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Paula Kuffer Dinerstein Escribir historia significa dar su fisonomía a las cifras de los años De Benjamin a Sebald a través de la historia: en torno al testimonio y la representación Directores: Dr. Jesús Adrián Dra. Begonya Saez Departamento de Filosofía Facultad de Filosofía y Letras Universitat Autònoma de Barcelona Junio del 2011 Tesis Doctoral

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  • Paula Kuffer Dinerstein

    Escribir historia significa dar su fisonoma a las cifras de los aos

    De Benjamin a Sebald a travs de la historia: en torno al testimonio y la representacin

    Directores:Dr. Jess Adrin

    Dra. Begonya Saez

    Departamento de Filosofa Facultad de Filosofa y Letras

    Universitat Autnoma de BarcelonaJunio del 2011Tesis Doctoral

  • Niemand zeugt fr den ZeugenPaul Celan

    A todos los que no pudieron decir y nos dicen

  • ndice

    Agradecimientos, 9

    Nota sobre las citas, 10

    Introduccin, 11

    Primera Parte

    Tiempo y memoria en Walter Benjamin: el concepto de historia, 31

    1. Walter Benjamin, bajo el signo de Saturno, 33

    2. Desmontando la historia, 37

    3. La historia, siempre la historia: los tres paradigmas benjaminianos, 45

    3.1. No Platn, sino Adn, o el momento teolgico, 45

    3.2. Fue realmente Signorelli el precursor de Miguel ngel?,

    o la indocilidad de la esttica, 55

    3.3. La escritura de la historia, un heraldo que invita a los difuntos

    a la mesa, 67

    3.3.1. El historiador, interpretador de los sueos, 69

    3.3.2. Leer lo que nunca fue escrito, 77

    3.3.3. El don de encender en lo pasado la chispa de la esperanza, 83

    3.3.4. Una cita secreta con las generaciones pasadas, 89

    3.3.5. Memoria y tragedia, 95

    3.3.6. Jetztzeit, o el estallido del continuum, 99

    3.3.7. El instante de un peligro, 109

    3.3.8. La aparicin del objeto histrico, 113

    3.3.9. Ruinas sobre ruinas, 119

    3.3.10. El tiempo de la posibilidad, 127

  • Segunda Parte

    Testimonio y representacin: tentativas sobre Sebald, 135

    1. La tica del testimonio, 137

    1.1. La verdad de la laguna, 137

    1.2. Imaginar lo inimaginable, 147

    2. El imperativo de la representacin, 161

    2.1. Apologa de la representacin: la escritura de los silencios, 161

    2.2. Imagen y origen: la escritura de la historia, 171

    3. Tentativas sobre Sebald, 185

    3.1. Sebald, escritor benjaminiano de la historia, 185

    3.2. Ms ac de la historia, ms ac de la ficcin: ausencias, 201

    3.3. De la melancola: resistencia y responsabilidad, 217

    3.4. Potica en suspenso: el tiempo, 231

    3.5. Todo es montaje: la cita, 243

    3.6. De la fotografa o la invisibilidad, 261

    Conclusiones, 273

    Bibliografa, 285

  • 9Agradecimientos

    El desarrollo de esta tesis doctoral no habra sido posible sin el apoyo

    de la beca del Programa dAjuts per a la Contractaci de Personal Investi-

    gador Novell (FI) de la Secretaria dUniversitats i Recerca del Departament

    dEconomia i Coneixement de la Generalitat de Catalunya i del Fons Social

    Europeu, y el soporte del proyecto de investigacin Gua de Ser y tiempo

    de Martin Heidegger, financiado por el Departamento de Ciencia y Cultu-

    ra de Espaa (Ref. FFI 2009-13187 FISO). Asimismo, quiero agradecer al

    Departamento de Filosofa de la Universitat Autnoma de Barcelona por la

    formacin y el sostn recibidos durante mis estudios y la redaccin de este

    proyecto, y muy en especial a mis directores, Jess Adrin y Begonya Saez. Y,

    por supuesto, a todos aquellos que me han acompaado con su entusiasmo y

    confianza a lo largo de todos estos aos.

  • 10

    Nota sobre las citas

    El ttulo de este estudio corresponde a una cita de Walter Benjamin que

    se encuentra en el Libro de los pasajes, [N 11, 2].

    La traduccin de las citas provenientes de las obras y artculos que apa-

    recen a lo largo de este estudio, siempre que el ttulo se mencione en la lengua

    original, deben atribuirse a la autora del trabajo.

  • 11

    Introduccin

    El presente trabajo de investigacin expone una lectura crtica de la

    filosofa de la historia de Walter Benjamin, presentando su actualidad y su ca-

    pacidad iluminadora en la obra del escritor W. G. Sebald, en la que destaca su

    preocupacin especial por el pasado reciente y un compromiso afn a la pro-

    puesta de representacin del pasado que el filsofo alemn plantea a lo largo

    de su obra, y en particular en ber den Begriff der Geschichte (Tesis de filosofa

    sobre la historia), de 1940. La radicalidad del planteamiento de Benjamin,

    su terrible contemporaneidad, encuentra un lugar idneo de expresin y de

    accin en la puesta en obra de determinados trabajos artsticos. No se trata

    tan solo de mostrar su comprometida posicin sino tambin de identificarla y

    estudiar los mecanismos de traslacin de un discurso filosfico a un discurso

    artstico contemporneo sobre la historia, como es el caso de la narrativa de

    Sebald.

    El escritor alemn W. G. Sebald (1944-2001) ofrece en su obra un ex-

    ponente esencial de la preocupacin por el pasado y de su estrecha relacin

    con el presente. En su peculiar literatura una compleja mezcla de gneros

    como el ensayo, la novela, la literatura de viajes y la poesa se plantean

    como cuestiones principales y estructuradoras la errancia, el destierro y el

    exilio, las relaciones entre los vivos y los muertos, su reminiscencia y nuestro

    desarraigo. Su estilo indirecto y tangencial aporta una innovadora e interesan-

    tsima alternativa a toda la anterior literatura sobre la Segunda Guerra Mundial

  • 12

    y sus secuelas y ofrece una indudable reflexin moral sobre la escritura como

    memoria en la que se intenta relacionar lo que pudiera parecer contradictorio:

    los sentimientos personales y los recorridos objetivos de la historia.

    En un primer momento, esta investigacin pretende centrarse en el

    concepto de historia como forma de rememoracin que se desarrolla en la

    obra tarda de Walter Benjamin, y que en este sentido puede considerarse el

    ltimo eslabn de un problema que atraviesa todo su recorrido intelectual. Si

    bien es cierto que este filsofo alemn fue un visionario en muchos aspectos,

    tambin podra decirse de su proyecto de memoria. Las Tesis de filosofa de la

    historia se presenta como un texto no slo politizado, sino de carcter emi-

    nentemente poltico. Una declaracin en tiempos de crisis que ataca todos

    los frentes. Esta primera aproximacin filosfica permitir, en un segundo

    momento, exponer cmo Sebald se hace suyas las reivindicaciones benjami-

    nianas a la hora de representar la historia en su narrativa, lugar privilegiado

    en que se escribe la historia, cierto tipo de historia, pero sobre todo espacio

    de actualizacin de las ilusiones perdidas.

    La categora fundamental de la filosofa de la historia benjaminiana est

    lejos de presentarse como un discurso de legitimacin del presente con vistas

    a un futuro, sino que se articula alrededor del concepto de rememoracin,

    el cual vertebra no slo su crtica a los postulados del moderno historicis-

    mo fiel servidor de la ideologa del progreso a la que el filsofo pretende

    desenmascarar y dar respuesta, sino que asimismo fundamenta una nueva

    filosofa de la historia, o, dicho con mayor propiedad, una nueva experien-

    cia de la historia. Ciertas obras de arte, entendidas como lectura, como el

    momento crtico y peligroso que subyace a toda lectura, y entendidas como

    ejercicio rememorativo, permiten esa otra escritura de la historia, esa otra

    experiencia aludida por Benjamin. Pues en la rememoracin no est en juego

    el altisonante relato pico de los vencedores sino las voces silenciadas de las

    vctimas arrolladas por la lgica del progreso.

  • 13

    Cmo debemos enfrentarnos a las luchas fracasadas, al dolor que acu-

    mula el pasado y sobre el que se construye nuestro presente? Basta el mero

    recuerdo de las vctimas, basta honrarlas con monumentos y discursos, de

    piedad, de empata e incluso de arrepentimiento? Y en el caso de que haya

    arrepentimiento, qu aporta, existe restitucin posible? Toda esa trama dis-

    cursiva, tanto de vctimas como de verdugos, va a permitir romper con la

    continuidad opresora, va a lograr evitar la repeticin? Recordar para que no

    se repita la barbarie, nos dice Adorno.1 Pero quin debe recordar? Los su-

    pervivientes, los descendientes de las vctimas, los verdugos? Y sobre todo,

    es suficiente el mero recuerdo?

    La perspectiva tica benjaminiana, su compromiso con la voz de los

    vencidos, se presenta como un lugar adecuado desde el que abordar la

    escritura de la historia en la obra de arte contempornea, entendindola

    como ejercicio tico que se inscribe en el presente y que permite establecer

    una distincin fundamental entre rememoracin y conmemoracin. Benja-

    min apela a la responsabilidad del presente para con su pasado, una relacin

    que en ningn caso se fundamenta en la empata, sino ms bien en la rabia

    que nos inspiran las injusticias del pasado.2 En este sentido, la obra de arte

    no se entiende como espacio articulador de una reconciliacin, que pasa-

    ra por una toma de conciencia del dolor y de la culpa, como si ya nuestro

    recuerdo de las vctimas fuera un acto de justicia. Si se tratara tan solo de

    conjurar el dolor de las vctimas, de convertir el sufrimiento en contenido

    de memoria, se llegara a una materialidad densa, compasiva, morada del

    grito de dolor, algo sin duda necesario. Sin embargo, desde la filosofa de la

    historia benjaminiana, no podemos apelar al arte como una forma de subli-

    1. El conocido dictum adorniano dice as: Hitler ha impuesto a los seres humanos en su estado de falta de libertad un nuevo imperativo categrico: reorientar su pensamiento y su accin de tal modo que Aus-chwitz no se repita, que no vuelva a ocurrir nada semejante. T. W. Adorno, Negative Dialektik, pg. 358.

    2. Benjamin habla de una clase vengadora y liberadora, de la escuela del odio y la capacidad de sacrifi-cio, que se nutren ms con la imagen verdadera de los abuelos esclavizados que con la imagen ideal de los nietos liberados [] El dicho ningn honor al vencedor, ninguna compasin con el vencido resulta tan impactante porque pone el acento de la solidaridad en los hermanos muertos y no en los que nacern despus.W. Benjamin, [Benjamin Archiv, Ms 466r], citado en R. Mate, Medianoche en la historia, pg. 312.

