Para Que El Mundo Crea Nuevo
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PED RO G RIN G O IRE
·P QUE
MUN O eRE
-
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nario del prestigiado Le Fígaro de París, del 8 d febre-
0
Agradece desde luego, a Su Eminencia la claridad
on que precisó esa posición de su Iglesia. Porque todo
fuerzo en pro de la unidad cristiana, así de una parte
como de la otra, debe estar fundado sobre la realidad,
aunque ésta no sea tan placentera como se desearía, y
no sobre una ilusión, fruto de un optimismo exagerado.
Marc Boegner insiste en la necesidad primordial de
que los cristianos de las varias confesiones procuren, an-
te todo, conocer a fondo, aparte leyendas negras, prejui-
cios y apreciaciones superficiales, las confesiones dife-
rentes de la suya propia. Hace un llamado a los protes-
tantes a desechar ideas extrañamente falsas sobre la
doctrina católica, y a los católicos a desistir de u na po·
lémica rechazada por todos los teólogos católicos de hoy .
Finalmente, reconociendo que hay divergencias fun-
damentales de doctrina, cuya resolución no vemos hoy,
concluye, coincidiendo otra vez con Karl Adam, que sin
embargo, amándonos en Cristo, vivimos ya una unidad
de la cual El es la fuente y la garantía .
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SIM PO SIO EC U M ÉN IC O SO BRE EL C O N C ILIO
Noviembre
7, 1962
Tan pronto como quedó oficialmente anunciada la
reunión inminente del Concilio Ecuménico Vaticano la
prestigiosa revista católica
Esprit
de París, fundada por
aquel gran espíritu que se llamó Emmanuel Mounier
realizó una encuesta entre cristianos católicos, ortodoxos:
anglicanos y reformados, sobre la significación de la tras-
cendental asamblea.
Participaron en ella veinte personas, a título indivi-
dual, y un grupo de once laicos italianos católicos, como
grupo. El simposio resultante se publicó en el número
301 de la revista, y ocupa cerca de 200 páginas. En la
imposibilidad de reseñar por separado la opinión de cada
uno de los participantes, nos limitaremos a compartir
con nuestros lectores algunos pensamientos espigados en
los cuatro campos mencionados.
Corresponde el primer término a las opiniones
cató-
licas romanas. La más autorizada, por esta parte, entre
los participantes, es sin duda la del R P
Yves
M
Congar O P
que desde hace muchos años se ha dedí-
cado a los estudios cuménicos y a meditar la gran enes-
tión de la unidad cristiana.
El a ercami nto de la Iglesias cristianas. .. exige
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hoy abrirse al diálogo in
traicionar
la certidumbres
del dogma. El punto más delicado de las iniciativas que
se tomen est.riba en la nueva exigencia de reconocer lo
po itivo en los otros . Sin duda es imposible que el
Concilio franquee, n uno cuantos meses, una etapa que
demandará la atención de muchas generaciones. Pero
puede hacer que la Iglesia la emprenda bajo nuevas con-
diciones, mejores que aquellas n que algunos de sus
hijos la han emprendido hasta aquí .
R P P A Liégé
O.
P :
El Papa ha presentado
muchas vec s el Concilio esperando de él un rejuveneci-
miento de la Iglesia. . . Lo cual supone, en consecuencia,
una reforma de los comportamientos y de la instituciones
para que, según la palabra de Juan XXIII, 'la Iglesia
vuelva a tener un rostro más evangélico' .
R P Georges Mollard:
Sacerdote de parroquia du-
rante treinta y cuatro años, yo espero el Concilio como
un Pentecostés, un resurgimiento evangélico para la Igle-
sia niversal . Para vivir su fe y dar testimonio del
Evangelio en pleno mundo, el pueblo cristiano tiene ne-
cesidad de la palabra de Dios. Ahora bien, actualmente
se nutren de la Biblia algunos privil giados, pero el
pueblo cristiano no tiene acceso a ella. .. Lo importan-
te es que el Pueblo de Dios viva de la Biblia .
Los laicos italianos:
Esperamos que la Iglesia rei-
vindique abiertament una libertad completa, pero des-
provista de privilegios, de modo que los católicos se sien-
tan en la obligación d mantenerla viva y en acción por
medio de su fe y de su espíritu de sacrificio e iniciativa .
Este deseo de una libertad sin privilegios para la Igle-
sia. .. lo comparten, en nuestra opinión, un gran núme-
ro de católico en Italia .
De las opiniones de los ortodoxos, entresacamos las
iguientes:
Jean Meyendorff:
Es evidente que el Papa actual
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no se contenta solamente con desear la unión, sino que con-
cibe la unidad como un problema a la vez externo de la
Iglesia de Roma. Al convocar el Concilio, ha querido
crear, en el interior mismo de la Igl sia Romana, con-
diciones tales que la unión de lo cristianos se haga po-
sible . Su diversas declaraciones relativas al Concilio,
su deseo de acentuar su propia función de 'obispo de
Roma', un obispo local, 'hermano' de todos los obispos
del mundo -Pio XII acentuaba, por lo contrario, su
'episcopado
universal'e+
y, en fin, su deseo de plantear
de un nuevo modo el problema de la unidad de los cris-
tianos, todo esto ha mostrado que Juan XXIII se ha es-
forzado por operar un verdadero retorno a las fuentes
de la tradición cristiana .
Nikita
Struve Lo que los ortodoxos quisieran es
que Roma los reconozca por fin como lo que quieren ser
y tienen la conciencia de ser. Que la ortodoxia no sea
considerada ya como un cisma puramente de jurisdicción
debido a factores no teológicos y perpetuada por rancios
nacionalismos. .. Que los ortodoxos no sean considera-
dos ya como parientes pobres, separados a su pesar, y a
los cuales se trata de reunir a Roma a toda costa .
Por el lado anglicano y reformado, marcamos estos
conceptos:
Obispo Stephen Neill
una de las grandes figuras del
Concilio Mundial de Iglesias:
¿
Revestirá el Concilio
una alta significación? Eso depende de que consienta o
no afrontar un cierto número de graves problemas, y ha-
cer respecto a ellos declaraciones perfectamente claras e
inequívocas. Las otras IgI sias quieren saber exactamen-
te dónde se hallan en relación con la Iglesia Católica
Romana .
Estos últimos años se ha manifestado en el seno de
la Iglesia Romana algo así como una renovación vital
que los otros cristianos no han podido menos que ohser-
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var on la mayor satisfacción. Así, el hincapié que re-
.
nt m
nte e ha hecho en la Biblia, su lectura por los
lai 0 la publicación de una verdadera ola de numero-
sa y excelentes traducciones de la Biblia católica en mu-
h s lenguas, el renacimiento de una predicación bíblica,
on otras tantas mani:festaciones que un obs rvador an-
glicano no podría acoger más que con piadosa gratitud .
El Concilio podría ejercer una influencia profunda
y decisiva sobre este punto: la formación que reciben la
mayoría de los sacerdotes católicos romanos en cuanto a
las Iglesias no romanas es una muy grave insuficiencia.
Muchos no han leído jamás una sola palabra sobre la
teología de dichas Iglesias: no las conocen sino al través
de manuales que ya no tienen vigencia y que resultan hoy
verdaderamente inadecuados .
M ichel Wagner: Es necesario que todas las Iglesias
cristianas, más bien poseídas por la verdad que poseyén-
dola, en una renovación evangélica que las lleve de nue-
vo a los primeros tiempos de la Iglesia, se abran junta.
mente a las cuestiones y problemas nuevos de este mundo,
aprendan a considerarlo con el ojo amoroso con que Dios
lo ve y acepten darle, con tanto amor como El, la res-
puesta justa de la gracia .
Georges Casalis : ''Yo creo que la celebración del Con-
cilio puede sobrepasar en importancia todo lo que se
puede prever para él . Yo creo
-y
esta fe sostiene mi
intercesión- que el poder de la verdad y el amor del
Espíritu se manifestarán también en el Vaticano
y
que
se renovarán muchas cosas . El redescubrimiento del
Evangelio como buena nueva para todo hombre, sea quien
fu ire, el anuncio de la gracia y la liberación, el llamado
al gozo
y
la esperanza, tal debiera ser la preocupación
mayor
d e
los miembros del Concilio .
Ceorges Crespy: El Concilio del Vaticano debe te-
n r, todo el mundo está en ello de acuerdo, una impor-
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tancia decisiva para la renovación de la vida de f~ en ~
interior de la Iglesia Católica . Pero, ¿ en nom re e.
u
, he de hablar? Ciertamente no en nombre del la
I
elp.
q . 1 d a a g esta
ranza, siempre por completo 1USf°rla, e ve~ madre pero
, ., La Re orma
es rm ,
.atólica protestantlza,rse. d . d los hijos de
no me parece que pueda ser madre e too os ue too
Dios Simétricamente, tampoco creo m esp~:o q
dos l~~ 'cristianos sean un día cató~icos rO~~~~~r' s;omq:,~
deseo con más fuerza, es q~e ~nslo, Eml
1
P d 'Teilha:d
if í Senorlo
a re
nüique, y ~am leste su nt~' En un globo terrestre,
emplea una l~~gen mU
h
sfI~~e en 'el Ecuador, al máximo
dice, los ~er~dlanos s~ a Pero en el Polo convergen.
de su alejamIento
recíproco- .
hi 1 1 0 1 0 se encuentra Cristo .
