Palabras de inauguración 103 asamblea enero 2015
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Saludo del Presidente de la CEV, Excmo. Mons. Diego Padrón Sánchez,
Arzobispo de Cumaná, en la Apertura de la Centésima Tercera
Asamblea Ordinaria Plenaria de la Conferencia Episcopal Venezolana
Caracas, 7 de enero de 2015
Saludo cordialmente a los hermanos Obispos presentes y envío un
afectuoso saludo a los hermanos Eméritos y a otros que por
motivos de enfermedad u otras serias razones no pueden compartir con nosotros este encuentro de fraternidad, colegialidad
y corresponsabilidad.
Saludos en especial deferencia al Sr. Cardenal Jorge Urosa Savino, Arzobispo de Caracas y Presidente de Honor de la Conferencia
Episcopal Venezolana.
Al Excmo. Mons. Aldo Giordano, Nuncio Apostólico, agradeciéndole
su servicio a nuestra Iglesia y a nuestro país y su saludo en esta ocasión. En su persona y por su digno intermedio expreso al Santo
Padre Francisco el saludo agradecido de sus hermanos Obispos de
Venezuela y la filial adhesión de nuestra Iglesia que peregrina hacia
una patria mejor (Cf Hb. 11,14).
Saludo y doy la más cordial bienvenida a esta Asamblea a los
hermanos sacerdotes Darío Salazar Gómez, Administrador
Diocesano de Margarita, Ernesto Romero, Pro-Vicario del Vicariato Apostólico de Tucupita y Benito Méndez, Administrador Diocesano
del Ordinariato Militar.
Un fraterno saludo a los Presidentes y Juntas Directivas de la Conferencia de Religiosos y Religiosas (CONVER) y del Consejo
Nacional de Laicos (CONALAI) de la Asociación Venezolana de
Educadores Católicos (AVEC), de la Universidad Católica Andrés
Bello (UCAB), de la Asociación de Promoción de la Educación Popular
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(APEP), Universidad Católica Santa Rosa (UCSAR), Instituto
Universitario Pedagógico Mons. Arias (IUPMA).
Saludo y agradezco la presencia y diario servicio de los Directores
de los Departamentos del Secretariado Permanente del Episcopado
Venezolano (SPEV), y a todos nuestros colaboradores.
Saludo y agradezco a los representantes de los medios de Comunicación Social.
A nivel de Iglesia universal, el año que acaba de terminar fue un
tiempo privilegiado – un kairós lo llama el Nuevo Testamento – en el que la personalidad, el estilo pastoral y las extraordinarias como
oportunas intervenciones del Papa Francisco han hecho patente
que el Espíritu de Dios no se agota y suscita en cada época los
hombres y mujeres capaces de dar un giro a la historia. Hoy, en la Iglesia, ese hombre se llama Francisco. Nuestra Iglesia y nuestro
pueblo están plenamente identificados con él.
En el programa del Papa Francisco la actividad más significativa en el 2014 ha sido sin duda la III Asamblea General Extraordinaria del
Sínodo de los Obispos con un tema de primera importancia para la
Iglesia y la sociedad, para los gobiernos y para el común de la
gente. En efecto, durante el Sínodo la Iglesia ha proclamado el “Evangelio de la Familia” o el designio que a la luz de la Revelación
cristiana tiene establecido Dios para la familia, el matrimonio y los
hijos. Esta etapa del Sínodo fue sólo la primera-equivalente a las
etapas del Ver y el Juzgar de nuestra metodología, para contemplar
la realidad de la familia hoy, en la complejidad de sus luces y sus
sombras; para reconsiderar con frescura y entusiasmo renovados lo
que la Revelación [...] nos dice sobre la belleza, sobre la misión,
sobre la dignidad de la familia; la confrontación - que la hubo en el
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aula sinodal y fuera de ella – bajo la luz del Señor Jesús, para
discernir los caminos por los cuales renovar la Iglesia y la sociedad
en su compromiso por la familia basada en el matrimonio entre
hombre y mujer (LOS DESAFIOS PASTORALES SOBRE LA FAMILIA EN
EL CONTEXTO DE LA EVANGELIZACION, Documento final, 18-10-
2014, N° 4).
