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DARWINISMO PARTIDISTA: LA SELECCIÓN DE CANDIDATOS A GOBERNADOR DEL PRI EN FUNCIÓN DE LA ALTERNANCIA PRESIDENCIAL Felipe Mancilla Margalli Universidad de Salamanca [email protected] RESUMEN: El Partido Revolucionario Institucional (PRI) ha participado en todas las elecciones que se han celebrado desde su fundación. Pero las condiciones de su actuación se han transformado radicalmente en el transcurso de los últimos sexenios, federales y estatales, en particular en función de la alternancia en la Presidencia de la República que era el eje omnímodo de la vida política mexicana, la instancia decisoria de las candidaturas ganadoras a las gubernaturas y el principal árbitro para dirimir las controversias surgidas en el ámbito de los poderes regionales. Palabras clave: Selección de candidatos, historia política, política regional, adaptabilidad partidista, alternancia. INTRODUCCIÓN “El elector goza del sagrado privilegio de votar por un candidato que eligieron otros”. Ambrose Bierce. El objetivo de este trabajo consiste en estudiar, a partir de una perspectiva comparada temporal y espacial, las transformaciones en los métodos de selección de candidatos a gobernador del Partido Revolucionario Institucional ( PRI), creado desde el poder gubernamental e instrumentado en función del mismo, en el nuevo escenario político generado a partir de la alternancia partidista en el Ejecutivo federal. Se analizan características de la dinámica partidista y su adaptabilidad, contextos, reformas institucionales, incentivos, consecuencias internas y externas, así como características de la información que dichos cambios generan. En la historia reciente del PRI 1 , elección tras elección, el tema de la selección de candidatos se ha convertido en un gran problema y en una coyuntura de grandes riesgos y rupturas (Reyes y Reyes, 2003: 19). Particularmente desde su XIV Asamblea Nacional (efectuada en septiembre de 1990) y hasta la fecha, en el PRI se discuten y se reforman las reglas para seleccionar candidatos a cargos de elección popular, una de las actividades sustanciales de todo partido político, diseñados para aglutinar intereses y para competir por el ejercicio del poder. El PRI, en sus orígenes, al ser un instrumento de la elite gobernante se convirtió en la representación del poder político por antonomasia. Aunque en la década de 1940 comenzó a perder algunas elecciones a nivel municipal, ello no se dio en forma significativa y nunca con el riesgo de perder la hegemonía que entonces gozaba. Hasta 1988 contó, dentro del Congreso de la Unión, con mayoría calificada en la Cámara de Diputados (dos terceras partes) y con la totalidad de la Cámara de Senadores. Hasta 1989 no perdió una elección para gobernador y en el año 2000 perdió, por primera 1 Fundado en 1929 por Plutarco Elías Calles bajo la denominación de Partido Nacional Revolucionario (PNR), transformado por Lázaro Cárdenas en el Partido de la Revolución Mexicana (PRM) en 1938 y en el Partido Revolucionario Institucional (PRI), por Miguel Alemán Valdés, desde 1946. En opinión de Rodrigo Borja (1998: 1015) “es la historia del protagonista del unipartidismo mexicano”. Para Gastón García Cantú (1983: 249-259) es inexacto considerar que el PNR, PRM y el PRI sean, en la teoría y en la práctica, un mismo partido. En esta apreciación el PNR se fundó para aglutinar a las diversas fuerzas de la Revolución (quebrantando la evolución autónoma de los partidos regionales), para lograr el tránsito de la diversidad política a la solidaridad con los poderes públicos, fundiendo en un mismo propósito el instrumento electoral con la hegemonía política. El PRM, en cambio, fue el instrumento del ascenso social y de la movilización nacional para defender la reforma agraria y la expropiación petrolera. Finalmente al PRI lo considera una expresión contrarrevolucionaria que se mantuvo por medio de la supeditación de las instituciones.

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DARWINISMO PARTIDISTA: LA SELECCIÓN DE CANDIDATOS A GOBERNADOR DEL PRI EN FUNCIÓN DE

LA ALTERNANCIA PRESIDENCIAL Felipe Mancilla Margalli Universidad de Salamanca [email protected]

RESUMEN: El Partido Revolucionario Institucional (PRI) ha participado en todas las elecciones que se han celebrado desde su fundación. Pero las condiciones de su actuación se han transformado radicalmente en el transcurso de los últimos sexenios, federales y estatales, en particular en función de la alternancia en la Presidencia de la República que era el eje omnímodo de la vida política mexicana, la instancia decisoria de las candidaturas ganadoras a las gubernaturas y el principal árbitro para dirimir las controversias surgidas en el ámbito de los poderes regionales.

Palabras clave: Selección de candidatos, historia política, política regional, adaptabilidad partidista, alternancia.

INTRODUCCIÓN

“El elector goza del sagrado privilegio de votar por un candidato que eligieron otros”. Ambrose Bierce.

El objetivo de este trabajo consiste en estudiar, a partir de una perspectiva comparada temporal y espacial, las transformaciones en los métodos de selección de candidatos a gobernador del Partido Revolucionario Institucional (PRI), creado desde el poder gubernamental e instrumentado en función del mismo, en el nuevo escenario político generado a partir de la alternancia partidista en el Ejecutivo federal. Se analizan características de la dinámica partidista y su adaptabilidad, contextos, reformas institucionales, incentivos, consecuencias internas y externas, así como características de la información que dichos cambios generan.

En la historia reciente del PRI1, elección tras elección, el tema de la selección de candidatos se ha

convertido en un gran problema y en una coyuntura de grandes riesgos y rupturas (Reyes y Reyes, 2003: 19). Particularmente desde su XIV Asamblea Nacional (efectuada en septiembre de 1990) y hasta la fecha, en el PRI se discuten y se reforman las reglas para seleccionar candidatos a cargos de elección popular, una de las actividades sustanciales de todo partido político, diseñados para aglutinar intereses y para competir por el ejercicio del poder.

El PRI, en sus orígenes, al ser un instrumento de la elite gobernante se convirtió en la representación del poder político por antonomasia. Aunque en la década de 1940 comenzó a perder algunas elecciones a nivel municipal, ello no se dio en forma significativa y nunca con el riesgo de perder la hegemonía que entonces gozaba. Hasta 1988 contó, dentro del Congreso de la Unión, con mayoría calificada en la Cámara de Diputados (dos terceras partes) y con la totalidad de la Cámara de Senadores. Hasta 1989 no perdió una elección para gobernador y en el año 2000 perdió, por primera

1 Fundado en 1929 por Plutarco Elías Calles bajo la denominación de Partido Nacional Revolucionario (PNR), transformado por Lázaro Cárdenas en el Partido de la Revolución Mexicana (PRM) en 1938 y en el Partido Revolucionario Institucional (PRI), por Miguel Alemán Valdés, desde 1946. En opinión de Rodrigo Borja (1998: 1015) “es la historia del protagonista del unipartidismo mexicano”. Para Gastón García Cantú (1983: 249-259) es inexacto considerar que el PNR, PRM y el PRI sean, en la teoría y en la práctica, un mismo partido. En esta apreciación el PNR se fundó para aglutinar a las diversas fuerzas de la Revolución (quebrantando la evolución autónoma de los partidos regionales), para lograr el tránsito de la diversidad política a la solidaridad con los poderes públicos, fundiendo en un mismo propósito el instrumento electoral con la hegemonía política. El PRM, en cambio, fue el instrumento del ascenso social y de la movilización nacional para defender la reforma agraria y la expropiación petrolera. Finalmente al PRI lo considera una expresión contrarrevolucionaria que se mantuvo por medio de la supeditación de las instituciones.

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vez, una elección presidencial. Seis años después quedó relegado a un tercer lugar en las preferencias ciudadanas para elegir presidente de la República.

A pesar de lo anterior, el PRI sigue siendo uno de los pilares del sistema de partidos en México y sigue registrando un número importante de votos en todos los órdenes de gobierno, pero principalmente en las elecciones locales. Actualmente hay dieciocho gobernadores priístas2, de un total de treinta y dos (incluyendo en esta cifra total a la jefatura de Gobierno del Distrito Federal, que cuenta con otra naturaleza jurídica y que desde que es electa por el voto popular nunca ha sido ejercida por el PRI), en contraste con las ocho gubernaturas del Partido Acción Nacional (PAN)3 y las seis del Partido de la Revolución Democrática (PRD)4.

Catorce entidades federativas han sido gobernadas ininterrumpidamente por un titular del Ejecutivo estatal emanado del PRI; otras catorce fueron perdidas por el PRI y no han vuelto a ser ganadas por sus candidatos en elecciones siguientes, y cuatro gubernaturas que perdió electoralmente las ha recuperado, por la misma vía5. Sus gobernadores ejercen sobre el 56% de la población. Además el PRI es mayoría en 19 de los 32 congresos locales6

Derivado de su historia, así como de sus estructuras sectorial7 y territorial8, cuyos criterios de organización reflejan las características e intereses de los ciudadanos que los conforman, el PRI estuvo durante décadas ligado estrechamente al gobierno, tanto a nivel federal como local. Esa relación dio como consecuencia se le identificara como un partido del gobierno y no en el gobierno (Báez: 396-402), un partido nacido desde el poder y no desde la aspiración por acceder a éste. Entre las claves de su longevidad se señalan su cercanía con el Estado, su capacidad de incorporar sectores organizados y su habilidad de transmitir el poder sin problemas (Aguayo, 2000: 245).

Para Maurice Duverger el ejemplo esencial de un régimen de partido muy dominante fue el mexicano, al que situó como intermediario entre los regímenes de partido dominante, como las democracias de tipo occidental y los de partido único, en donde el partido dominante no tiene frente a él más que a minúsculos grupos que desempeñan solamente un papel de figuración para dar la ilusión de la pluralidad. La organización de la mayor parte de los partidos reposa esencialmente en prácticas y en hábitos no escritos, y el PRI no constituyó una excepción (citado por Garrido, 1986: 17).

Así pues, este sistema político nació con tres características que le fueron esenciales, y que en muy buena medida explican su agotamiento: presidencialismo, monopartidismo y corporativismo (González y Lomelí, 2000: 11-32). Presidencialismo que implicaba no a las armas, no a las leyes, sino el presidente de la República, su voluntad de por medio, como árbitro supremo, como última instancia de poder, presidente ejecutivo, legislativo y judicial. Lo que ocurría en la Presidencia de la República se reproducía en las entidades federativas. Esto se reafirmó en la alternancia.

Durante décadas el sistema político mexicano funcionó y fue eficaz, con un partido hegemónico o de Estado, y un presidente de la República que era el centro del mismo, la cúspide de la pirámide del poder. Jorge Carpizo (1978: Capítulo XVI) describió el funcionamiento del presidencialismo mexicano en su momento de mayor concentración de poder, atribuyendo al titular del Ejecutivo facultades metaconstitucionales entre las que se encontraban la jefatura real del PRI, la designación de su propio sucesor, así como la designación y remoción de los gobernadores9. Después de la alternancia

2 Las entidades federativas cuyo titular del Ejecutivo fue postulado por el PRI son: Campeche, Coahuila, Colima, Chihuahua, Durango, Hidalgo, México, Nayarit, Nuevo León, Oaxaca, Puebla, Quintana Roo, Sinaloa, Sonora, Tabasco, Tamaulipas, Veracruz y Yucatán. 3 Las entidades federativas cuyo titular del Ejecutivo fue postulado por el PAN son: Aguascalientes, Baja California, Guanajuato, Jalisco, Morelos, Querétaro, San Luis Potosí, y Tlaxcala. 4 Las entidades federativas cuyo titular del Ejecutivo fue postulado por el PRD son: Baja California Sur, Chiapas, Distrito Federal, Guerrero, Michoacán y Zacatecas. 5 Se trata de las gubernaturas de Chihuahua, Nayarit, Nuevo León y Yucatán. 6 Datos obtenidos en www.pri.org.mx, página web consultada el día que el PRI celebró su XX Asamblea Nacional, 23 de agosto de 2008. 7 Los tres sectores que integran al PRI son el Agrario, el Obrero y el Popular, representados principalmente por la Confederación Nacional Campesina (CNC), la Confederación de Trabajadores de México (CTM) y la Confederación Nacional de Organizaciones Populares (CNOP), respectivamente. 8 La estructura territorial se refiere a la Asamblea General de Delegados, los comités directivos estatales y municipales, así como a los comités seccionales.

