Palabras Nº 9

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    9 / Junio 2013

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    Imagen de la portada tomada de la web: http://www.sxc.hu/

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    EditorialBienvenidos a un nuevo n

    Como siempre es un placea los nuevos autores que se sEsta es una ocasin muy especao desde que saliPalabras p

    Con muchas ganas, entusiapenas decidieron unirse, pesepensada para el escritor novelcurrculum literario. Desde Maspecto a Palabras, y, desde

    promover la revista y acercarlaquien les escribe, Eugenia Sncon los colaboradores para brin

    Como dice el dicho, mucatraves grandes cambios, incpues desde no hace mucho la ral apoyo constante de los lectoque brindamos a quienes colaimportantes ndices de lectura

    pblico, y donde el autor siempdiscriminar jams por ningn

    Nueve nmeros, decenasagradece de todo corazn a aqcreciendo y los invita a seguirreunido pese a las distancias.

    Feliz aniversario!

    Nos leemos en agosto.

    Editorialmero dePalabras!

    darles la bienvenida a nuestras pgiman a la lista de colaboradores nal para nosotros, pues este mes de jr primera vez.

    smo y esfuerzo, tres personas que ea las grandes distancias fsicas, par

    , aquel que busca promover su obrxico, Rivela Guzmn dio nombre,Uruguay, Patricia Olivera se preoc

    a lectores y escritores de todo el muchez, tambin desde Uruguay, trabadar al lector la mejor experiencia de l

    a agua corri bajo el puente desdeursion en propuestas, formatos evista pas a tener una nica nacionres y colaboradores, podemos enorgoran una buena plataforma de difusen todos los servidores y formatos e

    re es tratado con respeto hacia su peotivo.

    e colaboradores y cientos de lectoreellos que nos brindan su apoyo y suacompandonos en este camino li

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    Editorial

    as, a los lectores ymero tras nmero.nio celebramos un

    tonces se conocana crear una revista

    e incrementar sualojamiento web ypaba siempre por

    ndo, mientras queaba mano a manoectura.

    ntonces,Palabrasncluso en el stafflidad. Pero graciasllecernos de saber

    n de su obra, conque se presenta al

    sona y su obra, sin

    despusPalabras s letras para seguir

    terario que nos ha

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    ndiceSer el otro, por Eva Medina. 05

    La bibliotecaria, por Javier beda Ibez..08Hay algo en el aire, por Gabriel German.10

    El silencio del fuego. Tramo X, por Graciela Marta Alfonso.12

    Javert, por Marcelo Lpez Dez14

    Sigo enamorado de Manuela, por Luis Bracamontes..16

    Los fragmentos del cuerpo La bsqueda, por Matas Eckerdt..18

    Cando chove, por Omar.23

    The Lady of Shalott, por Eva Medina25

    El silencio del fuego. Tramo XI, por Graciela Marta Alfonso.....28

    Historias y leyendas, por Javier beda bez30

    Meloda arrebatadora, por Patricia K. Olivera...36

    El informe Romerales, por Selin.39

    Cmplice, por Eugenia Snchez Acosta..44

    Luna llena, por Eugenia Snchez Acosta.45

    Nuestros Colaboradores

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    Entro en un parque. Una nia salta, otros se columpian. Un nio, de unos cincoaos, juega a la guerra con sus dedos. Lo observo. Se da cuenta y me sonre. Ledevuelvo la sonrisa y le enseo un papel y un lpiz que saco del bolsillo trasero delpantaln. Hago un dibujo. El nio se acerca y lo mira. Oigo: columpios, mam, yo,seor. Con los ojos humedecidos lo levanto, sentndolo en mis piernas. Trotes decaballo. El nio se re. Arriba abajo, arriba abajo. Viene una mujer que coge al pequeo,

    arropndolo en su pecho. Degenerado. Aprovecharse as de un nio. Yo os encerraba atodos. Pervertido. No digo nada, solo bajo la cabeza. Te lo tengo dicho, no te alejes ni

    juegues con extraos, menudo susto, y deja de berrear, me vas a dejar sorda.

    Bajo la calle sonriendo. Me fijo en dos adolescentes. Se besan, caminan, se vuelvena besar, y entran en una cafetera. Los sigo.

    Son como lapas, como no paren de besarse imposible averiguar lo que quiero. Melo estn poniendo difcil, cros de mierda!

    Me acerco a ellos.

    Perdonad que os moleste, no tendris un cigarro?No dice l.No fumamos dice ella.Mejor, mejor

    Vuelvo a la barra y los miro. La chica tiene algo, no es guapa pero tiene algo. Se mecae el caf, que limpio con servilletas. Una voz me dice que son sus labios lo que deseo.Unos labios carnosos, grandes, con esa forma perfecta, como los pint Rossetti.Capaces de las mayores desgracias. Te los voy a quitar princesa. Sudo. El sudor por lafrente, las cejas. Son casi mos. Me pertenecen, ya son parte de m. Un grito, la chica.Sus labios sangran. El camarero la atiende. El chico, paralizado. Ella contina gritando

    Salgo del bar sintiendo que algo me falta. El pelo del chico! Lo quiero, esa melenarubia va a ser ma, ma!

    Cuando llego a casa me tumbo en el sof. Me quedo dormido.Al despertar siento un ligero temblor, que desecho estirando brazos y piernas. Voy

    al bao. Me echo agua en la cara, bebo del grifo y me miro al espejo. Llevo una pelucarubia, lentillas de un azul muy claro, mi boca, pintada de un rojo chilln corrido por los

    bordes, y unas hombreras debajo de la camiseta. La imagen me paraliza. Qu eraaquello, una broma?

    Mientras pienso qu hacer, me fijo en una luz roja, intermitente, que sale deldormitorio. Retiro la cortina, escondindome detrs, y veo una furgoneta; con esa luztan molesta. La polica? El chico podra haber muerto, la mujer quedarse ciega, el niosin alegra, los adolescentes

    Llaman a la puerta. La peluca, al suelo. Me quito las lentillas. Me limpio la bocacon la mano y tiro las hombreras. Las ideas se me amontonan; las deshecho.

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    Llego a la puerta con los odos latiendo. Miro por la mirilla y pregunto. Me llamanpor mi nombre. Dicen que abra. La polica, pienso. Corro. Me cogen antes de llegar a laescalera. No he sido, yo no he sido, grito. Me dicen que ya lo saben.

    Prtate bien, oigo, y no te pondremos la camisa. Uno de ellos se sienta a milado. Es un hombre corriente, pero hay algo en l que me arrastra. Noto que mis ojosempiezan a escrutarlo de arriba abajo, acercando y alejando el objetivo; acercndolo,alejndolo, acercndolo, alejndolo. Su chaqueta y pantalones blancos...

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    La bibliotecaria,Por Javier beda Ibez

    Mara llevaba toda la vida trabajando en la biblioteca de su pueblo, y se puededecir que era una mujer feliz.

    Desde pequea, la biblioteca haba sido uno de sus espacios preferidos; un parasorepleto de libros que contenan historias sorprendentes.

    A la salida del colegio, le peda a su madre que la llevara un rato a la biblioteca. Sesentaba y abra las pginas de los libros con sigilo y entusiasmo. Al verla, daba lasensacin de que estaba abriendo el ms emocionante de los regalos. Para ella los libroseran una especie de magia para los sentidos, adems de construir unos hermosospasajes a otros mundos, a otras realidades.

    Esa querencia que senta por la lectura, la hered de sus padres, ambos vidoslectores.

    Cada noche, tena una cita, imprescindible, con el cuento que le contaba su padre osu madre. Le gustaba escuchar atentamente, mientras se imaginaba como protagonistade cada uno de ellos. A travs de cada historia, notaba cmo se iban abriendo laspuertas nuevas y relucientes de su creatividad y de su ingenio.

    Al principio, le gustaban las historias de princesas, pases fantsticos, dragones yduendes; ms tarde, se aficion a las de piratas que vivan en islas perdidas; pero sucuriosidad avanzaba a la par que creca su afecto por sus amigos los libros. Gracias aellos, Mara se convirti en una nia muy inteligente.

    Desde all, desde el asiento que ocupaba en la biblioteca, viva aventurasincrebles; historias que disfrutaba, le emocionaban y senta como suyas. Tambinaprenda, se diverta y comparta con los dems lo que los libros le transmitan.

    Y de la silla de la biblioteca pas a ocupar la silla de la bibliotecaria. Su primer dade trabajo colg el siguiente letrero en la entrada de la biblioteca: Bienvenido al hogarde los libros. Pasa, te estn esperando.

    Mara se esforz en convertir ese recibimiento en una realidad y darles a los librosun hogar en l se sintieran a gusto, en el que fueran cuidados y queridos por todos.

    Con el tiempo, hizo de la biblioteca todo un templo de amor a los libros:organizaba talleres y tertulias, daba charlas a los colegios, confeccionaba listas de loslibros ms ledos, editaba una revista trimestral, haca un programa de radio semanal ytena un blog.

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    Adems conoca a la perfeccin todos los ttulos que haba en su biblioteca y habaconfeccionado una lista de ellos, no slo por autores, estilos y gneros, sino quetambin la haba hecho por libros para entretener, reflexionar, aprender, amar, rerllorar y soar.

    Pronto su biblioteca se hizo muy conocida, y desde cualquier parte del mundollegaban personas para visitarla.

