Parcial Domiciliario de Historia Argentina SXIX 2.Doc

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Historia Argentina XIX Prof. Leonardo González 22/10/2015 Boujon Natalin Tercero Historia

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confederacion argentina y rosas

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Historia Argentina XIX

Prof. Leonardo González 22/10/2015

Boujon NatalinTercero Historia

1) Destacar las continuidades y rupturas que sucedieron a las leyes

establecidos en las reformas Rivadavianas.

2) ¿Cuáles fueron las principales disposiciones del “Tratado del

Pilar”? ¿Qué tipo de acuerdo se firmo?

3) Consecuencias y cambios económicos de la expansión ganadera

en Buenos Aires. (Texto: La expansión ganadera en la campaña de Buenos

Aires, Tulio Halpering Donghi).

4) Desarrollar el marco social de la expansión. (Texto: La expansión

ganadera en la campaña de Buenos Aires, Tulio Halpering Donghi).

5) Destacar las diferentes medidas políticas de Unitarios y

Federales. ¿Cual es la diferencia inflexible entre estas dos posturas?

6) Desarrolle un resumen con lo más destacado de las guerras

civiles en el territorio nacional desde 1814 hasta 1871.

7) Realizar un resumen detallado sobre las biografías de los

gobernadores Bonaerenses desde 1820-1852.

8) ¿Qué tipo de sistema estableció la “Ley de Aduana” dictada por

Juan Manuel de Rosas? ¿Cuáles fueron las consecuencias de dicha ley? (texto:

Análisis de la dependencia Argentina, José María Rosa)

9) Características de la administración pública. (Texto: Análisis de

la dependencia Argentina, José María Rosa)

10) Durante la etapa Rosista, según el autor, existe una incapacidad

de avance económico estable. ¿Cuáles son los motivos? (texto: De la Revolución

de Independencia a la Confederación Rosista”, Tulio Halpering Donghi.

11) ¿Cuáles fueron las causas de la reconstrucción económica del

interior? (Texto: De la Revolución de Independencia a la Confederación

Rosista”, Tulio Halpering Donghi.

12) ¿Cuáles fueron los motivos que provocaron la gran crisis del

sistema Federal? 1838-1843) (texto: De la Revolución de Independencia a la

Confederación Rosista”, Tulio Halpering Donghi.

13) Realizar un resumen general del capítulo: “Crisis y Triunfo de la

Confederación Rosista (1835-1843) (texto: De la Revolución de Independencia

a la Confederación Rosista”, Tulio Halpering Donghi.

14) Destacar las características y consecuencias del bloqueo Francés

y de los bloqueos anglo-francés.

1) El 26 de setiembre de 1820 fue elegido gobernador de la provincia de

Buenos Aires, Martín Rodríguez, su ministro de gobierno fue Bernardino

Rivadavia.

El gobierno de Martín Rodríguez fue conocido como la “feliz experiencia”

porque representó una etapa de pacificación y prosperidad para Buenos Aires. A

pesar de la crisis política desatada después de la batalla de Cepeda, los cambios

ocurridos no fueron totalmente perjudiciales para la provincia. El gobierno perdió

su condición de nacional pero no los beneficios económicos que poseía: el puerto

más importante del país y su aduana, es decir los ingresos más elevados de todo el

territorio nacional. El ministro Bernardino Rivadavia llevó a cabo un plan de

reformas con la aspiración de crear un estado moderno, y para eso era necesario

mejorar la situación financiera, política, militar y cultural de la provincia. En las

reformas rivadavianas estaban presentes los principios del liberalismo: libertades

políticas, garantías a la propiedad privada, incorporación al mercado mundial (a

través de la venta de materias primas derivadas de la ganadería, como el cuero) y

limitación del poder eclesiástico. La ley de Prensa dictada en 1821 otorgaba un

amplio margen de libertad al periodismo local y provocó la proliferación de nuevos

periódicos y papeles públicos en la ciudad.

Reformas administrativas.

Una de las reformas más drásticas que realizó Rivadavia en el plano

administrativo fue la supresión de los cabildos existentes en la provincia. Lo que el

gobierno intentaba hacer era modernizar parte del aparato político-administrativo

heredado de la colonia y centralizar la estructura administrativa en manos del

poder provincial.

En materia de Justicia, la reforma implementada estableció un régimen

mixto: justicia de primera instancia, letrada y rentada, y justicia de paz, lega y

gratuita.

Reformas militares.

La ley de Reforma Militar redujo drásticamente el aparato militar heredado

de la revolución. Se perseguía con ella un doble objetivo: reducir los gastos del

Estado frente a un Ejército que resultaba oneroso mantener una vez concluidas las

guerras de independencia y reorientar las fuerzas militares hacia nuevos objetivos.

El proyecto preveía además que el Ejército estaría constituido por soldados

contratados y reclutados, pero las dificultades para cubrir las plazas llevaron

rápidamente al reclutamiento de los llamados “vagos y mal entretenidos” para

quienes el Ejército significó una dura vía de disciplina. A las fuerzas regulares se

sumaron las milicias, reorganizadas por ley en 1823.

Estas dos fuerzas militares fueron destinadas a la frontera sur para defender

la campaña de los ataques indígenas. Para el gobierno era indispensable asegurar

dicha frontera si pretendía consolidar cierto crecimiento económico: el campo era

el proveedor de alimentos para la ciudad y escenario de la incipiente expansión

ganadera de aquellos años. De manera que el gobernador Martín Rodríguez

organizó una campaña militar contra los indios, con el objetivo de incorporar

nuevas tierras y asegurar las ya ocupadas. Los resultados no fueron muy

alentadores: los malones siguieron asolando a la campaña bonaerense, dejando

como único saldo la fundación del Fuerte Independencia alrededor del cual creció

después la ciudad de Tandil.

Reformas eclesiásticas.

La ley de Reforma Religiosa suprimió algunas órdenes religiosas, se apropió

de sus bienes, prescribió normas rígidas para el ingreso a la vida conventual,

suprimió los diezmos (por lo que el Estado se hizo cargo del culto) y sometió a

todo el personal eclesiástico a las leyes de la magistratura civil.

Como era de esperarse, ambas reformas (la militar y la eclesiástica)

generaron gran descontento entre el personal directamente afectado. Algunos de

los desplazados protagonizaron a comienzos de 1823 un motín que fue

descubierto y rápidamente reprimido por el gobierno, con lo que quedó frustrado

su intento de golpe.

Reformas culturales.

La acción cultural desplegada en la gestión de Rivadavia fue tan intensa

como en otras áreas. La fundación de la Universidad de Buenos Aires en 1821 fue

la medida más destacada en este plano. Pero la reforma apuntó también a la

enseñanza media y elemental. A tal efecto se creó el Colegio de Ciencias naturales y

se transformó el Colegio de la Unión del Sur en el Colegio de Ciencias Morales. La

enseñanza elemental por unos años pasó a depender de la Universidad, a través de

su departamento de Primeras Letras, que controlaba la escuelas de la ciudad y la

campaña y coordinaba la aplicación del sistema lancasteriano, por el cual los

alumnos más avanzados enseñaban los conocimientos elementales a los que recién

se iniciaban.

Al mismo tiempo se dio impulso a la Biblioteca Pública y a la fundación de

muy diversas sociedades. Se crearon la Academia de Medicina, la de Ciencias

Físicas y Matemáticas, la de Música; se dio nuevo impulso a la enseñanza del

Derecho con la intensificación de la Academia de Jurisprudencia y la creación del

Departamento de Jurisprudencia en 1821; se formó la Sociedad Literaria,

responsable de la publicación del periódico más importante de la época (El Argos

de Buenos Aires) y de la revista literaria La Abeja Argentina, que publicó la

primera antología de poesía local. Se reorganizó además la Casa de Expósitos y se

creó la Sociedad de Beneficencia, encargada de la organización de hospitales, asilos

y otras obras de asistencia para los sectores más pobres, tarea que les fue asignada

a las mujeres de la “alta sociedad porteña”.

Reformas económicas.

El propósito racionalizador del Estado se manifestó también la esfera

económica. En el campo financiero, una de las primeras acciones desarrolladas por

el gobierno fue crear la Bolsa Mercantil y el Banco de Descuentos. El banco estaba

autorizado a emitir billetes y, al comienzo, sus acciones pagaron buenos

dividendos. Sin embargo, las necesidades del fisco llevaron a una creciente

emisión, que a los pocos años condujo al banco a una crisis financiera insalvable.

