Panedas, Pablo - El Carisma en El Sello Agustino Recoleto

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    AA. VV.,Agustinos Recoletos. Historia y espiritualidad,

    Editorial Avgvstinvs, Madrid 2007, pp. 439-478

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    EL CARISMA

    EN EL SELLO AGUSTINO RECOLETO

    Pablo PANEDAS GALINDO, OAR

    Pretendemos en este trabajo esbozar algunos rasgos bsi-cos de la espiritualidad agustino-recoleta. Entendemos por espiri-tualidad la identidad en que un cuerpo o corporacin se reconoce yde acuerdo con la cual vive y se presenta. Segn esto, espirituali-dad e historia no se equivalen, sino que pueden seguir senderosdivergentes; depender del mayor o menor conocimiento que de lapropia historia se tenga, o del mayor o menor inters que se le re-conozca. Actualmente no sabemos construir una espiritualidad queno se cimiente en el compromiso con la historia, pero no siempreha sido as. Antes, al contrario, durante mucho tiempo ha sido laespiritualidad la que ha abierto camino y dado base a la historia.

    Por eso, ahora, cuando queremos descubrir la identidad deun instituto, recogemos y estudiamos sus fuentes histricas. Perono podemos contentarnos con ello. Es preciso ir tambin a otrostestimonios (representaciones, smbolos, imgenes, indumentaria,costumbres...) que manifiestan la conciencia que de la propiaidentidad se tiene. Aunque no coincidan con la historia, en elloscifran, si no los orgenes, s los ideales y metas a que se sientenllamados.

    1. El selloDe entre las representaciones simblicas a que tan dados

    eran los antiguos1, nosotros nos hemos fijado en el sello2. Nos ha

    1 Casi toda la literatura espaola del final del siglo XVI est saturada de laaficin a los emblemas. Estos constituyen una base fundamental para explicar elfenmeno estilstico del conceptismo. Acaso en nada como en una cifrasimblica se recoge tanta idea en la forma, plstica aqu, ms sucinta: ngelVALBUENAPRAT, Literatura Castellana 1, Barcelona 1974, 500, aunque es de in-ters todo el captulo titulado El emblema como medio de expresin literaria del

    conceptismo (pp. 496-517). Cf. asimismo, Octavio PAZ,Sor Juana Ins de la Cruz,

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    parecido que el sello es la representacin oficial y autorizada deuna persona o corporacin y que, por tanto, debe recoger la propia

    identidad; que el sello de los agustinos recoletos deba expresar loque ellos se sentan y, por consiguiente, lo que eran.

    Lo primero que llama la atencin es la pervivencia en lahistoria de la orden de un mismo sello. De los cuatro siglos quecuenta la recoleccin agustiniana, se ha representado con un mis-mo emblema durante 275 aos cuando menos. En efecto, que se-pamos, aparece por primera vez -aunque con dibujo algo distinto-en las constituciones de 1637, primeras de la congregacin recole-ta3. A partir de ellas figurar -siempre en el frontispicio- en las

    o Las trampas de la fe, Mxico 1986, 212-228, el captulo tituladoEl mundo comojeroglfico. Santiago SEBASTIN LPEZ, en Historia General de Espaa y Amrica6, Madrid 1986, 462-7.

    2 Y queremos recalcar desde ahora que en todo momento nos referimos alsello, y no al escudo de la orden recoleta, que tradicionalmente ha sido el mismode los agustinos calzados, esto es el corazn biflechado o, en algunos casos, trifle-chado -como puede observarse con profusin en edificios, mueblario y demsrestos de los conventos antiguos-. Aprovechamos la ocasin para hacer propio elrequerimiento del agustino Basilio Estrada Robles en pro de la restauracin de

    la herldica agustiniana (en Los Agustinos Ermitaos en Espaa hasta el sigloXIX, Madrid 1988, 687). Como muy bien l seala, en esto nos dan ejemplo enotros campos o medios sociales (ib.). Mientras eminentes historiadores agustinosdeben reconocer que cuando menos la sigilografa no ha sido an objeto de estu-dio especial (cf. David GUTIRREZ, Los agustinos en la Edad Media 1256-1356,Roma 1980, 85), es un hecho fcilmente constatable el creciente inters actualpor la emblemtica; as lo demuestran las reediciones que recientemente se hanhecho de obras como lasEmpresas sacras de Nez de Cepeca, losEmblemas re-gio-polticos, de Juan Solrzano, o la Iconografa de Cesare Ripa, aparecidastodas ellas en Madrid el ao 1988.

    Por lo que a la herldica de los recoletos se refiere, remitimos al lector inte-resado al artculo del padre Pedro Fabo publicado pstumamente en el Boletn

    Oficial de la Provincia de Nuestra Seora de la Consolacin, enero-abril 1969, 10-13; el informe original que en sustancia se transcribe puede verse en AGOAR, caja1. P. Pedro Fabo.

    3 Cf. p. 7 fig. 1. Siendo el sello oficial de la Congregacin recoleta, es lgicosituar su acuacin en el tiempo inmediato al de ereccin de la Congregacin, porel breve Militantis Ecclesiae, de Gregorio XV, de fecha 5 de junio de 1621 (cf. enIanuarius FERNNDEZ, Bullarium Ordinis recollectorum S. Augustini et Diplo-matica officialis = BullOAR I, Roma 1954, 451-4). No obstante, hasta el presenteno hemos encontrado rastro de este sello antes de 1637; no hay mencin de l enlos Captulos generales o intermedios de este periodo (cf. las actas, en Acta OAR I-II), ni aparece en las pocas cartas del Vicario General conservadas en AM 82, 1.Tampoco hemos visto explicacin alguna del sentido, significado o autor de su

    diseo.

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    sucesivas ediciones de 1664, 1745 y 1860. En todas ellas el dibujoes idntico; y en todas ellas el sello aparecer mencionado en el

    texto constitucional una sola vez, aunque con expresiones apre-miantes: el qual (sello del Vicario) sera la forma que est pues-to al principio destas Constituciones, que no se podr mudar laforma dl por ningn prelado de nuestra Congregacin4.

    Durante dos siglos y cuarto, el emblema en cuestin se re-serva como fachada obligada de las constituciones. Slo en 1860,cuando los agustinos recoletos empiezan a resurgir despus de ladesamortizacin espaola, slo entonces encontramos el sello en-cabezando tambin otros textos oficiales de la Congregacin. En

    concreto, abre tambin el Funiculustriplex privilegiorum... y lasActas et Determinationes Nostrae Congregationis, a pesar de queambos escritos son impresos formando un solo cuerpo con las cons-tituciones de este ao. Asimismo, abrir el Ceremonial de la ordenreeditado en 18615.

    No cabe duda de que ste es el sello oficial de los agusti-nos recoletos; su sello oficial como congregacin, segn reza la le-yenda que siempre le acompaa: Congreg. Discalceat. S. P. N. Au-gust. Hispaniae et Indiarum. El sello que el vicario general -o elcomisario apostlico- emplea como de su oficio, y que puede verseen libros que an hoy da siguen abiertos. Y dejar de ser el sellooficial justamente cuando la congregacin se convierte en orden deagustinos recoletos.

    Es lo que ocurre el 23 de septiembre de 1912. En esta fe-cha se rene el definitorio general y, a propuesta del prior general,padre Enrique Prez, aprueba el cambio de sellos, el mayor y elmenor, y acepta el que se ha venido usando hasta el presente. Esemismo da se acaba de recibir el breve pontificio Religiosas fami-lias, expedido una semana antes, a tenor del cual los agustinos re-

    4 Cf. Regla y Constituciones de los Frailes descalzos de nuestro Padre San

    Agustn, de la Congregacin de Espaa y Indias, Madrid 1637, fol. 82, 2. Prcti-camente lo mismo vienen a decir en su texto latino las dems constituciones: cf.Regla e Constitutiones, Madrid 1664; Zaragoza 1745; Madrid 1860. El momentoes siempre el mismo: el solemne en que, durante el Captulo de la Congregacin,el Padre Vicario General resigna sus poderes y el sello de la Congregacin enmanos del Presidente del Captulo.

    5Ceremonial segn el romano y el uso de los religiosos descalzos de NuestroPadre S. Agustn de la Congregacin de Espaa e Indias, de nuevo aadido y en-

    mendado, Madrid 1861.

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    coletos pasaban a ser orden de pleno derecho. Ms tarde, el cap-tulo general de 1914, en su acta 31, confirmar definitivamente

    estos cambios6.Lo que a primera vista representa el emblema no es difcil

    de decir. En escena est san Agustn -con aureola- vestido de agus-tino descalzo, con su cerquillo y hbito, mitra y bculo por tierra.Est arrodillado, se entiende que orando, ante Cristo crucificado que de l en persona, y no de un crucifijo, parece tratarse, a juzgarpor el tamao natural-7. Al fondo se divisa una construccin quepodra ser ermita, convento o iglesia. La falta de vegetacin lleva apensar en un lugar desierto como pretendido escenario.

    6 Propiamente, los sellos antiguos se siguen usando, mientras se hacen losnuevos, hasta marzo de 1913; el definitorio reunido el 25 de marzo los anular.As se haba previsto en el definitorio del 23 de setiembre: Cf. las Actas delDefinitorio General 1, 205-6 (en BPSN 4 [19121 581-2) y 211-2 (25 marzo 1913).Para el captulo general de 1914, cf. las Actas de los Captulos Generales 1, 91(en BPSN 5 [19141 s. p.). Es curioso que la ltima vez que con toda la solemnidad

    se emplea el sello antiguo vaya a ser en la portada de las constituciones reno-vadas e impresas en 1912.

    Por otro lado, es de notar que el sello actual representa a san Agustn comoobispo, mientras que el antiguo lo vesta de monje. Como si se quisiera dar a en-tender el rumbo explcita y plenamente apostlico que desde 1908 se asigna laRecoleccin. Cf. los comentarios crticos que al nuevo emblema le dedica Fr.Agustn NOBODY DE LA MADRE DE DIOS [Fernando Mayanda], Orientaciones.Algunas observaciones sobre el pasado y el presente de la Orden de Agustinos Re-coletos Espaoles, [Zaragoza 1925], 104-9.

    7 Parece claro que se trata del propio san Agustn, no de un simple frailerecoleto, como entendi Serafn PRADO (cf. Espiritualidad Agustino-Recoleta en

    Mayutica 14 [1988] 82). Bien es cierto que, a juicio de los expertos, habra sidoms normal representar arrodillado a un fraile en vez de al santo. Era loacostumbrado: un religioso a los pies del Crucifijo o, en su caso, ante la Virgen, enactitud de contemplacin y entrega (cf. los sellos franciscanos y el del maestrogeneral dominico de p. 43, figs. 2 y 3; L. OLIGIER, De sigillo fr. Angeli deClareno, enAntonianum 12 (1937) 61-4; lo mismo que vena a indicar el coraznbajo los tres clavos, tan frecuente en los escudos jesuitas, y que en un principiorepresentaba no el corazn de Jess sino el del fiel (cf. Sigilli, en DIP 8, Roma1988, 1472-87). Otro tanto ocurra entre los agustinos, como lo testimonia elfrontispicio de sus constituciones de 1625 (cf. p. 43, fig. 4), u otros documentos defines del siglo XVI (cf. Balbino RANO, San Agustn y los orgenes de su Orden.Regla, Monasterio de Tagaste y Sermones ad fratres in eremo, enLa Ciudad de

    Dios 200 [1987] 720).

