Paradigmas y corrientes teóricas en psicología social

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Paradigmas y corrientes teóricas en Psicología Social Historia y actualidad 1 Lic. Elena Isabel Rozas - 2011 Paradigmas y corrientes teóricas en Psicología Social De los orígenes a la actualidad Lic. Elena Isabel Rozas - 2011 La psicología social es una disciplina universal. Por lo tanto, así como conocemos las corrientes teóricas que están en la base del pensamiento pichoneano, es muy importante conocer las corrientes teóricas que hacen a la psicología social en general. Debernos por lo menos saber que existen, qué perspectiva plantean, qué metodologías han desarrollado... La historia de la psicología social, como la de toda ciencia, es en principio la historia del recorte de un campo de fenómenos, la historia de los métodos que se construyen para abordar dicho campo, y la historia de lo que se predica sobre la materialidad o especificidad de esos fenómenos. El caso de la sociología es un ejemplo de esto, considerando los señalamientos de su fundador, Emile Durkheim, en “Las reglas del método sociológico”. En segundo término (en sentido lógico) tiene importancia lo que se conceptualiza sobre ese campo (las generalizaciones que se puedan establecer) y recién en tercer lugar, los concentos operacionales (los que se construyen para operar sobre la realidad) porque esto se desprende y se apoya en las cuestiones epistemológicas y metodológicas. Cada ciencia surge en un contexto socioeconómico e histórico determinado, lo que condiciona la formulación de preguntas y respuestas, el campo de visibilidad. El contexto también condiciona el desarrollo y direccionalidad del proceso de una disciplina. Por lo tanto es necesario conocer la historia, para comprender el porqué de su desarrollo. Como dice Torregrosa, en la historia de toda disciplina son muy importantes también los condicionamientos académicos, que son institucionales y no tienen que ver con las exigencias analíticas (teóricas). CONDICIONES DE POSIBILIDAD PARA EL SURGIMIENTO DE LA PSICOLOGÍA SOCIAL COMO DISCIPLINA: Durante la emergencia de la modernidad, más específicamente en el período inmediatamente anterior a la configuración de las ciencias sociales como tales, observamos gran cantidad de corrientes de pensamiento que abren preguntas sobre la realidad social en general y construyen perspectivas que no recortan ni dicotomizan la realidad del modo que se constata con posterioridad, a partir de la configuración de las ciencias sociales bajo el paradigma positivista. Se postulan concepciones que buscan la conformación de un saber sobre lo humano que combine e integre los distintos niveles de análisis (ámbitos para nosotros), abarcando la totalidad del fenómeno social sin reduccionismos (práctica que aún no se había consolidado), entendiendo ese enfoque como el camino posible para abordar los fenómenos específicos y particulares. Los casos de Wundt o Stuart Mill son destacables en ese sentido. Estas primeras búsquedas se relacionan con lo que señala Najmanovich sobre la necesidad del naciente pensamiento científico de buscar la perspectiva de Dios (saberlo todo). Más tarde, las ciencias sociales seguirían el derrotero de las

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Recorrido por la historia de la disciplina, hilando mi perspectiva sobre su objeto de análisis e intervención: las formas de interacción colectivas en los distintos niveles de análisis y campos de problemas.

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Paradigmas y corrientes teóricas en Psicología Social

Historia y actualidad 1 Lic. Elena Isabel Rozas - 2011

Paradigmas y corrientes teóricas en Psicología Social

De los orígenes a la actualidad

Lic. Elena Isabel Rozas - 2011

La psicología social es una disciplina universal. Por lo tanto, así como conocemos las

corrientes teóricas que están en la base del pensamiento pichoneano, es muy importante conocer las corrientes teóricas que hacen a la psicología social en general. Debernos por lo menos saber que existen, qué perspectiva plantean, qué metodologías han desarrollado... La historia de la psicología social, como la de toda ciencia, es en principio la historia del recorte de un campo de fenómenos, la historia de los métodos que se construyen para abordar dicho campo, y la historia de lo que se predica sobre la materialidad o

especificidad de esos fenómenos. El caso de la sociología es un ejemplo de esto, considerando los señalamientos de su fundador, Emile Durkheim, en “Las reglas del método sociológico”. En segundo término (en sentido lógico) tiene importancia lo que se conceptualiza sobre ese campo (las generalizaciones que se puedan establecer) y recién en tercer lugar, los concentos operacionales (los que se construyen para operar sobre la realidad) porque esto se desprende y se apoya en las cuestiones epistemológicas y metodológicas.

Cada ciencia surge en un contexto socioeconómico e histórico determinado, lo que condiciona la formulación de preguntas y respuestas, el campo de visibilidad. El contexto también condiciona el desarrollo y direccionalidad del proceso de una disciplina. Por lo tanto es necesario conocer la historia, para comprender el porqué de su desarrollo. Como dice Torregrosa, en la historia de toda disciplina son muy importantes también los condicionamientos académicos, que son institucionales y no tienen que ver con las exigencias analíticas (teóricas).

CONDICIONES DE POSIBILIDAD PARA EL SURGIMIENTO DE LA PSICOLOGÍA SOCIAL COMO DISCIPLINA: Durante la emergencia de la modernidad, más específicamente en el período inmediatamente anterior a la configuración de las ciencias sociales como tales, observamos gran cantidad de corrientes de pensamiento que abren preguntas sobre

la realidad social en general y construyen perspectivas que no recortan ni dicotomizan la realidad del modo que se constata con posterioridad, a partir de la configuración de las ciencias sociales bajo el paradigma positivista. Se postulan concepciones que buscan la conformación de un saber sobre lo humano que combine e integre los distintos niveles de análisis (ámbitos para nosotros), abarcando la totalidad del fenómeno social sin reduccionismos (práctica que aún no se había consolidado), entendiendo ese enfoque como el camino posible para

abordar los fenómenos específicos y particulares. Los casos de Wundt o Stuart Mill son destacables en ese sentido. Estas primeras búsquedas se relacionan con lo que señala Najmanovich sobre la necesidad del naciente pensamiento científico de buscar la perspectiva de Dios (saberlo todo). Más tarde, las ciencias sociales seguirían el derrotero de las

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naturales, cayendo bajo el paradigma positivista y la necesidad de recortar objetos

específicos de conocimiento para cada una, la frustración de conformarse con las causas eficientes, la mutilación en manos de la metodología experimental y (lo que tiene mucha importancia en nuestro caso) las luchas de poder académico-institucionales. Es en este contexto que debemos comprender las afirmaciones de diversos autores, como Torregrosa, alrededor de la idea de que históricamente la sociología y la psicología se configuran como disciplinas científicas casi simultáneamente. De la

fundamentación que cada una hace del recorte de su campo específico surge inevitablemente la interdependencia de los fenómenos que abordan. Se empieza a hablar de interconexión entre sociología y psicología para poder abordar algunos fenómenos que no tienen explicación desde ninguna de las dos disciplinas tomadas aisladamente. Es decir que ambas disciplinas tenían que plantearse el problema de sus relaciones recíprocas. Como señala Torregrosa, sería más razonable considerarlas como una

sola clase de investigación, un estudio psicosocial (o sociopsíquico) de los seres humanos socialmente relacionados. Pero la historia cultural, institucional y académica de ambas disciplinas (en un contexto con determinado horizonte de visibilidad) y el esfuerzo de ambas por fijar los límites de cada una, confirieron a la psicología social un carácter residual, periférico y dependiente. Los compromisos académico-institucionales se sumaron e influyeron sobre las exigencias analíticas o teóricas.

Hablamos de una época en que las disciplinas, primero las naturales y luego las sociales (desprendidas todas de la filosofía) establecían “objetos formales” de estudio específicos para cada una como primer paso para configurarse como disciplina científica. Objetos de estudio (o análisis o investigación) que sólo podían concebir en un estado estático, sin considerarlos en sus procesos de interacción o de transformación (rasgo del paradigma positivista, naciente en aquel momento). De cualquier modo, el trabajo de delimitación permitió que con el tiempo pudiera

comenzar a pensarse en un campo de fenómenos diferente al de la sociología y la psicología. Para la psicología era más fácil intentar delimitarse, dado que por influencia de la biología, su perspectiva era la de una concepción del individuo de base fisiológica y biológica. Sin embargo, el problema se presentaba en la medida en que se rebasaba esta concepción. Para la sociología, el problema de la base humana de la sociedad, las relaciones

entre el individuo y la comunidad, las creencias colectivas, etc., eran cuestiones fundamentales que exigían supuestos psicológicos. Gino Germani1 (que considera a la psicología social corno parte de “lo que podríamos llamar el sistema de las ciencias sociológicas") señala que la "distinción entre conducta concreta y pauta típica origina una doble perspectiva desde la cual puede estudiarse la realidad social: por un lado, puede enfocarse desde el punto de vista de sus uniformidades, considerándose las pautas típicas como independientes

de las personas que las realizan. Y esta es la perspectiva de la sociología. Esta ciencia estudia las normas, los valores, las instituciones sociales desde un punto de vista objetivo, aislándolos, por decirlo así, de los individuos, que, sin embargo, son los portadores reales de aquellas normas, valores, y la materia misma de la vida

1 Introductor de la Sociología en la Argentina, citado por Torregrosa.

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social. El cometido de la psicología social, en cambio, es justamente el de estudiar

aquellos aspectos variables de la conducta manifiesta y encubierta (psíquica) de individuos y grupos, en relación con los aspectos típicos de los que se ocupa la sociología. (...) Pero los hombres no son meros portadores; son también transformadores, creadores de nuevas formas sociales. Si por un lado son los herederos de la estructura social que los ha precedido y que condiciona su acción, por el otro modifican esa herencia, y en este acto de transformación creadora, que significa una continua desviación de las formas sociales establecidas, una continua

parcial negación de lo ya cristalizado, de la estructura heredada, reside la posibilidad y la necesidad de un punto de vista del conocer que tenga su objeto específico en el análisis de estos actos de transformación. Tal es el motivo por el cual la psicología social guarda una muy estrecha vinculación con la dinámica social, y la razón de la preeminencia del punto de vista psicosocial en los períodos de rápidos cambios, en las épocas de crisis. Solamente en los casos de sociedades muy estáticas -como las que estudiaba preferentemente Durkheim y su escuela- es posible omitir el punto de

vista psicosocial. Pues en estas sociedades los hombres se limitan a repetir sin variaciones apreciables las pautas típicas socialmente establecidas…" En este sentido, las condiciones de posibilidad para el surgimiento de la psicología social como disciplina reconocida científicamente, son: 1) Existencia de la ciencia como forma de conocimiento. (Reflexiones sobre lo

psicosocial y lo social hay desde el comienzo del pensamiento humano.)

2) Existencia de la sociología y la psicología. (El campo de visibilidad y la historia institucional y metodológica no permitieron abordar desde un comienzo los fenómenos de lo psicosocial, más complejos y en permanente mutación.)

3) Trabajo de delimitación entre sociología y psicología, que dio lugar a que se comenzara a pensar en un tercer tipo de fenómenos, diferentes a los dos anteriores.

