PATRIMONIO CULTURAL E IDENTIDAD EN CASTILLA LA MANCHA. SIMBOLOS VISUALES EN MOTA DEL CUERVO
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MOTA DEL CUERVO Y SU HISTORIA
ACTAS DE LAS I JORNADAS DE HISTORIA LOCAL
Óscar Bascuñán Añover
©
Edita: Diputación Provincial de Cuenca.
C/Sargal, n º4 - 16002 Cuenca.
Dirección Técnica: Sección de Publicaciones - Departamento de Cultura.
Diseño portada y maquetación: Elena Sopeña López.
ISBN: 978-84-92711-42-0
Depósito Legal:CU-304-2009
Imprime:Imprenta Provincial de la Diputación Provincial de Cuenca.
C/ Sargal nº 4, 16002 Cuenca
“Que este pueblo se llama la villa de La Mota
elCuervo, y este nombre es muy antiguo, y no
saben por razón de qué se llama ansí, ni hay escri-
tura que lo declare; e que no saben que hay tenido
otro nombre”.
Julián Zarco-Bacas, Relaciones de pueblos
del obispado de Cuenca. Hechas por orden de
Felipe II, Cuenca, Diputación de Cuenca, 1983,
p. 367.
7
PATRIMONIO CULTURAL E IDENTIDADEN CASTILLA-LA MANCHA.
SÍMBOLOS VISUALES EN MOTA DEL CUERVO
Javier García BresóUniversidad de Castilla-La Mancha
Perspectivas para un análisis de la identidad regional
Uno de los fenómenos culturales y sociales de la España actual se centra en
las identidades regionales. La preocupación fundamental no es sólo distinguirse de
los demás, de los “otros”, sino hacer de la distinción la base de las diferencias regio-
nales. Esto no es malo. Y humanamente es inevitable. Las personas comprendemos
y entendemos mejor el mundo que nos rodea, clasificándolo y concentrando o resu-
miendo el conocimiento en símbolos. Nos resulta más fácil percibir los símbolos que
aprender los procesos que están implícitos en ellos. Por ejemplo si vemos un símbolo
como la corona real, todos asumimos que es la representación del rey o la monarquía,
pero si nos piden que expliquemos -¿Qué es una monarquía?- deberemos esforzarnos
más. Así, nos resulta más fácil entender el mundo conociendo sólo los símbolos. Claro
está que las personas sabemos también muchas otras cosas de la vida y que no son
simbólicas; pero una gran parte de nuestro conocimiento reside en conocer y reco-
nocer los símbolos, que las culturas del mundo han establecido como referentes im-
portantes.
A estas alturas de la historia de España no deberíamos hablar de la “cultura española”
sino de las “culturas españolas”; hay que reconocer que en España cada región, in-
cluso cada provincia y cada pueblo, ha desarrollado formas y maneras peculiares de
entender la vida, de hacer las cosas. En estas “formas o maneras” que son peculiares
y singulares se incluyen los elementos de distinción entre las personas, entre los pue-
blos, entre las provincias, entre las regiones e incluso entre los países. La diferencia
es inevitable. El problema surge cuando hacemos de la diferencia un factor de re-
chazo a los “otros”. Cuando vemos en la diferencia aspectos negativos, a eso se le ha
llamado “etnocentrismo” y en grados más radicales “xenofobia” y “racismo”.
Si asumimos que todas las personas no somos iguales, que tenemos distinta
personalidad, también debemos asumir que todas las culturas tampoco son iguales
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I Jornadas de historia de Mota del Cuervo
y que tienen distinta personalidad. Y desde luego en España existen grandes dife-
rencias interregionales y todas las regiones pueden ser identificadas a partir de cier-
tos símbolos que se han establecido como elementos peculiares y característicos de
su cultura, de sus maneras distintivas de entender el mundo y de hacer las cosas, ela-
boradas en el curso de su propia historia, de su propio vivir cotidiano. Sin embargo,
por los procesos de la vida hay pueblos, también regiones, que han podido o han di-
fundido sus símbolos de identidad con mayor amplitud, es decir, que son conocidos
por más personas.
En realidad Castilla-La Mancha ha tenido un embajador excelente en la figura
de D. Miguel de Cervantes Saavedra. Desde su libro El ingenioso hidalgo Don Quijote
de la Mancha (1605 y 1615) expresó y dibujó los fundamentales símbolos que hoy
son parte de una región de España. Es cierto que La Mancha es sólo una zona terri-
torial muy amplia de la región, pero sus símbolos son tan fuertes, tan históricos, tan
conocidos, que se han constituido por la inercia de los procesos como los más rele-
vantes y significativos de toda Castilla-La Mancha. Por Cervantes La Mancha es co-
nocida en el mundo entero, una zona popular e internacionalmente llamada como
la “tierra de Don Quijote”. Y sin embargo no deja de ser paradójico que un personaje
“-supuestamente inventado-” sea hoy un símbolo regional, que incluso posee cierto
énfasis identificador de carácter nacional. Podríamos alegar el caso de E. Heming-
way, el novelista estadounidense de Illinois y de fama internacional que residió en
muchos países, entre ellos Cuba por algo más de una década, y al que los cubanos de
La Habana consideran no sólo como uno más de ellos sino como un emblema por
haber descrito con tanta fuerza en sus novelas “-supuestamente inventadas-” a per-
sonajes, la vida y las costumbres de los cubanos de los años 40 y 50.
Aunque sea así, con “personajes inventados”, el entorno donde se desarrollan,
es decir, los paisajes y las costumbres son reales en ambos novelistas. Desde luego,
sin lugar a dudas, en Don Quijote hay mucha más realidad que ficción, incluso en la
paranoica personalidad con que Cervantes describe al protagonista, existe una fuerte
dosis de conciencia de la realidad: -A fe, Sancho -dijo don Quijote-, que, a lo que pa-
rece, que no estás tú más cuerdo que yo1.
26
1. Cervantes, M., El ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha, Madrid, Espasa-Calpe, 1976, capí-tulo XXV.
Debemos tener en cuenta que los símbolos se elaboran en el interior de las
culturas y que incluso, a veces, también desaparecen dentro de ellas. En Castilla-La
Mancha, Don Quijote se ha constituido, y no por capricho, en el símbolo de los sím-
bolos, es un fenómeno histórico y antropológico que nos identifica y en el que debe-
ríamos profundizar más.
Don Quijote en la novela de Cervantes nos dibuja un paisaje de símbolos vi-
suales que aún persisten. Los molinos de viento en lo alto de las pequeñas elevaciones
que se cruzan ante la visión de los viajeros les permiten tomar conciencia de que se
encuentran en una tierra peculiar, en una tierra diferente dentro de España, es una
seña visual de la identidad de un pueblo. Y dentro de los grandes pueblos castellano-
manchegos no es que todas las casas sean iguales, precisamente ante la desigualdad
arquitectónica, alguna que otra vez se encuentran casas pintadas de blanca cal y de
azul índigo, el fuerte tinte procedente de la India, colores con los que identificamos
las fachadas de las casas tradicionales e históricas. Y es que los símbolos visuales de
identidad no tienen porqué ser siempre numerosos y abundantes, a veces sólo con
que persistan algunos elementos resulta suficiente para legitimar su función. Si hay
muchos se clasifican. Pero desde el punto de vista histórico no es necesario que la
región esté llena de recintos arquitectónicos como las llamadas “ventas”, con sólo la
existencia de una venta conservada con su perfil histórico y documental puede y es
un símbolo visual suficiente como exponente identificador. Muchos y variados ele-
mentos como los relacionados con la comida, la bebida y las fiestas populares podrían
seguir siendo analizados como catalizadores de la identidad castellano-manchega.
