dos tendencias se disputan la primaca: el amor ala vida y el amor a la muerte (E. FROMM). Desde el interior mismo de nuestralibertad vamos decidiendo el sentido de nuestra existencia. O nos orientamoshacia la vida, por los caminos de un amor creador, una entrega generosa alservicio de la vida, una solidaridad generadora de vida. O nos adentramos porcaminos de muerte, instalndonos en un egosmo estril y decadente, unautilizacin parasitaria de los otros, una apata e indiferencia total ante elsufrimiento ajeno.

    La fe en la resurreccin ha de impulsar al creyente a hacerse presente alldonde se produce muerte, para luchar contra todo lo que ataque la vida.Hemos de testimoniar con hechos que la vida del Resucitado ha roto el dominiouniversal de la muerte. Hemos de tomar partido por la vida dondequiera que lavida sea lesionada, ultrajada, secuestrada, destruida.

    Esta lucha del cristiano contra la muerte, no nace slo de unos imperativosticos, sino de su fe en la resurreccin y en la vida. Y debe ser firme ycoherente en todos los frentes: muertes provocadas por la violencia, genocidiode tantos pueblos del tercer mundo, aborto, eutanasia activa, exterminio lentopor hambre y miseria, destruccin por tortura, amenaza de la vida por laimplantacin de armas nucleares, destruccin de la naturaleza... Naturalmente,no todo debe ser juzgado de la misma manera. Pero es en esta situacin que K.

    MARTI ha llamado de mutuo asesinato, donde los creyentes hemos dedemostrar que nuestra esperanza en la resurreccin es algo ms que cultivarun optimismo barato en la esperanza de un final feliz (H. KNG). El creyentesabe que desde ahora y aqu mismo se nos llama a la resurreccin y a la vida.La resurreccin se hace presente y se manifiesta all donde se lucha y hasta semuere por evitar la muerte que est a nuestro alcance 42.

    5 Defensa de los crucificados

    LOS CRISTIANOS hemos olvidado con frecuencia algo que los primeroscreyentes subrayaban con fuerza: Dios ha resucitado precisamente alcrucificado por los hombres (Hch 2, 23-34; 3, 13-15; 4, 10, etc.). El resucitado

    lleva las llagas del crucificado (Lc 24, 40; Jn 20, 20).Esto significa que la resurreccin de Jess ha sido la reaccin de Dios ante la

    injusticia de los que han crucificado a Jess. El gesto resucitador de Dios nosdescubre no slo el triunfo de la omnipotencia de Dios, sino tambin la victoriade su justicia sobre las injusticias de los hombres.

    Por eso, la resurreccin de Jess es esperanza de resurreccin, en primerlugar, para los crucificados. No le espera resurreccin a cualquier vida, sino a

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    una existencia crucificada y vivida con el espritu de crucificado. Caminamoshacia la resurreccin cuando nuestro vivir diario no es una cmoda evasin delos problemas y sufrimientos de las gentes, sino una entrega constante ycrucificada a los dems. Cuando nuestra vida no es la bsqueda de unconfortable bien-estar, sino un desvivirse sacrificado por una vida mshumana para todos. Slo desde esa participacin humilde de la crucifixin deJess podemos esperar con confianza la resurreccin. "Llevamos siempre ennuestros cuerpos por todas partes el morir de Jess, a fin de que tambin lavida de Jess se manifieste en nuestro cuerpo (2 Co 4, 10).

    Pero, adems, entrar en la dinmica de la resurreccin del Crucificado, esponerse de parte de todos los que sufren crucificados de tantas maneras. No esesperanza cristiana la que nos conduce a desentendemos del sufrimiento ajeno.Precisamente, porque cree y espera un mundo nuevo y definitivo, el creyenteno puede tolerar ni conformarse con este mundo lleno de lgrimas, sangre,violencia, injusticia y extorsin.

