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Jesús Flores Vásquez (coord.) Iblin Helen Herbas Cuevas Francisca Huanca El Alto, julio de 2006 Participación política de mujeres alteñas en las acciones colectivas y en la vida cotidiana

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Jesús Flores Vásquez (coord.)

Iblin Helen Herbas Cuevas Francisca Huanca

El Alto, julio de 2006

Participación política de mujeres alteñas en las acciones colectivas y en la vida cotidiana

PROGRAMA DE INVESTIGACIÓN ESTRATÉGICA EN BOLIVIA

“El Alto: por una vida digna”

Participación política de mujeres alteñas

en las acciones colectivas y en la vida cotidiana

Cuaderno de resumen de resultados de investigación

Jesús Flores Vásquez Coordinador

Iblin Helen Herbas Cuevas

Investigadora

Francisca huanca Investigadora asistente

El Alto, julio de 2006

Esta publicación cuenta con el auspicio del Programa de Investigación Estratégica en Bolivia D.R. FUNDACIÓN PIEB, julio de 2006 Edificio Fortaleza, Piso 6, Of. 601 Av. Arce No 2799, esquina calle Cordero, La Paz Teléfonos: 2432582-2431866 Correo electrónico: [email protected] Website: www.pieb.org Correo postal: 12668

Este cuaderno resume los principales resultados de la investigación: Modalidades, limitaciones y proyecciones de la participación política de las mujeres en las acciones colectivas de El Alto, realizada con el auspicio del Programa de Investigación Estratégica en Bolivia (PIEB), en el marco de la Convocatoria regional: “El Alto: por una vida digna”. La investigación fue efectuada entre diciembre de 2005 y junio de 2006, por el Equipo compuesto por Jesús Flores Vásquez (Sociólogo), Iblin Herbas Cuevas (Socióloga) y Francisca Huanca (Trabajadora social). Este cuaderno de resumen es parte de los productos de difusión del Equipo de investigación. Fue elaborado por Jesús Flores e Iblin Herbas.

AGRADECIMIENTOS Muchas son las personas a las que queremos agradecer al finalizar esta investigación. El estudio no hubiera sido posible sin el respaldo del PIEB y de la U-PIEB, instituciones a las que agradecemos muy especialmente. También agradecemos a Denise Y. Arnold, quien fue nuestra asesora académica, por sus constantes comentarios críticos y sugerentes. A Fernanda Wanderley por sus acertadas y alentadoras observaciones al Proyecto original, y a los informes de investigación. A Máximo Quisbert, coordinador de la Convocatoria: “El Alto: por una vida digna”, por sus sugerencias. Agradecemos a María Cristina Amar, dirigenta de la Federación de Juntas Vecinales-El Alto 2004-2006, por el apoyo brindado al principio de la investigación. A las dirigentas y dirigentes de la Fejuve-El Alto y la Federación de mujeres de El Alto, a las dirigentas y vecinas de Santiago II y Villa Ingenio. Y a nuestras familias. A todas/os ellas/os nuestros agradecimientos más sinceros.

Jesús Flores Iblin Herbas

INTRODUCCIÓN En la masacre de octubre-2003 varias mujeres alteñas llegaron a ser liderezas “espontáneas” del gran levantamiento que consiguió la renuncia de Sánchez de Lozada. Estas dirigentas “informales”, surgidas de las bases vecinales en el momento de la insurrección, convocaron a participar a otras mujeres y organizaron marchas y bloqueos, hablaron en las asambleas de las plazas barriales y realizaron varias otras actividades de resistencia. Pero luego de octubre desaparecieron como liderezas, volvieron a su vida cotidiana, y dejaron el protagonismo a los tradicionales dirigentes varones de las organizaciones sociales y políticas, quienes después llegaron a ser concejales, diputados y ministros. Existen dos momentos en los movimientos sociales: el momento de la acción colectiva y el momento cotidiano de las organizaciones. En la acción colectiva, en general, se cuestiona al Estado y a las propias organizaciones sociales; se trata de un momento en el que afloran estructuras no formales de organización y participación, y surgen liderazgos de base de carácter mixto. En el momento cotidiano, en cambio, existe un predominio formal y masculino de las organizaciones, expresado en el poder de los dirigentes, en una lucha por alejarse del control vecinal. Nos hemos propuesto estudiar, según esta mirada de los movimientos sociales, qué modalidades de participación femenina existen en las acciones colectivas y en la vida cotidiana de las organizaciones de base. El trabajo se guió por los siguientes ejes analíticos:

1. Distribución de actividades por género. Esta dimensión incluye: la identificación de los tipos de actividades de protesta y de organización cotidiana. Encontramos tres tipos de actividades de protesta: mantenimiento del paro (bloqueos diversos, marchas, enfrentamientos), organización y deliberación colectiva (liderazgos y niveles dirigenciales y mecanismos de toma de decisiones) y el aprovisionamiento y preparado de alimentos. Encontramos dos dimensiones de la participación en organizaciones de base en la vida cotidiana: la participación como dirigenta en la estructura formal de la organización y la participación como miembro en asambleas ordinarias, extraordinarias, mixtas o sólo de mujeres. 2. Diferencia de la acción colectiva como momento extraordinario predominantemente no formal, y la vida cotidiana, ordinaria, de la organización, predominantemente formal. Existen diferencias de la participación política femenina según los espacios y tiempos en que tenga lugar: así, la acción colectiva (momento extraordinario) y la vida cotidiana (momento ordinario) son dos tiempos diferentes de participación. Del mismo modo, los espacios formales y no formales, son dos espacios diferentes de participación femenina. Tanto la acción colectiva como la vida cotidiana de las organizaciones de base tienen dimensiones formales y no formales. La acción colectiva tiene un predominio de la dimensión no formal, y la vida cotidiana tiene un predominio formal. Son estos predominios los que analizamos, porque en el paso de la participación vital

de las mujeres, en la rebelión, a la marginalidad y subordinación, en la vida cotidiana y machista de la organización, está la limitación a su participación política plena. 3. Cuestionamiento de la dicotomía público/masculino y privado/femenino. La participación de las mujeres en las acciones colectivas implica el cuestionamiento práctico de su supuesta reclusión en lo privado y exclusión de lo público. En este marco también es importante la participación en acciones colectivas como ejercicio y conquista de derechos políticos, y por tanto de procesos de ciudadanización desde abajo. Realizamos 49 entrevistas “informales” y semiestructuradas y conversaciones con mujeres vecinas y dirigentas, y algunos dirigentes, de dos barrios de la ciudad de El Alto: Villa Ingenio (Unidad vecinal 1), del distrito 5, hacia el norte; y Santiago II, distrito 2, hacia el sur. Además hemos realizado algunas entrevistas complementarias a dirigentas de la Federación de mujeres de El Alto y de la Federación de juntas vecinales de El Alto 2003. Este cuaderno presenta los resultados de la investigación en los siguientes acápites: Los barrios de estudio, donde exponemos algunas características de los barrios y el modo como conseguimos y analizamos la información. Distribución de actividades de la protesta, donde identificamos y describimos las tareas realizadas por hombres y mujeres en octubre-2003. Vida cotidiana de las organizaciones, donde caracterizamos la

participación de las mujeres en las asambleas y como dirigentas en la vida ordinaria Conclusiones, donde analizamos las limitaciones derivadas de la diferencia entre lo extraordinario y ordinario, lo formal y lo no formal, en lo referido a la participación política de las mujeres.

LOS BARRIOS DEL ESTUDIO Santiago II tiene una población mayoritariamente proveniente de los centros mineros, y la identidad minera es reivindicada por sus habitantes. Su plaza principal se denomina Plaza del Minero. En cambio, Villa Ingenio tiene una mayoritaria población proveniente del altiplano norte de La Paz, específicamente de la Provincia Omasuyos. Su plaza principal se denomina Elizardo Pérez. Como estas dos experiencias campesina y minera han sido importantes en la memoria de las/os alteñas/os nos pareció que eran dos barrios adecuados para realizar el estudio. Algunas características comparativas de estos barrios son las siguientes. En Villa Ingenio una mayor parte de la población, en comparación a Santiago II, se autoidentifica como aymara; y en Santiago II la mayor parte de sus habitantes también se identifica como aymara. Las mujeres en ambos barrios se identifican más que los hombres como aymaras. Por otro lado, comparativamente, los habitantes de Santiago II tienen más nivel de instrucción, que los de Villa Ingenio. En ambos barrios hay muchas más mujeres que hombres sin ningún nivel de instrucción formal. La tasa de analfabetismo de mujeres en Santiago II es menor, con relación a la de Villa Ingenio. La gran mayoría de la población, en ambos barrios, trabaja como obreros/as, empleados/as y trabajadores/as por cuenta propia. (INE, 2005). Santiago II se fundó en 1972 (aunque la Resolución municipal de planimetría recién fue aprobada en 1979), a partir de una iniciativa de construcción de viviendas

mineras, llevadas a cabo por cooperativas. Como menciona uno de los entrevistados por Marco Quispe:

En cooperativa hemos conseguido, después ya se han hecho construir individualmente, cada quien por su cuenta. Solamente la cooperativa entregaba a cuatro personas y el resto se han hecho por su cuenta (en Quispe, 2004: 51).

Asentada sobre los terrenos de la comunidad Cupilupaca, sobre una extensión de 87 hectáreas, los primeros años de su existencia no tuvo una gran población. Las/os vecinas/os que ya vivían lucharon para conseguir agua y luz, con la Junta vecinal, que desde ese momento contó con una fuerte participación de ex-dirigentes mineros y sus esposas, algunas de ellas también ex-dirigentas. A partir de 1985, con el despido de los trabajadores de las empresas mineras estatales, el barrio recibió a un gran número de personas provenientes de las minas, quienes sin servicios también debieron organizarse en “cooperativas” para conseguir agua y luz. La fuerte organización de las/os vecinas/os de Santiago II dio como resultado el acceso a los servicios, la construcción de escuelas, el pavimentado de avenidas, la instalación de un retén policial y de una guardería infantil, además de la Sede social donde funciona actualmente una biblioteca, y de la construcción de la Plaza del Minero. Esto hace de Santiago II uno de los barrios en El Alto con aceptable infraestructura y acceso a servicios. Villa Ingenio, como recuerda Quispe (2004) se

construyó en los terrenos de propiedad de uno de los hacendados de El Alto: Adrián Castillo Nava. Con la Reforma agraria de 1953, esta persona tuvo que entregar terrenos a 78 colonos, entre quienes los/as comunarios/as recuerdan a Fernando Escobar y Carlos Mamani. Cercana a la cordillera, donde hubo alguna explotación minera en el pasado, en los terrenos del barrio funcionaba un Ingenio, por lo que se denominó así al barrio. Los/as comunarios/as que vivían en el lugar con el tiempo urbanizaron la zona, con grandes dificultades. Como dice uno de los entrevistados por Quispe:

Aquí, en Villa Ingenio, no había agua, no había luz, así nomás hemos estado viviendo, hasta el canto de aquel río estamos viviendo. Antes la zona era uno sólo, ahora está dividida en unidad vecinal 1, 2, 3 y 4. Harto hemos sufrido, mucho sacrificio nos ha costado (en Quispe 2004: 102).

El barrio se fundó en 1978 y en 1992 se dividió en cuatro unidades vecinales debido a que era más eficiente a los ojos de sus vecinas/os gestionarse en menores unidades. En esto puede verse esa inclinación alteña quizá exagerada por Zibechi (2006) de preferir unidades organizacionales más pequeñas, y no grandes, donde los/as dirigentes/as son más fácilmente controlables por la comunidad. Si bien hay en Villa Ingenio una población importante de Omasuyos, los/as pobladores/as son de distintos lugares del Altiplano de La Paz. El nombre de las calles, plazas y colegios recuerda este origen: Plaza Elizardo Pérez (uno de los artífices de la escuela ayllu Warisata),