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    2. Contexto histrico-espiritual

    La existencia, permanencia y diseo del sello oficial de lacongregacin de recoletos pudiera parecer irrelevante. En reali-dad, no creemos equivocarnos al decir que hasta ahora nadie habareparado en l8. Sin embargo, no podemos compartir esa opinin o,por mejor decir, ese desapercibimiento; por lo que hemos dicho yporque, adems, el sello en cuestin adquiere un extraordinario re-lieve en su contexto propio. Vemoslo, si no.

    a. Disputa entre rdenes religiosas.

    La edad moderna y el Renacimiento se caracterizan por elindividualismo. Las personas, las instituciones y los pases tomanconciencia de sus peculiaridades y tratan de ahondar en su propioconocimiento; para lo cual, como reflejo espontneo, secontraponen a los dems, buscan sus seas diferenciales ydefienden su honor personal y corporativo por encima de todo y detodos. En este ambiente, nada tiene de extrao que se inflamendisputas -que ya venan de atrs- entre unas y otras rdenesreligiosas, por causa de su precedencia, mritos y antigedad.

    Es justamente en el siglo XVI cuando ms virulenciatienen estas curiosas controversias. La mirada al pasado que su-pone cualquier reforma, as como el idealismo que la inspira, elbarroquismo que empieza a aparecer: stas y otras causas hacende este siglo el terreno ms abonado para la discusin. Sirva, si no,como ejemplo la obra de uno de los principales historiadores agus-tinos de este tiempo: el padre Jernimo Romn (1597), que en1572 public un Defensorio de la antigedad de la orden de loshermitaos de nuestro padre sant Augustn. En ella -como a lasclaras sugiere el ttulo- defiende la precedencia histrica de la or-

    den de san Agustn sobre todas las dems. Resume su contenidoun estudioso actual:

    Los captulos que tratan de la prioridad de la orden agustinianasobre la de san Benito fueron motivados por una curiosa discusinpblica que Romn mantuvo en Italia con dos monjes bene-dictinos [...] la misma antecedencia cronolgica de san Agustnsobre san Benito.

    8 Ms precisamente diramos que el nico en notar su existencia, aunque no

    se detuvo a estudiarlo, fue el padre Serafn Prado (cf. l. c.).

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    Sobre la antigedad de los carmelitas, Romn es un poco satricoal refutar su pretensin de continuidad desde los tiempos del

    profeta Elas en el antiguo testamento, lo cual provoc una airadarespuesta del carmelita fray Toms de Jess. Los franciscanosson despachados con la sencilla asercin de que san Francisco fueun ermitao de san Agustn, a lo cual replic fray Andrs Daza,con otra obra...9.

    b. Disputas entre los agustinos y los cannigos regulares

    Si entre rdenes de orgenes bien diferenciados la discu-sin versaba sobre la precedencia cronolgica, entre la orden desan Agustn y los cannigos regulares lo que se ventilaba era lafiliacin agustiniana.

    La disputa vena de antiguo, pero lleg a su punto lgidode acrimonia y mordacidad en el ltimo periodo del siglo XVdejan-do una estela de ftiles controversias que parecan intermina-bles10.

    Tambin Romn interviene en la cuestin con la obra ci-tada -de 1572- obviamente a favor de los agustinos; no slo no cal-ma los nimos ni despeja las dudas, sino que la discusin se in-flama an ms. Hasta el punto de que el papa Sixto V (1585-1590)

    hubo de imponer silencio a ambas partes bajo pena de excomunin

    9 Fidel VILLARROEL, Fray Jernimo Romn. Historia del siglo de Oro, Za-mora 1974 85. Otro tanto cabra decir de la de la Chronica de la Orden de Ermi-taos, que el mismo Romn publica en 1569 (cf. F.VILLARROEL,o. c., 67-8). Sonslo ejemplos de una concepcin apologista y polmica de la historia que no es ex-clusiva de aquel tiempo. Ochenta aos ms tarde escribe Sebastin de Portillo yAguilar su esplndida Chronica espiritual augustiniana en cuatro tomos (Madrid1731), y la introduce con veinticinco advertencias previas en 68 folios sobre la an-tigedad, procedencia e historia de la orden de san Agustn, contra ciertos adver-sarios benedictinos. Y, en nuestro siglo, por citar un caso, el recoleto Pedro Corro

    volver todava al tema tan controvertido siglos atrs del ascendiente agusti-niano de san Francisco (cf. su El Agustinianismo de san Francisco en Archivoespiritual augustiniano 29 [1928-1] 81-6; 241-253; 30 [1928-2] 24-52). La ordende Agustinos Recoletos. Compendio histrico, Monachil 1930, XXII).

    Ni que decir tiene que el enfoque apologtico de la historia no ha sido ex-clusivo de los agustinos; ms bien, a la cultura propia del tiempo, sensibilizadaante todo a los valores espirituales. Hoy nos cuesta creer que los carmelitas de-nunciaran ante la Inquisicin los volmenes de los Bolandos que desmitificabansus orgenes; y nos parece de todo punto increble que se salieran con su intentohasta conseguir que fueran condenados. Cf. En Emil MALE,Lart religieuse de lafin du XVIe sicle, du XVIIe sicle et du XVIIIe sicle, Paris 1951, 443-5.

    10

    F. VILLARROEL,o. c., 82.

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    latae sententiae. Aunque no dur mucho la tranquilidad; el maes-tro Juan Mrquez volvi a la carga en 1618 con su Del origen delos frayles ermitaos; los cannigos lo presentaron de inmediato ala congregacin del ndice, que permiti la circulacin de la obra altiempo que a los demandantes autorizaba para que replicaran, yas se encendi de nuevo la polmica11.

    c. San Agustn en la idea de los agustinos

    Ya deja entrever lo dicho que, en el siglo XVI, no se tenanocin muy clara ni acertada de quin haba sido san Agustn. Nitampoco les importaba mucho. La mentalidad histrica es bastan-

    te ms moderna, y en el siglo XVI la historia est todava al servi-cio de valores ms altos, supramundanos; en el mejor de los casos,estar sumamente contaminada de tradiciones y leyendas, inextri-cables para una crtica incipiente y rudimentaria.

    La idea que sobre san Agustn tienen los agustinos del si-glo XVI, la heredan directamente de siglos anteriores. La ordenagustiniana nace en 1256 como una unin hecha desde fuera, y sinuna conciencia inicial suficientemente fuerte de relacin con sanAgustn. Debern pasar unos aos antes de que esa concienciaempiece a fraguar y la orden se vaya configurando como heredera

    del patrimonio agustiniano, para pasar a considerarse enseguidafundada histricamente por el santo doctor.Dos son los cronistas agustinos que perfilan y fijan para la

    posteridad la imagen de san Agustn fundador de la orden de sunombre. Son los alemanes Enrique de Friemar (ca. 1245-1340) yJordn de Sajonia (ca, 1300-1380); sobre todo este ltimo, cuyaobra Vitasfratrum fue manual de formacin y lectura diaria en lascomunidades agustinas durante siglos. Aunque entre ambos hayalgunas diferencias, los dos estn de acuerdo en hacer remontarlos orgenes de su orden al mismo san Agustn. El santo habrafundado la orden y vestido su hbito inmediatamente despus dela conversin -en la misma Italia, segn Friemar; en Tagaste, ajuicio de Jordn-; desde luego, habra adoptado la vida eremtica, yhabra escrito laRegla para sus monjes12.

    11 Cf. Ib. 85, as como la explicacin amplia y sobrenaturalista que de lasentencia de la Congregacin da Juan Quijano: Memorias para la historia de laProvincia de Castilla, enArchivo Agustiniano 56 (1962) 224-6.

    12 Cf. E. DE FREIMAR, Tractatus de origine et progressu ordinis E. S. Au-

    gustini, enAugustiniana 6 (1956) 91-108. JORDN DE SAJONIA,Liber fratrum, ed.

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    Ni que decir tiene que el clich perfilado por estos autoresdetermina la concepcin que de san Agustn se tiene en el sigloXVI. Recurdese, si no, las clebres frases de santo Toms de Vi-llanueva en su sermn de la fiesta de san Francisco: Venit Augus-tinus et in eremo fratres locavit ponens eis pro signo cor, ut in-telligerent quia in corde periciendo omnis eorum labor et industriaponenda esset13. Es la imagen que quedaba recogida y canonizadaen el Commentarium rerum ordinis, incluido en las constitucionespublicadas por el general Jernimo Seripando en 155114. Es la ideaque tiene, por ejemplo, Jernimo Romn en los escritos citados; laque defiende Juan Mrquez (1621); con la que abre su principalobra el ms benemrito de los historiadores de la orden

    agustina, Toms de Herrera (1654)15. Es, en fin, la idea que hallegado hasta nuestro siglo.

    d. Las pinturas como prueba histrica

    Es ste un punto curioso, pero de cierta importancia. Ocu-rre que, en asunto tan grave como el que tratamos, en el que seventilan cuestiones como la de la filiacin agustiniana de la ordende san Agustn, el ideal y la prctica monsticos del obispo de Hi-pona..., las argumentaciones de los especialistas encuentran un s-

    de R. ARBERMANN yW. HMPFNER, Nueva York 1946. Puede verse un resumen dela doctrina de ambos en David GUTIRREZ,o. c., Roma 1980, 28-37.

    Jordn de Sajonia es el primero que explota en su argumentacin los ap-crifosSermones ad fratres in eremo (cf.PL 40, 1233-1358; s.t. los ss. 22 cc. 1271-3- y 39-c 1306-11-), que luego seran durante siglos de uso normal entre los auto-res agustinos. De estos Sermones se ocupa el profesor P. Courcelle (cf. Les Con-fessions de Saint Augustin dans la Tradition Littrarie. Antcdents et Postrit,Paris 1963, 324-7), que hace suyo el dursimo juicio de Morin: Il ny a rien deplus mprisable dans les basfonds de la litraure apocryphe (324). Lo dice todoel hecho de que losSermones,junto con Friemar y Jordn, Courcelle los encierra

    bajo el epgrafe:Les romans de propagande des Eremites des saint Augustin (cf. p.744). Un estudio ms amplio sobre el influjo de estos escritos puede encontrarseen B. RANO, a. c., 649-726.

    13 En sus Opera omnia 5, Manila 1897, 359; cf. A. TURRADO,Espiritualidadagustiniana y vida de perfeccin, Madrid 1966, 84-101.

    14 Cf. Pedro M. VLEZ,Leyendo nuestras crnicas, 1, El Escorial 1932, 33-9.15 Quien tiene a san Agustn por huius [classis religiosorum ermitarum]

    vero incoeptor, efformator et perfector ante Episcopatum. Incoepit Mediolani, ef-formavit Thagaste e Hippone Regio perfecti:Alphabetum Augustinianum 1, Ma-drid 1644, fol. 1. El ttulo que entrecomillamos, tan merecido por Herrera, lo to-mamos de David GUTIRREZ, Los Agustinos desde el protestantismo hasta la res-

    tauracin catlica. 1518-1648, Roma 1971, 182.

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    lido punto de apoyo en pinturas tenidas por antiguas, en las quesan Agustn era representado con hbito agustino.

