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Pascual Duarte y los asesinos en serie Elizabeth Scarlett, State University ofNew York at Buffalo Aunque se ha mantenido que la primera novela de Camilo José Cela sólo puede entenderse como respuesta a la violencia colectiva de la guerra civil española y las dos guerras mundiales, en este trabajo me atrevo a tratar su significancia en cuanto que estudio de la génesis de la violencia psicopática individual. Es verdad que cuando se publicó la obra, el término 'asesino en serie' ni siquiera se había acuñado. Pero el que me dio el permiso de relacionarlo con esta novela es Cela mismo, quien ha manifestado su creencia en que los libros siguen escribiéndose después de que los autores los entregan a la imprenta. Asimismo ha insistido en el choque entre las normas y la anormalidad como fondo del conflicto representado en la novela. 1 Hoy exploramos, por lo tanto, una de las diversas maneras en que La familia de Pascual Duarte ha seguido escribiéndose a lo largo de los cincuenta y tantos años que nos separan de su fecha de publicación. Una figura destacada, tanto de la novela del siglo XX como de las sociedades industriales e posindustriales - o, si se prefiere, moderna y posmoderna - es el asesino quien mata 'sin motivo'. Suele aplicárseles esta denominación a los que matan sin ganar nada en concreto por medio de su crimen; ni se apoderan de los bienes de su víctima ni eliminan a un rival o un enemigo personal. El matar por gusto, o por casualidad, sin apenas pensárselo, tiene un papel importante en Les caves du Vatican, de André Gide (1914). A Gide se le atribuye el mérito de haber originado 'el acto gratuito' cuando su protagonista empuja a un pasajero del tren en que los dos están viajando. 2 El asesinato gratuito se convierte en un problema filosófico en L'Etranger de Albert Camus. Las dos obras arrojan luz sobre la violencia sin motivo, mal social que ha ido desbordándose en lo que va de siglo, lo cual cuesta tanto comprender. De un modo diferente y único, La familia de Pascual Duarte ocupa una posición nada deleznable en el discurso contemporáneo sobre la violencia gratuita. La representación de Pascual parece basarse en una indagación en la génesis del asesino en serie. Aunque el término 'asesino en serie' no aparece en el habla corriente hasta la década de los setenta,' en la encadenación de crímenes de la narrativa de Cela se ve en forma embriónica el patrón que seguirán los asesinos más infames de años sucesivos. La progresión de víctimas animales a víctimas humanas, y de actos sigilosos a otros más atrevidos y abiertos, conforma al modelo observado por Joel Norris en su estudio publicado en 1988 acerca de este tipo de psicópata. 4 Con cada nueva lectura de La familia de Pascual Duarte, me admiro más de los aspectos verosímiles de su representación de un asesino en serie, tipo

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Pascual Duarte y los asesinos en serie

Elizabeth Scarlett, State University ofNew York at Buffalo

Aunque se ha mantenido que la primera novela de Camilo José Cela sólopuede entenderse como respuesta a la violencia colectiva de la guerracivil española y las dos guerras mundiales, en este trabajo me atrevo atratar su significancia en cuanto que estudio de la génesis de la violenciapsicopática individual. Es verdad que cuando se publicó la obra, el término'asesino en serie' ni siquiera se había acuñado. Pero el que me dio elpermiso de relacionarlo con esta novela es Cela mismo, quien hamanifestado su creencia en que los libros siguen escribiéndose después deque los autores los entregan a la imprenta. Asimismo ha insistido en elchoque entre las normas y la anormalidad como fondo del conflictorepresentado en la novela.1 Hoy exploramos, por lo tanto, una de lasdiversas maneras en que La familia de Pascual Duarte ha seguidoescribiéndose a lo largo de los cincuenta y tantos años que nos separande su fecha de publicación.

