Pensar como país: variaciones a una idea

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5 CUBA MARZO 2021 MARTES 16 países Estados Unidos Brasil India Rusia países Reino Unido Francia Italia España PAÍSES CON MAYOR NÚMERO DE CASOS CONFIRMADOS DE LA COVID-19 HASTA EL 15 DE MARZO casos confirmados 29 115 662 11 439 558 11 385 339 4 400 045 muertos 529 529 277 102 158 725 92 494 muertos 125 516 89 932 102 145 72 258 casos confirmados 4 258 442 4 002 129 3 223 142 3 183 704 FUENTE: OMS victor fowler –Y para ti, ¿qué cosa es, en mi caso, pen- sar como país? La pregunta surge en la reunión de un grupo de personas más o menos conoci- das, algunas de ellas con alta responsabi- lidad pública. Dicho así, de manera direc- ta, se trata del tipo de interpelación que no es posible tratar como una broma ni echar a un lado sin más. ¿De qué modo se contesta algo así, sin transformarlo en frase tópica, cómoda y apta para ser em- pleada en intervenciones en las que se de- sea demostrar energía y convicción? Lo primero que imagino es que se trata de una proposición que, lanzada por una alta figura de gobierno (el Pre- sidente del país), para ser recepcionada por los ciudadanos de un espacio con las condiciones de Cuba, contiene tanto una indicación política como una invitación a la participación, en un territorio donde se intersectan y colisionan las demandas de transformación interna que pugnan en el sistema, y las presiones externas para retardar(le) cualquier progreso imaginable y/o destruirlo por entero. ¿Por qué la proposición solicita PEN- SAR? ¿Por qué debo «pensar» cuando Cuando el 22 de agosto de 1961 se fun- dó la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (Uneac), comenzaba a dibujarse el verdadero rostro de las transforma- ciones socioculturales que darían un vuelco total al status quo sufrido secu- larmente por generaciones de cubanos. Las transformaciones fueron califica- das por los intelectuales como una ver- dadera revolución dentro de otra, y que ya Fidel había anunciado, en Palabras a los intelectuales, en junio de ese mismo año –sin tiempo todavía de sacudirse el polvo y el humo de la metralla en Pla- ya Girón–, cuando en las conclusiones de aquella magna reunión les avisara: «Ustedes van a constituir pronto la aso- ciación de artistas, van a concurrir a un congreso», y desde ese mismo instante convocó a librar una ofensiva sin prece- dentes contra los males de la sociedad prerrevolucionaria, que ninguneaban el espíritu creador del pueblo. «Vamos a librar una guerra contra la incultu- ra. Vamos a librar una batalla contra la incultura. Vamos a desatar una irre- conciliable querella contra la incultura y vamos a batirnos contra ella y vamos a ensayar nuestras armas», dijo plurali- zando ese llamado que la joven revolu- ción hacía a sus creadores honestos, dis- puestos a sacrificarlo todo en favor de la educación de las clases más humildes. Aquella reunión histórica, celebrada en la Biblioteca Nacional José Martí, constituyó el preámbulo de lo que estaría por venir en materia de arte y literatura. Mientras allí se trazaba, diálogo abierto y productivo mediante, la política cultural de Cuba, en los lugares más insondables Pensar como país: variaciones a una idea ya, se supone, que pienso? O, para ex- plorar la frase desde su revés, ¿en qué no pienso cuando estoy pensando? ¿Qué tiene todo esto que ver con el país? El contenido de la respuesta cam- bia en la medida en la que aquel que in- terpela se estima involucrado, no como espectador solitario, sino como actor de aquello mismo que pretende averiguar; o sea, en la medida en la que el cuestio- namiento lleva más allá de la definición del contenido de la frase (¿qué cosa es, pensar como país?) o de la solicitud para que otro nos describa un catálogo de acciones a seguir (para ti, ¿qué cosa es, en mi caso, pensar como país?). La demanda comienza a cobrar pleno sentido en tanto es orientada hacia la vinculación que quien cuestiona encuen- tra entre sus ideas y/o acciones individua- les y los destinos del país, –en los más di- versos niveles y escenarios– en un acto de pensar que, por saberse estructuralmente conectado a la dialéctica entre dificultad y desarrollo, crisis y superación, proble- ma y soluciones, no puede sino tender, de manera continua, al aumento perma- nente de la cultura, al fortalecimiento de la capacidad de análisis, a la lectura (cada vez más profunda) del contexto, a la exploración de lo nuevo, al estímulo de la creatividad y la innovación, así como a la celebración de esa capacidad de imaginar y soñar que se opone a la formalización y burocratización mental y de los procesos, para ir al encuentro de caminos