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(Fragmentos prologales deLA DIADEMA, libro inédito).

Amigos ilustres, que tanto me habéis estimulado arecoger mi obra lirica en un volumen; afectuosos, in-

.genuos admiradores del trá.nsito, que os doliais de queyo fuera escribIendo en el vl,ento, sin unidad en mivida y como bajo el influjo de una embriaguez diabó-lica: hé aquí el libro que me representa, el frutoamargo de mi saber. Resume los esfuerzos de muchosaños de experiencia honda y seria del dolor humano,de dilatación de la fantasía, de pugna con las pala-bras. Compensa el tiempo que he hurtado a la regu-laridad de las empresas periodísticas, en mi vagabun-dez,

y los viajes absurdos que no tienenruta fija ni punto cardinal.

Es la impresión valerosa, con tristeza imperial ves~tida, de imágenes y representa.ciones de un alma so-litana, y el grito desolado de esa alma en sus preca··rios fulgores, ante la inanIdad de todo y la Muertecomo limite. Diadema de lágrimas de la inteligencia,que ciñe mi corazón defraudado. Sucesión confusa detrag,edias espirituales.

COnfiesoque más de una vez me ha parecido letalla amargura de estas canciones, hasta cuando la es-trella de la tarde, símbolo de la belleza, baña de sua-ve claridad el sombrío panorama interior. He plan-teado de nuevo, bajo la inocencia de las rimas, el due-lo inenarrable de la materia con el espíritu que enella parece reverberar, y compLicoel antiguo dolor dela lira con un dolor que no cOnoció ninguno de losgrandes desolados. En medio de la orgía se oyen lasacres negaciones de la soberbia lúgubre, y en la tre-menda actitud de la Musa se POdríaensayar una mís-tica de Satán. .

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Soy antioqueño, soy de la raza judaica, gran produc-tora de melancolía, según expresión de Ortega y Gas-set, y vivo como un gentil que no espera ningún Me-sías, o como un pagano acerbo en la Roma decaden-te. Un frío, agudo análisis me veda la aceptación deltestImonio de los sent:dos como otra cosa que un en-gaño; y en cuanto a las nebulosas de la Metafísica ode la Teología, no han alcanzado a domar la rebeliónde mi inteligencia, y la belleza no me parece una dá-di'va que compense los dolores del pensamiento. Qui-zá una concepción justa del Universo y de nosotros,que nos ponga al unísono con la ley vital y nos dé latranquilidad y la humilde, fecunda alegría, no puedafundarse sino en la belleza; pero son infinitos e im-prescriptibles los derechos del ser, y allende la últi-ma belleza que él conciba se extenderá siempre "unanegi"ura que da vértigos".

Esta es la tónica de mi Musa, este es el secreto demi tragedia espiritual, que está revelando mi poesía.

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LA DIVINA TRAG~DIAEL POETA HABLA DE SI MISMO

(Pr6Iogo--del volumen ROSAS

NEGRAS - Guatemala, IQ33).

¡Vivir es esforzarse! Como vibra el ímpetu solar enel rayo de aurora, en esta exclamación, que tiene lamás alta tónica de mi espíritu, está la virtud que merepresenta en el coro de los pÜ'etas: ¡Vivir es esforzar-se! Yo he sido el esfuerzo de la intuición anhelante,sin desfallecimientos, semirrevelado, semivelado, queora se exalta, ora desconfía de sí mismo, viajero delllano al alcor, del alcor a la montañuela, y cimeraésta, en un impulso más potente a la cima azul; so-bre la cima azul, la nieve incorruptible

La nave de mi vocación lírica, como si un vientonegro quisiera hacerla zozobrar, batida de tumbos ycegad.a de relámpagos, iba del relámpago al tumbo ydel tumbo al relámpago. Yo traía de mis campos na-tivos, en la aspérrima Antioquia, la fortaleza del cuer-po algo mal proporcionado, la íntegra energía de lavoluntad para la faena-prez de mi raza judaica-iYuna inocencia como cendal de albura sobre la chispamadre de -mis futuros incendios! Había empezado aentrever vagamente cierta inflexibilidad de mi ca-rá'Cter; advertía mi repugnancia por el trato de per-sonas, mi alegría raudalosa en la soledad, la timidezde mi Don Juan bajo una resuelta conformación mas-culina. Y comptendia iluminadamentecuán arduotrabajo hubo de representar, para mis abuelos queeran la rusticidad misma, y en aquel medio donde loshombres son el campo con palabra, el criarme sanoy fuerte, vivo de fantasía. bien inclinado al yugO deoro del trabajo, y con un corazón que era como el deuna manzana madura, si las manzanas maduras pu-

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diesen amar. Y yo amaba ent.onces a mis progenitorescon una terneza que ;ba en radiación desde sus vir-tudes incorruptas hacia todas las cosas familiares deen torno, y fluía por ellas como un céfiro por la so-brehaz de las aguas. ¡Se abría en mi alma el lirio delalba! De ahí mis primeras canciones.

Traía también -y no era muy leve la carga- unaincultura que resplandecía: iuna ignorancia enciclo-pédica! Allá entre el olor de aparejos de mulas, ter-cios de maíz, ordeña de vacas matinales y encerradavespertina de los terneros,el río que canta, el abueloque castiga iracundo, la leche cándida y dulcezuela,el coro· de los sapos y las melifluas rosas de MaríaSantísima ... Allá entre breñales, donde no hay másdoctos que la roza, la noche, el viento, la lluvia, lospájaros y los campesinos que no saben sino t;na car-tilla ... En mi Antioquia israelita, entraña de mi na-tiva Colombia, ninfa melódica de mi ideal América,no había tampoco periódicos, ni libros, ni conciertos,ni bandas. Si acaso, El Arco Iris de Paz o Las Tardesde la Gnmja ... Si acaso, las revistas de los PadresFranciscanos, cuyo sistema de anuncio solía- exacer-barme. .. Si acaso, La Moda Elega.nte Ilustrada quemi tía Rosario (i brilló una estrella en mi corazón!),que mi tía Rosario iba malentendiendo y peorímitan-do... ._

Allá en mi nativa Antioquia yen su más ásperaporción, .donde el cura melifica y amenaza, las ma-dres procrean hijos como la caña de maíz granos, yla civilización es dulzura sin inventos, amor al pró-jimo sin automóviles, obras de misericordia sín loco-motoras, castidad sin cinematógrafo; y donde la be-lleza y el vigor, la salud moral y la esperanza, la in-teligencia y la l·ealtad son como flores caídas del man-to de Jesucristo ... Allá en mi Antioquia, donde acasopasó junto a mí, sin que yo lo advirtiera, el espíritude Jorge Isaacs, y donde he oído en noches de lunacoros de peones,

canianld:o ·a todo pecho la guabina,canciéln sabrosa. deiativa y ruda;rud'a cual las montañas antioqueñasdCllule tiene su imperio y f\u¡e&u cuna .. ,

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Allá en mi Antioquia... ¿Qué me dist.e tú, Sant3.Rosa de Osos, ni tú, Angostura, ni tú, mi nutricia Co-lombia, para educarme? Una escuela ,en donde se arre-molinaban como ochenta niños, amén de veinte gran-dezuelos, en un salón sin ventanas; donde el maestro,cuando no faltaba, era borracho socarrón o caramelode pedagogía religiosa, y donde aprender a leer eracomo una 'risueña designación de la fortuna... Es-tuve menos de dos años durante cinco, porque mehuía, me aterraba el pensamiento de Que era pre::isoaprender a sumar. Oomo para Maeterlinck, los nú-meros no er.an para mi una armonia sublime, sinocifras encrespadas. Fui reprobado una vez y mal re-probado otras dos, porque más valiera la reprobaciónque aquellas reprimendas por mi falt.a de estudio, yaquellas dudas sobre si iría a ser loco. Con tánto ta-lento ...

Cuando alboreaba mi adolescencia, y el mundo yano me parecía un espectáculo -sino una granada,una brisa dulce y un joven amigo hermano de mi no-via- fui a Bogotá entre lágrimas y sonrisas. Para quemis abuelos se resignasen a retomarme al lejano ho-gar, díjose que mi padre navegaba con vientos propi-cios: era una eminencia entre los empleados de ter-cera categoría, ganaba buen sueldo, y quería enviar-me a París. " Pero no había tal prosperidad. Mi ma-dre continuaba ganándose la -vida 'Con sus clases deguitarra (ibrilló otra estrella en mi corazón!), mi va-leroso hermano Rafael estudiando más ..pQIJreza quematemáticas, y mis hermanas casi de hermanas de lacaridad, según las querían en el colegio por inteligen-tes. Además, Lala era como un lirio de gracia; María,como una racha perfumada del verano; Mercedes, co-mo una granada entreabierta en la delicia de castosfestines.

La vida resultaba estrecha, y me la hacía más lafalta de caridad intelectual de mi madre Pastorapara juzgar a mis abuelos. Viejo orgullo algo ruin deuna mujer que descendía del prócer Benítez, habíasido rica, y tañía su guitarra como el sol tañe estre-llas, y hallábase casada con un abogado poco juicio-so, hijo de esos 'Campesinos del Tenche y el San Pa-blo que, después de todo, ni eran ricos como se creyóen la familia... y mi timidez para andar entre per-sonas, dizque era hábito montañero: "Sí, educado por

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ese burdo de don Emigdio ..." Y mi franqueza de cam-po abierto, de brisa derramada, de brote, de grito,dizque era falta de urqanidad: "¡Qué niño tan brus-ca! La brusquedad de doña Benedicta ... " y todo estome hería, me hería en_lo más hondo. Y no hubo pazen mi corazón. Y no la hubo en aquella familia es-trambótica. Y fui enviado a la Escuela Normal. Estu-ve un año, porque al finarlo, allá por exámenes, ad-vino la guerra de 1899. El año que estuve repasé laHistoria Sagrada, la Gramatiquita de Marulanda, laReligión del Padre Ortiz, la Aritmética de Rueda has-ta la división de quebradós, y otras cosas no menosprofundas.

