Pausas

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Modesto homenaje a la “especie hembra”, de la que tanto aprendí y tanto me ha dado.

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Modesto homenaje a la “especie hembra”, de la que tanto aprendí y tanto me ha dado.

DHB

Para Flora,a quien, en un mal momento de ambos, tuve el gratísimo placer de conocer.

Con mucho cariño.

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Nº 1

Ella tomó el guijarro con sus dedoscon la delicadeza exclusiva de los niños,lo posó en su palmay lo acercó a su rostrocomo buscando en sus colores el secretoque, entre tumbo y tumbo,le fue imprimiendo el ríoy que ahora,en convexa reflexión, se copiaen la doble transparencia de sus ojos.

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Nº 2

Ella arrancó una hierba y masticó su tallo,ese extremo claro, tierno y agridulce,con reminiscencias de selva suburbana.Un hormigueo subcutáneo abrillantó sus ojosy se tendió en el pasto.La gravedady la paz que inundó su almadistendieron suavementelos músculos de su cara.

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Nº 3

Ella se irguió en el promontorioy, en blando desafío,en receptiva entrega,cerró los ojos y ofreció su cuerpoal suave flagelo,a la daga tierna,a los sabios dedos,al primordial masajedel viento.Y con la mente en blanco(más bien en colorido lienzo)se dejó llevarhasta la plena conciencia,hasta su pleno centro.

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Nº 4

El vidrio se opacaba intermitentemente al ritmo de su respiración; con la frente apoyada en la ventana de su pieza miraba las gotas resbalar frente a sus ojos. La llovizna era fina y lenta. Por momentos el foco de su mirada extendía su alcance hasta los minúsculos estallidos en la vereda mojada.Recordaba otras épocas, más simples, más claras y más vívidas, cuando ella y su hermano dibujaban efímeras figuras en los neblinosos círculos del cristal, o jugaban a adivinar el color del próximo coche que pasara por la calle.Su calle...En aquellos días era casi un patio delantero, pocos autos, ningún colectivo, tramos con su hermano y sus amigos peloteando de cordón a cordón, tramos donde ella y sus amigas jugaban al elástico o la rayuela...A veces se mezclaban los tantos y ellas compartían un picado con los varones, o ellos competían con las chicas a ver cuán rápido podían saltar la soga (picante, picante, picante...). Tampoco faltaban las

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disputas por algún cuadrado del pavimento, y en más de una ocasión terminaban con su madre haciéndolos entrar a tomar la merienda, previos sendos coscorrones. Entonces cada uno se metía de cabeza en su vaso de VASCOLET con bigotes."Ojalá Ramiro duerma toda la tarde" pensó. Pero fue una invocación: el llanto de la criatura la sustrajo del dulce limbo del recuerdo. Sin embargo no cerró completamente las puertas, llegó hasta la cuna con el olor de las tostadas en el pelo y en los oídos un alboroto de risas, llantos corridas y secretos.

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Nº 5

Ella abre el grifo presintiendola tibia caricia de los hilosde la lluviavaporosa.

Ya desnudaingresa en el habitáculocomenzando la grata ceremonia,el bautismo cotidianoque escurre de su pielel barro invisible del cansancio,los sudores ajenos,la desazón y el hastío,las frustraciones y urgencias de esos seresque en los breves encuentrosde romances ficticiosvan dejando en finas capassobre la generosa textura de su cuerpo.

Sus manosamantes

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se deslizanpor las brillantes redondeces,por los samaritanos cuencos,devolviéndole algo del placer perdido,porque hace mucho tiempoque nadiela toca con cariño.

Y cuando el íntimo ritual culminaemerge relajada,inocente y fresca,reluciente y humeantecomo una diosa triste,recuperandoaquello que en verdadnunca había perdido.

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Nº 6

A medida que se internaba en la espesura por el angosto sendero abierto por sus frecuentes escapadas, iba recuperando su condición silvestre. Percibía en cada una de sus células las pequeñas descargas provocadas por el roce de las plantas; el hormigueo de la estática alterada le traía remotos recuerdos de épocas en que las sustancias simples comenzaban a combinarse, y con el aire ionizado por tormentas incesantes generaban aminoácidos inexpertos y ansiosos; tiempos de fragmentos estelares, mares y continentes debatiéndose en violentos combates por una geografía siempre inconclusa.Dejó el vestido al pie de un árbol a orillas del estanque y, como siempre, dudó un instante antes de desnudarse por completo. Las prendas iban cayendo sobre las hojas húmedas con un rumor de aves dormidas.Sus pies descalzos hendieron la superficie acolchada de los detritos vegetales y una sensación de placer subió sensualmente por sus piernas y se

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alojó en el centro de su pecho. A pasos lentos fue ingresando en las aguas crepusculares y su piel le agradeció contrayéndose y erizándose, dándole un aspecto levemente escamoso.Comenzó a deslizarse con movimientos armónicos mientras en las copas de los árboles un coro invisible de variadas voces y aleteos esporádicos acentuaban sus recuerdos primordiales.Por fin, con una inclinación del torso y un impulso de sus piernas, se sumergió en dirección al lecho fangoso. Con amplias brazadas avanzaba entre partículas y hojas en suspensión, pequeñas algas y artrópodos diminutos.De vez en cuando sentía a lo largo de su cuerpo el furtivo paso de algún pez y esto renovaba su callado deseo de parecérsele, porque en el fondo sabía que siempre volvería al estanque con la esperanza de que sus fluviales ejercicios le hicieran brotar sus propias branquias para poder quedar inmersa, al fin, en el silencio y la opacidad acogedores, en la atmósfera fantasmagórica de visiones oscuras y difusas, en ese universo de quietud, soledad y olvido.

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Nº 7

En la bocacalleen medio del asfaltoinstaló su abstracción.

No buscaba nadasólo ardía.

Vehículos y transeúntesdetenidosdescerrajaban inquietudescuriosidadquebrantos.

Sin esperassin hijos en la escuelasin marido en el trabajoni amante secretoella simplemente ardíacon los ojos cerradosy el rostro levantado hacia su propiocalcinante mediodía.

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Vibraba la columna de aire cálidoascendenteeje de una danza circularde pequeños delfinesmantarrayasequidnascalceolariasmadreselvas y cóndores

nadielosveía

y ella no necesitaba verlos

ardíanada más.

Nadie la vio llegary nadie la vería irsedejando el fluvial rastrointermitentede sus pies.

Desde y hacia su océano privadoen el que nadan

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entre algas y hogueras intangibleslas criaturas traslúcidassilenciosaslatentesinaccesibles e intactasde sus ansias.

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Retrato de mujer

En la mesa del barsentada, sola, espera.Y apoyando el pómulosobre su palma izquierdarevuelve el cenicerobuscando una respuesta.

Sus rasgos afiladosy el cabello volcadoy el humo melancólicode un flaco cigarrilloson el marco precisopara la turbiedadopaca de los ojosfané con que te miro.

Porque¿sos vos la melancólica?¿o simplemente estoyesperando encontraralguien que se acomodeal humo en que me asfixio?

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Y sin embargo estás,absorta en esa mesadonde los restos grisesde un tabaco mareadopor el girar ausente,suave, de tu muñecasugieren que, tal vez,de haber sido posible,la imagen de tu penade un azul vago y triste,la habría eternizadoel Genio de Lautrec.

Acerca de...la ¿propiedad intelectual? de

Mi letraYa te di coraje,volá ahora y perdeteen vericuetos ajenos,sólo reclamo para míel momento de nacerte.

Daniel Horacio Braga

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