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    MIguEl RuIZ TInToR1

    ACTuAlIDAD y vIgEnCIA PEREnnE DE lA DEvoCIn Al CoRAZn DE MARA,

    FunDADAS En Su ConDICIn SACRAMEnTAl

    Palabras clave: corazn de Mara Joaqun Mara alonso devociones a Mara.

    Resumen: La devocin al corazn de Mara no hace referencia al sentimiento, ni tampoco al corazn como vscera, aunque sea imbuida de simbolismo. Siguiendo al P. Joaqun Mara alonso, cmf., se refiere a lo ms ntimo de la Virgen Mara, basndose en su relacin simblico-sacramental. La devocin al corazn de Mara sera entonces como el corazn de las devociones a Mara. Hay que renovar la iconografa habitual, y sustituirla por otra ms apropiada, como alguna representacin del Espritu Santo, en el interior de Mara. Esta devocin es actual y perenne, porque Mara humaniza lo divino. El interior de Mara es para siempre el lugar de encuentro entre la humanidad y la divinidad.

    Current and aBiding relevanCe of devotion to the heart of Mary, founded

    in itS SaCraMental ConditionKey words: Heart of Mary - Joaquin Maria Alonso - devotions to Mary.

    summary: Devotion to the Heart of Mary does not refer to sentiment, nor the heart as viscera, albeit imbued with symbolism. Following Father Joaquin Maria Alonso, CMF, it refers to the depths of the Virgin Mary, based on its symbolic-sacramental relationship. Devotion to the Heart of Mary would then be like the heart of the devotions to Mary. We must renew the usual iconography, and replace it with a more appropriate, as some representation of the Holy Spirit within Mary. This devotion is current and perennial, because Mary humanizes the divine. The interior of Mary is forever the meeting place between humanity and divinity.

    1. correo electrnico: [email protected]. Salvo que se indique lo contrario, nuestros artculos pueden verse en nuestro blog, a travs del indicativo http://soycurayhablodejesucristo.wordpress.com/about/las-glorias-de-maria/.

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    All habr calzada y camino, y ser llamado Camino Santo. Nada inmundo pasar por l, y les resultar camino andadero,

    ni los ms simples se extraviarn... Y caminarn los repatriados. Regresarn los redimidos del Seor, llegarn a Sin con gritos de

    jbilo e infinita alegra en sus rostros, traern regocijo y alegra y desaparecern la pena y los lamentos

    (Is 35,8-10).

    El despertar de la fe pasa por el despertar de un nuevo sentido sacramental de la vida del hombre y de la existencia cristiana, en el

    que lo visible y material est abierto al misterio de lo eterno

    (Papa Francisco, enc. Lumen fidei (2013), 40).

    a fe que nos parece necesario plantear el tema que nuestro ttulo enuncia. ante todo, para nosotros se trata de una cuestin misionera y evangelizadora. Los intimismos van en un plano no ya segundo, sino secundario. La devocin al corazn de Mara ha de ser la bandera del movimiento mariano, y hasta, si se quiere, la punta de lanza de nuestra espiritualidad evangelizadora. Porque es bien cierto que nos encontramos inmersos en momentos difciles para la fe, y es ms cierto que nos encontramos inmersos en un movimiento mariano y del Espritu Santo que inexorablemente ha de traer el viento del remedio. cuando hay amor, la esperanza no defrauda (Rom 5,5), y eso es Palabra de Dios.

    Y hablar de la actualidad de esta querida devocin podra significar informar de la vigencia de hecho que tiene hoy por hoy, en la medida enorme en que la tiene en la religiosidad de las gentes; podra significar llamar la atencin sobre los fenmenos carismticos como Ftima y, actualsimamente, Medjugorje. Pero no pretendemos eso.

    acontece, por lo dems, que Ftima, al mismo tiempo que propone valores imperecederos, es tambin una aparicin poltica, y se puede tener errneamente, s la percepcin de que su valor desaparece o mengua cuando la guerra o el comunismo pasan a la historia. Es una razn ms para buscar y predicar, en un lenguaje de hoy, aquello imperecedero que

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    vino como medio de salvacin cuando vino la Seora ms brillante que el sol2.

    Es nuestro objetivo presentar la contextura teolgica, humano-divina y divino-humana, que creemos descubrir en esta devocin calificada por Joaqun Mara alonso, en su unidad inseparable con el corazn de Jess, como el medio ms extraordinario de salvacin para nuestro tiempo3; y devocin en la que vemos nosotros, por necesidad, la bandera de ese movimiento mariano, que, inseparable asimismo del Espritu Santo4, est deparndonos frutos de santidad que redundarn en pasmo para todos. Solo que la espectacularidad no es ley del reino.

    comprendida esa contextura, el alma de esta devocin segn la entendemos nosotros, se ver con claridad su vigencia, su actualidad, y, estrictamente hablando, su perennidad. Nuestra reflexin se permitir algunos meandros que, como se comprobar, desembocan, en favor de nuestras tesis, en las pginas ms conclusivas.

    No hablaremos, pues, de hechos, sino de razones; y no olvidamos a los que practican la fe, pero nuestro pensamiento va ms a los queridsimos alejados de la fe o de la prctica. Queremos hablar para nuestro tiempo, pero en dependencia de la intemporal estructura teolgica de esta devocin, que se hace imperativo desgranar aqu. En efecto, nuestra tesis es que esta devocin,

    2. Dara la impresin, con todo esto, de que la devocin al corazn de Mara nace en Ftima. No. Ftima es hito seero, pero esta devocin tiene la ms noble cuna, como es el Evangelio: cfr. Lc 2,19.35.51. Sigui un desarrollo patrstico, teolgico, espiritual incesante, y en el s. XVII S. Juan Eudes la conform como devocin pblica y privada. La siguiente figura de coloso es S. antonio-Mara claret. El hecho de Ftima es una luz cegadora que vino de lo alto..., pero de ms alto nos ha venido el Evangelio. Puede verse una Historia de la devocin al Corazn de Mara en M. ruiz tintor, Fundamentos dogmticos de la devocin al Corazn de Mara, en la obra del P. Joaqun Mara Alonso, tesis de licenciatura, Facultad de teologa del Norte de Espaa/Sede de Burgos 2012, ind., 33-89 (disponible a travs de la pgina de la internet reseada).

    3. J. M. alonso, La Consagracin al Corazn de Mara, acto perfectsimo de la virtud de la religin. Una sntesis teolgica, introd. a J. M canal, La Consagracin a la Virgen y a su Corazn, 2 vols., Madrid 1960, vol. I, pp. 5-116; la cita en pp. 72-74; aunque pueda contener alusiones de poca. Y aprovechamos para advertir que muchas cosas que se dirn pueden aplicarse, en principio a fortiori, al corazn de cristo. Pero es un hecho tan obvio, que no hay necesidad de indicarlo cada vez.

    4. Puede verse M. ruiz tintor, Alma de todas las devociones a la Virgen, passim; Alma para un conocimiento de la Virgen-II y passim; son, respectivamente, VI y IX entregas, publicadas solo electrnicamente; ser suficiente el indicativo reseado en la n. 1.

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    por su propia naturaleza y no por razones sentimentales ni, menos, epocales, ocupa un lugar especialmente privilegiado para que todos los hombres, y el hombre alejado, puedan, de la forma ms natural y proporcionada, transitar de lo humano a lo divino. Decimos, pues, que el corazn de Mara es, para nosotros, un paralelo de los sacramentos, la llave con que se abre una Iglesia, el puente para el Gran acceso. todo eso decimos, y an hemos reservado cosas ms inadmisibles todava para tantos marimacos de nuestros das...

    Nuestro vuelo arranca y se alimenta de la obra del enorme marilogo precitado, Joaqun Mara alonso, C. M. F. (1913-1981), que es, si no nos equivocamos, quien se ha ocupado contemporneamente del corazn de Mara con ms extensin y hondura. Y resulta casi un deber deplorar aqu el olvido lamentabilsimo en que la figura del claretiano est cayendo, porque es oro de la mejor calidad el que se est dejando perder la ciencia mariana. De todos modos, recogido el testigo que el estudio de alonso le entreg, nuestro pensamiento ha avanzado en esta materia que es el corazn de Mara algn trecho ms all.

    I. objeto de la devocin al Corazn de Mara

    La palabra corazn [...] concita lo humano y lo divino

    a la unidad, al Amor y al misterio

    (Pablo Brogeras)5

    Y aunque no es de estricta necesidad exponer aqu esta cuestin, que hemos dejado por escrito con los errores en que hayamos incurrido en diversos lugares6, sin embargo, no parece posible expresar bien lo que necesitamos sin mostrar lo que entendemos por Corazn de Mara. Solo

    5. P. Brogueras Martnez, El Corazn de Mara: del olvido a la evocacin (Clave mariolgica del P. Joaqun Mara Alonso), tesis de licenciatura, Facultad de teologa del Norte de Espaa/Sede de Burgos, 1999, 140.

    6. El objeto de la devocin es el tema de M. ruiz tintor, Qu es el Corazn de Mara?, anales de teologa 15/2 (2013) 433-479; una sntesis se encuentra en d., La devocin al Corazn de Mara, corazn de las devociones a Mara, EphMar 63 (2013), 467-485 (a fecha 27/3/2015, este artculo est ausente del sitio de la internet indicado). Mucho ms por extenso, por supuesto, en d., Fundamentos dogmticos, op. cit. en nota 2, pp. 91-158.

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    as se comprender bien la posibilidad del trnsito, que describimos, de lo ms material a lo ms excelso: la sacramentalidad de esta devocin, e igualmente el sentido en que la afirmamos y los lmites que creemos que a tal calificacin hay que poner.

    La cuestin que abordamos puede parecer fcil, y no lo es en absoluto7.

    La dificultad que trae explicar el objeto de esta devocin proviene de varios frentes: a) la particular condicin smica que la configura, es decir, la condicin sacramental; b) las complicaciones a que la ha sometido la historia doctrinal, junto a la del Sacratsimo corazn del Salvador; c) las deformaciones nacidas de la prctica; d) los diversos estratos de significacin de este corazn (lo que vale tanto como decir su riqueza, y no poda ser de otra manera tratndose de la Virgen Santsima). Se han aadido, en suma, obstculos histricos a las ya de por s consistentes dificultades internas. Y, sin embargo, despus de la labor de alonso, nos parece, sin ms, que el problema puede darse por substancialmente resuelto en teologa; no, ni mucho menos, en el conocimiento del pueblo, ni en el de sus pastores8, ni en la prctica, tan a menudo deplorable por lo dems.

    Debe aclararse, antes de empezar, que no es lo mismo el corazn de Mara que Mara. Hay algo que no dice la segunda expresin y la primera s, y es algo que nos interesa altamente. Solo eso da razn de la especificidad de esta devocin mariana, y solo por este motivo la devocin goza de legitimidad y puede mantenerse. El compromiso, ahora, es precisar en qu consiste eso.

    a. La devocin al corazn de Mara ni nace en Ftima, ni con S. antonio Mara claret, ni con S. Juan Eudes. Su cuna es la ms alta: el Evangelio: Lc 2,19: Mara, por su parte, guardaba todas estas cosas, y

    7. Puede consultarse M. ruiz tintor, Fundamentos dogmticos, op. cit. en n. 2, pp. 91-158; d., Toda la belleza de la hija del rey est en el interior (Sl 44,14 Vg): Fundamentos de la teologa del Corazn de Mara en la obra del P. Joaqun Mara Aloso, C.M.F., EphMar 62 (2012) 507-509; d., La devocin al Corazn de Mara, op. cit. en n. 6, pp. 478-485; sobre todo, d., Qu es el Corazn de Mara?..., op. cit. en n.6, passim.

