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REVISTA DI EDUCACIÓN
Para una mayor eficacia de la enserianza de la Religión
UN AC IERTO.. PARCIAL
11.1AN B. MANYAPresbítero.
Los dos decretos emanados del Ministerio de Edu-cación Nacional el día 8 de julio del año presente,aprobando e imponiendo unos reglamentos para laselección y para la inspección del profesorado de Re-ligión en los Centros oficiales de enseñanza, merecenser comentados. Lo merecen por las novedades queintroducen para resolver el problema denigrante ypeligroso de un reconocido fracaso; lo merecen porsus aciertos innegables. Y también por sus deficien-cias, inevitables en cualquier obra humana, pero que,dada la importancia del problema, vale la pena deseñalar, por si pudieran ser corregidas del todo o enparte. No tomamos la pluma para hacer un comen-tario crítico de los decretos aludidos; ni pretendemosenseriar a nadie, mucho menos a los que tienen ver-dadera autoridad en estas materias. Nuestro propó-sito es sumamente modesto: formular algunas dudasque quedan flotantes entre los números de los re-glamentos, en espera de resoluciones satisfactorias.Amamos demasiado la enseñanza religiosa para callarcuando nuestra humilde voz puede arrojar algunaluz o provocar alguna discusión provechosa.
Las oposiciones para la selección del profesoradoparecen responder a una necesidad sentida general-mente; pero¿bastan ellas solas, tal como las esta-
El número 10 de las Páginas de la Revista de Edu-caci6n recogía, bajo el título general de "La enseñanzade la Religión", cuatro artículos sobre esta interesantemateria, aparecidos en los números 3, 8, 19 y 21 denuestra publicación. Estos trabajos fueron redactados,respectivamente, por nuestros colaboradores don loséLuis L. Aranguren, el padre don losé María Cirarda,cl padre José María de Llanos, S. 1., y don JUAN BAU-
TISTA MANYÁ. En el presente número incluimos un nue-vo trabajo del arcediano de la catedral de Tortosa sobrela misma materia, en un momento en que el Minis-terio de Educación Nacional proyecta un plan de refor-ma de la enseñanza de la Religión, que consistirá en lacreación de Facultades Civiles de Teología, en la des-centralización universitaria de la enseñanza de la Re-ligión hacia los Colegios Mayores y los Centros decultura religiosa, y en la organización de diversos cur-sillos sobre Teología y Filosofía, según está previsto enel Concordato con la Santa Sede.
blece el Reglamento, para asegurar la eficacia do-cente? Nuestras dudas son las siguientes:
a) La eficacia docente depende no sólo de las con-diciones intelectivas del profesor, sino también de supsiquismo afectivo: interés y amor abnegado a susalumnos, de los cuales ha de hacerse amar y respetar;aquel entusiasmo generoso en transferir ideas y es-tilo mental a los discípulos; aquella sensación de pla-cer paternal, viéndolos crecer a su imagen y seme-janza, etc. En unos actos de oposición, apenas si sonconstatables estos aspectos afectivos, tan fundamen-tales y decisivos. No es raro el caso de profesores queobtienen los primeros números en las oposiciones ydespués quedan en medianías y aun en inferioridadesen el ejercicio de la cátedra ganada con tanto luci-miento. Es que, supuesta una superioridad intelec-tiva, pueden aún faltar al profesor otras condicionesindispensables. Para seleccionar ingenieros, médicos,químicos, etc., tal vez basten unas oposiciones seriasy rectas; para seleccionar profesores se necesita unconocimiento más profundo de su psiquismo docente.Conocimiento que es, por lo menos, dudoso que pue-dan adquirirlo los jueces en unos actos de oposicióncomo los prescritos en el Reglamento.
