Palomino - Los sindicatos bajo el gobierno constitucional. De la confrontación a la alianza

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    PALOMINO, Hctor 1987):~s sindicatos bajo el g;Obierno~, ':.constitucional: de la confrontacin a la alianza , en NU ,Jos Y{fJua~, Carlos PORTANTIERO (Comps.): os so si in I- ._. -. - -. ,. , ~. ..,:.:-.--, . .,....,.:- ~_ . ,_.:. .......-.- . ,,- .-.~- .,,~.:. -: .:f- o en Buenos Aires: Punto sur. Pp: 175-193 1

    1fo

    Hctor Palomino .LOS SINDICATOS BAJOELGOBIERNO CONSTITUCIONAL:DElACONFRONTACIONArAALIANiA:

    INfRODUCCIONCuando a principios de abril de 1987 Carlos Alderete asu-me el Ministerio de Trabajo y se integra al gabinete delpresidente Alfonsn, pareci que un largo periplo llegabaa su fin. Los sindicatos, que hasta ese momento habanconstituido una de .las principales fuerzas opositoras algobierno radical. aparecan ahora enrolados en el campode su prncpal adversario. No era poco lo que obtenan:la disposicin del sector del aparato del Estado encarga-do de regular y controlar las relaciones laborales y el or-denamiento legal y aclminis trativo - y tambin poltico-de las entidades gremiales. No era poco lo que entrega-ban: el gobierno se quedaba con un botn preciado en la lu-cha ideolgica entablada con el peronismo: el argumentode que tambin los radicales podan acordar. negociar y.en suma, concertar con los sindicatos.En este intercambio los dirigentes sindicales y el go-bierno ganaban algo - una cuota importante de poder losprimeros. una esperanza de estabilidad los segundos- ; elperonsmo vea alejarse a una parte importante de sus a-liados histricos - y de sus bases de sustentacin social ypoltica - y al mismo tempo se ahondaban las fracturase Investigador CISEA.

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    que atravesaban el campo sindical. esta vez entre quie-nes integraban la nueva a lianza y quienes quedaban fue-ra de ella. Sin embargo, ms all de ganancias y p rdidascircunstanciale~ de los actores polt icos. un nterrosante. ~.... - - - .. - oms amplio se instalaba en el seno de la sociedad. Un in-terrogante sobre la orientacin futura del s is tema polti-co que a duras penas buscaba consolidarse desde 1983.avanzando sobre un terreno que haba sido el campo pre-dilecto de actuacin de las corporaciones.La inclusin de los sindicalistas en el gabinete presi-dencial evoc las viejas pocas de la Argentina corporati -va. de un Estado cautivo de los intereses particulares.incapaz de mediar esos intereses en. favor de conjuntossocia les ms amplios. y de asegurar , la estabilidad polti-ca y econmica en el largo plazo. Ms all de las ventajascoyunturales que pudieran atribuirse a la maniobra - enlos sucesos de Semana Santa tendi objetivamente aestrechar el campo posible de alianzas de los militaresgolpista s-, ella abre un interrogante futuro sobre la pro-fundizacin de la democracia como sis tema, y de su capa-cidad de transformar internamente a los actores pol-ticos y sociales. Al mismo tiempo pone en cuestin lacapacidad del Estado para funconar de modo relativa-mente autnomo y de negociar eficazmente con las corpo-raciones.

    I. LOS TRES PRlMEROSAosDE GOBIERNO CONSTI11JCIONAL

    nconfl roanundado

    Las desavenencias entre el gobierno radical y los sindica-tos se haban iniciado ya en la campaa para las eleccio-nes presidenciales de 1983 cuando elpor entonces candi-dato de la uca Ral Alfonsn, denunciara la existencia deun pacto militar-sindical. La devolucin por parte del go-bierno milita r de sindicatos intervenidos a comisiones176