Una figura destacada, tanto de la novela del siglo XX como de lassociedades industriales e posindustriales - o, si se prefiere, moderna yposmoderna - es el asesino quien mata 'sin motivo'. Suele aplicárselesesta denominación a los que matan sin ganar nada en concreto por mediode su crimen; ni se apoderan de los bienes de su víctima ni eliminan a unrival o un enemigo personal. El matar por gusto, o por casualidad, sinapenas pensárselo, tiene un papel importante en Les caves du Vatican, deAndré Gide (1914). A Gide se le atribuye el mérito de haber originado 'elacto gratuito' cuando su protagonista empuja a un pasajero del tren enque los dos están viajando.2 El asesinato gratuito se convierte en unproblema filosófico en L'Etranger de Albert Camus. Las dos obras arrojanluz sobre la violencia sin motivo, mal social que ha ido desbordándoseen lo que va de siglo, lo cual cuesta tanto comprender. De un mododiferente y único, La familia de Pascual Duarte ocupa una posición nadadeleznable en el discurso contemporáneo sobre la violencia gratuita.

La representación de Pascual parece basarse en una indagación en lagénesis del asesino en serie. Aunque el término 'asesino en serie' no apareceen el habla corriente hasta la década de los setenta,' en la encadenaciónde crímenes de la narrativa de Cela se ve en forma embriónica el patrónque seguirán los asesinos más infames de años sucesivos. La progresiónde víctimas animales a víctimas humanas, y de actos sigilosos a otrosmás atrevidos y abiertos, conforma al modelo observado por Joel Norrisen su estudio publicado en 1988 acerca de este tipo de psicópata.4 Concada nueva lectura de La familia de Pascual Duarte, me admiro más delos aspectos verosímiles de su representación de un asesino en serie, tipo

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que por desgracia se ha vuelto arquetípico en los años que nos separande la primera publicación de la novela. En las clases que dicto sobre ella,es asimismo su aportación al discurso sobre la violencia moderna yposmoderna lo que suscita más interés entre los alumnos.

Me propuse entonces hace tiempo contemplar la breve y temprananovela ya clásica de Camilo José Cela a la luz del discurso actual sobre lamatanza, y ante todo, sobre el asesinato en serie. Al igual que el fenómenomismo, la literatura acerca de la violencia sin motivo ha crecido de formamarcada desde las obras mencionadas de Gide, Camus, y Cela. Hanproliferado los títulos populares escritos por los asesinos mismos, comoEn el vientre de la bestia, de Jack Henry Abbott, o Informe contra lamuerte, de Edgar Herbert Smith. Existen libros también muy vendidosescritos por sus familiares: El desconocido a mi lado, de Ann Rule, amigade Ted Bundy; El príncipe fantasmal, de Elizabeth Kendall, novia deBundy; La historia de un padre, de Lionel Dahmer, padre de Jeffrey; Heridoen el corazón, de Mikal Gilmore, hermano de Gary. Por último, hanaparecido obras de figuras literarias que se interesaron por algún casoconcreto y verdadero: tal es el caso de La canción del verdugo, de NormanMailer, o A sangre fría, de Truman Capote.

No debemos admirarnos de que en Estados Unidos los estudiantes y losprofesores estemos fascinados por el contenido brutalmente violento de laobra. Es natural que busquemos alguna clave para comprender la agresiónepisódica entre sus páginas: vivimos en un país poblado por sólo el cincopor ciento de la población mundial que no obstante alberga el setenta ycinco por ciento de sus asesinos en serie. Por lo que a mí se refiere, recuerdoen la adolescencia un miedo bien fundado a esta clase de delincuente: en mibarrio de Brooklyn el Hijo de Sam tuvo su reino de terror en los añossetenta, de modo que el toque de queda impuesto por nuestros padres teníasu razón de ser más allá de la odiada disciplina familiar, y se respetabacomo tal. Sin embargo, el gusto por Pascual y otros narradores homicidassobrepasa la búsqueda de la comprensión y lo meramente intelectual; laironía que se respira en la escritura de Cela pone de manifiesto que losmotivos del lector al gozar de tal lectura son sospechosos en sí.