9 En Estados centralistas, como Chile, el presidente de la República nombra por disposición constitucional a los gobernadores, y éstos, de acuerdo con la propia ley fundamental, están obligados a cumplir las órdenes y resoluciones que reciben del presidente. La

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presidencial de 2000 ese mecanismo ya no operó, pero el PRI mantiene una función protagónica en la política nacional en su conjunto y en la de los estados en particular.

Hasta finales de la década de 1980, generalmente los candidatos del PRI se convertían en representantes populares sin resistencia (interna o externa) efectiva. Formalmente no constituía una imposición política por mediar la realización de procesos electorales que en la práctica confirmaban una decisión cupular. Ante la inexistencia de una oposición organizada y viable electoralmente, los candidatos de un solo partido se convertían en los gobernadores de los estados.

En los tiempos de dominio absoluto del PRI, la disputa por las gubernaturas se registraba en el contexto de la sucesión presidencial, pero también fue el escenario, desde la llegada de la generación neoliberal con Miguel de la Madrid (1982-1988), de la lucha encarnizada entre los políticos tradicionales y los tecnócratas modernizadores, con ideas y proyectos de Nación muy diferentes. (Ávila, 2006: 133) y la práctica de la operación cicatriz, eufemismo10 que se refería a la posibilidad de incorporar a los precandidatos perdedores en cargos de la administración pública o partidista, una reubicación en la estructura de poder, solución que se fue difuminando conforme el partido perdía posiciones de poder.

La tecnocracia identificada con los tres últimos presidente priístas (De la Madrid Hurtado, Salinas de Gortari y Zedillo Ponce de León) cedió la titularidad presidencial tras la derrota electoral del año 2000 y obligó a la consecuente transformación del sistema político mexicano, una de cuyas expresiones más notables han sido los cambios registrados en los procesos de selección de candidatos del PRI a las gubernaturas. El papel fundamental que en este aspecto jugaba el presidente de la República, en el régimen posrevolucionario, se vio forzosamente modificado al acceder a la titularidad del Poder Ejecutivo federal un candidato postulado por una opción partidista diferente.

La ideología y la práctica política del PRI han variado notablemente a lo largo de su trayectoria11. La voluntad presidencial no era la condicionante única de su desempeño. En el análisis de su transformación deben considerarse también otros factores, como el tipo de sistema político, la estructura interna de los partidos, los conceptos generales de representación y el papel de los partidos políticos en el proceso de formación de voluntad política (Nohlen, 2004: 120). Las transformaciones partidistas no se logran por decreto, sino que son el resultado precisamente de factores complejos que van concretándose en formas de acción política12. Como sistema combinado, el sistema segmentado mexicano (que atiende muy bien a las tres funciones básicas de representación, concentración y participación), junto con las reformas de la administración y la justicia electoral, ha sido una muy buena inversión en democracia y en adaptación de México a los retos de la globalización (ibídem: 321- 333).

A principios del siglo XXI las características, tanto del sistema político mexicano como del subsistema de partidos, son tan diferentes de aquellos que prevalecieron la mayor parte del siglo XX, que es necesario establecer nuevas definiciones para entender el ambiente en el que se mueven las fuerzas políticas (Marván, 2002: 65). Por ello, para estudiar la transformación de los procesos de selección de candidatos a gobernador del PRI se consideran en este trabajo las últimas cinco nominaciones en cada una de las entidades federativas (con excepción del Distrito Federal, que en su experiencia moderna sólo en tres ocasiones ha contado con candidatos). Esto abarca un lapso de casi tres décadas, de 1978 a 2007, en razón de los distintos tiempos en que en los estados mexicanos se llevan a cabo procesos electorales locales.

Se ha hecho esta selección temporal porque incluye un periodo representativo de la evolución electoral y partidista de México, porque coincide con el de los esfuerzos por la democratización de su sistema político y el de su fortalecimiento institucional, y porque se trata de un fragmento de la historia

diferencia es que en esos países era constitucional lo que en México era metaconstitucional, o sea una práctica del régimen derivada de las reglas no escritas de su sistema político y del papel que desempeñaba el Ejecutivo federal.

10 México cuenta con un léxico electoral muy colorido; a saber: acarreo, alquimistas, aplanadora, caída del sistema, cargada, carro completo, carrusel, casillas zapato, concertacesiones, dedazo, mapaches, operación tamal, ratón loco, tacos de votos, tapados, urnas embarazadas, entre otras voces…Tan variado repertorio se forjó a lo largo de más de seis décadas, durante las cuales se efectuaron elecciones con frecuencia cuestionadas (Piekarewiccz, 2000: 76).

11 Para el ex presidente Carlos Salinas de Gortari se trata de un estereotipo poco afortunado hablar de un mismo régimen que gobernó durante 71 años. Fueron prácticas muy diversas a los largo de esas décadas, además las circunstancias internacionales cambiaron mucho en dicho lapso y ello se reflejó en México. En su opinión la actualidad mexicana tiene más el sustrato en la década neoliberal (1995-2006) que en un régimen que gobernó durante 70 años (Entrevista en El País, 22 de junio de 2008).

12 Héctor Aguilar Camín (1993: 15) señala que acaso la historia misma no sea sino una larga y diversa acumulación de subversiones silenciosas, cambios que germinan lentamente y sólo muestran su verdadera dimensión en el tiempo, a la manera de la metáfora de Boris Pasternak: “Nadie hace la historia, no se la ve, como no ve crecer la hierba”.

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política, en el que es posible identificar empíricamente las características que distinguen etapas diferenciadas, denominadas a efectos de este trabajo tutelado: 1) Autoritarismo Institucional: El Sistema de Partido Hegemónico; 2) La modernización inconclusa: apertura política selectiva; 3) Último sexenio priísta: La “Sana Distancia” entre Presidencia y Partido; y 4) El PRI en la alternancia: adaptabilidad para la supervivencia. LOS MÉTODOS DE SELECCIÓN DE CANDIDATOS

El tipo de régimen político y de sistema electoral aquejan a los partidos y, naturalmente a sus tareas (Reveles, 2008: 202). Desde la conversión del Partido de la Revolución en PRI (1946) hasta la víspera de la elección del 2 de julio de 1988 existía en México un sistema de partidos carente de competitividad real. Durante ese periodo la autoridad electoral se limitó a convalidar el PRI predominio del partido oficial y sus candidatos.

México es constitucionalmente (Artículo 40) una República representativa, democrática, federal, compuesta por estados libres y soberanos en todo lo concerniente a su régimen interior, pero unidos en una federación. La diferencia entre su estructura formal y su práctica política centralista caracterizó al régimen posrevolucionario. El Constituyente de 1917, a pesar de la experiencia dictatorial del régimen porfirista que motivó la Revolución mexicana, vigorizó aún más la posición constitucional del presidente de la República13, frente a las facultades de los otros poderes, de manera independiente al análisis que se puede establecer de la función ejecutiva en torno a las llamadas facultades metaconstitucionales en el ámbito político (Carpizo, 1978).

El Artículo 115 constitucional (Título Quinto “De los Estados de la Federación y del Distrito Federal”) señala que los Estados adoptarán para su régimen interior, la forma de gobierno republicano, representativo, popular, teniendo como base de su división territorial y de su organización política y administrativa, el Municipio Libre.

A continuación el Artículo 116 constitucional establece la división de poderes de las entidades federativas (Ejecutivo, Legislativo y Judicial), la duración en el cargo de los gobernadores (“no podrán durar en su cargo más de seis años”), la forma de elección (“directa y en los términos que dispongan las leyes electorales respectivas”), el principio de no reelección (“los gobernadores de los estados, cuyo origen sea la elección popular, ordinaria o extraordinaria, en ningún caso y por ningún motivo podrán volver a ocupar ese cargo, ni aun con el carácter de interinos, provisionales, sustitutos o encargados del despacho”14), así como la disposición de que no podrán reunirse dos o más poderes en una sola persona. Asimismo establece que sólo podrá ser gobernador constitucional de un estado un ciudadano mexicano por nacimiento y nativo de él, o con residencia efectiva no menor a cinco años inmediatamente anteriores al día de la elección15.

A partir de la reforma electoral de 200716 se establece en la fracción IV del Artículo 116 que las constituciones y las leyes de los estados en materia electoral garantizarán que las elecciones de los gobernadores se realicen mediante sufragio universal, libre, secreto y directo; y que la jornada comicial tenga lugar el primer domingo de julio del año que corresponda17; los principios rectores de la función

13 En la exposición de motivos del proyecto presentado por el Primer Jefe del Ejército Constitucionalista (Venustiano Carranza) al Congreso de Querétaro se señala que “…El Poder Legislativo, que por naturaleza propia de sus funciones, tiende siempre a intervenir en las de los otros, estaba dotado desde la constitución de 1857, de facultades que le permitía estorbar o hacer embarazosa y difícil la marcha del Poder Ejecutivo, o bien sujetarlo a la voluntad caprichosa de una mayoría fácil de formar en las épocas de agitación…” (Diario de los Debates, Tomo II, México, D.F., 1917, P. 267). 14 Ante la inexistencia de la reelección de gobernadores, la necesidad de reestructuración de los gobiernos de las entidades federativas es irremisible, de ahí la práctica de seleccionar candidatos manifiestamente ligados al régimen, incentivando la continuidad de las políticas públicas y facilitando la gobernabilidad local en función de los criterios partidistas. 15 Las constituciones locales pueden establecer otros requisitos, siempre y cuando se respeten los mínimos ineludibles que señala la Constitución federal. Por ejemplo en Durango se exige para ser gobernador saber leer y escribir. La edad mínima es variable en los estados, 35 años en San Luis Potosí, Aguascalientes y Oaxaca, 30 años en Puebla y Tlaxcala,. En algunos estados la residencia debe ser de 12 años (Durango) o 20 años (Baja California) entidad donde también se exige ser hijo de padres mexicanos. Otro requisito es no haber sido condenado a más de un año de prisión (Durango). En Colima se demanda vivir del producto de un trabajo honesto y en Oaxaca no haber intervenido directa o indirectamente en alguna asonada, motín o cuartelazo, además de no tener parentesco de consanguinidad en los cuatro primero grados, ni de afinidad en los dos primeros, con el gobernador saliente. 16 Reformas y adiciones mediante decreto publicado en el Diario Oficial de la Federación de fecha 13 de noviembre de 2007. 17 Las jornadas electorales se celebren en el año de los comicios federales y no coincidan en la misma fecha de la jornada federal, no estarán obligados por esta disposición.

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electoral (certeza, imparcialidad, independencia, legalidad y objetividad); la autonomía de las autoridades electorales; la posibilidad de que las autoridades electorales locales puedan convenir con el IFE se haga cargo de la organización de los procesos electorales locales; los partidos políticos sólo se constituyan por ciudadanos sin intervención de organizaciones gremiales y sin que haya afiliación corporativa y el reconocimiento del derecho exclusivo para solicitar el registro de candidatos a cargos de elección popular18.

Asimismo, la reforma electoral de 2007 contempló cambios en el financiamiento público de los partidos políticos, los limites a las erogaciones de los partidos en sus precampañas y campañas electorales, así como los montos máximos que tengan las aportaciones de sus simpatizantes (cuya suma total no excederá el diez por ciento del tope de gastos de campaña que se determine para la elección de gobernador). De igual manera los procedimientos para el control y vigilancia del origen y uso de todos los recursos con que cuenten los partidos políticos, así como las reglas para su acceso a la radio y a la televisión, las reglas para las precampañas y las campañas electorales. En este orden de ideas la duración de las campañas no deberá exceder de noventa días para la elección de gobernador y las precampañas no podrán durar más de las dos terceras partes de las respectivas campañas electorales.

En este contexto, una evaluación del desarrollo del sistema electoral mexicano debe destacar dos tendencias generales: 1) La apertura del sistema de partidos, desde una situación de partido único hacia un multipartidismo; 2) El manejo hábil y cada vez más sofisticado de la representación política mediante el sistema electoral y reglas adicionales en función de garantizar el dominio político del PRI (Nohlen, 2004: 321-324). Así, el sistema electoral se ha reformado continuamente casi en cada sexenio presidencial desde los años setenta, atendiendo por un lado, clamores por mayor democracia (pluralismo político y competencia real) y adaptando, por otro lado, la legislación electoral al momento político, como respuesta del partido en el poder a los retos de un pluralismo creciente que había de ser controlado. Es la ambivalencia de las reformas electorales en México: el sistema electoral como uno de los mecanismos de control integrador del sistema político.

