Para Ser Persona

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Xosé Manuel Domínguez Prieto COLECCIÓN SINERGIA

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La gran tarea que toda personatiene entre manos es realizarsu propia vida. Este pequeñoensayo es una invitación ahacer la experiencia y lareflexión de lo que somoscomo personas, de nuestrodeseo de plenitud, de aperturay encuentro con el otro, delsentido único de cadaexistencia personal. Es unainvitación al autoconocimientoy al crecimiento, a realizar librey responsablemente la propiavida en su dimensiónintelectual, afectiva, volitiva ycorporal. Y es, por último, unainvitación al descubrimiento decómo lo que somos y lo quepodemos ser sólo es posiblemediante el encuentro fecundocon el otro.

FUNDACIÓNEMMANUELMOUNIER

C/Melilla 10 - 8ºD28005 MADRIDTel: 91 473 16 [email protected]

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Xosé Manuel Domínguez Prietoes doctor en filosofía. Haimpartido cursos de filosofía endiversas universidades deEspaña e Iberoamérica.Miembro del InstitutoEmmanuel Mounier. Entre suspublicaciones destacan: Sobrea alegría (1995), Alén da Libido(1998) (Premio Espiral Maiorde Ensaio), Unha ética daeconomía. Da ética neoliberalá ética personalista. (1999),Joaquina de Vedruna. (1999),Viktor Frankl. (2000), Historiada Filosofía (2001), Larevolución personalista ycomunitaria en Mounier (2002)(En coautoría con A. Calvo yL. Narvarte), así como endiversas obras colectivas comoel Diccionario de pensamientocontemporáneo (1997),Castelao no seu tempo (2001)o Ser cristiano en el siglo XXI(2001).

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Xosé Manuel Domínguez Prieto

ISBN 978-84-96611-70-2

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485Xosé Manuel Domínguez

Prieto es doctor en filosofía. Miembro del InstitutoEmmanuel Mounier, está comprometido con la difusióndel personalismo comunitarioa través de sus numerosasconferencias, cursos, artículosen prensa y en revistasespecializadas. Entre sus publicaciones destacan: Sobrea alegría (1995), Alén daLibido (1998) (Premio Espiral Maior de Ensaio), Unha éticada economía. Da éticaneoliberal á éticapersonalista (1999), Joaquinade Vedruna (1999), ViktorFrankl (2000), Historia daFilosofía (2001), La revoluciónpersonalista y comunitariaen Mounier (2002) (En coautoría con A. Calvo yL. Narvarte), así como endiversas obras colectivas comoel Diccionario depensamientocontemporáneo (1997), Castelao no seu tempo(2001), Ser cristiano en elsiglo XXI (2001) o Diccionariobreve de filosofía (2002).

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Para ser persona

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COLECCIÓN SINERGIA

SERIE ROJA

Directora: Julia Pérez Ramírez

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Xosé Manuel Domínguez Prieto

Para ser persona

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1.ª Edición (España): mayo de 2002 1.ª Reimpresión (España): febrero de 2007 2.ª Reimpresión (España): diciembre de 2009 3.ª Reimpresión (España): octubre de 2010 2.ª Edición (libro electrónico): marzo de 2013, completamente revisada por el autor.

© Xosé Manuel Domínguez Prieto, 2013

© Fundación Emmanuel MounierMelilla, 10. 8.º D. 28005 MadridTeléf. y Fax: 91 473 16 97e-mail: [email protected]

© IMDOSOCPedro Luis Ogazón, 56. 01020 México D. F.Teléf. 5 661 44 65. Fax 5 661 42 86

Diseño de cubiertaunocomunicación

Imprenta KADMOSTeléf.: 923 28 12 39SALAMANCA, 2010

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A Masu A Carlos Díaz

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ÍNDICE

I. QUIÉN ES LA PERSONA .................................... 131. Atrévete A esculpir tu propiA estAtuA ............... 132. personA es Aquello que no es unA cosA ............. 163. los dinAmismos de lA personA ............................. 20

3.1. La persona es deseo de plenitud ....................... 213.2. El encuentro con los otros ................................ 243.3. El sentido existencial ........................................ 25

3.3.1. El sentido es la respuesta a los dones recibidos ................................................. 25

3.3.2. El sentido se puede descubrir: no se inventa .................................................... 26

3.3.3. El sentido tensa la vida .......................... 273.3.4. La triple fuente del sentido .................... 273.3.5. ¿Qué sucede si no se encuentra, se

rechaza o se ignora el sentido?.............. 304. lA vocAción ........................................................... 30

4.1. Qué es la vocación ............................................ 304.2. Crecimiento personal y vocación ..................... 33

5. condiciones pArA el crecimiento de lA personA 355.1. El autoconocimiento ......................................... 365.2. Un ambiente personalizante y relaciones

personalizantes .................................................. 365.3. Vivir unificados desde el sentido existencial ... 375.4 Ejerciendo la libertad ........................................ 39

5.4.1. Qué es la libertad ................................... 395.4.2. Cómo se ejerce la libertad ..................... 405.4.3. La libertad-de ......................................... 415.4.4. La libertad-para ..................................... 425.4.5. Libertad como capacidad de

comprometerse con lo valioso ................ 435.5. Ejerciendo la responsabilidad ........................... 45

6. ¿en qué consiste lA mAdurez personAl?............. 46

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6.1. ¿Por qué rasgos se caracteriza una persona autónoma? ......................................................... 47

6.2. ¿Por qué rasgos se caracteriza una persona heterónoma? ...................................................... 48

7. lA personA como receptividAd y pAsividAd ........ 49

II. LAS ESTRUCTURAS DE LA PERSONA ........ 53A. dimensión corporAl............................................. 541. significAdo de lA corporeidAd ............................. 54

