Periódico John Gary
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RACING // MANO A MANO CON TEOFILO
"El fútbol me sacó de una
guerra”
Dura historia la de Teo, pero hubo salida: "A pesar de lo que viví, soy un Compartir
Detrás del goleador implacable y jugador sensación de este Racing,
hay una persona que sufrió en carne propia la pobreza, la violencia y
el miedo a la muerte desde niño, en un barrio de Barranquilla. Pasa y
lee su historia.
Por Nicolás Móntala
Eran tiempos muy duros, ásperos,
siniestros. La pobreza golpeaba con
la fiereza de sus puños a ese barrio
agitado de Barranquilla. Después de
una de las prácticas en Junior, en
una tarde como tantas otras, Teófilo
Antonio Gutiérrez Roncancio entró a
su humilde vivienda, allá por 2005, y
se encontró con una escena
repetida: Doña Cristina, su madre,
lloraba de forma desgarradora,
agobiada ante la enésima amenaza
de desalojo por falta de pago del
alquiler. “Mami, quédate tranquila
que cuando sea futbolista te voy a
regalar una casa”, la consoló su hijo
con una promesa que hace dos
años cumplió. “Me acuerdo esto:
siempre le pedía a Dios que me
diera la oportunidad de juntar unos
pesos para poder comprarles una
casa a mis padres. Lo pude hacer
en 2009. Fue lo mejor que conseguí
en mi vida. Ahora viven en otro
barrio, aunque no es de un estrato
social alto porque ellos prefirieron
quedarse en zonas más o menos y
mantenerse cerca de sus amigos”, le
cuenta a Olé el colombiano, el
máximo goleador del torneo (con
cinco tantos) junto con Fuertes y
Maggiolo. La figura, la sensación de
un Racing puntero en soledad. El
hombre que recorrió una etapa
espinosa de su vida antes de
convertirse en un goleador
impiadoso.
Detrás de la serenidad con que
deslumbra en sus definiciones se
esconde un pasado colmado de
nervios, de miedos, de muertes, de
llantos, de angustias. Nacido el 17
de mayo de 1985, este delantero
que se hizo hombre en la adversidad
se crió en el barrio La Chinita,
azotado por el pánico habitual que
causaban los tiroteos entre dos
pandillas (Los Malembes y Los
Patrullas) que se peleaban
ferozmente por liderar el territorio. La
cruel disputa se cobró la vida de
jóvenes, niños e inocentes. Arrasaba
con casi todo, pero Teo zafó: “El
fútbol me sacó de una guerra, de
todos los problemas de violencia.
Siempre tuve la mentalidad de llegar
a ser alguien en la vida. El talento
siempre lo tuve y mis padres fueron
los que me inculcaron el fútbol”.
El pequeño Teo, el segundo entre
sus cinco hermanos, habitaba una
esquina que era denominada La
Raya, dado que allí se marcaban los
límites de los dos sectores de las
pandillas. Y además existía un
grupo dedicado a la limpieza de
barrio. Sus padres intentaban
alejarlo de lo que pudieran
perjudicarlo y acostumbrabas a
colocarlo debajo de la cama para
dejarlo a salvo de los balazos. “Una
vez yo estaba en la puerta de la
casa y un malembe les disparó a
unos patrullas. Una de las balas me
pegó a mí en la hebilla. Menos mal
que ninguno de mis hijos estaba ahí
en ese instante”, rememora Teófilo
Gutiérrez Castro, papá del, por
aquel entonces, fino volante de
creación, al cual llegaron a apodar
Valderrama debido a que su juego
era considerado parecido al del
Pibe.
Mamá Cristina, la persona que le
transmitió su profunda religión por
Dios, evoca que “siempre supe que
tendría éxito. Me hablaba con
mucha seguridad. Sé que va a ir
muy lejos”. No se equivocó.
-Teo, ¿cómo eran tus días en el
barrio La Chinita?
-Tenía miedo todo el tiempo.
Debíamos estar encerrados, muy
precavidos porque podía aparecer
alguien y empezar a disparar. De
todo eso se aprende y se crece
como persona.