nuevos. Según ello, el pensamiento que desbor- da al sujeto individual –quien ya no esta- ría elaborando como un Yo aislado, sino desde el tamaño, la historia, problemas, desafíos y capacidades de todo un país– equivale a observar, seguir, sentir, ser parte de los puntos críticos y los esfuer- zos para subsanarlos en una suerte de «razonamiento que acciona» y responde a la demanda averiguando, estudiando, discutiendo, proponiendo posibilidades de avance e imaginando rutas hacia el crecimiento y la sostenibilidad, dentro de un marco de justicia social extendida. ¿En qué debo pensar? ¿Cómo, desde cada uno de sus ciudadanos, se constru- ye un país? ¿Qué hacer que no hacemos? ¿Cómo hacer que lo soñado resulte po- sible? ¿Cómo entender lo que significa el hecho de que ningún espacio ni mo- mento ni tarea son pequeños o poco va- liosos para el movimiento inmenso que es la construcción del futuro? Creo que el sentido último de todo esto conduce a revisar de qué manera estoy en el país, identifico sus componentes todos, conecto con ellos, analizo fracturas y va- cíos, me pregunto, una y mil veces, por soluciones posibles, planteo, defiendo, sufro y me alegro. Y, puesto que el ideal del proceso es que se vea repetido en to- das las escalas (individual, laboral, estu- diantil, barrial, comunitaria, en comités de base, instancias diversas de organi- zaciones de la sociedad civil u organiza- ciones políticas), entonces «pensar como país» equivale al sostenimiento, desarro- llo, intensificación, amplitud y ahonda- miento del diálogo social en la Cuba de hoy. Y en la que seamos ca- paces de hacer, entre to- dos, una vez más. Tengo la palabra amador hernández hernández de la Isla se libraba la colosal batalla con- tra el analfabetismo, el oscurantismo y el mito del fatalismo geográfico. El hecho de que, en el transcurso de un año ape- nas, el pueblo descubriese la magia de la lectura y, con ella, la fuente de todas las creencias, de todos los saberes, habría de salvar a la Revolución para la posteridad. Y fue tan poderosa la admiración de los cubanos, formados en el placer de servir y en la ética del ser, que las aspi- raciones –descosidas por centurias–, de pronto hallaron acomodo real en el humanismo de una revolución, llegada a través de un pensamiento fraguado en la verdad y en el altruismo. Fueron esos años, en los cuales las aspiraciones sobrepasaban los recursos reales para lograr los propósitos del joven Gobier- no revolucionario en materia de cultura, que germinaron la Industria Cinemato- gráfica, la Escuela de Ballet, la Escuela Nacional de Arte, el Instituto Cubano del Libro; se nacionalizó la imprenta; se multiplicaron, a todo lo largo y ancho del archipiélago, las bibliotecas, las casas de cultura, las salas de cine; se fortaleció la programación radial y televisiva en favor del entretenimiento y de la educación de una sociedad cada vez más inclusiva. Como nunca antes, los hijos de los obreros y de los campesinos encontra- ron espacios para la (re)creación. El arte y la literatura habían dejado de ser pri- vilegio de unos pocos para constituir un derecho de todo el pueblo. La Revolu- ción comenzaba a construir un país con el apoyo de su gente laboriosa, educada y de alta sensibilidad espiritual. En sus 60 años de fundada, la Uneac continuará dialogando no solo con los escritores y artistas que tienen sus espacios en los grandes centros de la cul- tura, por lo que se debe continuar des- centralizando los más grandes aconte- cimientos artísticos y literarios y llegar, con ese debate abierto, revolucionario, hasta los más humildes espacios en los municipios y en las comunidades, por distantes que, geográficamente, puedan parecer. Es el derecho a participar en ese diálogo al que estamos convocando para continuar construyendo el país, junto a su Revolución. Fidel concluyó en aquella reunión: «¡Teman a otros jueces muchos más temibles, teman a los jueces de la pos- teridad, teman a las generaciones fu- turas...!». Sigamos dialogando, pues. Yo, con el uso que le diera Whitman al pronombre, también tengo la palabra en esta batalla incesante por la verdad. PAISAJE CRIOLLO, DE CARLOS ENRÍQUEZ

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5CUBAMARZO 2021MARTES 16

paísesEstados Unidos BrasilIndia Rusia

países Reino Unido FranciaItalia España

PAÍSES CON MAYOR NÚMERO DE CASOS CONFIRMADOS DE LA COVID-19 HASTA EL 15 DE MARZO

casos confirmados29 115 66211 439 55811 385 3394 400 045

muertos529 529277 102158 725 92 494

muertos125 516 89 932102 145 72 258

casos confirmados4 258 4424 002 1293 223 1423 183 704 FUENTE: OMS

victor fowler

–Y para ti, ¿qué cosa es, en mi caso, pen-sar como país?