    8. La devocin al corazn de Mara encuentra algunas oposiciones e incomprensiones; pero, entre ellas, no es la menor el desconocimiento casi absoluto de su profundo y misterioso contenido teolgico (J. M. alonso, La consagracin..., op. cit. en n. 2, p. 115). Y es el caso que solo cuando se comprende la dimensin teolgica profunda que la constituye, se la admite no solo sin dificultad, sino con una veneracin sincera que es preludio de una total renovacin en la piedad mariana (ibdem, 44).

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    las meditaba en su corazn; Lc 2,51: Su madre conservaba cuidadosamente todas las cosas en su corazn; Lc 2,34-35: Este est puesto para cada y elevacin de muchos en Israel, y para ser seal de contradiccin y a ti misma una espada te atravesar el alma! a fin de que queden al descubierto las intenciones de muchos corazones.9

    b. Los tratadistas han solido alinearse en la tendencia iniciada por la escuela francesa y, en particular, San Juan Eudes, o en la lnea de los tericos de las revelaciones del Sagrado corazn a Santa Margarita Mara (y debe distinguirse entre la santa y los tericos). Para estos telogos, el corazn de cristo se ocupan en primer trmino solo de este corazn es su corazn de carne, y como smbolo solo de su amor, y solo de su amor a los hombres; la lnea eudista se acerca a un concepto ms espiritualizado, en particular cuando se destaca el llamado por Eudes corazn divino de Mara, que puede entenderse como la inhabitacin trinitaria en el alma de la Virgen; se trata del centro donde la persona se encuentra con Dios.

    Entre ambas tendencias se mueve, ya hasta hoy, la historia doctrinal de las devociones, entre la pura fisiologa y el puro emblema10: tantas veces excesiva, miopemente apegada a un concepto de corazn

    9. Habra que aludir, tambin, a Jer 31,33-34; Ez 11,19-20; 36,25-27: renovacin del corazn realizada en el Nuevo testamento y cumplida en Mara en plenitud, en expresin alonsiana. En cuanto a Lc 2,35, la interpretacin tradicional alude, como es bien sabido, a la compasin mariana. Lc 2,19.51 se ha ledo en trminos sapienciales (Mara realiza un ejercicio de memoria activa, cordial, incisiva), apocalpticos (segn Dan 7,28, guardar en el corazn sera una paremia para llamar la atencin sobre lo que se narra); sobre todo, se ha ledo en trminos histricos, que es la interpretacin que compartimos sin encontrar incompatibilidad con las dems. Puesto que ninguno de los discpulos pudo conocer los episodios de infancia, puesto que Mara es la primera en el Reino, Lucas parece dejar constancia de la historicidad de lo que narra indicando su fuente fiable. Se ha objetado que no parece probable un trato directo de Lucas con Mara; pero nada impide admitir confidencias de terceras personas; se ha objetado que los relatos presentan rasgos poco acordes con los datos histricos o geogrficos; pero nos preguntamos si, no siendo histrico el gnero literario de estos evangelios de la infancia, son exigibles esas exactitudes. Son numerosos los exegetas que hoy han recuperado la interpretacin histrica. cfr. r. Laurentn, Marie, source directe de lvangile de lEnfance, Pars 2012.

    10. J. M. alonso, Sobre una teologa del Corazn de Mara, ad Maiora 9 (1956; es conferencia de 1943, ind. hasta ese momento), 40.

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    unvoco, que es la vscera cordial -imbuida de simbolismo-, e incapaz de entender otra cosa; y en otras ocasiones, demasiado evanescente, vaga, sin asideros humanos, incursa en angelismo por excesiva renuencia a aceptar los motivos sensibles, y en riesgo de perder su simbolismo en imprecisin y metforas, como el propio Joaqun Mara alonso declaradamente eudista reconoce11.

    tenemos dos problemas principales: qu estatuto reconocer al corazn de carne? Qu tenemos derecho a reconocer simbolizado en el smbolo Corazn de Mara? Examinamos el primero.

    No nos es lcito venerar en el corazn de Mara la vscera cardaca imbuida de simbolismo, prctica quiz ms frecuente de lo deseable. Nos apartaramos del culto en espritu y en verdad (Jn 4,23) que el Maestro quiere; un corazn concebido carnalmente no puede dejar de presentarse como objeto interpuesto entre el orante y la madre. adems, alonso concluy que la devocin al corazn de la Virgen es la vocacin interna a todas las dems devociones marianas, porque a todas informa, interioriza y purifica; y ello, sin necesidad de la aparicin expresa del corazn, lo mismo que no aparece el alma de un hombre ante sus propios ojos12. Y es imposible que un corazn que no sea exclusivamente espiritual opere ese influjo.

    alonso se ha negado al corazn de carne, como se ha negado a tendencias ms espiritualizantes que propendan a desligar la devocin de su smbolo, con el riesgo de desvanecerla como tal devocin (especfica) a un corazn. Y, negndose, igualmente, a otras tendencias de nuevo disociadoras, solo admite en el corazn carnal un elemento material de ascensin a lo espiritual13, al verdadero objeto de la devocin. Es de justicia decir que, a nuestro modo de ver, actuando en estos trminos, alonso literalmente salv en el plano terico la unidad de la devocin, que se encontraba de largos siglos amenazada. Y eso vale tanto como salvar, en el plano teolgico, la misma existencia de la devocin.

    11. cfr. J. M. alonso, El Corazn de Mara en S. Juan Eudes-II: Espiritualidad e influencias, Madrid 1958, 275-276.

    12. cfr. M. ruiz tintor, La devocin al Corazn de Mara, corazn de las devociones a Mara, op. cit. en n. 6.

    13. J. M. alonso, Sobre una teologa del Corazn de Mara, op. cit. en n. 10, 4.

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    reivindica la condicin puramente simblica del corazn orgnico. En otras palabras, y es lo que interesa, subraya fuertemente su sacramentalidad. El cuerpo es sacramento del alma, que la expresa y que remite a ella:

    La teologa del corazn de Mara [...], fundada en la ntima conexin entre el cuerpo y el alma de la Virgen, pretende adentrarse en lo ms ntimo de la Seora basndose en su relacin simblico-sacramental; que expresa maravillosamente el smbolo del corazn14.

    tenemos la opinin de que, de toda la obra cordimariana de alonso, este sencillo prrafo puede estar siendo el centro. La conviccin que expresa, al describir en estos trminos la estructura teolgica constitutiva de la devocin conviccin derivada, obviamente, de una antropologa que sabemos perenne15, puede dar razn del resto completo de sus desarrollos, y es, igualmente, la que nos ha trado a nosotros a proseguir en la reflexin y sugerir lo que en estas pginas sugerimos.

    Pero, tratndose de una devocin a un corazn y necesitando toda devocin un objeto/referente, abandonar el corazn carnal sera diluir la especificidad de la devocin y, por ende, su sentido. Hay que ver, nos dice alonso, en el corazn carnal el motivo sensible de ascensin al verdadero objeto, y este verdadero objeto ser, no el smbolo, sino lo simbolizado. Y as, tras ocuparnos del significante, nos cumple dejarnos hechizar en los dominios de lo significado.

    c. contra lo que la cultura dominante entiende por corazn, el corazn es interioridad antes que sentimiento y que amor. Est claro que el sentimiento es solo parte de la interioridad; ms adelante hemos de citar el n. 26 de Lumen fidei [rUEGo QUE SE cItE aL PIE La PG. EN QUE HaGo ESa cIta, PorQUE INForMtIcaMENtE No S cMo SE HacE]: y se ver que el Papa, al describir bblicamente

    14. J. M. alonso, El Corazn de la Inmaculada, Verdad y Vida 15 (1956) 348. Es importante darse cuenta de que el posesivo su hace referencia a la relacin del cuerpo y el alma.

    15. Y que queda patente cuando el claretiano certifica que el fundamento de simbolismo cordial es la unidad substancial de la persona (Carne y espritu en el culto al Sdo. Corazn de Jess, La Ilustracin del clero 49 (1956), 409-410).

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    el corazn, ubica la afectividad en lugar final casi secundario; y lo cierto es que, en conjunto, la descripcin puede tenerse por perfecta desde el punto de vista escriturstico.

    No son oscilaciones que se le escaparan a alonso:

    Es necesario que la devocin al corazn de Mara reexamine el simbolismo que ha utilizado hasta ahora. Si, superando la reciente decadencia semntica, usamos el trmino corazn en su significado original, suscitar en nosotros una imagen mucho ms profunda y rica de contenido, no limitada a la esfera afectivo-sentimental. Para lograrlo es necesario superar ms de dos siglos de historia, durante los cuales esta noble palabra -palabra-clave- sigui estando anclada o, mejor dicho, varada en un primer tiempo en las arenas del preciosismo francs, que impregna los textos de Santa Margarita Mara, y luego en las del romanticismo alemn, que domina todo el s. XIX. a pesar de ello, en la literatura cristiana esta palabra-clave permaneci abierta a una semntica plenamente humana y con slidas races teolgicas16.

    Es una opcin evidente que compartimos. El corazn es interioridad. De qu hablamos cuando hablamos del corazn de un problema, o de una manzana, o de una teora?

    Pero planteemos una sencilla cuestin. Hay corazones que no aman. Los hay que odian. Ingresad en el corazn de Mara y comprenderis de inmediato que esa interioridad fundamental est abrasada de un amor tan enorme como la propia interioridad, y que no cabe en esa interioridad, y que se precipita en torrente sobre los hijos. Por eso alonso tiene que definir el corazn de Mara como eius totam vitam interiorem in amore fundatam17, fundiendo, casi identificando, ambas posibilidades. La pregunta sobre la eleccin entre la interioridad y el amor puede resultar ociosa. El corazn de Mara es amor, el corazn de Mara es interioridad.

    16. J. M. alonso, Inmaculado Corazn, en FIORES, Stefano de-MEO, Salvatore-TOURN, Eliseo (dirs.), Nuevo diccionario de mariologa (ed. esp. adaptada), Madrid 19932, 951-952.

    17. J. M. alonso, Relationes Immaculati Cordis B. M. Virginis ad Personas Ss.mae Trinitatis, en academia Mariana Internationalis, Alma Socia Christi (Acta Congressus Mariologici-Mariani Romae Anno Sancto MCML celebrati), vol. VI, fasc. II: De Corde Immaculato B. V. Mariae, romae 1952, 54-81, la cita en p. 74.

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    Dos autoridades, de importancia dispar, esgrime alonso para su concepcin del amor originante o fontal. 1 cor 13 muestra el amor como el que confiere valor a las acciones (si no tengo amor, nada soy, 1 Cor 13,2). Por su parte, son capitales estos pasajes de San Juan Eudes para entender el Inmaculado corazn y por qu alonso lo ve continuamente como un origen:

    Su corazn es la fuente y el principio de todas las grandezas, excelencias y prerrogativas que la adornan, de todas las cualidades eminentes que la elevan por encima de todas las criaturas, como el ser hija primognita del eterno Padre, madre del Hijo, esposa del Espritu Santo y templo de la santsima trinidad [...]. Quiere decir tambin que este santsimo corazn es la fuente de todas las gracias que acompaan a estas cualidades [...] y adems que este mismo corazn es la fuente de todas las virtudes que practic [...]. Y por qu su corazn es la fuente de todo esto? Porque fueron la humildad, la pureza, el amor y la caridad del corazn los que la hicieron digna de ser la madre de Dios y consiguientemente poseer todas las dotes y todas las prerrogativas que han de acompaar a esta altsima dignidad18.

