Parábolas, Cuentos y Fábulas (parte1)

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Se cuenta que en Inglaterra había una pareja que gustaba de visitar las pequeñas tiendas del centro de Londres. Al entrar en una de ellas se quedaron prendados de una hermosa tacita. "¿Me permite ver esa taza?" preguntó la señora, "¡nunca he visto nada tan fino!"

En las manos de la señora, la taza comenzó a contar su historia: "Usted debe saber que yo no siempre he sido la taza que usted está sosteniendo. Hace mucho tiempo yo era solo un poco de barro. Pero un artesano me tomó entre sus manos y me fue dando forma. Llegó el momento en que me desesperé y le grité: "¡Por favor..ya déjeme en paz...!" Pero mi amo sólo me sonrió y me dijo: ..."Aguanta un poco más, todavía no es tiempo"

Después me puso en un horno. ¡Nunca había sentido tanto calor!.... toqué a la puerta del horno y a través de la ventanilla pude leer los labios de mi amo que me decían: ..."Aguanta un poco más, todavía no es tiempo."

Cuando al fin abrió la puerta, mi artesano me puso en un estante. Pero, apenas me había refrescado, me comenzó a raspar, a lijar. No se cómo no acabó conmigo. Me daba vueltas, me miraba de arriba a abajo. Por último me aplicó meticulosamente varias pinturas...Sentía que me ahogaba... "Por favor déjame en paz", le gritaba a mi artesano; pero él sólo me decía:..."Aguanta un poco más, todavía no es tiempo."

Al fin, cuando pensé que había terminado aquello, me metió en otro horno, mucho más caliente que el primero. Ahora si pensé que terminaba con mi vida. Le rogué y le imploré a mi artesano que me respetara, que me sacara, que si se había vuelto loco. Grité, lloré; pero mi artesano sólo me decía: "Aguanta un poco más, todavía no es tiempo."

Me pregunté entonces si había esperanza... si lograría sobrevivir aquellos tratos y abandonos. Pero por alguna razón aguanté todo aquello. Fue entonces que se abrió la puerta y mi artesano me tomó cariñosamente y me llevó a un lugar muy diferente. Era precioso. Allí todas las tazas eran maravillosas, verdaderas obras de arte, resplandecían como solo ocurre en los sueños. No pasó mucho tiempo cuando descubrí que estaba en una fina tienda y ante mi había un espejo. Una de esas maravillas era yo. ¡No podía creerlo! ¡Esa no podía ser yo!

Mi artesano entonces me dijo: "Yo se que sufriste al ser moldeada por mis manos, mira tu hermosa figura. Se que pasaste terribles calores, pero ahora observa tu sólida consistencia, se que sufriste con las raspadas y pulidas, pero mira ahora la finura de tu presencia... y la pintura te provocaba nausea, pero contempla ahora tu hermosura.. y, ¿si te hubiera dejado como estabas?

¡"Ahora eres una obra terminada! ¡lo que imaginé cu ando te comencé a formar!".

¿Ayer?...¡Eso hace tiempo!... ¿Mañana?...No nos es permitido saber... Mañana puede ser muy tarde... Para decir que amas, para decir que perdonas, para decir que disculpas, para decir que quieres intentar nuevamente... Mañana puede ser muy tarde... Para pedir perdón, para decir: ¡Discúlpame, el error fue mío...! Tu amor, mañana, puede ser inútil; Tu perdón, mañana, puede no ser preciso; Tu regreso, mañana, puede que no sea esperado; Tu carta, mañana, puede no ser leída; Tu cariño, mañana, puede no ser más necesario; Tu abrazo, mañana, puede no encontrar otros brazos...

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Porque mañana puede ser muy, muy tarde! No dejes para mañana para decir: ¡Te amo! ¡Te extraño!, ¡Perdóname!, ¡Discúlpame! ¡Esta flor es para ti!, ¡Te encuentras muy bien! No dejes para mañana Tu sonrisa, Tu abrazo, Tu cariño, Tu trabajo, Tu sueño, Tu ayuda... No dejes para mañana para preguntar: ¿Puedo ayudarte? ¿Por qué estás triste? ¿Qué te pasa? ¡Oye!...ven aquí, vamos conversar. ¿Dónde está tu sonrisa? ¿Aún me das la oportunidad? ¿Por qué no empezamos nuevamente? Estoy contigo. ¿Sabes que puedes contar conmigo? ¿Dónde están tus sueños? Recuerda: ¡Mañana puede ser tarde...muy tarde! ¡Busca!, ¡Pide!, ¡Insiste!, ¡Intenta una vez más! ¡Solamente el "hoy" es definitivo! ¡Mañana puede ser tarde...muy tarde! Busca a Jesucristo hoy. ¡Mañana pueda ser muy tarde!

Dos hermanitos en puros harapos, provenientes del arrabal, uno de cinco años y el otro de diez, iban pidiendo un poco de comida por las casas de la calle que rodea la colina. Estaban hambrientos: "vaya a trabajar y no molesten", se oía detrás de la puerta; "aquí no hay nada pordiosero...", decía otro... Las múltiples tentativas frustradas entristecían a los niños... Por fin, una señora muy atenta les dijo: "Voy a ver si tengo algo para ustedes...¡Pobrecitos!" Y volvió con una latita de leche. ¡Que fiesta! Ambos se sentaron en la acera. El más pequeño le dijo al de diez años: "tú eres el mayor, toma primero...y lo miraba con sus dientes blancos, con la boca medio abierta, relamiéndose". Yo contemplaba la escena como tonto... ¡Si vieran al mayor mirando de reojo al pequeñito...! Se lleva la lata a la boca y, haciendo de cuenta que bebia, apretaba los labios fuertemente para que no le entre ni una sola gota de leche. Después, extendiéndole la lata, decia al hermano: "Ahora es tu turno. Sólo un poquito." Y el hermanito, dando un trago exclamaba: "¡Está sabrosa!" "Ahora yo", dice el mayor. Y llevándose a la boca la latita, ya medio vacía, no bebia nada. "Ahora tú", "Ahora yo", "Ahora tú", "Ahora yo"... Y, después de tres, cuatro, cinco o seis tragos, el menorcito, de cabello ondulado, barrigudito, con la camisa afuera, se acababa toda la leche... él solito. Esos "ahora tú", "ahora yo" me llenaron los ojos de lágrimas... Y entonces, sucedió algo que me pareció extraordinario. El mayor comenzó a cantar, a danzar, a jugar fútbol con la lata vacía de leche. Estaba radiante, con el estómago vacío, pero con el corazón rebosante de

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alegría. Brincaba con la naturalidad de quien no hace nada extraordinario, o aún mejor, con la naturalidad de quien está habituado a hacer cosas extraordinarias sin darles la mayor importancia. De aquél muchacho podemos aprender una gran lección: "Quien da es más feliz que quien recibe."

El dueño de una tienda estaba clavando un letrero sobre la puerta que decía "Cachorros para la venta". Letrero como ese atraen a los niños de tal manera que efectivamente un niño apareció bajo el letrero. - "¿Cuánto cuestan los cachorros?" - "Entre 30 y 50 euros, replicó el dueño". El niño buscó en sus bolsillos y sacó unas monedas - "Tengo 2,37 euros. ¿Puedo verlos, por favor?" El dueño sonrió y dio un silbido, y de la perrera salió Lady, quien corrió por los pasillos de la tienda seguida de cinco diminutas bolas plateadas de pelaje. Uno de los cachorros se retrasaba considerablemente detrás de los demás. - ¿Qué pasa con ese perrito?, dijo el niño señalando al cachorro que cojeaba rezagado. El dueño de la tienda le explicó que el veterinario lo había examinado, y había descubierto que no tenía la cavidad del hueso de la cadera. Siempre sería cojo. El niño se emocionó. - Ese es el cachorro que quiero comprar. - No tienes que comprar ese perrito -le dijo el dueño de la tienda-. Si realmente lo quieres ,te lo daré. El niño se molestó. Miró directamente a los ojos del dueño de la tienda y señalándolo con el dedo dijo: - "No quiero que me lo regale. Ese perito vale tanto como los demás, y pagaré todo su valor. Le daré 2,37 euros ahora, y cincuenta céntimos mensuales hasta que lo haya pagado completamente. - "No creo que quieras comprar ese perrito", replicó el dueño. Nunca va a poder correr ni jugar ni saltar contigo como los demás cachorros. En ese momento, el pequeño se agachó y arremangó su pantalón para mostrar una pierna enferma, retorcida y sujeta por una gran abrazadera de metal. - Bien, replicó suavemente el niño mirando al señor -¡yo tampoco corro muy bien y el cachorrito necesitará a alguien que lo entienda!