Otras de las reformas económicas aplicadas en este período apuntaron a

mejorar la producción rural. A tal efecto, se dictó la ley de enfiteusis y se

elaboraron planes de inmigración. La ley de enfiteusis procuraba la instalación de

colonos en tierras públicas a las que aquellos tendrían derecho preferencial de

compra en caso de que el Estado decidiera venderlas. Esta ley permitió el

fortalecimiento de la gran propiedad dedicada mayoritariamente a las actividades

ganaderas. Los terrenos entregados en enfiteusis quedaron en manos de

hacendados, grandes comerciantes y militares.

El Congreso de 1824.

El mandato de Martín Rodríguez llegó a su fin y en su lugar fue designado

Gregorio de Las Heras.

El Congreso Constituyente fue inaugurado en diciembre de 1824 y comenzó

a trabajar en su labor legislativa.

La ley Fundamental.

La primera disposición que tomó el Congreso fue dictar la ley Fundamental.

Dicha ley declaraba constituyente al Congreso y establecía que hasta que se

sancionara una Constitución, las provincias se regirían por sus propias

instituciones, y delegarían provisionalmente las funciones del Poder Ejecutivo

nacional en el gobierno de Buenos Aires. Pocos días después se firmaba el Tratado

de Amistad, Comercio y Navegación con Gran Bretaña, que no sólo ratificaba el

reconocimiento de la independencia argentina por parte de la potencia europea,

sino que, además, buscaba estrechar vínculos a través del tratamiento de nación

más favorecida.

Por la ley Fundamental, el gobernador Las Heras quedaba a cargo de las

relaciones exteriores (hasta tanto se eligiera presidente) y con facultad de hacer

propuestas al Congreso y de ejecutar las decisiones que este tomara. La sanción de

la Constitución quedaba postergada a la espera de un momento más favorable y

una vez dictada debía proponerse a los gobiernos provinciales, que podrían

rechazarla y permanecer al margen de la unión perseguida.

La Ley de Presidencia

Ante la inminencia de una guerra con Brasil, por su ocupación en la Banda

Oriental, el Congreso proyectó la creación de un Poder Ejecutivo permanente y

Nacional. El 6 de febrero de 1826 fue promulgada la ley de Presidencia: se creaba

el cargo de presidente de las Provincias Unidas del Río de la Plata. Su ejercicio

duraría el tiempo que estableciera la futura Constitución.

Al día siguiente fue elegido por votación Bernardino Rivadavia, quien se

hizo cargo de la presidencia el 8 de febrero.

Presidencia de Rivadavia (1826-1827).

Rivadavia debió asumir su cargo en un clima cargado de tensiones internas

y conflicto externo. Por un lado, Brasil había declarado la guerra en diciembre de

1825 al aceptar el Congreso la incorporación de la provincia oriental. Por el otro, el

Congreso se hallaba dividido entre quienes pretendían instaurar una forma de

Estado centralizada, denominados a partir de ese momento “unitarios”, y quienes

buscaban organizar una forma de gobierno que respetara las soberanías de las

provincias, denominados “federales”.

La ley de Capitalización.

Las tensiones latentes terminaron de dividir las opiniones cuando

Rivadavia, tres días después de asumir, propuso al Congreso el proyecto de ley de

Capitalización. Dicho proyecto declaraba a Buenos Aires capital del poder nacional,

a la que se le subordinaba un territorio federal que iba desde el puerto de Las

Conchas (Tigre) hasta el Puente de Márquez y desde allí, en línea paralela al río de

la Plata, hasta Ensenada. La provincia de Buenos Aires, separada del distrito

federal, se reorganizaba en dos nuevas jurisdicciones: la provincia del Salado, con

capital en Chascomús, y la del Paraná, con capital en San Nicolás. Se suprimían, en

consecuencia, las instituciones de la provincia creadas en 1821 (la Sala de

Representantes y el Ejecutivo provincial).Todos los establecimientos se

nacionalizaron junto a las acciones, deberes y empréstitos contratados por la

Provincia de Buenos Aires.

Lo más alarmante fue para los intereses económicos locales que la provincia

perdiera, con la federalización del territorio asignado a la capital, la principal

franja para el comercio ultramarino. Con ella se perdía la fuente más importante de

recursos fiscales, la Aduana, al quedar está en manos del gobierno nacional.

La Ley de consolidación de la Deuda Pública

La economía de la provincia no era muy ventajosa. El presupuesto estaba

destinado en su totalidad a los gastos militares. Existía una importante deuda

pública.

El Congreso trató el proyecto de consolidación de la deuda pública y de la

hipoteca de la tierra fiscal de todo el país. Las tierras públicas quedaban afectadas

al pago de la deuda y no podían venderse. Las tierras provinciales pasaban de este

modo a manos del Estado nacional.

La Constitución de 1826.

El Congreso comenzó a tratar el tema constitucional. Se acordó establecer

una república representativa: la monarquía quedaba descartada. El tema espinoso

era decidir la organización estatal: ¿federal o unitaria?

El 24 de diciembre de 1826 se aprobó la Constitución que establecía la

forma representativa republicana bajo la unidad de régimen. Los gobiernos

provinciales quedaban bajo la total dependencia del presidente de la Nación.

La Constitución fue rechazada en las provincias al no ver satisfechas sus

aspiraciones federalistas.

2) Los caudillos López y Ramírez fueron enviados por Artigas contra Buenos

Aires. Sus objetivos eran la caída del gobierno central, la organización del país bajo

el sistema federal y la declaración de la guerra al Portugal. Artigas enviaba a sus

lugartenientes pues estaba ocupado personalmente en la lucha contra los

portugueses. Rondeau reunió alrededor de 2000 hombres y los federales alrededor

de 1500. El combate entre las tropas federales y las directorales se dio en la

Cañada de Cepeda el 1º de febrero de 1820 y duró alrededor de diez minutos, los

necesarios para que la caballería de las montoneras dispersaran a las milicias

directorales. Las fuerzas de Ramírez y Carrera atacaron a las tropas de Balcarce

mientras López enfrentaban a la caballería de Rondeau, que retrocedería casi sin

oponer resistencia. Rondeau huyó del campo de batalla, mientras Balcarce se

retiraba en orden con la infantería porteña, tras una enérgica resistencia y una

negativa a rendirse. Los caudillos, en lugar de perseguirlo, marcharon hacia la

capital.

Las consecuencias fueron profundas: el 11 de febrero se disolvía el

Directorio y el 16 era elegida una Junta de Representantes, que designaba a Manuel

de Sarratea como nuevo gobernador de Buenos Aires. Se producía así la caída del

gobierno central que había estado establecido en Buenos Aires desde 1810, se

convocaba a un Tratado en Pilar y nacían las autonomías provinciales.

Sarratea asumió la gobernación de Buenos Aires el 17 de febrero de 1820,

para inmediatamente partir hacia Pilar al encuentro de los caudillos del Litoral.

Obtener un tratado de paz en condiciones honrosas. El 23 de febrero, en la capilla

de Pilar, firmó con Estanislao López (Santa fe) y Francisco Ramírez (Entre Ríos), un

tratado por el cual los tres gobernadores se comprometían a organizar el país bajo

el sistema republicano federal, para luego reunirse en el término de sesenta días

en el convento de San Lorenzo para adoptar una resolución definitiva. El Tratado

constaba de doce artículos, que en síntesis establecían:

- Proclamaba la unidad nacional y el sistema federal.

- Convocaba, en el plazo de 60 días, a una reunión de representantes de las

tres provincias en el convento de San Lorenzo, para convenir la reunión de un

congreso que permitiese reorganizar el gobierno central.

- Establecía el fin de la guerra y el retiro de las tropas.

- Buenos Aires se comprometía a ayudar a las otras provincias en caso de

ser atacadas por los brasileños o portugueses...

- Los ríos Uruguay y Paraná serían libremente navegables.

- Concedía una amplia amnistía a los desterrados o perseguidos políticos, a

excepción de los directores supremos y congresales que habían formado parte del

gobierno derrocado, determinándose su enjuiciamiento “por la repetición de

crímenes con que se comprometía la libertad de la Nación”

- Disponía la comunicación del tratado a José Artigas, “para que siendo de su

agrado, entable desde luego las relaciones que puedan convenir a los intereses de

la Provincia de su mando, cuya incorporación a las demás federadas, se miraría

como un dichoso acontecimiento”.