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    transitoria s integradas por quienes las haban conduci-do hasta 1976 dio lugar a esa denuncia mediante la cuale l candidato radical enlazaba a sus adversarios electora-les con el rgimen mlta r que se retiraba , Frente..a. unaopnn pblica sensblzada por los crmenes de losmilitares y la derrota en la guerra de las Malv1nas, esadenuncia habra de surtir efecto, y es probable que hayaconstituido uno de los factores decisivos del triunfo deAlfonsn.Los dirigentes sindicales que en la campaa electoralocupaban la conduccin ofic ia l del PJ fueron los grandesderrotados de octubre de 1983 comenzando por LorenzoMiguel. v icepresidente primero del par tido. Cabe desta-car, sin embargo , que, pese a la derro ta , los d ir igentes sin-dicales poblaron varios de los cargos parlamentartosobtenidos por el peronismo. Adems, los sindicatos cons-titu an an uno de los pr incipales elementos de sustenta-cin de la principal y poderosa oposicin al gobiernoque, con el 40% de los votos emitidos, la mitad de las pro-vincias controladas por gobernadores peronistas y una

    supremaca clara en el Senado, poda asp irar a convertir -se en la princ ipal alternativa al gobierno radical. De allque pese al desencanto de la derrota - derivado de la con-vicc in de constituir la mayora del pueblo. imagen quetendi a persistir en muchos sectores incluso luego de su-cesivas derrotas electorales- el peronismo controlabaimportantes resortes de poder, y muchos de estos resortesestaban en manos de los sindicatos.Posiblemente estimulado por su triunfo electoral, elnuevo gobierno eligi el campo sindical como uno de losprimeros donde habra de desplegar su voluntad reformis-ta . Imbuido de la concepcin de que para consolidar la de-mocracia deba combatir e l sistema de poder corporativoque haba predominado durante dcadas en el pas, elgobierno se propuso como primera tarea transformar elactor sindical. En esta perspectiva se pr iv ilegiaba la pro-fundzac n de la democracia como tarea prioritaria, de-jando de lado otras alte rnativas posibles. Un analista detemas s indicales, hoy funcionario de gobierno, Juan Car-177

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    los Torre, aluda a las alternativas que se presentaban dela siguiente manera: _En diciembre de 1983 las autoridades electas se velanante el doble desafio de consolidar la .democrac a.y resol-ver la crisis econmica. Estas tareas podan presentarsecomo dilemas, ya que para resolver la crisis se haca nece-sario exigir la colaboracin de los actores sociales a tra-vs de alguna forma de concertacin. Esta suponia, por de-finicin, la consolidacin de actores capaces de conduc irde modo centralizado las fuerzas sociales e imponerlescierta disciplina a fin de garantizar los acuerdos conotros actores. En relacin al sindicalismo, la necesidadde concertar poda verse comprometida por el requeri-miento de su democratizacin, ya que un actor en trans-formacin, sacudido por las pugnas internas que unacompetencia democrtica por la conduccin habra dedesatar, poca capacidad tendra de orientarse en formacentralizada en un proceso de concertacin. En la coyun-tura, entonces, democracia y concertacn aparecancomo alternativas en relacin al lugar que habra de ocu-par elsindicalismo en el sistema.Desde una perspec tiva ms general, es ta cues tin plan-teaba un problema terico que, para el caso argentino, esadems un problema existencial. Es el de hasta qu puntopuede consolidarse un sis tema democrtico que contengaen su seno ac tores no democr ticos. En el caso de l s indica-lismo, pueden verificarse situaciones de convivencia deuna democracia parlamentaria con organizaciones gre-miales asentadas sobre un control estrecho de las direc-c iones sobre sus afiliados , escasa partic ipacin interna yuna selecc in no democrtica de los l iderazgos medianteeliminacin de competidores: es el caso de los EstadosUnidos. Sin embargo, cabe sealar que los sindicatos enlos Estados Unidos no cuentan con la presencia y poderpoltico de envergadura similar a la que alcanza en nues-

    1 Juan Carlos Torre. Ponencia presentada en el Congreso de Sociologaorganizado por el Colegiode Graduados de Sociologaen noviembre de1983.178

    tro pas, ni tampoco es similar la continuidad y alcancedel rgimen democrtico. Por lo que el problema sigueabierto.

