Patrimonio, Políticas de La Memoria e Institucionalización de La Cultura

download Patrimonio, Políticas de La Memoria e Institucionalización de La Cultura

of 10

Transcript of Patrimonio, Políticas de La Memoria e Institucionalización de La Cultura

  • 8/18/2019 Patrimonio, Políticas de La Memoria e Institucionalización de La Cultura

    1/10

     

    Iconos. Revista de Ciencias Sociales

    ISSN: 1390-1249

    [email protected]

    Facultad Latinoamericana de Ciencias

    Sociales

    Ecuador

    Kingman Garcés, Eduardo

    Patrimonio, políticas de la memoria e institucionalización de la cultura

    Iconos. Revista de Ciencias Sociales, núm. 20, septiembre, 2004, pp. 26-34

    Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales

    Quito, Ecuador

    Disponible en: http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=50902003

      Cómo citar el artículo

      Número completo

      Más información del artículo

      Página de la revista en redalyc.org

    Sistema de Información Científica

    Red de Revistas Científicas de América Latina, el Caribe, España y Portugal

    Proyecto académico sin fines de lucro, desarrollado bajo la iniciativa de acceso abierto

    http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=50902003http://www.redalyc.org/comocitar.oa?id=50902003http://www.redalyc.org/fasciculo.oa?id=509&numero=2641http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=50902003http://www.redalyc.org/revista.oa?id=509http://www.redalyc.org/http://www.redalyc.org/revista.oa?id=509http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=50902003http://www.redalyc.org/fasciculo.oa?id=509&numero=2641http://www.redalyc.org/comocitar.oa?id=50902003http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=50902003http://www.redalyc.org/revista.oa?id=509

  • 8/18/2019 Patrimonio, Políticas de La Memoria e Institucionalización de La Cultura

    2/10

    Eduardo Kingman Garcés1

    Las intervenciones en los centros históricosconstituyen un modelo exitoso. A diferencia de otras acciones estatales, éstas se producende modo rápido y eficaz, actuando tanto so-bre los espacios como sobre la economía, la cotidianidad y los imaginarios.

    Quien visite Lima, Bogotá, Guayaquil oQuito tendrá la sensación de atravesar por es-

    cenarios en construcción. Por ejemplo, mu-chas calles de Quito fueron arregladas de ma-nera presurosa para dar paso a las reinas debelleza, convertidas en nuestra carta de pre-sentación frente al mundo de la globaliza-ción, concebido como espectáculo; pero algosemejante también ha pasado en Guayaquil,Lima o Bogotá en circunstancias parecidas. Elmodelo es el de avanzar a partir de hitos “re-habilitados” o “recuperados” (verdaderasavanzadas de conquista) en base a los cuales se

    va produciendo la renovación urbana. A vecesse trata de montajes publicitarios o modifica-ciones en las fachadas, como es el caso delmalecón y el cerro Santa Ana en Guayaquil,pero capaces de provocar cambios en los sis-temas de representación, que a su vez condu-cen a modificaciones en las relaciones cotidia-nas y en el uso y el valor del suelo. Por lo ge-neral se trata de procesos paralelos relaciona-

    dos con la modernización o con el deslum-bramiento que produce la modernización.

    El patrimonio, concebido en términos es-paciales antes que sociales, ha pasado a cons-tituirse en signo identitario a la vez que en es-caparate o postal destinado al mercado inter-nacional de “oportunidades”. Si hasta hace nopoco tiempo los cascos antiguos eran percibi-dos como áreas abandonadas a su suerte, tu-gurizadas y peligrosas, hoy se presentan comoespacios controlados, limpios, ordenados. Se

    habla de devolver al público los espacios quehabían sido privatizados por el comercio in-formal o las manifestaciones y protestas pú-blicas (ver al respecto el plan de rehabilitacióndel centro histórico de Lima) pero existe ade-más un interés no siempre explícito por incre-mentar la rentabilidad de las zonas céntricas y beneficiarse por la especulación urbana y laspotencialidades del turismo. Las noticias so-bre Lima que aparecen en el diario El Comer- cio están clasificadas de acuerdo a dos tipos de

    imágenes, la de la Lima peligrosa, en ruinas,que espera ser rehabilitada tanto espacial co-mo socialmente, y las de la nueva Lima, mo-derna, pujante.

    Se trata de un proceso de renovación queconlleva una aparente paradoja: está relacio-nado con el pasado y con la administracióndel pasado pero sus parámetros se definendesde la dinámica económica y el cálculo eco-nómico, así como desde una noción de ordenurbano: lo que está en juego es algo más queuna mera nostalgia pasadista.

    El problema de los centros históricos se ha convertido, además, en asunto de los exper-

    Kingman, Eduardo, 2004, “Patrimonio, políticas de la memoria e institucionaliación de la cultura”, enICONOS No.20, Flacso-Ecuador, Quito, pp.26-34.

