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    ALC'O PEYRET

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    Jf'^f- t?^

    La evolucin del Cristianismo

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    ALEJO PYREtNaci el 11 de Diciembre de 1S26 en Serres-Castets

    (Bearn) ; estudi en el Colegio de Francia, siendo alum-no de Quinet y Michelet, actuando en los movimientosrepublicanos que determinaron la crisis revolucionariade 1848. El triunfo de Napolen III le arrastr al bancode los acusados; tom luego el camino de la emigra-cin, viniendo al Ro de la Plata en 1852. Desde enton-ces consagr cuarenta y siete aos, los mejores de suexistencia, al progreso civil y cultural de la Repblica

    Argentina; fu el maestro venerado de toda la genera-cin ilustre foi-mada en el Colegio del Uruguay.

    Desde la prensa de Montevideo combati en defensade los intereses de la Confederacin Argentina, en ElComercio del Plata y El Ro de la Plata . En 1855fu nombrado profesor de historia en el Colegio delUruguay; en 1856 redact El Nacional Argentino , r-

    ganode la Confederacin.

    El mismo ao fund yor-

    ganiz la famosa Colonia San Jos, que honra la memo-ria del general Urquiza; fu el alma de esa colonia,desempeando en ella todas las funciones administra-tivas.

    En 1870, llamado a Francia por sus antiguos com-paeros de emigracin, Peyret prefiri permanecer ensu patria^ de adopcin, limitndose a enviar al presi-dente Thiers un Proyecto de Constitucin para la Re-pblica Francesa , editado en Buenos Aires. Publicdespus Apuntes sobre colonizacin y sus famosascartas spbre la Intervencin del Gobierno Federalft la Provincia de Entre Ros , que le obligaron a emi-grar de esa provincia, ocupando en la Universidad deBuenos Aires la ctedra de francs que le brindaraJuan MaraJ Gutirrez. En 1876 volvi a la de his-toria en el Colegio del Uruguay y escribi su Tra-tado de Historia Contempornea , consangrndose espe-cialmente al estudio de la filosofa de la historia. En1878 se cre para l, en el mismo Colegio, la ctedrade Historia de las Instituciones Libres , que desem-pe hasta 1883, en cuya feclia fu llamado a dictar esamisma enseanza en el Colegio Nacional de Buenos Ai-res, hasta 1890. De 1889 a 1899 desempe el cargo deInspector general de Tierras y Colonias de la Repblica,dando a luz su obra Una visita a las Colonias de laRepblica Argentina , desenvolviendo anlogas doctri-nas que en sus Cartas sobre Misiones , publicadasen 1881.

    En 1885 public en la Revista Universitaria deBuenos Aires la obra Orgenes del Cristianismo ; poco

    despus dos obras de aliento, El Pensador Americanoy la Historia de las Religiones (1SS6). De esta ltimaforma parte La Evolucin del Cristianismo reeditadapor La Cultura Argentina .

    Quedan inditos de Alejo Peyret todos los manus-critos originales de sus conferencias sobre la Historiade las Instituciones Libres i)ronunciadas en el ColegioNacional de Buenos Aires; su publicacin ocupara soisvolmenes de quinientas pginas cada uno.

    Alcio Peyret falleci en Buenos Aires el 27 de Agos.002

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    LA CULTURAARGENTINA

    ALEJO PEYRET

    La evolucindel

    Cristianismo

    Con una introduccin de

    GODOFREDODAIREAUX

    A < -:-

    BUENOSAIRESLa Cultura Argentina Avenida de Mpyo 646

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    ALEJO PEYRET

    Despus de haber consagi'ado cuarenta y sieteaos, los mejores de su existencia, al servicio deeste pas, bien merece Alejo Peyret que erijamosa su miemoria el modesto monumento de la histo-ria de su vida. No nos faltar el material, puescon la breve resea de su obra se puede fcilmentellenar pginas. Con sus lecciones y con sus libros,con su infatigable propaganda, con sus exploracio-nes a partes desconocidas del territorio nacional,con el impulso que dio a la fundacin de las prime-

    ras coJonias, ha servido a la Repblica Argentina,moral y materialmente, como el mejor de sus pro-pios hijos.

    ])esde la ctedra ha sembrado en el espritu dela juventud argentina de entonces ideas elevadasde democracia sana, que muchos de sus alumnoshan podido a su vez propagar o poner en prctica,

    en la prensa, en el foro, en el poder*.Con la pluma y con la palabra, ha luchado in-

    cansablemente contra los dogmas que atajan elprogreso y contraran la libertad del pensamientoha disputado a la invasin siempre creciente en laRepblica del obscurantismo clerical, la antorchade la filosofa positiva que alumbra el camino dela humanidad, alzndola con mano enrgica, bienalto, por encima de la multitud de fr'entes enan-gostadas por la fe ciega en los mitos, y de losbrazos hipcritamente levantados para apagarla.

    Para todo tuvo tiempo en su larga vida... me-nos para hacer fortuna. Desdeaba el dinero, co-

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    8 - G. DAIKEAX

    no todas los grandes espritus, eont^entiidose conconseguir lo indispensable para llenar las necesi-dades de la vida, y poder dedicai'se sin preocupa-cin a sus trabajos intelectuales. Y por esto noha dejado a los suyos m^ que la gloriosa herenciade su nombre, respetado y querido de todos, y desus obras, que quedarn como un testimonio de loque ense y de lo que hizo.

