Paul Mattick, in memoriam debido a superproducciones parciales, se estaba convencido de que el...

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59 Paul Mattick, in memoriam E n febrero de 1981 moría en Cambridge (Massachussets) Paul Mattick. El hecho de que no fuera un santón del marxismo oficial o académico, contribuyó lo suyo a que su muerte pasara completamente desapercibida de los media, casi del mismo modo, como su vida y trabajo teórico, centrado en la crítica del capital en proceso, fueron soslayados por los círculos oficiales del debate marxista. Casi tres años después, presentamos dos artículos, inéditos en castellano, que iban a formar parte, entre otros, del último libro que Paul Mattick preparaba en el momento de su muerte. Es difícil resistir la tentación del elogio sincero del compañero muerto, sobre todo, para quienes somos en tan gran medida deudores del pensamiento marxiano desarrollado por P. Mattick. Sin embargo, lo evitaremos. Eludiremos la retórica fácil del panegírico, aunque sólo sea por lo contra- dictorio que resultaría tratándose de quien, como él, defendiera planteamientos tan alejados del «culto a la personalidad». Huiremos, igualmente, de cualquier veleidad propiciadora de la fetichización de su pensamiento. Nada más distante del sistema teórico-crítico de P. Mattick que la posibilidad de su encorsetamiento en la categoría de un «ismo» cualquiera incluído el marxismo o el «consejismo». No vamos, tampoco, a cometer la pretensiosidad de intentar glosar en unos párrafos una obra que, como la desarrollada por P. Mattick a lo largo de su vida de activista, por su extensión y riqueza en sugerencias, superaría los límites e intenciones de lo que no pretende ser más que una presentación. Por eso mismo, pensamos que lo mejor que se puede hacer es dar a conocer su obra tal y como es: una sistematización rigurosa, precisa y crítica del desenvolvimiento histórico de la contradicción representada por el antagonismo Capital-Proletariado. Este es el motivo principal que nos mueve y al que queremos contribuir con la difusión de los dos artículos que a continuación presentamos. Con todo, no queremos dejar pasar la ocasión de hacer algún comentario sobre la significación en la teorización del comunismo de este desconocido, -el cual pretendemos que lo sea menos-, cuya obra supone una aportación de indudable importancia a la hora de la elucidación teórica de las posibilidades reales del Comunismo, en tanto resultado de la acción de clase proletaria. Pero, además, traemos a colación un nombre y una obra por lo significativos que pueden ser en unos momentos, como los actuales, en los que la generalizada abjuración del marxismo, lejos de inducirnos a la superación del mismo hacia la realización del Comunismo, viene a invitarnos al repliegue en los cenáculos de la ideología, de las formas culturales y a la liquidación, simple y llana, de la perspectiva de la lucha de clases. Los planteamientos críticos del tipo de los expuestos por P. Mattick abren nuevas posibilidades de comprensión de la contradictoriedad del Capital más allá de la apariencia engañosa de los fenómenos coyunturales. Y es, precisamente, por eso, porque se ubica en los resquicios de la contradictoriedad, por lo que la teorización deviene CRITICA, reflexión de una práctica que se proyecta en el sentido cambiante de la realidad configurada por la relación Capital-Proletariado.

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Paul Mattick, inmemoriam

En febrero de 1981 moría en Cambridge (Massachussets) Paul Mattick. El hecho de que no fuera un santón del

marxismo oficial o académico, contribuyó losuyo a que su muerte pasara completamentedesapercibida de los media, casi del mismomodo, como su vida y trabajo teórico,centrado en la crítica del capital en proceso,fueron soslayados por los círculos oficiales deldebate marxista.

Casi tres años después, presentamos dosartículos, inéditos en castellano, que iban aformar parte, entre otros, del último libro quePaul Mattick preparaba en el momento de sumuerte.

Es difícil resistir la tentación del elogiosincero del compañero muerto, sobre todo,para quienes somos en tan gran medidadeudores del pensamiento marxianodesarrollado por P. Mattick. Sin embargo, loevitaremos. Eludiremos la retórica fácil del

panegírico, aunque sólo sea por lo contra- dictorio que resultaría tratándose de quien, como él, defendieraplanteamientos tan alejados del «culto a la personalidad». Huiremos, igualmente, de cualquier veleidadpropiciadora de la fetichización de su pensamiento. Nada más distante del sistema teórico-crítico de P. Mattickque la posibilidad de su encorsetamiento en la categoría de un «ismo» cualquiera incluído el marxismo o el«consejismo».

No vamos, tampoco, a cometer la pretensiosidad de intentar glosar en unos párrafos una obra que, como ladesarrollada por P. Mattick a lo largo de su vida de activista, por su extensión y riqueza en sugerencias,superaría los límites e intenciones de lo que no pretende ser más que una presentación. Por eso mismo,pensamos que lo mejor que se puede hacer es dar a conocer su obra tal y como es: una sistematizaciónrigurosa, precisa y crítica del desenvolvimiento histórico de la contradicción representada por el antagonismoCapital-Proletariado. Este es el motivo principal que nos mueve y al que queremos contribuir con la difusiónde los dos artículos que a continuación presentamos.

Con todo, no queremos dejar pasar la ocasión de hacer algún comentario sobre la significación en la teorizacióndel comunismo de este desconocido, -el cual pretendemos que lo sea menos-, cuya obra supone una aportaciónde indudable importancia a la hora de la elucidación teórica de las posibilidades reales del Comunismo, entanto resultado de la acción de clase proletaria.

Pero, además, traemos a colación un nombre y una obra por lo significativos que pueden ser en unosmomentos, como los actuales, en los que la generalizada abjuración del marxismo, lejos de inducirnos a lasuperación del mismo hacia la realización del Comunismo, viene a invitarnos al repliegue en los cenáculos dela ideología, de las formas culturales y a la liquidación, simple y llana, de la perspectiva de la lucha de clases. Losplanteamientos críticos del tipo de los expuestos por P. Mattick abren nuevas posibilidades de comprensión dela contradictoriedad del Capital más allá de la apariencia engañosa de los fenómenos coyunturales. Y es,precisamente, por eso, porque se ubica en los resquicios de la contradictoriedad, por lo que la teorizacióndeviene CRITICA, reflexión de una práctica que se proyecta en el sentido cambiante de la realidad configuradapor la relación Capital-Proletariado.

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Quien contra viento y marea supo desentrañar enplena euforia keynesiana los límites de la economíamixta y los elementos de persistencia-latencia de crisisen las nuevas formas de la dominación del capital,incluso en coyunturas donde otros se dejabanobnubilar por el despliegue fascinante y espectacularde la circulación de las mercancías y anunciaban elfinal de la sociedad de clases (hombre unidimensionalmarcusiano), creemos que tiene algo que decir en estashoras oscuras en las que vivimos y en las que la prácticay reflexión comunistas parecen definitivamentecolapsadas.

Paul Mattick, fue uno de esos «hijos proscritos» deMarx que, como R. Luxemburgo, Korsch, A.Pannekoek, H. Gorter, O. Ruhle, conjuraron elservilismo de la ortodoxia sin por ello obviar la críticacomunista marxiana diluida en los diversos sucedáneosideológicos del marxismo.

La recuperación del nódulo fundamental de lasistematización crítica de Marx, que se concretaba enla teoría de la acumulación, como teoría de la crisis –o sea, el reconocimiento del capital en proceso, comocontradicción–, lo que venía a conferir a la obramarxiana el carácter de arma teórica del proletariado

frente a la ideología burguesa, cobra especial relevanciaen Mattick en lo que respecta no ya a la tareacontinuadora de la obra de Marx, sino de lo que estacontiene de expresión de la realidad cambiante delproletariado, haciendo exigible la profundización-superación de las aserciones fundamentales del propioMarx.

Es en este sentido, en el que hacemos una llamadade atención a propósito de la obra de P. Mattick. Esdecir, sobre el hecho de que su perspectiva deteorización, así como la verificación empírica, en larealidad de la crisis rampante, de sus aseveracionesnos proporcionan los elementos fundamentales decontinuación de la crítica de la Economía Política –real, práctica–, desde las bases históricas querepresentan la dialéctica Capital-Proletariado.

Por encima de todo, se trata de una reflexiónformuladora de la realidad práctica de la lucha declases; pero es más que mera constatación: es, por supropia naturaleza, una incitación a la continuación delcombate concreto, cotidiano y colectivo delProletariado por el Comunismo.

Etcétera, marzo 1984.

Bibliografía de Paul Mattick en castellano:- Rebeldes y renegados. Icaria.- Crítica de Marcuse. Grijalbo.- Crítica de los neomarxistas. Península.- Crísis y teoría de la crisis. Península.- Marx y Keynes. Era.- Los consejos obreros y la cuestión sindical. Castellote- Lenin filósofo. ZYX. (La introducción a la obra de Anton Pannekoek)

Tal como anunciábamos en el nº1 de ETCÉTERA (enero 84), presentamos dosartículos en memoria de Paul Mattick.

Asimismo, reproducimos un capítulo extraído de un trabajo más ampliorealizado por un compañero en el que, partiendo de la teoría marxiana del valory de la crisis, como teoría de la lucha de clases, se orienta hacia una crítica delas tesis neoricardianas y de las implicaciones políticas de las mismas.

Con todo lo cual hemos pretendido dar cierto cuerpo en un número monográficoa algunos aspectos de los que podrían constituir el objeto de un debate sobre lateoría de la crisis desde una perspectiva anticapitalista.

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LA CRISIS MUNDIAL Y ELMOVIMIENTO OBRERO

El desarrollo del capitalismo es inseparable delas crisis: esta ley se confirma empíricamentede vez en cuando. A pesar del retorno de las

crisis la economía burguesa no ha propuesto, hastahoy, ninguna teoría que se adapte a la realidad. La razónes que el punto teórico del que parte es en si mismoerróneo. La teoría capitalista, en efecto, partía de laidea errónea de que la producción estaba subordinadaal consumo y que, por consiguiente, la oferta y lademanda se adaptarían en el mercado. Aunque sereconocía que este mecanismo de ajuste podía verseinterrumpido debido a superproducciones parciales,se estaba convencido de que el mecanismo delmercado resolvería, de modo espontáneo, estasdiscordancias. La teoría del mercado, como la teoríadel equilibrio a partir del cual la oferta condiciona lademanda y viceversa, todavía está vigente aunquereformulada de distinta manera. En la teoría neoclásicade la utilidad marginal, que se fundamenta enprincipios psicológicos, se trata simplemente deanunciar de nuevo la vieja teorfa de la oferta y de lademanda, que había permanecido intacta hasta 1936.

En primer lugar, hay que afirmar que en modoalguno debe ponerse en duda la realidadad de las crisisactuales. Pero, para explicarlas, se ha supuesto que ellasprovenían del exterior hacia el sistema, y que podíanser superadas, gracias a la intervención de mecanismosde equilibrio automáticos. La existencia de las crisisno era un hecho inmanente del propio sistema y, porconsiguiente, tampoco era una realidad que debierasometerse a la investigación teórica. No es necesarioinsistir en este punto. Yo insistiré únicamente en quela teoría neoclásica del equilibrio de modo particularbajo su formulación matemática, ha sido consideradacomo el jalón a partir del cual la economía políti ca setransformó en ciencia, óptica a par tir de la cual fuedespojada de su carácter histórico. En todo caso sedesarrollaba en unos niveles de abstracción que ledaban un carácter puramente ideológico y le despojabade toda su posibilidad de aplicación práctica. Sufunción ideológica se esfumó, por la fuerza de lascosas, cuando estalló la gran crisis del 29 que hizoperder la confianza en los mecanismos de equilibriodel mercado.

La primera gran crisis de la teoría económicacapitalista ha sido pues la consecuencia de una crisisreal, duradera y profunda. Si no hubiera estallado, lateoría del equilibrio habría conservado probablementesu formulación neoclásica. Pero el contraste entre la

teoría y la realidad era demasiado evidente por lo quese hizo necesario adaptar la antigua teoría a la nuevasituación. Esta adaptación, que entró en la historia delas ideas con el nombre de «revolución keynesiana»no hace otra cosa sino tomar nuevamente la antiguateoría del mercado, con la diferencia de que ya no sesupone la existencia de la acción eficaz de unmecanismo de equilibrio que opera de modoespontáneo, sino que se habla en su lugar de unequilibrio establecido conscientemente, con lafinalidad de aportar una salida a la crisis.

La teoría de Keynes es tan estática como laneoclásica y se fundamenta, como ella, en unimaginario mecanismo de equilibrio. Pero ella añadecomo elemento nuevo que las modificaciones queconoce el mundo capitalista dificultan cada vez másla posibilidad de mantener el equilibrio únicamente através del mercado. Partiendo de la antigua concepciónde que el consumo determina la producción, bastaque aquél se retrase algo en relación a ésta para quelas inversiones resulten cada vez menos rentables yque, por consiguiente, lleguen a desaparecer. La relativasaturación del consumo, que se expresa a partir deuna demanda insuficiente, llevaría consigo unadisminución de las inversiones y, por consiguiente, unaumento del paro. Para reequilibrar nuevamenteconsumo y producción, oferta y demanda, seríanecesario elevar el nivel de consumo mediante el«consumo público» y multiplicar las inversionesmediante «inversiones públicas» a cargo del Estado.La política monetaria y fiscal del Estado sería, porconsiguiente, el instrumento adecuado, capaz de actuarde manera positiva no sólo sobre la economía en suconjunto sino también sobre la rentabilidad del capitalprivado.

Esta teoría traducía una necesidad política, unareacción a las consecuencias sociales de la crisis. Pero

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era considerada asímismo como un recurso susceptiblede facilitar el paso a una nueva coyuntura. Al mismotiempo que se presentaba como una teoría general,no hacía otra cosa que tomar como punto de referenciala situación específica de la Gran Crisis, para conjurar,en primer lugar, cualquier riesgo de sucesorevolucionario. Las propuestas de intervenciónestatales en la economía iban destinadas a evitar lospeligros de un paro masivo pero también a incitarnuevas inversiones privadas, por lo quelasintervenciones del Estado continúan sirviendo alcapital. Se trataba de lograr lo que se llama el efectomultiplicador de las nuevas inversiones, o sea lahipótesis de que las inversiones efectuadas en una ramade la producción inducen otras en otras ramas. Talproceso, comparable al de la velocidad de rotacióndel dinero en circulación, compensaría la falta derentabilidad de los gastos públicos mediante laelevación de la rentabilidad de la economía privada.

Es totalmente exacto, por descontado, que nuevasinversiones cuando no están compensadassimultáneamente por otros retraimientos deinversiones, tienen como consecuencia el estímulo dela vida económica y la disminución del paro, tanto sison obra del Estado como del capital privado. Elaumento de los gastos del Estado, propuesto porKeynes, incluso si su financiación se basa en el déficitpresupuestario, tiene pues este efecto estimulante, talcomo quedó confirmado con el éxito obtenido graciasa este modelo por parte del programa de creación deempleos del régimen hitleriano, al igual que el logradocon el New Deal americano. Tales éxitos sólo seentendían, sin embargo, en el contexto de la teoríaabstracta y errónea del equilibrio; nada tenían que vercon las exigencias de la producción capitalista. Paraésta, no se trata en modo alguno de asegurar elequilibrio entre la oferta y la demanda, la produccióny el consumo, sino únicamente de producir beneficiosy de asegurar la valoración del capital existente y suacumulación. Un capital concreto que exista en formade dinero debe, para satisfacer las exigencias de laproducción capitalista, transformarse en una cantidadsuperior de capital a través del ciclo de la reproducción.En el capitalismo, toda producción que noproporciona ningún tipo de plusvalía es producciónsin acumulación y contradice el movimiento delcapital.

Una producción que no está hecha en vistas de lacreación de plusvalía choca, en el capitalismo, contraciertos límites. Desde siempre el Estado toma en cargauna parte de la producción social, la que asegura losequipamientos públicos indispensables al sistema (lainfraestructura). Además ha monopolizado, enmuchos países, una parte de la producción global y sesitúa así entre los empresarios productores de

plusvalía. Toda una parte de la producción social es,por consiguiente, asumida por el Estado, a distintosniveles. Pero en general es el capital privado quienasegura la mayor parte de la producción social ydetermina sus características y su desarrollo. Lacreciente importancia de la produc ción vienedeterminada por la acumulación del capital global, esdecir del capital privado; no tiene nada que ver con lalucha contra las crisis mediante el aumento de losgastos públicos, se trata al contrario de un fenómenosecundario que acompaña siempre el desarrollocapitalista. Las políticas de equilibrio económico delEstado no representan nada más que intervencionessuplementarias en la economía, que sobrepasan losgastos habitualmente necesarios; es una produccióninducida por el Estado para reactivar la producciónsocial global.