    1 Profesor-investigador de Flacso-Ecuador.

    Patrimonio,políticas de la memoria

    e institucionalizaciónde la cultura

  • 8/18/2019 Patrimonio, Políticas de La Memoria e Institucionalización de La Cultura

    3/10

    tos. Estos no sólo han definido las políticas deintervención sino que han orientado las cam-pañas publicitarias y las acciones dirigidas a crear una “cultura del patrimonio”. Los cam-bios en las políticas del patrimonio generadosa partir de las instancias municipales y de losorganismos internacionales involucrados conel tema han sido importantes. Sin embargo,hay un aspecto que generalmente se pasa poralto y es que el punto de partida anterior a cualquier discusión sobre políticas sería saber

    desde dónde y cómo se generan esas políticas.Si asumimos el sentido originario de lo queconstituye el ámbito de lo político, lo lógicoes preguntar sobre la forma en la que se defi-nen las políticas. O si se quiere: el juego deintereses que está detrás de cada política (aun-que se presente como acción desinteresada,en este caso relacionada con el patrimonio y la cultura, y por tanto como no política). Noconstituye algo sencillo ya que es justamenteesta relación con lo político lo que general-mente se les escapa a las instituciones y perso-nas encargadas de elaborar políticas. La ac-ción de los expertos se presenta como emi-nentemente técnica y por tanto como políti-camente neutra: define políticas pero aparececomo no contaminada por lo político.

    Existe incluso una cuestión previa y es la relacionada con las condiciones de posibili-dad de la discusión misma. Sería interesantesaber de qué modo se definen las preocupa-ciones en ese campo y en función de qué ne-cesidades prácticas. Habría que examinar

    además qué es lo que convierte a los que in-tervienen en discusiones como esta en locuto-res legítimos, y qué actores son colocados fue-ra de ello. Preguntarse, por último, acerca delos mecanismos a partir de los cuales se defi-ne una opinión “autorizada” sobre cultura,centros históricos, patrimonio, y qué relaciónexiste entre los problemas así planteados y otros espacios, como los de los medios y supublicidad a partir de los cuales se dirige la llamada “opinión pública”, así como con ac-tividades menos nobles como las relacionadas

    con el financiamiento y el negocio del patri-monio y con su “policía”.

    Todo esto lo planteo en tono de provoca-ción, asumiendo lo político como proyectoque se define de modo público, y que tieneque ver con lo que es bueno y justo para la po- lis (Arendt 1998). Pero hay algo más que mehace particularmente sensible a esta temática y es que desde hace algún tiempo estoy inten-tando registrar la historia del gremio de alba-ñiles de Quito, estoy investigando a partir dehistorias de vida de viejos albañiles cuyo traba- jo se desarrolló en gran parte en el casco his-

    tórico de la ciudad, lo que les hace herederosde una serie de saberes relacionados con anti-guas técnicas de construcción y conservación,pero también de otra de las memorias posiblesde la ciudad. Una de las cosas que más ha preocupado al gremio es constituirse en inter-locutores legítimos en el campo del patrimo-nio: sus representantes históricos (me refiero a dos de ellos, Nicolás Pichucho y Segundo Ja-cho) están empeñados en trasmitir a la ciudadsus saberes con el fin de que no se pierdan(“nadie sabe qué hacer con las viejas casas, có-mo cuidarlas, cómo preservarlas”), asisten co-mo oyentes a seminarios y foros, asumen la defensa del patrimonio y emiten opinionesdesde el público asistente. Históricamentehan participado en la construcción del centroconjuntamente con los arquitectos, sin em-bargo se quejan de que su opinión no es escu-chada, no constituye una opinión autorizada.

    Quito, Plaza del Teatro,hacia 1895.

       A  r  c   h   i  v  o

       H   i  t   ó  r   i  c  o .

       B  a  n  c  o

       C  e  n  t  r  a   l   d  e   l   E  c  u  a   d  o  r

  • 8/18/2019 Patrimonio, Políticas de La Memoria e Institucionalización de La Cultura