    *

    4 *

    Naci el 11 de diciembre de 1826,

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    ALEJO PEYKET

    matizado de constitucionalismo. Pero la juventud

    pronto iba a soar con ota repblica, juiciosa,

    duradera, definitiva.

    En 1845, Alejo Peyret vaa Pars, a completar

    sus estudios, llevado por el deseo de escucliarla

    palabra de los maestros afamados, pensadores, h-

    isofos. historiadores, que liacan de sus ctedras

    de la Sorbona tribunas para pmlicar la libertad

    del pensamiento y los principios de la filosofa mo-

    derna. ^. ^ .\,Concluy as sus clases en medio de ideas que

    deban tener sobre su espritu funa i>^pereusion

    tanto mayor cuanto estaba en la edad de la asi-

    n^ilacin fcil e indeleble. Y estas ideas eran to-das de progreso filosfico, de libertad democrtica,

    de mejoramiento de la condicin del pueblo, uto-

    pas socialistas, ilusiones generosas, pero contodo,

    base de las profundas reformas que paiatina-mente se van efectuando en todos los puntos del

    orbe, quieran o no quieran los que manejan mo-

    mentneamente los destinos de las naciones. _^En esa poca, separada de la gran Revolucin

    por medio siglo de perturbaciones, de terror, de

    monarquas tan diferentes,desde la dictadura del

    n-uerrero omnipotente hasta el poder mezquma-

    mente tirnico del rey devoto o torioemente libe-

    ral del rey burgus, aspiraba la nacin, o por lo

    mekos, la parte ilustrada de ella, a conseguirpor

    fin el goce completo y sin trabas de las libertades

    que haba conquistado y que le haban quitMo,

    ora los acontecimientos, ora los hombres.Y en unin con todos los espritus elevados de

    entonces, Alejo Peyret sinti hervir en su pecho de

    veinte aas el irresistible deseo de la libertadpo-

    ltica para su patria. , , .En 1844 obtuvo el diploma de bachiller en cien-

    cias y letrus y sigui preparndose para el da

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    10 G. DAIREAUX

    de la lucha, esgrimiendo su pluma de publicistanovel, pero lleno de entusiasmo y de valor, hacin-dose de amigos no slo entre los jvenes de sugeneracin, animados de las mismas ideas, sinotambin entre los jefes futuros del gran movi-miento republicano que se iba preparando,

    Y vino, por fin, el momento anhelado en que ladiscusin cede el paso a los hechos, y la plumaa las armas; los discursos de club y la improvisa-cin callejera a las barricadas

    ya la revolucin.

    Y con la revolucin victoriosa, se estableci elgobierno republicano, con las esperanzas sin lmites, la generosa ilusin de una regeneracin com-pleta, de la felicidad del pueblo, la paz, el or-den.... Y todo fracas

    Hubo reyertas populacheras, ms sangrientas

    que los mismos motines antimonrquicos y que tu-vieron que reprimir, matando al pueblo, los quems queran su felicidad. No basta tener ideasreformadoras para gobernar bien, se necesita tam-bin energa y tino; y estos idelogos eran inca-paces de aplicar sus teoras, y estos idelogos, co-mo los hubiera llamado Napolen I, fueron enga-ados y pronto subyugados por Napolen III.Peyret, discpulo de Edgard Quinet y de Miche-let, en el Colegio de Francia, no poda dejar deser arrastrado juntamente con sus compaeros queformaban el lite del partido republicano, al ban-co de los acusados; y ms de una vez nos ha re-eoi*dado aquel famoso proceso, que con razn con-

    sideraba un timbre de honor, en que fu defendidopor el ilustre tribuno y abogado Michel de Bour-ges, meridional ardiente, con el don del rayo y quedurante quince aos haba hecho oir su voz elo-cuente en todos los procesos polticos.

    Michel de Bourges recus en aquel proceso ala mayor parte de los jurados que componan el

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    12 G. DAIEEAUX

    vo que prefiere abandoiiai' monientneaDieiite supatria, al verla humillada bajo el yugo del usur-

    pador; y tambin era la resolucin del hombreenrgico, lleno de fuerzas morales y fsicas, que alvenas amenazadas de esterilizacin en su propiatierra, prefiee ponerlas al servicio de una nuevapatria a dejarlas intiles.

    Y veremos que tan completamente ofreci y de-dic a su patria adoptiva el capital de ciencia, de

    entusiasmo, de amor al trabajo, de fuego sagrado,podemos decir, adquirido en la patria de su naci-miento, que el sacrificio no tuvo ms fin que lamuerte

    .

    As destrozan riquezas moi-ales sin cuento lascriminales perturbaciones polticas Siquiera, nofu perdida, esta vez, la semilla fecunda arroja-da por el viento; cay en suelo frtil y si la vidade Peyret fu perdida para Francia, ha sido, lopodemos asegurar sin que nadie nos desmienta, degran provecho para la Repblica Argentina.

    Arrollado por la misma tormenta, haba desapa-recido de Francia, violentamente arrancado delsuelo natal, todo un magnfico grupo de inteligen-cias superiores; y una verdadera plyade de fil-sofos, de sabios, de publicistas, como Jacques, Martn de Moussy, Eugenio Pnot, Eal Legout, Car-los Quintn, Gillard, Pasquier, haba venido acaei* en las hospitalarias riberas del Plata, trayn-(ioles el rico tributo de sus resplandecientes y va-riadas luces.

