PALABRAS DEL LICENCIADO CESAR...

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PALABRAS DEL LICENCIADO CESAR SEPÚLVEDA EN LA INICIACIdN DE CURSOS DE POSGRADO EN LA FACULTAD DE DERECHO * Se me ha hecho el honor de invitarme a fin de dirigir a ustedes unas cuantas palabras para celebrar este comienzo de los altos estudios que han decidido emprender y no pude evadirme a ello, no obstante mi re- ticencia habitual y mi alejamiento de estas aulas por más de un cuarto de siglo, y aún más, por estar excedido en años. He aceptado al fin porque considero de trascendencia este acto, pues me alienta que siga habiendo gentes con aspiraciones más elevadas y con mayor ansia de captar las disciplinas jurídicas, y finalmente, por un tanto de curiosidad científica de mi parte. Es por ello que empiezo a felicitar a ustedes en esta iniciación de relevancia en su vida académica, y para desearles el mejor kxito en sus nuevos afanes. Vengo a formular aqui algunos comentarios, que se me han pedido, sobre el panorama del Derecho en Mbxico, la función de nuestra Facultad en estas &pocas procelosas de inseguridad jurídica y de tensión social, y algunos temas conexos. Los conceptos que veneré aqui son el producto de la reflexión de un antiguo maestro y me permitir& versar sobre algunos tópicos actuales de inter&ssobresaliente como son la enseñanza del derecho, la deprecia- ción de los sistemas legales del Estado; el menoscabo de la personalidad del abogado en la sociedad civil frente a otras profesiones; la recons- trucción necesaria del orden legal mexicano y la función de los futuros juristas en ella; y por deformación profesional, el rol que los hombres de la toga pueden desempeñar con señorío en el nuevo orden interna- cional para lograr la proscripción de la violencia, el imperio de la paz, y el fomento de la sana y constructiva cooperación entre los Estados. Anuncio que seré franco e imp;ircial, como merecen ustedes. Sinceramente creo, señores, que puede hablarse de una crisis larga y ostensible del Derecho en México, y en la cual los miembros de esta * Sc llevb a cabo en el Aula "JosG Castillo Larrañaga" <Ic 1s División <le Estiidius <le Posgrado de la Facultad de Derecho de la UNAhI, 21 de mayo de 1992. www.derecho.unam.mx

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  • PALABRAS DEL LICENCIADO CESAR SEPÚLVEDA EN LA INICIACIdN DE CURSOS DE POSGRADO

    EN LA FACULTAD DE DERECHO *

    Se me ha hecho el honor de invitarme a fin de dirigir a ustedes unas cuantas palabras para celebrar este comienzo de los altos estudios que han decidido emprender y no pude evadirme a ello, no obstante mi re- ticencia habitual y mi alejamiento de estas aulas por más de un cuarto de siglo, y aún más, por estar excedido en años. He aceptado al fin porque considero de trascendencia este acto, pues me alienta que siga habiendo gentes con aspiraciones más elevadas y con mayor ansia de captar las disciplinas jurídicas, y finalmente, por un tanto de curiosidad científica de mi parte.

    Es por ello que empiezo a felicitar a ustedes en esta iniciación de relevancia en su vida académica, y para desearles el mejor kxito en sus nuevos afanes. Vengo a formular aqui algunos comentarios, que se me han pedido, sobre el panorama del Derecho en Mbxico, la función de nuestra Facultad en estas &pocas procelosas de inseguridad jurídica y de tensión social, y algunos temas conexos.

    Los conceptos que veneré aqui son el producto de la reflexión de un antiguo maestro y me permitir& versar sobre algunos tópicos actuales de inter&s sobresaliente como son la enseñanza del derecho, la deprecia- ción de los sistemas legales del Estado; el menoscabo de la personalidad del abogado en la sociedad civil frente a otras profesiones; la recons- trucción necesaria del orden legal mexicano y la función de los futuros juristas en ella; y por deformación profesional, el rol que los hombres de la toga pueden desempeñar con señorío en el nuevo orden interna- cional para lograr la proscripción de la violencia, el imperio de la paz, y el fomento de la sana y constructiva cooperación entre los Estados. Anuncio que seré franco e imp;ircial, como merecen ustedes.