1.1. La persona no tiene cuerpo: es corporal........... 541.2. La persona no es sólo cuerpo ........................... 551.3. Por el cuerpo la persona está presente ante sí y

ante el mundo ................................................... 551.4. El cuerpo, fuente de energía ............................. 561.5. El cuerpo como obstáculo ................................ 561.6. El cuerpo expresa a la persona ......................... 571.7. Las patologías psicosomáticas .......................... 58

2. lA dimensión sexuAdA de lA personA .................. 592.1. Sexo personal .................................................... 592.2. La sexualidad como modo de apertura al otro . 60

B. dimensión psÍquicA ............................................... 611. lA inteligenciA ...................................................... 62

1.1. Qué es la inteligencia ....................................... 621.2. Dos errores ........................................................ 631.3. Inteligencia como conjunto de capacidades ..... 641.4. Funciones de la inteligencia respecto de la

propia persona .................................................. 651.4.1. Elaborar el proyecto de vida.................. 651.4.2. Conocimiento de la propia realidad ...... 661.4.3. Orientar la acción de la persona en

vistas a su crecimiento. .......................... 662. lA voluntAd ........................................................... 67

2.1. La voluntad tendente ........................................ 672.1.1. Qué son las tendencias ........................... 682.1.2. Qué hace la voluntad con las tendencias .. 69

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2.2. La voluntad como acto de decisión .................. 712.2.1. Deliberación ........................................... 722.2.2. Decisión .................................................. 732.2.3. ¿Desde dónde se determina el dominio? .. 74

2.3. La voluntad como ejecución de lo decidido..... 753. lA AfectividAd ....................................................... 77

3.1. Qué es la afectividad ........................................ 773.2. Dimensiones de los afectos .............................. 783.3. Inteligencia y estimación .................................. 79

3.3.1. Primera evaluación: La estimación ........ 803.3.2. Segunda evaluación: alegría y tristeza ... 83

3.4. Funciones de la afectividad .............................. 873.5. La afectividad nos abre a la relación ................ 883.6. Modos de reaccionar de la afectividad ............. 893.7. La afectividad madura ...................................... 90

c. dimensión espirituAl ........................................... 90

III. LA PERSONA COMO REALIDAD ABIERTA . 951. lA personA hAce su vidA con los demás ............. 952. lA AperturA de lA personA: relAciones perso-

nAles e impersonAles ............................................. 963. lAs relAciones personAles y comunitAriAs ........ 98

3.1. La relación básica ‘yo-tú’ ................................. 983.2. ¿Qué es vivir como un individuo? ................... 993.3. El encuentro ...................................................... 102

4. tipos de relAción interpersonAl ......................... 1045. lAs relAciones personAles se ABren A lAs relA-

ciones comunitAriAs .............................................. 1075.1. La pseudocomunidad: el grupo cerrado ........... 1095.2. La comunidad abierta ....................................... 109

6. lA AperturA de lA personA A dios ....................... 1116.1. Indicios de Dios en la persona ......................... 1116.2. La persona abierta a Dios ................................. 1136.3. La experiencia de Dios ..................................... 114

BIBLIOGRAFÍA........................................................ 119

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I. QUIÉN ES LA PERSONA

1. Atrévete a esculpir tu propia estatua

La gran obra de nuestra vida es nuestra propia per-sona. Lo más grande que podemos realizar no está fue-ra de nosotros: no es todo aquello que podamos crear, aquellas experiencias que podamos vivir. Y mucho menos aquello que logremos disfrutar o tener.

Pero si bien mi propia persona es la gran obra de mi vida, no es ella su fin, porque cada persona es un ser llamado. Ella no es su argumento, sino que su vida es llamada a realizar un sentido, unos valores, unas po-sibilidades y unos encuentros en los que se va a hacer plena. La vida de la persona es llamada y su responsa-bilidad es la respuesta.

En efecto, la persona no es el fin de sí misma: no es su fin su realización, ni su felicidad. Su fin está más allá de ella. Tanto es así que la persona se construye como tal en la medida en que se descentre, en que su vida sea desvivirse por otros, en la realización de un horizonte de sentido. La vida de la persona es realiza-ción de un sentido que va descubriendo y que está más allá de sí. Y este sentido se realiza con, desde y para otras personas.

Pero esto no es una hipótesis ni una teoría: es una experiencia de toda persona. Toda persona se percibe a sí misma como siendo alguien (y no una cosa o un mero individuo más). Y somos alguien en la medida en

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que actuamos como alguien en la realización de la obra que somos, de la llamada que somos y en el encuentro con otros. En este sentido somos actividad, fuerza, creatividad. Somos energeia: actividad.

Pero somos energeia en la medida en que vamos haciendo emerger toda la riqueza que hay en nosotros o vamos haciendo fructificar toda la riqueza que vamos adquiriendo a lo largo de la vida: somos un conjunto de capacidades. En este sentido, somos dynamis: po-tencialidad.

Nuestra propia identidad, lo que somos cada uno, se manifiesta en una constelación de capacidades, físicas y psíquicas. Así, nuestras capacidades son lingüísticas y comunicativas, destrezas manuales, intelectuales y abstractivas, capacidades de relación, capacidades afectivas (capacidad de apertura, de llegar al otro, de amabilidad, de ternura, generosidad, perdón, toleran-cia, conocer los propios afectos, saber expresarlos, saber controlarlos, saber conocer los afectos ajenos, saber resolver conflictos...), capacidades de acción (capacidad de organizar, gestionar, estructurar, go-bernar), capacidades artísticas (plásticas, musicales, corporales, visuales), capacidades físicas y psicomo-toras, capacidades fisiológicas, capacidades morales o de gestionar la propia vida. Así mismo, somos cuerpo, un temperamento, lo que nos ha dado la educación, el entorno personal, unas personas significativas. Ante todo, somos porque hemos sido amados. Por tanto, en primer lugar, somos a partir lo que hemos recibido. Recibimos un material en bruto. Pero luego cada uno tiene que esculpir su propia estatua: cada uno tiene que acrecentar sus conocimientos, adquirir dominio de sí,

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prudencia, fortaleza, templanza, humor, amabilidad, generosidad, magnanimidad.