  • 14

    macin del dolor individual o colectivo, porque Benjamin hace de la clase

    oprimida, de aquellos que han quedado sin voz porque han muerto, preci-

    samente de aquellos que nunca pudieron escribir su historia, el sujeto de la

    historia. El historiador debe elegir su pasado: crearlo. Elige una tradicin,

    la de los oprimidos, la de su muerte y sus fracasos, para actualizarla en el

    presente. Una eleccin que sin duda no es ajena a la tica. Esa es la ruptura

    a la que apela, a la que conmina al historiador. El ejercicio de la escritura

    de la historia se presenta entonces como un gesto poltico que apunta a la

    transformacin.

    Debemos entender la obra de arte, desde la filosofa de la historia ben-

    jaminiana, como aquel espacio testimonial en el que se nos muestra la dia-

    lctica entre los hundidos y los salvados, aquel espacio en el que debemos

    leer lo que nunca fue escrito,3 como hace el historiador verdadero segn

    Benjamin. Una lectura cargada de dinamita poltica, una escucha de esa voz

    silenciada que insta a la reanudacin de las luchas por las que esas vctimas

    fenecieron. Un silencio que marca el rumbo de la accin poltica. La obra de

    arte es un primer gesto que da voz, pero por s misma no ofrece restitucin.

    La mera expresin no hace justicia al dolor.

    No cabe duda de que toda filosofa de la historia se enfrenta al proble-

    ma de la representacin, de la exposicin de los hechos del pasado. En este

    sentido, cabe entender que la filosofa de la historia benjaminiana no ofrece

    una mera reflexin sobre el mtodo historiogrfico, pues lo que est en jue-

    go se enmarca en el terreno de lo poltico y, por tanto, de la actualidad. La

    comprensin y la experiencia de la historia son un gesto de interpretacin

    y comprensin del propio presente, aunque no menos de legitimacin. El

    progreso categora fundamental de las filosofas modernas de la historia

    que apela a valores universales est atravesado, ms all (o ms ac) de la

    ilusin de omnipotencia de la tcnica, por la mcula de la muerte y el sufri-

    miento de millones de personas, fuera del alcance de cualquier concepto o

    3. Ibd., pg. 313.

  • 15

    universalizacin. Resulta esencial plantearse la responsabilidad del presente

    no slo para con su futuro topos clsico de la utopa que Benjamin invier-

    te sino fundamentalmente para con su pasado.

    Enfrentarse a la escritura de la historia reciente supone, sin duda, pre-

    guntarse por las formas de representacin de lo terrible y su transmisin. El

    mito del progreso, vinculado a un siempre mejor por venir que legitima todo

    crimen del pasado y del presente, reforzado en la modernidad por el estallido

    de la tcnica y la relacin de explotacin con culturas a las que juzga inferio-

    res, no slo condena al desprecio y la miseria, sino, en la exposicin del pasa-

    do que se hace a partir de este modelo, a la segunda muerte del olvido. Nues-

    tro pasado reciente, quiz por esa macabra filiacin entre tcnica y barbarie

    en el siglo xx, resulta tristemente abrumador. Sin embargo, la escritura de la

    historia benjaminiana no propone una mera conmemoracin de los vencidos,

    sino que apunta, en la rememoracin que va ms all del recuerdo, a la

    transformacin, a la actualizacin.

    Esta distincin resulta de especial importancia en un momento como

    el actual, en el que son muchos los presentes que deben mirar cara a cara

    las atrocidades de su pasado prximo, no slo para conjurarlas sino para re-

    presentrselas. Hoy ms que nunca, cuando afloran por doquier los museos

    contra el olvido y los monumentos de las vctimas, hoy que convivimos con

    discursos de culpa y arrepentimiento, el presente no debe dejarse hechizar

    por narrativas autocomplacientes, por algo as como una inflacin narrativa

    que acabe por convertirse en otro de los rostros del olvido. Tampoco se trata,

    por supuesto, de construir un presente a base de decretos y leyes (memorias

    que se quieren histricas?: una memoria que apela al futuro quiz no pueda

    ms que convertirse en puro discurso de legitimacin).

    Es reciente sin duda esta preocupacin por la memoria que en los lti-

    mos tiempos se perfila como una inquietud fundamental de sociedades que

    hasta hace poco estaban marcadas por una tendencia a privilegiar el futuro.

    Con la descolonizacin y el surgimiento de nuevos movimientos sociales en

  • 16

    busca de historiografas alternativas, hacia 1960 aparecieron nuevos discursos

    de la memoria.4 Tambin a partir de la dcada de los ochenta cobr cada vez

    ms protagonismo el debate sobre el holocausto. Por un lado, ste se hizo

    escuchar en la voz de los propios supervivientes. La necesidad de testimoniar

    ya se haba manifestado como un deber con el que casi toparon en forma

    de imperativo autores como Levi, Antelme o Amry recin regresados de la

    experiencia concentracionaria. Otros, sin embargo, quiz necesitaran del si-

    lencio y el olvido para recomponer sus vidas despojadas y recuperar la voz y

    la humanidad que les haban arrebatado. Otro caso ms prximo, sin duda, es

    el de la Guerra Civil espaola. Quiz porque son pocas ya las voces de aquella

    poca que siguen entre nosotros no deba sorprender la explosin de memo-

    ria que atesta el presente, pues se nos presentan como un hilo de Ariadna

    que no se va a poder seguir por siempre. Relatos que no slo nos permiten

    entender nuestro pasado y presente, sino que esencialmente lo constituyen.

    No es de extraar que tambin los poderes estatales, que han organiza-

    do conmemoraciones pblicas con todo tipo de eventos internacionales,5 ha-

    yan tomado la palabra para construir un discurso pblico sobre la memoria,

    ya sea desde la posicin de vctimas o de verdugos. Aun y las coincidencias,

    cabe distinguir claramente entre el discurso personal y el social, y preguntarse

    por los usos y abusos de los testimonios autobiogrficos, y sus omisiones,

    en la construccin del discurso pblico de la memoria, del mismo modo que

    resulta de suma importancia distinguir entre la mera conmemoracin auto-

    complaciente que convierte a las vctimas en una cifra vaca, en un desliz

    del proyecto ilustrado y que no acta sino como recuerdo encubridor de las

    mismas injusticias hoy presentes y la actualizacin de lo fracasado a la que

    apunta la rememoracin benjaminiana. Frente a la alegre historiografa po-

    sitivista del siglo xix que anunciaba un futuro siempre mejor, el siglo xx nos

    4. A. Huyssen, En busca del futuro perdido, pg. 14. Vase, por ejemplo, entre la abundante bibliografa, Guha, R. y Spivak, G. Ch., Selected Subaltern Studies.

    5. Algunos ejemplos podran ser la conmemoracin de la Kristallnacht en 1988, la invasin de Norman-da, conmemorada espectacular y mediticamente en 1994 o el mismo fin de la Segunda Guerra Mundial en 1995.

  • 17

    enfrenta no a su fracaso sino a la plena realizacin de tal proyecto, el de una

    comunidad que deja atrs a sus vctimas.

    La realidad contempornea impone una temporalidad extremadamente

    cuantitativa (cuanto ms cuantificada ms fcil resulta su mercantilizacin),

    y en este sentido no difiere de aquella temporalidad de la que se apropiaba

    la ideologa del progreso contra la que Benjamin arremeta. El concepto de

    tiempo que rige nuestro presente no es sino el mismo, un tiempo homog-

    neo y vaco que da como resultado una historia lineal, causal y cuyo correlato

    sigue siendo la creencia en el progreso. Una forma vaca que va sumando

    instantes, en la que los acontecimientos se acomodan y ocupan un presente

    cada vez ms fugaz. Vivencias atentas al objetivo, prestas a ser captadas por

    un ojo metafsico que nos confirme que estuvimos ah, que construyan nues-

    tro recuerdo exgeno, que ofrezcan una felicidad instantnea y de consumo

    rpido. Cabe entrever aquellas obras de arte que apuntan a la rememoracin,

    como es el caso de la obra de Sebald, no slo como un espacio de denuncia

    y resistencia, sino tambin y sobre todo como un espacio capaz de generar

    una nueva temporalidad, y con ello, una nueva concepcin y experiencia de

    la historia, otra representacin del pasado.

    No se trata, pues, de asegurar el futuro, segn la mxima moderna, sino

    de una conciencia del tiempo que asuma la responsabilidad ante el pasado. El

    estallido de la memoria, apoyado en las nuevas tecnologas, va, a la par, acom-

    paado por una escalada del olvido. Memoria y olvido estn indisolublemente

    ligados. Y parece ser que la obsesin meditica por la memoria no hace ms

    que disparar un temor al olvido. Cuanto ms opera el imperativo de la memo-

    ria, ms se dispara la necesidad de olvidar en esta deriva de significantes his-

    tricos que apremian a recordarlo todo. Un discurso social neurotizado que

    no pretenda sino emular a Funes el Memorioso vive sobre todo sometido al

    pnico del olvido, pero, paradjicamente, parece incapaz de recordar. Porque

    un recuerdo comprometido con el pasado no se cuestiona su capacidad de

    abarcar la sucesin de todos los acontecimientos para desgranarlo como

  • 18

    un rosario entre los dedos,6 ni pretende establecer un nexo causal entre los

    distintos momentos histricos: se plantea la representacin que se hace de

    ste, el modo en que los acontecimientos se hacen inteligibles, pues la historia

    se construye en el acto mismo de relatarla, y este relato, en el que el pasado se

    convierte en historia, se constituye y obedece al presente del historiador. La

    eleccin del objeto histrico, pero, no debe someterse al deseo de asimiento

    archivstico y acumulativo sino al compromiso con el pasado, porque es la

    imagen que el historiador se hace del presente la que determina su visin

    del pasado. La inteligibilidad histrica se muestra ajena a la mecnica de la

    causalidad, pues sta surge a partir de la eleccin que hace el historiador, que

    debe captar la constelacin que permita que el presente entre en relacin

    con otra poca anterior concreta, a travs del encuentro, estableciendo una

    suerte de afinidad, entre un momento del pasado y el presente en el que se

    sita el historiador. Frente a la historia visible que transmite la epopeya pica

    de los vencedores, se dibuja el rastro de la historia secreta de los vencidos,

    transmitida de generacin en generacin, que obliga al historiador a adoptar

    un modelo de interpretacin diferente.

    No se trata de construirnos un relato que consuele al presente de las

    vertiginosas transformaciones que lo acechan, del tiempo y el espacio, con ar-

    chivos y museos que ante nuestra fragilidad nos ofrezcan una compensacin,

    sino de la construccin de un relato histrico que atienda a las vctimas del

    pasado, porque, como dice Benjamin, stas no dejarn de morir hasta que el

    vencedor no deje de vencer. S, hay vencedores y hay vencidos. Hay hundidos

    y hay salvados. Y la rememoracin es capaz de actualizar en el presente los

    fracasos de esas voces arrolladas por la lgica del progreso. La escritura de la

    historia es, pues, una cuestin de tica y moral comunitarias.