En seguida pasé a mi Escuela Preparatoria, o comoquien dice, a mi facultad hispano-americana de es-tudios clásicos: la campaña en guerra civil. Fui sol-dado conservador, porque me reclutáel gobierno con-servador. Un caso psicológico muy interesante: joven-'Cito, nervioso, lleno de ímpetus encabritados, derra-mando alegría, salud, fuerza y elasticidad, pero inhá-bil para ensillar, para ponerle el freno al caballo, pa-ra orientarme en las llanuras nocturnas. A 10 lejosarrastra el Magdalena su cauda de estrellas amantes,como invitando a los Diálogos de Platón. En el am-biente hay un olor de guanábanas maduras. Estamosa orillas del bajo Combeima, y soldados de Cundina-marca se bañan desnudos. Reverbera el sol en lasaguas qui·etas, tersas, blandas, claras, límpidas. Mifuerza en medio de aquella inhabilidad, de aquel nosé qué mío que provocaba sonrisas benévolas, en me-dio de aquel paisaje grandioso y profundo, místico enel hervor gorgoreante del Trópico, estaba en que yoera la única voz humana que interpretaba el vastoconjunto... ¿Y cómo? No seguramente con versos:con gritos, con lágrimas, con discursos en los brindis,todos a medio embriagarnos y el sol reverberando enlas alturas nevadas de Herveo... Además, yo teníaya u~a conciencia clara de mi personalidad, de misderechos a la vida, a lo mejor posible de la vida se-gún mis fuerzas. Un sentimiento que ahora tradu-ciria yo can insustItuibles palabras de Valle-Inclán:"¡Yo soy el chivo y ésta mi montaña!" La montañaera para mí la vida.

Entretanto, la éampaña iba pasando en paz. Era unandar, un andar de llanos a montes y de montes a

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montículos, sin hallar al enemigo jamás. Tuve unaquerida negra, muy joven, muy linda. Me hacía queyo le pegara en las nalgas, riendo la Sulamita, y pri-mero se cansaba mi puño que aquel mármol tene-brooo. ¡Cómo deseaba yo a veces saber tirar con unrifle, como los demás militares, para traerle garzas!Las garzas de Colombia tienen la dignidad lánguiday pensativa de las canciones de ese país. Son comoaquella ensoñadora y dorada y suprema can'ción deIsaacs; que está en María:

SOOíé vagar por bosqw~s de palmeras ...

y yc pedía a Dios en mi corazón que nunca jamáshallásemos al enemigo, porque yo me iba a morir demiedo ... No salía de los Estados Mayores: era la vi-veza a caballo para buscar gallinas y hacerlas freírpor comadres improvisadas, y todos los generales delGran Estado Mayor de aquella columna de 1.500 hom-bres llevaban el bigote oliendo a gallina frita. Yo te-nía que cargar mi caballo con bultos de carne, de sal,de exquisitos panes. Líchigos llaman por allá a losbultos. Y yo llevaba tántos, que me apodaron "el te-niente Hchigos".

Como año y medio duré en aquellos andares, aun-que con treguas que se me llenaban de embrujamien-tos. Fui a Ituango, viví en San Pablo, fundé una "So-ciedad Educadora". Mil recuerdos levantan la suavecabeza: mil episodios llenos de ternura, de locura, demilagro ... ¡Es tan varía la dulce vida! Por ejemplo,el episodio del viaje a Sopetrán ...

Pero sigamos adelante.

Después de la guerra fui maestro de escuela en An-gostura, tuve amores con Teresa (¡se abre en mi co-razón. una violeta lúgubre!), -y perdí a mi madreabuela Benedicta. Un lampo de claridad divina meiluminó sobre sus despojos inanimados, y no sentí do-lor: ¡ni una lágrima! Comprendí ·la epopeya ... Yosabía más que nadie de los zafiros de su misericordia.,de los crisoberilos de su bondad, de los diamantes desu perdón. ¡Oh, mujer extraordinaria! ¡Estas pala-bras que te elogian son una realidad en la esencia

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misma de D:os! Aquel bregar alIado del esposo, en losagrios e insalubres campos, al lado del esposo, queera hecho del más burdo y puro roble de la raza;aquel bregar para ir alzando la familia de rústica adistinguida, de burda a discreta e inteligente ... Aquelbregar para que se uniesen hijos y nietos, ciento ytántos, en una dulce armonía de afectos. Aquel ser-vir y ser leal cincuenta años a un hombre a quien noeligió, a quien no amaba y no comprendía, ¡sólo por-que era su esposo! Yo conocía aquel calvario; y entorno de él veía la prole numerosa, feraz, ardiente,elevándose en inquietud, en aspiración, en intel:gen-cia, en goce de la vida, de la dulce vida ... ¡,Cómo nocreer que era digna de la corona del descanso aque-lla mujer, que había pasado encendiendo antorchasde almas, insinuando benevolencias en la desatadamaldad de las cosas, ejercitándose en dolores de par-tos y en cocinar, grávida aún, para peones de la rozade su marido... j Cómo no aceptar .sin protestas do-lorosas la paz final de la santa que habíj:t robado alpatrimonio para socorrer menesterosos, y aún paraadorar a Dios en la pompa de sus altares de Corpus,que los hacía tan bonitos! ¡Cómo no advertir que yareposaba, y que no tendría que descifrar, con suscándidas" interpretaciones domésticas, los enigmas d~este Miguel Angel, el nieto de la esperanza, tan raroy tan amante! ¡Cómo no creer que la muerte era pa-r.a ti bella como tu rostro, suave como tus efusiones,tranquila como tu ensueño en los jardines de marzo!...iOh, madre mía abuela Benedicta, Benedicta Parrade Osorio, hija de Antoñito Parra y Eugenia GiraldG,y muerta en la gracia de Dios el 2 de diciembre de19051 ¡Qué lágrima te daría yo que encerrara todocuanto queda de puro en mí! ¡Qué libro te compon-dría yo que me reintegrara en la pureza de mi cora-zón, sin los pasados extra;víosl ¡Qué canción en cu-yas estrofas no vibrara el rugido de Satanás! ¡Quéverso fraguado 'Con otras palabras, las palabras conque tú despertaste en mí el amor a la vaga poesía delmundo!

La muerte de mi madre fue para mí como el aleta-zo de la aventura. Florecían las primeras rosas apre-suradas sobre su tumba, y yo corría en busca de miUniversidad -la Real Universidad del Mundo, que meha honrado COnsus borlas-, Iba hechizado y libre, a

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pie y romántico, en compañía de un peón y con unalma mía de la cual no me acuerdo ya. .. Por los bre-ñales de Anorí, por los bosques de Zaragoza, ríos fre-néticos entre las rocas, culebras, libélulas, parásitas,begonias ... .Nechí abajo, Cauca abajo, Magdalenaabajo ... Fui a dar a Barranquilla, pero con tan ma-la fortuna que al llegar se me perdió· uno de los za-patos. Naturalmente, estaba descalzo para la costum-bre, pero semicalzado para la filosofía. Y yo era algofilósofo. .. Bueno, pues caminar descalzo en la ígneaarena de la costa... Me vi en grandes apuros por lahosquedad de mi expresión y mi genio a relámpagos.Tuve que ir a vivir a casa de un leproso del cuerpo-menos mal- donde fui recogido. Pero al fin, al fin,una noche azulina, entre los coros de los vientos y elrumor romántico de los palmares ... Una dulce nochede la dulce vida ...

Ah, no... Me es imposible revelar aquí estas tris-tes perlltas, este menudo aljófar de mi co:'azón ma-tutino. Cada lector tiene en su historia esos aljófares:escenas semiborrosas, canciones a medio olvidar, be-sos, un lampo de sol, una amistad que nace, una can-cióp.... ¡hasta mañana, amor! Y todos saben lo quehe qu€rido decir y aún no digo. ,

Ello fue que me trasladé a vivir a la casa del poe-ta Lino Torregroza, es decir, a la casa del Gobierno,porque Lino era maestro de escuela. En aquel lugarSe formó una bohemia resplandeciente. Regíala Leo-poldo de la Rosa, que a la sazón andaba por las islasde Grecia, que nos traducía a Chenier Y, ante todo, senos traducía a sí mismo en unas visiones helénicasebrias de miel, encantadas, miríficas, con un noctur-no resonar de cadenas dolientes entre el aletear de lasondas marinas. Lino valía en la tertulia por dos, se-gún era de fervoroso. Hermes Zepeda, de melodiosonumen, explicaba la armonía del mundo por ecua-ciones matemáticas, pero a mí en él me gustaba másel poeta que el matemático. Miguel Rash Isla, aristo-crático, era 'algo insólito en nuestras veladas. Muydulce de amoroso romanticismo. En cuanto a Enrí-quito de la Rosa, era célebre por haber compuestomedio soneto, lo cual lo habilitó como escritor. Leatribuía a Carlyle un largo párrafo sobre un cami-no, Y lo había compuesto él mismo; pero a mí me des-lumbraba. Desde un rincón de la estancia, medio en-

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vuelto en la claridad de una opaca linterna de pe-tróleo, nas miraba Hormechea con sus mansos ojosde mula pacífica, de mula de Nacimiento de Belén.¡Cuánta energía en aquel pobre muchacho! No heconocido jamás una voluntad tan firme, tan indome-ñable, superior al punzón de la burla, superior a ladesesperación de la miseria, superior a la Dama deCabellos Ardientes. Y cuando, en el año de 1917, ha-bía triunfado -porque fulgía su inteligencia y su cul-tura llegaba a lo increíble-, murió. Murió en San Sal-vador, sin otro consuelo que la bondad espontánea,florida e inagotable de aquella gran na;ción. Yo hede contar, en una novela doliente, que sea paradig-ma de ánimos resueltos y de vocaciones inalterables,la historia de aquel muchacho. Iban a las tertuliasotros dos sujetos, pero no digo sus nombres por noasociarlos a la gloria de este recuerdo. Yo, aunque pe-cador, soy vengativo. Ellos me tuvieron envidia y mehicieron mal. Hablaban horrores. Por ellos empezó lacosa ...

En aquel grupo palpitante de ilusión, la floridez dela mañana, el asombro de la inteligencia recién ve-nida que está descubriendo a la vez el mundo del li-mo y el mundo del alma, en donde es necesario daruna distribución adecuada a los fenómenos... Enaquel grupo leía yo a Daría y a Valencia, a Darío y aEmerson, a Valencia y a Guyau, a Darío y a Renán,a Valencia y a Cervantes, a Darío y a Carlos Marx, aValencia y a Edgard Quinet ... Mis demonios terríficos.parecían sujetos con blandas cadenas. Y yo hacíaprodigios de asociación, de síntesis, de integraciónideológica ... Yo bebía efluvios de los jardines anti-guos, de los jardines de Italia. de Francia, de Espa-ña ... Efluvios de rosas de filosofía, de poesía, de pin-tura, de astronomía... Mi capacidad de recepción eracomo la de esas cavernas donde mil veces voltejea uneco y mil veces lo Sicoge la concavidad en que tuvovida.

