Para Salvarte

19

description

Para Salvarte. P. Jorge Loring. Sacramento de la Confesión. El sacramento de la confesión fue instituido por Jesucristo para todos los cristianos; nuestro Santo Padre también tiene la obligación de confesarse con la frecuencia necesaria, como todo buen católico. - PowerPoint PPT Presentation

Transcript of Para Salvarte

Page 1: Para Salvarte
Page 2: Para Salvarte

Por estas palabras de Cristo, los Apóstoles y sus legítimos sucesores

(Nuevo CATIC, n. 1441) recibieron la potestad de perdonar y retener los pecados (Concilio de Trento. DENZINGER:

Magisterio de la Iglesia, n. 894; Ed. Herder.

Barcelona). Por esto, dice San Pablo que el Señor: “nos confió el

ministerio de la reconciliación” (2ª

Cor. 5, 18). Es un mandato de Jesucristo, por lo tanto, la Iglesia

deberá administrar éste y todos los sacramentos, (que también fueron

instituidos por Nuestro Señor), hasta el final de los tiempos.

El sacramento de la confesión fue instituido por Jesucristo para todos los cristianos; nuestro Santo Padre también tiene la obligación de confesarse con la frecuencia necesaria, como todo buen católico.

Jesucristo instituyó el sacramento de la confesión cuando se apareció a sus Apóstoles reunidos en el

cenáculo y les dio facultad para perdonar los pecados,

diciéndoles: “A quienes perdonéis los pecados, les

serán perdonados; y a quienes se los retengáis, les serán retenidos” (Jn. 20, 23); (DENZINGER: n. 911. Ed. Herder.

Barcelona).

Page 3: Para Salvarte

Algunos hermanos separados, (protestantes), para no admitir la confesión, sostienen que ésta se estableció en el IV

Concilio de Letrán (1215), pero está históricamente demostrado que lo que el citado Concilio mandó, fue la

obligación de confesar una vez al año (Cap. XXI. DENZINGER;

Magisterio de la Iglesia, n. 437. Ed. Herder. Barcelona).

La confesión privada, como hoy la tenemos, existe desde el siglo VI, introducida por los monjes irlandeses que

reaccionaron a la muy dura práctica de la penitencia de entonces.

Desde el siglo II había una larga lista de pecados, muchos de los cuales excomulgaban para toda la vida. Así como la vida

es dinámica y va cambiando con el paso del tiempo, a lo largo de la historia de la Iglesia, el modo de practicarse la

confesión también ha ido cambiando, aunque SIEMPRE manteniendo lo esencial del sacramento.

Page 4: Para Salvarte

Sabemos que la presencia real del confesor y del penitente son esenciales; es inválida la confesión por cualquier medio de comunicación disponible, (P. Royo Marín O.P. “Teología Moral para Seglares”, 2°, 2ª, IV, n° 193). Ed. BAC, Madrid), entre

otras razones, porque pone en peligro el secreto sacramental.

El Ritual de la Penitencia, (n° 9, b. Pg. 13, 1975), indica que el ministro competente para el sacramento de la reconciliación o penitencia “es

el sacerdote, que, según las leyes canónicas, tiene facultad de absolver”.

El sacerdote debe perdonar o

retener los pecados con

equidad y responsabilidad; se supone que el

pecador debe manifestárselos.

Solamente el pecador puede informarle qué

grado de consentimiento

hubo en su pecado.

Page 5: Para Salvarte

Se peca gravemente si no atendemos al mandato de la Iglesia, que nos obliga a una confesión anual como mínimo (tal como lo expresa el Nuevo

Código de Derecho Canónico, n. 989) o antes si hubiera peligro de muerte o si se ha de comulgar (DENZINGER: Magisterio de la Iglesia, n. 918. Ed. Herder.

Barcelona).

Es necesario confesarse con más frecuencia; con la frecuencia necesaria para no vivir habitualmente en pecado grave. Un buen

cristiano se confiesa una vez al mes, como algo normal.

La confesión devuelve la gracia, si se ha perdido; la aumenta si se la tiene; y da auxilios especiales para evitar nuevos pecados. Los

sacerdotes deben prestarse a confesar a todos los que se lo pidan de modo razonable (Nuevo CATIC, N. 1464).

Page 6: Para Salvarte

Para hacer una buena confesión son cinco los puntos a ser tenidos en cuenta:

1. Examen de conciencia.

2. Dolor de los pecados.

3. Propósito de enmienda.

4. Decir los pecados al confesor.

5. Cumplir la penitencia.

Page 7: Para Salvarte

Es necesario el arrepentimiento en la confesión porque si bien “es dogma de fe que cuando Dios perdona, perdona de veras” (Lamberto de Echevarría:

“Creo en el perdón de los pecados”, IX. Cuadernos BAC, n. 67), también su justicia es infinita, y por lo tanto no puede perdonar a quien no se arrepiente. Dios

no puede perdonar sin arrepentimiento previo (P. Royo Marín O.P., “Teología Moral

para Seglares” 2°, 2ª, IV, n. 178, c. Ed. BAC. Madrid).

