Pastoral de Multitudes Diócesis de Texcoco ¡La Iglesia En ... · llena de la gracia divina los...

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PENTECOSTÉS 2018 ¡La Iglesia En Comunión, Con El Espíritu Santo Vive La Reconciliación! Diócesis de Texcoco Pastoral de Multitudes

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PENTECOSTÉS2018

¡La Iglesia En Comunión, Con El Espíritu Santo Vive

La Reconciliación!

Diócesis de Texcoco

Pastoral de Multitudes

Ven, Espíritu Santo,y envía desde el cieloun rayo de luz.

Ven, padre de los pobres;ven, dador de los dones;ven, luz de los corazones.

Consolador magnífico,dulce huésped del alma,suave alivio.

Descanso en la fatiga,brisa en el ardiente estío,consuelo en el llanto.

¡Oh, Luz santísima,llena lo más íntimode los corazones de tus fieles!

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PENTECOSTÉS 2018

Objetivo

Reconocer, aceptar y experimentar la presencia creadora del Espíritu Santo en la vida de la comunidad y en la vida personal.

Notas:

Se sugiere dar una cordial bienvenida a cada

uno de los asistentes y una llama elaborada con foamy u otro material de color rojo y amarillo, la cual tendrá escrito uno de los siete Dones del Espíritu Santo. Poste-riormente, esta llama nos ayudará para formar equipos de siete personas.

Para la oración y los temas se sugiere dar copias a cada participante o proyectar en PowerPoint para favorecer la participación de todos.

El coro invocará la presencia del Espíritu Santo en-tonando cantos, y posteriormente con el Veni Creator.

Oración

Ven, Espíritu Creador,visita las mentes de los tuyos;llena de la gracia divinalos corazones que tú has creado.

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Consagración al Espíritu Santo¡Oh, Espíritu Santo! Recibe la consagración perfecta

y absoluta de todo mi ser. Dígnate ser en adelante, en cada uno de los instantes de mi vida y en cada una de mis acciones, mi Director, mi Luz, mi Guía, mi Fuerza y el Amor de mi corazón.

Yo me abandono sin reserva a tus operaciones divi-nas y quiero ser siempre dócil a tus inspiraciones.

¡Oh, Espíritu Santo! Transfórmame, con María y en María, en Cristo Jesús, para gloria del Padre y salvación del mundo. Amén.

Sin tu ayudanada hay en el hombre,nada que sea bueno.

Lava lo que está sucio,riega lo que está seco,sana lo que está enfermo.

Doblega lo que está rígido,calienta lo que está frío,endereza lo que está desviado.

Concede a tus fielesque en ti confían,tus siete dones.

Dales el premio de la virtud,dales el puerto de salvación,dales la felicidad eterna. Amén.Secuencia

Tú, llamado el Consolador,Don del Dios Altísimo;Fuente viva, Fuego, Caridady espiritual Unción.

Tú, con tus siete dones,eres Fuerza de la diestra de Dios.Tú, el prometido por el Padre.Tú pones en nuestros labios tu Palabra.

Enciende tu luz en nuestras mentes,infunde tu amor en nuestros corazones,y, a la debilidad de nuestra carne,vigorízala con redoblada fuerza.

Al enemigo ahuyéntalo lejos,danos la paz cuanto antes;yendo tú delante como guía,sortearemos los peligros.

Que por ti conozcamos al Padre,conozcamos igualmente al Hijoy en ti, Espíritu de ambos,creamos en todo tiempo.

Gloria al Padre por siempre,gloria al Hijo, resucitadode entre los muertos, y alParáclito por los siglos y siglos.Amén.

reúnen nuevamente y comentan las siguientes pregun-tas.

1. ¿Qué descubrí en este tema?

2. ¿Qué necesito modificar para que la acción del Espíritu Santo, obre en mí?

3. ¿Qué necesito perdonarme? ¿A quién necesito perdonar para permitirle al Santo Espíritu actuar en mí?

A cada equipo se le proporcionará un papel bond o cartulina, marcadores y un papel en donde se indique lo que elaborará: una oración, un acróstico, una porra o una rima, con el título “Lávate siete veces”.

