Páxinas literarias

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PÁXINAS LITERARIAS CLUB DE LECTURA “BARALLANDO LIBROS”

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PÁXINAS LITERARIAS

CLUB DE LECTURA “BARALLANDO LIBROS”

Desde el punto más alto se veía toda la cordillera: altas montañas llenas de nieve que brillaba con los rayos del sol de mediodía; los riachuelos de nuestra montaña, que salían de debajo de nuestros pies y formaban decenas de cascadas que no podíamos oír, masas verdes que salían de la piedra. Todo un mosaico de colores y texturas. Y por encima, solo el cielo, que seguía sin tener ninguna nube.

Yo también me sentía grande y pequeño al mismo tiempo. Grande porque había hecho algo de lo que no me creía capaz... Pequeño porque, comparado con el resto del mundo que estaba viendo en aquel momento, me sentía como un grano de arena...

A Elsa le gustaba salir a esquiar sola y recorrer el cauce del río, helado y rodeado de árboles. Contaba que muchas veces podía oír como el agua se deslizaba debajo de la capa de hielo y nieve que cubría el río. Era la señal inequívoca de que la vida continuaba debajo de aquel manto blanco.

No sabía si había sido inoportuno con mi pregunta, pero no me importaba: a veces, las conversaciones tienen que

ser inoportunas y duras y hasta crueles. A veces, las palabras tienen que doler.

Desde donde estaba podía ver el mar abierto. El viento movía la superficie y las olas eran bastante altas. El océano estaba lleno de crestas blancas que parecían querer volar. Me giré para observar el interior de la ensenada: allí el mar estaba en calma, claro y tranquilo. Parecían dos mares distintos. Sin embargo, era el mismo mar, el mismo espacio y el mismo tiempo. Imaginé a todos aquellos hombres que habían vivido allí, en nuestra cabaña y en las demás, y los vi saliendo a pescar en condiciones aún peores que las que estaba viendo, en el pleno invierno, con gruesos jerséis de lana e impermeables, batiéndose con las olas . Me volví a sentir como un ser privilegiado por dos motivos: por no estar allí y por no haber sido uno de ellos.

El ascenso a la montaña me había enseñado que había una fuerza en mí que desconocía. Y también que era capaz de quedarme quieto y contemplar lo que tenía alrededor. Pero, sobre todo, me había hecho darme cuenta de que no soy el ombligo del mundo, que es algo que solemos creernos, sino una página más en el libro infinito del universo.

Algo parecido me había pasado el verano anterior con una chica a la que conocí en la playa. Estuvimos saliendo una semana y cuando llegó el 30 de agosto, cada uno a su casa. Ni siquiera la había besado.

Me parecía que mi amigo estaba menos concentrado que yo. Supongo que mi superior atención a las palabras de su madre se debía a que tenía que procesar todo lo que escuchaba en inglés y traducirlo en mi cerebrito. Erik podía escuchar y pensar al mismo tiempo. Claro, eso sería.

Me vinieron a la cabeza las imágenes con la sonrisa perenne de Benigni en La vida es bella, y aquellas otras en que el comandante del campo ejercita su tiro al blanco con los prisioneros en La lista de Schindler.

A partir de aquellos momentos, empezamos a ver lo que teníamos a nuestro alrededor con los ojos de Elsa. Los libros nos devolvían su mirada del mundo.

Cuando estaba en el tercer avión, el que me llevaba a Madrid, me acordé de

la isla, de Brigita y de sus besos. Me imaginé a Elsa en la isla, con su

pañuelo de flores en la cabeza, sola, mirando las olas de un mar que apenas

se veía en el invierno ártico. La vi sentada en lo alto del acantilado,

escuchando a los pájaros que revoloteaban a su alrededor y

recordando los besos prohibidos de Henrik, aquellos que creía que nunca

volvería a saborear. ¡Cuántas veces caminaría Elsa por

aquellos lugares sin sospechar que años después nuestra estancia allí le llevaría de vuelta a casa su memoria perdida!Me quedé dormido con la imagen de

Elsa en la cabeza. Soñé con ella y con Brigita. Cuando desperté ya se veían las casas cercanas al aeropuerto. El avión estaba a punto de aterrizar. Cerré otra vez los ojos y volví a imaginar a Elsa al borde del acantilado en el lugar donde

aprenden a volar las gaviotas.

Realiza: Alumnado do club de lectura “Barallando libros”Imaxes: internet.Textos: Tomados do libro “Donde aprenden a volar las

gaviotas” de Ana Alcolea.Nota: este é un traballo escolar. Se alguén considera

que algún contido vulnera os dereitos de autor, pregamos nolo comuniquen e será retirado de inmediato.

CPI “Luís Díaz Moreno” Baralla-Lugo