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  • OPININ

    PAUL JOHNSON Y LA SUSTITUCIN DE DIOS

    El texto que sigue corresponde al comentario formulado por Juan deDios Vial Larran, con ocasin de la conferencia que pronunciara ensu reciente visita a Chile el historiador y periodista britnico PaulJohnson.Tres preguntas centrales se formulan aqu al seor Johnson. Laprimera de ellas se refiere al papel que podra jugar la dimensinreligiosa en un eventual reordenamiento mundial, a raz de los proce-sos de desmembramiento de nacionalidades y grupos tnicos queparecen brotar hoy en distintas regiones. La segunda dice relacincon el significado que Paul Johnson le asigna a lo que ha deno-minado un "humanismo prometeico" en la produccin de un susti-

    *Texto del comentario de Juan de Dios Vial en la conferencia dictada por elhistoriador y periodista britnico Paul Johnson, en seminario organizado por laUniversidad Adolfo Ibez el 10 de abril de 1991 en Santiago de Chile. En esaoportunidad, el seor Johnson se refiri al contenido de sus recientes obras, y demanera especial al pensamiento expresado en sus libros Tiempos Modernos e His-toria del Cristianismo.

    **Profesor de Filosofa de la Universidad de Chile y de la Pontificia Univer-sidad Catlica de Chile. Presidente de la Academia de Ciencias Sociales, Polticas yMorales del instituto de Chile. Miembro del Consejo Asesor del Centro de EstudiosPblicos. Ha sido Rector de la Universidad de Chile y Decano de la Facultad deFilosofa de la Pontificia Universidad Catlica de Chile. Autor de numerosos ensayosy libros, entre ellos La metafsica cartesiana (1970), La filosofa de Aristteles comoteologa del acto (1981) y Una ciencia del ser (1987).

    Juan de Dios Vial Larran

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    tuto de Dios, para concluir con la pregunta de si acaso el problemade la sustitucin de Dios no pasa, en efecto, por el interior del propiocristianismo.

    Me parece justo agradecer a la Universidad Adolfo Ibez y aldiario El Mercurio la posibilidad que nos ofrecen de escuchar personalmentea una figura intelectual de tanto relieve, cuyos libros son tan ledos y discu-tidos en nuestros das, como es Paul Johnson. Y agradecer a l mismo poresta breve muestra de su incisiva mirada, de su personal enfoque de loshechos que ahora nos ha ofrecido y que hemos seguido con vivo inters.

    Debo reconocer que soy un conocedor parcial, y probablemente super-ficial, de la obra de Paul Johnson, sin mayor competencia, adems, en lostemas que l aborda, pero que admira en particular aspectos de su obra, comoesos notables captulos de Tiempos Modernos que versan sobre los totali-tarismos, precisamente el tpico que hoy ha abordado. Y puedo aadir queno me siento afectado por las crticas que este libro brillante y provocadorhaba de concitar naturalmente. Con todo, tengo tambin que declarar midistancia y mis reservas frente a algunos de los anlisis y de las tesis de laHistoria del Cristianismo y de los Intelectuales. Permtaseme decir dos pa-labras acerca de estas contrapuestas reacciones para fijar mejor mi aproxima-cin al pensamiento del seor Johnson, antes de concentrarme en el comentariode lo que recin le hemos escuchado, que es precisamente mi tarea.

    Entiendo que parte de las crticas que, como he dicho, la obra del seorJohnson tena naturalmente que provocar, proviene de los medios profesio-nales de la historia, que muy celosamente defienden los rituales metodolgi-cos de su oficio. Las comparaciones son, por lo general, injustas y hastapueden resultar odiosas; pero a este respecto creo oportuno recordar un parde libros ciertamente geniales, con visin histrica contempornea, quemerecieron el mismo asedio y a los que el tiempo ha ido haciendo justicia:pienso en la Decadencia de Occidente de Spengler y en La Rebelin de lasMasas de Ortega y Gasset. Tampoco Toynbee estuvo libre de este tipo decrtica y, sin ir ms lejos, nuestro Francisco A. Encina. No digo que haya enesto meramente celos profesionales fundados en rutinas acadmicas. Proba-blemente, es la misma incertidumbre que existe sobre la condicin episte-molgica de la historia como disciplina intelectual lo que contribuye agenerar estos conflictos.

    Posee la Historia los controles metdicos que hagan de ella unaciencia, con arreglo al paradigma moderno? O est hecha, ms bien, deocurrencias geniales, de ancdotas cargadas de sentido, de entretenidas des-

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    cripciones, de apenas embozadas preferencias ideolgicas y hasta de men-tiras -como las que empleaba Herdoto, en el origen mismo de la discipli-na que habra de ser la Historia- que le merecieron su clasificacin porAristteles entre los gneros poticos? Estoy cierto de que un alto porcentajede la gran cantidad de lectores del seor Johnson opta por esto ltimo; y yocreo que lo hacen con legitimidad y sin desmedro del rango intelectual de ladisciplina. Yo mismo tendra que decir que al historiador que ms admiro,y que es Ranke, jams le pondra cerca de Newton, pero s muy cerca deShakespeare.