Una vez concluida la actividad, cada equipo la pre-sentará a todos los asistentes.

Al final se les proporcionará una hoja de Consagración al Santo Espíritu y la invocación con cantos.

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TEMA I: El Espíritu Santo vínculo de unidad.

Objetivo Reconocer la acción del Espíritu Santo en la Iglesia

como fuente de unidad.

La Palabra

Al llegar el día de Pentecostés, estaban todos juntos en el mismo lugar. De repente vino del cielo un ruido, semejante a una ráfaga de viento impetuoso, y llenó la casa donde se encontraban. Entonces aparecieron lenguas como de fuego, que se repartían y se posa-

En resumen:

Los equipos formados en la dinámica del tema I, se 24 5

el entendimiento para ampliar lo poco que conocemos. Cuando más entendimiento recibimos y más veamos a Dios, tanto más fácil será desprenderse de las cosas, porque tendremos el único tesoro. La generosidad de dar y de compartir purifica constantemente nuestros corazones. Cuanto más damos, tanto más recibiremos y veremos. Entonces el don de entendimiento empieza a operar de una forma más profunda.

Dinámica

Terminado el tema, se le dará a cada participante el cuadro “En resumen”, para el primer momento de la dinámica de este segundo tema, indicándoles que lo interioricen.

El coro puede apoyar con fondo musical que favorez-ca la interiorización; el tiempo para este momento puede ser de 10 minutos o más, si se cree conveniente.

ban sobre cada uno de ellos. Todos quedaron llenos del Espíritu Santo. Hechos 2,1-4

Desarrollo del tema

El Espíritu Santo se hace presente en la unión de los hermanos, vinculando a los seguidores de Jesús, haciendo que formen un cuerpo (la nueva Jerusalén, el pueblo liberado).

• El Espíritu Santo: vínculo de unidad.

Los cristianos no nos vinculamos para formar per-sonas nuevas en un nivel simplemente humano. Los cristianos nos unimos en un cuerpo porque nos vincula esa persona superior que es el Espíritu Santo. Por eso decimos que la verdad de nuestro amor, aquello que nos une en comunión, es el mismo Espíritu de Cristo.

Mientras sigamos en el mundo, nos hallamos en camino formando comunidades, grupos que se encuen-tran vinculados por el Espíritu de Cristo; Aquel que nos vincula desde ahora es un Espíritu de Amor que siem-pre nos desborda, un amor de gratuidad y encuentro que sólo se realiza plenamente en el misterio intra di-vino (trinitario) que nosotros “veremos” cuando vuelva Cristo.

• El camino de la fraternidad, camino en el Espíritu.

Por eso el camino de nuestra reconciliación, la unión de esas comunidades, dentro de la Iglesia ha de en-tenderse como un camino en el Espíritu: queremos ir creando pequeñas comunidades, iglesias más amplias,

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donde se superan ya las diferencias, donde el dar y recibir del Padre y el Hijo culminan en el compartir del Espíritu Santo.

Una y otra vez ese compartir suele quebrarse: volve-mos a los egoísmos, a la vida de rupturas y de divi-siones, pero nuevamente nos ponemos en camino, animados por el ideal de su fraternidad, esperando la efusión plena del Espíritu que un día nos hará cuerpo visible y pleno de Jesús.

• Unión comunitaria.

El Espíritu Santo crea la unidad, pero resulta imprescindible la entrega común de los diversos miem-bros de la Iglesia; en la experiencia del Espíritu, mi vida siendo mía, no me pertenece, está escondida en Cristo, en manos del Espíritu, es vida que yo entre-go a los hermanos, para compartir con ellos un mismo camino de esperanza, solamente así, al dar todo lo mío, puedo recibir la vida de los otros, mis hermanos.

Dinámica

A cada persona se le entregará alguna de las siguientes frases:

• “Más que nunca soy persona y diferente, en plena libertad, pero, al mismo tiempo, vive en mí el Espíritu de Cristo, que me inspira a decirte: te amo mi herma-no”, o…

• “Más que nunca soy persona y diferente, en ple-na libertad, pero, al mismo tiempo, vive en mí el Es-píritu de Cristo, que me inspira a decirte: bienvenido hermano”.