Quien haya tenido la desgracia de pecar gravemente, si quiere salvarse, debe, además de arrepentirse, confesarse para que le sean perdonados sus pecados; el sacramento de la

penitencia fue instituido por Cristo para perdonar los pecados cometidos después del

Bautismo (DENZINGER: Magisterio de la Iglesia, nn. 839, 911, 916. Ed.

Herder. Barcelona).

Page 8: Para Salvarte

El Papa Pío XII, en la Encíclica Mystici Corporis, habla de los valores de la confesión frecuente diciendo que: “aumenta el recto

conocimiento de uno mismo, crece la humildad cristiana, se desarraiga la maldad de las costumbres, se pone un dique a la

pereza y negligencia espiritual, y se aumenta la gracia por la misma fuerza del sacramento” (Acta Apostolicae Sedis, n. 35 -1943- 235).

El Concilio Vaticano II dice que “la confesión sacramental frecuente, preparada por el examen de conciencia cotidiano, ayuda

a la necesaria conversión del corazón” (Presbyterorum Ordinis, n. 18).

Page 9: Para Salvarte

Quien vive en pecado grave es fácil que se condene por tres razones:

1. Porque es muy probable que después le falten las ganas de confesarse, como tampoco las tiene ahora;

2. Porque aún teniendo la decisión de confesarse próximamente, es probable que la muerte sorprenda a esta persona y no llegue a

tiempo al sacramento.

3. Porque quien descuida la confesión, acumula cada vez más pecados, y cada vez tendrá más dificultades para vencer tanta

debilidad espiritual.

Jesucristo es muy claro al advertirnos: “Me buscaréis y no me encontraréis, y moriréis en vuestro pecado”

(Jn. 7, 34; 8, 21).

Page 10: Para Salvarte

Consiste en recordar los pecados (de pensamiento, palabra, obra o por omisión, contra la ley de Dios, de la Iglesia o contra

las obligaciones particulares) cometidos desde la última confesión bien hecha.

Este examen debe hacerse antes de la confesión (Nuevo CATIC. N. 1454). TODOS los pecados deben ser dichos en la

confesión, inclusive, la cantidad de veces que fueron cometidos, si se trata de pecados graves.

Para quien se confiesa con frecuencia, basta una mirada seria a su conciencia, con arrepentimiento y propósito de enmienda,

pensando en el modo de evitar las ocasiones de pecado.

Examen de Conciencia

Page 11: Para Salvarte

“Arrepentirse” implica que a uno le duele el alma, le pesa haber hecho - o no haber hecho – algo, por lo cual sentimos dolor, culpa y ganas de no reincidir, porque comprendemos que fue algo malo y mal hecho que

ofende a Dios y al prójimo, y, propone no repetir dicha ofensa.

El arrepentimiento es un aborrecimiento del pecado cometido.

El Nuevo CATIC, n. 1451 dice que es “un detestar el pecado”.

El arrepentimiento es una cuestión de voluntad, quien menciona “no haber querido cometer tal pecado” tiene verdadero dolor.

El verdadero arrepentimiento incluye el pedir perdón a Dios por el pecado cometido; el P. Diego Muñoz, S.I. nos invita a la reflexión al decir: “No sería sincero nuestro arrepentimiento si pretendiéramos

despreciar el modo ordinario establecido por Dios para perdonarnos” (“Pueblo de Dios”, II, 3. Montilla. Córdoba).

¿Me arrepiento?

Page 12: Para Salvarte

El dolor es lo más importante de la confesión porque si hay dolor, hay arrepentimiento, entonces, explica el P. Royo Marín O.P.,

podrá haber perdón de los pecados (“Teología de la salvación”, 1ª, III, n. 77.

Ed. BAC. Madrid).

Por esto es muy importante que los enfermos no estén muy graves a la hora de llamar a un sacerdote; si el paciente pierde sus

facultades mentales tal vez no llegaría a arrepentirse de sus faltas.

Sin arrepentimiento, no hay perdón, y sin perdón no hay salvación posible. Si sólo hubieren pecados veniales, también es necesaria la

presencia del pesar, al menos por alguno de los mencionados.

Page 13: Para Salvarte

Se llama “contrición perfecta” (o de caridad) al arrepentimiento, dolor y detestación al pesar sobrenatural del pecado cometido, como ofensa a Dios, por amor a Dios, por ser Él tan bueno, porque es nuestro Padre que nos ama tanto y porque no merece que lo ofendamos. Merece, en cambio,

que lo agrademos en todo y sobre todas las cosas; por esto es un dolor perfecto: porque moviliza el amor de amistad hacia

Dios.

