Pensar en el desarrollo cultural local

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Trama de ideas

Pensar el desarrollo cultural localCultura

Andrés García-Albarido Güedes

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Existe una estrecha relación entre cultura y desarrollo. En este sentido, organizacionescomo la Unesco o la Cepal han señalado la necesidad de incluir factores socioculturalesen la estrategia para alcanzar un desarrollo equilibrado, tomando en cuenta la dimen-sión histórica, social y cultural de cada sociedad, y han planteado la importancia delámbito cultural para derrotar la exclusión social. Desde una mirada de Estado –y con elfin concreto de mejorar la calidad de vida de la población– son múltiples los autores queconsideran de vital importancia el vínculo entre cultura y desarrollo, pero no es la inten-ción de este artículo ilustrar ni defender esta clara relación. Nos centraremos en torno aldesarrollo cultural local, sin pretender descubrir la pólvora, sino planteando temas rele-vantes al momento de pensar la cultura desde un escenario local.

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El desarrollo local supone condensar dos dimensiones a veces contrapuestas: la voluntadpolítica que dirige un área determinada del quehacer del Estado, que prioriza fines y de-fine modos para desempeñarlos, y la particularidad de cada territorio que, sea por la geo-grafía o la economía del lugar, establece más ampliamente un conjunto de variables dediversa incidencia en la intervención que esa voluntad política hace en la realidad social.Este segundo aspecto, de sentido más “antropológico” o sencillamente cultural, exigedotar a una política pública de cierta flexibilidad, que permita integrar aspectosidiosincráticos e identitarios, sobre todo donde la materia misma de la política es la pro-pia cultura.Diseñar una política pública requiere el conocimiento cabal del escenario. Para esto, esnecesaria la expresa voluntad de las autoridades de trasladar la creación de la política alterritorio, para generar desde un contexto propio los lineamientos que se han de seguiren cada lugar.Afortunadamente, esta conciencia de lo local se difunde cada vez más en la culturaorganizacional de la administración y planificación del Estado, a modo de una legítimademanda de participación en los espacios de decisión. Por ende, la imposición centralistade políticas públicas, programas y proyectos, cada vez tienen menos cabida donde no hayuna validación y sanción positiva por parte de autoridades y actores locales.En la definición de política cultural que el Consejo de la Cultura ha desarrollado, la pre-ocupación por la descentralización constituye un principio orientador, señalando entresus medidas específicas, acciones concretas destinadas a crear un vínculo más estrechoentre las grandes instituciones y las divisiones administrativas más pequeñas.En este contexto, el municipio es un actor primordial y por estar más cerca de la pobla-ción, es capaz de trabajar directamente con los sectores excluidos, promover la identidady el patrimonio local, e incrementar los niveles de participación ciudadana en la mayoríade los ámbitos.La consolidación de la institucionalidad cultural debe considerar la administración localen dos maneras: como ejecutores privilegiados de las iniciativas públicas en cultura ycomo fuente de información clave para la toma de decisiones. Pero además, para que laformulación de objetivos esté en concordancia con las demandas existentes y los posi-bles beneficiarios, es conveniente entregar a los actores locales espacios de participaciónen la institucionalidad cultural, más allá del papel de informantes, favoreciendo las re-uniones de coordinación o formulando proyectos en conjunto.Esto demanda, por un lado, mayor fluidez en el vínculo institucional entre los diversosniveles, es decir, que el aparato público funcione coordinado como uno solo, desde lo cen-tral a lo local, del escritorio al territorio; pero por otro lado, veremos que también es nece-sario que el proceso de institucionalización que sucede en la administración central yregional, tenga un correlato efectivo en la dimensión más local, en términos de estructu-ra administrativa, recursos e infraestructura, para que la gestión cultural resulte de cali-dad para la población.