    Deseamos honrar en la Virgen madre de Jess no solamente un misterio o una accin, como el nacimiento, la presentacin, la visitacin, la purificacin; no slo algunas de sus prerrogativas, como el ser madre de Dios, hija del Padre, esposa del Espritu Santo, templo de la santsima trinidad, reina del cielo y de la tierra; ni tampoco su dignsima persona, sino que deseamos honrar en ella ante todo y principalmente la fuente y el origen de la santidad y de la dignidad de todos sus misterios, de todas sus acciones, de todas sus cualidades y de su misma persona, es decir, su amor y su caridad, ya que segn todos los santos doctores el amor y la caridad son la medida del mrito y el principio de toda la santidad19.

    18. S. J. Eudes, El Corazn admirable de la Madre de Dios-I, introd., trad. y notas de Joaqun Mara alonso, Madrid 1958, 132-133.

    19. S. J. Eudes, La dvotion au trs saint Coeur et au trs sacr Nom de la bienheureuse Vierge Marie, en Oeuvres compltes-VIII, d. Lebrun-Dauphin, Paris 1902, 435.

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    Por ltimo, hace alonso un razonamiento filosfico que, burdamente resumido, consta de dos partes. El ambiente verbal cristiano-sobrenatural nos invita (cierto que es esto, como punto de partida, un poco brumoso) a ver en el corazn una interioridad o fondo, pero no esttico-ntico como la ousa aristotlica, sino dinmico-ontolgico a la manera del arkh, Parmnides o Platn: en fin, el corazn es origen, fuente, principio que en todo momento sostiene la actualidad del ser.

    En segundo lugar, argumenta que la reduccin de todo eso al amor es hecho posterior de segunda importancia. Pero, ya en ese ambiente, adems debe distinguirse esto es, sin duda, sumamente importante entre un concepto natural del amor y el concepto que en filosofa y teologa nos hace hablar de la caritas, de un amor que se identifica con el bonum diffusivum sui, del amor que permite a San Juan proclamar que deus caritas est (1 Jn 4,8.16).

    con tal amplitud de trminos ni a la persona ni, menos, a la Virgen hay quien pueda reducirlas, concibiendo el amor como difusivo y como principio, alonso puede presentar en toda su posible anchura el objeto de la devocin, en sucesiva ampliacin de trminos, como planos cinematogrficos: el corazn de Mara es el amor, o la afectividad, o la interioridad, incluso la vida intelectiva en la medida en que est impregnada de amor, o la persona; ahora bien, la persona, mxima amplitud que es posible conferir al smbolo cordial, no puede ser entendida en el corazn si no es en cuanto principio de actos de amor, y en seguida aclaramos por qu.

    d. Este corazn bendito es amor a Dios o a los hombres? Los tratadistas del corazn de Jess decretaron que Este representaba solo el amor a nosotros. Nos parece cuestin evidente; nos limitamos a responder: amor a Dios y a sus hijos, y a negarnos a argumentar21.

    20. cfr. J. M. alonso, La consagracin al Corazn de Mara, cit., 41-42.21. Pero la analoga obliga a aplicar al corazn de Mara, servatis servandis, lo que vemos en

    el de Jess. acababa la cena, y quiso explicar por qu iba a la Pasin sabemos que iba por nosotros-: Es necesario que el mundo sepa que yo amo al Padre y que hago lo que l me manda (Jn 14,31). En los corazones, y ms en los dos corazones perfectamente unificados, no hay diversidad de amores; hay uno solo unidad de vida, santidad que se enfoca diversamente. De suerte que salvadas las distancias Jess y Mara nos aman con el amor con el que aman a Dios. En realidad, es el sentido que tiene el amar al prjimo por amor de Dios.

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    e. Debe notarse que el corazn de Mara no es una realidad de tipo substantivo, y, desde luego, no es una cosa; es una formalidad: la formalidad de ver a Mara desde un punto de vista entre otros posibles, a saber, desde su amor.

    Esto se desprende de las concepciones de alonso, y la interiorizacin del objeto de la devocin no pudo ser mayor. Estamos muy lejos del corazn de carnicera; lo hemos dejado abajo como ndice.

    La mejor definicin del corazn de Mara que hemos encontrado son las siguientes palabras de Jos ruiz Lpez, que podran presentarse como sntesis de las elaboraciones de alonso: el corazn de Mara es ver a Mara a travs de su amor22.

    f. Estamos ahora en lo fundamental. El corazn no es una vscera, sino un principio. alonso dictamina que el corazn de Mara no puede ser la persona de la Virgen salvo que se entienda la persona en cuanto principio de actos de amor23; por eso no es lo mismo hablar del corazn de Mara que hablar de Mara, y por eso la devocin al corazn de Mara posee una especificidad propia y privativa.

    El corazn de Mara es la persona de Mara en cuanto principio de actos de amor, la persona de Mara en cuanto cualificada por el amor, y por eso el corazn es fondo, centro, raz y forma; es el amor en cuanto configura la persona de Mara; la persona de Mara como fuente de amor y el amor de Mara como amor personal. Y todava alonso aclara que el corazn de Mara es una cualificacin personal, no una sustantivacin de una cualidad personal24. Hablar de Mara amante (cualificacin personal) no es lo mismo que hablar del amor de Mara (sustantivacin del amor).

    al final del viaje, nos encontramos la perfecta identificacin personal entre el corazn de Mara y Mara misma, a condicin eso s de que veamos a Mara a travs de su amor25. al final del viaje, el corazn de

    22. J. ruiz Lpez, Inmaculado Corazn de Mara. Consagracin y reparacin, ind., p. 18.23. cfr. J. M. alonso, Sobre una teologa del Corazn de Mara, cit., 38.24. J. M. alonso, El Corazn de Mara en S. Juan Eudes-II: Espiritualidad e influencias, Madrid

    1958, 260.25. J. ruiz Lpez, loc. cit.

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    Mara no es Mara ni su amor, sino Mara en cuanto amante o su amor en cuanto amor personal de Mara.

    g. todava no hemos dicho nada. El corazn de Mara no sera nada si no fuera la santidad de la llena de gracia (Lc 1,28). Nos corresponde ahora decir lo mximo y, por supuesto, decirlo mal.

    alonso nos tiene dicho que la unidad personal de la Virgen fue la mayor despus de cristo26. La santidad es el mximo exponente de la unidad personal. Santidad es un amor que se entrega a Dios en exclusividad, pero una exclusividad en la que, cuanto ms grande es, ms caben todos27. Santidad es la reconciliacin del ser con el deber ser, y eso es unidad del corazn. Y, como alonso ensea, en Mara no existi un solo instante en el que [el] amor natural no fuera al mismo tiempo sobrenatural28, no existi un instante en que ella dejara de amar las cosas sobrenaturales con su corazn natural y las naturales con su corazn sobrenatural, o, mejor, de amar al mismo tiempo las cosas naturales y las sobrenaturales con ese nico corazn que ella tiene, y que en su caso es ms nico que en el caso de nadie despus de cristo.

    El corazn de Mara es la santidad de Mara, y si ella no tuviera corazn, no sera nada.

    h. Y as, alonso define: El objeto de la devocin al corazn de Mara es la Virgen bajo la razn formal que presenta el simbolismo integral del corazn; es decir, el amor como fondo y centro de la persona29.

    Preferimos quedarnos con la ms entraable definicin de Jos ruiz: Ver a Mara a travs de su amor30.

    i. Y todava creemos que debe preferirse otra palabra para definir el amado corazn. En nuestra opinin, lo que se presenta como denominador comn de todo y da cuenta de todo es el aspecto de

    26. J. M. alonso, El Corazn de la Inmaculada, op. cit. en n. 14, p. 333.27. recurdese lo dicho en la n. 21, porque ah queda bien resaltada esa unidad. ----- Por

    favor, cudese la exactitud de la referencia. Es la que empieza Pero la analoga obliga...28. J. M. alonso, El Corazn de la Inmaculada, op. cit. en n. 14, pp. 334-335.29. J. M. alonso, El Corazn de Mara en la teologa de la reparacin, EphMar 27 (1977)

    341-343.30. J. ruiz Lpez, op. cit. en n. 22.

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    unidad. Este corazn que es la unidad de la santidad es la unidad de la persona de Mara, y por lo mismo puede reconducir a unidad la ciencia mariolgica, y ser el sentido verdadero de todas las devociones marianas, a las que informa, interioriza y purifica31.

    La santidad es la coincidencia entre el ser y el deber ser: no ir el corazn por delante y la vida, renqueante, por detrs, sin alcanzar nunca a realizar los deseos del corazn. Es necesario que cese el desgarramiento y llegue la paz: busca la paz y corre tras ella (Sl 34,15); sera perfecta frmula para definir la vida espiritual. Pues bien, no es ese el gran fruto de que podemos gozar los cristianos desde que la redencin de Jess nos ha dado el Espritu Santo? Se nos haba dicho con el gozo de quien promete a quien ama:

    os rociar con agua pura y quedaris purificados; de todas vuestras manchas y de todos vuestros dolos os purificar. y os dar un corazn nuevo, infundir en vosotros un espritu nuevo, quitar de vuestra carne el corazn de piedra y os dar un corazn de carne. Infundir mi espritu en vosotros y har que os conduzcis segn mis preceptos y observis y practiquis mis normas (Ez 36,25-27).

    He aqu el Espritu Santo, y con l, el Bautismo, el perdn, la renovacin interior que nos entrega un verdadero corazn, y, con l, la verdadera capacidad de vivir segn Dios, emancipados del rgimen de aquella Ley que marcaba deberes sin ofrecer la gracia para cumplirlos. La donacin del Espritu Santo ha suprimido la distancia entre el corazn y la Ley, ha cancelado la divisin en el alma del creyente.

    Joaqun Mara alonso, de la mano de San Juan Eudes, ha visto en la espiritualidad cordimariana esa renovacin del corazn prometida en el antiguo testamento, realizada en el Nuevo y cumplida en Mara en su ltima plenitud32. Por eso, los textos del corazn nuevo (porque faltara aadir Sl 51, Jer 31,33-34 y Ez 11,19-20) pueden ser tomados tambin como base para nuestra espiritualidad cordimariana33.

    31. Son convicciones de alonso que hemos desarrollado en Fundamentos dogmticos, op. cit. en n. 2. 32. cfr. J. M. alonso, El Corazn de Mara en S. Juan Eudes-I, Madrid 1958, 146; II (op. cit.

    en nota 32, p. 9), 18-21. 33. cfr. J. M. alonso, El Corazn de Mara en S. Juan Eudes-I, op. cit. en n. 32, p. 146.