La pregunta surge en la reunión de un grupo de personas más o menos conoci-das, algunas de ellas con alta responsabi-lidad pública. Dicho así, de manera direc-ta, se trata del tipo de interpelación que no es posible tratar como una broma ni echar a un lado sin más. ¿De qué modo se contesta algo así, sin transformarlo en frase tópica, cómoda y apta para ser em-pleada en intervenciones en las que se de-sea demostrar energía y convicción?

Lo primero que imagino es que se trata de una proposición que, lanzada por una alta figura de gobierno (el Pre-sidente del país), para ser recepcionada por los ciudadanos de un espacio con las condiciones de Cuba, contiene tanto una indicación política como una invitación a la participación, en un territorio donde se intersectan y colisionan las demandas de transformación interna que pugnan en el sistema, y las presiones externas para retardar(le) cualquier progreso imaginable y/o destruirlo por entero.

¿Por qué la proposición solicita PEN-SAR? ¿Por qué debo «pensar» cuando

Cuando el 22 de agosto de 1961 se fun-dó la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (Uneac), comenzaba a dibujarse el verdadero rostro de las transforma-ciones socioculturales que darían un vuelco total al status quo sufrido secu-larmente por generaciones de cubanos.

Las transformaciones fueron califica-das por los intelectuales como una ver-dadera revolución dentro de otra, y que ya Fidel había anunciado, en Palabras a los intelectuales, en junio de ese mismo año –sin tiempo todavía de sacudirse el polvo y el humo de la metralla en Pla-ya Girón–, cuando en las conclusiones de aquella magna reunión les avisara: «Ustedes van a constituir pronto la aso-ciación de artistas, van a concurrir a un congreso», y desde ese mismo instante convocó a librar una ofensiva sin prece-dentes contra los males de la sociedad prerrevolucionaria, que ninguneaban el espíritu creador del pueblo. «Vamos a librar una guerra contra la incultu-ra. Vamos a librar una batalla contra la incultura. Vamos a desatar una irre-conciliable querella contra la incultura y vamos a batirnos contra ella y vamos a ensayar nuestras armas», dijo plurali-zando ese llamado que la joven revolu-ción hacía a sus creadores honestos, dis-puestos a sacrificarlo todo en favor de la educación de las clases más humildes.

Aquella reunión histórica, celebrada en la Biblioteca Nacional José Martí, constituyó el preámbulo de lo que estaría por venir en materia de arte y literatura. Mientras allí se trazaba, diálogo abierto y productivo mediante, la política cultural de Cuba, en los lugares más insondables

Pensar como país: variaciones a una ideaya, se supone, que pienso? O, para ex-plorar la frase desde su revés, ¿en qué no pienso cuando estoy pensando? ¿Qué tiene todo esto que ver con el país? El contenido de la respuesta cam-bia en la medida en la que aquel que in-terpela se estima involucrado, no como espectador solitario, sino como actor de aquello mismo que pretende averiguar; o sea, en la medida en la que el cuestio-namiento lleva más allá de la definición del contenido de la frase (¿qué cosa es, pensar como país?) o de la solicitud para que otro nos describa un catálogo de acciones a seguir (para ti, ¿qué cosa es, en mi caso, pensar como país?).

La demanda comienza a cobrar pleno sentido en tanto es orientada hacia la vinculación que quien cuestiona encuen-tra entre sus ideas y/o acciones individua-les y los destinos del país, –en los más di-versos niveles y escenarios– en un acto de pensar que, por saberse estructuralmente conectado a la dialéctica entre dificultad y desarrollo, crisis y superación, proble-ma y soluciones, no puede sino tender, de manera continua, al aumento perma-nente de la cultura, al fortalecimiento de la capacidad de análisis, a la lectura (cada vez más profunda) del contexto, a la

exploración de lo nuevo, al estímulo de la creatividad y la innovación, así como a la celebración de esa capacidad de imaginar y soñar que se opone a la formalización y burocratización mental y de los procesos, para ir al encuentro de caminos nuevos.

