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NÓMADAS 70 PARADOJAS DEL CONOCIMIENTO: VALORES PLURALISTAS COMO OBSTÁCULO EPISTEMOLÓGICO Alejandro Grimson* * Doctor en Antropología. Profesor de la Universidad de Buenos Aires, investigador del IDES. Ha publicado diversos libros sobre identidades, fronteras y comunicación. Los más recientes son El otro lado del río e Interculturalidad y comunicación. Este ensayo considera los vínculos entre ética, política y construcción de conceptos de investigación social. Se parte de distinguir el hecho de que todo proceso de investigación cons- tituye una acción ética y política, de una concepción instrumentalista de la investigación para la transformación. Este ensayo argumenta que cuando la investigación se conceptualiza como mero instrumento se corre el riesgo, pa- radójicamente, de reproducir categorías y saberes del sentido común (social o académico). En cambio, cuando la investi- gación es concebida como constitutiva de y como constituida por la ética-política se abren realmente posibilidades de desa- fiar los límites de la imaginación social. The essay considers links between ethic, politics and buil- ding of concepts in social research. It begins distinguishing the fact that every research processes is an ethic and politic action from an instrumentalist conception of research for social change. The essay argue that if we understand research as only a tool we could suffer, paradoxically, the risk of reproducing (scholar o social) common sense cathegories. But if research is understood as constitutive of and constitutived by ethic-politic we actually open new possibilities that challenge social imagination.

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Grimson

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    PARADOJASDEL CONOCIMIENTO:

    VALORES PLURALISTASCOMO OBSTCULOEPISTEMOLGICO

    Alejandro Grimson*

    * Doctor en Antropologa. Profesor de la Universidad de Buenos Aires, investigador del IDES.Ha publicado diversos libros sobre identidades, fronteras y comunicacin. Los ms recientesson El otro lado del ro e Interculturalidad y comunicacin.

    Este ensayo considera los vnculos entre tica, poltica yconstruccin de conceptos de investigacin social. Se parte dedistinguir el hecho de que todo proceso de investigacin cons-tituye una accin tica y poltica, de una concepcininstrumentalista de la investigacin para la transformacin.Este ensayo argumenta que cuando la investigacin seconceptualiza como mero instrumento se corre el riesgo, pa-radjicamente, de reproducir categoras y saberes del sentidocomn (social o acadmico). En cambio, cuando la investi-gacin es concebida como constitutiva de y como constituidapor la tica-poltica se abren realmente posibilidades de desa-fiar los lmites de la imaginacin social.

    The essay considers links between ethic, politics and buil-ding of concepts in social research. It begins distinguishing thefact that every research processes is an ethic and politic actionfrom an instrumentalist conception of research for socialchange. The essay argue that if we understand research asonly a tool we could suffer, paradoxically, the risk ofreproducing (scholar o social) common sense cathegories. Butif research is understood as constitutive of and constitutivedby ethic-politic we actually open new possibilities that challengesocial imagination.

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    etnogrfica y comunicacionalsobre los inmigrantes bolivia-nos a Buenos Aires. Los boli-vianos son, en la Argentina,uno de los grupos ms discri-minados y estigmatizados. Estoyo ya lo saba y lo considerabaevidente. No pretenda demos-trarlo. Buscaba estudiar, en cam-bio, cmo respondan losbolivianos a esa discriminacin.Haba mltiples respuestas, enescenarios cotidianos y rituales,en interacciones personales y encontextos pblicos. Histori-zando estos procesos resultabaclaro que los marcos rituales ypblicos estaban creciendo enBuenos Aires. En otras palabras,que los bolivianos se organiza-ban culturalmente para respon-der a situaciones crecientes deexclusin. Que no permanecanpasivos ante los estigmas, sinoque construan identidades.