Pues, len, en e
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E L C O N C IL IO E C U M É N IC O Y L A L IB E R TAD
R E L IGIO S A
Noviembre
28, 1962
Si la autoridad del Papa Juan XXIII y la influencia
de la que se empieza a llamar ala progresista de la
Iglesia Católica Romana, logran afirmar su ascendiente
en la marcha de esa importante rama de la cristiandad,
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recepción protocolaria qu les ofreció el aticano y en
la que el cardenal Bea los llamó mis h rmanos en Cris-
to ; la clara afirmación de éste, de que entre las dife-
rentes ramas de la cristiandad existen lazos más fuertes
que nue tras diferencias ; el hecho de que en el cuerpo
privado de consejeros del Papa, en relación con el Con-
cilio, figure uno de los teólogo protestantes más ilustres
de nuestros días: Oscar Cullman, y otros indicios de to-
lerancia y fraternal cordialidad, son augurios de una
nueva era en las relaciones de la Iglesia Católica Roma-
na con las demás iglesias cristianas.
Claro está que no faltan problemas, tanto de doctri-
na como de práctica, interponiéndose en el camino de
esas relaciones. Y uno de los más agudos, que tendrá que
tratarse tarde o temprano, ya en sesiones abiertas o en
pláticas privadas, ,es el de la libertad' religiosa. Una de
las proposiciones condenadas en el famoso SyIlabus de
errores, promulgado por Pio IX en 1864, es la de. que
la libertad de conciencia y de cultos es un derecho inhe-
rente de todos los hombres.
Estrictamente hablando, el Syllabus no es una deela-
ración ex cathedra y por lo tanto no e
tá
protegido por
el dogma de la infalibilidad papal. Así lo han explicado
autores católicos entendidos. Es decir que es un documen-
to que los propios católicos pueden discutir, y que el Va-
ticano puede en cualquier momento revisar y si fuere ne-
cesario rectificar.
o obstante esta salvedad, en la práctica la actitud
general de las autoridades católicas romanas en la ma-
yor parte del mundo, particularmente en países de ma-
yoría católica romana, ha sido hasta nuestros días nor-
mada por aquella directiva papal. Todavía en 1948, por
ejemplo, Civiltá Cattolica de Roma, deela.raba:
La Iglesia Romana, convencida, mediante sus pre-
62
rrogativas divinas, de que ella s la única Iglesia verda-
dera, debe exigir el derecho de libertad para ella sola ...
En cuanto a otras religiones, la Iglesia ciertamente jamás
desenvainará la spada, pero sí demandará que, por los
medios legítimos se 1 s impida propagar falsa doctrina .
Son obvias las consecuencias de la aplicación de esa
posición a las relaciones con otros credos, y especialmen-
te con los profesados por otros cristianos. Los teólogos
católicos romanos no podrán evitar, dadas las nuevas
orientaciones papales, el tener que examinar de nueva
cuenta la cuestión de si la libertad de conciencia en asun-
tos religiosos, al igual que en otros, es o no un derecho
humano inherente que debe garantizarse y protegerse.
Que sí lo es lo afirma claramente el artículo
18
de la
Carta niversal de los Derechos Humanos, proclamada
por la ONU, y aceptada, el menos en principio, por todos
los gobiernos de la Tierra.
La necesidad de esa revisión, y la esperanza de que
el Concilio la incluya en su temario, ha sido expresada
por algunos portavoces católicos del ala liberal. Escri~e,
por ejemplo, Daniel J. Callahan, en el núme~o especl~l
dedicado por la revista católica francesa Esprit al ConCI-
lio (diciembre de
1961):
A pesar de todo, el Concilio .debería ocupars:. de la
libertad religiosa y de la tolerancia, Un~ declaraclOn, ~o-
sitiva de su parte sobre ese asunto sena muy benéfica
tanto fuera como dentro de la Iglesia: .les renovaría a
los no católicos la seguridad de que la Iglesia tien~ p~ena
confianza en la libertad humana, y haría nacer indirec-
tamente en su evolución interna una disposición favora-
ble a la libertad, que con demasiada frecuencia parece
hacer falta .
Hay países en que.' por
1 0
me~~s de facto si todavía
no de jure las autondades .cleSlaStlC~Sro~a:la:,. y en
buena parte la masa de los fieles de dicha
filiación,
re-
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conocen y practican, en sus relaciones con los no católi-
cos, e a libertad. Por ejemplo, los países del norte de
Europa, en buena medida los Estados Unidos,
y
los paí-
ses de otros continentes en que los católicos romanos son
minoría.
Pero si el Concilio trata el punto, no podrá e itar
el examen de la situación que prevalece en países como
España, Colombia y la mayoría de los países iberoame-
ricanos, donde las minorías protestantes sufren serias li-
mitaciones de sus franquicias cívicas, y donde suelen
ocurrir brotes de persecución violenta. Lo cual va en
contra, desde luego, del espíritu cordial y del reconoci-
miento de vínculos cristianos comunes, que representa el
actual Sumo Pontífice.
La actitud de las jerarquías y las masas católicas
tendrá que modificarse en esos países, para ponerse a
tono con la actual política amistosa del Vaticano hacia
los hermanos separados . Habrá que estar pendientes
de las orientaciones que al respecto puedan resultar del
Concilio. Es de esperarse que si, como puede suceder,
son las mismas que Su Santidad Juan XXIII personifica,
las mayorías católicas y sus directores en esos países no
quieran ser más papistas que el Papa .
E L C O N C IL IO E C U M ÉN IC O Y L A R E N O V AC lO N
D E L A IGL E S IA
Diciembre 4, 1962
El mayor acercamiento recíproco
y
las relaciones
más cordiales de la Iglesia Católica Romana con las otras
confesiones cristianas, dependen en buena medida de la
actitud propicia al diálogo amistoso que asuman una y
otra parte. Pero también dependen, y en forma decisiva,
del grado de renovación interna que la propia Iglesia
Católica Romana experimente como resultado de las
orientaciones y resoluciones del Concilio.
Al emplear la palabra renovación no hacemos más,
aunque hablando desde afuera, que repetir lo que promi-
nentes portavoces del catolicismo romano vienen dicien-
do desde que
comenzó
a prepararse la trascendental
asamblea del Vaticano. Entendemos que S. S. Juan XXIII
mismo ha expresado la esperanza de que dicho Concilio
suscite un rejuvenecimiento de la Iglesia.
Se expresa lo mismo desde el título del ya afamado
libro del teólogo Hans Küng, a la vez que se precisa la
estrecha relación que hay entre esa renovación y los tra-
bajos en pro d la unidad cristiana. En la traducción
fran a dicho título reza: Concilio y retorno a la uni-
dad. Renovarse para suscitar la unidad (Ed. du Cerf,
París, 1961).
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Una de las preguntas de la encuesta realizada por la
revista católica francesa Esprit a la cual hemos aludido
en anterior artículo, es bastante explícita a ese respecto:
¿Cuáles son los puntos en qu os parece particularmente
deseable una reforma, un rejuvenecimiento, una innova-
ción? Y luego se explica: Se le demanda a la Iglesia
un gran esfuerzo de purificación y renovación para que
este Concilio sea una etapa esencial en el camino de la
reunión de las Iglesias .
Las informaciones de prensa que nos llegan de Roma
--entre las cuales destacan los penetrantes reportes del
enviado especial de Excélsior R. P. Ramón de Ertze Ca-
ramendi-, marcan cuestiones importantes que se han es-
tado discutiendo en las comisiones preparatorias o que
flotan en el ambiente general del Concilio, y en relación
con las cuales se proponen, proyectan o presienten cam-
bios de alguna consideración. A la luz de esos informes
parece que pueden percibirse ya por lo menos las direc-
ciones en que esa renovación interna de la Iglesia Cató-
lica Romana podría producirse.
Respondiendo a la encuesta de
Esprit
el padre P. A.
Liegé, O. P., ha hecho una rápida enumeración de algu-
nos de los puntos en que espera esa renovación, al hablar
de una reforma de los comportamientos y las institu-
ciones para que, según la palabra de Juan XXIII, la
Iglesia recupere un rostro más evangélico . Y continúa:
Respecto a esta reforma de la vida y las institucio-
nes, se desea ver consagradas las aspiraciones de nume-
rosos cristianos: costumbres más fraternales y evangéli-
ca en el gobierno de la Iglesia; pobreza de prestigio y
de poder para que se transparente mejor la fe; elimina-
ción de una herencia tradicional de prácticas que fa-
vorecen la superstición, y mayor seriedad en las prácti-
cas; adaptación del derecho canónico y de la liutrgia;
impulso misional; descIerización; hacer r saltar el valor
66
de lo esencial d 1mensaje de la fe; lucha contra los con-
formismos mundanos y eclesiásticos. etc.
Por su parte el padre Yves M. J. Cangar, O. P., uno
de los más preclaros ecum nistas del catolicismo contem-
poráneo, llega todavía más al fondo de la cuestión, o sea
al nivel de la doctrina y d 1mensaje mismo . Hace hin-
capié en la importancia de que la predicación sea una
proclama de la Revelación bíblica y evangélica , la
cual, dice, no es, en su intención esencial, un sistema
de tipo teórico, sino una afirmación simple, a la vez que
muy rica, sobre lo que es la verdadera relación religiosa,
la relación del hombre hecho a la imagen de Dios con
el Dios Viviente .
y hablando del estilo de predicación que el mundo
necesita hoy, añade: Esto exige un redescubrimiento del
Dios bíblico, del Dios Viviente. Esto requiere una cierta
noción, o más bien una cierta realidad, de la fe como en-
trega al Dios Viviente: lo cual no traiciona en nada los
aspectos intelectuales de esa fe, antes les da su verdadero
estatuto y su verdadera plenitud bíblicos .
A base de lo que está aconteciendo ya en el seno de
la Iglesia Católica Romana, y de lo que se espera que
acontezca aún, n esa dirección renovadora, se señalan,
por el lado de los cristianos no romanos, algunos princi-
pios que, de seguirse acentuando o de llegarse a acentuar
n ella, harán más cordidal, amistoso y fraternal el acerca-
miento intercristiano, ya que no la fusión de todas las
ramas cristianas en un solo tronco.