En los remedios keynesianos contra las crisis, no setrata en modo alguno de restringir el capital privadoen provecho del sector del Estado, sino más bien demultiplicar la demanda global en el marco de laproducción de capital. Ya que la demanda, según estateoría, depende del consumo y que este es insuficientepara asegurar el pleno empleo, hay que ampliarloincrementando el «consumo público» que no essuscitado por el mercado. Para no debilitar todavíamás la demanda presente en el mercado y yainsuficiente, sin que por ello entre en competenciacon el capital privado, el estado debe limitar laproducción inducida en el «consumo público», es deciren los trabajos públicos, en la producción dearmamento, en la investigación espacial y en otroscampos semejantes.

El capital, para comportarse como tal, debeacumularse, es decir, añadir una parte de la plusvalíaproducida sobre la cantidad de capital ya existente.Desde este punto de vista, cualquier aumento delconsumo, tanto si es público como privado, disminuyela cantidad de plusvalía disponible para la acumulación.Lo que es consumido no puede ser acumulado, es decirtransformado en instrumentos de producción y enfuerza de trabajo que permita aumentar el provecho yel capital. De todos modos la política de Keynescorrespondía a una situación transitoria, en la que unsimple aumento de la producción genera un climaeconómico que incita al capital privado a tambiéninvertir. Este suplemento de producción privada parael mercado debería provocar una expansión donde laproducción inducida por el Estado e incapaz deproducir ningún beneficio sería compensada por elaumento de la masa de beneficio en la producciónprivada. Los déficits de la producción inducida por elEstado serían, en aquel momento, anulados por losnuevos beneficios.

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Pero si no sucede así, la producción suscitada por elEstado representa un aumento de la deuda pública,una acumulación de deudas privadas sobre el Estado.Si el Estado aumenta los impuestos para poder cubrirlos gastos públicos destinados a estimular la demanda,por un lado disminuye simultáneamente lasposibilidades de acumulación ya reducidas del capitalprivado y, por otro lado, simplemente desplaza lademanda del sector privado hacia el sector público, sinmodificar en modo alguno el volumen de la demandaglobal. Para aumentarla hay que recurrir alfinanciamiento mediante el déficit presupuestario, conla extensión del crédito de Estado. Pero como laproducción se encuentra reducida por la disminucióne incluso por el paro total de la acumulación, no sólolas capacidades productivas permanecen sin emplear,sino incluso el capital-dinero ya que no puede sernuevamente invertido de manera rentable y no permiteel paso de la forma dinero a la forma capital. Este capitalinerte en forma de dinero, el Estado puede obtenerlodel capital privado, hasta el punto de hacer subir susgastos por encima de las posibilidades impositivas. Estosempréstitos de Estado constituyen el financiamientomediante déficit presupuestario de los gastos públicos.Aunque permita aumentar la producción, no aumentala producción de beneficio. Si llegara el caso, losposeedores de capital invertirían ellos mismos su dinerodesempleado. Si se recurre a la producción realizadapor el Estado, es sencillamente para aumentar laproducción sin consideración de rentabilidad.

A pesar de que las inversiones del Estado tengancomo efecto ampliar la producción global, la masa deplusvalía adquirida por el capital privado permaneceinferior al aumento de la producción, de manera que laproducción global tiene a su disposición una masa debeneficio relativamente disminuida, con tendencia amayor disminución a medida que se amplía laproducción inducida por el Estado e improductiva debeneficios. Si el Estado pide prestado el dinero noempleado del capital privado, es necesario que le pagueun interés. Ya que la producción inducida por el Estadono produce ningún tipo de beneficio, tampoco puedecubrir ningún interés, ya que éste corresponde a unaparte de los beneficios. Este interés, por consiguiente,debe ser cubierto sea por los impuestos sea por otrosempréstitos del Estado. Por consiguiente, no sólo laproducción no crea beneficios, sino que el reembolsode las deudas del Estado que han facilitado estaproducción complementaria tiene que ser cubierta porel sector privado. Pero como las deudas del Estadopueden ser siempre nuevamente consolidadas, desdeun punto de vista práctico sólo son los intereses losque gravan los empréstitos del Estado, de manera queel aumento de la producción representa un aumentode la deuda pública que no encuentra ningún tipo detrabas a condición de que la producción global aumente

más rápidamente que la carga de intereses que ellamisma genera.

Sin embargo, de lo que se trata en el caso del aumentode la deuda pública, es de una destrucción del capital,porque no puede generar ninguna produccióncapitalista, es decir capaz de producir beneficios.Pongamos un ejemplo: durante la Segunda GuerraMundial, la deuda pública de Estados Unidos alcanzó300 mil millones de dólares, que sólo existíanteóricamente en los títulos de empréstito. Elequivalente a esta suma fue utilizado durante la guerra,en cierta manera «consumido», y, por consiguiente,desapareció. Una plusvalía, recogida en una épocaanterior y que permanecía sin emplear como capital,se había transformado en gastos militares y, de estemodo, se había evaporado. Detrás de la deuda pública,no queda sino la posibilidad que siempre tiene elEstado de aumentar los impuestos y lanzar nuevasemisiones de endeudamiento. A pesar de que elequivalente de la deuda del Estado, es decir los gastosmilitares, pertenezcan al pasado, el Estado deberátodavía pagar los intereses y, de manera simultánea,intentar librarse de su deuda, cosa que sólo es posiblesi el capital privado amasa nuevos beneficios y enproporción creciente.

Pero, dado el hecho de que la tendencia a la baja enel índice de beneficios es inseparable del desarrollodel capital, cada vez es más difícil encontrar unasolución al problema del endeudamiento del Estadoprovocado por los gastos públicos a cuenta del déficitpresupuestario. Esta es la razón por la que elendeudamiento del Estado nunca es prorrogado sinosimplemente anulado –como por ejemplo en Alemaniadurante 1923– debido a una inflación galopante. Laampliación desmesurada de la deuda pública yaconstituye por si misma una especie de expropiacióndel capital privado, e incluso es posible leer laexpropiación rampante del capital en el índice deendeudamiento del Estado, que impide la prosecuciónde la acumulación. Pero esto sólo es válido cuando elcapital se encuentra efectivamente en una situaciónde crisis permanente, acompañada de un continuadoaumento de gastos públicos. Si evocamos estaposibilidad es simplemente para indicar que cuandose lucha contra la crisis mediante el gasto público, setropieza con limitaciones totalmente determinadas,que no pueden ser franqueadas sin poner en peligroal propio capital. Si llegara a instalarse una crisisduradera, se llegaría a constatar, durante su curso, quela intervención del Estado, aunque estimulara laeconomía en un momento inmediato, sólo lo logramediante el precio de la destrucción a largo términodel capital privado.

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Para disipar ciertos malentendidos, es necesariohacer hincapié en el hecho de que esto sólo es exactodesde un punto de vista global. Para el capital privadoque logra acrecentar su producción gracias al gastopúblico, esta producción inducida complementaria esmuy beneficiosa. Pero la plusvalía o el beneficio, quese encamina hacia estos capitales particulares, no serealiza en modo alguno por la producción global regidapor el mercado sino que proviene de la plusvalíaproducida en períodos anteriores, que ya existía, noproducida en aquel momento. En otras palabras, estoscapitales «realizan» sus beneficios a partir del capital-dinero no empleado que les atribuye el Estadomediante sus inversiones. Las ganancias realizadas porcualquier capital concreto favorizado significa unapérdida para el capital global, una utilización delcapital-dinero acumulado. Es este capital-dinero noempleado el que reinicia el movimiento de los mediosde producción y de las fuerzas de trabajoinmovilizadas, y su volumen fija los límites de estecrecimiento de la producción. Desde el momento enque la ampliación de crédito mediante capital noempleado se agota, un nuevo aumento del gastopúblico sólo es posible mediante una clara inflación,gracias a la creación de dinero y su posteriordevaluación. Si el financiamiento por déficitpresupuestario mediante enpréstitos de Estado ya esun proceso inflacionista, este proceso permanecelimitado y controlable, mientras que la pura y simpleinflación de billetes de banco no encuentra ningúnlímite objetivo.

Es inevitable que el crecimiento continuo de unsector de la economía no productor de beneficioponga al final en crisis al propio sistema de produccióncapitalista. Por este motivo, el mantenimiento de uncierto nivel de producción y de empleo deseado, nopuede ser otra cosa que una posibilidad transitoria.un remedio que –tarde o temprano– será desechadopor una nueva coyuntura del capital privado. Puestoque el Estado es el del capital privado, la políticaanticrisis que pone en pie mediante la financiación degastos públicos subvencionados por el déficitpresupuestario encuentra un término cuando su propiaextensión la transforma de momentáneo elemento deestabilización económica en algo contrario, un factoragravante de la crisis. Desde aquel momento, seimpone nuevamente la antigua ley de las crisis.

Para tratar ahora de los problemas económicos dehoy en día, es necesario constatar en primer lugar quelas grandes crisis de nuestro siglo, a diferencia de lasdel siglo XIX, no se han superado gracias a medidas«puramente económicas». Durante el siglo pasadotodo el mundo se adaptaba a las consecuencias de lacrisis y de la recesión sin intentar atenuarlas osuperarlas con in tervenciones deliberadas. La primeragran crisis del siglo XX llegó durante la Primera Guerra

Mundial, cosa que no significa, en modo alguno, quela guerra fuera consecuencia de la crisis, sinosimplemente que la situación de crisis preexistía y quesi no se la reconoció como tal, fue porque la guerraimperialista le dio otro aspecto. La crisis de 1929,nacida en América, alcanzó a todo el mundo, y tantomás debido al hecho de que las naciones europeastodavía no habían podido desasirse totalmente de lacrisis anterior. La situación de crisis declarada por laPrimera Guerra Mundial se prolongó en una crisis deposguerra, a pesar de las fluctuaciones con que semanifestó la recesión. Pero no se logró encontrar denuevo una progresión de la acumulación. El relativoestancamiento de la economía europea no podía sinoponer trabas a su vez a la prosperidad que el capitalamericano conoció después de la guerra. La economíaamericana, en principio, había conocido un impulsopoderoso, aunque insuficiente para arrastrar alconjunto de la economía mundial. Cuando laprosperidad americana naufragó, llegó la crisismundial.

Fue entonces cuando Keynes elaboró lasmodificaciones de la teoría neoclásica (que ya habíaencontrado anticipaciones prácticas en distintos paísesdonde los Gobiernos habían intervenido en la marchaeconómica). Pero estas intervenciones no habíansignificado ningún éxito notable, y esta fue la causa queexplica que la aportación de Keynes a la teoría clásicadel mercado tardara en imponerse. Por otra parte, esexacto que la política armamentística de Hitlerfinanciada con el déficit presupuestario y otros medioslogró detener el paro. Pero los mismos factores quecomportaban este resultado agravaban simultáneamentela crisis hasta el punto de no permitir otra elección finalque una descomposición más total de la economía –apesar de la intervención del Estado– y una soluciónimperialista violenta, es decir la guerra. El capital alemánjugó la carta de la guerra, para hacer pagar a los otrospaíses el salvamento de su propia economía. En losEstados Unidos gracias al New-Deal (que aunque nadadebía a las ideas de Keynes, sin embargo respetaba susprincipios teóricos) el paro descendió de 15 millones a8 millones de personas. Pero, hacia 1937, parecía quese habían agotado todos los medios de lucha contra lacrisis. Fue necesario el esfuerzo de anmamento cara ala Segunda Guerra Mundial, realizado al finalizar laguerra española, para que el paro pudiera todavíareducirse más. Sólo la guerra permitió el pleno empleo,tanto en América como en los demás países beligerantes.El programa de Keynes encontraba su realización en laproducción de guerra,. es decir, en condiciones queexcluían la acumulación. Por ejemplo, en EstadosUnidos, el índice de acumulación descendió por debajodel 1%, de manera que el capital sólo alcanzaba parareproducirse. Casi la mitad de la producción total fueutilizada para fines militares, y lo que se destruye en la

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guerra no puede servir para la acumulación. El plenoempleo estuvo pues acompañado de una reducidaacumulación capitalista a nivel cero; en otras palabras,una producción que sólo era capitalista en sus principiosteóricos.

Después de la Segunda Guerra Mundial, el capitalinternacional conoció un relanzamiento inesperado,y que no cuadraba con las teorías de Keynes.

Según éstas, el punto de referencia erauna situación de estancamiento económicoque podía remediarse gracias al aumentode la demanda pública. Sin embargo, losteóricos de inspiración keynesiana vieronen el relanzamiento general de la economíala confirmación de sus ideas. Cosa que nocorrespondía a su manera de pensar. Enrealidad este relanzamiento, como losprecedentes, era consecuencia de la crisisque lo había precedido. El estancamiento del capitaleuropeo entre las dos guerras mundiales y la enormedestrucción de capital, tanto bajo su forma de valorcomo bajo su forma física, realizada por la guerra,comportaron una modificación general de laestructura del capital que permitió elevar los beneficiosen relación a un capital disminuido, hasta un nivelsuficiente para asegurar un relanzamiento de laacumulación. El secreto de la alta coyuntura de lapostguerra, es la destrucción del capital por la guerray la crisis. No son los métodos keynesianos deorientación de la actividad económica, sino los propiosmecanismos de crisis de acumulación del capital, losque explican este relanzamiento.

Desde un punto de vista marxista, este relanzamientono tenía nada de sorprendente. El índice medio debeneficio, y por consiguiente el índice de acumulacióndel capital, depende siempre de la situación del capitalglobal o, en términos marxistas, de la composiciónorgánica del capital. La destrucción del capital, asociadaa una elevación de la productividad del trabajo, puedeengendrar un índice de beneficio que permita pasar dela recesión a una nueva fase de prosperidad. Es así comose realiza la acumulación del capital a pesar de la crisisy gracias a ella, siempre que el beneficio corresponda alas exigencias de la acumulación. La reorganización deconjunto del capital condujo a un relanzamiento. Sehubiera podido pensar que la adaptación del beneficioa la acumulación estaba objetivamente excluida; perouna efectiva reactivación económica confirma que nofue este el caso.

Es el mecanismo de las crisis del capital, y no lamanipulación keynesiana de la economía, lo queexplica la duración de la coyuntura favorable durantelos años de la posguerra. Por otra parte, estareactivación no estuvo exenta de contragolpes, porqueafectó a modo muy diverso a los distintos países.

En muchos países, y de manera muy particular enEstados Unidos, el Estado intervino constantementeen la actividad económica, mediante el camino de lapolítica monetaria y fiscal, para poner remedio a lasrecesiones que venían incluso durante el periodo derelanzamiento. La prosecución de la políticaimperialista supuso la exclusión de cualquier tipo dereducción de los gastos del Estado improductivos

destinados a fines militares, e impuso el mantenimientoy la extensión del sector no rentable de la producciónglobal. Sin embargo, la expansión del capital erabastante importante para provocar un relanzamientogeneral, en el que la parte de la producción inducidadel Estado disminuía proporcionalmente a pesar decontinuar siendo un elemento significativo de laproducción global. El mantenimiento en talescondiciones de lo que era considerado como unasituación de prosperidad capitalista, provocó elnacimiento de una ilusión por la que se pensaba quese había logrado finalmente poner término a las cíclicascrisis del capital, gracias a los métodos de Keynes. Laera de las crisis parecía superada para siempre, porquese creía poder establecer, mediante la intervencióncentral en el funcionamiento económico, un equilibrioentre la oferta y la demanda asociado al pleno empleo.La aparente posibilidad de regulación económica delmercado por parte del Estado, con el consiguientedesarrollo sin crisis que permitía, impresionó inclusoal campo anticapitalsta, hasta el punto que se quisieronasociar las ideas marxistas a las de Keynes,y que sedijo que se iniciaba un nuevo período de desarrollocapitalista incapaz de ser explicado por la ley de lascrisis de Marx. Basta pensar en personas comoMarcuse, Baran y Sweezy, para darse cuenta hasta quepunto influyeron las nuevas ilusiones capitalistas enaquellos que se con sideraban sus críticos.

En el paso realizado por Keynes de lo que se llamade la microeconomía a la macroeconomía, es decir latoma en consideración de los problemas sociales antesolvidados, todavía hay algo de estático, porque no seconsidera el desarrollo del capital; pero la elaboraciónde la teoría de Keynes ha supuesto muchas tentativaspara darle un carácter dinámico o, si se prefiere, paraprofundizar sobre las leyes del desarrollo y delmovimiento del capital. Si esto se pudiera considerar

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un programa para la economía política burguesa, talprogreso no sería sino volver nuevamente a los clásicosde la economía política, y de modo muy particular –aunque sin citarla– a la teoría marxista del desarrollocapitalista.