Si tenemos en cuenta estas condiciones, todo lo anterior a Tarde (1843-1904) son antecedentes. El pensamiento de Tarde también es un antecedente de la psicología social, pero es el primero en que aparecen todas las condiciones para la formulación de la psicología social como campo específico. De cualquier modo, se constata que, más allá de los compromisos académicos, en la práctica profesional (aunque a nivel mundial, en la mayoría de los casos ésta se

circunscribe a la investigación básica), los psicólogos sociales son influidos en sus prácticas y en sus formulaciones por: - Los paradigmas contemporáneos y las transformaciones que éstos sufren por el

transcurrir de lo histórico-social. - Los problemas sociales para los que es necesario construir una respuesta. Así, en la práctica, la mayor parte de los investigadores cruzan y toman aportes de desarrollos de varias disciplinas que abonen el pensamiento sobre un campo de

problemas. No se limitan al campo disciplinario, sino que trabajan en nudos problemáticos (perspectiva distinta a la de campo, área u objeto de estudio).2

2 Cfr. Weinsenfeld, Esther. Teoría crítica y constructivismo: hacia una integración de paradigmas.

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ETAPA DE ANTECEDENTES DE LA PSICOLOGÍA SOCIAL

Germani considera como contribuciones al inicio de la psicología social, los enfoques del idealismo hegeliano, el positivismo de Comte, el historicismo, el movimiento romántico, el evolucionismo. Los estudios sobre psicología de los pueblos (Lazarus y Steinthal), los de Wundt, los de psicología criminal (en Italia) y de las muchedumbres (Le Bon). Ya en el siglo XX, la polémica Tarde-Durkheim en Francia y la teoría de los instintos en la psicología social anglosajona. También la teoría de

Levy Bruhl sobre la mentalidad primitiva, los trabajos de Halbwachs sobre memoria y sociedad, los aportes de Mauss sobre el carácter evolutivo de la noción de yo. Acaso también bajo el influjo de la escuela durkheimiana, señala Germani, buena parte de la psicología francesa nunca dejó de reconocer la dimensión social de lo psíquico, buscando integración y síntesis con la sociología. No es que hayan faltado las discusiones. Pero la impronta quedó marcada por ejemplo en los aportes de Wallon y su escuela en el campo de la psicología infantil (que pueden ser

considerados una psicología social de la infancia). Toda la psicología evolutiva no encarada estrictamente desde una perspectiva biologista, debe desembocar en un aporte valioso para la psicología social. En el pensamiento americano se observa una situación análoga con las contribuciones a la psicología evolutiva de psicólogos sociales y sociólogos corno Baldwin, Cooley y Mead. Todos ellos muestran de qué manera se van integrando las condiciones psicosociales y las psicobiológicas en el desarrollo de la inteligencia, las emociones, la conciencia de sí y el carácter del niño.

También son fundamentales las obras de Piaget. En rigor, una verdadera psicología social, como disciplina autónoma desarrollada, sólo la encontraremos dentro del pensamiento anglosajón, sobre todo en Estados Unidos (a pesar de la importancia de la escuela francesa) por el progreso en el campo teórico pero sobretodo en el de la investigación, con un desarrollo de técnicas que es el aporte más original de la tradición empirista sajona. En sus comienzos, la psicología social se desarrolló en Estados Unidos bajo la

influencia del positivismo y empirismo francés e inglés y de algunas tendencias psicológicas alemanas, especialmente Wundt; en un segundo momento con Freud. Por último, Europa aportó la psicología de la estructura, el neo-psicoanálisis, el personalismo, y la influencia indirecta del funcionalismo de Malinowski y la escuela de Boas. Torregrosa señala en este período de antecedentes al Conde de Saint Simón (1760-

1825). Era un filosofó social que vivió la revolución francesa. Esta situación generó en su pensamiento una concepción de la realidad social y de la perspectiva que debe adoptarse para su estudio que son claramente sociopsicológicas, antecedente claro de un análisis de los procesos sociales en sus aspectos subjetivos o psicológicos. Para él, la Fisiología Social (Sociología) no sólo debe estudiar los hábitos, las prácticas y las regularidades de la vida colectiva, sino fundamentalmente las aspiraciones, las voliciones colectivas, las efervescencias. Al estudiar las capas no

cristalizadas de la realidad social, sobre todo la psicología social llega a ser una ciencia de la libertad colectiva y no sólo de los determinismos. Augusto Comte (1798-1857), filósofo francés fundador del positivismo. Señalaba que la psicología (o moral) debe basarse en la sociología o en la biología, equilibrando los dos puntos de vista. "Considerando a la biología como esbozo del

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estudio de la existencia humana, conforme al de las funciones vegetativas y

animales, la sociología nos hace conocer nuestros atributos intelectuales y morales (inteligencia y actividad), que son sólo importantes en su impulso colectivo. Desde entonces, la verdadera ciencia final, es decir, la moral, puede sistematizar el conocimiento especial de nuestra naturaleza individual, siguiendo una combinación conveniente entre los dos puntos de vista -biológico y sociológico- que necesariamente se complementan en ella." La psicología social sería, desde este punto de vista, el estudio del individuo en la medida en que éste está condicionado

por la sociedad. Por eso Allport dice que es el fundador de la psicología social. Comte no pensaba tanto en la delimitación de un área de la psicología y/o de la sociología, cuanto en el hecho de que toda psicología tenía que ser, en cierto sentido, social. John Stuart Mill (1806-1873) fue un filósofo inglés difusor de las ideas de Comte en Inglaterra. Plantea que para construir auténticas explicaciones en ciencias sociales, hay que considerar tres niveles de análisis (distintos pero

interdependientes): el psicológico, el sociológico y el etológico. El nivel etológico debía abocarse al estudio de la formación del carácter, en el que intervienen las disposiciones individuales y las influencias socio-institucionales. La etología debe relacionar las generalizaciones de la psicología con las de la sociología. Sus hipótesis hacen posibles auténticas explicaciones en las ciencias sociales, dado que plantea que los tres niveles son necesarios para una adecuada ciencia del hombre y la sociedad. No pueden existir ni sociología y psicología autónomas: los tres niveles son

necesarios interconexamente para un satisfactorio estudio científico de todas las dimensiones de la conducta y la experiencia humana en el contexto de las relaciones sociales, cuyas interdependencias se estructuran en el marco de la organización social como totalidad. En todo el sistema de análisis sociológico de Mill son los "principios intermedios”, las hipótesis y las deducciones en términos de etología o psicología social los que son considerados más importantes para la explicación.

Así, desde el inicio de la sociología académica, en el pensamiento de los considerados sus fundadores, aparecen perspectivas y problemas que hasta hoy reconocemos como temas de la psicología social. Estos planteamientos iniciales se van decantando a lo largo del siglo XIX hasta llegar a configurar una sociología psicológica. Pero atención: no se trata se trata de que se señale una recursividad existente en la realidad o un campo específico que dé origen a fenómenos psicológicos o

sociológicos en un segundo término (lo que podría estar primero desde un punto de vista lógico y marcaría la necesidad de una disciplina autónoma y jerarquizada). Sólo Stuart Mill se acerca más a esta posibilidad. Pero esto no existe como posibilidad en el horizonte de visibilidad de la época. El problema al que pretendía responder la sociología era en aquel momento el del orden dentro de la nueva sociedad. El problema al que atendía la psicología era el “funcionamiento” del individuo, para poder moldearlo según las necesidades del nuevo orden. Por otra parte, todos los

autores citados hasta ahora eran filósofos, no científicos. Señalan perspectivas, no recortan campos ni objetos, y menos para la psicología social. Ya desde el campo de la ciencia y en este proceso de delimitación, debemos considerar como antecedentes de la psicología social al pensamiento de Emile Durkheim (1858-1917), fundador de la sociología. Para él, salvo los fenómenos

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psíquicos de base biológica, todos los fenómenos humanos son sociales y por lo

tanto deben ser abordados por la sociología. Una de las características de todo hecho social es la de ser exterior al individuo, la de imponérsele desde fuera; el hecho social tiene una existencia objetiva independiente de los miembros del grupo, con lo que el hecho social queda despersonalizado, vaciado de contenido psicológico-individual. Wilhelm Wundt (1832-1921). Considerado el fundador de la psicología como

disciplina científica por haber creado el primer laboratorio de estudios experimentales en Leipzig. Él había señalado la necesidad de distinguir entre psicología fisiológica y psicología social, dado que, los procesos mentales superiores no pueden ser abordados sin considerarlos dentro de un horizonte cultural. Los procesos del pensamiento tienen como transfondo el mundo simbólico de la cultura. Siguiendo la tradición hegeliana de Lazarus y Steinthal, señala que la psicología social tiene como objeto la descripción y análisis de las características del "alma del pueblo", que se

manifiestan en el lenguaje, el mito, la costumbre, el derecho, la religión y la organización social. Sin embargo, la orientación hacia la psicología epistemoló-gicamente fisiológica y metodológicamente experimentalista de su pensamiento, fue la que dio los resultados más importantes para la psicología, que en este período estaba en pleno proceso de institucionalización. Desde este punto de vista, los fenómenos psíquicos tienen una materialidad, una causalidad orgánica e instintivista y son determinantes de las conductas individuales.

De todos modos, constituye un antecedente claro de ulteriores desarrollos de la psicología social, como el análisis del carácter nacional, los estudios sobre cultura y personalidad, la psicología comparada, etc. Gabriel Tarde (1843-1904), fue un sociólogo discípulo de Durkheim que estaba ligado e influenciado por el surgimiento de la psicología experimentalista. Él quería construir una sociología experimentalista (Durkheim había construido un método

diferente). Así, se enfrenta a Durkheim, planteando que el hecho social existe porque existe en las conciencias y subjetividades individuales (podríamos decir hoy que tienen una materialidad psíquica). Para Tarde, lo que hay que destacar en el hecho social no es su exterioridad sino su interioridad, su subjetividad, el ser contenido de las conciencias individuales. Por eso, para él la sociología debía basarse en la psicología, dado que "la psicología colectiva, la psicología intermental, esto es, la sociología, es sólo posible porque la psicología individual, intramental, incluye

elementos que pueden ser transmitidos desde una conciencia a las otras…” Los fenómenos que la sociología estudia se producen a partir de la interacción entre individuos, fundamentalmente a partir de la imitación. La imitación, la invención y la oposición son principios utilizados como procesos omn¡comprensivos de explicación en la amplia gama de problemas a los que intentó dar respuesta (desde la criminología al análisis de la influencia de los medios de masas, la estratificación social o la influencia).

Del mismo modo que para Tarde el hecho social por excelencia es de naturaleza psicológica (la imitación), para Durkheim es de orden sociológico (el contrato) la presión social que se impone y moldea los actos y los pensamientos de los individuos. Para Tarde el individuo es lo único real; la sociedad es una abstracción. Por lo tanto, la vida psíquica de las conciencias individuales encierra en sí también toda la vida de la sociedad.