    Alejo Peyret se junt con ellos en Montevideo.Vena con el espritu pi'cado de ideas generosas,Heno de aMor, deseoso de desparramar por todas

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    ULEJO PEi^ilET la

    p-rtes los grandes pensamientos de progreso y delibertad que la tirana haba tenido comprimidos ensu pecho de apstol. Poder hablar, poder escribira su antojo, poder hacer pblicos sus ideales de-mocrticos, por fin Despus de la mordaza elgrito j Como si del otro lado del Ocano, Francia,envuelta en el sudario del absolutismo, lo pudie-se oir

    Pero, no era Peyret hombre de desperdiciartiempo en vanos anatemas y en recriminacionessin eco, y se prestaba el momento a algo ms prc-tico que sin vacilar emj)rendi. La ConfederacinArgentina iba fijando las bases polticas de suConstitucin, y desde Montevideo, Alejo Peyret,en '*E1 Comercio del Plata , de Jos Mara Can-tilo, en el *'Eo de la Plata , que l fund, y enotros diarios, con su estilo claro, vibrante, a la vezque moderado, ya amoldada su pluma francesa alms puro castellano, desarroll sus teoras, expusosus ideales, ilustrando con toda sinceridad las cues-tiones arduas de poltica terica.

    Desgraciadamente, el periodismo, y ms en aque-lla poca remota, daba a sus fervientes ms sin-sabores que pan, y tan pocas compensaciones leproporcionaba ese trabajo, que en 1855 acept laoferta de su amigo el doctor Larroque, rector en-tonces del Colegio del Uruguay, de hacerlo nom-brar en dicho establecimiento profesor de historia,y al ao siguiente se hizo cargo de la redaccin de''El Nacional Argentino , rgano que defendila

    causade la Confederacin.

    No era esto cambiar de profesin; del periodis-mo a la ctedi'a hay poco trecho, y lo mismo allque en la prensa qued todo un propagandista;predicando lo mismOj siempre lo mismo, el culto dela democracia.

    Tendremos que volver sobre el profesorado de

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    U G. DAIREAUX

    Peyret al hablar de otra poca de su vida, por ha-ber sido muy corta su primera estada en el Co-legio del Uruguay. Efectivamente, un ao apenasdespus de su nombramiento, el que entonces man-daba el general Urquiza juzg que el valor, laactividad de ese hombre joven, enrgico, se des-gastaban casi intilmente en palabras, al dictar uncurso de historia, al hablar de cosas pasadas, cuan-do tanto precisaba de hombres de este temple para

    fundar su porvenir, la provincia de Entre Ros, elpas entero.

    Peyret, a menudo, sola decir a los de sus alum-nos que no aprovechaban sus lecciones: Ustedesvienen aqu a perder el tiempo; haran mejor enir a sembrar papas , y Urquiza pens que Pey-ret era a quien se haca perder lastimosamente eltiempo, y que ese hombre tena que ser un focode actividad prctica, de propaganda por el ejem-plo, en las soledades incultas de la Repblica Ar-gentina, y le mand fundar y organizar la Coloniade San Jos, en 1856.

    *

    * *

    La fundacin y organizacin de dicha coloniafu toda una obra, su obra personal, aunque, consu acostumbrada modestia, haya l mismo atribu-do al general Urquiza toda la gloria de ella.

    El general Urquiza dio la orden de fundarla,dio la tierra, dio todos los elementos,

    y Peyretpu-

    so toda su actividad, todo su entusiasmo de joven.Quince das antes de hacerlo, nadie pensaba ensemejante colonia.

    Sucedi que, cumpliendo, pero con mucha de-mora, un contrato de colonizacin con el gobiernode Corrientes, que ya lo liaba declarado caduco,

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    ALEJO PEYEET 15

    milias de colonos. Reeliazados de Corrientes, sedirigieron al general Ur quiza, presidente entoncesde la Confederacin Argentina; pero el gobiernonacional careca de recursos para costear una co-lonia, y fu por esto que el general Urquiza tomel asunto por su cuenta particular.

    Se dio orden de llevar a los colonos a los camposdel Ibicuy, en el departamento de Gualeguay. Allse vio que el terreno era anegadizo

    yno serva

    para la colonizacin, y se mandaron a Calera deEspiro, en las costas del Uruguay, a dos leguas dePaysand. Era en julio; recin en septiembre,despus de dos meses de invierno, pasados en cam-pamento, pudieron los colonos emprender los tra-bajos de desmonte y empezar a remover la tierra

    virgen y a sembrarla demaz.

    La fundacin de la Colonia de San Jv>s, ver-dadero complemento de la victoria de Caseros, fucomo la brecha abierta por la cual entr la primeraola de inmigracin colonizadora a la RepblicaArgentina, trayendo consigo el aumento del co-mercio y del movimiento martimo, precursores delas dems manifestaciones de la civilizacin; futambin la cobnena de donde salieron los numero-sos enjambres de colonos que despus fundaron to-das las dems colonias de Entre Ros, que hoy al-canzan a diez y nueve en la costa del ro Uruguay.