De cualquier manera los símbolos visuales siempre son más fáciles de detectar
que los símbolos intelectuales, aquellas configuraciones mentales que sólo se con-
servan en la memoria de las gentes que integran el grupo. A veces podemos reconocer
la procedencia de las personas “por la cara”, o cuando menos reconocemos a los que
pertenecen a nuestro grupo. Hay ciertas facciones de los rostros que siempre nos re-
sultan familiares. Estas identificaciones no son del todo intelectuales, también per-
tenecen al ámbito visual. Sin embargo características de la conducta como la
“austeridad castellana” tienen más incidencia en la actitud de las personas que en
los aspectos visuales. Las actitudes no son fáciles de analizar y quizás menos de pre-
sentarlas como identificadoras de una cultura, porque, además, las podemos encon-
trar repetidas en otras personas. Pero, quizás, una característica bastante regional
sea el apego a la localidad. La identidad local, el haber nacido en un pueblo o ciudad
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I Jornadas de historia de Mota del Cuervo
nos remite a una pertenencia de grupo muy fuerte para los castellano-manchegos,
con mayor consistencia, tal vez, que la pertenencia a una región. Y es que en casi
todos los pueblos y ciudades de Castilla-La Mancha hay mucha historia recordada, y
mucha historia escrita y mucha tradición conservada. Entidades con demasiada
fuerza y que saturan o satisfacen el sentimiento de adscripción de las personas. De
todos modos, es posible hoy y a partir de la existencia de nuestra región, empezar a
conocernos mejor, quizás nos sorprendamos. Para entender mejor esta idea se puede
encontrar apoyo en la teoría de la percepción de Rudolf Arnheim2, que en esencia
sostiene que en la cognición, es decir, para conocer las cosas del mundo no se puede
separar la percepción y el pensamiento. Quiero entender desde esta teoría que si la
percepción visual es pensamiento visual y ello produce conocimiento, contemplar el
mundo que nos rodea bajo un énfasis selectivo ha de producir un conocimiento es-
pecífico en las personas. Y además si pedimos que se nos señalen aquellas represen-
taciones locales, expresamente, visuales que motivan el orgullo para los que son del
pueblo, se indicará un conocimiento separado del resto y que al mismo tiempo nos
dará la base fundamental desde la que las personas se identifican, en la perspectiva
de su identidad local. Y este tipo de conocimiento puede refortalecer el sentimiento
de pertenencia al lugar. Y por esta razón esas representaciones se constituyen o pue-
den constituirse en símbolos de esa identidad en un ejercicio de reciprocidades. En
este sentido entiendo que un símbolo es una síntesis de conocimiento para las per-
sonas que lo utilizan, un concentrado que no necesita demasiadas explicaciones. Y
que han surgido del discurso consensuado y particular de cada cultura.
Pienso que utilizar el orgullo como variable principal para investigar la iden-
tidad de los pueblos no sólo nos permite profundizar en la conciencia compleja de
las personas sino también empirizar una parte invisible de nuestra cultura desde esas
representaciones visuales que funcionan como indicadores cuantificables y medi-
bles.
Introducción
Este estudio realizado no es meramente histórico, aunque no rechaza la his-
toria, ni geográfico, aunque tiene muy en cuenta el medio ambiente, ni económico,
28
2. Arnheim, R., El pensamiento visual, Buenos Aires, EUDEBA, 1986.
ni artístico, ni turístico, ni arquitectónico, pero no se rechazan ninguno de estos en-
foques en virtud del carácter holístico de la Antropología.
¿Debe considerarse que este proyecto y el estudio realizado no es del todo
completo? No lo pienso así. Es más bien y en sentido metafórico una puerta que se
ha abierto para entender y profundizar en la lógica de los comportamientos humanos
de nuestra región bajo el enfoque antropológico. La búsqueda de los denominadores
comunes entre nuestros pueblos es una pista para iniciar estudios más profundos,
que nos ayuden a conocer las cadenas de correlaciones entre la conducta y el pensa-
miento de los castellano-manchegos.
Uno de los motivos por los que comencé esta investigación es precisamente
porque al viajar de una provincia a otra siempre observaba en algún y otro sitio, algún
que otro molino o alguna que otra escultura de Don Quijote, generalmente siluetas
de hierro en negro. Me llamó la atención precisamente no por vivir en la región, ya
que al estar familiarizado con esos símbolos pueden pasar desapercibidos, sino por
situarme en la posición de un turista que viaja por España, simplemente observando.
El inicio u origen de la idea partió del interrogante: ¿Existen elementos, ob-
jetos o paisajes en España que puedan establecer o indicar al viajero que ha pasado
de un lugar a otro, o que le indiquen en la región o territorio donde se encuentra? -
(y no me refiero a las placas o señales de tráfico)- Inapelablemente en Castilla-La
Mancha esta pregunta estaba contestada de antemano. Precisamente y en este caso
fue la respuesta quien había provocado la pregunta, luego la hipótesis estaba ya de-
mostrada. Esta región puede ser atravesada por muchas carreteras de norte a sur,
de este a oeste o viceversa y será muy difícil que no encontremos indicadores o refe-
rentes simbólicos que nos clarifiquen el lugar donde estamos. Sobre todo por las
grandes llanuras de La Mancha cubiertas de interminables viñas.
Cuando se supone que en la época estival todo el campo estará seco, aparecen
las verdes parras de alineamientos perfectos, a veces combinadas con los olivos. Todo
un impacto para el viajero que verá los apretados y gruesos racimos de uvas desde la
carretera. Los que hemos vendimiado sabemos que en las parras próximas a las ca-
rreteras pocas veces quedan uvas. Pero la parra es un producto que se extiende por
casi toda España, no es exclusiva de una zona concreta. Sin embargo ese “mar verde”
que podemos ver en algunas partes de nuestra región no es frecuente en otros lugares
29
I Jornadas de historia de Mota del Cuervo
y sí puede ser una característica del paisaje castellano-manchego. Pienso que mucha
gente de “afuera” es capaz de identificar el lugar donde se encuentra al contemplar
las grandes extensiones de parras.
Entonces, desde una posición más concreta, en el proyecto se planteó un in-
terrogante fundamental, en referencia al problema ya establecido: ¿Cómo se da
cuenta o percibe un viajero, un turista o una persona que va de un territorio geográ-
fico a otro, que ha cambiado de lugar? Sin duda alguna, debían existir algunos refe-
rentes visuales, incluso no sólo artificiales sino también naturales, que hiciesen a las
personas tener consciencia del lugar donde están o por dónde pasan. Y esos referen-
tes en las sociedades complejas son y han sido difundidos a lo largo de la historia, se
conocen o pueden conocerse por quienes estén interesados en ello, y a veces se co-
nocen sin tener ningún interés. No resulta muy difícil conocer esos referentes sim-
bólicos de pueblos que están en contacto permanente.
Con este interrogante se tuvo en cuenta que la identidad no sólo depende de “unos”
sino también de los “otros”, es decir, de los referentes con que “otros” nos identifi-
can.
Pero también era necesario buscar los referentes singulares. Quizás esos re-
ferentes a los que no tiene acceso directo el viajero. Esos referentes que hacen que
30
Viña, término de Tomelloso, Ciuadad Real. Foto Javier García Bresó, 1999.
las personas nos sintamos orgullosos de ser de nuestros pueblos. Este tipo de refe-
rentes son variadísimos por lo que se eligieron los visuales permanentes, haciendo
hincapié sobre todo en las esculturas-homenajes. Como ejemplo de estas esculturas-
homenajes llama la atención la de Camuñas sobre Francisco Sánchez Fernández
“Francisquete”, héroe de la Guerra de la Independencia y causante de la frase tradi-
cional y conocidísima: “¡Que viene el tío Camuñas!”.
En Castilla-La Mancha destacan por encima de todos los símbolos El Molino
de Viento, que precisamente no es exclusivo de La Mancha, y también las siluetas en
negro de Don Quijote y a veces también de Sancho Panza. Pero además, la ubicación
de estos referentes sincronizan y se integran en una organización espacial que enri-
quece la dimensión estética de los pueblos y paisajes. Las agrupaciones de molinos
en Consuegra, Campo de Criptana y Mota del Cuervo otorgan espectacularidad al
paisaje y a la estética de estos pueblos, porque sin los molinos todo sería “corriente”.
31
I Jornadas de historia de Mota del Cuervo
Molinos de Consuegra, Toledo.Foto:Javier García Bresó. 1999.
Molinos de Campo de Criptana, Ciudad Real.Foto: Javier García Bresó. 1999.
Molinos de Mota del Cuervo, Cuenca.Foto: Javier García Bresó.1999.
Esta geografía que nos facilita el conocimiento a partir de la percepción de
imágenes contiene otros elementos identificadores de la región. El molino es todo
un descubrimiento tecnológico para las épocas de la humanidad en las que no se co-
nocía el uso de los combustibles fósiles ni el de la energía eléctrica. Una tecnología
que se difundió por toda Europa, readaptando sus formas externas a los países y cul-
turas de esos países que los utilizaron. En toda España hubo muchísimos molinos
de viento3, pero en tan solo una zona han llegado a sobrevivir ante el paso del tiempo
¿Porqué? Contestar a este interrogante significa clarificar y justificar la existencia de
los molinos de viento en la región. Pero para entender mejor la respuesta quizás nos
debamos plantear también ¿Porqué no han sobrevivido en las otras zonas de España?
Es posible que exista alguno aún, pero son poco conocidos o no son tan famosos
como lo de nuestra región.
Tengamos en cuenta que el molino es un producto tecnológico y que ha per-
dido vigencia como tal, después de algunos siglos de uso y aprovechamiento. Esto es
debido a que han aparecido nuevos productos que le superan en eficacia funcional.
Por ello han ido desapareciendo del paisaje, de esas lomas o pequeñas elevaciones
donde normalmente se instalaban para aprovechar mejor los “doce” vientos. Todos
sabemos que la permanencia de estos molinos en la región se debe a la genialidad de
Cervantes, por haber escrito una magnífica novela de “anticaballerías”. Si esta novela
hubiera sido un fracaso literario ¿Existirían aún los molinos de viento? Un supuesto
que sólo intenta realzar más la causa de que todavía haya molinos. El éxito de Cer-
vantes y el que en su novela el molino de La Mancha sea tratado como un personaje
más, le ha dado la fuerza y el significado a uno de los más fuertes símbolos de la re-
gión. Al paso de la región, el viajero ha de ver algún molino que le indicará en qué
zona de España se encuentra; es decir, identificará el lugar.