Sólo mencionados, esos principios centrales son: (1)
n mayor hincapié doctrinal y práctico en la centralidad
d Jesucristo como único Salvador, y como Señor supremo
la Iglesia y del mundo; (2) Un reconocimiento patente
la Biblia como fuente fundamental de la Revelación,
n primacía sobre la tradición, y como crit?rio final
sobre la validez de r ta; (3) Una mayor sencillez y un
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cont nido más rico de efectiva edificación en el culto,
n luyendo la simplificación ornamental, el uso de las
1 nguas vernáculas, la más. activa participación congrega-
i nal,
y
el empleo de las dos especies en la comunión
otorgada a los fieles; (4) La descentralización de la
autoridad eclesiástica, dando mayor autogobierno a las
dióceses, y (5) Una participación más amplia
y
activa
del laicado en el gobierno, la vida y el trabajo de la
Iglesia.
El esperar de la Iglesia Católica Romana cambios en
esas direcciones, y el ver con beneplácito que algunos de
ellos se estén iniciando ya, no significa, por supuesto,
que las demás confe iones cristianas no necesiten a su
vez, de experimentar también ellas una renovación y un
rejuvenecimiento. Küng ha hablado,
y
con razón, de la
nec idad de que el protestantismo xperimente una se-
gunda Reforma. ¿No podría decirse también que es me-
nester que la Iglesia Ortodoxa Griega igualmente se re-
nueve y rejuvenezca?
Porque hay dos hechos que no pueden negarse,
y
que
se aplican por parejo. Toda in titución que está compues-
ta de seres humanos y que vive y actúa en el mundo
-las Iglesias no son excepciones-, propende fatalmente
a cuajar en formas rígidas, a estereotiparse, o aferrarse
a las formas externas exigidas una vez por las circuns-
tancias del medio a fin de contener, sin derramarse, su
depósito de verdades y de convicciones, cuando esas cir-
cunstancias han cambiado revolucionariamente, y deman-
dan nuevas formas a fin de que el contenido no escape
o se extinga.
y el segundo hecho es que si esas instituciones no
quieren quedarse a un lado, como simples reliquias vene-
rables del pasado o como ruinas patéticas de un desas-
tre, tienen que experimentar una constante renovación.
Lo que D'Annunzio dijo de Rinovarse o morire , es
68
verdad tanto para los individuos como para las corpo-
raciones.
Por lo que toca a las Iglesias, hay, felizmente, un
tercer hecho que es a la vez seguridad y esperanza. El
Espíritu Santo de la promesa es espíritu de vida
y
no de
muerte. Y si El está presente en la Comunidad Cristiana,
y
si ésta se somete dócilmente a su ímpetu
y
guía, vivirá
en un estado de perpetua renovación. Manteniendo la
esencia de la fe, sabrá hallar para ada generación las
formas visibles más adecuadas para proclamarla y vivirla
eficazmente.
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/O H N R M O TT~ C R ISTIAN O U N IV E R SAL
Junio ]P, 1965
El viajero que corre a lo largo de una carretera que
atraviesa el condado de Sullivan, en el Estado de Nueva
York, puede detenerse ante una placa colocada a un lado
de la ruta, y que lleva esta inscripción: Esta señal domina
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U N P ASO H AC IA L A U N ID AD C R ISTIAN A
Marzo
29 1966
La visita de Su Gracia el arzobispo de Cantórbery,
doctor Arthur Michael Ramsey, Primado de la Iglesia
de Inglaterra, a Su Santidad el Papa Paulo VI, autoridad
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con que el doctor Ramsey declaró que las últimas dispo-
siciones papales sobre el matrimonio mixto no satisfacen
del todo el criterio anglicano al respecto, constituyen una
advertencia a los entusiastas -desde luego minoritarios
en relación con la mayoría renuente- que piensan que
todos estos contactos fraternos y este bienvenido diálogo
interconfesional significan que la unidad visible de todos
los cristianos se encuentra sólo a la vuelta de la próxima
esquina.
Pero considerando ambos aspectos de la cuestión, no
cabe duda de que la visita del Arzobispo al Papa, es
otro vigoroso jalón hacia la unidad cristiana. El mensaje
vivo que de ella emana es que las grandes dificultades
que existen y con justo criterio realista se reconocen, no
deben ser obstáculo suficiente para desalentar el decidido
empeño de obtener por lo menos y por lo pronto una
mejor comprensión y una caridad más profunda , como
lo expresa la Declaración Conjunta de los dos altos jefes
cristianos.
Su Santidad el Papa y Su Gracia el Arzobispo de
Cahtórhery
-dice el memorable documento citado- tie-
nen conciencia, es verdad, de las grandes dificultades que
estorban la restauración de una completa comunión de
fe y de vida sacramental . Esas dificultades Ronde varios
órdenes: doctrinal, litúrgico y, ante todo, administrativo.
Por esto último queremos decir serias diferencias en
materia de orden, autoridad y gobierno eclesiásticos.
La dificultad mayor en este terreno, y no sólo para
los anglicanos, sino para los prote tantes y los ortodoxos
griegos, estriba en la aceptación del punto de vista cató-
lico romano sobre la forma que el gobierno eclesiástico
habría de adoptar en el caso de llegarse a la unificación
de lo cristianos.
Fiel a su doctrina tradicional y básica, la Iglesia Ca-
tólica Romana concibe la unidad cristiana visible, en Sil
164
forma final, como el acatamiento de la suprema autori-
dad del Papa por todos los cristianos, o sea en otros
términos, la final incorporación al redil romano de todos
los seguidores de Cristo que hoy están fuera de aquél.
Tal cosa parece, humanamente al menos no sólo mucho
muy distante sino acaso enteramente im~osible.
El reconocimiento, pues, de las dificultades existentes
ti ne que servir para corregir el optimismo rosado de los
e~~siastas en demasía, a la vez que para aquietar las
parncas alarmas de los renuentes encasillados. No vamos
a amanecer un día de éstos, y ni siquiera en un futuro
previsible, con la noticia de que anglicanos, protestantes
y ortodoxos gri~gos, simple y sencillamente han ingre-
sado en la IgI sia de Roma.
O
de que ésta ha entrado,
como una de tantas, en el Consejo Mundial de Iglesias.
Pero esta marcha hacia la unidad cristiana, que es
uno de 10.s.más grandes sucesos de nuestro siglo en el
campo relIgIOSO,o tal vez el mayor, ya no puede ni debe
contenerse 'por el solo hecho de que la meta final de-
finida de una u otra manera, no haya de alcanzarse acaso.
Tras el honrado reconocimiento de las dificultades el
Papa y el arzobispo declararon que están unánimem~nte
decididos a promover contactos responsables entre las
dos comunidades en todos los campos de la vida de la
Iglesia en. los que la .c,olaboración puede llevar consigo
a una
mejor
comprensron y una caridad más profunda .
En un mundo trágicamente escindido por diversas cla-
ses de.~isensiones, entre l~s.cuales no es la menos trágica
la religiosa, el que los cristianos de todas las confesiones
señalemos en vanguardia la ruta de la convivencia humana
pacífica, por la manera como convivimos' y colaboramos
los unos con los otros, por encima de nuestras diferen-
cias, es no sólo la obligación que nos encomendó nuestro
C?mÚllSeñor y Salvador, sino un ejemplo y un testimo-
mo que la hora demanda con urgencia.
165
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Porque nosotros, los crrstranos, hasta muy próximos
días, no hemos dado --confesémoslo-, ese ejemplo y
ese testimonio. Las guerras y persecuciones de unos cris-
tianos contra otros, aun cayendo en la blasfemia de in-
vocar para ello el nombre y el auxilio de Cristo, han
llenado de sangre y dolor muchas páginas negras de la
Historia. Ya era hora --como que han pasado casi veinte
siglos de hahérsenos ordenado-, de que nos veamos mu-
tuamente como hermanos, no sólo de labios sino de hecho.
y aunque no logremos jamás la unidad orgánica vi-
sible en un solo cuerpo' institucional sobre la tierra, ni
quedemos todos sujetos a una sola j rarquía eclesiástica,
un solo rito y un mismo orden administrativo,- lo menos
que debemos lograr -y los signos de los tiempos indi-
can que con la ayuda divina podemos lograrlo- es,
como dice la Declaración Conjunta citada, una mejor
comprensión y una caridad más profunda .
Atrás, definitivamente, deben quedar los días en que,
al modo farisaico, nos decíamos unas a otros: Tú, an-
glicano o protestante, no eres cristiano, sino hereje . O
Tú, ortodoxo griego, no eres cristiano, sino cismático .
O
también Tú, católico romano, no eres cristiano, sino
papista . El tiempo ha llegado, una vez más, en que sólo
probará ser en verdad cristiano quien de verdad respire
el espíritu de Cristo, El que ama, el que perdona, el que
comprende, el que sirve y ayuda.
¿No fue acaso El mismo quien nos dejó dicho, con
palabra irrecusable: En esto conocerán todos que sois
mis discípulos, si tuviereis amor los unos con los otros
(S. Juan 13.35)?
Pero no se crea que Su Santidad y Su Gracia se
quedaron detenidos en lo que los escépticos podríamos til-
dar de mero consejo de perfección . Porque a continua-
ción de lo antes citado, expresaron estar también deci-
didos
a
realizar el esfuerzo necesario para ver de resol-
66
ver de común acuerdo los grandes problemas que en-
cuentran hoy día los que creen en Cristo . Y encomen-
d,aron ese esfuerzo a la gracia de Dios y la luz del Espí-
ritu Santo.
Se colige que esa colaboración, que seguramente es
de variada índole, entraña el estudio conjunto, franco
pero fraternal, de las diferencias a que antes aludimos.