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    II. Condicin sacramental del Corazn de Mara

    a. Es obvio que se habla de sacramentalidad en sentido analgico limitado, si como es de rigor contemplamos el trmino desde su significacin teolgica. Y es obvio que lo que se quiere sobre todo sealar es esa posibilidad de adentrarse en lo ms ntimo de la Seora, existente por la conexin del cuerpo y el alma, que funda una relacin simblica y sacramental. Esa conexin, esa relacin es un nudo que se nos ofrece en el corazn de Mara. Y el sentido bsico de sacramento es el de signo eficaz que significa y realiza la gracia. El catecismo nos dice que los sacramentos son signos eficaces de la gracia [...]. Los ritos visibles [...] significan y realizan las gracias propias de cada sacramento35.

    Pues bien: intentamos contemplar el corazn de Mara como signo que atrae hacia su belleza, y una vez llegados a ella, nos transporta a los dominios del Espritu y la gracia. Con correas de amor los atraa (Os 11,4). Nuestra tesis es que la conformacin teolgica radical de la devocin es esta, y que, si tenemos razn, la devocin est llamada a perdurar para siempre. alonso dictamina:

    Quienes nos hablan de ir derechamente al cristo, ni siquiera se daban cuenta [de] que se fabricaban un cristo a su medida. Y [de] que el mismo cristo no quiso venir a nosotros sino empleando la mediacin de su humanidad, la mediacin de su carne, de su Iglesia, de sus Sacramentos, de sus smbolos y, sobre todo, de su bendita Madre. Es decir, negaban de hecho una ley que ellos mismos tanto hacan ensalzado: la ley de la encarnacin36.

    Y pensamos que esta es la grandeza de nuestra devocin: su virtualidad de catapultarnos de lo ms material a lo ms alto. Pero esta grandeza lleva consigo una tarea que nunca estar terminada del todo. Porque siempre habr que combatir y contrarrestar con la piedad, con la educacin de los fieles, con la teologa, con el arte la tendencia a

    34. J. M. alonso, El Corazn de la Inmaculada, op. cit. en n. 14, 348.35. Catecismo de la Iglesia Catlica, 131.36. J. M. alonso, Doctrina y espiritualidad del mensaje de Ftima, Madrid 1990 (pstumo), 186.

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    quedarse anclados en el smbolo, en el corazn de carne, sin alcanzar a ver suficientemente el verdadero altsimo objeto del que este corazn es elemento material de ascensin. cuando el sabio alz su ndice indicando a las estrellas, el necio se qued mirando al dedo. Este es el problema que desciende con el don.

    Ser necesario renovar la iconografa. Quin dijo que haba que representar el corazn muscular todas y cada una de las veces que se representara el corazn de Jess o el corazn de Mara?37 La conviccin de San Juan Eudes era que el corazn de Mara era el corazn del alma de la Seora38. Nosotros pedimos que se encuentren nuevas y mltiples formas de representacin, que nos hagan mirar a las estrellas. Nosotros estamos persuadidos de que la perfecta representacin del corazn de Mara es la que coloca en el corazn de la Seora la figura del Espritu Santo. Nosotros sabemos que las relaciones entre el Espritu y el corazn de Mara arrojarn una luz cegadora cuando sean estudiadas a fondo. Nosotros, en el corazn de Mara, hemos de ver al Espritu Santo.

    Pero ha de notarse cmo justamente es esa misma condicin sacramental de la devocin al corazn de Mara la que la marca, y adems de manera inexorable, para crearle las aludidas continuas dificultades y para que el necio no vea las estrellas. En nuestra opinin, la raz del problema es la siguiente. El ttulo corazn de Mara se encuentra en una situacin de condominio, y bien desconcertante, entre lo que l es en el organismo fsico de Mara, o sea, el corazn de carne, y lo que de l hacemos como objeto de devocin y culto. Es las dos cosas, y, si bien nos interesa la segunda, no obstante el fundamento es la primera (una vez que aceptamos su simbolismo). El caso del corazn de Mara

    37. Da que pensar la siguiente explicacin (extractada la hemos ledo) que hace del icono ruso de la Virgen de Ftima alejandro Burgos, sacerdote espaol que evangeliza en rusia: El icono lleva incorporado en su parte central un medalln con la palabra sertse (corazn) en caracteres paleoeslavos. as propuso Ivan salvar la dificultad que la sensibilidad ortodoxa tiene para colocar un corazn en un icono, pues lo considera demasiado carnal. Las letras comunican la misma realidad del corazn (http://soycurayhablodejesucristo.wordpress.com/2014/05/26/mes-de-maria-en-2014-dia-26/ (referencia a 27-3-2015).

    38. S. J. Eudes, cit. por J. M. alonso, El Corazn de Mara en San Juan Eudes-II, op. cit. en n. 11, p. 21.

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    no es como el caso de la rosa, que representa a Mara: esta es una llana metfora. El corazn de Mara es, ms bien, sincdoque: una parte que representa a un todo sin dejar de pertenecer a l.

    Y est bien claro que no nos preguntamos qu es el corazn de carne, sino lo que nosotros, como hombres religiosos, hacemos con ese corazn de carne puesto en funcin religiosa. Y, con ello, nos preguntamos tambin por el grado de adecuacin entre lo uno y lo otro: entre el corazn-vscera y el corazn de nuestra devocin. ciertamente, no podemos hacer cualquier cosa: el smbolo del corazn ofrece unas enormes posibilidades, pero tambin impone unos lmites. Nuestra cultura nos ofrece la opcin de la interioridad y la opcin de la afectividad. Lo dems sera abusivo y, por lo mismo, no triunfara.

    Nos parece que lo nuclear en el problema del objeto de las devociones a los corazones de Jess y Mara se encuentra, exactamente, en la identificacin operada de la devocin con su propio smbolo, identificacin posible por la condicin simblica de sincdoque, o, lo que es lo mismo, lo que hemos calificado de una situacin de condominio. El problema est constituido por la naturaleza de una devocin en la que se identifican el objeto y su smbolo. Y no nos las habemos con un problema lingstico sin ms tericamente solucionable si dejramos de hablar de devociones a los Sagrados Corazones y hablramos de devocin al Amor de Jess, al de Mara. ocurre que no podemos retirar los corazones sin anular las devociones.

    Las precedentes pueden parecer lucubraciones que se quiebran de sutiles; pero lo que con ellas queremos probar es lo siguiente: esta extraa condicin sacramental que Jess y Mara han querido para las devociones a sus corazones conforma toda una contextura teolgica que supondr para siempre su gloria y su peligro. Mirar al dedo o a las estrellas. Y, muy a menudo, quedarse perplejos y no entender. Pero la raz, el gozo, es que el corazn de Mara es casa para el hombre y para Dios, y que all Dios no se mueve de su espera.

    b. Se habr apreciado una aparente contradiccin, pues que decimos que no podemos retirar los corazones sin anular las devociones y as es, porque se perdera la especificidad de estas, y por lo tanto, su sentido y su misma legitimidad; y decimos por otro lado que la representacin

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    del corazn con un corazn obstruye ms que facilita la devocin, y as, deben buscarse nuevas formas creativas, y, para nosotros, la perfecta representacin del corazn de Mara es la que coloca en el corazn de la Seora la figura del Espritu Santo. Pero permtasenos alegar lo siguiente:

    a) El corazn de Mara no es su smbolo; el corazn de Mara no es un corazn: sino una espiritualidad; y la devocin al corazn de Mara no es devocin a un rgano; antes bien su smbolo debe remitirnos al verdadero objeto.

    b) El verdadero objeto, si se nos admite lo que hemos dicho en el apartado I, perfectamente puede representarse con el Espritu Santo.

    c) No por ello puede prescindirse de incluir el corazn orgnico, a fin de que, como alonso reclama, la devocin no se pierda en evanescencias indebidas39.

    d) La inclusin del Espritu Santo nos parece ser el medio ms preciso de acercar al devoto que contempla al corazn de Mara contemplado, y de alcanzar con ello el fin sacramental que cualifica a la devocin. Esta, por aadidura, se nos hace ms expresamente teologal.

    e) El modelo perfecto es Jess, representacin perfecta del Padre, y Jess dice: Quien me ha visto a m ha visto al Padre (Jn 14,9). La perfecta representacin es la identidad, y el corazn de carne como ha sido representado hasta hoy queda astronmicamente lejano de la santidad del Salvador y de la de su madre.

    f) Desde el punto de vista de su calificacin semitica, el corazn de Mara40 es un signo mixto, en el sentido de que se funda en una convencin, y existe, no obstante, cierta base natural; esa cierta base opera como fundamento de la convencin, as como del alcance que al smbolo puede drsele: el corazn es centro personal y el corazn es resonador del amo41. Y todo ello nos autoriza a emplear la representacin que proponemos.

    39. cfr. J. M. alonso, El Corazn de Mara en S. Juan Eudes-II, op. cit. en n. 11, p. 275-276. 40. Del corazn de Jess, ensea Po XII en Haurietis aquas (1956) que es un ndice natural

    o smbolo (aaS 48 (1956) 316). No creo que haya, en modo ninguno, obligacin de interpretar esa enseanza con los cnones de la semitica.

    41. cfr. J. M. alonso, Carne y espritu..., op. cit. en n. 15, p. 409.

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    c. Llegados a este punto, es imperativo examinar el corazn de Mara sometindole los criterios de la teologa sacramentaria. Y tenemos lo siguiente:

    a) Entre los telogos y en el Magisterio, predomina con gran ventaja el concepto de sacramento como signo eficaz, hasta el punto de que es el que hace un momento leamos en el Catecismo. San Agustn habla de signo sagrado42. La teologa subsiguiente los llamar signos eficaces de la gracia. Santo Toms explica:

    Puede llamarse sacramento a una cosa, bien porque tiene en s una santidad oculta, y entonces sacramento es equivalente a secreto sagrado, bien porque se ordena a la santidad como causa, como signo o bajo otro aspecto cualquiera. Nosotros aqu hablamos, especialmente, de los sacramentos en cuanto implican relacin de signo43.

    Scheeben da la siguiente definicin:

    Entendemos por sacramentos de la Iglesia, en sentido estricto, aquellos signos externos que significan y nos comunican la gracia de cristo. con ello queda dicho tambin, en principio, que contienen un misterio grande y, por consiguiente, precisamente en su calidad de sacramentos son grandes misterios44.

    b) El sacramento ha sido descrito tambin como un encuentro con Cristo. E. Schillebeeckx observa que toda relacin humana [...] se da a travs de la corporeidad. Y es solo su corporeidad la que descubre su interior. Y a esta ley se sujeta el sacramento, que es pura ley de Encarnacin:

    En la idea del encuentro con Dios se halla una referencia a nuestra experiencia natural de la existencia. Sin este significado mundano humano del encuentro, el concepto teolgico del encuentro con Dios no tendra sentido alguno

    42. S. agustn, De civitate Dei, 10, 5: Obras completas-XVI, Madrid 20076, 607.43. S. Th., III, q. 60, a. 1.44. M. J. Scheeben, Los misterios del cristianismo, Barcelona 1964, 598. Se puede poner en

    relacin con la calificacin que les adjudica Goethe: No solo lo ms sublime de la religin, sino tambin el smbolo sensible de una extraordinaria benevolencia y gracia divinas (cit. por Peter Seewald en J. ratzinger-d, Dios y el mundo, Barcelona 2005, 133).

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    para nosotros. En virtud de la peculiaridad y corporeidad del encuentro humano, la revelacin religiosa y la fe religiosa tienen un aspecto corporal de visibilidad y perceptibilidad histrica45.