Se reconocían ahora las dificultades inherentes aldesarrollo capitalista y, por consiguiente, la tendenciaa perturbar incesantemente el equilibrio anteriormentealcanzado. Pero ello era para llegar a la conclusión deque las contradicciones inmanentes del sistema sepodían suprimir mediante una intervención durable yplanificada del Estado. En el lenguaje de la apologéticacapitalista, como el que empleaba por ejemploSamuelson, el desarrollo del capital concebido como«crecimiento», tendía ciertamente a la inestabilidad,pero ésta podía ser eliminada mediante la orientaciónde la economía, del mismo modo que una bicicletacae al suelo si se la deja sola, pero permanece enequilibrio cuando está montada por un ciclista. Estaconcepción optimista fue casi el patrimonio de la teoríaeconómica burguesa.

¿Qué fue lo que pasó realmente? Repitámoslotodavía otra vez: la guerra había destruido hasta talpunto la economía europea y japonesa, que laresurrección no podía ser considerada de otro modoque como un proceso muy lento.

Simultáneamente a las fuerzas productivas, el capitalhabía también desarrollado las fuerzas destructivas,que habían alcanzado mucho más gravemente a lospaíses comprometidos en la guerra que no durante laanterior contienda mundial del 14. Además de lasconsideraciones políticas suscitadas por un nuevoadversario, el imperialismo soviético, también habíarazones propiamente económicas para incitar al capitalamericano a acelerar la reconstrucción del capitaloccidental, mediante empréstitos y el Plan Marshall.Con ello, no sólo se lograba beneficiar directamente alos que obtenían la ayuda americana sino también a lapropia economía americana, porque la importaciónde capital por los otros países se traducía,necesariamente, en exportación de mercancíasamericanas. De esta manera, la vida económica sereanimaba por ambas partes, tanto en los paísesimportadores de capital como en los exportadores demercancías. La destrucción de los valores capitalistasen Europa y Japón, la anulación de las deudas mediantelas devaluaciones, las aplicaciones de nuevastecnologías y de nuevos métodos de producción,asociadas a un índice de explotación elevado debido ala penuria provocada por la guerra, todo ello permitióíndices de beneficios y un índice de acumulación quese elevó a casi el 25 % de la producción global. Fueprecisamente este índice de acumulación excepcional,unido a circunstancias particulares, el que entró en lahistoria con el nombre de «milagro económico» y que

mejoró progresivamente el grado de competitividadde Europa y Japón en el mercado mundial.

Como contrapartida, la economía americana secaracteriza por un índice de acumulación muy bajo,que se mantuvo por debajo de sus promedioshistóricos durante toda la posguerra, sin superar nuncael 3 ó el 3,5 %. Precisamente debido al hecho de queel capital americano estaba alcanzado por lasobreacumulación (con lo que no era posible que losbeneficios correspondieran a las necesidades devaloración del capital), la posibilidad de exportarlosshacia otros países permitía asociarlos al auge queconocían los países en reconstrucción. A este factorhay que añadir también los nuevos compromisosimperialistas a escala planetaria, interviniendo en losdesarrollos políticos asiáticos (guerras de Corea y deIndochina). La exportación de capital, y los gastosunidos a las expediciones imperialistas que exigíananualmente de 20 a 25 mil millones de dólares, excluíanuna disminución del presupuesto del Estado eimponían la financiación de la política extranjeraimperialista mediante métodos inflacionistas, ya queel índice de beneficios era relativamente bajo. Laadopción del dólar como referencia internacional yunidad monetaria de reserva permitió al capitalamericano, acelerando la creación de moneda, no sóloel penetrar profundamente en la economía europea,

sino también de manera simultánea estimular laproducción americana gracias a la producción inducidapor el Estado. Sin alcanzar el pleno empleo, el elevadoíndice de empleo provocó esta ilusión de un desarrollocapitalista exento de crisis, tal como decíamos antes.

Sin esta producción inducida por el Estado, elnúmero de parados hubiera sido mucho más elevadade lo que fue, porque el índice de acumulación nopermitía conseguir el pleno empleo. Pero, inclusodurante los últimos años de la guerra de Indochina, lacapacidad de producción americana sólo se empleabaen un 86 % y el desempleo oscilaba entre el 4,5 y el 5% de la población activa. Por consiguiente, el períodode posguerra fue muy distinto en Estados Unidos yen Europa y Japón, y la reactivación general de esteperíodo llevaba consigo ya el germen de la destrucción,que se manifestaba anticipadamente en la diversidadde condiciones de acumulación propias de cada país

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capitalista. Pero como América casi aseguraba la mitadde la producción mundial, el relativo estancamientodel capital americano era el índice de una rentabilidadinsuficiente en relación de las exigencias de beneficiodel capital mundial, aunque esta podía quedarenmascarada durante mucho tiempo mediante laadopción de manipulaciones monetarias y políticasde crédito, capaces de hinchar los beneficios. Laprosperidad se acompañaba de una «inacciónrampante».

Dado que la intervención del Estado en la economíadescansa, en lo que se refiere a la extensión de laproducción, en la capacidad del Estado para ofrecerun sentido de respuesta, esta intervención tiene unaeficacia análoga a la creación de crédito en el sectorprivado. En la teoría de Marx, pero también en lasteorías burguesas, un desarrollo excepcional del créditosiempre ha anunciado una crisis próxima, ya que essigno de una competencia más dura para un margende beneficio en manifiesta disminución, cosa queconduce a una concentración y centralización másexageradas del capital. Los trusts capitalistas seesfuerzan cada uno en obtener una parte másimportante del beneficio social global, ampliando suproducción y bajando sus precios gracias al crédito -con lo que se agrava la sobreacumulación de capitalque ya se manifestaba en la penuria de beneficios-. Apesar de todo, el primer efecto de la extensión delcrédito, en la medida en que multiplica efectivamente.laproducción, consiste en retrasar el estallido de la crisis.La actividad económica es más intensa de lo que seríasin esta extensión. Pero la multiplicación de laproducción no significa necesariamente la de losbeneficios globales. Basta que la relación entre el índicede explotación y la estructura del capital global sea lamisma, retrasando momentáneamente la crisis, parapreparar una crisis más profunda todavía, así que laprosperidad provocada mediante el crédito sedemuestre ilusoria. Una extensión demasiado rápidadel crédito, que encuentra tarde o temprano su límiteen el índice de interés determinado por el índice debeneficio, siempre ha sido la expresión de lascontradicciones inherentes al sistema capitalista, y lapropia economía burguesa siempre la contempló conel mayor escepticismo.

Pero lo que nos importa aquí es que la extensióndel crédito siempre tuvo un efecto inflacionista. Si losprecios suben es para que la mayor inversión en capitalquede justificada cuando el índice de beneficio estáestancado, con la finalidad de ganar en la esfera de lacirculación lo que no puede obtenerse en proporciónsuficiente en la producción. Como los precios nuncasuben de igual modo y dado que, de modo particular,el precio de la fuerza de trabajo siempre va retrasadoen re1ación al aumento general de los precios, resultauna modificación de la relación salario/beneficio, en

ventaja del beneficio capitalista. También se provocaun desplazamiento general de la estructura de lasrentas, en detrimento de las capas sociales cuyas rentasno siguen el ritmo de los aumentos de precios. Elcapital intenta garantizar sus beneficios cargándolosa la sociedad y principalmente a los trabajadoresaunque sin lograr mantener o encontrar de nuevo sucapacidad de acumulación. En cualquier caso, elcrédito no ha sido capaz hasta el momento presentede suprimir nunca el ciclo de las crisis capitalistas; esla propia crisis la que elimina al crédito como mediopara relanzar la producción.

Dado que la producción inducida por el Estadomediante el crédito no genera, desde el punto de vistade la sociedad, ni provecho ni interés, sólo encuentralímites objetivos en la masa de capital presente perono empleado, que el Estado toma en empréstito alcapital privado. Esta fracción del capital privado, queresurge en forma de deuda pública, financia tambiénlos intereses que gravan los empréstitos del Estado.Si estos límites objetivos del endeudamiento delEstado son alcanzados, el mantenimiento de laproducción inducida por dicho endeudamientodepende entonces de la capacidad del Estado paracrear moneda; en otras palabras, depende delfinanciamiento de esta producción mediante «lamáquina de fabricar billetes» o mediante la pura ysimple inflación provocada por la devaluación. Peroel financiamiento mediante la deuda pública es en simismo un proceso inflacionista, aunque más lento,porque el beneficio social no se acrecienta al mismoritmo que la producción en su conjunto, y estadistancia creciente entre el beneficio y la producciónconlleva inevitablemente un alza de precios. De hecho,el financiamiento mediante los empréstitos de Estadose acompaña de una aceleración de la creación demoneda de manera que, por un lado, se anima a lainversión privada con la baja de los índices de interés,mientras por otro lado se procure disminuir la cargade intereses del Estado.

Nadie ha puesto jamás en duda que los métodospropuestos por Keynes no fueran inflacionistas; élmismo y sus seguidores han visto, por el contrario,que en ello residía el secreto de la estabilidad capitalista.Sin embargo, se admitía que los procesos inflacionistasconducían a un nuevo equilibrio económico que poníatérmino a la fase inflacionista. Pleno empleoacompañado de la estabilidad de los precios, tal era elobjetivo a alcanzar; los métodos inflacionistas podíanser utilizados o abandonados según las necesidadesde cada momento. Mientras existiera paro, la inflaciónsería el único modo de atenuarlo o de eliminarlo. Unavez alcanzado el pleno empleo, se podría parar lainflación utilizando medios deflacionistas,compensando los déficits anteriores gracias a losnuevos beneficios. En cualquier caso, se creía

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firmemente en la posibilidad de conducir la economíahacia una política fiscal y monetaria perspicaz, segúnlos deseos del gobierno. Si la supresión del paro y delos problemas sociales que comporta se acompañabande una inflación rampante, éste era un precio encualquier caso menor a los ojos de los economistas.Más valía el pleno empleo con una tendencia a lainflación que no resignarse al creciente paro por miedoa la inflación. Por otra parte, se constató que tantohoy como en el pasado, cualquier coyuntura favorableiba acompañada de aspectos inflacionistas. El plenoempleo se asociaba siempre al alza de precios, comolo había históricamente establecido el economistainglés Phillips; la baja de los precios siempre ibaacompañada de un índice elevado de paro. Porconsiguiente, en la inflación actual, todavía se veía laaplicación de una especie de ley natural que asociabael pleno empleo y la inflación. Así, no sólo la inflaciónse explicaba mediante el pleno empleo, sino que eraimputada a los trabajadores porque se les considerabaresponsables del aumento de los precios, debido a losmejores salarios que lograban en período de plenoempleo.

Llegó el día. sin embargo, que tuvo que admitirseque no sólo el pleno empleo era inseparable de lainflación sino también que ésta aumentaba incluso enperíodo de creciente paro. La recesión económica, enlugar de frenar la inflación, no hacía sino acelerarla.Un hecho que combinaba mal con las teoríaseconómicas más extendidas. El arsenal anticrisis deKeynes demostró ser ilusorio, y ante la nueva crisisque se anunciaba, nos encontrábamos tan desarmadoscomo ante las precedentes. Esto no hacía sinoconfirmar una vez más lo que se había perdido devista durante el largo período de alta coyuntura quehabían conocido algunos países occidentales; saberque es imposible regularizar el sistema capitalista yque la única regulación que en cierta medida existe es

la del retorno de las crisis. En el siglo XX como en elanterior, el proceso de acumu1ación del capitalcomporta el paso de un período de expansión a unasituación de crisis, condición necesaria para una nuevaacumulación, y esto siempre que quede una posibilidadobjetiva de restablecer la rentabilidad perdida.

Queda claro que es exacto que la intervención delEstado puede influir en el curso de la actividadeconómica y que, cuando se entra en una situación decrisis, es posible atenuar sus efectos ampliando laproducción gracias a este método intervensionista,aunque sin influir en modo alguno sobre la tendenciahacia la superacumulación que resulta del imperativode valorización del capital. Si se confirma la crisis desobreacumulación, se constata que las tentativas paraatenuarla gracias a la orientación económica del Estadono hacen sino agravarla. En tales circunstancias, lacrisis se traduce del modo más clásico, mediante lacaída de la producción, el desempleo masivo, ladestrucción de capital y de la fuerza de trabajo y laintensificación de la competencia entre capitales. Lacrisis general del capital, nacida de la relación entrelas clases sociales y que resulta, en definitiva, de laproducción del capital, no puede resolverse por losmétodos con pretensiones de nuevas orientacionesde la economía capitalista, sino solamente –si esto esposible– por los medios destructivos, los mismos queya en el pasado permitieron salir de la crisis y suscitaruna reactivación. Si la burguesía ha creido haberencontrado el camino de un desarrollo capitalistaexento de crisis, la crisis que se anuncia atestigua unavez más que la economía burguesa es incapaz decomprender su propio sistema y todavía menos dedirigirlo. Lo que empieza a pasar es la verificaciónempírica de la teoría de la acumulación de Marx,entendida como teoría de la crisis capitalista.

Paul Mattick

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EL MARXISMO AYER, HOY Y MAÑANA

Según la concepción de Marx, los cambios en lascondiciones sociales y materiales transforma laconciencia de los individuos. Esto también es

aplicable al marxismo y a su desarrollo histórico. Elmarxismo era en sus comienzos una teoría de la luchade clases fundada en el análisis de las específicasrelaciones sociales de la producción capitalista. Peromientras su análisis de las contradicciones inherentesa la producción capitalista se referían a la dinámicageneral del desarrollo capitalista, la lucha de clases esun asunto cotidiano que se ajusta a las cambiantescondiciones sociales. Estas adecuaciones sucesivas seencuentran reflejadas en la ideología marxista. Por eso,la historia del capitalismo es, igualmente, la historiadel marxismo.

El movimiento obrero precedió a la teoría marxianay aportó las bases de su desarrollo. El marxismo hallegado a ser la teoría dominante del movimientosocialista porque consiguió revelar convincentementela estructura explotadora de la sociedad capitalista asícomo, de la misma forma, poner de manifiesto loslímites históricos de este particular modo deproducción. La clave del gran desarrollo delcapitalismo –o sea, el constante incremento de laexplotación de la fuerza de trabajo–, es también laclave de las numerosas dificultades que apuntan haciasu final. El Capital de Marx, empleando el método deanálisis científico, fue capaz de articular una teoría quesintetizaba la lucha de clases y las contradicciones dela producción capitalista.

La crítica de la economía política realizada por Marxtenía que ser forzosamente tan abstracta como laeconomía política misma. Por ello, la crítica de laeconomía política sólo abordó la tendencia generaldel desarrollo capitalista, no la multiplicidad de susmanifestaciones concretas de cada momento. Puestoque la acumulación de capital es a la vez la causa de laexpansión del sistema y la razón de su declive, laproducción capitalista se desenvuelve como unproceso cíclico de expansión y contracción. Estas dossituaciones comportan condiciones sociales diferentesy, por tanto, diferentes reacciones por parte del capitaly del trabajo. Ciertamente, la dinámica general deldesarrollo capitalista conlleva crecientes dificultadespara sustraerse a un período de contracción por mediode una mayor expansión del capital, de ahí la tendenciahacia el derrumbe del sistema. Pero no es posible deciren qué momento de su desarrollo el capital se

desintegrará a través de la objetiva imposibilidad decontinuar su proceso de acumulación.

La producción de capital, comportando la ausenciade cualquier tipo de regulación social consciente,encuentra una especie de ciega regulación en losmecanismos de la oferta y la demanda propios delmercado. Este, a su vez, se adapta a las necesidadesde la expansión del capital, necesidades que sondeterminadas, por un lado, por las cambiantescondiciones de explotación de la fuerza de trabajo y,por otro, por la modificación en la estructura delcapital debida a su propia acumulación.

Las entidades particulares involucradas en esteproceso no son empíricamente discernibles de formaque es posible determinar si una crisis concreta de laproducción de capital será de mayor o menor duración,de efectos más o menos devastadores por lo que serefiere a las condiciones sociales, o si resultará ser lacrisis final del sistema capitalista merced a lasublevación de la clase cuya acción conduciría a unaresolución revolucionaria.

En principio toda crisis prolongada y profundapuede derivar hacia una situación revolucionaria en elsentido de intensificar la lucha de clases hasta el puntodel abatimiento del capitalismo, toda vez, desde luego,que las condiciones objetivas entrañen una disposiciónsubjetiva a cambiar las relaciones sociales deproducción. En los inicios del movimiento marxista,aquello fue considerado como una posibilidad realdebido al crecimiento del movimiento socialista y a laextensión de la lucha de clases dentro del sistemacapitalista. El desarrollo de la lucha de clases sepensaba que debía discurrir paralelo al desarrollo dela conciencia de clase proletaria con lo que elsurgimiento de las organizaciones de la clase obreradaría pie al reconocimiento de aquellas como unaalternativa a la sociedad capitalista.