En un día caluroso de verano en el sur de la Florida un niño decidió ir a nadar en la laguna detrás de su casa. Salió corriendo por la puerta trasera, se tiró en el agua y nadaba feliz. No se daba cuenta de que un cocodrilo se le acercaba.

Su mamá desde la casa miraba por la ventana, vio con horror lo que sucedía. Enseguida corrió hacia su hijo gritándole lo más fuerte que podía. Oyéndole, el niño se alarmó y viró nadando hacia su mamá. Pero fue demasiado tarde. Desde el muelle la mamá agarró al niño por sus brazos justo cuando el caimán le agarraba sus piernitas. La mujer jalaba determinada, con toda la fuerza de su corazón. El cocodrilo más fuerte pero la mamá era mucho más apasionada y su amor no lo abandonaba.

Un señor que escuchó los gritos se apresuró hacia el lugar con una pistola y mató al cocodrilo.

El niño sobrevivió y, aunque sus piernas sufrieron bastante, aun pudo llegar a caminar. Cuando salió del trauma un periodista le preguntó si le quería enseñar las cicatrices de sus pies. El niño levantó la colcha y se las mostró. Pero entonces, con gran orgullo se remango las mangas y señalando hacia las cicatrices en sus brazos le dijo: "Pero las que usted debe ver son estas". Eran las marcas de las uñas de su mamá que habían presionado con fuerza. "las tengo porque mamá no me soltó y me salvó la vida".

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Nosotros también tenemos las cicatrices de un pasado doloroso. Algunas son causadas por nuestros pecados, pero algunas son la huella de Dios que nos ha sostenido con fuerza para que no caigamos en las garras del enemigo

Algunas veces nos conducimos tontamente en algunas situaciones peligrosas. La vida está repleta de riesgos y nos olvidamos que el enemigo nos espera para atacarnos. Ahí es cuando empieza la lucha de halar y tirar. Si tienes las cicatrices de Su amor en tus brazos, se muy, pero muy agradecido. El no te dejó y no te dejará ir.

El pastor de un pequeño pueblo de Nueva Inglaterra llegó a su iglesia un domingo cargando una mohosa jaula de pájaros, doblada y vieja, y la colocó sobre el púlpito. Se fruncieron varios ceños y, a manera de contestación, el pastor comenzó a hablar. "Estaba caminando por el pueblo ayer, cuando vi un joven caminando hacia mí meciendo esta jaula de pájaros. Dentro de ella habían tres pajarillos silvestres, temblando de frío y de miedo. Detuve al muchacho y le pregunté, '¿Qué llevas ahí, hijo?'" "Son tan solo unos pajarracos," fue la respuesta. "¿Y qué vas a hacer con ellos?" le pregunté.

"Los voy a llevar a casa y me voy a divertir con ellos," me contestó. "Voy a molestarles, a sacarles las plumas y hacerles pelear. Esa será mi diversión por hoy con mis amigos."

"Pero te vas a cansar de esos pajarillos tarde o temprano. ¿Qué harás con ellos entonces?"

"Tengo unos gatos," dijo el muchacho. "Les gustan los pájaros. Se los daré de postre y se pondrán contentos." Me quedé sin palabras. Por fin le dije. "¿Cuánto quieres por esos pájaros, hijo?" "¿¡Eh!? ¿Para que los quiere?. Son unos simples pájaros viejos del campo. No cantan. ¡Ni siquiera son bonitos! "¿Cuánto?", insistí. El muchacho me miró como si estuviera loco y me dijo, "$10?"

Busque en mi bolsillo y puse en sus manos un billete de diez dólares.

En un segundo el joven desapareció. Yo recogí aquella jaula y la llevé al final del callejón, donde había un árbol y césped. Poniendo la caja en el piso, abrí la puerta y, golpeando suavemente los barrotes, convencí a los pajaritos a que salieran a la libertad. Bueno, esa es la historia de la jaula vacía sobre el púlpito. La traje porque me recordó de otra historia infinitamente mas gloriosa. Se trata de nuestra historia.

Un día Satanás y Jesús estaban conversando. Satanás acababa de venir del Jardín del Edén y estaba jactándose. "Acabo de capturar al mundo lleno de gente allí abajo. Me hice una trampa, utilicé carnada que sabía que ellos no podían resistir. ¡Los agarré a todos!" "¿Qué vas a hacer con ellos?" preguntó Jesús. Satanás respondió, "¡Me voy a divertir! Voy a incitarles toda clase de fantasías. Se creerán poderosos y sabios. Terminarán peleándose entre ellos mismo. Hasta las parejas se divorciarán. Las mismas cosas buenas has creado les dominarán: el sexo, el dinero. Esos hombres que tanto amas serán borrachos y drogadictos. Les voy a enseñar como inventar armas y destruirán entre ellos mismos... ¡Me voy a divertir en grande!

"¿Y qué harás con ellos cuando termines?" preguntó Jesús.

"Oh, los mataré", exclamó Satanás con una risa sarcástica.

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"¿Cuánto quieres por ellos?" preguntó Jesús. "Oh, tú no quieres a esa gentuza. No valen nada. Se reirán de ti en tu cara ¡Te escupirán, te maldecirán y te matarán de la manera mas salvaje! ¡Tú no quieres a esa gente!". "¿Cuánto?" insistió Jesús. Satanás miró a Jesús y, mofándose, dijo... "¿Cuanto? Nada menos que tu propia vida, hasta la última gota de tu sangre." "¡HECHO!" dijo Jesús.

Un alpinista, desesperado por conquistar una altísima montaña, inició su travesía después de años de preparación, pero quería la gloria solo para él, por lo tanto subió sin compañeros. Su afán por subir lo llevó a continuar cuando ya no se podía ver absolutamente nada. Todo era negro, cero visibilidad, la luna y las estrellas estaban cubiertas por las nubes. Subiendo por un acantilado, a solo unos pocos metros de la cima, se resbaló y se desplomó por el aire. El alpinista solo podía sentir la terrible sensación de la caída en medio de la total oscuridad. En esos angustiantes momentos, le pasaron por su mente todos los episodios gratos y no tan gratos de su vida. De repente, sintió el fortísimo tirón de la larga soga que lo amarraba de la cintura a las estacas clavadas en la roca de la montaña. En ese momento de quietud, suspendido en el aire, no le quedó más que gritar: ¡¡¡AYÚDAME DIOS MIO¡¡¡ De repente, una voz grave y profunda de los cielos le contestó: - ¿QUE QUIERES MI HIJO? - Sálvame Dios mío - ¿REALMENTE CREES QUE YO TE PUEDA SALVAR? - Por supuesto Señor - ENTONCES CORTA LA CUERDA QUE TE SOSTIENE... Aquel alpinista, aterrorizado, se aferró más aún a la cuerda.

Al siguiente día el equipo de rescate encontró al alpinista muerto, colgado de la soga ... A TAN SOLO DOS METROS DEL SUELO... ¿Y tu? ¿Confías en Dios cuando te pide lo que parece contrario a tus intereses?, ¿Cortarías la cuerda?

La Lección Más Importante: Ama Durante el segundo mes de escuela de enfermeras, nuestro profesor nos dio un examen de sorpresa. Yo era una estudiante concienzuda y había encontrado todas las preguntas fáciles hasta leer la última: "¿Cual es el primer nombre de la mujer que limpia la escuela?" Indudablemente esto era un chiste. Yo había visto a la señora varias veces. Era alta, trigueña, y en sus cincuentas, ¿pero como podría saber su nombre? Entregué mi papel dejando la última pregunta en blanco. Un poco antes que terminara la clase, un estudiante preguntó si la última pregunta contaría para el grado del examen. "Absolutamente," dijo el profesor. "En sus carreras, ustedes conocerán muchas personas. Todas son importantes. Ellas merecen su atención y cuidado, aunque lo único que hagan es sonreírles y decirles "hola".

Esto es una lección que nunca se me ha olvidado. También aprendí que su nombre era Dorotea.