Necesitamos el don del conocimiento para ver las cosas desde el punto de vista de Dios. Necesitamos gracia para llevar a cabo el trabajo que Dios nos ha encomendado cada día, cualquiera que sea nuestra vo-cación. A veces nos sentimos frustrados porque no al-canzamos nuestros objetivos del día, pero a lo mejor, sí hicimos lo que Dios nos había encomendado. Eso solo lo sabremos si estamos todos los días en oración con Él. La oración diaria es la clave de todo esto.

7. La avaricia.

Está arraigada en el temor del desprendimiento, en el miedo de dar todo, en el miedo de dejar que se vaya lo que uno tiene. Es el temor de depender totalmente de Dios y de renunciar a la propia independencia, con-siderada como “libertad”. Es el temor de entregar la propia vida en manos del Padre.

¿Por qué es dañina la avaricia? El dinero en sí mismo es malo, pero el amor al dinero es la raíz de todos los males. Dios ha dicho: “No tendrás otros dioses delante de mí”, y es muy frecuente que el dinero y las pose-siones lleguen a ser dioses. La avaricia se manifiesta en el crimen, en cómo usamos nuestro sueldo, cómo ad-quirimos y usamos tarjetas. El dinero y las posesiones se han convertido en ídolos.

En nuestro hogar o comunidad se manifiesta en ac-titudes de acaparamiento, y Dios libre a quien trate de quitarnos algo, aunque lo necesite. Incluso este pecado lleva a traicionar a los amigos como lo hizo Judas.

El don muy especial del Espíritu Santo que puede desarraigar el pecado de avaricia es el don del Enten-dimiento es un don que nos hace “ver”. Necesitamos

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tras este ocupado, ocupado, ocupado, no tengo porque comprometerme, estoy ocupado. La raíz de la pereza es miedo de comprometerse con Dios y con la oración que nos pone en contacto con Dios. La pereza hace que no queramos comprometernos a nada, con nadie y con ningún proyecto.

Santo Tomás definía la pereza como “flojera de la

mente que se descuida del bien. Es como una tristeza oprimente que pasa sobre la mente del hombre que no quiere hacer nada” (suma teológica, 35,1) Es un amor desordenado al descanso que nos lleva a descuidar o a omitir nuestra obligación física, mental y espiritual. Hay cuatro tipos mayores de pereza:

• La pereza de la mente: Se manifiesta en la indolencia del pensamiento, en el uso inútil e indeter-minado de la mente. Podemos estar intelectualmente apáticos, dormidos o adormecidos, especialmente a la hora de la oración.

• La pereza de la voluntad: Se manifiesta cuan-do somos realmente flojos y no tomamos ninguna determinación. Es una falta de entusiasmo, en el fondo, la pereza de la voluntad es evitar las obligaciones y las cosas de las que somos responsables y que deberíamos estar haciendo.

• La pereza del cuerpo: Es retardar el paso de nuestra actividad, por tener demasiado descanso.

• Pereza espiritual: Cuando empezamos a eludir las cosas espirituales y cualquier cosa que tenga que ver con Dios; cuando empezamos a sentir disgusto por ellas, entonces estamos más receptivos para las cosas de la carne y del mundo.

Se les pedirá que lean detenidamente la frase y, pos-teriormente, le den un abrazo a cinco personas con las que casi no han convivido o incluso no conocen, dicién-doles la frase que les ha sido asignada. Mientras tanto, el coro ambientará con un canto apropiado.

DIVINO ESPÍRITU

DIVINO ESPÍRITU, BAJAD (2)Y EN LLAMAS DE AMOR,DE AMOR A TODOS ABRASAD.Y EN LLAMAS DE AMOR,DE AMOR A TODOS ABRASAD.

Así como en pentecostés.Así como en pentecostés

-derrama, Señor,aquí tu Espíritu de amor (2)Amor del Padre del Hijo (2

Infunde Señor tu luz en nuestro corazón. (2)

-Pidámosle a Dios su paz, su gracia y su perdón.