La familia de Pascual Duarte ofrece al lector el deleite del delito. Pormedio del mecanismo de la sublimación, podemos encauzar y neutralizarnuestros propios impulsos violentos o antisociales, identificándonos conel malhechor o con la víctima a nuestro antojo. Parte del éxito de laprimera novela de Cela se debe a la conmoción del público, conmociónque Cela supo efectuar con sus detalles y técnicas sacadas de los libros decordel. Además, parte del considerable rechazo crítico de la misma, comola bien conocida diatriba de Juan Luis Alborg, se debe a la resistencia aadmitir el interés escabroso o morboso al reino de la literatura de primeracategoría.5 Una alternativa al ataque u oprobio con base moral ha sidola de descartar la novela como una broma de mal gusto, como ha hechoen un momento Gonzalo Torrente Ballester.6

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Sin embargo, si esta novela sigue leyéndose y estudiándose tanto alcabo de más de cincuenta años es por algo más que encierra. Y aparte desu uso magisterial de la ironía, su invitación a la colaboración del lector,7

su prosa esmerada y cristalina con ecos del siglo de oro y de la edad deplata, creo que otra gran aportación es la luz que arroja sobre la mentedel asesino y la génesis de los actos violentos. Lejos de ser un estudio secode dicha materia, el experimento se ejecuta con un sentido del humor,con plena conciencia del proceso de identificación y de los impulsosviolentos de cualquier lector. Por lo tanto, al concluir la lectura, nodebemos preguntarnos, ¿en qué medida es culpable Pascual? sino, ¿enqué medida somos Pascual?

En el discurso sobre la violencia humana, el Marqués de Sade ocupaun plano más abstracto, aunque varios asesinos de carne y hueso lo hanimitado a propósito. Para él, la tortura debe trascender una realidadbanal para hacer del exceso de dolor una liberación paradójica (ymentirosa). Por otra parte, los asesinos en serie siguen el modelo de PascualDuarte sin haber leído su historia. Es un hecho generalizado que empiezanmatando animales indefensos, y que acumulan la saña para quitarles lavida a otros seres humanos a continuación. Pascual demuestra estaprogresión; sus crímenes van en aumento de estigma social, desde layegua, su perra de caza, su rival El Estirao, (tal vez su mujer Lola), sumadre, hasta don Jesús, padre simbólico y patriarca del pueblo.*

Hay que dejar claro de antemano que la categoría de 'asesino en serie'no describe perfectamente el tipo de asesino que vemos representado enLa familia de Pascual Duarte, y el llamado asesinato 'sin motivo' tampocoes una calificación que le podamos poner sin reserva alguna. Cuando losespecialistas en criminología tienen que catalogar a un sospechoso osentenciado delincuente, le aplican la etiqueta de asesino en serie si mataa víctimas una por una, en secreto, y sin motivo aparente. Es decir, aprimera vista no se beneficia del acto perpetrado. Más adecuado seríadecir que mata por un motivo psicológico. Y sus víctimas aparecen unapor una; de otro modo sería un asesino de masas.

Como los valiosos estudios de Paul Ilie y de Carlos Jerez Farrán hancomprobado, en esta novela se trata en efecto de una cadena de asesinatoscon motivos psicológicos. Para aquél la clave reside en el puro enojoacumulado;9 Pascual es uno de los 'hijos de la ira', al igual que muchospersonajes de la literatura y el cine españoles bajo el franquismo: unopiensa además en la detonación sangrienta de la película de Carlos Saura,La caza. Para Jerez Farrán, el imperativo de mantener una apariencia demasculinidad absoluta a pesar de una aparente impotencia económica ysocial es lo que provoca el impulso homicida de Pascual. En apoyo de sutesis cita un estudio sociológico de la 'hipermasculinidad' en unos pueblosandaluces.10 Estos críticos, y otros demasiado numerosos para citar aquí, hanacertado en encontrarle una motivación psicológica al agresor. Es cierto quedicha motivación tiene dimensiones múltiples, y por lo tanto, es innecesario