    aprimera bataUa

    Una de las primeras medidas tornadas por el gobierno ra-dical fue el envo al Congreso de un proyecto de normali-zacin sindical tendiente a ordenar el catico cuadro quepresentabart las entidades en ese momento, y a modifica rlos criterios y mtodos de seleccin de las direcc iones vi-gentes en los es tatutos gremiales . Algunos s indicatos con-taban en ese momento con las mismas direcciones queantes de 1976, cuyo mandato haba sido prorrogado porlos mili tares ; otros eran dirigidos por comis iones t ransi-torias nombradas ad hoc por el Ministerio de Trabajo,expediente utilizado por los militares para cesar rpida-mente sus tntervencones antes de abandonar el gobier-no; otros sindicatos haban sido normalizados durante1983 siguiendo las pautas dictadas por el gobierno mi-litar; otros, por ltimo, se hallaban intervenidos por elMinisterio de Trabajo. 2Los sindicalistas se opusieron activamente a la normapropuesta por el gobie rno, desplegando una intensa laborparlamentaria, y buscando el apoyo de otras fuerzas pol-ticas. Si bien el proyecto fue aprobado por la Cmara deDiputados , donde el oficiali smo contaba con mayora ab-soluta, fue rechazado en el Senado - por slo un voto- . L aderrota parlamentaria constituy un duro golpe para elradicalismo, poniendo en descubierto la ausencia de al-ternativas de accin frente a su adversario, quien, por elcontrario, se adjudic un trunfo importante que lo co-loc en el sendero de una recomposicin que, hasta esemomento, apareca como problemtica.2 Ver texto del Proyecto de Normali zacin Sindical en l eN14.

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    La iniciativa rad ical haba serv ido a los d irigen tes sin-dicales para establecer una conduccin provsora, la l la -mada CGT Unificada, donde confluyeron varias de lasp rincipales comen tes in ternas que dispu taban .la .orien-tacin del movmento sindical. Es decir que adems deser derrotado en su objetivo de lograr en un plazo ms omenos breve la democrat izacin de las conducc iones s in-dicales. el radicalismo encontraba unificado a un adver-sario hasta entonces dividido.Luego de esta derrota e lgobierno busc canales de nego-ciacin con losdirtgentes sindicales para acordar unanueva norma de re ordenamiento gremial. por un lado. altiempo que busc incorporar a la CGT Unificada en un pro-ceso de concertacn con las principa les fuerzas pol ticasy sociales. Estos esfuerzos se dieron en un marco suma-mente crtico en el campo econmico; la inflacin agu-d zaba los problemas internos. en tanto que los fracasosen ob tener cu rsos favorables de negociacin fren te a losacreedores externos es trechaba cada vez ms las posibil i-dades de maniobra del gobierno. Para los dirigentes s indi-cales en cambio la situacin mejo raba paulatinamen te.ya que la concertacn en marcha leg ttmaba su conduc-cin provsora ante la opinin pblica, y en las negoc ia-ciones por una nueva norma de re ordenamiento gremialpodan imponer algunos de sus criterios.Por fin se acord una norma para las elecciones en lossind icatos intervenidos. con mandato prorrogado y condirecciones provsortas, que comenz a regir en septiem-bre de 1984 y que se extendi hasta mediados del ao si-guiente. Este proceso dio lugar a una intensa moviliza-cin de las bases s indica les. part icularmente en aque llosgremios donde se regis tra ron l is tas competidoras. e l sur-gim iento de corrien tes alternativas a las conduccioneso ficiales en varios sindicatos. una renovacin parcial de Un an lisis po rmenor iz ad o d e lo s p rimer os d os a os d e rela cion es en -t re l os s indi ca to s y el gobierno radical lo ofrece el estudio de AndrsThompson, Los s indi ca to s y el r ad icalismo , es tu dio in d ito d e CEDES,

    Buenos Aires , 1987.