    Mi compromiso tico-po-ltico estaba definido de ante-mano con aquellos que eranexcluidos y dominados. El di-lema surgi cuando, al haberconseguido ahondar ms en lasredes sociales de los emigran-tes, percib esta situacin: al-gunos pequeos empresariosbolivianos viajaban a su pas,les contaban maravillas de laArgentina a sus compatriotas,los ingresaban ilegalmente alpas y durante meses los hacantrabajar en situaciones desemiesclavitud en stanos delos que no podan salir. Es de-cir, estos empresarios engaa-ban a gente ilusionada, pararealizar su propio negocio. Ypara ello utilizaban la identi-dad. Primero, porque se trata-ba de un contrato entre

    Para abordar el temapropuesto en este asunto des-de su particular perspectiva,resulta imprescindible consi-derar la historicidad y loscontextos, en la medida enque la presuposicin de unapoltica universal puede pro-vocar transpolaciones equi-vocadas de lo polticamentecorrecto. Contexto social,contexto acadmico, contex-to poltico resultan, enton-ces, condiciones de unareflexividad crtica que per-mita abrir caminos entre lossentidos comunes.

    Algunos conceptos comointegracin, cultura, iden-tidad o multiculturalidadpueden haber sido creados outilizados en funcin de supotencialidad tico-poltica.Su institucionalizacin, sinembargo, puede terminar enciertas situaciones cercenan-do los lmites de la imagina-cin social.

    Los desafos deltrabajo de campo

    La investigacin emp-rica, especialmente etno-grfica, implica establecerdilogos entre conceptos ysucesos. No slo es unaprueba que las teoras pro-curarn superar. Es, msbien, el horno donde las teo-ras se cuecen y se procesan.

    Por ello, comienzo con unrelato de mi trabajo de cam-po. A mediados de la dcadade 1990 desarroll durantevarios aos una investigacin

    Argentina, c. 1900

    Argentina, c. 1900

    Gauchos, Argentina, 1895

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    compatriotas. Segundo, porque la si-tuacin de ilegalidad por la falta dedocumentacin acentuaba la des-proteccin de esos trabajadores.Tercero, porque algunos de estos em-presarios eran personalidades de sucomunidad en Buenos Aires, unasveces como vecinos generosos, otrascomo pasantes de fiestas patronales.

    Qu impacto tiene esta opera-cin de dominacin y el compromi-so tico con los dominados en elproceso de conceptualizacin de lasmigraciones? Dicho de otra manera,qu hacer con el concepto de iden-tidad (boliviana o cualquier otra) unavez constatada la desigualdad comoestructura de relacin? Un uso in-genuo de identidad no podra re-sultar justamente un soporte para lareproduccin de ese vnculo de ex-trema desigualdad?

    Otro breve relato. Algunos aosms tarde yo realizaba un trabajo decampo en zonas de frontera de Ar-gentina con Paraguay y con Brasil.Desde 1995 haba comenzado a fun-cionar el Mercosur, acompaado degrandes anuncios de integracin yunin latinoamericana. Mientras yodesarrollaba mi etnografasobre los vnculos y pro-cesos comunicativos en-tre paraguayos, brasileosy argentinos, importanteslderes polticos y destaca-dos intelectuales conside-raban al Mercosur como elmejor modo de resistir laspresiones del ALCA, elproyecto impulsado porEstados Unidos. En con-cordancia, varios estudiosacadmicos se proponanimpulsar la integracin, ex-plicando los conflictos odificultades como simples

    reminiscencias de un pasado que yase haba superado.

    Sin embargo, para la gente queviva en la frontera, es decir la genteque supuestamente deba vivir la in-tegracin de manera ms concreta,el Mercosur era en el mejor de loscasos una fantasa y en el peor erauna de las causas principales de losproblemas econmicos de su familiay su ciudad. La pregunta pertinenteno es si la gente de la frontera desea-ba integrarse, sino cules son lasdisputas de sentido acerca del trmi-no integrarse. Es decir, no es via-ble un compromiso tico con laintegracin, ya que el MercadoComn de las empresas transna-cionales no coincide necesariamen-te con la unin de pueblos defrontera. Eso lo saban muy bien loshabitantes de la frontera, ya quemientras vean circular a los gran-des camiones tambin sentan elcreciente control aduanero que sehaba impuesto para el llamadocontrabando hormiga que se rea-liza en la frontera desde hace dca-das. Aquello que los polticosllamaban integracin (para lasgrandes empresas) la gente de la

    frontera podra haberlo traducidocomo su desintegracin.