Según ello, el pensamiento que desbor-da al sujeto individual –quien ya no esta-ría elaborando como un Yo aislado, sino desde el tamaño, la historia, problemas, desafíos y capacidades de todo un país– equivale a observar, seguir, sentir, ser parte de los puntos críticos y los esfuer-zos para subsanarlos en una suerte de «razonamiento que acciona» y responde a la demanda averiguando, estudiando, discutiendo, proponiendo posibilidades de avance e imaginando rutas hacia el crecimiento y la sostenibilidad, dentro de un marco de justicia social extendida.

¿En qué debo pensar? ¿Cómo, desde cada uno de sus ciudadanos, se constru-ye un país? ¿Qué hacer que no hacemos?

¿Cómo hacer que lo soñado resulte po-sible? ¿Cómo entender lo que significa el hecho de que ningún espacio ni mo-mento ni tarea son pequeños o poco va-liosos para el movimiento inmenso que es la construcción del futuro?

Creo que el sentido último de todo esto conduce a revisar de qué manera estoy en el país, identifico sus componentes todos, conecto con ellos, analizo fracturas y va-cíos, me pregunto, una y mil veces, por soluciones posibles, planteo, defiendo, sufro y me alegro. Y, puesto que el ideal del proceso es que se vea repetido en to-das las escalas (individual, laboral, estu-diantil, barrial, comunitaria, en comités de base, instancias diversas de organi-zaciones de la sociedad civil u organiza-ciones políticas), entonces «pensar como país» equivale al sostenimiento, desarro-llo, intensificación, amplitud y ahonda-miento del diálogo social en la Cuba de hoy.

Y en la que seamos ca-paces de hacer, entre to-dos, una vez más.

Tengo la palabraamador hernández hernández de la Isla se libraba la colosal batalla con-

tra el analfabetismo, el oscurantismo y el mito del fatalismo geográfico. El hecho de que, en el transcurso de un año ape-nas, el pueblo descubriese la magia de la lectura y, con ella, la fuente de todas las creencias, de todos los saberes, habría de salvar a la Revolución para la posteridad.

Y fue tan poderosa la admiración de los cubanos, formados en el placer de servir y en la ética del ser, que las aspi-raciones –descosidas por centurias–, de pronto hallaron acomodo real en el humanismo de una revolución, llegada a través de un pensamiento fraguado en la verdad y en el altruismo. Fueron esos años, en los cuales las aspiraciones sobrepasaban los recursos reales para lograr los propósitos del joven Gobier-no revolucionario en materia de cultura, que germinaron la Industria Cinemato-gráfica, la Escuela de Ballet, la Escuela Nacional de Arte, el Instituto Cubano del Libro; se nacionalizó la imprenta; se multiplicaron, a todo lo largo y ancho del archipiélago, las bibliotecas, las casas de cultura, las salas de cine; se fortaleció la programación radial y televisiva en favor del entretenimiento y de la educación de una sociedad cada vez más inclusiva.

Como nunca antes, los hijos de los obreros y de los campesinos encontra-ron espacios para la (re)creación. El arte y la literatura habían dejado de ser pri-vilegio de unos pocos para constituir un derecho de todo el pueblo. La Revolu-ción comenzaba a construir un país con el apoyo de su gente laboriosa, educada y de alta sensibilidad espiritual.

En sus 60 años de fundada, la Uneac continuará dialogando no solo con los escritores y artistas que tienen sus

espacios en los grandes centros de la cul-tura, por lo que se debe continuar des-centralizando los más grandes aconte-cimientos artísticos y literarios y llegar, con ese debate abierto, revolucionario, hasta los más humildes espacios en los municipios y en las comunidades, por distantes que, geográficamente, puedan parecer. Es el derecho a participar en ese diálogo al que estamos convocando

para continuar construyendo el país, junto a su Revolución.

Fidel concluyó en aquella reunión: «¡Teman a otros jueces muchos más temibles, teman a los jueces de la pos-teridad, teman a las generaciones fu-turas...!». Sigamos dialogando, pues. Yo, con el uso que le diera Whitman al pronombre, también tengo la palabra en esta batalla incesante por la verdad.

PAISAJE CRIOLLO, DE CARLOS ENRÍQUEZ