Estos molinos constituyen un exponente importante para la vida de estos pue-
blos.A partir de ellos se ha generado una serie de actividades que afectan a las per-
sonas como la “Molienda de la Paz” en Consuegra o la sociedad de “Amigos de los
Molinos” de Mota del Cuervo, aparte del movimiento turístico que provocan y que
se debería atender mejor o cuando menos pensar en las expectativas del visitante,
no sólo por objetivos económicos sino para ilustrar más sobre los objetos que se ven.
32
3. Sánchez Molledo, José María, “Molinos de viento en España. Evolución histórica y localización ac-tual”, Actas: IV Jornadas de Etnología de Castilla-La Mancha, Toledo, Junta de Comunidades deCastilla-La Mancha, 1987, pp. 199-212.
El molino, querámoslo o no, es un símbolo de identificación en la región. A
partir de él se genera un fenómeno social que es el reclamo de lo genuino, de lo típico,
de lo propio de la tierra. Bajo esa referencia resulta muy frecuente encontrarse por
las carreteras ese reclamo para el viajero. Sobre todo en forma de restaurantes u ho-
teles. Es una manera de vender identidad y al mismo tiempo de participar en esa
identidad. En estos casos son las formas las que nos contextualizan la realidad. Para
los efectos daría igual comer en un sitio o en otro. Pero no, las personas buscamos
también esos reclamos. Es algo así como en el sentido metafórico de la frase “no es
lo mismo ver bailar que bailar”, ser espectador o participar en la acción. Y la acción
es también una manera de obtener conocimiento, siempre se ha dicho lo importante
que es “aprender experimentando”. Pues bien, la identidad se puede experimentar y
para ello el contexto juega un papel importantísimo, es la manera a través de la cual
las personas podemos asumir o tener consciencia de dónde estamos. Hay que consi-
derar que la asunción, o sea para asumir la realidad que vivimos, la vía más accesible
son esas formas contextualizadoras, las que hacen creíble ser conscientes del lugar
donde nos encontramos. Por tanto comer en un restaurante en forma de molino nos
hace asumir que estamos experimentando esa identidad. Y desde luego ha de ser ren-
table para las iniciativas privadas porque proliferan esos lugares por casi todas las
carreteras de la región. Por tanto esa sería una manera de “vivir la región” a través
de sus símbolos y no digo “vivir en la región”. La diferenciación que quiero establecer
puede asociarse a la idea de ser protagonista o ser espectador. Por tanto “vivir la re-
gión” sería algo así como una integración de sentimientos y sintiéndose así dentro
del grupo como protagonista con todos, mientras que “vivir en la región” se refiera
más a la ocupación de un espacio físico. La diferenciación no pretende llevar a un
discurso filosófico sino sencillamente a poder considerar el proceso de la asimiliación
de una identidad regional.
La Mancha: Inicio de la investigación
La región cuenta con unos 911 municipios4 distribuidos en cinco provincias.
Pero las provincias constituyen demarcaciones administrativas. Otro tipo de clasifi-
cación son las comarcas, que están más vinculadas a un modelo geográfico concreto
33
I Jornadas de historia de Mota del Cuervo
4. González, C., “Castilla-La Mancha”, en Fernández Montes, M. (coord.), Etnología de las Comuni-
dades Autónomas, Madrid, Ediciones Doce Calles-Consejo Superior de Investigaciones Científicas.1996, p. 230
y sobre todo a una mayor comunicación entre los pueblos que las integran. El Valle
del Tiétar, La Jara, La Sagra, “Los Montes” de Toledo, La Mesa de Ocaña, La Alcarria,
Tierra de Ayllón, Alto Tajo, “La Sierra” de Cuenca, La Manchuela, Campo de San
Juan -“La Mancha”-, Campo de Calatrava, Campo de Montiel, Valle de Alcudia, Sie-
rra de Alcaraz, Sierra del Segura y otras zonas de menor extensión son las comarcas
que comprenden las cinco provincias. El problema es que las comarcas trascienden
a los límites administrativos provinciales y algunas también a los límites regionales.
La mayor de todas es La Mancha, cuyo núcleo correspondería al Campo de
San Juan, una denominación más administrativa que geográfica, por ser el territorio
que dominó la Orden de San Juan. La gran llanura de la Submeseta Sur de España,
un gran espacio de terreno, ha favorecido que muchos pueblos separados adminis-
trativamente y adjudicados por los procesos históricos a cuatro provincias manten-
gan muchas semejanzas. La fácil comunicación entre ellos ha favorecido ciertas
expresiones de lo que podríamos llamar una regularidad o familiaridad de rasgos
culturales. Así sucede con otras comarcas donde los límites geográficos no se corres-
ponden con los administrativos. Y por tanto pueden existir familiaridades culturales
entre pueblos de distintas provincias y entre pueblos de distintas regiones. La diver-
sidad cultural se acentúa cuando puede haber pueblos que no se sientan manchegos,
y otros ni castellanos y otros... ni se sabe.
La idea inicial del proyecto era abarcar a las cinco provincias. En la medida
de lo posible se visitarían todos los pueblos de la región. La cantidad económica final
que se adjudicó al proyecto hizo inviable tal alcance. Por lo que la muestra tuvo que
reducirse exclusivamente a La Mancha. Así el proyecto tomó una línea más específica
al añadírsele “en la Ruta del Quijote”, es decir, el proyecto fue aprobado con el título
“Símbolos de identidad y pertenencia regional en la ruta del Quijote”. Se llegaron a
visitar unos 90 pueblos, pero también se prestó atención en el recorrido a las carre-
teras o mejor dicho a los referentes próximos a las carreteras que en ocasiones esta-
ban bastante alejados de los pueblos, por ello se ha viajado por todo tipo de carreteras
regionales de primer, segundo y tercer orden, e incluso por caminos vecinales y en
ocasiones por senderos de tierra aplastada.
Dentro de cada pueblo se recorrieron casi todas las calles. Esto en cierto modo
puede crear un grado relativo de error, ya que se han descubierto referentes que a
veces ni los mismos habitantes del pueblo conocían como el caso de la escultura de
34
Don Quijote en Villarrobledo, en la calle Castelar (que dicho sea de paso ha sido qui-
tada de ese lugar). Pero este y otros casos deben considerarse producto de la espon-
taneidad popular y a veces comercial en el uso de sus símbolos. Pero no de todos los
pueblos visitados pudieron obtenerse datos interesantes, aunque fueron, desde luego,
muy pocos. De los 90 pueblos visitados, unos 84 han sido incluidos en la memoria
con algún tipo de referente. Todos éstos se incluyen en la lista siguiente:
ALBACETE (10) CIUDAD REAL(23) CUENCA(28) TOLEDO(23)
35
I Jornadas de historia de Mota del Cuervo
Albacete
Barrax
El Bonillo
La Roda
Lezuza
Minaya
Munera
Ossa de Montiel
Tarazona de la Mancha
Villarrobledo
Alcázar de San Juan
Alcubillas
Almagro
Arenas de San Juan
Argamasilla de Alba
Campo de Criptana
Carrizosa
Ciudad Real
Daimiel
Herencia
La Solana
Malagón
Manzanares
Moral de Calatrava
Pedro Muñoz
Peralbillo
Puerto Lápice
San Carlos del Valle
Socuéllamos
Tomelloso
Valdepeñas
Villanueva de los Infantes
Villarta de San Juan
Almonacid del
Marquesado
Arcas del Villar
Belmonte
Casas de Fernando
Alonso
Casas de los Pinos
Casas de Roldán
Castillo de Garcimuñoz
El Cañavate
El Pedernoso
El Provencio
Honrubia
La Alberca de Záncara
Las Mesas
Las Pedroñeras
Los Hinojosos
Mota del Cuervo
Osa de la Vega
Pinarejo
Puebla de Almenara
Quintanar del Rey
San Clemente
Santa María del Campo
Rus
Tarancón
Tresjuncos
Villaescusa de Haro
Villamayor de Santiago
Villanueva de Alcardete
Camuñas
Consuegra
Dosbarrios
El Romeral
El Toboso
Huerta de
Valdecárabanos
La Guardia
Los Yébenes
Madridejos
Miguel Esteban
Mora
Ocaña
Orgaz
Puebla de Almoradiel
Quero
Quintanar de la Orden
Tembleque
Turleque
Villafranca de los
Caballeros
Villatobas
Yepes
Metodología
Desde su concepción original el proyecto estuvo concebido bajo la referencia
de la Antropología Simbólica, que pretende estudiar las culturas como sistemas de
símbolos y significados compartidos; es decir, pretende demostrar que, detrás de lo
que un ojo puede apreciar a simple vista, yace un significado más profundo, donde
pueden encontrarse las respuestas que nos ayuden a entender la situación y la posi-
ción de las cosas en el mundo, así como la lógica de las conductas y las formas de
vida de los distintos pueblos. Por ello se han considerado los símbolos como refe-
rentes muy importantes cuyo significado fundamenta una gran parte de la identidad
regional. La variable independiente, por tanto, que se ha considerado son los Sím-
bolos visuales o elementos a partir de los cuales las personas asumimos lo caracte-
rístico y particular que pertenece a una colectividad y con los cuales, además, se nos
identifica fuera de nuestras fronteras. Esta variable configura la hipótesis que se pre-
tende demostrar en este estudio; así se puede plantear que en la construcción de la
identidad de los grupos humanos o colectividades los símbolos visuales juegan un
papel relevante, porque la fortalecen y la refuerzan si no son causalidad de la propia
identidad, ya que además éstos se instalan en un entorno próximo, y actúan o pueden
actuar como elementos de retroalimentación para las personas, a partir de los cuales
se generan cadenas de correlaciones y sentimientos sólidos de pertenencia grupal.