Artigas, sólo era reconocido como “Capitán General de la Banda Oriental”,

pero no como “Protector de los Pueblos Libres”, lo cual limitaba su poder a la

Banda Oriental, despojándoselo de toda autoridad sobre las provincias del Litoral.

Hay que recordar que el caudillo oriental encarnaba un proyecto alternativo de

organización claramente diferente al de Buenos Aires, y había conseguido el apoyo

de los caudillos del Litoral. Si bien ahora era invitado a formar parte de la nueva

alianza, se lo desconocía como árbitro y se le despojaba de influencia.

Artigas venia de ser derrotado por los lusos brasileños en Tacuarembó y

posiblemente los caudillos consideraban más correcto reorganizar sus provincias y

abandonar la guerra contra los brasileños, impuesta por la alianza con Artigas.

Seguramente querían concentrar todos sus esfuerzos en la lucha contra Buenos

Aires, en ese momento más amenazante a sus intereses. La respuesta del oriental

no se hizo esperar, rechazó el tratado y denunció la traición de la que había sido

objeto. El enfrentamiento con Ramírez era inevitable. Artigas invade Entre Ríos y

tras combates parciales, fue derrotado definitivamente en Rincón de Abalos (julio

de 1820).Perseguido, el caudillo oriental cruza la frontera de Paraguay donde

buscó asilo. Tras treinta años de ostracismo político, fallece allí en 1850.

Toda la Banda Oriental, la parte Este de Corrientes y casi todo Misiones se

encontraban bajo el poder de los invasores luso brasileños. Para frenar la invasión

luso brasileña lo único que parecía viable a López y Ramírez era aceptar una

alianza con los unitarios, aunque éstos fueran enemigos declarados de Artigas.

Creyeron conseguirlo con Sarratea, que también era uno de los federales

victoriosos, ahora al mando de Buenos Aires. Artigas fue olvidado. Si tal alianza

salvó a la Mesopotamia argentina de una anexión al Reino Unido de Portugal,

Brasil y Algarve, también sirvió para confirmar la anexión al mismo de la Banda

Oriental.

El Tratado de Pilar es uno de los pactos preexistentes a los que hace

mención el preámbulo de la Constitución Argentina.

3 y 4) Condiciones y limitaciones económicas de la expansión ganadera

El estimulo que significó la libertad de comercio se orienta, sobre todo, a las

comarcas no tocadas por la guerra civil: entre ellas las zonas del interior mejor

ubicadas respecto del centro exportador de Bs. As.

Hasta 1825 la ruta de Potosí queda cortada, aun después de esa fecha la

apertura del Pacifico sur al comercio europeo impedirá que Bs. As recapture el de

Chile y Bolivia. Su papel comercial sufre necesariamente como consecuencia de

esto: Bs. As pasa a ser, sobre todo, el puerto de unas exportaciones ganaderas que

en las últimas décadas coloniales solo habían cubierto alrededor de un tercio del

total de comercio exportador porteño.

Antes de eclipsarse como rivales de la ganadería porteña, las zonas

ganaderas del litoral consumen frenéticamente su stock: los ejércitos federales y

porteños son devoradores implacables de ganado; la inseguridad impulsa, además,

a los hacendados a liquidar, anticipándose a sus posibles saqueadores.

Solo la conclusión de esta etapa deja a la ganadería de las zonas menos

tocadas por la guerra civil en disposición de aprovechar por entero la ampliación

de su mercado consumidor.

A esa ampliación se responde con un crecimiento de la producción que, pese

a sus altibajos, es el movimiento dominante durante 30 años, a partir de 1820. Este

aumento a su vez deriva en primer término de la ampliación del área explotada; en

segundo lugar, de una utilización más intensa de la mano de obra disponible; no

surge, en cambio, sino en medida mínima, de progresos en los aspectos

propiamente técnicos de la explotación ganadera y las industrias con ellas conexas.

En cuanto a la industrialización, la innovación más significativa es sin duda

la grasería, el vapor que no solo se incorpora al saladero, sino también se difunde

por la campaña en la década de 1830 por iniciativa de hacendados y acopiadores

locales.

Sin duda esa expansión debe plantear un problema de mano de obra: esta es

ya escasa al comenzar el proceso y corre riesgo de hacerse cada vez más cara.

Las mismas exigencias de baja inversión inicial rigen en las actividades

industriales relacionadas con la ganadería y en primer término en la más

importante de todas: el saladero.

La producción y la industrialización del vacuno se desarrollan entonces con

bajos costos de instalación.

Las altas ganancias son uno de los rasgos dominantes de esa expansión

ganadera: explican no solo el triunfo de las inversiones en el sector rural sobre los

modos de inversión rivales, sino también el brusco aumento en la demanda de

capitales que esa expansión provocó y se tradujo de inmediato en una subida de las

tasas de intereses corrientes.

Sin duda la inversión en empresas comerciales no había disminuido sus

rendimientos como consecuencia de la revolución, pero hubo aquí una

transformación profunda de los grupos mercantiles: una forma de adaptación a la

situación nueva es la vuelta hacia el campo, que ejecutan a partir sobre todo de

1820 algunos de los grandes comerciantes porteños de arraigo colonial. Junto con

ellos son los comerciantes extranjeros los que también participan en la expansión

del sector rural porteño.

La inversión especulativa se vuelve rápidamente de un rubro a otro, a la

espera de ganancias excepcionalmente elevadas. Al mismo tiempo, la miseria

crónica del estado creó un nuevo rubro, bien pronto importante para los

especuladores: los vales de aduana, luego los fondos públicos, por fin el papel

moneda, todos de valor oscilante que, combatida intermitentemente y sin vigor por

los gobiernos, estaba destinada a durar a lo largo de toda la etapa de expansión de

la ganadería vacuna.

Más que rival, la inversión especulativa es entonces complementaria de la

pecuaria o comercial. Este rasgo se traduce también en el plano social: la

expansión ganadera da lugar en el ámbito porteño a una sociedad más homogénea

que la colonial; los conflictos latentes en esta, se atenúan progresivamente gracias

a la expansión.

El marco social

En el nivel local

En las últimas décadas coloniales la campaña de Bs. As, entre El Plata y el

Salado era una zona juzgada solo mediocremente apta para la ganadería.

La frontera significaba para la campaña porteña una desventaja sin

contrapartida positiva alguna: si en el periodo 1780-1810 hubo en ella una relativa

paz, ella se mantuvo a costo de la detención del avance poblador en la línea del

Salado, protegido mediante el sistema de poblaciones y fuertes fronterizos

comenzado a organizar en la primera de esas fechas.

Detrás de esa línea la campaña de Bs. As estaba dividida en propiedades de

extensión media (norte y aledaños de la ciudad), pequeña (oeste) y grande (sur).

Estas diferencias iban acompañadas de una parcial diferenciación de funciones: el

oeste y algunos oasis del norte eran centros predominantemente cerealeros; al

norte y al sur el predominio de la ganadería iba acompañado muy frecuentemente

de actividades agrícolas. Pero este sector rural no era tan solo el hinterland

agrícola-ganadero de la capital, era el “corredor porteño”, una zona de tránsito

para el comercio con el interior.

En estas condiciones la hegemonía de los comercializadores en nivel local

no se prolonga en contactos estrechos con grupos de gran comercio de Bs. As:

estos últimos, dedicados a la importación ultramarina para un mercado que

llegaba hasta Puno y Santiago de Chile, dedicados a una exportación en que el

metálico predominaba sobre los cueros no necesitaban de la colaboración estrecha

de los comerciantes rurales; aun se ocupaban menos de los hacendados y

agricultores de la campaña porteña.

Sin duda el desbarajuste del comercio mundial luego de 1795 y el

florecimiento de la especulación que fue en Bs. As su consecuencia cambió en algo

esta situación originaria: antes que la ganadería vacuna era la agricultura la que

estableció algún contacto entre el pequeño comercio local y el gran comercio de

exportación-importación de la capital. Pero estos contactos no eran lo bastantes

duraderos como para provocar comunidades o rivalidades permanentes de

intereses entre ambos grupos. El resultado era que solo sectores de gran

gravitación de posición relativamente secundaria en la vida urbana aseguraban el

contacto entre uno y otro sector.

