Parábola del águila
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En tensión continua y desgarrada entre el martirio de sus inmensas aspiraciones, deseos y la sensación experiencial de su incapacidad e imperfecciones, le surge a Teresita la parábola de las águilas
que se ciernen en las alturas, es decir, los grandes santos, y el débil
pajarillo, en el caso ella misma,
cubierto con un ligero plumón.
Durante sus ejercicios espirituales de 1896 escribe lo que se llama
“la parábola del águila y el pajarillo” Esta se puede dividir en
varios cuadros, que facilitarán la lectura y su degustación.
“A pesar de mi extrema pequeñez me atrevo a mirar fijamente al Sol divino, al sol del amor
y mi corazón siente en si todas las
aspiraciones del Águila”. Esta Águila,
cuyas aspiraciones siente y tiene en si el débil pajarillo ,
es Cristo Jesús, como se evidencia más adelante
¿Cuál es, su situación?: quisiera volar hacia el Sol que fascina sus ojos de águila... Pero lo más que puede hacer es levantar sus alitas... volar no está en su débil poder.
Pero, ¿porqué no vuela el pajarillo? Muy sencillo: porque el corazón y los ojos no bastan para volar.
¿Cuál es para el pajarillo la hora de la alegría perfecta? La misma de la tempestad; su dicha se cifra en permanecer
quieto en su puesto y contra viento y marea, seguir mirando fijamente a la luz invisible que se oculta a su fe.
No cambiar de orientación por nada del mundo.
Este, aún permaneciendo en su sitio, es decir, bajo los rayos del Sol,
toma un granito a derecha e izquierda, corre tras un gusanillo, luego,
ve una flor que le gusta y se entretiene con ella; en fin, no pudiendo cernerse como las águilas,
el pobre pajarillo se enreda todavía con las bagatelas de la tierra.
Podría retirarse de la circulación e ir a esconderse en un rincón
y allí llorar su miseria y morirse de arrepentimiento.
Pero no hará nada de eso, sino que “se vuelve hacia su amado Sol, expone a sus rayos bienhechores sus alitas mojadas , gime como la golondrina...
Y en su dulce canto, confía y cuenta detalladamente sus infidelidades, pensando, en su temerario abandono,
adquirir así un mayor dominio, atraer plenamente el amor de Aquel que no vino a buscar a los justos
sino a los pecadores ...”.
Aunque tenga toda su confianza en Dios, el pajarillo, dentro de su
desvalimiento, “invoca a los ángeles y a los santos, que se elevan como águilas hacia el Foco devorador,
objeto de sus anhelos”
Hay que recordar que no está hablando aquí de un modo poético sino de dormirse-dormirse delante de Dios, sobre todo después de comulgar. La actitud del pajarillo es la siguiente: cuando se despierta, cuando se despereza, no se desconsuela, su corazoncito permanece en paz y vuelve a comenzar su oficio de amor.