Uno de los ejemplos más claros y activos se puede situar en Mota del Cuervo (Cuenca)
con la “Asociación de Amigos de los Molinos”.
Bajo esta idea los Símbolos se clasificaron en Compartidos y Diferenciados o
Específicos, con el fin de establecer no sólo la confluencia identificadora entre los
pueblos, es decir el denominador común, sino también la peculiaridad, la variación
del resto o singularización de cada pueblo.
La hipótesis fue establecida como guía para la acción en el Trabajo de Campo.
Y hay que manifestar que desde las primeras salidas a los pueblos empezó a confir-
marse. En muchos pueblos existen símbolos compartidos y símbolos diferenciados,
también sólo compartidos y desde luego sólo diferenciados. En la mayoría de los pue-
blos se han constatado las iniciativas para conservar, restaurar e inaugurar símbolos
o referentes que refuerzan la pertenencia a la comunidad. Pero hay que puntualizar
que unos pueblos expresan su pertenencia con más símbolos que otros, o haciendo
36
de esos símbolos el principal fundamento causal de su identidad. De ahí que incluso
se pueda hablar de centros difusores. En definitiva hay que considerar que todo
grupo humano es dinámico y que el asunto de la identidad no escapa a esa dinami-
cidad.
Resultados
El trabajo de campo se desarrolló a lo largo de todo el Verano de 1999 funda-
mentalmente entre los meses de julio y septiembre. Precisamente una época en la
que La Mancha está más verde debido al desarrollo de la parra, como cultivo mayo-
ritario. Un primer elemento que ha de considerarse como característico de la región,
aunque sin duda, es en La Mancha donde alcanza las mayores dimensiones en su ex-
tensión. Metafóricamente, se puede decir, que La Mancha en verano es un inmenso
mar verde.
Desde un punto de vista global la hipótesis queda confirmada no sólo por la
existencia de símbolos visuales característicos y peculiares de la región, sino por la
antigüedad de muchos de esos símbolos y por la proliferación de las variantes o nue-
vos diseños y por la abundancia de los mismos y por el uso comercial que se hace de
ellos. Como testimonio comprobatorio empírico se realizaron 695 fichas con todos
los datos necesarios para ubicar cada elemento y con una fotografía adherida, que
en ocasiones presenta distintos ángulos y distancias de los contenidos. Las fichas se
encuentran clasificadas por orden numérico. El índice que se adjunta en el primer
tomo facilita la búsqueda por provincias y pueblos clasificados por orden alfabético
y con su número correspondiente.
Los temas fundamentales se han clasificado globalmente como: MOLINO, MOLI-
NOPROPAGANDA, ESCULTURA, PINTURA, CASA, IGLESIA, TINAJA, PLAZA,
ERMITA, VIÑA y otros específicos y de poca repetición en distintos lugares.
En orden a una clasificación según lo más visible, es decir, teniendo en cuenta
los referentes que son más fácilmente visibles a los ojos del viajero, hay que poner
en primer lugar a los Molinos de Viento. El molino destaca porque casi siempre son
colocados en pequeños y a veces grandes cerros por lo que se pueden divisar desde
largas distancias, a ello se suma el gran volumen de estas construcciones y aún más
37
I Jornadas de historia de Mota del Cuervo
cuando forman agrupaciones. Y el molino es el referente más utilizado como propa-
ganda por bares y restaurantes próximos a las carreteras. Pero también diseños o va-
riantes del molino de pequeño tamaño han pasado a los pueblos y casi siempre
forman parte de la fachada del comercio, bar u hotel. Además se ha detectado un
cierto interés por parte de los Ayuntamientos en restaurar los molinos en ruinas, en
pueblos donde no han sido ya restaurados. También se han observado molinos cons-
truidos en fincas particulares para darles un uso de casa de campo, en estos casos se
ha producido una modificación de las proporciones tradicionales (caso del molino
en Lezuza, Albacete). En ocasiones se ha utilizado el volumen cilíndrico como insi-
nuación formal de un molino en la construcción de casas (caso de Las Mesas).
Como Esculturas se clasificaron un conjunto heterogéneo de representaciones.
En primer lugar las referidas a Don Quijote y Sancho Panza. Y en segundo todas
aquellas como Diferenciadas o Específicas que expresan el homenaje que suelen
hacer los pueblos a sus personajes históricos, a sus trabajos tradicionales y a sus sím-
bolos particulares. En las primeras destacan sobre todas las siluetas en negro de Don
Quijote y Sancho Panza; la más espectacular por su tamaño es la que hay en la Au-
tovía A-IV viajando desde Villarta de San Juan a Puerto Lápice (Ciudad Real), visible
a más de un kilómetro de distancia. Y las más frecuentes son unas siluetas de Don
Quijote pegadas a un pequeño muro situadas a la entrada de bastantes pueblos. Hay
varios artistas que se dedican a realizar estas esculturas, pero algunos como Eloy
Teno (Campo de Criptana, Ciudad Real), los hermanos Peño (Villafranca de los Ca-
balleros, Toledo), forjas El Francés (Belmonte, Cuenca) y los alfareros de la Roda
(Albacete) hacen del Quijote su diseño más importante y repetido.
Las Tinajas también pueden considerarse que funcionan como esculturas,
pero pienso que constituyen un símbolo con significado propio, muy diferente al
resto de las esculturas. Tienen una vinculación muy específica a un producto impor-
tantísimo en la región como es el vino, que además es un identificador interregional.
La renovación de algunas bodegas en la provincia de Ciudad Real, sobre todo, ha fa-
cilitado que desde las cuevas suban a la superficie. Consecuencia de ello son las gran-
des Avenidas de Tinajas en Valdepeñas (Ciudad Real), Villarrobledo (Albacete) y
Villanueva de los Infantes (Ciudad Real). En este último pueblo las tinajas se han al-
ternado con herramientas de uso antiguo para los distintos trabajos; se podría decir
que es un “museo de la tecnología al aire libre”.
38
Las fichas clasificadas como Pinturas también incluyen alguna heterogenei-
dad. Se incluyeron como pinturas los cuadros de azulejos que representan escenas
del Quijote. Entre los que destacan por su tamaño las de la Cooperativa Nuestra Se-
ñora de la Piedad en Quintanar de la Orden (Toledo); pero las más abundantes y an-
tiguas, y con más de un siglo de existencia, son las que decoran la cafetería y la sala
de espera de la estación de ferrocarril de Alcázar de San Juan (Ciudad Real). También
se han incluido otro tipo de pinturas sobre muros o carteles propagandísticos. Entre
éstas cabe destacar por su originalidad la que podríamos llamar como El Quijote
“heavy” a las puertas de una discoteca en El Provencio (Cuenca).
Otro conjunto bastante abundante de fichas se clasificaron como Casa y Calle.
Con ello se pretendía buscar la existencia de un modelo de fachada, que sintetizara
por su repetición, en los distintos pueblos, un canon de uso algo más frecuente. El
modelo que se podría establecer como más general es la fachada pintada de blanco
y con un zócalo de colores cambiantes, el de mayor frecuencia es el gris. En casi todos
los pueblos siempre hay varias casas con zócalos grises; pero el que más destaca por
su colorido de impacto es el azul añil o índigo. También se ha detectado que en algu-
nos pueblos se singularizan nuevos colores como el verde, marrón, etc. que de nin-
guna manera son norma general y quizás sólo sean circunstanciales. Por otra parte
se puntualizan las antiguas casas señoriales, que en muchos pueblos son abundantes
y de elegantes fachadas renacentistas como en Mota del Cuervo.
En referencia a las construcciones hay que señalar con más fuerte énfasis las
fichas clasificadas como Plaza. Las plazas en los pueblos estudiados condensan con
mayor expresión formal el orden arquitectónico “tradicional”, por lo que conservan
un “sabor” especial que centraliza el orgullo de lo “mejor del pueblo”. En realidad
hay plazas magníficas, no podría poner un ejemplo concreto sino varios.