El cabildo intervenía sin duda para asegurar que las maniobras de

especulación no llevaran a la carestía de productos de consumo universal a niveles

intolerables; intervendría también para designar, año tras año, las autoridades

investidas de funciones de política y baja justicia en la campaña.

Todo esto no eliminaba la relativa independencia de la campaña respecto de

las fuerzas económicas-sociales más dinámicas de la ciudad porteña, que estaba

destinada a desaparecer luego de la liberación del comercio ultramarino, y sobre

todo de los cambios que la acompañan.

Consecuencias de los reajustes comerciales post-revolucionarios (1810-1820)

El Reglamento de Comercio Provisorio, dictado en 1809 por un virrey

acuciado a la vez por la angustia financiera y el deseo de complacer en lo posible a

los grupos de potenciales descontentos, se preocupó, a la vez que de asegurar

salidas ultramarinas para los frutos de la campaña rioplatense, de conservar el

control de la comercialización de los mismos por aquellos que ya la dominaban.

La prohibición a los comerciantes extranjeros de participar en el comercio al

menudeo y en la internación de los frutos, la obligación de emplear factores y

consignatarios entre los comerciantes ya reconocidos son todas disposiciones en

caminadas a ese fin. La revolución comenzó por no introducir innovaciones en ese

régimen.

En 1812 y 1813 el problema se da ya en toda su gravedad: un nuevo grupo

de comerciantes británicos actúa en el mercado porteño, disociando sus

estructuras tradicionales: las limitaciones que pesan sobre su actividad o las

esquiva o bien las viola abiertamente. Luego de varias tergiversaciones el

gobierno, pese a la toma de posición muy enérgica de la Asamblea de 1813,

concluyó por derogar todas esas disposiciones restrictivas.

En efecto, los comerciantes ingleses entran en el mercado rioplatense,

largamente aislado, más que a establecer sistemas comerciales estables, a “recoger

la crema” de provechos extraordinarios que a la acumulación de frutos durante

demasiado tiempo privados de salida y la escasez de productos importados hacían

posible. Su estilo de comerciar utiliza muy escasamente el crédito, deja de lado las

jerarquías complicadas que incluye la estructura comercial tradicional.

Si la crisis del sistema de comercialización es innegable y presenta peligros

graves para el futuro de la economía regional en su conjunto, el avance de las

fuerzas disruptivas se realiza desde el comienzo con apoyos importantes entre los

productores: la Representación de los Hacendados, que reflejaba los puntos de

vista de estos, seguida en su redacción como cosa propia por el delegado de los

comerciantes británicos, Mackinson. Obtenido el comercio provisorio, los

productores no debían perjudicarse necesariamente por la crisis de una estructura

comercial compleja y costosa; los signos de prosperidad ganadera se hacen

evidentes a partir de 1816.

Más que por la existencia de una economía natural en la campaña, el punto

de partida está caracterizado por la existencia de un grupo comercial no

subordinado a los hacendados; lo que estos temen no es la reaparición de ciclos

económicos cerrados en cada rancho, sino es que este halle el camino para

incorporar sus actividades a circuitos comerciales no controlados por los mismos

hacendados.

Es la escasez de mano de obra, la indisciplina que producen las levas y el

temor a ellas, la aparición de núcleos de desertores que necesariamente quedan

marginados, lo que explicaría este mayor vigor de las normas que gobiernan la

disciplina del trabajo rural

Hegemonía terrateniente y avance de la frontera

Las bases de la hegemonía terrateniente en la campaña se han puesto ya en

la primera década revolucionaria. En 1760 se había ido constituyendo en la

campaña un sistema de defensa de fronteras. La revolución obligó a descuidar a las

fuerzas regulares de la campaña; las milicias tendieron cada vez más a ocupar su

lugar.

Mientras los oficiales y suboficiales de blandengues, no necesariamente

vinculados a los lugares en que estaban acantonados, pagados por la autoridad

central, solían establecer vínculos locales sobre todo con comerciantes, y aun

emprender por su cuenta aventuras comerciales más o menos disimuladas, la

estructura de las milicias se apoya en las de las estancias ganaderas, su hegemonía

militar en la campaña es la de los hacendados.

Así, los hacendados adquieren poderes militares: la supresión del cabildo

pone la justicia y la policía bajo la autoridad directa del gobierno provincial, las

designaciones que éste hace consultan los deseos de sus apoyos locales; estos son

los hacendados que controlan las milicias y además los votos de sus peonadas.

En el plano provincial: política de fronteras, política de tierras públicas. En

el plano local: la transformación de la administración pública en manos de los

hacendados para el mantenimiento de la disciplina del trabajo rural.

Desde 1820 se da un avance de la frontera que supera la línea del Salado.

Este avance es fruto de la expedición militar del gobernador Rodríguez y de las

paces que la concluyen. A partir de entonces se abre el proceso de poblamiento y

organización de la Nueva Frontera; en 1823 se funda Tandil; en 1825 una comisión

recorre las tierras solo parcialmente utilizadas aunque las paces han cedido los

cristianos. En 1827 Rosas concluye el arreglo de la frontera: una línea de fuertes,

desde Santa Fe hasta el Atlántico, asegura una paz relativa, consolidada mediante

pagos de tributos destinados a ganar la amistad de algunos de los grupos

indígenas.

La Nueva Frontera había más que duplicado la superficie explotable de la

campaña: para disponer de ella, el gobierno de Rodríguez introdujo el régimen de

enfiteusis.

Pero el régimen de enfiteusis, si no suprime la hegemonía de los grandes

hacendados en el sector rural, tiene una consecuencia económica-social cuya

importancia no podría exagerarse: al poner a disposición de los posibles

compradores de tierras extensiones prácticamente nuevas se mantenga, durante

un periodo relativamente prolongado. Gracias a ellos los costos de producción

ganadera pudieron mantenerse bajos. A partir de 1836 la política ha de variar: la

enfiteusis será reemplazada por la venta de tierras públicas. Esta no es muy

exitosa: el precio es bajo, es disminuido aún por la inflación de papel moneda, y sin

embargo solo una fracción de las tierras enfitéuticas son adquiridas en propiedad.

Todavía en 1839 la superficie de las primeras abarca más de la mitad de las tierras

explotadas de la provincia. Junto con la venta, el régimen Rosista recurrirá

abundantemente a la donación de tierras.

Los trabajadores que requieren ser disciplinados son objetos de procesos en

los cuales los jueces de paz actúan como sumariantes.

Reduciendo la población marginal, imponiéndole la integración a los grupos

de los peones asalariados, reprimiendo efectivamente las actividades ilícitas que

habían sido uno de los medios con que los comerciantes de la campaña habían

asegurado su independencia respecto de los hacendados y les habían disputado la

hegemonía, la organización policiaca y judicial que se establece en la campaña

luego de 1820 y se consolida durante la etapa Rosista presta un auxilio capital a la

afirmación de la hegemonía de los hacendados. Pero para mantener el orden de la

campaña no contaba estos tan solo con la activa benevolencia del poder político,

tenían a su disposición otros instrumentos igualmente eficaces.

El orden nuevo en la estancia

La estancia vacuna es gracias a los cambios post revolucionarios no solo el

más importante centro productor de la campaña sino también un factor cada vez

más importante por lo menos en las primeras etapas de la comercialización.

Para mantener esa disciplina el propietario tiene también otros

instrumentos: la condición de asalariados de sus servidores; muy frecuentemente

la insuficiencia de esos asalariados, que coloca a los peones en deuda permanente

con los hacendados.

El aparato represivo del Estado puesto al servicio del hacendado frente a

sus peones, las deudas de estos con el patrón creando un nuevo lazo que los

asalariados no tienen posibilidades reales de romper.

La imposición autoritaria de un nuevo ritmo de trabajo aparece en el litoral

argentino al iniciarse el proceso de nacionalización de la actividad productiva; aquí

como en otras partes es utilizada para acelerar la transición que es

extremadamente difícil. La expansión ganadera se da en medio de una penuria

constante de mano de obra en estas condiciones de éxito de la tentativa de

disciplinar la vida rural debe medirse, más que en los cambios del ritmo de trabajo

en la estancia, en la transformación de la estancia en elemento económico

dominante en el área rural porteña.