    Es concepto que desemboca en el Catecismo, el cual describe la accin litrgica como un encuentro entre cristo y la Iglesia46.

    c) Se ha descrito el sacramento en trminos de comunicacin. G. L. Mller describe un arco de proporciones soberbias:

    El Dios trino es, ya en s mismo, comunicacin de amor personal. En la encarnacin queda incluido el hombre y con l el universo entero- en el acontecer de esta comunicacin trinitaria. La humanidad de Jess es el protosmbolo de la comunicacin humano-divina, luego continuada, prolongada y concretada en el espacio y el tiempo en la Iglesia. Pueden aqu entenderse los sacramentos como formas de ejercitacin de esta comunicacin mediadas por la Iglesia47.

    De nuevo el Catecismo respalda una tal concepcin. resume a. Fernndez:

    El Catecismo de la Iglesia Catlica consigna que la comunicacin que el Padre ha hecho de S mismo en el Espritu Santo sigue presente y activa en la Iglesia (ccE 79). Por ello, el trmino comunicacin, como sinnimo de dispensacin sacramental, tambin se menciona en el Catecismo con citas expresas de santo toms (Symb. 10) y del Catecismo Romano (I, 10,24) (ccE 947). En este mismo sentido, el Catecismo de la Iglesia Catlica, bajo el sintagma genrico Economa sacramental, emplea con evidente sinonimia los trminos sacramento, comunicacin y dispensacin (ccE 1076; 1088)48.

    45. E. Schillebbeckx, Cristo, sacramento del encuentro con Dios, San Sebastin 1966, 10. tambin J. ratzinger ha dicho que los signos son expresin de la corporeidad de nuestra fe (J. ratzinger-Peter Seewald, Dios y el mundo, Barcelona 2005, 377).

    46. Catecismo de la Iglesia Catlica, 1.097.47. G. L. Mller, Dogmtica, Barcelona 1998, 662.48. a. Fernndez, Teologa dogmtica, Madrid 2009, 767.

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    Por lo dems, es tarea ineludible apuntar la consideracin de cristo como protosacramento o sacramento primordial o sacramento del Padre: el Verbo encarnado es el primer sacramento como signo, como encuentro, como comunicacin. Scheeben indica que, en l, la trinidad est unida con la carne, de tal modo unida, que queda oculta en la misma49. Y debemos apuntar tambin la consideracin de la Iglesia como sacramento de Cristo, aunque San Juan Pablo II hubo de apostillar que en el texto conciliar la sacramentalidad de la Iglesia aparece distinta de aquella que, en sentido estricto, es propia de los sacramentos50.

    Una conclusin se impone: la de sacramento es una nocin que hay que concebir en una analoga desusadamente amplia. Su analogado ms sublime no necesariamente el analogatus princeps, porque esta es otra cuestin es cristo, sacramento del Padre. Le sigue la Iglesia, sacramento de cristo, instrumentum separatum [Christi] hubiese dicho Santo toms a travs del cual nos son dispensados los siete sacramentos. Y existen, por lo dems, innumerables realidades sacramentales en la vida, en la creacin, en las obras humanas, en las que el nico y mismo Dios y Seor nos llama a encontrarle con su mismo grito nico y diferente.

    Son los inabarcables saludos del Padre. Pero, en su calidad de sacramentos, ya en sentido propio, ya en sentido anlogo, estn marcados del Primero al ltimo por una ley de desventura de la que somos culpables: y es que, o no omos los gritos, o nuestra audicin es siempre insuficiente. Dice, de nuevo, Scheeben:

    En el sentido de que hay unin de lo oculto con lo visible, los misterios del cristianismo en su mayora son misterios sacramentales [...]. Lo sobrenatural, en el sentido ms elevado, se uni en este caso [cristo], del modo ms ntimo y real, con la humanidad visible, con la carne [...], y se

    49. M. J. Scheeben, Los misterios del cristianismo, op. cit. en n. 44, p. 591.50. S. Juan Pablo II, enc. Dominum et vivificantem, 64: aaS 78 (1986) 892-894. Son cinco,

    si no nos equivocamos, las ocasiones en que el concilio califica a la Iglesia de sacramento. Y en la primera pero solo en ella se trata de un smil o analoga: Cum autem Ecclesia sit in Christo veluti sacramentum... (LG, 1).

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    uni de tal manera que, si bien est presente substancial y personalmente en la carne, no obstante queda oculta en la misma51.

    No ha de ser muy difcil lo que queda por hacer: aplicar al corazn de Mara los criterios reseados. En los siguientes trminos:

    a) Es el corazn de Mara un signo eficaz de la gracia? En seguida se ve que s, puesto que llama la atencin por su hermosura52, y a partir de ah convoca a la veneracin e imitacin del tesoro de hermosuras internas de esta Virgen-en-trance-de-amar que sabemos ya que es el objeto de la devocin. todo lo bello que se atisba en el smbolo del corazn es emisario o embajador de la belleza impar que nos convida a cruzar el puente y pasar a la orilla de la santidad.

    b) Es el corazn de Mara un encuentro con Cristo? con toda evidencia, y cuando no, la causa ser el fiel cristiano, que limitar la audicin. tambin los sacramentos actan ex opere operato, sed non ponentibus obicem. como los sacramentos como encuentro, el corazn es una experiencia corpreo-humana de lo divino. En absoluto hace falta explicar aqu cunto nos lleva Mara a Jess; en su lugar, conviene remarcar cmo lo propio de su corazn es ser una especie de quintaesencia o condensacin de toda la persona de Mara, de su vida, sus prerrogativas, sus acciones, su santidad, su amor, y cmo la devocin a algo as debe necesariamente llevar a Jess con una fuerza de arrastre muy particular. Explicaba Joaqun Mara alonso cmo la devocin al corazn es la vocacin interna de toda devocin mariana que quiera ser sincera, y explicaba que ello se deba a la capacidad de la devocin de informar, interiorizar y purificar las dems devociones. El corazn de Mara es el corazn de las devociones a Mara53, y si Mara es el mejor camino para ir a Jess, el mejor camino para ir a Jess es el corazn de Mara.

    51. M. J. Scheeben, op. cit. en n. 44, p. 591. Los misterios del cristianismo, cit., 591. Ha escogido el caso extremo, a saber, la Sagrada Eucarista.

    52. Y hay que insistir en la urgencia de renovar la iconografa. El corazn carnal, en nuestro concepto, opera a manera de impedimento. El corazn no es el centro? En el centro de Mara, hay algo ms que Espritu Santo?

    53. ttulo aludido de un artculo nuestro.

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    c) Es el corazn de Mara, su devocin, una comunicacin? Podemos resumir la descripcin de Mller en estos trminos: sacramento es comunicacin trinitaria de amor personal en Jess y mediada en la Iglesia. Pues bien: aqu encontramos implicadas dos cuestiones: el corazn de la Santa Virgen ubicado por Dios en el origen de los sacramentos toda vez que Mara no es el centro, pero est en el centro54, y est en el centro porque Dios la pone ah; y ese mismo corazn como sacramento-comunicacin por s mismo.

    Sobre lo primero, tenemos que el Beato Pablo VI nos record lo siguiente: Los antiguos Padres ensearon que la Iglesia prolonga en el sacramento del Bautismo la Maternidad virginal de Mara55. Pero ms adelante56 expondremos cmo la maternidad virginal tanto la divina como la espiritual es un hecho del corazn.

    San Len Magno enseaba:

    El origen que cristo ha tomado en el seno de la Virgen, lo ha puesto en la fuente bautismal; ha dado al agua aquello que haba dado a la Madre. En efecto, la virtud del altsimo y la sombra del Espritu Santo que hizo que Mara diese a luz al Salvador es la misma que hace que el agua regenere al creyente57.

    Y no har ninguna falta recordar cmo el fiat (Lc 1,28) de Mara brota del corazn. lo que sale de la boca procede del corazn (Mt 15,18)58. Ms adelante hacemos algunas alusiones ms a la

    54. atribuido a Jos Kentenich, pero no lo hemos encontrado. con menos belleza y ms autoridad, el B. Pablo VI ense que Mara no es el centro del cristianismo, pero es central al cristianismo (tampoco hemos logrado hallar la referencia).

    55. Pablo VI, Marialis cultus, 19: aaS 66 (1974) 130.56. apartado V.57. S. Len Magno, Sermn XXV, In Nativitate Domini, 5: PL 54, 211.58. Salve, oh Madre de Dios, Mara, venerado tesoro de todo el orbe, por cuyo medio se

    administra el santo bautismo a los creyentes, por cuyo medio tenemos el leo de la alegra, por cuyo medio han sido fundadas en todo el mundo las Iglesias, por cuyo medio son conducidas las gentes a la penitencia (S. cirilo de alejandra, Homila 4: PG, 77, 991). De muy diferente procedencia, pero elocuente por dems, es la siguiente consideracin: La absolucin aplica a mi alma los mritos de la sangre de Jess, que proviene de la sangre pursima de Mara (Manual de las Hijas de Mara Inmaculada, Madrid 1952 (nueva ed.), 69).

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    maternidad del corazn y al fiat que nace del corazn. Pero aqu se ve la estrecha vinculacin del corazn de Mara con el nacimiento de los sacramentos, para el que quiera aceptarlos como comunicacin trinitaria de amor personal en Jess y mediada en la Iglesia.

    Y si cristo es el protosacramento, sacramento primordial y sacramento del Padre, si de l emanan comunicacin de la trinidad todos los sacramentos, por amor, en la Iglesia, entonces Mara, la hija de su Hijo como hermosamente dijo el Dante, en tanto que madre del protosacramento, es madre feliz de todos los sacramentos; todo ha venido de cristo59, incluso Mara; todo ha venido por Mara, incluso cristo, e incluida tambin la Iglesia en la que se nos dispensan los sacramentos, porque tambin de ella Mara es la madre.

    Sobre la cuestin del Corazn de Mara como sacramento entendido como comunicacin cuestin diferente en la medida en que no se refiere a los momentos fundantes, sino a la fecha de hoy, podemos decir lo siguiente:

    Mller nos presenta a cristo como protosmbolo de la comunicacin humano-divina. Esta prosigue despus por la mediacin de la Iglesia, permanente encarnacin del Hijo de Dios (nos atenemos ahora a la famosa calificacin de Mhler)60, que nos dispensa los sacramentos. No cabe duda de que la ms eminente forma de comunicacin es la Encarnacin, y en cualquier caso, todo lo dems, y en especial los sacramentos esas huellas de que el Hijo ha venido, son hechos de la historia de la Encarnacin, que termina por ser la nica historia digna de ser contada.

    El corazn de Mara es, hoy, smbolo de la Encarnacin. tambin por este ttulo hemos de reconocerle un parentesco bien estrecho con los sacramentos. En el apartado V, hemos de hablar de nuestra necesidad de ser levantado[s] a Dios con escalas humanas61, de la razn de ser de Mara, que no es otra que la de poner a Dios

    59. Benedicto XVI, homila, Lourdes, 14-III-2008: aaS 100 (2008) 707.60. La Iglesia visible [...] es el mismo Hijo de Dios, que se manifiesta perennemente entre los

    hombres [...]; su encarnacin permanente (J. a. Mhler, Simblica, Madrid 2000, 384). 61. J. M. alonso, Sobre una teologa del Corazn de Mara, cit., 48.