Por esto, el resultado final depende de lo que uno hace con lo que ha recibido, y no tanto de lo que ha recibido. No somos lo que señalan estos dones, posi-bilidades y capacidades recibidos sino lo que permiten estos dones, posibilidades y capacidades: somos lo que queremos ser en función de lo que estamos llamados a ser y podemos ser.

Pero no sólo somos creatividad, actividad, potencia, capacidad. También somos finitud, limitación, recepti-vidad. Nuestras fuerzas y capacidades son limitadas. Nuestro tiempo es limitado (lo cual no debe ser motivo de angustia sino de tomar conciencia de la responsabi-lidad ante cada opción, ante cada momento de nuestra vida). Somos homo sapiens y homo faber pero también homo patiens: hombres sufrientes. Cargamos con la culpabilidad, con el sufrimiento y con la muerte. Y siendo esto nuestra limitación, también supone un re-to: el reto de realizarnos en el sufrimiento, trocando el sufrimiento en tarea personal, la culpa en ocasión de crecimiento y conversión, la muerte en toma de con-ciencia de la fugacidad del propio tiempo, de que cada día es único, de que cada ocasión es irrepetible.

El gran reto de la persona no es, por tanto, el ilus-trado «Atrévete a saber», ni el hedonista «Atrévete a disfrutar», ni el economicista «Atrévete a tener». El gran reto que se me presenta como persona es «atré-vete a esculpir tu propia estatua», esto es, «atrévete a responder a tu llamada», «atrévete a decir ‘sí’ a quien estás llamado a ser».

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2. Persona es aquello que no es una cosa

Cualquier persona es indefinible porque sólo se pue-den definir las cosas y la persona es justo aquello que no es una cosa ni puede ser tratada como tal. Somos un ‘quién’, no un ‘qué’. No somos algo etiquetable que podamos decir de una vez para siempre qué es. Pero esto no significa que no podamos acercarnos descrip-tivamente a decir quiénes somos. Y para ello vamos a intentar partir precisamente del hecho de que la persona es lo que no es una cosa, un mero objeto. Si aceptamos esto, podemos aceptar también que la persona:

– Nunca puede ser utilizada, nunca puede ser un medio sino un fin en sí. Y esto significa que la persona tiene una dignidad y merece un respeto absoluto al margen de su edad, condición, coe-ficiente intelectual, género e, incluso, actuación moral. Dignidad significa que vale por sí misma. Mientras que las cosas valen-para, las perso-nas valen por sí mismas y de modo absoluto. Tanto Teresa de Calcuta como Hitler tienen la misma dignidad personal, aunque no la misma dignidad moral. Como personas son igualmente respetables pero moralmente la segunda es re-probable. Y es que toda persona es dueña de su vida. Precisamente en este ‘ser suya’ radica su dignidad. Por eso no debe ser tratada como cosa. Cualquier forma de explotación, alienación o instrumentalización atentan contra la persona.

– Que la persona no sea cosa significa que tiene un valor absoluto y, por tanto, la persona es la fuente de todo valor. Esto no significa que la persona sea el Absoluto, sino que tiene valor en

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sí, un valor absoluto, respecto de cualquier otra realidad material o social y que jamás puede ser considerada como parte de un todo.

– Que la persona es una realidad que es suya no significa que lo sea en plenitud desde el primer momento: lo va adquiriendo libremente, me-diante el dominio de sí, por la integración pro-gresiva de todas sus dimensiones. La persona es tarea para sí misma.

– Que la persona sea justo lo que no es cosa im-plica que, frente a lo ya acabado o construido, la persona es un ser inacabado. Tiene que construirse: siempre puede crecer, mejorar, dar-de-sí (o empeorar y degradarse). Por tanto, no es conceptualizable, etiquetable, no es sometible a categorías cerradas y definitivas. Conceptuar a una persona o etiquetarla, llamándole, por ejemplo, ‘vago’, ‘inútil’, ‘drogadicto’ resulta una gran injusticia porque supone cosificarla, clasificarla, no admitir que pueda cambiar. Por eso, hay que tratar a las personas no como son sino como quisiéramos que fuesen, no por lo que son sino por lo que están llamadas a ser.

– En efecto, de las cosas ya sabemos qué son y para qué son. Pero las personas somos un quién, y estamos en continua autocreación. De la per-sona no está escrito quién va a ser. Y aunque de hecho está condicionada por su propia biografía anterior, por sus circunstancias, por su estructu-ra genética, su familia, su educación, situación económica, etc., nunca está determinada y le queda siempre la responsabilidad última sobre su futuro. Justo aquello que le condiciona (su cuerpo, su temperamento, su educación) es pre-cisamente lo que le posibilita como persona. Por

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eso, la persona tiene que decidir quién quiere ser. La persona es una tarea para sí misma. Cada persona es, en palabras de Plotino, responsable de «esculpir su propia estatua», de construir su personalidad, biografía y modos de relación. Y, en todo caso, lo que esto significa es que para que emerja la persona en plenitud, no basta con esperar de brazos cruzados: la persona tiene que forjarse a sí misma (a partir, eso sí, de lo que ha recibido). De modo que la persona no es tanto lo que es sino lo que está llamada a ser. Desde esta perspectiva es desde donde cobra todo su sentido el imperativo de Píndaro: llega a ser lo que eres o, mucho más preciso y personal, el imperativo de Fichte: llega a ser quien eres. Y ¿quién es este que quiero ser?: «el tú diferencia-do personal e irrepetible que llevas dentro y que merece ser plenificado y perfeccionado. Uno se hace más humano si asume el deber de llegar a ser el que podría ser»1.