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La polémica Durkheim-Tarde es una de las más perdurables de toda la historia de la

Sociología. Durkheim negaba la posibilidad de una psicología social, mientras para Tarde, la sociología se transformaba en una psicología intermental. Detrás de la oposición, sobre todo en el desarrollo ulterior de la escuela de Durkheim, había muchos puntos comunes y en particular, una manera común de concebir la psicología colectiva. Para ambos, el hombre es doble. Es animal y desde este punto de vista su vida mental refleja su vida fisiológica. Pero también es espíritu, y desde este segundo punto de vista, su vida mental refleja la sociedad y la civilización que

lo circunda. Los seres humanos están socializados. Nada hay en ellos que no pertenezca al mismo tiempo a los grupos de los que forman parte. Importantes temas de psicología social fueron abordados por la escuela de Durkheim: suicidio, vida religiosa, representaciones individuales y colectivas, entre otros. Tarde se constituye en el punto de partida de la psicología social, al instalarse en un terreno de articulación entre psicología y sociología y trabajar desde el escenario común de la relación interpersonal. Pero hasta el momento, estos

fenómenos interpersonales son psicosociales para la psicología y sociopsíquicos para la sociología. Tarde publicó en 1898, en Francia, el texto “Estudios de Psicología Social”, que sería el texto antecedente para un punto de partida de la disciplina. Torregrosa cita a Gustave Le Bon (1841-1931) como otro antecedente de la psicología social y de un ejemplo de envoltura científica para un pensamiento

ideológico. Era un filósofo influenciado por las ideas de la restauración posteriores a la revolución francesa, preocupado por el advenimiento de las masas a la vida pública. Los elementos conceptuales que utiliza provienen de Tarde (imitación), Durkheim (el todo es más que la suma de las partes) y Charcot (principio de sugestión y el del inconciente y su fundamental irracionalidad y depravación). Le Bon aporta, junto un cierto misticismo racista y un elitismo antidemocrático que pueden situarlo como uno de los padres del facismo moderno, un conjunto de observaciones

sobre la conducta colectiva y los procesos de persuasión. En su libro "Psicología de las multitudes", formula la ley psicológica de la unidad mental de las multitudes, por la cual, el solo hecho de formar parte de una multitud proporciona una especie de alma colectiva. Las causas de la aparición de estas características multitudinarias son: 1) el individuo en masa da escape a impulsos que estando solo, habría reprimido; 2) el contagio; 3) la sugestionabilidad del individuo. Por formar parte de una multitud, el hombre desciende varios peldaños en la escala

de la civilización. El individuo aislado puede ser culto; en masa es instintivo y bárbaro. Puesto que las multitudes son impulsivas, irritables, incapaces de razonar, intolerantes y autoritarias, quienes quieran convencerlas y manejarlas deberán utilizar “la afirmación pura y simple, desprovista de todo razonamiento y toda prueba” y esta afirmación deberá ser suficientemente repetida. Le Bon también destaca la importancia que el prestigio tiene para la persuasión, la influencia. “El

prestigio es una especie de fascinación que ejerce sobre nuestro espíritu un individuo, una obra o una doctrina. Esta fascinación paraliza todas nuestras facultades críticas y llena nuestra alma de admiración y respeto... El prestigio es el más potente resorte de toda dominación.” Otra línea de pensamiento importante desde la sociología, desde los Estados Unidos,

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es la de los fundadores del interaccionismo simbólico: Charles Cooley, William

Thomas y George Mead (además de los psicólogos Baldwin y James). Charles Cooley (1869-1929). En “La naturaleza humana y el orden social” afirma que la antítesis entre sociedad e individuo es falsa, ya que “un individuo aislado es una abstracción desconocida a la experiencia, de igual modo que la sociedad cuando es considerada como algo separado de los individuos”. Consideraba que la naturaleza humana no es innata, sino que se determina en la interacción social y se expresa a través del sí mismo. De ahí que la sociología tenga que analizar los procesos, las vías

de interrelación entre ambos, o mejor, entre los individuos, y entre los individuos y los grupos. Es así corno el proceso de comunicación y sobre todo la comunicación simbólica, se convierten en el eje central de su sociología. Para ello parte de una posición innecesariamente idealista: “En lo que se refiere a las relaciones sociales inmediatas, la idea personal es la persona real. Es así sólo como una persona existe para otra y actúa directamente en su mente... La sociedad es, pues, en su aspecto inmediato, una relación de ideas personales.” Para él, el yo se desarrolla como

reflejo de las evaluaciones de los otros. Aunque este acento en las imágenes que los individuos tienen unos de otros y de sí mismos y cómo estas imágenes se mediatizan realmente, le confieren a Cooley bastante actualidad. Sus observaciones sobre cómo, a través de la comunicación y atribución interpersonal se va configurando el sí mismo, y la importancia de los grupos primarios como el contexto natural para su desarrollo, así corno para la vida social en general, forman hoy patrimonio común del saber psicosociológico.

William Thomas (1863-1947) Uno de los más influyentes en la sociología y psicología social estadounidenses. Consideró con rigor conceptual e investigaciones concretas, el estudio de las actitudes como el objeto central de la psicología social. Subraya los aspectos subjetivos, experienciales, de la realidad social. "Puesto que el componente personal es un factor constitutivo de todo acontecer socia l, las ciencias sociales no pueden quedarse en la superficie del devenir social, en donde algunas quisieran que flotase, sino que deben llegar a las experiencias y actitudes humanas

reales, que constituyen la plena, viva y activa realidad social debajo de la organización formal de las instituciones sociales”. El objeto de la psicología social es el estudio de esas actitudes y experiencias en tanto que contenidos y orientaciones dependientes de determinadas condiciones socioculturales. Por eso, “la psicología social tiene que desempeñar el papel de una ciencia general de los aspectos subjetivos de la cultura”. Thomas hubiera considerado gran parte de los estudios actuales como psicológicos, pero no psicosociológicos.

George Mead (1863-1931) Fue un filósofo interesado en la sociología y uno de los fundadores del pragmatismo americano. Hoy, es uno de los clásicos cuyo pensamiento sigue más vivo y sugerente. Mead estudia la interrelación entre lo social y lo subjetivo. Toda conducta es en última instancia un acto de comunicación y como tal, es simbólica; está sostenida por el lenguaje. Mead demostró la naturaleza intrínsecamente social de la personalidad, dado que en el proceso social surge el sí misino, la conciencia del propio yo: el individuo se experimenta como tal desde la

perspectiva de los otros. No contrapone individuo y sociedad; para él, lo individual es interindividual. Su especificación de los mecanismos concretos a través de los que surge el sí mismo, hacen que su obra sea difícilmente superable. Para Mead existe una diferencia insalvable entre la comunicación inmediata que se produce en la interacción animal y la comunicación que se produce en el hombre a través de la conversación de gestos, impregnados de significado y simbolismo. Este

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nivel de comunicación simbólica en el hombre a través del lenguaje (de los símbolos

significantes) es lo que permite la formación y desarrollo de la mente; por eso debe considerarse dentro del proceso social, en el contexto de la interacción social. Es también en el proceso social como surge el sí mismo, la conciencia del propio yo. “El individuo se experimenta a sí mismo corno tal, no directamente, sino sólo indirectamente, desde las perspectivas de los otros individuos miembros del mismo grupo social, o desde la perspectiva generalizada del grupo social como un todo… Y llega a convertirse en un objeto para sí mismo adoptando las actitudes de los otros

hacia sí mismo dentro de un entorno social o contexto de experiencia en que uno y otros están implicados''. Aunque estaba más próximo de los medios psicológicos y filosóficos, su herencia intelectual ha sido asumida casi totalmente por la sociología y la psicología social de corte sociológico. En su base filosófica había influencias hegelianas, lo mismo que en Wundt. Ambos consideraban que los procesos mentales tienen como transfondo el mundo simbólico

de la cultura. Mead, Cooley, Wundt, comienzan a pensar en la problemática del lenguaje, considerado del lado de la relación social. En la 2° mitad del s XX surge la lingüística, a partir de la que se aborda al lenguaje en su especificidad, ligada también a los fenómenos del habla. Germani señala que en el interaccionismo simbólico influyeron también el psicoanálisis y la Gestalt.

Según Germani, el psicoanálisis influyó en la psicología social y en el interaccionismo simbólico de modo decisivo. Pero debido a la posición culturalista y relativista (imperante en un amplio sector estadounidense por influencia de la antropología) en la aceptación del psicoanálisis ortodoxo se realizó una severa selección, rechazándose precisamente el biologismo y el mecanicismo freudianos. Fue por esto que el neopsicoanálisis surgió luego en Europa pero se aclimató en Estados Unidos. Allí ya otros pensadores como Mead habían seleccionado el

pensamiento freudiano. Por otra parte, esa reforma del psicoanálisis produjo efectos en el campo psicoanalítico. Las obras de Fromm, Horney y Sullivan lo atestiguan. Hay que recordar la teoría interpersonal de la psiquiatría de Sullivan, que reconoce como parte de su fundamento teórico la obra de Mead. También influyó la psicología de la forma, atenuando o eliminando el atomismo del pensamiento psicosocial norteamericano, debido a sus vinculaciones originarías

con el asociacionismo. La noción de campo, que diferencia las partes y el todo (concepto central en ciencias sociales) y la noción de situación, fueron desarrolladas por Dewey. El libro de Dewey “Naturaleza humana y conducta” de 1922, representó el golpe de gracia a la teoría de los instintos. Es interesante señalar que allí también Dewey critica al psicoanálisis desde el mismo punto de vista que los neopsicoanalistas de los 70.

PRIMER ETAPA: LA PSICOLOGÍA SOCIAL COMO CAMPO DIFERENCIADO En 1908 aparecen los dos primeros textos específicos sobre psicología social (uno en los Estados Unidos y otro en Inglaterra) ambos punto de partida del reconocimiento científico de la disciplina:

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Edward Ross (1866-1951) escribe “Psicología social”. Tiene una orientación sociologista, influido por las ideas de Tarde, Le Bon y la sociología americana. Para Ross los principales mecanismos explicativos de las uniformidades sociales son la imitación y la sugestión. Ross divulgó en su manual las leyes de la imitación de Tarde y analizó, además, el papel de la interacción y la asociación entre individuos en la determinación del comportamiento individual. No obstante, su planteamiento sociologista tuvo más éxito entre los sociólogos que

entre los psicólogos. De hecho, Ross era sociólogo y aunque McDougall era médico, las posturas instintivistas de éste fueron las imperantes, en su momento, dentro de la orientación psicologista. La psicología social, según Edward Ross, debe estar enmarcada dentro de la sociología, puesto que su objeto de estudio versa sobre las causas y condiciones que hacen del individuo un ser social. La psicología social trata de comprender y explicar las uniformidades en los pensamientos, creencias y voliciones que son consecuencia de la interacción de los seres humanos. Sin

embargo, también considera que la persona posee, por sí misma, una entidad propia, pues entiende al ser humano como agente del cambio social, introduciendo así su tercer mecanismo explicativo de la conducta en la sociedad: la actividad agente. Aunque suelen marcarse diferencias entre los supuestos de Ross y los de McDougall, hay un fondo común en ambos, pues para Ross la imitación, por el hecho de ser considerada innata en el ser humano, no es otra cosa que un instinto. Sin embargo, el instintivismo de Ross es subyacente, mientras que el de McDougall es

fundamental. William McDougall (1871-1938), publica en Inglaterra “Introducción a la psicología social”. Es uno de los iniciadores de la psicología experimental, comenzando con sus investigaciones en psicología fisiológica. En su pensamiento convergen el evolucionismo, una concepción sobre la naturaleza humana como irracional y la idea de convertir la psicología en ciencia, para proporcionar las bases

rigurosas para el resto de las ciencias sociales, ya que hasta ese momento han utilizado una psicología experimental, de sentido común. Según sus afirmaciones, la parte de la psicología más importante, es la más atrasada: “... la que trata de los resortes de la acción humana, de los impulsos y los motivos que mantienen la actividad mental y corporal y regulan la conducta”. Se trata pues, de una psicología de la motivación, que es la que él desarrolla, basándose en el concepto de impulso instintivo. Tiene una orientación psicologista, es decir instintivista y biologicista.