MIe interné en los clásicos. No recuerdo por quécausa modernista tenía yo a los clásicos por excesi-vamente ingenuos y simplones. Cuál seria mi sorpre-sa al espaciarme en las Novelas ejemplares, en elTra.tado de la Tribulación, en Las moradas, y aun an-tes de los siglos áureos, en la prole feliz de las Dia-nas. ¡Esa dorada prosa de Fray Luis, y los versos del

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De León, que son la substancia en el nombre y el mo-vlmiento en el verbo! Esa superabundancia de girosen Suárez de Figueroa, y esa süperabundancia deideas en Gracián! Yo empe,cé entonces a amar a lospoetas que me decían, con esas formas rancias, mag-níficas, cerno de real sello del Rey Tiempo. un no séqué de la -vida, de la inquietud del viento ... La Epís-tola moral me infundía tal temblor en la triple concor-dancia de la forma excelsa, de la doctrina altísima ydel autor iluminándola en su obscura humildad, queen 1919 aún no me atrevía a cantar en tercetos.¡Dante y tú, oh Paradigma!

Pero me encantaban sobre todo porque eran pompo-sos, y yo amo la pompa. Niño aún, me conmovía verderramarse desde un tapial los ga.ios de la america-na -cierta yedra- multiplicándose en mil gajículos,y éstos en otros y otros, y uno a uno cubiertos apre-tadamente de florecillas de oro vlvo, salpicadas deun amago de polvo negro que no ennegrecía... Laáurea cabellera se desparramaba, caía, ondulando alviento, invívita en la noche, fulgiendo a todo el cursodel sol como una llamarada. Yo amaba las fushiasporque eran profusas y lánguidas, Con el sello de unatristeza real... Yo amaba la flor de San Juan, por-qüe sus hondos tonos violáceos tehían el color de mirepre$ntación del mundo... ¡Eran episcopales! Yoamaba sobre todo las aguas: yo era el infante de losarroyos, y era el errante sátiro en pubertad, en lasorillas doradas del Tenche o en las orillas azules delhondo San Pablo. ¡Vagos espectros familiares, made-jas de agua blanqueando y sonando por do::¡uier, re-sonandas de la vida en el cóncavo de la noche, unaplegaria matinal que era como el beso de la poesía enla luz! El encanto de ~enche estaba en el río; elencanto de San Pablo estaba en el río. Desnu-do en la desnudez de la Naturaleza, melódico vágulo,casi paradisíaco, me perdía entre los bosques. ¡Cuánpomposa era el agüa bajo las cabelleras del suribio,bajo la tenue sombra de los pisquines de seda! Azu-leaba, verdeaba, plateaba ahondándose, contrastán-dose. batiéndose al viento. Estimulaba la floración delas begonias, de hojas de grueso peluche. Propicia alos helechos de colores, con su beso los fijaba a las ro-cas: ¡cuán desvaídos tonos! Yo me hundía en elloscomo se hundía Otelo en las trenzas de Desdémona.

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La pompa del campo, del agua, de toda la floraciónde las plantas que meditan y lloran, me parecía vol-ver a encontrarla en los clásicos. Advertía. sin, em-bargo, que ellos golpeaban en mi corazón con motiv03universales y distantes, y no con motivos de la vidaque me circundaba, no con mis palabras, m~s repre-sentaciones, mis músicas, mis melancolías, mis, júbi-los y mis efluvios. Y era ~idespués lo he c{}mprendi-do!- que nuestra América hispana no tiene aúnclá-sicos, que las florecillas de sus campos no tienen his-toria en la literatura. que su menuda existencia noha tenido grandes ,cantores.

¡Cuando los, tengamos! Mantos de pedrería paravelar abismos. iris sobre los hombros de Psiquis, queno la 'vistan sino la desdibujen un poco en la claridadde la luz. y una fanega de tierra para cada mio, endonde cada terrón brote su propia flor. Lo que los clá-sicos de ayer no me podían dar, naturalmente, es elalma moderna, de temblorosa inquietud, ávida de nue-vas posibiEdades de vIda y de c'erebración. matinal ynostálgica. cruel y horrorizada, y anhelosa en Amé-rica de bien y de justicia por amor estético. ¡Y estaalma es la Que hay que poner en las formas del oro'clásico! Tampoco los prin.cipes de la lengua me die-ron mi desatada libertad, sino que yo me la tomo y amí me sirve para escribir como me da la gana, yopomposo, yo. romántico, yo engreído, yo delirante, yoprestidigitador.

Lo malo era que yo no sabía ni el abecé del fran-cés, y esto me causaba mil sonrojos. En la historia demi vida pesó como la losa de un ajusticiado, durantediez años, la vergüenza de no saber francés. Yo di-simulaba mi ignorancia como mejor podía, y hastame aprendí unas cuantas citas. Y hacía que toda laFrancia fluyese para mí a través de innúmeras tra-ducciones.

Dejé las tierras délficas de Colombia, y con su me-lodía en el corazón vine a Costa Rica. El país estabaen paz y se comía muy buenas chuletas en casa deuna señora llamada Julia. Gustó mucho a unos pe-luqueros mi Parábola del retorno, que había compues-to yo en Barranquilla y que posteriormente hube deincorporar en el Main Ximénez. Gustó también aaquellos amigos un verso: "El alma traigo ebria dearoma de rosales ... " ~no menos grato a Fernández

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Ledesma-, germen de una canción de 1908. La ma-ñana en que llegué a Kingston, aún -entre la medialuz, era fragante como la cabellera. de Eva, como elbeso de América en la frente de Cristóbal Colón, el12 de octubre ... ¡Oh, po~sía del tránsito! ¡Oh, dul-ce vida!

Fui a La Habana. Su mar galano, soberbio, sonoro,oJlulento de ondas, opulento de olas, irisado de dia-mantes, insólito de fulgor, cada ola como un torso demujer en florídez, cada efluvio como insinuación aldeleite de engendrar en la I?;loriadel día. Su mar la-tino me volvió místico. Me acuerdo que paseaba youna noche desamparada por el Malecón, y ardía enta1es fuegos y temblaba con tales zozobras, que volvía Dios mis entrañas. El acto contrito Se me desvane-ció como el rumor del mar de cuba, y no quedó enmí sino una especie de ternura religiosa, un indecisoanhelo de paz en el regazo de una creencia, de unadeidad, de una locura sublime en el alma. Era que elseñor estaba en mí mismo. Las flores de este purosentimiento perft¡man algunas de mis canciones másimperfectas.

En La Habana conocí al dulce y valeroso Catalá,a quien tánto recuerdo en mi cariño. Conocí a Arturode Carricarte, que dudaba entre si yo pertenecía alpresente o era ya del pasado. COnocí a los trovadorescolombianos Franco y Marín, a cuya locura de andarcantando debe Colombia un hecho glorioso: que sehayan difundido en México el bambuco, el pasillo ymil tonadas de canciones. Las dos melancolías musi-cales, la de aquí y la de allá, se han reconocido fra-ternas; los dos pueblos se han oído sus rumorlls Y susamores íntimos en sus íntimas melodías. En MéxicodeSbordan la más fina inteligencia y la más fina per~cepción artistica, y por eso la muchedumbre ha en",contrado en las canciones de COlombia, sin analizar-las, una excelencia de flor que se mustia, de miel quese acendra... Después vinieron otros trovadores, pe-ro eran muy calav,eras.

En La Habana conocí a Tobón Mejía... Creo queéramos algo parlen tes por la parte, linaj uda de mi fa-milia. El se dedicaba a buscar su expresión por me-dio de la pintura, pero no tenía libertad para mover-se dentro del cuadro. Sus ideales de pintura eran bi-zantinos. Después ha logrado resonantes triunfos en

( .../

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-París -según las trompas de oro- más no como pin-tor, sino como escultor. ¡Cada uno se encuentra a sutiempo, menos los tontos de remate! Tobón Mejia medejó un alto ejemplo de valor para la lucha, una fir-me esperanza en su talento .• y una grata memoria depaisano.

Conocí, por último, a Hernández Catá, un muchachoque a mí me parecía el prototipo de los amigos porsu bondad y de los hombres por su hombría. Estabacasadocoll una joven muy linda y muy honesta; ha-bía compuesto unos libros que a mí no me gustaban;tenía enemigos de verdad -no solapados como losmíos de Barranquilla- y lo acababan de nombrarcónsul en No-sé-dónde, costas de Francia. Alfonsocreyó en mí, me ayudó, me alentó. Fue el primer lite-rato de los que yo traté hasta entonces, que no tu-biese r,esabios ni excesos de vicio, ni pereza, ni vani-dad ni envidia. Su talento me marcó la ruta de Méxi-co, y vine a Méxko. Yo todavía no sabía francés.

El campesino que había en mí se asustó con el es-truendo de la capital mexicana, y me encaminé aMonterrey. Aquella ciudad me fue materna, y a suestimulo cordial empecé a trabajar. ¡Qué terneza, quévaga esperanza, qué divina ceguedad habia en micorazón! Me extasié en el goce de aquellas monta-ñas únicas, todo el imperio de la fantasía de la tie-rra, todo el 'caudal de matices de la luz refractada yenvolvente, todo el símbolo, toda la fuerza ... ¡Espec-tros de una amistad elevada, sencilla, noble!, .. Poe-mas inseguros, mujeres amantes de una noche, de undía, labor obscura, consuelo de los libros. Y... ¡oh,Shakespeare! iSi esta carne mía demasiado sólidapudiera deshacerse y fluír en lluvia de lágrimas! Yocelebré mis nupcias con la Dama de Cabellos Ardien-tes. Fue una noche de tormenta horrísona cuando laciudad se había inundado hacia los barrios obreros, yseis mil cadáveres humanos pregonaban la inocenciade la catástrofe. Y la obscuridad se entenebreció.

Entré al' periodismo, y rodando, rodando, he venidohasta el de la capital, esto es, al alto periodismo. Ya sésu secreto: lo aprendí pocos dias después de llegado aMonterr,ey.Consiste en escribir muchos artículos cor-tos con desenvoltura comedida, opinar sobre todos lostemas que úno no conoce, saber ponerse románticotodos los días de distint,o modo, profesarle horror a

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ANTORCHASCONTRAEL VIENTO 55

la verdad, y urdir todos los días pequeñas trampasdonde caigan los lectores ingenuos, que aún quedanalgunos. Lo cierto es que así, de redacción en redac-ción, empecé a afirmar la conciencia de mi ciuda-danía en el mundo. Me hice hombre. Ahora sí, yahubiese podido ensillar, poner el freno y orientarmeen las llanuras nocturnas. ¿Y el arte?