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    las direcciones y la concurrencia de listas pluralistasconformadas por la alianza de varias corrientes.En el proceso de elecciones gremiales se constat quelas tendencias que en el plano social pugnaban por la de-mocratizacin se haban instalado tambin en el seno devartos s indica tos. Pese a e llo . en muchos otros e l procedi-m ien to de elim inacin de competidores y la conforma-cin de listas nicas mostraba la vigencia de estilost radiciona les no democr ticos. ampliamente asociadosal sindicalismo argentino. En esta mezcla de nuevos yviejos fenmenos. las principales corrientes polt ico-gre-m iales tuv ieron a veces la ocasin de d irim ir posiciones,de establecer alianzas crcunstancales, etc. Pero lo msimportante a destacar es el alcance y la profundidadalcanzados por el proceso de democratizacin en la basesoc ia l. la voluntad de part ic ipar asociada con las posibil i-dades de competencia electora l genuina . Este proceso fuebastante ms all de los lmites impuestos por el marcoideo lgico vigente; p rueba de ello es la conformacn delistas pluralstas donde se reunan incluso adversariosi rreconci liables en e l plano pol tico genera l. A la rgo pla -zo la pro fundzacn de esta tendencia debera dar lugar auna renovacin ms amplia de prcticas y mtodos enlas organizaciones s indicales , tanto ms lenta en la medi-da en que se asciende en los niveles de conduccin y msrpida en los niveles cercanos a labase. 4

    La nueva tniciatuxi delgobiemo elPlan AusEn cuanto a los esfuerzos de concertactn econmico-so-cial desarrollados en la cspide del sistema polt ico, pare-cieron tender irremediablemente al fracaso. Las dif iculta-4 Un a nlis is d etallad o d e las elecc io ne s g rem iales p ue de c on su ltars een el estudio de R Gaudo y L. Domenicone , publicado en Des lo Eco

    ico NQ104 , Buenos Aires , 1986. Est e e st ud io desar ro ll a amp li amen-t e e l t ema de l a democ ra ci a s indi ca l desde pos ic ione s t e ri ca s y efectuan-do anlisis empricos detallados.

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    des del gobierno en controlar las variables econmicas y .el particularismo de los reclamos sectoriales en el senode una agudizacin de la crisis condujeron a una stua-..

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    las reas de empleo pblico, las ms afectadas por ela jus-te econmico impuesto por el gobierno. Tradicionalesgremios de clase media , como docentes, empleados p-blicos, mdicos de hospi tales, tcnicos y profesionales dedistintas reas del aparato estatal competan con losobreros en la formulacin de los reclamos, en el estilo delas protestas y en la continuidad de las medidas de fuer-za.6La confrontacin sistemtica con el gobierno, propues-ta por Ubald ini, fue evidencindose poco ef icaz para mo-dificar sustancalmente la poltica econmica oficial.Ms xito en cambio iban teniendo las pacien tes negocia-c iones de los grandes sindicatos de industria y de algunasempresas pblicas para evadir las pautas gubernamenta-les que pretendan regular los aumentos salaria les. El xi-to de estas estrategias parciales y la relativa esterilidadde los paros generales para torcer el rumbo de las polti-cas oficiales fueron abriendo brechas marcadas entrelas diversas corrientes sindicales . Estas tuveron oportu-n idad de dir imir posic iones en el congreso gremial convo-cado para normalizar la CGT en noviembre de 1986.

    Nonnai izactori negocacibnLas corrientes competidoras por la d ireccin de la CGT lo-graron negociar dificultosamente sus cuotas de poder enel organismo. Ms preocupadas por la pulseada limitadaa los principales dirigentes que por el debate abierto deposiciones en el seno del congreso , los lderes gremialesacordaron la normalizacin definitiva en noviembre de1986. Pese a que haca ms de diez aos que no funciona-ban sus cuerpos orgnicos , por la in tervencin dispues tapor los militares en 1976, el congreso normalizador noasisti a debates, esc larecimientos, balances de lo suce-dido en una de las etapas ms negras de la historia na-