    As arguye, por ejemplo, el ya citado padre Romn. l harecorrido Espaa, Francia e Italia catalogando los distintos cua-dros en que el santo aparece vestido de agustino. Todos los tiene lpor antiguos y por pruebas histricas. Por si ello fuera poco, no sepriva de aadir noticias de costumbres y prcticas que abonen sutesis: como la que l observ en Pava de una ley y ordenanzaterrible y que nadie se persuadir a creerla, y aun yo fuera msobstinado si no la viera escrita y puesta en lugar pblico, y es queningn pintor puede pintar a san Agustn con hbito de cannigo

    regular so pena de perder la mano... (Siempre est pintado en h-bito de ermitao)... 16.

    Y, junto con prcticas ms o menos ciertas, tambin seaportan supuestos sucesos maravillosos que apoyen la opinin pro-pia. Cuenta el padre Quijano cmo los cardenales de la comisinque deba juzgar el libro de Mrquez tras su denuncia por los ca-nnigos regulares, dieron sentencia favorable a los agustinos a pe-sar de que se haban propuesto darla en contrario. Cuando al car-denal Belarmino, presidente de la comisin, se le pregunt cmohaba ocurrido, respondi relatando un caso semejante:

    En aquella capilla suntuosa que para su entierro mand labrarN. Ssmo. P. Sixto V, orden que en la bveda se pintasen los cua-tro doctores. Sabiendo los cannigos que se haba de pintar el glo-rioso P. S. Agustn, fueron al pintor, y dndole algunos dineros leprometieron ms si le pintaba con hbito de cannigo. Prometiloel pintor as, empero vmosle pintado con ese hbito de fraile.

    Agravironse los cannigos y pidiendo la respuesta, se dice querespondi: Yo, seores, con hbito de cannigo regular procurpintarlo; si tiene hbito de fraile, yo no s quin se le ha puesto,que mi intento no fue se, si no es que yo me engaase o divirtiese

    cuando le pintaba. Y as, padres, yo tambin me divert al tiempode dar mi parecer, lo cual tengo por maravilla obrada por el S. P.y Doctor, que vuelve por la verdad precindose el padre y funda-dor de una religin tan grave y santa17.

    16 En F. VILLARROEL,o. c., 83.17

    Juan QUIJANO, a. c., 225.

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    e. Controversia entre ermitaos y descalzos

    En este contexto amplio de rivalidades y disputas entrelas distintas rdenes religiosas, o entre los agustinos ermitaos ylos cannigos regulares, debe ser entendida y valorada la llamadacontroversia romana de las imgenes. En este caso son protago-nistas los agustinos calzados y las ramas reformadas de la orden;stas van a surgir justamente a finales del siglo XVI, en uno de losmomentos crticos de la secular disputa, por lo que se vern en-vueltas en el litigio18.

    Ante todo hay que decir que la batalla se libra fundamen-talmente en Italia, entre ermitaos y descalzos italianos19. Lo cual

    no significa que las otras ramas reformadas estn ausentes y de-sinteresadas de la discusin; hay que tener en cuenta la unin deespritu e intereses que en aquellos primeros tiempos vivan los re-formados de los distintos pases. Adems, y sobre todo, la reso-lucin final, favorable a los reformados, la dar el romano pontficea solicitud conjunta de las cuatro congregaciones descalzas, deItalia, Espaa, Francia y Portugal20.

    La controversia es sin lugar a dudas la ms larga y acci-dentada que entre ermitaos y descalzos se ha dado en toda la his-

    toria. Lo demuestra la impresionante mole de escritos, memoria-les, rplicas y contrarrplicas que se ha ido acumulando a lo largode los 113 aos -desde 1616 a 1729 -que dur la disputa21. Asimis-mo, da idea de la importancia y virulencia de esta controversia, lacalidad de los personajes que en ella intervinieron: adems de re-ligiosos de una y otra parte, varias Congregaciones romanas, car-denales, papas, prncipes, el mismo emperador Fernando III...

    18 De ello, por lo dems, bastantes precedentes entre los franciscanos, almenos. Desde el siglo XIV, los descalzos mantenan el mismo pleito con la co-munidad: cf. Lzaro IRIARTE,Historia franciscana,Valencia 1979, 211-2.

    19 Al menos se centra en lo ms vivo de la disputa jurdica, porque discu-siones y roces en la vida ordinaria tienen lugar en todos los sitios; de que sedieron en Mxico, por ejemplo, da fe el historiador agustino Jos Sicardo (1643-1715): cit. por Gregorio DE SANTIAGOVELA, en AHHA14 (1920) 70-1.

    20 Cf. En Cf.BullOAR 3, 639-640.21 Cf. Crnicas 3, 97-115; 175-9. Cf.BullOAR 3, 525-640: en estas pginas, el

    padre Jenaro Fernndez se limita a los resmenes y guiones de los miles de foliosque reposan en los archivos de la Congregacin de Ritos y en general de la orden

    de san Agustn.

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    EL CARISMA EN EL SE LLO AGUSTINO RECOLETO 449

    El asunto que en esta disputa se ventila ha de ser ya, a es-tas alturas, conocido. Directamente se discute sobre la legitimidad

    o no de los descalzos para representar a los santos de la ordenagustiniana vestidos con hbito descalzo. Indirecta pero funda-mentalmente, se trata de la filiacin agustiniana de las ramasreformadas, que era negada por los ermitaos: de la igualdad dederechos entre ellos, de sus privilegios y, sobre todo, del derechoque los descalzos tenan a bendecir correas -erigir cofrada- y pa-necillos de san Nicols22. De hecho, paralela a esta controversiaante los tribunales eclesisticos, discurre otra entre autores deuna y otra parte discutiendo con calor, y en ocasiones con saa,sobre la filiacin agustiniana de los descalzos23.

    No nos interesa ahora entrar en la cronologa y la marchade la discusin24. Ni tampoco podemos escuchar y concertar las ra-zones de una y otra parte25. Para nuestros efectos, slo nos intere-sa hacer hincapi en la ocasin inmediata de la que expresamentearranc la controversia.

    22 Cf. BullOAR 3, 525. Sobre el punto concreto de la correa se dan discre-pancias hasta en Japn y entre sus mrtires como los beatos Bartolom

    Gutirrez, agustino, y Francisco de Jess, recoleto: vase, de ste ltimo, la cartadel 26 de octubre 1630, en Cf.BullOAR 2, 675.23 Cf. BullOAR 2, 514-524. Crnicas 3, 2-5. Sobre la conciencia agustiniana

    de lo recoleto resulta de particular importancia un manuscrito del padre Andrsde san Nicols, conservado en la Biblioteca Nacional de Madrid, Mss. 1331. Eloriginal latino no tiene ttulo. Una mano posterior le ha bautizado con elsiguiente:Defensa de los Agustinos reformados o descalzos contra el Apologtico yVindicias del supuesto Fr. Francisco Renato Equicio, cf.BullOAR 1, 511-518.

    24 Cf.BullOAR 3, 528-9, 539, 543, 556, 566, 636. No obstante, s habra queresear que, en el fondo, la cuestin sigue an viva. La filiacin agustiniana delos recoletos ha sido puesta en duda, o sin ms negada peridicamente despusde la Controversia. A las referencias de BullOAR 2, 519 y 3 526-7, o a las cartastiles del padre Zorita de Jess Mara (cf. en BPSN 23 [1932] 611-7; en ArchivoAgustiniano julio-agosto 1932), habra que aadir, por ejemplo, el artculo de Bal-bino RANO, Fisonoma y fin de los movimientos de recoleccin y descalcez de laorden agustiniana en Espaa, enLa Ciudad de Dios 182 (1969) 30-65: el puntode apoyo de todo su razonamiento es que con la recoleccin no se intent unareforma, sino crear un seminario de superiores y formadores; esta supuestafinalidad se vio frustrada, con lo que la recoleccin slo puede ser vista como hijabastarda y repudiada de la orden de san Agustn. Cf. La rplica de Jos ManuelBENGOA, Fin y fisonoma de la recoleccin agustiniana, en BPSN 60 (1970) 197-212.

    25 Cf. Un sucinto resumen enBullOAR 3, 534-8. Muchas de ellas las recoge y

    comenta el agustino Pedro M. VLEZ,o. c., 518-567.

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    Al parecer, haba habido ya escarceos anteriores -segura-mente desde que empiezan las tensiones entre calzados y descal-

    zos, a poco de nacer la recoleccin, que partan de las diferenciasde detalle existentes entre las tres congregaciones descalzas deEspaa, Italia y Francia26; sin embargo, la ruptura oficial de lashostilidades tiene lugar en 1612 1613, cuando en su iglesia deRoma expusieron los descalzos a la pblica veneracin un primo-roso lienzo de nuestro Redentor crucificado, a cuyos pies estabaefigiado N. G. P. san Agustn con el hbito y sandalias de la des-calcez, la cual pintura desagrad notablemente a algunos denuestros padres observantes, quienes comenzaron a esparcir,especialmente por Francia y por Sicilia, que no ramos verdaderos

    hijos de san Agustn, que no se podan erigir en nuestras iglesiacofrada de la cinta y que nuestros prelados no tenan autoridadpara distribuir correas27.

    Esta es la imagen que desencadena el conflicto. La misma,creemos, que se representa en el sello de que tratamos. Imagenque se convierte en smbolo representativo de la filiacin agusti-niana, en juego contra los agustinos; smbolo de la identificacinque se siente y quiere con san Agustn. Estas son la imagen y laidentidad que los descalzos defendieron durante 113 aos contra

    quienes les negaban legitimidad. Este es el sello que presidi comoestandarte propio el campo recoleto durante casi tres siglos, mien-tras jurdicamente form parte como congregacin de la orden desan Agustn.

    3. Significacin del sello

    a. San Agustn, en hbito descalzo

    Hasta ahora hemos examinado el contexto lejano y prxi-mo en el que se debe situar y entender el sello en cuestin. Es in-negable, creemos, que el emblema de que hablamos no es algo neu-tro o convencional; al contrario, sintetiza cuanto, en la mentalidadde los recoletos de los primeros tiempos era definitorio de suesencia.

    26 Cf. Crnicas, 3, 1-2.27

    Ib. 2.

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    La reforma, retorno a las fuentes

    Dicho esto, lo primero que debemos aadir es que la reco-leccin no se ve como un movimiento de ruptura con la tradicinagustina; no inspiran su espiritualidad fuera de la orden de sanAgustn. Al contrario, la imagen del santo como ermitao y sus re-presentaciones pictricas, las encuentran entre los agustinos28. Yno slo eso, sino que se inspiran en esas mismas pinturas paraacomodar a ellas su apariencia externa29.

    Justamente, si algo quieren los recoletos, es acercarse asan Agustn; recuperar el Agustn ms autntico, segn se lo pre-senta la propia tradicin agustiniana.

    28 Bien lo hace notar el padre Andrs de san Nicols en su Defensa de laDescalcez: Neque aliquomodo intelligi debet circa hispanos, cum ipsi, non solumformam habitus, quam retinent, sed omnes pene imagines in suis iam appositasecclesiis, et ipsamet habitus forma iam depictas ab ipsis Calceatis Patribus itafieri iubentibus acceperint (fol. 197: cit. enBullOAR 3, 526). Prubenlo, si no, lasmuchas pinturas que se reproducen en los memoriales de la Controversia -cf. ib.-,algunas de las cuales pueden verse abriendo el mismo tomo 3 delBullOAR; en fin,ah estn los frescos de Gozzoli, pintor del siglo XV, en San Gimignano, los relie-

    ves del arca de san Agustn, en Pava, la iconografa de san Nicols de Tolentino.Contra la acusacin constante por parte de los agustinos de que los signosexternos de su carisma -el hbito propio y la descalcez- no son agustinianos, losreformados reaccionarn siempre recurriendo a los retratos y a la figura histricadel Santo, segn se entenda entonces. Y en el hbito y en el carisma se sentirnherederos de todas las reformas anteriores a ellos. Cf. para las disputas sobre elhbito, Crnicas 3, 527-8. I. FERNNDEZ,De figura iuridica Ordinis RecollectorumS. Augustini, Roma 1938, 141-4. BullOAR 3, 527-8; la principal bibliografareferente a la descalcez y las discusiones a propsito de ella, enBullOAR 3, 526-7.