Esa transformación se dio en toda la campaña porteña. Pero se dio más

radicalmente allí donde la expansión ganadera se implantan sobre un vacío previo:

en el sur de la provincia, en la Nueva Frontera.

5) En las luchas por definir la forma que adoptaría el nuevo gobierno, los sectores

dominantes en cada provincia se fueron identificando con dos proyectos políticos

opuestos: el centralismo y el federalismo.

El grupo unitario (o centralista), que entre 1826 y 1827 se hizo cargo del

gobierno central, estaba constituido, fundamentalmente, por políticos, abogados,

periodistas, comerciantes y sectores militares de las distintas provincias. Proponía

la construcción de un gobierno central fuerte.

De acuerdo con las ideas unitarias, las provincias, empobrecidas y

despobladas debían constituir gobiernos verdaderamente representativos con una

real división de poderes. Y, a su vez, debían quedar organizadas bajo la firme

autoridad y control de un gobierno central que garantizara la unidad política y

económica de todo el territorio. Los unitarios propusieron, desde un primer

momento, la libertad de comercio y el librecambio. También consideraron

necesario obtener inversiones de capitales extranjeros para aumentar la

producción de bienes económicos y, como un medio para combatir el desequilibrio

entre Buenos Aires y las demás provincias, redistribuir los ingresos provenientes

de la Aduana.

El Grupo federal: La mayor oposición a los unitarios provino de los

estancieros y otros grandes propietarios rurales que se fueron identificando con

un proyecto político federal. Éste proponía la organización de un poder central que

debía fundarse en el respeto por las autonomías de las provincias.

En relación con el proyecto económico, existían claras diferencias entre las

propuestas de los federales de las provincias del centro, norte y litoral, y los de

Buenos Aires. Los primeros querían la redistribución de los ingresos aduaneros

que manejaba Buenos Aires y la libre navegación de los ríos interiores. Por su

parte, los federales de Buenos Aires, también llamados "autonomistas bonaeren-

ses", encabezados por Rosas y sus partidarios, no estaban dispuestos a ceder la

ciudad y el puerto a la administración de un gobierno central.

6) La Argentina estuvo sometida a una serie de guerras civiles durante gran

parte del siglo XIX, como resultado de las cuales se definió la forma de gobierno

que rige a ese país hasta la actualidad.

El período de las guerras civiles argentinas se extendió desde 1814 hasta

1871. En la primera de esas fechas se registró la aparición del partido federal como

opción al centralismo heredado de la administración colonial. En 1880, una vez

logrado un acuerdo general en torno a la economía liberal y aperturista, la

organización federal del gobierno y la Constitución Argentina de 1853, se decidió

la federalización de la ciudad de Buenos Aires como capital de la República

Argentina.

7)

Período Gobernador

11 de marzo de 18202 de mayo de 1820

Manuel de Sarratea (Buenos Aires, 11 de agosto de 1774 - Limoges, Francia, 21 de septiembre de 1849), fue un diplomático, político y militar argentino.

2 de mayo de 182020 de junio de 1820

Ildefonso Ramos Mejía (Buenos Aires, Argentina, 1769 - 1854) fue un político y militar argentino. Héroe de la Reconquista en 1806, de la Defensa en 1807, de la Revolución en 1810, y de la Independencia, Legislador, Presidente de la Sala de Representantes y Gobernador y Capitán General.

20 de septiembre de 18202 de abril de 1824

Martín Rodríguez Buenos Aires, 4 de julio de 1771 - Montevideo, 5 de marzo de 1845) fue un político y militar argentino. Tuvo actuación destacada en la lucha contra las Invasiones Inglesas, en el proceso político de la Revolución de Mayo y en la Guerra de Independencia de la Argentina. Ocupó durante cuatro años el cargo de Gobernador de Buenos Aires.

2 de abril de 18247 de marzo de 1826

Juan Gregorio de Las Heras (Buenos Aires, Virreinato del Río de la Plata; 11 de julio de 1780 - Santiago de Chile; 6 de febrero de 1866), militar argentino, integró el Ejército de los Andes que participó de las guerras de independencia de Chile y Perú de los realistas españoles y fue gobernador de la Provincia de Buenos Aires. Más tarde dirigió grupos opositores al gobernador Juan Manuel de Rosas en su exilio en Chile.

17 de agosto de 18271 de diciembre de 1828

Manuel Dorrego (Buenos Aires, 11 de junio de 1787 - Navarro, provincia de Buenos Aires, 13 de diciembre de 1828) fue un militar y político argentino que participó en la guerra de independencia y en las guerras civiles argentinas. Se destacó como uno de los principales referentes del naciente federalismo rioplatense y fue gobernador de la Provincia de Buenos Aires en dos oportunidades: en 1820 y entre 1827 y 1828.

Período Gobernador

6 de diciembre de 182917 de diciembre de 1832

Juan Manuel de Rosas (Buenos Aires, 30 de marzo de 1793 – Southampton, Gran Bretaña, 14 de marzo de 1877) fue un militar y político argentino. En 1829, tras derrotar al general Juan Lavalle, fue gobernador de la provincia de Buenos Aires llegando a ser, entre 1835 y 1852, el principal caudillo de la Confederación Argentina. Su influencia sobre la historia argentina fue tal que el período marcado por su dominio de la política nacional es llamado a menudo época de Rosas.

17 de diciembre de 18324 de noviembre de 1833

Juan Ramón González Balcarce (Buenos Aires, 16 de marzo de 1773 - m. 12 de noviembre de 1836) fue un líder militar y político argentino, que participó en la guerra de independencia, en las guerras civiles argentinas y ejerció por tres veces la gobernación de la Provincia de Buenos Aires.

4 de noviembre de 183327 de junio de 1834

Juan José Viamonte (Buenos Aires, 9 de febrero de 1774 - Montevideo, 31 de marzo de 1843), fue un militar y político argentino. Participó en la lucha contra las Invasiones Inglesas, en el proceso político de la Revolución de Mayo, en la guerra de independencia y en las guerras civiles argentinas.

7 de marzo de 18353 de febrero de 1852

Juan Manuel de Rosas

31 de octubre de 18527 de diciembre de 1852

Valentín Alsina (Buenos Aires, Virreinato del Río de la Plata; 1802 - Buenos Aires, Argentina; 6 de septiembre de 1869) fue un escritor, jurista y político unitario argentino, gobernador de la provincia de Buenos Aires en dos oportunidades (1852 y 1858-1859) y padre de Adolfo Alsina.

28 de junio de 185324 de julio de 1853

Junta de Ministros La Junta de Representantes de Buenos Aires, también conocida como Sala de Representantes, fue un organismo de gobierno de la Provincia de Buenos Aires que funcionó en la Manzana de las Luces entre 1820 y 1854. Reemplazó al Cabildo de la Ciudad de la Santísima Trinidad y Puerto de Nuestra Señora del Buen Ayre y fue reemplazada por la Asamblea General del Estado de Buenos Aires al sancionarse la Constitución del 8 de abril de 1854.

24 de julio de 185327 de mayo de 1854

Pastor Obligado (provisorio) (Buenos Aires, 1818 – Córdoba, 1870) fue un abogado, político y militar argentino, que gobernó la provincia de Buenos Aires en la época de su secesión de la Confederación Argentina, tras la caída de Juan Manuel de Rosas.

8) El 18 de noviembre de 1835, en uso de la suma del poder público, Rosas

dicta por su propia autoridad, la Ley de Aduana: Un doble propósito, la defensa de

las manufacturas criollas, perseguidas desde 1809, y el renacimiento de una

riqueza agrícola, casi extinguida desde la misma fecha.

La ley tenía diversas escalas de aforos: la prohibición absoluta aplicábase a

aquellos artículos o manufacturas, cuyos similares nacionales se encontraban en

condiciones de satisfacer el consumo, sin mayor recargo de precio. Se gravaban en

cambio con un 25 por ciento aquellos otros cuyos precios era necesario equilibrar

con la producción nacional para permitir el desarrollo de ésta; así como los

sucedáneos extranjeros (café, té, cacao, garbanzos) de productos argentinos. Con el

85 por ciento se aforaban aquellos cuyos similares criollos no alcanzaban a cubrir

totalmente el mercado interno, pero que podrían lograrlo con la protección fiscal. Y

con el 50 por ciento, finalmente, algunos productos (como las sillas inglesas de

montar), tratados como artículos de lujo, por no llenar necesidades

imprescindibles.