    La filosofa de la historia benjaminiana ocupa un lugar muy peculiar en-

    tre las filosofas de la historia. Estamos acostumbrados a pensar en la historia

    como una sucesin de hechos objetivos y cerrados que tuvieron lugar en el

    6. W. Benjamin, Tesis de filosofa de la historia, Tesis A. (En adelante, cuando se cite este texto, nicamente se har referencia a la tesis en cuestin.)

  • 19

    pasado. No nos cabe la menor duda de que la historia la escriben los ven-

    cedores y que se trata de un discurso de legitimacin del presente. Solemos

    pensar que a medida que pasa el tiempo hay un progreso, que las cosas mejo-

    ran, que tienen una finalidad y un sentido. Una historia que se escribe desde

    esta perspectiva presenta un relato que encadena causalmente los hechos, y

    por lo tanto establece una continuidad lineal y una necesidad entre ellos. Uno

    de los mximos exponentes de esta visin de la historia sera Hegel con su

    famosa sentencia: todo lo real es racional y todo lo racional es real.

    No importa cul sea la finalidad a la que aspiran las filosofas de la histo-

    ria que se apropian de esta perspectiva: ya sea el desarrollo del espritu hacia

    la conciencia de su libertad o ya sea la sociedad sin clases del marxismo. La

    cuestin es que se trata de filosofas que atienden a un futuro que acontecer

    necesariamente, y aunque este futuro sea una promesa de felicidad, sta siem-

    pre queda aplazada para ms adelante. Qu consuelo ofrece a las vctimas

    la filosofa de la historia hegeliana, por ejemplo? Ninguna: es una historia

    escrita por y para los vencedores. Desde la ideologa del progreso slo se

    escribe una historia narcisista, estandarte del nihilismo, pues convierte a los

    muertos en pura nada, en vctimas necesarias para llegar a un final concreto,

    el reino de Dios, la autoconciencia del espritu o la sociedad sin clases. Son

    filosofas de la historia que no vuelven la vista atrs, que slo tienen mirada

    para el futuro. La ideologa del progreso nos presenta una historia optimista,

    un camino permanente hacia la realizacin final de la humanidad, que tiende

    a excluir los fracasos, incluso en la versin hegeliana, que incluye la muerte

    y la tragedia y los procesos negativos como un motor hacia una etapa final

    positiva de autoconciencia y libertad.

    La filosofa de la historia de Benjamin se enfrenta a tal visin. El suyo

    es un aviso: la lgica de la ideologa del progreso lleva inevitablemente a la

    catstrofe. Y no se equivoc. Si su filosofa de la historia sigue resultando tan

    actual es porque vivimos sometidos a la misma situacin. Eso no significa

    que la suya sea una mirada tangencial: la memoria de los vencidos es la que

  • 20

    revela la verdad de la historia, pues est consagrada a no olvidar nada: ni el

    reino de los poderosos del que es vctima ni la tradicin de la vctimas que

    debe perpetuarse. Se trata de una filosofa de la historia que pretende salvar a

    los muertos, pero no slo del olvido, no slo pretende recordarlos y conme-

    morarlos, sino actualizar sus luchas en el presente. Otras filosofas de la histo-

    ria, como en el cristianismo o incluso en el marxismo, atienden a las vctimas.

    Pero todas ellas ubican la utopa en un futuro. Benjamin, en cambio, vuelve la

    vista atrs: la utopa est en el pasado. Aquello que la historia ha establecido

    puede ser modificado por la rememoracin, que es capaz de hacer de lo no

    consumado, es decir la felicidad, algo consumado, y de lo consumado, el do-

    lor, algo no consumado.7 Como dice en la segunda de sus Tesis de filosofa de la

    historia: En la representacin de felicidad resuena inexorable la de redencin.

    Y lo mismo sucede con la representacin del pasado que se hace la historia.

    El pasado lleva consigo un ndice secreto que lo reconduce a la redencin.

    La rememoracin, por ejemplo, es una de las tareas del enano teolgico ocul-

    to en el materialismo del que Benjamin habla en la primera de las tesis, donde

    de entrada se presenta esta asociacin paradjica entre materialismo y teolo-

    ga. En una de las anotaciones del Libro de los pasajes, dice sobre la historia: La

    historia no es slo una ciencia sino tambin y no menos una forma de reme-

    moracin (Eingedenken). La rememoracin puede modificar lo que la ciencia

    da por definitivamente establecido.8 Esto es teologa, acepta Benjamin,

    pero aade: En la rememoracin hallamos una experiencia que nos impide

    comprender la historia de un modo fundamentalmente ateolgico.9 Reme-

    moracin y redencin son dos de los conceptos fundamentales de la nueva

    filosofa de la historia que propone.

    A lo largo de su recorrido, la pregunta por la historia atraviesa toda la

    obra de Benjamin. Encuentra diversas respuestas, pero todas ellas pretenden

    enfrentarse a un modelo de tiempo regido por la causalidad y la linealidad

    7. W. Benjamin, Libro de los pasajes, [N 8, I], pgs. 473 y 474.

    8. Ibd.

    9. Ibd.

  • 21

    para formular un nuevo concepto de tiempo que fundamente una nueva idea

    de historia, que Benjamin saba que constituira una desconcertante novedad.

    En un primer momento, marcado por un prisma teolgico, la relacin del

    hombre con el lenguaje es la que define el sentido de la historia, como se

    presenta en la obras Sobre el lenguaje en general y sobre el lenguaje de los humanos,

    donde la historia se entiende como un proceso de decadencia, y en La tarea

    del traductor, en la que se plantea como un proceso hacia la realizacin utpica.

    En un segundo instante, que no reniega del primero sino que lo integra, Ben-

    jamin encuentra en el paradigma esttico un modelo discontinuo del tiempo

    en la relacin de las obras de arte por su carcter especfico e irreductible

    que da lugar a lo original con la realidad histrica. Sin embargo, su formu-

    lacin ms contundente de una nueva escritura de la historia se opera en el

    momento en que la instancia del presente del historiador se entiende como

    una instancia poltica, cuya exposicin ms explcita se halla en su ltima

    obra, las Tesis de filosofa de la historia. No son nicamente una propuesta po-

    ltica, pues en sta se integra tambin una nueva teora del conocimiento.10

    Como el propio Benjamin dice en una carta a Horkheimer, sus trabajos so-

    bre la historia y el progreso no pueden no tener consecuencias en la teora

    del conocimiento.11 Entre tiempo y conocimiento se plantea una relacin

    ineludible: la crtica que hace al progreso es en nombre de un tiempo ahora

    (Jetztzeit), opuesto al tiempo continuo, y eso afecta al modo y al contenido del

    conocimiento, opuesto al modo de ver del positivismo. La nocin comn de

    realidad queda alterada, pues ya no se trata de lo que ha sucedido, de lo que

    ha sido (segn la formulacin hegeliana: das Wesen ist das Ge-wesene). Para Ben-

    jamin, ms all de la facticidad, el fracaso, la voz de los vencidos, sigue siendo

    una posibilidad. Y de ah que el sujeto de ese conocimiento sea el oprimido.

    La visin mesinica de la poltica apunta en esta direccin; la redencin, sin

    10. Adorno dice de las Tesis de filosofa de la historia que resumen por as decirlo las consideraciones de teora del conocimiento cuyo desarrollo ha acompaado el esbozo de los pasajes. Adorno, Sobre Walter Benjamin, pg. 24.

    11. Carta de Benjamin a Adorno del 24 de enero del 1939, GS, I, 3, pg. 1225.

  • 22

    duda, es un concepto que va ms all de lo poltico, que traspasa el umbral

    de lo poltico y da lugar a esa cita secreta con las generaciones pasadas de la

    que habla Benjamin en sus tesis. De ah que se trate de leer lo que nunca fue

    escrito. Y de ah que en la rememoracin se d la relacin con ese pasado

    truncado, y aparezca una chispa de esperanza. El orden mesinico es el que

    se ocupa no ya, no slo de la felicidad de los vivos, sino de la de los muertos.

    El problema del historicismo sera que no logra cumplir su propsito de con-

    tarlo todo. No es en la empata, con los vencedores, pero tampoco con los

    vencidos, como se escribe la historia. La falsa universalidad de esta visin de

    la historia queda denunciada por Benjamin. se es el giro copernicano que

    practica el filsofo: Los hechos histricos pasan a ser lo que ahora mismo

    nos sobrevino: constatarlos es la tarea del recuerdo.12 Por eso lo histrico no

    versa sobre la reconstruccin del pasado, sino sobre su construccin en el

    presente. En Benjamin la aparicin de lo mesinico apunta a la redencin, a

    la posibilidad de felicidad de las voces acalladas de los muertos, de todos los

    vencidos arrollados por la lgica progresista de la historia, en el acto de la

    rememoracin. La historia es rememoracin, s, pero de las ilusiones fracasa-

    das, sumidas en la nada del silencio. Tal constatacin, tal construccin, es la

    que se opera en la obra de Sebald.

    Toda filosofa de la historia propone un concepto de tiempo. Benjamin,

    frente al tiempo homogneo y vaco, que remite a una concepcin cuantita-

    tiva del tiempo como factor de medicin que da como resultado una historia

    lineal, causal, y cuyo correlato histrico es la creencia en el progreso, presenta

    una desformalizacin del tiempo cuantitativo, una experiencia subjetiva del

    tiempo. La percepcin del tiempo como una forma vaca en la que los acon-

    tecimientos de la vida psquica se van alojando haba sido cuestionada por

    san Agustn, y desde principios de siglo xx, por Bergson, y a partir de premi-

    sas diferentes, por Husserl y luego Heidegger. Benjamin aplica el principio

    de esta desformalizacin al anlisis del tiempo histrico, mostrando que el

    12. W. Benjamin, Libro de los pasajes, h2, pg. 875.

  • 23

    pasado, el presente y el futuro no son segmentos sucesivos de una lnea con-

    tinua sino que representan tres estados especficos de la conciencia histrica.

    No se puede seguir hablando, como el historicismo, de una historia universal

    que procede por adicin. Moviliza a la masa innumerable de hechos del

    pasado para llenar el tiempo homogneo y vaco.13 Un tiempo cualitativo

    implica una discontinuidad, supone que se atienda a las rupturas y a las crisis

    frente a la aparente continuidad del relato de los vencedores. A la continuidad

    temporal de la ideologa del progreso, Benjamin opone el advenir disconti-

    nuo, puntual e instantneo del tiempo histrico. Discontinuidad del tiempo, y

    tambin del relato. Pues esta discontinuidad no se puede manifestar en forma

    de relato, sino de imagen, en las imgenes dialcticas, que son una conjuncin

    entre pasado y presente en la que no hay relacin causal, sino un salto. Ima-

    gen, para Benjamin, es esta dialctica en reposo. No es slo que la escritura

    de la historia benjaminiana se d en forma de imagen dialctica, sino incluso

    la propia constitucin del objeto histrico se da en la imagen dialctica.