En otras declaraciones el doctor Ramsey anunció que en
Inglaterra están constituyéndose comisiones mixtas -ca-
tolicos y anglicanos-, para estudiar las diferencias teo-
lógicas y de toda clase entre las dos comuniones, bus-
cando solución o por lo menos comprensión mutua. A este
respe~to, y en otr,o ~bito, cabe recordar que el Consejo
Mundial de Iglesias tiene desde su fundación una Comi-
sión de Fe y Orden, dedicada a un estudio similar. En
ella participan anglicanos, protestantes
y
ortodoxos grie-
gos y colaboran teólogos católicos romanos como observa-
dores.
Eso es lo que significa, para ser realmente efectivo,
el diálogo. No sólo el intercambio de frases amables. Ni
s quiera sólo la expresión de beneplácito por lo que se
tiene de común en fe
y
disciplina. Sino también la con-
versación cordial, cortés, amistosa, pero honrada sobre
las diferencias. '
167
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SU C E SO E C U M É N IC O E N U P SAL A
Julio
16, 1968
• Nueve teólogos católicos romanos forman parte ya
de la Comisión de Fe y Orden, compuesta de 134 miem-
bros, del Consejo Mundial de Iglesias, organismo for-
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profundas, que había entre las confesiones cristianas, en
mal rias de doctrina, ordenanzas y régimen eclesiástico.
Ese mismo año, convencido de que debería convocar-
e a. una conferencia mundial para considerar cuestiones
de fe y orden -según dice en su diario-lanzó la idea,
que fue acogida desde luego. Y así nació lo que se llamó
entonces Movimiento de Fe y Orden.
Tardó, sin embargo, en efectuarse la proyectada con-
ferencia. Pero al fin se efectuó en Lausana, en 1927.
Hubo una segunda (Edimburgo, 1937). El Movimiento
de Fe
y
Orden vino a ser uno de los principales proge·
nitores del Consejo Mundial de Iglesias, y al constituirse
éste en su Asamblea de Amsterdam (1948), se convirtió
en. una de sus más importantes comisiones.
La composición y labores de la Comisión de Fe y
Orden hubieron de limitarse en un principio a la partici-
pación protestante y ortodoxa griega, ya que sólo estos
dos sectores eran -y lo son aún- los que formaban el
CMI. Había la circunstancia de que el Vaticano había
prohibido expresamente a los católicos asistir, ni aun en
calidad de observadores, a la Asamblea de Amsterdam.
Esto cerraba el paso a cualquier posible colaboración, si-
quiera fuese a título personal, en todos los traba jos del
CMI, inclusive los de su CFO.
Pero en el decenio que siguió, el impulso ecuménico
realizó grades avances en el seno del catolicismo romano.
y
surgió la gran figura ecuménica del Papa Juan XXIII,
cuyo espíritu lo hacía hermanarse con los grandes promo·
tores del movimiento ecuménico del otro lado: el arzobispo
Soederblom, el arzobispo Temple, el obispo Brent, el
Rdo. J. H. Oldham, el laico doctor John R. Mott, el doctor
John A. Mackay.
y
sucedió lo que, en la p rspectiva no católica roma-
na, tiene todavía los visos de un milagro: la Iglesia
atólica Romana se abrió oficialmente -y luego más con
202
el Concilio Vaticano II- a las relaciones ecumemcas.
En el campo de la teología, propio de la Comisión de
Fe y Orden, S. S. Juan XXIII dio el primer gran paso.
En su cuerpo privado de consejeros teológicos incluyó a
Osear Cullman, profesor de la Universidad de Basilea,
uno de los teólogos protestantes más significados de
nuestros días.
A su vez, la Comisión de Fe y Orden comenzó a con-
tar con la colaboración de teólogos .católicos en sus con.
sultas, pero, aunque oficialmente autorizados por Roma,
sólo a título de observadores. No obstante, ya dentro de
la corriente del aggiornamento había una circunstancia
que favorecía una más estrecha colaboración. La CFO
tiene sus propios estatutos, y conforme a ellos pueden ser
miembros de ella aun adh r ntes de iglesias que no forman
parte del Consejo Mundial .
Debido a ello, y contando ahora con la buena volun-
tad del Vaticano, ha podido tener lugar este gran suceso
ecuménico de Upsala.
Puesto que tiene que ver con materias de doctrina,
entre otras de relativamente menor importancia, la labor
de la CFO es por demás delicada. Pero por otra parte,
fundamental e indispensable. Tradicionalmente, el odium
theologicum ha sido uno de los más enconados de la
historia, y ha dado lugar a sangrientas guerras y perseo
cusiones que pueden perdonarse pero que es muy difícil
olvidar.
Si, por lo menos entre cristianos, ha de establecer-
se, ya que no la uniformidad dogmática absoluta, por lo
menos una comprensiva concordia, es imposible -y hasta
diríamos que no honrado- eludir la planteación y el
examen serenos de las diferencias doctrinales que dividen
a los cristianos. Diferencias, algunas de ellas, bien pro-
fundas, y dentro de la perspectiva y limitaciones huma-
nas, tal vez insolubles. Diferencias que existen entre las
203
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confesiones protestantes mismas, y entre é tas y la onfe-
sión ortodoxa griega, y entre ambas y la atólica romana.
Sin esa planteación y ese examen de diferencias, el
ecumenismo podría quedarse en una mera relación senti-
mental, romántica, hecba de silencio corteses, de tole-
rancias amables y de sonrisueños apretones de manos.
Claro que esto es de todos modos mucho mejor que
andar unos con otros, por razones de creencia, a tarasca-
das y trompicones. Y a veces, peor aún, hasta con de-
rramamiento de sangre. Pero el espíritu ecuménico, si
ha de significar algo en verdad trascendente en el campo
de la unidad cristiana, y aun de la simple buena convi-
vencia humana, tiene que ser mucho más.
El diálogo cordial sobre esas diferencias es justamente
la principal tarea de la Comisión de Fe y Orden, que
ahora puede contar con la participación plena de teólo-
gos del catolicismo romano. ¿Y cuál es el propósito de
esa tarea? Primero que todo, es el estudio a fondo de
las respectivas doctrinas, expuestas y, aun si se quiere,
decentemente defendidas, por los mismos que las profe-
san. Así se despejan las falsas versiones y hasta las cari-
caturas sobre lo que creen los que no creen igual que
nosotros. Así se eliminan los hombres de paja que
creamos, con nombre ajeno, para luego darnos 1 gusto
de acuchillarlos muy fácilmente,
Tras ello viene, como natural con ecuencia, algo más
positivo. Si esas diferencias se conocen mutuamente a
fondo, es posible descubrir puntos comunes que la polva-
reda de las apolog éticas rampantes y las vocíferantes con-
troversias . no había permitido ver. Y e o significa un
acercamiento efectivo, una comunión de fe, por lo menos
n esos puntos, que obviamente vincula más que la simple
corte ía. El vago pr sentimiento de que entre di cípulos
fieles de Cristo, lo que une es mucho más fundamental
204
que lo que separa, se convierte en feliz hallazgo
y
sólido
conocimiento.
n e am n así permite, a la vez, fijar la verdad ra
índole y el alcance real de las diferencias que quedan.
Se les da cara a los hechos. Pero también se estudia hasta
qué punto es posible, y al mismo tiempo compatible con
la convicción y conciencia de cada cual, reducir o atenuar
esas diferencias. Hecho esto, siempre quedan diferencias
profundas, que no e ve, a fuer de honrado , manera de
suprimir. Pero entonces siempre hay una posibilidad:
la de entender su razón de ser, sin asestarle necesariamente
al qu las sustenta la consabida
reductio ad absurdum
y la de tender sobre esas diferencias insuprimibles, el
puente d 1 amor fraternal.
De un diálogo oficial, conducente a esos deseables re-
sultados, había estado ausente la confesión cristiana que
cuenta con más numerosos adherentes en el mundo. Aho-
ra -desde Upsala 1968- ya no lo está. De ello tienen
que derivarse saludables consecuencias para el movimien-
to que aspira a la unidad cristiana. Por eso hemos dicho
y reiteramos que se trata de un suceso ecuménico tras-
cendenta1.
205
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C ELA M : APU N TES DE U N O BSERVADO R
Septiembre
3, 1968
Medellín Colombia
En lo alto de un monte, y do-
minando la tacita de plata que es Medellín, en el fértil
cuenco formado por el cerco de la serranía, se destaca
el blanco dombo de la capilla del Seminario Mayor, con-
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Va.ticano I1 ( A modo de prólogo , Documento de tra-
bajo}, Esa revisión se haría en relación con la realidad
i~ r~americ~na, en sus varios aspectos: demográfico, eco-
nomico, SOCIal,cultural, político y religioso. Se buscaría
concr.etar cuál haya de ser la respuesta y misión de la
Iglesia ante .esa realidad, definiendo su base teológica y
sus proyeCCIOnes pastorales.
y
lo primer~ que el ,observador ha podido compro-
b~r desde los primeros días del trabajo de la Conferen-
CIa, es el generalizado anhelo de honrada verificación
?e los hec?os, por dolorosos que sean, así en 'la situación
Iberoamen~ana misma como en la actitud y actividad
de la Iglesia frente a esa situación. Se ha querido hacer,
en verdad, un franco examen de conciencia. No se ha
vacilado en señalar fallas, omisiones, deficiencias yerro-
res en el programa de acción que la Izlesia ha seguido
en Iberoamérica hasta el presente. Y e~ ello se ha dado
atención. a ~a voz de los laicos, igual se trate de portavoces
del ~ovImIen~? obrero y del sector campesino que de eco-
norrnstas, sociólogos, antropólogos y expertos en comuni-
cación social.