    Si la historia de la esclavitudentre bolivianos exiga repensar elconcepto de identidad, la tensinen la frontera cuestionaba la asun-cin de la integracin como obje-tivo a cumplir.

    Universalidad yparticularidad

    Si pretendemos explicar relacio-nes entre tica, compromiso polti-co e investigacin acadmica,debemos interrogarnos acerca de lossujetos involucrados. En cualquiersituacin social hay diversos acto-res e intereses involucrados, desdeel supuesto inters comn, hasta elde un grupo excluido, que a su vezpuede no coincidir con los de los l-deres de ese grupo, sin mencionar losacadmicos y del propio investiga-dor. Generalmente, los intereses detantas personas y grupos no presen-tan una armona perfecta y son evi-dentes claras y difusas disyuntivasPor quin optar? Por qu optar?Cmo hacerlo?

    Hay otras preguntas quenecesitamos responder pri-mero Se puede resolveresta cuestin en un grado deabstraccin general? Hayuna regla (o receta) univer-sal? Hay un riesgo conoci-do y pocas veces exorcizadoque puede denominarse lateora viaja mejor. Es de-cir, existe una suerte de gra-dacin imaginaria (yabsurda) entre la dimensindel objeto y la dimensindel autor. Grandes autores,se supone, slo pueden es-Argentina, c. 1895

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    cribir de ciudades, pases o continen-tes. O de conceptos. Nunca de aldeas.En un nivel, se trata del dilema deformas de enunciacin: enunciacio-nes desde la teora y enunciacionesdesde los casos. Si bien la contrapo-sicin es problemtica, tambin esperformativa: un caso tiende a leersecomo situacin especfica, acotada,mientras que la teora, como modode enunciacin, atraviesa fronterasnacionales y disciplinarias. La lectu-ra de casos exige un saber leer adicio-nal, ya que implica reconstruir unateora que no siempre puedeexplicitarse en su totalidad, encon-trar la innovacin en una parciali-dad que no siempre se ubica en unsistema argumentativo. Esa no siste-matizacin a veces implica una rei-vindicacin de la particularidad delas situaciones socio-histricas, unabsqueda por comprender un mun-do cuyo valor no radica en su capa-cidad de generalizacin. De hecho,la excepcionalidad puede adquirir unmayor valor terico que la regla.

    Ahora bien, ese nfasis en lo par-ticular de las situaciones socio-his-tricas, realmente pierde de vista launiversalidad? Creo que tiende a ubi-car la universalidad enlas preguntas que noshacemos, ms que enlas respuestas. Nuestraspreguntas enfatizan louniversal, mientrasprefiero (exceptuandoa ciertas cuestiones ti-cas) respuestas queenfaticen lo particular.De modo anlogo, laspreguntas de los histo-riadores estn determi-nadas por el presente,pero no as sus respues-tas (al menos, no debe-ran estarlo). Lo mismo

    sucede con el compromiso poltico:muchas preguntas de las ciencias so-ciales estn determinadas por el com-promiso poltico, pero no as susrepuestas. Si las respuestas estuvie-ran determinadas por ese compromi-so no seran respuestas que surgen delas investigaciones rigurosas y seria-mente comprometidas. Si estamosdispuestos a apostar a la ampliacinde la imaginacin social, poniendoen cuestin mitos del presente (mi-tos nacionales y globales, discursos yprcticas de los de arriba y de los deabajo), es porque confiamos tambinen nuestras prcticas de investiga-cin. Y en que esos resultados, queno reproducen lo instituido, puedanhoy o en el futuro ser reapropiadospor quienes son sujetos de nuestrapropia solidaridad.