Los métodos de selección de candidatos pueden clasificarse con distintos criterios. Los más incluyentes comprenden elecciones internas, abiertas o cerradas, juntas de notables (liderazgo del partido político), congreso o asamblea de militantes y encuestas (Freidenberg, Flavia, citada por Iniciativa Ciudadana y Desarrollo Social, A.C., 2006: 28).

Para efectos de este trabajo, y considerando que en el periodo considerado el PRI ha experimentado con distintos de métodos, formales e informales, constitucionales y metaconstitucionaes, y que no se circunscribe en la actualidad a uno consensuado por todos los grupos de interés que lo integran.

ELECCIONES INTERNAS (ABIERTAS O CERRADAS) Las elecciones internas (o primarias) se realizan entre precandidatos de un mismo partido, con el propósito de que el triunfador sea postulado para contender por un cargo público contra los aspirantes de otras fuerzas políticas (Piekarewicz, 2000: 78). La idea de elegir a los candidatos por medio de procesos abiertos a toda la militancia partidista, donde ésta pueda sufragar por el precandidato de su preferencia, posee un gran atractivo en el discurso democratizador que se registra al interior del PRI

19 (muchas veces bajo la consigna de que El PRI ha cumplido con la asignatura de promover la democracia electoral, pero no con la de su democratización interna). Con la realización de elecciones internas para la postulación de candidatos se busca un nuevo acercamiento de los partidos a los sentimientos ciudadanos y se propone coadyuvar a la recuperación de la legitimidad (Palma y Cantú, 2001: 112). Para esta visión las elecciones internas son la única forma auténticamente democrática a la que el PRI debe recurrir si pretende una transformación profunda de sus estructuras y de la relación entre sus integrantes. Defensores de las primarias abiertas, al estilo norteamericano, consideran que también se trata de un instrumento fundamental para fortalecer los vínculos del partido político con la sociedad de reconocer y respetar la voluntad de los militantes.

18 Con excepción de lo dispuesto en el articulo 2o., apartado a, fracciones III y VII, de la Constitución federal. 19 “Confundidos por propios y extraños, el PRI ha jugado a lo que sus adversarios han querido…si quienes no son priístas le reprochan su falta de democracia, el PRI ha hecho elecciones primarias para seleccionar a sus candidatos” (Casillas Ortega, 2000: 14).

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A pesar de que este mecanismo es muy demandado en las asambleas estatales y nacionales del PRI

20, no hay unanimidad en su defensa. En algunos casos los resultados han sido contraproducentes al provocarse divisiones graves, y parecieran coadyuvar al debilitamiento del sistema de partidos, de ahí que no termine de institucionalizarse esta práctica como la única forma para elegir candidatos a las gubernaturas. En ocasiones las críticas se enfocan a subrayar la naturaleza de las bases partidistas, más propensas a apoyar candidatos que mantienen posiciones radicales o a políticos populares aunque sean poco experimentados. En otras se destaca que la celebración de primarias no ha aportado demasiado a la consolidación del PRI y sí han prohijado personalismo, clientelismo y escisiones internas, además de ser más un reflejo de la crisis de un partido político más que un elemento democratizador. El PRI ha experimentado para elegir candidatos a las gubernaturas, con desiguales resultados, con elecciones primarias abiertas, es decir, donde pueden sufragar no sólo los militantes, sino los electores en general (en contraposición a las primarias “cerradas”, en las que sólo participan los miembros activos del partido político). Un problema para efectuar elecciones internas cerradas es que el PRI no ha contado con un padrón confiable de sus militantes21(Báez: 417). Contar con un padrón confiable implica un costo elevado y un vasto esfuerzo logístico.

Diversos analistas afirman que el proceso de elecciones internas va contra la naturaleza del PRI y que, además, no se encuentra preparado para ello (De Garay, 2003: 297). Abundan las opiniones de que ningún partido político en el mundo realiza este tipo de elecciones abiertas a todo el que quiera participar con su sufragio (en el PRI ha bastado la voluntad de participar y estar empadronado en el Instituto Federal Electoral, IFE) pues, en la mayoría de los casos, provoca fracturas internas difíciles de reconstruir antes del proceso constitucional de elección. En la práctica esta laxitud ha favorecido a los precandidatos apoyados por los liderazgos nacional y estatales (por los recursos de movilización con los que cuentan) y ha abierto la posibilidad de que miembros de otros partidos participen en estos procesos para designar a quienes consideren el precandidato más débil, con intención de sabotaje.

De acuerdo a la normatividad vigente del PRI (Artículo 27 del Reglamento para la Elección de Dirigentes y Postulación de Candidatos), por elección directa se entiende el procedimiento mediante el cual los electores de una jurisdicción determinada participan con voto directo, personal y secreto en los términos que disponga la convocatoria respectiva, y que podrá realizarse por las modalidades siguientes: I) Con miembros inscritos en el registro partidario, o II) Con miembros y simpatizantes. Para la primera modalidad, con miembros inscritos en el registro partidario, el listado actualizado y validado por los órganos competentes deberá ser puesto a disposición de los aspirantes, anexándolo al dictamen favorable. Para la modalidad de miembros y simpatizantes, el listado de votantes que se elabore como resultado del proceso será remitido a la Secretaría de Organización del CEN.

CONVENCIÓN

La celebración de convenciones para la designación de candidatos es una idea que nació en los Estados Unidos de América y que ha sido adoptada por la mayor parte de los sistemas presidenciales puros, sobre todo en Latinoamérica. Por lo general, en estos sistemas se realizan convenciones locales de delegados para designar candidatos a gobernadores. Sin embargo, por lo general dichas instancias, que se suponen la expresión institucional de la soberanía partidista, también son a menudo meros órganos aclamativos (Beyme, 1986: 309) que se limitan a refrendar las decisiones tomadas por otros órganos de dirección. Con frecuencia esto se confirma en el PRI: convenciones que se limitan a corroborar una decisión previa a cargo de otras instancias: liderazgo local o liderazgo nacional.

La forma de seleccionar delegados para una convención debe ser lo suficientemente transparente y limpia como para garantizar a los precandidatos su representatividad y autonomía. Pero también los delegados, como elites de rango medio, pueden ser los típicos herederos políticos de los gobernantes, formando parte de la nomenclatura del partido. Sus intereses pueden corresponderse con el modelo de generaciones solapadas (Maravall, 2003: 132).

20 Cf. Memoria de la XVIII Asamblea Nacional del PRI, 2001. 21 De acuerdo a Luis Javier Garrido (1986), el PRI llegó a ser uno de los partidos políticos con mayor número de militantes en el mundo, en razón a la afiliación colectiva de los trabajadores a través de sus sindicatos y demás organizaciones gremiales. De esta manera millones de trabajadores mexicanos eran considerados militantes aún al margen de su expresa voluntad.

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De acuerdo a los Documentos Básicos del PRI vigentes, se entiende por Convención de Delegados la que se conforma por electores de la manera siguiente: el 50% de los delegados integrado por: los consejeros políticos del nivel que corresponda y consejeros políticos de los niveles superiores que residan en la demarcación, así como por delegados de los sectores y organizaciones electos en sus asambleas respectivas, en proporción a su participación en el Consejo Político del nivel correspondiente; y el 50% restante, delegados electos en asambleas electorales territoriales en los términos que establezca la convocatoria respectiva (Artículo 28 del Reglamento para la Elección de Dirigentes y Postulación de Candidatos, 2005).

LIDERAZGO (LOCAL Y NACIONAL)

Generalmente en el PRI, cuando el liderazgo nacional (presidente de la República antes o Comité Ejecutivo Nacional del partido ahora) o local (gobernador del estado, cuando es priísta, o Comité Directivo Estatal del partido, cuando el gobernador es de otra filiación partidista) impone su decisión al seleccionar candidatos a gobernador, se habla de “candidaturas de unidad”. Se trata de acuerdos de cúpula en las que generalmente se apela a la disciplina partidista en aras de la cohesión interna. Implica la adhesión del resto de los precandidatos (cuando los hay) a favor de quien ha sido seleccionado como candidato22.

La designación así llevada a cabo es el resultado de una serie de negociaciones y dimisiones, al margen de la opinión pública, que se traducen en la postulación (con frecuencia a partir de un único aspirante registrado) de un candidato. Suelen ser procesos de simulación que apoyan a un candidato que ha sido electo con anticipación a la emisión de las convocatorias. Implica riesgos.

Como los Documentos Básicos del PRI no contemplan esta figura (aunque el último título del Reglamento para la Elección de Dirigentes y Postulación de Candidatos, 2005, “De los casos de excepción”, señala que en caso fortuito o fuerza mayor que amenace o altere el desarrollo normal del proceso interno para postular candidato a cargos de elección popular, el Comisionado Presidente de la Comisión Nacional de Procesos Internos en acuerdo con el Presidente del Comité Ejecutivo Nacional, tomará las medidas urgentes que permitan garantizar la unidad y fortaleza del partido), y está más relacionada con las facultades metaconstitucionales de los gobernantes priístas en turno, se recurre a la figura de Convención de Delegados, que como se señaló, suele convertirse en una instancia aclamativa.

Para designar los candidatos a gobernador el Consejo Político Nacional (CPN) es el órgano facultado para disponer excepciones. Sin embargo, el CEN ha establecido tres formas: la concertación, el candidato de unidad y el registro único. Estos medios han servido con frecuencia como eufemismos de una decisión de liderazgo nacional o local. Se abundará ampliamente sobre estos métodos de selección de candidato a gobernador, liderazgo nacional o local, en los Capítulos III y IV.

ENCUESTAS

Las encuestas son instrumentos de análisis que permiten conocer con tiempo la opinión de los

ciudadanos. Las encuestas son efímeras, retratan un instante de la vida social y no tienen vigencia hacia el futuro. Han pasado de ser una herramienta para el conocimiento de distintas variables a ser utilizadas como método profético. Imbuidas de métodos estadísticos científicos, algunos las toman como signo de lo que puede pasar, cuando no son más que un retrato de un momento específico que refleja cuáles son las preferencias ciudadanas.

Las encuestas sirven para conocer, con cierta aproximación, la eficacia del desempeño de distintos actores políticos, pero no son una certificación de una realidad cambiante, pues son tan móviles como cambiantes son los humores de las personas. Salvo aquellos que tienen plena identificación con el partido en que militan (el llamado voto duro), el resto, en tanto los partidos no postulen a sus candidatos, sesgan los resultados de las encuestas.

Una reforma estatutaria a los mecanismos de postulación a puestos de elección popular en el PRI, en 2005, abrió la puerta al uso de encuestas como mecanismos de selección de precandidatos. La

22 “Las reglas no escritas de la competencia, dentro del partido y del sistema, señalaban que quienes no alcanzaban la postulación debían sumarse al candidato” (Salinas de Gortari, 2000: 804).

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XIX Asamblea Nacional facultó al CPN y a sus consejos estatales para realizar una fase previa de selección con mediciones de opinión con el fin de saber cuáles de los aspirantes cuenta con el respaldo necesario para contender en una elección interna. Los Estatutos del PRI no prevén la selección de candidatos mediante encuestas o sondeos de opinión (aunque fueron decisivos para la selección de candidatos a jefe de Gobierno en el Distrito Federal en 1997 y a gobernador en Yucatán en 2006). EL PRI EN LA ALTERNANCIA: LA REIVINDICACIÓN DE LA POLÍTICA REGIONAL

El PRI dejó de ser el partido en la Presidencia en el año 2000. Con ello perdió su principal liderazgo, una gran cantidad de recursos (materiales y humanos) y un número significativo de incentivos colectivos y selectivos para sus militantes y simpatizantes. De pronto el PRI se vio obligado a ser más partido (Reveles, 2005: 11-37). Desde entonces los liderazgos pretendieron reconstruirse más desde el trabajo partidista y menos desde cargos políticos o administrativos. Los liderazgos han estado más obligados a atender a sus bases. Las normas consensuadas y escritas comenzaron a regular la dinámica interna. La dirigencia nacional adquirió más poder que antaño, pero se acrecentó su disputa con el poder de los gobernadores priístas en sus respectivos feudos. Las bases lograron mayor protagonismo, pero los líderes han sido los mismos del pasado autoritario. La alteración del PRI a raíz de la alternancia en la presidencia de la República modificó notablemente sus prácticas políticas.