    Esta singular bibliotecaria amaba los libros, y mantena con ellos una relacin decortejo constante y deseado por ambas partes.

    Ese cortejo, casi un sagrado ritual, comenzaba con la eleccin de los libros que ibaa comprar, segua con su entrada a la librera, donde se poda pasar horas ojendolosmientras contemplaba sus portadas y lea sus contraportadas. Y, por fin, llegaba elpunto ms lgido de todo el ceremonial: leerlos, y una vez ledos, colocarlos en laestantera que a cada cual le corresponda, bien ordenados, relucientes, listos ytotalmente preparados para ser disfrutados.

    Cito a continuacin una de las frases que ella sola decir: El hogar de los libroscomienza en cada uno de nosotros. Porque cuando se abre un libro, ste haencontrado su morada en la persona que lo est leyendo.

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    Hay algo en el airePor Gabriel German

    En las olas que rompen en la marEn el ruido molesto del transito

    En todas esas miradas perdidas

    En lo infinito...

    Hay algo...

    Estuvo mucho antes que nosotros

    y seguir estando, an cuando ya no estemos ms

    Est en los puentes invisibles que conectan todas las cosas

    Est en cada una de las adversidades de la vida

    Est en nuestros sueos y en nuestras pesadillas

    Est aqu ahora, aunque no lo veas, materializado

    en estas melanclicas palabras...

    Est a tu lado...

    Est conmigo...

    Es algo que jams llegaremos a entender completamente

    pero que siempre estar ah,

    firme, ante nuestra total indiferencia.

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    Estar all,

    vindonos crear

    vindonos destruir

    vindonos caer

    vindonos continuar

    En la injusticia

    en la disciplina

    en la guerra

    en horrores

    en ilusiones

    en armona

    en el amor...

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    El Silencio del FuegoTramo X

    Por Graciela Marta Alfonso

    Arroj las cruces desnudas,

    en tu lpida de ausencias.

    Penumbras azules, que escarbo

    en el rincn de los sueos.

    Bordeo la soledad,

    espectral y desnuda.

    Duermo en la escarcha dorada

    del rbol quemado;

    y renazco, en la boca inflamada

    del roco, buscando las flores que amabas.

    Olvido muerto y distante,

    trepa por mis espacios y me ama en la noche.

    Tus brazos de cera,

    miden el tiempo inanimado del miedo;

    y ren desmemoriados

    en mi recuerdo.

    Cuntos cementerios

    me esperan,

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    JavertPor Marcelo Lpez Dez

    Las manos me sudan, siento los dedos como piezas molestas en el puzle de micuerpo desencajado.

    Y la tela de los ropajes que est pegada a mi piel, cubriendo mis poros, evitandoque el suave aliento de la brisa limpie las escamas del tiempo. Por el cielo que cubre micapacidad de asombro los zapatos son un talle ms del que necesito y esta costumbreque he llevado a cabo durante tanto tiempo me produce una felicidad amorfa propia delos hombres sin pasado, se me escapa una y mil veces, el sonido de un mosquitorondando mis sienes me desquicia. Pienso en el da de maana y el zumbidodesaparece y desaparece con el color marrn de los sueos oxidados. Mi madre me

    cocina una tarta de vainillas en mis visiones, el aroma penetra por los agujeros de lanariz transformndose en un dulce gesto de una niez diluida en la suavidad de unatextura clida, cada mordida me da la palabra impronunciable del adulterio mustio-felicidad, cierro y abro los puos y los dedos se me pegan en las palmas de cada mano.

    Abro y vuelvo a cerrar, el calor es gris como las paredes de este saln. He cuidadolugares tan dispares, noche tras noche mi trabajo as lo dispone, contando las estrellaspero siempre estn las mismas , nunca falta ninguna, nadie se atrevera a robarse unaestrella, muchos nos daramos cuenta. La soledad me juega partidas de ajedrez quenunca ganar, maana ser el da ms amarillo. Me parece sentir el calor de la maanacada vez ms adentro de mis huesos, la ropa penetra mi cuerpo y el sudor es tanprximo que me hace sentir como un nio en paales, libre de fluidos y sistemasmatemticos. Cuento los segundos y mis rganos se hinchan de calor me parece quesoy una masa gnea dentro de un volcn eructando con fuerza. No quiero abrir los ojos,digo que prefiero no abrir los ojos

    Parte diario:

    Cuatro de agosto de 1832

    El cuerpo de Francoise Javert fue incinerado por la noche de nuestro Seor.

    Quien escribe:

    Jean Ruppert junt las cenizas y las arroj tras la torre principal de la catedral.

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    Es extrao pero siempre cuento las estrellas noche tras noche y me parece quefalta una, he contado y contado. Pero esperar a que salga el sol. Estoy msdesanimado, a la noche contar de nuevo.

    Los dedos me sudan tanto que se pegan a las palmas de las manos, el papel quecreo escribir es un sueo o yo soy el sueo de un papel escrito por dios sabe que ngel odemonio.

    Orange and Yellow, de Mark Rothko.

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    Sigo enamorado de M anuelaPor Luis Bracamontes

    Me he dado cuenta recientemente que, despus de todos estos aos dematrimonio, de quien realmente sigo enamorado es de mi mano izquierda. Ayer fui alsupermercado; entre el pasillo del papel higinico y los desodorantes y productos parael cabello estaba la seccin de cremas para desconsideradas, mascarillas para frgidas ylociones para aqullas que queman hasta la sopa; cuando de pronto, vi un humectantede manos en oferta: era una presentacin muy coqueta, seductora, con un envase rojopasin y las letras blancas con el nombre y especificaciones que no me importabanmucho. Era el obsequio perfecto para ella, mi mano, que de tanta friccin y cambio detemperaturas comenzaba a resecarse. La compr y creo que tambin compr algo parami esposa...una crema para estras o algo as que me haba encargado.

    No pude esperar a llegar a casa, as que ya en el estacionamiento, y dentro de miauto, abr el humectante. Lo apliqu sobre ella, mi mano. Se senta tan bien, era casiorgsm...celestial. Pero luego un vieneviene me interrumpi y me pregunt que si iba asalir o no. Quin se cree?! Aunque, bueno, es su trabajo.

    En fin, llegu a mi casa. Todo como siempre. Ah estaba mi mujer, con su pelorecogido y desaliado, sus nefastos crocs y su sonrisa fingida. Pero es Manuela, mimujer, y por eso la amo. Todo va bien en mi matrimonio. Mi mujer es un primor (apesar de la gravedad y de los cambios hormonales), slo que a veces le da por que

    coincidan sus dolores de cabeza con las fechas que tenamos acordadas para intimar.Aunque no la culpo.

    Yo soy Manuel, mi mujer es Manuela y a ella, mi querida, tambin le llamoManuela. Siempre fiel y leal, constante y servicial. Algo dentro de m me dice que no essano humanizar a mi Manuela, pero hey! tampoco lo era reificar o cosificar a la genteen las maquilas y fbricas o incluso aqu, como mi mujer hace con la seora de limpiezaal creerla una mquina multiusos sin hambre ni cansancio. Aunque Manuela nunca secansa antes que yo.

    El otro da nos peleamos mi mujer y yo; estbamos en la cocina. Fue sobre unainsignificancia que ella vociferaba pero que yo ya estaba muy cansado o falto de interscomo para intentar descifrar. Algo raro se revolvi en m cuando sac a colacin aManuela. Un fuego voraz y hostil se encendi en m, no me pude contener y explot.Cmo se atreve a meterse con ella! Cuando ella s estuvo ah siempre a mi lado. Mequit el anillo, furibundo y lo arroj por la ventana.

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    Lo que no not fue que la ventana estaba cerrada y mi intento por lucir dramticose vio frustrado y result ftil y pattico. El anillo se cay en el lavabo, justo dentro dela tubera. Afortunadamente (o al menos eso deca Manuela, mi mujer), qued atoradoen una de las navajas del triturador de comida, otra de las excentricidades de Manuela,mi mujer, por ver sus novelas puertorriqueas de Miami.

    Y s, en efecto, pas lo que muy dentro de m esperaba cuando vi que tendra que

    meter mi mano, mi bella y delicada mano, ah para salvar ese smbolo obsoleto que meataba a mi bello matrimonio con Manuela, la de las jaquecas.

    Met a Manuela en el lavabo, luego parte del brazo; todo el tiempo tuve lasensacin de que iba a pasar, algo de m deca que no lo hiciera, que lo dejara paradespus; pero la mirada neurtica de mi mujer me pudo ms. Forceje un poco, sabaque no deba seguir, me estaba demorando demasiado. Mi mujer mir al reloj, me

    volte a ver con una sonrisa burlona. Supe que iba a pasar y despus de todo eseembrollo, pas. Tonto yo. As es...perd mi cita de las 4:00pm con mi manicurista.

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    Los fragmentos del cuerpoLa Bsqueda

    Por Matas Eckerdt

    ntimamente, mi cabeza rod como hojarasca enmaraada hacia tierras lejanas.Sola cay de su sostn, con su peso muerto haciendo palanca hacia lo ms hondo delmar, y qued sin visin, mudo y sin expresin ms que la suavidad canicular de mirespiracin. Esta fue la nica seal vital que atin a concretar, pues ya en el sueo corr,con determinacin, en busca de aquello que de mi cuerpo se desplom, y locamenterod y rod y rod y Helas aqu: mis aventuras con Dios.