Esto en cuanto a las importaciones. Las exportaciones sufrían en general, la

módica tasa del 4 por ciento a los solos efectos fiscales, que no se aplicaba a las

manufacturas del país, a las carnes saladas embarcadas en buques nacionales, a las

harinas, lanas y pieles curtidas. Pero los cueros, imprescindibles a la industria

extranjera y cuyo mercado casi único era el Río de la Plata, abonaban el fuerte

derecho de ocho reales por pieza, que equivalía más o menos a un 25 por ciento de

su valor.

Los productos sacados para el interior eran librados, como lo había pedido

Ferré en 1881, de todo gravamen.

La ley no se limitaba a favorecer los intereses argentinos. De acuerdo con la

política de solidaridad hispanoamericana, que es uno de los rasgos más notables

de la gestión internacional de Rosas, los productos de la Banda Oriental y Chile se

favorecían directamente: las producciones pecuarias del Uruguay se encontraban

libres de derechos y no se recargaban tampoco los reembarcos para “cabos

adentro”; de la misma manera no eran imponibles las producciones chilenas que

vinieran por tierra.

A la marina mercante nacional se la beneficiaba por dos circunstancias: la

carne salada transportada en buques argentinos no pagaba derecho alguno de

exportación; y la leña y carbón de Santa Fe y Corrientes, en las mismas

condiciones, también se hallaban exentos de impuestos. Pero si eran traídos en

buques extranjeros oblaban el 10 por ciento, no pudiendo competir por lo tanto

con el carbón de piedra importado, cuyo aforo apenas alcanzaba al 5 por ciento.

La Ley de Aduana – que rigió con algunas modificaciones hasta la caída de

Rosas – sirvió para muchas cosas buenas:

a) quitar los recelos del interior contra Buenos Aires; b) crear una

considerable riqueza industrial (por supuesto, aún en su fase artesanal, aunque en

1845 – gobernaba Rosas – se estableció la primera máquina a vapor); y c) no hacer

tan vulnerable al país a un bloqueo de las potencias marítimas, si se hubiese

dependido exclusivamente de la exportación e importación.

La ley de Aduana fue completada el 81 de agosto de 1837 con la prohibición

– provisional, pero que duró hasta 1852 – de exportar oro y plata en cualquier

forma que fuere. La continua evasión de metálico, ya mermada por la ley de

Aduana al restringir las importaciones, quedó completamente detenida. Los

importadores de aquellos artículos no prohibidos debieron llevar en productos del

país el valor de sus transacciones.

La ley del 35 significó en gran parte la recuperación económica de la Argentina. En

el mensaje del lº de enero de 1887 el gobierno daba cuenta a la Legislatura que “las

modificaciones hechas en la ley de Aduana a favor de la agricultura y la industría

han empezado a hacer sentir su benéfica influencia... Los talleres de artesanos se

han poblado de jóvenes, y debe esperarse que el bienestar de estas clases aumente

con usura la introducción de los numerosos artículos de industria extranjera que

no han sido prohibidos o recargados de derechos... Por otra parte, como la ley de

Aduana no fue un acto de egoísmo, sino un cálculo generoso que se extiende a las

demás provincias de la Confederación, también en ellas ha comenzado a reportar

sus ventajas”.

9) Expropiación del Banco: El segundo golpe contra el imperialismo

dominante fue la incautación del Banco “Nacional” el 30 de mayo de 1836, “árbitro

de los destinos del país y de la suerte de los particulares, dio rienda suelta a todos

los desórdenes que pueden cometerse con una influencia poderosa”, dice el

mensaje de gobierno, dando cuenta de la medida.

Usando de la suma de poderes, Rosas hizo de la entidad extranjera una

dependencia de gobierno: la Casa de Moneda, también llamada “Banco de la

Provincia de Buenos Aires”, que emitiría el papel circulante, recibiría los depósitos

fiscales o particulares y descontaría documentos.

Administración pública: “En la hacienda pública no hay suma de poderes”,

diría Rosas en la sala legislativa al reorganizar, en 1835, las funciones de la

Contaduría. Seguía en esto la honrosa tradición de las autoridades españolas, que

todo lo podía menos gastar un ochavo sin rendir cuentas.

La política administrativa de Rosas consistió en los tres postulados que

expuso en su mensaje inicial de 1835: estricta economía en los gastos, eficiencia en

la administración, correcta recepción de la renta.

Tierra pública: Rivadavia había hipotecado la tierra pública en garantía de

la deuda externa; por eso no la pudo vender y debió movilizarla entregándola en

enfiteusis. No fue una medida de progreso, como dicen algunos despistados: las

concesiones de enfiteusis fueron en extensiones de cien leguas o más, y nunca se

cobró el arrendamiento. Rosas dictaron varias leyes sobre tierras públicas. La Ley

Agraria del 10 de mayo de 1836, que restableció la propiedad de la tierra

(pasándose por alto la garantía del empréstito, como si no existiera): se daba

opción de compra a los enfiteutas que poseían la tierra, pero pagando sus

alquileres atrasados y abonando un “justo precio” por cada legua; si no lo hicieran,

se la vendería en suertes de estancia (media legua por legua y media) a quien

pagase mejor precio. Como la mayor parte de los enfiteutas no quisieron comprar,

Rosas les anularon sus concesiones, el 28 de mayo de 1838, y puso en venta las

“suertes de estancias”, con aviso de remate en los periódicos. La respuesta de los

enfiteutas fue la revolución de los estancieros del sur (que algunos llaman de “los

Libres del sur”) de noviembre de 1839.

10 y 11) Librecambio o protección fue un debate económico central de la vida

argentina del siglo XIX que se continuó incluso durante el siglo XX. Básicamente la

posición proteccionista pedía poner trabas a la importación de productos

extranjeros (sea mediante la prohibición o mediante la elevación de los aranceles

aduaneros) de manera tal de que las industrias nacionales no sufrieran la

competencia arrasadora de los productos foráneos .La posición librecambista, por

el contrario, entendía que el crecimiento económico estaba ligado al comercio con

el exterior, y que la asociación del país con el flujo económico internacional debía

sostenerse como política económica del Estado. Las provincias del Litoral por

ejemplo reclamaban la libre navegación de los ríos interiores para que los barcos

extranjeros pudieran recalar en puertos de sus provincias y comerciar libremente

en ellos. Ambas posturas se hicieron explicitas en 1830 cuando las negociaciones

que daría forma al Pacto Federal de 1831 entre Buenos Aires, Santa Fe, Entre Ríos

y Corrientes derivaron en un conflicto entre los representantes de Buenos Aires y

Corrientes, el primero favorable al libre comercio y el segundo en pro del

proteccionismo.

Buenos Aires no estaba dispuesto a ceder la exclusividad de su puerto. De

este modo el libre cambio quedó ligado a los intereses porteños, y el

proteccionismo a los de las provincias del interior .El representante de Buenos

Aires consideraba que un sistema proteccionista lesionaba los intereses de Buenos

Aires al elevar los precios de los productos importados de consumo, y que además

generaría un daño a la producción agropecuaria ya que medidas proteccionistas

dispararían en nuestros compradores (Inglaterra y Francia) restricciones

similares. El gobernador de Corrientes por el contrario afirmaba que la prohibición

de importar productos que se fabricaban en el país permitiría subsistir a ciertas

industrias provinciales que estaban siendo diezmadas por la importación

indiscriminada. Para acercar posiciones en el año 1835 Rosas promulga la Ley de

Aduanas, que era una norma con elementos proteccionista, aumentando las tasas

aduaneras a la importación en general, prohibiendo totalmente la importación de

ciertos productos producidos en el país, como trigo y harina .El objetivo era lograr

equilibrar las cuentas fiscales provinciales y con ello generar un instrumento de

consenso político que permitiera un acuerdo entre Buenos Aires y el resto de las

provincias. No debe perderse de vista que en 1820 el 80% del total de ingresos de

la provincia de Buenos Aires provenían del cobro de los derechos aduaneros, la

mayor parte de los cuales correspondía a importaciones; es decir que cuanto más

crecía el consumo de bienes importados más crecían los ingresos del fisco. La Ley

de Aduanas fue el complemento económico al acuerdo político del pacto Federal de

1831: el objetivo “ordenar” .De todos modos esta salida no pudo resolver el

conflicto radicado en que el pensamiento establecido en las provincias era que los

ingresos portuarios correspondían a la Confederación, mientras que la idea que de

este tema tenían los bonaerenses era que el puerto solo debía servir a Buenos

Aires. En 1841 se ponía fin a la experiencia proteccionista de la Ley de Aduanas al

permitirse la introducción de artículos prohibidos, quedando las provincias en

manos de las decisiones económicas de Buenos Aires.