Hasta hace poco tiempo las regiones en México empezaron a ser motivo de interés para los politólogos. Apenas en la década de 1980 las entidades federativas se convirtieron en laboratorios interesantes, acaso una anticipación que presagiaba la renovación de la vida política nacional (Aziz, 1997: 25). Primero se registraron experiencias de alternancia partidista y tímidos intentos de democratización en los municipios, posteriormente en el nivel estadual y, finalmente, casi por acumulación, se observaron grandes transformaciones en el plano nacional. En cada uno de estos ámbitos de gobierno se detecta el pulso de los reclamos ciudadanos, el despegue de los partidos políticos de oposición, la llegada de la competencia política y los obstáculos de un sistema político autoritario que nunca terminó de procesar la urgencia del cambio.

A partir del reconocimiento del PRI a la primera derrota de una gubernatura (1989) cambió la distribución del poder político en México. El poder local y su expresión en el ejercicio de las gubernaturas se transformó al grado de superar la larga etapa de hegemonía del PRI, desde que se consideró la alternancia como una posibilidad real y normal dentro del sistema político mexicano. Se cumplió la idea de Maurice Duverger (citado por Zepeda, 2007:116) que sostiene que por lo general, los multipartidismos nacionales son una superposición de diversos bipartidismos regionales. Las tras grandes fuerzas partidistas que coexisten en México a nivel nacional (PRI, PAN, PRD) se limitan a dos de estos actores en el escenario de las elecciones para gobernadores. LA CAPACIDAD DE ADAPTACIÓN DE UN PARTIDO POLÍTICO

Si alguna institución política ha mutado, se ha transformado sistemáticamente desde su nacimiento, ha sido el partido político (Reyes Heroles G. G., 1995: 130).23 De acuerdo a Ángelo Panebianco (1993) un partido político, al igual que cualquier otra organización, es una estructura en movimiento que evoluciona, que se modifica a través del tiempo y que reacciona a los cambios exteriores, al cambio de los ambientes en que opera y se halla inserto. En una organización política, el impulso al cambio suele ser resultado de la actitud racional de los dirigentes políticos a fin de ofrecer respuestas, mediante la toma de decisiones, para la solución de conflictos internos o externos que amenacen con la funcionalidad del sistema del que forman parte.

La supervivencia de las elites gobernantes se encontraría en su capacidad de adaptación y de mostrar en sus acciones a las fuerzas políticas cambiantes, como lo serían en los procesos preelectorales y electorales, ya que si la clase política que lidera al partido político constituye la minoría organizada que logra imponer el propio candidato a la mayoría desorganizada, desarticulada de los electores, la que se queda como inerte espectador de los hechos (Ettore, 1992).

23 Esta idea se inscribe en la misma línea de los análisis de los clásicos en el tema como Ostrogorski, Michels, Duverger y Panebianco, que muestran la intensidad de los cambios y transformaciones estructurales de los partidos políticos.

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Las instituciones gubernamentales han sido más estables que los partidos políticos. Mientras el presidencialismo mexicano y su versión localista en los estados, los gobernadores, mantuvieron en buena medida sus características de actuación y predominio políticos en sus ámbitos formales de actuación (dado el origen doctrinal de la división de poderes), los partidos recibieron mayores exigencias, por las condiciones cambiantes de la competencia electoral, a adaptarse y acoplarse a las coyunturas sociales. Los partidos se adaptan para sobrevivir, se ven obligados a conquistar una y otra vez al elector, conscientes de que no hay conquista definitiva (Reyes Heroles., 1995: 130).

Hay desde luego en la transformación del PRI un sentido de supervivencia, la conciencia de que no hay otra posibilidad de alcanzar el triunfo a menos que la renovación sea real (Casillas Ortega, 2000:14). Una necesidad de cambio que responde a la pérdida de electores, al cambio en las preferencias ciudadanas producto de la complejidad y competencia de los procesos electorales. La presión, sin embargo, no proviene solamente de la sociedad, sino a la presión de los adversarios del PRI que apuntalan la idea de un partido sin capacidad de renovación.

Pero en el Partido de la Revolución, como todo partido de larga tradición, los ritos y reglas (no necesariamente formales), los llamados cursus honorum, tienden a acentuarse (ibídem). Ello provoca que la movilidad interna disminuya y las tendencias oligárquicas, de las que hablaba Michels, se confirmen. Gran parte de la desconfianza en la capacidad del PRI para adaptarse a los desafíos de la democracia contemporánea radica en su origen cupular y autoritario. Décadas de sumisión al poder gubernamental bajo el eufemismo de la disciplina partidista confrontan el cambio inexorable de sus prácticas al convertirse en un partido de oposición a nivel federal, y en casi la mitad del país a nivel de gubernaturas.

Una segunda derrota presidencial (2006) dejó de nuevo al partido con la complicada tarea de enfrentar al menos dos grandes retos: reestructurar su liderazgo nacional y reformular su perfil ideológico. Las corrientes fincadas en los grupos de poder locales han vuelto a ser sustantivas, sólo relativamente superadas por los líderes parlamentarios (Reveles, 2006: 11). LA TRANSFORMACIÓN DE LOS MÉTODOS DE SELECCIÓN DE CANDIDATOS DEL PRI A GOBERNADOR

De acuerdo a José María Maravall (2003: 120) un partido político internamente disciplinado y opaco puede sufrir daños no proporciona razones que justifiquen el cambio, o si los debates son una fuente de ruido, más que de información, y expresan la existencia de luchas internas paralizantes. En medio de presiones internas y externas, coyunturales y sistémicas, el PRI ha experimentado ajustes en sus métodos de selección de candidatos. Los resultados han sido tan desiguales como las circunstancias en que se han llevado a cabo. Los intereses tan amplios y variados que encontraron acomodo en un partido, incluyente por definición, se manifiestan por diversas vías en distintos contextos. Como señala Federico Reyes Heroles González Garza (1995: 133) el PRI ha sido, en sus bondades y problemas, un reflejo de México; es criatura y creador a la vez; padece de los mismos síndromes que el país. LAS RAZONES DE LA TRANSFORMACIÓN

Existe un PRI formal, plasmado en sus Documentos Básicos, y otro, real (Reyes Heroles, 1995: 133). Normativamente, por lo menos desde 1990 en el PRI existía un procedimiento de selección interna de candidatos, se reconocían en su interior corrientes plurales de opinión, se aceptaba oficialmente la pluralidad, se pugnaba discursivamente por la legalidad y el respeto al voto. En la práctica y cultura políticas se verificaba una realidad divergente. La pérdida de la presidencia de la República obligó al PRI a plantearse de inmediato cambios organizacionales, que pese a los riesgos, parecían impostergables: configurar una nueve fuente legítima de liderazgo partidista, establecer nuevas normas de operación política al margen de la figura presidencial, replantear su organización interna y sus esquemas jerárquicos, adaptarse a un sistema de partidos competitivo aprendiendo a ser oposición, entre otros.

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Entre las razones para reformar al PRI detectadas en la literatura consultada (principalmente en González y Lomelí, 2000; De Garay et al., 2003 y Brinegar et al., 2006) y en un esfuerzo de clasificación, destacan:

Históricas: El desgaste natural de más de siete décadas de ejercicio ininterrumpido del poder político presidencial; la Revolución Mexicana, invocada discursivamente, dejó ser la fuente de legitimidad del partido. En el siglo XXI la legitimidad se obtiene en las urnas, a través de procedimientos legales, pacíficos y democráticos.

Sociales: Resquebrajamiento de la estructura de dominación corporativa; el esquema corporativo de masas que resultó de gran utilidad para la consolidación del Estado posrevolucionario dejó de ser efectivo y se contraponía con la naturaleza de la democracia moderna, orientada a la construcción de ciudadanía y sustentada en las libertades políticas; crisis en las relaciones con los grupos empresariales que optaron por apoyar a diferentes opciones políticas (particularmente al PAN); crisis económicas cíclicas y políticas gubernamentales impopulares de tipo populista y neoliberal. Insatisfacción social. Escándalos de corrupción. Los partidos políticos de la oposición empezaron a ser percibidos como depositarios del descontento de una sociedad más informada que de forma gradual mantuvo posiciones más críticas respecto a las decisiones de gobierno (predominantemente priístas); la propia modernización impulsada por el PRI para reformar al Estado generó las condiciones sociales para la alternancia; el perfil socioeconómico del electorado en las regiones ha variado notablemente. El mapa político de México se ha alterado sensiblemente a favor de distintos grupos de interés.

Políticas: Los fraudes electorales (aún “los patrióticos”, como se justificaba la falta de reconocimiento de los triunfos de la oposición por supuestas razones de Estado) resultaron casi imposibles dada la nueva institucionalidad electoral y la dinámica contemporánea de los medios de comunicación, así como los escenarios de la globalización económica que exigen cláusulas democráticas; los cambios generados en las reglas y condiciones de la competencia electoral, producto de diversas reformas políticas e institucionales (Casillas Ortega, 2000: 13); la presión creciente de los grupos al interior del PRI que exigen mayores espacios de participación en la toma de decisiones fundamentales del partido, incluyendo la selección de candidatos. ELEMENTOS EMPÍRICOS PARA UNA TEORÍA DE LA EVOLUCIÓN PRIÍSTA24: CUATRO ETAPAS

PRIMERA ETAPA: EL AUTORITARISMO INSTITUCIONAL: EL SISTEMA DE PARTIDO HEGEMÓNICO (1978-1988)

En virtud de que durante la primera etapa analizada (1978-1988) se verifican la mayoría de las

características del PRI observadas desde el cambio a su denominación actual (1946), se precisa abordar con amplitud los antecedentes históricos que se concretaron en el periodo inicial de este estudio, para la comprensión de las reformas impulsadas a partir del mismo.

El presidencialismo mexicano se consolidó sobre todo a partir del sexenio de Lázaro Cárdenas (1934-1940). Con la organización corporativa de campesinos, obreros, militares, y gremios de oficios y profesionistas, el presidente se consolidó como un personaje en que convergían la jefatura del Estado, la jefatura del gobierno y la jefatura del partido hegemónico. Con la consolidación del PRI como un partido de masas, con la participación corporativa de los sectores más numerosos de la sociedad, se consolidó también el ejercicio de la sucesión del poder (Garrido, 1986: 299-387). El ejercicio sucesorio cumplía con un protocolo que abría un juego político a los aspirantes con la existencia de un tapado25, quien al ser designado por el gobernante en turno era ungido como un mando supremo y irremediablemente todo los grupos políticos le rendían culto político.

24 No es el propósito de este texto elaborar dicha teoría (se trata de un trabajo práctico), pero sí aportar elementos empíricos para su posterior elaboración. El subtítulo es un guiño al título principal, la alusión al darwinismo como una idea de adaptación de las especies para garantizar su supervivencia a partir de su evolución, como metáfora de la experiencia priísta en las tres últimas décadas. 25 Abel Quezada retrató la figura del Tapado, dibujando una capucha fantasmagórica en los personajes políticos que aspiraban a una candidatura en las caricaturas políticas. Este dibujo se popularizó de tal manera que se volvió parte de la picaresca, pero también era un reflejo de una práctica política que se evidenciaba en los procesos sucesorios. Véase el Glosario de este trabajo.

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Este ritual de sucesión se convirtió en un paradigma en casi todas las formas de ejercicio del poder público y llegaba a impactar hasta las formas de organización privada. Sin embargo, se cuidaban las formas: al principio del PRI como tal, en la década de 1940, durante los procesos de selección los precandidatos, personas por lo general relacionadas con el gobernante en turno, renunciaban con mucha antelación a sus cargos públicos (15 a 18 meses) en función a su interés en participar en la designación de candidatos, a fin de participar en precampañas abiertas y públicas al igual que otros precandidatos, reuniéndose con sindicatos, centrales obreras y campesinas, bloques de legisladores. Se trataba de dar una imagen de pluralidad y competencia interna, aunque la decisión era tomada por el liderazgo nacional.