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    a disposicin del hombre y a la inversa; del corazn de Mara como paralelo de la Encarnacin. Y todo ello es participacin en la sacramentalidad.

    d. Queda algn aspecto por resear. En el punto 1 de este apartado, indicbamos la gloria, pero tambin la desventura, que su conformacin teolgica supone para la devocin al corazn de Mara. Es lo que ocurre con los sacramentos, tal como hemos dicho con palabras de Scheeben: Si bien est presente substancial y personalmente en la carne, no obstante queda oculta en la misma62; estas palabras, referidas a la presencia de la trinidad en la carne de Jess, pueden aplicarse a todos los sacramentos. Y as, la condicin sacramental del corazn de Mara entraa forzosamente para esta devocin una gloria y una desventura de la que ya hemos dejado resea. El ndice apuntar a las estrellas, y airoso es el ndice que admirarn algunos.

    Es lo propio del sacramento, porque es lo propio de la Encarnacin, primer Sacramento. Benedicto XVI enseaba que en Dios hay como dos grandezas. Una es la que le atribuiramos, la grandeza de ser omnipotente y de crear se ha dicho que, siendo Dios, la creacin no es ningn mrito. otra es la grandeza de la knosis, de hacerse vulnerable, del pesebre, del trabajo y del Madero. Esa deca Benedicto XVI es la grandeza digna de Dios, esa es lo difcil para l, pero la ndole de esa grandeza justamente hace que nosotros no podamos percibirla, y de haberla conocido, nunca hubieran crucificado al Seor de la gloria (1 Cor 2,8). Era perdn y caridad, pero tambin era verdad, el grito del crucificado: no saben lo que hacen! (Lc 23,34). Y si cristo es el Sacramento Primordial, y los dems sacramentos, participaciones del Misterio, tambin los siete sacramentos quedan afectados por la ley de la incomprensin, y tambin todas las dems realidades sacramentales, sin dejar el corazn de Mara.

    e. Es (ya) el corazn de Mara un sacramento propiamente? En nuestra opinin, es obligado reconocer que la sacramentalidad es una realidad amplsimamente participable y participada, que empieza en cristo,

    62. M. J. Scheeben, Los misterios del cristianismo, cit., 591.

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    Sacramento Primero, contina por la Iglesia63 y termina, en la exposicin habitual, por los siete sacramentos que la Iglesia nos administra. Sin embargo, en la Edad Media hubo muchos llamados sacramento como el pan o el agua benditos, la coronacin del emperador, el rito de armar un caballero; se tena, sin embargo, conciencia de la condicin especial de los siete sacramentos. Y en la Edad Media y en todos los tiempos, han sido reconocidos o no sacramentos por participacin el amor limpio64, la lealtad en el trabajo, el juego de los nios, la belleza del amanecer, la poesa, la abnegacin de una hija que cuida a una madre... Son los saludos de Dios, y falta que sepamos verlos como tales. En un nivel de participacin superior, tenemos la santidad65. Benedicto XVI ha presentado a los santos como exgesis viva de la Escritura, y exgesis sin la cual nuestra exgesis quedara trunca, y ha apelado a la sentencia de San Gregorio: Viva lectio est vita bonorum66.

    Pues bien: el lugar, en esta participacin sacramental de los que no son sacramentos, del corazn de Mara, no tenemos que asignrselo nosotros; ya se lo tiene asignado la teologa. Se trata, sencillamente, del lugar ms alto despus de Jess67. El corazn de Mara es el mayor sacramento de

    63. En realidad, habra que situar la Eucarista antes que la Iglesia que nos la entrega. La Eucarista hace la Iglesia y la Iglesia hace la Eucarista (H. de Lubac, Meditacin sobre la Iglesia, Bilbao 1958, 112; rec. por S. Juan Pablo II, enc. Ecclesia de Eucharistia, 26 et passim: aaS 95 (2003) 451ss.). Mientras que la Iglesia nos confiere los sacramentos de cristo, y los dems sacramentos nos dispensan alguna virtud de la santificacin de cristo, la Eucarista es el mismo cristo en su presencia real por antonomasia (cfr. B. Pablo VI, enc. Mysterium fidei, 5: aaS 57 (1965) 764), y por tanto, contiene al mismo cristo, autor de la santificacin (S. Th. I-II, q. 101, a. 4, ad 2).

    64. El amor es embajador de Dios: Hoy la tierra y los cielos me sonren; / hoy llega al fondo de mi alma el sol; / hoy la he visto.., la he visto y me ha mirado... / Hoy creo en Dios! (G. a. Bcquer, rima XVII).

    65. Donde se hace la voluntad de Dios, es ya el cielo, comienza tambin en la tierra algo del cielo, y donde se hace la voluntad de Dios est presente el reino de Dios (Benedicto XVI, homila, 5-II-2006: Insegnamenti di Benedetto XVI, II (2006) 154).

    66. S. Gregorio Magno, Moralia in Job, 24, 8, 16: PL 76, 295. Cit. por Benedicto XVI, exh. ap. Verbum Domini, 48: aaS 102 (2010) 727.

    67. Sobre el tema de la prioridad de la Iglesia o la Virgen dado que es el miembro ms eminente, pero es miembro, siempre hemos pensado que es un falso problema: basta con pensar en la familia: la madre es miembro de la familia, y eso no se opone a su superioridad respecto de sus hijos. Somos realmente familia, Mara es realmente madre de ella, y el corazn de Mara es el corazn de la Iglesia (sobre Mara como corazn de la Iglesia, cfr. B. de Margerie, El Corazn de Mara, Corazn de la Iglesia, EphMar, 15 (1965) 476-479, 16 (1966) 189-227; M. ruiz tintor, Fundamentos dogmticos..., op. cit. en. en n. 2, 219-224.)

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    todo aquello que no es sacramento. corazn de Mara: corazn humano perfectamente insertado en el dinamismo de la santsima trinidad68, triclinium totius Trinitatis69, quasi centrum vitae trinitariae70.

    No hay duda, por lo dems, de que existe ms relacin entre Mara y su Hijo que entre ella y los sacramentos (en todos los cuales est presente y ejerce de mediadora).

    f. El corazn de Mara no es sacramento en sentido propio, sino analgico. Hay que repetir que Mara es el mayor sacramento de todo lo que no es sacramento. No existe empeo ms poderoso que el suyo, despus de Dios, de llevarnos al cristo que, merced a la ley de Encarnacin, se oculta y no. En Mara, lo que de verdad interesa principio de lo dems es su centro, su corazn, y ese est abrasado de un amor que, conocido, arrebata y subyuga. Nos cumple ahora preguntarnos: establecidas las analogas con los sacramentos, qu diferencias existen? Nosotros encontramos las siguientes:

    Primero, no es un rito que los hombres realizan, por ms que pueda haber formas de devocin que incluyan ritos. El corazn puede ser celebrado de mltiples formas libres, muchas de las cuales ya han cristalizado en el repertorio de la piedad (fundamentalmente, la reparacin, la consagracin y los cinco Primeros Sbados).

    Segunda, no est instituida por cristo, ni poda estarlo por lo que se acaba de decir.

    Tercera, el smbolo/materia no es un elemento natural, sino natural orgnico.

    Cuarta, mientras que la mayora de los sacramentos son obligatorios, esta devocin no; aunque sea el eje indispensable de una verdadera devocin a Mara, incluso sin conocimiento consciente del corazn como tal71.

    68. Benedicto XVI, alocucin, 31-V-2007: Insegnamenti di Benedetto XVI, III, 1 (2007) 992. 69. Sto. toms de aquino, Expositio salutationis angelicae, 1; cit. por Benedicto XVI,

    audiencia general, 23-VI-2010: Insegnamenti di Benedetto XVI, VI, 1 (2010) 958; hay que hacer constar que Sto. toms lo aplica a la Virgen y no a su corazn.

    70. J. M. alonso, Relationes Immaculati Cordis..., cit., 79.71. cfr. M. ruiz tintor, La devocin al Corazn de Mara..., op. cit. en n. 6, pp. 469-473.

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    Y el corazn de Mara es un principio que no es sacramento, pero participa de las cualidades de los sacramentos, participa de la ley de Encarnacin y, por ende, de lo que esta conlleva. y la luz brilla en las tinieblas, y las tinieblas no la recibieron (Jn 1,5). Es lo que ocurre a los tesoros escondidos y a las fastuosas perlas submarinas (cfr. Mt 13,44-46)72.

    III. Razones del Corazn

    De siempre la apologtica nos dijo que para creer eran precisas tres condiciones: Un triple concurso: el de una inteligencia investigadora, el de una voluntad recta, y el de la gracia, sin la cual no puede llegarse hasta Dios73. Podemos dar por supuesta la gracia, ya que, siendo justamente la ms importante, no va a faltar: Si lo buscis, se dejar encontrar (2 Cr 15,2; cfr. v. 4). clarifica las cosas un pasaje de csar Izquierdo:

    El conocimiento humano no es un conocimiento desinteresado, en el que la inteligencia se mueva hacia la verdad independientemente de otros factores vitales. Ms bien lo que sucede es que en la medida en que el conocimiento es ms comprometido, es toda la vida la que acompaa y afecta a las facultades cognoscitivas. as, ante un objeto no experimentable y muy comprometedor, el asentimiento no llega a la certeza del mismo modo que en el caso de un conocimiento necesario o experimentable y de escaso compromiso.74.

    72. coincidimos casi a la perfeccin con alonso, cuya concepcin de la sacramentalidad del corazn de Mara puede resumirse as: la consagracin a este corazn es sacramentalidad en cuanto no se trata solo de la conmocin sentimental (que ya es mucho), sino de entrar en el misterio de Mara, sacramentalizado en su corazn. Hay una eficacia subjetiva y una mayor participacin en el misterio objetivo de Mara. Mara solo analgicamente es sacramento, y su sacramentalidad se enmarca en el mbito amplio que concedemos al mundo sacramental cuando hablamos de cristo-Iglesia-sacramentos; la sacramentalidad de Mara es parecida a la de la Humanidad de cristo. La consagracin busca participar en ese misterio sacramental mariano, a travs del simbolismo del corazn, el cual nos introduce en la economa salvfica (cfr. J. M. alonso, La consagracin..., op. cit. en n. 2, pp.).

    73. a. D. Sertillanges, Catecismo de los incrdulos, Barcelona 1934, 106.74. c. Izquierdo, Revelacin y fe en el Catecismo de la Iglesia Catlica, Scripta theologica 25

    (1993) 541-560.

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    Nos parece evidente que la dificultad cae casi siempre del lado del compromiso que la adhesin supone, y depende mucho menos del asunto de la inteligencia investigadora. cerramos las poternas del corazn para que Dios no exista o para que los pecados de la Iglesia sean la justificacin de los nuestros. Porque los argumentos..., por un lado, son fciles de entender si escuchramos con sencillez, y por otro, muy a menudo no los escuchamos, no vayan a ser verdad, ya que vino la luz al mundo y los hombres amaron ms las tinieblas que la luz, porque sus obras eran malas. Pues todo el que obra mal odia la luz y no viene a la luz, para que sus obras no le acusen (Jn 3,19-20).

    ojal escuchis hoy su voz! no endurezcis vuestro corazn... (Sl 95,8). Y es muy probable que tradicionalmente se haya hecho de estas cuestiones un tratamiento en exceso racional. resulta ser, en nuestra opinin, que el otro riel tambin debe cuidarse, y ms. El riel del corazn, que tiene mayor relevancia.