    Era un otoo hmedo. En las grandes tiendas los individuos se agolpaban encentenas para comprar cuanto podan; y hasta ms que lo realmente necesario! Entren una boutique para observarme en su gran espejo1. Tem al no verme reflejado en l.El mismo que me mostraba, una a una, las personas que haba dentro del recintocomercial, abotonado con vendedores fenicios y mecheras! Todos los clientesapreciaban sus medidas en aquella transparencia reflectora, fueran esbeltas u obesas,maduras o inmaduras, todos se idolatraban a s mismos

    Sal de inmediato. Entre tanto vaho humano no pude ms que atinar al palier deaqul centro comercial para respirar aire fresco. Desde luego que as acta toda lgica

    humana cuando se siente ofuscada. Pas con cierta frescura aromtica la ochava dellocal, y aceler mi paso con un nico fin: ingerir un caf tan dulce como la miel, y msnegro que la hiel.

    Todos los asientos del bar estaban ocupados. No fue un impedimento, desde luego.Hice mi encargo y march hacia la Plaza San Martn.

    Me apost frente al monumento de Esteban Echeverra, con el vaso inmerso enuna bolsa de papel madera, y tanta paz en mi interior que hasta la mismsimaestatua sinti sosiego en su perplejidad!

    Antes de dar mi primer sorbo al caf, me detuve en la frase que la gravamonumental versaba: Miserables los que vacilan cuando la tirana se ceba en lasentraas de la patria!. All me sent. Y de all: no me mov!

    Tom mi infusin con parsimonia y goce, a la vez que observaba el ir y venir de lascirrus cerleas y senta la suave brisa estival, clida y reconfortante, golpeando mirostro; vido de lluvias y soles; lunas y estrellas; paisajes y perspectivas; sociedades

    Primera

    Entrega

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    secretas y curas impos; fieles y pecadores; ancianos con ciertos doctorados quehonran las fiestas del cuerpo magnate del ismo econmico y nios que sueangozosos por las noches.

    El crujido que le impuso sonido a mi caminata fue gracias a un tierno y avejentadosauce, el cual dej caer, una a una, las ms bellas y groseras hojas que para los allpresentes tena ste deparado; lo mismo con la frescura de las magnolias: me relajaron

    en tal manera que, taciturno y de cuando en cuando, abra los ojos para saber si yahaba obscurecido. Pero an era el atardecer, uno magnfico! A algo ya vivido merecord ese sueo otoal con sabor veraniego.

    Respir alegra, e imbu vida por cuantos poros y fosas tena mi dermis. Pero nofue ello lo que me propag placer y suave estar all. Lo que me imbuy a ello fue elconfort que sent al estar con mi cuerpo totalmente horizontal en un banco de piedracementada, sin respaldo ms que una prenda que llevaba puesta y me hube quitadominutos antes por el calor que abrig mi cuerpo, y sentir en tal reposo que lo nicoque puede ostentar el ser en su s-mismo, tiempo y espacio inmediatos, que se

    comparten necesariamente como el paradigma-ciencia normal-comunidadcientfica, es la liviandad corporal acompaada del sonido de la naturaleza; ms vivaque nunca!

    Aquellos instantes, que an el ser ms solitario goza perennemente rozando la pazabsoluta, me infundieron un sosiego tal durante mi estada en la plaza, que mi espritu

    ya no estuvo en guerra sino harmnicamente conectado.

    Supe perfectamente que todo ello pronto acabara; pues nada es eterno: siquierala comodidad!

    An continu siendo aqul que perdi la cabeza en la plaza. Y siempre elmismo tormento, pens entre rfagas aletargadas, y a punto de ser devorado por missueos ms obscuros, dando as paso al titiritero demonaco que dentro mo y duranteel sueo aqul todo, absolutamente todo domin.

    Mis expresiones fueron nulas. Estaba indefenso, y tiritando de desamor yabandono; culpa hacia lo que uno respeta y desacata, por rebelda mal encausada;negaciones y excesos. Padec la miseria humana consciente e inconscientemente, y ellofue lo que me requem an ms! Me sum en la pobreza ms calamitosa por no haberdesistido al falso dios de la humanidad posmoderna cuando tuve que haberlo hecho

    para evitarme todo esto.Mi habla no era ms que un grito: enardecido!, y que llamaba desde lo profundo

    anhelando salir del cautiverio, aunque sin encontrar ms salida que mis entraas; yreprimindolo todo, en cambio, me cuestionaba si es fuego para los amantes o es undulce cantar para los pseudo trovadores. O no es ms que una imperfeccin ultimque se nutre de seres imperfectos, intentando brindar alguna direccin a las pasionesms infructuosas; todas torpes sin la gua lgica, su aparato central. Imagino con un

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    riso a los muchachillos que acuden a los mtines de la succin capital con sus bombos yredoblantes: se me asemejan stos a un pato decapitado que camina sin saber haciadnde lo estn conduciendo, y chocando con cada objeto y vitoreando todo escupitajoque el pastor cojo arroja desde las tablas, para hundirlos en su propio infierno dndoleutilidades a ellos! Sin embargo, no los creo tan mentecatos: ellos hacen su jugadatambin por medio de la palabra.

    Habr algn destino? O tan solo hay caminos que andamos; desvos y variosatajos? Habr, quiz, pensamientos que caen de rboles inmaduros, como la juventudque adolece? Aunque tambin los hay de rboles maduros. Y son los ms sabrosos!

    Arriba no est la respuesta; s lo est aqu, en cambio. Pues all no sabemos ques lo que sucede, traman o se disputan los dioses. En cambio, aqu s sabemos qutejen las araas! Podemos saberlo!! Hay desrdenes que claman por ser reordenados.

    Y seres que necesitan ser amparados; otros, de la sociedad amputados, pues nadaaportan; y otros tantos, enderezados.

    Cuando nos hablamos en silencio no es reconfortante acaso? No modulamos, yaun as nos escuchamos. Cuando parlamos con todo tipo de cuerdas y los odos sonsordos algn ruido habr escuchado Beethoven para desatar tamaa magnificenciasonora, no es gratificante tambin? Y cuando aqul demagogo habla sin parar, ymiles de manos se le unen en un ferviente aplauso de tropilla tosca y abrumada poraquella cuerda vocal edulcorada!: no es ese zafio reincidente, acaso? Y qu es elhabla, entonces? No ha de ser perfecta, pues entorpece a algunos y calma a otros;fervoriza a multitudes, e irrita a millones! Aun as no mata a algunos: sino a todos!Pero recita tan bien!!!

    Hay pues tantas maneras de hablar. En silencio o con instrumentos a cuerda.Incluso vocales! Y todo concluye en un mismo fin: encomios a la alegra sin msmetrnomo que nuestro ritmo cardaco fanatizado, y latiendo horrorosamente juntocon nuestras pasiones.

    Cuando despert del banco en aquella plaza, una inmensa luna me ilumin delleno el rostro. Dopado, y algo pasmado por la fiebre del sueo aqul fue que melevant, muy despachadamente. Hui tan rpido como pude! Pues no pude contener lacontraccin que en mi pecho enloqueci, a paso turbado. Y cmo no pensar as cuandorecuerdo que este es el territorio donde desde nio pertenec

    Cog un taxi que me llev hasta mi finca; y ya en el hogar, todo fue tan distintoAll nada cambi durante mi ausencia. Todo estaba tal y como lo dej. Es que as

    solan ser mis das ms normales.

    Iba a paso relajado hacia el bao. Estaba algo acalorado, y quera por ello purificarmi cuerpo hasta entibiarlo. Me dispona a preparar la baera, para lo cual echaba

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    fresillas a flotar en el agua, encenda velas alrededor de la tina, y desde luego: tambinasa mi navaja afilada para rer y rer y rer de placer

    La muerte no es ms que eso. Expiracin. Transformacin. Es simptica. Unapalabra aterradora! Nada del otro mundo?! Un final que el hombre sabe!llegar, pero por medio de la ciencia intenta evitar, sin saber que sta la acelera anms. Es algo inerte: no piensa, no se mueve, no re ni llora, no siente: NO ES, pens

    mientras encenda una cera aromatizada.Qu ambigedades tiene a veces la moral. Y por qu me mof de la inercia en

    aquellos instantes fatdicos mos? Prejuzgu que el sarcasmo era una virtud hacia lavida. Pero ese fue un leve pensamiento, como los que uno suele tener cuando est conel cuerpo enfermo y mucha fiebre y delirios. Tendemos a ser rutinarios en todo, y heah la complejidad del caso. No nos damos un respiro siquiera para saber quin somosSlo quera darme una ducha, afeitarme, e irme a dormir hasta el da siguiente.

    Termin mi bao refrescante. A la par que cubra mis vergenzas con una togacolor ocre suavizada con lavanda, vision una sombra, que tenue y escurridiza se pasepor las paredes del cuarto. Instintivamente ca, arrodillado y con la cabeza gacha. Tanpronto como pude la alc y vision a todas las deidades germanas, griegas y egipciascongregadas en mi bao! Pidiendo permiso unas, husmeando otras, eirrespetuosamente invadiendo unas cuantas fue que reclamaron mi escucha. Queranque oyera sus plegarias en un sin fin de lenguas herticas!

    Acudieron a mi morada en embarcaciones lujosas, as como tambin en barcaspobretonas. Las diferencias parecieron no importar en aqul lugar, pues hubo una

    pauta de pautas que las una a todas.