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Segunda Lección Importante: Ama Una noche de gran tormenta, a las 11:30 PM, una señora mayor de raza negra estaba parada al lado de la carretera en el estado de Alabama. Estaba empapada por la lluvia. Se le había dañado el carro y desesperadamente necesitaba ayuda. Un joven blanco paró para ayudarla, algo que generalmente no ocurría en los años 1960 con sus conflictos raciales. El joven la llevó a un lugar más seguro, la ayudó a recibir asistencia, y le llamó un taxi. Ella lucía estar en un apuro muy grande, pero escribió su dirección y le dio las gracias. Siete días pasaron y alguien le tocó a la puerta al joven. Sorprendido le entregaron un televisor de color de consola. Una nota especial estaba pegada que decía:

"Muchas gracias por su asistencia en la carretera la otra noche. La lluvia, no solo empapó mi ropa sino también mi espíritu. Entonces llegó usted. Gracias a su ayuda pude llegar al lado de mi esposo moribundo, justamente antes de que muriera. Que Dios lo bendiga por ayudarme y servir sin egoísmo a otros. Sinceramente, Sra. Nat King Cole (Esposa del famoso cantante)

Tercera Lección Importante: Ama Siempre recuerda con gratitud a quienes te sirven. En los días cuando un refresco con helado costaba mucho menos, un niño de 10 años entró a la cafetería de un hotel y se sentó en una mesa. Una camarera le puso un vaso de agua delante.

-"¿Cuanto es un refresco con helado?" preguntó el niño. -"Cincuenta centavos," respondió la camarera. El niñito sacó su manito de su bolsillo y contó el menudo. "Bueno, ¿y cuanto es una copa de helado solo?" preguntó. Habían más personas esperando por una mesa y la camarera estaba perdiendo su paciencia. "Treinta y cinco centavos", le respondió bruscamente. El niñito de nuevo contó su menudo. "Por favor deme una copa de helado solo", dijo el niño.

La camarera le trajo el helado, le puso la cuenta en la mesa y se fue. El niñito terminó el helado, le pagó a la cajera y dejó su propina. Cuando la camarera regresó a la mesa, empezó a llorar mientras limpiaba la mesa. Allí al lado de la copa vacía de helado habían dos monedas de cinco centavos y cinco centavos sueltos. El niño renunció al refresco para tener suficiente para la propina.

Cuarta Lección Importante: Ama

Hace muchos años, cuando yo trabajaba de voluntaria en un hospital, conocí una niñita llamada Liz que sufría de una enfermedad rara y seria. Su única oportunidad de recuperación era una transfusión de sangre de su hermanito de 5 años, quien se había salvado milagrosamente de esta misma enfermedad y había desarrollado los anticuerpos necesarios para combatirla. El médico le explicó la situación al hermanito, y le preguntó que si estaba dispuesto a darle sangre a su hermana. Lo vi vacilar por solo un momento antes de respirar fuertemente y decirle, "Si, lo haré si se salvará." Mientras que progresaba la transfusión, el estaba acostado al lado de su hermanita y sonrió viendo como el color regresaba a sus mejillas. Entonces el niño se puso pálido y su sonrisa desapareció. Miró al doctor y preguntó con una voz temblorosa, "¿Moriré enseguida?"

El niño había malentendido al médico; pensó que le tendría que dar toda su sangre a su hermana para salvarla y que entonces el moriría.

En el principio de los tiempos se reunieron varios demonios para hacer una de las suyas. Uno de ellos dijo: - Debemos quitarles algo a los hombres, pero, ¿qué? Después de mucho pensar uno dijo: -¡Ya sé!, vamos a quitarles "la felicidad". Pero el problema va a ser dónde esconderla para que no la puedan encontrar. Propuso el primero: "Vamos a esconderla en la cima del monte más alto del mundo", a lo que inmediatamente repuso otro: - "No, recuerda que tienen fuerza, alguna vez alguien puede subir y encontrarla, y si la encuentra uno, ya todos sabrán donde está".

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Luego propuso otro: "Entonces vamos a esconderla en el fondo del mar", y otro contestó: "No, recuerda que tienen curiosidad, alguna vez alguien construirá algún aparato para poder bajar y entonces la encontrará". Uno más dijo: "Escondámosla en un planeta lejano a la Tierra". Y le dijeron: "No, recuerda que tienen inteligencia, y un día alguien va a construir una nave en la que pueda viajar a otros planetas y la va a descubrir, y entonces todos tendrán felicidad". El último de ellos era un demonio que había permanecido en silencio escuchando atentamente cada una de las propuestas de los demás. Analizó cada una de ellas y entonces dijo: - Creo saber dónde ponerla para que realmente nunca la encuentren. Todos se volvieron hacia él asombrados y preguntaron al mismo tiempo: "¿Dónde?". El demonio respondió: "La esconderemos dentro de ellos mismos, en su corazón, estarán tan ocupados buscándola fuera que nunca la encontrarán".

Un hombre se encontró un huevo de águila. Se lo llevó y lo colocó en el nido de

una gallina de corral. El aguilucho fue incubado y creció con la nidada de pollos. Durante toda su vida, el águila hizo lo mismo que hacían los pollos, pensando

que era un pollo. Escarbaba la tierra en busca de gusanos e insectos, piando y cacareando. Incluso sacudía las alas y volaba unos metros por el aire, al igual que los pollos. Después de todo, ¿no es así como vuelan los pollos?

Pasaron los años y el águila se hizo vieja Un día divisó muy por encima de ella, en el límpido cielo, una magnifica ave que flotaba elegante y majestuosamente por entre las corrientes de aire, moviendo apenas sus poderosas alas doradas.

La vieja águila miraba asombrada hacia arriba "¿Qué es eso?", preguntó a una gallina que estaba junto a ella. "Es el águila, el rey de las aves", respondió la gallina. "Pero no pienses en ello. Tú y yo somos diferentes a él".

De manera que el águila no volvió a pensar en ello. Y murió creyendo que era una gallina de corral.

Cfr. Mt 25,14-30

Hoy te desesperas porque tus padres están viejos y achacosos. Se han convertido en una intromisión en tu apretada agenda, en una vergüenza cuando estas con tus amigos.

Comprende. Ahora tus padres están viejos. Es tu oportunidad de reflexionar y crecer en el amor. Los he puesto en tus manos para que aprendas a amar. El problema no son ellos. Eres tu que has olvidado de lo que es amar. Se te ha endurecido el corazón y ahora es el momento de recapacitar. Ahora te llamo al amor para con ellos. El amor todo lo vence.

Si ellos derraman su comida sobre su ropa, si les cuesta atarse los zapatos. Así fuiste tu y ellos te amaron.

Si les cuesta hablar y repiten lo mismo. Así fuiste tu y ellos te amaron.

Si tienen sus manías y sus achaques. Recuerda, así fuiste tu y te amaron.

Si te parecen inútiles y si no comprenden las nuevas tecnologías. Recuerda así fuiste tu y ellos te amaron.

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Si caminan muy despacio y sacarlos a pasear requiere de tu paciencia. Recuerda, así fuiste tu y ellos te amaron.

Si se hacen las necesidades en la cama. Recuerda así fuiste tu y te amaron.

Si te gritan y se incomodan sin razón, recuerda los lloriqueos que ellos soportaron de ti. Todo por amor.

Si te dicen que no quieren vivir. Comprende. Solo te están demostrando su dolor y frustración porque sienten ser una molestia en tu vida. Es tu oportunidad para demostrarles con tu amor que ellos son mas bien un don porque los amas. Ellos te están enseñando a amar.

Recuerda, no hace mucho fuiste pequeño y ellos estuvieron a tu lado. Las mismas cosas de que te quejas las hiciste tu y ellos lo comprendieron todo. ¿sabes por qué? porque te amaron.

La misión de tus padres contigo no ha terminado. Yo me serví de ellos para darte vida y formarte en un hombre adulto, ahora te los pongo en tus manos para que te liberes de ti mismo y entres en la madurez del amor.

No temas. Yo estoy a tu lado.

En su libro "¿Vendrá el Amanecer?", Robert Heffler escribió esta conmovedora historia:

Un niño visitaba a sus abuelos en su finca. Le habían dado un tira piedra para que jugara en el bosque y, por mucho que el practicaba, nunca le daba al blanco. Al fin, desanimado y cansado, caminaba hacia su casa para cenar, cuando se encontró el pato favorito de su abuela. En un momento de impulso lanzó una piedra, y le dio directamente a la cabeza del pato el cual quedó muerto. El niño se espantó y por el pánico que tenía, escondió el pato muerto en una pila de madera. Entonces vio que su hermana Sally lo había visto todo, y no dijo nada. Pero ese día, después del almuerzo, la abuela dijo, "Sally vamos a lavar los platos". Sally respondió, "Abuela, Johnny me dijo que el quería ayudarte en la cocina." Entonces le susurró a su hermano, "¿recuerdas el pato?". Johnny, sintiéndose chantajeado, lavó los platos.