Escuela Bartolina Sisa (lidereza aymara que organizó el cerco de 1981 junto a Túpac Katari), Av. Julián Apaza. Esta procedencia campesina del altiplano norte de La Paz da una relativa homogeneidad cultural al barrio y una también relativa homogeneidad y unidad a las movilizaciones. Las/os vecinas/os de este barrio también se movilizaron para conseguir agua y luz. Pero no todo el barrio con sus cuatro unidades vecinales accedió a los mismos servicios, sino que incluso esto se dio de un modo desequilibrado, habiendo lugares con los servicios al lado de otros sin los mismos (Quispe, 2004). Al llegar a los barrios teníamos la intención de entrevistar a las mujeres que hubieran participado en octubre-2003 y más adelante. Como una muestra de cada barrio no hubiera garantizado eso, preferimos realizar una búsqueda informal de contactos, primero a partir de la junta vecinal, y luego siguiendo las relaciones de confianza que se crearon en los primeros contactos y en las ferias de los barrios. Los criterios de elección fueron: ciclo doméstico: mujeres con hijos pequeños que requieren más cuidados, y mujeres con hijos que ya no requieren tantos cuidados. Las mujeres dirigentas resultaron en el segundo grupo, estando las mujeres jóvenes casi completamente ausentes de la participación en las organizaciones de base locales. El otro criterio fue la experiencia dirigencial, pues se quería entrevistar a mujeres de base y dirigentas, y no solamente a mujeres con trayectorias extensas de cargos dirigenciales.

Trascritas las entrevistas empezamos un trabajo de clasificación de la información según el tiempo y espacio de participación (acción colectiva, vida cotidiana, formal, no formal) y la distribución de actividades por sexo, de acuerdo al ciclo doméstico y la experiencia dirigencial. Según este análisis, se dispuso la redacción de los capítulos del informe final.

DISTRIBUCIÓN DE ACTIVIDADES DE LA PROTESTA En la descripción de las actividades realizadas por mujeres y hombres en octubre-2003, no seguimos un orden cronológico, preferimos describir la participación en distintos conjuntos de actividades, a partir de episodios concretos como: cavar zanjas (mantenimiento del paro), hablar en la asamblea de la Plaza (organización y deliberación colectiva), o comprar alimentos (aprovisionamiento y preparado de alimentos). Aparte de nuestras propias entrevistas se ha utilizado para la descripción de los hechos otros testimonios: Choque et al (2005), Auza (2004) y en especial las crónicas reunidas en Navia (2003). Organización y deliberación colectiva A nivel de los barrios investigados hubo tres instancias de organización: la Junta vecinal, la instancia intermedia de jefes/as de calle y comités de movilización, y la iniciativa de las/os propias/os vecinas/os de base directamente. La junta vecinal fue la que en primer lugar organizó el paro, en coordinación con otras organizaciones locales (especialmente las ferias). En las asambleas que se realizaron se decidió bloquear las avenidas y calles de entrada a los barrios, la realización de vigilias en los puntos de bloqueo centrales, y las marchas en el entorno barrial. En ambos barrios los organizadores de la junta vecinal fueron dirigentes varones, especialmente el Presidente de la Junta vecinal, pues los/as otros/as dirigentes/as cuando acrecentó el conflicto se alejaron de la Junta, y hubo quienes solicitaron la renuncia.

Cuando se produjo la masacre, el sábado 11 y domingo 12 de octubre, surgieron con fuerza las instancia intermedias: los/as jefes/as de calle y los comités de movilización, que se encargaron de convocar por calles a los/as vecinos/as. Hubo mujeres participando en estas instancias. Pudimos entrevistar a dos jefas de calle, en Santiago II. Una de ellas cuenta su experiencia:

“A mi me han elegido como jefe de calle en una terna, y por votación de mayoría he salido como jefe de calle. Los vecinos confían en mí. Ahora, nosotros hemos organizado las calles 4, 5, 6. Éramos unidos, teníamos nuestra contraseña, era mediante un silbato deportista. Cuando ingresaban los soldados, yo silbaba y los vecinos salían. Precisamente esto ocurrió cuando entraron los soldados a la Plaza disparando balas de verdad, de la calle 5 agujerearon la puerta de calle. Nos hemos asustado y ocultado, pero nos hemos defendido (Jefa de calle. Santiago II. 21-feb-2006).