Torregrosa señala (tomando a Germani) que no estudia los mecanismos fisiológicos que determinarían a los instintos (que sería lo lógico desde su perspectiva) sino que describe y clasifica las conductas supuestamente instintivas (autoafirmación, huida, reprobación, etc.), llegando a establecer un número enorme de categorías. Este fue uno de los primeros temas en que se centró la polémica en contra el ¡nstintivismo. Durante dos décadas esta perspectiva fue hegemónica en psicología, psicología social y sociología, viéndose reforzada por el auge del psicoanálisis.

También se le critica que si los instintos son estructuras neurofisiológicas, no se ve cómo determinan los objetivos y fines de las conductas humanas, cuya estructura es considerada simbólica ya desde las formulaciones de Wundt y por lo tanto, están insertas en un contexto social en el que adquieren significación. El declive de la perspectiva instintivista se había iniciado ya con los primeros desarrollos del conductismo y los constantes ataques desde el campo sociológico. En

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la medida en que el instintivismo supuso una continuación de la perspectiva de

Darwin, una inserción del hombre en la naturaleza, subrayando la necesidad de una mejor apoyatura fisiológica de las ciencias sociales, su impacto fue positivo. Pero al utilizar la evolución natural como supuesto sustitutivo de la evolución sociocultural, el instintivismo además de suponer una dirección s¡n salida para las ciencias sociales, constituyó una ideología legitimadora del irracionalismo en ascenso. Germani advierte que el instintivismo fue un comienzo de clasificación de los distintos tipos de conducta. Esta doctrina, que en definitiva acaba por poner límites al

perfeccionamiento humano, pues atribuye al hombre una naturaleza invariable, surge en concomitancia con el desencanto que empezó a observarse en occidente sobre el futuro del hombre a fines del s XIX, el comienzo del fin de la ideología del progreso indefinido. La doctrina del hombre natural, que constituyó durante e l iluminismo del s XVIII un elemento de carácter positivo en el que fundar la posibilidad de progreso, se transformó en límite insuperable para la transformación de la sociedad en sentido utópico, ya que filosóficamente era la expresión de una

posición determinista y mecanicista tendiente a reducir la sociedad, la cultura y la historia a un juego de factores biológicos. Triunfó en Estados Unidos por el prestigio del pensamiento evolucionista y la posibilidad de bases científicas para la psicología social. El instintivismo tuvo rápida reacción contraria, con un doble origen: La posición antiintrospectivista de Watson y el conductisrno. Sostenía un extremo ambientalismo (atribuía todas las características de la conducta a factores

ambientales) y rechazaba teórica y metodológicamente, toda hipótesis acerca de una experiencia interna. Queriendo realizar una psicología sin psique, debía rechazar estas entidades llamadas instintos. Watson redujo toda la conducta no aprendida a unos pocos reflejos innatos (no condicionados) para interpretar la conducta adquirida, al mecanismo de los reflejos condicionados (descubiertos por los fisiólogos rusos Pavlov y Betcherev). El interaccionismo simbólico: Dewey y Mead, junto a Baldwin, Cooley, Thornas, Faris,

Kirnbaü Young y Bernard. El interaccionismo supo colocar en su justo enfoque el problema de las relaciones entre lo biológico y lo cultural. Esto puede verse sobre todo en dos temas principales: la motivación de las acciones humanas (la noción de actitud social) y el de la personalidad y la formación del yo. El interaccionismo sustituye la noción de instinto por la de actitud social. En este punto influyeron la sociología, la antropología cultural y el psicoanálisis. El primero en exponer

sistemáticamente el concepto fue Thomas, si bien Dewey lo había trabajado como hábito, aplicándolo en su monumental investigación junto a Znaniecki sobre “Los campesinos polacos en Europa y América” (1918). Una actitud se define corno una disposición psíquica, para algo o hacia algo, disposición que representa el antecedente interno de la acción y que llega a organizarse en el individuo a través de la experiencia (es adquirida) y resulta de la integración de elementos indiferenciados biológicos y de elementos socioculturales

específicos. Para esta definición, Thomas introduce el concepto situación: “previamente a todo acto voluntario existe siempre una fase de examen y deliberación que llamarnos la definición de la situación”. Pero tales definiciones no son asunto meramente individual: la sociedad dicta en cada caso cuáles son las definiciones posibles (similar a las representaciones colectivas de Durkheim). Pero la actitud individual nunca

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reproduce exactamente el hecho sociológico; a veces esta divergencia puede

permanecer puramente en lo interior, otras veces se exterioriza en la conducta y se articula en la expresión. La actitud es un hecho social, pues no sólo siempre surge en virtud de una situación social sino que también es el resultado de la formación del individuo, que es inseparable del nexo social, pero no es puramente receptiva, pues con su capacidad de desviación concurre a destruir las viejas estructuras cristalizadas y a sustituirlas por nuevas: es justamente un concepto de orden psicosocial, correspondiente al proceso concreto de la conducta de individuos y grupos.

Entre otras ventajas, el concepto es nexo entre las dos ramas de la psicología social actual (la colectiva y la individual). El concepto ha influido en la sociología del conocimiento: explica las causas del arraigo o rechazo de las ideologías que la sociología del conocimiento estudia desde el punto de vista estructural u objetivo. Además, se vincula de manera estrecha con el problema de la personalidad, que representa el tema central de la psicología social del individuo.

Dentro de la tradición asociacionista, un grupo de investigadores interpreta la personalidad como una colección de actitudes altamente específicas. Este punto de vista, metodológicamente se basa en procedimientos estadísticos y análisis factorial (consistente en buscar por medio de una técnica matemática los factores comunes en los resultados de una serie de tests). Cattel, Woodworth y Thorndike (1914) sostienen que es posible reducir a personalidad a cierto número mínimo de componentes básicos y uniformes, análogos en todos los hombres. Una

consecuencia de esta posición es la teoría de la especificidad de las actitudes, según la cual las actitudes que manifiesta un individuo dependen fundamentalmente de la situación en que se encuentra más que de la estructura de su personalidad. Un mismo individuo se comportará de manera semejante en dos situaciones diferentes, tan solo en la medida en que tales situaciones contengan elementos similares. Esta posición originó una discusión de parte de quienes sostenían la existencia de tendencias generales inherentes a la personalidad en contra del atomismo, que

amenazaba pulverizar la unidad del individuo. El atomismo extremo fue superado aun dentro de la misma corriente asociacionista, especialmente con el desarrollo del análisis factorial. Pero la contribución más fecunda en el campo del problema de la personalidad se debe a la corriente interaccionista, que lo encaró sobre todo desde el punto de vista genético aun cuando no descartó el análisis de la situación como elemento determinante de la conducta de individuos y grupos. La personalidad debe ser

considerada una función de la sociedad, pero capaz de trascenderla. Por un lado, la personalidad representa el aspecto subjetivo de la cultura; por el otro, posee la capacidad de trascender las formas culturales para transformarse de simple receptora, en creadora de nuevas formas. La tarea de la psicología social consiste en describir y explicar cómo se efectúa este incesante proceso de transmisión y creación.

Floyd Allport (1890-1971) publica en 1924 “Psicología social”. Es un autor estadounidense cuyos postulados resultaron muy influyentes en la disciplina durante la década del 30. Para él la psicología social es un subdominio académico de la psicología. "Ciertamente, es un interés legítimo considerar la conducta y la conciencia sociales meramente como una fase de la psicología del individuo en relación a una parte

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limitada de su ambiente sin tener en cuenta la formación o el carácter de los grupos

que resulten de esas reacciones.” Torregrosa considera esta afirmación como ambigua, ya que se podría considerar los grupos como variables dependientes (resultado) de las reacciones individuales, pero no se puede prescindir del conocimiento de los contenidos culturales y demás características del grupo para comprender esa “fase de la conciencia del individuo”; es decir, de la consideración del grupo como variable independiente. Se trata de una posición teóricamente insostenible, que más o menos han venido manteniendo muchos psicólogos sociales

ulteriores. Según nos sintetiza Pons Diez, la aspiración de Allport fue crear una psicología social de carácter empirista, que produzca conocimientos comparables con los de las ciencias naturales y que se apoye en la metodología y la epistemología positivista. Sus ideas constituyen el punto de confluencia en psicología social de tres elementos propios del paradigma conductista: el análisis de la conducta observable, el individualismo metodológico y la investigación experimental. La conciencia humana,

en la interpretación de Allport, no es un agente activo o un principio explicativo de la conducta. Allport rebatió la noción de mentalidad de grupo propuesta por McDougall, sobre la base de que era metafísica y no sostenible empíricamente. Incluso la misma noción de grupo, como concepto explicativo de la conducta, la consideraba incompatible con lo que debía ser una psicología social científica −y conductista−, interesada solamente por los individuos y sus conductas de interacción con otros individuos. Para Allport el objeto de estudio de la psicología social debía ser un tipo

de conducta que se entiende como el conjunto de reacciones que surgen cuando el estímulo ambiental es otro u otros individuos. Así, el significado de la conducta social es el mismo que el de la conducta individual, por tanto no reconoce una psicología social que no sea, en el fondo, lo mismo que una psicología de los individuos, ya que entiende que las características de la sociedad se pueden reducir metodológicamente a las características de sus partes individuales. La sociedad y los grupos se reducen a la mera manifestación de conductas individuales. El razonamiento de Allport respecto

a la consideración del grupo sigue tres argumentos: el grupo, en caso de servir para algo, sería como instrumento descriptivo de la realidad social, pero nunca como factor explicativo de la misma; el grupo es resultado y producto, nunca causa, del comportamiento individual; y la teoría mentalista del grupo es incapaz de ofrecer una explicación coherente del comportamiento social. Más adelante, Allport matizó su individualismo extremo, pero sus opiniones, y la predominancia del conductismo en general, ayudaron, en su momento, al abandono de la dimensión social para ciertas

corrientes de psicólogos sociales. Posteriormente, con la llegada del cognitivismo, esta individualización de la psicología social acabaría de consolidarse. Desde esta doble vertiente disciplinaria, vemos cómo se va perfilando una problemática que exigía a los sociólogos adoptar una cierta perspectiva psicológica (en el sentido de tener que dar razón de los aspectos subjetivos o experiencias de la realidad social, de las relaciones individuo-sociedad, etcétera para explicar las

variaciones entre conducta individual y pauta típica) y a los psicólogos adoptar una cierta perspectiva sociológica (en el sentido de que intentaron explicar problemas como la “mentalidad de grupo”, la conducta colectiva, el funcionamiento de las instituciones, los condicionamientos sociales del individuo, entre otros). Kurt Lewin (1890-1947) es otro claro y conocido pensador de la psicología social,