    La habitacin en que nos encontrbamos se dilat, se torn infinita y del tamaoterrestre. Una compuerta colosal se vio a lo lejos, todos la registramos. Poco a poco fueacercndose a nuestra visin, agrandndose ms y ms y ms hasta que una figuragigantona que apenas si pude verla en su totalidad se interpuso frente a m. Eramitad humano, mitad astro galctico; tena hoyos muy hundidos en su zona ocular, yunos labios muy, muy refinados.

    Tena una mirada de ciegos anhelos, y anhelos de ciegos; era borrosa y algoreclamaba. Como quien ataca sin aviso previo, su voz esboz algunas letras deldiccionario. Le cost hacer una sintaxis perfecta, pero lo logr, y las tosi como si

    hubieran estado por largo tiempo olvidadas en algn rincn suyo, polvorientas y condeseos fugitivos ya satisfechos. Lo prejuzgu algo asustadizo, pero, a decir verdad, yoestaba demasiado tranquilo. l me hizo sentir una incomodidad tal con sus temores,que le tom una mano con fiereza, dimos tres pasos verticales en direccin hacia lasalida del bao, y casi utpicamente le dije, con cierta puya y lejos de la divina turbachismosa:

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    Usted est a salvo. No debe temer!! Aqu hay vida le ense lo defico que sesenta el lugar con tanto calor humano y astros acalorados. Y donde hay vida se vive,don: NO SE TEME! Le recrimin austeramente.

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    Cando chovePor Omar

    Eu non gravito pola leiEstou grave do meuGrvido de morte, filla primoxnita da mia vida..Non teo a vertixe da chuvia, gstame caer.Ela cae porque non ten alternativa, eu podo evitalo, anda que non sei como..Sobre a vertixe grave de existir, loito para chegar vivo ata a mia morte.Pero mtanme, como as secas chuvia.Como o descampado ceo s nubes ausentes.

    .Vdeme, divagando a mia chuvia de amor, s por chover e mollar a ta pel.Vdeme tamn, morrer a cada momento, vertixinoso, caendo, pola lei da vida..Tmote do brazo, para dar os pasos inseguros de futuro, onde choven os afastadosrecordos que parcialmente te inclen. E son os recordos novos que vou creando con sandar o meu destino..Crerasme, se che confeso que imposible amarte mis, cando chove?

    #espaol#

    Yo no gravito por la ley

    Estoy grave de m

    Grvido de muerte, hija primognita de mi vida.

    No tengo el vrtigo de la lluvia, me gusta caer.

    Ella cae porque no tiene alternativa, yo puedo evitarlo, aunque no s cmo

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    Sobre el vrtigo grave de existir, lucho para llegar vivo hasta mi muerte.

    Pero me matan, como las sequas a la lluvia.

    Como el descampado cielo a las nubes ausentes.

    Vedme, divagando mi lluvia de amor, solo por llover y mojar tu piel

    Vedme tambin, morir a cada momento, vertiginoso, cayendo, por la ley de la vida

    Te tomo del brazo, para dar los pasos inseguros de futuro, donde llueven los lejanos

    recuerdos que parcialmente te incluyen. Y son los recuerdos nuevos que voy creandocon solo andar mi destino

    Me creeras, si te confieso que es imposible amarte ms, cuando llueve?

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    The Lady of ShalottPor Eva Medina

    Sus ojos atraparon su pensamiento. Dese huir con ella en ese barco y esperar aque se extinguiese la llama de la ltima vela que quedaba encendida. Sufrir tu dolor,pens Elizabeth. Vivir con intensidad el momento que precede al olvido mismo; uninstante de perpetuidad.

    Los ojos del cuadro no pedan nada, pero ella senta, al observarlos, formar partede la historia, aunque supiese que aquella mujer no la necesitaba, que realizara sola su

    viaje. Se oy decirle: No sueltes la cadena, no lo hagas, por favor, no lo hagas.

    Basado en el poema de Alfred Tennyson The Lady of Shalott, lea, sobre laleyenda artrica de Elaine of Astolat, que encerrada en una torre un hechizo la obliga amirar el mundo a travs de un espejo. Cuando Elaine ve a Lancelot se enamora, mirapor la ventana y... Tener el valor de mirar la vida de frente, sin reflejos falsos, mata,pens Elizabeth. El paso de la inocencia a la madurez, mata. El paso del yo al t, mata.Se acerc al cuadro; dos pjaros volaban cerca de la cadena que Elaine tena agarradaJuncos partidos, el rojo de la tela. En la proa, el crucifijo, tres velas y un candil casiapagado.

    Unos cuantos pasos ms, ms atrs. Elizabeth mir esos ojos marrones, cados,

    bajos, y la expresin de esa boca; desaliento sereno, resignado. El barco, los rboles, elruido del agua, los pjaros y, antes de llegar a Camelot, la muerte.

    Encontrar algo que le salve. Pero no se poda hacer nada, la vela que quedabaencendida se apagara. La ventana, si no hubieras mirado

    La luz en un cuadro, en la pared de enfrente, le hizo acercarse. La luminosidad enlos colores, las plantas, el cielo, en el pelaje de las ovejas, que le pareca tocarlo, cmolo habra logrado? Minucioso en las ramas, en los nervios de las hojas, que de tanperfectas se hacan irreales; un aura onrica, un sueo en el que se adentraba como

    personaje de la obra. Ola el mar, las ovejas, sus balidos. Algunas de ellas la mirabandirectamente a los ojos, hacindole participar en la escena. El prerrafaelismo, ley,tiene un solo principio, el de absoluta y obstinada veracidad en todo lo que hace,alcanzada gracias a trabajarlo todo, hasta el ms mnimo detalle, del natural y solo delnatural. Cada fondo de paisaje prerrafaelita se pinta hasta la ltima pincelada al airelibre, a partir del propio motivo. Lo consiguen, se dijo, y la sensacin de ensueo?

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    Ophelia tambin tena algo de irreal, una capa traslcida filtrndose en cadadetalle; en los juncos, las ramas, las hojas. Elizabeth se detuvo en la boca de Ophelia,entreabierta, y esas manos, en espera de algo que nunca lleg. Sus ojos, vacos, no

    vean; eran muerte en s mismos. Quera or el rumor de la corriente del ro, oler lasflores, pero nada de eso ocurra. Ophelia la abandonaba. Pronto, le dijo, soars tusueo. Pronto, muy pronto, te unirs a Lady Shalott y juntas remontaris la corriente.

    Mir alrededor. Fragmentos de figuras y colores se mezclaban. Sinti que losbrazos le pesaban mucho, como si fuesen pndulos que sujetaran unas manosengrandecidas. Pinchazos en los hombros, los msculos tirando. Continuar, debocontinuar.

    The Death of Chatterton. La muerte persiguindola. Ahora, un poeta. La curva desu brazo seala hacia el frasco, ya vaco, de veneno. El rostro de cera, su cuerpo, el pelorojo, el bal, papeles rotos; la belleza de una muerte prematura.

    El punto de fuga, la ventana; esa ventana entreabierta que da a la ciudad. Elizabeth

    observ la cara de Chatterton; sosiego y algo de felicidad escapndose de los labios. Lamuerte como salvacin.

    De ese tico oscuro pas a una sala abigarrada. En el centro, una mujer; los ojosabiertos, muy abiertos, y la boca en actitud de acogida, de entrega. La mujer se levantadel regazo de su amante cuando su conciencia despierta. Mira por la ventana y esamirada al exterior la salva.

    Lo externo, se dijo Elizabeth, acoge o mata. Y mientras lo deca sinti una especiede trasformacin. Como si el oculista le fuera cambiando de lentes; cada lente, uncuadro. El observarlos la enfrentaba a s misma y aunque punzaba; seguir, avanzar.

    Al fijarse en la serie Past and Present Elizabeth advirti que los cuadrososcurecan. En el primero, de colores algo ms vivos, el marido recibe una carta; sumujer le ha sido infiel. Pasan cinco aos. Los otros dos lienzos reflejan una noche,quince das despus de la muerte del padre. En el uno, las hijas, en un dormitoriohumilde, rezan por su madre; la mayor mira a la luna. En otro, la madre, con un nioen brazos, bajo un puente; los ojos sobre esa misma luna.

    La ltima frase dando vueltas. El espectador es el que decide si debe o no debesentir compasin por ella. Como una lavadora cuando centrifuga Elizabeth dijo: seren de nosotras, siempre lo han hecho.

    Despus de dos o tres cuadros, le atrajo uno color siena. Oy msica, en suinterior, Beethoven, pero no se acordaba, hasta gritar: Sonata para piano n 14. Elprimer movimiento envolva a La Pia de Tolomei. La msica narrando. Una mujerrodeada de hiedra, mirada inerte, cabeza baja; un rostro que refleja desengao. El

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    marido la ha encerrado; despus la envenenar. La mujer, pens Elizabeth, con esacarga real, innata, de resignacin. La msica sigue sonando. Adagio sostenido.

    Se sent. Le dola la cabeza. Demasiada pintura, se dijo. De pronto, surgieron lascaras, agolpndose. La de Medea, la de Isabella, la de Proserpina. Elizabeth senta quela culpabilizaban. Luego, las risas. Las manos de Medea intentando agarrarla. Ella, seencoga. Los ojos de Proserpina sobre los suyos. Las palabras de Isabella, lo

    mataron. Ella, se encoga.