    4/10

    Con lo que digo no estoy asumiendo una posición demagógica, sino planteando unproblema que no siempre ha sido tomado encuenta: el de que aún cuando el patrimonio

    se presenta como algo que pertenece a todosy por tanto constituye (o debería constituir)un campo de preocupación ciudadana, en la discusión y definición de políticas de patri-monio no todos tienen la posibilidad de par-ticipar. Nicolás Pichucho conoce con detalleel centro histórico de Quito. Se duele por ca-da casa deteriorada. Cuestiona cada interven-ción en términos culturales y técnicos. Es, a su manera, un experto. Sin embargo, su opi-nión no tiene importancia, o a lo mucho esescuchada a modo de curiosidad o de folklo-

    re. Su punto de partida es sencillo: si fueronalbañiles los que participaron en la construc-ción del centro, son ahora ellos los que han dedolerse por su destrucción. En sus recorridospor las zonas históricas los miembros del gre-mio diseñan propuestas que parten de su pro-pio mundo de vida, emiten opiniones que ge-neralmente no tienen canales para ser escu-chadas. Muestran preocupación por el patri-monio y por la problemática social vinculada con el patrimonio, pero en el contexto de una sociedad social y culturalmente excluyente,sus opiniones no están legitimadas. Aunquela problemática del patrimonio pertenece a todos, la definición de sus políticas se ha con-vertido cada vez más en una cuestión privati-va de los expertos. Y esto que digo no vale so-lo para los albañiles sino para otros sectoresrelacionados con los centros históricos queson múltiples y variados, de modo que nopueden ser colocados bajo un único denomi-nador, incluido el de ciudadanos.

    Lo que intento, en definitiva, es llamar la 

    atención sobre las condiciones a partir de lascuales se legitima un tipo de opiniones y se

    desautoriza otras, o si se quiere (siguiendo a Bourdieu) las formas cómo se constituye una autoridad legitimada y legitimante en el cam-po del patrimonio. Una discusión como ésta 

    puede ser fructífera ya que habla de la posibi-lidad de comenzar a acoger el pensamientoque se genera desde el margen, acercándose alpunto de vista de la gente.

    De las juntas de embellecimiento

    urbano a las políticas poblacionales

    La cuestión del patrimonio no es nueva, peroha tomado peso y significación en los últimosaños, cambiando en buena medida su senti-

    do. Pensemos, por ejemplo, en las juntas deembellecimiento urbano que funcionaron enalgunas ciudades hasta las primeras décadasdel siglo XX y fueron convertidas más tardeen institutos de patrimonio. Su preocupaciónera la recuperación de ciertos hitos o monu-mentos representativos de lo hispano, lo crio-llo, lo patricio, en momentos en los que lasciudades habían comenzado a expandirse y modernizarse y en los que las mismas eliteshabían abandonado los cascos antiguos, dan-do paso a su tugurización. Fueron momentosde modernidad incipiente en los que el patri-monio fue concebido como nostalgia o comopérdida, así como preocupación por el dete-rioro de ciertos monumentos civiles y religio-sos con significado simbólico.

    No es que en esa época faltasen institucio-nes preocupadas por la población: por su higie-nización o por desarrollar acciones dirigidas a protegerla (persecución de vagos y viciosos, en-cierro de huérfanos, ancianos y locos, limpieza racial del centro), pero se trataba de acciones

    asiladas, a más de que se daba una separaciónentre este tipo de acciones y las que tenían que

     d   o s  s i      er  

     Aparentemente se está dando un peso a la cultura e incluso a la diversidad cultural

     y al multiculturalismo. En realidad se trata de un proceso de empobrecimiento

    cultural del que no somos del todo conscientes. La cultura, e incluso en plural, las

    culturas, se han convertido en sinónimo de espectáculo.

  • 8/18/2019 Patrimonio, Políticas de La Memoria e Institucionalización de La Cultura

    5/10

    ver con el cuidado y ornato de la ciudad, con elembellecimiento de determinados hitos simbó-licos y la restauración de edificaciones. O si sequiere, existía una separación entre la cultura ciudadana, concebida como patrimonio y alta cultura, y las acciones directamente relaciona-das con la administración de las poblaciones,su policía e higiene. Tampoco la planificaciónurbana, tal como se desarrolló a mediados delsiglo XX, se ocupó directamente de las pobla-ciones; más bien, ésta fue concebida en térmi-

    nos exclusivamente espaciales, como ordena-ción del territorio que se había expandido másallá de los antiguos cascos históricos.

     Ahora se ha generado una preocupaciónde signo distinto por los centros históricosque incluye no sólo a las edificaciones sino a los habitantes. Se trata de dispositivos técni-cos dirigidos a monitorear las condiciones so-ciales de la gente: acciones que provienen delas instituciones y empresas encargadas de la administración del centro. Antes de cada in-tervención se elaboran estadísticas, encuestas,se realizan mapeos de los usos sociales y cul-turales de los espacios, que permiten clasifi-carlos de acuerdo a la calidad de los servicios,criterios de seguridad, salubridad o posibili-dades de rentabilidad. Se desarrollan campa-ñas dirigidas al control del centro2 así como a generar una cultura del patrimonio (concebi-da como equivalente de cultura ciudadana),se diseñan planes de sostenibilidad social y dereactivación cultural, se asumen accionescontra sectores considerados peligrosos como

    las trabajadoras sexuales, los mendigos, losvendedores ambulantes, los vigilantes de au-tos, charlatanes y artistas populares. Me pare-ce que hoy existe una relación mucho más di-recta entre patrimonio y seguridad, entre pa-trimonio y biopolítica.

