Percepción del prójimo

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Trabajo Práctico de Filosofía: Ensayo “Sobre la percepción del prójimo” Alumna : Leila Maestri Colegio: Babar Año: 2008

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Ensayo filosófico que trata sobre cómo percibimos a los demás hombres. Las preguntas guía son:¿Hay además de la percepción externa e íntima, otra clase de fenómenos a través de los cuales percibimos a los demás hombres, hay una percepción del prójimo?¿Realmente nos conocemos a nosotros mismos?¿Cómo llegamos a la noticia de que existen otras personas, otros seres, como nosotros dotados de una conciencia, de un yo, capaces de pensar y sentir, de emocionarse y querer?

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Trabajo Práctico de Filosofía: Ensayo

“Sobre la percepción del prójimo”

Alumna: Leila Maestri

Colegio: Babar

Año: 2008

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Introducción

En el presente trabajo hablaré de esa percepción que podemos llegar a tener de

quienes nos rodean, así como también de nosotros mismos.

Según el diccionario de la Real Academia Española (2004), percepción es la

“acción de apreciar el mundo o la realidad exterior, por medio de los sentidos”1.Aunque

valdría agregar a ésta definición, que esta es una acción que comienza con los sentidos

pero continúa en nuestra mente.

Pero, ¿de qué manera vemos al prójimo? ¿como otro igual a mí o como otro

extraño a mí que no puedo encontrarme con él plenamente? Aunque antes de llegar a

tales preguntas cabría preguntarnos ¿realmente nos conocemos a nosotros mismos?

Para responder ambas preguntas, recurriré a algunos filósofos que se han

interrogado estos mismos temas, basándome principalmente en el filósofo español, José

Ortega y Gasset, pero sin dejar de lado las opiniones de otros importantes filósofos, tales

como Baruch Spinoza o Thomas Hobbes.

El tema comenzó a interesarme debido a la lectura de un libro de José Ortega y

Gasset, llamado “Ideas y Creencias”, al cual llegué debido a la ardua búsqueda de algún

tema para desarrollar en el trabajo. Además, aunque al principio no fue así, al recapacitar

consideré la buena idea de ir relacionando el desarrollo con las ideas de algunos de los

filósofos trabajados en clase, para no basarme solamente en un punto de vista al

desarrollar mi propia opinión.

Primera parte: ¿Hay además de la percepción externa e íntima, otra clase de

fenómenos a través de los cuales percibimos a los demás hombres, hay una

percepción del prójimo?

En primer lugar, hay que aclarar que toda imagen mental, como toda idea, supone

alguna ocasión previa en que por primera vez nos pusimos en contacto con el objeto

luego imaginado o pensado, este contacto sería la percepción.

Dicha percepción puede ser externa o íntima. La externa sería en la cual las cosas

de nuestro entorno se nos hacen presentes, mientras que la íntima sería la de nuestra

1 Diccionario RAE, Madrid, Espasa Calpe, 2004.

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propia persona. En éste caso focalizaré la percepción externa, de las cosas corpóreas de

nuestro alrededor; otras personas o prójimos.

Tomando una frase de José Ortega y Gasset sobre la percepción externa, en el ver,

oír y tocar “se reconstituye ante nosotros el mundo de las cosas físicas, el cosmos

material, en esta problemática percepción del prójimo se organiza e instaura el mundo

social, el orbe de la convivencia”2. De esta manera podría explicarse la conformación de

una sociedad.

Segunda Parte: ¿Realmente nos conocemos a nosotros mismos?

Siempre se empieza por suponer que, al principio, no percibimos más que nuestro

yo, nuestra conciencia, y solo después, valiéndonos de ese conocimiento que cada uno

tiene de sí mismo, construimos más o menos, hipotéticamente, el yo de los demás.

El segundo paso es creer que solo se nos es dada inicialmente, la apariencia física

de su cuerpo, color, forma y movimiento, siendo la existencia de un yo en ese cuerpo

siempre una añadidura que nosotros ponemos.

Coincidiendo con Ortega y Gasset, se podría decir que partiendo de dichas

afirmaciones, no llegaremos nunca hasta el prójimo. Viviría cada uno de nosotros

encerrado dentro de sí mismo, sin visión ni contacto con el alma vecina.

Pero entonces, ¿Cómo es que sabemos de otras almas diferentes a la nuestra?

¿Cómo es que el espíritu varonil ve en el cuerpo femenino un espíritu tan diverso al suyo?

Del mundo exterior no percibimos en cada momento más que un pequeño trozo,

“un reducido paisaje o escena que se nos presenta destacado sobre la vaga totalidad,

difusa y latente, del universo material (…)”3. ¿Por qué percibimos en cada momento ese

trozo y sólo él, en tan determinada perspectiva? En cada momento no percibimos de

nuestro yo sino un corto número de pensamientos, imágenes y emociones que “vemos

pasar como flujo de un río por delante de nuestra mirada interior, y ese breve trozo se nos

presenta destacado sobre el resto oculto de nuestro yo total”4. El autor afirma que es por

esto que es un error afirmar que estamos más distantes del prójimo que de nosotros

mismos. “Cabalgando en la acústica del lenguaje, pasan a nuestra percepción las ideas

2 José Ortega y Gasset, “Ideas y Creencias”3 José Ortega y Gasset, “Ideas y Creencias”4 José Ortega y Gasset, “Ideas y Creencias”

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del prójimo”5, pero exactamente lo mismo nos curre a nosotros con nuestros

pensamientos. En palabras del autor, “Nuestro cuerpo, desde su faz interna, nos revela

nuestro propio pensamiento, como su órgano externo de audición nos descubre el del

prójimo” A lo cual yo añadiría el hecho de que no solo es su órgano de audición, sino sus

actitudes o su forma de actuar frente a diversas situaciones.