    conal.? Los resultados del congreso mostraron una es-trecha paridad entre las fuerzas que competan por larepresentat ividad del sindicalismo peronista, mayorita-rio en la CGT. Esto anunciaba una aguda .competenca.fu-tura por el Iderazgo gremial que, si bien quedaba perso-nalizado en la figura del secretario general Ubaldn,poco informaba sobre las lneas de accin que podrianprevalecer.La estrategia de Ubaldini una vez que obtuviera la secre-tara general pareci reiterar la poltica de confronta-c in seguida por la CGT hasta entonces. En enero de 1987.la CGT decret su octavo paro general contra el gobiernoradical, y ello pareci acelerar e l desarro llo de una nuevaestrategia gremial que tenda a la negociacin. Es decir.ms que afectar a un gobierno ya encallecido por la suce-sin de paros el ltimo pareci afectar mucho ms la un- .dad de accin pretendida por el secretario general de laCGT.De este modo se arriba al mes de abril de 1987. cuandoCarlos Alderete retorna presuroso de su entrevista con elPapa en el Vaticano para asumir el cargo de ministro deTrabajo del gobierno radical. Un largo per iplo pareca ha-ber llegado a su fin. Sin embargo. el panorama actual delsindicalismo aparece en extremo fluido.

    6 La seri e de con fl ic to s l abor al es y paros generales reg istrados duran te1985 y 1986 fue con signada en los nmeros 27a l31 de l

    II. lAS CORRIEN1ES POLITICASDEL SINDICALISMO PERONISTAEl cuadro poltico gremial ofrece una divisin extrema decorr ientes que compiten duramente por el lderazgo s in-dical. Los ejes de divisin actuales - es decir, en el perio-do abierto con la inclusin de Alderete como ministro deTrabajo en abril de 1987- estn constituidos por lasestructuras polticas y gremiales que cada corr iente eligecomo mbito privilegiado de insercin, y desde el cual7 E l c ongreso normaliza dor de la CGT fue analiz ado p or J ulio Godio enel N 3 de La Buenos Aires, 1986.

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    compite por la direccin y orientacin del conjunto delmovimiento sindical. Estos mbitos son el Estado , e l Par-tido Justicialista, la CGTy las 62 Organizaciones.e _ El Estado .oensttuye el mbto-prvlegtade-de-Inser-cn del grupo de los 15 , al cual pertenece el ministro deTrabajo. En su conformacin actual este nucleamentorene a un grupo de sindicalistas extremadamente dife-renciado en sus or genes y trayectorias. Desde Julio Gu-lln - de FOETRA- enrolado en la CGT de los Argentinos enla dcada del '60 y ms recientemente en el grupo de los 25 , hasta Armando Cavallieri - del S indicato de Emple-ados de Comercio de Capita l- , exponente pr iv ilegiado dela ortodoxia gremial, proveniente de las 62 Organiza-ciones.Resulta dificil hallar un denominador comn a estossindicalistas excepto el proveniente de su alineamientoactual y uno de sus signif icados pos ib les : se tra ta de quie-nes estiman que el PJ no les ofrece una perspectiva alen-tadora en el futuro, y aceptan el rol y los privilegios queelgobierno les otorga en la actualdad.f El Partido J u sticialista es el mbito privilegiado deaccin del Movimiento Sindical Peronista Renovador,llamado hasta hace poco grupo de los 25 . A este nu-cleamento pertenecen varios de los d iputados de or igensindical del peronismo renovador, como Roberto Garca- Taxistas- , R. Dgn - Empleados de Tabaco- y R. P-rez- Camioneros-, as como otros provenientes de algu-nos impor tan tes gremios esta tales como ATE y la UninFerroviaria. Para este riucleamento se trata de orientarla accin gremial desde la accin partidaria, al menos en8 Una solicitada aparecida en los m atutinos de Capital F ederal el 27 de

    m ayo de 1987, m anifestando su apoyo a la gestin del m inistro A ldere-te , e ra fi rm ad a po r c erca de 1 00 s in di ca to s, q ue re pres enta ban alre ded orde la m itad de los 4.000.000 de afiliados a la ccr, Aun cuan do alg un os delos firm antes no expresara una filiacin demasiado clara en el grupo delos IS , difcilm ente el resto de los nucleam entos sindicales podrap rop on er u na re pre sen ta ci n tan va sta . De a ll qu e pu ed a c onc lu irs e q uea l momen to d e la s olic ita da lo s IS c ons tit ua n el n uc le am en to s in di-cal mayor itar io f rente a las o tras cor rien tes.186