    Sin el esfuerzo tenaz de Alejo Peyret, para lle-var a cabo esta obra, entre las mil dificultades ma-teriales y morales que tuvo que vencer, hubieraseguramente fracasado, demorndose quizs pormedio siglo la colonizacin de la Repblica. Ui*-quiza haba puesto su confianza entera en Peyret,y nunca confianza ciega fu mejor colocada. Pey-ret, hubiera podido, hubiera debido, dirn muchos,aalir de San Jos rico; pero ni se acord de reser-

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    ALEJO PBTKET 17

    bliea es el gobierno que nos di\'ide menos y sin embargo, trabajasteis por el derrocamiento de la Repblica

    .

    En 1871, los acontecimientos os colocaron a la cabeza de esa misma Repblica que hubiera po- dido ser fundada veinte aos antes, si los viejos parlamentarios hubieran obrado de buena fe y no hubieran conservado la ilusin de creer en la^ posibilidad de la reyeca constitucional, ilusin que nos vali el despotismo imperial, un retroce-;> so de cincuenta aos

    .

    Hoy, la ilusin ya no es posible ; vos mismo lo habis reconocido de alguna manera en un dis- curso que ha llegado- hasta nosotros, en esta tie- rra lejana, donde seguimos con un inters fcili- de comprender, las dclorosas pruebas de nuestra patria

    .

    Estis llamado a presidir la obra de la rege- neracin de Francia. Habremos de tomar vues-

    ^ tra palabra a lo serio ? Vuestro pasado nos per- mitira dudar, tal vez, pero aseguris que no que- ris deshonrar vuestra vejez con una mentira. . Acaso habis sido seducido, en defecto de con->> viccin, por esta inmensa gloria de fundar la Repblica Francesa? Os rendiris al fin a la fa- tal necesidad, a la indomable fuerza de las cosas que por grado o fuerza, empuja las sociedades modernas hacia la democracia?

    Sera presuntuoso escrutar vuestras intencio- ues, y adems, qu puede importar el mvil que os

    empuja? El problema queda planteado una vez ms : hay que resolverlo

    .

    Tal es lo que procuro hacer en este ensayo que me tomo la libertad de enviaros

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    18 G. DAIEBAUX

    El porvenir nos dir si debemos colocar viies- tro nombre al lado de los de Washington, de Franklin, de Hamilton, de Jefferson, de Madi-^> son y dems inmortales fundadores de la gran> Repblica Americana, o si debemos relegarlo al ltimo rango de la historia, entre los defensores ciegos y obstinados de los dogmas extinguidos, de las transacciones inmorales y cobardes, de los2> principios caducos y de las instituciones muer-

    tas

    .

    Esta carta elocuente da la medida del amor quesiempre profes Alejo Peyret a los principios de-mocrticos, y se explica fcilmente que el viejorepublicano de 1848 dude, despus de tanto en-gao, de los sentimientos polticos de M. Thiers,ese monrquico empedernido, al asumir el podercomo presidente de la Repblica.

    Dej que republicanos ms jvenes que l siguie-sen en la patria lejana, con la tarea de su rege-neracin y sigui l aqu con la que se haba im-puesto. Haca ms de 20 aos que se dedicaba afomentar por todos los medios a su alcance, elprogreso en la Repblica Argentina; pero estabaan en toda su fuerza intelectual, y le quedabamucho que hacer.

    Fecundo, elocuente, defensor ifcilmente entu-siasta de todas las causas justas, tena en sumogrado ese genio de propaganda que constituye una

    de las fuerzas ms nobles de Francia y que de sushijos, los ms soadores a veces, y los menos prc-ticos, hace los hombres ms tiles a la humanidad.No saben hacer fortuna; pero saben indicar a losdems los medios de hacerla,

    y fu as Peyret; bien lo saben todos los que lohan conocido. Sus Apuntes sobre Colonizacin,

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    ^luchas de sus conferencias lian sido publicadas,otras permanecen inditas, lo mismo, por lo dems,que la mayor parte de sus numerosas obras.

    Todo era para l motivo de expansiones instruc-tivas y se puede decir que por donde ha pasadoha dejado por huella algn libro, sin contar lasinnumerables conferencias amenas o filosficas, losdiscursos polticos o histricos, que a menudo pro-nunci en las fiestas francesas, y ios artculos lle-nos de inters con que hasta pocos meses antes desu muerto, engalanaba las columnas de Le Courrcrde la Pinta.

    De 1889 a 1899, ocup el importante puesto deinspector general de Tierras y Colonias de la Re-pblica, que tan bien corresponda al fundador yorganizador de la primera de ellas, lo que aprove-ch para escribir su obra: ''Una visita a las Colo-nias de la Rephlica Argentina , como en 1881,haba tomado motivo de una exploracin quo lehaba mandado hacer a Misiones el gobierno na-eJonal, par'a publicar un libro: Cartas solne Misio-nes, lleno de interesantes datos y de indicaciones

    profticas, que da a da se vanrealizando, sobre

    esta admirable parte del territorio argentino.En su carcter de inspector general de Colonias,

    fu comisionado en 1889, por los gobiernos nacio-nal y provincial de Entre Eos, para representar-los en la Exposicin Univei'sal de Pars. Pudoaprovechar su viaje, el primero que realizaba a

    Su patria desde 1852, para saludar a algunos desus antiguos compaeros de destierro, llegados, va-rios de ellos, a puestos elevados de la Repblica, yagradecerles el recuerdo que de l haban conser-vado, pues le liaba nombrado el gobierno frail-ees oficial de Academia.

    Peyret deja, a ms de las que hemos indicado

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    que los capitales que slo Tienen en busca de opi-ma remuneracin.