Todo ello cambió en el transcurrir de los sexenios. Los niveles de competencia interna del partido fueron reduciéndose a causa de dos factores: la certidumbre del triunfo del candidato del Partido de la Revolución y el control del presidente de la República sobre los procesos sucesorios (Casillas Ortega, 2000: 15).

Dentro de la Convención Constitutiva del PRI (1946) se establecieron como requisitos para ser candidato a gobernador, además de la capacidad legal, la necesidad de contar con dos años de antigüedad como miembro del partido y estar registrado en alguno de los comités municipales de la entidad federativa en cuestión, protestar ante asamblea o ante órganos correspondientes del partido la aceptación de la Declaración de Principios y cumplir la Plataforma de Gobierno, los Estatutos y demás disposiciones legítimas del partido, así como estar al corriente en el pago de cuotas ordinarias y extraordinarias (De Garay et al., 2003: 128).

Es importante señalar que, al margen de los requisitos formales establecidos en las Asambleas, la decisión presidencial de imponer un candidato a gobernador, y la aceptación de los sectores del partido, representaba un acto de autoridad que no admitía reclamos o regateos políticos, se aceptaba o se aceptaba. “El presidente es quien decide en última instancia sobre la designación de los gobernadores” (Carpizo, 1978: 197)26. En la historia de las entidades federativas los procesos de sucesión cumplieron cabalmente con dicho ritual: el sucesor era presentado y todos los grupos le rendían pleitesías incondicionalmente. Los inconformes sólo tenia la opción de autoexiliarse sin mayores contratiempos (Valdivia, 2004).

En el periodo de partido hegemónico las elecciones tenían sentido, aparte de su función de aparente normalidad democrática, porque era durante las campañas y en los conflictos postelectorales cuando se manifestaban los cambios en las correlaciones de fuerzas locales. Después, cuando el viejo régimen comenzó a dar muestras de su decrepitud, el conflicto postelectoral se convirtió en un buen mecanismo para conseguir posiciones.

El régimen presidencial mexicano se caracterizó por la concentración del poder político en una sola persona que gobernaba sin estar sometida a estructuras eficaces de control del poder que ejercía, ni a sistemas de responsabilidad política ni jurídica que realmente condicionen y limiten el contenido y el sentido de sus decisiones, le permitió al presidente de la República entre muchos otros privilegios, el de determinar quién sería su sucesor y quiénes serían los gobernadores de las entidades federativas (Covián, 2002: 106). Desde la transformación del Partido de la Revolución en 1946 y hasta 1989, nadie fue gobernador de un estado mexicano sin el beneplácito del presidente de la República y sin ser el candidato del Partido de la Revolución con sus distintos nombres. Esto significaba que los candidatos eran del presidente y se convertían en gobernadores por medio de su partido.

Los gobernadores que se rebelaban contra el presidente se arriesgaban a la desaparición de poderes de sus estados y la destitución de su cargo. Efectivamente, en este periodo el Presidente utilizaba su preeminencia sobre el Poder Legislativo, utilizando el artículo 76 de la Constitución federal que posibilitaba la desaparición de poderes en los estados, a través del Senado27. La fuerza del

26 Pese al hermetismo y eufemismos que rodeaban a esta práctica metaconstitucional, la designación de gobernadores por parte del presidente, hay muchos registros de los testimonios de quienes estuvieron involucrados. J. CARPIZO (1978: 197) cita por ejemplo el libro de Carlos Loret de Mola, Confesiones de un gobernador (1978) o bien las declaraciones de Braulio Maldonado, ex gobernador de Baja California: “Yo fui escogido y previamente designado por el presidente de la República…y todos los funcionarios, grandes o pequeños, de nuestro país, han sido designados de la misma manera desde 1928 hasta el presente (1971). Ésta es una verdad axiomática…” 27 La desaparición de poderes es un proceso legal por medio del cual se declara que por distintas causas, políticas o sociales, han dejado de existir como tales los poderes públicos de una entidad federativa (ejecutivo, legislativo y judicial). Puede ser solicitada por los senadores, los diputados federales o por los ciudadanos de la entidad. El Senado hace la declaratoria e interviene sobre la soberanía de un estado para designar nuevos poderes que sustituyan a los desaparecidos. El Artículo 76, fracción V de la Constitución federal (cuya ley

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presidente se hacía sentir por este tipo de acciones que realizaba para asegurar el control político central. El centro se imponía al federalismo a través de esta figura empleada como un medio de mantener el orden constitucional en los estados, un arma del presidente en turno para controlar a los gobernadores y en su caso sustituirlos por otros mas afines a sus intereses.

El presidencialismo mexicano se caracterizó por el predominio del presidente sobre el Congreso de la Unión y sobre los gobernadores al identificarse al presidente como jefe del partido. Las piezas fundamentales para entender el sistema político mexicano eran el PRI (como partido hegemónico) y el presidente de la República (Báez, 2001: 397). Este sistema se reproducía a nivel estatal e influía en la relación entre los gobernadores y el presidente. Al contar con un Congreso sumiso, a petición del Ejecutivo federal (y en aplicación de los procedimientos constitucionales) podía declarar desaparecidos los poderes constitucionales de cualquier entidad federativa y proponer el nombramiento de un gobernador provisional (Ibidem: 398).

El presidente, “líder nato” del partido, era quién designaba al presidente y al secretario general del PRI. El presidente de la República era el único árbitro acreditado para regular el conflicto doméstico, el proveedor de cargos y posiciones, el garante de la disciplina partidista Era el verdadero dirigente del PRI, era quien mandaba. (Báez: 499). Durante la época de su predominio la conducción política se ejerció en forma cupular y piramidal (Jacob: 251). Existía una simbiosis entre el PRI y el responsable del Ejecutivo. La línea política de ambos, desde el punto de vista del cumplimiento de los postulados fundamentales del proyecto de Nación posrevolucionario era estrictamente la misma.

El presidente de la República era el fiel de la balanza28, como lo describió el ex presidente José López Portillo y Pacheco (1976-1982), el liderazgo que decidía candidaturas a partir de criterios construidos con base en la información privilegiada con la que contaba, de su relación con los principales actores políticos, sociales y económicos. Evaluaba las relaciones de los precandidatos con la dirigencia partidista, con los altos funcionarios, con la iniciativa privada, su vínculo con los grupos políticos locales y la aceptación entre el electorado de su estado. Se infiere que ante el voluntarismo presidencial el riesgo de una apertura en los procesos de selección (como elecciones internas) hubiera restado margen de maniobra y control al muy poderoso aparato presidencial. Esta primera etapa presenta características claramente distintivas: el equilibrio de poderes se inclinó decididamente a favor del Ejecutivo; la falta de ejercicio por parte del Poder Legislativo de muchas de sus facultades constitucionales; la realización del presidente de la República de atribuciones metaconstitucionales que le convirtieron en la columna vertebral de todo el sistema político; la deficiente operación de los pesos y contrapesos; y, las libertades y derechos de los mexicanos quedaron en ocasiones a la discreción del Poder Ejecutivo (Carpizo, 2004).

De esta manera los estados fueron gobernados como si fueran proconsulados: desde el Distrito Federal le designaban al gobernante, muchas veces sin vínculos estrechos con dichas entidades, ajenos a los problemas locales, a las realidades regionales, con sus intereses anclados en la ciudad de México y con carreras políticas construidas desde las estructuras del gobierno federal29.

Se conformó una forma especial de hacer carrera política, no desde el partido sino desde los altos mandos de la administración pública, particularmente desde el ámbito financiero. Los candidatos

reglamentaria fue promulgada hasta 1978 y nunca ha sido aplicada por no volverse a llevar a cabo este proceso) establece como facultad del Senado “Declarar, cuando hayan desaparecido todos los poderes constitucionales de un estado, que es llegado el caso de nombrarle un gobernador provisional, quien convocará a elecciones conforme a las leyes constitucionales del mismo estado. El nombramiento de gobernador se hará por el Senado a propuesta en terna del presidente de la República con aprobación de las dos terceras partes de los miembros presentes…Esta disposición regirá siempre que las constituciones de los estados no prevean el caso”. Cuando desaparece únicamente el titular del poder ejecutivo, por renuncia, licencia o fallecimiento, la facultad de nombrar a su sustituto es exclusiva del Congreso del Estado, sin intervención federal. 28 El 8 de julio de 1980, en el marco del II Congreso Iberoamericano de Derecho Constitucional organizado en la Universidad Nacional Autónoma de México, el doctor Roberto Casillas Hernández (2001), secretario particular del presidente José López Portillo, presentó una ponencia titulada La participación del ciudadano común en las decisiones políticas fundamentales, partidos políticos y sistema electoral. En ella revelaba que la existencia de un solo partido mayoritario en el que el presidente de la República proveniente de él conformaba su liderazgo, al proponer los candidatos del PRI a gobernadores y a su propia sucesión, previa auscultación ciudadana, lo convertían en El gran elector. Ante el escándalo mediático que se generó por razones del cargo público del ponente, el propio presidente de la República matizó tales declaraciones señalando que su investidura sólo fungía como El fiel de la balanza en la selección de candidatos del PRI. 29 “Hace 30 años, con el PRI como partido único, las campañas eran mero trámite y las elecciones puros rounds de sombra”, dice con nostalgia el primer gobernador de Baja California Sur, Ángel César Mendoza Arámburo, quien admite que el priísmo en la entidad "ya cumplió su ciclo", y habrá que acostumbrarse a ver en el gobierno a otros partidos, aunque mantiene "la esperanza de que el tricolor algún día se recompondrá" (La Jornada, 1 de febrero de 2000).

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del PRI a las gubernaturas tradicionalmente se habían distinguido previamente por sus esfuerzos de realización en torno a los principios políticos fundamentales del régimen. El grupo en el poder, amplio y en renovación constante, se definía por su preocupación por el mantenimiento de la lealtad al programa de gobierno y al gobierno mismo.

La auscultación30 era un elemento importante en los procesos internos de selección de candidatos en todos los niveles. Se refería a la práctica de valorar, con determinados criterios, el impacto de los precandidatos entre el electorado del sitio donde se preparaban los comicios. En el PRI la auscultación se iniciaba algunos meses antes de que se publicara la convocatoria que la ley electoral exigía. Casi todos los militantes del PRI que se hubieren distinguido por su labor partidista o en cargos de la administración pública y que de alguna manera representaran una fuerza social y política o que contaran con la aceptación de la opinión pública, se consideraban precandidatos y su personalidad y antecedentes eran sujetos de observación por los auténticos tomadores de decisión.

La amistad o relación particular de los precandidatos a gobernadores con el presidente de la República o con funcionarios de los estratos superiores también era prevista. Sin embargo siendo un elemento básico no era imprescindible. En muchas ocasiones era poco el trato de los gobernadores durante su época de precandidatos o de candidatos mismos con el presidente. No siempre el candidato a gobernador se elegía por razones de amistad con el presidente (Casillas Hernández, 2001: 73). Mayoritariamente el fiel de la balanza aplicaba por razones de gobernabilidad en los estados ponderando los intereses locales y la aquiescencia del presidente se otorgaba por estrategia política.

Se prefería la cohesión y cierta unidad de criterio en función de las responsabilidades, la proyección política y la continuidad administrativa y política que desde el centro se esperaba de las entidades federativas. Pero también se consideraba la calidad profesional, la preparación para el cargo a desempeñar, la representatividad dentro del estado a gobernar31.

El secretario particular del presidente López Portillo, politólogo y testigo privilegiado describió el proceso32. Pero el panorama se modificó a finales de la década de 1980, cuando los mecanismos de control gubernamental perdieron eficacia y las oposiciones desafiaron la hegemonía priísta. El fortalecimiento de la conciencia ciudadana (estimulada por la ineficacia gubernamental ante los terremotos de 1985 y las acusaciones de fraude electoral en Chihuahua en 1986), las ventanas de oportunidad que crearon las crisis económicas cíclicas, las presiones internacionales de los socios comerciales de México, entre otros factores, incentivaron que las elecciones se transformaran paulatinamente, no sin tropiezos, en la vía efectiva para la renovación de poderes.