Volvia a leer, como en Barranquilla, como en LaHabana. Comoyo entonces no creía que lo fundamen.-tales el talento y la libertad de mostrarlo, antes quelos libros, leía hasta dos veces aql'ellos que me pare-cían fundamentales. Algunas noches hacía una lunamuy linda. Fundé la Revista contemporánea. Com.;puse El canto de las montañas, los de los niños, laáspera e inocente Parábola de los viaj,erost Espírituerrante y otras naderías. Excepto mi canción La es-trella de la tarde, que esa sí no es nadería. Se me ibadepurando el sentimi,ento ficticio de antes en la reali-dad del dolor; ya mi ternura no ,era inmediata, y miagua v,erbaí ahondaba su cauce. Mas escribía general-mente con una gran dificultad: la rima me era untormento, las asonancias mecontristaban. Forzaba elánimo para realizar ciertos cantos aun a ri'esgode qúese advirtiera en ellos la falta de un óleo melódico in-visible... Y yo me iba diciendo: "¡No importa! ¡Es-tos son esfuerzos! ¡Vivir es esforza.rse!"

Por más que hube reunido quince, veinte pequeñ.asobras en mis hatillos rehusé asesinarlas dentro deun libro, asesinarlas y sepultarlas dentro de un libro.Hay muchos libros de poetas y muy pocos grandespoetas, decía yo. Y esperaba. Y trabajaba ... ¡Un díallegará en que las palabras me enseñen sus azulessecretos! Entonces pondré en formas mejores la emo-ción y el ensueño que provisionalmente dejo en éstas!Tal es la historia de mi Lamentación de Maín Ximé-nez, que sirve de pórtico al libro. Es una poesia per-f,ecta porque tiene una alta tónica moral, una grantragedia de la razón, una gran tragedia del senti-miento, una gran rlql:eza de melodías en sus interlu-dios, y una gracia en las proporciones que la haceaparecer una capilla gótica.. ¡En ella está simboliza-d,a una divina tragedia! El vago ron sinfónico de supostrera parte infunde paz, y se entreabre Acuari-mántima. Y todo ello aprovechando los viejos mate-riales. ¡Qué tal sI oigo a mis amigos! Pero la glorio-

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la; mujer al fin, no tuvo la fortuna de que yo la cor-tejara. con muy visible insistencia,

Estuve en Guatemala, pero no pude componer niuna canción. El aire reverberaba de tiranía. Ofrecíal tirano un libro acerca de Guatemala ·10 escribí casitodo e imprimí un volumen, pero al tigre no le gustóporque se trataba del país y no de su imperial perso-na. Yeso que yo, entre embriaguez y embriaguez yexcesos de amor nocturno con mujerzuelas y otrasmujeres, había puesto muCho ruido de marimba enla prosa, y muchas citas: juna de ellas' en francés!Habia puesto también un sincero elogio a '-la mujerguatemalteca, que después apliqué a Ht mujer co-lombiana para venderlo por cinco dólares. Pero estoya fue en Nueva York, y, reservo el episodio paracuando hable de Mr. Archer Huntington. Porquene-cesariamente hablaré del culto y espléndido multimi-llonario.

He de recordar mis relaciones 'con Rafael ArévaloMartínez, el hemipléjico de mi tragicomedia, mal au-gur de Ma.ín Ximénez... j Maín Ximénez no se· redi'-mió al fin por una muj,er, como tú me decias, mi ami-go de Guatemala, sino por virtud del canto! A aquelespíritu lleno de deseo de ver, no de deseo de amarporque la angostura de su moral· no se lo permitía, lepar,ecí Un ser en extremo raro. ·Hizo entonces su pri-morosa nOVislillaen dos cuentos: El hombre que pare-cía ,urn caballo. Dizque era mi caricatura; Yo, franca-mente, no creo tener la sencillez ni la inocencia del,señor ,de Areta!. A la obra de Rafael no se· le hahecho hasta hoy una verdadera critica., YO intentéhacérsela, pero me engolfé en unos estudios de Fi-siognomía y. eso exige tiempo ...

De aquel.país de quetzal es recuerdo la firme y pro-lija lira de Carlos ~ld Ospina. Recuerdo a Fidelia.Recuerdo unas mañanas llenas de niebla. azul ...

No quiero olvidar una cosa: también estuve, añosadelante, en LaCeiba de Atlántida, sobre las costasde Honduras, y en San Salvador. En La Ceiba padecí,amé,prosperé, deliré ... Compuse mi primera canciónligera .. Vi morir a Raúl Peccorini, ebrio de juventudy de vida en el seno de su raza; le vi doblar la cabezaalgo loca y entrar en el jardín de los pálidos asfode-los. Temblándole en las abéñulas ya inmóviles, la úl-tima lágrima, que él decücó a la mujer con quien iba

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a contraer nupcias. Yo huí de La Ceiba. Me acompa-ñaba el joven que despierta en mi· pensamiento lasideas más puras, la visión más noble del espíritu enla obra de la vida, y que evoca en un fértil haz las ro-sas de la confianza, de la ternura respetuosa, de la vi-rilidad que llega entre cendales de inocencia ... En mipoesía responde al nombre de Juan Rafael Agudelo.Ignoro lo que habrá sido de él, en la muerte de la au-sencia. en ·el absurdo lirico y sentimental de mi vi-da ... Donde quiera que esté, él es un ciudadanoouehace honor a la Especie de los hombres. El ·es el tipode la nueva raza de AmérÍJca, toda candidez, virgini-dad y potencias.

Un rumor de selva y mar y viento nocturnoempie-za a desvanecerse en mi corazón.

San salvador es una ciudad encantadora, sobre to-do porque es libre. Me dio paz para leer, para soñary aun para delirar. ¡Cómo rugían entonces y cuáninsaéiables eran mis leones! No se satisfacían ni conlas carreras diabólicas hacia Santa Tecla, en un au-tomóvil brujo, y ella como si fuera Helena en el rap-to mitológico. Tembló la tierra. Pero... ¡ah pais aco-gedor, sonoro de rústicas faenas, cordial y encanta-do, fuerte y libre! Mi corazón vuela en las noches ha-cia Cuscatlán, alma de alondra sobre sus ruinas, es-pectros amados, embriaguez, un sórdido señor Qui-ñones que era Vicepresidente, los baños tibios bajola matinada, toda la miel del dia ...

*Las circunstancias vitales en que he compuesto

otros poemas no las voy a decir aquí. Se trata ya deobras como mi Canción de la vida profunda, para lascuales no necesito pedir indulgencia. Estas son las queforman el grupo de las Nueve antorchas contra elviento, amén de alguna otra que anda en otra partedel libro. Las llamo perfectas, porque he expresado atrazos mi concepción del mundo, mi emoción, mi ala-rido, la robustez varonil de mi alma en el dolor de lavida, de la dulce y trágica vida, tal como yo quería ex-presarlos: con un acento personal lleno de dignidad,dando fulgencia a las palabras, aliñando la músicahasta sus últimos matices dentro de pautas un pocoarcaicas. Después he comprendido que puedo reivin-

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dicar también, como virtud muy mía, pues la logropor el esfuerzo, la de la libertad.

Esta cuestión me obliga a detener mí palabra diva-gante, mi prosa un tanto cubista ... La lírica hispa-noamericana necesita dilatar el imperio de sus liber-tades. No es posible dejarla en el lugar a donde la lle-varon los maestros desaparecidos y sus contemporá-neos que de-elinan: Jorge Isaacs, precursor, José Asun-ción Silva, Gutiérrez Nájera, Rubén, Salvador DíazMirón. .. Es necesario' ir más adelante, no sólo paraque resuene en nuestros cantos la voz de esta edad,sino para que nuestros sucesores en el culto apolíneoreclban la lira con nuevas cuerdas. Yo trabajo en esteglorioso empeño.

Creo que una técnica apta para reflejar adecuada·mente la solemne alma de Hispanoamérica, la grannll'CÍón ideal ql:e va a surgir, nación de naciones, nopuede romper a muerte ni con las formas ni con el es-píritu de la tradición. La limpidez y claridad del len-guaje. aun para expresar lo turbio y lo vago, acusaexcelsitud, virilldad, corazón segur.o. A mí no me denescritores Que no saben gramática o que, puestos aexpvesar un concepto no tienen nueve palabras quedesperdiciar por una que aprovechan. Esa no es mi¡!'ente. Esos no saben español e ignoran la opulenciade los arcones de Castilla... Hay tesoros de formaspoéticas y aun de la prosa de los vulgos, ya ennoble-cida. que fulgen desde hace siglos con igual fulgenciaen las formas de los clásicos. Esto no es posible subs-tituírlo. Lo difícil es poner en esas formas el temblorde hoy, la inquietud Que nos envuelve en su onda, yhasta un poco de la inquietud que amanecerá maña-na. Púr eso yo he dicho en el Pórtico, que ansío miverso constelado de gemas seculares ...

-XI Lograda esta victoria prima, que es flor tempranaen los verdaderos escritores, la técnica tiene que re-coger la herencia de las familias ilustres: los román-ticos españoles y franceses, los parnasianos y los sim-bolistas de Lutecia. Pero no recogerla pura, sino enla elaboración actual, como cae de manos de Va-lencia, de González Martínez, de Lugones, de Leopol-do de la Rosa... Es indudable que debemos a Rubénel sentimiento de la aristocracia formal como unaconquista democrática. Antes no eran aristocráticossino unos cuantos señores; ahora lo queremos ser to-

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ANTORCHAS CONTRA EL VIENTO 59

dos. O:Por eso nos parece que resuenan tan fuerte-mente las liras de España, a excepción del cenáculode los elegidos, y sobran dedos ... La juventud lite-raria de nuestro continente se ha tornado exquisita.Gusta de hallar en cada poema una sucesión de me-nudas sorpresas de palabra o giro elegante, que coin-cidan con otras tañtas sorpresas del sentimiento ro-mántico dulce, o irónico o simplemente maravillosode primor como un caracol. Y todo ello envuelto enel velo de Isis, ondeando vagamente en la nébula flo-tante de imágenes imprecisas ...