    1...

    la coyuntura actual. Ello determina ejercer en el planosindical e l mismo rol de Oposic in que el peronsmo reno-vador ejerce frente al gobierno en el plano poltico. En lamedda en que juegan estrecha vincula-cin con el PJ, los alineamientos futuros de los sindicalis-tas de esta corriente dependern del xito electoral delperonismo renovador. La CGT consti tuye el mbito de accin privilegiado delubaldinismo , que nudea a los allegados del secretariogeneral de la central Sindical. En el ubaldnsmo seenrolan s indicalistas provenientes de gremios diversos ,como Alejo Faras - de la Unin Obrera de la Construc-cin- , Guillermo Andreoni - de la Federacin de Emplea-dos de Cornercio- y Manuel Candore ~ de los esta ta les dela Unin del Personal Civil de la Nacin - . Resulta difcilprecisar la filiacin ideolgica de este grupo ya que, porsu propia defin ic in, reconoce un lderazgo personal msall de or ientaciones especf icas. Mucho ms claras son ,en cambio, sus posiciones polticas coyunturales. quetienden a preservar el rol y la autonoma de la CGT y de susecre tario general frente al Estado y el PJ. Es probableque el futuro de este grupo dependa de la suerte y rumbopoltico que tome Ubaldin i, del predominio que alcancenen el seno de la CGT las tendencias que pugnan por acercar-la a la accin estatal o a la del PJ. o bien las que busquenotorgarle una va de accin autnoma. Las 62 Organizaciones , tradc onalmente el brazo pol-tico del sindicalismo peronista, nuclea a la vieja ortodo-xia gremial cercana al secretario general de la UninObrera Metalrg ica , Lorenzo Miguel. En un campo sindi-cal mayoritariamente peronsta, pero escindido en co-rrientes diferentes, este nucleamiento busca unificar laaccin gremial en todos los mbitos. Estado, PJ y CGT. Du-rante el gobierno peronsta de la dcada anterior, las 62Organizaciones, bajo la conduccin de Miguel, lograroncontrolar la CGT e importantes sectores del apara to esta-ta l, empezando por el Ministerio de Trabajo. En la campa-a electoral de 1983, Miguel haba obten ido una pos ic inprivilegiada en el seno del PJ, al punto de imponer varios

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    de los candidatos a cargos ejecutivos y legislativos en tan-to que l mismo obtuvo el mximo cargo partidario (vi-cepresidente primero, que en ausencia de la seora dePern, exlada en Espaa, implicaba la ttulardad delpartido). Ante la victoria de Alfonsn, Miguel aparecicomo el principal derrotado y debi resignar posicionesen su partido primero y en el campo gremial despus, altener que compartir espacios del gobierno interno de laCGTcon otras corrientes.

    Hoy las 62 Organizaciones buscan mantener posicio-nes equidistante s de las corrientes gremiales vinculadasdirectamente al Estado, como los 15 y las oposi toras algobierno, como los 25 , enrolados en el PJ o en el ubal-dinismo .El fraccionamiento actual de las corrientes polticasde l sindica lismo peronis ta dramatiza en c ierta medidacada uno de los principales rasgos que histricamentehan servido para caracterizarlo. En primer lugar la vin-culacin con el Estado, elemento privilegiado en la cons-ti tucin del sindical ismo peronsta y base de la obten-cin de numerosos beneficios a lo largo de su historia.Desde la el iminacin de la competencia s indica l, a travsde la institucin de la personera gremial y leyes de aso-ciaciones profesionales que tendan a fortalecer las direc-ciones establecidas de los sindicatos, hasta los fondosprovenientes de descuentos de sueldos y sa larios dest ina-dos al fmancamento de las obras sociales. Esta pareceser la orientacin definida del grupo de los 15 conse-cuentes con el axioma de que todo sindicalista sueacon ser ministro de Trabajo . 9En segundo lugar, la vnculacn con el peronsmo co-mo partido polt ico , al cual en ocasiones l leg a sustituir,sobre todo en pocas de proscripcin partidaria. Actual-mente el fortalecimiento de sectores especf icamente poli-9 Fra se a tr ibuida a Roque D iCaprio en la semana en que Jos Rod ri-guez, secretario general del SMATA a l que per tenece e l nombrado en pri-mer t rm ino, apa reca como un candidato f irme a ocupa r la car te ra deTrabajo.188