A QUE TÚ NO SABES

A que tú no sabes lo que en la Iglesia pasó (3)Fue el Espíritu Santo (3)lo que en la Iglesia se derramó.

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Se formarán equipos de siete personas.

La conformación de los equipos será a través de la llama del Espíritu Santo que se les dio al entrar. Cada equipo tendrá los siete dones, es decir, en cada equipo habrá una persona que tenga el don fe, piedad, sabi-duría, temor de Dios, etc.

Dentro de los equipos compartirán las siguientes preguntas:

1. ¿Qué me dice a mí la siguiente expresión?: “El Espíritu Santo crea la comunidad”.

2. ¿Cómo y cuándo he experimentado la presencia del Espíritu en mi familia, comunidad, grupo o mov-imiento?

3. ¿Qué actitudes favorecen la acción del Espíritu Santo en la familia, comunidad, grupo o movimiento?

si no, no íbamos a conocer la verdad. No íbamos a ser capaces de ser libres, ni de mantener esa libertad, por eso pedimos consejo.

Si vamos a seguir el consejo del Espíritu Santo es necesario que seamos sumisos. Por eso el don de con-sejo corta completamente la soberbia, porque nos hace humildes.

5. La gula.

Es miedo a la mortificación, miedo a la Cruz, miedo de menguar. Es miedo de darle muerte a mi falso yo.

Santo Tomás de Aquino define la gula como un deseo

desordenado de comer y beber (suma teológica 148). Una manera de cómo se manifiesta la gula es en tomar más de lo necesario. La palabra clave aquí es lo nece-sario. San Isidro decía: “la persona glotona se sobre-pasa en qué, cuánto, cómo, y cuándo come y bebe, de nuevo estamos hablando de sobrepasar, más de lo necesario, más de lo que necesitamos. Cuántas veces comemos y bebemos por hábito y ni siquiera caemos en cuenta hasta que terminamos de comer, y decimos: “Quedé repleto”.

El don de Fortaleza es extremadamente útil para dar muerte a nuestros caprichos y deseos. Necesitamos la fortaleza que da el Santo Espíritu para poder morir a nosotros mismos, para quitar el miedo al sacrificio y a la Cruz. El Espíritu de Dios desarraigará el pecado de gula que haya en nosotros.

6. La pereza.

Está arraigada en el temor de comprometerse. Mien-20 9

que tiene soberbia de autoridad quiere manejar la vida de los demás. La voluntad se vuelve rígida e inflexible cuando otros ejercen su autoridad porque nos sentimos superiores a ellos. “¿Acaso no saben quién soy yo?”

Otro nombre de la soberbia de autoridad podría ser soberbia de independencia, que dice: No necesito de ti, ni necesito que Dios me diga que hacer. La persona con soberbia de independencia tiene exceso de amor propio. Le gusta imponer su voluntad y es arrogante. No acepta consejos ni del Espíritu Santo.

• La soberbia de ambición: Esta clase de soberbia nos lleva a buscar puestos de ambición, pues-tos de honor, reconocimiento y alabanza. El ambicioso tiene demasiada confianza en sí mismo y en su pro-pia habilidad, tiene una imagen desproporcionada de su persona. En otras palabras, todo lo que hacemos no es para mayor gloria de Dios, sino para honra y gloria nuestra.

• Soberbia de Sensibilidad: Esta se manifiesta en personas súper sensitivas. Guardan rencores, sospe-chan de todos y son hostiles. Son fácilmente heridas y ofendidas. Si tenemos soberbia de sensibilidad nos sentiremos ofendidos de supuestas faltas de reconoci-miento, nos hace cavilar sobre agravios imaginarios.

• Soberbia de complacencia y vanidad: Esta clase de soberbia es peligrosa porque hace que nos comparemos con otros, no con Jesús.