    Desdeoso para s mismo de la riqueza j no per-di ocasin de fomentarla para los demcs, por susconsejos, por la vulgarizacin de conocimientosprcticos y tiles. Trabaj durante toda su largavida en inculcar a la juventud argentina ideas ele-\-adas, poniendo al servicio de su enseanza todo

    su espritu crtico tan justo y tan ilustrado, todasu inteligencia y su erudicin vastsima. Su estiloclaro, sin otra pretensin que la de ser fcilmentecomprendido, completaba en l las calidades del

    maestro eximio.Ha trado al edificio de la sociabilidad argenti-

    na algo ms que un grano de arena, y es justoque entre los argentinos perdure su memoria, ro-

    deada de respetuoso agradecimiento.

    GODOFREDODaIRBAUX.

    Septiembre de 1902.

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    Introduccin al curso de conferencias sobre

    LA HISTORIA DE LAS INSTITUCIONES LIBRES,

    desenvuelto en el Colegio Nacional de Bufnos Aires.

    Sabis cul es el objeto de estas conferencias.

    Debo, desde luego, agradecer al gobierno na-

    cional y especialmente al ilustrado ministro delramo, me haya proporcionado un local para reali-zar el objeto que me haba propuesto: hacer lahistoria de las instituciones libres, es decir, indi-

    car cmo la libertad y la justicia haban ido for-utndose y desarrollndose en medio de las socie-

    dades humanas.Esta es una idea que acariciaba desde muchosaos atrs: habala concebido en medio de las so-

    ledades americanas, al presenciar el estado em-

    brionario, rutinario, retrgrado, de las poblaciones

    dotadas con una constitucin liberal, con una de las(onstituciones ms liberales del mundo, pero inca-

    paces asimismo, a consecuencia de su ignorancia,de elevarse a la altura de sus instituciones. De-

    came entonces a m mismo, cuando estaba sunu-

    do en mis meditaciones solitarias: es preciso for-

    mar apstoles, un ncleo de jvenes que vayan di-fundiendo en el seno de las masas inconscientes

    las nociones indis^pensablcs para generalizar la prc-

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    res polticos y sociales, para sustitui ma socie-dad orgnica de ciudadanos a esas agrupacionescaticas que traen forzosamente a la memoria elrecuerdo de los tiemipos pasados, el recuerdo delcoloniaje. Es preciso ensearles la ciencia social,lo que se lia dado en llamar con el trmino algobrbaro de sociologa, y el estudio de la sociologano es posible sin el conocimiento previo de la his-

    toria; no la historia de los sucesos histricos pro-piamente dichos, sino la historia de las ideas quehan ido levantndose en el horizonte social, comolos astros asoman en el firmamento, paulatinamen-te, y han formado el patrimonio intelectual de lahumanidad. Es preciso hacer en una palabra lahistoria, no de los titulados grandes hombres, sino

    de los grandes principios sobre los cuales descansala conciencia social.

    La Amrica es la tierra del porvenir, Por quno entr de una vez resueltamente en la carreraque los sucesos le abrieron? Acaso no tendra con-ciencia de su misin? No comprendera el papelque tiene que desempear en el drama humanita-rio? Por qu se deja dominar por inteligenciasretrospectivas? Por qu mira para atrs, en vezde mirar para adelante? Por qu se deja parali-zar, inutilizar por la influencia de los sentimientosretrgrados, por las leyes del atavismo?

    Y me respond a m mismo: porque no hayhombres que se atrevan a hablar a la juventud ellenguaje del porvenir . Esa juventud tendrmaestros ilustrados, pero les falta la iniciativa delas resoluciones varoniles y la audacia de los pen-samientos generosos; porque en vez de alzar laantorcha para que alumbre a la distancia, la tapany esconden, porque vacunan la verdad en vez de

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    INTRODUCCIN 27

    preocupaciones rezagadas y se dejan llevar porconsideraciones rastreras

    .

    Sal entonces de mi retirp y me fui a liablar aesa juventud. Pero mi enseanza no tard en des-

    pertar odiosidades: naturalmente, yo deca la ver-

    dad, y la verdad no conviene a los que viven de

    la explotacin de la mentira.No importa; yo dije como aquel antiguo : vitam

    impender vcro: dedicar la ^-ida al trunfo de la

    verdad.^ n i

    El (pensamiento que me haba llevado ai Cole-gio del Uruguay, del cual haba tenido ya el ho-

    nor de ser catedrtico en los primeros tiempos, mehizo veni a Buenos Aires.

    Aqu busqu un saln, algo parecido al Ateneo

    de Montevideo, unsaln abierto a todas las ideas.

    Contestseme que no lo haba. Ped entonces unoa la Facultad de Ciencias Sociales : no tuve el ho-

    nor de recibir una contestacin; los sucesos poste-

    riores me demostraron que aquel silencio no de-ba interpretarse en el sentido del tan conocido

    refrn: quien calla otorga.

    Quedaba, pues, elColegio Nacional; pero a la

    fecha el coloniaje y el atavismo unperaban toda-

    va en este establecimiento que fu en otra poca

    edificio de los jesutas. Cmo poda un meto deVoltaire hacer oir su voz en la casa de San Igna-

    cio de Loyola? Indudablemente hubiera sidola

    abominacin de la desolacin. Las paredes se hu-

    biesen estremecido de horror; lassombras de la

    Edad Media hubiesen salido de sus sepicros para

    venir a apagar esas lmparas que nos alumbran.