    Las imgenes dialcticas son, pues, el fenmeno original de la histo-

    ria, permiten a los diferentes elementos del pasado recibir un grado de

    actualidad superior al que tuvo en el momento de su existencia.14 La historia

    depende de un ahora, donde slo puede advenir la legibilidad o cognoscibili-

    dad de las imgenes dialcticas, un ahora que est estrechamente relacionado

    con el momento del despertar. El ndice histrico de las imgenes, apunta

    Benjamin, no slo dice a qu tiempo determinado pertenecen, dice sobre

    todo que slo en un tiempo determinado alcanzan legibilidad. Y ciertamente,

    este alcanzar legibilidad constituye un punto crtico del movimiento en su

    interior. Todo presente est determinado por aquellas imgenes que le son

    sincrnicas: todo ahora es el ahora de una determinada cognoscibilidad. En

    l, la verdad est cargada de tiempo hasta estallar. La imagen leda, o sea, la

    imagen en el ahora de la cognoscibilidad, aade, lleva en el ms alto grado

    13. W. Benjamin, W. Benjamin, Gesammelte Schfriften I, 2, pg. 102.

    14. W. Benjamin, Libro de los pasajes, [K 2, 3], pg. 397.

  • 24

    la marca del momento crtico y peligroso que subyace a toda lectura. En

    este sentido, Benjamin se distancia de Heidegger, pues dice que ste busca

    en vano salvar la historia de un modo abstracto mediante la historicidad. El

    ahora de la legibilidad al que se refiere Benjamin es la contrapartida exacta

    del principio hermenutico corriente, segn el cual toda obra puede ser en

    todo instante objeto de una interpretacin infinita, en el doble sentido de que

    no se agota jams y de que es posible independientemente de su situacin

    histrico temporal. Leer la historia, en Benjamin, es recordar lo que nunca

    fue escrito en el momento en que le llega la legibilidad. La imagen dialctica,

    nacida en la iluminacin del instante presente, rene como en un foco un

    momento del pasado y un momento del futuro. El ahora de la legibilidad dis-

    loca la cronologa, no anulando la diferencia temporal, sino haciendo el pasa-

    do y el futuro coextensivos del presente. La imagen dialctica que es una

    categora esttica determina la percepcin poltica de la historia: provocar

    el choque del pasado y del presente para que nazca una imagen dialctica es

    precisamente descifrar el pasado a travs de nuestro presente, es decir, hacer

    de l una lectura poltica.

    La futura investigacin se plantea estudiar si el lugar de la escritura de esa

    otra historia a partir de las imgenes dialcticas benjaminianas, categora his-

    trica fundamental en la que irrumpe ese tiempo ahora pleno que hace estallar

    el catastrfico continuum, que rompe la cadena del progreso que en realidad

    no hace ms que acumular ruinas sobre ruinas y da lugar al verdadero objeto

    histrico y a la verdad de la historia se presenta en la obra de Sebald.

    Se tratar de analizar la relacin entre la memoria y su escritura que se

    da en el presente, la cual determina nuestra relacin con el futuro inminente.

    El fundamental componente tico de la filosofa de la historia benjaminiana

    permitir aproximarnos a la obra de Sebald entendindola como un ejerci-

    cio tico desde la experiencia esttica. Resultar esencial en este sentido inda-

    gar el lugar que ocupa la imaginacin frente a las prcticas historiogrficas

    que seleccionan testimonios documentales y se pretenden objetivas en la

  • 25

    obra narrativa de Sebald, que toma la rememoracin como eje de su proyecto

    de representacin de la historia para dar lugar a las voces y a las ilusiones so-

    cavadas. Se buscar, pues, investigar la naturaleza del pasado en su dimensin

    narrativa en la obra del escritor, y los discursos que sta nos brinda sobre el

    pasado y la memoria, sobre la representacin esttica de la historia.

    El hecho de estudiar la representacin de la historia en la obra de arte

    contempornea pretende ilustrar la afinidad entre tica y esttica y formula,

    a su vez, la pregunta sobre el testimonio. En este sentido, uno de los puntos

    a elaborar versar sobre la historia como experiencia, y por ello se plantear

    la experiencia esttica como el espacio del testimonio histrico. La propues-

    ta de escritura de la historia de Benjamin conduce sin duda a la pregunta

    fundamental sobre el testimonio. Si el verdadero sujeto de la historia, como

    plantea Benjamin, son los hundidos, el verdadero testimonio tambin son los

    hundidos. El futuro trabajo va a prestar una especial atencin a la figura del

    testimonio, a qu es lo que supone atender al testimonio si ste es el hundi-

    do, el vencido, todos los muertos arrollados por la lgica de la ideologa del

    progreso. Si la verdadera escritura de la historia pasa por leer lo que nunca

    se ha escrito, esas luchas fracasadas que nunca entraron en el relato pico

    de los vencedores, el verdadero testimonio pasa por los que no han podido

    testimoniar. La verdadera escritura de la historia pasa por leer lo que nunca

    se ha escrito: el historiador debe escuchar el testimonio del que no ha podido

    testimoniar, atender a la laguna esencial de la dialctica entre los hundidos y

    los salvados.

    La escucha del testimonio significa actualizar esas luchas fracasadas. El

    verdadero historiador, como actor de la historia, debe hacerse responsable

    del pasado que est a su cargo. En el testimonio se manifiesta claramente esa

    relacin utpica con el pasado y no con el futuro. Se presenta, como proble-

    ma fundamental de este estudio, cmo articular la voz de los muertos, los

    silencios y ausencias que pueblan nuestro presente. La hiptesis de trabajo es

    que esta articulacin se da en el testimonio, en la dialctica entre los hundidos

  • 26

    y los salvados que se articula como montaje en la obra, de manera anloga a

    la estructura de la imagen dialctica, esa dialctica en reposo que ana un mo-

    mento del pasado y del presente formando una constelacin. Sin embargo,

    la figura del testimonio se entiende en un sentido amplio, y no nicamente

    como testimonio autobiogrfico. La propia obra de arte se presenta como

    espacio de testimonio y discurso testimonial.

    Una tica del testimonio nos impele, nos exige, imaginar lo inimagina-

    ble. Como formulan algunos testimonios de trgicas experiencias como los

    campos de concentracin, el Infierno de Dante slo era un juego de nios,15

    y ningn ser humano puede imaginrselo.16 Sin embargo, pese a todo, es

    un gesto que le debemos al pasado y a sus vctimas. Invocar lo inimaginable

    slo puede conducir a la desidia de la tica. Se plantea que la propia obra de

    arte se ofrece como lugar de articulacin de esa voz sin habla, o como lugar

    donde puede leerse aquello que nunca se ha escrito. Porque lo que est en

    juego, en ltima instancia, es la construccin de un discurso pblico sobre la

    memoria, y la de la comunidad que se constituye basndose en las premisas

    benjaminianas sobre la escritura de la historia.

    Se trata de construir una comunidad no sobre los muertos,17 sino con

    ellos. Ms all de ese discurso que integra a los vencidos ya sea para ol-

    vidarlos o para utilizarlos la verdadera exigencia comunitaria apela a una

    comunidad, a aquella que nos permita reconocernos en nuestros propios

    muertos, dar testimonio de ellos e integrar y actualizar sus luchas. Una nueva

    filosofa de la historia implica, pues, una nueva comunidad, una que en pri-

    mer lugar se reconcilie con sus muertos, pero no apagando su voz en monu-

    mentos o museos, no haciendo de ellos meras seales paisajsticas, sino que

    los redima segn la mxima benjaminiana.

    15. F. Mller, F. Mller, Trois ans dans une chambre gaz dAuschwitz, pg. 181.

    16. Citado por H. Langbein, Citado por H. Langbein, Hommes et femmes Auschwitz, pg. 3.

    17. Como la Biblioteca Nacional de Pars, una construccin faranica levantada sobre los locales donde los nazis y los colaboracionistas almacenaban los bienes robados a los judos deportados: Todas esa historia est enterrada, en el sentido ms exacto de la palabra, bajo los cimientos de la Grande Biblio-thque., Sebald, Austerlitz, pg. 287.

  • 27

    En este sentido resulta insoslayable que toda comunidad aunque este

    trabajo no versa sobre la idea de comunidad, sta, indudablemente, resuena

    en la problemtica que se plantea se construye sobre un discurso. Si el len-

    guaje es la casa del ser, y si el ser es en comn,18 resulta fundamental pregun-

    tarse por la construccin de los discursos que nos constituyen, que hacen un

    relato de nuestro pasado y nos proyectan hacia un futuro. A partir de la tica

    del testimonio y en busca de esa comunidad inconfesable, cabe preguntarse

    por las representaciones que la constituyen. No se trata de exponer la invisi-

    bilidad sino de encontrar los mecanismos que permitan hacer visible lo invi-

    sible. Todas las invocaciones de una inefabilidad, de una invisibilidad, de una

    innombrabilidad, se prestan, quiz por un exceso de voluntad significante, a

    mantenerse en el plano de la pura retrica. Resulta, pues, esencial, recuperar

    el compromiso con la visibilidad, con la representacin, que se sigue de la ti-

    ca del testimonio y de aquella exigencia de imaginar pese a todo. No se trata

    nicamente de hablar de nuestros crmenes, de ligar a ellos nuestra historia,

    sino de encontrar el espacio de la invisibilidad en la propia representacin,

    burlando la identidad como normalidad o normativa, aquella universalidad

    que se piensa en trminos de identidad. La representacin no es un rgimen

    particular de operacin o de tcnica, sino una presencia presentada, que por

    eso mismo cobra sentido por el hecho de ser presentada al sujeto. En la

    propia representacin se pone en juego la ausencia de aquello representado

    y la ausencia misma en aquello representado, o el sentido. La representacin

    misma es pues la relacin con una ausencia.

    En este sentido, resulta de especial inters para este estudio el texto

    de Agamben Lo que queda de Auschwitz por la tica del testimonio que all se

    plantea, su fenomenologa del testimonio a partir de la obra de Primo Levi

    Los hunidos y los salvados, que permite integrar en el discurso del testimonio la

    voz de los muertos y enlaza as con el designio fundamental del historiador

    18. J. L. Nancy, La comunidad desobrada, pg. 151. Despus de hacer esta afirmacin, Nancy se pregunta: Hay algo que sea ms simple de constatar? Y sin embargo, hay algo ms ignorado, hasta aqu, por la ontologa? [] La comunidad del ser y no el ser de la comunidad es de lo que debe tratarse en adelante. O si se prefiere: la comunidad de la existencia; y no la esencia de la comunidad.