– Sin embargo, esto no significa que seamos auto-suficientes. La persona tiene que hacer su vida pero apoyada, sobre todo, en las otras personas. Los otros son los que permiten, posibilitan e im-pulsan a la persona a ser quien está llamado a ser. Y cada uno crece, además, en la medida en que ayuda a otros a ser quienes están llamados a ser.

– Frente a las cosas, que son realidades cerradas en sí, es la persona una realidad abierta: a sí misma, a las cosas, a las demás personas y a Dios. Pero no sólo está abierto a, sino lanzado y orientado hacia aquello a lo que está abierto.

1. Díaz, C: El libro de los valores personalistas y comunitarios. Fun-dación Mounier, Madrid, 2000.

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La persona es, por ello, diálogo: ser ‘yo’ es una forma abreviada de decir ser ‘yo y tú’. La persona es un ser necesariamente comunitario (aunque no se agote ni se pueda disolver en lo comunitario o social).

– La persona, como ser individual, es una unidad inescindible. Esto significa que no es un miem-bro de una clase sino plena singularidad, insusti-tuible, irremplazable y única. Nadie puede vivir, ni querer, ni sentir, ni morir por uno mismo. Cada persona es una novedad absoluta. Por eso, cada persona es insustituible y tiene un papel único en la historia. Y no hay papeles pequeños.

– La persona es aquel ser que puede decidir quién quiere ser más allá de sus limitaciones bioló-gicas, psíquicas o sociales. De esta manera, el ser humano es aquel que es capaz de construir su propia realidad. Por supuesto, no construye a partir de la nada, sino justo sobre aquellas di-mensiones que condicionan la realidad personal, porque lo que le condiciona es también lo que le posibilita. Y puede construirse respondiendo a su llamada concreta –en cuyo caso, su vida se va logrando– o respondiendo a falsas llama-das del ambiente, de la sociedad, a impulsos o motivos impersonales o a proyectos ajenos a su desarrollo personal. En este caso, su vida se irá malogrando.

– La propia persona es deseo de Absoluto, nostal-gia de Absoluto. Frente a la cosa, que es mera facticidad, la persona es inquietud radical, y esta inquietud es búsqueda de Absoluto. Búsqueda que comienza en su propio interior. Lo que nos acerca al Absoluto no es la inteligencia sino la experiencia de la propia existencia como anhelo.

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Y la persona anhela un absoluto que no puede ser una cosa, sino una Persona que sea su propio fundamento, su apoyo, su fuente. Siendo lo fun-dante, es decir, lo más íntimo, esta Persona es también lo más trascendente. Es un ‘Tú’ íntimo y, a la vez, lo radicalmente Otro.

– La persona es un ser paradójico: es un absoluto, pero necesita de las demás personas; es corporal pero trasciende lo corporal; es algo existente pero está en construcción; es algo clausurado en sí pero abierto; es suyo, pero tiene que ir au-toposeyéndose; posee una intimidad única que debe construir y llevar a plenitud, pero sólo se realiza saliendo de sí y viviendo la comunidad; es libre para optar por su unificación y pleni-tud, pero puede optar por su desintegración y empobrecimiento; hace el mal que no quiere y no hace el bien que quiere, etc. Así las cosas, la persona es un ser permanentemente en conflicto, en tensión. Lo cual es justo lo que le hace cre-cer: únicamente no está en conflicto quien se ha anestesiado, quien se ha dormido.

3. Los dinamismos de la persona

Mientras que a las realidades físicas sólo las pode-mos conocer a través de sus fenómenos externos, a la persona la podemos conocer ‘por propia experiencia’ y por experiencia interna. Podemos ‘comprender’ en carne propia lo que es una persona. Podemos tratar de entender a qué responden sus más íntimos anhelos, qué es lo que la persona realmente quiere.

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Por otra parte, la observación del ámbito físico nos ofrece cómo las cosas actúan de hecho. Pero la investi-gación antropológica, o la más común reflexión sobre mi experiencia de ser persona, nos ofrece no sólo cómo de hecho suceden las cosas en las personas (cuestión que sería objeto del análisis sociológico), sino cómo están llamadas a ser. Más allá de la mera facticidad, podemos entender a qué ‘ley interna’ responden los avatares de las personas. No se trata de decir cómo de hecho las personas se comportan o cuáles son los motivos concretos por los cuales se deciden a obrar, sino qué es realmente lo que, en el fondo, mueve a las personas a actuar y a ser. Y para poder mirar a los demás empecemos haciendo el ejercicio de mirar hacia nosotros. Pero para ello, más allá de teorías, necesitamos asomarnos al acontecimiento de nuestra propia realidad personal, a nuestra propia experiencia. El acontecimiento será nuestro maestro.

Pues bien, desde una experiencia elemental e inme-diata, somos capaces de llevar a cabo varias constata-ciones: La persona está llamada a la plenitud, existe en ella un deseo de plenitud; por otra parte, esta plenitud sólo es posible en la apertura y el encuentro con los otros; en tercer lugar, se descubre un sentido radical, global, que puede orientar la vida de la persona en su hacerse plena.