    29 Explcitamente lo seala el cronista de los primeros descalzos italianos:Et il motivo che spinse il P. Agostino Maria farsi il cappuccio aguzzo f p.haver veduto un ritratto del P. S. Agostino nella camera di Mons.re Sacrista datadalla S.t di Clemente VIII, che cos lo teneva; e in questo muodo comparseroavanti del R.mo Mro. Andrea Fivizzano, il quale vedendole quel modo esentendo il progresso e buona edific.ne che la Congreg.ne faceva in Napoli, non sipotr spiegare il contento et allegrezza che nebbe desiderando detta riformanella sua Riforma: P. EPIFANIO DI S. GERONIMO, Croniche ed origine dellaCongregazione de Padri Scalzi Agostini 1, Roma 1986, 28. Y lo propio sabemosque ocurre con otras reformas de este mismo tiempo; por ejemplo, san JuanBautista de la Concepcin adopta para su hbito descalzo la cruz llana yrectiforme que descubre en la fachada de la antigua iglesia trinitaria de Roma (cf.Juan BORREGO,San Juan Bautista de la Concepcin. Un Santo de la renovacin,Roma 1973, 280-1.

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    Estn imbuidos de la mentalidad propia del tiempo, quedesde haca siglos se cifraba en una palabra mgica, reforma 30.

    Palabra que, en su entraa, no es un grito de protesta, ni muchomenos una incitacin a subvertir el orden establecido en la socie-dad y en la iglesia; aqu y ahora -en la Espaa de fines del sigloXVI-, la reforma que se reclama poco tiene que ver, si no es secun-dariamente, con los fenmenos superficiales que son objeto deestudio de la sociologa.

    La aspiracin a la reforma tiene races mucho ms hon-das. Bsicamente, es una llamada divina que muchas personas re-ciben; una llamada que no les da reposo y les crea una profunda

    insatisfaccin interior. Estas personas, por ms que reconozcan yaun ponderen las excelencias de su ambiente religioso, se sientendesazonadas e impulsadas a buscar otro modo de vida ms austeroy, por ende, ms perfecto. Ahora bien dnde iban a buscarlo? enqu espejo haban de mirarse?: la conciencia y el orgullo -quehallan y maman en la orden madre- de ser hijos de Agustn lesindica dnde buscar el modelo de vida que pretenden31.

    En este remontarse hasta la inspiracin primera, a sanAgustn y su ideal monstico consiste fundamentalmente la re-forma, es decir la recoleccin. A esto exhortaba, en ltimo trmino,el concilio de Trento cuando reclamaba a los religiosos para que lavetus et regularis disciplina instauretur32 Es lo que, en 1582, elnuncio en Espaa le recomendaba al agustino Juan de Guevara alencargarle la visitacin de los conventos de su orden: prstinodecori et nitori restitui33. Lo que el provincial de Castilla, pa-dre Monte, pretende con su viaje a Roma, en 1588: pedir al Paparemedios para las cosas de la religin, que por largos tiempos se

    30 Mentalidad extendida hasta el punto que, curiosamente, la misma novelapicaresca sera -segn recientes teoras- una manifestacin de esta fuerte oleada -reformadora: cf. Juan Luis ALBORG, Historia de la Literatura Espaola, 1,Madrid 1975, 2 ed., 759-765. Mara Remedios PRIETO, Picaresca, asctica y mis-celnea, en el Dr. Alcal Ynez, enLa Picaresca, Madrid 1979, 649-666.

    31 Por eso, en los documentos del tiempo y en la mayor parte de los pos-teriores, se habla indistintamente de una vida de mayor perfeccin, ms austera ode mejor imitacin de la de san Agustn y sus monjes. Las tres son frmulasidnticas y equivalentes, y las encontramos lo mismo en la recoleccinagustiniana que en cualquiera de las otras reformas.

    32 En Conciliorum Oecumenicorum Decreta, Bolonia 31974, 776-784.33

    1 mayo 1582, enBullOAR 1, 5.

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    han relajado y decado de su primera institucin, volverlas a suantigua costumbre y primer instituto34.

    Es lo que pretendan algunos religiosos de la provincia deCastilla, segn memorial que Pedro de Rojas y Luis de Len en-van a Felipe II en 1588: vivir segn el rigor antiguo de las consti-tuciones, que por dispensacin y costumbre estn mitigadas35.

    En fin, as se vean los propios agustinos recoletos. De esehecho primero y fundamental toman pie al presentarse oficialmen-te en lasconstituciones de 1637: Cuando, inspirados por el Espri-tu Santo, instituyeron en Espaa la recoleccin de la religin, re-ducindola al primer rigor con que la fund san Agustn nuestro

    padre (cosa que en otras naciones hicieron en diferentes tiemposdiferentes santos y varones ilustres) los padres que gobernaban enla provincia de Castilla, por los aos de 1589... 36.

    34 1 junio 1588: ib., 21.35Ib., 30.36Regla y Constituciones, Madrid 1637, prlogo. Eso es, ni ms ni menos,

    lo que nuestras crnicas defendan cuando reclamaban para s el ttulo dereforma; y lo hicieron todos: Hac in re candide fatemur minus recte

    cogitarunt Chronicorum qua Recollectio crebro designatur, strenue propugarunthanc fuisse restauratricem disciplinae Ordinis S. Aug., et quidem primitivae,haud secus ac si fundator Ordinis S. Augustinus, Recollectorum more vixerit: I.FERNNDEZ,De figura, p. 95. Cf.Ib., pp. 99-103 (cf. Crnica 3, 92-6; I, 178; es muyexpresivo, adems, que, por delante de la Introduccin proemial, el padre Andrsde san Nicols encabece este volumen con el versillo deRm 12, 2, a toda pgina yen grandes maysculas: Nolite conformari huic saeculo, sed reformamini innovitate sensus vestri, ut probetis quae sit voluntas Dei bona et beneplacens etperfecta), cf.BullOAR, 1, 234- nota.

    No deja de ser curioso que los escritores recoletos posteriores al breveReligiosas familias no acepten el punto de vista comn en sus hermanos de

    hbito de la antigedad (cf.De figura, pp. 101-3); por ms que, paradjicamente,s lo compartan algunos agustinos (Cf. P. M. VLEZ,o. c., 344, 369, 426-8). Da laimpresin de que les mueven a ello razonamientos jurdicos anacrnicos (cf. ib.103-116), as como la carencia de base histrica de un san Agustn ermitao,adems del afn por distanciarse de la orden de san Agustn, a la que hasta hacapoco pertenecan. Por nuestra parte, creemos necesario mantener la perspectivaprimera y, secular; de otra forma, la Recoleccin se habr cerrado el camino deenlace con san Agustn, y dara razn y argumentos a quienes tachan a losrecoletos de hijos dscolos en la familia agustiniana.

    En la actualidad, por lo menos desde S. Prado (cf. a. c., 74-5) -que, sinembargo, tampoco acepta el uso del trmino reforma: ib., 80-, esta perspectivaeminentemente histrica se ha impuesto de manera definitiva: cf. . MARTNEZ

    CUESTA, En torno al carisma agustino recoleto, en Recollectio 7 (1984) 49-40;

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    El Agustn recoleto

    La imagen que los reformados tienen del santo doctor nopoda ser otra que la comnmente aceptada en su tiempo, la quehemos bosquejado ms arriba. Ciertamente, en quienes anhelabanla reforma agustina del siglo XVI haban de pesar las categorasmentales del tiempo, segn las cuales la vida cristiana o religiosaera ms perfecta cuanto ms retirada. No podan dejar de sentir elinflujo carmelita, que intentaba volver a la soledad del monte Car-melo; o el de los recolectorios franciscanos, o el de los jernimos,etc. Pero en su afn y decisin tuvo que influir tambin y sobretodo la imagen de su padre san Agustn que los llamaba a volver al

    yermo.Y as, todos los cronistas de las distintas ramas recoletas o

    descalzas comienzan sus relatos por san Agustn. Y el santo a quese remiten es el recin convertido, hambriento de soledad. Vea-mos, si no, cul es el san Agustn que el primer volumen de lascrnicas recoletas propone como padre y modelo.

    El punto de arranque de todo se encuentra en la conver-sin del santo; conversin que se traduce inmediatamente en elapartamiento del mundo y la dedicacin a la vida monstica. San

    Agustn se convierte y se bautiza el ao 387, en el cual, despusde haber recibido el sagrado bautismo, sbado de pascua, en 24 delmes de abril, conociendo las vanidades y engaos de la vida hu-mana, comenz como guila perspicaz a despreciar lo terreno ytransitorio, habiendo de conseguir lo sublime y permanente. Tuvopor maestro al glorioso padre san Simpliciano, varn bien conoci-do, que con sus eficaces ejemplos y palabras le instruy de tal ma-nera que no slo dio de mano a las enojosas felicidades y caducosbienes de este mundo, en cuya falsa amistad peligramos con fre-cuencia los mortales, pero tambin, negndose con veras a s

    mismo, se entreg todo en vida monacal y religiosa al servicio deDios constantemente37.

    Parte de Miln buscando un lugar donde vivir escondidocon sus amigos y retirado para Dios nicamente, a quien solicita-

    Resea histrica de la Orden, en Status generalis OAR, Roma 1986, 39; Laorden de agustinos recoletos, Madrid 1988, 37. Pablo PANEDAS, La forma de vidarecoleta en su transfondo histrico, en Forma de vivir los frailes agustinosdescalzos, de Fray Luis de Len. Edicin y estudios, Madrid 1989, 62-78.

    37

    Crnicas 1, 1.

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    ba amar y gozar como su centro38. Se detuvo en Toscana muchosdas enseando [a] algunos en su centro39. Tras la muerte de san-

    ta Mnica, embarca para frica: instbanle sus buenos deseos deacabar de retirarse40.

    Finalmente, rinde viaje en Tagaste, donde lleva a cabo elvender su patrimonio y repartirlo liberal entre los pobres, confor-me dispone y aconseja el evangelio, para echar ms seguros y fir-mes fundamentos a su amada religin, ya ms estable en las re-motas soledades de los campos de Tagaste. Aqu vivi casi tresaos con todos aquellos que, por sus dulces exhortaciones y ejem-plos admirables, le imitaron y siguieron, desechados los afanes ycuidados de este siglo, en profunda meditacin de las cosas sobe-ranas, a la cual se llegaba el continuo y ardiente ejercicio de virtu-des, hermoseadas con rigurosos ayunos, penitencias y oraciones.El mtodo que tuvieron los que gozaron de cerca su clarsima luzno fue menos arduo ni ms fcil que el de Egipto, porque, estandono muy apartados del ejemplo y resplandor de su doctrina, habita-ban en unas chozas pajizas que slo servan de impedir, aunquemuy poco, las furiosas inclemencias de los tiempos, sin tener otroalimento en ellas ms que el forzoso y necesario para conservarcon penalidades la vida humana. Imitaban efectivamente las cos-

    tumbres monacales de aquel tiempo, as en el dormir vestidos yceidos como en la loable abstinencia de las carnes y del vino, ex-ceptuando los que por flaqueza o achaque no podan guardar tantaaspereza...41.