En estos bloques de fichas se encuentran representados los principales sím-
bolos visuales, que sirven como referentes para apoyar y reforzar la identidad de
nuestros pueblos y en definitiva de nuestra región.
Pero desde un punto de vista cualitativo uno de los resultados más relevantes
fue descubrir que el sentido de pertenencia a un pueblo centraliza o alcanza un alto
porcentaje en la identidad de los castellano-manchegos. Haber nacido en un pueblo
concreto, o quizás ahora tengamos que hablar de haberse criado en el pueblo de los
39
I Jornadas de historia de Mota del Cuervo
padres, dado que los nacimientos se producen en los hospitales situados en la capital
de la provincia, nos otorga una de las identidades más sólidas en la acción simbólica
de nuestra pertenencia a un grupo. Después podrán añadirse otras pertenencias
como a la provincia, a la región, al país, al continente, etc. pero la primera y más
fuerte es pertenecer a “nuestro pueblo”. Ser del mismo pueblo es un denominador
común a partir del cual las personas podemos modificar conductas y actitudes. Desde
adolescente siempre me llamó la atención el hablar familiarmente con gente de mi
pueblo cuando nos veíamos en la capital, y en el pueblo raramente nos saludábamos
o incluso ni siquiera habíamos cruzado palabra alguna, pero nos reconocíamos aun-
que “sólo de vista”, sabíamos que éramos del mismo pueblo, era suficiente para pre-
guntar por la familia. Entonces es cuando uno se da cuenta que en el pueblo todos
“estamos fichados”.
La forma de vida de los pueblos contrasta con la forma de vida de la capital.
Se han formado convencionalismos culturales que facilitan la diferenciación. Por
regla general y tradicionalmente los de la capital han asumido su avance, su desarro-
llo más adelantado que el de los pueblos, que sin exageraciones y sin ningún otro
tipo de reflexión han configurado la imagen del “paleto” en las personas que llegan
del pueblo o que evidencian con claridad que “son de pueblo”, tradicionalmente sim-
bolizados por un elemento como la boina y a veces el traje de pana. Y por supuesto
que esta consideración incluye a su vez un cierto sentido de “no saber comportarse”.
Una pequeña dosis de estigmatización social. Pero un tipo de clasificación inevitable
porque sin duda los contrastes culturales existen. Y digo inevitable porque las per-
sonas tenemos una tendencia etnocentrista, que nos lleva a considerar que lo “mío”
es lo adecuado, lo mejor. Es muy difícil, casi imposible, que las personas prescinda-
mos del sentido de valoración que nuestra cultura ha introducido en nuestra con-
ciencia. No somos del todo conscientes sobre los significados de las diferencias
intergrupales y los patrones culturales que hemos asumido desde nuestra infancia.
Ellos nos indican el camino de las consideraciones sobre el mundo que nos rodea.
Quizás no seamos tan libres como creemos y estemos más condicionados por nues-
tros patrones de conducta, es decir, por nuestra cultura.
Si se pudiera traducir la imagen configurada sobre el “paleto” y compararla
con otros lugares casi me atrevería a decir que posee connotaciones tribales sólo por
enfatizar la idea de una cultura propia y no tanto de clase social. Y es que en el pueblo
existe una vida peculiar y característica que puede llegar a definirse, muy delicada-
40
mente, como una subcultura autosuficiente con unos contrastes culturales, a veces,
muy empíricos. Hay que desterrar de una vez por todas, la idea extendida del “grupo
puro”, una comunidad sin contactos, aislada, con una exclusiva y diferenciadora ma-
nera de enfrentar su propia vida, “los salvajes”, el tesoro para el antropólogo. Eso no
existe y dado el carácter dinámico del ser humano, quizás, no haya existido nunca.
La idea que ya expresó Lévi-Strauss5 de “llegar hasta el extremo límite del sal-
vajismo” en su viaje por las selvas brasileñas se vio recompensada con la nada, no
sabía la lengua de los mundé y no pudo conocer sus costumbres ni sus creencias y
tampoco quiso funcionar como un medio aculturador. Pero mucho me temo que de
haber sabido la lengua también se hubiera descubierto alguna influencia de los veci-
nos más próximos. La idea evolucionista de Lewis H. Morgan6 que llevaba a la hu-
manidad desde el salvajismo a la civilización fue interesante para su época, en el siglo
XIX. Hoy ese proceso debería verse como el paso de lo simple a lo complejo para no
ser demasiado etnocentristas. Y es en la complejidad cultural que presente cada
grupo o cada comunidad donde se encuentran algunas claves de la diferenciación.
Complejidad es un concepto que expresa mejor la idea de proceso. Y además
incluye a las variadas formas, lo más evidente y visible de las culturas. Así resulta
más comprensible entender las diferencias entre las personas que viven en el pueblo
y las que viven en la ciudad.
El problema de nuestra sociedad, complejísima si se ha de clasificar, son los
procesos retroalimentadores. Para entenderlo se puede expresar con el aforismo for-
mulado como acertijo de -“¿Qué es antes el huevo o la gallina?”. Es muy difícil saber
por dónde empezar el análisis del proceso cultural. Pero en el ejemplo puesto del pa-
leto como una fuerte expresión simbólica de las diferencias entre el pueblo y la ciudad
no resulta demasiado complicado. Para comenzar hemos de tomar como variable
principal el que todas las personas estamos o somos instruidas para una o varias ac-
ciones concretas. Esto no es un determinismo sino la expresión de un funcionamiento
cultural. Por tanto nuestra instrucción facilita la resolución de los problemas para
los que hemos sido preparados o educados. Cuando salimos de nuestro contexto, de
nuestro lugar, de nuestra comunidad, de nuestro pueblo es muy posible que nos en-
41
I Jornadas de historia de Mota del Cuervo
5. Levi-Strauss, C., Tristes trópicos, Buenos Aires, EUDEBA, 1976, p. 332.
6. Morgan, Lewis H., La sociedad primitiva, Madrid, Ayuso, 1975.
contremos con costumbres desconocidas, con un sistema de vida al que no estamos
acostumbrados. Y es importante que entendamos que “quitarse la boina” al entrar
en una oficina es un gesto simbólico que expresa respeto y no sumisión, ni inferiori-
dad. Es fácil caer en el “yo soy más” y “él es menos”. Ideas como ésta restan capacidad
de comprensión sobre los “otros” y no ayudan en nada al entendimiento entre las
personas. Además la diferencia no sólo reside en las formas sino en la complejidad
de ellas y de su realización. Utilizar el concepto complejidad me parece más inter-
culturalista ya que no implica ningún juicio de valor. Así se puede asumir que es más
descriptivo establecer la diferencia entre lo simple y lo complejo al comparar la vida
del pueblo y la de la ciudad. Aunque de ninguna manera se debe concluir que lo com-
plejo es mejor que lo simple o viceversa.
Pero sí podemos deducir que nuestros comportamientos obedecen en gran
medida al aprendizaje y especialización que hemos obtenido dentro de un grupo, de
una comunidad. Y podemos considerar que el pueblo, nuestro pueblo forma una co-
munidad cultural. Como ya expresara Adelina García Muñoz7 en una de las magní-
ficas y escasísimas monografías de perfil antropológico que se han escrito sobre algún
lugar de nuestra región, sobre un lugar denominado Balalaita, un pseudónimo de un
pueblo real:
“El grupo que me interesa no puede entenderse como tal –y mucho menos como una
comunidad- si fijamos nuestra atención sólo en algunos de los elementos que se utilizan
habitualmente para definir a una clase social o a una comunidad, como puede ser la
relación con los medios de producción o la conciencia de ser diferentes a otros grupos
respecto a los cuales tienen intereses contrapuestos. No basta tampoco con que tengan
un territorio compartido o que se identifiquen con unas formas culturales concretas;
que posean una memoria colectiva y un sistema simbólico común. Para entender como
tal a un grupo social han de tenerse en cuenta estos elementos y otros, que puedan sur-
gir al observarles, los aspectos que sus miembros puedan considerar importantes, o
los que nuestras concepciones teóricas nos hagan percibir como significativos”.