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desde la perspectiva psicológica. Estuvo influido por la psicología de la gestalt,

además de por la física y la topología. Como rasgo esencial su modelo se basa en y postula el modo de pensar galileano y de la física moderna, superando el esencialismo, la teleología normativista y el excesivo énfasis en las dicotomías y las clasificaciones del modo de pensamiento aristotélico. Quiere subrayar el papel que en el modo de análisis científico desempeña la estructura de la situación en que el objeto se halla inserto, y cómo el conjunto de fuerzas interdependientes que la componen son tan importantes o más en la determinación de su comportamiento

que la propia naturaleza del fenómeno. Los tres grandes aportes de Lewin a la psicología social son la teoría del campo, la dinámica de grupo y la metodología de investigación-acción. Lewin concebía como parte determinante del procedimiento experimental la interacción entre experimentadores y participantes, por lo que, habitualmente, ésta aparecía especificada en el procedimiento y en los informes para ser analizada. Lewin considera imprescindible, para la realización de cualquier trabajo científico, el

recurso a la teoría. Desde su perspectiva, hacer uso de la teoría permite trascender lo que sería una mera recolección o clasificación de hechos sin valor predictivo. “Nada es más práctico que una buena teoría”, repetía. La teoría científica, para Lewin, se caracteriza por el análisis completo y en su totalidad de un hecho conocido. Estos análisis deben estar vinculados a los hechos observables, mediante definiciones operacionales. El objetivo es obtener de ahí un concepto general verificable experimentalmente.

En la teoría del campo, Kurt Lewin nos presenta a la persona permanentemente inserta en un campo de fuerzas psicológicas (“campo psicológico” o “espacio vital”). Según Lewin, cualquier suceso psicológico es función del espacio vital de la persona, es decir, del conjunto de fuerzas interdependientes formadas por el individuo y su entorno. Por lo tanto, para comprender el comportamiento de una persona determinada, se deben considerar sus necesidades, sus metas, sus capacidades, su percepción y su situación, aunque ningún factor será suficiente por separado. El

espacio vital está integrado, asimismo, por los acontecimientos pasados, presentes y futuros que puedan ejercer su influencia; sin embargo, y pese a ello, cualquier conducta o cualquier cambio en un campo psicológico depende, solamente, del estado de ese campo en ese momento. Esta noción no implica desconsiderar la influencia de los acontecimientos no presentes; al contrario, el campo pasado y el futuro constituyen dimensiones del campo presente, pero la conducta dependerá sólo de cómo es en la actualidad el campo presente. El espacio vital, por otra parte,

abarca la totalidad de acontecimientos posibles −tanto explícitos como implícitos− que determinan la conducta en un momento dado. Esto significa que existe una distinción entre la realidad y la percepción personal de la realidad. La percepción puede ser correcta o incorrecta, pero lo que la persona percibe es lo que determina su conducta. Otros conceptos también relevantes en la explicación del campo psicológico son el de fuerza −tendencia a actuar en una dirección específica−, valencia −la atracción positiva o negativa de un elemento del campo hacia una

dirección− y locomoción −traslado de una región psicológica a otra−. La conducta, según Lewin, no está determinada solamente por las metas que el individuo persigue, sino también por los obstáculos que encuentra. Por ello, pasan a formar parte del campo psicológico. Cada movimiento dentro del campo o espacio vital abre nuevas posibilidades y exigirá una reestructuración del mismo, dado que al tratarse de un campo dinámico,

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el estado de cualquiera de las partes de este campo depende de cualquiera de las

demás. La segunda de las aportaciones de Lewin es la dinámica de grupo. Destaca el hecho de que el grupo presenta propiedades que no se encuentran en sus miembros tomados individualmente. Estas propiedades no dependen tanto de la similitud entre los integrantes del grupo ni de sus características individuales, como de las relaciones de interdependencia entre éstos. El grupo constituye una unidad dinámica en la que el cambio en una de sus partes modifica siempre a las otras; de ahí su

introducción del término “dinámica de grupo”. Para muchos autores, el paso de la psicología individual a la psicología social lo facilitó Lewin con su concepto de grupo. La idea lewiniana “el todo es superior a la suma de sus partes” ofrece una base para una nueva perspectiva de la psicología grupal alejada del reduccionismo individualista. Además de la noción del grupo como totalidad dinámica, se resumen en cuatro las nociones relevantes de la teoría lewiniana sobre el grupo: a) El grupo constituye el marco de referencia del individuo y el terreno sobre el que se sostiene.

b) El grupo es un medio para que sus miembros satisfagan necesidades materiales y sociales. C) La dinámica del grupo siempre ejerce un impacto sobre los individuos que lo constituyen. D) El grupo es un elemento del espacio vital de la persona. Lewin realizó investigaciones sobre diferentes procesos grupales, siendo las relevantes la de clima social y la de cambio social. Por ejemplo, en sus investigaciones comprueba las ventajas del liderazgo democrático sobre el autoritario en los grupos de trabajo, no sólo en cuanto a los mejores resultados de la actividad,

sino también por el mayor grado de cooperación entre los miembros y de clima social. Lewin estaba muy interesado en mostrar la superioridad de la democracia frente a los regímenes totalitarios, pues él mismo había sido perseguido por el nazismo y tuvo que abandonar Alemania. Lewin no publicó mucho sobre dinámica de grupos −fueron sus colegas y discípulos del Centro de Investigación para la Dinámica de Grupos (en el MIT) los que desarrollaron y difundieron sus ideas−, pero sí lo suficiente como para que su

impulso se constituyera en alternativa a la idea de Allport acerca de una psicología del grupo reducida a la psicología del individuo. La tercera gran aportación de Kurt Lewin es la propuesta de una metodología de investigación-acción. Este modelo representa un esfuerzo por combinar e integrar los conocimientos de las ciencias sociales con la solución de los problemas sociales. Se investiga en los contextos sociales para analizar sus problemas, y ese estudio producirá conocimiento acerca del problema, sus causas, sus efectos y sus

protagonistas; tal conocimiento podrá aplicarse a la solución, y de esa aplicación se generará nuevo conocimiento sobre las dimensiones del problema y sobre el contexto concreto en el que ocurre. Es necesario tener en cuenta el contexto o la “atmósfera social” como unidad más amplia en la que tiene lugar la actividad de los individuos y los grupos. El modelo de investigación-acción propugnado por Lewin entiende que la investigación no se reduce a una teoría y a su consecuente aplicación práctica, sino

que ambas, teoría y praxis, se integran en un mismo y único proceso. De ahí que la separación entre ciencia básica y ciencia aplicada no tenga sentido para Lewin, pues entiende que se trata de dos dimensiones de un mismo proceso. La idea lewiniana de investigación-acción tuvo enorme influencia en la metodología de investigación-acción participativa desarrollada años más tarde en el campo de la psicología social aplicada, que busca la implicación de las personas objeto de intervención −en

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contextos vecinales, organizacionales, educativos, tanto en la investigación como en

la acción, con el fin de afrontar los problemas conjuntamente entre la comunidad afectada y los investigadores. Esta característica, que hace de los participantes los agentes activos del cambio social, es asumida totalmente por la psicología comunitaria actual. A partir de Kurt Lewin, la psicología social pasó a tener una carga muy fuerte exclusivamente ligada a lo grupal, para bien o para mal. Para mal porque quedó en

muchos países, un poco circunscripta a esto. Para bien porque se pudo empezar a analizar una serie de fenómenos específicos. Hasta aquí tenemos: - Un campo recortado desde las disciplinas fundadoras, pero no hay una definición

de la especificidad de sus fenómenos. - La psicología social es para muchos autores, el estudio de la relación

interpersonal. Para otros, sería el estudio de los aspectos subjetivos de la cultura. - La relación interpersonal es un lugar de cruce entre la historia y las

determinaciones individuales (de base instintivista-biologicista) y la historia y las determinaciones sociales (de base sociologista).

La psicología encontró reconocimiento académico a partir de construirse como una psicología individual cuyo referente fue el organismo, su conciencia y su conducta.

Es decir, naturalista en su objeto y en su método. Esto reforzó la tendencia de aislar a la persona de su contexto socio-cultural concreto, para insertarla en un "medio ambiente", concepto de connotación también naturalista. Con este transfondo, los psicólogos sociales provenientes de la psicología siguieron el mismo camino (como McDougall o Allport), limitando su campo de atención a los aspectos de la conducta humana que encajasen en su metodología y dejando el resto afuera de su consideración (característica propia del positivismo). Con esta

posición, la psicología social es, en sentido estricto, psicología. José Torregrosa nos explica que una de las cuestiones que quedan negadas por este enfoque es que los contenidos de la experiencia y las conductas que la orientación psicológica pretende explicar, se desarrollan en el marco inicial y real de unas estructuras de poder social y sus correspondientes ideologías legitimadoras. La realidad produce a través de múltiples mediaciones, los contenidos de conciencia y

las conductas, y a la vez, es producida por ellas. El desconocimiento de este entramado poder-ideología es lo que lleva a concebir a la psicología social como una ciencia de las relaciones interpersonales, y es uno de los rasgos de gran parte de la psicología social de las décadas del 50/60. Reemplazar esta concepción teórica con el concepto de medio ambiente, revela una limitación teórica importante y en relación con los problemas académicos, un imperialismo de la psicología sobre la psicología social. Una cosa son los compromisos académicos y otra la exigencia

analítica. Por su parte, las relaciones de la psicología social con la sociología siempre fueron muy estrechas. Todas las corrientes del pensamiento sociológico se han ocupado en mayor o menor medida de temas psicosociales y es usual que consideren a la psicología social como un subcampo de la sociología. Sin embargo, han tenido una

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actitud más abierta hacia el desarrollo de investigaciones inter o transdisciplinarias y

al reconocimiento de los desarrollos de la psicología social en forma autónoma. SEGUNDA ETAPA: LA CRISIS DE ENTREGUERRAS Debido a la crisis capitalista que hace síntoma en las guerras mundiales, se producen fuertes cuestionamientos a los fundamentos y a la función de las disciplinas

humanas. El programa de la sociedad capitalista tiene dos puntos centrales: a) desarrollar la capacidad humana de controlar a la naturaleza para ponerla al servicio de las necesidades humanas; b) garantizar las condiciones para el desarrollo de una vida plena a partir de la libertad, la igualdad y la fraternidad. El punto b) no se cumple y, ante la evidencia del fracaso que es la guerra, hace entrar en crisis a todo el pensamiento humano tanto en las ciencias naturales como en las humanas, en la filosofía, etcétera.