El hermoso Don del Consejo nos ayudará a aprender, a pedir y a preguntar. Sabemos que Dios nos ayudará. En tantos pasajes de la Escritura Jesús dice: “Pidan, Pidan”. Jesús sabía que teníamos que recibir consejo,

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TEMA II: Reconcíliate, lávate siete veces.

Objetivo

Reconocer la necesidad de los dones del Espíritu Santo para limpiar el pecado que aleja del seguimiento de Cristo y daña la comunión entre los hermanos.

Enlace Una y otra vez ese compartir que escuchamos en el

primer tema suele quebrarse: volvemos a los egoísmos, a la vida de rupturas y de divisiones, que no es otra cosa que nuestros temores que nos enferman como una lepra que daña a la persona y sus relaciones fa-miliares y comunitarias; el remedio es el amor de Dios Espíritu Santo en sus siete Dones.

La Palabra Naamán general del ejército del rey de Siria, era un

hombre muy apreciado por su señor, porque el Señor le había dado la victoria a Siria por medio de él. Este hombre que era poderoso, tenía lepra. En una de sus incursiones de guerra los sirios le llevaron de Israel a una jovencita, que fue destinada al servicio de la mujer de Naamán. Ella dijo a su señora:

-¡Ojalá mi señor fuera a donde está el profeta que hay en Samaría! Él lo curaría de la lepra.

Llegó Naamán con sus caballos y su carro de guerra, y se detuvo ante la puerta de la casa de Eliseo.

Eliseo le mando decir por medio de un mensajero:-anda, báñate siete veces en el Jordán y tu carne

quedara limpia.2ª Reyes 5, 1-3

Al igual que el rey sirio Naamán, muchos de nosotros estamos enfermos de una lepra espiritual y necesita-mos bañarnos siete veces en el amor de Dios Espíritu Santo, es decir siempre.

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queramos, pero es mucho más fácil si tratamos de fi-jar nuestra atención en algo más elevado. San Ber-nardo decía si queremos apartar a alguien del azúcar, démosle miel, que es más dulce que el azúcar.

Por lo tanto, si estamos luchando con algo de nuestra naturaleza mundana -los placeres de la carne y los fal-sos amores- busquemos un amor más elevado. Dios dijo: “Amigo sube más alto” (Lc 14,10)

4. La soberbia.

Está arraigada en el temor de someter mi voluntad a la de otro, ya sea la autoridad humana o la divina. Es el temor de depender de otra persona que conoce, es el temor a aceptar que el otro sabe otras cosas que yo no sé. La soberbia está arraigada en el miedo de someter mi voluntad a la voluntad de Dios, porque voy a entrar en esa atmósfera temerosa de: “cualquier cosa que sea”, y de “no saber”. Es el miedo a lo desconocido.

Los teólogos dividen la soberbia en algunas categorías que nos ayudarán a ponerle cara, ahora las explicamos:

• La soberbia de la mente: Esta consiste en el apego de nuestros propios juicios, opiniones y pensamientos. Si tenemos soberbia de la mente huire-mos de cualquiera que tenga autoridad. La soberbia de inteligencia es básicamente negarse a aprender, estar negado a escuchar a Dios. La soberbia conduce a pecar contra la fe. Los que tienen esta soberbia solo dejan que la inteligencia llegue a la mente y no al corazón.

• Soberbia de superioridad o de autoridad: El

Te invito a escuchar con atención esta comparación de la lepra con los siete pecados capitales, vamos a pedir la luz del Espíritu Santo, para poder reconocer si hoy estamos enfermos, recordando la frase de San Irineo: “lo que no es asumido no es redimido”; parafra-seando a este santo, si no reconozco que estoy enfer-mo ¿cómo podré ser sanado?

El coro entona algunos cantos invocando al Espíritu Santo, antes de compartir el desarrollo del tema.

¡OH! DEJA

¡Oh! Deja que el Señor te envuelva en su Espíritu de Amor, satisfaga hoy tu alma y corazón.

Entrégale lo que Él te pide y su Espíritu vendrá sobre ti, vida nueva te dará.

CRISTO, ¡OH, CRISTO!,VEN Y LLÉNANOS ¡CRISTO, ¡OH, CRISTO!LLÉNANOS DE TI.