Pero hubo una instancia mucho más participativa que no estaba prevista ni siquiera por las propias juntas vecinales: la organización autónoma vecinal. En este nivel se reconoce una igualitaria participación femenina. Hubo mujeres dirigentas “informales”, que convocaron a marchas y bloqueos, a la defensa del barrio y de las familias. Después de la masacre, entre el lunes 13 y el viernes 17 de octubre, hubo una participación del siguiente tipo: cada vecina/o salía de su casa muy temprano, se

encontraba con su vecina/o, conversaba con ella/él; en la esquina se encontraban con alguien más y juntos iban a la Plaza, que era el lugar de deliberación colectiva, donde se tomaban las decisiones. En determinado momento la junta y las otras instancias fueron sobrepasadas por los/as vecinos/as que tomaron la iniciativa. “Los propios vecinos te decían ‘saldremos’” (vecina Villa Ingenio. 12-ene-2006). “Al comenzar la junta de vecinos organizaba, pero al final todos hemos salido voluntariamente, todos eran cabezas de bloqueos y marchas (Vecina Santiago II. 15-mar-2006, subrayado nuestro). Mantenimiento del paro El cavado de zanjas se hizo especialmente en las avenidas y calles de tierra. En las de asfaltado o adoquinado, en algunas esquinas se realizó el zanjeado pero en general se intentó bloquear con otros materiales, para no dañar las avenidas. En general los daños a los espacios públicos los realizaron grupos radicalizados cuya procedencia se menciona como “de otros barrios”. Se realizaron sólo en ciertos lugares (retenes, oficinas de cobranza de bancos o servicios públicos) y no arbitrariamente. Las/os vecinas/os del lugar intentaron persuadir a quienes intentaban destruir retenes de que no lo hicieran, en algunos casos lográndolo. En las avenidas principales no se zanjeó mucho, aunque si se realizó en algunos lugares. Las zanjas se realizaron con mucha fuerza desde las muertes del sábado 11 de octubre. En algunos barrios de los sectores de Santiago II y Villa Ingenio, como en otras zonas, se convocó a las/os vecinas/os a que “salgan” y realicen acciones inmediatas para “defender”

el barrio de los militares que estaban “entrando” a otros barrios. De esta actividad de zanjeo se encargaron mayoritariamente hombres, en representación de sus familias, y ayudados por hijos y esposas. Algunas mujeres también cavaron zanjas, en caso de “ser solas”, de que sus esposos estén ausentes, o porque quisieron hacerlo, y fueron admiradas por ello. Como cada familia no tenía que cavar una zanja frente a su casa, sino hacerlo en una esquina, las/los vecinas/os salieron a realizar los cavados por calle; lo que hizo que no todos participaran. La obligatoriedad expresada en la ficha fue el acicate para algunos/as; pero como las sanciones no siempre se ejecutan varias familias evadieron esta actividad. Para los/as demás, el zanjeo expresaba la radicalización del bloqueo, en defensa del barrio. No se pensó, después de las muertes en desistir en la continuidad del paro y “encerrarse” en las casas; la indignación por las muertes rompió completamente la legitimidad del Gobierno, que de ahí en adelante se volvió un interlocutor inválido con quien no se podía negociar en absoluto. Cuando había noticias de la llegada de los militares se golpeaba los postes metálicos, se sonaba silbatos y hasta se tocó “puerta por puerta”. Los/as vecinos/as salían entonces y se enteraban de lo que pasaba. Había voces que animaban a la defensa. Así, se cavó zanjas, se rompió botellas y se trajo escombros, piedras y chatarra, para impedir que los militares ataquen al barrio. En esos momentos intensos, participaron “todos” (que incluye a las mujeres). Unas sacando palas y picotas, otros cavando, otras trayendo piedras y palos y encendiendo

fogatas. Los varones se ocuparon de cavar y encender llantas, las mujeres trajeron palas, palos y piedras y prepararon alimentos. Aún en el giro más “militar” y masculino que tomó la resistencia en ciertos grupos, en los que se valoró la experiencia en el cuartel, las mujeres no dejaron de participar, estuvieron presentes aún en las acciones más peligrosas, de tal modo que los varones que participaron en lo mismo se sorprendieron de esta audacia, pero no la consideraron reprobable. Aprovisionamiento y preparado de alimentos Ante la llegada de los campesinos del altiplano y de mineros se hizo en los barrios una amplia recolección de víveres. En esta actividad fueron importantes las mujeres, quienes hicieron esfuerzos para en medio de la escasez general brindar lo poco que tenían. Las vendedoras de los mercados también participaron en los bloqueos. No solamente como vecinas del barrio sino también como afiliadas al gremio, como menciona la Secretaría general de una de las Federaciones. Esto al principio, luego cada una participó en sus calles respectivas. La participación en marchas y en bloqueos fue a partir de turnos. Fueron multitudinarias. Como dice una entrevistada “las de la feria también todos los días hemos participado; hemos marchado por aquí unas 200 mujeres”. (Dirigenta Mercado. 22-ene-06) La venta de productos domésticos se organizó con la participación de la Junta, de las federaciones de