    Acompaaba, dems desto, a la nunca conocida ni halla-da entre mundanos, a la verdadera amiga de los amigos de Dios,dulce contemplacin de las cosas celestiales, a las piadosas leccio-nes y disputas convenientes, el honesto ejercicio de las manos,propio de pobres religiosos solitarios... Esta obra [...] se entregabaal nfimo superior (que se llamaba prepsito en la Regla [...] y l

    mismo, cuidadoso, procuraba vender aquel humildsimo trabajopara proveer con alegre caridad de lo que en la poco menesterosavida de su yermo tenan necesidad aquellos verdaderos imitadoresde Cristo N. S. y despreciadores de todo lo superfluo y regalado;

    38Ib., 1b.39Ib.40Ib., 1-2.41

    Ib., 2a.

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    los cuales, contentndose con lo que les bastaba para un sustentomuy sobrio y limitado, no tenan otro fin y deseo sino el amar y

    servir a quien buscaban en lo ms remoto del comercio de loshombres42.

    Este es el san Agustn en que los recoletos se miran y re-conocen; el que representan en la insignia y sello de su congrega-cin. Es difcil distinguir lo que corresponde realmente a la imagenque entonces se tena del santo, y lo que es slo proyeccin de lasintenciones de los agustinos reformados; lo que constituye el re-trato objetivo de su ideal, y lo que tan slo el propio retrato ideali-zado. Lo cierto es que ellos se remiten al santo doctor y se identifi-

    can con l en su etapa de recin convertido y ermitao43

    .

    b. Oracin centrada en Cristo

    Como no poda ser menos si se trataba de representarsimblicamente la forma de vida de los recoletos, el san Agustnque aparece en el sello est arrodillado, en oracin. Porque, efecti-vamente, puestos a buscar la caracterstica medular del movi-miento recoleto, su cargo distintivo concluye el padre MartnezCuesta-, el que mejor lo diferencia y define, es el recogimiento, lainteriorizacin, el espritu de oracin, que, por lo dems, es el quele ha dado el nombre44.

    Tiempo

    Para ilustrar la importancia central de la oracin en lavida de los agustinos recoletos, bastar que nos remitamos a lasdos horas diarias de oracin mental que prescribe la Forma devivir45; a las cuales, las normas del padre Mallol aadirn para loscandelarios otra hora los das de comunin46.

    42Ib., 2b. Cf. tambin, por ejemplo, EPIFANIO DI S. GERONIMO,o. c., 7-10.43 Y, ciertamente -como enseguida veremos-, en este punto su conocimiento

    o en su instinto- no les enga; porque, en efecto, el contenido de la recoleccincoincide con el de la conversin agustiniana, Cf. Bonifacie RAMSEY, Wat theimage of continence in Confessions 8.11.27 suggets, en Augustinian Heritage 33(1987). Antonio SNCHEZ CARAZO, Resonancias agustinianas en la Forma devivir. Apuntes, enForma de vivir los frailes, 311-357.

    44 El movimiento recoleto en los siglos XVI yXVII, enRecollectio 5 (1982) 32;cf. 32-5.

    45 1, 4, en Forma de vivir los frailes.... 32. Cf. Jos Javier L IZARRAGA , La

    oracin en la Forma de vivir,Ib., 251-277. A. MARTNEZ CUESTA, La Forma de

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    Y que no se trata de meras ordenaciones oficiales tan slo,lo ponen de manifiesto los relatos que de la vida real en los con-

    ventos se nos han conservado. Los privilegiados testigos de laforma de vivir los primeros recoletos de Talavera, declaran quesobresalan sobre todo en la continua oracin y en la caridad unoscon otros, porque, fuera de cumplir con rigor el modo de vivir quehemos propuesto [se refiere a laForma de vivir, que ha transcritopocas pginas atrs], por todo el tiempo que las obligaciones co-munes y precisas les sobraba, se hallaban en el coro y en los de-ms lugares decentes y apartados casi los ms religiosos de rodi-llas, noche y da, absortos en la dulce y profunda meditacin de lascosas celestiales. Aun cuando estaban en la comn recreacin, su-

    cedi no pocas veces el quedarse arrobados muchos de ellos, si setrataba algn punto de espritu, que era su ejercicio continuo; porlo cual, orden el prior que all, para el natural y el honesto desa-hogo, se tratase materia indiferente o ms templada...47.

    Y de los comienzos del convento de Madrid (1596) -en cuyoespritu y vida sintetizan las Crnicas48 los de la primitiva recolec-cin-, se dice que sus religiosos parecan ms ngeles que hom-bres, porque desnudos y apartados de las cosas de la tierra, dabanmuestras de vivir en los alczares y moradas de los cielos. Su

    frecuencia en el coro era continua, y tanta que, para ms asistirle,se desafiaban unos a otros con pblicos carteles, sin haber excep-cin, aunque fuesen oficiales, emulndose en acudir aun los legos ydonados, con tal modo y diligencia que mucho antes de llamarlosla campana se hallaban ya juntos todos en oracin; y, despus dehaberla acabado, era menester que les mandase el prelado se fue-sen los que deban no faltar a la obligacin en que estaban ocupa-dos49.

    Teniendo en cuenta esta autntica hambre de oracin queencontramos en el primer impulso de la recoleccin, no es de extra-ar que en el captulo de las cuatro cabezas (Portillo, 13 de di-

    vivir en las Constituciones y en la vida diaria del siglo XVII,Ib., 365-372. J. M.BENGOA, "Espiritualidad de la orden de agustinos recoletos", en Recollectio 11(1988) 526-53.

    46 Cf.BullOAR 1, 22.47Crnicas 1, 156.48 Cf.Ib., 1, 221b.49

    Ib., 283b.

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    ciembre 1601), primero de la reforma, quede estipulado en una desus actas, la 16: Que en las casas de noviciado haya oracin conti-

    nua de da, repartindola por horas; la cual cumplan los novicios ylos hermanos, como lo dispondrn los definidores, a cuyo cargo es-tar el hacer las constituciones50.

    Contenido

    Ahora bien, no lo es todo la reglamentacin, que deja unmargen ms o menos amplio a la oracin; es igualmente necesarionotar la calidad y contenido de esa oracin. Se trata de oracinmental. Y este adjetivo debe ser entendido correctamente, porquela palabra mental ahora equivale a discursiva o intelectual. En-tonces significa de la mente, en sentido agustiniano, o de toda elalma. Se trata, pues, de una oracin normalmente ms afectivaque espiritual51. Es, en suma, una oracin que pone en juego to-das las potencialidades de la persona y las concentra sobre la per-sona de Cristo; porque su contenido es clara y fundamentalmentecristolgico.

    El emblema que nos ocupa representa perfectamente laactitud del hombre piadoso de los siglos XVI y XVII y la del frailerecoleto. Recoge en cifra las lneas fundamentales de la va espiri-

    tual dominante entonces, la del recogimiento52. Retrata la posturainterior de los eximios poetas que cantaron al crucificado en versos

    50 EnBullOAR 1, 182. Disposicin que se renovar seis meses ms tarde, enel Captulo de Valladolid, primero de la recoleccin como provincia (2 junio 1602),en su acta 3; cf.ActaOAR 1 (1950) 196; Crnicas 1, 337a.

    51 Melquiades ANDRS,Historia de la Teologa Espaola, Madrid 1983, 356.As lo entendi Serafn Prado, y lo supo explicar con hermosas expresiones del

    compilador y espiritual recoleto Agustn de san Ildefonso (1585 1662): Unmtodo de oracin esencialmente coloquial y afectivo; y la meditacin no espe-culativa, sino ejercicio amoroso, cogitatio amantis, pensamiento y recuerdo deenamorado; la contemplacin amorosa, trmino de toda ascensin espiritual poruna escala de purificaciones cognoscitivas y afectivas para lograr el silenciosagrado en que resuene solamente la divina voz, a. c., 77; cf., ms por extenso,pp. 87-90.

    52 Cf. Melquades ANDRS, Los recogidos. Nueva versin de la mstica es-paola (1500-1700), Madrid 1975. Jess DIEZ, Espiritualidad de los recogidosespaoles en el siglo XVI en INSTITUTO DE ESPIRITUALIDAD AGUSTINIANA, In teipsum redi, Logroo 1980, 141-174; interesan especialmente las pginas 169-174, en que rastrea huellas de los recogidos en la orden agustiniana y su

    recoleccin.

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    como los conocidos Pastor que con tus silvos amorosos... No memueve, mi Dios, para quererte...53.

    Eran aquellos tiempos en que toda Espaa viva de hino-jos ante la cruz de Cristo, en perpetua procesin de semana santa,acompaando por calles, casas e iglesias a las esplndidas tallasde sus imagineros. En ambiente de espiritualidad tan cargada noes extrao que las almas ms sensibles vivan en continuo estreme-cimiento ante la cruz. Tal le ocurra, por ejemplo, al agustino sanAlonso de Orozco (1500-1591): cualquier realidad de la vida ordi-naria, como las campanadas del reloj, la vista de la tierra, la no-che, el sol... todo le hace representarse alguna escena de la pa-sin54.

    Los agustinos recoletos no podan menos que, desde el pri-mer momento, fijar su mirada y atencin amorosa sobre la cruz dela que Cristo penda. Ya su primer captulo como provincia, cele-brado en Valladolid el 2 de junio de 1602, en su acta segunda,mandaba: Que todos los religiosos, cuando pasasen delante dealguna cruz, le hiciesen una humilde genuflexin hasta la tierra55.Vivan en permanente viernes santo56, efecto y raz de las horas

    53 No estar de ms recordar cmo, adems de a san Francisco Javier, a san

    Ignacio, a santa Teresa y a otros grandes espirituales, la autora de este sonetoannimo ha sido atribuida al agustino Miguel de Guevara ( 1640). Fue este mi-sionero y predicador en tres lenguas autctonas mexicanas en la provincia agusti-niana de Michoacn. De confirmarse un da la atribucin, este sublime sonetodebera ser ledo como expresin de la ardiente caridad de los misioneros agusti-nos de Mxico, cuyo parentesco espiritual con la reforma recoleta es conocido. Cf.Alberto M. CARREO, Joyas literarias encontradas en Mxico. Fr. Miguel deGuevara y el clebre soneto castellano no me mueve mi Dios para quererte,Mxico 1915. G. DE SANTIAGOVELA,Ensayo de una biblioteca iberoamericana dela Orden de san Agustn 3, Madrid 1917, 499-505.

    54 Cf. Claudio BURN, Vida del Bto. Alonso de Orozco, por un agustinoannimo del siglo XVI en Archivo Agustiniano 70 (1986) 388-390. Para hacerse

    idea de que, efectivamente, el beato Orozco senta hidrpicos deseos de padecer ycrucificarse con su amado Jesucristo (ib. 390), sera suficiente repasar el ndicede sus obras, entre las que encontraramos ttulos como Contemplacin del Cru-cifijo. Soliloquios de la pasin, Monte de contemplacin, Vergel de la oracin,Memorial de amor santo. Cf. T. CMARA, Vida y escritos del beato Alonso deOrozco,Valladolid 1882, 305-310.