    Que todo pueda y deba ser pues-to en cuestin no implica que se locuestione desde un lugar equidistan-te. Quienes tomamos posicin pormovimientos sociales o sectores sub-alternos, cuestionamos los dispositi-vos del poder porque pretendemoscontribuir a generar brechas en cier-tos consensos, mientras que estamosdispuestos a cuestionar las prcticas

    alternativas o de oposicin si eso pue-de contribuir a enriquecerlas ypotenciarlas. De all que confiemosen que socavar los sentidos comunes-y en primer lugar los nuestros- pue-da ser nuestra principal contribucina cualquier proceso de cambio social.Lo cual es una concepcin muy dife-rente, por ejemplo, de aquella quepretenda ubicarnos como la voz delos que no tienen voz (donde el de-safo poltico no es sustituirlos, sinocontribuir a que hablen por s mis-mos) o como francotiradores de de-nuncias que a veces tienden areproducir los sentidos comunes.

    En otras palabras, todava hayuna concepcin que plantea que elcompromiso tico determina las pre-guntas, mtodos y resultados de unainvestigacin social funcional o prc-tica en relacin con un objetivo po-ltico. Esta concepcin puede llevar,a mi modo de ver, a que las cienciassociales y humanidades tiendan areproducir sentidos comunes progre-sistas, pluralistas o democrti-cos. Sin embargo, a veces, esossentidos comunes son constitutivos dela incapacidad de generar transforma-ciones sustantivas. En esos casos,

    tendremos a las concep-ciones polticas comoobstculo epistemo-lgico y a los resultadosde la investigacin,p r e t e n d i d a m e n t etransformadores, comoelementos de reproduc-cin de categoras yprcticas sociales.

    Una lectura superfi-cial podra suponer queestamos convocandoaqu a un argumentopositivista. En realidad,estamos diciendo exac-Argentina, c. 1900

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    tamente lo contrario. No se trata depretender expulsar a la subjetividaddel proceso de conocimiento, comosupuesta condicin de objetividad.Se trata de reconocer que la subjeti-vidad es constitutiva del proceso deconocimiento y por ello mismo debeser objetivada. En ese sentido, es tancierto que no hay conocimiento so-cial sin pretensiones tico-polticascomo que la traduccin de preten-siones tico-polticas a modosenunciativos cientficos es lo opues-to al conocimiento. Es desco-nocimiento de la particularidad, oignorancia a secas.

    La investigacin busca desestabi-lizar nuestras nociones, nuestrossaberes, nuestras creencias y las deotros. No busca reproducirlos. Parareproducirlos hay medios ms efica-ces, tiles y prcticos. Cuando algoes obvio, sabido e incuestionablepara qu investigarlo? Cuando todaslas hiptesis son posteriormente con-firmadas, para qu se realiz lainvestigacin? Existe una visin ins-trumental de la ciencia como un dis-curso ms legtimo que otros y que,por tanto, buscara afirmar desde esalegitimidad creencias anteriores. Sinembargo, una investigacin rigurosay sistemtica puede muchas veces re-velar que desde un punto de vista ti-co-poltico que busque equidad ypluralismo esas concepciones resulta-ban equivocadas.

    Una tica y unapoltica deinvestigacinrigurosas

    Una de las zonas tericas dondelas confusiones entre intenciones yresultados se multiplican es aquellaque se refiere a las relaciones entre

    diferencia y desigualdad, entre inte-gracin y multiculturalidad. Anteprocesos migratorios, situaciones defrontera, grupos indgenas o afro seplantean los debates acerca de cmogenerar polticas que apunten a laequidad y al pluralismo. Si esas pol-ticas requieren de investigacin em-prica rigurosa, o mejor dicho, si lainvestigacin es estrictamente unacondicin de posibilidad de esas po-lticas democrticas es porque ques justo, qu valores, qu normas ycon qu aplicacin no son univer-sales (ms all de dimensiones muygenerales). Por tanto, cada sociedadnecesita descubrir, en sus circunstan-cias especficas de interculturalidad,qu significa y cmo se construye lajusticia.