    Las acciones culturales son concebidas co-mo acciones públicas orientadas a racionalizarlos usos culturales de la gente, a ordenarlos y 

    “potenciarlos”. Buena parte de esos programasestán dirigidos a desarrollar lo que se ha dadoen llamar una “cultura” y unos “comporta-mientos ciudadanos”. ¿Pero quién define loque es un comportamiento ciudadano? Tantoen Quito como en Bogota y Lima esa labor ha sido encomendada en buena medida a la poli-cía (en una noticia del diario El Comercio deQuito de abril del 2003 se habla de “acompa-ñamiento” policial de los vendedores; en otra de la misma época de “espacios legales para la 

    comida popular”, diferenciándolos de los ile-gales). Se trata de intervenciones sobre la esfe-ra pública pero también de un tipo de accionesque tiene que ver con los comportamientos delas gentes, con sus sentidos del gusto y que deun modo u otro se inscriben en los cuerpos (enel malecón guayaquileño, por ejemplo, se ha prohibido besarse o usar determinadas pren-das; se condiciona a escuchar música “ambien-tal”, percibida como culta, en oposición a la música no culta, popular o juvenil).

    ¿Cómo es posible esto en circunstanciasen las que, por el contrario, existe una ten-dencia generalizada al abandono de todosentido público? Este tipo de acciones par-ten del supuesto ideal de que el centro cons-tituye un espacio privilegiado por su signifi-cado simbólico, en el que es posible recons-tituir lo público. Se parte de la idea de quela ciudad es un organismo que tiene un cen-tro o eje a partir del cual puede reorientarse.En el fondo se trata de la ilusión tecnocráti-ca de que la ciudad puede ser ordenada, de

    que se puede imprimir en ella una raciona-lidad que abarque todos los campos, inclui-do el de la cultura, que se pueda imprimiruna cultura de la racionalidad (una cultura aparentemente moderna pero que siguesiendo heredera de la idea de alta cultura) a partir de un núcleo central organizado. Setrata de planes de organización social y cul-tural del centro, en condiciones en las quelas ciudades se han hecho caóticas, desorde-nadas, inmanejables y en las que la nociónde cultura como esencia ya no tiene sentido.

    Se podría argüir que se trata de acciones ex-perimentales y que estas se han visto favore-

    2 En una declaración reciente (Diario El Universo , 30de julio de 2004) la administradora zonal del centro

    histórico de Quito declaraba que la Policía Metropo-litana controla a los ambulantes, pero “es difícil con-tabilizarlos y evitar su presencia en las vías”.

  • 8/18/2019 Patrimonio, Políticas de La Memoria e Institucionalización de La Cultura

    6/10

    cidas por las inversiones que se realizan endeterminadas zonas de los cascos antiguos.¿Pero qué se experimenta, cómo y con quéfinalidad?

    Valdría la pena hacer un seguimiento de

    las distintas propuestas económicas, socialesy culturales hechas para los centros históri-cos y asumirlas de una manera crítica e in-tegral. Metodológicamente tendríamos querelacionar esas propuestas con las accionesque se producen en otras esferas, como porejemplo al interior de los medios y de la cul-tura de masas (que fabrican constantementeimágenes del centro, reinventando sus sig-nificados y orientando la opinión de la gen-te como antecedente de las intervenciones),

    las políticas de inversiones públicas y priva-das (dirigidas a imponer criterios de renta-bilidad y a cambiar los usos del suelo), lasrelaciones entre patrimonio y turismo y elinterés puesto por el negocio turístico inter-nacional en la construcción de parques te-máticos, o todas esas acciones relacionadascon lo que en tono igualmente provocadorme atrevo a llamar “policía del patrimonio”(desalojos, reubicaciones, vigilancia y lim-pieza social y étnica de las áreas históricas).Me da la impresión de que todas esas prác-

    ticas institucionales, aparentemente ajenas a lo que se concibe como el ámbito de la cul-

    tura, están cambiado, de modo impercepti-ble, el sentido y el significado de los centroshistóricos3.