mercados y ferias, y de las propias vendedoras y vecinas. La limitación del tiempo de venta a dos horas en la mañana fue decidida por la Junta y los sindicatos de los mercados y ferias. Del control de esto se ocuparon las respectivas federaciones, y los vecinos de barrios aledaños, principalmente los de Horizontes, Villa El Carmen y Rosas Pampa (en el caso de Santiago II), y Tahuantinsuyo (en el caso de Villa Ingenio). En estos barrios se decidió permitir la venta por las mañanas, como dice una dirigenta de la Junta de entonces, “pensando que tienen (las mujeres) que dar comida a los niños y sus maridos”. El abastecimiento de la población fue posible gracias a las vendedoras de las ferias que se proveían de productos en la madrugada. Las familias mismas también utilizaron los productos secos que tienen almacenados. De todo esto se encargaron mujeres. La mayor parte de las mujeres trabajan en actividades por cuenta propia, en las que son ayudadas también por sus hijas; pese a esta actividad mercantil, madres e hijas, siguen haciéndose cargo del preparado de alimentos y de la crianza de los niños. Estas referencias están en consonancia con los resultados de una investigación sobre el tema, que toma en cuenta también a El Alto (v. Wanderley, 2003).

VIDA COTIDIANA DE LAS ORGANIZACIONES Participación de vecinas en asambleas Así como en el área rural, donde la participación en las asambleas cuenta como unidad doméstica y no como persona, en los barrios alteños investigados cada vivienda, debe ser representada por una persona. De esto se encargan fundamentalmente los padres de cada unidad doméstica, pero hay una flexibilidad importante en la participación de otros miembros de la familia, como las esposas, los hijos y las hijas jóvenes, especialmente en las reuniones ordinarias. Hay dos tipos de reuniones barriales: las que tienen lugar según unas fechas regulares, trimestrales, y las que se convocan con carácter de urgencia. Las primeras tocan temas relacionados con infraestructura, equipamiento o servicios para el barrio, y elección de la directiva, o delegados a los congresos de la Fejuve, etc. En cambio, las segundas se convocan especialmente para resolver algún conflicto barrial o más amplio, por ejemplo para el ingreso en alguna movilización coordinada por la Fejuve y la Central Obrera Regional de el Alto. Ambas reuniones son de asistencia mixta, pero las ordinarias son de predominio masculino, tanto en el número como en la participación misma. Las asambleas extraordinarias, especialmente aquellas que tratan temas muy conflictivos o de interés general son de amplia participación de hombres y mujeres. Las personas con las que conversamos y las asambleas

ordinarias a las que pudimos asistir muestran una muy reducida participación de las mujeres en las asambleas. El primer dato es la inasistencia. La mayoría de las mujeres afirman que son sus esposos los que asisten a las asambleas vecinales ordinarias. Y esto es patente pues la presencia mayoritaria es de hombres, aunque también se ve una cantidad apreciable de mujeres. La asistencia de las mujeres solamente en unos pocos casos es por el interés en participar. Esto se expresa diciendo “me gusta ir”. Y es evidente que es una actitud relacionada con una decisión personal de la mujer, cuando se complementa con: “pero a mi esposo no le gusta que vaya”. La mayoría de las mujeres o no asisten o cuando lo hacen es por necesidad, porque no tienen esposos o éstos no tienen tiempo o están ausentes. Los esposos no asisten por distintos motivos: viajes por actividades económicas, no les “gusta” asistir a las asambleas, están muy ocupados en sus actividades laborales. La sobrecarga de trabajo en las mujeres, dada su participación en el trabajo mercantil y no mercantil hace que realmente no tengan “tiempo libre”. Cuando se pregunta por qué no se asiste a las asambleas, las mujeres responden, “yo no voy, porque tengo que ir a atender la pensión”, “tengo que vender”, “tengo que lavar ropa”, “tengo que cocinar”, etc. Siempre se tiene que hacer algo más. Por ello, es notable la participación en las asambleas y también como dirigentas, de mujeres que están en un ciclo doméstico en el que los hijos ya no necesitan tantos cuidados y de hecho se hacen cargo de varias