    Mi distancia respecto de la Historia del Cristianismo, tan notable enmuchos aspectos, es acerca de su sentido global. Me resisto a verla como unahistoria del cristianismo, sino que me parece, ms bien, una visin penetrantede situaciones, conflictos y perspectivas que se han dado al interior de lacristiandad, pero, dira yo, casi en los mrgenes de lo que es esencial en ella:su apertura a una dimensin sobrenatural y la irradiacin de sta en lasvicisitudes de su historia.

    En cuanto a los Intelectuales, me parece un libro valiente, desmitifi-cador en gran medida, pero, a la larga, tal vez injusto. No termin de leerloporque por momentos me sent, como dira un espaol, fisgoneando, mirandopor el ojo de la llave. Supongamos, por va de analoga, que se tratara de labelleza de Marilyn Monroe, tendra sentido hurgar en los detalles de suautopsia? Pienso que en esas pginas hay mucho de autopsia.

    Sealadas estas grandes lneas de mi propia y quiz confusa aproxima-cin a la obra del seor Johnson, vengamos a lo que ahora le hemos es-cuchado.

    Con esa sobriedad y precisin concreta con que el pensamiento inglssabe abordar vastos horizontes, hoy le hemos odo al seor Johnson tocaruna cuestin esencial: la cuestin del sustituto de Dios, o de la sustitucinde Dios. El suyo es un anlisis cultural, un argumento histrico; no es unacuestin teolgica o metafsica. Pero temo que la sobriedad, la eleganteomisin de todo nfasis en beneficio de una fiel descripcin de hechos, tancaracterstico del pensamiento de los ingleses, nos haga perder de vista eneste texto una premisa bsica del mismo que yo quisiera subrayar. La premisafundamental de este texto es que la humanidad misma del hombre es lo quele sita en la presencia de Dios y bajo su dependencia. A este respecto, PaulJohnson cita de paso a un telogo -Rahner-, pero lo cierto es que no slo untelogo o un metafsico, sino cualquier honesto cultivador de cualquiera delas ciencias humanas reconoce hoy que la dimensin de lo divino es ine-ludible e indiscernible de la realidad humana, as sea, inclusive, como angus-tia, neurosis obsesiva o pasin intil (Nietzsche, Freud, Sartre y otros).

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    En otro tiempo se haca un uso dudosamente apologtico de estaverdad. Creo que lo que Paul Johnson ha hecho, ahora, es ponernos sobreaviso de su peligrosa ambigedad. Porque si es una verdad que el hombrenecesariamente est vuelto hacia Dios y apela a lo divino, no es menos ciertoque, con frecuencia trgica, cae en una sustitucin de Dios, como ya lohicieron los seguidores de Moiss que se pusieron a adorar un becerro de oro.

    Entonces, la cuestin de fondo que yo leo en la tesis de Paul Johnson,aunque no estoy seguro de seguir fielmente su pensamiento, es la siguiente:hay necesidad de descubrir el rostro verdadero de Dios. Desde luego, porqueslo as el hombre se descubre verdaderamente a s mismo. Y porque, de locontrario, necesariamente cae en un sustituto de Dios, en una idolatra y,permtaseme la palabra, en una ideolatra, que es en lo que consisten, a mientender, las ideologas.

    Recuerdo haber ledo en un diario francs durante la guerra en In-dochina, hoy Vietnam, algo que ilustra grficamente lo que le hemos ododecir al seor Johnson. Cuando los comunistas se tomaron la capital, sedirigieron hacia la Catedral, un edificio que estaba coronado por una granestatua del Sagrado Corazn, la que era venerada por los ciudadanos y loscampesinos, quienes acostumbraban orar ante ella prosternados en las gra-das de acceso al templo. Los comunistas no procedieron a derrumbar laestatua -como ha ocurrido recientemente con las de Lenin y Stalin- ni aprohibir el culto: se limitaron a decapitarla y a poner en lugar de la cabezadel Cristo, la del lder comunista Ho-Chi-Minh. Una maniobra concreta desustitucin.

    De entre las muchas ideas que le hemos escuchado al seor Johnson,quisiera destacar dos para formularle dos preguntas al hilo de ellas. TiemposModernos describe el desmembramiento de nacionalidades y grupos tnicosy culturales que se produjo como consecuencia de la primera guerra mundial.Hoy pareciera que asistimos a un proceso similar, por ejemplo, en la UninSovitica, en Yugoslavia, en Irak o el Lbano. Estos procesos se ven inspira-dos en motivos de identidad cultural con fuertes rasgos religiosos, seanchitas o cristianos, por ejemplo. Estaramos en vsperas de un reordenamien-to mundial, querido por Estados Unidos, polticamente producido en Europa,fatalmente creado en la Unin Sovitica. Qu papel puede jugar aqu ladimensin religiosa, con sus alternativas, de que nos ha hablado hoy el seorJohnson? Permtaseme intercalar una opinin en mi pregunta: admiro lamisin de universalidad que ha cumplido Juan Pablo II, encarndola a travsde un afianzamiento del depsito esencial de la tradicin catlica.

    Mi segunda pregunta apunta al significado que el seor Johnson asignaa lo que ha llamado un "humanismo prometeico" -profesado entre los con-