Más tarde el abuelo le preguntó a los niños si querían irse de pesca, y la abuela dijo, "Lo siento pero necesito que Sally se quede y me ayude a preparar la cena. "Sally solo sonrió y dijo, "Bueno, está bien, pero Johnny me dijo que el te quería ayudar." De nuevo le susurró al hermano, "¿Recuerdas el pato?" Así que Sally se fue a pescar y Johnny se quedó ayudando en la casa. Después de varios días en que Johnny hacía los quehaceres de Sally, no pudo aguantar más, y fue a donde estaba su abuela y le confesó que él había matado el pato. La abuela lo abrazó y le dijo, "Mi amor, yo lo sabía. Yo estaba parada en la ventana y lo ví todo. Tú mismo te hiciste esclavo de Sally por el miedo de confiarme tu problema. Yo te amo y te perdono, solo esperaba que tu fueras honesto conmigo para liberarte del chantaje de Sally."

Pensamiento: ¿Hay algo en tu vida que no te atreves a contarle a Jesús?. El está esperándote. El lo sabe todo y quiere perdonarte.

Medita la historia del Hijo Prodigo que comienza en Lucas 15, 11

Cuando yo era pequeño Cuando yo era pequeño me encantaban los circos, y lo que más me gustaba de los circos eran los animales. Me llamaba especialmente la atención el elefante que, como más tarde supe, era también el animal preferido por otros niños. Durante la función, la enorme bestia hacía gala de un peso, un tamaño y una fuerza descomunales... Pero después de su actuación y hasta poco antes de volver al escenario, el elefante siempre permanecía atado a una pequeña estaca clavada en el suelo con una cadena que aprisionaba una de sus patas.

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Sin embargo, la estaca era sólo un minúsculo pedazo de madera apenas enterrado unos centímetros en el suelo. Y, aunque la cadena era gruesa y poderosa, me parecía obvio que un animal capaz de arrancar un árbol de cuajo con su fuerza, podría liberarse con facilidad de la estaca y huir. El misterio sigue pareciéndome evidente. ¿Qué lo sujeta entonces? ¿Por qué no huye? Cuando tenía cinco o seis años, yo todavía confiaba en la sabiduría de los mayores. Pregunté entonces a un maestro, a mi padre y a más personas mayores por el misterio del elefante. Alguno de ellos me explicó que el elefante no se escapaba porque estaba amaestrado. Hice entonces la pregunta evidente: “Si está amaestrado, ¿por qué lo encadenan?”. No recuerdo haber recibido ninguna respuesta coherente. Con el tiempo, olvidé el misterio del elefante y la estaca, y sólo lo recordaba cuando me encontraba con otros que también se habían hecho esa pregunta alguna vez. Hace algunos años, descubrí que, por suerte para mí, alguien había sido lo suficientemente sabio como para encontrar la respuesta: "El elefante del circo no escapa porque ha estado atado a una estaca parecida desde que era muy, muy pequeño". Cerré los ojos e imaginé al indefenso elefante recién nacido sujeto a la estaca. Estoy seguro de que, en aquel momento, el elefantito empujó, tiró y sudó tratando de soltarse. Y, a pesar de sus esfuerzos, no lo consiguió, porque aquella estaca era demasiado dura para él. Imaginé que se dormía agotado y que al día siguiente lo volvía a intentar una y otra vez. Y al otro día, y al otro... Hasta que, un día, un día terrible para su historia, el animal aceptó su impotencia y se resignó a su destino. Ese elefante enorme y poderoso que vemos en el circo no escapa porque, el pobre, cree que no puede. Tiene grabado el recuerdo de la impotencia que sintió poco después de nacer. Y lo peor es que jamás se ha vuelto a cuestionar seriamente ese recuerdo. Jamás, jamás intentó volver a poner a prueba su fuerza...

Vengo, maestro, porque me siento tan poca cosa que no tengo ganas de

hacer nada. Me dicen que no sirvo, que no hago nada bien, que soy torpe y bastante tonto. ¿Cómo puedo mejorar? ¿Qué puedo hacer para que me valoren más?

El maestro, sin mirarlo, le dijo: “Cuánto lo siento, muchacho. No puedo ayudarte, ya que debo resolver primero mi propio problema. Quizá después...” Y, haciendo una pausa, agregó: “Si quisieras ayudarme tú a mí, yo podría resolver este tema con más rapidez y después tal vez te pueda ayudar”.

-E...encantado, maestro -titubeó el joven- sintiendo que de nuevo era desvalorizado y sus necesidades postergadas.

-Bien, continuó el maestro. Se quitó un anillo que llevaba en el dedo meñique de la mano izquierda y, dándoselo al muchacho, añadió: Toma el caballo que está ahí fuera y cabalga hasta el mercado. Debo vender este anillo porque tengo que pagar una deuda. Es necesario que obtengas por él la mayor suma posible, y no aceptes menos de una moneda de oro. Vete y regresa con esa moneda lo más rápido que puedas.

El joven tomó el anillo y partió. Apenas llegó al mercado, empezó a ofrecer el anillo a los mercaderes, que lo miraban con algo de interés hasta que el joven decía lo que pedía por él.

Cuando el muchacho mencionaba la moneda de oro, algunos reían, otros le giraban la cara y tan sólo un anciano fue lo bastante amable como para tomarse la molestia de explicarle que una moneda de oro era demasiado valiosa como para entregarla a cambio de un anillo. Con afán de ayudar, alguien le ofreció una moneda de plata y un recipiente de cobre, pero el joven tenía instrucciones de no aceptar menos de una moneda de oro y rechazó la oferta.

Después de ofrecer la joya a todas las personas que se cruzaron con él en el mercado, que fueron más de cien, y abatido por su fracaso, montó en su caballo y regresó.

Cuánto hubiera deseado el joven tener una moneda de oro para entregársela al maestro y liberarlo de su preocupación, para poder recibir al fin su consejo y ayuda.

Entró en la habitación.

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-Maestro -dijo-, lo siento. No es posible conseguir lo que me pides. Quizás hubiera podido conseguir dos o tres monedas de plata, pero no creo que yo pueda engañar a nadie respecto del verdadero valor del anillo.

-Eso que has dicho es muy importante, joven amigo -contestó sonriente el maestro-. Debemos conocer primero el verdadero valor del anillo. Vuelve a montar tu caballo y ve a ver al joyero. ¿Quién mejor que él puede saberlo? Dile que desearías vender el anillo y pregúntale cuánto te da por él. Pero no importa lo que te ofrezca: no se lo vendas. Vuelve aquí con mi anillo.

El joven volvió a cabalgar. El joyero examinó el anillo a la luz del candil, lo miró con su lupa, lo

pesó y luego le dijo al chico: -Dile al maestro, muchacho, que si lo quiere vender ahora mismo, no

puedo darle más de cincuenta y ocho monedas de oro por su anillo. -¿Cincuenta y ocho monedas? -exclamó el joven. -Sí -replicó el joyero-. Yo sé que con tiempo podríamos obtener por él

cerca de setenta monedas, pero si la venta es tan urgente... El joven corrió emocionado a casa del maestro a contarle lo sucedido. -Siéntate -dijo el maestro después de escucharlo-. Tú eres como ese

anillo: una joya, valiosa y única. Y como tal, sólo puede evaluarte un verdadero experto. ¿Por qué vas por la vida pretendiendo que cualquiera descubra tu verdadero valor?

Y, diciendo esto, volvió a ponerse el anillo en el dedo meñique de su mano izquierda.

Cfr. Mt. 6,25-34

Un sabio maestro se encontró frente a un grupo de jóvenes que se declaraban en contra del matrimonio. Los muchachos argumentaban que el romanticismo constituye el verdadero sustento de las parejas y que es preferible acabar con la relación cuando éste se apaga en lugar de entrar a la hueca monotonía del matrimonio.

El maestro les escuchó con atención y después les relató un testimonio personal:

- Mis padres vivieron 55 años casados. Una mañana mi mamá bajaba las escaleras para prepararle a papá el desayuno cuando sufrió un infarto y cayó. Mi padre la alcanzó, la levantó como pudo y casi a rastras la subió a la camioneta. A toda velocidad, condujo hasta el hospital mientras su corazón se despedazaba en profunda agonía. Cuando llegó, por desgracia, ella ya había fallecido.