La teoría y la práctica de la lucha de clases fueconsiderada como un fenómeno unitario debido a laauto-expansión y a la consiguiente auto-limitación deldesarrollo capitalista. Se pensó que la crecienteexplotación del trabajo y la progresiva polarizaciónde la sociedad entre una pequeña minoría deexplotadores y una gran mayoría de explotadosestimularía la conciencia de clase de los trabajadoresy, consecuentemente su predisposición revolucionariahacia la destrucción del sistema capitalista. En realidad,las condiciones sociales de ese tiempo permitieron

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otra perspectiva, en un momento en que el desplieguedel capitalismo industrial se acompañaba de unincremento de la miseria de la clase trabajadora y deun apreciable endurecimiento en la lucha de clases.Sin embargo, estas perspectivas no dejaban de estarcondicionadas por unas condiciones que no permitíanapreciar la posibilidad de que los acontecimientossiguieran otro curso.

Aunque entorpecido por períodos de crisis ydepresión, el capitalismo ha sido capaz de mantenersehasta hoy con una continua expansión del capital y deextenderse por todo el planeta gracias a la permanenteprogresión de la productividad del trabajo. Ello hizoposible, no solamente recuperar la rentabilidadperdida, sino incrementarla hasta tal punto como paracontinuar el proceso de acumulación y mejorar lascondiciones de vida de una gran proporción de lapoblación trabajadora. El éxito de la expansión delcapital y la mejora de las condiciones de vida de lostrabajadores hizo que apareciera la sombra de la dudarespecto a la validez de la teoría abstracta del desarrollocapitalista en Marx. Ateniéndose a los hechosempíricos, la realidad parecía contradecir lasexpectativas de Marx por lo que se refiere al futurodel capitalismo. Allí donde fue mantenida no pasó deser asociada a una práctica ideológica tendente alderrocamiento del capitalismo. El marxismorevolucionario se transformó en una teoríaevolucionista, que expresaba su deseo de superar elsistema capitalista por medio de una reforma constantede sus instituciones políticas y económicas. Elmarxismo revisionista, de una manera clara o solapada,estableció una especie de síntesis de marxismo eideología burguesa, como corolario teórico de laintegración práctica del movimiento obrero en lasociedad capitalista.

Sin embargo, tampoco hay que sobre valorar estehecho ya que el movimiento obrero organizado enningún momento aglutinó más allá de una pequeñaproporción de la clase trabajadora. La gran mayoríade trabajadores se acomodaba a la ideología de la claseburguesa dominante y –sujeta a las condicionesobjetivas del capitalismo– constituye sólopotencialmente una clase revolucionaria. Podría llegara ser revolucionaria por la fuerza de las circunstanciasque desbordasen las limitaciones de su concienciaideológica y de esa forma ofrecer la posibilidad a lafracción consciente de la clase obrera de transformarla potencialidad en realidad mediante su ejemplorevolucionario. Esta función de la fracción conscientede la clase obrera se perdió con su integración en elsistema capitalista. El marxismo devino una doctrinacada vez más ambigua sirviendo a objetivos diferentesde los contemplados en un principio.

Todo esto es historia: concretamente la historia dela Segunda Internacional que puso de manifiesto que

su orientación aparentemente marxista no fue sino lafalsa ideología de una práctica no revolucionaria. Todoesto no tiene nada que ver con una «traición» almarxismo, sino que fue el resultado de la rápida ypoderosa expansión del capitalismo lo que indujo almovimiento obrero a adaptarse a las cambiantescondiciones de la producción de capital. Puesto queel derrocamiento del sistema parecía imposible, lasmodificaciones del capitalismo determinaron las delmovimiento obrero. Así, el movimiento obrero, entanto movimiento reformista, compartió las reformasdel capitalismo fundadas en el incremento de laproductividad del trabajo y la expansión competitivaimperialista del capital organizado nacionalmente. Lalucha de clases se tornó en colaboración entre lasclases.

En estas nuevas condiciones, el marxismo, en lamedida que no fue enteramente rechazado oreinterpretado en su contrario, adoptó una formaestrictamente ideológica que no afectó a la prácticapro-capitalista del movimiento obrero. De este modo,el marxismo pudo coexistir con otras ideologíasrivalizando con ellas para ganar adeptos. Dejó derepresentar la forma consciente de un movimientode trabajadores tendente a derribar el orden socialexistente para dar paso a una concepción del mundopretendidamente basada sobre la ciencia social de laeconomía política. De este modo, el marxismo atrajoel interés de los elementos más críticos de la clasemedia, aliados, pero no parte constitutiva de la claseobrera. Ello fue la mera concreción de la rupturaconsumada entre la teoría marxiana y la actual prácticadel movimiento obrero.

No cabe duda, desde luego, que las ideas socialistasfueron ante todo y principalmente -aunque noexclusivamente- propugnadas por miembros de laclase media que habían sido conmocionados por lasinhumanas condiciones sociales de los primerostiempos del capitalismo. Fueron aquellas condiciones,no el nivel de su inteligencia, lo que atrajo su atenciónhacia el cambio social y, por ello mismo, hacia la claseobrera. No es por tanto sorprendente que las mejorasintroducidas por el capitalismo en el transcurso delsiglo haya suavizado su sentido crítico toda vez que lamisma clase obrera había perdido la mayor parte desu combatividad. El marxismo devino unapreocupación de intelectuales y tomó un carácteracadémico. Dejó de ser considerado como unacuestión estrictamente vinculada a la práctica delmovimiento obrero para convertirse en un temacientífico relativo a aquél.

Aunque las controversias entabladas en torno a lasdiversas cuestiones planteadas por el marxismocontribuía a mantener la ficción de la naturalezamarxiana del movimiento obrero, las realidades de laprimera guerra mundial vinieron a disiparlas.

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Esta guerra, que representó una gigantesca crisis dela producción de capital, permitió un cortoflorecimiento del radicalismo en el movimiento obreroy entre la clase obrera en general. Se llegó a proclamaruna vuelta a la teoría y práctica marxiana. Pero fue tansolo en Rusia donde las sublevaciones llegaron apermitir el derrocamiento de un régimen atrasado,semi-feudal. Sin embargo, era esta la primera vez quese ponía fin a un régimen capitalista a través de laintervención de su población sometida y por ladeterminación de un movimiento marxista. La muertedel marxismo de la Segunda Internacional pareció quefue debida a su reemplazamiento por el marxismo vivode la Tercera Internacional. Y puesto que había sidoel partido Bolchevique, bajo la conducción de Lenin,el que había convertido la revolución rusa en unarevolución social, fue la particular interpretación delmarxismo hecha por Lenin la que se convirtió en el

marxismo del nuevo y«último» estadio delcapitalismo. Este mar-xismo, muy justamentereformulado como«Marxismo-Leninismo»en el que ha dominado enel mundo durante lapostguerra.

No se va a volver a describir aquí la historia de laTercera Internacional y el tipo de marxismo quepropagó. Esta historia está profusamente escrita ennumerosas publicaciones donde las responsabilidadesde su fracaso son atribuidas únicamente a Stalin o aLenin mismo. La cuestión es que el concepto derevolución mundial no sería realizado y que laRevolución Rusa quedó reducida a una revoluciónnacional y, por eso, prisio nera de sus propias condi-ciones socio-económicas. En su aislamiento no podíaser definida como una re volución socialista en elsentido marxiano, porque carecía de todas lascondiciones para una transformación socialista de lasociedad, o sea, la preponderancia del proletariadoindustrial y un aparato productivo que, en manos delos productores, acabaría no solamente con laexplotación sino que conduciría a la sociedad más alláde los confines del sistema capitalista. Con tal estadode cosas, el marxismo aportaría solamente el soporteideológico, aunque de forma contradictoria, a larealidad del capitalismo de Estado. En otras palabras,como ocurriera en la Segunda Internacional, asítambién en su sucesor, subordinado como estaba alos intereses concretos de la Rusia Bolchevique, elmarxismo solo vendría a cumplir la función deideología enmascaradora de una práctica no-revolucionaria finalmente convertida en una prácticacontra-revolucionaria.

En ausencia de un movimiento revolucionario, laGran Depresión, afectando al conjunto de los países

del mundo, derivó, no en sublevacionesrevolucionarias, sino en el fascismo y en la segundaguerra mundial. Todo lo cual significó el completoeclipse del marxismo. La postguerra significó unanueva oleada en la expansión capitalista a escalainternacional. Esta situación comportó no lareemergencia del marxismo revolucionario sino la«guerra fría», o sea, la confrontación de los diferentessistemas capitalistas organizados en una continuabatalla por obtener esferas de influencia y parte de laexplotación. Por parte del capitalismo de estado, estaconfrontación fue camuflada como un movimientomarxista contra la monopolización capitalista de laeconomía mundial, mientras que el capitalismo depropiedad privada encontró una buena ocasión paraidentificar a sus enemigos del capitalismo de estadocomo marxistas, o comunistas, que, en tantodestructores de la libertad de acumular capital deforma privada, eran, asimismo, destructores de todaslas libertades de la civilización. Esta actitud contribuyóen gran medida a imprimir la etiqueta del marxismo ala ideología del capitalismo de Estado.

De este modo, los cambios favorecidos por una seriede crisis y guerras no condujeron a la confrontaciónentre el capitalismo y el socialismo, sino a la divisióndel mundo en dos sistemas controlados de forma máso menos centralizada y a una profundización de lasdiferencias entre los países capitalistas desarrolladosy los países subdesarrollados. Es cierto que se hace,en líneas generales, la distinción entre paísescapitalistas, socialistas y «tercer mundo», pero es unasimplificación engañosa de diferencias mucho máscomplejas entre estos sistemas económicos y políticos.El «Socialismo» es erróneamente, pero habitualmente,considerado como un sistema económico de controlestatal a escala nacional en el que la planificaciónreemplaza a la competencia. Aunque un sistema talno es capitalista en el sentido tradicional, tampocopuede ser considerado como un sistema socialista enel sentido marxiano de una asociación de productoreslibres e iguales. Interviniendo en un mundo capitalistay, consecuentemente imperialista, no puede dejar departicipar en la competencia por el poder económicay político y, como el capitalismo, debe expandirse oretraerse.

Debe reforzarse en todos los aspectos a fin de limitarla expansión del capital monopolista, por el cual se veamenazado con ser destruido. La forma nacional delos pretendidos regímenes socialistas les hace entraren conflicto, no sólo con los países del capitalismotradicional, siro con los otros países supuestamentesocialistas; estos deben dar prioridad a los interesesnacionales, o sea, a los intereses de las nuevas capasprivilegiadas que dirigen el estado, cuya existencia yestabilidad está basada sobre el estado nacional. A estose debe el hecho de que se pueda contemplar unavariante «socialista» del imperialismo así como la

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amenaza de la guerra entre los países llamadossocialistas.

Tal situación era inconcebible en 1917. El leninismoo, según las palabras de Stalin, «el marxismo de la eradel imperialismo», esperaba una revolución mundialsegún el modelo de la revolución rusa. Del mismomodo que en Rusia distintas clases se coaligaron paraderrocar la autocracia, así también a escalainternacional las naciones en diferente grado dedesarrollo pueden luchar contra el enemigo común,el capital monopolista imperialista. Y así como enRusia fue la clase trabajadora, bajo el liderazgo delPartido Bolchevique, quien transformó la revoluciónburguesa en una revolución proletaria, la InternacionalComunista sería el instrumento de transformación delas luchas antiimperialistas en revoluciones socialistas.En estas condiciones era inconcebible que las nacionesmenos desarrolladas pudiesen acortar el desarrollocapitalista -inevitable, por otra parte- y ser integradasen el mundo socialista en formación. Fundada sobreel supuesto éxito de las revoluciones socialistas en lospaíses desarrollados, esta teoría no sería ni confirmadani refutada toda vez que las esperadas revolucionesno han tenido lugar.

Lo que llama la atención en este contexto son lasinclinaciones revolucionarias del movimientobolchevique antes e inmediatamente después de suescalada al poder en Rusia. Su revolución fue hechaen nombre del marxismo revolucionario, suderrocamiento político y militar del sistema capitalistay el consiguiente establecimiento de una dictaduravendrían a asegurar la transición hacia una sociedadsin clases. Sin embargo, incluso en esta fase, y nosolamente a causa de las condiciones particulares deRusia, el concepto Leninista de reconstrucciónsocialista se desvió de las nociones primeras delmarxismo y se centró en aquellas que se gestaron enla Segunda Internacional. Para ésta, el socialismo eraconcebido como un paso automatico del propiodesarrollo capitalista. La concentración ycentralización del capital comportaría la eliminaciónprogresiva de la competencia capitalista, así como sunaturaleza de propiedad privada, hasta que ungobierno socialista, resultante del proceso democráticoparlamentario, transformaría el monopolio del capitalen el monopolio del estado y se iniciaría así elsocialismo por decreto gubernamental. Aunque paraLenin y los bolcheviques esto resultaba ser unairrealizable utopía y una vil excusa para abstenerse decualquier tipo de actividad revolucionaria, ellostambién consideraron la instauración del socialismocomo un asunto de gobierno, aunque debía ser llevadoa cabo por medio de la revolución. Ellos discrepabande los socialdemócratas en lo que se refería a losmedios del, por otro lado, común adjetivo, la

nacionalización del capital por el estado y laplanificación centralizada de la economía.

Lenin estaba de acuerdo con la filistea y. arroganteaseveración de Kautsky según la cual la clase obreraes incapaz por sí misma de desarrollar una concienciarevolucionaria, la cual ha de ser aportada desde fuerapor la intelligentsia de la clase media. La formaorganizativa de su idea fue el partido revolucionarioconsiderado como vanguardia de los trabajadores ypresupuesto irrenunciable de una revolución exitosa.En virtud de esta tesis, si la clase obrera es incapaz dellevar a cabo su propia revolución, será igualmenteincapaz de construir una nueva sociedad, cuya tareade construcción corresponderá al partido en tantoposesor del aparato de estado. La dictadura delproletariado aparece entonces como la dictadura delpartido organizado como estado. Y, por eso mismo,el estado ha de tener el control absoluto sobre lasociedad, pudiendo también controlar las acciones dela clase obrera, incluso aunque ese control sea ejercidosupuestamente en su favor. En la práctica, estatergiversación viene a representar la direccióntotalitaria del gobierno bolchevique.

La nacionalización de los medios de producción yla gestión autoritaria del gobierno diferencia, sin duda,el sistema bolchevique del capitalismo occidental. Peroeso no modifica las relaciones sociales de producciónque, en ambos sistemas, están basadas en la separaciónde los trabajadores de los medios de producción y lamonopolización del poder político en manos delestado. Ya no es el capital privado sino el capitalcontrolado por el estado el que se opone a la claseobrera y perpetuó la actividad productiva bajo la formadel trabajo asalariado continuando con la apropiaciónde plusvalía por parte del estado. Aunque el sistemabolchevique expropió el capital privado, no abolió larelación capital/trabajo sobre la que se asienta ladominación de clase en el presente. Fue sólo cuestiónde tiempo que comenzara a surgir una nueva clasedominante cuyos privilegios dependían, precisamente,del mantenimiento y reproducción del sistemaestatalmente controlado de producción y distribución,como la sola y «realista» forma de socialismo marxista.

El marxismo, sin embargo, en tanto crítica de laeconomía política y en la medida que lucha por unasociedad sin explotación y sin clases, sólo cobra unsignificado dentro de las relaciones de produccióncapitalistas. De modo que el fin del capitalismoimplicaría, igualmente, el fin del marxismo. Para unasociedad socialista, el marxismo sería un hechohistórico más, como cualquier otro, del pasado. Elhecho de describir el «Socialismo» como un sistemamarxista descalifica la autodenominada naturalezasocialista del sistema capitalista de estado. La ideologíamarxista cumple aquí la función de intentar legitimar

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las nuevas relaciones de clase como un requisitonecesario para la construcción del socialismo y obtenerasí la aquiescencia de la clase obrera. Como ocurrieraen el capitalismo de antaño, el especial interés de laclase dominante es hacer aparecer su interés concretocomo el interés general.

A pesar de todo, en sus comienzos, el marxismo-leninismo fue una doctrina revolucionaria puesto quebuscabala realización de su concepción del socialismoa través de la práctica de medios de acción directa. Entanto que el concepto de socialismo no dimplicómucho más que la formación de un sistema capitalistade estado, el socialismo fue generalmente asícomprendido durante el paso del siglo anterior a este.Es por eso que no es posible hablar de «traición» porparte de los bolcheviques a los principiosfundamentales del marxismo; por contra, elbolchevismo realizó la transformación del sistemacapitalista de propiedad privada al de capitalismo deestado, lo cual había sido el objetivo declarado de losmarxistas revisionistas y reformistas. Aunque estosúltimos habían perdido todo interés en intervenir enel sentido que proclamaban sus creencias, prefiriendoacomodarse al statu quo capitalista. Lo que hicieronlos bolcheviques fue poner en práctica el programade la Segunda Internacional por mediosrevolucionarios.