La autora mencionada centraliza su tesis no sólo en la vida del pueblo, su his-
toria, su realidad, sino en un factor cualitativo que por muy paradójico que parezca
42
7. García Muñoz, A., Los que no pueden vivir de lo suyo. Trabajo y cultura en el Campo de Calatrava,Madrid, Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación, serie Estudios nº 104, 1995, p. 281.
sirve para integrar al grupo. Está relacionado con uno de los controles sociales no
institucionalizados: el chismorreo. Una variante familiar del también conocido -“el
qué dirán”-, o de -“el mentiero”, o quizás más sinónimo de –“el cotilleo”. Como dije
antes en el pueblo “estamos fichados”, es decir, cada persona tiene bastante infor-
mación sobre los demás, “en los pueblos todo el mundo anda pendiente de lo que
hace todo el mundo”8. Sin embargo en la capital, tal vez por tener más habitantes,
no estamos tan sujetos al chismorreo; existe un espaciomayor donde se puede actuar
con la sensación del anonimato. No creo que sea necesario entrar en valoraciones de
lo que es mejor sino en asumir que en cada lugar existen diferencias. Sin embargo
he de señalar que conocerse entre las personas, para lo bueno y para lo malo, puede
ser mucho más ventajoso que no conocerse, pues creo que esto último nos puede lle-
var a la enajenación o a la indiferencia, y quizás no esto no sea bueno. De no haberme
detenido, aunque fuese brevemente, a hablar con el grupo de personas que vemos
en la Plaza de la Cruz Verde en Mota del Cuervo, no hubiera pasado uno de los me-
jores momentos de mi investigación. En un momento de la conversación uno de los
presentes comentó que tomara una foto porque, señalando a uno, dijo que se iba a
morir pronto; a lo que el indicado respondió, que el que se iba a morir pronto era él,
del garrotazo que le iba a dar. Diez años después esta anécdota queda aún en mi me-
moria.
43
I Jornadas de historia de Mota del Cuervo
Bajo la sombra de un árbol en la Plaza de la Cruz Verde, Mota del Cuervo, Cuenca.Foto: Javier García Bresó, 1999.
8. Ibid., p. 131.
No es mi intención entrar en el análisis del pueblo y la ciudad sino de presen-
tar la relevancia del pueblo como comunidad cultural. Y desde luego como la base
del primer peldaño en la identificación de la persona dentro de un colectivo. Es cierto
que esta actitud identificadora no es exclusiva de los castellano-manchegos, también
sucede en muchos otros lugares. La repetición de conductas no es exclusiva de un
ser humano sino de “los seres humanos”. No debe extrañarnos que otras personas
utilicemos los mismos argumentos para desarrollar nuestra identidad. Lo que im-
porta, lo que realmente importa es si sentimos orgullo con nuestra identidad local.
Porque la identidad si no se vive con orgullo se deshace, se pierde. Y la dinámica o el
juego de la expresión se hace más complejo porque unos pueblos se sienten más or-
gullosos de su grupo que otros, o al menos lo manifiestan más o han creado eviden-
cias más claras y más difundidas. Así podemos medir empíricamente ese sentimiento
por medio de indicadores materiales concretos. Indicadores que tienen mucho que
ver con expresiones de participación colectiva tales como una fiesta, un monumento,
un paisaje y también -¿porqué no?- de un personaje ficticio, de una leyenda; todos
aquellos en los que se ponga un especial énfasis o se les haya concedido una relevan-
cia predominante sobre otros elementos de menos consideración grupal.
Puede haber muchos ejemplos de estos indicadores que expresen en síntesis
nuestros sentimientos de pertenencia. Todos los que cada pueblo o colectivo consi-
dere con valor y representatividad suficiente. Lo que naturalmente puede conducir
a una heterogeneidad abundante, ya que en sí, esto significa presentar la particula-
ridad de cada lugar. Y al contrario de lo que pueda pensarse no creo que esta hetero-
geneidad nos aleje de una participación colectiva más amplia como es el sentimiento
de pertenencia a una región o a un país; las personas podemos asumir varias identi-
dades de diferente nivel o rol. Y, tal vez, en la medida que la identificación incluya a
más personas, los símbolos sean más reducidos o menos diversos y más homogé-
neos.
Los símbolos visuales en Mota del Cuervo
En la mayoría de los casos cada investigador finaliza su investigación redac-
tando un informe sobre el objeto de su estudio. A mi me pareció oportuno ampliar
el conocimiento de la región incluyendo el criterio de los propios habitantes de nues-
tro pueblos. Una acción que en antropología suele denominarse “perspectiva emic”,
44
refiriéndose a la visión del nativo. Por contraste con la visión del investigador o “pers-
pectiva etic”. Se entiende que con ambas versiones el conocimiento del objeto de es-
tudio tendrá que ser mayor. No fue difícil para mi contar con la colaboración de mis
alumnos de la Escuela Universitaria de Trabajo Social en el campus de Cuenca de la
UCLM.
Durante algunos cursos instruí a los alumnos participantes sobre la forma de
realizar las fichas, al mismo tiempo que completaba su educación intentando orien-
tarles sobre la manera de organizar el trabajo de investigación.A la entrega de los
trabajos en formato de fichas y según su volumen, empecé a observar que los propios
alumnos me estaban indicando el nivel de autoestima por sus pueblos respectivos.
Creo que es posible la deducción de que los alumnos que incluían más fichas sobre
su pueblo mostraban con ello el nivel de orgullo sobre el mismo.
La pregunta que les abrió el camino para saber qué fichar era que fotografia-
sen y ficharan aquellos lugares, tradiciones u objetos de su pueblo para mostrar a un
turista o a personas de otros lugares que no supieran nada del lugar. Así ellos mismos
tenían toda la libertad del mundo para construir el objeto o los objetos motivo del
orgullo a la localidad. Y vuelvo a enfatizar que una de las principales fuentes de iden-
tificación para los españoles es el apego a la localidad de nacimiento o a la localidad
de los padres. Por tanto era posible confiar en que casi todos los alumnos/as podrían
encontrar algún que otro aspecto o lugar de su pueblo donde centrar el motivo de su
orgullo.
Las alumnas que trabajaron Mota del Cuervo (Cuenca), y que considero ne-
cesario mencionar, Ana María Mellado Morata y Silvia Fernández Moreno, encon-
traron variados elementos para presentar lugares, tradiciones, historias y leyendas
desde las que medir su orgullo local. En resumen, un magnífico y amplio trabajo
que reflejaba el elevado nivel de identificación local.
No es difícil para cualquier viajero, que pase por Mota del Cuervo, quedar im-
presionado sobre todo por el agrupamiento de sus molinos, como ya he destacado
en otras localidades de Consuegra (Toledo) y Campo de Criptana (Ciudad Real). Y
para mi mismo como viajero, en el proceso de mi investigación, Mota del Cuervo des-
tacó pronto como uno de los ejes más expresivos de la identidad regional, desde el
punto de vista de la simbolización visual.
45
I Jornadas de historia de Mota del Cuervo
Estoy convencido que cualquier viajero también quedará impresionado al observar
los “siete gigantes” que se elevan sobre el propio pueblo. Al considerar esa versión
que llamamos “emic”, Ana María y Silvia, aportaron una información que no se ve al
contemplar los molinos. Se refiere a la Asociación de Amigos de los Molinos. En la
historia de cada pueblo pueden encontrarse esos hechos a partir de los cuales tam-
bién se construye la identidad.
46
Agrupación de molinos en Mota del Cuervo (Cuenca). Foto: Javier García Bresó, 1999.
Logotipo de la Asociación de Amigos de los Molinos de Mota del Cuervo.Foto: Ana María Mellado Morata y Silvia Fernández Moreno, 2000.
Al parecer, la Asociación fue creada el 6 de abril del 1955, siendo su primer
Presidente Don Joaquín Piqueras Mujeriego. Desde esta asociación se promovieron
actividades para reconstruir los siete molinos que hoy se pueden ver. Las obras de
reconstrucción se iniciaron en los años 60. Cuando también comenzó a publicarse
la revista Aspas Manchegas. Sin embargo, a veces las agrupaciones también pueden
tener un símil al tristemente famoso rio Guadiana. Pues de igual manera la asociación
reapareció en 1990 a partir del propio empeño de los vecinos de Mota que quisieron
continuar con lo ya iniciado. Así comenzaron varias actividades como: Restaurar los
molinos, por cuya acción recibieron el premio “Europa Nostra”, se instaló una mag-
nífica iluminación que intensifica la visión de los molinos en algunas horas de la
noche. Además se habilitó el molino, denominado, “El Piqueras”, para poder ser vi-
sitado y exponer en su primera planta los productos típicos que se realizan en el pue-
blo. Toda una serie de acciones para intensificar lo que los propios vecinos de Mota
consideran uno de los fundamentos de su orgullo local.
Además de todo esto, también se inician investigaciones sobre la incorpora-
ción de lo molinos como elemento tecnológico para facilitar el proceso de transfor-
mación del trigo y otros cereales. Así Ana María y Silvia incluyen en una de sus fichas
el siguiente texto:
El abandono de estas construcciones se debe a la aparición de nuevas técnicas moline-
ras, que llevaban a su desuso, quedando reducidos a evocaciones literarias. En las Rela-
ciones topográficas de Felipe II (1575) se cita la existencia de molinos de viento. En el
Catastro del Marqués de la Ensenada (1752) se constata la existencia de quince molinos
de viento, aunque se sabe con certeza que hubo más (23 molinos y una molineta). Madoz,
en su Diccionario Geográfico Histórico (1848) afirma que existían 18 molinos. El primer
documento registrado sobre los molinos de viento data de 1503, se trata de un manus-
crito de la biblioteca del Monasterio de El Escorial. En 1900 existían once molinos, de-
jando de moler el último en 1929, llamado “El Zurdo”, porque sus aspas giran al revés
que las demás, es decir, hacia la izquierda. Esto se debe al rayado de las piedras que tie-
nen las estrías al revés, por lo que los molineros tuvieron que adaptar el velaje para su
funcionamiento.