Otro Jalón importante en la orientación que el Papa Francisco ha
imprimido a la Iglesia ha sido la canonización, el pasado 1 de mayo, de los dos más grandes Papas del siglo XX: Juan XXIII y Juan Pablo II,
y la beatificación de un extraordinario pastor y evangelizador, el
Papa Pablo VI. Estos tres hombres fueron las grandes voces que con
el coraje propio de los profetas enrumbaron al pueblo de Dios por los caminos del aggiornamento, la evangelización del mundo
contemporáneo y la apertura al mundo a la luz del Concilio
Vaticano II, particularmente de la Lumen Gentium y la Gaudium et
Spes. Su profundo y prolongado magisterio, recogido particularmente en visionarias Encíclicas que sacudieron a católicos
y no católicos y sus numerosos viajes apostólicos – al estilo de San
Pablo-, que acercaron a la Iglesia a todos los pueblos y culturas,
manifiestan que la santidad es una característica de la Iglesia, presente tanto en su cabeza visible como en sus miembros, en
medio de una lucha frontal contra el pecado que afecta
poderosamente al cuerpo de la Iglesia y que ella no ha escondido.
Cada Papa es un hombre a quien Dios llama y pone al frente de su
casa, como Moisés (Hb3,3-6), para que conduzca al pueblo por el
camino de la alianza y sus mandamientos: no matarás, no robarás,
no calumniarás. Pero, en primer lugar, amarás a Dios ante todo y
más que todo, y a tu prójimo como a ti mismo. Esa fue la vocación y
misión que cumplieron en su vida los Papas declarados santos. En
definitiva, los santos son los mejores evangelizadores. Esta es
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también la línea central del mensaje del Papa Francisco. Con gran
sencillez en sus palabras, gestos y actuaciones procura poner al
nivel más común las verdades, los ejemplos y el sentido lleno de
alegría del Evangelio.
El Papa Francisco cree profundamente en el valor del testimonio
evangelizador de los hombres y mujeres que consagran
enteramente su vida a Dios. De aquí que haya declarado el 2015
como el AÑO DE LA VIDA CONSAGRADA. Esta es una ocasión para
que la CONVER lidere un plan integral de formación, renovación,
promoción y acción de gracias de la Vida Consagrada en Venezuela,
que tantas y tantos evangelizadores ha dado a la Iglesia.
En el plano nacional, el Episcopado y la Iglesia hemos llorado la
partida de tres hermanos obispos: S. E. Juan María Leonardi, S. E.
Antonio José Ramírez Salaverría, Decano del Episcopado
Venezolano, y S. E. José Hernán Sánchez Porras, Obispo del
Ordinariato Militar. El consuelo nos viene de la esperanza cierta de
que sus vidas y sus obras les acompañan ante el Padre de la
misericordia, quien no deja sin la recompensa eterna a sus
servidores fieles.
Un evento que fue y será muy provechoso para la vida ministerio
de los sacerdotes ha sido la Asamblea Conjunta de Obispos y
Presbíteros tenida el 9 y 10 de julio, con el fin de estrechar los
vínculos de comunión eclesial promover la espiritualidad y la
pastoral sacerdotales y subrayar los criterios eclesiales comunes de
nuestra pastoral.
La Iglesia ha impulsado con fuerza el reconocimiento de la persona
del Doctor José Gregorio Hernández como un ciudadano, un
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profesional, médico y científico, ejemplo para todos los
venezolanos de virtudes humanas y cristianas. Un laico que
entendió y puso en práctica aquella máxima de San Pablo: La
caridad no puede esperar, el amor de Cristo nos apremia -2 Co 5,14
Me adelanto a decir que los resultados de este año dedicado al
Venerable Dr. José Gregorio Hernández han superado las
expectativas. Se ha logrado un mejor conocimiento y
reconocimiento del valor de sus vidas y virtudes, y los fieles
católicos han presentado a la Causa de beatificación centenares de
testimonios en los que se atribuye una especial intercesión del
Venerable para obtener de Dios los favores esperados. Hoy la Causa
de Beatificación tiene un fundamento más sólido y los venezolanos
podemos estar más esperanzados.
En el ámbito eclesiástico hemos recibido la grata visita de tres
Obispos que, a nombre de la Congregación del Clero, hicieron un
análisis de la vida de nuestros Seminarios diocesanos. A los tres
hermanos Obispos venidos de afuera nuestro agradecimiento por
su cercanía, el profundo respeto a nuestras decisiones y el
esmerado empeño con que realizaron su ardua labor.
A los Obispos de la Comisión Episcopal de Seminarios y al
Departamento nuestra felicitación y reconocimiento por la
animación, acompañamiento y coordinación de la visita. Estamos
en espera del Informe final de parte de la Congregación del Clero.