-¿Crees que si no fuera por el
fútbol todavía estarías en ese
contexto?
-Claro, pero tuve mucha constancia
y salí de eso. Mis padres me dieron
muchos consejos. También le
agradezco a la gente que me llevó a
Junior y me hizo debutar en Primera.
Tuve mucha dedicación en todos los
sentidos. Soy quien quiero ser: un
gran profesional, muy disciplinado.
De un barrio tan humilde saqué
cosas positivas.
-¿Como cuáles?
-Por ejemplo, antes de llegar a
Junior, jugábamos en la carretera de
la 15 y Los partidos eran por plata,
por la gaseosa. Esto fuero los que
me enseñaron la picardía para jugar
al fútbol profesional.
De tanto cruzarse pandilleros, Teo
trabó amistad con uno de ellos.
Mientras en los 90 se la pasaba
pateando pelotas, conoció a John
Gabriel Padilla, quien le inculcaba
que jamás lo tomara como ejemplo y
lo inducía a volcarse de lleno a la
carrera deportiva. Un tiempo
después su amigo, el mismo que
supo obsequiarle zapatillas de
marca y le prestó dinero colectivo a
las prácticas, falleció en un
enfrentamiento. Con el sentimiento
de gratitud, Teófilo le dedicó su
primer gol oficial, el 2 de septiembre
de 2007, en un 4-2 contra ONCE
Caldas.
-
-Ahora que te está yendo tan bien,
¿recordás mucho aquella época?
-Sí. Es lindo este momento. Pero
siempre tienes que acordarte de
dónde vienes para saber adónde
vas. Nunca podes perder la
humildad. Por eso, cuando puedo,
vuelvo a mi barrio a comer con mi
amigos.
Entre los valores fundamentales que
mamó en su infancia figura la
familia. Tanto que, antes de arribar a
Racing, les avisó a los dirigentes:
“Le dije a la dirigencia que si querían
que rindiera al 100%, me ayudaran a
traer a mi esposa e hijos”. Hoy Teo
es seguido por las luces del Racing
líder. Aunque no se olvida de
aquellas sombras.
Baltasar Sosa, el coyongo mayor del
Carnaval de Barranquilla DOMINGO, 05 DE FEBRERO DE 2012 15:03
El Rey Momo de las fiestas es un hombre de origen campesino de Bolívar que le tocó vender pescado por las
calles, cargar bulto en el mercado y atender planta eléctricas para sobrevivir, pero nunca olvidó la danza que ya
bailaban sus padres.
Duvis Fernández G.
En una noche tenebrosa y fría, con tempestad
huracanada y oscura, un niño de ocho años vio a
su padre Joaquín, con canalete y atarraya en la
Ciénaga Chicagua, Bolívar, donde llegaban
centenares de coyongos y barraquetes.
Con Joaquín estaban otros pescadores que
llevaban en sus manos mechones y linternas de
mano. De repente todos los hombres lanzaron sus
atarrayas y capturaron a numerosos animales, le
cortaron el pescuezo y los echaron a los sacos.
A las dos de la madrugada, el mismo niño, Baltasar
Sosa Noguera, despertó y lo primero que vio fue
una pila de coyongos y barraquetes que habían
dejado su padre y su tío en la casa. No sabe,
todavía, qué le impresionó más: si ver a su padre y
demás familiares y vecinos pescando a altas horas
de la noche o ese montón de animales muertos.
La vida de Baltasar siempre ha estado ligada a los
coyongos, pues además de un intento fallido de
caza cuando tenía siete años de edad, disfrutaba
de la danza que en Palomino, municipio de Bolívar,
su pueblo natal, los hombres bailaban en homenaje
a estas aves.
A los ocho años y cuando el reloj de la historia
marcaba el año 1956, Baltasar le pidió a su tío
Moisés Calleja que lo dejara bailar en la danza y
este, en forma despectiva, le dijo que apenas
servía para disfrazarse de bocachico, un personaje
secundario. Pero al niño no le importó y se
aprendió rápidamente las relaciones del disfraz. El
orgullo le henchía el corazón y la felicidad le
erizaba la piel en cada presentación. Al fin había
hecho realidad su sueño de pertenecer a la danza
que hoy dirige con orgullo.