    Es decir, que una perspectiva ti-co-poltica que presuponga qu es de-mocrtico y equitativo ms all de lasociedad y de la historia estar muycerca del autoritarismo. Y si se pre-tende realizar una investigacinnicamente para confirmar concep-ciones previas acerca de esto, proba-blemente no se lograr avanzar. Unacondicin sine qua non de la investi-gacin rigurosa es colocar en entredi-cho, en cuestin, nuestros propiossentidos comunes, nuestros presupues-tos. No nuestros valores trascendentes(como la equidad o el reconocimientode la diferencia), sino el modo espec-fico que esa perspectiva tico-polticaasume en una sociedad concreta en unmomento determinado. Un conoci-miento localizado.

    Tomemos un ejemplo. Cuando auna sociedad llegan inmigrantes quesuelen ser discriminados, o hay pue-blos indgenas que han sido estigma-tizados, quin no desea que esosgrupos excluidos logren integrarse ala sociedad? Sin embargo, como ya

    hemos dicho qu significa exacta-mente integrarse? Implica ser unmiembro con los mismos derechos quelos dems, incluyendo el derecho a serdiferente? O implica adaptarse a laspautas culturales dominantes comocondicin de acceso a la ciudadana?Generalmente, una nocin comointegracin implica asimilacin,incorporacin armnica y no conflic-to. En ese sentido, el propio concep-to posee una densa carga valorativaque muchas veces pasa desapercibi-da para investigadores que partendesde posiciones tico-polticasopuestas. Sin embargo, el propio con-cepto produce efectos sobre la inves-tigacin y sus resultados.

    Los dilemas de lacultura

    Si el trabajo emprico es necesa-riamente un lugar de generacin dedesafos conceptuales, no es el ni-co. Cambios en configuraciones cul-turales o en contextos polticospueden trastocar certezas y convul-sionar los valores tico-polticos aso-ciados a nociones y teoras. Quiz elejemplo ms elocuente en la actuali-dad es lo que sucede con el conceptoantropolgico de cultura.

    El concepto de cultura fue cons-truido y recreado en la antropologacomo desafo a perspectivas elitistaso segregacionistas. En el mismo con-cepto de cultura haba un impulsodemocrtico, pluralista. En 1871Tylor haba planteado un conceptode cultura asociado a los conocimien-tos, creencias y hbitos que el serhumano adquiere como miembro dela sociedad. Esta nocin se opona ala idea de que la cultura se restringaa la llamada alta cultura, a la per-feccin espiritual. Es decir, el con-

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    cepto de Tylor tena una implican-cia tico-poltica. A principios delsiglo XX, Boas, otro antroplogo,postula un concepto de culturaopuesto a la idea de la raza como de-terminante del temperamento o dela mente humana. Mientras la ideade raza clasificaba a los seres huma-nos desde la biologa, la inmuta-bilidad y la jerarqua, el concepto decultura clasificaba desde la vida so-cial, la historicidad e implicaba unplanteo de relativismo. Boas intro-dujo la idea de pluralidad. No sloera importante la Cultura en sin-gular, sino el estudio de culturasespecficas. Una cultura particularslo es comprensible a partir de suhistoria. Una creencia o un hbitocultural slo pueden ser comprendi-dos en el marco de un universo espe-cfico de sentido. Pretender evaluarlas creencias o prcticas diferentes delas nuestras fuera de sus contextos, apartir de nuestros propios valores,implica no slo desconocer la diver-sidad humana, sino actuar de modoetnocntrico.