La Iglesia venezolana tiene para el año que comienza el reto de
trabajar en base al nuevo Plan Trienal, propuesto por las
Comisiones Episcopales y la Secretaría General de la Conferencia.
El Plan unifica objetivos y criterios y coordina acciones y programas.
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El compromiso es hacerlo pasar a nuestros planes pastorales,
diocesanos, parroquiales y comunitarios.
Dentro del Plan Trienal está prevista la Asamblea Nacional de
Pastoral para el segundo trimestre del año. Sería una actualización
del espíritu Plenario de Venezuela y una experiencia de
planificación pastoral para los años venideros que responda a las
exigencias de los nuevos desafíos.
Un acontecimiento de significativa importancia histórica y eclesial
es el Quinto Centenario de la Fundación de Cumaná, primogénita
del Continente. Una Carta Colectiva del Episcopado pondría de
relieve los inicios de la evangelización de Venezuela en “Tierra de
Gracia” con el aporte, incluso martirial de los misioneros
Franciscanos y Dominicos. Antes de nacer la República, los
misioneros contribuyeron al nacimiento de nuestra nacionalidad.
Como ciudadanos venezolanos y como pastores del pueblo, que
peregrina entre aflicciones y consuelos de Dios, hemos estado muy
atentos al acontecer del país.
El pueblo está consciente de que Venezuela atraviesa una crisis
global de enormes proporciones, cuyos niveles sobrepasan
cualquier crisis anterior y que toca profundamente todas las
dimensiones de la vida del país. Cada día el venezolano siente más
la crisis en carne propia. Una crisis de carácter ético-político y
económico-social.
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El punto de partida de esta crisis está, por un lado, en la pérdida de
los valores morales republicanos y, por otro, en la naturaleza y
desempeño del sistema que nos gobierna. Es ya un lugar común
decir que en Venezuela se ha perdido el respeto entre las personas
y el respeto a las instituciones. Pero también a los principios de
legalidad, legitimidad y moralidad que son el sustento del
entramado jurídico, legal y constitucional.
El sistema político dominante ha impulsado constantemente la
división ideológica y social entre los diversos sectores del país, lo
cual predispone los ánimos para la violencia y la agresividad. La
violencia ha sido y continúa siendo motivada por la filosofía del
sistema La pobreza vergonzante a la que el sistema ha llevado al
país es causa de violencia. El militarismo y la corrupción en diversos
grados son amparados por el sistema. La desidia o negligencia de
los poderes públicos para superar la crisis moral, la ineficiencia de
los servicios básicos que requieren todos los ciudadanos, el alto
costo de la vida, la crisis en el sistema de salud pública, el
desabastecimiento en todos los rubros, la escasez de empleo digno
y justo, la crisis económica que paraliza al país, la inseguridad social
y jurídica, la criminalización de la protesta pacífica y la persecución
a la disidencia política, sindical y obrera conforman un clima
político-social muy duro y un panorama nacional muy oscuro.
Ante la magnitud de la crisis, los partidos políticos no han sabido
ofrecer un proyecto alternativo de democracia eficiente. La crisis
de los partidos es más de afecto que de ideología, más de agendas
y proyectos personalistas que de estrategias. Tal crisis en la
dirigencia impide la visión de bien común y la concreción de un
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proyecto en el que puedan participar todos los sectores sin
exclusiones.
La crisis es tan compleja que requiere para ser resuelta el concurso
de todos los sectores del país. Ahí está nuestra fortaleza. “La
fuerza es la unión”. (Himno Nacional). La política de exclusión y de
desconocimiento mutuo entre los sectores disminuye la capacidad
para encontrar los caminos de solución. El radicalismo agudiza la
crisis.
El diálogo es el camino, con tal responda a la naturaleza y a la
metodología del diálogo eficaz, que prevee cambios y acuerdos en
bien de todos. La Asamblea Nacional debería ser la primera
instancia de diálogo en el país.
Las próximas elecciones parlamentarias tienen para la marcha del
país un extraordinario valor, pues desde la Asamblea Nacional
pueden impulsarse los cambios que la nación requiere para
recuperar el diálogo, el orden y la paz. En nombre de la CEV
propongo de nuevo el diálogo entre el gobierno y los demás
sectores del país como una vía para encontrar soluciones
acordadas.
Hago votos al Señor por intercesión de nuestra Señora de
Coromoto a fin de que nos conceda en este nuevo año alcanzar en
Venezuela la reconciliación y la paz.
Muchas gracias
+Diego Padrón Sánchez
Arzobispo de Cumaná
Presidente de la CEV
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