Desde entonces esta entró a formar parte esencial
en la vida de Baltasar. El amor por la danza lo
motivó a organizar, muchos años después, un
grupo que presentó en el Carnaval de Barranquilla.
Por ese sentido de pertenencia por el folclor de su
pueblo, por los años de sacrificio para sacar el
grupo a las fiestas Patrimonio Oral e Inmaterial de
la Humanidad, este año, Baltasar Sosa es el Rey
Momo de estas fiestas.
Pero sigamos con la historia. Recuerda
Baltasar que el grupo ensayaba de lunes a sábado
a partir de las 7 y 30 de la noche todos los años.
El domingo de Carnaval, cuando en dicho pueblo
comienzan las fiestas y no el sábado, como ocurre
en Barraquilla, los bailarines se levantaban a las 5
de la mañana y ya a las 6 estaban listos para la
presentación. Se subían en canoas grandes y
recorrían por el río Chicagua el frente del pueblo,
desembarcaban y se dirigían hasta la puerta de la
iglesia donde realizaban varias coreografías como
en señal de pedirle permiso a los santos, luego
iban a la casa del inspector del pueblo, y allí
también bailaban y después iban a las casas
donde los contrataban.
Baltasar bailó dos años como bocachico y dos
como pato cuchara, sin embargo se salió del grupo
para crear otras danzas: la de Los Negros
Monteadores, en el que fue director y compositor
de versos y la de Los Indios Farotos.
Por motivos de trabajo y ante tantas necesidades
económicas que atravesaba, la Danza de Los
Coyongos pasó a ser un recuerdo pues se vino a
Barranquilla, a los veinte años a trabajar.
En la capital laboró como vendedor de una
miscelánea, fue ayudante de albañilería, cargador
de bulto en el mercado, vendedor de pescado con
una ponchera sobre su cabeza por las calles de
Barranquilla y operador de plantas eléctricas luego
de estudiar en el Sena como técnico de
Mantenimiento Industrial en Electricidad.
Fue a los 30 años, en el año de 1978, cuando
Baltasar decide darle vida a la Danza de Los
Coyongos en el Carnaval de Barranquilla. El
escenario fue una fiesta en el barrio La Chinita
donde vivía, y lo apoyaron varios vecinos y sus
hermanos Juan Luis y Argemiro, quienes vivían con
Baltasar quien ya tenía familia y dos hijos.
Ese año salieron y ganaron el primer Congo de Oro
y un premio especial que les otorgó el Hotel Doral.
No sabían si iban a desfilar hasta que varios
organizadores de casetas les dieron 15 mil pesos
para que acompañaran a la reina del Carnaval del
barrio Primero de Mayo. Con ese dinero compraron
algo de tela y le pagaron al conjunto musical.
Así que los demás gastos como las medias, los
zapatos y las telas de los zapatos tuvieron que ser
asumidos por los bailarines de su propio bolsillo.
Tuvieron problemas además para conseguir los
bejucos, el material que se utiliza para los picos del
disfraz de ave. Pero salieron a bailar.
En 1979 se ganaron el segundo puesto en el
concurso de La Gran Parada y en 1980 volvieron a
ganar otro congo. A partir de ese año, Baltasar
cosechó muchos premios.
La danza
Explica Baltasar y la antropóloga Mirtha Buelvas
que la Danza de los Coyongos es un juego
coreográfico donde los danzantes reproducen el
vuelo de estas aves zancudas.
En la coreografía siempre hay un cazador, un pez y
varios animales ribereños. Los coyongos danzan
representando que comen el pez que está en el
centro. Los personajes son: coyongo rey, los
coyongos menores, el pato cucharo, la garza
blanca y la garza morena.
La compañía musical se hace con acordeón y caja.
Después de danzar cada animal recita una copla
que generalmente está relacionada con la defensa
del medio ambiente.
En la Danza de los Coyongos se narra el trabajo de
las aves cuando capturan un pez, lo mismo que el
cazador cuando caza estas aves. Es popularmente
conocida por el sonido producido por los picos de
madera de los disfraces de las aves, que llevan el
ritmo de la música.