actividades domésticas. Son estas mujeres las que a partir de un mayor tiempo libre empiezan a participar. Por el contrario, las mujeres jóvenes que tienen hijos pequeños están casi completamente ausentes de esta participación. Pero más que la falta de tiempo existe otra razón muy importante, se trata del “desinterés” en ir a las asambleas. Este desinterés se expresa diciendo: “Mi esposo asiste; no me gusta, hablan, mucho tarda, yo tengo que cocinar” (Vecina de Santiago II. 20-may-2006) “A veces voy (a las asambleas), puro hombres hablan, las mujeres poco nomás hay, sentado están, no hablan” (Vecina de Villa Ingenio. 20-ene-2006). La asamblea ordinaria, con largas intervenciones formales en castellano, a veces sobre temas no directamente relacionados con la vida concreta de las familias, se pinta así como un lugar de hombres, donde no les interesa a varias mujeres participar. Pero no sólo es la temática de lo que se trate, sino el propio estilo en el que se llevan a cabo las asambleas. Primero está el horario que muchas veces, según algunas mujeres, no es el adecuado. Desde media mañana hasta las 3 o 4 de la tarde, de tal modo que asistir ocupa “todo el día”. Así que “se pierde todo el día”. O se realiza en las noches, hasta muy tarde. Esta cuestión del horario, como muchas otras cosas hacen pensar que se planea las asambleas y otras reuniones con criterios masculinos y no femeninos. Luego están las intervenciones largas en castellano, que requieren un manejo fluido de lenguaje en castellano. El silenciamiento de las mujeres y la promoción de la expresión de los varones, desde la escuela (Luykx,

1997), tiene relevancia en este contexto. Aquí se marca una diferencia notable con lo que pasa en las acciones colectivas. En Villa Ingenio las asambleas de octubre se llevaron a cabo “todo en aymara”, y las mujeres se desenvuelven mejor en este idioma. Pero en las asambleas ordinarias se sigue utilizando el castellano. Así, existe un uso político del idioma, cuando es tiempo de movilización se usa sólo el aymara. Del mismo modo, en tiempos ordinarios, las mujeres hablan en aymara para oponerse a ciertas decisiones. Cuando las asambleas les interesan, las mujeres muestran una activa participación e influjo sobre las decisiones que se toman, y esto pasa cuando lo que se trata en ellas les afecta directamente en sus actividades económicas o sus familias. Aquí hay otro punto en común con lo que pasa en otros lugares andinos: “Es también el caso de que las mujeres son tan activas como los hombres en la esfera pública en tanto sus actividades económicas estén implicadas” (Harvey, 1989: 17). Por ejemplo, cuando se decide sobre puestos de venta en las fiestas de los barrios. O cuando se habla del asfaltado o adoquinado de una avenida cercana a sus domicilios o de sus propias calles. Dirigentas en organizaciones alteñas Las dirigentas que han llegado a cargos en las organizaciones matrices de El Alto (FEJUVE, Federación de mujeres) se dan cuenta que hay que actuar “como hombres” en sus nuevas responsabilidades y que su papel de dirigentas en organizaciones mixtas o de mujeres se da como un “apoyo de los varones”.

El inicio de la vida dirigencial para las mujeres parte en una política de las necesidades, y se trata más bien de una extensión de los roles reproductivos al ámbito a las funciones que se cumple en la organización. Pero conforme pasa el tiempo y las mujeres se hacen su camino, especialmente en organizaciones de mujeres, se nota un cambio en las actitudes y en la toma de posiciones políticas más amplias (aunque acordes con las que tienen los dirigentes varones). Esto se da en un marco de no cuestionamiento de la acción conjunta con las organizaciones mixtas dominadas por los varones, y de una relación de aprendizaje, por un lado de los discursos radicales de los dirigentes varones, y por, otro lado, de sus prácticas clientelares. Pese al influjo de las instituciones de género, que cuestionan el machismo de los dirigentes, las mujeres dirigentas no muestran un cuestionamiento formal de esto, y en cambio, destacan un discurso de complementariedad y colectividad que ve negativamente cualquier posición de tipo feminista, o individualista. Existe en este sentido una consecuencia un tanto perversa en cuanto a que la limitación de ascensos individuales en realidad genera la limitación de la promoción de algunas mujeres, mientras el refuerzo de un avance colectivo sólo asciende a sus principales dirigentas que son luego las que asumen candidaturas en partidos políticos o cargos públicos, siguiendo las mismas pautas de la política criolla masculina.