SEGUNDA ETAPA. LA MODERNIZACIÓN INCONCLUSA: APERTURA POLÍTICA SELECTIVA (1988-1994)

Las tesis que circulaban al principio de los años noventa para explicar el cambio político que se esperaba en México y cómo se llegaría a la transición democrática expresaban las tendencias vigentes. Las explicaciones se daban en el sentido de que los cambios empezarían poco a poco en las regiones hasta llegar a generalizarse, y después pasarían al centro. Habría una transición gradual y ordenada. En los noventa esta tesis era válida pues estaba a tono con la saturación general del país, con la vitalidad desigual de las regiones y con el equilibrio de fuerzas que el sistema intentaba recomponer desde la presidencia salinista (Aziz: 8).

La derrota del PRI en Baja California (1989) fue un acontecimiento de trascendencia política. Al ser la primera vez que se reconocía el triunfo opositor en una gubernatura confirmaba el final del partido prácticamente único. Por primera vez el PRI se convertía en oposición, y por añadidura, en un estado estratégico, con la frontera más importante con los Estados Unidos de América (Tijuana). La

30 Auscultar: Sondear el pensamiento de otras personas, el estado de un negocio, la disposición ajena ante un asunto, etc. (www.rae.es página consultada el 22 de abril de 2008). 31 “Un individuo cuyo carácter se confronte a la línea general o que no sea aceptado en términos generales por los miembros del partido, normalmente no se elige como precandidato” (Casillas Hernández, 2001: 77). 32 “El sistema es particularmente simple: conocidos los que están en aptitud de ser candidatos por su militancia y antecedentes personales –capacidad, cultura, etc.-, sus nombres se dejan correr y por selección natural y casi sin margen de error, normalmente quedan los más capaces o los más adecuados, los que nuevamente puestos a la consideración de los ciudadanos del estado que van a gobernar son discutidos y analizadas las conclusiones a las que llegaron –y a su grado mayor o menor de acercamiento con el pueblo-, las clases medias y medias bajas darán la medida del éxito o del fracaso del candidato en su circunscripción” (R. CASILLAS, 2001: 74-75).

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inconformidad al interior del PRI fue mayúscula, principalmente de grupos habituados a las viejas prácticas políticas, que se sintieron afectados en sus intereses.

En 1990 se efectuó la XIV Asamblea Nacional del PRI. En ella muchos grupos militantes expresaron su descontento con las políticas gubernamentales, pero sobre todo con los procedimientos de selección interna de los candidatos. Se promovieron dos cambios sustanciales en los Documentos Básicos: la incorporación de nuevas disposiciones para propiciar las candidaturas a cargos de elección popular en donde así lo consideraran las direcciones partidarias, y se impidió la afiliación masiva que. Se adicionó el principio de la organización territorial, con el fin de permitir una relación más individualizada entre el partido y los militantes.

Se revisó la estructura corporativa del PRI, se propuso terminar con la separación de los movimientos obrero y campesino y se alentó la ciudadanización de las organizaciones intermedias del PRI. La propuesta de fortalecer la estructura territorial se inscribía en el propósito de apoyar la participación política de los ciudadanos que no pertenecían ni aceptaban subordinarse a las agrupaciones corporativas. Era una crítica al corporativismo que caracterizaba al PRI.

En dicha Asamblea se acordó que se integrarían a los requisitos para acceder a puestos de elección popular: estar inscrito en el registro de militantes de la circunscripción; ser o haber sido dirigente seccional o municipal del partido, o miembro de una organización de nivel municipal adherida al partido; presentar un programa de trabajo donde se reflejara el conocimiento que se tenía del partido y de la problemática de la circunscripción; y renunciar o pedir licencia a cualquier puesto de dirigencia partidista que se desempeñara, al menos en el plazo señalado por la ley respectiva para los servidores públicos (De Garay, 2003: 240). Para algunos estudiosos del PRI (Rodríguez Reyna, José Ignacio, citado en De Garay, 245) las modificaciones señaladas no correspondieron a los tiempos que vivía el país y el PRI. Se creó una estructura dual (movimientos territorial y sectorial) y no se contempló un fenómeno creciente al interior del partido: la preeminencia de la clase empresarial en posiciones partidistas y gubernamentales.33Asimismo, a pesar del intento de reformas, en la pugna entre tecnócratas y políticos el PRI siguió postulando, por decisión del liderazgo nacional, a personas sin carrera partidista. Luis Donaldo Colosio llegó a decir alguna vez: “Nos sorprenden a todos porque hasta su postulación sabemos que son del PRI” (citado en De Garay: 316). En lo referente a los métodos de selección de candidatos se resolvió que el aspirante a la Presidencia de la República sería elegido en una convención de delegados territoriales y sectoriales con representación paritaria, mientras que la postulación para gubernaturas se consultaría a las bases en escrutinio abierto34. La elección democrática de candidatos implicaba la construcción de un marco de competencia política y de criterios de postulación que tomarían en cuenta la carrera política y la militancia partidista (González y Lomelí, 2000:587). Carlos Salinas de Gortari se propuso construir un liderazgo transmilenario. Hizo gobernadores a sus amigos: Sócrates Rizzo (Nuevo León), Patricio Chirinos (Veracruz), Otto Granados (Aguascalientes), Rogelio Montemayor (Coahuila) como parte del ciclo inaugurado cuando los jóvenes tecnócratas arrebataron el mando y operaron la gran reforma autoritaria bajo el membrete de “liberalismo social”. (Zárate, Alfonso. Salinas, ajuste de cuentas en El Universal 7 de mayo de 2008). Se mantuvo vigente la antigua cultura política de la línea, el dedazo, la cargada, la simulación y la demagogia (Hernández, 2002: 13). Se trataba de un presidencialismo fuerte que rompía las reglas, jugaba con los actores políticos y generaba negociaciones específicas (concertacesiones), sin abrir el sistema en su conjunto (Aziz: 7). De acuerdo al ex presidente (Salinas de Gortari, 2000: 766) las candidaturas del PRI se construían a lo largo de varios años. No porque se conociera con anticipación quién sería el futuro

33 A diferencia de épocas anteriores en que había una estricta separación entre la esfera política y empresarial, en la LV Legislatura (1991-1994) la representación priísta contaba con 35 miembros surgidos del empresariado, en casi todos los estados del país existían comités de financiamiento de los comités locales a cargo de empresarios y, en consecuencia, empezaron a tener mayor presencia en los gabinetes de los gobiernos estatales. Diversos candidatos que no contaban con carrera partidista fueron postulados debido al capital y beneficios que podían aportar. La maduración del empresariado como actor social y responsable es tardía. Véase el libro de Francisco Valdés, Autonomía y legitimidad. Los empresarios, la política y el Estado en México. 34 Véanse los estudios de J. LANGSTON sobre estos temas, en este periodo, documentos de trabajo editados por el Centro de Investigación y Docencia Económicas: The PRI Governors (1996), Why rules matter: the formal rules of candidate and leadership selection in PRI (1996) y Changes in gubernatorial candidate selection in the PRI (1999).

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candidato, sino porque dentro de la tradición presidencialista autoritaria el PRI y la opinión pública exigían que el candidato surgiera entre las personalidades que más destacaban en el transcurso de una administración. De esta manera, las oportunidades de una nominación se abrían en forma natural a lo largo del sexenio, sobresalían en el trabajo político y administrativo. Como desenlace, el de mayores méritos en las circunstancias estatales, nacionales e internacionales era postulado candidato35. Así funcionaba a nivel federal, para seleccionar candidato presidencial, así funcionaba a nivel local, para seleccionar candidatos a las gubernaturas.

Una de las principales características del modelo político priísta, hasta las postrimerías del sexenio de Carlos Salinas de Gortari, fue mantener los cargos de mayor relevancia como prebendas otorgadas por el Presidente de la República a sus servidores más leales36. En este sentido, la búsqueda de cargos de elección popular no se realizaba en el trabajo político abierto a la militancia partidaria, ni con los segmentos sociales que, eventualmente, legitimarían tales posiciones, sino que tenían lugar, esencialmente, en la política palaciega, en los ámbitos de actuación del titular del Ejecutivo federal, los únicos que garantizaban la posibilidad de lograre la postulación a las gubernaturas, el “ungimiento por la gracia presidencial” (Loyola, 1992: 138).

Sin embargo, resulta interesante verificar que hasta la década de los noventa los Estatutos del PRI no hacían alusión a la participación democrática de sus militantes en la selección de candidatos. Desde el comienzo de la decadencia electoral, las bases priístas llegaron a hacer valer su peso en las asambleas nacionales. El proyecto de modernización del presidente Carlos Salinas de Gortari dio como resultado un mayor protagonismo de la estructura territorial y de los líderes locales.

En la XVI Asamblea Nacional del PRI (1993) se estableció que los consejos políticos (integrados por los representantes de los sectores y por los delegados del Movimiento Territorial) estaban facultados a decidir el método de selección de candidatos. En las elecciones estatales y municipales podrían utilizarse cualquiera de los siguientes métodos: convención de delegados; consulta directa a las bases; votación abierta o cerrada de los miembros del consejo político estatal y; usos y costumbres. Para González y Lomelí (2000: 594-635) el intento de modernización del PRI durante el sexenio salinista se puede calificar como una “refundación frustrada”. Entre las razones que esgrimen para explicar el fracaso destacan la correlación de fuerzas al interior de la elite gobernante y las necesidades coyunturales de negociar y afianzar posiciones frente a las otras fuerzas políticas locales y nacionales. Asimismo, subrayan que el proyecto económico del sexenio (neoliberal) se puso por encima de las necesidades del partido, de su representatividad, de su proyecto histórico y de sus esfuerzos por cerrar la brecha con los distintos sectores de la sociedad.

TERCERA ETAPA. ÚLTIMO SEXENIO PRESIDENCIAL PRIÍSTA: LA “SANA DISTANCIA” ENTRE EL PRESIDENTE Y SU PARTIDO (1994-2000)

La elección presidencial de 1994, que llevó al poder a Ernesto Zedillo, cambió de protagonistas. Emergió el PAN como el adversario principal del PRI, ante la declinación del PRD. El predominio del PRI, sin embargo, fue todavía alto. En esas elecciones obtuvo 49% de los votos frente al PAN que alcanzó 28,4%. Sin embargo, las elecciones parlamentarias y seccionales celebradas el 6 de julio de 1997 –en las que el PRI obtuvo 38,8% de los votos, el PAN 26,9% y el PRD 25,5% -perfilaron un escenario tripartidista en el que el PRI debe compartir el poder con dos opositores fuertes.

La reforma interna del PRI, prometida para 1995, no llegó. El partido enfrentaba entonces un escenario de divisionismo y dificultades para reinstaurar la disciplina (Brinegar et al., 2006: 7-8). En lo tocante a la selección de candidatos a gobernador, en un principio, la convención de delegados fue cediendo posiciones ante el avance del método de consulta directa a la base, tal como se expresó en distintos ejercicios de elecciones internas (más abiertas que cerradas, ante la carencia de un padrón

35 En este sentido la versión del ex presidente Salinas coincide con la apreciación del ex presidente López Portillo: el presidente de la República como Fiel de la Balanza. Para una visión más amplia del proceso sucesorio presidencial, así como de las prácticas políticas del presidencialismo autoritario véase el libro de J. CASTAÑEDA (1999), La Herencia. Arqueología de la sucesión presidencial en México, Alfaguara. 36 Para una visión más amplia de las reformas salinistas y sus contradicciones véase la tesis doctoral de D. DRESSER. Salinastroika without Prisnost: Institutions, Coalition-Building, and Economic Reform in México.. New Jersey: Princeton University, 1994 .

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confiable de militantes37, así como la naturaleza incluyente que le caracterizó como partido). Sin embargo, dadas las fracturas internas que se registraron, y que se tradujeron en deserciones que después como oposición vencieron al PRI, el entusiasmo inicial por “democracia interna” a partir de elecciones primarias se fue moderando y se siguió experimentando con métodos, sin llegar a reglas definitivas.