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darle la razón a una sola fuente. Pero junto con lo que se nos representa dePascual como individuo, el marco social, y sobre todo familiar, tiene igualimportancia. No es en balde que el título se refiera a su familia y no sólo alprotagonista. Como observó Gonzalo Sobejano, el antihéroe es el hijodesnaturalizado de una madre igualmente desnaturalizada, y su familia es lasociedad española.11 Es más; a medida que se aleja de sus prójimos en sus actosviolentos, adquiere un creciente parecido a los asesinos en serie máscontemporáneos. Al final, cuando mata a don Jesús González de la Riva, elconde de Torremejía, ha entrado plenamente en la zona ocupada por esta clasede malhechores. La provocación es imposible de fijar en un punto; se trata detoda una vida en que el protagonista se siente provocado: la ubicua espina quese remueve y que no se arranca. El antagonista no ha hecho nada en particularpara herir o disminuir a Pascual como individuo; su pura existencia, la posiciónsocial que ocupa con respecto a Pascual, es suficiente. ¿Cómo habría sabido donJesús, por ejemplo, que Pascual y Lola habían comido lo mismo que él, salvodos o tres días más tarde, cuando aquél pescaba anguilas en el regato que pasabapor detrás de su casa? De manera que el cacique no vio el peligro que se acercabacuando Pascual vino a matarlo, incluso le sonrió. Lo inesperado de este últimoreventón violento es el vínculo más estrecho entre la historia de Pascual y ellector que se identifica con la víctima: refleja el miedo que corre por debajo de lasrelaciones humanas en la sociedad contemporánea, lo inevitable e imprevisiblede los impulsos violentos de nuestros prójimos. Sólo por ser lo que somos,podemos convertirnos en el blanco de la ira desenfrenada de un Pascual, conocidoo desconocido para nosotros.

Es esta doble vertiente, la potencial e alternante identificación de partedel lector con el asesino y con sus víctimas, la que enlaza la novela deCela con gran parte de la literatura reciente acerca de y escrito por losasesinos en serie. Mientras que los crímenes representados con detallesvividos — como el aplastamiento de El Estirado — horrorizan a los lectoresen la medida que se consideren potenciales víctimas de tales escenas, lanarrativa también se aprovecha del mecanismo humano que nos permitedisfrutar de alguna manera de lo prohibido; nos sirve de escape paranuestros propios impulsos violentos. El compadecerle al asesino puedeocurrirle incluso al lector de la vida de Ted Bundy, gracias a la perspectivacasi maternal de la autora, su amiga Ann Rule.12 Y con la novela que nosinteresa aquí, constituye un ingrediente esencial para la lectura. Se facilitaesta compasión por dos maneras principales: la descripción de la familia- y de ahí la formación - del protagonista, y el uso de sus propias palabraspara impresionarle al lector con lo inteligente, lo elocuente, y lo sensibledel narrador.

Por lo que se refiere a la primera, el cuadro de esta familia correspondecon fidelidad asombrosa a la que ahora se ha señalado como la familiapatológica, de la que proviene gran parte de los asesinos en serie. Elabuso del alcohol, la ausencia del padre, el abuso físico de los más débilesde parte de los más fuertes, la criminalidad de varios miembros de la

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familia, y la pobreza son todos aspectos de la familia no-funcional quesuelen compartir estos malhechores en común con Pascual. Cela anticipael estudio de la patología familiar y su papel en el desarrollo de una'cultura de la violencia'. De forma notable esto sirve para desmitificar laviolencia; no se trata de un monstruo sediento de sangre, ni de laencarnación de alguna maldad supernatural e incomprensible, ni de unguerrero de clases que luche por los de abajo, ni de un transgresor originaly valiente. La ira bestial de Pascual, síntoma de marginalismo y depatología familiar, desmiente la literaturización de la violencia quepodemos observar en autores como Sade, Lautréamont, e incluso Gide,Camus, y Juan Goytisolo. Tal vez este rechazo de la violencia en sí y decualquier romanticismo de la violencia sea el mensaje más humanista ypositivo que nos pueda aportar este extraño libro.