3.1. La persona es deseo de plenitudLa esencia de la persona es dinámica y el dinamis-

mo más íntimo de la persona es el de crecer hacia su plenitud, dar-de-sí, aspiración a existir en plenitud o

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voluntad de ser. La persona es energeia que sólo tiene su cumplimiento en su plenitud, en ir a más sin medida.

Hay en toda persona un deseo más allá de todos sus deseos: el de alcanzar su plenitud. Más allá de los deseos particulares, de los deseos naturales y los promovidos socialmente, la persona tiene un deseo: el deseo de plenitud, de algo más grande, de ir más allá de sí misma y sobrepasarse. Y este deseo se desea aún sin tener clara conciencia de él. Prueba de ello es que toda persona aspira siempre a más y que resulta difícil que alguien esté ya conforme con lo conseguido en algún ámbito de su vida. Quien tiene amigos quiere serlo de más, quien tiene dinero quiere más, quien sabe quiere saber más y quien se domina quiere dominarse más.

Por otra parte, es experiencia de todos que la satis-facción de los deseos nunca calma el deseo. Los deseos cotidianos son como el horizonte: cuanto más nos acer-camos a él, éste se aleja más. Y lo que creíamos que nos iba a colmar (un viaje, un objeto, una posesión, un reconocimiento, un aplauso o un poder), al cabo nos deja más insatisfechos de lo que estábamos.

En realidad, sucede que la persona misma es deseo. Por eso, nunca puede ser quietud: el deseo es inquie-tud, pregunta, es búsqueda. Lanza a la persona a la búsqueda de aquello que le puede dar un sentido.

Por otra parte, este deseo de plenitud lo es de equi-librio pleno, de unificación plena. Se trata del deseo de vivir unificada y equilibradamente todas sus dimensio-nes: corporal, intelectual, afectiva y volitiva. De vivir unificadamente el cultivo de su intimidad con el de la realización de su apertura mediante el encuentro.

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Pero este crecimiento hacia la plenitud no es anár-quico. No vale cualquier camino. Al contrario, se con-cretará para cada persona en una orientación esencial en su vida. No es su realización lo que en última instan-cia busca la persona. La búsqueda ciega de realización y éxito suele dar lugar al estrés o a comportamientos obsesivos y compulsivos. Por otra parte, «las personas que buscan la autorrealización directamente, separada de una misión en la vida, de hecho no la logran»2. En realidad la realización de la persona no es meta sino consecuencia: «el hombre, en último término, puede realizarse sólo en la medida en que logra la plenitud de un sentido en el mundo»3. La autorrealización es un efecto espontáneo, resultado de la realización de va-lores y cumplimiento de un sentido, de su propia vida en tanto que llamada. Sólo es existencia plenamente humana la que se trasciende a sí misma. Si busca direc-tamente su realización, está llamada al fracaso. Por lo mismo, «lo que el ser humano quiere realmente no es la felicidad en sí, sino un fundamento para ser feliz»4. «La felicidad no sólo es el resultado del cumplimiento o realización del sentido, sino también, de manera más general, el efecto indirecto de la autotrascendencia»5.

En efecto, la felicidad y el placer son esquivos si se procuran por sí mismos y, además, pueden dar lugar a alteraciones en el equilibrio psíquico. La clave de la

2. A.H. Maslow: Comments on Dr. Frankl’s Papers, en A.J. Sutich y M.A.Vich (dirs): Readings in Humanistic Psychology. Free Press, Nueva York, 1969.

3. Frankl, V.: La voluntad de sentido. Herder, Barcelona 1991, p. 21.4. Frankl, V.: El hombre doliente. Herder, Barcelona 1994, p. 11.5. Frankl, V.: La voluntad de sentido, cit. p. 245.

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felicidad está, por tanto, en no buscarla por sí, en no bus-carse a sí como meta sino en vivir hacia algo o alguien con olvido de sí.6 La vida sólo se vuelve sobre sí cuando ha fracasado o ha abortado la búsqueda de sentido.

Pero aunque la persona percibe o experimenta, más o menos conscientemente, este deseo, también percibe una carencia, una privación. Se da cuenta de lo que no es, de lo que le falta, de sus limitaciones, de sus impotencias, de que hace el mal que no quiere y no hace el bien que quiere hacer. Por eso, su vida es inquietud y dolor: percibe la distancia entre lo que es y lo que está llamada a ser. Sin embargo, la inquietud, el dolor o tristeza no son la última palabra: el deseo trae consigo una promesa de plenitud. Por eso, la persona es esperanza de plenitud. Y, como tal, su vida puede ser felicidad incoada, alegría7.

3.2. El encuentro con los otrosDescubrimos, en segundo lugar, que todo creci-

miento hacia la plenitud sólo ocurre en el encuentro con los otros, en tanto que son impulsores, posibili-tantes y lugar de apoyo para la plenitud de la propia persona. Y en esto consiste la segunda constatación: el descubrimiento de la esencial apertura a los otros y al compromiso con ellos. Nadie es creativo y crece si no se siente cautivado por un valor, un ideal, o, sobre todo, por alguien que le lance más allá de sí, engrande-ciéndole. En realidad, todo valor y todo ideal siempre

6. Frankl, V.: El hombre doliente, cit. p. 65.7. Cfr. Domínguez Prieto, X. M.: Eres luz. La alegría de ser persona.

Ed. San Pablo, Madrid, 2005.

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son recibidos de alguien en quien se cree y al que se ama. Y nadie puede ir a más si no es apoyado en otros. Desde lo íntimo se descubre la necesidad de la relación con los demás como esencial (de hecho, nadie comien-za a ser yo sino a ser yo-tú). Para el crecimiento de la persona, el dinamismo de ir a más se abre y modula en función de aquel con quien ocurre el encuentro. En todo caso, se descubre que no cabe ponerse en marcha hacia la propia plenitud sino es a través de la relación. La experiencia del otro como imprescindible para que yo llegue a ser yo es tan primigenia como la tendencia a la plenitud.