Producto de esta crisis, se generan replanteos en varios campos del saber sobre lo humano: En el campo de la psicología se produce un desplazamiento del interés por lo psicológico hacia lo psíquico, recuperando los desarrollos freudianos y se instala el psicoanálisis como disciplina, pero haciendo una relectura de la obra de Freud, de donde surge como corriente fundamental la kleiniana. En el campo de la sociología, se produce una vuelta a las fuentes y una relectura de

la teoría social de Marx, para investigar la crisis del orden mundial. Se desarrolla el neomarxismo o teoría crítica, cuyo exponente máximo es Althusser. Surgen o se desarrollan además, nuevas disciplinas y corrientes de pensamiento, como la lingüística, el estructuralismo o la antropología cultural. Se produce una profundización de la tendencia ya presente a ejercer la interdisciplina en el pensamiento y la investigación y la un¡disciplina en la aplicación y la praxis.

Germani señala que en 1948 se publica el tratado de Kretch y Crutchfield (Teorías y problemas en psicología social), que impulsa nuevamente la posición psicologista en psicología social. En esta corriente, aunque no tan alejados del punto de vista sociológico, se encuentran Asch (1953: Psicología Social) y McLeod, autores que se han formado en la tradición gestáltica. Germani es también quien señala que Mannheim formula los principios de la

colaboración interdisciplinaria, sintetizándolos así: 1. Las exigencias de la metodología científica (positivista) impulsan hacia la

especialización y la fragmentación de los estudios. 2. Tal división de tareas se ha producido en base a hechos institucionales e

históricos de por sí arbitrarios y totalmente ajenos a principios racionales o teoréticos.

3. Lo que interesa a la ciencia del hombre no son los objetos así fragmentados,

sino instituciones y acontecimientos tomados en su totalidad. 4. De aquí la necesidad de reconstruir estos objetos para estudiarlos desde el

punto de vista de su totalidad. 5. Para ello es menester reconocer que la ciencia del hombre es una y que la

división de tareas entre especialistas sólo representa un instrumento heurístico para alcanzar ese conocimiento total.

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6. El método que se sugiere para lograr esta unificación es el de integrar las

diferentes disciplinas humanas alrededor de los objetos de estudio, promoviendo el trabajo en equipo y las síntesis de las investigaciones.

Esta exigencia sintética, formulada en el pasado por Comte, ha sido experimentada intensamente por los estudiosos estadounidenses. La psicología social, por su mismo objeto y por el predominio del interaccionismo (muy afín a esta exigencia integralista) se halla en el centro del movimiento interdisciplinar. Uno de los intentos más serios de formular una teoría básica general de las ciencias del hombre entre

sociólogos, psicólogos y antropólogos, proporciona esquemas teóricos fundamentales para la psicología social (Parsons y Shils: Hacía una teoría general de la acción). La interdisciplina tiene antecedentes en los estudios de cultura y personalidad. En nuestro medio, Enrique Pichon Rivière es quien pregona la necesidad de desarrollar para la psicología social y las ciencias del hombre una “epistemología convergente”.

Ya no podemos hablar de pensadores centrales, sino de corrientes de pensamiento, entre las que se destacan: Teoría crítica: plantea que la realidad es una construcción ideológica. Postulan categorías como la de la falsa conciencia, determinada por las condiciones sociales de existencia. Por lo tanto, el cambio parte del trabajo de despertar la conciencia de

los oprimidos. Un autor conocido en Argentina es Paulo Freire. También Ignacio Martín Baró. Corriente freudo-marxista: preocupados por la articulación (por isomorfismo) entre la estructura social (determinada por lo económico) y la estructura subjetiva inconciente (que determina la conducta del sujeto). No son kleinianos. Sostienen las posiciones freudianas en relación a que parte de lo inconciente no puede acceder a

la conciencia. Un exponente importante fue Wilhelm Reich. Nueva cuestión social: corriente transdisciplinaria que formula desarrollos sobre la teoría social independientemente de la sociología. Los representantes más destacados son los de la Escuela de Frankfurt, por ejemplo Walter Benjamín. Hacia finales del siglo XX, Thomas Adorno, que centró sus estudios en los medios de comunicación social.

Cognitivistas: abordan los fenómenos de la cognición desde una perspectiva intersubjetiva. Estudian fenómenos como la memoria, la emoción, la autoridad, abordándolos desde la relación entre el individuo y el escenario de la interacción social. Son experimentalistas. Interaccionismo simbólico: discípulos de Mead. Estudian la interacción social

como conducta simbólica. Los representantes más destacados son Robert Merton y Erving Goffman. También Berger y Luckmann. Cultura y personalidad: basada en la teoría psicoanalítica, la teoría de la gestalt y el funcionalismo desde la antropología. Tuvo influencia en la psicología social en primer lugar, al demostrar que la “naturaleza humana” es variable, frente a la

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suposición de una naturaleza humana de carácter biológico y por lo tanto no

influenciada por los caracteres culturales. También demostró la existencia de isomorfismos entre el orden institucional y el personal; es decir, que en cada configuración cultural (e incluso institucional) hay algunos tipos de personalidad prevalecientes. Algunos autores destacados de esta corriente son Linton, Kardiner o Margaret Mead.

TERCER ETAPA: LA CRISIS DE LOS 60/70 Se produce una nueva crisis en el pensamiento en general y en las ciencias naturales y sociales, pero debida ahora al fracaso de los postulados del pensamiento progresista o de izquierda en general (que fueron las principales corrientes después de la crisis de posguerra). El síntoma de ese fracaso es ahora el de los movimientos revolucionarios de la década del 60 y 70 y también la radicalización de las

concepciones del materialismo europeo (en general, el neomarxismo: Althusser y el partido comunista). En psicoanálisis entra en crisis la corriente kleiniana y se vuelve a Freud con una nueva relectura, de la que surge principalmente Lacan. En psicología se destaca Piaget. Desde una posición marcadamente transdisciplinaria, surgen pensadores como Foucault (que sigue siendo un autor moderno) y surgen también los pensadores de

la posmodernidad, como Guattari, Deleuze, Lipovesky. Otros autores muy destacados son Castoriadis y Robert Castel. También se generaliza la difusión y el desarrollo de las teorías de la complejidad, tanto en las ciencias duras como en las humanas. Son estas transformaciones en las corrientes de pensamiento las que confluyen, junto con los importantísimos procesos histórico-sociales en que se despliegan, en el panorama de las corrientes actuales en la psicología social.

LA PSICOLOGÍA SOCIAL HOY Construcción social de la realidad: Es una concepción de psicología social desde la sociología y la teoría social de Marx, articulándola con el estudio de fenómenos de la subjetividad. Plantean que la realidad es una construcción simbólica, ya sea en sus

dimensiones social o subjetiva. Es una corriente muy importante. Berger y Luckmann son los representantes más destacados; ellos reconocen expresamente la influencia de G. Mead. Otros representantes importantes son Ibañez, que trabajó sobre la construcción de sentido y Herbert Blumer, que trabaja metodológicamente con semiótica narrativa. Barnett Pierce es un representante destacado en el terreno de la epistemología. Estos pensadores también son enrolados en la corriente del interaccionismo simbólico, del que son herederos.

Para ellos, la realidad es una construcción mental subjetiva y social, porque se construye en la interacción social y está plagada de significados compartidos a través de la comunicación. No es una construcción ideológica en el sentido de un proyecto de clase. Se trata de un proceso complejo. Existe en la mente de las personas (lo que tiene que ver con la producción y reproducción de lo social y los procesos de subjetivación y socialización). Por lo tanto, el cambio se plantea a nivel simbólico. Se

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transforma la mente y la configuración de sentido, no la realidad. No se trata de

educar sino de construir sentido. Construcción de sentido: Son freudianos pero ponen énfasis en una fuerte determinación de lo social. Esta corriente se emparenta con ramas de la construcción social de la realidad. Toman desarrollos de la sociología crítica, la filosofía marxista en su versión actual y realizan articulaciones muy productivas con la vertiente social del psicoanálisis (mayormente lacaniano). Plantean estudios sobre la relación entre

lenguaje, pensamiento y realidad. Trabajan sobre nociones como la de que la palabra es acción interactiva o que las estructuras sociales significantes definen fronteras, límites; como tales, funcionan como facilitadoras o inhibidoras de la acción. Además, acuden a las conceptualizaciones sobre el imaginario social construidas por Castoriadis. Se plantea así, por ejemplo, que las metáforas o los objetos imaginarios, construidos en el lenguaje, tienen realidad porque poseen una estructura y un sentido social, una racionalidad no basada en la lógica abstracta, sino

en el consenso social. Algunos de los representantes importantes son Ibañez, que trabajó sobre la construcción de sentido y Herbert Blumer, que trabaja metodológicamente con semiótica narrativa. Fernández Villanueva destaca autores como Shotter, Parker y Billig. Cognición social: está en el otro extremo del arco epistemológico, dado que se

trata de una psicología social mayormente experimental. Aquí se entremezclan corrientes muy distintas entre sí, algunas ligadas a lo que fue el conductismo. Podemos encontrar por ejemplo, estudios sobre el pensamiento cibernético. También las investigaciones experimentales del MIT (Massachusetts Investigation Technology) en cuyos laboratorios se estudia desde el comportamiento de los ratones para explicar las conductas sociales (semejante a las teorías de Skinner y el conductismo en psicología social) hasta investigaciones que desde la psicología social intentan

explicar las conductas sociales. Es un abanico bastante amplio, en el que se encuentra por ejemplo la escuela soviética, que desarrolló estudios sobre la inteligencia basándose en un materialismo mecanicista. También estaría aquí incluida la teoría de la gestalt: la percepción no es un acto de congnición fisiológica ni individual, porque es una construcción y como tal, es social; no depende de la empiria. Algunos de sus representantes destacados después de las guerras mundiales fueron Fritz Pearls, Solomon Asch, Theodore Newcomb y Fritz

Heider. En general, los continuadores de la Gestalt y de la teoría de Kurt Lewin por el lado estadounidense. Sociocognitivismo: Es una corriente mayormente europea que surge a partir de trabajos en el campo educacional. Son continuadores de Piaget. Desplazan la investigación de Piaget para completarla con una búsqueda de la determinación social del aprendizaje y el conocimiento. Un representante destacado es el argentino

Rolando García. Teoría de la representación social: Serge Moscovici es el pensador que plantea que la representación social es una modalidad particular del conocimiento, cuya función es la elaboración de los comportamientos y la comunicación entre los individuos. La representación es un corpus organizado de conocimientos y una de las

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actividades psíquicas gracias a las cuales las personas hacen inteligible la realidad

física y social, se integran en un grupo o en una relación cotidiana de intercambios, liberan los poderes de su imaginación. PSICOLOGÍA SOCIAL POSMODERNA. Es el nombre que Fernández Villanueva3 elabora para esta corriente, que define como nueva, abierta y emancipatoria. Incluiría a lo que está puntualizado como Construcción social de la realidad y Construcción de sentido.