    Poco falt, por consiguiente, para que yo aban-

    donase mi idea; pero un suceso inesperado vino a

    cambiar este orden de cosas. El nuevo e ustrado

    rector que dirige este colegio se apresuro aponer

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    28 A. PEYEET

    Agradzcole ese favor; agradzcole al seor' mi-nistro; agradzcole al presidente

    dela Repblica,

    sobre todo a los dos ltimos, pero no lo extrao,cuando reenerdo que fueron educados en el hist-rico colegio del Uruguay, que tantos hombres emi-nentes ha dado y seguir dando a la Eepblica.

    He ah explicada mi presencia entre vosotros,seores.

    Yo no he venido aqu a usurpar el dominio deotros, como se ha credo tal vez; no, no vengo aqua hacer competencia a ilustrados y elocuentes pro-fesores: yo vengo aqu nicamente para predicarla verdad, toda la verdad, nada ms que la ver-dad, porque la considero necesaria para el triun-fe de la justicia en la tierra.

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    PREFACIO DE. LA

    HISTORIA DE LAS RELIGIONES

    Hace ms de diez aos, coiiversaudo con JuanMara Gutirrez, le dije que tena intencin deescribir la filosofa de la historia, y, con su bon-dad acostumbrada, me alent para emprender esetrabajo. Pero no tard en compi'ender que habaacometido una tarea superior a mis fuerzas. De^deluego, no me haba mantenido al corriente de lostrabajos histricos que se haban llevado a cabo enf,l tercio del siglo que acababa de transcurrir, y,

    duranteese lapso de tiempo, el doble ms largo

    que el de Tcito, habase renovado la historia dela antigedad, descubrindose una antigedad mu-cho ms antigua que la que se nos haba ensea-do en los colegios de mi patria; habase inventadola prehistoria, si se puede ha])lar de esta manera.

    La misma historia comente, la que creamos co-

    nocer, haba sufrido una renovacin completa porlos trabajos de una legin de eruditos y de crticosque haban ido desenterrando una porcin de ar-chivos inditos. Las leyendas haban sido puestasen tela de juicio, los mitos perforados de par enpar, en fin, toda la fantasmagora de las creenciasanteriores barrida como las nubes amontonadas so-

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    30 A. PEYRET

    bre el Ocano por el imiDetuoso viento de las Pam-pas,

    Unsentido,

    quefaltaba al siglo

    XVIII, el sen-tido histrico, habase desarrollado asombrosamen-te, con una acuidad maravillosa, con una facultadde percepcin incomparable, con un poder de an-lisis asombroso; gracias a l el espritu estudiosopenetraba en el laberinto del pasado con la mis-ma seguridad que el viajero se aventura con labrjula en los mares desconocidos, fijando de an-temano el derrotero que va a recorrer y el puntoadonde va a llegar.

    Por otra parte, varias ciencias acababan de cons-tituirse, considerando, examinando la naturalezay la humanidad bajo nuevos aspectos, cuyas cien-cias haban proyectado, o iban a proyectar una luz

    extraordinaria sobre los fenmenos sociales.Los viajeros, los exploradores haban recorridotodos los rincones de nuestro planeta, antes tanextenso y actualmente tan esti'echo, arrojando alos pies de los sabios una cantidad de datos, unacopia de documentos tal, que con ellos podan es-calar todas las montaas, hasta entonces inaccesi-bles, de la historia. La historia del pasado nos erarevelada por la historia de las tribus salvajes, delas naciones brbaras que todava existen,- la ana-loga nos llevaba en sus alas hasta lo ms remotode los siglos transcurridos, y la paleontologa ve-na a confirmar las inducciones de la ciencia social

    .

    Cuntos velos haban cado, en fin, cuntos miste-rios se haban aclarado

    Y yo ignoraba casi todo aqullo, yo vctima in-feliz de la educacin universitaria, tal como se da-ba en Francia bajo el reinado de Luis Felipe, talcomo la haban constituido los eclcticos y los doc-trinarios, los corifeos de la burguesa satisfecha^los turiferarios del justo-medio, los apologistas del

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    INTEODUCCIN 31

    rgimen parlamentario, que crean y propalabanque todas las revoluciones pasadas no haban teni-do ms objeto que entronizar la monarqua dejulio y que la Carta de 1830 era el non plus ultrade las reformas polticas y sociales.

    Bossuet, al estilo de todos los autores cristianos,liaba hectLO girar todo el movimiento humanitarioalrededor del pequeo pueblo de Israel, como to-dos los planetas jiran alrededor del sol, advir-tiendo que esa misma tierra, en el pensamiento deaquellos autores, era considerada como el centrode los mundos.

    Del mismo modo, los historiadores haban dadopor objetivo a la historia moderna la revolucind^ 1830 reducida a los estrechos lmites de la mo-narqua parlamentaria, amoldando todos los su-cesos a ese resultado que consideraban definitivo.

    Y tal era la filosofa de la historia que se noshaba enseado: Bossuet y Agustn Thierry; talera la moneda corriente con la cual habamos lle-nado nuestros bolsillos intelectuales.

    Y el Oriente y el Occidente, y el inmenso con-tinente asitico, tan lleno de misterios, y el nuevocontinente, que se haba alzado del seno de lasolas encrespadas con su programa de regenera-cin, con la bandera del porvenir, teatro predes-tinado de la democracia, dnde se dejaba todoaqullo ?