Hé aquí 10 que quiere nuestra generación literaria.Pero un alma de hombre sano cantando a la vida enla alegría mística de la Naturaleza, a grito abierto; ocantando su horror lúgubre, cruzado de relámpagosde muerte ... Un hombre-hombre, es decir, carroñade carroñas, cantando la tristeza hórrida de su llaga,y haciendo brillar sobre la podre la luz divina. de suvoluntad en su talento ... Un ebrio de la gloria de Si-món Bolívar... Un augur de la ventura de nuestraAmérica hispana, toda temblor de materna prome-sa ... Un bardo que acoja hoy la tristeza desesperadade los humildes, que están locos de rabia y amena-zan el eje diamantino de esta sociedad inicua ... Unbardo que comprenda la justicia de la ira social, eloprobio de los millones frente a la ironía de los suel-dltos ... Un hombre que advierta en el giro de las ho-ras el giro de la Edad, porque fluctuamos en el cre-púsculo de una Edad del mundo: la que hoy se des-pide será agregada en las cronologías a la Edad Me-dia, o Se le dará nombre de Edad Horrible, o se harácon las dos una verdadera Edad Anttgua ... ¡Oh, hu-manidad! ¡Gotea sangre de los pies de Jesús, perobajo la sangre se erigen sus lirios de divina eficacia!Un alma así, un hombre así, un bardo de los que re-sumen todo el clamor de su tiempo, no lo pide nues-tra generación literaria, aunque seguramente sí laque no es literaria, y nos lo demandará la posteri-dad.

Algunos poetas que habían logrado aquella digni-dad y aquel primor de que ya he hablado, empiezanapenas a salir de entre los marcos restrictos de las es-trofas silábicas, Otros estaban ya afuera; sólo queuna vez del lado de allá de la linea no pudieron en-contrar la melodía, sencillamente porque se olvida-

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ron de qué los elementos de las melodías más variasy aun más virginales, 'están en los clásicoo, en esosclásicos de cuyas cárceles de oro querían ellos huír.

A pesar de este advenir tardío y de estos ensayossin corona, es necesario conquistar en d:efinitiva laondulante, la vágula, la selvática, la nocturna, lacampesina, la marina libertad del verso y de la pro-sa. No es posible ni es decoroso dejar aparte las cues-tiones de la musicalidad del verso, en un mundo por,el cual se difunde ya el espíritu de Beethoven., Yocreo que las ligaduras del canto español no están enlas estrofas ni en las palabrag, gino en nuestra es-clavitud a las relaciones lógicas. Nosotros enumera-mos los principios del conocimiento, pero no la afini-dad, la virtualidad, el milagro de las melodías y delas ideas melódicas. De alas a alas, entre idea meló-dica y melodía pura, ge tiende un velo irreductiblea las palabras. Y como este es el reino de la vague-dad -Vágula- flota 'en él una infinita posibilidadde asociaciones por sólo la virtud. musical. Basta oírla palabra Acuarimántima para asociarla a los' via-les que hemos Leído, a las mujeres de la Odisea, a lasciudades de Marco Polo, a las lagunas de los paísesQue tocó Simbad. a las montañas nevadas que soñóSir John de Mendeville. O bien sugiere la idea de on-dinas, de jóvenes mujeres cargadas con haces de ni-ños y lirios, de lluvias iluminadas por el soL.. Yoempiezo a buscar mi libertad pOética pOr la substi-tución de las relaciones melódicas a las relacioneslógicas, y por el uso d'e la elipsis llevada a sus últimoslímites. La poesía no es discurso sino... pOesía. Asícomo la música no es pentagrama.

Pero antes de apartar mi divagación de estas cues-tiones de técnica, quiero decir una cosa. Todo esto:correc'ción del estilo formal, primor, melodía, liber-tad natural, libertad extranatural de substituír en-laces melódicos a enlaces ideológicos, o de elidir re-laciones intermedias como elide un águila espacio, aaletazos, todo esto es vana fórmula si úno no ha sidohechizado ... Ya el hechizamiento sea divino, comoen San Juan de la Cruz, ya sea de tristeza de amorincurable, como en Bécquer, ya sea luciferino y so-námbulo como en mí, ya sea ondulante y llameantecomo en Rubén o en don Ramón, flay que estar he-chizado."¿Y cómo se hechiza úno, Maestro?" -me

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dice un joven de rara belleza y numen sietemesino.l'Ah -le respondo yo- I ¡viviendo!'"

Debí haberlo dicho: ¡embriagándose! Pero no. asíno más como Quien nO lleva un tesoro que defender ...La norma es ésta: comprender la nobleza y la digni-dad de la vida en la sujeción a algo supremo: Dios,patria, humanidad, arte; tener un ideal, en fin ...Acoger la tinieblas Que nos envuelven, la ceguedaddel destino, la iracundia de la vida, el soplo de pavorque viene del lado de allá de la muerte, y resolvertánta negrura en la fulgerucia indeclinable del Ideal.¿Y cómo? ¡Por la voluntad de resolverla, porque ~avoluntad es la verdadera gracia de Dios en este su-premo conflicto. Hé aquí el ejercicio genésico de mi'energía. Yo no podía pasar sin perpetuarme en uncristal, como el rayo de luz sin cuajarse en una esta-lactita ... Erigí mi lema en lo alto de mi corazón:"¡Vivir es esforzarse!" Y comencé a esforzarme tristey silenciosamente. '

La nave de mi vocación iba adelante, cegada derelámpagos y batida de tumbos. ¡Ah, dura vida!

¡Cuánto trabajar! ¡Cuánto leer para escribir! ¡Cuán-to escribir sobre Economía Política, sobre Derecho In-ternacional, sobre las urgentísimas reformas al Có-digo Civil, sobre la actitud del Congreso que pierdeel tiempo, y contra otras personas que tampoco mehabían hecho mal alguno ...

El ideal artístico, que si ,es ideal ha de ser amor hu-mano,es la fuerza Que nos sostiene cuando se levan-ta el huracán de la vida. ¡Ya el huracán está aquí!¡La embriaguez va en sus rachas como el rumor enlas ondas! ¿Con qué deSignios nos mueve la mano querige nuestros movimientos? ¿Quién hizo tan ásperoel camino del bien, y el otro ¡ay! florido, fácil y an-churoso? ¿Por qué el alcohol enciende sus llamas lo-cas que alumbran escenas grotescas? ¿Por qué aque-llos días de gris esterilidad, de frío desamor, en queno había más consuelo que ver rodar el disco de laruleta: ¡dLeciocho colorado, seis negro! Aquellos amo-res que parecían una designación de mi raza, fallidosen una ,escena ridícula con la señora madre... Losdías sin pan y en rebeldía contra la .ley de ganarlo ...Gentes desapacibles que me creen producto al pormayor y sujeto a las mismas leyes ... La muerte queme roza con sus alas, tragedias ajenas, fracasos, ayes,

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amores, alaridos... Unos que se alzan y otros quecaen en la ruina de sus fábricas de soberbia... Lapolítica en vaivenes, la heredad dudosamente habida,el estrépito de la guerra que abre las nociones denuestra civilización y nos las enseña por dentro, san-grientas ... ¡Oh, todo el tumulto de la vida hecho unhuracán que me azotaba el rostro! Y yo contra él, di-choso en el peligro, levantando mis ideales de hom-bre como antor1chas, ebrio, el oído alerta a la cántigade las sirenas ...

Este abandono en los giros multivagos de la vidame hizo llegar a las más negras simas de la vida so-cial de mi siglo. Conviví con los miserables, miserablecomo ellos, en la cantinas de Ciudad Juárez y de Chi-huahua, en los garages de El Paso, donde la corrup-ción moral asume tales formas, que parece ideada enuna sobre,excitación pesimista del alcohoL.. Com-prendí que la tragedia se manifiesta por medio de lascosas y va a herir al eS1píritu, pero que ella flota porcima de los dos, inad'Vertida y fulminante ... Com-prendí que ,el misterio está llamando como un niñode ojos de luz a la puerta de unos ceguezuelos, y queno oímos su llamar... Ví, palpé, labré, formé las co-sas con mis manos; las interrogué en nombre de miamor a la vida, y su silencio de silencios me aclaró elenigma ... Las cosas abrían sus bocas para reír, memostraban las entrañas, y luégo me tendían los bra-zos en una fraternidad a la vez gozosa y lúgubre, me-lódica de risas e irisada de lágrimas. ¡También ellaseran cautivas! ¡También, como yo, como todos los mi-serables que padecían y gemían a mi lado en las maz-morras del siglo XX, na eran sino la veste de un pen-samiento perdido en la ilusoria sucesión del espa-cio y el trempo .

Quise fijar en palabr.as, en canciones, en raptos dela palabra iluminada este glorioso despertar de mi al-ma; pero las palabras ,adquirían tal personalidad, seindividualizaban y ,erguían de tal modo, que no se de-jaron atar con los lazos de seda del discurso ... Espe-ré. Después he hallado las melodías y las imágenesque deseara. Y empiezo a cantar mi canciÓn, libre eneI nombre de los pájaros, los arroyos y los vientos. Ygrabo en mi corazón esta norma: la vida inmediatagana en fidelidad de detalles transitorios, al subir a

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la canción, lo que ésta pierde en perspectiva ideal yen hálito humano.

H.erencia del numen que nOs condu,ce a través delas cosas. traemos del viaje una noción universal dela ,armonía como principio estático. Incorporando aella nuestro dolor, la hacernos dinámica. Existe el do-lor como principio dinámico en arte; incorporando aél nuestra noción de la armonía, lo fijamos en el tiem-po, en la resonancia de mil ondas sucesivas.

¡El huracán arrecia! Sus ráfagas ya no embriagan:¡hechizan!

Mi poesía es para hechizados. Aunque Se manifies-ta ~eneralment,e con una ap,ariencia de tranquilidad,está llena de temblores, de relámpagos, de aullidos.Hay qt;e desentrañarla, no en la complejidad de suspensamientos, sino en la complejidad de sus emoc:o-nes. Parece cerebralizada: no lo es. Yo soy hombre detono profundo, y no producto al por mayor de la Na-turaleza.

¡Hechizantes opios. hechizante caña de México, he-chizante y Íleo alcohol, hechizante amor de la inteli-gencia hacia la vida -que es el mejor de los hechi-zas-: he aquí lo que yo demando a los lectores de es-tos poemas. Sin una exaltación de entusiasmo, o aun-aue sea de iracundia contra mi númen, no es posibleleer mis páginas inflamadas ...

Técnica liberada, pues. ,e interpretación del mundomerCl€d a un alto ideal de amor. Circunscribamos elideal a nuestro México, a nuestra Amériea y a nuestraciudadanía. .

El estrépito de las batallas y el negro hollín de lasdeslealtades políticas -coeficientes de la marea desangre- nos han hecho pesimistas inactivos, y poresa inactirvidad no osamos creer en la grandeza de laobra que ,está reaUzando América. Si a un ciudadanode México, del Ecuador, de Venezuela se le pregunta-se cuál es la fórmula que difine nuestros aportes almovimiento del mundo, v;endría a responder, puestoque fuese un Juan Lanas: matarnos para robamos. ypuesto que fuese un intelectual como Francisco Bul-nes: pasar 'de la dictadura a la anarquía y de la anar-quía a la dictadura, Y aun el coro de repúblicas que

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se enorgullec.en de su paz íntima y de la estabilidadde sus instituciones parece dudar todavía ... "Apenasbrilla alzándose el ,argentino Sol, y la Estrella chilenase levanta.;."