    Sinceramente creo, señores, que puede hablarse de una crisis larga y ostensible del Derecho en México, y en la cual los miembros de esta

    * Sc llevb a cabo en el Aula "JosG Castillo Larrañaga"

  • rama tenemos alguna responsabilidad. El Derecho, como instrumento de mediación sufre, en primer lugar, por el excesivo estatismo de que padecemos. El Estado moderno, en su pregonado afán de dar bienestar a todos, o bien, por necesidad de asegurar su lugar como ente soberano en la competitiva comunidad internacional, se ha arrogado, en esas aras, una copia cada vez mayor de poderes y de funciones, y reclama, tal vez justamente, la sujeción y la conformidad de los ciudadanos, de los esta- inentos y de las corporaciones a sus inandatos. Las prerrogativas y el número de órganos se incrementan de continuo. Se multiplican Iüs dis- posiciones legales Ii ordenanzas técnicas que afectan cada vez niás el destino, la familia y el patrimonio de los ciudadanos; y en grado apre- ciable, su libertad. Hay demasiado gobierno y menos Dereclio en nues- tro tiempo.

    Los metodos y aparatos del gobierno padecen también por la ruptura del equilibrio clásico entre los poderes. El Ejecutivo se Iia desbordado sobre los otros dos, porque las exigencias del Estado nioderno Iian im- puesto un predominio del poder administrador sobre los demás. Está en posición de legislar sobre las materias más delicadas y más disimbo- las, sin necesidad de sujetarse el proceso tradicional de formulación y expedición de las leyes, y cuando llega a proceder en la forma clásica, se asegura de obtener previamente el ascenso de las mayorías parlamenta- rias. Puede entrar en compactos y convenios con otros paises importantes para el destino de la nación, sin mucha dificultad interna.

    Es capaz de formular declaraciones trascendentes de política exterior sin obstáculos.

    Y en medio de todo esto, la privanza del Ejecutivo Iia ido menguan- d o el status de los abogados frente a la administración porque los fun- cionarios de ella, generalmente reclutados entre técnicos u otros espe- cialistas, o políticos, no sienten ninguna devoción especial Iiacia los ju- ristas y prefieren tratar con otros profesionales como interniediarios, o negarles carácter representativo, prefiriendo negociar directamente con el particular interesado, suprimiendo así críticos incómodos o adversa- rios peligrosos.

    Otros aspectos es la tendencia de ese mismo poder de expedir a cada paso numerosas nuevas leyes, decretos, y ordenanzas a las que califica de "orden público e interés social", para rodear el obstáculo de los re- cursos constitucionales de amparo, y para volver más fatigosa y más pro- blemática la tarea del abogado postulante, y muchos de estos ordena- niientos se expiden sin el concurso del hombre de leyes, confiándolos dizque a especialistas, lo que entralia nienoscabo dc la significacióii de

  • los juristas. En no pocos de estos instrumentos ni siquiera se proveen recursos claros y conliables para defensa de los particulares, ni siquiera aquel para elevar la instancia a i111 oficial superior, que se llamaba la "reconsideración administrativa", hoy conceptuada sólo como una reli- quia estorbosa.

    El sistema legil mexicano, como lo puede comprobar cualquier inves- tigador serio, se Iia vuelto espeso y complicado en su conjunto. Sus di- ferentes partes no encajan entre si ni armonizan unas con las otras. Hay un visible desajuste técnico. Ello puede deberse, por una parte, a la :iusencia de buenos asesores legales, o a un pretendido espíritu de mo- dernismo mal entendido, o bien a la persistente inclinación de copiar disposiciones de ordenamientos extranjeros, que no son de fácil asimi- lación por la realidad jurídica existente. Ya se Iia percibido con fre- cuencia de leyes y decretos que parecían modelo de modernidad resul- tan inoperantes en la práctica y gravosos pecuniariamente, porque son en realidad concrecioiies extrañas al aparato legal general y a los meca- nismos usuales de aplicación del derecho.

    Por tanto, resulta empresa sobrehumana conocer ya no todas las leyes, ieglamentos y disposiciones conexas, sino sólo aquellas que se refieren en concreto a un aspecto cualquiera de la actividad del Estado, y las concordancias, antinomias y demás que guardan entre si y con sus reglas procesales. No se puede penetrar impunemente a esa tupida selva legal, a menudo llena de contradicciones, de oscuridades, y de falta de conco- niitancia y simetría.