  • 28

    benjaminiano de leer lo que nunca se ha escrito. Tambin, frente a esta

    exigencia, es revelador el texto de Didi-Huberman Imgenes pese a todo, en

    el que el imperativo de imaginar lo inimaginable que all se plantea supone

    una aportacin muy interesante al imperativo del recuerdo. La imaginacin

    se presenta, siguiendo a Arendt cuando interpreta a Kant, como un puente

    esencial entre tica y esttica. La idea de imagen que all se plantea, la imagen

    como no-toda, permite a su vez enlazar con las reflexiones sobre la represen-

    tacin que formula Jean Luc Nancy en La representacin prohibida en la misma

    lnea constructiva que plantea Benjamin en su propuesta de escritura de la

    historia, y formular un imperativo de la representacin.

    El presente trabajo no pretende, en cualquier caso, ser un comentario

    filosfico-filolgico sobre las Tesis de filosofa de la historia, sino a partir de

    las premisas benjaminianas que all se exponen ver cmo cobran visibilidad,

    cmo se representan, en la obra de Sebald. Vastsima es la bibliografa sobre

    Benjamin, y existen excelentes estudios que analizan las tesis del filsofo,

    como los de las ediciones crticas,19 o el ya clsico texto de Michael Lwy, Wal-

    ter Benjamin: aviso de incendio, en el que se hace una lectura detallada de cada una

    de las tesis. En el contexto espaol destaca Medianoche en la historia: comentario a

    las tesis de Walter Benjamin Sobre el concepto de historia, de Reyes Mate, que a su

    vez toma su ttulo de las palabras de Victor Serge, y que supone una valiosa

    aportacin. Tampoco se trata de reconstruir la recepcin de la ltima obra

    de Benjamin,20 entrar en los debates que siguieron a la publicacin de sta o

    alinearse en el frente de alguna de las tres escuelas que se distinguen:21 la ma-

    terialista, encabezada por Brecht y en la que tambin se cuenta la letona Asja

    Lacis, que considera que Benjamin es un marxista consecuente, y que sus for-

    19. Vase P. Bulthaup (ed Vase P. Bulthaup (ed.), Materialen zu Benjamins Thesen ber den Begriff der Geschichte, Beitrage und Interpretationen.

    20. Vese el libro de U. Steiner, Walter Benjamin y Detlev Schttker, Konstruktiver Fragmentarismus. Form und Rezeption der Schriften Walter Benjamins. Sobre la recepcin de la obra en el contexto anglosajn, vase J. Grossman The reception of Walter Benjamin in the Anglo-American Literary Institution, The German Quarterly, Vol. 65, n. 3/4, pgs. 414-428, en la que se analiza, a partir del mapa ideolgico de los edito-ries y crticos de la obra de Benjamin, su recepcin. Para una aproximacin interdisciplinar a la recepcin de su obra vase B. Lindner (ed.), Benjamin-Handbuch.

    21. Vase M. Lwy, Walter Benjamin: Aviso de incendio, pg. 14.

  • 29

    mulaciones teolgicas no son sino recursos retricos, florituras y metforas

    que velan verdaderas estrictamente materialistas;22 la teolgica, que invierte la

    anterior posicin, y considera que el marxismo benjaminiano es puramente

    una cuestin de deseo, pero que en realidad ante todo el filsofo es un pensa-

    dor judo, mesinico, como sostiene Gershom Scholem;23 y la llamada escuela

    de la contradiccin, entre los que se contaran tanto Habermas como Tiede-

    mann, para quienes Benjamin fracasara en su intento de conciliar marxismo

    y teologa juda. Pero no es intencin de este trabajo alinearse en ninguno de

    los estos frentes, sino ms bien, en una posicin prxima a la de Lwy, que

    habla de afinidad electiva, de atraccin y fortalecimiento recproco entre el

    marxismo y el mesianismo aunque pueda parecer contradictorio escu-

    char el texto. El propio Benjamin y su obra escapa a las clasificaciones habi-

    tuales, y el propio Benjamin habla de su cabeza de Jano y de la paradjica

    reversibilidad recproca de lo poltico en lo religioso y viceversa.24 Como el

    dios romano de dos rostros, con uno Benjamin miraba hacia Mosc y con el

    otro hacia Jerusaln. Y a estas posiciones habra que sumar el intenso y crtico

    dilogo con Adorno y Horkheimer.25 No hay, pues, que subestimar las refe-

    rencias ni intentar adaptar las posiciones benjaminianas a ninguna ortodoxia

    obediente, sino intentar comprender el texto. En la lectura de la obra debe

    resonar la misma tensin sobre la que sta se construye.

    22. Este pequeo trabajo es claro y esclarecedor (pese a todas las metforas y judasmos, dice Bre-cht sobre las tesis en su Diario de trabajo. Asja Lacis, directora escnica y discpula de Piscator, declara: Puedo decir tranquilamente que Benjamin no fue a Palestina. Y yo fui quien lo consigui. Citado en Discursos interrumpidos, I, pg. 10.

    23. Vase G. Scholem, Walter Benjamin y su ngel.

    24. Carta a Scholem. Briefe, I, pg. 426. mayo de 1926.

    25. Vase el conocido artculo de Habermas Bewusstmachende oder Rettende Kritik Die Aktualitt Vase el conocido artculo de Habermas Bewusstmachende oder Rettende Kritik Die Aktualitt Habermas Bewusstmachende oder Rettende Kritik Die Aktualitt W. Benjamins en S. Unseld (ed.), Zur Aktualitt W. Benjamins.

  • Primera Parte

    Tiempo y memoria en Walter Benjamin: el concepto de historia

  • 33

    1. Walter Benjamin, bajo el signo de Saturno

    La obra de Walter Benjamin (1892-1940) resulta heterognea y fragmenta-

    ria a primera vista. Muchos son los intereses que la recorren y distintos los len-

    guajes que emplea. Una obra hermtica y a menudo anacrnica, aunque siempre

    actual, que ocupa un lugar especial en el panorama intelectual y poltico del siglo

    xx. Algunos, como Hannah Arendt, lo consideran ms que nada un homme de

    lettres,26 aunque otros, como Adorno o Scholem, hablen de l como un verdadero

    filsofo en todas las fases de su actividad y en cada una de las formas que sta

    adopt, pues lo movan las experiencias del filsofo.27 Su recepcin, sobre

    todo en Francia, ha destacado la vertiente esttica de su obra, y con frecuencia

    se lo ha considerado un historiador de la cultura.28 Pero Benjamin escapa a todas

    las etiquetas. El problema, dice Arendt, con todo lo que escribi Benjamin

    fue que siempre resultaba ser sui generis.29 Sin embargo, podra decirse que en su

    reflexin sobre la historia, a veces de un modo transparente aunque otras ms

    opaco, se encuentra uno de los referentes que hilvanan su pensamiento.

    Walter Benjamin naci en Berln, en el seno de una familia juda, hijo de

    un marchante.30 En las notas autobiogrficas de sus Crnicas berlinesas se defini

    26. H. Arendt, Walter Benjamin, en Hombres en tiempos de oscuridad, pg. 35.

    27. G. Scholem, G. Scholem, op. cit., pg. 15

    28. M. Lwy afirma que Benjamin aspira nada menos que a una nueva comprensin de la historia humana. Los escritos sobre el arte o la literatura slo pueden entenderse en relacin con esa visin de conjunto que los ilumina desde dentro. Su reflexin constituye un todo en el cual arte, historia, cultura, poltica, literatura y teologa son inseparables. M. Lwy, op. cit., pg. 12.

    29. H. Arendt, Walter Benjamin, H. Arendt, Walter Benjamin, op. cit.

    30. Sobre los familiares de Benjamin, vase el interesante y detallado texto de su amigo Gershom Scho-lem en el que indaga su rbol genealgico, en G. Scholem, op. cit., Antepasados y parientes de Walter Benjamin, pgs. 135-164.

  • 34

    a s mismo como un hijo de la burguesa acomodada.31 Benjamin estudi en

    el Gimnasio Kaiser Friedrich, situado en la Savigny Platz de Berln, a partir

    de 1902, y antes slo haba recibido una enseanza exclusivamente particular

    dentro de un crculo de nios ricos.32 Apenas pasados tres aos, horrorizado

    por las medidas coercitivas que se imponan, contrarias a toda pedagoga, las

    rutinas, los rituales y las humillaciones diarias, sus padres decidieron cambiarlo

    de escuela. En Turingia asisti a Haubinda, un colegio experimental en el cam-

    po, donde estudi dos aos antes de volver al Gimnasio Kaiser Friedrich

    para obtener el Abitur a los veinte aos y donde conoci a Gustav Wyneken,

    pedagogo reformista que ejerci una gran influencia en Benjamin. Gracias a

    ste, entr en contacto con el heterodoxo Movimiento de la Juventud, for-

    mado por agrupaciones vagamente anarquistas como aquella a la que se

    sum Benjamin, la Freie Studentenschaft, pero tambin sectores antisemitas y

    protonazis. Estudi filosofa en las universidades de Berln, Friburgo y Mnich,

    y se doctor en la universidad de Berna en 1919, con el trabajo El concepto de

    crtica en el romanticismo alemn. Scholem, ntimo amigo con el que mantuvo una

    intensa relacin intelectual desde 1913 hasta su muerte, lo describe, en sus aos

    de juventud, como una persona de una profunda tristeza.33 Pero se trata de

    una tristeza que formaba parte de su radicalismo personal, de una desconsi-

    deracin personal que en muy raras ocasiones entraba en contradiccin con la

    cortesa verdaderamente china que caracterizaba su trato con los hombres.34

    Yo vine al mundo bajo el signo de Saturno: la estrella de revolucin ms lenta,

    el planeta de las desviaciones y demoras35 Personaje de pensamiento apa-

    sionado y sutil, amante de metforas felices e imgenes perfectas, Benjamin

    31. Junto con Infancia en Berln hacia 1900, estos textos podran considerarse una suerte de autobiografa de sus primeros aos. Justo despus de elaborarlos, en 1932, considera la posibilidad de poner fin a sus das y redacta su primer testamento. Se trata de escritos un tanto hbridos, pues constituyen al mismo tiempo una crtica cultural y una reflexin personal, e ilustran la complejidad de la obra de Benjamin, que transgrede las fronteras trazadas por disciplinas y reglas de gnero.

    32. Vase la obra de B. Witte, Walter Benjamin, una biografa.

    33. G. Scholem, G. Scholem, op. cit., pg. 11.

    34. Ibd.

    35. Cita de Benjamin en S. Sontag, Bajo el signo de saturno, pgs. 118 y 119. Vase en este mismo texto, la descripcin que hace de l la autora a partir de las fotografas en las que aparece.

  • 35

    no tena prejuicios ante las opiniones inesperadas pero el carcter no dog-

    mtico de su pensamiento se opona a una acentuada dureza en el momento de

    juzgar a los hombres. A travs de Benjamin, confi esa Scholem, experimen-, confiesa Scholem, experimen-Scholem, experimen-

    t, de la manera ms viva, lo que significa pensar.36 Benjamin dedic dos aos

    al intento de conseguir una habilitacin en literatura alemana en la Universidad

    de Frncfort. Una vez acabado el trabajo, tanto Franz Schultz, catedrtico que

    lo haba animado a presentarse y luego, una vez que hubo ledo el escrito, a re-

    tirarse, como Hans Cornelius, se quejaron de que no entendan una palabra37

    de El origen del drama barroco alemn. Este rechazo por parte de la universidad,

    que lo empuj a convertirse en un escritor independiente [] es un smbolo

    del estado de la ciencia literaria y la disposicin espiritual de los crculos aca-

    dmicos en tiempos de la Repblica de Weimar, tan elogiada actualmente.38

    As que trabaj para peridicos y revistas, alejado de la rbita universitaria.