La Danza de los Coyongos, de carácter imitativo,
se encasilla bajo la denominación genérica de
Danzas de Relación porque se narra mediante
versos que son voceados alternativamente por los
danzantes. Estos, todos hombres, ejecutan el baile
mientras versean. El paso básico de la danza es un
movimiento hacia delante y hacia atrás. Además
del baile, está la dramatización, cuando cada ave
dice su verso y afrontan la persecución del
cazador.
El Rey Momo
Hoy Baltasar Sosa Noguera es reconocido como un
coreógrafo y un artesano especializado en
elaboración de máscaras representativas del
Carnaval de Barranquilla en papel maché.
Fue elegido Rey Momo del Carnaval de
Barranquilla 2012 porque el Consejo Directivo de la
Fundación Carnaval de Barranquilla tuvo en
cuenta que este carnavalero viene participando en
esta celebración desde hace 37 años con unas de
las danzas consideradas ´joyas´ del Patrimonio por
su oralidad.
Tanto la danza de Los Coyongos como la de Los
Indios Farotos, que también rescató Sosa, son
provenientes de las mestizadas culturas de orillas
del Río Magdalena. Estas expresiones dancísticas
estuvieron en riesgo de desaparecer hacia la
segunda mitad del siglo XX, hasta que, con la
ayuda de sus hermanos, Baltasar Sosa, se
propuso a rescatarlas y las trajo en 1978 al
Carnaval de Barranquilla, desde su natal población
de Palomino, Bolívar.
Desde entonces y contra viento y marea, gracias al
indeclinable tesón de Baltasar y su familia, junto a
un puñado de paisanos y amigos, ambas danzas
vienen desfilando sin falta en los actos públicos del
Carnaval de Barranquilla.
La misión del rey Momo en el Carnaval es
acompañar a la Reina, en esta oportunidad a
Andrea Jaramillo Char en los distintos actos del
pre-carnaval y los días oficiales.
Además es el encargado de presidir el desfile por la
Calle 17 que se realiza el sábado de Carnaval,
simultáneamente con la Batalla de Flores, donde
también participan cumbiambas, danzas y
disfraces.
Baltasar es el monarca número 18 desde que este
personaje de las carnestolendas fue rescatado por
iniciativa de la Fundación Carnaval de Barranquilla,
en 1995
El pasado 10 de diciembre Baltasar Sosa Noguera
izó las banderas de las danzas de tradición Los
Coyongos e Indios Farotos en su casa, ubicada en
la carrera 6FNo.49-52, en el barrio Ciudadela
Metropolitana.
La Reina del Carnaval 2012, Andrea Jaramillo
Char, los niños Vanessa Carreño y Armando
Gómez, las candidatas del concurso Reina de
Reinas, diversos disfraces de la Fiesta, y grupos
folclóricos como la cumbiamba la Pollera Colorá
estuvieron acompañando al Rey durante su izada
de banderas.
Entonces ese día, Baltasar sintió de nuevo que se
le henchía el corazón y que la piel se le erizaba.
Sintió la misma alegría y emoción que tuvo cuando
salió disfrazado de bocachico por primera vez en la
danza en su pueblo natal cuando tenía ocho años.
El niño hecho hombre, el “Coyongo Mayor” estaba
tan feliz que no se cambiaba por nadie. Si sus
amigos y familiares coyongos estaban con él,
¿entonces quién contra él?
La FIFA y la Fuerza Aérea Colombiana construyen
sueños y realidades a 186 Niños de Barranquilla y
Soledad.
20 de febrero de 2012
Prensa Comando Aéreo de Combate No. 3
El Barrio la Chinita de Barranquilla y el Barrio el Esfuerzo del municipio de
Soledad fueron los protagonistas de la entrega de kits escolares las cuales
se llevaron a cabo el fin de semana en las instalaciones del Comando Aéreo
de Combate No.3.