    Es cierto que ya en esa misma poca unas voceselocuentes haban empezado a protestar eonta esas

    miras estrechas; peroel

    gobierno, temeroso de des-agradar a los campeones del pasado, les haba im-puesto silencio ( aludo sobre todo a los cursos dic-tados por Michelet, Quinet y Mickiewicz en l cole-gio de Financia) y posteriormente nua gran ca-tstrofe haba dado a los sucesos y a las ideas unadireein impevista; quiero hablar del golpe de

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    L' A,. PiSYEET

    estado de 1851^ que haba siipiimido la libertadpoltica en el pas de las revoluciones, condenan-do al silencio o a la hipocresa al gran propagan-dista del linaje humano, al vulgarizador por ex-celencia, al verbo franci. Entonces, desde el par-lamentarismo hablador y enervante, habamos cadoen el cesarismo opresor y corruptor. Y, corno elxito jams deja de encontrar aduladores, comonunca faltan los espritus acomodaticios dispuestosa repetir el vce vctis del caudillo galo, lo mismocomo se haba teorizado la monarqua iparlamen-taria de 1830, actualmente se teorizaba la monar-qua plebiscitaria, la monarqua cesrea, presen-tndola como el non plus ultra de las institucio-nes modernas. No solamente liOs publicistas, nosolamente los jurisconsultos, sino los mimos his-toriadores se hacan cesaristas. Cesaristas pordentro, cesaristas por fuera, no se vea otracosa. Tan es as que no cay Csar en Fran-cia sino para volver a levantarse en Alemania. Pa-reca y parece an el viejo continente incapaz dedar un paso ms all del rgimen eesarsta, sincre-tismo monstruoso del derecho popular y del de-

    recho divino. El mismo continentenorteamerica-

    no vio manifestarse entonces esa tendencia cesa-rista: el vencedor de la Secesin, embaucado porlos plutcratas, pretendi anular la tradicin des-interesada y gloriosa de Washington. Aquello hu-biera sido la quiebra de la libertad, la bancarrotade la Repblica en el mundo.

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    Quiere decir todo cuanto antecede que, a pesarde la copia inmensa de documentos que han idoaglomerndose, no est la mayor parte de los pon-

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    INTRODUCCIN 33

    sadores europeos en las condiciones requeridas pa-ra componer la filosofa de la historia: para llevara cabo ese trabajo, no basta tener el sentido hist-rico del pasado, es preciso aadir la visin claradel porvenir; conocer, o, al menos, vislumbrar elobjetivo hacia el cual se dirige la caravana hu-rana tras de tantas peregrinaciones alrededor delplaneta

    .

    Por'queel

    pensadoreuropeo queda engolado

    en un pilago de preocupaciones contra las cualesle es dificilsimo reaccionar; el mismo que pro-testa contra ella, acaba tarde o temprano porrendirle culto y vuelve a caer en el abismo delpasado.

    TantoR molis erat romanam condere gmtem

    Tanto trabajo cuesta vencer las preocupacionespai*a construir la ciencia

    Quien dice filosofa de la historia, dice efectiva-mente ciencia social toda entera. Por cierto no

    puede un hombre solo llevar a cabo lo que nece-sitara la cooperacin de una legin de sabios, eltrabajo colectivo y sucesivo de varias generaciones.

    Pero, ante todo y para despejar la cuestin, hayque salir de ese centro a fin de abarcar con una

    mirada el conjunto histrico y social. Hay que re^correr el mundo, comparar los pueblos, las nacio-nes, las razas, los climas, las latitudes intelectua-

    les y sociales para conseguir una idea de la tierraentera y del destino humano.

    No basta peregrinar al travs de la historia: nobasta atender a las relaciones de los viajeros; es

    necesario tambin peregrinar al travs de los hom-

    bres. Sin esto, la inteligencia ms privilegiadaqueda expuesta a fracasar, como le sucedi a Augus-to Comte, quien jams haba salido de Pars,

    y quien, durante los ltimos aos de su vida,ni

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    34 A. PEYEir

    recha del Sena. Agrdese que se haba impuesto

    por higiene cerebral no leer las publicaciones nue-vas. Adonde fu a parar con semejante rgimenintelectual el pensador eminente, el sabio ilustr-simo? A la reconstruccin del doble despotismo i'e-ligioso y poltico, a la institucin de la autocraciacientfica, so pretexto de reemplazar la eaduca re-ligin del pasado.

    El mismo Herberto Spencer, a pesar de haberenumerado en su Introduccin a la ciencia sociallas preocupaciones que deben eliminarse, no consi-gui evitarlas del todo; tamipoco ha viajado bas-tante, por cuyo motivo ha llegado a conclusionessociolgicas que pugnan evidentemente con la ob-seiTacin histrica y con las tendencias sociales.

    III

    Mas, la vida es corta y el arte es largo, comodice el refrn latino, sin contar que tenemos, todoso casi todos, que luchar contra dificultades que noshacen perder mucho tiempo, desvindonos del ob-jetivo que nos habamos propuesto alcanzar al sa-lir del umbral de la casa paterna para lanzamosen el campo de la especulacin.