12 y 13) El nombre se generalizó a partir del inicio del segundo mandato de

Juan Manuel de Rosas como gobernador de la Provincia de Buenos Aires,

reuniendo por voluntad de las demás provincias el cargo de encargado de las

relaciones exteriores y la guerra de la Confederación.

Entre 1835 y 1852 las provincias argentinas utilizaron la denominación

Confederación Argentina para sus relaciones internacionales. Eran en total catorce

provincias, y los territorios que efectivamente controlaban eran en muchos casos

sensiblemente menores que los actuales; formaban una alianza bastante lábil de

diferentes estados independientes en casi todos los aspectos, salvo en aquellos en

que Rosas pudo imponer su voluntad por sobre la de las dirigencias locales por

medios políticos, económicos o militares. Estas catorce provincias serían

reconocidas en la Constitución Argentina como "preexistentes" a la formación del

estado unificado.

Durante todo el período de la Confederación, las Provincias Unidas vivieron

de hecho una guerra civil, dentro de las fronteras de la actual Argentina, generada

por los exiliados políticos del Partido Unitario desde el Uruguay, Chile y Bolivia, en

lucha casi permanente para recobrar el poder.

Entre 1837 y 1838, en la frontera norte del país se libró la guerra contra la

Confederación Perú-Boliviana; en la práctica, se trató de una serie de escaramuzas

y combates menores, en las cuales las tropas argentinas —casi exclusivamente

milicias reclutadas en las provincias del Noroeste argentino— fueron comandadas

por el gobernador tucumano Alejandro Heredia.

Simultáneamente, en el Estado Oriental del Uruguay se libró la llamada

«Guerra Grande», que se relacionó con las guerras argentinas, con tropas

argentinas participando en la misma; en términos generales, los federales

colaboraban con los blancos contra los colorados. Por su parte, tropas unitarias

colaboraban con los colorados y con sus apoyos extranjeros, especialmente por

parte de los gobiernos de Gran Bretaña, Francia y el Imperio del Brasil, además de

gran cantidad de mercenarios y voluntarios italianos y de otros países europeos.

En 1845, el conflicto no declarado contra la Confederación Argentina por

parte de franceses e ingleses, que apoyaban al gobierno de la ciudad de

Montevideo, se transformó en una invasión naval a gran escala, la llamada Guerra

del Paraná; la misma terminó por fracasar debido a la resistencia de las fuerzas

federales, en particular en la Batalla de la Vuelta de Obligado.

La Confederación Argentina estaba conformada por las provincias

autónomas de Santa Fe, Buenos Aires (separada de la misma como Estado de

Buenos Aires entre 1853 y 1860), Entre Ríos, Corrientes, Tucumán, Salta, Jujuy,

Santiago del Estero, Catamarca, Córdoba, La Rioja, San Juan, San Luis y Mendoza.

Permanecían en manos de los pueblos indígenas: casi la totalidad de la

Patagonia, la región chaqueña, la provincia de La Pampa y grandes porciones de

otras provincias. Hasta su caída, el gobierno de Rosas no reconoció la

independencia del Paraguay, pero ésta nunca estuvo de hecho, ni de derecho, unida

a la Confederación. El territorio de la provincia de Misiones tras las devastaciones

brasileñas de los 1820 permanecía, de hecho, desierto y su soberanía cuestionada

por el Paraguay.

Como consecuencia de la derrota de Rosas en la Batalla de Caseros, ocurrida

en 1852, se inició un proceso de institucionalización del país, que conservó el

nombre de Confederación Argentina: se sancionó la Constitución Argentina de

1853 y se formó un gobierno y un Poder Ejecutivo.

No obstante, la Provincia de Buenos Aires se negó a participar en el nuevo

estado, separándose con el nombre de Estado de Buenos Aires. Su separación se

debió a que la élite comercial en Buenos Aires no aceptaba el gobierno nacional en

manos de un líder federal del interior -en este caso, el presidente Urquiza- ni

firmar una Constitución que obligara a repartir con las provincias los recursos

aduaneros, que hasta entonces detentaba solamente la ciudad de Buenos Aires

El régimen establecido en la ciudad y la provincia de Buenos Aires,

acaudillado por líderes unitarios tales como Valentín Alsina y Bartolomé Mitre

retiró sus representantes del Congreso Constituyente, antes de que éste adoptara

la Constitución. Igualmente, se negó a tomar parte en la elección de las autoridades

nacionales ni aceptar su autoridad.

La sanción de la Constitución de 1853, que establecía un régimen federal de

gobierno, marcó un hito importante en el desarrollo de la Confederación. El 5 de

marzo de 1854 fueron electos presidente y vicepresidente el general Justo José de

Urquiza y el doctor Salvador María del Carril, quienes se trasladaron con sus

ministros a Paraná, establecida entonces como Capital provisoria de la

Confederación Argentina.

Fueron presidentes de la Confederación el general Urquiza, el doctor

Santiago Derqui y el general Juan Esteban Pedernera, éste en carácter de

provisorio.

Antes de la reforma constitucional de 1860, se usaba "Confederación

Argentina" en el preámbulo y artículos; no obstante, tras ésta y al reincorporarse la

provincia de Buenos Aires a la Confederación, se reemplazaron esas menciones por

"Nación Argentina". De todos modos, un artículo de la Constitución declara que el

nombre de Confederación Argentina sigue siendo uno de los nombres oficiales del

país.

No obstante, la historiografía argentina suele utilizar el nombre de

Confederación Argentina a todo el período que termina con la caída del gobierno

de Derqui y Pedernera, a fines de 1861, como netamente separado del período

inmediatamente posterior, dominado por los líderes unitarios y porteñistas.

La batalla de Pavón y la invasión de los ejércitos porteños a las provincias

interiores significaron una ruptura decisiva, y el término "Confederación

Argentina" dejó de usarse. Tras casi un año de acefalia, asumió la presidencia el ex

gobernador porteño Bartolomé Mitre.

14) El 28 de marzo de 1838 se inició el bloqueo francés contra la

Confederación, anunciado por el almirante Leblanc, jefe de la escuadra invasora.

Derrotado Napoleón en 1815, las naciones triunfadoras, encabezadas por

Inglaterra, con la Santa Alianza hegemonizaron esas décadas. Ello no quiere decir

que Francia hubiera desaparecido de la disputa mundial, por el contrario, se

apoderó por la fuerza de Argelia, Costa de Marfil, Guinea, Camboya, Somalia, Túnez,

Sudan, Congo, Indochina, Vietnam, Siria, Líbano, etc. Y había hecho una fuerte base

de operaciones en Montevideo.

Los franceses anunciaron el bloqueo como parte de esta política de disputa

y anexión, declarando la intención de “infligir a la invencible Buenos Aires, un

castigo ejemplar que será una lección saludable para los estados americanos”,

Carta del cónsul Roger al gobierno de París, del 4 de abril de 1838.

Contaban con el apoyo de la mayoría de los exiliados argentinos en

Montevideo, y el bloqueo se proponía el sometimiento económico, mientras la

acción armada quedaría a cargo del ejército que comandaría Lavalle. Con el

bloqueo francés, las contradicciones cambiaron, y si bien la mayoría de los exilados

tenían esperanzas en que Francia los liberaría de lo que ellos llamaban la tiranía,

un grupo de exilados que habían sido jefes de la guerra de la independencia, bajo

las órdenes del San Martín, regresaron del exterior y se pusieron a las órdenes de

Rosas. Es el caso de los generales Soler, Lamadrid, y Espinosa, que en el exilio en

Montevideo supieron ver el peligro de la invasión europea.

Hasta ese momento, San Martín y Rosas no habían tenido contacto directo,

solo a través del general Guido, que era ministro de Rosas. Producido el bloqueo,

San Martín escribe a Rosas el 5 de agosto de 1838, poniéndose a sus órdenes para

combatir, en el puesto que le designen.