    Ello conduce a meditar si no es oportuno ya que exista un cuerpo idóneo, o una coinisidn de expertos, como lia ocurrido en otras partes del mundo, encargada de honiologar, depurar, modernizar correctUmen- te, agilizar toda la legislación mexicana, capaz de podar las frondas innecesarias, de recliazar valientemente los remiendos, los irijertos ex- tranjerizantes, eliiiiinaii

  • existentes, ha declinado frente a un poder ejecutivo fuerte, y un tanto impetuoso y arrogante, como he expresado en ocasiones anteriores. Maestros distinguidos de esta Facultad ya han formulado en fecha re- ciente, y de manera pública, criticas muy fundadas sobre las deficiencias del poder judicial en estos tiempos, por lo que huelgan comentarios. Y uno de los vicios omnipresentes de la adminisuación de justicia es la tardanza en la impartición de la justicia, que ya se considera como una violación del poder público a los derechos humanos de los peticionarios de esa justicia. Pero es posible que haya habido una complicidad silen- ciosa de los abogados mismos como ha puesto Pietro Barcellona "los sacerdotes del derecho asisten impasibles a la caída de los dioses".

    O quizá la falla del sistema jurisdiccional consista en una falta de desarrollo que pudiera corregirse a base de inyectarle recursos, finan- cieros y humanos, como postulan algunos, pero puede considerarse por otra parte que ese declive se debe a un desarrollo del sistema juridice social que forma su infraestructura.

    El aparato legal de gobierno, en todas sus divisiones, amerita pues un remozamiento vital. No bastan los retoques a la Constitución, buenos o malos. Es preciso derogar muchas leyes y ordenamientos vetustos, agi- lizar muchos otros, que la práctica revela que contienen fallas de con- cepción, de operación y de aplicación, aea r instituciones nuevas, ade- cuadas al cambio vital que estamos contemplando tan pasivamente, para que pueda hablarse de un sistema jurídico cuajado, armónico, digno de ese nombre, en una palabra, el mejoramiento de todo el derecho publico.

    Pero esa tarea de sanear y de consolidar nuestras instituciones juridi- cas no es nada fácil, y requiere de un cúmulo de esfuerzos de hombres y mujeres de buena voluntad, conocedores, dispuestos al sacrificio, entu- siastas y románticos. enamorados de su disciplina.

    Pienso entonces en el papel protag6nico que para realizar esa gran encomienda pueden desempeñar los juristas jóvenes como ustedes, ávi- dos de absorber las esencias más elevadas del Derecho. Serán ustedes los llamados a contribuir para adecuar toda la maquinaria legal y hacerla compatible con el desarrollo social, económico, cultural, moral y poli- tico que tenemos ante nuestros ojos, y con el importante rol que nuee tro país puede y debe jugar, por su categoría innata, en el concierto de las naciones.

    Eso nos lleva de la mano a la cuestión de que, antes que nada, dehe- mos prestar atención a la enseñanza del derecho, en todas sus ramas, porque ahí es palpable una crisis concomitante del orden legal, que llega a reflejarse en el sistema entero. En otras palabras, el decaimiento

  • en la ensefianza del derecho es factor que conspira para la depreciación del sistema juridico. Quizá haya que imponer un cambio a los méto- dos de transmisión de conocimientos, una modernización cabal, y ver si el metodo verbalista puede seguir sirviendo en esta crisis. Se idealiza &l Derecho y a las categorías j~irídicas, tomándolo como un modelo per- fecto y válido para manejar todas las relaciones humanas y sociales, coino una razón ordenadora. Al mismo tiempo, puede percibirse que se imparte una doctrina, apartada de toda realidad práctica, positiva en ocasiones, pero de un positivismo inadecuado y pretérito, o bien, una doctrina extremadamente iusnaturalista. El método especulativo y de exegesis sobre un sistema dado, aceptado intrínsecamente sin discusión, sin posterior examen, a base de postulaciones positivas, que muchos de nosotros hemos sufrido, se ha perpetuado, pese a sus evidentes corteda- des y carencias. Generación tras generación, salvo en algunos lapsos, ha sido formada en el método conceptualista, dejando de lado las ideas éticas y las perspectivas sociales, sin las cuales no puede ser posible el entendimiento moderno del desarrollo, de los propósitos, de la práctica y de la mejora del orden juridico, y descuidando la influencia pene- trante de las ciencias sociales. En terminos vnerales, la doctrina ha dafiado al derecho: existe un abismo entre los conceptos y la realidad práctica.

    Parece conveniente insistir en que el hombre de leyes, como profesor, como estudioso, como funcionario, debe convertirse en interprete de las necesidades de la sociedad en transformación, buscar incansablemente la relación entre el Derecho y las estructuras sociales. Siguiendo a Pietro Barcellona: "El jurista n o es ni puede ser sólo un vigilante de un orden cristalizado, sino que debe ser el participe del proceso constructivo de una sc~iedad humana que tiende constantemente a evolucionar a través de la ley, la cual tiene una vida propia, autónoma, de la que intentaba conlerirle el legislador del que un dia emanó". Y otra función que se le puede asignar a ese hombre, en bien de la sociedad de que es un ele- mento descollante, es también la critica serena, valerosa, y constructiva del sistema legal mexicano y del funcionamiento de los órganos admi. nistrativos y jurisdiccionales, y que es una tarea que no debe rehuirse ni posponerse.