El Nuevo CATIC, n. 1452 dice: “Cuando brota del amor de Dios amado sobre todas las cosas, la contrición se llama “contrición perfecta”. Semejante contrición perdona las faltas veniales; obtiene también el perdón de los pecados mortales si comprende la firme resolución de recurrir tan

pronto sea posible a la confesión sacramental”. Pero además, debe existir la firme decisión de no volver a pecar

(Nuevo CATIC, n. 1451).

Page 14: Para Salvarte

“Atrición” es un pesar sobrenatural de haber ofendido a Dios por temor a los castigos que Dios puede enviar en esta vida y en la otra, o por la fealdad del pecado cometido, que es siempre una

ingratitud para con Dios y un acto de rebeldía.

También, con propósito de enmienda y de confesarse lo antes posible. Se trata de un dolor imperfecto, pero basta para la

confesión

(Nuevo CATIC, n. 1453).

No puede haber confesión sin propósito de enmienda, además, dicho propósito, no puede limitarse a los pecados de la

confesión presente; debe ser “para siempre”. Sin verdadero propósito de enmienda, la confesión es inválida y sacrílega, lo

aclara el P. Royo Marín (“Teología de la salvación” 1ª, III, n° 78. Ed. BAC. Madrid).

Page 15: Para Salvarte

El “propósito” parte de la voluntad, mientras que la razón lo preverá. Al primer paso, debemos darlo cada uno con firme

determinación; Dios hará el resto si se lo pedimos a través de mucha oración, pidiéndole a Dios y a la Santísima Virgen, y si

fuera posible, comulgando con frecuencia.

Si a pesar de la firme determinación, la debilidad

nos superara y reincidiéramos en el pecado, deberemos

confesarnos enseguida. Nadie puede tener la

certeza total de no volver a caer en los mismos errores.

Al respecto, Juan Pablo II enseña:

“No se trata de la certeza de no volver a

cometer pecado, sino de la voluntad de no volver

a caer” (“Ejercicios Espirituales para jóvenes”, 1ª, V.

Ed. BAC POPULAR. Madrid).

Page 16: Para Salvarte

Se considera “ocasión próxima de pecado” a toda persona, cosa o circunstancia, exterior a nosotros, que nos induce a pecar, nos da oportunidad de pecar, nos facilita el pecado, nos atrae hacia

él y constituye un peligro de pecar.

El Magisterio de la Iglesia nos advierte que hay obligación grave de evitar, si se puede, la ocasión próxima de pecar

gravemente (DENZINGER: Magisterio de la Iglesia, n. 1211ss. Ed. Herder, Barcelona).

Page 17: Para Salvarte

La confesión va dirigida directamente a Dios a través del sacerdote que es el ministro autorizado por Dios y por la

autoridad de la Iglesia, para este acto sagrado de amor hacia nuestro Padre, en el que nos reconocemos responsables por las

faltas cometidas por las cuales ofendimos a Dios y al prójimo, por esto le pedimos Su Perdón y Su Paz. Dice Gonzalo Flórez al respecto: “La confesión del creyente no puede equipararse

simplemente a una declaración humana de culpabilidad. Es ante todo un acto religioso, movido por la fe y la confianza en Dios, a

través del cual el penitente expresa su arrepentimiento, juntamente con el reconocimiento humilde de la propia culpa, y la

esperanza de alcanzar el perdón. Es un acto que va dirigido principalmente a Dios, Creador y Padre, fundamento último del

orden moral, cuya voluntad se siente agraviada por tanto desorden humano, y cuyo amor se muestra siempre dispuesto al

perdón y a la reconciliación” (“Penitencia y Unción de los enfermos”, 1ª, XV, 3.

Ed. BAC. Madrid, 1996).

Page 18: Para Salvarte

Se llama “sigilo sacramental” al silencio hermético que guarda el sacerdote, con respecto a los pecados que los penitentes le confiamos después de cada confesión. El Magisterio de la Iglesia lo define como

“secreto que no admite excepción” (Nuevo CATIC, n. 1467); por esto, es absurdo callar los pecados graves, en la confesión, por vergüenza; porque

el confesor no puede decir NADA de lo que escucha (Nuevo CATIC, n. 2490).

Sigilo Sacramental

Algo más, aunque el secreto de la confesión no obliga de igual modo al sacerdote como al penitente, también el penitente debe guardar

secreto de lo que se le dice en la confesión; Baldomero Jiménez Duque explica la razón: “Normas que serán exactas para aquella persona

determinada, aireadas fuera, pueden ser interpretadas equivocadamente, o tomadas con un valor y sentido universal que no

tienen; y así convertirlas en un verdadero disparate” (“La dirección espiritual”, III, A, 4. Ed. Juan Flors, Barcelona).

Page 19: Para Salvarte

Sepamos que es pecado escuchar confesiones ajenas. Y si involuntariamente,

alguien escuchara una confesión ajena, tiene la obligación de guardar secreto; nos

lo indica Jesús Martínez García (“Hablemos de la Fe”, IV, 10. Ed. Rialp. Madrid, 1992).