La XVII Asamblea Nacional Ordinaria (1996) registró cambios en los requisitos para acceder a los puestos de elección popular. Para el caso de candidato a gobernador se requería acreditar la calidad de cuadro dirigente y contar con un puesto de elección popular mediante el partido, así como demostrar diez años de militancia en el PRI. Se trataba de los llamados “candados”, restricciones con dedicatoria a la tecnocracia encumbrada en el Ejecutivo federal (incluyendo el entonces presidente de la República, quien además había declarado una “sana distancia” con su partido) cuya fortaleza era su dominio de la técnica financiera y no la militancia partidista. La idea de muchos analistas fue que con ello el PRI cerraba las oportunidades a aquellos personajes que tenían poca identidad con el partido, pero desde otro punto de vista la reforma parecía retrógrada porque iba contra la idea de abrir el partido y hacerlo democrático (De Garay et al., 2003: 275).

Los procedimientos aplicables38 consistieron en la elección de candidatos por: consejo político; convención de consejeros políticos; convención de delegados; consulta directa a los militantes; a militantes y simpatizantes39; o a militantes, simpatizantes y ciudadanos en general, y usos y costumbres.

Los mecanismos de selección diferían, según el cargo. Tratándose de gobernadores el CPN determinarían el procedimiento aplicable. La conducción del procedimiento era responsabilidad de la Secretaría de Elecciones del CEN Sin embargo, los Estatutos señalaban expresamente que era la consulta a las bases era el único procedimiento para designar los candidatos a gobernador y que el CPN era el órgano facultado para disponer excepciones. Sin embargo, el CEN estableció tres formas: la concertación, el candidato de unidad y el registro único. El manejo sesgado de estos métodos de selección fue una de las razones por las que el PRI fue perdiendo gubernaturas desde el sexenio salinista, a partir del descontento que afectó a dirigentes partidistas y a la militancia (Ávila Cabrera: 2006:143).

Las disposiciones generales para la selección de candidatos estaban previstas en los Estatutos, pero las disposiciones específicas quedaron a cargo del Consejo Político Nacional, instancia encargada de definir los detalles en los procesos de selección de candidatos.

Después de la derrota del 2 de julio de 2000, el PRI vivió una situación inédita: el presidente de la República fue desautorizado para seguir mandando dentro del PRI. Fue el fin de la “sana distancia”. La ausencia del polo gravitacional en torno al cual había girado la vida partidaria generó la rebelión de los gobernadores del PRI: reclamaron el control sobre el aparato del partido (Báez, 2001: 411).

Pese a los buenos propósitos de los discursos iniciales de Ernesto Zedillo referidos al PRI, se trató de un gobierno contradictorio que en ocasiones impulsó nuevos métodos de selección de candidatos a las gubernaturas y que en otras manifestó falta de voluntad política, transparencia y redefinición de reglas. Por una parte impulsaba un nuevo federalismo y la descentralización de la vida pública, y por otra siguió enviando candidatos a gobernadores desde el centro, negoció triunfos electorales y se involucró en los intereses regionales (González y Lomelí, 2000: 636). En la última etapa del PRI en la Presidencia se verificaba la erosión de un modelo de sucesión que había operado por espacio de medio siglo.

CUARTA ETAPA. EL PRI EN LA ALTERNANCIA: ADAPTABILIDAD PARA LA SUPERVIVENCIA (2000-2007)

A partir del 1 de diciembre de 2000, en el PRI por primera ocasión no hubo una voluntad suprema que determinara quién sería el candidato a la presidencia de la República o a las gubernaturas

37 Luis Javier Garrido (1986) ha señalado la imposibilidad de precisar el número de militantes del PRI, pues oficialmente era de los partidos políticos contaba con mayor número, dado el sistema corporativista que se fundaba en las afiliaciones colectivas a través de sindicatos y las grandes centrales campesinas y obreras. 38 La normatividad partidista aplicable a la selección de candidatos, con base en los Documentos Básicos del PRI eran en 1997: el Título Cuarto de los Estatutos y el Acuerdo General para la Elección de Dirigentes y Postulación de Candidatos, aprobado por el Consejo Político Nacional. 39 Los Documentos Básicos definieron como simpatizantes a los ciudadanos mexicanos no afiliados al PRI que se interesaban o participaban en sus programas y actividades.

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de los estados, siendo previsible una disputa interna por lograrla de una intensidad difícil de predecir, entre el presidente del partido y diversos gobernadores, en la que probablemente no habría reglas precisas, ni demasiados espacios políticos para ofrecer algo atractivo a los perdedores (Covián: 2002: 429). La derrota del PRI transfiguró sustancialmente las diferencias entre los partidos políticos y las demás fuerzas participantes o influyentes en las tomas de decisiones.

Después de los múltiples problemas que propiciaron sucesivas rupturas en la coalición dominante que era el PRI en la presidencia de la República, mismas que tuvieron su momento de mayor crisis con la derrota del 2 de julio de 2000, uno de los más grandes retos que el priísmo tuvo que enfrentar fue la reconstrucción de su gobierno interno sin presidente priísta, sin el eje que ponía todo en orden (Reyes y Reyes, 2003: 17). Desde entonces, el PRI se enfrentó al reto de ordenar y conciliar los múltiples intereses dispersos que quedaron como saldo después de la derrota presidencial.

La nueva dinámica tuvo que ser forzosamente diferente a la de la época hegemónica. Ante la inexistencia de un presidente de la República que fungiera como gran elector y árbitro, ni los gobernadores como reproducciones del anterior dentro de sus estados. La reforma interna del PRI parecía obligatoria, o por lo menos su intento, por razones de supervivencia. El reto principal consistía en mantener la unidad y la cohesión en un proceso político de alternancia complicado.

La función que desarrollan los gobernadores priístas, como líderes partidistas en sus respectivas entidades federativas, generó contrapesos reales al Comité Ejecutivo Nacional. De ahí que si en algún momento se pensó que el vértice de la dirigencia nacional del PRI se trasladaría de la Presidencia de la República al Comité Ejecutivo Nacional, tras las derrotas presidenciales de 2000 y de 2006, en los hechos no está ocurriendo así. En la cuarta etapa analizada, el peso político de los gobernadores suele imponerse y generar resistencias decisivas en la negociación con el CEN del PRI en asuntos que competen a los estados y a las regiones. Una coyuntura en la que esto se puede apreciar con claridad es en la selección de candidatos, tanto federales como locales (Reyes y Reyes, 2003: 18).

En el ámbito normativo y organizacional la transformación de los métodos de selección de candidatos han tenido expresiones muy concretas. Desde 2002, el PRI cuenta en el nivel nacional con dos órganos de apoyo: la Comisión Nacional de Procesos Internos (que en 2007 se le denominó Comisión Nacional de Democracia Interna) y la Comisión de Imagen y Comunicación Política. La primera es la instancia responsable de coordinar y conducir los procesos de postulación de candidatos en el ámbito nacional y federal, así como de coadyuvar con las instancias estatales correspondientes en el desarrollo y conducción de los procesos electorales internos estatales y del Distrito Federal, municipales o delegacionales (Artículos 98 y 99 de los Estatutos).

Así, se considera que el proceso para postular candidatos a cargos de elección popular inicia al expedirse la convocatoria respectiva y concluye con la declaración de validez y entrega de la constancia de mayoría, en su caso, una vez resueltas las controversias interpuestas. Previa determinación del procedimiento aprobado por el Consejo Político del nivel respectivo, la convocatoria para postular candidatos a cargos de elección popular, será expedida por el Comité Ejecutivo Nacional, cuando se postulen candidatos a gobernadores y jefe de Gobierno del Distrito Federal (Capítulos II y III, Artículos 22 y 23 del RICNPI).

En ese mismo Reglamento (Artículo 25) se determina que el proceso de postulación de candidatos se desarrollará por el procedimiento que seleccione el consejo político del nivel que corresponda, de entre las opciones siguientes: I. Elección directa; II. Convención de delegados, y III. Usos y costumbres para elecciones municipales donde tradicionalmente se aplica40. Además confirma que el Consejo Político establecerá el procedimiento por lo menos seis meses antes del término del plazo legal establecido para el registro respectivo; de no hacerlo, se utilizará el procedimiento de la misma elección anterior.

40 Por usos y costumbres se entiende el procedimiento que se ajusta a las prácticas y tradiciones políticas, culturalmente arraigadas, y socialmente aceptadas. Como se infiere de la lectura del artículo 25, este procedimiento no aplica para la selección de candidatos a gobernador.

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CUADRO I MECANISMOS DE SELECCIÓN DE CANDIDATOS A GOBERNADOR DEL PARTIDO REVOLUCIONARIO INSTITUCIONAL

Entidad Federativa

Internas abiertas Convención Liderazgo nacional Liderazgo Local Internas cerradas 1º 2º 3º 4º 5º 1º 2º 3º 4º 5º 1º 2º 3º 4º 5º 1º 2º 3º 4º 5º 1º 2º 3º 4º 5º

Aguascalientes + 1980

+ 1986

+ 1992

+ 1998

+ 2004

+ 2004 (bis)

Baja California + 2001

+ 1995

+ 2007

+ 1983

+ 1989

Baja California Sur

+ 1998

+ 1980

+ 1986

+ 1992

+ 2005

Campeche + 2002

+ 1978

+ 1984

+ 1990

+ 1996

Coahuila + 1999

+ 2005

+ 1981

+ 1987

+ 1993

Colima + 2002

+ 1985

+ 1997

+ 2003 (bis)

+ 2005

+ 1991

Chiapas + 2000

+ 2006

+ 2006 (bis)

+ 1982

+ 1988

+ 1994

Chihuahua + 1998

+ 2003

+ 1980

+ 1986

+ 1992

Distrito Federal + 1999

+ 1997

+ 2006

Durango + 2003

+ 1980

+ 1986

+ 1992

+ 1998

Guanajuato + 2006

+ 1985

+ 1991

+ 1995

+ 2000

+ 2006 (bis)

Guerrero + 1998

+ 2005

+ 1980

+ 1986

+ 1992

Hidalgo + 1998

+ 2004

+ 1980

+ 1986

+ 1992

Jalisco + 2006

+ 1994

+ 1982

+ 1988

+ 2000

México (Estado de)

+ 1999

+ 1981

+ 1987

+ 1993

+ 2005

Michoacán + 2007

+ 1986

+ 1992

+ 1996

+ 2001

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Entidad Federativa

Internas abiertas Convención Liderazgo nacional Liderazgo Local Otros 1º 2º 3º 4º 5º 1º 2º 3º 4º 5º 1º 2º 3º 4º 5º 1º 2º 3º 4º 5º 1º 2º 3º 4º 5º

Morelos + 2000

+ 2006

+ 1982

+ 1988

+ 1994

Nayarit + 2005

+ 1981

+ 1987

+ 1993

+ 1999

Nuevo León + 2003

+ 1979

+ 1985

+ 1997

+ 1991

Oaxaca + 1980

+ 1986

+ 1992

+ 1998

+ 2004

Puebla + 1998

+ 2004

+ 1980

+ 1986

+ 1992

Querétaro + 2003

+ 1979

+ 1985

+ 1991

+ 1997

Quintana Roo + 1998

+ 2004

+ 1980

+ 1986

+ 1992

San Luis Potosí + 2003

+ 1985

+ 1991

+ 1993

+ 1997

Sonora + 2003

+ 1979

+ 1985

+ 1991

+ 1997

Sinaloa + 1998

+ 2004

+ 1980

+ 1986

+ 1992

Tamaulipas + 1998

+ 2004

+ 1980

+ 1986

+ 1992

Tabasco + 1999

+ 2006

+ 1982

+ 1988

+ 1994

+ 2001 (bis)

Tlaxcala + 1998

+ 2004

+ 1980

+ 1986

+ 1992

Veracruz + 2004

+ 1980

+ 1986

+ 1992

+ 1998

Yucatán + 2001

+ 2007

+ 1988

+ 1994

+ 1995

Zacatecas + 1998

+ 2004

+ 1980

+ 1986

+ 1992

Fuente: Elaboración propia.

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CONSECUENCIAS DE LAS REFORMAS LOS MÉTODOS DE SELECCIÓN DE CANDIDATOS A GOBERNADOR DEL PRI

En opinión de Francisco Reveles Vázquez (2008: 202-203) la postulación de candidatos era anteriormente una función débilmente cumplida por el PRI, puesto que no se trataba de un partido gobernante ya que los candidatos no eran elegidos exclusivamente por las bases del partido. El predominio del presidente de la República en la estructura de dominación del régimen político y de la estructura partidista era fehaciente en la postulación de candidatos. Incluso el programa de gobierno no era confeccionado en el partido, sino por el propio gabinete presidencial. Al PRI le correspondía su socialización. De manera cada vez más cierta, los candidatos y programas del PRI son producto de la vida interna del partido.