Municipios, diagnóstico y desafíosComo se sugería anteriormente, la instancia más adecuada para implementar la partici-pación cultural en el territorio es el municipio, ya que es la unidad político-administrativamás próxima a los ciudadanos y posee mayor facilidad para establecer mecanismos departicipación, definir el perfil económico y social del territorio, construir redes de infor-mación y utilizar los instrumentos de gestión en términos de un plan de desarrollo con-certado. El potencial de la acción municipal está, en definitiva, en coordinar y liderar elproceso de desarrollo local, en consecuencia requiere las legitimidades y facultades ade-cuadas para esta labor.Pero conferir protagonismo al municipio en el quehacer cultural del país supone no sóloconsiderarlo parte de la institucionalidad cultural, sino también colaborar con los recur-sos humanos y materiales necesarios para que en cada comuna la gestión cultural sea decalidad.Durante el 2005, el Programa de Gestión Cultural y el Departamento de Estudios del CNCA,

La cultura debemantener ciertaautonomía frenteal poder políticocoyuntural. Desdeque los ritos de laidentidad, asícomo los espectá-culos artísticos,poseen ciertacapacidad de mo-vilización social,es necesario pre-venir el proselitis-mo a través de lacultura.

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realizaron un diagnóstico del quehacer cultural de los municipios, recabando informa-ción en diversas áreas de interés para el tema que nos convoca. A partir del estudio fueposible conformar un panorama acerca de cómo se organiza localmente la gestión de lacultura. En este sentido, el diagnóstico de la gestión cultural municipal en Chile planteauna serie de desafíos:Primero, en términos de organización no existe un formato único por parte de los muni-cipios para enfrentar las tareas en cultura, y es frecuente que no exista un órgano dedica-do a estas tareas. Siendo mayoritario, el modo de organización que estipula la ley demunicipios (departamento, dirección, sección u oficina) está presente en alrededor del60% de los municipios, aunque a menudo no se trata de órganos con dedicación exclusi-va a temas culturales, sino que aglutinan otras funciones como educación, deporte oturismo, lo que termina por menguar las posibilidades de la gestión cultural y el resulta-do para la población.Esta multiplicidad de funciones que deben realizar las unidades municipales dedicadas acultura, junto con la existencia de municipios sin funcionarios ni secciones dedicados aestas tareas, son aspectos propios de una institucionalización naciente que aún tienemuchos problemas por resolver.El desafío está en dotar a los municipios de una orgánica definida, cuya dependencia enjefatura y recursos muestre un panorama claro y estable, lo que asegurará una gestiónde calidad y un desarrollo a largo plazo para la población.Segundo, en el municipio las decisiones en cultura pasan, en general, por la autoridadpolítica existente. Aunque la dependencia administrativa más frecuente de las unidadesculturales municipales, no es directamente la alcaldía, sino la Dirección de DesarrolloComunitario (Dideco), es el alcalde quien finalmente tiene gran control del tema, en térmi-nos de líneas editoriales, fluidez de gestión interna o, lo que es más decisivo, respectos delos recursos disponibles.Esto se comprueba al observar que la relación de las unidades culturales con el alcalde esligeramente más frecuente que la relación con la Dideco, pese a que esta última sea bas-tante más frecuente en términos de dependencia administrativa.La cultura debe mantener cierta autonomía frente al poder político coyuntural. Desdeque los ritos de la identidad, así como los espectáculos artísticos, poseen cierta capaci-dad de movilización social, es necesario prevenir el proselitismo a través de la cultura.En el actual escenario, la oferta cultural concreta que trabajan los municipios es princi-palmente el evento artístico y/o el apoyo a eventos municipales que requieran de espec-táculos artísticos. Existe una primacía del espectáculo por sobre las demás iniciativas encultura, lo que otorga un carácter de inmediatez a la gestión cultural local.Por ende, el desafío está en instalar en la administración municipal, la utilización de pla-nes de desarrollo cultural con objetivos de largo aliento, coordinados entre niveles, quevinculen la cultura como eje estructurante de otros ámbitos del progreso. Se trata justa-mente de relevar el papel de la cultura para el desarrollo –evitando que el estado formuley reproduzca sus contenidos, gracias una ciudadanía participativa desde lo local– y evi-tando que la gestión cultural local preste un uso proselitista, en virtud de una adscrip-ción previa a un lineamiento de acción, independiente de las autoridades rotantes.Tercero, es necesario elevar en cantidad y calidad el recurso humano que desarrolla estasfunciones en los municipios, los desafíos en esta materia resultan claros:a) Mayor dotación de personal para la función cultural, en un escenario donde la mayorparte de los municipios funcionan con una sola persona para toda la comuna, posible-mente sin dedicación exclusiva al tema.b) Mayor estabilidad en los cargos de cultura, pues la excesiva rotativa existente, deriva-da en alto grado de la falta de una estructura administrativa estable, impide la formula-ción de planes de desarrollo de largo aliento.c) Mayor selectividad en la contratación del personal, lo que refiere tanto a la escolaridaddel encargado cultural, como a seleccionar gente de comprobada experiencia, que poseaconocimientos en el ámbito cultural, y conozca el trabajo en los municipios.