Entre las construcciones teóricas y epistemológicas que distingue en esa corriente se hallan la adhesión a la discusión a la teoría representacionalista de la realidad a través del lenguaje, que cuestiona la noción de realidad y la lógica con la que se puede capturar esa realidad. En consecuencia, destaca un giro desde un sistema de representación lógico-formal a un sistema de representación figural, paradojal, acercándose a la representación metafórica o imaginativa. En psicología social, el poder del lenguaje es reconocido en el interaccionismo

simbólico en el análisis del discurso. El poder del discurso se establece como premisa, con lo que las investigaciones se dirigen a mostrar sus efectos en la vida social. Paralelamente, la retórica adquiere un estatuto mucho más relevante, al punto de ser propuesta como modelo cognitivo. Las características de la retórica son las del pensamiento común, pensamiento de opinión próximo a la creencia, pensamiento contextualizado y no universal. También es central las consideraciones en torno a la dimensión imaginaria.

De singular importancia se muestra la calidad de la mirada del observador. Se analiza también la fragmentariedad: los relatos cortos, vividos y los discursos contextualizados. Los teóricos se caracterizan por una actitud de ser intérpretes de trozos de realidad de vida social que engarzan a su vez con otros trozos, en una actitud cuya metáfora más expresiva es la del artesano que compone con instrumentos fragmentarios un objeto adaptándolo a sus propias necesidades. La interdisciplinariedad se hace patente en la mezcla de perspectivas de análisis y

de temas a tratar. Análisis de distinto nivel de generalidad y en distintos enfoques sobre temas personales, sociales y macrosociales, que dificultan marcar los borden de la literatura, el ensayo, la sociología, así como diferenciar algunos de sus productos de los productos de la psicología social. La emergencia de nuevas metodologías refuerza el rasgo de interdisciplinariedad. La defensa radical del lenguaje como dato social de primer orden da entrada a la semiótica y a las teorías estructuralistas. Los análisis del simbolismo acercan a los

psicólogos sociales a los métodos antropológicos. Asimismo, el carácter abierto permite incluir datos científicos tradicionales, todo lo cual remite a la importancia de la relación entre todas las disciplinas que abordan los problemas humanos. La perspectiva ética es otro rasgo importante, en el intento de dar voz a las minorías y a las voces silenciadas y desvelar los mecanismos de la represión y los procesos de socialización. En resumen, la psicología social vuelve a conectar con el psicoanálisis. La

importancia del lenguaje es básica en psicoanálisis. La importancia de la imagen y de lo imaginario, así como el reconocimiento de la fragmentariedad de los mensajes y

3 C. Fernández Villanueva: “Psicologías Sociales en el umbral del siglo XXI”. Cap. IV. Editorial

Fundamentos. Madrid. 2003.

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Paradigmas y corrientes teóricas en Psicología Social

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los efectos de la mirada del espectador, son temas que los psicólogos sociales

posmodernos comparten con los psicoanalíticos. Fernández Villanueva considera que la actividad de la psicología social posmoderna es muy amplia y se desarrolla rápidamente, lo que hace difícil su clasificación definitiva. Los autores y enfoques que propone como posmodernos constituyen un entramado que tiene sentido por ese tipo de lógica, porque entre ellos se establecen unos vínculos que construyen entramados de sentido: el sentido de lo que dicen unos no se puede construir sin la referencia a lo que dicen otros. Las vinculaciones epistemológicas de los psicólogos sociales posmodernos son de dos tipos:

- grandes teóricos de la filosofía del lenguaje: Wittgenstein, Gadamer, Austin o del pensamiento social: Foucault o Lacan

- muestran en sus investigaciones las dimensiones contextuales del lenguaje y

las implicaciones en la interacción social finalmente, Fernández Villanueva destaca como corrientes principales a las que analiza a través de sus autores referentes: El construccionismo social. Kenneth Gergen Sus trabajos conducen a una concepción del yo más relacional. No se trataría de

captar un supuesto ser esencial o la esencia de nuestro ser, sino de un proceso en el que reflexionamos sobre la forma en que somos construidos en las relaciones sociales y en los ámbitos de participación social en los que somos agentes. La posición de Gergen le ha hecho blanco de críticas, pero también punta de lanza de nuevas orientaciones de investigación, en particular la orientación construccionista y discursivista. Los criterios de validación que defiende han de ser siempre históricamente

consensuados y nunca universales, y el criterio de verdad o adecuación se sitúa en la comunidad de hablantes en la que ocurren los fenómenos. El giro construccionista sigue tres direcciones:

1) el cuestionamiento de la investigación empírica y el correspondiente cambio de orientación de la investigación

2) el nuevo desafío reflexivo 3) el desafío creativo

La psicología social crítica. John Shotter Su trayectoria, cada vez más próxima al construccionismo, sigue una evolución en cierto modo paralela a la de Gergen. Desde el inicio plantea la intrínseca socialidad, intersubjetividad del ser humano. Esta socialidad se establece a través de la interacción discursiva. La importancia que concede a las formas de hablar le acercan a los analistas del

discurso, a quienes supera en su énfasis en las dimensiones simbólico-lingüísticas. Las formas de hablar crean las diferentes relaciones sociales, muestran actitudes y posiciones de los individuos frente a los interlocutores y, en definitiva, construyen un mundo articulado en el que se organizan las relaciones entre los sujetos. La insistencia de Shotter en que el lenguaje no tiene la función de representar las cosa, sino la de articular el mundo, reproducir las relaciones sociales, manifestar

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actitudes de los sujetos o articular y definir la propia subjetividad le sitúan dentro de

los construccionistas, quizá entre los más radicales y comprometidos. La introducción del concepto de imaginario en psicología social es otra de sus interesantes aportaciones, que le conecta con la perspectiva posmoderna. En “El papel de lo imaginario en la construcción de la vida social” formula el concepto de imaginario y sus dimensiones sociales. La vida cotidiana se articula precisamente por los elementos no reales que apuntan hacia el devenir de la sociedad en el futuro y que son de naturaleza imaginativa. La

metáfora que Shotter presenta es la de “Esperando a Godot”, de Becket, especialmente cuando Vladimir y Estragon están hablando de Godot, que nunca llega. Y es precisamente el lenguaje el que crea la posibilidad de los objetos imaginarios. Godot es un ser virtual, pero adquiere presencia a partir del momento en que se habla de él. Los seres humanos construyen en la interacción social “objetos imaginarios” que se articulan y definen con símbolos y palabras. Lo hacen desde la necesidad de organizarse, de estructurar la interacción y de dar sentido a su

actuación. Parten de una necesidad, de un origen motivacional, y por ello, una vez construidos no se desmontan fácilmente. Deconstruccionismo y transformación de la psicología social. Tomás Ibáñez En 1996 acentúa su crítica a la psicología social instituida, a partir de una serie de tópicos afines a los apuntadas por Gergen, Harré y Shotter, que Ovejero recoge en

un manifiesto del construccionismo. Ibáñez los denomina mitos, creencias o imágenes configuradas por la ideología de la ciencia moderna. En resumen:

1. El mito del conocimiento como representación correcta. 2. El mito de la objetividad. 3. El mito de la realidad como independiente de quien la percibe y

consecuentemente, el mito de la verdad. Ibáñez señala las implicaciones negativas de estos mitos para el conocimiento de las

realidades humanas y sus efectos distorsionadores y autoritarios. La aceptación de estos mitos, que situaría a nivel de lo imaginario ya que se trata de metáforas e imágenes, implica:

1. que la realidad psicológica es una construcción contingente, dependiente de las prácticas sociohistóricas del conocimiento

2. que le discurso psicológico no es más que una interpretación de la realidad entre otras posibles

3. que el discurso del psicólogo desempeña un papel en la definición y control de la realidad psicológica y que, por tanto, se puede exigir al psicólogo que aclare cuáles son las opciones éticas y normativas que guían su trabajo

4. impide que la gente pueda terciar en las cuestiones psicológicas, ya que solo el especialista está legitimado para detectar fallos y para enjuiciar los procedimientos.

La dimensión ética que cobra esta perspectiva crítica socioconstruccionista es

defendida y explicada en 1997 en “Psicología social crítica”. Allí insta a retornar a los objetivos primigenios: convertir los conocimientos psicosociales en instrumentos emancipatorios. Puesto que la psicología social no alcanzó esos objetivos, hay que cambiarla. Para ello, hay que partir de puntos de no retorno que ha elaborado el construccionismo. Son presupuestos ontológicos que enlazan con la perspectiva del interaccionismo simbólico y que resume en el reconocimiento de:

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a. la naturaleza simbólica de la realidad social

b. la naturaleza histórica de la realidad social c. la reflexividad d. la agencia humana e. el carácter dialéctico de la realidad social f. la perspectiva construccionista g. la naturaleza social del conocimiento científico h. la naturaleza autoorganizadora de la realidad social

Psicología social del discurso: investigación y teoría. Michael Billig Apoyándose en Wittgenstein y en una investigación sobre el recuerdo, aporta una interesante argumentación sobre la memoria. Es muy crítico de algunas teorías cognitivas de la memoria; para él tanto lo que se recuerda como los momentos del recuerdo, como las palabras con las que se recuerda tienen una dimensión intencional e interactiva más que cognitiva. Recordar es un asunto principalmente

psicosocial, particularmente si la psicología social se entiende como un análisis de la acción colectiva más que como la búsqueda de procesos internos ocultos en los individuos. Este proceso argumentativo se puede extender al análisis de las opiniones: más que conclusiones subjetivas acerca de los hechos, son una forma de tomar posición tras un proceso de selección y evaluación de información que es mucho más colectivo que individual.

El discurso no representa algo objetivo que puede ser dicho de distintas maneras, sino que cada manera de decir (o de no decir) es una posición subjetiva, una puntuación y un énfasis en diferentes cuestiones, una forma de situarse ante la cuestión de la que se habla. Es una construcción en la que el sujeto está implicado de cierta manera. Obviamente, esta teoría se conecta con la de los actos de habla y también las teorías de la acción discursiva de Potter y Wetherell.

Concepto de ideología viva. Las ideologías son el sentido común de las sociedades. Están en la base de legitimación de los sistemas sociales. Partiendo de las perspectiva discursivo-retórica, plantea que una ideología consiste no solo en una forma de pensar, sino en una forma de actuar que tiene como consecuencia que los usos y maneras de organizarse las sociedades parezcan naturales e incuestionables a sus miembros. Penetran tan profundamente en la psicología de los individuos que pueden llegar a ser inconcientes. Lo fundamental es ver cómo en los temas de la

ideología se producen (sustancian) en el habla cotidiana, y cómo los hablantes son parte y continuadores de la historia ideológica de los temas discursivos que están utilizando. El análisis del discurso: los repertorios interpretativos. Jonathan Potter y Margaret Wetherell Epistemológicamente, comparten la teoría de los actos de habla de Austin, la

etnometodología y la semiología. Pero su mayor logro ha sido incorporar a estas fuentes filosóficas, los métodos estructuralistas y cierta orientación psicoanalítica. Es una escuela que se desarrolló mucho en la última década del siglo y que se encontró con problemas a la hora de definir los actos de habla concretos y decidir la metodología para abordarlos, con lo cual necesitó un proceso de reelaboración y unificación constante.