    Se apret las sienes hasta conseguir acallar las voces, alejar las imgenes. The Ladyof Shalott, frente a ella. Lo mir. Sus ojos clavados en esa cara que le contaba, lecontaba. Como una revelacin, los rostros de los cuadros formaron una sola cara, la deElaine. Todo imaginado, vivido en imgenes, en esa torre donde la realidad era sombra.

    Se escuch como si esa voz no fuese suya, como si viniera de siglos atrs, que elmorir solo sea el final, no el principio. Mir a Lady Shalott y le dijo: Yo tambinestoy harta de sombras.

    The Lady of Shalott, de John William Waterhouse.

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    El Silencio del FuegoTramo XI

    Por Graciela Marta Alfonso

    Voy cruzando los abismos,

    agazapada en penumbras

    destrozo la crislida dormida,

    de mi muerte remota.

    Voy girando descalza,

    en lentos abanicos de bruma,

    pletrica y oculta,

    llevo la niebla en el alma

    y la luz en la mirada.

    Antorchas que enciendo en otoo,

    cuando tu nombre se desvanece

    en mi silencio ignoto,

    cuando tu sombra se deshace

    como bruma perdida,

    en una estacin azul de mi alma.

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    Somos los desconocidos,

    los enigmas del tiempo;

    somos los locos oscuros,

    desenterrando los rboles desnudos

    y cubrindonos el cuerpo,

    con las ltimas hojas enfermizas del otoo.

    Somos las efigies hechizadas

    en una tormenta de miedos,

    perdidos y desencontrados

    en la llama ocre del otoo,

    que vuelve a robarme el corazn

    y a descubrir tu alma impenetrable.

    Romance, por Graciela Marta Alfonso.

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    Historias y leyendasJavier beda Ibez

    En la Universidad se haba organizado un gran revuelo: el reconocido profesorLen Caballero, considerado toda una eminencia en mitologas y leyendas, iba aimpartir una conferencia, a la que le seguira una charla-coloquio.

    La Universidad haba acondicionado para el evento el Aula Magna de LosNaranjos, conocida con ese nombre porque todas las paredes estaban recubiertas dedibujos que aludan al jardn sagrado de las Hesprides ninfas que cuidaban del

    jardn, que en la mitologa griega est representado por naranjos en flor.

    El jardn de las Hespridesregalo de Gea, diosa de la tierra, a Zeus y a Hera porsu matrimonio, se encontraba en el monte Atlas, y las naranjas, conocidas tambincomo manzanas de oro, eran muy apreciadas porque proporcionaban el don de lainmortalidad.

    Como Hera, diosa griega de los nacimientos y el matrimonio, hermana y esposa deZeus, adems de propietaria del jardn de las Hesprides, no acababa de fiarse de lasninfas: Egle, Eritia y Aretusa, hijas de Atlas porque se coman alguna que otra naranja,encarg a Ladn, un feroz dragn de cien cabezas que enroscaba su cola en el tronco yque nunca dorma, que vigilara atentamente el jardn.

    El mito de las Hesprides explicado con todo lujo de detalles en unas tablascolgadas en una pared que estaba justo en la entrada principal del Aula Magna de LosNaranjos narra cmo Atlas ayuda a Hrculestambin llamado Heraclesa cumplirsu undcimo trabajo (haba recibido la misin de realizar doce trabajos en totalconsiderados imposibles), el de robar las manzanas doradas del jardn de lasHesprides.

    Hrcules mata al guila que estaba devorando a Prometeo. ste, paraagradecrselo, le dice que el gigante Atlas, condenado a tener que sostener el cielo

    sobre sus hombros, era el ms apropiado para robar las manzanas, porque conoca alpeligroso dragn que las custodiaba.

    Hrcules busca y encuentra a Atlas, y le pide que vaya a robar las manzanas,mientras tanto l le sujetar el cielo. Atlas, cansado de vivir con el cielo a cuestas,acepta el encargo de Hrcules. Pese a que su idea era fugarse con las manzanas,Hrcules consigue volverlo a engaar una vez le ha trado las manzanas, y huyedejando a Atlas otra vez con su pesada carga.

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    Hrcules le lleva las frutas mgicas a Euristeo rey de la Arglida y el que leencarg los doce trabajos, que consagr las manzanas doradas a Ateneadiosa de lasabidura, la estrategia y la guerra justa, y sta le pidi a Hrcules que volviera a dejarlas manzanas en el jardn de las Hesprides, pues era all donde deban estar, porque elDestino as lo exiga.

    Las tres Hesprides: Egle, Aretusa y Eritia fueron convertidas en un olmo, un

    lamo y un sauce, respectivamente.

    En cuanto al dragn Ladn que mat Atlas, cuenta la leyenda que la sangre queman de su cuerpo qued plantada en el jardn de las Hesprides, y de cada gota naciun rbol llamado drago. Su savia, de color rojo (tambin conocida como sangre dedrago) tiene importantes propiedades medicinales.

    Esta leyenda la del mito de las Hesprides la lean a diario centenares depersonas y, despus de leerla, casi se sentan arrastradas a reflexionar acerca del

    sentido de los mitos y de la vida.Sera posible que el rbol conocido como drago tuviera algo que ver con el dragn

    Ladn?

    Unas manzanas prohibidas que no se podan comer ni tocar?

    Las cuatro era la hora fijada para que diera comienzo la conferencia del doctorCaballero. En el Aula Magna no caba ni un alfiler. El poder de convocatoria delcatedrtico era impresionante. Se haba creado una merecida fama de eruditodivertido, cauto, al que le gustaba interactuar con el pblico que asista a susconferencias, tolerante y amante de la libertad bien entendida.

    El silencio era total. Se apagaron las luces, y el primero en salir al escenario fue eldecano de la facultad; traa un cometido importante: presentar al profesor y adelantarsobre qu iba a tratar la conferencia.

    Despus de varios elogios y halagos acerca de la valiosa contribucin del profesorCaballero al mundo de la cultura, el decano lo anunci a grito vivo. El pblico de la salase levant en pleno, y aplaudi entusiasmado nada ms hizo su entrada elconferenciante.

    Gracias, Gracias! Un milln de gracias por sus aplausos! Por favor, tomenasiento!

    A pesar del ruego del profesor, el pblico continu aplaudiendo unos minutos ms.

    El profesor abrumado por tanta efusividad, haca gestos con sus manos en seal deagradecimiento.

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    Cuando el profesor se hubo instalado detrs del atril que le haban colocadoestratgicamente en el centro del escenario y se hubo colocado el micrfono, elauditorio dej de aplaudir, y se quedaron expectantes y en silencio.

    Len Caballero, de unos sesenta aos, melena canosa, ojos azules y saltones, gafasde pasta negra, de mediana estatura (ms bajo que alto) y de constitucin ms bienrobusta, iba vestido con un impecable y holgado traje de chaqueta gris con amplios

    tirantes negros, camisa blanca reluciente y calzaba mocasines a juego con la camisa,enseguida tom la palabra:

    Les agradezco mucho sus aplausos, por un momento me he sentido PlcidoDomingo despus de representar Orestes de la pera Ifigenia en Turide en elTeatro Real. Ahora, no me pidan que cante porque soy un autntico desastre. Lo que shar ser hablarles de

    Antes de que acabara la frase entr en escena una cancin. El pblico levant lacabeza buscando la ubicacin de aquella enigmtica meloda.

    No la encontrarn, dejen de buscar.Saben de quin es esta cancin y cul es su ttulo? Se trata de Lament for

    Atlantis, de Micke Olfield, me sirve para introducirles en el tema de hoy: la leyenda dela Atlntida, el continente perdido, la isla sumergida y jams hallada. Les suena,

    verdad? Pero, insisto, no la busquen porque no la van a encontrar. Ya lo intentaronmuchos durante siglos y no lo consiguieron. Y otros tantos hablaron de ella como Julio

    Verne en el captulo XI de Veinte mil leguas de viaje submarino cuando el Nautilusvisita las ruinas de la Atlntida. Seores, han sido tantos los que la han buscado,visitado, investigado en sus libros que sera prcticamente imposible hacer un

    inventario; e incluso este tema ha llegado a la gran pantalla. Y es que la leyenda de laAtlntida lleva muchsimos aos dando de s y an le queda cuerda para rato.

    Se han preguntado por qu tanto afn por buscar una isla, una ciudad que, enprincipio, surge deLos dilogos del filsofo Platn (en ellos Platn dialoga con Timeo yCritias sobre la fabulosa isla de la Atlntida que desapareci en el mar, haciendo unadescripcin pormenorizada de ella. Aseguran que la historia la aprendieron del poeta ylegislador ateniense Soln, y ste a su vez se la escuch a los sacerdotes egipcios).

    Platn, en sus escritos, afirma insistentemente que se trata de una historia real.

    Dice Platn, all por el ao 340:

    Hace tiempo, ms all del estrecho que llaman las Columnas de Heracles (elestrecho de Gibraltar), se hallaba una isla ms grande que Asia y Libia juntas, ydesde sta se poda acceder a otras islas y de aquellas a tierra firme que se

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    encontraba enfrente. Esta isla llamada Atlntida desapareci en las profundidadesmarinas en el tiempo de un da y una noche.