Una vez que ellos ocuparon el poder, sin embargo,la estructura del capitalismo de estado de la Rusiabolchevique determinó su ulterior desarrollo, en laactualidad descrito con el término peyorativo de«Estalinismo». El específico carácter del estalinismose explicó en función del atraso general de Rusia y delacoso capitalista, lo que exigía la centralización aultranza del poder y los inhumanos sacrificios de lapoblación trabajadora. Bajo diferentes condiciones,como las que prevalecían en países capitalistas másdesarrollados y en más favorables condiciones políticasinternacionales, se dijo, el bolchevismo no hubieserequerido la particular dureza que empleó en el primerpaís socialista. Aquellos más reticentes hacia estaprimera «experiencia del socialismo», manifestaron quela dictadura del partido fue una mera expresión de lanaturaleza semi-asiática del bolchevismo cuyaexperiencia no sería reproducible en los más avanzadospaíses de occidente. El ejemplo ruso se utilizó parajustificar las políticas reformistas como único mediode mejorar las condiciones de la clase obrera enoccidente.

Muy pronto, sin embargo, las dictaduras fascistasen Europa Occidental demostraron que el control delEstado por el partido único no se limitóexclusivamente a Rusia, sino que fue aplicable acualquier sistema capitalista. Este sistema de partidoúnico podría ser utilizado igualmente para el

mantenimiento de las relaciones de producciónexistentes como para su transformación en el sistemacapitalista de estado. Desde luego, el fascismo y elbolchevismo se diferenciaron respecto a su estructuraeconómica aunque llegasen a ser políticamenteindiscernibles. No obstante, la concentración delcontrol político en los países capitalistas totalitarioscomportó la coordinación central de la actividadeconómica en función de los fines específicos de laspolíticas fascistas y, por ello, una cada vez mayorsimilitud con el sistema ruso. Para el fascismo estasmedidas eran temporales, similares al «socialismo deguerra» de la primera guerra mundial, pero no unobjetivo definitivo. No obstante, fue una primeraindicación de que el capitalismo occidental no esinmune a las tendencias del capitalismo de estado.

Con la consolidación deseada, pero no menosinesperada, del régimen bolchevique y la relativamentepacífica coexistencia de los sistemas sociales opuestoshasta la segunda guerra mundial, los intereses rusosrequirieron la ideología marxista no solamente confines internos, sino externos, para asegurar el apoyodel movimiento obrero internacional en defensa de laexistencia nacional de Rusia. Este apoyo involucró auna parte, sin duda, del movimiento obrero, pero fueesta parte la que consiguió romper el frenteantibolchevique que incluía los viejos partidossocialistas y los sindicatos reformistas. Puesto que estasorganizaciones habían abandonado su herenciamarxista, la aparente ortodoxia marxista delbolchevismo pasó a ser prácticamente la únicaposibilidad de la teoría marxiana en tanto contra-ideología de todas las formas de anti-bolchevismoopuesta a cualquier intento de debilitar o destruir elestado ruso. Simultáneamente, sin embargo, eranrealizados intentos para asegurar el estado decoexistencia a través de diversas concesiones hechasal adversario capitalista y demostrar las mutuas ventajasa obtener mediante el comercio internacional y demásmedios de colaboración. Esta política de doble fazcontribuyó al fin concreto de preservar el estadobolchevique así como a garantizar los interesesnacionales de Rusia.

De este modo el marxismo fue reducido a una armaideológica al servicio exclusivo de la defensa de lasnecesidades de un estado y de un país. Ya no entrañabaaspiraciones revolucionarias a nivel internacional, sinoque se utilizaba la Internacional Comunista como uninstrumento político controlado en función de losintereses concretos de la Rusia bolchevique. Ahorabien, esos intereses incluían ahora, y cada vez en mayormedida, el mantenimiento del statu quo a fin de asegurarel sistema ruso. Si al principio fue el fracaso de larevolución mundial lo que obligó a Rusia a una políticade replegamiento, era entonces la estabilidad del

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mundo capitalista lo que garantizaría la seguridad deRusia, estabilidad que el régimen estalinista seesforzaba en mantener. La extensión del fascismo y lacreciente posibilidad de adoptar solucionesimperialistas a la crisis mundial no comprometíansolamente la coexistencia entre los estados, sino quetambién repercutía sobre las condiciones internas deRusia, que exigía un cierto grado de estabilidadinternacional. La propaganda marxista dejó de ladolas cuestiones relativas al capitalismo y al socialismopara, bajo la forma de anti-fascismo, dirigirse contrauna forma política particular del capitalismo queamenazaba desencadenar una guerra mundial. Estoimplicaba, por supuesto, la aceptación de los estadoscapitalistas anti-fascistas como aliados potenciales, yasí, la defensa de la democracia burguesa, contra losataques de la izquierda y de la derecha, se pusoejemplarmente de manifiesto en la guerra civilespañola.

Incluso antes de esta encrucijada histórica, elmarxismo-leninismo había asumido la mismaelemental función ideológica que había caracterizadoel marxismo de la Segunda Internacional. Aquél dejóde representar una práctica política cuyo objetivo seríael derrocamiento del sistema capitalista para sersolamente un enmascaramiento del socialismo tras elcapitalismo de estado, contentándose con lograr unaexistencia dentro del sistema capitalista en el mismosentido que el movimiento social-demócrata aceptabalas condiciones sociales como inviolables. El repartode poder a escala internacional presuponía la mismadelimitación a escala nacional y así el marxismo-leninismo fuera de Rusia se convirtió en unmovimiento estrictamente reformista. Frente a unaizquierda tal, los fascistas aparecían como la únicafuerza aspirante al total control del estado. Ningúnesfuerzo serio fue hecho para contrarrestar su escaladaal poder. El movimiento obrero, incluyendo su alabolchevique, se limitó a hacer uso de los tradicionalesprocedimientos democráticos para oponerse a laamenaza del fascismo. Todo ello significó su totalpasividad y su desmoralización progresiva asegurandola victoria del fascismo en la medida que aparecía comola única fuerza dinámica interviniendo en un mundoen crisis.

Desde luego no fue solamente el control políticode Rusia sobre el movimiento comunista internacional,por medio de la Tercera Internacional, lo que explicasu capitulación frente al fascismo, sino también laburocratización del movimiento que concentró laadopción de todas las decisiones en manos de políticosprofesionales que no compartían las condiciones devida de un proletariado depauperado. Esta burocraciase encontró a sí misma en la «ideal» posición de sercapaz de expresar su oposición verbal al sistema, al

mismo tiempo que se beneficiaba de los privilegiosque la burguesía concede a sus ideólogos políticos.No tenían ninguna razón para oponerse a la políticageneral de la Tercera Internacional ya que concordabacon sus necesidades inmediatas en tanto líderesreconocidos de la clase obrera en la democraciaburguesa. Finalmente, fue la apatía de los propiostrabajadores, su indisposición para buscar de formaindependiente sus propias soluciones a la cuestiónsocial, lo que explica este estado de cosas y su vía desalida en el fascismo. Medio siglo de marxismo refor-mista bajo el principio de liderazgo, que sería acentua-do por el marxismo-leninismo, dio origen a unmovimiento obrero incapaz de intervenir sobre suspropios intereses y, por tanto, incapaz de inspirar a laclase obrera en su conjunto en un intento de prevenirel fascismo y la guerra por medio de una revoluciónproletaria.

Como ocurrieraen 1914, el inter-nacionalismo, y conél el marxismo, fueotra vez sumido enuna oleada de na-cionalismo e impe-rialismo. Las orien-taciones políticasdependían de las

fluctuaciones en las relaciones entre las diversaspotencias imperialistas, lo cual supuso, primeramente,el pacto Hitler-Stalin y después la alianza antihitlerianaentre Rusia y las potencias democráticas. El final delas aspiraciones del marxismo, aunque meramenteverbales, encontró su expresión tardía en la liquidaciónde la Tercera Internacional. El resultado de la guerra,predeterminado por su carácter imperialista, fue ladivisión del mundo en dos bloques que muy prontopusieron de manifiesto su pugna por el controlmundial. La naturaleza antifascista de la guerrasignificó la restauración de regímenes democráticosen las naciones derrotadas y, por tanto, la reemergenciade los partidos políticos, incluidos aquellos concarácter marxista. En el este, Rusia restauró el imperioe incrementó su esfera de intereses en la medida queel botín de guerra le permitió. El desmoronamientodel sistema. colonial dio origen al «tercer mundo»,cuyas naciones adoptaron bien el sistema ruso, bienun sistema de economía mixta, según el tipoprevaleciente en el oeste. Una forma deneocolonialismo se extendió sometiendo a las naciones«liberadas» a un control, aunque indirecto, no menosefectivo por parte de las grandes potencias. Con todo,la difusión del sistema capitalista de estado denumerosos países se identificó habitualmente con laexpansión del marxismo sobre el planeta y la detenciónde esta tendencia como una batalla contra el marxismo

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que amenazaba las (ambiguas) libertades del mundocapitalista. Este tipo de marxismo y antimarxismo notenía nada que ver con la lucha entre capital y trabajotal y como fue entendida por Marx y el movimientoobrero en sus inicios.

Bajo esta forma corriente, el marxismo fue más unmovimiento regional que internacional, como lodemuestra su precaria incidencia en los paísesanglosajones. El renacimiento de los partidosmarxistas durante la posguerra afectó solamente apaíses que afrontaban particulares dificultadeseconómicas, como Francia e Italia. La partición deAlemania, así como su ocupación, excluía lareorganización de un partido de masas comunista enla zona oeste. Los partidos socialistas, finalmente,repudiaron su propio pasado, aún teñido con ideasmarxistas, para convertirse en partidos burgueses o«populares» en defensa del capitalismo democrático.Los partidos comunistas continuaron existiendo a lolargo de todo el mundo, legal o ilegalmente, pero susposibilidades de influir en los acontecimientospolíticos son casi nulas en el presente y en un futuroprevisible. El marxismo, en tanto movimientorevolucionario de trabajadores, se encuentra en laactualidad en el punto más bajo de su reflujo histórico.

Lo más asombroso, empero, es el eco sinprecedentes que el marxismo teórico encuentra en elmundo capitalista. Este renovado interés en elmarxismo en general y en la «economía marxista» enparticular, pertenece casi exclusivamente al mundoacadémico, que es fundamentalmente el mundo de laclase media. Existe un enorme caudal de literaturamarxiana; la «marxología» se ha convertido en unanueva profesión y existen ramas marxistas deeconomía, historia, filosofía, sociología, psicología yotras especialidades en versión «radical». Todo estopodría no ser más que fruslerías intelectuales, pero,incluso en este caso, sería un testimonio del estadocrepuscular de la sociedad capitalista actual y de supérdida de confianza en el porvenir. Mientras que enel pasado la progresiva integración del movimientoobrero en la trama capitalista comportaba laadaptación de la teoría socialista a las realidades de uncapitalismo en expansión, en la actualidad este procesoparece invertirse a través de los intentos de utilizarlos hallazgos del marxismo con fines capitalistas. Estedoble intento por reconciliar, por superar, en parte almenos, el antagonismo existente entre las teoríasmarxiana y burguesa, delata una crisis tanto delmarxismo como de la sociedad burguesa.

Aunque el marxismo abordaba la sociedad en todossus aspectos, se centró en la crítica de las relacionessociales de producción en tanto fundamento delconjunto del sistema capitalista. De acuerdo con laconcepción materialista de la historia, dirigió su interéshacia el aspecto económico y, por tanto, hacia las

condiciones sociales del desarrollo capitalista. Mientrasque la concepción materialista de la historia ha sidofrecuentemente plagiada por la ciencia social burguesa,su aplicación al sistema capitalista permanecióprácticamente sin aprovechar hasta muyrecientemente. Es el desarrollo del capital mismo elque ha forzado a la teoría económica burguesa a teneren cuenta la dinámica del sistema capitalista y a imitar,de alguna manera, la teoría marxiana de la acumulacióny sus consecuencias.

Debemos recordar aquí que la degradación delmarxismo de una teoría revolucionaria en una teoríaevolucionista –en lo que se refiere al plano teórico–giró en torno a la cuestión de aceptar o rechazar lateoría de la acumulación de Marx, como una teoríaque implicaba la necesidad objetiva del colapso delsistema capitalista. El sector reformista delmovimiento obrero afirmaba que no existían razonesobjetivas que avalasen el declive y la posibilidad dedestrucción del sistema capitalista, mientras que laminoría revolucionaria mantuvo la convicción de quelas inmanentes contradicciones del capitalismo leorientan hacia su final inevitable. Que esta convicciónse fundase en el análisis de las contradicciones en laesfera de la producción o de la circulación, loverdaderamente relevante para la corriente izquierdistadel marxismo era su insistencia en la posibilidad realde un eventual colapso del capitalismo, puesto demanifiesto en los períodos de crisis de efectos cadavez más devastadores, lo cual entrañaría para elproletariado una disposición subjetiva para acabar conel sistema con medios revolucionarios.

El rechazo por parte del reformismo de unos límitesobjetivos al sistema capitalista, supuso igualmente uncambio en el objeto de su atención en el sentido decentrar sus preocupaciones en la esfera de ladistribución, en detrimento de la esfera de laproducción, escamoteando de esta forma lasrelaciones sociales de producción tras las relacionesde mercado, que son el único aspecto que la teoríaeconómica burguesa considera. Las perturbaciones delcapitalismo fueron consideradas, en adelante, comoprovenientes de los desajustes en las relaciones deoferta y demanda, que provocaban, fortuitamente,períodos de sobreproducción debidos al descenso enla demanda efectiva que unos salariosinjustificablemente bajos determinaba. Toda laproblemática relativa a la economía fue reducida a lacuestión de un más equitativo reparto del productosocial, que contribuiría a eliminar las fricciones dentrodel propio sistema. Se vio, entonces, que la economíaburguesa era más apropiada en la práctica que elplanteamiento de Marx; por eso, el marxismo debíahacer uso de la teoría habitual del mercado y de losprecios para ser capaz de jugar un papel más efectivoen la estructuración de la política social.

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Se arguyó que había leyes económicas vigentes entodas las sociedades y que no eran abordables por lacrítica marxiana. La crítica de la economía política vioreducidos sus objetivos y centró toda su atención enlas meras formas institucionales bajo las cuales laseternas leyes económicas se representaban. Así,cambiar el sistema no supondría cambiar las leyeseconómicas. Aunque había diferencias entre losplanteamientos de Marx y de los pensadores burguesesrespecto a la economía, existían similitudes que ambosdebían reconocer. La perpetuación de la relacióncapital-trabajo, o sea, del trabajo asalariado, en lasautodenominadas sociedades socialistas, suacumulación de capital social y la aplicación deldenominado sistema de incentivos que divide a lafuerza de trabajo en varias categorías de salario, asícomo otras medidas, fueron consideradas comonecesidades ineludibles impuestas por las leyeseconómicas. Además, estas leyes requerían laaplicación de instrumentos de análisis propios de laeconomía burguesa que permitiesen la construcciónracional de una economía socialista planificada.

Este tipo de marxismo «enriquecido» por la teoríaburguesa, encontró pronto su complemento en elintento de modernización de la teoría económicaburguesa. Esta teoría ha estado en crisis incluso desdela Gran Depresión que siguió a la primera guerramundial. La teoría del equilibrio del mercado no podíaexplicar ni justificar la situación de depresiónprolongada por lo que perdió su valor ideológico parala burguesía. Sin embargo, la teoría neoclásica encontróuna especie de resurrección bajo la forma de sumodificación keynesiana. Aunque se hizo necesarioreconocer que el mecanismo de equilibrio del sistemade mercado y de precios ya no funcionaba, se arguyóentonces que se le devolvería su eficacia con unapequeña ayuda gubernamental. El desequilibrioocasionado por la demanda insuficiente sería corregidopor una producción inducida por el estado para el«consumo público» no sólo en el caso de condicionesde estancamiento, sino igualmente en el de crecimientoeconómico, a condición de que sea compensado porlos medios monetarios y fiscales apropiados. Con ello,la economía de mercado, ayudada por la planificaciónestatal, pondría fin a la tendencia del capitalismo agenerar crisis y recesiones y garantizaría un crecimientoconstante de la producción.