Las primeras informaciones de la prensa han dejado
la impresión de que existe en el seno de la Conferencia
un agudo conflicto, una profunda división, un cisma casi.
y es que la asamblea ha querido vivir y ha estado vivien-
do ante todo la hora de la verdad. La verdad en cuanto
al mundo que la rodea, pero también en cuanto a sí
misma. Y en esto ha tenido que crearse un clima de li-
bertad y de franqueza.
Posiblemente porque reporteros y corresponsales ten-
gan la experiencia de que en las asambleas católicas
todo aparezca normado por una hermética uniformidad
se han sorprendido al encontrar aquí diferencias de oni-
mono La presencia, además, de prelados como Dom Hel-
der Cámara, el llamado obispo rojo de Brasil, les habrá
2 8
infundido una expectante predisposición, ya que también
asisten jerarcas como el cardenal Mazzoni, nuncio apos-
tólico de Argentina, a quien se tiene por ultra del mte-
grismo de la derecha ,.. .
Sea como fuere, lo cierto es que se
necesita convivir,
como lo ha hecho .este observador, con los participantes
en la Conferencia, y no sólo escuchar las pone~cias sin~
asistir a discusiones de grupo y aun a conversaCIOnes PrI-
vadas, para situar los hechos en su verdadera pe~s~~ctiva.
Sin duda existen diferencias y tensiones de opimon.
y
esto es justamente un signo saludable. Un signo de que
el episcopado iberoamericano .en gen~ral no está dispues-
to ya ni a engañarse a sí mismo ~ll a que. lo ~ng~nen,
sino a buscar
y
poner en práctlca las ImphcacIOnes
profundas del Evangelio, aun si ello significa una refor-
ma a fondo de estructuras y programas de la propia
Iglesia.
Pero nada de esto significa precipitarse en la anar-
guía. Porque los cambios internos que se consideran in-
dispensables para que la Iglesia pu~da participar ca.p,i-
talmente en la promoción del cambio o transformaclOn
de la sociedad, están normados por grandes y sólidas di-
rectrices. Las ponencias, por ejemplo, que podrían lla-
marse más revolucionarias , en el buen sentido de la
palabra, están cuajadas de apoyos derivados d~ las Sa-
gradas Escrituras, de los docuI?entos del Va~Icano II~
y
de encíclica.s y otra~ dec~~racIOne~ .papales Impregna-
das del espíntu y onentaclOn concIhares.
Dentro de este marco de principios básicos se extiende
la gama de los matices, las diferencias, los hincapiés, las
inclinaciones de los conferenciantes. Este observador no
pudo percibir, hasta dónde pudo llegar su limitada ~e~e-
tración en el ambiente de la Conferencia, una OpOSICIón
frontal a las corrientes emanadas del Concilio. Sí le pa-
reció observar tres tendencias entre los participantes, en -
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U NA O LIM PIAD A E SP IR ITU AL
Octubre 15, 1968
México ha introducido, como bien se sabe, una nueva
modalidad en las olimpiadas: la Olimpiada Cultural.
Desde hace meses han venido efectuándose fiestas de
arte y letras en que participan -amistoso certamen-
delegaciones culturales de diversos países. México ha
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por ello menos importante que cualquier otro. De hecho,
un aspecto indispensable.
Porque los Juegos Olímpicos se efectúan bajo el
emblema d la paz. Porque se espera que la amistosa com-
petencia de atletas de todas las naciones, derive en mo-
tivación potente de concordia. Porque se quiere que una
vez más la convivencia olímpica acerque a pueblos que
las pugnas políticas y económicas, y los prejuicio de
toda clase, tratan de convertir en enemigos.
y la paz del espíritu -meta suprema a la que se diri-
gen, por diversos caminos y en la medida de verdad
que poseen, las grandes religiones- es la condición in-
dispensable y la raíz última de la paz entre los hombres.
No se puede obtener la verdadera paz del espíritu sino
en la paz y comunión con Dios. Ni es posible vivir en
paz con los demás hombres si no se les ve y trata como
seres creados a imagen y semejanza de Dios y como
hijos de un mismo Padre Celestial. Al nivel puramente
biológico, no hay solidaridad humana real. Simplemente
como individuos de la misma especie, no queda sino la
ley de la selva: la supervivencia del más fuerte.
Los espíritus religiosos no pueden menos que sentirse
contritos por el hecho de que el sentimiento. religioso, al
convertirse por degeneración en feroz intolerancia, ha
sido a menudo en el curso de la historia un motivo de
discordia entre los hombres. Las guerras de religión no
han sido menos crueles que las motivadas por ambiciones
de dominio y por odios de raza. Mucha sangre han de-
rramado espadas diversamente bendecidas por los repre-
sentantes de confesiones religiosas.
Pero el espíritu ecuménico, inicial y propiamente
cuestión de relaciones intercristianas, ha ensanchado su
aliento y significado, hasta procurar abarcar a los cre-
yentes de confesiones no cristianas. Y en plan de pacífica
y humana convivencia, aun a los que carecen de confesión
224
alguna. Emanando d fuentes característicamente religio-
s~s, el espíritu ecuménico ampara bajo su manto, en
virtud de su propia índole, a todo ser humano, por enci-
ma de cualquier difer ncia.
y
en ese espíritu ecuménico ha surgido la iniciativa
que tanto honra a México y cuyas primeras realizaciones
estamos comenzando a ver. Es la de constituir una Comi-
sión de Servicios Religiosos para los juegos de la XIX
Olimpiada, con integrantes de diversas filiaciones religio-
sas. Su propósito es ofrecer a los atletas olímpicos y de-
más visitantes, oportunidades para el cultivo de su vida
espiritual, según el credo de cada uno.·
El primer acto público patrocinado por la Comisión
ha sido la Jornada Ecuménica por la Paz, efectuada la
noche del jueves último en el estadio de la Ciudad de los
Depo~tes. EXCELSIOR y otros órganos de la prensa han
ofrecido a sus lectores extensas reseñas de la ocasión, que
no ? a y qu~ .repetir aquí. Basta recalcar qu.e la partid-
pacion
religiosa fue quíntuple: tres sectores cristianos
-católico romano, ortodoxo griego y protestante-, y al
lado de ellos el judaísmo y el budismo zen.
Es significativo que la fuerza y destreza físicas han
servido a las grandes religiones como parábolas de
la
vida moral Y ~~pirit~a~.Así, aunque el judaísmo repudió,
por la asociacion ongmal con prácticas paganas los cer-
támenes atléticos grecorromanos, la figura del hombre
físicamente fuerte pudo ser evocada por el profeta Isaías
al exclamar:
Los mancebos se desmayan y fatigan, -los jóvenes
se tambalean vacilantes, -mas los que esperan en el Se-
ñor -ganarán nuevas fuerzas: levantarán las alas como
águilas, -correrán sin fatigarse, -caminarán sin des-
mayar (40.30, 31).
.y ~l apóstol Pablo, que es muy probable que visitara
Olimpia, pero que de todos modos sin duda había presen-
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-ciado competencias atléticas, se servía de ellas como me-
táfora de la vida cri tiana, y exhortaba: ¿Ignoráis acaso
-que
de los que corren en la pista, aunque es cierto que
tO?O~~o re~, e~ uno solo ~l que recibe el premio? iCo-
rred de tal manera que lo obtengáis
Y
pensando en la
'guirnalda de laurel del atleta victorioso, se ref ría al
premio de la vida eterna como una guirnalda que na
se marchita nunca (la. Ep. Coro9.24,
25 .
Y ~s significativo también que judaísmo, cristianismo
'Y.hudismo, n~ obstante sus-divergencias y disparidades,
cifren en el amor a los demás hombres el supremo se-
creto de la paz y la concordia. Así lo expresó de su parte
el rabí Melamed, recordando Ia gran sentencia del Le-
vítico: Ama a tu prójimo como a ti mismo
(19.18),
que
según algunas autoridades, entre las cuales Martín Buber
ha 'de traducirse más bien: Ama a tu prójimo: es
como
tú mismo .
Este mandato, ratificado textualmente, y recalcado
por Jesucristo con su Amaos los unos a los otros , fue
evocado igualmente por el arzobispo Miranda y el obispo
metodista Alejandro Huíz portavoces cristianos. Y tamo
bién el portavoz budista, reverendo Takata, dio a su meno
saje el tono del amor mutuó y la buena voluntad entre
los hombres. ¿No dejó dicho Buda: El odio no cesa por
el odio, sino sólo por el amor: tal es la regla eterna ?
La Jornada Ecuménica por la Paz ha iniciado, para.
lela a la Olimpiada Cultural y a los Juegos Olímpicos,
una Olimpiada Espiritual, cuyo centro visible será la Ca-
pilla Ecuménica, próxima a la Villa Olímpica. De ahí irra-
diará, esperamos, el sentido profundo de lo trascendente
y de lo eterno. Conjugándose con la labor de la Comisión
de Servicios Religiosos, habrá sin duda otras iniciativas
impregnadas del mismo espíritu. Desde luego, por ejem-
plo, la Sociedad Bíblica de México está haciendo clrcu-
22 6
lar, bajo el título de Más que victoriosos un cuadernillo
de selecciones bíblicas .