    Escritor prolfico, tambin traductor, de autores como Baudelaire o Proust,

    dio numerosas conferencias y apareci en ms de noventa emisiones radiales.

    El Institut fr Sozialforschung le abri las puertas de su revista, y all pudo

    publicar alguno de sus ensayos ms conocidos, como La obra de arte en la poca

    de la reproductibilidad tcnica, de 1936. Exiliado en Pars desde 1933, tambin tuvo

    que abandonar esta ciudad, donde preparaba su monumental obra inacabada

    el Libro de los pasajes, una crtica de la sociedad moderna. Poco antes de que los

    alemanes ocuparan la capital francesa, logr subirse al ltimo tren que parti.

    No quiso abandonar Europa hasta el ltimo momento. Recibi el visado para

    huir a Estados Unidos, pero careca de un visado francs de salida. Al llegar a

    Portbou, Espaa haba cerrado la frontera ese da. Benjamin se quit la vida

    esa misma noche.39

    36. G. Scholem, G. Scholem, op. cit., pg. 21.

    37. Ibd.

    38. Ibd.

    39. Vase el relato que hace H. Arendt, op. cit.

  • 36

    Benjamin redact sus Tesis de filosofa de la historia a principios de 1940,

    poco antes de que intentara escapar de la Francia de Vichy. Este texto es una

    respuesta poltica, tal y como le dijo a Adorno en una carta de 1938 cuando

    ste le instaba a abandonar Europa: Todava hay posiciones que defender.

    Se trata de un texto que, como deja traslucir en otra carta, quiz no habra

    deseado tener que escribir: La guerra y la constelacin que forma me ha

    llevado a poner por escrito algunos pensamientos sobre los que bien puedo

    decir que los he tenido guardados durante al menos veinte aos, guardados

    incluso de m mismo. 40

    40. Carta a Gretel Adorno, 10 de febrero de 1940, GS, I, 3, pg. 1226. Citada en R. Mate, op. cit., pg. 264.

  • 37

    2. Desmontando la historia

    Benjamin, as como su filosofa de la historia, escapa a las grandes ten-

    dencias de su poca, est apartado de todas las corrientes. Como dice Lwy

    en su intento de exgesis talmdica, el pensamiento de Benjamin no es

    moderno (en el sentido habermasiano) ni posmoderno (en el sentido de

    Lyotard), sino que consiste ms bien en una crtica moderna de la moderni-

    dad (capitalista e industrial), inspirada en referencias culturales e histricas

    precapitalistas.41 Segn Lwy, Habermas no logra integrar en su discurso fi-

    losfico de la modernidad42 los principales conceptos benjaminianos, como

    el Jetztzeit (tiempo-ahora) que irrumpe en el continuum de la historia, el cual, a

    su juicio, est inspirado en una amalgama entre experiencias surrealistas y te-

    mas de la mstica juda. Tampoco puede integrarse el discurso benjaminiano

    sobre la historia entre los posmodernos. Su deslegitimacin del gran relato

    de la modernidad, la deconstruccin del discurso del progreso y su alegato

    por la discontinuidad histrica estn bien lejos de esa visin del mundo en

    la que los grandes relatos han sido substituidos por juegos de lenguaje,

    flexibles y agonsticos.43 Para Lwy, la concepcin de la historia de Ben-

    jamin no es posmoderna porque, lejos de estar ms all de todos los relatos,

    constituye una forma heterodoxa del relato de emancipacin que se inspira

    en fuentes mesinicas y marxistas, que utiliza la nostalgia del pasado como

    41. M. Lwy, M. Lwy, op. cit., pg. 14.

    42. Vase J. Habermas, El discurso filosfico de la modernidad, en especial el Excurso sobre las tesis de filo-sofa de la historia.

    43. J. F. Lyotard, La condicin posmoderna, pgs. 23 y 24.

  • 38

    mtodo revolucionario de crtica al presente. La idea benjaminiana del pasa-

    do como algo inacabado que en un futuro reparar sus injusticias uno de

    los ejes de su filosofa de la historia impide toda concepcin del presente

    como agonstico, y por tanto es contradictorio con la actitud posmoderna.

    A su vez, Benjamin, influido por el marxismo de Lukcs,44 pretendi dar una

    visin alternativa y polmica del materialismo histrico, sobre todo del que

    profesaba una parte importante de la socialdemocracia de su poca, que to-

    dava conservaba la fe positivista en el progreso de la tcnica y de las fuerzas

    productivas, heredada del pensamiento de Marx y Engels. En este sentido, las

    Tesis de filosofa de la historia ejerceran una influencia decisiva en sus amigos del

    Institut fr Sozialforschung de Frankfurt, fundado en 1923.45

    A lo largo de su recorrido intelectual, segn la propuesta interpretativa

    de Stephan Moss, Benjamin ofrece tres respuestas distintas a la pregunta por

    la historia, todas ellas atravesadas por la misma voluntad de contestar el con-

    cepto de historia que promulga la ideologa del progreso. En un primer mo-

    mento, planteara un paradigma teolgico de la historia tal y como se presenta

    en Sobre el lenguaje en general y sobre el lenguaje de los humanos (1916) y en La tarea

    del traductor (1921). Seguira desarrollando un paradigma esttico en El origen

    del drama barroco alemn, escrito entre 1923 y 1925. Y a partir de 1926, marcado

    ya por el marxismo, con el que podra decirse que compartir una cuestin de

    lxico y deseo ms que de mtodo, ira desarrollando un paradigma poltico,

    expuesto con toda evidencia en las Tesis de filosofa de la historia (1940) y en la

    inacabada obra del Libro de los pasajes.

    Cada vez que elabora un nuevo paradigma, Benjamin no reniega de las

    categoras centrales del paradigma anterior. En la nueva propuesta quedan

    44. Sabemos, gracias a las escrupulosas anotaciones de Benjamin relativas a sus lecturas, que ste ley Historia y conciencia de clase en 1924. Vese M. Lwy, op. cit., pg. 22. Benjamin coincidi con Ernst Bloch a quien haba conocido en 1919 durante los seis meses que pas en Capri, y fue l quien le habl de la obra de Lukcs. All tambin conoci a la bolchevique letona Asja Lacis, de quien se enamorara y a la que ira a visitar a Mosc a finales de 1926, y que en 1929 le presentara al que se convertira en una gran influencia y amigo, el dramaturgo Bertold Brecht.

    45. Dialektik der Aufklrung fue publicado por primera vez en 1944 por el New York Institute of Social Research. Benjamin conoci a Adorno en la Universidad de Frankfurt, aunque su amistad madur en los aos treinta. El Instituto public a Benjamin y le brind ayuda financiera.

  • 39

    subordinadas a otras categoras que pasan a imponerse a nivel conceptual,

    pero su inquietud fundamental dar respuesta a la ideologa del progreso

    preconizada y entronizada por el historicismo burgus, a ese progreso que

    ste considera propio de la humanidad, inacabable e imparable, y que ms

    que a la perfeccin en realidad aboca a la catstrofe perfecta se mantiene a

    lo largo de toda su obra.

    Nada se pierde en Benjamin. Por eso el paradigma poltico se presenta

    como el ms complejo, pues ana los elementos de los anteriores en la visin

    de la historia que presenta. El paradigma esttico representa un papel cen-

    tral en todos los sentidos del trmino, ya que la esttica se erige como

    la instancia de mediacin entre lo teolgico y lo poltico. Es por eso que re-

    sultar de especial importancia la funcin epistemolgica de las imgenes en la

    filosofa de la historia del ltimo Benjamin.

    En estos tres paradigmas o momentos, se reconocen las fuentes que

    inspiran el pensamiento benjaminiano: el mesianismo judo, el romanticismo

    alemn y el marxismo, que en su ltimo texto formarn una constelacin

    sibilina repleta de alegoras, surcado por intuiciones fulgurantes. Pero el her-

    metismo benjaminiano no es fruto de una sntesis eclctica de estas tres in-

    fluencias sino que de ellas surge una concepcin original. Sin embargo, como

    dice Lwy, la expresin filosofa de la historia46 puede inducir a error, pues

    en Benjamin no hay sistema filosfico. Su pensamiento se plasma en ensayos

    o fragmentos, e incluso en su ltimo libro inacabado la meta era el montaje

    de citas desnudas.47 Resultara contrario al propio pensamiento benjaminiano

    hablar de ste en trminos de evolucin; como dice S. Moss, deberamos

    hablar de estratificacin. 48

    46. M. Lwy, M. Lwy, op. cit., pg. 17.

    47. En el Libro de los pasajes, definido por su editor Rolf Tiedemann como una filosofa material del siglo xix, un proyecto que ocup a Benjamin durante trece aos, entre 1927 y 1940, y que resuena en todos los trabajos que escribi durante ese tiempo, afirma: Este trabajo tiene que desarrollar el arte de citar sin comillas hasta el mximo nivel. Su teora est ntimamente relacionada con la del montaje. W. Benjamin, Libro de los pasajes [N 1, 10], pg. 460.

    48. S. Moss, op. cit., pgs. 145 y 146.

  • 40

    La cuestin, para Benjamin, no versa tanto sobre la naturaleza de los

    procesos histricos sino sobre su representacin, el modo en que un caos de

    acontecimientos se hace evidente e inteligible. En este sentido, puede afir-

    marse que la historia se construye en el acto mismo de relatarla, y que este

    relato, en el que el pasado se convierte en historia, se constituye y obedece

    al presente del historiador. Benjamin no incurre en la ilusoria y engaosa

    pretensin de reconstruir el pasado desde un presente neutro que vuelve la

    vista atrs y se cree capaz de aprehender aquello que fue tal y como fue, pues

    la imagen del pasado slo puede llegar hasta nosotros a travs del relato que

    hacemos desde la instancia de presente: el historiador se encuentra abocado

    a la interpretacin. Es esta imagen del presente que tiene el historiador la que

    determina la escritura de la historia, la que determina su visin del pasado y

    del futuro. El tiempo histrico, pues, se constituye en el presente.49 Pero eso,

    dir Benjamin, no significa que el presente arroje luz sobre lo pasado. Se tra-

    ta, sobre todo, de leer el presente segn el pasado, de reconocer en el pasado

    los signos de un presente an por venir.