    Y de dnde habra salido esta isla? Segn Platn, se trata de un trozo de tierraque naci de las profundidades del mar. Cuando los dioses se repartieron el mundo, esepedazo de tierra le toc a Poseidn, dios del mar, segn la mitologa griega. Descritocomo un paraso ideal, una isla perfecta donde se viva en armona y paz. Donde todosse ayudaban y respetaban, hasta que se convirti en una sociedad arrogante. Los diosescastigaron a los atlantes por su soberbia, y despus de ser derrotados por los atenienses(Platn era griego, recalc el profesor), la Atlntida se perdi en el mar.

    Existen dos corrientes de pensamiento respecto a esta leyenda: estn los que haninterpretado y estudiado los textos que Platn escribi acerca de la Atlntida y hanencontrado mltiples anacronismos y apuntes inverosmiles, que pueden llevar hasta laconclusin de la inviabilidad de la isla perdida, pudiendo afirmar que dicha isla sloexisti enLos dilogos del insigne filsofo griego. Y la otra corriente es la que ha credofirmemente en la existencia de la Atlntida, y han dedicado muchos aos y esfuerzos en

    buscar el lugar donde pudo haber estado la isla. Corrientes, las dos, que existen hoy enda.

    Muchos mitos y leyendas se han creado a partir de la invencin? el profesorLen Caballero arque sus cejas y elev el tono de su voz a modo de sugerenteinterrogacin de Platn: libros, teoras, investigaciones, pelculas, relatos, cuadros..Todo ello nacido de algo que realmente no existi? Qu opinan?

    Como saben, el hombre ha recurrido a las leyendas, a los mitos y a las tradiciones

    para intentar darle respuesta a las grandes incgnitas de la humanidad; lo que quieroque tengan claro es que las historias que nos cuentan en la mitologa, en las leyendas,pueden o no ser reales, pero nos han servido, mediante la utilizacin de ejemplos,durante siglos para desvelarnos verdades esenciales de la condicin humana.

    Seguro que piensan que muchas de las leyendas pueden parecer surrealistas, perobien analizadas todas tienen su razn de ser.

    Ustedes creen en la leyenda de la Atlntida? Realidad o ficcin? Han pensadoalguna vez con qu intencin la escribi Platn? Pero antes dganme: cuntos de

    ustedes creen que existi la Atlntida?El auditorio entero se puso a contestar a la vez, escuchndose con ms claridad el

    no que el s.

    Que levanten la mano, por favor, los que s crean en la leyenda de la Atlntida.

    Silencio sepulcral en el aula, mientras el profesor cuenta en voz alta las manosalzadas.

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    Diez personas, de cuntas somos aqu?el profesor se gira hacia la silla dondeest sentado el decano y lo interroga con la mirada, trescientos, quiz? Seordecano, haga el favor de darnos una aproximacin de las personas que se puedanencontrar en esta sala.

    El decano de la facultad se acerc con sigilo el micro, se apret la corbata, se coloclas gafas y con un hilo de voz calmosa dijo:

    El aforo est completo, y en esta Aula Magna caben setecientas cincuentapersonas.

    Gracias, decano. Me gustara preguntarle a alguno de los que han levantado lamano por qu cree que existi la Atlntida. Usted, por ejemplo, el caballero que estsentado en la segunda fila, el que lleva un jersey de rombos.

    A m, se refiere a m, profesor?

    S, a usted que ha levantado la mano. Cmo se llama?

    Javier Ruiz.

    Dgame, por qu cree usted que existi la Atlntida?

    Bsicamente porque no creo que personas sabias y avezadas con unas mentes tanprivilegiadasdesde la Antigedad hasta nuestros dashayan dedicado tantos aos ala investigacin de algo que no existi. Estoy convencido de que todos esosintelectuales creyeron firmemente en la existencia de la Atlntida, y lo intentaroncorroborar y demostrar mediante sus estudios.

    Su respuesta tiene su lgica.Ahora, necesito que algunos de los que no creen en la existencia de la Atlntida

    me den su versin.

    A ver, la seorita que est sentada en la ltima fila, que lleva gafas, es rubia conel pelo largo, y lleva una chaqueta fucsia que hace rato que me est deslumbrando.

    Risas en el auditorio. Y de repente, una luz a modo de foco alumbra las dos ltimasfilas, para acabar centrndose en la persona que acaba de describir el profesorCaballero.

    No sea tmida, mujer. Dganos cmo se llama y por qu usted no cree en laexistencia de la Atlntida.

    Me llamo Carmen Martnez, y no creo que existiera la Atlntida, aunque respetola opinin de Javier.

    Creo que la Atlntida es el gran mito, el mito de los mitos, un lugar paradisaco eidlico que le sirvi a Platn para explicar los efectos nefastos de la soberbia en el ser

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    humano. Platn nos present un lugar perfecto, que lo tena todo, pero al que lavanidad lo ech a perder. Como castigo, los dioses hicieron que desapareciera. Sinduda, una excelente alegora.

    Gracias, Carmen, por compartir su opinin con todos nosotros. Y ahora, quieroque cierren los ojos y se imaginen un lugar ideal y perfecto: Lo llamaran ustedes

    Atlntida? Dnde lo ubicaran? Y si quisieran mandar un mensaje utilizando ese

    paraso, qu contaran? Mantengan los ojos cerrados durante diez minutos, cuando losabran, hablaremos de sus Atlntidas personales.

    Y, de fondo, vuelve a sonarLament for Atlantis, de Micke Olfield.

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    M eloda arrebatadoraPor Patricia K. Olivera

    Le gustaba pasar, cada vez que poda, por el bar que perteneca a sus padres. Nosiempre fue as; por el contrario, hubo una poca en la que odi que ese sitioperteneciera a la familia. Sin embargo, desde que el violinista lleg a amenizar lastardes-noches del lugar, algo comenz a cambiar en Cintia; una mujer en la flor de su

    vida, tena treinta y dos aos, daba clases de ingls en un colegio privado y aunpermaneca soltera. Haba tenido un par de relaciones que duraron lo suyo, pero nuncase lleg a concretar nada. Ella quera casarse, formar una familia, tener sus propioshijos; pero nada de eso se hizo realidad.

    Una tarde, en que se senta sola, decidi acercarse para ver si sus padresnecesitaban ayuda en la barra. Haca tanto que no pasaba por all, que se quedsorprendida de todos los cambios que haban hecho en el local. El lugar luca msluminoso y las nuevas cortinas en color crudo le daban un aspecto distinguido; habancolocado varias mesas y tenan diferentes mens para ofrecer. Lo que ms llam suatencin fue la meloda que inundaba el lugar y que vena de un rincn del saln dondeun hombre, de aproximadamente su misma edad, tocaba el violn con los ojos cerrados

    y una expresin de paz en el rostro.

    Qued ensimismada escuchndolo y vindolo. Su aspecto era pulcro, suvestimenta distaba mucho de ser formal pero luca bien con su pantaln de jeangastados y una chaqueta negra de pana, bajo la cual llevaba una camisa blanca con losprimeros botones desabrochados. Estaba sentado en un banco alto, con las piernas algoflexionadas y mova su brazo con una delicadeza y una precisin asombrosas. Por loque poda ver, pareca alto y delgado; tena la piel blanca y su cabello era castao claro.Sus labios eran finos y los mantena cerrados en una imperceptible sonrisa de placer.Todo en l era atractivo, y la meloda que haca brotar de las cuerdas de su violn eraperturbadora e hipntica.

    Sus ojos se concentraron en sus manos, de dedos largos y delgados, quepresionaban las cuerdas y mova el arco con una delicadeza tal, como si estuvieraacariciando el cuerpo de una mujer. Se ruboriz al pensar eso, lo not en el calor que lesubi a la cara y la recorri de los pies a la cabeza; mir a su alrededor, temi quealguien de los all presentes hubiera adivinado sus pensamientos. Se removi en susiti, tratando de no llamar la atencin, de hacerse invisible para poder disfrutar de esapresencia que era todo un misterio para ella.

    Mientras lo contemplaba, una historia de fantasa se teji ante su vista; y as, loimagin acercndose con los ojos entornados y con una sonrisa muy sensual. Si, en su

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    fantasa l era un poco ms alto que ella; lo not cuando la tom por la cintura y la mira los ojos desde su altura, antes de buscar sus labios y dejar que esa lengua juguetonase abriera paso hasta su boca. Cuando imagin esto volvi a sofocarse, abri los ojoscomo platos para cerciorarse una vez ms de que no era observada y certificar que laun siguiera all. Volvi a mirar sus manos, que continuaban acariciando elinstrumento, y retorn a su fantasa. All, esas manos ya le recorran la espalda porsobre la ropa y le provocaban un hormigueo insistente que endureca al instante sus

    pezones y daba paso a un fuego abrasador entre sus piernas. Luego, el clido aliento ensu cuello anunciaba un recorrido que terminara en la abertura de su blusaentreabierta; para entonces, ya la tena arrinconada contra la esquina ms oscura del

    bar, alejndola de los ojos curiosos de la gente. Cintia poda sentir cada msculo de sucuerpo contra ella, jade al notar la evidente excitacin apretarse contra su vientre;gimi, con los labios entreabiertos, hmedos, ansiosos de que continuara con esaantesala que anunciaba un encuentro cuerpo a cuerpo en extremo abrasador.