    55 EnActaOAR 1 (1950) 199.56 Por cierto que era en la celebracin litrgica del Viernes Santo donde ms

    al desnudo se representaba este aspecto de su vida espiritual. Tenan establecidoque todos deben adorar la cruz descalzos, tanto los celebrantes y prelados comolos dems religiosos asistentes, e incluso los obispos: cf. Ceremonial de los

    Religiosos Descalos de Nuestro Padre S. Agustn, Madrid 1697, 462-6.

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    que dedicaban a la oracin mental. Sus meditaciones versabanfundamentalmente sobre la pasin del Seor. Baste recordar

    cules eran los libros con los que entonces todos, tambin los re-coletos, hacan oracin: el libro ordinariamente puede ser elpadre fray Luis de Granada, Molina o el padre fray Agustn de sanIldefonso57. El mismo Ceremonial exigir que los puntos de medi-tacin sean por la maana de la vida, pasin y muerte de Jesu-cristo, Nuestro Redentor, y por la tarde de las miserias humanas ypostrimeras del hombre58, y justamente segn estos temas dis-tribuyen sus meditaciones todos esos autores59.

    En estas meditaciones caldeaban su espritu los primeros

    recoletos; y en este ambiente vivan. Buen ejemplo puede ser elhermano fray Juan de la Magdalena (1583-1657), de quien deca

    57Ib. 217.58Ib.59 Cf. FRAYLUIS DE GRANADA,Libro de la Oracin y Meditacin, Salamanca

    1554, o la Recopilacin que pronto de l hace san Pedro de Alcntara (Lisboa(1559-1560); Antonio de MOLINA, Los ejercicios espirituales de las excelencias,provecho y necesidad de la oracin mental, Burgos 1615; AGUSTN DE SAN IL-DEFONSO, Teologa mstica y sabidura de Dios misteriosa, oscura y levantada

    para muchos,Alcal 1644, pp. 424-503: vase con qu disposiciones recomienda elpadre Agustn entrar en las meditaciones de la 5 parte a la que nos referimos-de su libro: lean las meditaciones siguientes u otras cualesquiera procurandoque, en cualquier paso que leyeren, se halle toda la alma y toda advertencia yatencin considerando como que realmente se halla con Cristo en el huerto, o encasa del presidente, atado a la columna, o pendiente de la cruz en el Calvario:Advertencia al lector, p. 423. Cf. Jos Manuel BENGOA, El Padre Fray Agustn desan Ildefonso un quietista?, enRecollectio 2 (1979) 107-187.

    Muchos otros se podran aadir con seguridad a la lista de libros de medi-tacin usados por los recoletos. Por ejemplo, los que todava en la dcada de los40 y 50 de nuestro siglo usaban en muchas casas: los Trabajos de Jess, del por-tugus Tom de Jess, para la maana; y la Preparacin para la muerte, de

    Alfonso M de Ligorio, por la tarde, los mismos temas e idntica distribucin.Mencin especial merecen las obras pertenecientes a a tradicin jesutica,como por ejemplo las del padre Luis de la Puente (1554-1624). Es sabido que, enconjunto, los jesuitas eran entonces los grandes maestros de oracin, como locertifica el autorizado testimonio de la propia santa Teresa: cf. las cartas de 28 dejunio 1568 y 1581. Ildefonso MORIONES, Ana de Jess y la herencia teresiana,Roma 1968, 6-7. 9. De la prctica e incidencia de los Ejercicios ignacianos en lasprimeras comunidades recoletas habla S. Prado (cf. a. c., 91-2). Y, en fin, seguroque muchsimos recoletos se postraron como en el sello ante Jess crucificado oinmolado en la eucarista, recitando la oracin universal de Anima Christi, quesan Ignacio populariz al incluirlo en su Libro de los Ejercicios; cf. RicardoGARCA VILLOSLADA, Anima Christi. Origen y evolucin de esta plegaria

    medieval, enManresa 51 (1979) 119-144.

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    un recoleto contemporneo suyo: No s para qu nos cansamos deexplicar el modo para tener oracin cuando vemos que nuestro

    hermano Juan, sin otro libro que el de Jess Crucificado, tieneuna oracin tan alta, tan llena de afectos, tan encendida60. Delmismo venerable hermano resumen su espiritualidad lascrnicas,diciendo que la materia de su oracin era la vida y pasin de Cris-to, como su pan cotidiano61

    Oracin que brotaba, con toda seguridad, de la eucaristacomo de su venero ltimo. En el sacrificio de la cruz actualizado enla eucarista encontraba al Cristo realmente presente; a lo largo dela jornada slo tenan que prolongar y revivir la escena del Calva-rio. Uno de los casos ms expresivos es el del hermano Franciscode la Resurreccin (1584-1654): fue sacristn durante 48 aos enMadrid y en La Viciosa, y preparaba los ornamentos sagradosinmerso en las escenas de la pasin62.

    En fin, hay una obra que resume a la perfeccin esta ac-titud primera y fundamental del espritu descalzo. Nos referimos ala que, con el ttulo de Passerculi solitarii planctus, dio a la es-tampa en 1654 el padre Andrs de san Nicols63. En ella el granhistoriador recoleto echa mano de una alegora muy del gusto delbarroco para expresar sentimientos propios y quiz la experiencia

    vivida en el seno de su corporacin. Las primeras palabras del pr-logo exponen en sntesis el plan de la obra: Bajo el nombre de unpajarillo solitario, el pecador, deseoso de abandonar los caminos dela ignorancia y del error, vuela al rbol de la cruz como a nico lu-gar seguro, y all, en cada una de las cinco llagas de Cristo esta-blece su morada. All se siente tranquilo y seguro, y llora su viejacautividad bajo el yugo de sus pasiones. Desde cada una de estasllagas, como desde una ventana, deja escapar sus lamentos, mas

    60 En Crnicas 3, 474-5.61Ib., 476b. Otros recoletos primitivos enamorados de la Pasin de Cristo

    fueron el hermano Alonso de Guadalupe ( 1613) y el padre Juan Bautista Coro-nas (1579-1621). El primero ni en sueos acertaba a separarse de la cruz y el se-gundo consuma todos los das de tres a cuatro horas en la contemplacin del mis-terio de la Pasin, cf. ngel MARTNEZ CUESTA, La forma de vivir las Constitu-ciones y en la vida diaria del siglo XVI, enForma de vivir los frailes, 368-370.

    62 Cf. ib. 3, 31-4b.63 El ttulo completo es bien significativo: Passerculi solitarii planctus sive

    peccatoris ad Dominum conversio. Vio la luz en Roma, y recientemente ha sidoreimpreso en edicin facsimilar del texto latino, introduccin y notas de Rubn

    Buitrago Trujillo (Bogot 1988).

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    en la ltima descansa. Introducido en las bodegas de Seor, de-gusta sus vinos hasta la embriaguez y se harta del licor extrado

    de sus frutos64.

    c. Conversin a la descalcez

    La conversin de san Agustn -ya lo hemos notado- es mo-delo para el recoleto. Si su espiritualidad se gesta en la contempla-cin de Cristo crucificado, por otra parte encuentra su justo y ne-cesario complemento en la meditacin de la msera condicin hu-mana. De las dos horas diarias de oracin mental, una se centrasobre la pasin del Seor, y la de la tarde tratar de las miserias

    humanas y postrimeras del hombre65.La rumia de las miserias humanas no es otra cosa que el

    efecto y la condicin necesarios de la contemplacin y el amor aCristo crucificado. La categora espiritual ms en boga desde la de-votio moderna del siglo XIVera la imitacin de Cristo. Y ante unCristo desnudo y crucificado, no honrado y glorioso, no se puedeestar ms que postrado, pobre y mortificado, como El66. Esa es la

    64

    Ib., p. 239. A mayor abundamiento, esta misma espiritualidad la en-contramos perfectamente ejemplificada tambin en los agustinos descalzos italia-nos: Le constituzioni del 1898 hanno voluto fare incentrare la vita degliAgostiniani Scalzi in Cristo crocifisso, secondo i numerosi esempi dei santiagostiniani Il nutrimento dellamore per il Crocifisso veniva attinto nellediverse pratiche che si compivano in suo onore, ma sopratutto nelluso dellameditazione quotidiana, gi praticata dai religiosi, ma ora prescritta dallecostituzioni di cui stiamo tratando. Fin da allora, infatti, si cominci a meditarela passione di Ges secondo i modelli di Luigi di Granada e Luigi da Ponte,abitudine che troviamo ancora viva nei secoli XVII e XVIII le biografie dei 200Venerabili agostiniani scalzi, vissuti nel primo secolo della riforma sono l aconfermarlo: Ignazio BARBAGLIO, Togliti i calzari la terra che calpestai santa.

    La Spiritualit degli Agostiniani Scalzi, Roma 1978, 57-8.65Ceremonial 1697, 217.66 No deja de ser llamativa y muy significativa- la coincidencia de que el

    siempre clsico libro de Toms de Kempis fuera conocido tanto por La imitacinde Cristo como por el ttulo de Contemptus mundi. Ambas denominaciones setomaron del epgrafe del captulo 1 de la parte primera de la obra:De imitationeChristi et contemptu omnium vanitatum mundi. Y es que las dos realidades secorresponden y exigen recprocamente,

    Para la descalcez recoleta, cf. Agustn NOBODY DE LAMADRE DE DIOS, o. c.,109-127. Empero la correlacin entre ambas categoras espirituales es normal yel filn ms rico de la vida cristiana del Siglo de Oro, adems de ser muy caracte-

    rstica de la tradicin agustiniana. Sirva como ilustracin, por ejemplo, Victorino

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    vida que busca el recoleto. Por tanto, no se puede atribuir esa ac-titud a misantropa o sadismo; sencillamente, es la onda expansi-

    va del amor al crucificado, que convierte a una mayor perfeccinmonstica y a una forma de vida ms severa; que hace renun-ciar al mundo, a los bienes, a los honores que contaminaban in-cluso la vida religiosa. En una palabra, es la contemplacin y elamor a la cruz lo que convierte a la descalcez.

    No es fcil determinar en qu consiste la descalcez; ni, porextrao que pueda parecer, se dedican apenas estudios a desentra-ar su riqueza67. A pesar de que haya sido un gesto simblico co-mn, preado de contenido y comprendido perfectamente por elpueblo cristiano. A lo largo del siglo XVI lo haban popularizadopersonajes de la talla de Pedro de Alcntara y Teresa de Jess.Tras ellos surgen en todas partes y en todas las rdenes movi-mientos de descalzos, grupos de personas que viven esa condicinde desnudez, de despojamiento; una condicin en que se compen-dian -creemos- cuatro captulos fundamentales de la espiritualidadcristiana:conversin,pobreza, humildad y mortificacin.

    Conversin

    Es en los siglos XVI y XVII una palabra fundamental. No

    slo porque se note en el ambiente una especial sensibilidad porlos convertidos, por los conversos, de quienes con frecuencia se

    CAPNAGA, El desmayo, una dolencia espiritual diagnosticada por san Juan devila, enHomenaje a Pedro Sinz Rodrguez 4, Madrid 1986, 107-124.

    67 El artculo obligado por otra parte, en un diccionario de vida religiosa-que ms ampliamente desarrolla el tema (E. PACHO,Scalzatura, en DIP 8, Roma1988, 1006-1014), a la hora de indicar bibliografa se ve precisado a decir: Nonesiste bibliografia sul tema specifico della s. (1014).