El nombre de los demás molinos eran: “El Nano”, “El Tortas”, “El Varillero”, “El Pitón”,
“La Molineta”, “El Rebollo”, “El Coleta”, “El Pasiquillo”, “El Veterano” y “El Viejo”. Estos
nombres de deben a los apodos de sus dueños. En 1960 se llevó a cabo la reconstrucción
de siete molinos, impulsada por la asociación de “Amigos de los Molinos” y el Ayunta-
47
I Jornadas de historia de Mota del Cuervo
miento. Los nombres de estos siete molinos son: “El Zurdo”, propiedad privada (Ramón
Serrano Suñer). “Joaquín Piqueras”, en recuerdo del primer presidente de la asociación.
“Cervantes”, ambos propiedad de la mencionada asociación. “Fran Grillparzero”, levan-
tado por Austria. “Goethe”, construido por Alemania. “Francia”, construido por dicho
país. “Irak”.
Me resulta curiosa la referencia a la denominación de los molinos por el apodo
de sus propietarios. Creo que es una manera de incluir la acción humana sobre un
objeto no orgánico. Algo parecido a como si se quisiera humanizar el objeto. Sin duda
alguna, un paso importante en la arbitrariedad del proceso de la simbolización.
48
Panorámica desde la parte más alta de los molinos. Al fondo se pueden divisar las casas deEl Toboso (Toledo). Foto: Javier García Bresó, 1999.
Popularmente la zona de los molinos también es conocida como “El balcón
de La Mancha”. Desde esa altura puede observarse no sólo el pueblo de Mota sino
también El Toboso, que está a unos trece kilómetros por carretera. La característica
de la llanura facilita que la vista alcance en los días más claros un lejano horizonte
que embellece la panorámica.
En un brevísimo artículo de Valentín Noblejas9 en donde resalta la expresión
plástica en la estructura y el aprovechamiento de las cualidades decorativas naturales
de cada material. Con brevedad describe algunas construcciones como la ermita de
Tembleque, un molino de los Yébenes, la escalera de la posada de Manzanares, el
porche de una posada en Puerto Lápice y un patio en Madridejos. Ejemplos de re-
presentaciones muy manchegas. Pero sobre todo enfatiza el color blanco que da la
cal. Como en otras partes de España, la cal proporciona una estética familiar en La
Mancha y esto ya desde hace muchos siglos. Lo que comenzó como una medida de
higiene se ha transformado en la expresión estética para muchos pueblos, y también
para La Mancha, en donde como expresa Valentín Noblejas puede considerarse como
el denominador común de la arquitectura rural.
En los pueblos de Castilla-La Mancha, además de los distintos tipos de cons-
trucciones y construcciones parecidas, algo que llama la atención en las fachadas de
las casas es el predominio del blanco sobre zócalos de diversos colores10. En la zona
de La Mancha el color del zócalo más impactante es el añil o azul índigo, pero tam-
poco es exclusivo ni el más abundante. En muchas calles de casi todos los pueblos,
los edificios varían en el diseño, pero sobre todo varían el color de los zócalos. Aún
variando los colores de los zócalos, se puede observar bastante uniformidad en las
fachadas.
El color blanco de la cal destaca sobre las fachadas de muchísimos pueblos, y
aventuradamente quizás de la mayoría. A la blanca fachada se le añade el zócalo que
varía en colorido, el más frecuente, aunque no sea considerado como el más típico,
es el gris.
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I Jornadas de historia de Mota del Cuervo
9. Valentín Noblejas, G., “El funcionalismo de la arquitectura popular manchega”, Ingar, vol. 1, 1932,pp. 19-20.10. García Bresó, J., Cultura y pertenencia en Castilla-La Mancha. Notas antropológicas, Madrid,Celeste Ediciones, 2000.
¿Porqué el zócalo varía su color? Puede haber diversas razones, pero el resul-
tado es un juego estético, embellece la fachada de la casa y también cada vecino ex-
presa su preferencia, su singularidad. Este juego de coloridos, en ocasiones, pasa del
zócalo a los bordes de las ventanas, que así quedan más enfatizadas y remarcadas.
50
Alcubillas, Ciudad Real.© Javier García Bresó. 1999
Quero, Toledo.© Javier García Bresó. 1999.
Mota del Cuervo, Cuenca.© Javier García Bresó. 1999.
La fachada se convierte en un soporte donde cada vecino desarrolla su propio
sentido de la composición. Pero también alude a una estética que procede de unos
patrones culturales bastante concretos y difundidos. Podemos ver algunos ejemplos
en casas de distintos pueblos como Alcubillas, donde el color marrón oscuro se ha
incluido en los bordes de las ventanas; en el caso de Quero el color ocre del zócalo
no sólo remarca las ventanas, sino que además se ha expresado una clara intención
estética al pintarse una especie de silueta de dintel. Caso distinto es el de Mota del
Cuervo, donde el zócalo y los remarcos de ventanas y balcones no están pintados sino
que son de piedra, un elemento muy utilizado en las renacentistas casas señoriales,
y que en este caso tiene un colorido ocre, que produce una sensación de pintura. Por
tanto se podría decir que en Mota se ha incluido un elemento particular producto de
su propia consideración de creatividad. Es cierto que en Mota se observan una serie
de fachadas de casas con el uso frecuente de la piedra. Y en estos pueblos se sabe que
quienes utilizan la piedra vista en otros tiempos en las fachadas de sus casas es por-
que indicaban su vinculación con la nobleza. Como así se conoce y nos comunican
Ana María y Silvia con respecto a la casa de los Condes de Campillos, descendientes,
al parecer, del histórico héroe castellano Guzmán el Bueno11.
11. Escudero Muñoz, J., Mota del Cuervo. Historia de nuestras calles, desde 1870 hasta la actualidad,Mota del Cuervo, Ayuntamiento de Mota del Cuervo, 2009, p. 87.
Edificio de planta rectangular de esquina y dos plantas. Puerta adintelada con jambas
asemejando pilastras dóricas y dintel de piedra con decoraciones, sobre ella y en el piso
segundo, se abre un balcón enmarcado en piedra con decoraciones rococó. Sobre el eje
de simetría, un escudo de señorío interrumpiendo en el alero. Sistematización vertical
de huecos, en la planta baja cuatro huecos de ventana con rejas y una puerta de carruajes.
En la primera planta hay cinco balcones además del principal, todos ellos de rejería ba-
rroca. El edificio está muy renovado.
Observaciones: En el interior se conserva una biblioteca muy interesante.
Como ya se ha mencionado anteriormente cada pueblo expresa particular-
mente su orgullo local y son variados los indicadores que suelen presentar en cual-
quier parte de su espacio municipal. Así en Mota nos encontramos con una escultura
que expresa con claridad extrema la identificación de los moteños como manchegos.
Me refiero al busto situado frente a la ermita de Santa Rita, detrás del conocido
Mesón Don Quijote, dedicado al manchego. Esta escultura presenta a un hombre en
el que destaca parte del traje de faena manchego con la chambra y el pañuelo de hier-
bas. Elementos que en otro tiempo indicaba la baja condición social, son tomados
hoy como motivo de orgullo. Elementos que pertenecen al pueblo y que le identifican
51
I Jornadas de historia de Mota del Cuervo
Casa señorial de los Condes de Campillos, situada en la calle Mayor Baja, 8.© Javier García Bresó. 1999.
no sólo por el uso histórico de esas prendas de vestido sino porque unifican un modo
de ser y de vestir en La Mancha, toda vez que ya no se usa tampoco en otras partes
de España.
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Escultura dedicada Al Manchego, frente a la ermita de Santa Rita,Mota del Cuervo. Foto: Javier García Bresó, 1999.
Además de este monumento en Mota destaca otra escultura, que como
nos señalan Ana María y Silvia:
“En el NE del casco urbano de Mota del Cuervo se encuentra el barrio de
las Cantarerías, llamado así porque desde tiempo inmemorial, sus pobla-
dores se han dedicado a la elaboración de cántaros y demás enseres cerá-
micos. Existen peculiaridades en la alfarería moteña que hacen
especialmente atractivo un acercamiento a esta tradición: el que sean mu-
jeres las que preparan el barro y elaboran las piezas (lo que únicamente
ocurre además de en Mota, en las localidades zamoranas de Moveros y
Pereruela, dentro del estado español), y unos originalísimos procesos de
elaboración, cocción y venta”.
53
I Jornadas de historia de Mota del Cuervo
Escultura dedicada a la mujer en su especialidad de ceramista, Mota del Cuervo.Foto: Javier García Bresó, 1999.
Detrás de la escultura se observa una pequeña pared de piedra caliza. Es
el único horno que queda en el pueblo como lo expresan Ana María y Sil-
via:
“Forma paralelepípeda de aproximadamente 4 m. por 3 m. y 3 m. de al-
tura, con una puerta lateral por donde se introducen las piezas y un res-
piradero situado en el techo.