    Sus manos se enroscaron en la cintura del hombre y ella las dej ir, metindolasbajo la chaqueta, para deslizarlas por esa ancha espalda. Sus dedos se volvieron

    atrevidos, y recorrieron con ardor el camino por sobre su camisa hasta llegar al pechomasculino donde se enredaron en el vello rubio; y luego, bajaron con lentitud hastaposarse en la entrepierna, lo que le provoc un nuevo estremecimiento; un jadeo salide sus labios al sentir contra sus manos la impetuosidad de se miembro que yaansiaba tener dentro de ella.

    A estas alturas, emiti un suspiro y se mordi el labio inferior; su cuerpo era unaantorcha que escurra mieles por cada poro de su piel, por cada hendidura de sucuerpo. Entrecerr los ojos e intent respirar con normalidad. Sus pensamientos eranun torbellino de emociones y sensaciones que la asaltaron sin previo aviso, trastocando

    su rutina diaria.

    Su pecho suba y bajaba, y sus mejillas estaban arreboladas cuando abri los ojos yvio al violinista all, junto a ella, sonriendo igual que en su fantasa, y mirndola de samanera que se haba atrevido a imaginar.

    Eres la prueba viviente de lo que busco provocar en los dems cuando ejecutomis melodasle susurr, mirndola a los ojos con intensidad. El violn descansaba,guardado en su estuche, sobre el mostrador donde l apoyaba los antebrazos ahora.

    Gastn Ruzse present, estirando su mano para estrecharla. Sonrea divertidoante su expresin de arrobamiento.

    Cintia Espndolarespondi ella, tratando de controlar su nerviosismo. Unestremecimiento le eriz la piel cuando la fuerte y suave mano presion la suyaDisculpe, no entiendo lo que pretender decirme dijo, retirando su mano como si laquemara.

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    Vaya, eres hija de Ral?pregunt sorprendido. Ella hizo un movimiento decabeza afirmativo . Desordenar sentidos, arrebatar sentimientos solt l, con ardoren los ojos.

    Perdn?se disculp Cintia, pero saba perfectamente a qu se refera.

    Lo mismo que experimentaste hace unos instantes; porquelo sentiste,no?susurr con una sonrisa cmplice.

    Sus ojos brillaron y ella se qued sin palabras, con la mirada posada en esa bocaseductora; en tanto, sus propios labios permanecan entreabiertos como esperando un

    beso.

    Afuera, la noche terminaba de poner su manto de estrellas y sombras sobre laciudad. Algunos transentes caminaban despacio, como demorando el momento dellegar a destino; el trnsito iba amainando y el silencio llegaba lentamente a las calleshmedas de roco.

    En el interior del bar, el ambiente era cada vez ms acogedor y la gente segua enlo suyo; pero a ellos pareca no importarles. Continuaron charlando, mirndose a losojos; con la excitacin a flor de piel en las sonrisas y en los deseos no expresados.Promesas, a punto de hacerse realidad, flotaban entre ambos.

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    El informe R omeralesPor Selin

    No pretenders que publiquemos este informe?Gustavo Hinojosa, Director del Instituto de Geologa, devolvi el pliego de hojas a

    su visitante, Isidro Romerales, uno de los investigadores a su cargo y tambin amigodesde la infancia.

    Vers, Gustavo, yo contaba con que...

    El Instituto no puede patrocinar tus elucubraciones ni tus fantasas, Isidro. Valeque le has dedicado mucho tiempo, pero no tienes ninguna prueba definitiva sobre la

    validez de tus afirmaciones.

    Te aseguro que son ciertas. Solo es cuestin de poner una serie de sistemas dedeteccin en los lugares que se consideren adecuados y esperar.

    Esperar a qu? A que haya un terremoto para demostrarlas? elev el tono devoz mostrando su impacienciaY dnde los colocamos? Los plantamos por todaEspaa? La verdad, me pensaba que te daras cuenta de que no es el momento msadecuado para un gasto que difcilmente se podra justificar as por las buenas. Sincontar con los comentarios de los graciosos de turno, que se nos echaran encima comotiburones.

    Pero es que hay vidas humanas en juego... adems de la destruccin de muchasedificaciones y estructuras.

    No sigas por ah, Isidro, no intentes que me sienta culpable. No lo vamos apublicar y punto.

    Entonces...?

    Ahora tengo trabajo, si no te importa ya nos veremos otro da.

    Isidro acept cabizbajo la despedida, se levant de la silla y sali del despacho. La

    secretaria, Mika Gutirrez, le observ cuando pas por su lado.

    Gracias por haberme conseguido la cita, Mika. No ha podido ser, casi no me haescuchado.

    Lo siento, seor Romerales, hace das que est nervioso. Ya sabr usted que hanrecortado el presupuesto y que ser difcil cuadrar las cuentas.

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    Lo s, Mika, gracias igualmente. Lleg hasta la puerta de salida y se gir unmomento. Bueno, hasta la prxima y a ver si hay ms suerte. Adis.

    Adis, seor Romerales, buenos das.

    Una vez lleg a la calle, Isidro pens en cmo podra demostrar sus teoras. Sabaque sera muy difcil, pues dependa totalmente del azar.

    Necesitaba un lugar adecuado y aunque numerosos, el problema principal seraconvencer a alguien que permitiese colocar en su jardn una serie de instrumentos ycables, que dejaran esa zona impracticable para otros usos. No slo por que sequedara un tiempo sin poder utilizar una zona amplia, sino por qu tampoco podraofrecerle ms que buenas palabras, ya que sus recursos econmicos eran demasiadoescasos como para poder pagarle.

    Despus de darle bastantes vueltas al asunto, comprendi que no le quedaba msalternativa que recurrir a quien seguro que no se negara.

    *****

    Isidro puls el timbre que haba junto a la cancela que daba acceso a un pequeojardn, ms all del cual estaba una vivienda sencilla de una planta. Se abri la puertade la vivienda y apareci una mujer menuda, vestida de negro y con el pelo canorecogido, que se apoyaba en un bastn para caminar.

    Hola, ta rsula! Isidro levant un poco la voz para que pudiese orle desde laentrada de la vivienda.

    Eres t, Isidro? Qu alegra que me das! Espera que voy a abrirte.

    La anciana se acerc hasta la cancela con un paso dificultoso

    Hace tiempo que tenas que haber venido a verme, mal sobrino, que ya sabes queestoy muy sola y cualquier da... no perda su tono carioso, aunque le recriminase lafalta de visitas.

    No se enfade, ta, ya sabe lo que pasa..., el trabajo...

    Bah, excusas! Lo que tienes que hacer es venir ms a menudo. Ven, pasa ycuntame que te trae por aqu.

    Isidro entr, esper a que su ta cerrase de nuevo la cancela y le ofreci el brazopara que se apoyase mientras andaban hasta la casa.

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    Esprame en el saln, Isidro, que enseguida estoy contigo le dijo mientras sediriga hacia la cocina para preparar un caf para su sobrino.

    Unos minutos despus volvi con una bandeja donde llevaba el caf, una infusinde hierbas para ella y unas pastas. Puso la bandeja en una mesita entre el sof queocupaba Isidro y su butacn, sirvi el tentempi y le mir.

    Bien, dime lo que te pasa, no haces demasiado buena cara.

    Vers, ta, necesitara poner algunas cosas en tu jardn. Es para un experimento.Unas picas metlicas clavadas en el suelo y unos cables.

    Ya, vamos que lo vas a ocupar con tus trastos.

    Todo no, ta, solo un trozo.

    Bueno, al menos podr pasar para ir a la calle, no?

    S, claro, ta, eso seguro. No se me ocurrira

    No. No quiero imaginarme lo que se te ocurrira, que an me acuerdo de algunatrastada tuya. Los recuerdos le hacan sonrer, su nico sobrino haba sido travieso de

    verdad.

    Entonces?

    Pues claro, Isidro, qu te pensabas?

    Pues

    Despus, ahora tmate el caf y prueba estas pastas, que las tena para ti, que sque siempre te han gustado.

    *****

    (Dos meses despus)

    El telfono son en la mesa del despacho, sacando a Hinojosa de sus

    pensamientos. Puls el botn de aceptacin de la llamada del telfono manos libres y seinclin hacia el aparato.

    Dgame, seorita Gutirrez!

    Seor Hinojosa! Tiene una llamada del seor Romerales.

    Dgale que no estoy.

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    Pero, seor Hinojosa, me dice que es muy importante, que tiene pruebas de susteoras.

    Es igual lo que quiera decirme, dgale que me enve un mail para comentarme elasunto de que se trate.

    Conforme, seor Hinojosa, ahora se lo digo.

    Hinojosa se recost en el silln y resopl enojado. Aquella amistad le estabacreando problemas con los altos cargos del ministerio, que no vean con buenos ojossus salidas de tono. Pero tambin se senta culpable por no apoyarle, ya que eso lepondra en una situacin comprometida.

    Seor Romerales, lo siento Mika recuper la llamada, el seor Hinojosa noest en este momento, pero puede comentarle por mail...

    Por favor, Mika, es muy importante que hable con l.

    Ya le he dicho, seor Romerales, que no est. No puedo hacer ms, lo siento, deverdad.

    Lo s, no se preocupe, ya escribir, tengo unos preparativos urgentes.

    *****

    De: [email protected]

    Para: [email protected]

    Asunto: Terremoto inminente

    Hola Gustavo,

    He hecho lo que he podido para contactar contigo. Tampoco s si leers este mailantes de que pase nada. Yo me quedar revisando los instrumentos hasta..., yo que s...Es igual, ya no podrs hacer nada.