Alzamos nuestra voz con gozo,nuestra alabanza a Tí,con dulzura te entregamos nuestro ser.Entrega todas tus tristezasen el nombre de Jesús,y abundante vida hoy tendrás en Él.

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los placeres antes que a Dios. La lujuria envuelve nuestro sentido y nos lleva

a la profanación, perversión, vicio, robo, decepción, y temor de temores; se alimenta de la ociosidad, del apego, de la flojera, la comodidad y el exceso en la co-mida y la bebida.

Uno de los castigos del pecado original es la lucha contra la impureza, continúa durante toda la vida y requiere el cuidado de los sentidos, de los pensamien-tos y los deseos. Ayuda mucho el espíritu de penitencia y negarse a sí mismo, la práctica de los sacramentos y la docilidad al Espíritu Santo.

El Don del Temor de Dios nos fortalecerá y ayudará para sentir un disgusto enorme a hacer cualquier cosa que desagrade a Dios, o también a Nuestra Señora. La tercera palabra desde la cruz es la clave: “He allí a tu Madre”. Si somos niños pequeñitos, ¿no necesitamos realmente una madre? Los niños necesitan una madre.

Cuando estamos cerca de María, y nos consagramos a ella, ella nos consigue las gracias necesarias para ser puros de corazón y ser pequeños. Ella sabe ser madre. Nuestra Señora de Guadalupe, en su cuarta aparición, le dijo a Juan Diego: ¿No estoy yo aquí que soy tu Madre? ¿No estás bajo mi sombra y amparo? ¿No soy yo tu salud? ¿No éstas por ventura bajo mi regazo? Si estamos en el regazo, en el corazón de María somos su responsabilidad. Ella nos mantendrá puros.

Un remedio que nos ayuda a combatir la lujuria es

encontrar un amor más elevado, el amor de Dios. Si nos sentimos atraídos de una manera desordenada por cosas sensuales, podemos combatirlas todo lo que

Desarrollo del tema

Veremos en el siguiente discurso que cada pecado tiene como raíz un temor, y que para contrarrestarlo tenemos la ayuda de un Don del Espíritu Santo.

1. Ira.

La raíz de la ira es básicamente temor de perdonar. En último término llegaremos al temor de que si per-dono voy a ser lastimado otra vez. La ira está arraigada en el temor de perdonar y en el miedo a ser rechaza-dos. Tenemos miedo de quitar nuestra protección (la ira), porque quedaremos vulnerables y podemos ser heridos de la misma manera.

Existen cuatro niveles de ira:

• El primero es solo una emoción de ira; puede ser que haya alguien que tenga temperamento colérico o sanguinio (estos temperamentos son más propensos a estallar, como comunmente decimos “de mecha cor-ta”).

• El segundo es una ira regulada por la razón; por lo tanto, está envuelta por la voluntad. Es una ira más profunda.

• El tercero sobrepasa las fronteras de la sana razón, y allí podemos perder el control.

• El cuarto nivel es donde nuestra emoción se convierte en odio, odio contra Dios y contra el prójimo.

La ira tiene muchas caras, y en cada uno de nosotros aparecerá un poco diferente. “Por eso tene-mos que asomarnos un poco a nuestro corazón”, pidién-

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nuestra amistad con Dios y con los demás.

Cuando recibimos el Don de Sabiduría, vemos las cosas a través de los ojos de Dios. Vemos que somos muy importantes y únicos para Dios, y por eso no necesitamos tener envidia; pero mientras no le per-mitamos al Espíritu vivir en nosotros, incluso podemos tener envidia de la bondad del Señor para con los her-manos como lo expresó Jesús en la parábola de la viña, cuando les dijo directamente a los trabajadores: “¿tie-nen envidia de que yo sea generoso?” (Mt. 20,1-16)

En el libro de la Sabiduría leemos que la sabiduría entra en el alma santa y nos hace amigos de Dios, (Sab, 7,27). La sabiduría es el gran don que Nuestra Señora recibió en la Anunciación, por eso es la llena de gracia, y quien está lleno del amor de Dios, ¿qué puede envidiar?