Sin embargo, en la proporción en que lo han permi-tido mil circunstancias contrapuestas, hemos sido co-laboradores benéficos en la obra de la cultura. Entrecoros de angustia y como a ímpetus de puño infantiltallamos en la piedra familiar la estatua que ha derepresentarnos en el templo de las grandes razas. Sinun pensamiento que unifique los arranques, fallidala cohesión, inseguros los ,derechos, el bienestar mez-quino, nU!estro virgíneo continente no ha interrumpi-do su tradición de gloria por falta de quienes la per-petúen. No hay una sola de las ,actividades humanasen que no haya pliestado su concurso a la vida la pa-tria ideal de nuestros corazones: ya brillánte de íg-neos fuegos de epopeya,como ,en Bolívar, en San Mar-tín yen Morelos; ya florido de talento, de energía, deprevisión, de ternura, como en Sucre, ,en Alberdi, enMitre, en Murillo Toro, en Julio Arboleda; ya aptopara fundar las libertades civiles entre el humo delas batallas y las ambi.ciones de los caudillos, como enSantander; ya apto para las más difíciles especula'-ciones de las ciencias naturales, físicas y matemáti-cas,como en Caldas, como en Zea; ya hecho arte su-premo al servicio de la suprema ardentía latina e in-dígena, como en don Juan Montalvo; ya en la preñezromántica de 1850, que pare caballeros de la libertadcomo Juárez y su pléyade, y más adelante caballerosde la más ríspida autonomía, como Maceo y sus co-hortes flamígeras. Ya, en fin, sonoro de liras como enese ideal grupo en que destellari, en la unidad delnimbo de su gloria, un Olmedo y un Bello, un Gutié-rrez González y un Pamba, un Andrade y un José Eu-sebio Caro,"un Epifanio Mejíay un Heredia, un Darioy un Chocano, un Herrera y Reissig y un Nervo ....pues, ¿.y fuera de las liras? No hay sino que citar losnombres de un Ricardo Castro, de un Manuel M. Pon-ce~ de un Acebedo Berna!, de un Roberto Montenegro,° de ese ,espléndido genio de Saturnino Herrán, elmás original, el más sintético, el más filósofo, el másiluminado de los pintores de razas... El cofrade deSan Miguel o el Tríptico de las ofrendas, de este pin-

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tor, son como ,el Tequendama y el Chimborazo en lahistoria de nuestras bellas artes.

¿Y si contamos las conquistas logradas para nues-tro derecho? Bolívar define con el Discurso de Angos-tura y la Carta de Jamaica la unidad de la raza, co-mo la define Saturnino con los lienzos de sus ofren-das. El libertador señala con antorchas de fuego loslineamientos de nuestra sOCiologia. Como Santanderen Colombia, aunque es difícil que con tal suma detalentos flamígeros, otros capitanes de América or-ganizan los pueblos que les toca regir. Las nacionali-dades se cimentan, la patria logra su primera encar-nación formal. Ya la rapiña del 47 suscita enconadasprotestas, y todos los corazones se vuelven hacia Mé-xico.La lucha contra Maximiliano es la lucha de to-dos los espíritus del continente contra la caduca Eu-ropa, y el patíbulo de Querétaro se trueca en pedestalpara el orgullo de la raza nueva. La intangibilidad dela forma republicana en el mundo de Colón queda es-tatuída. . . Y elidiendo épocas, sucesos y nombres.¿qué significa esta inquietud que hoy mismo se di':funde a lo largo y a lo ,ancho de nuestros pueblos,sino la aptitud y la decisión de la América para co-laborar en la revolución que hoy alborea, y de cuyoseno ígneo ha de surgir el mundo renovado por lajusticia?

Es pveciso recordar esta certidumbre consoladora:mientras la guerra civil parece devorarnos los riño-nes, y los cepos calcinados del odio cubren de nubespestíferas el ambiente, y la sangre gotea con un glú-glú desolado, los espíritus más conspicuos del Conti-nente recogen lo esencial de la cultura de Europa-suflor síntesis- y su aroma embalsama los actos nacio-nales: el libro y la ley. el poema y el lienzo ...·Es todolo que Europa nos pUiededar: ¡un aroma! Y es así co-mo, labrando el equilibrio social y político, según lanorma fatal de todos los pueblos, y, por tanto, atra-sados de modo ineludible, persistimos acordes con lacivilización, nos vinculamos a ella y trabajamos ensus empresas. Somos verdaderamente una Edad Me-dia sin religión ... Y así como del vi,entre inflamadode la Edad Media antigua brotaron las naciones enun parto de seculares gemidos, así del fondo de estaedad que está viviendoAmér~ca, brotará la gran fe-

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deración espiritual del Continente, bajo el nombretutelar de Simón Bolívar.

Yo 'creo -y expreso mi cr,e,er, para sublimarlo, conpalabras de Valle Inclán, gran maestro- que la on-da cordial de una nueva conciencia sólo puede venirde las liras. Yo creo -y mi creer tiene la integridadde un diamante- que nuestras liras son llamadas aderpertar la visión de la patria futura, de la Américahispana como representación de una nueva flor ét-nica, de una nueva ·energia vital de asombroso podercreador y como posibilidad de una concepción estéti-ca y una nueva manera de expresar el sentido delUniverso. Hacia esa cima quieren volar mis alas. Y ennombre de la. armonía qÜJetodos pugnamos por redu-cir a números pitagóricos, yo digo a los poetas deAmérlca, a los que aman mi obra y creen en la ondacordial que ella vela: ¡Unámonos en este florido es-fuerzo! ¡Sobre las huellas de Rodó, hacia la cumbredel amor y el dolor de Bolivar! Y que nuestro grananfictionado sea el Reino de las Musas!

El ideal de la fraternidad hispanoamericana es to-davía obra de poetas, aunque empieza a ser tambiénempeño de estadistas. Es a nosotros, pues, a quienescorriesponde definirlo, promuIgarlo y cantarlo; sobretodo, cantarlo. ¿Y cómo debe ser entendido?

La unión af,ectiva del Nuevo Mundo latino -los Es-tados Unidos no son América, son Yanquilandia y susesplendores- no puede tener una significación deaumento de fuerza material, de cohesion política dealía.nza tácita para grandes empresas de guerra o' pa-ra proteccionismos innobles y estrechos. Si ése fuerasu alcance, Ul,nto valdría como tender hacia España(¡se entr.eabrt una rOsa trágica y lírica en mi cora-zón!), hacia ·Francia, Inglaterra y otros países euro-peos. No. Nuestro ideal hispanoamericano es el de unacomunión con el destino continental para el esfuerzohondo y puro d,e la vida; el de una dilatación augustadel espíritu; el de un ritmo humano nuevo; el de unnuevo coro de la más profunda tonalidad que hayaresonado en la historia.

En el juego de las relaciones de pueblos a pueblos,las alianzas convencionales, basadas en el equilibriode las fuerzas, se hacen y se deshacen a v.eces entreocéanos de lágrimas y estrépitos de catástrofes. Peroesta alianza de la AmérIca latIna e indígena, toda en-

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tre sí, p~leblos y pueblos, será imperecedera porquela estatuimos sobr,e el amor, por encima de los caño-nes, las montañas y el tiempo. Hemos de consagrarlano sólo en las raíces del árbol de la vida, sino tam-bién en lo alto de su follaje, de donde vuela el ritmoy la flor, el aroma y la miel del mundo. Y estaremosorgullosos de ella por su propio sentido de ternura,como del acto que sintetiza el más coordinado y ge-neroso de los esfuerzos humanos contra la materia-lidad.

La ventura que esta unión ha de darnos se colige,pero no se reduce a números. Representa una reali-dad que excede a todas las realidades históricas queconocemos. Dentro de la onda inmensa de amor de laAmérica Una, tendrán más recio temple' nuestras al-mas, y más fervor nuestros cantos, y más fecundidadnuestros ensueños, y más amplitud nuestra concep-ción de la armonía y la hermosura de la vtda. Sere-mos entonces como Maín Ximénez cuando la transfi-guración de su ímpetu en pasajero abatimiento, de hUabatimiento en acción melancólica, de su melane-olíaen regocijo iluminado. Seremos artífices en el granpoema de la paz, la justicia y la abundancia Je laTierra. ¡El amor habrá conquistado las murallas deAcr,arimántima!

Frente a la España maternal y gloriosa, pero des-peada; .frente a la Inglaterra opulenta, pero antihu-mana, opresora de la India; frente a la Francia delas iluminaciones, circunscrita a los aros de sus siglos;frente a la ,fUemania de casillas donde ya no quedani un rincón sin nomenclatura; frente a los EstadosUnidos de pies doebronce, vientre de ore y cabeza dearcilla -país de esclavitud cuáquera bajo cacareadasformas de libertad- se erigirá nuestra Amérlca vir-gínea, de estupenda energía cre.adora, con voz deamor. aliento de selva y visionario corazón. ¡.NuestraAmérica, sibila feliz del género humano!

y así como en este continente se libraron las bata-llas definitivas contra la púrpura real -porque fueaquí donde se cumplió ese gran suceso, por más quehaya aún, anacrónicamente, andrajos de gloria enre-dados a las patas de los tronos-, así en su regazoprolífico asegurarán las generaciones que están poradvenir la distribución equitativa de los bienes terre-nos, por la cual se estremece hoy el mundo ... ¡Poetas

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68 PORFIRIO BARBA-JACOB

de Hispanoamérica, hermanos en la memoria sagra-da de José Asunción Silva y de Rubén Darío: cante-mos a Hispanoamérica! Hispanoamérica es la Atlán-tida surgiendo resurrecta del mar, oro vivo, alba ful-gente, fuerza, amor, milagro eterno, ternura, esplen-dor, melodía ... ¡Cantemos a Hispanoamérica!

A México le corresponde la dirección ideal de estesagrado movimiento de las almas. México está al Nor-te, ,en los 'confines del mundo de Bolívar; tiene raí-cles que se prolongan hasta más allá del advenimien-to de Colón; posee una fisonomia confusa, pero pro-pia y auténtica; se desborda con el paso huracanadode sus guerrilleros, que no es sino indicio de fuerzassin cauce; ha sepultado dos imperios; y, lo que ,es másimportante, acepta la suprema delegación que le ha-cen con tácita voz los pueblos fraternos. Que Méxicoresponda, pues, a esta confianza fraterna y vital, conla efusión de su espíritu en las más elevadadas mani-festaciones. Que haga ver a la América cuán dignoes de llevar su oriflama y de integrar su unidad.En-lácese a América y que América se enlace más y mása él, por zp.edio del trabajo iluminado, de la resonan-cia simpática, de la acción idealista. ¡Navegaremosentonces según el viento de un heroico destino!