    La cultura del patrimonio y la

    administración de las poblaciones

    ¿Cuál es la relación entre cultura y patrimo-nio? Se trata de una relación histórica. Por unlado asistimos a un proceso de legitimación

    de un sentido patrimonial de la cultura, porotro, a un discurso y una práctica orientada a incorporar otras formas culturales bajo undiscurso aparentemente democrático de la di-versidad. Lo primero se orienta a poner enfuncionamiento los mecanismos de distin-ción entre alta y baja cultura a partir de la di-ferenciación de ciertos espacios y públicosconsiderados cultos (lo que incluye tanto tea-tros y salas de conciertos como restaurantes,discotecas y cafés de carácter exclusivo y ex-cluyente) de los no cultos o masivos, así comoa la generación de espacios controlados, civi-lizados y civilizatorios. Lo segundo está rela-cionado con la conversión de las manifesta-ciones populares en mercancía o espectáculo,fuera de cualquier proceso de participaciónde la propia gente que no sea la de meros es-pectadores. En el contexto de las nuevas for-mas de gobierno de las poblaciones plantea-das por las agendas globales, esto puede to-mar la forma de “festivales de la diversidad”(representaciones teatrales de mitos indíge-

    nas, artesanía estilizada, ballets folklóricos).

    3 Insisto en que se trata de ensayos de intervención quese realizan en determinadas áreas y que intentan lo-grar un control de la delincuencia pero también de lospobres. Parte de esto tiene que ver con las accionesorientadas a sacar a los mendigos y a las trabajadorassexuales del centro o, incluso, como en el caso delBrasil, la eliminación de gamines. No digo con estoque en todas las ciudades sucedan las cosas del mismomodo. Hay modelos represivos como el de Lima y Guayaquil y otros que intentan generar un “consensociudadano” como el de Quito, pero en todos ellos elpatrimonio está relacionado con formas de adminis-

    tración y control de las poblaciones. Se trata, además,de acciones sobre las que no se discute, que están pre-definidas por los expertos.

    Mercado en la Plaza de San Francisco, hacia 1890.

       A  r  c   h   i  v  o

       H   i  s  t   ó  r   i  c  o .

       B  a

      n  c  o

       C  e  n  t  r  a   l   d  e   l   E  c  u  a   d  r  o

  • 8/18/2019 Patrimonio, Políticas de La Memoria e Institucionalización de La Cultura

    7/10

    Se podría hablar de una banalización e insti-tucionalización de la diferencia, que escondenuevas formas de racismo.

     Al conversar con los viejos albañiles deQuito puedo reconstruir la imagen del centrocomo espacio de religiosidad y fiesta barroca de la que el gremio de albañiles, al igual queotras agrupaciones como las de los carpinte-ros, las vivanderas, los sastres, los carpinteros,era partícipe (“participábamos en todas lasfiestas con nuestros estandartes, músicos, dan-

    zantes”). Yo mismo conservo la imagen de lu-gares como la avenida 24 de Mayo, en la quese desarrollaba un fuerte intercambio social y cultural y que luego fue convertida -gracias a las políticas de expulsión indiscriminada de lasactividades populares- en espacio delincuen-cial. ¿En qué medida se podría hablar de quenuestras ciudades han vivido largos procesosde expropiación cultural o de pérdida de sen-tidos? A partir de la investigación histórica seha logrado recuperar esa memoria. No se tra-ta, sin embargo, de algo lejano en el tiempo.En las afueras de la Iglesia de San Francisco deQuito se organizaba hasta hace poco todo unmundo público relacionado con una rica ima-ginería popular, pero hoy ese mundo ha sidoreducido a los antiguos baños de la iglesia, y convertido de alguna manera en un sub-mun-do. La propia imaginería ha sido afectada poresas circunstancias, así como el espacio cultu-ral (procesiones, altares, creencias, imagina-rios) relacionado con la producción y circula-ción de imágenes. En otros casos lo que se ha 

    dado es lo que Gabriel Salazar llama un “en-carcelamiento” de lo popular: las ferias, losmercados, los parques. Las propias zonas his-tóricas son concebidas como zonas seguras enoposición a las inseguras (el resto de la ciudad)pero sólo logran sostenerse a partir de prácti-cas de vigilancia y de separación social.

    ¿Hay un problema de sensibilidad denuestros expertos con respecto a estos temaso se trata de algo que responde a una tenden-cia internacional, propia de la sociedad delespectáculo consistente en hacer del patri-

    monio y de la cultura mercancías? ¿Es posi-ble que estemos asistiendo a un intento de

    institucionalización y formalización cultural,y con ello a un desgaste de sus contenidos? Setrataría de la imposición de una mirada, in-cluso si se presenta como “mirada abierta alotro” o como “acción al servicio del otro”, di-rigida a mejorarlo o a potenciarlo. Esa mira-da intenta ser organizada desde un nuevomodelo civilizatorio, propio de la sociedaddel espectáculo, sin que los agentes tengan la posibilidad de participar ni siquiera en la construcción negociada de sus propias imá-

    genes. Aparentemente se está dando un pesoa la cultura e incluso a la diversidad culturaly al multiculturalismo. En realidad se trata de un proceso de empobrecimiento culturaldel que no somos del todo conscientes, y quetiende a confundirse con una supuesta cons-trucción de democracia y ciudadanía. La cul-tura, e incluso en plural, las culturas, se hanconvertido en sinónimo de espectáculo, des-provisto de cuestionamientos y de conteni-dos. Los antropólogos catalanes hablan deciudades-empresas y de la producción demarcas, la marca-Barcelona, pero tambiénpodríamos hablar de la marca-Bogota, la marca-Guayaquil, la marca-Quito.