b) Pero aun como pruebas de valor propiamenteintelectivo, parecen dudosas o insuficientes las opo-siciones que establece el Reglamento en cuestión, es-pecialmente para asegurar la continuidad intelectualdel profesor. Dato éste de la máxima importancia real,pues el ejercicio del profesor no se cumple formal-mente en una hora ante un tribunal de oposiciones,sino día tras día ante los alumnos. La psicología dela inteligencia concede cada día mayor importanciaa la atención en la vida y aun en la esencia del ta-lento, y tiende a desvirtuar el factor capacidad na-tural. Nosotros hemos defendido expresamente estadoctrina psicológica, sosteniendo la igualdad relativade las inteligencias in puris naturae y señalando cornoprincipal factor diferencial del talento sobre las inte-ligencias vulgares la espontaneidad de la atención,supuesta la preparación y estímulos oportunos (Eltalento, vol. I, 1936; vol. II, 1948). Pero sea lo quesea de esta opinión particular, es innegable la influen-cia de la atención intensa y sostenida en los resultadosde un talento. Y es también una constatación segura
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PARA UNA MAYOR EFICACIA EN LA ENSE/ZANZA DF. LA RELIGIÓN 35
y firme de la psicología moderna y también de laantigua (S. Tomás, 2-2, 166, 1, ad 2) que la atenciónes proporcional al interés, como el efecto lo es a sucausa. Pero el interés puede revestir formas y tenereficacias muy variadas. Para no complicar esta expo-sición, bastará aquí advertir una distinción: el inte-rés puede ser estable o pasajero, ocasional o perenne.Un joven de talento y preparación sólida se lanza aunas oposiciones con el interés supremo de asegurarseuna situación económica y social. Y hace unas opo-siciones brillantes. Después, asegurada ya su posi-ción, disminuye el interés oposicionista o se derivaa otros intereses (lucros, honores, etc.). Y aquel opo-sitor tan lucido se anquilosa en una vulgaridad ypronto se queda atrasado en los progresos de su mis-ma asignatura. La cátedra, que parecía ser su ilusión,le es ahora un peso, un estorbo. Aquel opositor tanbrillante ha fracasado en su mentalidad; su lucimien-to intelectual en las oposiciones fué un fenómeno pa-sajero y, por tanto, engañoso: no era una vocacióny una aptitud profesional lo que demostró en las opo-siciones, sino las exigencias de un vulgar modus vi-vendi.
Se me dirá: para eso están los inspectores, paravigilar y sostener la tessitura docente del profesor,para estimular sus estudios y docencias. También lainspección es un acierto de los novísimos reglamen-tos. Nos complacemos en reconocerlo; pero sólo lo esen sentido relativo e incompleto. La docencia civil,especialmente la primaria, está mediatizada por unared de inspecciones. No censuramos el sistema; perose ha conseguido con esto solo la dignificación y la
eficacia deseables? Algo, y aun mucho, puede hacerun buen inspector, pero hay no pocos detalles queescapan a su inspección, necesariamente fugaz y mu-chas veces previsible, tal vez compasiva o compla-ciente con sus colegas, y que, a fin de cuentas, seenfrenta con el hecho de profesores definitivamentenombrados.
Quizá podría suplirse esta deficiencia estableciendopara los opositores triunfantes un período de interi-nidad relativa, durante el cual una inspección Drac-ticada finamente podría constatar la continuidad ola relajación de la tessitura docente. Es una insinua-ción marginal y vaga que brindamos a la crítica su-perior.
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Las dudas que acabamos de formular no se refie-ren exclusivamente a la enseñanza religiosa: soncomunes a cualquier otra docencia. Obedecen a cau-sas de orden general humano y, por tanto, universalese imposibles de extirpar radicalmente. Pero vale lapena de disminuirlas acercándose a lo que deberíaser una feliz realidad de la misión docente pública.Sobre todo en materias de enseñanza religiosa, todointerés por mejorarla es de una gran importanciacapital: la importancia máxima de la vida humana.Esta es la gran responsabilidad y el gran recurso dela docencia religiosa. Responsabilidad por el bien su-premo de la fe religiosa en los alumnos, que depen-derá, en todo o en parte, de la influencia del profe-
sor. Recurso, porque lo es, y muy eficaz, en manosde un buen profesor de Religión para el éxito de sulabor profesional.