    No te preocupes de tu madre, est con mi ta rsula, las he enviado en el taxi delAntonio a la feria del pueblo, que hace tiempo que no iban y s que all estarnentretenidas y a salvo.

    Lstima, me hubiese gustado contarte el terremoto en directo, pero no ha habidoforma de que te pusieses al telfono.

    Adis, amigo, hasta siempre.

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    *****

    Isidro sali de nuevo al patio y se acerc a la estructura de cables y electrodos. Lalectura de datos se haba incrementado mientras escriba el mensaje, el terremoto

    ocurrira en unos minutos. Hizo un repaso mental: la ta rsula y la madre de Gustavoiban camino de la feria y no les pasara nada, haba soltado los pjaros de su ta: doscanarios que se haban alejado enseguida hacia las montaas. El perro de la madre deGustavo estaba suelto, pero slo gaa en un rincn, demasiado asustado para irse aningn sitio. Tambin haba llamado a la radio local, pero se le haban redo, los delperidico no le haban hecho ni caso y el alcalde estaba muy reunido.

    Contempl el cielo azul, haca rato que no se vean pjaros. S que se oan muchosperros, aullando en anuncio de muerte, la suya propia tambin. No se podan alejar,pues estaban encerrados en los jardines o en las casas.

    Isidro observ por ltima vez el medidor, haba superado con creces lo que era deesperar, pero ya se haba parado. Se acercaba el momento, en unos instantes elterremoto sacudira la poblacin y el cercano mar la arrasara.

    Sali de la casa, no le preocup dejar todo abierto, no vala la pena. Subi hacia lapequea colina que haba por detrs, pues desde all haba una vista despejada y sealcanzaba a ver el horizonte.

    Se sent en lo alto. Poco tuvo que esperar, el temblor se inici con fuerza y semantuvo un buen rato, pareca interminable hasta que lleg la falsa calma. Al frente, enel mar, se not un movimiento, que en unos segundos se convirti en un muro de aguaque se abalanzaba sobre las casas a gran velocidad.

    Isidro sonri tristemente por ltima vez, sus teoras se haban convertido en unagigantesca realidad que le arrastrara al abismo.

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    CmplicePor Eugenia Snchez Acosta

    Una sombra se desliz, presurosa, por la ventana. La noche enmudeci, el aire semantuvo quieto, los rboles contuvieron sus estremecimientos.

    Una sombra se desliz por el jardn. Corra sobre las baldosas cubiertas por lashojas secas del otoo sin hacer ruido. Exhalaba un aliento que no se evaporaba nunca.Llevaba las manos cubiertas de sangre

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    Luna llenaPor Eugenia Snchez Acosta

    Susanita en cuatro patas y de espaldas tiene la forma de un corazn.Arrastra la maleta de debajo de la cama sin importarle las telas de araa y el polvo

    acumulado. Se para un mechn de pelo cae entre sus labios y luego de mirar entorno se pone en marcha.

    Sus pies descalzos no hacen ruido sobre elparquet.

    Baja las escaleras corriendo, los senos bailando bajo la camiseta. Sale y cierra lapuerta sin mirar atrs.

    En los labios resecos le escuecen los besos que no dio a los nios que duermen, yentre las piernas aun siente la fuerza del sexo de su marido y su semen.

    Camina custodiada por la luna con las llaves en la mano.

    En la cocina el gas sisea desde las cuatro hornallas.

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    Nuestros colaboradores*Eva Mara Medina Moreno naci y vive enEspaa. Licenciada en Filologa Inglesa y Diplomada enProfesorado de E. G. B. Investigadora de la LiteraturaInglesa del Siglo XX y Contempornea. Sus relatos,premiados en diversos concursos, han sido publicados enlibros y en revistas literarias. Actualmente escribe suprimera novela http://evammedina.blogspot.com.es/

    *Javier beda Ibez , escritor y miembro de REMES (Red mundial deescritores en espaol). Naci en Jatiel (Teruel, Espaa), en 1952. Reside actualmente

    en Zaragoza (Espaa). Es autor del libro de relatos brevesy poemasSenderos de palabrasy de los cuentosDanielno quiere hacerse mayoryLa Elegida. Ha publicado

    numerosos artculos de opinin tanto en prensa digitalcomo en prensa escrita. Tambin ha escrito numerosasreseas literarias, y relatos cortos y poemas, que han ido

    viendo la luz en revistas de la talla deAlmiar,Ariadna-RC,Fbula (Universidad de La Rioja, Espaa), GacetaVirtual(Argentina),Horizonte de letras,La ira de

    Morfeo (Chile y Argentina),La Sombra (de lo quefuimos),Letralia (Venezuela),Letras en el andn

    (Argentina),LetrasTRL,Letras Uruguay (Uruguay),Literarte (Argentina),Literaturas.com,Luke,Magazine Siglo XXI,Narrador,Palabras Diversas,Pluma y Tintero oPoeta (Argentina), entre otras muchas.

    Correo electrnico: [email protected]

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    Nuestros Colaboradores*Gabriel German , tengo 27 aos y soy deMontevideo. Escribo mayormente ciencia ficcindesde los 11 aos de edad. En el 2011 registr porprimera vez mi libro de poesas en la BiblotecaNacional, tituladoEl viaje eterno.

    *Graciela Marta Alfonso (Buenos Aires, Argentina). Profesoray Licenciada en Artes Visuales. Tesis: Poticas del Libro de Artista yLibro Objeto. Obras Publicadas: El Silencio del Fuego y AntologasLiterarias: Una Mirada al Sur y Pasin de Escritores.

    Blog: http://hilodeariadnagrace.blogspot.com

    *M arcelo Oscar Lpez Diez (1976, Montevideo,Uruguay), asume la trgica adiccin a los libros ylamentablemente las palabras crecen en su cabeza como preludiosde forzadas manchas sobre papeles en blanco, corrompe la purezadel silencio.

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    Nuestros Colaboradores

    *Luis Bracamontes , Escritor y dramaturgo de clset.Estudiante de Ciencias de la Comunicacin. Originario delDF, pero moreliano por costumbre y de corazn. Actor en lacompaa independiente Catexia Teatro y Sueos Lquidos.

    *M atas Leandro Eckerdt , 25 aos. Nacido en Buenos Aires, Argentina. Artistay librepensador, apasionado por la escritura de JosIngenieros, Sarmiento y Scalabrini Ortz, entre otrostantos que han abultado de saberes un rincn de la

    Patria Grande. Entre sus obras se encuentra Losfragmentos del cuerpo, su primer logro literario,culminado en el 2013. Fue ideado y editado por lmismo. An no est publicado bajo sello editorialalguno, pero el autor lo difunde en su blog y pginade Facebook.com. Est actualmente trabajando en unlibro de poesas y prosas poticas, y muy pronto aculminarlo. Asimismo, tiene elaborado un ensayo, elcual est sujeto a revisin en stos momentos.

    Tambin cuenta con obras hechas en pastel al leo ypintura al leo, como dibujos en lpiz.

    Pgina en Facebook.com:http://www.facebook.com/espacios.abstractos.7

    Blog: http://picaronesnewwave.blogspot.com.ar

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    Nuestros Colaboradores*Patricia K. Olivera o Patricia O. (Patokata). Vive en Montevideo-Uruguay. Actualmente est cursando la Tecnicatura en Correccin de Estilo a nivel

    universitario. Escribe textos de su autora en los blogsque administra y en aquellos donde participa. Escolaboradora frecuente de las Revistas LiterariasmiNatura de la Breve y lo Fantstico, Pseudnims, LaFanzine, El Descensor y Palabras. Recientemente, unade sus colaboraciones ha salido publicado en el ltimonmero de La Nueva Literatura Fantstica

    Hispanoamericana. Ha resultado finalista en el VCertamen Internacional de Poesa Fantstica miNatura2013. Integra varias antologas de relatos romnticos, degnero fantstico o paranormal, y erticos; y dos

    Antologas de poesa.

    Administra: http://mismusascuenteras.blogspot.com,http://mismusaslocas.blogspot.com

    Participa: http://eros-textual.blogspot.com/

    *Selin: Aficionado a la literatura, distribuye sutiempo entre las reseas de los libros que le ofrecen

    y la escritura de relatos, mayoritariamente cortos,dentro de diversos gneros: negro, ertico, fantasa,

    terror o ciencia ficcin. Algunas de esas historiashan sido galardonadas o seleccionadas paraantologas y otras las ofrece directamente en su

    blogSusurros.

    Blog: http://selin-xxi.blogspot.com.es

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    Nuestros colaboradores*Eugenia Snchez Acosta: Tambin conocida en la red como Maga DeLin, es

    una escritora novel uruguaya de 28 aos. Ha colaborado condiversas revistas digitales e integrado varias antologas endistintos formatos comoPasin de Navidad(de la web El clubde Las escritoras),El escritor (certamen Mil Palabras) y

    Porciones literarias (de la web Diversidad Literaria), entreotros.

    Administra dos blogs literarios: Una vida de novela

    (http://vidanovelada.blogspot.com) yEscribiendo la noche(http://describientem.blogspot.com). Adems participa del blogEros Textual(http://eros-textual.blogspot.com ).

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    Junio 2013, Nmero 9.

    http://palabrasrevistaliteraria.blogspot.com/

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