    Sin embargo, las nociones teri-cas y sus valores tico-polticos sonhistricos. Actualmente el concep-to de cultura est sien-do utilizado, en algunoscasos, con la intencinde producir el efectocontrario, mostrando aun mundo que estaradividido en dos partesinconmensurables, poruna barrera infran-queable: nosotros ylos otros, the Westand the Rest. Cuan-do el concepto de cul-tura constituye otraforma de determinismose plantean problemassimilares a los que im-

    plicaba la raza. Si se supone que unapersona adopta necesariamente va-lores y prcticas compartidos homo-gneamente por la comunidad en laque crece, tiende a suponerse la uni-formidad psquica, intelectual, mo-ral y conductual de una persona y unacomunidad.

    No debe pasarse por alto que mu-chas veces esta visin se sustenta enposiciones polticas a favor de pueblosdiscriminados o dominados. En lasltimas dcadas, acompaando el de-sarrollo de nuevos movimientos socia-les y en contraposicin a las polticasde discriminacin, asimilacin yhomogeneizacin, las polticas mul-ticulturalistas comenzaron a imponer-se en el mundo acadmico y en lagestin pblica progresista. Se trata deestablecer, en contraposicin a las po-lticas de exclusin, polticas de reco-nocimiento de grupos o colectividadessubordinadas o despreciadas como lospueblos originarios, los afro, losinmigrantes excluidos, entre muchosotros. La pretensin del multicul-turalismo es invertir o modificar lavaloracin que se realiza de estos gru-pos y reivindicar, entre sus derechosciviles, su derecho a la diferencia.

    Puede plantearse una paradoja siesta pretensin de invertir la valora-cin se inscribe, como a veces suce-de, en una extensin de la lgica dela discriminacin. Es decir, si la dife-rencia cultural se concibe como undato objetivo, claro, con fronterasfijas que separan a ciertos grupos deotros. En esos casos, tanto quienesdiscriminan como quienes pretendenreconocer a esos grupos compartenel supuesto de que el mundo est di-vidido en culturas con identidadesrelativamente inmutables. En todocaso, la dimensin histrica slo pue-de aceptarse a travs de la disyunti-va entre integracin y separacin. Laintegracin, entendida por ambossectores como adaptacin de los gru-pos minoritarios a las pautas cultu-rales mayoritarias, es consideradadeseable aunque difcil (o imposible)por aquellos que se consideran supe-riores, mientras se considera una gra-ve prdida de diversidad cultural poraquellos que adscriben al multicul-turalismo. La separacin, entendidacomo la fijacin de grupos distintivoscon culturas e identidades claramen-te delimitadas, es comprendida comoun riesgo por aquellos que se conside-ran superiores y como un logro de con-

    servacin cultural porquienes adscriben almulticulturalismo.

    La diferencia cultu-ral, entonces, puede serutilizada a la vez paraintentar subordinar ydominar a grupos subal-ternos, como para rei-vindicar los derechoscolectivos de esos gru-pos. Por ello, el recono-cimiento de diferenciasculturales no tiene unvalor tico-polticoesencial, sino que suTropa de carretas, Argentina

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    sentido depende de la situacin so-cial. El problema surge cuando dis-tintos sectores entablan una disputasobre las valoraciones y consecuen-cias de unas diferencias que se consi-deran autoevidentes. Sin embargo, ladiversidad no debe comprendersecomo un mapa esencializado y tras-cendente de diferencias, sino comoun proceso abierto y dinmico, unproceso relacional vinculado a rela-ciones de poder.

    En estas luchas por establecer elvalor poltico de la diversidad, los dis-

    tintos sectores pueden tender a en-fatizar sus diferencias (supuestas ono) de manera creciente, perdiendode vista la importancia de las luchaspor la igualdad o la justicia. Las dife-rencias construidas en situaciones decontraste especficas y en contextospolticos concretos pueden reificarsehasta el punto de que terminemosconvencidos de lo radicalmente dis-tintos que somos nosotros de los

    otros, sean ellos los inmigrantes bo-livianos, los indgenas, los gayso los taliban.