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La misión de nuestros profesores de Religión esllevar sus alumnos a la captación de la verdad cató-lica. Captación que es doble, mutua: captación de laverdad por la inteligencia y captación de la inteli-gencia por la verdad reconocida. Pero para llegar ala feliz meta de esta doble captación hay que pasaruna etapa de atención, de estudio: etapa de trabajoy, por tanto, de por sí enojosa, que sólo se hace atrac-tiva por el interés que sintamos hacia la verdad acaptar. He aquí todo el programa, toda la esenciadel magisterio concretada en tres puntos: interés, aten-ción, captación. Nos hemos lamentado todos, y condemasiada razón, de que los alumnos no se intere-saban por la asignatura religiosa: la menosprecian,y el menosprecio llega hasta las condiciones persona-les del profesor y, esto es lo más triste, hasta el valorobjetivo de la misma verdad religiosa. Hemos con-fesado con sincera humildad que el fracaso radica enel primer término del trilema aludido: no hemos po-dido suscitar un interés vivo por el estudio de la re-ligión. Prosigamos nuestro examen de conciencia paraconfesiones y rectificaciones ulteriores.
El interés del estudio de la Religión para nuestroobjeto tiene un aspecto doble: el interés que llama-ríamos ascético y ei interés intelectual. El primero esgeneral, y se refiere a la importancia que tiene la Re-ligión en el problema de la vida humana presentey, sobre todo, para la futura. El segundo es más par-ticular, y urge a los que, conscientes del valor ascé-tico de la Religión, quieren cerciorarse de la verdadde sus soluciones. Esta es la actitud obligada de unintelectual ante la doctrina religiosa: éste es el casode nuestros alumnos de Religión, por lo menos enlas clases universitarias y las de los dos últimos añosdel Bachillerato. No gustan de imposiciones doctrina-les como las que se hacen a los niños en el catecismoo al vulgo en los sermones ordinarios. Antes de acep-tarlas quieren discutirlas libremente. Se sienten yahombres ilustrados, o pretenden serlo, y tienen a galavalerse de su criterio personal.
El profesor de Religión ha de tener en cuenta estavivencia (tan agudizada a veces) de sus alumnos yadaptarse a ella. Y no lo conseguirá con recursos deliteratura, de oratoria, de parénesis, de amabilidadesy condescencias o de severidades escolares, sino a basede una preformación teológica profunda, sincera, hu-manista. ¡Cuántas cosas incluyen estos adjetivos ne-cesarias para la eficacia de la enseñanza religiosa enlos jóvenes estudiantes!
El interés ascético de la Religión hemos indicadoque es general, afecta o debe afectar a todos los hom-bres, y es el objetivo obligado de toda propagandareligiosa. El profesor de Religión ha de usarlo tam-bién oportunamente, con discreta disimulación entre!as explicaciones de cátedra. El otro, el interés inte-lectual, alcanza también proporciones de universali-dad (todos quieren cerciorarse de la verdad de unprocedimiento a emplear); pero urge especialmente,
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y está en su lugar propio, en los sectores intelectua-les, en los cuales están colocados expresamente, o vana colocarse, nuestros alumnos. Y el interés intelectualpor el estudio de la Religión es esto, todo y sólo esto:analizarla, discutirla, expurgarla de aditamientos in-útiles, descubrir inconmovibles sus fundamentos, ava-sallador su ataque, sinceras e invulnerables sus res-puestas. Dadme un profesor capacitado para esta mi-sión; y, por tanto, habituado al estudio profundo dela Religión; y, por tanto, que haya sentido en lo másvivo de su conciencia el entusiasmo por la verdad re-ligiosa rutilante de sinceridades y evidencias; y, portanto, ansioso de inyectar en sus queridos alumnoslas felices convicciones de su espíritu; dadme profe-sores así y veréis cómo interesan sus palabras, cómolas captan ansiosos los alumnos, cómo las discutenapasionadamente, cómo consultan y vuelven a discu-tir sobre ellas. Y cómo, por fin, la palabra del profe-sor comentada, discutida, aun impugnada, se va abrien-do paso en la conciencia de los alumnos como unaverdad inevitable o, en el peor de los casos, comoun severo aviso a los posibles enemigos futuros dela Religión, del peligro de incurrir en el ridículo inte-lectual, atacando con argumentos fútiles y gastadosuna doctrina tan sólida, tan bien articulada.