Durante el sepelio, mi padre no habló, su mirada estaba perdida. Casi no lloró. Esa noche sus hijos nos reunimos con él. En un ambiente de dolor y nostalgia recordamos hermosas anécdotas. Él pidió a mi hermano teólogo que dijera algunas reflexión sobre la muerte y la eternidad. Mi hermano comenzó a hablar de la vida después de la muerte. Mi padre escuchaba con gran atención. De pronto pidió "llévenme al cementerio".

"Papá" respondimos "¡Son las 11 de la noche! No podemos ir al cementerio ahora!" Alzó la voz y con una mirada vidriosa dijo: "No discutan conmigo por favor, no discutan con el hombre que acaba de perder a la que fue su esposa por 55 años". Se produjo un momento de respetuoso silencio. No discutimos más. Fuimos al cementerio, pedimos permiso al velador y, con una linterna llegamos a la lápida. Mi padre la acarició, oró y nos dijo a sus hijos que veíamos la escena conmovidos: "Fueron 55 buenos años...¿saben?, Nadie puede hablar del amor verdadero si no tiene idea de lo que es compartir la vida con una mujer así". Hizo una pausa y se limpió la cara. "Ella y yo estuvimos juntos en todo. Alegrías y penas. Cuando nacieron ustedes, cuando me echaron de mi trabajo, cuando ustedes enfermaban", continuó "Siempre estuvimos juntos. Compartimos la alegría de ver a nuestros hijos terminar sus carreras, lloramos uno al lado del otro la partida de seres queridos, rezamos juntos en la sala de espera de muchos hospitales, nos apoyamos en el dolor, nos abrazamos y perdonamos nuestras faltas... hijos, ahora se ha ido y estoy contento, ¿saben por que?, porque se fue antes que yo, no tuvo que vivir la agonía y el dolor de enterrarme, de quedarse sola después de mi partida. Seré yo quien pase por eso, y le doy gracias a Dios. La amo tanto que no me hubiera gustado que sufriera..."

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Cuando mi padre terminó de hablar, mis hermanos y yo teníamos el rostro empapado de lágrimas. Lo abrazamos y él nos consoló:

- "Todo está bien hijos, podemos irnos a casa; ha sido un buen día". Esa noche entendí lo que es el verdadero amor.

es una comunión de corazones que es posible porque somos imagen de Dios. Es una alianza que va mucho mas allá de los sentidos y es capaz de sufrir y negarse cualquier cosa por el otro."

Cuando el maestro terminó de hablar, los jóvenes universitarios no pudieron debatirle. Ese tipo de amor les superaba en grande. Pero, aunque no tuviesen la valentía de aceptarlo de inmediato, podían presentir que estaban ante el amor verdadero. El maestro les había dado la lección mas importante de sus vidas.

Había una vez un hombre que calumnió grandemente a un amigo suyo, todo por la envidia que le tuvo al ver el éxito que este había alcanzado. Tiempo después se arrepintió de la ruina que trajo con sus calumnias a ese amigo, y visitó a un hombre sabio a quien le dijo: "Quiero arreglar todo el mal que hice a mi amigo. ¿Cómo puedo hacerlo?", a lo que el hombre respondió: "Toma una bolsa llena de plumas de ave y suéltalas por donde vayas".

El hombre al cabo de un día las había soltado todas. Volvió donde el sabio y le dijo: "Ya he terminado", a lo que el sabio contestó: "Esa es la parte más fácil. Ahora debes volver a llenar la bolsa con las mismas plumas que soltaste. Sal a la calle y búscalas".

El hombre se sintió muy triste, pues sabía que eso era imposible. El sabio le dijo: "Así como no pudiste juntar de nuevo las plumas que volaron con el viento, así mismo el mal que hiciste voló de boca en boca y el daño ya está hecho. Se humilde y reconoce el daño pidiendo perdón a tu amigo, y jamás vuelvas a repetirlo".

Soportándoos unos a otros y perdonándoos mutuamente , si alguno tiene queja contra otro. Como el Señor os perdonó, perdonaos también vosotros. -Colosenses 3,13

Historia de la vida real.

Cerca de la ciudad de Beloxi en EE.UU., un huracán amenazaba con grandes vientos. Ya de noche y bajo una fuerte lluvia, un hombre se atravesó en la carretera. Habiéndose quitado la camisa, la enarbolaba y agitaba ante los vehículos. Los choferes pensaron que era un loco. Algunos lo esquivaron y siguieron de largo, otros, no pudiendo evitarlo, pararon muy enojados y le amenazaron con llamar a la policía si no despejaba el camino.

Fue entonces que el "loco" tuvo la oportunidad de hablarles: "El puente que está adelante ha sido arrastrado por las aguas. Si no los paraba de alguna manera, ustedes hubieran muerto como los otros choferes". Todos comprendieron que aquel "loco" era en realidad un héroe. Había arriesgado su vida para salvar la de ellos.

¿Le has dado gracias a los "locos" que han intervenido en TU vida?

HAY CAMINOS QUE AL HOMBRE LE PARECEN DERECHOS PERO SU FIN ES CAMINO DE MUERTE". Proverbios 14,12

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Un día un pobre hombre que vivía en la miseria y mendigaba de puerta en

puerta, observó un carro de oro que entraba en el pueblo llevando un rey sonriente y radiante. El pobre se dijo de inmediato:

“Se ha acabado mi sufrimiento, se ha acabado mi vida de pobre. Este rey de rostro dorado ha venido aquí por mi. Me cubrirá de migajas de su riqueza y viviré tranquilo”.

En efecto, el rey, como si hubiese venido a ver al pobre hombre, hizo detener el carro a su lado. El mendigo, que se había postrado en el suelo, se levantó y miró al rey ,convencido de que había llegado la hora de su suerte. Entonces, el rey extendió su mano hacia el pobre hombre y dijo: ¿Qué tienes para darme?

El pobre, muy desilusionado y sorprendido, no supo que decir.”¿Es un juego lo que el rey me propone?, ¿Se burla de mi?, ¿Es un nuevo pesar?”

Entonces al ver la persistente sonrisa del rey, su luminosa mirada y su mano tendida, el pobre metió su mano en la alforja, que contenía unos puñados de arroz. Cogió un grano de arroz y se lo dio al rey, que le dio las gracias y se fue enseguida, llevado por unos caballos sorprendentemente rápidos.

Al final del día, al vaciar su alforja, el pobre encontró un grano de oro. Se puso a llorar diciendo: -¡Por que no le habré dado todo mi arroz!

Mt 6,19-21; 13,44-46.

Un padre, su hijo, y un amigo del hijo navegaban en el Pacífico, cuando una tormenta los sorprendió haciendo imposible todos los intentos de regresar a la costa. Las olas eran tan altas que, aunque el padre era un navegante experimentado, no pudo dominar el velero y los tres fueron arrastrados mar adentro." "Después de unas 4 horas de intensa lucha por mantenerse a flote, una gigantesca ola barrió la cubierta con una fuerza brutal. Los dos jóvenes fueron echados al mar. El padre, agarrando la soga de rescate, tuvo que hacer la decisión mas difícil de su vida:

A cual de los dos muchachos le iba a tirar la soga. Tenía nada más unos segundos para hacer su decisión. El padre sabía que su hijo era Cristiano y que su amigo no. La agonía de su decisión era mayor que el ímpetu de las olas. El padre le gritó a su hijo, 'te amo, hijo mío!', y le tiró la soga de rescate al amigo. Cuando volvió por su hijo, este había desaparecido bajo la olas en la noche oscura. Por mas que lo buscaron, nunca apareció. Ni siquiera se encontró jamás su cuerpo." El padre, sabía que su hijo iba a estar en la eternidad con Jesús pero temía por el destino del otro joven que no conocía a Jesucristo. Es por eso que decidió entregar a su hijo para salvar la vida del amigo de su hijo. ¡Que grande es el amor de Dios que hizo lo mismo por nosotros!. Nuestro Padre Celestial sacrificó su Hijo único para nuestra salvación. Yo les suplico que acepten la oferta de rescate y agarren la soga de vida que El les está ofreciendo en este mismo momento."

Una joven le pidió al sacerdote que fuera a su casa para orar por su padre que estaba muy enfermo. Cuando el sacerdote llegó a la habitación del enfermo, encontró al enfermo en su cama con la cabeza calzada por un par de almohadas.