Para quienes no pudieron concurrir a la Jornada ano
tedicha, transcribimo a continuación el texto íntegro de
la Oración por la paz del mundo , que los asistentes a
ella el varon al unísono:
Te agradecemos, oh Dios, que el día de hoy haya.
mos podido celebrar este fraternal encuentro. Un rayo
nuevo de tu luz ha guiado nuestros corazones hacia ti
y hacia el destino de toda la familia humana. Dentro
de nuestro mundo dividido, queremos 'que estos Juegos
Olímpicos, que son ya un testimonio de cooperación entre
los hombres, sea también un signo de fraternidad basada
.
en ti
Queremos aceptar nuestra responsabilidad por cada
hombre, creado a tu divina semejanza. Queremos traba-
jar por un mundo mejor, que respete y promueva la
libertad y la dignidad de todos los hombres y de todos los
pueblos. '
Padre misericordioso, enséñanos a vivir en paz
y
amor, a pesar de estar en continua competencia, corno
lo hacen ahora millares de atletas. Que nosotros, seres
humanos, nos veamos unidos, como en este momento
las banderas del mundo. Sé nuestro guía para ganar la
carrera de la paz, que s obra de la justicia, y así ganar
la carrera de la vida. Amén .
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O C TAVAR IO D E LA U N ID AD C R ISTIAN A
Enero
21, 1969
Se está celebrando en la ciudad de México, en la
presente semana, con reuniones interconfesionales en va-
rias iglesias católicas, protestantes y ortodoxas griegas, el
Octavario de Oración Universal por la Unidad Cristiana.
La celebración ha sido preparada por una comisión ecu-
ménica semioficial, con apoyo
y
participación de algunas
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La celebración había sido, sin embargo,. aunque ~n
octavario en forma, de índole sólo parroquial. Pero a
.n lusión de no católicos entre los oradores. sagrados ~e ~a
semana le prestaba ya su carcácter propIO y consntina
. . adecuada para lo que ahora acontece
una preparaclOn ., . bi
por primera vez n esta ciudad. La celebración, 1 len
h
., o d la parroquia del padre
Barreto,
se ha
e
a micra o
en
did f de ella y abarca dos templos protestantes,
xten 1 o uera ,
dos ortodoxos y tres católicos.
Desde hace mucho tiempo que en los tres ~ectores meno
. -d de la cristiandad se hacían oraciones por la
ClOna os o o
unidad de los cristianos, ya ocasIOnalmente ya e~ Clero
tas partes de la liturgia establecida, ya en días ~pocas
especiales. Pero no obstante su asunto .y proposI~O, se
oraba por separado. Y, además, predominaba ~ acenoto
1
o
i
ta Cada confesión oraba por la unidad CrIS-
xc USIV . .
tiana, pero entendiéndola roayorI?,ente co~o una mcorpo-
ración de los otros a la confesión propIa: ,
A
. 1895 el Papa León XIII ínstituyo la Nove-
SI, en , 1 b
na del Pentecostés con el propósito de apresur,~r a o. ra
de reconciliación de los hermanos s~pa:adoos, . P?r otra
t curiosamente con la misma inclinación, solo que
~:f
~r~ campo, dos ministros anglicanos, del ala llamad~
anglo católica , iniciaron en 1908 la Octav~, de la y ~ n
dad de la Iglesia, que o~spiraba a una fusión orgamca
de anglicanismo y catolIcIsmo romano. . . úl
La conversión de un? de los dos mmIs,tros a ~sta -
tima confesión despertó suspicac.ias esto adhesiones a
la celebración dentro del anglicanismo. Y dentro de~
catolicismo, por influencia del converso, la Oc~~va llego
franco medio para procurar la
conversión
de los
a ser un 1 ..
no católicos a esa comunión. E mimstro que p rr_nane-
ció en el anglicanismo siguió trabajando por .la reI~C?r-
. , de la Igle ia Anglicana a la IgleSIa Católica
poraclOn
23
Romana. y esto hizo caer el movimiento en un callejón
sin salida .
Pero en las varias confesiones cristianas sobr vivía,
no obstante, un concepto de la unidad de los creyentes
que taba más próximo al anhelo original -puesto que
la oración de Jesucristo no imponía en sí una sola y
precisa manifestación orgánica- y que tenía un sentido
genuinamente ecuménico. Sería la oración por la unidad,
pues, no una rogativa para que los cristianos de otra con-
fesión se convirtieran a la propia, pues de ser así ya no
habría posibilidades de oración conjunta. Y se efectua-
ban aquí y allá, aun dentro del propio anglicanismo,
semanas o días de oración por la unidad, exentas de
intención proselitista.
Debemos al padre Paul Couturíer, ya finado, de Lyon,
Francia, la inspiración y la fórmula ecuménicas para el
octavario actual de la unidad de los cristianos. Su labor
de reconciliación con el protestantismo -no en sentido
de reabsorción sino de fraternal relación- había sido
empeñosa y a la vez humilde, hasta el punto de promover
en las iglesias católicas actos públicos de penitencia por
la matanza de la Noche de San Bartolomé.
El padre Couturier instituyó, para celebrarse del 18
al 25 de enero, la Semana de Oración Universal, pero
con intención diferente a las novenas u octavas que hasta
entonces se habían efectuado dentro del catolicismo y en
algunos sectores del protestantismo. Volviendo a la moti-
vación de la oración intercesora de Cristo, propuso que
la semana se dedicara a pedir a Dios la unidad que
Cristo quiere para su Iglesia, por los medios que él
quiera . ¿ Qué Índole y forma de unidad?, ¿ cómo
y
cuándo realizarla? Tal cosa se deja a la voluntad de
Cri to y a la dirección de su Espíritu. ¿ Qué cri tiano
verdad ro podrá negar e a orar en esos t' rminos al lado
de su hermano de otras confesiones?
23
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Con su primera celebración en enero de 1936, el pa-
dre Couturi r abrió la vía para un octavario realmente
cuménico. Mientras tanto, n el sector protestante la
celebración se había ido orientando desde 1920 en el
mismo sentido. El Consejo Mundial de Iglesias, funda-
do en 1948,
y
del cual formaban parte iglesias ortodo-
xas griegas, adoptó el patrocinio ecuménico de la idea.
y cuando se cambió del Pentecostés a enero 18 al 25 la
fecha de la celebración, pudo consolidarse ya el carácter
ecuménico de ésta.
Desde hace años el llamado y el- programa para la
Semana de Oración Universal por la Unidad de los Cris-
tianos se emiten conjuntamente por el Secretariado de
Fe
y
Orden (o Constitución), del Consejo Mundial de
Iglesias, y por un grupo de representantes de centros ecu-
ménicos católicos, constituido con la aprobación del Se-
cretariado por la Unidad de los Cristianos, que venía pre-
sidiendo el finado cardenal Bea.
Es el programa que está sirviendo de guía, con la
fórmula del padre Couturier como epígrafe, en la cele-
bración del octavario de esta sarnana, cuyo tema central
es la libertad cristiana, según el concepto expuesto por
San Pablo en su Epístola a los Gálatas.
En México hay heridas recientes, abiertas todavía,
que la intolerancia religiosa ha causado. Hay antagonis-
mos, resentimientos, recelos entre los cristianos de las va-
rias iglesias. El espíritu de cruzada -en el sentido
agresivo y triunfalista de la palabra- domina aún en
muchos medios religiosos. Todavía se pronuncian y escri-
ben tiradas polémicas de tono violento y de efecto ofensivo.
Todavía en un mundo al que se le dice que su esperanza
está en Cristo, y en el que el anhelo de paz es acaso más
vivo que nunca, muchos discípulos de Cristo ofrecen el
triste espectáculo de los rencores y las pugnas entre sí
mismos.
232
En este doloroso panorama, bien pueden parecer los
contactos, diálogos y oficios de oración ecuménica, como
el presente octavario, gotas in ignificantes de aceite en
un mar de encabritadas aguas. Con todo, su fecto acu-
mulativo puede, asistido por el poder divino, llegar a
ser más considerable de lo que se piensa. En todo caso,
la fraternidad sin cálculos ulteriores es deber esencial de
los cristianos. Y es por ella por la que pueden unirse en
una de las plegarias del octavario:
Señor Jesús, danos la lealtad de reconocer y la va-
lentía de rechazar lo que en nosotros se esconde de indi-
ferencia, desconfianza y aun hostilidad mutuas. _. En Ti,
que eres el Amor perfecto, haznos encontrar el camino
que conduce a la unidad en la obediencia a Tu Amor y
a Tu Verdad .
233
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EC U M E N ISM O DE L SILE N C IO
Enero
28, 1969
Con buen
éxito
para ser un primer experimento en
esta capital, aunque con menos asistencia que la que era
de desearse, concluyó el sábado 25 por la noche la Se-
mana Universal de Oración por la Unidad Cristiana, a la
cual se aludió en esta columna hace ocho días, La ce-
lebración compuesta cada noche de breves mensajes, cán-
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8/18/2019 Para Que El Mundo Crea Nuevo
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las varias comunidades participantes.
Hubo
no obstante,
en las liturgias empleadas, así como en la fisonomía fío
sica -por decirlo así- y en el arreglo de los templos
en que se efectuaron las rogativas por la unidad, suficiente
variedad para que un aspecto importante de esta xpe·
riencia ecuménica haya sido la disposición a comprender y
apreciar los unos las tradiciones rituales de los otros.
Quedó, por supuesto, en esta experiencia, como queda
en pie en todo lo comprendido por el movimiento ecumé-
nico, el hecho de la existencia de profundas diferencias,
y aquí y allá, aun oposiciones dogmáticas y de constitu-
ción eclesiástica. Y no de ahora sino de siempre ha sur-
gido la cuestión vitalísima de si el éxito y el futuro del
movimiento ecuménico
ha -
de asegurarse sólo por uno
de dos únicos caminos: el de que los participantes des-
tiñan o aun repudien aquellas convicciones 'que no como
parten los demás, y el que parece más fácil o sea el de
guardar hermético silencio, en presencia unos de otros,
sobre lo que los separa.
Un ecumenismo de infidelidad a la verdad, según a
cada comunión ha sido revelada y encomendada o un
ecumenismo del silencio, y reducido, como dijimos antes,
a cortesías y carantoñas. Pero, aunque si sólo esto
últi-
mo fuera, ya sería un gran progreso sobre el andar a
perros y gatos como en tristes épocas y situaciones no
superadas por completo todavía, el ecumenismo bien
entendido no puede solamente ser lo uno o lo otro: un
ecumenismo de infidelidad o uno de silencio.