Esta carta tiene una enorme importancia política, porque explica que su

deseo de no mezclarse en las guerras civiles de 1829, es totalmente distinto frente

al peligro extranjero que se desató con el bloqueo.

El 10 de julio de 1839 en otra carta, indignado por la colaboración de Francia a los

ejércitos de los exiliados montevideanos, escribió: “Lo que no puedo concebir, es

que existan americanos que por un espíritu de partido, se unan al extranjero para

humillar a su patria”. Finalmente el bloqueo y la invasión militar fracasaron, y

reaparecerían en 1848 de la mano de Inglaterra y Francia en forma conjunta.

En lo político, las consecuencias más importantes del segundo bloqueo

fueron:

a) la pérdida de prestigio de Francia en los asuntos del Río de la Plata;

b) la demostración de la ineficacia del bloqueo como instrumento de

presión para asegurar los intereses de ambas potencias europeas en esta región,

realidad que la diplomacia británica supo ver con antelación a la francesa;

c) la afirmación de la autoridad de Rosas sobre el territorio de la

Confederación Argentina;

d) la permanencia de una situación inestable en la Banda Oriental

caracterizada por la pugna Oribe-Rivera, que se saldaría recién con la caída del

rosismo; y

e) la emergencia, con el fracaso de la misión de Tomás Guido, de una clara

amenaza al orden Rosista de parte del Imperio de Brasil, una vez que a partir de

1845 éste pudo superar su guerra civil contra los republicanos de Río Grande do

Sul. Por cierto, en diciembre de 1849, y apenas se tuvo conocimiento en Río de

Janeiro de la firma del tratado Arana-Southern, el barón de Jacuhy invadió con

fuerzas brasileñas el territorio uruguayo. Esta invasión se concretó con el acuerdo

de los disidentes antirrosistas que defendían Montevideo, subsidiados por Francia.

En febrero de 1850 Rosas protestó al Imperio de Brasil por la invasión, y en

diciembre de dicho año Buenos Aires rompía relaciones con Río de Janeiro.

Por su parte, Urquiza supo entrever que el talón de Aquiles del poder de

Rosas era Brasil, a través de la alianza con Brasil el caudillo de Entre Ríos pronto

acabó un orden que por décadas triunfó sobre disidentes internos y externos,

demostrando una vez más en qué medida la Argentina distaba aún de ser un

Estado consolidado.

Por cierto, el análisis del tema del bloqueo anglo francés muestra que la

política interna e internacional del gobierno de Rosas fue una compleja

yuxtaposición de guerra civil interna e intervenciones extranjeras. En esta

conflictiva situación, donde resulta sumamente complicado distinguir -por la

ausencia de un Estado nacional argentino- qué cuestiones corresponden a la

política interna y cuáles a la política exterior, las facciones en pugna se

alimentaban de la guerra. El orden Rosista fue un orden sostenido por alianzas de

facto con los caudillos provinciales, pero estas alianzas se nutrían con -y tenían su

razón de ser en- el conflicto. Estas lealtades personales se presentaban en el

discurso político como si se tratara de bandos homogéneos diferenciables e

irreconciliables entre sí (la Santa Federación contra los Salvajes Unitarios). Sin

embargo, eran todo lo contrario: se trataba de alianzas muy frágiles y cambiantes

que respondían a intereses facciosos e incluso personales. Esta lucha estaba

ocupando el vacío dejado por la desaparición y posterior fragmentación del

virreinato del Río de la Plata. Es más: la inestable red de lealtades y enemistades

personales que se conformaba -las que unían a Rosas con el uruguayo Oribe; a los

emigrados unitarios con el uruguayo Rivera; a Rosas con Urquiza que luego lo

abandonaría pactando con las fuerzas del Imperio de Brasil- estaba también

ocupando, de manera imperfecta, la ausencia de un Estado nacional.

Alianzas frágiles y cambiantes que no se pueden entender si tomamos

las categorías de unitario y federal como si fueran homogéneas. Además de este

nivel de lucha facciosa o personal, existían diferencias regionales que deben

tenerse en cuenta entre Buenos Aires, el Litoral y el Interior. En otras palabras: ser

federal en Buenos Aires no implicaba lo mismo que serlo en el Interior o el Litoral.

Federalismo en el Interior era sinónimo de proteccionismo. Federalismo en el

Litoral implicaba librecambismo con libre navegación de los ríos interiores y

ganancias de la Aduana compartidas entre las provincias litoraleñas y Buenos

Aires. Por último, federalismo en Buenos Aires significaba como en el Litoral

librecambismo, pero con la navegación de los ríos interiores y las divisas de la

Aduana bajo control de la capital porteña.

Estas diferencias regionales explican el respaldo inicial de las provincias

litoraleñas a la intervención anglo francesa contra el gobierno de Rosas. Pero

Rosas logró poner de su lado a los caudillos provinciales federales disidentes,

invocando pragmáticamente un vago pero no obstante vigente sentimiento de

nacionalismo, resabio del pasado común de pertenencia de las provincias del

Litoral, Interior y Buenos Aires al ex Virreinato del Río de la Plata y a una para-

nacionalidad pan hispanoamericana.

Por último, y como prueba contundente de lo imprecisos y relativos que

pueden llegar a ser los términos unitario y federal aplicados a esta etapa temprana

de la historia argentina, vale citar las cartas que intercambiaron el caudillo de La

Rioja Facundo Quiroga con Juan Manuel de Rosas. El 12 de enero de 1832, desde

Tucumán Quiroga le dijo a Rosas: "Usted sabe, porque se lo he dicho varias veces,

que yo no soy federal, soy unitario por convencimiento". Rosas contestó el 28 de

febrero del mismo año que: "aun (...) siendo federal por último convencimiento me

subordinaría a ser unitario, si el voto de los pueblos fuese por la unidad" (2). Claro

testimonio del pragmatismo de dos personajes que vivieron en una época marcada

por la intolerancia y las lealtades personales.

Finalmente, el período estudiado se presta para reflexionar sobre la

irrelevancia relativa de este no-Estado y esta no-nación que era la Confederación

Argentina (y la región platense en general), para los intereses más vitales de una

gran potencia como Gran Bretaña. Este hecho se refleja inmejorablemente en la

cantidad extraordinaria de errores británicos acumulados en la política británica

hacia Rosas. Hablamos, por supuesto, de errores en términos de los medios que los

británicos eligieron para conseguir sus propios objetivos declarados. Sería

gracioso contar la cantidad de errores que documenta Ferns. Este fenómeno

probablemente no emerja tan sólo de la ineficiencia y de las limitaciones de

aquellos tiempos en términos de las comunicaciones y el transporte, sino también

del hecho de que en el Río de La Plata los intereses británicos eran de un valor lo

suficientemente marginal como para reducir el costo de errar a casi nada.

Semejante acumulación de errores probablemente no se hubiese cometido en la

política británica hacia un país que se considerara relevante para los intereses

británicos desde el punto de vista económico y estratégico.

Sería prácticamente imposible que un comerciante aventurero que representaba

intereses marginales y periféricos fuera capaz de engañar al gobierno británico,

induciéndolo a realizar una acción violenta y contraproducente para sus intereses

dominantes, contra un Estado que fuera realmente relevante para sus intereses

centrales. Es incluso improbable que -en el caso de la política hacia un Estado

relevante- una operación de esta índole pudiera ser efectuada con éxito por

intereses privados británicos mucho más importantes que los que representaba el

señor Holland. Aunque la política es con frecuencia la expresión de intereses

privados, intereses tan marginales como los representados por Holland raramente

logran dictar la política de una gran potencia. Pero el caso de que se trata era en sí

mismo tan marginal (en el contexto de la política exterior de alcance planetario del

Imperio Británico de mediados del siglo XIX); el Río de la Plata era tan remoto y la

política hacia el mismo tan poco relevante para los intereses vitales de ese Imperio,

que pudo darse el caso de que intereses menores y marginales como los de los

comerciantes británicos vinculados a Rio Grande do Sul generasen percepciones

equívocas que dieran cabida a una política que en realidad era contraproducente

para los intereses británicos en su conjunto. Pero el costo de errar para Gran

Bretaña frente al Río de la Plata era muy bajo, y ésta es precisamente la razón por

la que, temporariamente, intereses marginales fueron capaces de ejercitar su

influencia sin control