3.3. El sentido existencialLo tercero que constatamos es que la propia vida,

y cada circunstancia dentro de ella, tienen un sentido, tienen siempre un para qué que se puede descubrir. La tarea de la vida es descubrirlo y, luego, comprometer-se con él. Se trata de un horizonte de valores, de un para qué, que cada uno tiene que descubrir. Para reali-zar su plenitud, la persona ha de encontrar un horizonte hacia el que oriente su crecimiento. Lo que desea la persona, más allá del placer, la riqueza, el poder, es un sentido desde el que poder caminar hacia su plenitud. Pues bien: el sentido es aquella orientación, aquel ‘para qué’ que se descubre como camino para ir más allá de uno, para ir de uno mismo al otro, hacia la plenitud, hacia la radical superación en uno mismo.

3.3.1. El sentido es la respuesta a los dones recibidosReconocer lo recibido, y responder agradecido, es

lo que hace a la persona creativa, lo que permite ex-

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traer lo mejor de ella misma. Es el resultado de acoger las posibilidades que se le ofrecen y realizarlas. Y esto es fuente de crecimiento y de alegría. Esto lleva a la persona a dar de sí porque la persona es respuesta a la llamada en la que cada uno consiste. Lo que cada uno es constituye llamada para la vida como respuesta. Esto significa que la llamada supone haber sido ama-do: soy amado, luego existo8. Y por el amor he sido llamado a ser y a ser yo. Por tanto, mi vida es la alegre respuesta a ser quien estoy llamado a ser9.

Pero este sentido nunca procede de las necesidades, de la atención de la persona sobre sí, sino de una ex-periencia de desbordamiento. Es un sentido personal (por tanto, subjetual) pero no subjetivo, es decir, no depende de la imaginación, o de la voluntad o de la inteligencia personal.

3.3.2. El sentido se puede descubrir: no se inventaLo que da sentido a cada persona no es lo que la

persona se propone sino lo que descubre como tenien-do sentido para ella. Lo que hay que inventar es el mo-do en que el proyecto vital responde a ese sentido, es decir, la manera en que llevo a cabo en mi vida aquello que he descubierto como valioso, como iluminador del resto de mi vida. Pero sólo es posible desde el descu-brimiento de la propia vocación, del signo personal que orienta acerca de quién está llamada a ser cada persona y cómo serlo en cada situación.

8. Cfr. Díaz, C.: Soy amado, luego existo. Desclée de Brouwer, Bilbao 1999. Volumen I: Yo y tú.

9. Cfr. Chrétien, J.-L.: La llamada y la respuesta. Caparrós, Madrid, 1997.

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3.3.3. El sentido tensa la vidaNo es eliminando tensiones y responsabilidades si-

no aumentándolas y asumiéndolas como la persona se fortalece y crece. Decíamos que la persona es una tarea para sí misma. Pues bien, ser persona, dice Frankl, «significa hallarse permanentemente confrontado con situaciones de las que cada una es al mismo tiempo don y tarea. La tarea de una situación consiste en rea-lizar su sentido. Y lo que al mismo tiempo nos da es la posibilidad, mediante el desempeño de dicha tarea, de realizarnos a nosotros mismos»10. La persona está así llamada a hacerse cargo de sí, responsable de sí misma.

3.3.4. La triple fuente del sentidoEl sentido existencial se puede encontrar en una

triple dirección11:

a) Desde la creatividad, es decir, desde el ejer-cicio de la propia vocación, desde las propias ocupaciones y trabajos, en las tareas que se desempeñan a favor de los demás. Encontramos, pues, un sentido en toda aquella acción en la que desarrollamos nuestras potencialidades, nues-tra orientación esencial de la acción, nuestras fuerzas, conquistando metas y objetivos. Todo aquello que depende de nuestra voluntad y en lo que nos expandimos.

10. Frankl, V.: La presencia ignorada de Dios. Herder, Barcelona, 1995, p. 108.

11. Cfr. Frankl, V.: La voluntad de sentido, cit. p. 33-38, 247ss; El hombre doliente, cit. p. 21, 63ss, 72-73, 249ss; El hombre en busca de sen-tido, cit. pp. 108-113; En el principio era el sentido, cit. p. 44-45.

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b) Desde las vivencias de la apertura a otros: apertura al amigo, a la pareja, a la familia, a la comunidad. De entre ellas, la apertura a la Persona será una fuente privilegiada de sentido. Será el sentido del sentido, por cuanto que es fundamentante. En general, se trata del hecho de encontrar un sentido en toda experiencia de amor y en aquellos ámbitos en los que se produ-ce el encuentro fructífero entre personas.

c) Desde la experiencia de la pasividad y el do-lor. «No hay ninguna situación en la vida que realmente carezca de sentido. Esto significa que los aspectos aparentemente negativos de la existencia humana, y en especial esa tríada trá-gica en la que se incluyen dolor, culpa y muerte, pueden también llegar a transformarse en algo positivo cuando se afrontan con la postura y actitud correctas»12. Se trata de todo aquello que nos ocurre sin nuestra voluntad y que nos limita. Es todo aquello negativo que aparece en nuestra vida: accidentes, enfermedades, dolores, las inferioridades físicas, psíquicas o morales, las heridas físicas o psíquicas, los defectos agrandados más o menos voluntariamente. En una palabra: el misterio del mal. Pues bien: en el sufrimiento, en el dolor, en el mal, en la culpa y en la muerte, es posible encontrar un sentido: es posible transfigurarlo y trascenderlo, situán-donos más allá de la resignación. Es posible tomar una actitud creativa y de crecimiento en las experiencias de dolor, sufrimiento, muerte o culpa. Hace falta, eso sí, trascender la situación,