    En su concepcin de la escritura de la historia, Benjamin, como buen

    historiador que obedece y se sabe anclado a su presente, se centrar en la

    crtica a la dominante idea de progreso para cuestionar una concepcin de

    la historia que reconstruye el pasado como si fuera una acumulacin de he-

    chos con la pretensin de prever el futuro, sin atender a la novedad o

    utopa que, como veremos, constituye su esencia. Y puesto que toda filo-

    sofa de la historia postula una concepcin del tiempo, en Benjamin ser el

    presente, o el ahora de la legibilidad, la que ocupar un lugar central, pues se

    erigir en el tiempo de la posibilidad.

    49. En esta concepcin del presente como instancia creadora del tiempo pasado y futuro, resuenan las palabras de San Agustn, de las que tambin, aunque en un sentido distinto, se hara eco Heidegger. Pero lo que ahora es claro y manifiesto es que no existen los pretritos ni los futuros, ni se puede decir con propiedad que son tres los tiempos: pretrito, presente y futuro; sino que tal vez sera ms propio decir que los tiempos son tres: presente de las cosas pasadas, presente de las cosas presentes y presente de las cosas futuras. Porque stas son tres cosas que existen de algn modo en el alma, y fuera de ella yo no veo que existan: presente de cosas pasadas (la memoria), presente de cosas presentes (visin) y presente de cosas futuras (expectacin). San Agustn, Confesiones, libro undcimo, captulo XX.

  • 41

    Ya en La vida de los estudiantes, un texto temprano de Benjamin de

    1914, se vislumbran los temas fundamentales que marcarn ms de veinticin-

    co aos despus su ltima obra, las Tesis de filosofa de la historia. Se perfila en

    ste una crtica a la idea de progreso basada en la linealidad y la continuidad

    del tiempo histrico. Tambin se plantea la propuesta de un nuevo mtodo

    histrico que no se base en la diacrona sino en la sincrona, es decir, que no

    tienda a seguir la evolucin de los procesos histricos sino a inmovilizarlos y

    detectar en stos los elementos utpicos y evocarlos en forma de imgenes

    para descifrar esos elementos utpicos que en el pasado cuestionaron el or-

    den establecido.

    Hay una concepcin de la historia que, partiendo de la base de un

    tiempo considerado infinito, distingue el tiempo de los hombres y pocas

    en funcin de la mayor o menor rapidez con que transcurren por el camino

    del progreso. De ah la carencia de conexin, la falta de precisin y de rigor

    de dicha concepcin con respecto al presente. La reflexin que viene a con-

    tinuacin, por el contrario, seala una situacin en la que la historia parece

    hallarse concentrada en un ncleo tal y como antiguamente apareca en las

    concepciones de los pensadores utpicos. Los elementos del estado final no

    se manifiestan en una tendencia progresiva an sin configurar, sino que se

    encuentran incrustados en el presente en forma de obras y pensamientos

    absolutamente amenazados, precarios y hasta burlados. La tarea de la historia

    no es otra, en consecuencia, que representar el estado inmanente de la per-

    feccin como algo absoluto, y hacerlo visible y actuante en el presente. Ahora

    bien, este estado no debe definirse mediante una descripcin pragmtica de

    particularidades (instituciones, costumbres, etctera), pues se encuentra muy

    lejos de todo eso, sino que ha de captarse en su estructura metafsica, como,

    por ejemplo, el reino del Mesas o la idea de la Revolucin Francesa.50

    Desde buen comienzo estn bien definidos los contrincantes dialcti-

    cos a los que se enfrenta Benjamin. Ya en un primer momento muestra una

    50. W. Benjamin, La vida de los estudiantes, en Metafsica de la juventud, pg. 117.

  • 42

    oposicin radical al mtodo histrico dominante en los albores del siglo xx,

    el historicismo. Los axiomas de ste, que se haba instituido en la doctrina ofi-

    cial de la escuela historiogrfica alemana,51 no procedan ms que de las cien-

    cias de la naturaleza. Hay hechos histricos, a los cuales se los considera

    objetivos, y a partir de su acumulacin, tal como reza el mtodo inductivo, se

    deducen unas leyes generales cuya objetividad se considera tan obvia como

    la de los hechos cientficos. La concepcin del tiempo histrico se hace eco

    de esta perspectiva y su modelo, pues, es el del tiempo fsico, concibindolo

    como un medio continuo y lineal en el que se puede desarrollar sin ruptura el

    encadenamiento indefinido de las causas y los efectos. La idea de un tiempo

    homogneo y vaco, cuyo correlato histrico se determina en la creencia en-

    ftica y mistificadora del progreso, remite a la concepcin del tiempo como

    factor de medicin de la continuidad de la magnitud y el movimiento a la vez

    que al moderno concepto kantiano de lo temporal como forma pura, cuya

    vaciedad condiciona a priori la posibilidad de toda experiencia. La invectiva

    contra un tiempo homogneo y vaco constituye la base de la crtica benja-

    miniana a la idea de progreso, una crtica al devenir continuo, lineal e infinito

    de un tiempo matematizado o trascendentalizado al que Benjamin opondr

    el advenir discontinuo, puntual e instantneo del tiempo histrico. El histori-

    cismo, amparado en su concepcin del tiempo, proclamar la posibilidad de

    desvelar leyes histricas capaces de hacer previsiones. El supuesto carcter

    cientfico de este mtodo haca creer en un conocimiento objetivo del pasado

    que permita hacer una reconstruccin de ste en su verdad, tal y como ste

    se comprenda a s mismo. A pesar de que el historicismo considera el objeto

    histrico como centro de la verdad, excluyendo as, supuestamente, el punto

    de vista del historiador, en lo ms profundo, aunque nada sea ms ajeno a

    su propsito, el relativismo histrico caracteriza la filosofa de la historia del

    historicismo.52

    51. Algunos de sus representantes ms destacados seran Ranke, Treitschke o Meinecke.

    52. S. Moss, op. cit., pg. 84.

  • 43

    La concepcin de Benjamin sobre la historia se presenta como una rup-

    tura con el historicismo melanclica primero, marcada por un carcter teo-

    lgico; colrica y exasperada despus, atravesada ya por el marxismo, como

    una reivindicacin del papel del historiador en la construccin de la historia,

    pues sta no se entiende como un encadenamiento de hechos objetivos sino

    como el ejercicio de una actividad heurstica instalada en el presente. En este

    sentido, tambin Benjamin se ve impelido a plantearse y elegir un paradigma al

    plantearse la pregunta de las categoras del tiempo del conocimiento histrico.

    Aparece tambin en este texto el tan caracterstico mesianismo ben-

    jaminiano, que marcar toda su reflexin sobre la historia, y el cual ocupa un

    lugar central en la concepcin romntica del tiempo y de la historia. Como

    puede leerse en la introduccin de su tesis de doctorado, El concepto de crtica en

    el romanticismo alemn (1919), la esencia histrica del romanticismo debe bus-

    carse en el mesianismo romntico.53 Esta dimensin la descubre sobre todo

    en los escritos de Schlegel y Novalis, y entre los pasajes del primero cita el si-

    guiente: El deseo revolucionario de realizar el reino de Dios es [] el inicio

    de la historia moderna.54 De nuevo se presenta aqu la cuestin metafsica

    de la temporalidad histrica en la que Benjamin basa su oposicin entre una

    concepcin cualitativa del tiempo infinito (qualitative zeitliche Unendlichkeit) que

    se desprende del mesianismo romntico, y para la que la historia es un proceso

    de consumacin y no un simple devenir, y un tiempo infinitamente vaco (leeren

    Unendlichkeit der Zeit), propio de la ideologa moderna del progreso. Asombroso

    es el parecido con un fragmento de las Tesis de filosofa de la historia, tantos aos

    posterior: La representacin de un progreso del gnero humano en la historia

    es inseparable de la representacin de la prosecucin de sta a lo largo de un

    tiempo homogneo y vaco. La crtica a la representacin de dicha prosecucin

    deber constituir la base de la crtica a tal representacin del progreso.55

    53. W. Benjamin, El concepto de crtica en el romanticismo alemn, pg. 31, nota 3.

    54. F. Schlegel, 1794-1802. Seine posaischen Jugendschriften, Athenum, 222, citado en W. Benjamin, El concepto de crtica en el romanticismo alemn, pg. 31, nota 3.

    55. Tesis XIII.

  • 45

    3. La historia, siempre la historia: los tres paradigmas benjaminianos

    3.1. No Platn sino Adn,56 o el momento teolgico

    El prisma teolgico marca profundamente la primera reflexin de Ben-

    jamin sobre la historia. sta se expone en dos obras que presentan la historia

    humana desde dos perspectivas distintas. En Sobre el lenguaje en general y sobre

    el lenguaje de los humanos (1916), la historia se entiende como un proceso de

    decadencia, mientras que en La tarea del traductor (1921) se plantea como un

    proceso hacia la realizacin utpica. El hombre, en esta visin de la historia,

    no aparece como un ser que acta, como un actor y productor de aconte-

    cimientos, sino como un ser que habla, como un productor de signos, y es

    la relacin con el lenguaje la que determina el sentido de la historia. Sera

    absurdo obviar el tono y las referencias bblicas que marcan este primer pa-

    radigma teolgico, pero estos textos no se interesan por el periplo moral de

    la humanidad, su relacin con Dios y la Ley, sino que establecen un modelo

    metafsico del conocimiento que se basa en la funcin primordial del len-

    guaje. El lenguaje se presenta como el espacio velado de una revelacin cuyo

    contenido se agotara en el despliegue histrico del lenguaje mismo. Como

    dir en Sobre el programa de la filosofa venidera (1918), el conocimiento se elabora

    sobre todo a travs del funcionamiento simblico del lenguaje.57

    56. W. Benjamin, introduccin al Origen del drama barroco alemn, pg. 19.

    57. Vase W. Benjamin, Sobre el programa de la filosofa venidera, en Para una crtica de la violencia y otros ensayos (Iluminaciones IV).

  • 46

    A partir de la exgesis de los primeros captulos del Gnesis, Benjamin

    extrapola, en Sobre el lenguajes en general y sobre el lenguaje de los humanos, la de-

    cadencia que caracteriza a la historia de la humanidad al proceso mstico de

    decadencia del lenguaje. En este escrito se dice que el lenguaje no slo se

    extiende sobre todos los mbitos de la expresin espiritual del hombre, de

    alguna manera siempre inmanente en el lenguaje, sino que se extiende sobre

    todo. No existe acontecimiento o cosa, tanto en la naturaleza viva como en

    la inanimada, que no tenga, de alguna forma, participacin en el lenguaje,

    ya que est en la naturaleza de todas ellas comunicar su contenido espiritual

    [], la palabra lenguaje no es en modo alguno una metfora,58 como se

    desprende del hecho de que no podemos imaginarnos una total ausencia

    de lenguaje en cosa alguna.59 El mbito del lenguaje determina los lmites

    externos e internos del mundo, pues no hay nada que pueda concebirse fuera

    de su estructura. Todo sin excepcin tiene su propia lengua o ser lingstico

    distinto del implicado por su pertenencia a la palabra humana. Se trata de

    vincular el lenguaje humano a un lenguaje previo de las cosas, a cierta co-

    municabilidad que es a la vez condicin de su posibilidad de ser conocidas.