En la parte inferior de una de las paredes laterales se encuentra la boca
de la caldera, que es subterránea. Está hecho de ladrillo refractario recu-
bierto de piedra y cemento.
Observaciones: En la actualidad hay sólo un horno, propiedad del
Ayuntamiento y de uso comunitario. Antes, cuando el número de alfareras
era mayor, había varios hornos, propiedad de particulares, y de siempre
su uso fue comunitario. Este uso común del horno es importante en la al-
farería de Mota del Cuervo, ya que condicionó la aparición de todo un sis-
tema de medidas y numeración y señales particulares para el
reconocimiento de las piezas.
54
Amasando el barro y modelando en el torno. Mota del Cuervo.Foto: Ana María Mellado Morata y Silvia Fernández Moreno.
Asumir con orgullo los trabajos tradicionales, es algo que muchos pueblos
suelen considerar. Máxime cuando como el caso de la alfarería se practica cada vez
menos, ya que este arte está siendo desplazado por el gran contaminador de nuestra
era, el desgraciadamente irrompible plástico.
Creo que es interesante seguir a nuestras investigadoras locales en el proceso
de la elaboración de los cacharros de arcilla, que nos indican Ana María y Silvia,
quien sabe, quizás dentro de pocos años ya no tengamos artesanos que practiquen
una de las artes más tradicionales de la historia de la humanidad:
Desde que la arcilla llega del barrero hasta que se encuentra apta para su modelado,
deben realizarse varias operaciones: secado al sol, triturado, remojado durante un día,
pisado. Cuando se termina la “pisá” se van tomando “pellas” (porciones de barro que se
“esgorullan” (desmenuzan) con el objeto de quitarles las impurezas indeseables: gránulos
arenosos y porciones de caliche principalmente, que en la etapa de cocción plantearían
problemas de agrietamiento por su diferente dilatación.
Observaciones: En la fotografía puede apreciarse al cantarero esgorullando el barro
después de la pisá.
Modelado y cocción: Una vez que la arcilla se encuentra lista ya pueden prepararse
los rollos cilíndricos que serán el material fundamental para elaborar las piezas. Se moja
la base o se pone una capa de ceniza, para que no se peque al rodillo, y se comienza a
“urdir” (levantar el cuerpo de la vasija), cuidando que las paredes tanto interiores como
exteriores queden “aluciadas” (alisadas). Después se continua con un primer secado de
24 horas, un raído (quitando arcilla de la propia pieza para las asas y decoración) y des-
pués se “lustra” (repasa) todo el conjunto con trapo mojado. Se procede a un segundo
secado, en un lugar seco, sin corrientes, para evitar separaciones de asas y boca. Cuando
la pieza comienza a clarearse (por pérdida de agua) se invierte para que el secado sea
uniforme y tras unos días así, se pone a secar al sol. Ya están los objetos dispuestos para
la última y definitiva operación: la cocción.
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I Jornadas de historia de Mota del Cuervo
Los diferentes cacharros que aún siguen fabricándose por las alfareras de Mota del Cuervo.Foto: Ana María Mellado Morata y Silvia Fernández Moreno
Ánfora: es un vaso de forma ovoide, con una o dos asas, que termina en un pie estrecho.
Su cuello es largo y estrecho, su boca ancha. Si bien inicialmente su uso fue como jarro
de agua, actualmente se utiliza como elemento decorativo.
Bebedero: Nos encontramos distintas variedades de esta pieza. Podemos encontrar be-
bederos de forma cilíndrica cuya base superior es semiesférica y apuntada y la inferior
plana. Esta tiene un orificio en su centro y cerca de ella, en las paredes del cilindro otros
de menor tamaño. Este cilindro descansa sobre un platillo independiente. La otra varie-
dad de bebedero es de una sola pieza, con una forma vertical cilíndrica que descansa
sobre una pileta, y que vierte el agua por un pequeño orificio en su base. La utilidad de
estas piezas, como su propio nombre indica, es la de recipiente para dar de beber a los
animales (gallinas, palomas, conejos…) Su producción y uso se mantiene, aunque de
menor medida que en otras épocas.
Belén: Es una pieza con forma de jarro con o sin asas, pero abierta de un costado para
colocar las figuras navideñas.
Copa: Maceta grande en forma de copa colocada sobre un pedestal de unos sesenta cen-
tímetros. Copa y pedestal están adornados con flores, espigas, racimos, etc., en relieve o
con incisiones.
Lámpara: Pieza decorativa. Adorna la bombilla colgada del techo permitiendo el paso
de la luz a través de orificios laterales y del hueco inferior.
Alcabuz: Pieza de cuerpo ovalado con un ligero estrechamiento en el nacimiento del
cuello, el cual es tan largo como el cuerpo y casi totalmente cilíndrico. Se usaban como
recipientes para coger agua en las norias. Se sujetaban a la rueda atándolos por el estre-
chamiento entre el cuerpo y el cuello.
Anafre: Tiene forma troncocónica invertida. Es hueca por el interior, con una parrilla
en el centro sobre la que se pone el carbón y encima el puchero o la sartén, cayendo la
ceniza a la parte inferior a través de la parrilla. Se usaba para cocinar en verano, cuando
no se encendía el fuego.
Búcaro: Vasija de unos cuatro a nueve litros de capacidad, sin cuello ni boca. Se usa
para guardar alimentos como legumbres, frutos secos, aceitunas arregladas, etc. En las
casas donde aún se conservan, se usan como contenedores de agua de lluvia.
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Cántaro: Vasija de dieciséis litros de capacidad. Tiene un asa, la boca estrecha y la panza
ancha y la base estrecha. Se usaba para llevar agua desde los pozos a las casas. Las mu-
jeres lo llevaban al “ijar”, bajo los brazos. Había también carretillas preparadas para lle-
var dos, aguarones para que una caballería llevara cuatro, y en los carros se llevaban en
las aguaderas. Es l apieza más singular de la alfarería de Mota del Cuervo.
Cantarilla: Cántaro de menor tamaño que el anterior. Recibe un nombre específico
según su capacidad: de medio cántaro, de a tres (1/3), etc. Esta pieza se entrega en las
fiestas patronales como obsequio a las damas de honor. En las fiestas de San Agustín y
la Virgen del Valle, son llamadas Cantareras de Honor, por tratarse de las fiestas del ba-
rrio.
Cantarilla de Vino: Se diferencia de las anteriores por tener un cuello corto y estrecho,
y la boca bastante cerrada, en lugar de recta. Se usaba para llevar al campo el vino de la
comida.
Colaor: Vasija que varía de capacidad, de dos a veinte cántaros. Es de base estrecha que
rápidamente se ensancha y sube casi recto; se estrecha un poco en la parte superior, y
termina con un remate, sin cuello ni boca. Se adorna rayándolo con un peine. Se utilizaba
para guardar agua de beber y el pan que se cocía cada ocho o diez días. Los de mayor ta-
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I Jornadas de historia de Mota del Cuervo
Cacharros fabricados por las alfareras en Mota del Cuervo. Foto: Ana María Mellado Morata
y Silvia Fernández Moreno
maño en los patios para recoger el agua de lluvia de los tejados, que después se utilizaba
para lavar.
Jarro de ordeño: Vasija de base muy ancha (para que no se vuelque fácilmente), que
se va estrechando ligeramente hasta una altura de cuarenta o cincuenta centímetros.
Tiene dos asas y un pico en el borde para verte la leche. Su capacidad es de un cántaro,
aproximadamente. Usado en el ordeño de ovejas y cabras.
Los variados y característicos objetos de cerámica se han constituido para los
moteños como un referente muy importante para expresar su particularidad identi-
ficadora. El sentimiento de orgullo no siempre ha de estar vinculado a grandiosas y
vistosas obras como los molinos o edificios sino también a pequeñas cosas o a cosas
tan abstractas como la idea implícita de que los trabajos tradicionales están unidos
a su historia, a su larga historia. El mantener un trabajo tradicional constituye para
los pueblos, que lo conservan, la evidencia de su legitimidad, que viene siempre aso-
ciada a la longevidad en el tiempo. Es un fenómeno cultural interesante, el énfasis
que se le da en todas las culturas a la antigüedad de los objetos o de las tradiciones
practicadas. Quizás esté implícito en ello la idea de que lo que dura es bueno y por
tanto hay que conservarlo. Creo que esta idea nos remite al concepto de Patrimonio.
Indudablemente los seres humanos hemos perdido gran parte del patrimonio cultu-
ral. La mayor parte porque técnicas y objetos son superados y caen en desuso, en vir-
tud de las nuevas. También es inevitable. Pero lo que si se puede evitar es que se siga
perdiendo y por ello apelamos a que se amplíe la investigación de nuestros pueblos
para, al menos, dejar estudiadas y registradas la mayor parte de nuestro patrimonio
cultural que conocemos hasta hoy y que también pertenece a los que han de venir.
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