12. Frankl, V.: La presencia ignorada de Dios. Herder, Barcelona 1995, p. 110.

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abrirse a un sentido que ilumine la pasividad. Y la experiencia nos muestra que crecimiento per-sonal y alegría son también posibles en estas cir-cunstancias (incluso, son una fuente privilegiada de crecimiento y alegría). ¡Cuántas veces una enfermedad o el cautiverio han sido decisivos en el desarrollo de lo más valioso de una persona! En estas circunstancias que no puede cambiar, la persona es aquel ser que puede «convertir un sufrimiento en un logro»13. El sufrimiento se le presenta como tarea, como una responsabilidad personal: «no hay nada en el mundo que sea tan capaz de consolar a una persona de las fatigas internas o las dificultades externas como el tener conocimiento de un deber específico, de un sen-tido muy concreto, no en el conjunto de su vida, sino aquí y ahora, en la situación concreta en la que se encuentra»14. De este modo, la persona puede crecer, madurar, porque el sufrimiento su-pone una invitación al crecimiento, a una mayor libertad interior. Todo depende de la actitud que se tome. De esta manera, su tragedia personal se puede convertir en triunfo. Sólo hace falta adquirir la capacidad de sufrimiento15, es decir, de ir más allá de él. Por eso, «el sufrimiento hace al ser humano lúcido y al mundo diáfano»16. No quiere decir esto que el sufrimiento sea necesa-rio para encontrar sentido, sino que el sentido es posible incluso en el sufrimiento inevitable.

13. Frankl, V.: La voluntad de sentido, cit. p. 33.14. Frankl, V.: En el principio era el sentido. Paidós, Barcelona, 2000,

p. 35.15. Cfr. Frankl, V.: El hombre doliente, cit. p. 250.16. Frankl, V.: El hombre doliente, cit. p. 255.

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3.3.5. ¿Qué sucede si no se encuentra, se rechaza o se ignora el sentido?

Cuando se carece de un sentido global para la vida, aparece la enfermedad psíquica más extendida: la neu-rosis por ausencia de sentido. Consiste en una radical frustración existencial. No se trata de una neurosis psíquica sino espiritual, que afecta a lo más íntimo de la persona. No procede de conflictos instintivos ni inconscientes, sino de una angustia espiritual. Pero, además, existen otras trágicas consecuencias.

Las consecuencias constatables del vacío existen-cial son variadísimas: unas afectan a las actitudes ante la vida y otras son psicopatológicas17. Entre las prime-ras destacan el hedonismo compulsivo, el conformis-mo y el totalitarismo. La búsqueda compulsiva de pla-cer es resultado de la insatisfacción existencial. Pero también es hacer lo que hacen todos como lo único que se puede hacer (conformismo) o hacer lo que hacen los demás, dejándose guiar ciegamente la persona por las directrices de la mentalidad dominante (totalitarismo). Entre las segundas, lo que denomina Frankl la «tríada neurótica»: adicciones, depresiones, agresividad.

4. La vocación

4.1. Qué es la vocaciónDecíamos que cada persona está llamada y orien-

tada esencialmente a la plenitud. La vocación es el

17. Cfr. Domínguez Prieto, X.M.: Psicología de la persona. Ed. Pala-bra, Madrid 2011, pp. 299ss.

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modo en que cada uno, de modo concreto en su vida, experimenta y realiza la llamada a la plenitud. Porque la vocación, ante todo, es vocación a ser persona en plenitud. Es ésta una vocación formal que cada uno tiene que concretar mediante una respuesta concreta, mediante un proyecto.

La persona se descubre a sí misma, poco a poco, co-mo un ser que está llamado a mucho más que simple-mente mantenerse en la existencia. La persona no está hecha para mantenerse en su existencia, para mantener un equilibrio homeostático, para estar tranquilo en el sillón viendo pasar la vida, sino para crecer. Y para ello debe estar en ‘tensión’ creativa. El ser humano, para poder ser tal en plenitud, no huye de las tensiones, sino que las necesita para crecer. Es justo la ausencia de tensión lo que le neurotiza y destruye. ¿Cómo lograr esa tensión? Desde el compromiso con el horizonte de valores descubierto, es decir, desde tareas que tengan sentido, desde situaciones que tengan sentido, desde encuentros que tengan sentido. Desde un sentido la persona es capaz de enfrentarse creativamente a las dificultades.

«Considero un concepto falso y peligroso para la higiene mental dar por supuesto que lo que el hombre necesita ante todo es equilibrio o, como se denomina en biología, ‘homeostasis’; es decir, un estado sin ten-siones. Lo que el hombre realmente necesita no es vivir sin tensiones, sino esforzarse y luchar por una meta que le merezca la pena. Lo que precisa no es eliminar la tensión a toda costa, sino sentir la llamada de un sen-tido potencial que está esperando a que él lo cumpla.Cuando los arquitectos quieren apuntalar un arco que

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se hunde, aumentan la carga encima de él, para que sus partes se unan así con mayor firmeza. Así también, si los terapeutas quieren fortalecer la salud mental de sus pacientes, no deben tener miedo a aumentar dicha carga y orientarles hacia el sentido de sus vidas»18.