    Una lengua no es en modo alguno la expresin de todo aquello que noso-

    tros somos presuntamente capaces de expresar por medio de ella, sino que

    es la expresin inmediata de aquello que se comunica por su intermedio,60

    que para Benjamin es una entidad espiritual.61 Una entidad espiritual que

    se comunica en la lengua, y en ningn caso a travs de la lengua. Aquello

    que es comunicable de una entidad espiritual es el lenguaje mismo, o bien el

    lenguaje de una entidad espiritual es inmediatamente aquello que de l puede

    comunicarse. [] Cada lenguaje se comunica a s mismo en s mismo; es, en

    el sentido ms estricto, el mdium de la comunicacin.62 Y dado que nada

    58. W. Benjamin, Sobre el lenguaje en general y sobre el lenguaje de los humanos en Para una crtica de la violencia y otros ensayos (Iluminaciones IV), pgs. 59 y 60.

    59. Ibd.

    60. Ibd., pg. 60.

    61. Ibd.

    62. Ibd., pg. 61.

  • 47

    se comunica por medio del lenguaje, Benjamin concluir que ste resulta im-

    posible de limitar o medir desde fuera. De ah que cada lenguaje albergue en

    su interior una infinitud inconmensurable y nica.63 Esta infinitud adquiere

    sentido cuando se contempla a la luz del lenguaje humano, cuya potencia lo

    convierte en el mdium absoluto de la comunicacin de las cosas. El lenguaje

    del hombre habla en palabras: Por lo tanto el hombre comunica su propia

    entidad espiritual, en la medida en que es comunicable, al nombrar a las otras

    cosas.64 ste es el punto central de la teora del lenguaje benjaminiana, su

    teora del nombre, pues el nombre puede ser considerado el lenguaje del

    lenguaje,65 y por eso el hombre es el portavoz del lenguaje, pues es el nico

    que habla en el nombre. Este poder humano de nombrar es el reflejo de la

    omnipotencia creadora del Verbo divino.

    Benjamin dibuja una historia en su formulacin de su teora del lenguaje.

    En el relato bblico de la Creacin, como es sabido, el nacimiento del lenguaje

    ocupa un lugar fundamental. En una primera etapa, el lenguaje, en su esencia

    original, coincide con la realidad que designa: el lenguaje es creador de realidad,

    y la dualidad entre la palabra y la cosa todava no existe.66 El lenguaje original

    del hombre se funda cuando Adn da nombre a los animales,67 en un acto de

    nominacin hoy perdido pero que encuentra su eco en la funcin simblica, es

    decir potica, del lenguaje. La palabra y la cosa ya no son idnticas, pero entre

    ellas existe una armona que hace que el lenguaje abarque la realidad y que sta

    sea transparente al lenguaje. En una tercera etapa el poder mgico para poner

    nombre a las cosas se pierde y el lenguaje se convierte en un simple instrumen-

    to de comunicacin, cayendo en el abismo de la charlatanera.

    Benjamin refuta el fundamento arbitrario que subyace al enfoque bur-

    gus del lenguaje, pues, si el hombre est ligado al lenguaje de las cosas

    63. Ibd.

    64. Ibd., pg. 62.

    65. Ibd., pg. 63.

    66. Gen. I, 1, 21. Gen. I, 1, 21.

    67. Gen. II, 18, 24. Gen. II, 18, 24.

  • 48

    por medio de la palabra, se hace imposible alegar que la palabra est slo

    por coincidencia relacionada con la cosa; que es un signo, de alguna manera

    convenido, de las cosas o de su conocimientos. El lenguaje no ofrece jams

    meros signos.68 A su vez, Benjamin tambin refuta una teora mstica del len-

    guaje, segn la cual la palabra es la entidad misma de la cosa, ya que la cosa

    no contiene en s a la palabra; de la palabra de Dios fue creada y es conocida

    por su nombre de acuerdo con la palabra humana.69 Pero este conocimien-

    to no procede de una creacin espontnea, de una lengua incondicionada e

    infinita, sino que resulta del nombre que el hombre da a la cosa, as como

    sta se le comunica. La palabra de Dios no conserva su creatividad en el

    nombre. Se hizo en parte receptora, aunque receptora de lenguaje. Tal recep-

    cin est dirigida hacia el lenguaje de las cosas, desde las cuales no obstante

    trasluce la muda magia de la naturaleza de la palabra de Dios.70 Esta teora

    del nombre se corresponde con una teora de la traduccin como forma

    universal de comunicacin y como lugar donde convergen receptividad y

    espontaneidad.71 El lenguaje cuenta con su propia palabra [] y esa pa-

    labra sirve para tambin para captar lo innombrado en el nombre. Se trata

    de la traduccin del lenguaje de las cosas al de los hombres.72 En virtud de

    la asignacin de un nombre, por lo tanto, el hombre traduce la lengua de la

    cosa a su propia lengua, una traduccin cuya objetividad tiene su garanta

    en Dios, pues tanto el lenguaje de nombres del hombre y el innombrado de

    las cosas estn emparentados en Dios.73 La tarea que Dios encomienda

    al hombre, la de nombrar las cosas, sera insoluble si estas dos lenguas no

    estuvieran emparentadas en Dios, emitidas por el mismo verbo creador,

    que se ha convertido en las cosas, en comunicacin de la materia en mgica

    68. W. Benjamin, Sobre el lenguaje en general y sobre el lenguaje de los humanos, pg. 68.

    69. Ibd.

    70. Ibd.

    71. Ibd.

    72. Ibd., pgs. 68 y 69.

    73. Ibd., pg. 69.

  • 49

    afinidad, y, en el hombre, en la lengua del conocer y del nombre en espritu

    bienaventurado.74 Pero esta bienaventuranza, que slo podra ser concebida

    a propsito de la lengua conocedora, en tanto que el acto denominador de

    las cosas todava se fundaba en una inmediata receptividad y una pura es-

    pontaneidad de la traduccin de las lenguas de las cosas a la humana, comn

    a la de Dios, se ech a perder con el pecado original. ste no consiste en el

    acceso al conocimiento como tal, ya que el lenguaje paradisaco de los hom-

    bres debi haber sido perfectamente conocedor,75 sino en el conocimiento

    del bien y del mal, ese conocimiento con que la serpiente tienta, que carece

    de nombre.76 El saber de lo bueno y lo malo abandona al nombre; es un

    conocimiento desde afuera, una imitacin no creativa de la palabra hacedora.

    Con este conocimiento el nombre sale de s mismo: el pecado original es el

    nacimiento de la palabra humana, en cuyo seno el nombre ya no habita in-

    demne. Del lenguaje de nombres, el conocedor, podemos decir que su propia

    magia inmanente sali de l para ser, expresa y literalmente, mgica desde

    afuera. Se espera que la palabra comunique algo (fuera de s misma). ste es

    el verdadero pecado original del espritu lingstico.77 En efecto, en cuanto

    el ser humano se extrae de la pureza del lenguaje del nombre, lo transforma

    en un medio [], convierte parcialmente al lenguaje en un mero signo.78

    De este modo, del pecado original surge una nueva magia del juicio que ya

    no reside, bienaventurada, en s misma.79 Se trata de una magia diferente

    en la que confluyen el juicio en sentido gnoseolgico y el juicio en sentido

    moral, entre los que Benjamin advierte una identidad fundamental. Por ello

    se aventura a suponer que el origen de la abstraccin no sea ms que una

    facultad del espritu del lenguaje, resultante del pecado original,80 es decir,

    74. Ibd.

    75. Ibd., pg. 70.

    76. Ibd.

    77. Ibd., pgs. 70 y 71.

    78. Ibd., pg. 71.

    79. Ibd.

    80. Ibd.

  • 50

    de la ruptura de la concreta inmediatez de la relacin del hombre con las

    cosas bajo el signo de lenguaje denominativo. Pues no es sino en el juicio, en

    la palabra sentenciadora, donde tienen sus races los elementos abstrac-

    tos del lenguaje.81 En suma, el hombre, con el pecado original, abandona

    la inmediatez de la comunicacin de lo concreto, a saber, el nombre, para

    caer en el abismo de la mediatez de toda comunicacin, la palabra como

    medio, la palabra vana, el abismo de la charlatanera.82 As es como surgen

    las cien lenguas de Babel y esa mudez que entendemos como la tristeza

    profunda de la naturaleza.83 Si no es en Dios, las cosas carecen de nombre

    propio, pues fue su palabra creadora las que les dio su nombre propio; de

    ah que en el lenguaje humano estn innombradas y que queden sometidas

    a una superdenominacin.84 Slo quedan los vestigios, los fragmentos de

    inmediatez que cada lengua humana haya conservado en s misma. Con la

    perversin originaria del lenguaje nominal convertido en medio para el juicio

    abstracto, con la multiplicacin de los lenguajes humanos, se apaga la luz

    de la Revelacin. El nombre autntico de las cosas, la experiencia pura del

    lenguaje, no podr encontrarse despus de un largo camino que no puede ser

    ms que un rodeo.85

    En La tarea del traductor, reflexin que se publica como prlogo de sus

    versiones de los poemas de Baudelaire, invierte el camino. Como se despren-

    de de las ideas anteriores sobre el lenguaje, a la traduccin, esa forma particu-

    lar de escritura, le corresponde una gran importancia. La traduccin vendra

    a hacer frente a la maldicin representada por la multiplicacin bablica de

    las lenguas, y alcanzara a dar expresin a lo que denomina el lenguaje puro,

    uno para todos los hombres, oculto bajo la confusa disparidad. A partir de la

    decadencia del lenguaje tras la cada, traza un movimiento de vuelta a la per-

    81. Ibd., pg. 72.

    82. Ibd.

    83. Ibd.

    84. Ibd., pg. 73.

    85. Methode ist Umweg, declara Benjamin en El origen del drama barroco alemn, pg. 10.

  • 51

    feccin perdida, a la restauracin del lenguaje admico. sta pasa por el uso

    simblico del lenguaje, en el que se insiste en la forma de significar (die Art

    des Meines) ms all del contenido que se pretende comunicar. Esta recupera-

    cin por parte del lenguaje de su pureza original se opera gracias a los poetas,

    pero ante todo, gracias a los traductores. La traduccin no debe pretender

    tanto la transmisin de un contenido como la creacin de un nuevo sistema

    de signos complementario al original, para de este modo acercarse al lenguaje

    de los orgenes.

    El cometido de las verdaderas traducciones no es tanto ponerse al ser-

    vicio de la gloria a la que deben la existencia, la obra, como procurar acce-

    der al mbito en el que la vida del original alcance en ellas su expansin

    pstuma ms vasta y siempre renovada.86 La traduccin, pues, no ha de

    enfrentarse al original como un objeto detenido, sino que asume su carcter

    histrico, es decir, su naturaleza en desarrollo. En este sentido, no cabe con-

    cebir la t