Estos barrios cuentan en este momento
con dos escuelas de fútbol
respectivamente las cuales son
apadrinadas por la Federación
Internacional de Fútbol Asociado, FIFA,
y La Fuerza Aérea Colombiana quien
gestionó dichos útiles escolares a través
del Banco BBVA como apoyo al proceso
estudiantil y desarrollo educativo de los
niños de comunidades de escasos
recursos.
De esta manera 186 niños podrán a
partir de la fecha no sólo seguir con el
acompañamiento en su desempeño
deportivo, sino que al igual tendrán las
herramientas básicas para asistir a los
salones de clase mitigando, con este
tipo de estrategias, la deserción
estudiantil.
En el evento los niños pudieron
participar de concursos, juegos
animados por el conocido jugador,
como lo llaman en la Costa,
“Pachequito” y un grupo de sus amigos
quienes acompañaron la actividad con
demostraciones acerca del manejo del
balón.
La Fuerza Aérea Colombiana sigue
liderando actividades en pro del
desarrollo de la niñez en todo el país.
Otra Versión sobre el origen de La Chinita
Familia Rodríguez
La señora Fidelina y Pedro,
habitantes reconocidos del barrio
La Chinita, nos cuentan que éste
nace el 10 de abril del año 1975 y
las primeras personas que
llegaron fueron Mauricio, Petra,
Nelly , Yolanda y Pinocho.
Cuentan que en el barrio, en esos
momentos, no existía ningún tipo
de violencia. Las únicas
problemáticas que tenían eran la
de los servicios públicos y la
actitud de los jóvenes en esa
época era buena, se relacionaban
bastante.
Dicen que se le dio el nombre
porque en la 17 habían uno
chinos que sembraban hortalizas.
Por eso le dieron ese nombre “La
Chinita” .
El barrio se construyó por
nosotros mismos. Nuestro
desempeño y la ayuda de la junta
comunal” de la cual hacia parte
Hugo Guamacho, quien nos
cuenta que “uno de los días fue
Hugo Corena el que nos mandó a
hacer las medidas de todo los
terrenos. Nosotros contábamos
con nuestros propios recursos.
Para resolver los servicios
públicos, como el agua, teníamos
que trasladarnos hasta la palerilla
y llenábamos tanques y ollas de
un grifo que había allá. La luz la
traíamos con 7 rollos de alambres
pela`os, de 100 mts de largo, de
la zona franca, para poder traer la
luz a las casas. Llegamos con el
fin de tener una vivienda propia
para nuestros hijos en un futuro”.
¿Por qué se llama como se
llama nuestro barrio?
Nos cuentan el señor Hernando
Villacob, reconocido en el barrio la
chinita como “el Villa”. En el mes
de febrero del año 1975 se
escucharon los rumores de una
posible colonización en este
sector que ahora es llamado la
chinita. El sábado 5 de abril de es
mismo año vinimos a tirar
machete 22 personas. De las
cuales me acuerdo que estaban
Griselda López , mi mama, mi
papa, Roque escalona, Petra
entre otros en octubre del 75 ya
se encontraba el sector es
tronchado, para que no entrara la
policía y dormíamos en las calles
tapados de pies a cabeza para
que no nos picaran los sancudos,
tuvimos la ayuda de la junta que
la conformará Hugo carena,
Eusebio, Petra Sánchez, los
jóvenes en esa época eran sanos,
jugábamos a futbol en la calle
ancha con Samudio Mosquera
cuando era niño. Nosotros
contábamos con nuestros
recursos propios, jerley nos
ofreció el agua y teníamos que irla
a buscarlas el mulas a al parelilla
la luz se cogía de la zona franca,
y teníamos que pasar el caño
para traer luz a las casa y el gas
fue a lo ultimo se le da el nombre
a la chinita por una virgen que
había en Venezuela la llamaban
“la chinita "este sobre se le da la
junta que conformaba Petra, y
Carena que visitaban mucho esa
ciudad, la perspectiva que
teníamos cuando llegamos era
tener nuestras viviendas propias .
A finales de los años 70, intentó
cambiarse el nombre del barrio,
por el de La Luz II, pero los
habitantes no aceptaron ese
cambio, pues ya estaban
acostumbrados al nombre de La
Chinita