CONCLUSIONES La consideración de la participación de las mujeres en los movimientos sociales de El Alto, concretamente en octubre, en los barrios de Santiago II y Villa Ingenio, plantea el asunto de las formas organizativas en las que esta participación tiene lugar. Estas formas de participación son distintas según se den en una acción colectiva (momento extraordinario) o en la vida cotidiana (momento ordinario). Hemos encontrado que existe una diferencia palpable entre la participación de las mujeres en el contexto de la movilización (de octubre), como una situación extraordinaria, y la participación en las instancias de organización barrial y en las entidades políticas locales, de manera cotidiana. En la acción colectiva de octubre hallamos que las mujeres participaron en los tres conjuntos principales de actividades: en el mantenimiento del paro, en el aprovisionamiento y preparado de alimentos y en la organización y deliberación colectiva. Estos conjuntos de actividades no se destinaron a grupos de personas que se encargaran de ellos exclusivamente, sino que todos, vecinos y vecinas, participaron en las tres actividades. También se dio una distribución del trabajo por género en estas actividades, pero de un tipo complementario no jerárquico, y decidido especialmente por razones físicas y siguiendo dominios separados de la vida cotidiana, pero con más flexibilidad. Así, las mujeres se encargaron predominantemente del aprovisionamiento y preparado de alimentos; participaron en el mantenimiento del paro acarreando

piedras, palos y otros, hicieron frente a los militares en las concentraciones masivas de vecinas/os, participaron activamente en las marchas en El Alto y hacia La Paz; organizaron a otras mujeres y las alentaron a participar, como delegadas de calle o liderezas que surgieron en el momento y después no se volvieron a ver, asistieron y hablaron en las asambleas barriales, que fueron las que se encargaron de tomar las decisiones. En los tiempos ordinarios esta efervescencia de la participación se pierde, en los varones y en las mujeres, pero especialmente en éstas últimas, que encuentran en las asambleas de las juntas de vecinos, pese a lo legítima y representativa que es esta instancia, un espacio de hombres, dominado por ellos, en el que no les “gusta” o “interesa” participar, y en el que no son eficaces para hacerlo dado el estilo masculino predominante en el que se llevan a cabo, que privilegia las intervenciones largas en castellano fluido. La misma organización de mujeres alteñas, tiene dificultades especialmente derivadas de la incidencia partidaria y de las organizaciones mixtas, que la lleva a disputas faccionales y a la fragmentación, en un camino que parece mostrar su integración al circuito de poder clientelar que sigue predominando en las organizaciones alteñas. El hecho es que las instituciones políticas formales, tanto estatales como sociales, limitan una participación plena de las mujeres, que encuentra un mejor espacio en las acciones colectivas, de tal modo que éstas continúan siendo una medio favorable de expresión y participación política femenina.

La política subalterna, no es solamente la expresión de resistencia de los pueblos indígenas y originarios, también lo es de las mujeres, que encuentran en la rebelión un lugar fundamental. Pero cuando pasa la acción colectiva la participación vuelve a ser marginal en la vida cotidiana. Esta es una limitación de los movimientos sociales que debe criticarse. La democracia sin fin (Santos, 2001) debe alcanzar no sólo al Estado, sino a los propios movimientos sociales, en sus momentos formales y ordinarios, y a las mismas familias. De otro modo, la democratización será sólo aparente.

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ZIBECHI, Raúl (2006). Dispersar el poder. Los movimientos como poderes antiestatales. La Paz: Textos rebeldes.

CONTENIDOS Agradecimientos, 4 Introducción, 5 Los barrios de estudio, 9 Distribución de actividades de la protesta, 14 Vida cotidiana de las organizaciones, 20 Conclusiones, 25 Bibliografía citada, 28

CONTACTOS CON LOS AUTORES JESÚS FLORES VÁSQUEZ Correos electrónicos: [email protected] [email protected] Cel. 712 366 02 IBLIN HERBAS CUEVAS Correos electrónicos: [email protected] [email protected]