Los intereses locales comenzaron a privilegiar sus propias agendas, ya que el centro no tenía mucho que ofrecer. Al perder su máxima figura de autoridad después de la alternancia, surgieron diversas fracciones políticas. Algunas de ellas con un fuerte asiento regional. Los líderes de tales fracciones han sido los gobernadores.

Las múltiples reformas electorales han producido cambios sustanciales al interior del PRI: a) el triunfo electoral ya no está garantizado como antes, lo que obliga que los candidatos sean buenos y no sólo leales; b) “El entramado de las lealtades se ha visto alterado” (González y Lomelí, 2000: 652). Los candidatos que tienen mayor probabilidad de ganar las elecciones constitucionales suelen ser personas ajenas a las preferencias del liderazgo nacional, del gobernador en turno o de los intereses locales. No obstante, se considera que la prioridad es conservar (o recuperar) el poder de las gubernaturas.

Las nuevas formas de seleccionar candidatos a las gubernaturas ha motivado que el PRI se transforme tanto en su estructura como en las acciones que venía realizando décadas atrás. Los cambios normativos, ideológicos, organizacionales que se han descrito en las cronologías de las cuatro etapas analizadas dan cuenta de un partido político en proceso de adaptación, forzosa, en aras de la recuperación de espacios políticos. La forma en que se desarrollaron los procesos de selección de candidatos priístas ha afectado, en varios casos, los resultados electorales (González y Lomelí, 2000: 665). La apertura de los procesos de selección no es garantía de triunfo ni la conservación de prácticas autoritarias se traduce en fracaso electoral. Una consecuencia de primer orden es el crecimiento de la política de alianzas para acceder al poder. El mapa de las gubernaturas se ha desplazado hacia las coaliciones (Espinoza, 2007: 9), algo impensable en la época de la hegemonía priísta.

De los datos presentados se infiere que el proceso de democratización en México, que implicó cambios institucionales importantes pero graduales, se ha concretado en elecciones más competitivas que, a su vez, se han traducido en la posibilidad y realización de la alternancia partidista en los gobiernos, tanto a nivel federal como en varios estados del país. Los métodos de selección de candidatos del PRI se han transformado al pasar de un predominio del liderazgo nacional en la primera etapa, a una sensible disminución en la segunda y tercera, y a su casi desaparición en la cuarta etapa, periodo en el que su esporádica puesta en práctica por el Comité Ejecutivo Nacional (a falta de presidente priísta de la República) ha dado resultados negativos. Por otra parte, el liderazgo local ha incrementado su influencia en estos procesos, aprovechando los vacíos de poder que ha dejado la falta de un presidente moderador del partido. Pero en mayor medida, el PRI ha buscado la construcción de candidaturas legitimadas por la militancia, en la medida de lo posible, por lo que la realización de convenciones y elecciones internas abiertas se ha vuelto habitual, de conformidad a su normatividad interna y la rutinización de tales procedimientos. El contexto en que se desarrollan está determinado por circunstancias que difícilmente se capturan en las estadísticas. Cada entidad federativa presenta una enorme serie de variables coyunturales que definen tanto las condiciones para seleccionar candidatos, como para elegir entre ellos a los gobernantes.

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Cuadro II MÉTODOS DE SELECCIÓN DE CANDIDATOS A LAS GUBERNATURAS

Y RESULTADO DE LA ELECCIÓN CONSTITUCIONAL (ANÁLISIS DEDATOS)

Etapa

Primera Segunda Tercera Cuarta Método de selección de candidatos del PRI a gubernatura

Liderazgo nacional: 54

Liderazgo nacional: 27 Liderazgo local: 1 Convención: 1 Elecciones internas cerradas: 2

Liderazgo nacional: 15 Liderazgo local: 3 Convención: 3 Elecciones internas abiertas: 12

Liderazgo nacional: 3 Liderazgo local: 3 Convención: 14 Elecciones internas abiertas: 14

Triunfos del PRI/ No. de elecciones (porcentaje)

54/54 (100%)

29/32 (90%)

19/34 (55%)

19/36 (52,7%)

Triunfos del PRI con candidatos por liderazgo nacional/ No. de elecciones (porcentaje)

54/54 (100%)

26/28 (92%)

9/15 (60%)

0/4 (0%)

Triunfos del PRI con candidatos por liderazgo local/ No. de elecciones (porcentaje)

-------------

1/1 (100%)

2/3 (66,6%)

3/3 (100%)

Triunfos del PRI con candidatos por convención/ No. de elecciones (porcentaje)

-------------

0/1 (0%)

0/3 (0%)

7/15 (46%)

Triunfos del PRI con candidatos por elecciones internas cerradas/ No. de elecciones (porcentaje)

-------------

2/2 (100%)

----------------

----------------

Triunfos del PRI con candidatos por elecciones internas abiertas/ No. de elecciones (porcentaje)

-------------

---------------

8/13 (61,5%)

9/14 (64%)

Fuente: Elaboración propia.

CONCLUSIONES

Los cambios en la praxis partidista no pueden suceder de forma mecánica o automática, pero tampoco radical, a fin de evitar escisiones y enfrentamientos que debiliten al partido (González y Lomelí: 590-591). El PRI ha cambiado aún cuando ha prevalecido su conflicto interno. Las variabilidad de los datos analizados en este trabajo así lo confirman. Ante un poder que ya no alcanza para todos, ante victorias que ya no son seguras, la disciplina decae, las lealtades son volátiles y las fracturas recurrentes (Casillas Ortega, 2000: 14). Los cambios políticos y sus expresiones electorales sugieren un doble ritmo: el del desarrollo de las regiones y el de los acontecimientos generales del país que impactan e influencian en el conjunto. Hay una tendencia hacia la generalización de la competencia política con ritmos y tiempos desiguales (Aziz, 1997:8).

Las regiones son una arena privilegiada del cambio político, su diversidad cultural, la peculiaridad de su problemática local, la importancia de los ámbitos territoriales y el cúmulo de enseñanzas cívico-políticas que han compartido con la federación son muestra fehaciente de que la transición política tiene otra vertiente en los gobiernos locales y estatales. Al parecer, el grado óptimo de unidad de un partido político se consigue con una selección descentralizada de candidatos (Maravall, 2003: 164). En lo referente a la selección de candidatos, el PRI ha tendido hacia una mayor autonomía de las regiones en la definición de candidatos a gobernadores. Ello ha dado lugar a que con mayor

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frecuencia los gobernadores priístas sean “el fiel de la balanza” en el momento de la toma de decisiones importantes, lo que a su vez ha generado conflictos con el Comité Ejecutivo Nacional.

Ante la ausencia de un presidente de la República de filiación priísta los gobernadores se han confrontado con los grupos locales para la definición de los programas de gobierno y sobre las candidaturas. Acuerdos y desacuerdos han sido procesados entre los gobernadores, los líderes parlamentarios y el CEN del PRI. Después de la derrota presidencial de 2006 se percibe que los liderazgos y corrientes regionales serán los que disputan la definición de un nuevo orden interno e intentan formar nuevas coaliciones dominantes.

Las parcelas de poder de los gobernadores representan hoy día el mayor capital político del PRI: recursos materiales (financiamiento partidista) y cargos de tomas de decisiones resultan indispensables para concretar precampañas y campañas electorales exitosas. No es casual que la recuperación electoral del PRI se verifique principalmente en los estados donde sigue ejerciendo la gubernatura. La antigua estructura corporativa ha quedado supeditada a la estructura territorial y a la lógica de las corrientes políticas regionales. La ausencia de un presidente priísta de la República abrió las posibilidades al sobredimensionamiento de los gobernadores de dicho partido en la tentación de imponer sucesor, máxime cuando el poder decisorio del presidente no pasó al CEN del PRI, ni a la autoridad colegiada del CPN, máxime cuando la principal fuente de financiamiento partidista en las entidades federativas son los gobiernos estatales.

Uno de los aspectos fundamentales de la adaptación de los partidos políticos se refiere al mejoramiento de sus procesos de selección de candidatos (Aguirre, 2001). Cuando las tendencias oligárquicas se hacen presentes en la vida de los partidos, particularmente se evidencian en este rubro. La selección de candidatos a cargos de elección popular en el PRI ha estado muy lejos de satisfacer plenamente los principios democráticos, al atender la necesidad de mantener la unidad de acción y criterio de la organización frente al reto que supone la competencia en las urnas. Sin embargo, las fórmulas tradicionales de selección de candidatos han sido poderosamente impugnadas, incrementándose las voces de quienes opinan que deben instituirse mecanismos más democráticos y abiertos.

Cuando el PRI pierde elecciones para gobernador, generalmente se ubica como uno de los dos partidos que más voto recibe (excepto en la capital del país y, recientemente en Morelos). El tripartidismo que México vive a nivel federal es resultado de diversos bipartidismo estatales. La disputa de la oposición en un buen número de estados mexicanos no es otra que la disidencia priísta, quien en otro tiempo participó con las mismas reglas. Un reto mayúsculo de los priístas es superar la selección de candidatos sin fracturas. Para sus adversarios resulta deseable que los priístas se dividan y les faciliten el triunfo electoral. Las alianzas o choques en el escenario nacional no se reproducen, como se puede ver en la comparación efectuada en este trabajo, con lo que sucede en los estados.

Los electores recompensan la unidad del partido y castigan las disensiones internas. La novedad de los métodos de selección usado por el PRI para seleccionar a sus candidatos en varias entidades no ha propiciado que muchas viejas prácticas corporativistas, autoritarias y fraudulentas desaparezcan. La ruptura de los mecanismos que garantizaban la disciplina priísta que el surgimiento de una nueva pluralid44ad producto de las diversas concepciones de país que en la sociedad existen. Los procesos de selección de candidatos representan uno de los factores que mas afectan el desarrollo del partido en el proceso electoral.

Son constantes las denuncias de que desde su inicio los procesos internos suelen registrar varias irregularidades: precampañas anticipadas y sin ninguna regulación; convocatorias tardías que limitan la participación de los militantes que habían venido trabajando territorialmente en sus respectivas aspiraciones; falta de transparencia en la utilización de encuestas, en el cobro de las cuotas partidarias y para el pago de las propias encuestas; en aquellos distritos y municipios donde finalmente se llevo a cabo la elección, los resultados fueron cuestionados por los contendientes entre acusaciones de alteraciones de acta y robo de urnas y materiales electorales. Todo lo cual, abona a dividir a debilitar al partido al caer en el desanimo muchos militantes, además de tener un efecto negativo ante la opinión publica. Para muchos priístas la elección interna democrática no ha existido, ha sido dirigida y simulada.

Las precampañas tienen consecuencias tanto positivas como negativas. Entre las primeras se señala el posicionamiento de los aspirantes, además de presentar al partido con una vida interna

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vigorosa. Lo negativo radica en que una vez realizados los procesos internos se generan una serie de conflictos debido en gran parte a las luchas de los intereses representados alrededor de las candidaturas. El daño originado al partido por las candidaturas adelantadas sin convocatoria, sin fiscalización ni control del uso de recursos públicos y privados, la falta de neutralidad de los organizadores de los procesos, y sobre todo la simulación de prácticas democráticas perjudica cualquier intento de reforma seria. En la simulación, los priístas son las víctimas de sus propias mentiras, de creerse en un proceso de transformación y de estarse reconstruyendo como un nuevo partido democrático y con una gran fuerza social.

Los cacicazgos locales, económicos y políticos, han constituido en muchas ocasiones los pilares de una falsa democracia interna. A diferencia del pasado en el PRI contemporáneo importan las reglas escritas. Por lo menos se percibe un esfuerzo para formalizar sus procesos. En ocasiones los gobernadores se sienten obligados a recurrir a las viejas prácticas autoritarias, al dedazo, a la imposición del candidato, porque las fuerzas centrífugas si no hay una decisión inapelable pueden ser tan poderosas y caóticas que se tenga que recurrir a este método para salvar la unidad partidista. Persiste la idea de que cualquier mecanismo distinto al “candidato de unidad” sería fuente de discordia y división.

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