Por fortuna, no son esos los dos únicos caminos que
se le ofrecen al ecumenismo, de manera que el dilema
resulta falso, aunque a decir verdad uno y otro de sus
términos ofrecen tentaciones para algunos. Cuantos
dírí-
gen el movimi nto ecuménico sincera y conscientemente,
desde posiciones ya máximas, ya mínimas, no creen que
el precio que deba pagarse por la reconciliación y la
unidad de los cnstianos haya de ser necesariamente la
infidelidad o el silencio.
Por lo contrario, saben que no puede haber ecume-
nismo auténtico y efectivo si no se llega alguna vez a
encarar honrada y valerosamente el hecho innegable de
las diferencias. Ningún paso en firme hacia la unidad
de los cristianos puede apoyarse en la ignorancia o la
mentira. Pero el cotejo necesario e inevitable de las dife-
rencias no puede ser, de ninguna manera, el primer paso.
Porque la cosa es tan delicada que se impone una pre·
paración, que en ciertas situaciones pudiera requerir al-
gún tiempo.
y
lo primero en esa preparación es el acercarse
unos a otros para conocerse mejor, rompiendo las barre-
ras de los prejuicios, las enemistades, los recelos, las
malquerencias y los resentimientos, ingredientes funestos
de la intolerancia y de las guerras religiosas, frías o
calientes. Yeso demanda trato social y exige, claro está,
cortesía y buena voluntad. No que el ecumenismo haya
de limitarse siempre a eso. Pero sí es un indispensable
prefacio para la reconciliación y la convivencia fraternal.
Un segundo paso puede ser el de compartir tareas
comunes compatibles con la conciencia de los participan-
tes; Por ejemplo, celebraciones como la Semana Univer-
sal de Oración, labores como la del comité interconfe-
sional que atendió los oficios religiosos para los que
asistieron a los Juegos de la XIX Olimpiada, y la pres-
tación de servicios de beneficio social. Todo esto sirve
para conocerse, comprenderse y apreciarse mutuamente.
Pero no se trata de promover la unidad a cambio
del silencio perenne. Tiene que llegar y debe llegar
el momento de cotejar las diferencias. Pero n 1 modo
está el s cr too Con la preparación antes apel1.a bo que-
jada, ese cotejo podrá llevarse a cabo en una atmó fera,
que in mengua de la sinceridad y la franqueza, pueda
236
237
-
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ser cordial, amistosa, fraternal. No con polémicas encre .
padas o violentos exclusivismos -cada uno tratando sim-
plemente de aplastar al que opina diferente-, sino bus-
cando todos la dirección divina y la iluminación de 'la
verdad.
Esto se viene haciendo ya, y quizá el principal ejem-
plo sea el de la Comisión de Fe y Constitución (u Orden),
del Consejo Mundial de Iglesias, que antes, como movi-
miento autónomo, precedió y aun directamente preparó
la fundación de éste. Son precisamente cuestiones dog-
máticas las que dicha Comisión estudia y compul a, bus-
cando primeramente, como es.Io propio, los denominado-
res comunes, pero también procurando precisar los puno
tos de diferencia, contraste u oposición, a fin de discernir
hasta qué punto son realmente insalvables, y cuando lo
son, de qué manera pueden tenderse sobre éllos puentes
de comprensión y sana tolerancia, que den paso a la
unidad de espíritu y a la acción conjunta.
La inclusión como miembros plenos de dicha comi-
sión, desde la asamblea del Consejo Mundial efectuada
1 año pasado en Upsala, de nueve teólogos católicos
nombrados oficialmente por el Vaticano, da a la Iglesia
Católica Romana una importante participación en ese
diálogo de voces a la vez competentes en la materia, fíe-
les a sus convicciones, y comprensiva y respetuosas ante
las opiniones diferentes de los demás. Esto demuestra
que hay un caminó para el ecumenismo auténtico, aparte
de los dos que se consideran, fuera de los círculos bien
informados, como único dilema.
Porque así como no puede haber ecumenismo de in-
fidelidad tampoco puede haber ecumenismo de silencio.
238
ECU M ENISM O EN ESPAÑ A
Mayo 17, 1969
. Tal vez sea en España donde pueda apreciarse mejor
-Io que' la profunda renovación del catolicismo romano,
promovida por el Concilio Vaticano
n
significa en la
esfera del ecumenísmo. Y 'esto, muy especialmente en lo
que se refiere a los protestantes. Porque España es el
país donde la Inquisición asumió -y esto no pueden
cambiarlo sus anacrónicos defensores- los caracteres
más violentos. Ni en Francia .ni en Italia misma, el
Santo Oficio alcanzó los extremos que en tierras ibéricas.
España fue, además, el país de la Contrarreforma
por excelencia. No sólo porque en ella nació y se desa-
rrolló dicho movimiento, sino porque el carácter espa-
ñol, tan dado al extremismo, sea en un sentido o en otro,
le infundió desde un principio su temperamento. En
otros países, la Contrarreforma, sin renunciar a sus esen-
cias, se fue despojando de sus violencias. Al correr
del tiempo, la Compañía de Jesús ha venido a colocarse
prácticamente a la vanguardia del ecu~enismo católico.
Por lo antes dicho alcanzan muy especial significa.
ción los sucesos que van teniendo lugar en España en' el
campo de las relaciones ecuménicas. Como se sabe, en
ella los protestantes forman una minoría numérica:
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30,000 según cálculos, que hay quienes stiman libera-
les. La guerra civil aventó al exilio a buen número de
sus pastores, en tanto que otros fueron fusilados por el
bando vencedor. Tradicionalmente, como en otras tierras
de linaje ibérico, ha sido una minoría no solamente
proscrita socialmente, sino legalmente discriminada y fí-
sicamente perseguida.
Ya desde hace unos años, a raíz del aliento infundido
por el finado Papa Juan XXIII, y luego por el Concilio
Vaticano, se inició el diálogo fraternal entre católicos,
que asumieron la iniciativa, y protestantes. Del plano
del diálogo y la amistad personales entre sacerdotes y
pastores, aquí y allá, se fue pasando a contactos más
formales y oficiales. Durante varios años se ha celebra-
do conjuntamente la Semana Universal de
.Oración
por
la Unidad de los Cristianos.
En Barcelona ha venido funcionando un Centro Ecu-
ménico, activo promotor de estos contactos. En Madrid
comenzaron a aparecer editoriales dedicadas especial-
mente a promover el ecumenismo, como por ejemplo
Cuadernos para el Diálogo , que entre otras obras pu-
blicó el magnífico estudio de A. Carrillo de Albornoz,
del Consejo Mundial de Iglesias, sobre la libertad
religiosa. Otra editorial afín es Nova Terra que ha
publicado una obra del pastor Juan Estruch sobre ecu-
menismo, y la máxima obra del teólogo protestante Os-
ear Cullman, la Historia de la salvación .
Ya ha llegado a México, y ha empezado a circular,
la versión del
J
uevo Testamento realizada en Barcelona
por un equipo de traductores católicos y protestantes.
Las editoriales Biblioteca de Autores Cristianos y Verbo
Divino han entablado conversaciones con las Sociedades
Bíblicas Unidas, con miras a una posible colaboración
en el campo bíblico.
En una conferencia de traductores de dichas socieda-
24
des, procedentes de todas partes del mundo, que sesiona
durante el presente mayo en El Escorial, han estado
d visita dos prominentes escrituristas católicos: fray'
Serafín de Aus jo y el R. P. Evaristo Martín del Campo.
El primero presidió el equipo que produjo la versión del
Nuevo Testamento, antes citada. El segundo es director
de la Casa de la Biblia de Madrid, y jefe del equipo de
traductores católicos que produjo la versión completa de
la Biblia, de las Ediciones Paulinas.
Este año todo el mundo protestante de habla espa-
ñola está celebrando el cuarto centenario de la publica.
ción de la primera versión completa de toda la Biblia,
hecha en castellano, directamente de las lenguas origina-
les, la célebre de Casiodoro de Reina. En España esta
celebración coincide con la del primer centenario de la
Segunda Reforma, como suele llamarse al movimiento
protestante español del que fue figura señera don Manuel
Matamoros.
Es muy significativo que por iniciativa propia la
Universidad de Salamanca se haya unido a la conmemo-
ración. En efecto, no hace mucho que efectuó un ciclo
de conferencias dedicadas al estudio del protestantismo
español como fenómeno histórico, religioso y cultural.
Participaron prominentes pastores y catedráticos protes-
tantes al lado de significados portavoces del catolicismo,
en un ambiente de objetividad histórica y de cordialidad
ecuménica.
A fines de abril se reunió en España la Conferencia
de Iglesias Europeas, patrocinada por el Consejo Mundial
de Iglesias, con representantes anglicanos, protestantes
y ortodoxos griegos, entre los cuales figuraron delega-
dos del patriarcado de Moscú. Actuaron como huéspe-
des la Iglesia Evangélica Española y la Iglesia Española
Reformada Episcopal.
Las sesiones de la Conferencia se efectuaron en
l
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Escorial, pero la ceremonia de apertura tuvo lugar en
Madrid, en el templo r formado episcopal de la calle
de Beneficencia. Presidió el obispo anglicano don Ramón
Taibo Sienes.
y en
1
presbiterio ocuparon sitiales al lado de su
cátedra episcopal, monseñor Pedro Cantero Cuadrado,
arzobispo de Zaragoza, presidente del Secretariado Na-
cional de Ecumeni mo; el metropolitano ortodoxo de
Tallin, monseñor Alexis Ridiguer, el profesor Nicolás
Zobolotosky, de la Academia Teológica de Leningrado;
el arcipreste Sokolovsky, de Moscú, y los pastores don
Benito Corvillón, presidente de la Iglesia Evangélica Es-
pañola, y don Humberto Capó, presidente del Consejo
Evangélico de España.