     Al comentar una exhibición de objetos“tribales” en el Museo de Arte Moderno deNueva York, James Clifford cuestiona el gustode la sociedad moderna por apropiarse o porrescatar la alteridad, por organizar las artes nooccidentales a su propia imagen, así como la tendencia a descontextualizar esa producción,a descubrir en ellas capacidades “humanas”

    universales y ahistóricas, a neutralizar sus pro-pios valores (Clifford 1995: 223). Algo seme- jante se podría decir con respecto a los centroshistóricos. En este caso específico estoy lla-mando a discutir las prácticas de promoción ode “revitalización” de lo popular, lo negro, loindígena, mediante la puesta en escena de unfolklore caricaturesco (o de un “foro de las cul-turas”, algo que ha sido cuestionado en el ca-so de Barcelona) en condiciones en las que susformas vivas (sus expresiones culturales coti-dianas) son expulsadas (o tienden a ser expul-

    sadas, ya que se trata de una política a media-no plazo) de los espacios públicos.

  • 8/18/2019 Patrimonio, Políticas de La Memoria e Institucionalización de La Cultura

    8/10

    Por un lado están los procesos fallidos deconversión de los centros históricos en espaciosmuseográficos, escenarios vaciados de conteni-do vital, como ha mostrado Paulo Ormindo de Azevedo para el caso de Salvador Bahia 4. Porotro lado están las prácticas de domesticaciónde lo popular, del carnaval, de lo sagrado, la or-ganización de ritos sin eficacia ritual, símbolossin eficacia simbólica (Delgado 2001:64), so-cavando de ese modo su vitalidad, en lugar dedar paso a la revitalización de las culturas (algo

    que además permitiría que un turismo de ma-yor calidad se beneficie con ello).

    Me parece, sin embargo, que no se trata dealgo definitivamente saldado, debido al carác-ter mismo de nuestra modernidad y posmoder-nidad y a la capacidad de escape de la pobla-ción5. Con esto no estoy planteando la posibi-lidad de desarrollar acciones culturales puras, almargen del mercado, el turismo o de la propia cultura de masas, sino en dar paso a las poten-cialidades creativas de la gente, sin interveniren la orientación de ellas. Por un lado hay queconfiar en la inmensa capacidad de los pueblospara redefinir sus imaginarios y sus prácticascotidianas, incluso en el contexto del mundoglobalizado y de una nueva “policía de la cultu-ra”. Además, no existen consumidores pasivosde cultura, sino las diversas “tácticas del consu-midor” de las que habla Michel De Certau. Porotro lado, también el turismo, el comercio, la producción cultural de los medios, se acomo-dan a las trayectorias locales. Como muestra  Arjun Appadurai en relación a la India, el turis-

    mo asume los recorridos de los peregrinajes re-ligiosos, de modo que en el campo cultural setrata de una relación de ida y vuelta.

    Patrimonio y políticas de la memoria

    El patrimonio es concebido en términos dememoria y de identidad. Pero, ¿quién define la identidad de una ciudad y desde donde? ¿Sepuede hablar, acaso, de una memoria legítima y de otras que no lo son? Tomemos comoejemplo el caso de la reinvención de una tradi-ción patricia en Guayaquil, criolla en Lima o“culta” en Bogotá y Quito. ¿Al trabajar en la producción de esos tipos de memoria a través

    de ceremoniales públicos, museografía, publi-cidad, producción historiográfica orientada por publicistas, no se está dejando de lado otrasmemorias posibles como las de los albañiles, lasmujeres, los gremios de artesanos? Al mismotiempo, ¿no se está atribuyendo a la memoria significados políticos que responden a requeri-mientos de hegemonía contemporáneos?

    “En el ámbito del patrimonio se habla de‘selección que hace la sociedad’ (...) Pero,¿quién es esta sociedad? ¿Quién representa odirige la representación, quién elige el espejoy determina la más o menos sutil curvatura del cristal, quién piensa y elabora el discurso?,¿quién efectúa la selección? ¿Quién decideque mostrar en la vitrina?” (Prats,1997:33)

     Asistimos a la construcción de una memo-ria selectiva y excluyente: a la identificacióndel patrimonio con unos supuestos orígenes oesencias relacionadas con la “limeñidad”, la “quiteñidad” o la “guayaquiñelidad”, a una domesticación y cosificación de la memoria.Si es así, el problema no radica tanto en el va-

    lor que se de o se deje de dar a una zona, una edificación, una plaza, un acta fundacional, si-no en saber de qué modo determinados signi-ficados se convierten en hegemónicos; esto su-pone concebir el patrimonio y la memoria co-mo resultado de construcciones culturales quese desarrollan dentro de determinados camposde fuerzas sociales, étnicos y de género.