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d) Mayor inversión en capacitación de los encargados culturales, para un sector en quemás del 80% de sus trabajadores, nunca ha recibido instrucción formal en gestión cultu-ral.Contar con personal suficiente y de calidad para las funciones en cultura es un aspectoprimordial para el desarrollo cultural de la ciudadanía. Sin embargo, resulta evidente queestas medidas deben ir acompañadas de mayores recursos a disposición de los encarga-dos de cultura, partiendo por dotarlos de un espacio físico que les permita optimizar sugestión al interior de la municipalidad. La mayor inyección de recursos para equipamientoe infraestructura pasa por un cambio de mirada de las autoridades, que concientize laimportancia de la cultura como inversión social a mediano y largo plazo, y estimule el usode recursos para este fin. No obstante, el acceso desde el municipio a estos recursos pasatambién por el conocimiento de los fondos existentes para estos efectos, y la capacidadde los gestores para realizar postulaciones exitosas.Un dato clave: cuando se preguntó a los mismos encargados culturales qué necesidadesde capacitación presentan sus unidades, una de las respuestas más frecuentes, fue lacapacitación en gestión de recursos. Esto es sintomático del hecho que, de aquellos mu-nicipios que han postulado a algún tipo de fondos, solo la mitad ha logrado adjudicarselos recursos.Lo anterior configura dos desafíos complementarios: por un lado, es necesario continuarcon la difusión de información respecto a los fondos concursables existentes, orientandoacerca de la pertinencia de cada uno según la finalidad de los recursos requeridos, y pro-curando ampliar la participación de aquellos municipios más alejados de las capitalesregionales, que en general son los que presentan mayores carencias de infraestructura yequipamiento. Por otro lado, se debe invertir en la capacitación de los encargados cultu-rales, sobre todo en formulación y evaluación de proyectos, a fin de que los fondos postu-lados tengan una mayor proporción de adjudicación.