Por lo demás, personalmente concuerdo con estas afirmaciones, y podría definir a

nuestra mente como un iceberg, del cual solo es visible para nosotros, una pequeña

parte, en relación con toda su totalidad.

Tercera parte: ¿Cómo llegamos a la noticia de que existen otras personas,

otros seres, como nosotros dotados de una conciencia, de un yo, capaces de

pensar y sentir, de emocionarse y querer?

En respuesta a esta pregunta, el filósofo Spinoza, se planteó que el ser humano,

por el hecho de imaginar que experimenta algún afecto, alguien semejante a nosotros (el

prójimo), y sobre la cual no hemos proyectado ningún afecto, experimentamos nosotros

un afecto semejante, por creer que podría sucedernos algo similar. Además afirma no

considerar dichos sentimientos como análogos, ya que afirma que imaginar los afectos de

otro hombre, es experimentarlos.

De esta manera, “en virtud del hecho de imaginar, somos afectados por un afecto

semejante al suyo”6.

Basándome en dichas afirmaciones, puedo interpretar que la percepción del

prójimo va mucho más allá de una percepción inmediata, como el cuerpo, movimientos,

sonidos, etcétera, ya que, al encontrar una extrema semejanza entre el cuerpo y

movimiento ajenos y los nuestros, concluimos que también el resto invisible a nosotros, a

nuestro yo, corresponderá otro y en el cuerpo ajeno. Por esto, cuando, por ejemplo, la

tristeza nos invade, nuestro cuerpo adopta una serie de gestos particulares; si hayamos

en el otro algún gesto parecido, concluimos que tras él habrá otra tristeza.

Sin embargo, esta teoría no me resulta del todo convincente, por lo que

nuevamente recurriré a Ortega y Gasset, quien consideró que dicha teoría es ineficaz, ya

que, en primer lugar, el individuo no suele tener conocimiento visual de sus propios

5 José Ortega y Gasset, “Ideas y Creencias”6 María Jimena Solé, “Loboso Dioses: La experiencia del otro en Hobbes y Spinoza”

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gestos: para ello necesita espejos, que el hombre primitivo no poseía. Él afirma que la

verdad es lo inverso: aprendemos el vocabulario de la gesticulación en los demás y solo

luego nos percatamos de que también nosotros hacemos gestos.

En segundo lugar, afirma que ese razonamiento podría permitirnos suponer en el

cuerpo ajeno, un yo idéntico al nuestro, o una repetición del propio yo (“alter ego”), y, en

sus palabras, “Es el hecho capital de toda cuestión, que el prójimo presente ante mí como

un yo radicalmente distinto al mío, con carácter, ideas y pasiones tal vez antagónicas a

las mías”7. Tales afirmaciones se contradicen con la idea de otros filósofos que plantean

que todos somos iguales. Entre ellos el nombrado Spinoza; y con Hobbes, quien expresa

que “Todos los hombres son iguales, tanto en sus facultades físicas como mentales”8;

entre otros.

Conclusión

En conclusión, a pesar de que, en efecto, hay una percepción del prójimo, ésta

nunca puede concretarse completamente, debido a que nunca podremos conocer a ese

prójimo en su totalidad, primero porque es diferente a mí (sin excluir la posibilidad de los

parecidos), por lo que sí puedo conocer del otro su forma de reaccionar frente a diferentes

situaciones, pero no a él en su totalidad; y segundo, porque no es muy lógico poder llegar

a tener una completa percepción del prójimo, sin siquiera tenerla de nosotros mismos, la

cual considero que no tenemos. Sin embargo, lo anterior no quiere decir que no podamos

conocer muchas cosas de ese otro, e incluso a veces, llegar a conocerlo más que a uno

mismo.

Por otro lado, aunque no lo conozcamos del todo, muchas veces podemos

ponernos en su lugar, e interpretar algunas cosas, aunque siempre van a estar teñidas

por nuestras propias ideas.

Finamente, y con respecto a la creencia de que “somos todos iguales, al menos en

lo más primario de nuestro ser”, planteada y discutida por incontables personas,

realmente no podría dar una respuesta definitiva, ya que, de acuerdo con las conclusiones

sacadas, realmente no hemos llegado a comprender o conocer al prójimo en toda su

integridad, por lo que creo que no estamos capacitados para dar una respuesta

7 José Ortega y Gasset, “Ideas y Creencias”8 María Jimena Solé, “Lobos o Dioses: La experiencia del otro en Hobbes y Spinoza”

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fundamental, mas solo podemos hacer conjeturas, con el buen uso de la imaginación,

que, por suerte, los seres humanos poseemos.

Bibliografía

Diccionario de la lengua española RAE, Madrid, Espasa Calpe, 2004

Ortega y Gasset José, “Ideas y Creencias”, Madrid, Espasa Calpe, 1940.

Solé María Jimena, “Lobos o Dioses: La experiencia del otro en Hobbes y

Spinoza”, Buenos Aires, “El Pensadero”, 2005.

Descartes René “Meditaciones Metafísicas con objeciones y respuestas”.Madrid,

Alfaguara, 1997.

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