La utilización del recurso que representaba laproducción inducida por el estado, que suponía laintervención consciente de éste en la economía, asícomo la atención prestada a los elementos dinámicosdel sistema, atenuaron las discrepancias en que secifraba la oposición entre la ideología del «laissez faire»y la de las economías planificadas. Lo que secorrespondió con una evidente convergencia entre los

dos sistemas, influyéndose mutuamente, tendiendo,quizás, a la combinación de los elementosaprovechables de ambos en una futura síntesis quehiciera posible la superación de las dificultades de laproducción capitalista. De hecho, el prolongadoimpulso económico que siguió a la segunda guerramundial parecía sustentar tales expectativas. Sinembargo, a pesar de las continuas intervenciones delestado, una nueva crisis se desató a continuación deeste período expansivo, como siempre había ocurridoen el pasado. La habilidad desplegada en la utilizaciónde los más sutiles mecanismos económicos tendentesa mantener un frágil equilibrio entre inflación ydesempleo no pudo evitar un nuevo decliveeconómico. La crisis y los medios puestos en prácticapara afrontarla han resultado ser idénticamenteperjudiciales para el capital. La crisis presente supone,pues, la bancarrota del neokeynesianismo del mismomodo que la gran depresión de 1929 significó el finalde la teoría neoclásica.

Además de que la presente situación de crisis pongade manifiesto el dilema en que se debate la teoríaeconómica burguesa, su creciente empobrecimiento,vinculado a una formalización cada vez mayor, arrojanumerosos interrogantes a la hora de adoptar unaresolución por parte de los economistas académicos.El actual cuestionamiento de casi todas las asercionesde la teoría neoclásica y de su corolario keynesiano,ha llevado a algunos economistas –muy justamentellamados neoricardianos– por la vía de retorno haciala economía clásica. Marx mismo es considerado comoun economista ricardiano; por ello, pasa a gozar deuna situación privilegiada entre los economistasburgueses que intentan así integrar el «trabajo depionero» de Marx en su propia especialidad: la cienciaeconómica.

Sin embargo, el marxismo no significa ni más nimenos que la destrucción del capitalismo. Ni siquieraconsiderando al marxismo como una disciplinaacadémica puede aportar nada a la burguesía. Noobstante, en la medida que el marxismo se presentacomo una alternativa a una teoría económica burguesadesacreditada, puede contribuir al rejuvenecimientode esta última mediante algunas sugerencias útiles.Después de todo, siempre se aprende de los enemigos.Además, en su forma aparentemente «realizada» enlos «países socialistas», el marxismo sugiere solucionesprácticas que pueden ser utilizables en las economíasmixtas, con el fin de lograr una mayor estabilización através de la acción reguladora del estado. O también,por ejemplo, mediante una política de precios y salariossimilar a la practicada en los sistemas económicos decontrol centralizado perseguir los mismos fines en lossistemas de capitalismo privado. De cualquier modo,en fin, y a falta de un movimiento revolucionario, la

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investigación rnarxiana de tipo académico carece depeligro ya que queda limitada al mundo de las ideas.Por extraño que parezca, es la ausencia demovimientos revolucionarios en un período deconvulsión social lo que hace del marxismo unamercancía comercializable y un fenómeno cultural queavala la tolerancia y la honestidad democrática de lasociedad burguesa.

La rápida popularidad de la teoría marxiana no dejade reflejar, a pesar de todo, un estado de crisisideológico y económico del capitalismo.Fundamentalmente esta popularidad afecta a aquellosresponsables de la elaboración y distribución de lasideologías; o sea, a los intelectuales de la clase mediaespecializados en la teoría social. Su clase, en conjunto,puede sentirse en peligro por la evolución del sistemacapitalista, con la consiguiente pérdida de suimportancia social, y de este modo buscarsinceramente alternativas a un dilema social que estambién el suyo propio. Los intelectuales, entonces,pueden obrar por motivos que, aunque oportunistas,se revisten de una actitud crítica hacia el sistemadominante. En este sentido, el actual «renacimientodel marxismo» podría prefigurar una vuelta almarxismo como un movimiento social de importanciaa la vez teórica y práctica.

Por el momento, sin embargo, no hay nada queindique una reacción revolucionaria a la crisiscapitalista. Si distinguiésemos entre la «izquierdaobjetiva» de la sociedad –o sea, el proletariado– y laizquierda organizada, entonces es sólo en Francia yen Italia donde podríamos hablar de fuerzasorganizadas capaces de desafiar la dominacióncapitalista; en el supuesto caso de que tuviesen talesintenciones. Sin embargo, los partidos comunistas ylos sindicatos de esos países hace mucho que setransformaron en meros partidos reformistas,acomodados al sistema capitalista y dispuestos adefenderlo. El hecho mismo de que gocen de graninfluencia entre los trabajadores demuestra que estosno están ni preparados ni dispuestos a derribar elsistema capitalista y que, más bien, su deseo inmediatose cifra en encontrar acomodo dentro de éste. Es,precisamente, la ilusión de los trabajadores en laposibilidad de reforma del capitalismo lo que da basea la política oportunista de los partidos comunistas.

Con el contradictorio término del «Eurocomu-nismo», los partidos comunistas europeos intentandesligar sus actuales actitudes políticas de las de supasado; es decir, hacer ver que su tradicional objetivo,aunque hace tiempo olvidado, de instaurar un sistemade capitalismo de estado ha sido definitivamenteabandonado en favor del sistema de economía mixtay la democracia burguesa. Esta es la naturalcontrapartida de la integración de los «países

socialistas» en el mercado mundial capitalista. Pero estambién una forma de ganar credibilidad para adquirirresponsabilidades mayores en los países capitalistas yen sus gobiernos a la vez que una demostración de surenuncia a romper con la limitada cooperaciónconseguida dentro de los estados europeos. Ahorabien, esto no significa una ruptura con el bloque depaíses de capitalismo de estado, sino, simplemente, elreconocimiento de que esta parte del mundo estáactualmente interesada en restringir la extensión desu sistema capitalista de estado por vías revolucionariasya que son sus intereses de obtener su propia seguridadlos que prevalecen, frente a cualquier otros, en unmundo cada vez más inestable.

Aunque en un estadio de desarrollo como el actualla posibilidad de revoluciones socialistas es más quedudosa, todas las acciones de la clase obrera en defensade sus propios intereses entrañan un potencial carácterrevolucionario. En períodos de relativa estabilidadeconómica la lucha de los trabajadores estimula laacumulación de capital, forzando a la burguesía aadoptar métodos de producción más eficientes queincrementen la productividad del trabajo. Los salariosy los beneficios pueden, como se ha señalado, crecerconjuntamente sin perturbar la expansión del capital.Pero el período de depresión acarrea el final de lasimultánea (aunque desigual) escalada de beneficios ysalarios. La rentabilidad del capital debe ser restauradaantes de que el proceso de acumulación pueda serrelanzado. La lucha entre el capital y el trabajo afecta,entonces, la existencia real del sistema, puesto que estese funda en la expansión continua. Objetivamente,las luchas económicas cotidianas en pos de más altossalarios adquiere implicaciones revolucionarias ydimensiones políticas puesto que una clase sólo puedesalir adelante a costa de otra.

Desde luego, los trabajadores podrían estardispuestos a aceptar, dentro de unos límites, unaproporción decreciente del producto social, si estocontribuyese a evitar los inconvenientes de lasconfrontaciones con la burguesía y su estado. Peroavalada por experiencias anteriores, la clase dominanteespera movimientos revolucionarios por lo cual se haarmado convenientemente. Ahora bien, el apoyo a lasgrandes organizaciones sindicales es, igualmente,necesario para prevenir rebeliones sociales de largoalcance. Por ello, dado que un periodo de depresiónprolongado amenaza al sistema capitalista, es esencialpara los partidos comunistas, así como para las demásorganizaciones reformistas, ayudar a la burguesía asuperar sus condiciones de crisis. Aquéllos debenintentar impedir que las acciones de la clase obreraretrasen la recuperación capitalista. Sus políticasoportunistas cobran, así, un carácter abiertamentecontra-revolucionario desde el momento en que el

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sistema se ve amenazado por las reivindicaciones dela clase obrera que ya no pueden ser satisfechas enunas condiciones de estancamiento capitalista.

Aunque las economías mixtas no estén dispuestas atransformarse de buenas a primeras en sistemascapitalistas de estado y los partidos de izquierda hayanabandonado, por el momento, este objetivo, no sonestas garantías suficientes para impedir sublevacionessociales cuya magnitud desbordaría el control políticoejercido por la burguesía y sus aliados dentro delmovimiento obrero. Si tal situación se diese en larealidad, la habitual identificación del socialismo conel capitalismo de estado, así como la forzadareaparición en los partidos comunistas de las tácticasdel bolchevismo, podría suponer que la sublevaciónespontánea de los trabajadores se canalizase por losderroteros del capitalismo de estado. Del mismo modoque las tradiciones de la socialdemocracia en EuropaCentral impidió que la revolución política de 1918 seconvirtiera en una revolución social, la influencia dela tradición del Leninismo podría impedir la realizaciónsocialismo en favor del capitalismo de estado.

La introducción del Capitalismo de Estado en lospaíses capitalistas desarrollados, a resultas de lasegunda guerra mundial, demostró que este sistemano tiene por qué adscribirse a los paísessubdesarrollados, sino que puede ser aplicado encualquier parte. Tal eventualidad no fue prevista porMarx. Para éste, el capitalismo sería reemplazado porel socialismo y no por un sistema híbrido conteniendoelementos de ambos dentro de unas relaciones deproducción capitalistas. El final de la economía demercado de libre competencia no significanecesariamente el final de la explotación capitalista,que puede ser llevada a cabo mediante un sistema deplanificación estatal. Esta es una situaciónhistóricamente inédita que apuntaría la posibilidad deun desarrollo caracterizado en términos generales porel monopolio estatal de los medios de producción,no como un periodo de transición al socialismo, sinocomo una nueva forma de producción capitalista.

Las acciones revolucionarias suponen unaconvulsión general de la sociedad que escapa al controlde la clase dominante. Hasta ahora, tales accionessolamente han ocurrido en conexión con catástrofessociales surgidas por la pérdida de guerras y losdesajustes económicos que ello acarrea. Ahora bien,esto no quiere decir que tales situaciones seancondiciones inexcusables para una revolución, tan sólollama la atención acerca del grado de desintegraciónsocial necesario para suscitar sublevaciones sociales.El proceso revolucionario ha de involucrar a unamayoría de la población activa que no se ve impulsadaa la acción por el adoctrinamiento ideológico sino porla estricta necesidad. Las acciones realizadas por

aquélla crean su propia conciencia revolucionaria; osea, le permite comprender lo que es necesario hacerpara no ser aniquilada por el enemigo capitalista. Peropor el momento el poder político y militar de laburguesía no se encuentra amenazado por disensionesinternas y los mecanismos que permiten lamanipulación económica no están agotados. Además,a pesar de la cada vez más aguda competenciainternacional en el marco de la economía mundialcuyos beneficios se encogen, las clases dominantesde las diferentes naciones se apoyan unas a otrascuando se trata de ahogar los movimientosrevolucionarios.

Las enormes dificultades que entrañan el proceso derevolución social y la reconstrucción comunista de lasociedad, han sido lamentablemente subestimadas porel movimiento marxista en sus comienzos. Desde luego,la resistencia capitalista y su adaptabilidad a lascondiciones cambiantes no podía ser sospechada antesde haber intentado destruirlo. En cualquier caso, de loque no cabe duda en la actualidad es de que las formasque adoptó la lucha de clases durante la fase ascendentedel capitalismo ya no se adecuan a las necesidades de lalucha proletaria en la fase del capitalismo descendente,el cual sólo deja lugar a su derrocamiento por la víarevolucionaria. Por otro lado, la existencia de lossistemas de capitalismo de estado viene a corroborar lademostración de que el socialismo no puede serrealizado por medio de las alternativas que seconsideraron adecuadas en el pasado. Ahora bien, estono demuestra el fracaso del marxismo, sino simplementeel carácter ilusorio de muchas de sus manifestacionesque eran reflejo de las ilusiones creadas por el desarrollodel capitalismo mismo.

Hoy, como ayer, el análisis marxiano de laproducción capitalista y del carácter contradictorio desu evolución a través del proceso de acumulación esla única teoría que ha sido empíricamente confirmadapor el propio desarrollo capitalista. Esta es la razónpor la cual el marxismo puede desaparecer en tanto elcapitalismo subsista. Aunque notablementemodificadas, las contradicciones inherentes al procesode producción capitalista persisten en los sistemas decapitalismo de estado. Puesto que las relacioneseconómicas comportan relaciones de clase, elmantenimiento de las relaciones de clase en aquellossistemas implica, igualmente, la persistencia de la luchade clases, aunque esta no se manifieste, en un principio,más que bajo la forma unilateral del régimenautoritario. La inevitable y creciente integración de laeconomía mundial afecta a todos los paísesindependientemente de su particular estructurasocioeconómica y tiende a internacionalizar la luchade clases, razón por la cual condena al fracaso cualquierintentó de hallar una solución nacional a los problemas

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sociales. Así pues, tanto como perdure la explotaciónde clase perdurará la oposición marxiana, incluso enel caso de que toda la teoría marxiana fuese suprimidao utilizada como una falsa conciencia (ideología) paralegitimar una práctica antimarxiana.

La historia, sin duda, la hace la gente por medio dela lucha de clases. El declive del capitalismo –que sehace patente, por una parte, por la continuaconcentración de capital y la consiguientecentralización del poder político y, por otra, por lacreciente anarquía del sistema a pesar, o más bien acausa de, todos los intentos por conseguir una máseficiente organización social– podría muy bien ir paralargo. Tal será el caso, a menos que, por parte de laclase obrera y de todos aquellos incapaces de asegurarsus existencia, dentro de unas condiciones sociales enfranco deterioro, no se desencadenen accionesrevolucionarias que pongan fin a este estado de cosas.Pero ante esta eventualidad, el futuro del marxismose presenta extremadamente vago. La ventaja quedetenta la clase dominante con sus medios derepresión ha de ser neutralizada por una fuerza mayorde la que la clase obrera ha sido capaz de generar hastaahora. Es muy posible que la presente situaciónperdure; entonces, el proletariado se verá condenadoa condiciones cada vez más penosas debido a suincapacidad para intervenir en función de sus propiosintereses de clase. Por otro lado, no se debe olvidar elhecho de que la perpetuación del capitalismo podríaconducir a la destrucción de la sociedad misma. En lamedida que el capitalismo se ve amenazado porperíodos de crisis catastróficos, los países tenderán,como hicieron en el pasado, a recurrir a la guerra,como una posibilidad de erradicar sus propiasdificultades a expensas de otras potencias capitalistas.Esta tendencia incluye la posibilidad de una guerraatómica, y tal como están las cosas, la guerra parecemucho más probable que una revolución socialista.Aunque las clases dominantes de los diversos paísesson perfectamente conscientes de las consecuenciasde una guerra atómica, no pueden intentar evitarlamás que por medio de un equilibrio del terror, es decir,a través de la competencia en la expansión del arsenalatómico. Puesto que aquéllas sólo tienen un limitadocontrol sobre sus economías, carecen de un controlreal sobre sus asuntos políticos y su previsibleintención de evitar la destrucción mutua no afectafundamentalmente a la probabilidad de que seproduzca. Esta terrorífica situación ha arruinado laconfianza de otra época en una probable y exitosarevolución socialista.

Dado que el futuro queda abierto, aunquedeterminado por el pasado y por las presentescondiciones, los marxistas han de asumirnecesariamente la realidad en el sentido de que el

camino hacia el socialismo no está truncado y queaún existe una posibilidad de abatir el capitalismo antesde que nos lleve por delante en su autodestrucción.El Socialismo aparece, en la actualidad, no solamentecomo el objetivo del movimiento obrerorevolucionario, sino como la única alternativa ante unatotal o parcial destrucción del mundo. Pero talalternativa requeriría, sin duda, la emergencia demovimientos socialistas que reconociesen en lasrelaciones de producción capitalista la causa de lacreciente miseria social y la amenaza de la degradaciónhacia un estado de barbarie. Sin embargo, después demás de cien años de agitación socialista, el Socialismoparece una débil esperanza. Lo que una generaciónaprende, otra lo olvida, dirigidas como están por lasfuerzas que se escapan a su control y, por tanto, a sucomprensión. Las contradicciones del capitalismo, entanto sistema de intereses privados determinados pornecesidades sociales, no son solamente interiorizadaspor la mentalidad capitalista, sino que permeabilizanigualmente la conciencia del proletariado. Ambasclases se comportan frente a los resultados de suactividad como si se debiesen a leyes naturalesinalterables. Sometidos al fetichismo que rodea a laproducción de mercancías, conciben el modo deproducción capitalista no como históricamentedeterminado, sino como un modo de produccióneterno al que es necesario adaptarse. Como estaerrónea visión contribuye a asegurar la explotacióncapitalista del trabajo asalariado, es patrocinada porlos capitalistas como ideología de la sociedad burguesaa la vez que inculcada al proletariado.