    Entendemos por “desnaturalización” delpatrimonio las acciones dirigidas a develar susorígenes, desmontar sus supuestos, desinstitu-cionalizarlo, mostrar lo que está más allá de

    una arquitectura, establecer la relación entreunos orígenes y un conjunto de intereses y ne-

     d   o s  s i      er  

    4 Ver su artículo en este dossier de Iconos.

    5 Se trata, además, de una orientación que está siendocuestionada y frente a la cual se han intentado presen-tar alternativas. Si los museos cumplieron una fun-ción en la representación de la cultura de una nación,hoy se han visto obligados a desarrollar estrategias in-teractivas no formales, de descentramiento de la me-moria, y a relacionar la actividad museológica con la producción conciente de significados que tengan que

    ver con la vida, necesidades y preocupaciones de la población (estoy pensando, por ejemplo, en la necesi-dad de generar una cultura de respeto a la diferencia).

  • 8/18/2019 Patrimonio, Políticas de La Memoria e Institucionalización de La Cultura

    9/10

    cesidades corrientes o -siguiendo a Foucault-poco nobles. Existe, como sabemos, una eco-nomía material y simbólica que define lo queimporta o no en términos de patrimonio en

    cada momento, destaca determinados hitos,zonas, monumentos, obras de arte, dejandode lado e incluso desvalorizando otros.

    No se trata de un problema puramentetécnico (o que pueda reducirse a una diferen-cia entre escuelas conservacionistas, integra-cionistas, etc.) sino de una disputa de mayoralcance por los usos sociales y culturales delcentro y, por sus significados, anterior inclu-so a la idea misma de patrimonio. Esa dispu-ta nos remite a finales de la colonia cuando eldespotismo ilustrado intentó poner fin al

    imaginario barroco, tal como se había dadoen América, consumando un divorcio entrelas devociones indígenas y populares y lasprácticas y ceremoniales institucionalmentelegitimadas. Se trataba, en términos de Gru-zinzki (1994), de una verdadera “guerra de lasimágenes” cuya problemática se ha prolonga-do hasta nuestros días.

    Con la modernidad temprana, de finalesdel siglo XIX e inicios del siglo XX, esa dispu-ta por recursos simbólicos estuvo marcada porla idea del progreso, y se expresó en el intentode expulsión de las manifestaciones “no civili-zadas” del centro (y de manera particular enlas relacionadas con el mundo indígena, ne-gro, oriental y popular), así como en el ade-centamiento de los espacios .sociales. Comoseñala Ramón (1999) con relación a Lima, enuna sociedad en la que las elites eran herede-ras de una tradición de privilegio se hacía inadmisible aceptar la presencia de una “po-blación extraña” como la de los chinos (de la que, paradójicamente, dependía económica-

    mente como fuerza de trabajo). Algo semejan-te sucedió en el resto de ciudades latinoameri-

    canas en las que la urbanización temprana produjo una disputa por los espacios. La callees, de acuerdo a Sarlo (1996:187), “el lugar,entre todos, donde diferentes grupos realizan

    sus batallas de ocupación simbólica”. El incre-mento de la población como resultado de lasmigraciones y la expansión de las ciudades, enlas décadas siguientes, y los choques culturalesgenerados en medio de ello, provocaron elabandono de los cascos históricos por parte delas elites y su tugurización, así como el desa-rrollo paralelo de criterios conservacionistas.Con la primera modernidad, buena parte delos centros históricos de América Latina fue-ron abandonados a su suerte, sin que por esose deje de atribuirles un significado simbólico

    relacionado con una tradición ibérica.Se trata de momentos anteriores al actual

    pero que de un modo u otro marcan lo quesucede actualmente ya que muchos de suscontenidos, relacionados con el retorno a unos supuestos orígenes, han sido resignifica-dos. No puedo detenerme en cada uno de esosmomentos; existe una amplia literatura al res-pecto en América Latina y lo que habría queemprender es una lectura desde el presente6.