    tcos enrolados en el peronismo renovador ha margina-do en parte la nfluenca de los sindicatos dentro del PJ.El grupo de los 25 se mantiene en su seno pero su rol noha llegado nunca a tener el predominio que a lcanzara enelpasado un Lorenzo Miguelo un Augusto Vandor.En tercer lugar, la CGT, como agencia poltica y como ba-se de sustentacn de liderazgos sindicales. A partir de laCGT como representante de los trabajadores asala riados ,los sindicatos han buscado liderar el movimiento de ma-sas, ampliando su influencia sobre otras categoras socia-les . Ell iderazgo actual de Ubaldn aparece como un ejem-plo claro de esta orientacin ya que su prdica polticatrasc iende el mbito de los t raba] adores s ndca lzados.buscando expresar tambkn a otros sectores como jubila-dos , pobres, e tc. Como agencia pol tica . en es tos tres aosla CGT ha intentado consolidar una red de alianzas conotras corporaciones, desde los empresarios hasta la Igle-sia catlica. para oponerse a las polticas gubernamen-tales.En cuarto lugar, las 62 Orgaruzaciones ofrecen un ejem-plo privilegiado del estilo negociador y pragmt ico de lasdirecciones sindicales peronstas, la bsqueda permanen-te de ampliacin de los espacios de poder en el Estado, enel PJ y en la CGT. El ocaso y la resurreccin de Miguel. elgran derrotado en las elecciones de 1983, constituye unamuestra notable de ese te] ido permanente de alianzas tc-ticas, ora con un sector, ora con otro, con el fin de a.Cl..'TIlU-la r poder y recursos, independientemente de orientacio-nes polticas generales.Cabe preguntarse el porqu de semejante fracciona-miento de sectores sndcales entre los cuales, ms allde evidentes diferencias, tienden a prevalecer las afin ida-des. La respuesta debe buscarse seguramente en la crisisdel movrnento peronsta, en la transferencia de lealta-des de la base social y sndcal, y en la desart iculacin dela propia estructura sindical.

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  • 8/13/2019 Palomino - Los sindicatos bajo el gobierno constitucional. De la confrontacin a la alianza