Las condiciones de producción social capitalistafuerzan a la clase obrera a aceptar su explotación comoúnico medio de asegurar su supervivencia. Lasnecesidades inmediatas del trabajador sólo pueden sersatisfechas mediante la sumisión a aquellas condicionesy a la ideología dominante que las expresa.Generalmente, el trabajador acepta la ideología y lasnecesidades como representación del mundo real alque no se puede desafiar si no es con el riesgo de lapropia vida. Si el trabajador se desliga de la ideologíaburguesa, ello no mixtificará en nada su situación realen la sociedad y, en el mejor de los casos, no pasará deser un lujo que se le ofrece en su condición dedependencia. Cualquiera que sea el grado deemancipación ideológica del trabajador respecto a laideología burguesa, en la práctica se vería obligado aobrar como si continuase sometido a los dictámenesde aquélla. Su pensamiento y su práctica sonforzosamente contradictorios. Podrá darse cuenta deque sus necesidades individuales solamente puedenser satisfechas por medio de acciones colectivas declase, pero se verá forzado a abordar sus necesidadesinmediatas como un mero individuo. La doblenaturaleza del capitalismo, que se cifra en el hecho de

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ser un medio de producción social en función delbeneficio privado, reaparece así en la ambigüedad dela posición del trabajador que es a la vez individuo ymiembro de una clase social.

Es esta situación, más que cualquier otra limitaciónpara superar la ideología capitalista, la que hace a lostrabajadores reacios a expresarse y actuar en virtudde actitudes anticapitalistas acordes con su condiciónsocial de asalariados. Éstos son perfectamenteconscientes de su status de clase, incluso aunqueignoren sus implicaciones o las nieguen, pero sonconscientes también del enorme poder que lossubyuga y que amenaza con masacrarlos si se atrevena poner en cuestión las relaciones de clase capitalistas.Es por esta razón, igualmente, que los trabajadoreseligen métodos reformistas antes que revolucionarioscuando pretenden arrancar algunas concesiones a laburguesía. Su falta de conciencia revolucionaria noexpresa ni más ni menos que las actuales relacionessociales de poder que no pueden cambiarse a voluntad.El prudente «realismo» –o sea, el reconocimiento yaceptación del limitado margen de intervención quese concede a los trabajadores– determina supensamiento y práctica en el sentido de encontrar sujustificación en la prepotencia del capital.

A menos de que sea acompañado por la acciónrevolucionaria de la clase obrera, el marxismo, en lamedida que representa un instrumento decomprensión teórica del capitalismo, no pasaría deser eso: un principio de intelección del capitalismoque no rompe con éste. Si el marxismo no es la teoríade una práctica social actual que sea capaz detransformar el mundo, entonces funciona como unaideología que anticipa esa práctica probable. Suinterpretación de la realidad, aunque sea correcta, noinfluirá de manera apreciable en la transformación delas condiciones inmediatas. Se limitará a describir lascondiciones en que se encuentra el proletariado,dejando abierta la posibilidad de su modificación enbase a las futuras acciones de los trabajadores mismos.No obstante, las condiciones reales en que seencuentran los trabajadores los somete al dominio delcapital y, en el mejor caso, a una importante oposiciónespecialmente ideológica. La lucha de clases de lostrabajadores en la fase ascendente del capitalismofortaleció a su oponente a la vez que mermó su propiabeligerancia. El marxismo revolucionario no es unateoría de la lucha de clases en sí, sino una teoría de la

lucha de clases en las condiciones específicas delcapitalismo descendente. No puede adquirir relevanciaen condiciones de «normalidad» de la produccióncapitalista, sino que ha de esperar a su desintegración.Es entonces cuando el prudente «realismo» de lostrabajadores deja de ser una actitud «realista» y lasposibilidades de reforma devienen una utopía; porquela burguesía ya no es capaz de mantenerse por mástiempo si no es a través del continuo empeoramientode las condiciones de vida del proletariado, cuandolas rebeldías espontáneas pueden derivar en accionesrevolucionarias con una eficacia suficiente como paraabatir el régimen capitalista.

Hasta ahora, la historia del marxismo revolucionarioha sido la historia de sus derrotas, entre las cualescabe incluir los aparentes éxitos que dieron lugar laemergencia de los sistemas capitalistas de estado.Parece claro que el marxismo de los primeros tiemposinfravaloró la resistencia del capitalismo, pero, además,como consecuencia de ello, sobreestimó el poder dela ideología marxiana para influir en la experiencia delproletariado. El proceso de cambio en la historia,aunque acelerado por la dinámica del capitalismo, esextremadamente lento, particularmente cuando secompara con la vida humana. Pero la historia delfracaso es también la de las ilusiones abandonadas yla de las experiencias adquiridas, sino en el planoindividual, sí al menos para la clase. No hay ningunarazón que demuestre que el proletariado no puedaaprender de su experiencia. De cualquier modo, almargen incluso de estas consideraciones, elproletariado se verá obligado por las circunstancias aencontrar un medio de asegurar su existencia fueradel capitalismo, cuando ya no sea posible encontrarlodentro. Aunque las condiciones particulares de unasituación así no pueden ser determinadas de antemano,una cosa es clara fundamentalmente: que la liberaciónde la clase obrera de la dominación capitalista no puedeser llevada a cabo más que por la propia iniciativa delos trabajadores y que el socialismo sólo puede serrealizado a través de la abolición de las clases en lasociedad partiendo de la supresión de las relacionesde producción capitalistas. La realización de esteobjetivo será a la vez la verificación de la teoríamarxiana y el final del marxismo.

Paul Mattick. Noviembre 1978

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CRONOLOGIA DE LA VIDA DE PAUL MATTICK (1904-1981)

1904 Nace en Pomerania (en la desembocaduraalemana del Oder), aunque desde la infancia setraslada a Berlín, donde vive en ambientesproletarios.1918 Al finalizar la 1ª Guerra Mundial esmiembro de la organización espartaquista«Juventudes Libres Socialistas» y delegado de losaprendices en el Consejo Obrero de Siemens.Participa en numerosas acciones revolucionarias.1919 Se inscribe en el Partido Comunista Obrerode Alemania, conocido por sus siglas KAPD,donde trabaja en la rama juvenil Rote Jugend.Fija su residencia en Colonia y establece íntimocontacto con artistas y escritores de la UniónGeneral de los Obreros-Organización Unificada(en alemán, AAU-E). Escribe numerosascolaboraciones en la prensa radical de izquierdas.1926 Emigra a Estados Unidos. Período deaislamiento debido a las dificultades deadaptación en medio anglosajón. Lee La ley de laacumulación y del derrumbamiento del sistema capitalistade Henryk Grossman, desde su aparición en1929, que le impresiona vivamente porque sitúaen el centro del debate socialista la teoría de laacumulación capitalista. Se instala en Chicagodonde entra en contacto con los ‘woobblies’,denominación con la que se conocíanpopularmente los sindicalistas revolucionarios.1930 Durante la década de los treinta, Mattick

desarrolla una intensa actividad tanto entre losgrupos obreros alemanes emigrados a EstadosUnidos como entre los sectores americanosrevolucionarios. De hecho, a partir de estemomento escribe casi exclusivamente en inglés.Trabaja en un estudio sobre el movimiento delos parados en Estados Unidos, que quedaráinédito hasta 1969. Analiza muy de cerca ladinámica del capitalismo americano para superarla crisis económica en una perspectiva keynesiana.1950 Después de la II Guerra Mundial, en unmomento de total inactividad política por partede la izquierda americana perseguida par elmaccarthismo, Mattick se traslada al campo, enel Estado de Vermont, cerca de la fronteracanadiense. Período de profunda reflexión sobrelas limitaciones del keynesianismo que explica ensu libro Marx y Keynes. También lee atentamentela obra de Marcuse y critica su teoría del «hombreunidimensional», como producto de la ideologíadominante pese a su aparente radicalidad.1981 Muere en Cambridge (Massachussets),ciudad donde se había instalado desde los añossesenta. Los últimos años de su vida fueron losde un intelectual fiel a la línea marxiana yrevolucionaria por encima de los sectarismos yde la vanidad personal, pese a que su presenciafue cada día más solicitada en las universidadesmás progresistas del mundo (Roskilde, enDinamarca; París, Méjico, etc.).♦♦♦♦♦

El reformismo presupone que el Capitalismo puede reformarse. Mientras éste sea así, laesencia revolucionaria de la clase obrera continuará latente. La clase obrera dejará detener conciencia de su situación de clase, e identificará sus aspiraciones con las de laclase dominante. Sin embargo, un día, la supervivencia del Capitalismo dependerá de un«reformismo al revés»; el sistema se verá obligado a recrear las condiciones que condujeronal desarrollo de la conciencia de clase y a la perspectiva de una revolución proletaria.Cuando este día llegue, el nuevo Capitalismo se parecerá al antiguo, y se encontrará denuevo, en otras condiciones, ante la vieja lucha de clases.

Paul Mattick, 1968

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ACUMULACIÓN DE CAPITAL Y TEORÍAMARXIANA DE LA CRISIS

Uno de los aspectos cruciales de la polémicasuscitada en torno a la teoría marxiana del valor,se centra en el cuestionamiento de la aserción,

por parte de los detractores de aquélla, según la cual elcapital en su conjunto presenta la inherentecontradictoriedad consistente en la tendencia a caer dela tasa de beneficio, como Marx expone en su libro IIIºde El Capital. Llegado a un cierto punto en que el ritmoy magnitud de la acumulación de capital se encuentrapor debajo de los mínimos óptimos para proseguir elproceso de valorización (situación de crisis), elrestablecimiento de una tasa de acumulación de capitalacorde con las necesidades de reactivación del procesoproductivo, comporta entre otras medidas(contratendencias), el incremento de la tasa deexplotación de la fuerza de trabajo (tasa de plusvalía),única fuente de valor, en función de cuya explotabilidadestá toda «reestructuración» capitalista en tiempo decrisis, arrojando como resultado un incremento en lacomposición orgánica de capital (COC), debida a latendencia creciente a la sustitución del trabajo vivo(fuerza de trabajo, capital variable) por el trabajo muerto(capital fijo). Todo lo cual viene a significar, a fin decuentas, una reproducción ampliada de las condicionesde crisis ya que la tasa de beneficio expresa unaproporcionalidad entre la masa de plusvalía produciday el capital valor total comprometido en la producciónde esa masa de plusvalía. Es decir, que lascontratendencias a la caída de la tasa de beneficio y quevienen a remitir o conjurar las condiciones de crisis, alo que contribuyen, en realidad, es a perpetuar el caráctercrítico del capitalismo.

Así pues, la definición marxiana de la caída de la tasade beneficio se encuentra articulada en unaargumentación con un conjunto de categorías (COC,capital variable, fuerza de trabajo, plusvalía...) expresadosen términos de valor cuya verificación empírica estávinculada a relaciones de clase (sociales) encubiertas porrelaciones económicas (productivas) y no aproporcionalidades estrictamente cuantificables en losdígitos de las estadísticas. Por eso, la primera objeciónque se nos presenta de parte de los detractores actualesdel marxismo, es la que podríamos denominar, comode orden positivista. Es decir, aquella que se refiere a lamensurabilidad de la tasa de beneficio en términos devalor -y la consiguiente verificación de su tendencia a lacaída o no-, y sus relaciones con las transformaciones

en la composición orgánica de capital (CTC). Ahorabien, puesto que Marx define la caída tendencial de latasa de beneficio en relación a la COC, se nos vuelve aplantear a otro nivel el problema de la traducibilidad deuna categoría, COC, expresada en términos de Valor aotra, CTC, determinada en relación a términos de precio.O sea, la expresión del Capital en tanto forma y cuantumde Valor (Capital-dinero), antes que atendiendo a suesencialidad (Capital-valor), a su naturaleza de «trabajosocialmente necesario» (valor-trabajo).

Una vez más se hace necesario retrotraernos a loapuntado en la primera parte de este trabajo, a propósitode los dos niveles de abstracción que la utilización deambas categorías, (COC y CTC), comporta así, comoal hecho de que la proporción cuantitativa que es a laque hace referencia la CTC supone una reducciónrespecto a la problemática expresada por la COC, lacual denota una consideración del capital en proceso,como relación social antes que como mera «técnica» deproducción. Trascender la CTC supone, además, laposibilidad de trascender la Economía Política paradesvelar, más allá de los «factores de producción»(Sraffa), la naturaleza real, social, del proceso productivo.

Asumir la noción marxiana de COC, en consecuencia,posibilita ir más allá de la economía política; o dicho deotro modo, fundamentar el Proceso de comprensiónreal del capital, (teorización), sobre la base de la Críticadesveladora de las relaciones sociales subyacentes alcapital en proceso que es, asimismo, el posicionamientode la teorización en el sentido del factor real de laproducción, concretado en la subjetividad proletaria.

No obstante, el interés primordial que aquí nos ocupaestriba no tanto en hacer una profesión de fe marxiana,reafirmándonos en el análisis del capital en proceso confidelidad a la letra de las páginas de El Capital,alineándonos con las huestes de los llamadosfundamentalistas, como recuperar una perspectiva deanálisis y crítica de la economía política de acuerdo conel actual grado de desarrollo del proletariado tomandocomo punto de partida la metodología marxiana, en lamedida que se ajusta a la realidad cambiante/cambiadaen la que nos encontramos. Consecuentemente, talcompromiso significa, como Karl Korsch señalara,superar toda tentación fetichizadora de la obra e«intenciones» del viejo barbudo de Tréveris, superarcualquier versión del marxismo...; pero asumir lasuperación de Marx es algo muy diferente de la renuncia

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que de hecho representan las posiciones de algunascorrientes neo-marxistas en estos últimos añoscomprometidas en conciliar los planteamientos de PieroSraffa con un Marx «expurgado» de las «abstracciones»deudoras de Hegel. También respecto a estos(neoricardianos) queremos marcar nuestras distanciaspor cuanto su presunta crítica de Marx entraña demistificación de la lucha de clases.

Participamos de la necesidad de una crítica de Marx yel desarrollo que a lo largo de la historia ha tenido supensamiento (el marxismo) a la luz del actual grado dedesarrollo de la lucha de clases y el proletariado; aunque,en realidad, sólo pretendamos continuar con la tarea,en este sentido emprendida por la izquierda germano-holandesa en el seno de la IIIª Internacional en los añosveinte. Precisamente por ello, esta perspectiva de (auto)crítica permanente respecto a las aserciones marxianasnos permite apreciar en su justa dimensión laslimitaciones teóricas de Marx, detectables en su obra ypráctica política. Sin embargo, esta actitud dista muchode la abjuración, simple y llana, no ya de Marx sino desu significación histórica en tanto síntesis teórica de larealidad del capital en proceso, por encima de lasvicisitudes concretas de cualquier fase coyuntural deldesenvolvimiento histórico de aquél. Si rompemos unalanza en favor de Marx, frente al liquidacionismogeneralizado, lo hacemos en la medida que la verificaciónempírica de sus hipótesis teóricas toman cuerpo derealidad en la actualidad de la crisis, y nos sirven deapoyatura para la formulación actualizada de la constantehistórica que representa el antagonismo Capital/Proletariado.

En resumen, hacemos nuestra la síntesis teóricamarxiana por cuanto comporta de expresión de laintelección práctica que el proletariado efectúa del capitalen proceso (lucha de clases). E igualmente, si afirmamossu vigencia a pesar del tiempo transcurrido desde suformulación en el siglo XIX, por pura hipostatizaciónde las categorías marxianas fuera de la temporalidad dela historia, sino porque la crítica marxiana de la economíapolítica partiendo, precisamente, del reconocimiento delcarácter dinámico, mutante, del capital en proceso; osea, atendiendo a las leyes que rigen su proceso, tomacuerpo en una teoría de la acumulación del capital enproceso. Es por eso mismo, que traemos a colación lateoría marxiana de la acumulación ampliada de capital(en tanto teoría de la crisis) y del papel que juega en ellala caída tendencial de la tasa de beneficio en este esbozode (contra) crítica a las tesis neoricardianas.

Teoría marxiana de la acumulación de capital yteoría de la crisis

Composición Orgánica de Capital y ComposiciónTécnica de Capital. La caída tendencial de la tasa debeneficio.

COC y CTC, son dos nociones que hacen referencia ados proporcionalidades de dis tinto orden; siendo una,COC, la expresión formal de la otra, COC. El hecho deque se asuma la COC en estrecha vinculación con lacaída tendencial de la tasa de beneficio no es una meraarbitrariedad. La COC es proporcionalidad de tiemposde trabajo socialmente necesario: es una noción queconsidera el capital en proceso en tanto proceso deproducción social denotando, en consecuencia, relaciónsocial. Así pues, cuando se habla de incremento de laCOC se establece una referencia a una noción generalque atiende a la tendencia general del capital en procesoantes que a las vicisitudes concretas de cada capitalindividual. Ya que, en efecto, –esta es una de lasobjeciones planteadas por los neoricardianos–, se puededar una situación en la que la COC pueda aumentar sinque la tasa de beneficio caiga necesariamente; pero elloes posible sólo cuando nos referimos a un capital singularo a un sector determinado en la reestructuración. Ahorabien, si nos fijamos en el capital como totalidad,observamos la tendencia creciente a sustituir trabajo vivopor trabajo muerto, lo que se traduce en la CTC por unprevalecimiento cada vez más acusado de los factorestécnicos de producción sobre los humanos.