    Despus del atentado del 11 deseptiembre qued evidenciado queexiste un nuevo fundamentalismooccidental que tambin es cultura-lista. En efecto, despus del atenta-do muchos periodistas, intelectualesy opinadores difundieron masiva-mente la tesis huntingtoniana acer-ca del choque de civilizaciones. Elmundo de clivajes ideolgicos y po-lticos habra quedado atrs de

    manera definitiva. Ante nosotros, elsiglo XXI se estara desplegando a tra-vs de clivajes culturales y religiosos.

    Esa apropiacin y resignificacinpoltica del concepto de cultura plan-tea desafos tericos y ticos. Desa-rrollos tericos recientes de laantropologa permiten comprenderque la cultura se encuentra en la basede esas guerras y conflictos polticos

    en un sentido diferente al postuladopor los actores sociales. El enfrenta-miento no es entre dos culturas, sinoque existe una cultura del conflicto.Cultura no sirve para identificargrupos ms o menos diferentes, sinopara comprender los patrones deinterlocucin entre esos grupos. Haydiversas culturas del dilogo y de laguerra, del enfrentamiento y de lasalianzas. Diferentes actores que par-ticipan de una disputa pueden inser-tar sus acciones en una lgicacompartida y, en ese sentido, puedenpertenecer al menos parcialmente a

    mundos imaginativos similares. Eneste sentido, cultura no slo sirvepara contrastar, sino tambin paraintentar vislumbrar si hay algo com-partido entre actores aparentementetan dismiles, que afirman diferenciasde identidad con sus contrincantesy, ltimamente, que reclaman que unabismo cultural los separa de manerairreductible. Cultura no slo incluyela dimensin donde es posible esta-

    Casa de Gobierno, Buenos Aires, 1895

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    blecer aspectos similares y diferentesentre grupos, sino tambin la dimen-sin donde es posible analizar los mo-dos en que esos grupos hablan yactan sus diferencias reales o ima-ginadas.

    Conclusiones

    El trabajo de campo plantea de-safos a nuestros conceptos y sofisticalos modos en que analizamos sus sig-nificaciones. Esto implica tomar unadoble distancia: tanto de los usos que

    los actores sociales hacen de un con-cepto como de los habituales usostericos. Esta doble distancia se hacenecesaria en la medida en que sospe-chamos que en la traslacin mecni-ca de las frmulas del uso social alplano conceptual se encuentra unatendencia a la simple reproduccinde posiciones y discursos de actorese instituciones sociales especficas.

    Muchos investigadores, al transfor-marse en jugadores en el juego quese proponan estudiar, no pueden irms all de traducir a un lenguaje tc-nico propuestas existentes en lasociedad. Por el contrario, el distan-ciamiento metodolgico -salir deljuego- es una necesidad no slo epis-temolgica sino tambin para, desdeun punto de vista diferencial, reali-zar aportes nuevos a los modos en quese desarrollan las relaciones socialesen el marco actual. Para imaginar re-laciones sociales pluralistas, simtri-cas y democrticas entre nuestras

    sociedades y sus grupos sociales ne-cesitamos -desde las ciencias socia-les-, construir una distancia queposibilite ir ms all de los lmitesactuales de la imaginacin social.La reproduccin de ciertos concep-tos y de significados antiguos yanquilosados constituye una de laslimitaciones ms poderosas a esaimaginacin.

    Retomando la cuestin de la uni-versalidad, es importante preguntar-se cmo puede alcanzarse una ciertauniversalidad desde el anlisis de si-tuaciones localizadas (ms que loca-les). Esto exige repensar el estatutode la comparacin. No una compa-racin para recobrar la ilusin de le-yes generales, sino para conseguirreconstruir la historicidad y especifi-cidad de las situaciones.

    En fin, se trata de interrogarseacerca de cmo es posible genera-lizar sin perder la situacionalidad.

    Creo que muy a menudo responde-mos mal a este desafo, porque nostienta la pretensin de algn tipode universalidad. Y esa pretensines legtima y valiosa. El problemaradica en la enunciacin o, mejordicho, en lo que la enunciacindeja traslucir respecto de cmopensar los campos de lo poltico yde lo acadmico.

    Argentina, 1900

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