3. La lujuria.

Está arraigada en el temor de ser niño. Es el temor de ser pequeño, porque al hacernos pequeños pasamos por el proceso de conversión y llegamos a ser puros como niños.

La lujuria causa un efecto muy poderoso en nosotros, oscurece la mente y debilita la voluntad, es muy dañi-na porque sin una voluntad fuerte no podemos hacer decisiones a la manera de Dios. La lujuria nos hace ciegos para las cosas espirituales, y si estamos ciegos no podemos ver la luz, no podemos ver la verdad; si no podemos ver la verdad, no podemos disfrutar de la libertad. Nos lleva a escoger un bien creado antes que a Dios y ponemos a Dios en segundo, tercero o cuarto lugar. La lujuria pone la creación, las cosas, la gente y

teriales o poder alguno. Es miedo de perder todo con-trol. Es miedo de abandonar el asiento de conductor. Es temor de abandonar totalmente todo. Es el temor a la sumisión total. El ansia de poder ser más que el otro obliga a la persona a desear lo que el hermano tiene o es.

Santo Tomás dice: “la envidia es dolor o tristeza por el bien del otro, porque ese bien es visto como algo negado o sustraído de la reputación o del buen nombre de la persona envidiosa”. (suma teológica 36,1) Fue la envidia la que satanás usó para tentar a Adán y Eva a que desobedecieran y pecaran (Gén 3, 1-14), por eso convenció a Eva. Satanás tenía envidia de la amistad que tenían con Dios.

El primer homicidio se cometió cuando Caín mató a Abel (Gén 4 1, 11), porque tenía envidia de la amistad que Abel tenía con Dios. La envidia entró en el rey Saúl, de hecho la escritura dice que el espíritu malo entró en Saúl, entonces Saúl intentó matar a David porque le envidiaba su popularidad, el pueblo decía: “Saúl mató a mil, David mató a diez mil. (2 Sam. 21,12)

La envidia tratará de manifestarse cuando otros re-ciben honores, reconocimiento, poder o alabanza. Ten cuidado con esos pequeños sentimientos de envidia que brotan de repente: “¿Por qué nadie me felicita? ¿Por qué nadie reconoce lo que hago?”. Podemos sen-tir envidia cuando alguien es popular o cuando alguien está escalando niveles en la vida social o en el empleo, incluso cuando vemos que un hermano es asiduo en la oración, mucho más de lo que soy yo.

La envidia siempre querrá que desobedezcamos, la envidia siempre tratará de darle muerte a la virtud, a

dole al Espíritu Santo que enfoque allí su luz para que nos muestre cómo se manifiesta la ira en nosotros; ya que tenemos vocabulario abundante para manifestar la ira, es necesario que identifiquemos las palabras que usamos para que nos ayuden a reconocer la ira en nuestras vidas.

Si alguien dice: “estoy indignado”, o “siento que están abusando de mí”, sabemos que está muy eno-jado; otras expresiones son: “me han desairado”, “es-toy furioso”, “estoy resentido”, “me siento frustrado, molesto, irritado, perturbado, provocado, contrariado, desilusionado, exasperado”, “aún estoy decepcionado”, puede ser una manera muy sutil de decir “estoy eno-jado”.

La Piedad es el Don de amar al Padre Dios, a su pueblo con todo el corazón y con toda el alma, y a nuestro prójimo como a nosotros mismos, Él nos dará la fortaleza y la gracia para perdonar y desarraigar el miedo.

Por lo general, los niños pueden perdonar fácil y prontamente, no guardan rencores. Nosotros pode-mos gustar de ese don de piedad porque ya lo hemos recibido en la Confirmación, debemos usarlo y de-jar que el Espíritu Santo lo use en nosotros para que podamos perdonar fácil y prontamente.

Necesitamos el poder del Amor Divino para perdonar. Perdonar no es natural, es sobrenatural, es un don divi-no que el Espíritu de Dios hoy te quiere regalar.

2. Envidia.

Está arraigada en el temor de carecer de bienes ma-14 15