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    ta reconocer al sindicalismo como un actor unificado.Cul puede ser la base de una recomposicin o unifica-cin fu tu ra? E l PJ, el Estado . la CGT. una rama pol tco-gremia l autneraa-eomo-Iascz . o una mezcla .de todase llas? Resulta dif ic il establecer un pronst ico. sobre todoporque las propias contradicciones de la es tructura s indi-cal y la crisis econmica operan en forma autnoma so-bre las voluntades polticas de los sindicalistas. Estospueden urufcarse detrs de un reclamo salarial. pero lapropia dinmica de solucin del reclamo puede tender adispersarlos . El xito o la derrota del PJ puede dar lugar aun alejarnento de ciertos sectores del partido, pero a lavez acercar a otros que intenten una nueva recomposi-c in sobre nuevas bases . 12 Las soluciones aportadas des-de el Estado pueden ser rechazadas por otras corrientes. opor la base de las organizac iones . Las propias inic iat ivasgubernamenta les que durante es te perodo han privi legia -do el dilogo con una u otra corriente sindical. o la con-fron tacin con esas mismas corrien tes, operan tambincomo detonan tes de la dispersin o la unificacin sind i-cal. 13 La nueva ronda de elecciones gremiales que comien-za a fines de este ao y proseguir durante todo e l ao que12 En relacin al PJ, e l surgimi en to de sec to re s pol iti co s v incu la dos al pe-ronismo renovador parece haber atenuado la presencia sindical en elpartido. D e hecho, para las elecciones del 6 de septiem bre de 1987, lossind icalistas o cup an posicio nes meno s destacadas q ue en eleccion es an -teriores. Com o al mism o tiempo la renovacin de la Cmara de Diputa-do s h a obligado al r etiro d e varios de los de o rigen sind ical, la p resenciap arlamen tar ia de lo s sind icalistas en el f utur o parece tend er a u n ev id en -te descenso.13 De hecho el radicalismo ha potenciado a una u otra corriente como in-terlocutora vlida frente al gobierno, segn las circunstancias. En lapoca de las elecciones gremiales dialogaba con el grupo de los 25 ; enla campaa electoral de 1985, el propio A lfonsin tendi a privilegiar aUbaldini como adversario poltico, acusndolo provocativamente demantequta y llorn ; ms tarde, en los acuerdos salariales de 1986 yp rincipios de 1987 , la n eg ociaci n con Lor enzo M igu el fue decisiv a p araasegu rar el x ito de las gestio nes; po r ltimo, e l g rupo de lo s 15 pareceh ab erse con stituido d ir ectamente a travs de acu erd os p rev io s con el go -b iern o. In dicad or ev id ente d e la po ten cialid ad d el E stad o para gen er arsus propios ntcr locutores, segn la direccin de sus pol t icas .192

    viene pondr a :prueba adems las tendenc ias incipientesde democratizacin sindical surgidas en 1984 y 1985.E l sindicalismo aparece en la escena poltica como unactor capaz de-eonvertrse en interlocu to r de las rica-Uvas oficiales. para rechazarlas o aceptarlas. Su frag-mentacin, en cambio. le impide otorgar un rumbo defi-nido al movimiento social, orentarlo en direccin a fi-nes propios. En general, du rante los tres aos y medio degobierno constitucional, las po lticas que ha elaboradoson sobre todo reactvas, es dec ir. respuestas a 10que con-sidera ataques a su identidad y posicin social. En elterreno de las iniciativas propias slo ha formulado re-clamos genricos - como los famosos 26 puntos de laCGT - s in indicar los caminos para su satisfaccin. I lascontradicciones existentes entre esos mismos reclamos.Sin embargo. no aparecen actualmente en escena acto-res capaces de sustituir a los sindicatos en elliderazgo delmovimiento socal.I+ Cuando la poltica se aleja de lasconfrontaciones electo rales. los sind icatos ganan la ca-lle expresando la presencia y protesta de los asalariados.Protesta sorda y sin destino muchas veces, pero expre-sin de sectores sociales que no avizoran an un rumbode salida de la crisis. Entretanto. y pese a todas las trabasy obstculos organzat vos . e l proceso de democra tiza-cin social tiende a ir transformando. lentamente. a lossindicatos por adentro.

    14 En el anlisis pr eceden te se h an d ejad o d e lad o las cor rien tes in dep en-dientes, radicales y d e d iv erso s agru pam iento s de izqu ier da q ue tien encierta p resencia en la vida p oltica s in dical., E llas se exp resan so bre to -do en los niveles inferiores de conduccin de los sindicatos, en su vidaintern a, pero n o lleg an a con stituir co rr ien tes h omogn eas q ue d is pu tenposiciones en el espacio ms amplio de la poltica gremial. M ucho me-n os pu ed en en el co rto plazo lleg ar a con stituir altern ativas d e d ir eccinglo bal d el mov im ien to sind ical. C ab e esp erar sin embarg o qu e la p rof un -dzacn de la democracia en los sindicatos les otorgue cada vez mayorp resencia ar riba , y p osibilid ades d e dispu tar lid er azg os co n el sind ica-lismo peronista.

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