Persefone y Hades
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PERSEFONE Y HADES
Perséfone, en la mitología griega, era la hija de Zeus, padre de los Dioses, y Deméter,
diosa de la fertilidad, de la tierra y la agricultura, símbolo de esa fecundidad que ella
llevaba consigo. Vivía en un bosque lejano, en cuyos lindes se abría la espesura,
rodeada de otras ninfas como ella, hijas de dioses o de dios y mortal. Con ellas jugaba y
se crió, siempre bajo la vigilancia de su madre, que era toda ternura con su pequeña hija.
Nuestra Perséfone creció feliz entre juegos, risas, cantos y bailes. Sus días transcurrían
en la paz más absoluta. La hermosa niña poco a poco se fue haciendo mayor, y se
convirtió en una mujer ten bella, que no dejaba de recibir constantemente la visita de
hombres y dioses que pedían su mano desesperados. En ocasiones era la misma
Perséfone la que rechazaba a los pretendientes, pero habitualmente era su madre,
Deméter, la que los alejaba de su hija, ya que temía que alguien quisiera lastimarla. Pero
no todo podía ser hermoso (¿qué historia no tiene mezcla de risas y lágrimas?). Un día
en que Hades, señor de los infiernos, se encontraba paseando por los límites de sus
terrenos, se acercó demasiado a esa espesura en la que acababa el bosque, hogar de
Perséfone. La vio, teniendo todo lo que él no tenía, la gracia, la alegría, la vitalidad... y
se enamoró. Durante muchos días Zeus recibió a su hermano, quien insistía
obsesivamente en pedirle la mano de Perséfone, pretendiendo llevársela al inframundo y
convertirla en su reina, ya que su belleza y alegría le habían cautivado. Zeus, ocupado
en otras cosas y sin dar la importancia que merecían aquellas conversaciones terminó
por ceder y eliminó todo tipo de protección sobre Perséfone durante unas horas,
incluyendo a su madre, Deméter, a la que trató de entretener en ese lapso. La tarde
transcurría soleada, Perséfone recogía flores de todos los colores junto con sus amigas
las ninfas, entre bailes y cánticos llenando los cestos poco a poco. De pronto un ruido
seco y tosco que provenía del interior de la tierra sobresaltó a la muchacha, que con
horror veía como una grieta se abría a sus pies y de ella salía una mano que la sujetaba
fuertemente. En apenas un instante, Perséfone había desaparecido. Los aterrados ojos de
las ninfas la buscaban por todas partes pero no lograban encontrarla. El mundo
oscureció repentinamente para Perséfone, que vio desaparecer todo aquello que amaba:
las flores, el verdor del césped, las gotas de rocío con las que lavaba su cara al salir el
sol... Al principio rechazó toda conversación con Hades, y se escondió en su mundo de
recuerdos, pero según pasaban los días el enfado y la negación dieron paso a una
resignación triste. Hades había ya dispuesto todo para su boda, y llegado el día,
Perséfone, ya sin lágrimas por todo lo que había llorado, dio el "sí, quiero"a su raptor.
Algunos dicen que debería haber aguantado más... pero a veces la desesperanza es el
peor de nuestros enemigos. Mientras tanto, Deméter buscaba a su hija
desesperadamente. Durante 9 días y 9 noches recorrió cada rincón de la tierra
buscándola, hasta que el décimo día, el Sol, que todo lo ve, decidió contarle lo que había
visto, la joven recogiendo flores y la tierra engulléndola. Deméter enfureció por
completo. Buscó a las ninfas que acompañaron y debían proteger a Perséfone la tarde de
su desaparición y como castigo las convirtió en sirenas y las obligó a pasar el resto de
sus días bajo las guas. Luego abandonó la tierra, que sin su presencia se quedó estéril y
vacía. Marchó a hablar con Zeus para que le exigiese a Hades que devolviera a la
muchacha. Pero cuando Zeus iba a tomar cartas en el asunto era demasiado tarde y ya
Perséfone se había casado con Hades, comiendo perlas de una granada en el pequeño
banquete que hubo tras la boda, sin saber que la granada es la fruta del inframundo, que
la retendría allí para siempre. Pero todo esto no frenó el impulso de Deméter, que acabó
bajando por su propio pie al mismo Infierno, tras cruzar la laguna Estigia, y sin temer al
perro Cancerbero, fiel seguidor de Hades y guardián de las puertas infernales. Y allí,
frente a frente con Hades, repitió su intención de recuperar a su hija y de permanecer en
el infierno hasta que Perséfone regresara a la tierra con ella. Zeus vio que la tierra
agonizaba sin Deméter en ella, que las flores se negaban a crecer, los pastos
amarilleaban y hasta los animales dejaban de tener crías. Zeus observaba como los
humanos comenzaban a sentir la necesidad de alimento, y pronto comenzarían a
desvanecerse, al igual que los animales de las granjas, y si miraba un poco más lejos
podía ver como en el mundo salvaje también se comenzaba a notar la falta de alimento.
Al percibir este cuadro desolador, se puso esta vez de parte de Deméter, y así acabaron
llegando a un acuerdo con Hades. Perséfone pasaría medio año con él en el mundo de
los muertos, y el otro medio con su madre, bajo el sol, y esta solución intermedia fue la
que finalmente aceptaron todos, llegando Perséfone a reinar junto a Hades (y se cuenta
que a interceder por los vivos en más de una ocasión) la mitad del año en que vivían
juntos. Cuando Deméter supo del regreso de Perséfone su alegría lo inundó todo,
pequeños brotes aparecían en las ramas de los árboles, las plantas comenzaban a tener
capullos de los que pronto saldrían preciosas flores, y los primeros tallos podían verse
ya en los campos de cultivo. A la llegada de Perséfone una explosión de color llenó toda
la naturaleza, la alegría inundaba cada rincón y a las pocas semanas ya se podían
recoger frutos maduros. Los campos volvieron a ser fértiles, las verduras y hortalizas
salían a la luz y se alimentaban de ella hasta estar lista para alimentar a los campesinos.
Sin embargo, seis meses más tarde, la tristeza de Deméter, provocada por la partida de
su amada hija, volvió a llevar a un periodo de caída de hojas, desaparición de flores y
ausencia de frutas, verduras y hortalizas, que no volverían a ver la luz hasta su regreso.
Es por esto por lo que la mitad del año, todo florece y llega la primavera, personificada
en Perséfone, y la otra mitad, aquella en que vuelve al hogar de Hades, llega el frío, las
lluvias y las nieves, ya que ella ha marchado y su madre la extraña y llora, regando los
campos con nieve y hielo. Y así es como nosotros, los humanos, tan lejos de dioses,
diosas y héroes, acabamos recibiendo las consecuencias de sus actos, siendo esta vez la
secuencia de estaciones lo que nos llega de toda esta historia.