    ¿Qué hace que en el contexto de la globa-lización, la renovación urbana y la moderniza-ción, se de tanta importancia al patrimonio?¿Bajo que condiciones determinados espacios,hechos, monumentos, pasan a ser sacraliza-dos, convertidos en recursos para la reinven-ción de una tradición? ¿Pero qué hemos deentender, además, por tradición en el contex-to de la formación de sociedades posnaciona-les en las que, paradójicamente, el destino denuestros países y de su gente intenta ser defi-

     Asistimos a la construcción de una memoria selectiva y excluyente: a la identificación

    del patrimonio con unos supuestos orígenes o esencias, a una domesticación y cosifi-

    cación de la memoria. El problema no radica en el valor que se de a una zona, sino

    en saber de qué modo determinados significados se convierten en hegemónicos.

    6 La historia, como la antropología, pueden darnos una serie de pistas y elementos de comparación para en-tender lo que pasa con los centros históricos.

  • 8/18/2019 Patrimonio, Políticas de La Memoria e Institucionalización de La Cultura

    10/10

    nido desde estrategias hegemónicas globales?No se pueden negar los logros de las inter-

    venciones en los centros históricos de Quito,Lima o Bogotá en términos de rehabilitaciónde determinados espacios. Pero lo que está endiscusión es el sentido político y cultural de

    esas intervenciones. La idea de patrimonio esresultado de una economía simbólica relacio-nada con “políticas de la memoria” pero de-pende, además, de estrategias dirigidas a renta-bilizar el centro en función de determinadosintereses, principalmente relacionados con la industria del turismo y el negocio inmobilia-rio. Aunque se trata de campos que respondena lógicas distintas, se condicionan mutuamen-te. Así, muchas veces la llamada defensa delpatrimonio (planteada en términos culturales)constituye un recurso empleado para la reno-

    vación urbana. Otras veces el discurso sobre la cultura o la identidad se origina en las agendasturísticas internacionales. Por lo general, quéhacer o no hacer en los centros históricos se re-laciona estrechamente con las imágenes gene-radas por los medios y tiene que ver con lo quedesde el sentido común institucional es conce-bido como decente o indecente, culto o incul-to, civilizado o no civilizado. Las acciones enlos centros históricos se definen en términosde cultura ciudadana (es por eso que son capa-ces de generar un consenso), pero no son aje-nas a estrategias de inversiones en campos co-

    No olvidemos, sin embargo, que se desa-rrolla al mismo tiempo una lucha, muchas ve-ces invisible e invisibilizada, por los usos delos espacios o por el “descentramiento de la tradición y de la memoria”, que responde aldesarrollo de identidades distintas a las de la cultura institucional, como es el caso de lasmujeres, los pueblos negros e indígenas o deciertas capas populares urbanas víctimas de la violencia política o social, minorías sexuales,desplazados. Se trata de una disputa sobre bie-

    nes escasos: los espacios centrales, las calles,las plazas, el uso de las edificaciones, la posi-bilidad de conjugar distintas memorias, asícomo por un sentido democrático e incluyen-te de lo público. Una disputa que se libra, so-bre todo, en términos prácticos y desde elmargen y que está relacionada, además, con loque en términos de Bourdieu podríamos lla-mar los sentidos sociales del gusto. En esteámbito se viene cuestionando la confusiónentre patrimonio y la construcción de campostemáticos así como la necesidad de abordar eltema de la diversidad como superación del ra-cismo y la desigualdad y no como mercancía.

    Bibliografía

     Appadurai Arjun, 2001, La modernidad desbordada ,Trilce,FCE, Buenos Aires

     Arandt Hannah,1998,La condición humana , Paidós, Barcelona.Clifford, James, 1995, Dilemas de la cultura , Gedisa, Bar-

    celona.Debord, Guy, 2003, La sociedad del espectáculo , Pre-Tex-

    tos, Madrid.De Certau, Michel, 1996, La invención de lo cotidiano,

    Universidad Iberoamericana, México.Delgado, Manuel, 2001, El animal público , Alfaguara,Barcelona.

    Gruzinzki, Serge, 1994, La guerra de las imágenes. De Cris- tóbal Colón a “Blade Runner” (1492-2019) , Fondo deCultura Económico, México.

    Institut Catalá d´Antropologia, 2004, La otra cara del Fo- rum de les Cultures , Ediciones Belaterra, Barcelona.

    Prats, Llorenc, 1997, Antropología y patrimonio , Ariel An-tropología, Barcelona.

    Ramón, Gabriel, 1999, La muralla y los callejones, inter- vención urbana y proyecto político en Lima durante la segunda mitad del siglo XIX , Pomperú-Sidea, Lima.

    Sarlo, Beatriz, 1996, “Modernidad y mezcla cultural”, enVázquez, Horacio, director, Buenos Aires, 1880-1930 ,

     Alianza Editorial, Madrid, pp. 183-195.Diarios consultados: El Comercio de Lima El Comercio

    Plaza Grande, Quito, hacia 1920

       J  o  s   é   D .

       L  a  s  s  o