Desde su sentido existencial, la persona opta entre las posibilidades que se le ofrecen: estudio, encuentro con otras personas, atender a alguien, descansar, hacer deporte, formarse, dominarse, comprometerse con un grupo o en una acción voluntaria, trabajar, perdonar, ha-cer una compra, etc. Pero en esas posibilidades no sólo elige opciones sino que se elige a sí mismo, se decide a sí, su propia figura. En este sentido, las circunstancias y situaciones en las que se encuentra son, a la vez, un don y un deber. Son un don en tanto que posibilidad. Pero también son un deber en tanto que son posibilidades que de modo efectivo posibilitan su plenitud, en cuanto que esas posibilidades reclaman la realización del sentido. Y realizando sus posibilidades, la persona se realiza a sí misma. La persona, por tanto, se descubre llamada a perfeccionarse. El modo concreto en el cual descubre que puede ir perfeccionándose constituye, si quiere, la ley de su obrar, su canon biográfico.

Pero que la persona esté llamada a desarrollarse en cierta manera no significa que necesariamente lo haga. Hace falta una opción de su libertad. Para irse conquis-tando, la persona debe vencer la tendencia a la costum-bre, a la pérdida continua de tensión. Debe mantener su capacidad de reacción, la conciencia de su llamada.

18. Frankl. V.E.: El hombre en busca de sentido. Herder, Barcelona, 1991, pp. 104-105.

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Esta llamada se realiza desde el fondo de sí, desde lo más profundo de la persona, y se manifiesta en el entramado estrictamente personal de las potencias, cualidades, capacidades, relaciones de cada persona así como en una orientación esencial de la acción. Esta orientación esencial de la acción se vive como incli-nación, como aspiración, como orientación personal. Porque, en efecto, cada persona aspira a ejercer lo esencial y definidor de ella misma.

Es una llamada a ocupar un puesto único dentro del universo personal, que da significado pleno y último a la vida de cada persona. La búsqueda y pro-gresiva toma de conciencia del sentido último, que va más allá de lo profesional, de los intereses, del éxito, es pieza clave en el crecimiento personal.

4.2. Crecimiento personal y vocaciónEl crecimiento de la persona tiene que ver con la

conciencia progresiva de esta orientación esencial de la acción, de esta vocación, de esta identidad propia y específica de cada uno.

La persona sólo se despliega desde la toma de con-ciencia de su vocación. Y ésta sólo se encuentra, como dijimos, en un proceso de interiorización. Desde ella cabe la posibilidad de volver al exterior sin correr el peligro de quedar encerrados fuera de nosotros mismos. Por otra parte, hay que salir de la interioridad para man-tener la interioridad, hay que abrirse a la comunidad pa-ra mantenerse la persona. Pero no basta con conocer los valores para crecer: hay que comprometerse con ellos. Por ello esta vocación cobra todo su sentido desde unos valores a los que la persona se adhiere. Existir es decir

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‘sí’ a esta vocación, a estos valores. Y esto comporta, muchas veces, decir que ‘no’: aceptar límites, rechazar posibilidades, protestar, alejarse. Vivir es elegir. En algunos momentos de mi vida, elegir algo o a alguien supondrá automáticamente dejar otras cosas u otras compañías. Desde mi vocación elijo y desecho, afirmo posibilidades y niego otras. Edificar es sacrificar. Y se elige desde la vocación. Desde la vocación, sólo desde ella, es posible renunciar, romper, decir ‘no’, por muy desgarrador que sea, sin que suponga mutilación, porque se elige desde una plenitud incoada.

Desde su orientación esencial de la acción, desde los encuentros con las personas y la Persona, la perso-na encuentra su sentido. Y esta búsqueda del para qué de la propia vida es de grandísima importancia porque su descubrimiento y ulterior experiencia:

– Unifica la vida, la ordena, integra todas las dimensiones. La vocación es lo que procura a la persona la unidad de su ser, una unidad presen-tida, nunca percibida. No es identidad abstracta, ni dada para siempre, no es evidente ni innata. Se trata de una identidad que se va sugiriendo, descubriendo, si se está en silencio a la escucha. Se experimenta a tientas, a oscuras, sin poder tener nunca la certeza de conocerla definitiva-mente. Es una llamada silenciosa.

– La pone en camino de plenitud y le da su pleno sentido.

– Hace que la vida de la persona tenga una enorme fecundidad y creatividad.

– Permite que sea una persona capaz de compro-misos fecundos, de asumir deberes con sentido positivo (en rehabilitación de adicciones lo pri-

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mero que se busca es un sentido para la persona, es decir, armarla moralmente).

5. Condiciones para el crecimiento de la persona

El crecimiento es la realización o actualización de los dinamismos esenciales de la persona. Supone una maduración de la persona, un mayor orden interno, creatividad, libertad, responsabilidad, apertura y au-tonomía. Mas lograr esto es tarea para toda la vida. Y todos conocemos múltiples ejemplos de personas que, hasta el final, han estado esculpiendo su propia esta-tua: Jünger, escribiendo filosofía hasta los cien años, Cervantes escribiendo su última novela en el lecho de muerte. Los ejemplos permitirían llenar más pági-nas que las que puede ofrecer este libro: Zubiri, Laín Entralgo, Karol Wojtyla, Teresa de Calcuta, Jehudi Menuhin, Alberti, Goethe, Bach, Bernard Shaw, Viktor E. Frankl, etc.

Crecer es ser-más, es dar-de-sí. Y esto concierne por igual a la inteligencia, a la voluntad, a la afecti-vidad, a las relaciones personales y al cuerpo. En la medida en que todas estas instancias funcionen ordena-damente y ajustadas a la realidad, se da un crecimiento.

¿Cuáles son las condiciones para un crecimiento in-tegral de la persona?: el autoconocimiento, contar con un ambiente comunitario personalizante, vivir desde el sentido existencial, ejerciendo la libertad y siendo responsable. El resultado será la madurez. Veámoslo detenidamente.