    He aqu, en efecto, que abrimos Lumen fidei (2013), del Papa Francisco, y nos dir, lo primero, para presentar la fe, un ttulo que abrevia el versculo joaneo hemos conocido el amor que Dios nos tiene y hemos credo en l (1 Jn 4,16). Se trata de una encclica cuya comprensin no resulta fcil por sabidos motivos histricos75, pero no cabe duda de dos cosas:

    a) Se preocupa de poner de relieve los dos polos de la fe, que se presuponen y que remiten uno a otro: amor-verdad, odo-visin, confianza-razn. Se seala cuidadosamente con ello la posibilidad del dilogo entre la fe y la razn.

    b) Por razones, creemos, de fidelidad a la revelacin bblica en conjunto, y tambin de responsabilidad en la descripcin de nuestra configuracin antropolgica, los aspectos de amor, odo, confianza, fe son subrayados claramente con mayor fuerza.

    Y es muy notable este acento. creemos justificado acopiar algunas citas que acabarn siendo de provecho para nuestro tema. Pero recurdese que el corazn no debe ser concebido en trminos de exclusiva sentimentalidad, sino, antes y ms, de la interioridad del hombre, donde, sobre todas las cosas, este recibe a Dios o lo rechaza. Nos permitimos usar la negrilla:

    75. opinamos que se public inacabada.

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    ...la verdad tiene necesidad del amor [...]. Sin amor, la verdad se vuelve fra, impersonal, opresiva [...]. La verdad que buscamos, la que da sentido a nuestros pasos, nos ilumina cuando el amor nos toca. Quien ama comprende que el amor es experiencia de verdad, que l mismo abre nuestros ojos para ver toda la realidad de modo nuevo, en unin con la persona amada. En este sentido, San Gregorio Magno ha escrito que amor ipse notitia est, el amor mismo es un conocimiento, lleva consigo una lgica nueva76. (24).

    la fe cristiana es, por tanto, fe en el Amor pleno, en su poder eficaz, en su capacidad de transformar el mundo e iluminar el tiempo. Hemos conocido el amor que Dios nos tiene y hemos credo en l (1 Jn 4,16) (15).

    Los evangelistas han situado en la hora de la cruz el momento culminante de la mirada de fe, porque en esa hora resplandece el amor divino en toda su altura y amplitud. San Juan introduce aqu su solemne testimonio cuando, junto a la Madre de Jess, contempla al que haban atravesado (cfr. Jn 19,37): El que lo vio da testimonio, su testimonio es verdadero, y l sabe que dice la verdad, para que tambin vosotros creis (Jn 19,35) [...]. En la contemplacin de la muerte de Jess, la fe se refuerza y recibe una luz resplandeciente, cuando se revela como fe en su amor indefectible por nosotros, que es capaz de llegar hasta la muerte para salvarnos. En este amor, que no se ha sustrado a la muerte para manifestar cunto me ama, es posible creer; su totalidad vence cualquier suspicacia (16).

    Sin esta conformacin en el amor, sin la presencia del Espritu que lo infunde en nuestros corazones [el amor de Dios] (cfr. Rom 5,5), es imposible confesar a Jess como Seor (cfr. 1 Cor 12,3) (21).

    Sobre todo, y en particular por la cita paulina: Es necesario reflexionar sobre el tipo de conocimiento propio de la fe. Puede ayudarnos [...] San Pablo, cuando afirma: Con el corazn se cree (Rom 10,10). En la Biblia el corazn es el centro del hombre, donde se entrelazan todas sus dimensiones: el cuerpo y el espritu, la interioridad de la persona

    76. Homiliae in Evangelia, II, 27, 4: PL 76,1.207. [Nota de la encclica].

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    y su apertura al mundo y a los otros, el entendimiento, la voluntad, la afectividad. Pues bien, si el corazn es capaz de mantener unidas estas dimensiones es porque en l es donde nos abrimos a la verdad y al amor, y dejamos que nos toquen y nos transformen en lo ms hondo. la fe transforma toda la persona, precisamente porque la fe se abre al amor. Esta interaccin de la fe con el amor nos permite comprender el tipo de conocimiento propio de la fe, su fuerza de conviccin, su capacidad de iluminar nuestros pasos. la fe conoce por estar vinculada al amor, en cuanto el mismo amor trae una luz. la comprensin de la fe es la que nace cuando recibimos el gran amor de Dios que nos transforma interiormente y nos da ojos nuevos para ver la realidad. El amor es, as, un modo de conocimiento, que segn estos datos, es el que abre puerta a la fe (26).

    Solamente as, mediante la encarnacin [...], el conocimiento propio del amor poda llegar a plenitud [...]. la luz del amor se enciende cuando somos tocados en el corazn, acogiendo la presencia interior del amado, que nos permite reconocer su misterio [...]. San agustn, comentando el pasaje de la hemorrosa que toca a Jess para curarse (cfr. Lc 8,45-46), afirma: tocar con el corazn, esto es creer77 (31).

    La fe nace del encuentro con el amor originario de Dios, en el que se manifiesta el sentido y la bondad de nuestra vida, que es iluminada en la medida en que entra en el dinamismo desplegado por este amor (51).

    Somos conscientes de haber hecho la seleccin con el criterio parcial que nos interesa, pero creemos aun as que son ms abundantes y relevantes los pasajes que subrayan la importancia del amor en la conformacin de la fe que aquellos otros que resaltan el peso del elemento veritativo o racional. Por lo dems, hemos dicho y dejado ver cmo el Papa muestra la circular implicacin de uno y otro.

    Con el corazn se cree (Rom 10,10). El autor de la encclica, que sabe muy bien qu es el corazn en la Biblia, nos lo ha explicado: ante todo, una interioridad. La interioridad puede abrirse o cerrarse a ese amor que trae esa

    77. Sermo 229/L, 2: PLS 5, 576: Tangere autem corde, hoc est credere. [Nota de la encclica. La cursiva es nuestra en ambos casos.]

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    luz: a la fe. Nunca ser lo mismo que aceptar un teorema de matemtica que no me afecta a la vida. Por lo mismo, habr de ser el corazn el que crea, porque el entendimiento no entiende de amores; entiende de teoremas.

    Y es el amor el que ha de abrirse al amor. Hablamos de la fe y, en apariencia, de su inicio; hablamos de toda la fe: la de toda la vida y en toda su intensidad. Hablamos del movimiento mariano y del movimiento del Espritu Santo. Hablamos de santos.

    El amor ha de abrirse al amor. Es la divisa del B. card. Newman: Cor ad cor loquitur. Esto quede ahora apuntado, pero sabemos: que la aceptacin de la fe es dilogo entre dos amores; que igualmente lo es la conversin nuestra de cada da; que si esto es as, el corazn, por ms que no sea reducible a afectividad, algo tendr que decir. La conversin de la cabeza no empieza por la cabeza: empieza por el corazn. Y en cuanto a la Santsima Virgen, trasladaremos aqu un juicio de alonso:

    Podemos aqu hablar, con una deliciosa y tpica metfora, de un reinado de amor, de Mara reina de los corazones, porque efectivamente la Virgen es reina nuestra por su corazn78.

    Para la consagracin a Mara escribimos nosotros glosando a alonso,

    el fundamento mariolgico es la maternidad espiritual de Mara, que tenemos perfectamente expresada en el corazn de Mara79, y el fundamento antropolgico-mariano es el amor que, de modo natural, esa maternidad, ese corazn, ese amor maternal suscitan de nuestra parte80.

    Qu bien viene, pues, en este momento, recordar la archisabida sentencia de Pascal: El corazn tiene sus razones que la razn no entiende.

    Pero, si hablamos de Mara, la cita obligada es la del card. ratzinger:

    La verdadera devocin mariana garantiza a la fe la convivencia de la razn, a todas luces indispensable, con las no menos indispensables

    78. J. M. alonso, La consagracin..., op. cit. en n. 2, p. 49.79. La Virgen es [...] Madre nuestra espiritual; y es aqu sobre todo donde la modalidad formal

    cordimariana encuentra su expresin ms adecuada (J. M. alonso, La consagracin..., op. cit. en n. 2, p. 49).

    80. M. ruiz tintor, Fundamentos dogmticos..., op. cit. en n. 2, p. 215.

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    razones del corazn, como dira Pascal. Para la Iglesia, el hombre no es nicamente razn ni solo sentimiento; es la unin de estas dos dimensiones. La cabeza debe reflexionar con lucidez, pero el corazn ha de estar caldeado: la devocin a Mara [...] asegura de este modo a la fe su dimensin humana completa81.

    Iv. Cor ad cor loquitur, o cmo funciona una devocin

    Hablamos de Encarnacin, hablamos de synkatbasis: de una devocin como un dispositivo espiritual en que Dios, por Mara y, mejor, en Mara, se pone a disposicin del hombre. a travs de la fe y la conversin, el corazn de Mara necesita entregarle la dicha al hombre.

    Quedan hechas ya las advertencias sobre nuestra seleccin de Lumen fidei. Sea como sea, hoy tenemos ms claro que la fe no se describe como un contenido notico que se alberga en un circuito cognoscitivo y termina por generar un amor. Mucho hay de eso, pero Francisco ensea que la cuestin consiste mucho ms en pasmarse ante un amor y, en consecuencia, acogerlo en un amor; ensea que lo central es el amor, y la verdad viene como incluida en el amor. Los mejores creyentes y aun telogos, con difciles excepciones, encontraron su fe en el regazo materno, y esa fe sigue alimentndose de la misma raz. Podrn hacrsenos todos los reparos y sern todos justos, pero, desde Lumen fidei, quiz la cuestin de la fe tiene otro acento, y el elemento que prima es el amor. Debe recordarse, adems, que esta fe es inseparable de la conversin: fe sin obras es fe sin fe, y quien se fascina ante el que ama arrastra ante l la vida. Por estas razones, el planteamiento de Lumen fidei nos sirve para todas las personas cuando queremos relacionarlo con nuestro corazn de Mara, estn en la situacin en que estn, hasta tanto no sean perfectos como el Padre (cfr. Mt 5,48).

    Cor ad cor loquitur. Nuestro problema, dice el Papa, es de amor. Los libros importan menos.

    81. J. ratzinger, en d.-V. Messori, Informe sobre la fe, Madrid 1985, 117. Sin que deje de ser importante advertir que, ya Papa, Benedicto XVI nos ense tambin: [La unin con Mara es un] vnculo que en todos nosotros tiene naturalmente una fuerte resonancia afectiva, pero que, ante todo, tiene un valor objetivo (homila, 25-III-2006: aaS 98 (2006) 331).

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    Pero nos ha de tocar el amor. Hemos de conocer el amor que Dios nos tiene (1 Jn 4,16). Hemos de aprender a mirar un crucifijo. Hemos de dar entrada al amor que ha sido derramado en nuestros corazones (cfr. Rom 5,5). Hemos de tener corazn para creer (cfr. Rom 10,10), corazn que se abra a la verdad y al amor, al gran amor de Dios, y se deje transformar. Hemos de toparnos con el amor originario de Dios, para que nuestra vida entre en el dinamismo de este amor. Necesitamos ser tocados en el corazn, como dice Francisco, y tocar con el corazn, segn dice agustn.

    La encomienda no carece de dificultades. Y bien: Quin nos retirar la piedra? (Mc 16,3).