Otra faceta de la literatura de los asesinos en serie que está muy presenteen esta novela es el contraste entre una mente inteligente y la conductabrutal. Wilson teoriza que la inteligencia normal o sobresaliente de estetipo de delincuente es lo que aviva su resentimiento contra los demás,por no tener lo que ellos han conseguido con iguales o menos cualidadespersonales. No logra reconciliar sus capacidades y talentos con su faltade dignidad, y mata paradójicamente para recuperar su amor propio,para reivindicarse. Otra cosa que anticipa Cela en su retrato del asesinosin motivo, entonces, es su sentido de dignidad herida: le parece que lasociedad le ha robado la consideración que se merece por mor de suinteligencia."

Puede que Cela, ya por la década de los treinta y la de los cuarenta,haya comprendido mejor que nadie un tipo de personalidad que empezabaa surgir en su entorno y que pronto abundaría: el psicópata que cree quela vida le debe algo, y que mata episódicamente por impulso. Con todo,el autor no se deja seducir por la personalidad que ha creado, y esto lopone de manifiesto la carta de la guardia que señala la cobardía delprotagonista, además de otras pruebas textuales de sus flaquezas comohombre. Un punto de comparación bastante pertinente es la amistadque entabló el novelista norteamericano Norman Mailer con un verdaderocondenado por homicida, Jack Henry Abbott. Mientras Mailer se creabauna voz de asesino para su novela sobre Gary Gilmore, empezó a recibircartas de Abbott desde su celda. A Mailer le fascinaron el poder expresivoy la mente penetrante de Abbott, y declaró que 'De las cartas de Abbottsurgía un intelectual, un radical, un líder potencial, un hombreobsesionado con una visión de las relaciones humanas ennoblecidas enun mundo mejor que la revolución pudiera forjar'.14 La opinión de Mailerse vio burlada de pronto cuando, tras recibir su libertad gracias a la ayudadel autor, Abbott mató a un camarero en New York por haberle negadoel permiso de usar el excusado en el restaurante. Tal como ocurre en laconfesión de Pascual, las cartas de Abbott publicadas en En el vientre dela bestia desvelan el punto de vista único y emocionante del que se siente

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condenado de por vida. Detrás de su intensidad se vislumbra, sin embargo,algo inquietante en su justificación de la violencia. Ni la apología dePascual, ni el discurso militante de Abbott, resulta convincente. Por lomenos en el caso de Cela, esta falta de credibilidad parece intencional, enarmonía con el artificio que se está construyendo con el lenguaje y con laironía.

Quedan patentes, espero, la sorprendente previsión de Cela en cuantoa las matanzas con motivo psicológico, su comprensión de la evolucióndel asesino, y su percepción de la dinámica que existe entre el lector y eltexto escrito por o sobre el asesino en serie. Lejos de mostrarse atraídopor el romanticismo o por el valor transgresivo de la violencia, Cela latrata como mal social y como trastorno del carácter. Sólo puedepreocuparnos un posible dejo reaccionario en su empleo del marginalismoy el crimen: se ha sugerido que el matar por motivos psicológicos, enparticular por resentimiento contra la sociedad, es un resultado directodel pensamiento de la Ilustración, sobre todo del de Jean-JacquesRousseau.15 Este argumento afirma que el derecho a matar por defenderel amor propio proviene lógicamente del derecho a sentir orgullo y serdigno del respeto de los demás; es decir, el fallo en el discurso de laIlustración está en que uno no tiene que hacer nada por merecer el respetode los demás. En este contexto, la representación de Pascual funcionacomo crítica de los derechos del hombre apoyados por la Ilustración;Rousseau y otros pensadores no tenían en cuenta la naturaleza baja yprimitiva del hombre, la cual la confesión de Pascual recalca mejor queninguna.16 A pesar de la riqueza psicológica de esta novela, aquí noencontraremos un argumento a favor de la filosofía de la libertad ni delos derechos humanos. La familia de Pascual Duarte nos insta a apreciarmás el poder vivir a salvo de la amenaza de la violencia sin motivo que elderecho a la dignidad de un asesino, por muy apologético y elocuenteque sea.