Asperamente aferrado a las realidades de la vida-porque no soy Principe-en-la-luna sino ... paraotras cosas---, comprendo que el ideal gusta de viajar,como ciertas aNes, al amparo de las naves veleras. Ndsé si habrá pájaros que viajen en los modernos tra- .satlántlcos, porque no he reparado en ello ... De loque sí estoy cierto es de que, como dizque enseñó elgenio de Alejandro Magno en las postrimerias de laEdad Antigua, el cambio de productos es como lasor-tija nupcial puesta en el dedo de la vida, que auguraya el milagro de la unión y de la multiplicación. En-viemos de país a país nuestras canciones, aunque seapor la telegrafía inalámbrica, mientras llega el día enque ellas puedan ir de Veracruz a Buenos Aires o deT,ampico a La Guaira en barcos propios, que tenganpor lastre la plata nativa y las gomas vernáculas.

El Continente Estético -cual le llamaría Vascon-celos--- ha menester que la onda cordial de su nuevaconciencia se inicie por el canto de nuestras liras yse consuml¡)y afirme por la acción de nuestros cora-zones ,en el ejercicio cotidiano de la vida civil.

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*

t

Yo no he conquistado las normas estéticas y vitalesque acabo de figmar por medio de mis imágenes. Mu-chos de los poemas que apar,ecen en este libro no sonsino -como yo mismo lo he dicho bajo el influjo deuna deidad que no debo nombrar aquí- esfuerzos va-rios por resolver mi canto en melodía. Yo antes veíael cr,epúsculo y creía que ése era el crepúsculo. Des-pués supe que el v,erdaderocrepúsculo es el que estáen lo íntimo de nosotros ... Hay cantos como La es-perada, los fragmentos de La tristeza del camino, miParábola de los viaj1eros, y algunos más, que distanmucho de ser obras a,cabadas: les falta melodía inte-rior, ajuste artístico. otros -vaya citar una de misobras fundamentales-, como La Dama de CabellosArdientes, tienen una forma lánguida sobre el incen-dio y la desolación de sus fuegos íntimos. La ,victoriade mi intuición anhelante consiste en que he reivin-dicado la libertad,en que empi,ezan a revelárseme lossecretos de la melodía, en que he ensanchado mi co-razón para que vuelen dentro de él las águilas de miamor. Vaya cantar la raza, la patria, los héra.es de laRusia idealista que triunfan y gimen con Trotzki yLenin ... Vaya cantar las menudas cosas familiares,para que empiecen a tener sentido las florecillas mae-terlinianas de nuestros campos... Voy a levantar el.vuelo hacia la sinfonía poétka ~en cuanto es posi-ble hacer sinfonías con palabras~ para escribir nues-tra epopeya espiritual; pero así, a reláimpagos, comomi condición ... Y, sobre todo, vaya cantarme a mímismo. Si en taLes canciones hay obscuridad,es, algúndía las aclarará mi tragicomedia de Maín Ximénez.Y si hay misterio... ¡pues si hay misterio no habráquien lo aJC1arenunca jamás!

Séame permitida una observación. Después de losfenómenos de que fui a la v,ez víctima y espectadoren el Palacio de la Nunciatura, que todo México haconocido por un relato mío tan económico de ideascomo de arte, no me está permitido c,errar la puertade mi poesía ni de mi ,tragicomedia a los hálitos delmisterio. El Infantito de la Buena Estrella, ser realque ahora mismo Viv,ey q\;,e mañana leerá estas pá-ginas locas, es un personaje que puede hacer. coro a

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7Ó PORFÜHÓ BARBA-JAéÓn

Maín en sus andanzas; tiene hasta los tonos de lasmarionetas ...

Yo reposo tranquílo en mi obra, en la que ya tienealas en la vida de las canciones,y en la que no es sinoun vago ritmo de abeja platónica en mi fantasía. Yoentrego mi trigo, seguro de que va en él la savia desu campo. La posteridad separará las ga'villas peque-ñas y vanas, las que brillan menos por la madurez deLosgranículos que por el vívido oro de las pajuelas.8.e me l'i€duciráacaso a unas cuantas páginas de an-tología, con la asigna.ción·de "errabundo y extravia-do". ¡P.ero algún grito mío subsistirá, porque por miboca han hablado el dolor, el terror y la esperanza... !¡Y Acuarimá.ntima fulge en la lejanía!

Mas cuando digo mi obra, aludo a la que salga a laluz impresa en tomos de edIciones dirigidas por mí,con prólogo mío, con el sello de mi intransigencia. Lodemás, lo que anda por ahí, no lo reconozco.He eS-crito innúmeras nec~dades que parecían agradables;me he revelado en mílensayos presuntl1osos,dondemi ignorancia estaba tan al descubierto como recón-dita mi habilidad para ocultarla. Quien reproduzcalo que no tomó de mis libros, traiciona en mí la vo-luntad artística de la Naturaleza.

Creo, finalmente, que estas páginas -las que pre-ceden y las que siguen- irán a levantar murmullosadversos a mi nombre, entre espíritus reacios al co-razón caritativo de Jesucristo. Me está reservada unacelebridad rencorosa. Quizá alguien se torne iracun-do contra las di1"eccionesartísticas de mi obra, pordirecciones morales que no he querido señalar. Peroyo no soy un moralista del amor, ni padre de familia,ni maestro de escuela, ni siquiera diplomático... 8.iarvecia la tempestad, me acogeré silenciosamente alblando arrimo de la contemplación. Soy uno de losseres que más gozan en la soledad, que más consue-los saben resumir en los esplendores de la naturale-za. No hay pesadumbre, por ruda que sea, que no seme disipe cuando asoma sobre la paz de los camposla estrella de la tarde.

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ÁNTORCHAS CONTRA EL VIENTO 71

*¡AUl'\ora! ¡Aurora! Hoy he advenido en medio de

los hombres por la virtud de mi canto, que fija midolor y mi esperanza. Soy el príncipe fatuo de la ri-ma, el príncipe llagado, pero fatuo, el príncipe ciego,pero fatuo ... Seré tema de conversación, de censu-ra, de elogio inteligente para quienes lograráncomprender. .. Seré errabundo... Seré desmesura-do ... Envejeceré en el noble ej'erc1cio de la lira y enel amargo ejer,cicio d¡e un trabajo sin idealidad... Seme rechazará al fin de los periód1cos. .. Iré a los hos-pitales como Verlaine ... Después un viento ... un vien-to. .. un viento... y en ese viento mi alarido.

Porfirio Barba-Jaeob

Octubre 6 de 1920.

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CLAV~S

Prólogo del volumen CANCIONES

y ELEGIAS, edición de homenaie alpoeta. (MéxIco, 1932).

Amigos insignes, de la más alta representación enla literatura continental -Ramón López Velarde, Al-fonso Reyes, Enrique GonzáIez Martinez, Silvia Ville-gas, José Santos Chocano, entre otros-- me han ins-tado con afectuosa solicitud, en el ,curso de luengosaños, a reunir mi obra l,irica, que anda dispersa enrevistas y periódicos, y a pu:blicarla en una de esascolecciones "que siquiera se dejan leer". Accediendoal honroso estimulo y a mis propias ullgencias entre-go a la casa editorial de Alcancía los originales de al-gunos de mis poemas escritos entre 1908y 1929,Y queforman parte del volumen de Antorchas contra elviento.

En cierto modo, los trabajos que anuncio resultanpóstumos. El soñad'Ür "modernista" que los imaginó ylos compuso -que flotaba ,entre las olas de sangre dela revolución mexicana, o bien iba como un globe-trotter fuera de Anáhuac a afrontar civilizacionej,idiomas, hostilidad y ditirambos, o imitaba un pocoa los personajes de las novelas picarescas- ha muer-to, ha resucitado, vuelrve a morir hoy de muerte ine-luctable. Y yo, hablando por él desde un alba de oto-ño que anuncia reverberación, me incorporo con nue-va sensibilidad, nuevas ideas y ánimo nuevo ante lavida. Qui,ero significar con esto que no reniego de miopaca y transida labor de antaño, que es "lo que pu-do ser" pero que deseo no se me identifique con elpoeta que logró realizarla. .

Si algo tieoon los lectores de la América tropIcal-mi América-, tan sutiles en el ejercicio de asociary disociar ideas, es la malicia necesaria para com-

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f>ÓRFÍRlÓ MRBA-JAébí3

prender esta insinuación en todo su alcance. Sin em-bargo, quiero detenerme un punto en ella y dar algu-nas claves, no tanto por lo que atañe al poeta prete-rido, cuanto al hombre actual y al hombre futuro quehay en mí.

Se me ha dicho desorbitado, por sujetos que segu-ramente no llegaron a columbrar, desde su horizontevital de cáscara de huevo, la amplitud de la órbita enque me movía. se ha creído que mi existencia iba sinobjeto ni plan: que no tenía más conflictos que losque yo mismo me creaba; y que mi frío desdén, miaparente desorden, mis fugas -testimonio de la in-quietud: fuego central- amenguaban en mí la capa-cidad de la inteligencia; extinguían la impulsióncreadora.

De tal suerte se formó, con respecto a mi equívocapersonalidad, un esquema tupido de simplismo malé-volo, solapado entre mil encomios, que llegó a ser cli-sé. Fui Ashaverus, pero degradado, ya sin poder nu-minoso. Para otros, fui Peer Gynt. Y en el tinglado dela fantasmagoría se me degolló con la hoz de cadaminuto, mientras yo me ocupaba en las arduas faenasde mi inactividad. ¡Qué lástima daría este individuo,derrochador de sus caudales económicos y de todo or-~n, 'comido del abandono, y que ni siquiera publica-ba libros!