Había una silla al lado de su cama, por lo que el sacerdote pensó que el hombre sabía que vendría a verlo. - -Supongo que me estaba esperando?, le dijo. -No, ¿quién es usted?, le dijo el hombre. -Soy el sacerdote que su hija llamó para que orase con usted; cuando vi la silla vacía al lado de

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su cama supuse que usted sabía que yo vendría a visitarlo. -Oh, sí, la silla, dijo el hombre enfermo, ¿le importa cerrar la puerta?

El sacerdote sorprendido la cerró. El enfermó comenzó a explicar:

Nunca le he dicho esto a nadie, pero toda mi vida la he pasado sin saber cómo orar. Cuando he estado en la Iglesia he escuchado siempre, al respecto de la oración, que se debe orar y los beneficios que trae..., pero siempre esto de las oraciones me entró por un oído y me salió por el otro, pues no tengo idea de cómo hacerlo. Entonces hace mucho tiempo abandoné por completo la oración.

Esto ha sido así en mí, hasta hace unos cuatro años, cuando conversando con un buen amigo me dijo: "José, esto de la oración es simplemente tener una conversación con Jesús. Así es como te sugiero que lo hagas: te sientas en una silla y colocas otra silla vacía enfrente tuyo; luego con fe miras a Jesús sentado delante de tí. No es algo alocado. ÉL nos dijo: "Yo estaré siempre con ustedes". Por lo tanto, le hablas y lo escuchas, de la misma manera como lo estás haciendo conmigo ahora.

Es así que lo hice una vez y me gustó tanto que lo he seguido haciendo unas dos horas diarias desde entonces. Siempre tengo mucho cuidado que no me vaya a ver mi hija...pues me internaría de inmediato en el manicomio.

El sacerdote sintió una gran emoción al escuchar esto y le dijo a José que era muy bueno lo que estaba haciendo, y que no cesara de hacerlo. Luego hizo una oración con él, le extendió una bendición y se fue a su parroquia.

Dos días después, la hija de José llamó al sacerdote para decirle que su padre había fallecido. El sacerdote le preguntó: ¿Falleció en paz? Sí, cuando salí de la casa a eso de las dos de la tarde me llamó y fui a verlo en su cama. Me dijo lo mucho que me quería y me dio un beso. Cuando regresé de hacer compras, una hora más tarde, ya lo encontré muerto. Pero hay algo extraño al respecto de su muerte, pues aparentemente antes de morir se acercó a la silla que estaba al lado de su cama y recostó su cabeza en ella, pues así lo encontré. ¿Qué cree usted que pueda significar esto?

El sacerdote se secó las lágrimas de emoción y le respondió: 'Ojalá que todos nos pudiésemos ir de esa manera'."

La silla no estaba vacía.

Mateo 11:28

Un día mi madre me preguntó cuál era la parte más importante del cuerpo. A través de los años trataría de buscar la respuesta correcta. Cuando era más joven, pensé que el sonido era muy importante para nosotros, por eso dije: "Mis oídos, mamá". Ella dijo: "No, muchas personas son sordas y se arreglan perfectamente. Pero sigue pensando; te preguntaré de nuevo. Varios años pasaron antes de que ella lo hiciera. Desde aquella primera vez, yo había creído encontrar la respuesta correcta. Y es así que le dije: "Mamá, la vista es muy importante para todos, entonces deben ser nuestros ojos". Ella me miró y me dijo: "Estás aprendiendo rápidamente, pero la respuesta no es correcta porque hay muchas personas que son ciegas, y salen adelante aun sin sus ojos". Continué pensando cuál sería la solución. A través de los años, mi madre me preguntó un par de veces más, y ante mis respuestas la suya era: "No, pero cada vez te acercas más, pronto acertarás". El año pasado, mi abuelo murió. Todos estábamos dolidos. Lloramos. Incluso mi padre lloró. Recuerdo esto sobre todo porque fue la segunda vez que lo vi llorar. Mi madre me miraba cuando fue el momento de dar el adiós final al abuelo. Entonces me preguntó: "¿No sabes todavía cuál es la parte más importante del cuerpo, hijo?"

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Me asusté cuando me preguntó justo en ese momento. Yo siempre había creído que ese era un juego entre ella y yo. Pero ella vio la confusión en mi cara y me dijo: "Esta pregunta es muy importante. Para cada respuesta que me diste en el pasado, te dije que estabas equivocado y te he dicho por qué. Pero hoy es el día en que necesitas saberlo". Ella me miraba como sólo una madre puede hacerlo. Vi sus ojos llenos de lágrimas, y la abracé. Fue entonces cuando apoyada en mí, me dijo: "Hijo, la parte del cuerpo más importante es tu hombro. Le pregunté: "¿Es porque sostiene mi cabeza? Y ella respondió: "No, es porque puede sostener la cabeza de un ser amado o de un amigo cuando llora. Todos necesitamos un hombro para llorar algún día en la vida, hijo mío. Yo sólo espero que tengas amor y amigos, y así siempre tendrás un hombro donde llorar cuando lo necesites, como yo ahora necesito el tuyo".

Don Roque era ya un anciano cuando murió su esposa. Durante largos años había trabajado con ahínco para sacar adelante a su familia. Su mayor deseo era ver a su hijo convertido en un hombre de bien, respetado por los demás, ya que para lograrlo dedicó su vida y su escasa fortuna. A los setenta años, Don Roque se encontraba sin fuerzas, sin esperanzas, solo y lleno de recuerdos. Esperaba que su hijo, ahora brillante profesional, le ofreciera su apoyo y comprensión, pero veía pasar los días sin que este apareciera, y decidió por primera vez en su vida pedirle un favor. Don Roque tocó la puerta de la casa donde vivía el hijo con su familia. -¡Hola papá, qué milagro que vienes por aquí! -Ya sabes que no me gusta molestarte, pero me siento muy solo; además estoy cansado y viejo. -Pues a nosotros nos da mucho gusto que vengas a visitarnos, ya sabes que ésta es tu casa. -Gracias hijo, sabía que podía contar contigo, pero temía ser un estorbo. Entonces, ¿no te molestaría que me quedara a vivir con ustedes? ¡Me siento tan solo!. -¿Quedarte a vivir aquí? Si... claro...pero no sé si estarías a gusto. Tu sabes, la casa es chica...mi esposa es muy especial...y luego los niños... -Mira, hijo, si te causo muchas molestias olvídalo. No te preocupes por mi, alguien me tenderá la mano. -No padre, no es eso. Sólo que...no se me ocurre donde podrías dormir. No puedo sacar a nadie de su cuarto, mis hijos no me lo perdonarían...o solo que no te moleste... -¿Qué hijo? -Dormir en el patio... -Dormir en el patio... está bien. El hijo de Don Roque llamó a su hijo de doce años. -Dime papá. -Mira, hijo, tu abuelo se quedará a vivir con nosotros. Tráele una cobija para que se tape en la noche. -Si, con gusto...y ¿dónde va a dormir? -En el patio, no quiere que nos incomodemos por su culpa. Luis subió por la cobija, tomó unas tijeras y la cortó en dos. En ese momento llegó su padre. -¿Qué haces Luis? ¿Por qué cortas la cobija de tu abuelo? -Sabes papá estaba pensando... -¿Pensando en qué? -En guardar la mitad de la cobija para cuando tú seas ya viejo y vayas a vivir a mi casa

Yo tuve la mamá más mala del mundo. Mientras que los otros niños podían irse a la escuela sin desayunar, yo tenía que comer todo el cereal, el huevo y el pan tostado. Cuando los demás niños tomaban refrescos gaseosos y dulces para el almuerzo, yo tenía que conformarme con comer siempre comidas nutritivas. Mi madre insistía en saber todo lo que hacíamos y donde estábamos, parecía que estábamos encarcelados; tenía que saber quiénes eran nuestros amigos. Insistía en que, si decíamos que íbamos a tardar una hora, de hecho tardáramos una hora y no dos.

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Me da vergüenza admitirlo, pero hasta rompió la "Ley contra el trabajo de los niños menores", e hizo que laváramos los trastos, tendiéramos nuestras camas, aprendiéramos nuestras tareas de la escuela y muchas cosas más; hasta creo que se quedaba despierta por la noche pensando en las cosas que podría obligarnos a hacer, tan sólo por molestarnos: Que lávate los dientes, cepíllate el cabello, respeta a los mayores, obedece... Siempre insistía en que dijéramos la verdad, toda la verdad y nada más que la verdad. Así, entre tanta crueldad, transcurrió mi infancia. Para cuando llegamos a la adolescencia y fue más sabia, nuestras vidas se hicieron aún más miserables. Nadie podía tocar el claxon para que saliéramos corriendo, nos avergonzaba hasta el extremo de obligar a nuestros amigos a llegar hasta la puerta de la casa para preguntar por nosotros. Pasaron los años y resulta que todos sus hijos somos felices. Hemos sabido superar las dificultades de la vida y desarrollar magníficas relaciones tanto en la familia como en la iglesia y en nuestros trabajos. ¿A quién debemos culpar de nuestra situación actual? Tienen razón, a nuestra "Mala Madre". Verán lo que nos hemos perdido: Nada que valga la pena.