    De ahí la necesidad de preparar con celo a los futuros juristas, esto es, el papel de la buena enseñanza del moderno Derecho. Pero esto, que se enuncia ficilmente, entraña muchos problemas, que hay que acome- ter, antes de que decline la educación. Por supuesto, son bastantes los

  • factores involucrados, como el de los metodos, el aspecto económico, el conservadurismo en los planteles, la burocracia, que suele apoderarse

  • núcleo más importante de la enseñanza de las disciplinas jurídicas, que se encuentran amenazadas por algunos factores extrínsecos, como se ha expuesto antes, y tiene que probarse a sí misma y a las demás su calidad intrinseca, su valer, su ambiente liberal, abierto a todas las corrientes de pensamiento, su considerable aportación al derecho mexicano, su participación en la defensa de los intereses vitales de la nación. Toca a ustedes, y a generaciones sucesivas, conocedores de las disciplinas más elevadas, seguir demostrando esa calidad ante extraños de aquí o de afuera.

    Bien. Corresponde ahora referirme a la función que ustedes, en el futuro, como investigadores o docentes, como funcionarios o como ju- ristas autónomos, y particularmente, como especialistas internacionales si van por ese rumbo, pueden desempeñar en el desarrollo del derecho y de la organización internacional y la construcción de un nuevo orden en que pueda reducirse la amenaza, la compulsión y la violencia, se instaure el derecho en el grado de efectividad que necesitamos, y tenga realidad la auténtica cooperación internacional, por la que abogamos los internacionalistas de los paises medianos y pequeños:

    La provincia del Dereclio internacional es un área bastante descuida- da en la docencia: Parece haber cierta aversión hacia el derecho de gentes entre los hombres de leyes, tal vez porque no muestra las notas tipicas del sistema legal interno, más familiar, esto es, normas que pro- vienen de la legislación, que tienen previstas sanciones a violadores, y que cuentan con un aparato que aplica y decide el dereclio.

    Esta prevención hacia el derecho internacionales no es solo de hféxi- co; es un mal que afecta a bastantes Estados de mediano desarrollo 3 u e debieran ser los más interesados en las categorías de este orden legal- y a una que otra de las potencias. No deja de extrañar esa acti- tud cuando que el Derecho internacional no sdlo sirve para promover la paz y la justicia entre las naciones, sino para organizar una adecuada cooperación, un ajuste razonable entre los intereses y los recursos de todos los Estados, para conservar las riquezas naturales de varias zonas, para desterrar endemias; para evitar desastres causados por fuerzas de la naturaleza y para socorrer en caso de que ocurran; para lograr una mejoría de los derechos humanos; para que exista un razonable orden económico en el mundo; para favorecer la libre determinación de los pueblos, y muchas otras cosas más. Tan es así que la orgaiiizacihn inuri- dial, la ONU Iia instaurado, desde el año pasado, el Decenio de Xacio- nes Unidas para el Deredio Internacional y han solicitado la coopera- ción de todos los Estados miembros -inclusive el nuestro, desde l u e g e

  • para un ambicioso progi.ama, de aqui al final del siglo, entre cuyos propósitos se encuentra "impulsar la enseñanza, el estudio, la difusión y la comprensión más amplia del derecho internacional".

    La contribución de las universidades en este programa, pero especial- mente, la de las instituciones dedicadas al cultivo del derecho, es de suprema importancia. Esta es una oportunidad para mostrar el interés, la pujanza, el señorío de la Universidad y las aportaciones que puede hacer esta Facultad a través de ustedes, creo yo, pueden ser muy apre- ciables para este fin y harian honor a la jerarquia de este plantel. Me agradaría que meditaran sobre ello. Pienso en la preparación de juristas versados en el derecho internacional general, en el funcionamiento de órganos y organismos internacionales; en la operación de cortes y tribu- nales; en delimitación de fronteras, sobre todo maritimas; en inmuni- dades jurisdiccionales de los Estados y de sus bienes; en la codificación del derecho internacional, que avanza, pero lentamente. Como se puede observar hay ancho campo para la acción. Tienen ustedes la palabra, y no hay que dejarse intimidar por lo dificil de la disciplina.

    El imperativo del tiempo me obliga a conduir, aunque todavía queda mucho por decir. Saludo a ustedes con optimismo, espero encontrarles en alguna otra ocasión, y les auguro un luminoso futuro.

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