Para juzgarme así era necesarío ignorar -entremuchas otras ignorancias que provienen de perezamental y de falta de ternura- el complejo de mi san-gre, toda mi lontananza física y espiritual. Una mu-jer de mi raza componía endechas desnudas, de tem-blor y de amor, a la sombra de los zuríbios. Un varónde mi estirpe fue sutllísimo en la Teología y en laciencia del Derecho, pl1esidió el primer congreso re-publicano de la Nueva Granada, y murió fusilado porlos realistas en Bogotá, como Caldas y como Policar-pa Salavarríeta. Y, por la línea paterna, cercanos an-tecesores míos, en e¡.l;¡.reñalantk>queño;-errlos Andes,dormían sobre cueros de res, como los arios primiti-vos, y por toda blandura ponían bajo sus cabezasabrumadas el almud de tasar maíz. Un río salmodióreligiosamente mi infancia; pero no conocí más mú-

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sica de artificio que las vihuelas de los peones y elmelodium de la parroquia, ni más teatro que el hori-zonte, de bambalinas azúleas. La guerra civil de 1900fue mi madrastra, e hLce mis estudios y recibi las bor-las de Doctor perentorio ----costeándome yo mismo 103cursos, de año en año- en la augusta, en la tremen-da Universidad de... la vida.

¡Pugna heroica! liíada sin dioses, la de aquel queha de formarse y de existir -y de triunfar, si llega atriunfos- con la generosa ayuda de Nadie, para quedespués lo exploten políticos y arribistas, lo expulsenlos gobiernos de tres países, y quleran cirrunscribirlJen nombre de leyes morales en que aún no cree, tira':nos a quienes desprecia, cenác~los de donde no ha desalir ninguna revelación, partidos que van a reventarde mezquinas concupiscencias.

y sin embargo, todo esto no forma sino el tejido de10 incidental, que no asume ni siquiera la dignidadde problema. El problema es otro. Más antiguo y máscomplejo que el del Príncipe de Dinamarca. Parececargado de explosivos. Rezuma de razón pura y derazón práctica en dolorosas alternativas. Entre unocualquiera de sus términos y el que le antecede o elque le sigue, los arcos del horizonte mental se van ce-rrando y constriñen y angustian como unas tenazas.Yo era, pues -intuitivamente-, un hombre metafí-sico, aunque careciese de cultura organizada y de sis-tema estructural, y sentía urgencia de absolver gran-des cuestiones para echar después los fundamentosde mi propia EtiJea.

Necesidad del ser.ser.Modo de ser.En los filósofos profesionales, esto define claridad,

método para la exposición. En los poetas determinaborrasca y ensimismamiento.

La lectura dizque es ,el consuelo de los insaciados.Me hundía en ella con pertinacia ejemplar, pero a míno me consolaba. Los libros donde busqué solucionesme pareci,eron esquemátiJeos, sin fluidez y sin miel deternura, o bien eran puramente místicos: resultaban

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más allá del conflicto, fuera del espacio y de la cau-sación. Además, eran libros "en europeo", y yo soymodelación .del barro de América, quizá ese barro ensu pristina tosquedad. Si por aquel antaño hubiesetenido ya su ~orma de hoy la Metafísica de José Vas-concelos, donde por primera vez he sentido que se ha-bla a los hombres egregios -no gregarios- de mi pro-pia raza, llamándolos a encontrar en el YO EXISTOel punto' de partida, la realidad en torno de la cuales únicamente posible una explicación del universoíntimo y del universo exterior, ¡cómo se hubiesen re-suelto en paz y en júbilo todas mis torturas! Ellascontinuaban aJ1í, como un incendio que devora sin ex-tinguirse.

Lógico es que quien lleva esta lumbre ardiendo con-génitamente a las propias raíces de su personalidad,y quien, además, crece arrecido por terribles concu-pisc'encias -¡oh Freudl, ¡oh Jung!- se encoja dehombros ante la literatura, ose despreciar el flujo yreflujo de esas mareas que constituy,en la moda lite-raria. Que no se rima, como en los poemas homéri-cos. Que sí se rima, como en la Divina Comedia. Quela imagen es tersa y fiel, de acueroo con John Keats.Que la imagen es bronca, súbita, y surge tocada congorro frigio, según Víctor Rugo. O que no, que vienede los limbos y de puro simple se hace prismática,conforme a los poetas victoriOSOSde la "vanguardia"de hoy... Que, de creer a Cocteau, "el corazón no Selleva" este invierno. Y que en James Joyce -Llora so-bre Rahoon- se lleva toda vía y hasta se le sien tepalpitar con cierta tristeza, semejante a la tristeza delos antiguos:

Darktoo our hearts, Oh lovet shalI He and coldAs (bis sad heert has lainUnder the moongrey netties ...

Pero al angustiado, ¿qué le importa sino su angus-tia? Esto és: ¿qué le importa sino su YO?

Así se explican sincrónicamente -me parece a mí-el ondeante rumbo de la existencia que he tenido quellevar, el carácter subjetiNo y conturbado de muchosde mis poemas, y el que me atreviese a plantear la~inanidad del testimonio de los sentidos en algún frag-

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ANTORCHAS CONTRA EL VIENTO 77

mento de Aüuarimántima, (1) y a lanzar el grito ni-hilista de La reina y resolver en rencor desesperadola tortura de ser fugaz -la tortura tranquila de Jor-ge Manrique y de su época- en El són del viento y enla Canción del día fugitivo. El poeta se abandona enlas ráfagas de la pasión, penetra en las más lóbregascomarcas del dolor humano, asume torturas extrañascomo si fueran propias, y las expresa en raptos líri-cos apasionados, de insólita sinceridad. Quiere, pues,realizar el mito de Maín, que consuma el viaje de cir-cunnavegación del mundo moral.

Sólo que Maín no ha vuelto en actitud de rencoro-sa oposición al misterio de ese mundo, sino penetra-do por el misterio. Descubrió ya el sentido de la Ar-monía (¡Oh profunda, oh abscóndita Armonía!) Estáen reconciliación con los humildes valores primarios.y anhela ser afirmativo y objetivo, bien que un tantomelancólicamen te ...

Lo que sí parece no tener explicaiCión plausible yjusta, es que mientras yo realizaba el empeño de ha'-cer surgir del hombre bestial el hombre espiritual, seolvidase que soy un poeta, y que era absurdo exigir-me que viviese como un abogado con clientela rica, ocomo un almacenista, o como un Ingeniero. Yo vivíasegún mi propia ley. Y si 'no son inciertas las palabrasdel Evang,elio de San Mateo -"Por SES frutos los co-'noceréis"- debe abonárseme un hecho significativo:a pesar del zig-zag que de.io en el mapa, mis pasos enAmérica ,están señalados por más de una obra seria,cuya organización y persistencia pregonan un propó~sIto coherente, una voluntad firme.

Creo muy posible que -ahora mismo, por lo me-nos- no sea la escabrosa batalla de las experienciasvitales en que me vi 'comprometido, ni la ardua vic-toria que logré al fín y que me sirve de Ufanía, 10 quese discuta con motivo de estos poemas. será, más bien

(1) Acuarimántima no es Una estación de Mich02ciÍn: eSuna jitanjáfora. Explico las circul1&tancias de su nacimiento enlos capítulos aUlcbiográficos que preceden o Antorchas con.tra el viento.

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que la esencia de ellos, su forma o su estilo. Se mecontemplará como uno de tantos signos de la Cl'ono-logía literaria.

y nada tengo que objetar.'Sólo pido se me haga la justicia de reconocer que,identificándome con los más generosos espíritus demi tiempo en el afán -ya logrado- de dar a la Amé-rica una poesía de límpida expresión, mentalmentedecorosa, fui ~dentro de ese afán- índice de unainquietud constantemente r,enovada. Y a causa de talinquietud luché por trascoender la retórica "modernis-ta"; por volar libremente hacia la forma pura, sim-ple, de inagotable virtud germinal. Por esto me pare-ce gloriosamente viril -y me intereso en ella conahinco apasionado- la misión de quienes pugnan porhallar tóniJca nueva y nuevas imálgenes para figuraruna vida también nueva.

Claro que no he sido jamás -por lo menos cons-cientemente- genitor de poemas "absolutos" a lamanera de Blümner, ni menos pr,edecesor en el sen-tido ,en que así quiere definirme Max Daireaux en susPanoramas de,s littérat~ contemporaines. No aspi-ro a un lauro anacrónico. No puedo sacar de las ve-nas de mis .poemas la sangre clásica, romántica ysimbolista. Pero he hallado plausibles, como teorías,todas las teorías en que se sustenta el arte de van-guardia.

Relcuer;do que alguna vez, leyendo prolija descrip-ción del modo como los peces reflejan las imágenesque se pl'oyectan sobI\e sus aguas, y pensando en el"mundo perc,eptible" del animal, que explica VanUexküll, sentí una especie de euforia, pues creí des-cubrir, para mi uso práctico, una manera de interpre-tar y de justifi;car las mayor,es audacias de los poetascontemporáneos.

Lo malo fue que aquel mismo día recordé a Lessingy caí de nuevo, ¡ay!, en las fatales limitaciones de lapalabra, en tanto que suscitaba y desvanecía, con al-terno ritmo, aquel consejo final de Pedro HenríquezUreña sobre la eficacia imprescriptible de la musica-Udad, como se halla ,en su sabia obra de la versifica-ción irregular en lengua española. Y desde entoncesamo la poesía

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Pensada en sol, vista al deshielo,tupida de nacencia clara ...

Señala Camne Mauc1air que Leonardo da Vinci, tanescrupuloso en sus procedimientos técnicos como batestigua su Tratado de la Pintura; Y,tres siglos despuésde Vinci, Delacrolx, no menos exigente por lo que ha-ce a la química pictórica, rehuyeron los procedimien-tos usuales de pintar al fresco, porque no eran sus-ceptibles de tanteos Y rectificaciones. Sus rebuscas,demasiado sutiles, fracasaron: el tIempo ha ido bo-rrando los colores Y desvirtuando las imágenes, comoen un proceso de involución hacia el limbo de dondesurgieran. En cambio, fresquistas más toscos Y másing,enuos han asegurado con frecuencia la integridadY la perennidad de sus obras.

Por desgracia, puede argüirse a esto que la gloriade la integridad Y de la perennidad carece de todaimportancia, y que el arte no es sino un juego, unpuro juego intrascendente.

""

Un he,cho: un "puño cerrado". Me tocó palpitar alunísono, en el marco breve de las generaciones, conLenin, con Einstein, con Spengler, Icon Marañón,con Ouspenski, con Picasso, con Diego Rivera, conStr~vinski, con Paúl Valéry, con Mariano Brull, conJose Ortega y Gasset, con Rafa:el Maya,con FedericoGarcía Lorca, con Jules Supervielle... Mi verdadera.plenitud empieza ahora, más allá de las tres dimen-siones. Y, a lo que parece, luz primaria Y silencio po-lifónico inundan ;de nuevo el éter Y señalan, delantede mí, rutas innumerables.

PORFIRIO BARBA-JACOB

Monterrey, 19 de febrero de 1931.