Hemos descubierto que nuestra "mala madre" es en realidad la mejor del mundo. Gracias a ella mis hermanos y yo nos hemos propuesto continuar el camino trazado por Jesucristo.

Un joven sentía que no podía más con sus problemas. Cayó entonces de rodillas rezando: "Señor, no puedo seguir. Mi cruz es demasiado pesada"

El Señor le contestó: "Hijo mío, si no puedes llevar el peso de tu cruz, guárdala dentro de esa habitación. Después escoge la cruz que tu quieras".

El joven suspiró aliviado: "Gracias Señor". Luego dio muchas vueltas por la habitación observando las cruces, había de todos los tamaños. Finalmente fijó sus ojos en una pequeña cruz apoyada junto a la puerta y susurró: "Señor, quisiera esa cruz". El Señor le contestó: "Hijo mío, esa es la cruz que acabas de dejar"

Perseverancia, obediencia y confianza en Dios

Dios le dijo a su siervo: "Cada día empuja con todas tus fuerzas la gran roca que está junto a la puerta de tu cabaña".

El hombre hizo perseveraba fielmente en lo que el Señor le pidió. Día tras día, antes de ir a sus trabajos, el hombre empujaba la gran piedra con todas sus fuerzas... pero esta no se movía.

Después de muchos años el siervo de Dios aun perseveraba obediente, pero comenzó a sentirse frustrado, pues la roca no se había movido un milímetro. Finalmente le dijo al Señor: "Ya estoy viejo y cada día he empujado la roca, pero esta no se ha movido ¿Por que he fracasado?" El Señor le respondió con profundo amor: "Querido hijo, cuando te pedí que empujaras la roca no era con el fin de que esta se moviera. Quise mas bien enseñarte a dominar tu cuerpo, a fortalecer tu alma por medio de la disciplina, a conocer tus fortaleza y tus límites. Empujando la roca con perseverancia has aprendido a vencer la tentación del demonio que te decía que era inútil y has fortalecido tu fe. Además, Yo sabía que tus enemigos eran fuertes y vendrían contra ti. Por eso quise que ejercitaras tu cuerpo. Gracias a tu perseverancia, empujando la piedra cada día, desarrollaste una gran fortaleza física y tus enemigos no han podido contra ti. Ahora eres fuerte espiritual y físicamente. Has vencido al demonio y a tus enemigos de la tierra. ¿Crees que fracasaste?. Cierto, no has movido la roca, pero tu misión era solo ser obediente y

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empujar para que yo cumpla en ti mis designios. Lo has conseguido. Ahora, querido hijo, Yo moveré la roca". Querido hermano: La palabra de Dios encierra un misterio que sobrepasa nuestra razón. Dios nos pide confianza y perseverancia.

Dios te ha enseñado su camino. ¡OBEDECELE Y PERSEVERA! Cuando todo parezca ir mal... ¡OBEDECELE Y PERSEVERA! Cuando parece que no tiene sentido... ¡OBEDECELE Y PERSEVERA! Cuando estés agotado por el trabajo... ¡OBEDECELE Y PERSEVERA! Cuando la gente simplemente no comprende tu fidelidad a Dios... ¡OBEDECELE Y PERSEVERA!

II Corintios 4:17-18, Hebreos 2:13, Hebreos 3:14, Hebreos 10:35, Lucas 22:28, Lucas 21:19, Lucas 8:15

Una hija se quejaba con su padre acerca de su vida y cómo las cosas le resultaban tan difíciles. No sabía cómo hacer para seguir adelante y creía que se daría por vencida. Estaba cansada de luchar. Parecía que cuando solucionaba un problema, aparecía otro.

Su padre, chef de profesión, la llevó a su lugar de trabajo. Allí llenó tres recipientes con agua y los colocó sobre fuego. Pronto el agua de cada uno estaba hirviendo. En uno colocó zanahorias, en otro huevos y en el último preparó café. Los dejó hervir sin decir palabra.

La hija esperó impacientemente, preguntándose qué estaría haciendo su padre. A los veinte minutos el padre apagó el fuego. Sacó las zanahorias y las colocó en un tazón. Sacó los huevos y los colocó en otro plato. Finalmente, coló el café. Mirando a su hija le dijo: "Querida, ¿qué ves?" -"Zanahorias, huevos y café", fue su respuesta. La hizo acercarse y le pidió que tocara las zanahorias. Ella lo hizo y notó que estaban blandas. Luego le pidió que tomara un huevo y lo rompiera. Luego de sacarle la cáscara, observó el huevo duro. Luego le pidió que probara el café. Ella sonrió mientras disfrutaba de su rico aroma. Humildemente la hija preguntó: "¿Qué significa esto, papá?"

El le explicó que los tres elementos habían enfrentado la misma adversidad: agua hirviendo. Pero habían reaccionado en forma muy diferente. La zanahoria llegó al agua fuerte, dura; pero después de pasar por el agua hirviendo se había vuelto débil, fácil de deshacer. El huevo había llegado al agua frágil, su cáscara fina protegía su interior líquido; pero después de estar en agua hirviendo, su interior se había endurecido. El café sin embargo era único; después de estar en agua hirviendo, habían cambiado al agua.

"¿Cual eres tú?", le preguntó a su hija. "Cuando la adversidad llama a tu puerta, ¿cómo respondes? ¿Eres una zanahoria que parece fuerte pero que cuando la adversidad y el dolor te tocan, te vuelves débil y pierdes tu fortaleza? ¿Eres un huevo, que comienza con un corazón maleable? Poseías un espíritu fluido, pero después de una muerte, una separación, o un despido, te has vuelto dura y rígidao?

¿O eres como el café? El café cambia al agua hirviente, el elemento que le causa dolor. Cuando el agua llega al punto de ebullición el café alcanza su mejor sabor. Si eres como el grano de café, cuando las cosas se ponen peor tú reaccionas mejor y haces que las cosas a tu alrededor mejoren.

Y tú,¿cual de los tres eres? Mateo 5,13

Como cualquier buena mamá, cuando Karen supo que estaba esperando un bebé, hizo lo que pudo para ayudar a su hijo Michael de tres años a prepararse para una nueva etapa en su vida.

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Supieron que el nuevo bebe iba a ser una niña, y día y noche, Michael le cantaba a su hermanita en el vientre de su madre. El estaba encariñándose con su hermanita aun antes de conocerla.

El embarazo de Karen progresó normalmente. A tiempo empezó su labor de parto, pronto los dolores eran cada cinco, cada tres y finalmente cada minuto. Pero una complicación se presentó de repente y Karen tuvo horas de labor de parto.

Finalmente, después de muchas horas de lucha, la hermanita de Michael nació, pero en muy malas condiciones. La llevaron inmediatamente en una ambulancia a la Unidad de Cuidados Intensivos, sección neonatal del Hospital St. Mary en Knoxville, Tennessee.

Los días pasaron y la niña empeoraba. Los pediatras tuvieron que decirle finalmente a los padres las terribles palabras: "Hay muy pocas esperanzas, prepárense para lo peor". Karen y su esposo contactaron al cementerio local para apartar un lugar para su hijita. Ellos habían creado un cuarto nuevo para su hija y ahora se encontraban haciendo arreglos para un funeral.

Sin embargo, Michael, les rogaba a sus padres que le dejaran ver a su hermanita. "Quiero cantarle", decía una y otra vez.

Estuvieron dos semanas en Terapia Intensiva y parecía que el funeral vendría antes de que acabara la semana. Michael siguió insistiendo que quería cantarle a su hermanita, pero le explicaban que no se permitía la entrada de niños a Terapia Intensiva.

De pronto Karen se decidió. Llevaría a Michael a ver a su hermanita, ¡la dejaran o no! Si no veía a su hermanita en ese momento, tal vez no la vería viva nunca.