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Terminamos estas breves reflexiones formulandootra pregunta o duda que flota entre los números delReglamento, mejor entre las lecciones del programaintegral de la asignatura. Se refiere a la convenienciade practicar el estudio de la Religión a base de unaespecie de cursus completus de Teología, como sehace actualmente entre nosotros, o bien seleccionandoalgunos de sus puntos cardinales, v. g., Dios, el alma,Jesucristo, la Iglesia, para tratarlos a fondo en loscursos universitarios y superiores del Bachillerato, des-pués de haber aprendido en los primeros cursos uncatecismo más o menos ampliado. Son evidentes lasventajas del cursus cornpletus. Cuanto más ampliosea el estudio de la Religión, mayor será el aprecioque se tendrá de sus valores. Además, la estrecha re-lación que existe entre los diversos temas teológicoshace que el conocimiento de algunos sea muy conve-
niente, a veces indispensable, para la inteligencia delos otros. Pero respetando y atendiendo las exigenciasde estos postulados de amplitud, hay razones muyserias que imponen limitaciones y especializaciones.Nos fundamos para razonarla en dos principios: a) elcampo de la Teología es muy amplio y erizado dedificultades para que puedan abarcarlo todo digna yeficazmente nuestros escolares; b) el estudio superfi-cial de la Religión, en vez de fortalecer la fe, siem-bra dudas y desengaños y escepticismos, cuando noodios positivos a imposiciones tenidas por irracionalesy pretensiosas. No se necesitan razonamientos com-plicados para legitimar estos dos principios: el pri-mero, per se patet; el segundo, ante la triste experien-cia que vivimos en nuestra misma época, queda jus-tificado plenamente.
Aludimos a un hecho lamentable de nuestros días,que en el extranjero preocupa seriamente y aquí pa-rece pasar inadvertido en su peligrosa realidad. Sehabla mucho de la apostasía religiosa de las masasobreras, pero apenas si se comenta la apostasía (des-vío, desinterés, antipatía, disimulado anticlericalismo,odio a veces) de la selección intelectual, registrada yconstatada por encuestas serias y sinceras. Y, no obs-tante, la apostasía de los intelectuales es una amenazamás grave aún y más profunda que la de las masas,porque los intelectuales de hoy dan la pauta del pen-samiento popular para el día de mañana, como el pen-samiento actual de las masas responde al influjo delos intelectuales de ayer.
Y no está aquí precisamente el objetivo principalde la cátedra de Religión en los Centros docentes,la función formal del profesorado de Religión, la as-piración esencial de la jerarquía eclesiástica y de laautoridad civil al establecer de común acuerdo lasnormas y reglamentos que comentamos? Sería muytriste que entre tantas facilidades para cumplir eficaz-mente el gran mandato de Cristo a sus apóstoles ya los sucesores de éstos: docete omnes gentes, a pesarde laudables esfuerzos y aciertos iniciales, nuestra ju-ventud intelectual, educada en tantos cursos escolaresde Religión, se quedase en la indiferencia, en el es-cepticismo, en el desprecio, en el odio a aquella doc-trina sublime, cuya enseñanza con tanta generosidadles ha sido confiada.