    Uno de los pocos que ha esbozado una espiritualidad de la descalcez ha sido

    el padre Victorino CAPNAGA, El Espritu Santo y la espiritualidad de nuestraorden, en BSNP 52 (1962) 213-4. Llama la atencin que, al final del texto que mshace al caso, el clebre agustinlogo recoleto, se lamente de que sin duda la re-nuncia a la descalcez, de hecho y de nombre, fue un golpe fuerte, que hadesfigurado la fisonoma de la orden (214). Es una pena que, en un artculo tanbreve como denso y bello, el padre Victorino no pudiera explayarse, y quetampoco lo haya hecho despus, que nosotros sepamos. Con todo, creemos que suapreciacin viene a ser una llamada a la recuperacin de la descalcez comocategora espiritual, que es lo que en el fondo se echa de menos. Tambin resultade inters para nuestro propsito la obra antes citada de J. BARBAGALLO, Togliti icalzari la terra che calpesti santa, en la cual el ttulo del libro ya lo daba aentender, y no podra ser de otra forma- se traza el mapa espiritual de la orden

    de agustinos descalzos a partir del nudipedio.

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    sospecha. Ni slo porque la actitud beligerante a favor del catoli-cismo o la gesta misional que entonces protagonizaban les hiciese

    a los espaoles entusiasmarse por las conversiones reales o po-sibles.

    La reforma se entiende en primer lugar como interior. Yla conversin es una categora global que afecta a todo cristiano.En este contexto, es de resear el papel que desempea el ejemplode san Agustn y la lectura de sus Confesiones como acicate y guaen el proceso interior de conversin por el que todo cristiano ha deseguir. Las Confesiones son punto de referencia obligado para lospersonajes ms influyentes del siglo XVI, como, por ejemplo, fray

    Luis de Granada, san Juan de vila,santa Teresa,san Juan de laCruz68.

    Dentro de este denso ambiente de conversin hay quecomprender el movimiento descalzo o recoleto. Las reformas de lasrdenes religiosas han de ser entendidas como fenmenos masivosde conversin. Unas veces se trata de espectaculares transforma-ciones personales que pasman y edifican al pueblo cristiano. Perolo ordinario es la conversin en tono menor; sencillamente, laruptura radical -en el claustro o fuera de l- con el mundo en quese viva. En el caso de los ya religiosos, el paso a una recoleccin

    lleva consigo hacer una nueva profesin, puesto que se abraza unaforma de vida nueva y especialmente exigente.

    Esa ms profunda consagracin es lo que significa la prc-tica caracterstica de todos los recoletos de abandonar los apellidos

    68 Cf. Pierre COURCELLE, Les Confessions de Saint Augustin dans la tra-dition littraire. Antcdents et Postrit, Paris 1963, 370-9. Habra que tener encuenta, adems el fuerte aunque ms diluido influjo de las Confesiones y otrosescritos agustinianos autnticos o apcrifos- en el mundo de la espiritualidad de

    entonces, a travs de lo que se ha llamado el socratismo cristiano: ib., 377.ENRIQUE DEL SAGRADO CORAZN, Espagne, en DS 4, 1149-1150. JacquesCHEVALIER, Historia del pensamiento, 2, Madrid 1967, 832-4. As se expresa elprincipal especialista sobre el tema: no es sin duda exagerado decir que todasnuestras escuelas msticas escuela italiana, escuela renana y flamenca, escuelaespaola, escuela francesa de san Bernardo y Brulle- han salido de l [de sanAgustn]. Son dos frmulas que todos los autores, los espaoles lo mismo que losdems, vuelven a tomar, repiten y glosan a porfa, sobre todo la segunda, Dios,interior intimo meo et superior summo meo, y la plegaria al Seor, en losSoliloquios, noverim me, noverim te, constituyen el fundamento del socratismocristiano: Robert RICARD, Notas y materiales para el estudio del socratismocristiano en Santa Teresa y en los espirituales espaoles, en Estudios de

    literatura religiosa espaola, Madrid 1964, 103-4 cf. pp. 22-147.

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    seculares y adoptar en el nombre una advocacin o santo69. As lohicieron nuestros padres en el captulo llamado de las cuatro ca-

    bezas, que tuvo lugar en Portillo el 13 de diciembre de 1601:Publicada la eleccin [de los priores de los cuatro conventos],advirti con razn el presidente [lo era el nuncio Domenico Ginna-sio] de que las cuatro cabezas conservaban el sobrenombre quehaban tenido en el tiempo de calzados. Y djoles con severa re-prensin cun mal pareca en religiosos descalzos, que con loszapatos haban dejado aun el polvo de este mundo, retener el ape-llido de que usaban sus parientes, los seglares. Conocieron todosjuntos su defecto o descuido, muy humildes. Y fray Rodrigo deAyala escogi a la Magdalena; fray Gregorio de Alarcn, a santa

    Catalina; fray Juan de Vera se quiso llamar Bautista solamente; yfray Jernimo de Saona se firm de san Lorenzo70. Y, tras ellos,han venido hacindolo todos los religiosos hasta tiempos muyrecientes.

    Pobreza

    Hablar de recoleccin es hablar de pobreza. Si algo queradecir la descalcez en el siglo XVI era desnudamiento de los bienescreados, pobreza. La pobreza as entendida es una de las exigen-

    cias fundamentales del movimiento de reforma de la Iglesia: po-breza individual y colectiva; en personas y edificios; en solidaridadcon los pobres que pululan por ciudades y campos, y como exigen-cia de la autntica vida en comn71.

    Detallar las manifestaciones de pobreza en los primerosconventos agustino-recoletos, exigira resumir los volmenes delas crnicas. Como compendio de todo ello, nos remitimos al cap-tulo cuarto de la Forma de vivir, el ms extenso de los catorce deque consta. Tan slo subrayamos su primera frase: la verdaderapobreza del religioso est principalmente en no tener asido ni

    aficionado el nimo a cosa ninguna, que es el fin para que se or-dena la pobreza exterior72. Ello es tanto como decir que la pobreza

    69 Cf. D. GUTIRREZ,Los Agustinos desde el protestantismo, 115.70Crnicas 1, 333b.71 De la pobreza individual y comunitaria y las caractersticas que cada uno

    reviste en las distintas recolecciones, habla ngel MARTNEZ CUESTA, El mo-vimiento recoleto, 28-9. 31-2.

    72 En = BullOAR1, 68; cf. La nota del padre Jenaro Fernndez, en esa misma

    pgina establece relaciones con otras rdenes por razn de diversos rasgos de la

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    recoleta ha de ser interior, copiada del despojamiento de Cristocrucificado; y que la descalcez del religioso imita la desnudez de

    Jess, que siempre tiene ante los ojos.Humildad

    Es, como los anteriores, otro de los sinnimos en que pue-de compendiarse la forma de vida descalza o recoleta. Por esomismo, por su extensin, tampoco podemos entrar en detalles. Es,ms que las dems, una actitud interior, el humus vital en el quela conversin, la pobreza y la mortificacin radican, cuando sonautnticas.

    Para tejer los elogios de la humildad y desplegar su ricagama de sentidos y significados, nos remitimos al Tesoro de humil-dad que escribi antes de 1629 uno de los principales padres de losinicios, el primero que tom el hbito -en 1593- en el convento deMadrid, donde fue muchos aos maestro de novicios: el padre Jus-to Rosales del Espritu Santo73.

    Baste aadir que en la humildad reconocen su nota distin-tiva los agustinos descalzos italianos, hermanos e hijos de la reco-leccin espaola: Possiamo dunque concludere affermando che gliagostiniani scalzi, scegliendo come loro caractteristica specifica inseno all'OSA il voto di umilt col nudipedio, vivendo nella lode diDio e nella gioia dello spirito con semplicit di cuore, hanno innal-zato nella Chiesa un tempio vivente, sul quale pu incidersi questaiscrizione: A Ges mansueto ed umile di cuore74. Por humildad,desde sus comienzos, hicieron voto de no pretender dignidades.Algo que es corriente en los movimientos de reforma de los siglosXVI y XVII, como reaccin contra el arribismo que cunda en lasrdenes religiosas.

    Del peligro que esto en aquel tiempo supona tiene con-

    ciencia la primitiva recoleccin -y enseguida lo experimentar ensus carnes-; previnindolo, ya en 1601, en el ya citado captulo delas cuatro cabezas, trataron luego de las cosas de gobierno y,

    espiritualidad recoleta; de la pobreza dice que apud nos, prout ratio finisRecollectionis exigit, stricto quodam modo amplecti et observari oportet; y reco-mienda lo que el padre general Eugenio Ayape escribi a toda la orden recoletaDe spiritu paupertatis in ordine nostro (en ActaOAR 1 [1950] 261ss).

    73 Cf. Antonio CAPARRS, La doctrina de la humildad segn el Tesoro delV. P. Fr. Justo del Espritu Santo enMayutica 11 (1985) 149-205.

    74

    I. BARBAGALLO,o. c., 143; cf. 181-2.

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    para que se asentasen bien, hicieron ante el Nuncio voto de nopretender algn oficio o dignidad las cabezas y dems padres vo-

    cales75. Voto que ms adelante se renovar al menos en el sextocaptulo general, celebrado en El Toboso en 1642, donde tambinse determin se suplique a Su Santidad se sirva de confirmar estaacta de todo el Captulo General por su breve apostlico, para queinviolablemente se guarde de aqu en adelante76.

    Pudiera ser -aunque no nos atrevemos a afirmarlo- queeste cuarto voto de no pretender dignidades, y la humildad comotarea del recoleto, quisieran representarse en el emblema que nosocupa por la mitra y el bculo episcopales abandonados aparte so-

    bre la tierra, en una composicin que recuerda las expresiones deuno de los grandes descalzos: Quedme y olvidme, / el rostro re-clin sobre el Amado, / ces todo y dejme, / dejando mi cuidado /entre azucenas olvidado77.

    Mortificacin

    Ya hemos dicho antes cmo -a tenor del Ceremonial- laoracin mental de los recoletos deba tratar, por la maana, de lapasin de Cristo; por la tarde, de las miserias humanas y pos-trimeras del hombre. Miseria y postrimeras del hombre se to-

    man como equivalentes, porque, en efecto, todas las debilidadeshumanas se sintetizan en la sujecin a la muerte.Contemplar al crucificado es ponerse ante el espectculo

    de la caducidad de la vida y la fatalidad de la muerte, es asomarsea la realidad plena y consistente de Dios y de la otra vida. Meditarsobre la pasin lleva a descubrir en el dolor la clave de la resurrec-cin; lleva a imitar a Cristo y a mortificarse, a anhelar la muer-te, que hace resucitar con l.

    En consecuencia, los primeros recoletos -como, por lo de-ms, era comn en aquella poca-, valoraron mucho la propia mor-

    tificacin. Para ellos era signo externo -como la descalcez 78- de

    75 En Crnicas 1, 333b.76 En ActaOAR 2 (1952-3) 218, Idntico cuarto voto emiten tambin, por

    ejemplo adems de los agustinos descalzos de Italia-, los trinitarios descalzos,desde 1602: cf. La introduccin de Juan Pujana a SAN JUAN BAUTISTA DE LACONCEPCIN,El Recogimiento interior, Madrid 1981, 6.

    77 SAN JUAN DE LACRUZ,Noche oscura, cancin 8.78 Como descalcez y el propio hbito, que es spero, sencillo y estrecho: por

    algo en laForma de vivir se incluye la descripcin del hbito en el captulo 5, 5.