    Quien no hace nada por cambiar este mundo, no cree en otro mejor. Quien nohace nada por desterrar la violencia, no cree ni busca una sociedad msfraterna. Quien no lucha contra la injusticia, no cree en un mundo ms justo.Quien no trabaja por liberar al hombre del sufrimiento, no cree en un mundonuevo y feliz. Quien no hace nada por cambiar y transformar la tierra, no creeen el cielo. Estamos del lado de los que crucifican o de aquellos que soncrucificados? Estamos de parte de los que destruyen la vida de los hombres ode aquellos que defienden a los crucificados aun con riesgo de su propiacrucifixin? La fe en la resurreccin daba a los primeros creyentes capacidad devivir sin reservas y de manera incondicional el amor al hermano. Quien creedesde su corazn en la resurreccin es un hombre libre que no puede serdetenido en su amor liberador con nada ni por nadie. La libertad comienza all

    donde sbitamente se deja de tener miedo. Todo acaba con la muerte y, portanto, la vida es, de alguna manera, todo; tal es el pilar ms firme de lasideologas de poder.... Todos los movimientos liberadores comienzan con un parde hombres que pierden el miedo y se comportan de modo distinto a comoesperaban de ellos sus dominadores 43.

    Conclusin

    TERMINAMOS con unas palabras de R. H. ALVES que pueden ser interpeladoraspara todo hombre que busca honradamente un sentido ltimo al misterio delhombre: Qu es la esperanza? Es el presentimiento de que la imaginacin esms real y la realidad menos real de lo que parece. Es la sensacin de que la

    ltima palabra no es para la brutaldad de los hechos que oprimen y reprimen.Es la sospecha de que la realidad es mucho ms compleja de lo que nos quierehacer creer el realismo, que las fronteras de lo posible no estn determinadaspor los lmites del presente y que, de un modo milagroso e inesperado, la vidaest preparando un evento creativo que abrir el camino haca la libertad yhacia la resurreccin 44.

    Para los cristianos, este presentimiento y esta sospecha se hace fe firme y

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    24 W. KASPER, Jess el Cristo, Salamanca, 1976, p. 185.25 Citado por A. M. RAMSEy en La resurreccin de Cristo, Bilbao, 1971, pp. 155-156.26 E. KSEMANN, citado por J. GNILKA en La resurreccin corporal en la exgesis moderna, en

    Concilium 60, 1970, p. 134.27 Citado por F. VARILLON en Joie de croire, joi de vivre, Pars, 1981, p. 186.28 Citado por G. GRESHAKE, Ms fuertes que la muerte. Lectura esperanzada de los Novsimos,

    Santander 1981, pp. 97-98.

    29 J. L. RUIZ DE LA PEA, Resurreccin o reencarnacin? en Communio III, 1980, p. 288. Ver,sin embargo, nuevas actitudes en algunas corrientes actuales del hinduismo. S. RAYAN, Laesperanza escatolgica del hinduismo en Concilium 41, 1969, pp. 121-123.

    30 Vgr. G. Lohfink, G. Greshake, etc. Vase tambin el catecismo holands.31 J. RATZINGER, Entre muerte y resurreccin, en Communio, 111, 1980, p. 281.32 Cfr. J. M. GONZLEZ-RUIZ, Hacia una desmitologizacin del alma separada? en Concilium

    41, 1979, pp. 83-96.33 P. BENOIT, Resurreccin al final de los tiempos o inmediatamente despus de la muerte? en

    Concilium, 60, 1970, pp. 99-111, sobre todo 109-111.34 JON SOBRINO, Jess en Amriica Latina. Su significado para la fe y la cristologa, Santander,

    1982, p. 245.35 H. KNG, Vida eterna?, Madrid 1983, p. 309.36 H. KNG, Vida etema?, Madrid 1983, p. 309.37 Ver Ph. ARiEs, La mort inverse: la changement des attitudes devant la mort dans les societs

    occiden- tales en La Maison-Dieu 101, 1970, pp. 57-89. E. MORIN, L'homme et la mort,Pars, 1970.

    38 Ver E. KBLER.ROSS, On Death and Dying, Nueva York, 1969.39 J. P. SARTRE, L'tre et le nant, Pars, 1946, p. 617.40 K. RAHNER, Sentido teolgico de la muerte, Barcelona, 1969, pp. 75-80.41 H. KNG, Vida etema?, Madrid 1983, p. 284.42 J. M. CASTILLO, Cmo, dnde y en quin est presente y acta el Seor resucitado? en Sal

    Terrae 3, 1982, p. 212.43 J. MOLTMANN, Sobre la libertad, la alegra y el juego, Salamanca, 1972, pp, 27-28.