El hecho de que el incremento de la tasa deexplotación de la fuerza de trabajo compense en ciertamedida el incremento en la COC debido a la reduccióndel tiempo de trabajo socialmente necesario para laproducción de los medios de producción y de la propiafuerza de trabajo, no viene sino a poner de manifiestoel carácter tendencial de la COC a incrementarse y de latasa de beneficio a caer. O sea, su carácter de Tendencia:expresión de la contradicción inherente al capital enproceso cuya verificación real se ve condicionada poruna serie de causas ralentizadoras de esta tendencia (las«contratendencias» de que habla Marx). De cualquiermodo, la maximización de la tasa de explotación de lafuerza de trabajo, única posibilidad de proseguir laacumulación ampliada de capital, supone la reducciónde igual manera, del trabajo socialmente necesario parala producción de cada unidad de mercancía, incluida lamercancía fuerza de trabajo (desvalorización).Individualmente se efectúa una desvalorización de lafuerza de trabajo de cada trabajador incurso en elproceso productivo y socialmente una desvalorizacióngeneral de la fuerza de trabajo (depauperación) a la queel capital se ve imposibilitado de someter a su proceso(desempleo). Es esta imposibilidad manifiesta del capitalen proceso por incorporar la fuerza de trabajo resultantede cada ciclo expansivo en la dinámica valorizadora, laexpresión de su incapacidad histórica para resolver lacontradicción entre el desarrollo de las fuerzasproductivas y las relaciones sociales de producción.

Por lo demás, la crítica del capital en proceso, tomandocomo base la COC nos permite acceder a la complejidadde aquél en la articulación de su doble proceso:

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producción y realización/circulación. Los seguidores deSraffa ubicándose en la esfera de la circulación (elmercado) exclusivamente fragmentan la unidaddialéctica que el capital en proceso encarna para intentarrecomponerla bajo la forma de una dualidad política enla lucha por la participación en la distribución delbeneficio entre trabajo y capital.

La disyunción implícita a toda esta polémica entrerelaciones de valor y relaciones de precios, así como laconsideración subsiguiente del capital en la unilateralidadde la fase productiva o distributiva, encuentra una víaresolutoria redimensionando el capital, en tanto capitalsocial, como totalidad dominante, resultado de layuxtaposición competitiva de los capitales individuales.Así, al definir la tasa media de beneficio en relación altrabajo socialmente necesario, ni se elude la realidad dela competencia entre capitales individuales, ni mutilamosla doble articulación del capital en proceso, sino queasumimos ambos planos de referencia (los del valor y elprecio) en lo que es su movimiento real ya que la «tasamedia de ganancia no se puede deducir directamentede las relaciones de valor, sino que requiere la mediaciónde la competencia de capitales, aunque la competenciano pueda aumentar ni disminuir la plusvalía dada. Sólopuede influir en su distribución».

No cabe duda, por otra parte, que la tasa de beneficiose representa para el capitalista, como una noción derentabilidad cuantificable en términos de capital-dineroacumulable una vez realizado el valor producido por laventa de las mercancías. Para la economía política, comopara los neoricardianos, el problema es, pues, unacuestión de mercado, en el cual la sobreproducciónsimultaneada con una rentabilidad insuficiente del capitales sólo una disfunción regulable por las leyes delmercado; o sea, por la providencial intervención de lamano invisible de que hablaba A. Smith.

La caída generalizada de la tasa de beneficio seexperimenta, como crisis de rentabilidad (Glynn ySuttcliffe), que incide negativamente en la acumulacióndel capital-dinero lo que, por otro lado, hace operativala estrategia burguesa de negociación con los sindicatoscentrada en torno a las reducciones salariales. Si losproblemas del capital en crisis fueran de tan fácilsolución, como aparentemente se presentan en elmercado, y en los tratados de economía, cabría pensarque la lucha de clases, una vez reducida al conflicto deintereses (en el razonamiento neoricardiano, reparto dela producción entre salarios y beneficios), seríasusceptible de ser resuelta, o al menos regulada, dentrodel contexto delimitado por el propio capital en procesoy de los recursos ligados a la economía política. Pero larealidad subyacente a las apariencias se resiste a lassoluciones meramente formales. La problemática socialvinculada al capital en proceso no es sólo una cuestiónde distribución de la riqueza generada; sino también, ysobre todo, –porque es la base misma de la problemática

del reparto–, una cuestión referida al cómo se produceesa riqueza; o sea se hace insoslayable el tema de lasrelaciones (sociales) de producción.

Para la Economía Política, desde Ricardo, el problemadel origen del beneficio no se plantea jamás, sino el desu distribución en la forma de excedente resultante delproceso productivo, como algo que viene «dado» y queno constituye problema, propiamente dicho. Sinembargo, toda la atención se desplaza hacia unadistribución entre las clases, escamoteando el hechofundamental de que la naturaleza, magnitud ydistribución de cualquier excedente vienepredeterminado por el «cómo» de su producción; esdecir, que la forma de la distribución es ininteligible sinconocer la forma de la producción. De ahí, la naturalezalegitimadora e ideológica de la Economía Política.

La tasa de beneficio expresada en términos de valor;es decir, directamente relacionada con la COC, nos dala clave real de la naturaleza de la rentabilidad, alremitirnos a las relaciones de producción, a las relacionessociales en el proceso de producción mismo. De estemodo el capital en proceso aparece como la totalidadque realmente es, desdoblada en el doble proceso deproducción y distribución, permeabilizadores de laformación social.

En consecuencia, la tendencia a caer de la tasa debeneficio, lo que una vez constatada a nivel general sepresenta como crisis de rentabilidad, se hace expresiónno de la fortuidad de cualquier coyuntura, sino de lacontradictoriedad inherente al capital en proceso y, porello, de la posibilidad de la crisis y de los límites históricosdel capital mismo; aunque, como veremos, esto no tenganada que ver con una concepción mecánico-fatalista delfinal del capitalismo (derrumbe).

Si nos atuviéramos a considerar la crisis (o sea laverificación de la tendencia a caer de la tasa de beneficioen la realidad de la caída que impide la acumulación),como un fenómeno derivado de la esfera de lacirculación/distribución y dado que en tal situación decrisis se simultanea sobreproducción con pauperización(lo que llevó a algunos representantes de la economíapolítica a la conclusión de que la crisis tenía su origenen el subconsumo, lo cual no era sino un curiosocircunloquio para no decir nada), bastaría con dinamizarel mercado, estimulando la demanda por los medios quefueran, «construyendo pirámides», como tanexitosamente preconizara Keynes en el pasado; perohemos visto, como estas mismas propuestas, encerradasal fin y al cabo en los vericuetos de la economía política,no se sustraen a la posibilidad de hallar ellas mismas suslimitaciones (véase la crítica de P. Mattick alkeynesianismo). En realidad lo que se esconde tras todala palabrería de los profesionales encargados de teorizar(legitimizar) la crisis es la necesidad de parte del Capitalde lograr una suficiente desvalorización de la fuerza detrabajo; es decir, un incremento de la tasa de explotación

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(plusvalía) que reduciendo el tiempo de trabajosocialmente necesario para la producción de lasmercancías en una proporción adecuada inaugurase unnuevo ciclo de acumulación.

Si no fuese así, ¿qué significaría la constantepreocupación de managers y gobernantes por elevar losíndices de productividad como paliativo a la actualsituación de crisis? A primera vista, puede parecerparadójico el llamamiento a producir «más y mejor» enun momento en que los mercados están colapsados ylas fábricas paradas con los almacenes llenos demercancías. Sin embargo, ¿a qué obedece, por otra parte,el especial interés por el sometimiento del trabajador yel control exhaustivo del proceso de trabajo en lossectores más avanzados de la reestructuración? (véaseBraveman).

Aunque revestido de un lenguaje sociológico, comopor otro lado debe ser en quien como Yoshi Tsumuri,es uno de los puntales ideológicos del «managerialsystem», en la actualidad, la esfera productiva atrae suatención cada vez en mayor medida. Así, aquél, en unasdeclaraciones al diario La Stampa (2.8.83), a propósitode la diferente productividad existente entre rusos yjaponeses reseñaba que la favorable posición de estosúltimos obedecía a una superioridad de tipo organizativoy de motivación de las relaciones sociales, de cómocanalizar el esfuerzo individual, de la utilización de losrecursos. Más adelante, en este mismo artículo, elpresidente de la asociación de managers japonesesconfirma la prioridad de este interés cuando reconoceque «las escuelas se han equivocado completamente enlos últimos años: han preparado dirigentes muy hábilesen las técnicas de gestión industrial y financiera y nohan comprendido que el futuro del management radicasobre todo en la gestión de los hombres».

Sin duda, el fundamento real de la caída de la tasa debeneficio hay que buscarlo en los entresijos del procesoproductivo, en la insuficiente desvalorización de la fuerzade trabajo que se concreta en resistencia obrera a losincrementos de productividad, el absentismo, el sabotaje,etc. La historia de estos años de crisis rampante esigualmente la historia de la resistencia no por sordamenos real de los trabajadores a los planes dereestructuración y desvalorización (empobrecimiento)de los trabajadores (a este respecto son ilustrativos losfolletos de H. Simon sobre La crisis social en Inglaterra, suotra obra sobre Polonia; el texto de Ch. Reeve Solidaritéenchainée, así como los recientes números de Échanges.)

Los esfuerzos por restablecer una tasa de beneficiofavorable para relanzar la acumulación chocan con lascontradicciones reales manifiestas en las relacionessociales y superan la problemática de cualquier modeloteórico. La presente situación que nos toca vivir esilustrativa de la verificación como realidad, y no ya comomera tendencia, de la caída generalizada de la tasa debeneficio. A pesar de que los sectores más automatizados

incrementen su COC, y su incremento en términos deCTC se vea compensado con una suficiente reduccióndel tiempo de trabajo socialmente necesario de formaque la tasa de beneficio no descendiese en ese sector oempresa particular, sino que incluso se incrementase,como consecuencia de la falta de competitividad de losotros sectores o concurrentes en el mismo sector, elhecho incuestionable es que atendiendo al capital en suconjunto (capital social), la COC se incrementa, comoconsecuencia de la eliminación de empresasconcurrentes que obligadas a cerrar dejan de interveniren la formación de la tasa de beneficio promedio, conlo que alientan una aparente recuperación(incrementándola) de la tasa de beneficio. Se incrementaCOC ya que el resultado de la reestructuración esreducción de la tasa de empleo, y la tasa de beneficiorecomienza su tendencia a la caída entre los mismossectores reestructurados. Es decir, aunque la masa debeneficio obtenida por el capital en general sea cadavez mayor, la tasa (media) de beneficio tiendeinexcusablemente a caer y ello a pesar -y más bien enrazón de-, de que algunos sectores del capitaltransnacional obtengan una alta tasa de beneficio enrelación a sus inversiones. Obviamente la tasa debeneficio de las empresas más dinámicas de cada sectory de ciertos sectores en general (petroquímica,microelectrónica), se mantienen e incluso seincrementan en las actuales condiciones. Sin embargo,vemos que en lo tocante al capital total al conjunto desectores del aparato productivo capitalista, algo nomarcha..., «algo» entorpece la acumulación y hacepersistir las condiciones de crisis.

En resumen, ateniéndonos al presente, ni los sectoresmás automatizados, hegemonizadores de lareestructuración, son capaces de absorber la fuerza detrabajo que indirectamente arrojan al mercado laboral(desempleo), ni son lo suficientemente dinámicos en lageneración de nuevos sectores productivos quediversificando el universo de la mercancía (generandonuevas necesidades, como se infería de los modeloskeynesianos) incorporasen la fuerza de trabajo en lamedida suficiente como para restablecer un punto deequilibrio en las formaciones sociales del capitalismodesarrollado, de forma tal que si bien no compa-tibilizasen, sí al menos atenuasen la contradicción entreel desarrollo de las fuerzas productivas y las relacionessociales de producción.

La teoría marxiana de la crisis

La crítica marxiana del capital en proceso da comoresultado una teoría de la crisis sustancialmente distintade las elaboradas por la economía política; por esomismo es una crítica de la economía política. En la teoríamarxiana de la crisis, el sentido tendencial que adquierela caída de la tasa de beneficio, denota no ya la posibilidadde la crisis en la objetividad del capital en proceso, sino

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que se concibe la crisis como posibilidad de rupturacon aquél. Con todo lo cual se introduce en la teoría dela crisis el componente real que corresponde al elementosubjetivo del que es expresión la acción de la clase obrera.La conjugación de los elementos subjetivos y objetivosconstitutivos del capital en proceso solo discerniblesen la formalidad, en la representación, en la mistificaciónque comporta la producción general de mercancías, noconstituye un sistema estable, sino, al contrario enpermanente tensión. Tensión que se concreta en elcarácter tendencial de la tasa de beneficio a caer que espor eso mismo posibilidad de ruptura de la subjetividadreal (proletariado) con la objetividad mistificada (capital)en la línea misma de fractura que son las relaciones(sociales) de producción. Pero no posibilidad de rupturaen la forma continua/contigua (como pretendenhacernos comulgar con el evolucionismo socializantede las «rupturas puntuales»); sino posibilidad desuperación/supresión del capital por la subjetividad enel sentido dialéctico de la Aufhebung.

De cualquier modo, la teoría marxiana de la crisis noatiende tanto a la previsibilidad de la misma, a sumaterialización concreta, que es la única realidad quecopa el interés de Hogdson, como a resaltar suposibilidad, su realidad tendencial, cuya verificacióncomo crisis general (social) viene a ser el afloramientode su latencia real. La teoría marxiana de la crisis devieneentonces teoría general de los límites históricos delcapital en proceso. «Cada vez menos obreros han deproducir una plusvalía cada vez mayor para materializarlos beneficios determinados por el capital ya presente,los cuales posibilitan la expansión ulterior. Ha de llegarseinevitablemente a un punto en el que incluso la mayormasa de plusvalía que pueda sacarse sea posible sacarde un número de trabajadores reducido ya no baste paraseguir valorizando el capital. acumulado». (P. Mattick:Crisis y teoría de la crisis).

La noción de crisis circunscrita a la esfera de lacirculación es partícipe de una concepción positivistade la realidad; la «crisis concreta» que es el centro deatención de Hodgson, como única real, se manifiestaen la esfera de la realización pero no acota toda larealidad de la crisis. «A pesar de que la crisis real sólo

aparece en el proceso de circulación, no puedeentenderse como un problema de circulación orealización, sino únicamente a partir del proceso globalde la reproducción, que comprende la producción y lacirculación. Y como el proceso de la reproduccióndepende de la acumulación de capital y con ello de lamasa de plusvalía que ésta posibilita, lo que acontece enla esfera de la producción es el elemento no único, perosí determinante que condiciona el que la posibilidad dela crisis se convierta en la realidad de una crisis. La crisispropia del capital no resulta del proceso de circulaciónque ya en sí ofrece posibilidades de crisis, sino delproceso de la producción capitalista en tanto queproceso de reproducción, en el que la circulación esparte y elemento de mediación del proceso global de lareproducción. La crisis que caracteriza al capital, portanto, no puede derivarse ni de la producción ni de lacirculación, sino de las dificultades que resultan de latendencia, inherente a la acumulación y determinadapor la ley del valor, al descenso de la tasa de beneficio».(P. Mattick, Crisis y teoría...)

La teoría marxiana de la crisis descansa sobre el sujetoreal –la subjetividad proletaria–, subyacente en el senode la objetividad mistificada del capital. Ahora bien,reconocerlo así no significa tomar posición por unaforma más de subjetivismo proletario contrapuesto alsubjetivismo apropiador de la clase dominante. La críticamaterialista de la crisis ofrece la posibilidad de traspasarla aparente consistencia de la objetividad reificada delcapital para reconducirla a su dimensión real de relaciónsocial.

Por ello, la crisis, aunque representada en el mercado,como crisis del capital, desde un punto de vistaestrictamente económico, positivista, sobrepasa lomeramente económico para devenir crisis social, crisisde la sociedad dominada por el capital ya que «para Marxno hay ningún problema puramente económico. Muchoantes que el capitalismo haya alcanzado en su desarrolloel punto final económico que fijan las reflexionesteorética, las masas habrán acabado ya con el sistema».

C.G.V.