    He aqu que al mirar a la Virgen, se aviva en sus hijos la aspiracin a la belleza, a la bondad y a la pureza de corazn, apunta Benedicto XVI indicando el camino82. Entra en escena nuestra devocin: El corazn de Mara lleva a efecto el querer de Dios de urgirnos el retorno al amor de[l] Padre, por el amor a la Madre83. Y resulta ser que, justamente, el fin del culto al corazn de Mara es [...] que los hombres vean en el corazn de Mara la caridad de Dios y crean que Dios es caridad84.

    Y es que Dios-Padre se la ha escogido [a Mara] precisamente, no para manifestarse como Dueo y Seor del Universo, sino para descubrirse en una donacin amorosa que se quiebra en ternuras maternales85. Dios, sabedor de que los hombres aceptamos mejor el amor de la madre, dirase que tras ella se vela, que irisa su propia augusta belleza al trasluz de su madre, criatura; y Mara es, de este modo, el rostro femenino de la ternura de Dios. Dios nos pide nuestro amor por medio del c. [corazn] de su Madre que lo es nuestra86, como casi a la inversa ensea Benedicto XVI: Quieres a todos con amor materno, que fluye del mismo corazn de Dios

    82. Benedicto XVI, ngelus, 8-XII-2005: Insegnamenti di Benedetto XVI I (2005) 948. El texto, en realidad, es interrogativo: Guardando alla Madonna, come non lasciar ridestare in noi, suoi figli, laspirazione alla bellezza, alla bont, alla pureza del cuore?

    83. J. M. alonso, La consagracin..., op. cit. en n. 2, p. 49.84. Snchez cremades, cit. por alonso, El Corazn de Mara en la teologa de la reparacin,

    cit. (no suministra la referencia).85. J. M. alonso, La consagracin..., op. cit. en n. 2, p. 48.86. J. M. alonso, Sobre una teologa..., op. cit. en n. 10, p. 48.

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    amor87. En Mara, lisa y llanamente, hemos de ver a Dios, no porque sea Dios, sino porque en ella Dios est como en nadie, que eso significa llena de gracia (Lc 1,28). Sanos permitida una cita ms, inapelable, de San Juan Pablo II:

    Las palabras que cristo crucificado dirigi a su Madre y al discpulo predilecto [cfr. Jn 19,26-27] han conferido una nueva dimensin a la religiosidad [...]. En el rostro maternal de Mara los cristianos reconocen un reflejo singularsimo del amor misericordioso de Dios, que, con la mediacin de una presencia materna, hace ms comprensible su solicitud y su bondad de Padre. Mara viene a ser la figura que atrae a los pecadores y les muestra, con su dulzura y clemencia, el ofrecimiento divino de reconciliacin88.

    Cor Mariae ad cor hominum loquitur... Ni existe nada que hable mejor al hombre, para presentarle el amor y urgirle la correspondencia que ha de salvarlo, que la cercana clida de una madre, ni existe en una madre nada ms materno que el corazn; se es madre en virtud del amor, se es hijo merced al amor.

    as, a travs de la intuicin del corazn de Mara, esto es, del amor de la madre espiritual, que manifiesta, que aproxima, que patentiza el amor del

    87. Benedicto XVI, oracin, Ftima, 12-V-2010: Insegnamenti di Benedetto XVI, VI, 1 (2010) 683.

    88. S. Juan Pablo II, audiencia general, 11-V-1983: Insegnamenti di Giovanni Paolo II, VI, 1 (1983) 1202. Ensea el B. Pablo VI: No es posible contemplar a la Virgen sin ver y adorar el cuadro divino, trinitario, en el cual se encuentra ella colocada. La trascendencia divina relampaguea ante nuestros ojos, que gozan pudindola contemplar de algn modo en esta hija de nuestra estirpe de adn. tal vez por esta accesibilidad, el culto a Mara alcanza con frecuencia en la vida religiosa de muchos una prioridad prctica... Pero es Mara misma la que nos lleva en su vuelo trascendente hacia Dios (Insegnamenti di Paolo VI, VI (1968) 799). Benedicto XVI habla en la misma lnea: La mirada de Mara es la mirada de Dios dirigida a cada uno de nosotros. Ella nos mira con el amor mismo del Padre y nos bendice [...]. aunque todos hablaran mal de nosotros, ella, la Madre, hablara bien, porque su corazn inmaculado est sintonizado con la misericordia de Dios (homila, roma, 8-XII-2010: Insegnamenti di Benedetto XVI, VI, 2 (2010) 974). tambin: Viendo el rostro de Mara podemos ver, mejor que de otras maneras, la belleza de Dios, su bondad, su misericordia. En este rostro podemos percibir realmente la luz divina (homila, 15-VIII-2006; rec. en Benedicto XVI, Mara, Madre del s [Pensamientos marianos], seleccin de Lucio coco, Madrid 2009, 15).

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    Padre, el hombre se siente potentemente urgido a entregar su amor. amor con amor se paga.

    alonso expone que la presencia de la madre humanizando la religin, y con tal presencia la percepcin de aquello que es ms propio de una madre, su amor y su ternura, al tener lugar de modo intenssimamente eficaz a travs del smbolo o cifra del corazn, suscitan de modo natural la correspondencia del cristiano, que se siente impulsado con fuerza aquella de la dulzura- al entregamiento de su propio corazn: Dame, hijo mo, tu corazn (Prov 23,26).

    Y, defiende alonso, en la medida en que la percepcin de la santidad, y sobre todo del amor, de Mara se hace profunda y quemante en el contacto con su corazn, en esa medida el corazn de Mara constituye una va privilegiada de espiritualidad, en esa medida la consagracin mariana se hace necesariamente por evolucin interna y naturalcordimariana, en esa medida toda espiritualidad mariana se torna, asimismo, cordimariana89.

    Cor ad cor loquitur. La actitud propia de esta devocin es una experiencia inmediata y genuinamente humana, porque arranca de la percepcin del amor de la madre y del modo ms natural entrega la correspondencia con el amor propio; y ello, no por una impuesta exigencia de justicia, sino del modo ms natural propio de los hijos. nuestro corazn se ha abierto de par en par... Abros tambin vosotros (2 Cor 6,11-13). Se trata de devolver amor por amor, y en ello estn implicados los resortes ms cardinales de nuestra psicologa. Se trata, pues, de una devocin connatural con lo ms bsico de nuestra personalidad. La devocin al corazn de Mara es llevar a Mara en el corazn.

    El colocar en el centro el amor de la madre espiritual de los hombres es lo que confiere a esta devocin su enorme capacidad de convocatoria. grandes aguas no pueden apagar el amor, ni los ros anegarlo (Ct 8,7). El reclamo poderoso de esta devocin es la ternura maternal. Es en calidad de corazn de la madre nuestra como el corazn de Mara tiene mayores cosas que decirnos. Y es la percepcin del amor y de la santidad de Mara, que en su corazn tenemos, lo que hace de la espiritualidad

    89. cfr. M. ruiz tintor, La devocin al Corazn de Mara..., op. cit. en n. 6.

  • ACTUALIDAD Y VIGENCIA PERENNE DE LA DEVOCIN AL CORAZN DE MARA,...

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    cordimariana la vocacin hacia la que toda otra devocin mariana est internamente llamada a crecer.

    Amemos, porque l nos am primero (1 Jn 4,19)90. Si la devocin ha sido adecuadamente inculcada, si no ha habido resistencia, si se cumplen quiz otras condiciones, la persona ha conocido el amor que Dios nos tiene (1 Jn 4,16), y entonces prorrumpe en la jubilosa exclamacin: amemos!, porque ahora sabemos que nos aman. La ha tocado el amor con su noticia. Le ha trado su lgica felicitante. vio y crey (Jn 20,8). Han venido la fe y la conversin: el corazn ha podido creer, o cambiar, porque ha sido tocado por otro corazn de insospechable amor que embriaga, y porque a l mismo le ha sido otorgado tocarlo. Hoy ha llegado la salvacin a esta casa (Lc 19,9).

    v. una religin humanizada. Actualidad y vigencia de la devocin

    Dictamina alonso en tiempos religiosamente difciles, y por aadidura de guerra mundial:

    En este momento [...] se nos propone el corazn91, el amor de la Virgen-Madre, como transvasando al mundo moderno el concepto, indudablemente difcil, de lo sobrenatural catlico [...]. Este mundo actual necesita que todo este maravilloso orden divino le sea propuesto como nacido primero de un decreto, singularmente amoroso del Padre celestial, aceptado con amorosa y librrima voluntad por el Hijo, y llevado a cabo, ms tarde, gracias al consentimiento de la Virgen Madre [...]. Ved aqu el humanismo de Dios [...]. Y ved tambin cmo a travs de lo ms elemental y primigenio: amor, corazn, Madre, puede encontrar este mundo desquiciado el pivote de lo sobrenatural [...].

    90. La impropiedad con que citamos es consciente: el v., en el texto jonico, exhorta al amor al prjimo; pero nos da ocasin de subrayar cun necesitada est la devocin al corazn de Mara de despojarse de intimismos, volverse menos devocional y atender ms a la caridad y el apostolado.

    91. alude a la consagracin del mundo realizada el ao anterior por Po XII.

  • MIGUEL RUIZ TINTOR

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    El ansia de redencin [...] de ciertos espritus modernos, deben encontrarla en su divinizacin, por la incorporacin a cristo, y sta no se hace sino en cuanto cristo se incorpor a nosotros encarnndose en el seno virginal [...]. Dios realiza el misterio de nuestra reintegracin a lo sobrenatural por amor; ese amor se hace posible por un consentimiento libre de una excelsa criatura humana [...]; y ese consentimiento brota [...] del corazn Ido. de la Virgen Madre de un Dios-hombre. Espritus exigentes: ah tenis algo primario, algo elemental en que realizar vuestro humanismo integral: es decir, el histrico, el real, el sobrenatural, el nico posible...92.

    Vemos aqu ese carcter sacramental que avala nuestra devocin, como medio por el que podemos acceder a lo sobrenatural catlico, a la divinizacin, a travs de lo ms elemental y primigenio: amor, corazn, Madre, lo cual es algo innegablemente humanista: humanismo integral. El acontecimiento espiritual genricamente descrito, pone de manifiesto la actualidad de la devocin, en la medida en que las actitudes de los hombres, en muchos rasgos esenciales, son todava las mismas. Pero pone de manifiesto con toda evidencia que esa actualidad coyuntural deriva de una actualidad que debemos llamar perenne. El hombre siempre ser hombre, y siempre necesitar ser levantado[s] a Dios con escalas humanas93, muy humanas, muy divinas, como la escala de Jacob (cfr. Gn 28,12)...

    toda esta religin humanizada de la agap del Padre, en el Hijo por el Espritu Santo, es la que se manifiesta en el corazn de la Madre94. La funcin de la madre de Dios siempre fue humanizar lo divino; poner a Dios a disposicin del hombre. De las palabras de alonso sacamos en conclusin que el corazn de Mara tiene el secreto para el mundo que necesita esas escalas humanas.

    92. J. M. alonso, Oportunidad, alcance y obligaciones de la consagracin de la Archidicesis de Sevilla al Inmaculado Corazn de Mara, en Crnica Oficial de la VI Asamblea Mariana Diocesana dedicada al Ido. Corazn de Mara, Sevilla 1943, totana (Murcia) 1920, 97-99.

    93. J. M. alonso, Sobre una teologa..., op. cit. en n. cit., 48.94. J. M. alonso, La consagracin..., op. cit. en n. 10, pp. 114-115.

  • ACTUALIDAD Y VIGEN