Ella le puso un overol inmenso y lo llevo a Terapia Intensiva, Michael parecía una enorme canasta de ropa sucia. Pero la jefa de enfermeras se dio cuenta de que era un niño y se enfureció. "¡Saquen a ese niño de aquí ahora mismo! No se admiten niños aquí" El carácter de Karen afloró y, olvidándose de sus lindos modales de dama, que siempre la habían caracterizado, miró con ojos de acero a la enfermera, sus labios eran una sola línea y con firmeza dijo: Él no se va hasta que le cante a su hermanita" y levantó a Michael y lo llevó a la cama de su hermanita.

El miró a la pequeñita, perdiendo la batalla por conservar la vida. Después de un momento empezó a cantar con la voz que le salía del corazón de un niño de tres años. Michael le cantó: "Eres mi luz del sol, mi única luz, tú me haces feliz cuando el cielo es gris...." (conocida canción en inglés "You´re my sunshine").

Instantáneamente, la bebé pareció responder al estímulo de la voz de Michael, su pulso se empezó a volver normal.

"Sigue cantando, Michael" le pedía desesperadamente su mamá con lágrimas en los ojos. Y el niño seguía: "Tú no sabrás nunca, querida, cuanto te amo, por favor no te lleves mi luz del sol... "Al tiempo que Michael cantaba a su hermana, la bebé se movía y su respiración se volvía tan suave como la de un gatito cuando lo acarician. "Sigue cantando, cariño" le decía su mamá y él continuaba haciéndolo como cuando todavía su hermanita estaba en el vientre de su madre. "La otra noche, querida, cuando dormía, soñé que te abrazaba en mis brazos..." seguía cantando el niño; la hermanita de Michael empezó a relajarse y a dormir con un sueño reparador que parecía que la mejoraba por segundos. "Sigue cantando Michael"... ahora era la voz de la enfermera que, con lágrimas en los ojos, no dejaba de pedirle al niño que continuara.

"Tú eres mi luz del sol, mi única luz del sol, por favor no te lleves mi sol..."

Al día siguiente... el mismísimo día siguiente... la niña estaba en perfectas condiciones para irse a casa.

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La revista "Woman"s Day" lo llamó "El Milagro de la canción del Hermano".

Los doctores le llamaron simplemente un milagro. Karen le llamó "El Milagro del amor de Dios".

"Nunca te rindas por la gente que Amas.... El Amor es increíblemente poderoso."

La vida es demasiado buena como para desperdiciarla... Confía en que Dios sabe que estas exactamente donde debes estar. Nunca olvides las infinitas posibilidades que nacen de la FÉ.

Cuentan que en una carpintería hubo una vez una extraña asamblea. Fue

una reunión de herramientas para arreglar sus diferencias. El MARTILLO ejerció la presidencia, pero la asamblea le notificó que tenía

que renunciar porque hacía demasiado ruido y, además se pasaba todo al tiempo golpeando.

El Martillo aceptó su culpa, pero a su vez pidió la expulsión de LA LIJA. Hizo ver que era muy áspera en su trato y siempre tenía fricciones con los

demás. Y la Lija estuvo de acuerdo, a condición de que fuera expulsado EL METRO, que siempre se pasaba el tiempo midiendo a los demás según su propia medida, como si fuera el único perfecto.

El Metro, ante el ataque pidió a su vez la expulsión de EL TORNILLO, dijo que había que darles muchas vueltas para que sirviera para algo. Y el Tornillo a su vez dijo que también fuera expulsado EL SERRUCHO porque dividía aquello que tocaba.

En eso entró EL CARPINTERO, se puso el delantal e inició su trabajo. Utilizó al martillo, la lija, el metro, el serrucho y el tornillo y las demás herramientas. Finalmente, la tosca madera que había llevado se convirtió en práctico mueble que pensaba regalar a su esposa por su aniversario de boda.

Cuando salió el carpintero y la carpintería quedó nuevamente sola, la asamblea de herramientas reanudó la deliberación.

Fue entonces cuando tomó la palabra LA LLAVE INGLESA y dijo: “Señores, ha quedado demostrado que todos tenemos defectos, pero el carpintero trabaja con nuestras cualidades. Eso es lo que nos hace valiosos. Así que no pensemos ya en nuestros puntos malos y concentrémonos en la utilidad de nuestros puntos buenos y pensemos todo lo bueno que podemos hacer unidos".

Las sabias palabras de LA LLAVE INGLESA tuvieron su efecto y la asamblea descubrió que el Martillo era fuerte, que el Tornillo unía y daba fuerza, que la Lija era especial para afinar y limar asperezas, que el Serrucho hacía que dos partes cortadas perfectamente para poder ensamblarse con otras, y observaron que el Metro era preciso y exacto y muy útil. Se sintieron entonces un equipo con cualidades para hacer muebles de calidad. 1 Cor 12,4-30.

Un viejo carpintero decidió retirarse. Le comunicó a su jefe que, aunque iba a extrañar su salario, necesitaba retirarse y estar con su familia. El jefe se entristeció mucho con la noticia porque aquel hombre era su mejor carpintero. Decidió pedirle de favor que le construyera una última casa antes de retirarse. El carpintero aceptó la proposición y empezó la construcción de su última casa pero, a medida que trabajaba sintió que su corazón no estaba de lleno en el trabajo. Arrepentido de haber aceptado la petición de su jefe, el carpintero no puso el esfuerzo y la dedicación que acostumbraba poner en el trabajo. Cada casa la había construido con gran esmero, pero ya estaba cansado y sentía que su jefe le había presionado para hacer una casa mas.

Cuando el carpintero terminó la casa, el jefe vino muy contento y le entregó la llave de aquella diciéndole: "Esta es tu casa. Es mi regalo para ti y tu familia por tanto años de buen servicio". El carpintero sintió que el mundo se le iba... Si tan solo el hubiese sabido que estaba construyendo su propia casa, lo hubiese hecho todo de una manera diferente.

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Autor desconocido

Meditación

Tu también sabes esmerarte cuando la obra te interesa. Pero, ¿pones todo tu corazón cuando sirves a tu Dios? A medida que crecemos en Cristo dejará de existir en tu corazón división entre tus intereses y los de Cristo. TODO lo harás en obediencia a EL y con todo tu amor. Cuando termines tu vida y te encuentres con Jesús, ya no podrás volver atrás. Que no tengas entonces que lamentarte de haber sido mediocre en tus esfuerzos por construir el Reino de Dios. Hechos 20:32

Cuentan que había en una pequeña aldea, un cargador de agua que tenía

dos grandes vasijas, que colgaba de cada uno de los extremos de un palo que él llevaba encima de los hombros.

Una de las vasijas tenía varias grietas, mientras que la otra era perfecta y conservaba toda el agua hasta el final del largo camino que cada día recorría a pie el cargador, una y otra vez, desde el arroyo hasta la aldea.

Cuando llegaba, la vasija rota sólo contenía la mitad del agua. Y así ocurrió diariamente durante dos años completos.

Desde luego, la vasija perfecta estaba muy orgullosa de sus logros, pues se sabía perfecta para los fines para los cuales fue creada.

Pero la pobre vasija agrietada estaba muy avergonzada de su propia imperfección y se sentía miserable, porque sólo podía hacer la mitad de lo que se suponía que era su obligación.

Pero después de dos años, la vasija agrietada le habló al aguador diciéndole: “Estoy avergonzada y me quiero disculpar contigo. Porque debido a mis grietas, sólo puedes entregar la mitad de mi carga y sólo obtienes la mitad del valor que deberías recibir”.

El aguador, apesadumbrado, le dijo compasivamente: “Cuando regresemos a la casa quiero que vayas contemplando las bellísimas flores que crecen a lo largo del camino.”

Y así lo hizo la vasija y, en efecto, vio muchísimas hermosas flores a lo largo de todo el camino. Pero de todos modos seguía sintiéndose apenada, porque al final, sólo le quedaba dentro de sí la mitad del agua que debía llevar, mientras que la otra, llegaba con toda el agua a la aldea.

El aguador le dijo entonces, mientras que sentándose la estrechaba contra si: "¿Te diste cuenta de que las flores sólo crecen en tu lado del camino? Siempre he sabido de tus grietas y quise sacar el lado positivo de ello. Sembré semillas de flores en los dos lados del camino y a lo largo de todo él. Por donde vas tú sin saberlo, todos los días las has ido regando. Y por dos años yo he podido recoger estas flores, para decorar el altar de la pequeña ermita de la aldea.

Si no fueras exactamente como eres, con todos tus defectos, no hubiera sido posible crear esta belleza.

Lucas 12:22-34; Marcos 12:41-44