Democratizar la cultura es cultivar la democraciaLa participación ciudadana es un aspecto de gran importancia en la definición de políticacultural que el CNCA ha formulado en conjunto con otros actores. En ella se ha planteadocon fuerza la idea de democratizar la cultura, como fortalecimiento del acceso a bienesartísticos y culturales. Esta manera de enfocar la participación en la cultura —que contri-buye a acrecentar el capital cultural de la ciudadanía— está orientada a mitigar la exclu-sión cultural, la desigualdad de formación intelectual o artística. Pero no es la única for-ma de exclusión que la cultura puede combatir. La participación ciudadana debe contri-buir a trabajar problemas frente a los cuales, el mundo de la cultura no puede plantearseajeno.Una sociedad que se fija como fin el crecimiento permanente del consumo y la produc-ción de bienes y servicios, tecnificando los más variados aspectos de la vida social, condu-ce a cierta situación de desarraigo de sus miembros. El proceso de creciente urbanizacióndel territorio ha originado una alteración de la vida comunitaria. Donde antes existía unsentimiento de pertenencia por una cercanía geográfica, ahora sobreviene unadespersonalización, un “privativismo” que condiciona el modo en que se relaciona el ciu-dadano con sus pares, pero también con las instituciones, concediéndoles menor legiti-midad en tanto se perciben ajenas a su alcance o participación.La cultura, enfocada desde un nivel local, tiene el potencial de revitalizar los ámbitos deconvivencia comunitaria y solidaria, es decir, contribuye a un objetivo de integración so-cial relevando la identidad local, pero además, por la valoración de la diversidad como ejede lo propiamente cultural, la cultura y el arte ofrecen un modo de “pedagogía democrá-tica”, en tanto socializan y difunden el diálogo y las relaciones no instrumentales. Si coin-cidimos en que la cultura es un ámbito privilegiado para la transmisión de valores demo-cráticos, no resulta inapropiado pensar que la democracia necesita del desarrollo culturalpara su preservación y enriquecimiento, de lo que surge un círculo virtuoso, en el que eldesarrollo democrático reafirma la importancia de la cultura para el progreso de la po-blación.

En el actual esce-nario, la ofertacultural que tra-bajan los munici-pios es principal-mente el eventoartístico... Existeuna primacía delespectáculo porsobre las demásiniciativas encultura, lo queotorga un carác-ter de inmediateza la gestión cultu-ral local.

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Una política cultural que pretenda impulsar el desarrollo cultural local no puede desesti-mar el valor de la integración y la democracia. Pero además de asegurar el acceso al arte yla cultura, la política cultural —en sus aspectos destinados a la ciudadanía— debe velarpor la creación de redes sociales participativas a lo largo del territorio.Generar vínculo entre las organizaciones culturales es crucial para velar por la autonomíade la cultura frente al poder político coyuntural. Es necesario que este desafío tenga unimpulso desde el Estado, en tanto posibilita ciudadanos más conscientes y contribuye arestituir el entramado social que conforma una democracia sólida.La asociatividad cultural y la creación de redes culturales comunitarias, de alta dinámicay participación, son factores decisivos para el desarrollo local y la democratización de lacultura. Sin embargo, la importancia de las redes no se limita a un objetivo de democrati-zación, contrapeso civil al poder político, o gestión de recursos privados.El estudio comprobó que diversos aspectos importantes de la gestión cultural de un mu-nicipio —tales como la utilización de espacios públicos, la gestión de recursosextramunicipales, la extensión y difusión cultural, el registro de la oferta cultural de lacomuna y su diversidad en términos de disciplinas artísticas, la cobertura por tramo etarioe, incluso, el desarrollo de estrategias diferenciadas según el territorio— están relaciona-dos con la existencia de redes comunitarias amplias y dinámicas, y en general estas redesson más frecuentes en los municipios donde existe una capacidad técnica y experienciamayor.Resulta importante entonces, insistir en la participación efectiva de la población, pero nosolo como receptores de la oferta cultural del municipio sino como “animadores” de lacultura, en el sentido que sea la misma ciudadanía la que dote de organización y vida a lacultura en los espacios locales.La conformación de redes más amplias y de relaciones más frecuentes, entre el munici-pio, el estado central, las organizaciones de la sociedad civil y el mundo privado, posibili-tará una alianza estratégica orientada a diseñar y gestionar mejores planes en cultura,con mejores resultados para la población, y en todas las áreas en que el municipio gestio-na la cultura.

* Andrés García-Albarido Güedes es sociólogo e integra el Departamento de Estudios del Consejo Nacional de la Cultura y las Artes.

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