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    apartamiento del mundo79, y forma concreta de apertura a Dios.La Forma de vivir dedica a este tema dos captulos: el 5, De losayunos y asperezas, y el 13, De las mortificaciones. En ellos, frayLuis empieza por recalcar el valor positivo de estas prcticas. Sonnecesarias para dar muerte en nosotros a las pasiones y las afi-ciones de nuestro propio amor y sentidos80, que con su fuerzaimpiden el levantamiento de espritu81, a la oracin, y la vida delespritu82.

    Y si, a los ojos de la gente del siglo XVI, el descalzo habade ser pobre y humilde, igualmente tena que ser mortificado. Ymortificados en extremo fueron nuestros padres recoletos. Vase,

    si no, lo que concretamente dispone la Forma de vivir en los cap-tulos que acabamos de citar83. Y escuchemos a nuestros cronistas,al hablar de la vida en el convento de Madrid:

    Acerca de los ayunos, suceda el estar muchos sin comer dos otres das otra cosa que pan, o beber ms que un poco de agua, ycon tanta parsimonia que muchas veces era forzoso al preladomandarles con precepto que tomasen el sustento ms copioso.Hubo tiempo en que toda la comunidad, los mircoles, viernes ysbados, ayunaba con rigor a pan y agua, sin que se encendieseaquellos das algn fuego en la cocina; y en toda una cuaresma

    sucedi no verse vianda alguna en la mesa o refectorio.Provocbanse tambin para hacer las penitencias, y as unosandaban das enteros con vendas o cilicios en los ojos. Otros, lle-nos de ceniza, se arrodillaban en viendo a los dems, pidiendo quelos afrentasen y diciendo sus culpas compungidos y llorosos. Otrosentraban en el refectorio desnudos hasta la cintura, abrindosecon azotes las espaldas. Otros, atravesados a un madero y atados

    79 Signo de una muerte paulatina a los deseos y pasiones del mundo; muerte

    anmica que desemboca en la muerte fsica. De una u otra muerte han de serconscientes los religiosos en todo momento. Por eso se recitaba todas las noches,antes del sueo figura de la muerte- aquel ttrico aviso que ha sonado en losconventos hasta hace pocos aos: Acordaos, padres y hermanos, que nos hemosde morir y que hemos de dar muy estrecha cuenta a Dios nuestro Seor de lobueno y malo que hiciremos en esta vida, y podr ser esta noche. Acordmonostambin de las terribles penas y tormentos del infierno: Crnicas 1, 423b.

    80 13, 1.81 5, 1.82 13, 1.83

    Cf. enBullOAR 1, 76 las referencias que da en la nota 119.

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    los brazos, en lo ms riguroso del invierno. Los jubones de cerdas,las cerdas y los rallos eran muy usados y comunes para todos84.

    La forma de vida descalza daba as ante el mundo testi-monio de los valores del Reino; sta era su manera de ser signo delas realidades escatolgicas. Su existencia tiene una dimensin so-cial, no slo en la Iglesia, sino tambin en la sociedad de entonces.De hecho, el movimiento de reforma fue muy bien acogido, y losdescalzos eran normalmente queridos. Se les reconoca un papelsocial de despertador a la muerte y a las realidades ultraterrenas.

    Buen documento de ellos es el papel que Felipe IV asignaa las rdenes descalzas en una tremebunda procesin que les rue-

    ga hagan el viernes santo de 1623; estaba en Madrid el prncipe deGales, que pretenda a una infanta espaola y, por una parte, elrey quiere asombrar a su husped mostrndole los cuerpos de litede su ejrcito espiritual, mientras que, por otro lado, quiere quelos religiosos ofrezcan a Dios penitencias y oraciones por el buenresultado de las negociaciones:

    Y las dichas religiones (excepto los carmelitas descalzos, que seexcusaron diciendo que por expresa constitucin de su orden lesest prohibido el salir en semejantes procesiones) en cumpli-miento de tan justo mandato mostraron la obediencia y el amorcon que respetan a su Majestad. Y salieron en procesiones a lahora sealada los padres franciscanos descalzos de san Gil y losde san Bernardino, juntos en una procesin. Luego los padresmercedarios descalzos de santa Brbara con su vicario generaldelante, como buen pastor y el ms humilde de ellos llevando lacruz entre dos legos, cargado de sogas y cadenas. Luego los agus-tinos recoletos, luego los padres capuchinos y luego los trinitariosdescalzos, yendo todos descalzos: unos en silencio y contempla-cin, con Cristos y calaveras en las manos; otros con sacos, cili-cios, sin capillas, cubiertos los rostros y cabezas de ceniza; otroscon coronas de espinas y abrojos y harta sangre de ellos. Otros consogas y cadenas por los cuerpos y a los cuellos, y cruces a cuestas,y grillos y prisiones en los pies. Otros aspados y liados con sogas.Otros hirindose los pechos con piedras. Y otros con mordazas yhuesos de muertos en las bocas. Unos en oracin de contempla-cin, otros rezando salmos, y otros letanas. De esta manera sa-lieron de sus conventos, y pasaron por las calles ms principalesde la corte, y por la calle y plaza Mayor y puerta de Palacio, conque anduvieron muy largas y penosas estaciones que duraron ms

    84

    Crnicas 1, 284.

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    de cinco o seis horas en tan penosos tormentos. De que caus atoda la Corte, y en particular a los reyes, infantes y personas de

    Palacio, y al prncipe y caballeros ingleses que lo estuvieronatentamente viendo y considerando, tan general compasin y edi-ficacin que todos se deshacan en llanto, pidiendo los catlicos aDios perdn y misericordia, por haber sido ste un espectculoque jams se ha visto en Espaa.

    Volvieron los santos religiosos a sus conventos tan fatigados quemuchos estuvieron enfermos algunos das, y algunos han certifica-do haber padecido tan grandes dolores en las penitencias quehicieron que en la tierra no se pueden comparar, y slo les falt elmorir. Mas Dios, como remunerador de las buenas obras, ha

    consolado a muchos de estos sus siervos con agradarse de ha-berlos odo, en quien se espera que la resolucin que en estos ne-gocios se tomare ser para su santo servicio y bien de estos reinos.

    Y su majestad el rey, nuestro seor, tambin los consol en lotemporal, envindoles para la comida de los das de pascua gran-de abundancia de regalos de carneros, tocinos, terneras, pichones,cabritos, manjar blanco y muchos pescados, pan vino y frutas85.

    3.4Eremitismo

    Un ltimo particular nos falta por comentar del sello o

    emblema. La escena entre san Agustn y Cristo tiene lugar en unparaje desnudo de toda vegetacin, donde slo se divisa una edifi-cacin, que podra ser un convento o iglesia, o -lo que es ms pro-bable- una ermita. Se intenta evocar con este paisaje desolado lastradicionales yermos africanos o italianos donde el santo patriarcahabra vivido y fundado su orden. Al mismo tiempo, la insigniarefleja la aspiracin de los recoletos a una vida de retiro y recogi-miento.

    Lo primero que hay que sealar es la actualidad que eleremitismo gozaba en los siglos XVI y XVII. Mientras en los pases

    sajones la vida eremtica haba desaparecido barrida por lareforma, en los pases latinos -y, en concreto, en Espaa- alcanzasu cenit. La pone de moda una amplia difusin de la literaturaeremtica clsica de los padres del desierto (Apotegmas, Verbaseniorum, Collationes patrum, Vitae patrum...), de que se alimenta

    85 Relacin de lo sucedido en esta Corte, sobre la venida del Prncipe deInglaterra: desde 16 de Marzo de 1623 hasta la pascua de Resurreccin[Valencia, Miguel Sorolla 1623], en Relaciones de actos pblicos celebrados en

    Madrid (1541-1650) [Ed. Jos Simn Daz], Madrid 1982, 208-9.

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    el hambre de reforma interior86. Como prctica religiosa la popu-lariza en el siglo XVI un movimento che si ispira a s. Pietro d'Al-

    cntara sorge tra i franciscani spagnoli e porta alla creazione disanti deserti 87 che permettono ai religiosi di passare periodi pio meno prolungati in un completo isolamento del mondo. Anche icarmelitani scalzi adottano, nel 1604, l'istituzione dei santi de-serti, che si propagher in Italia, in Francia, in Belgio, in Polonia,in America latina e continuer a sussistere fino ai nostri giorni88.

    Por eso, los movimientos de reforma de la vida religiosaen el siglo XVI -y los agustinos tambin- tienen una tendencia bas-tante acusada al eremitismo89. Adems del peso que en el momen-to tiene la literatura sobre los padres del desierto, en nuestro casoes fundamental la idea que se tena de san Agustn como ermita-o, que reproduca y restauraba la vida de los padres de Egipto;idea que daba sentido y contenido al sustantivo del nombre de laorden agustina: Ordo eremitarum Sancti Augustini90. Si las re-

    86 Del inters que entonces suscitaban los eremitas y su forma de vida

    hablan a las claras las innumerables obras de arte que reproducen figuras y es-cenas arrancadas de este marco; san Jernimo, santa Mara Magdalena, santaMara Egipciaca, san Antonio Abad son personajes que se hacen muy popularesen todo tiempo. Bien puede hablarse, incluso de eremitismo como de una modaque, durante los siglos XVI y XVII, afecta a la alta sociedad. En el mismo palaciomadrileo del Buen Retiro, lugar donde Felipe IV organiza continuas fiestas paral y su corte, hay tambin varias ermitas, que no parecen desentonar en ese am-biente tan mundano: cf. Jos DELEITO,El Rey se divierte, Madrid 1988, 208-210.

    87 Justamente de estos desiertos, domus recollectionis, recolectorios, procede el trmino recoleto recoleccin, que enseguida de significar soledad,recogimiento, adquiere otros sentidos: cf. . MARTNEZ CUESTA, El movimientorecoleto, 5. Para los desiertos franciscanos, carmelitas y cartujos de los siglosXVI y XVII, cf. Espaa eremtica (actas VI Semana de Estudios Monsticos.Abada del S. Salvador de Leire, 15-20 setiembre 1963), Pamplona 1970, s. t. 571-652. Cf. PAUL-MARIE DE LACROIX OELCHOR DE POBLADURA, Dserts (saints), en

    DS 3, 534-9, 539-549.88 Ph. ROUILLARD, enEremitismo, en DIP 3, 1234.89 Es de notar que descalcez y eremitismo han solido ir juntos. La scal-

    zatura praticata universalmente fra gli eremiti, tanto da costruire uno deglielementi che definiscono la figura tipica delleremita: E. PACHO, a. c., 1007. Msan, es en las reformas donde la celda personal, que haba surgido en la EdadMedia como lugar de recogimiento y no para dormir, se hace normal tambincomo dormitorio, prescindiendo del comn; enseguida, adems de celdas sebuscarn ermitas. Cf. Ignacio OMAECHEVERRA, Eremitorios y celdas en latradicin monstica, enRecollectio 5 (1982) 295-8.

    90 Que haba constituido igualmente el ideal de otras reformas anteriores a

    la recoleta, como la Congregacin de la Observancia de Alarcn (cf. Luis LVAREZ

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    formas del siglo XVI buscaban volver a los orgenes, el camino lotenan claramente delineado, y el objetivo era claro: el eremitismo.

    As, tienen mucho de eremitas los descalzos italianos91; y nopodan ser menos los recoletos.

    Cul es el sentido espiritual del eremitismo? Nella vitareligiosa il tema del deserto direttamente c