NOTAS

1 Camilo José Cela, La familia de Pascual Duarte, edición de HaroldBoudreau y John Kronik (Englewood Cliffs, New Jersey: Prentice-Hall,1961), 'Prólogo', pp. ix-xi.

2 Según Colin Wilson, 'The Age of Murder', en Colin Wilson y DonaldSeaman (eds), The Encyclopedia of Modern Murder, 1962-82 (Londres:Arthur Baker, 1983), p. xi.

3 La novelista Joyce Carol Oates observa que apenas se utilizaba la frasecuando iban apareciendo las víctimas del 'Niñero' en Michigan en 1976:véase 'I Had No Other Thrill or Happiness', The New York Review ofBooks, 24.111.1994, 52-59.

4 Véase Serial Killers (Nueva York: Anchor, 1988).

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1 Véase Juan Luis Alborg, Hora actual de la novela española (Madrid:Taurus, 1958), p. 83.

6 Véase su Panorama de la literatura española contemporánea (Madrid:Guadarrama, 1961), p. 420.

7 Un comentario esencial sobre este aspecto es el de Dru Dougherty, 'Pascualen la cárcel: el encubierto relato de La familia de Pascual Duarte\ Ínsula,365 (1977), p. 5, p. 7.

" Aunque gran parte de los comentaristas no incluyen la muerte de Lolacomo otro crimen cometido por Pascual, las circunstancias de su muerte- 'la cogí por la cabeza ... Estaba muerta, con la cabeza sobre el pecho yel pelo sobre la cara' - junto con el desarrollo de Pascual como narradorno digno de confianza, hace que sospechemos de él sin que él nos lodesvele: Camilo José Cela, La familia de Pascual Duarte, (Barcelona:Destino, 1972), pp. 123-24. Todas las demás citas de la obra serán deesta edición y se darán entre paréntesis en el texto.

9 Paul Ilie, La novelística de Camilo José Cela (Madrid: Gredos, 1963), p.72.

10 Carlos Jerez-Farrán, 'Pascual Duarte y la susceptibilidad viril', Hispanófila,32, 2 (1989), 47-63.

" Gonzalo Sobejano, 'Reflexiones sobre La familia de Pascual Duarte1',Papeles de Son Armadans, 117 (1968), p. 26.

12 Ann Rule, The Stranger Beside Me (Nueva York: Signet/Penguin, 1980).13 Creo que León Livingstone y otros han comprobado que la carta del

transcriptor no basta para explicar la elocuencia con que se expresa Pascuala pesar de su formación; su modo de expresión forma parteinevitablemente de su caracterización: véase 'Ambivalence and Ambiguityin La familia de Pascual Duarte', en Roberta Johnson y Paul ClarenceSmith (eds), Studies in Honor of José Rubia Barcia (Lincoln, Nebraska:Society of Spanish and Spanish-American Studies, 1982), pp. 95-108.

14 Norman Mailer, 'Introduction' a Jack Henry Abbott, In the Belly of tbeBeast: Letters from Prison (Nueva York: Vintage/Random House, 1981),p. xi.

15 Así es la postura de Wilson, 'The Age of Murder', p. xx.16 Este dejo reaccionario encaja bien con otros proyectos poco progresistas

de esta novela: la nostalgia por un mundo de absolutos en cuanto a lafemineidad y masculinidad, y la homosexualidad vista como orientaciónpoco masculina. De éstos he escrito en más detalle en Under Construction:The Body in Spanish Novéis (Charlottesville: University of Virginia Press,1994).