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Las primeras propuestas explícitas del análisis del discurso eran:

1. el análisis del discurso tiene que ver con el habla y el texto producidos naturalmente.

2. tiene que ver con el contenido del habla, con su tema sustantivo y con su organización social más que con su organización lingüística

3. presta especial atención a tres temas: la acción, la construcción y la variabilidad

4. centralmente, se relaciona con la organización retórica (argumentativa) del

habla y el pensamiento cotidiano 5. se relaciona con asuntos ostensiblemente cognitivos como realidad y mente;

está especialmente preocupado en el examen del discurso, en cómo temas cognitivos de conocimiento y creencia, hecho y error, verdad y explicación están relacionados entre sí.

El objetivo del análisis del discurso es respetar lo más posible el discurso de los sujetos: no imponerle condiciones previas, no imponerle categorías inapropiadas ni

despreciar partes con lecturas selectivas. Para ello es necesaria una reestructuración teórico-metodológica que permita atender a la organización del discurso en relación con la función y el contexto. Proponen un nuevo concepto al que denominan repertorios interpretativos: concepto similar al de representaciones sociales, con la diferencia de que los repertorios no contienen representaciones del mundo sino construcciones significativas. Por otra parte, los repertorios interpretativos no se vinculan a los grupos tradicionales, sino a

otras unidades sociales más propiamente significantes: las comunidades interpretativas. Es decir, los repertorios pertenecen comunidades que comparten la misma interpretación de ciertas cuestiones. Cada repertorio interpretativo puede ser inofensivo considerado aisladamente, pero en la articulación de los repertorios puede emerger la función ideológica, la conclusión para la acción, que puede transformar la inofensividad en nocividad. La articulación de los repertorios es de crucial importancia de cara al afecto social.

Estas investigaciones aún no están orientadas a la colaboración para el cambio; sólo se interesan por comprender desde el punto de vista del actor. LA PSICOLOGÍA SOCIAL EN ARGENTINA HOY

En la Argentina, el marco teórico tradicional de la psicología social es el construido por Enrique Pichon Rivière entre la década del 40 y del 60 del siglo XX. Se trata de un marco teórico con características propias de la teoría crítica, paradigma hegemónico en aquellos años. Los modos en que Pichon Rivière define el objeto de estudio y de intervención de la psicología social permiten situarla tanto en una corriente focalizada en lo psicosocial (mal entendido a veces como lo psicoanalítico) como en un nivel de análisis más colectivo, según el modo en que se

asuman los textos y las prácticas del maestro. Pichon Rivière define a la psicología social como la ciencia que estudia el vínculo y otras formas de interacción; como la ciencia de las interacciones orientada hacia un cambio social planificado; como una crítica de la vida cotidiana…. Y también señala que el objeto de estudio de la psicología social es el “desarrollo y transformación de una realidad dialéctica entre formación o estructura social y la fantasía inconciente

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del sujeto, asentada sobre sus relaciones de necesidad. Dicho de otra manera, la

relación entre estructura social y configuración del mundo interno del sujeto, relación que es abordada a través de la noción de vínculo.” Nada hay en el sujeto que no sea la interacción entre individuos, grupos y clases. En los últimos años, el ECRO fue enriquecido con los aportes del paradigma de la construcción social de la realidad y el de la construcción de sentido, aun conservando algunas características de la teoría crítica, en especial en cuanto a la metodología de

la investigación-acción y la lógica dialéctica. Se trata de un proceso en marcha y cuyos resultados no están definidos. De modo que se encuentran fuertes defensas de la teoría crítica en sí misma y fuertes defensas de la construcción social de la realidad y el interaccionismo simbólico por sí mismos. En ese proceso también, encontramos rasgos de un paradigma incipiente desde las teorías de la complejidad, bastante consonante con las descripciones presentadas por Fernández Villanueva. Es la corriente en la que me inscribo.

Por lo demás, otro tema son los desarrollos institucionales que se produjeron en los últimos años, tras el fallecimiento de Pichon Rivière en 1977 y con la recuperación de los espacios públicos, el desarrollo de la sociedad civil y las transformaciones en el campo de la formación y la intervención profesional, tras la vuelta a la democracia en el país, a partir de 1983. En este sentido, se identifican:

Corriente pichoneana en proceso de institucionalización: la que se sostiene desde los niveles académicos terciario y de grado universitario en Psicología Social. La tendencia es a la sistematización de las intervenciones profesionales y al desarrollo práxico del cuerpo teórico, junto a su reconfiguración a partir de poner el ECRO en diálogo con los aportes de los pensadores más importantes de la transdisciplina latinoamericana y mundial, fundamentalmente desde la construcción

social de la realidad y la corriente de la construcción de sentido, aún conservando rasgos de la teoría crítica. A partir de allí es que se encuentran desarrollos y construcciones en cuando a ámbitos de análisis y a los campos de intervención en psicología social además del trabajo con grupos (trabajo comunitario, análisis e intervención en organizaciones, problemática de género, redes sociales, violencia social en sus diversas manifestaciones, inclusión social, aprendizaje organizacional, derechos, políticas públicas, entre otros).

Corriente pichoneana informal: la que se mantiene en los centros de formación privada (no oficiales) de Psicología Social. En general, a partir de las conceptualizaciones clásicas de Enrique Pichon Rivière, mantienen las prácticas y las conceptualizaciones en el terreno de los vínculos y los grupos. Corriente pospichoneana: realizan articulaciones entre psicoanálisis, marxismo y

psicodrama. Son antilacanianos y toman aportes de autores como Deleuze y Guattari. Investigan fenómenos grupales. Sus representantes estuvieron nucleados en torno a la revista Lo grupal: Kesselman, Pavlovsky, Bauleo, De Brassi, Del Cueto, Fernández, entre otros.

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Conclusiones preliminares:

Torregrosa cita a Yinger, quien establece cuatro niveles analíticos, ya especificados por Parsons: el biológico, el psicológico, el sociológico y el cultural. En cada nivel surgen problemas a los que no puede darse una respuesta satisfactoria sin recurrir al punto de vista de un nivel adyacente. Puntos de vista como este han permitido entrever la posibilidad de una ciencia unificada de la conducta humana, con una perspectiva que utilice, sin confundirlos, distintos niveles explicativos, pero comprendiendo que ningún fenómeno, en ningún nivel queda resuelto desde el

punto de vista teórico, sin recurrir a todos los demás. Pero en principio, el objetivo de la psicología social debe ser, según Torregrosa, describir y explicar los modos en que se interpenetran e interactúan los niveles psicológico y sociológico. En cuanto al objeto material psicología social, los aspectos de la realidad que estudia no difieren para él de los que estudian las ciencias en las que principalmente se apoya. Su carácter específico viene dado por su objeto formal, por su punto de vista. Y éste no es más que el de la interacción

de esos dos niveles. Parte de los objetivos de la psicología social es develar, descubrir y explicar las formas de interacción predominantes, a través de las cuales surgen las distintas identidades personales y se revelan las características de la estructura social. Esto porque las interacciones posibles no son infinitas y azarosas, dependen de la estructuración, selección y valoración que las sociedades han hecho de las mismas. La psicología social centra su interés en la intersección de la conducta individual y los

procesos socio-institucionales. Por ellos, el objeto de atención fundamental del análisis psicosocial es la interacción social; es el nivel de análisis más distintivamente psicosocial o psicosociológico. La lectura de Fernández Villanueva jerarquiza una perspectiva epistemológica propia de la complejidad, desde un entramado conceptual que sostiene los desarrollos de la psicología social posmoderna, con sus metodologías inter y

transdisciplinarias y sus análisis de distintos niveles de generalidad (ámbitos) y en distintos enfoques sobre temas personales, sociales y macrosociales. Particularmente si la psicología social se entiende como un análisis de la acción colectiva, se comprende que los sujetos son construidos en las relaciones sociales y en los ámbitos de participación social en los que son agentes. Allí, se reconoce que nuestra sociabilidad se establece a través de la interacción discursiva. Se comprende la realidad social como autoorganizada, dialéctica, reflexiva, histórica, significativa,

simbólica e ideológica (a nivel de pensamiento y de acción). En mi opinión, la historia institucional de la psicología y la sociología prevalecieron sobre los debates y la sistematización teórica. Mi hipótesis es que la especificidad de la interacción humana es lo que está en la base de la constitución por un lado de lo social y por otro, de lo psíquico; es decir que es lo que da lugar al surgimiento del mundo de lo humano.

En este sentido, la psicología social debería tener un status académico independiente y jerarquizado, siendo su objeto de estudio las formas de interacción humana, en los distintos niveles de análisis. Pichon Rivière señala que el objeto de estudio de la psicología social es el “desarrollo y transformación de una realidad dialéctica entre formación o estructura social y la fantasía inconciente del sujeto, asentada sobre sus relaciones de necesidad.” Sin embargo, la clave de esta relación dialéctica estaría,

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como él señala, en la interacción humana, que es interacción simbólica. Enrique

Pichon Rivière inicia su artículo “Estructura de una escuela destinada a la formación de psicólogos sociales” diciendo que “toda psicología social, definida como ciencia que estudia los vínculos interpersonales y otras formas de interacción...” y pocos párrafos después plantea que “La psicología social es la ciencia de las interacciones orientada hacia un cambio social planificado”. Fuentes:

- J. Torregrosa: Alcances y problemas de la psicología social. En “Teoría e investigación en la psicología social actual”. Instituto de Opinión pública. Madrid. 1974.

- X. Pons Diez: Aproximación histórica, ideológica y temática a la Psicología Social. Extracto del Proyecto Docente ganador del concurso público de promoción a Profesor Contratado Doctor en el Departamento de Psicología Social de la Universitat de València. 2008

- C. Fernández Villanueva: “Psicologías Sociales en el umbral del siglo XXI”. Editorial Fundamentos. Madrid. 2003.

- M. Deutsch y R. Krauss: “Teorías en Psicología Social”. - E. Heidbreger: “Psicologías del siglo xx”. Cap. “Psicología Social”. - J. Schellenberg: “Los fundadores de la Psicología Social”. - E. Weinsenfeld: “La teoría crítica y el constructivismo: hacia una integración de

paradigmas”.

- Apuntes de clases - Apuntes personales - Trabajos presentados a los Congresos de Psicología Social organizados por

Inserción Asociación Civil. - Inserción Asociación Civil. Comisión Científica. Informe de situación sobre la

Psicología Social en Argentina. Buenos Aires. 2003.