Estuvo presente también monseñor Juan Francisco
Arrighi, observador oficial del Secretariado para la Uni-
dad de los Cristianos, enviado por el Vaticano. E igual-
mente el doctor W. A. Visser't Hooft, que fue el primer
secretario gerieral' del Consejo Mundial: de las. Iglesias.
Lo anterior puede escribirse muy simplemente. Pero
cuando
I
se considera que tal reunión de dignatarios cató-
licos, protestantes y ortodoxos ha tenido lugar nada me-
.nos que en la España de la antigua Inquisición, con sus
autos de fe, y de la Contrarreforma, el suceso tiene una
significación que trasciende a toda ponderación. Sobre
todo cuando el lugar es un templo protestante, cuya fa-
chada todavía hoy, por dictado legal, no puede rriostrar
ninguna traza de su índole de santuario, y cuando la
liturgia en que todos participan con unción y reverencia
es la protestante.
Pero más todavía. El arzobispo de Zaragoza, monse-
ñor Cantero, pronunció una cordial alocución de bienve-
nida a 10s .concurrentes a la conferencia. Y en ella, él
mi mo puntualizó que lo que esa noche' tenía lugar en
aquel Santuario habría sido sencillamente inconcebible
243
hace apenas unos cuantos años. Lo cual es en sí una
demostración de que en el fondo de este acercamiento
ecuménico de creyentes bautizados con un mismo bautis-
mo, operan y guían, sin duda alguna, potencias de lo
alto.
242
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E C U M E N ISM O : E L O B JE TO D E L D IÁLO G O
Septiembre 22, 1970
l
Vaticano acaba de expedir, según informa un cable,
un documento especial para la orientación del diálogo
ecuménico. Lo firma el nuevo director del Secretaria-
do para la Unidad Cristiana, cardenal Willebrands_ y
según la información, se refiere particularmente al diá-
logo católico-protestante, que, en el seno de la cristiandad
-
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toda su existencia en la necesaria
y
completa reducción
de esas diferencias, se convertiría en inalcanzable utopía.
La citas que el cable da del documento mencionado,
se refieren a este punto capital de las diferencias entre
las iglesias cristianas. Algunas de ellas, dice, descan-
san sobre datos de carácter histórico y sicológico, que
se estima que son irreductibles . Y añade: Otras, más
profundas, dependen de la forma en que uno concibe la
fe propia y la vive. El diálogo parece impotente aquí .
y según el resumen que da el reporte, cuando el
diálogo resulta improductivo, queda sólo el recurso de
la oración, con la esperanza de resolver las diferencias.
Habría que conocer el texto completo del documento para
cerciorarse de si efectivamente, como parece por las citas
y el resumen del cable, no asigna al diálogo otro propó-
sito que el de procurar resolver las diferencias. En todo
caso, hay que plantearse la cuestión: ¿Cuál es el propó-
sito o cuáles son los propósitos del diálogo ecuménico?
. Insistimos en que no es posible ni debido sustraer
del diálogo la realidad de las diferencias. Hacerlo sería
faltar a la sinceridad
y
la honradez. Y cuando éstas
faltaran se estaría bordando en el vacío. Sin embargo,
al pensar en los propósitos del diálogo ecuménico tam-
bién hay que pensar en las prioridades, o sea el orden,
por lo menos cronológico, en que esos propósitos, que
a nuestro ver, son varios, han de acometerse.
Nos parece, pues, que el primer propósito del
d i á
lago- es establecer una relación humana y cristiana de
cordialidad, de buena voluntad. Un trato amistoso mutuo,
en el que el mutuo conocimiento vaya derribando prejui-
cios y despejando falsas impresiones, las más de las veces
obtenidas a distancias y en abstracto, no en el contacto
personal y próximo.
Lo primero que el diálogo ha de ayudar a de cubrir
s que el que p rtenece a otra iglesia cristiana no porta
uernos ni neva cola ni pisa con pezuñas de cabra'
q~e no es necesariamente malévolo o imbécil porque no
piensa y cree lo mismo que nosotros.
Ya el estable er una relación amistosa entre miembros
d. _las vari.a confe iones cristianas es de uyo un bene-
f~ClO
del dlálo~o ecuménico. o es suficiente, pero aún
1 no s~ obt~vlera más, ya valdría la pena, y no habría
por que consIderarlo impotente o improducrívo. De todas
manera, p,or ahí hay que empezar todo diálogo verda-
d~ro. ¿Qu~ resultado puede haber si los que se presentan
dizque a dla.logar llegan con los puños cerrados, enseñan.
do los colmillo , relampagueándoles los ojos?
,Tiene que llegar el momento, por supuesto, en que
~ incluya en el diálogo la consideración de las diferen-
eras. ,Pero antes -sí, desde luego que antes- es menes-
ter ~ inaplazable ~onsiderar los puntos de común acuerdo.
Lo Igual o semejante, antes que lo diferente. Lo que
une, antes que lo que separa. iY hay tanto de común
que las varias iglesias comparten
i
Y en ello hay tanto
~e es real~,ente fundamental Descubrirlo, afirmarlo
Juntos, rego~lJar e de. poder coincidir en ello, es ya em-
rezar a sentrr una unidad profunda ahí donde antes sólo
se veía~ diferencias a las que se permitió degenerar en
antagonismo y hasta en odio.
Partiendo de lo que une, puede ya onsiderarse con
m~jor espíritu lo que diferencia. En lo cual ha de haber,
prrm ro que todo, el esfuerzo por comprender las creen-
cias ajena. Conoc rlas cuales son realmente a fin de
corregir en la propia mente las nocione falsas, forma-
d~s por ímpre i?~es superficiales, o peor aún, por meras
oídas. Todo diálogo feraz comporta la capacidad de
colocar e, hasta donde es posible, en el lugar de los
otro.
La consideración d las diferencias, cuando predomi-
nan a la vez 1 amor a la verdad y la caridad para con
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el hermano diferente , al par que un estudio concien-
zudo, dará un primer fruto de inapreciable valor. ~et-
virá para de cubrir hasta qué punto algunas de esas dife-
rencias son sólo aparentes, al paso qu otra resultan
quizás menores qu lo que se pensaba, o tal v~z de cual-
quier modo secundaria o d poca trascendencia, .
En otros casos, el diálogo podrá llevar a descubrir
maneras de conciliar las diferencias, sin por ello forzar
la conciencia propia o atrop llar convi ciones que se
tienen por sagradas. ¿Aca o se falta a la honradez
cuando se reconoce el grado de razón que a i te al otro?
¿ Jo es tal cosa, por lo contrario, un imperativo justa-
mente de la honradez?
Procediendo, como quien dice, por eliminación, se
llegará, naturalmente, a diferencias que se eS:lman ': que
son realment irreductibles. Y entonces, ¿que habra que
hacer? -Abandonar el diálogo porque ante ellas parece
impotent~? ¿Considerarlo por tal vi~tu~ iI?~ro~uctivo?
No debe creerse así. Lo que hace ma sIgmhcatlVo, por
el contrario, el diálogo, es continuarlo a pesar de las
diferencias que subsistan.
Dicho en otra palabras, aunque uno de los r sultado
benéficos del diálogo es allanar diferencias, ese no d be
ser su propósito supremo. Tampoco es, por sup.~esto,
un fin en sí mi mo. Hay quienes demandan 1
diálogo
como si lo fuera. Pero dialogar por dialogar e perder
el tiempo. El propó ito del diálogo -qu no e un
'fin .sino un medio-, no ha de ser otro que ntender e,
comprender e, fomentar la mutua consideración
y
el
respecto recíproco, establecer vinculo de humana cor-
dialidad.
y esto, él pesar de las diferencias que el diálogo, e~-
tablado en actitud de buena voluntad, no haya con egm-
do r olver. La prueba suprema d 1 diál go ecum 'ni o
e que contribuya a la unidad cristiana, a p al' de la
dif rencias irreductibles. Porque -¿habrá que decirlo
una vez má ?-, unidad. no e uniformidad. Uniformi-
dad e unidad de forma. La unidad ha de s r algo más
profundo que las forma. nidad es concierto de voce ;
11 monotonía. El diálogo. ha de ser eso, diálogo, y no
monólogo a dos voces.
Mant ner e unidos en espíritu, en fraternal cordiali-
dad, ayudándose mutuamente ante el mundo en el testi-
monio y el servicio, y esto aunque subsistan diferencias,
tal es la verdadera unidad cristiana. Y por eso, porque
s cristiana, puede subsi tir a pesar de las diferencias.
Tener unidad cuando no existen diferencias, ¿qué mérito
tiene?
y
que, en el caso, la' unidad no ha de depender
oc la uniformidad de creencias. Porque debe ser unidad
no en torno de dogmas, sino en torno de una persona:
J
e. ucristo.
Decía una vez un prominente predicador, hablando
de la unidad cristiana: Si donde hay cristianos de varias
iale ias, preguntamos: ¿Qué crees?, inmediatamente sur-
gen las dif rencias. Pero si preguntamos: ¿En Quién
cree ?, no hay más que una sola respuesta . Si el diá-
logo cristiano interconfesional acerca más a El, ayuda a
inten ificar y profundizar más la suprema devoción y
lealtad a El, hará que los cristianos vengan a encontrar-
e n El más unidos entre sí.
y entone s, de ninguna manera, pese a las diferencias
(fue no hayan podido reducirse, podrá con iderarse im-
pctente o improductivo el diálogo.
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