    Dice Goethe : En este^siglo no basta ser un Ho-mero; es preciso tambin tener el tiempo de serlo .Demostr la crtica que no haba habido un Ho-mero solo, sino varios Homeros^ de manera que lospoemas atribuidos al gran vate helnico eran unaespecie de epopeya colectiva coordinada posterior-mente, resultando que un individuo solo no habapodido llevar a cabo esas dos grandes construccio-nes literarias que resumen, que simbolizan todauna civilizacin; pero si Homero no fu una indi-

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    38 A. PEYRBT

    VI

    Sentados estos antecedentes, ocurre pregimarcul es la idea, cul es la misin del continentesudamericano en general y de la Repblica Ar-gentina en particular. Porque, en fin, as comono hay seres intiles en la sociedad, tampoco haypueblos sin objeto en el coojunto humanitario.

    Pretenda Jefferson que la Confederacin delNorte estaba destinada a absorber con el tiempotodo el continente americano', siendo el Norte lagran colmena de donde deban salir todos los en-jambres colonizadores y conquistadores, y, por con-siguiente, la repblica de Washington una nuevaedicin de la repblica romana, aunque con mediosms adaptados a la civilizacin moderna.

    La agitada historia de las repblicas sudameri-canas, desde el momento de la independencia, pa-reca confirmar la profeca de Jefferson : esos pue-blos emancipados del yugo de la metrpoli se 7jios-traban incapaces de practicar las instituciones li-

    bres, siendo dominados por las tradiciones del ata-vismo y las preocupaciones de una educacin reza-gada; el continente del Sud era un extenso campode guerra civil y de matanza semejante al cuadrode Salvador Rosa, donde los pronunciamientossucedan a los pronunciamientos y las revoluciones .a las revolnciones, no alcanzando a hacerse de unmodo pacfico la transimisin del poder en esasconvulsionadas comarr-as. La historia del imperioromano, con sus caudillos militaros y sus pretoria-nos, iba reproducindose perpetuamente, ,para de-mostrar que los espaoles y los descendientes deespaoles mestizados con las razas indgenas, ha-b?in heredado las cualidades y sobre todo los de-

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    INTTODUCCIN 39

    fectos del gran pueblo conquistador del mundoantiguo.

    Quera decir entonces que estos pueblos del Sudno tenan idea que desarrollar, ni misin que cum-plir en la tierra, sino que deban desaparecer a suturno como todas las razas inferiores a las cualesellos mismos haban ido eliminando : no tenan msmisin, por repetir las palabras de Jefferson, quela de ocupar el territorio basta que viniese unaraza superior a arrancrselo de la mano, bastaque viniese el pueblo im.ericano po\i' excelencia,el primer pueblo del mundo, the first people intJie world.

    VII

    Pero de repente, las cosas han venido a asumir

    un giro imprevisto. Al cabo de cuarenta o cincuen-ta aos de agitaciones y de fracasados ensayosconstitucionales, las Provincias Unidas del Plataconsiguieron implantar en su rgimen poltico laconstitucin de Washington, y esa constitucintraa la prescripcin fundamental de llamar lainmigracin, de conquistar el desierto: gobernares poblar.

    Es cierto que unos han preguntado si la consti-tucin de los Estados Unidos es aplicable a losdems pueblos. No pretenden lo contrario los mis-mos publicistas norteamericanos (vase a Brown-son), aadiendo que aqulla es un producto espon-tneo de la tierra en que naciera y se desarrollara?En fin, en la misma tierra de su nacimiento esaconstitucin no ha degenerado y manifestado gra-ves defectos que fueron puestos de relieve porotros publicistas de all? (Seaman y otros.)

    No se ha dicho que eso era inevitable, que la.smejores constituciones polticas tienen que fraca-

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    INTRODUCCIN 43

    anticuadas que dejaron de corresponder a las as-piraciones de la poca.

    Mas cmo conocer esas ideas rezao^adas, esaspreoenpaeiones, todas esas cosas del pasado que setrasmitieron hasta nosotros por la edneacin, Borel atavismo, por el contacto de los dems pueblos,por la importacin, en fin, por las mil circuns-tancias de la vida social?

    Hay forzosamente que acudir a la historia, ycon este motivo vuelvo al pensamiento expresadoen mi conversacin con Juan Mara Gutirrez: ha-cer la filosofa de la historia.

    Mas. ya lo dije, esta era una empresa surerior amis fuerzas, sin contar que no estaba en las cir-cunstancias adecuadas para llevadla a cabo. Hu-biese necesitado diez aos de estudios en los gran-

    des centros intelectuales de Europa y otros diezaos de viajes, de pei'egrinaciones por el mundo,visitar sucesivamente la cuna de las civilizacionesantisruas y el taller de los ltimos hijos de lacivilizacin, los pueblos petrificados del Oriente ylas naciones jvenes que inscribieron en su ban-dera la palabra fatdica, el loma regenerador: ade-

    lante adelanteNo pudiendo hacerlo, abandon mi pensamiento

    primitivo, mi plan evidentemente ambicioso, com-.plicadsimo y fuera de mis alcances, para ence-rrarme en lmites ms modestos, que son los si-guientes: exponer las instituciones religiosas, po-lticas y econmicas de los pueblos antiguos y mo-deraos. En presencia de los datos as reunidos,puede cualquier ndividuo de sentido comn yde reflexin juiciosa deducir la conclusin corres-pondiente, es decir, lo que debemos pensar en reli-gin, en poltica, en economa social, y, por con-densarlo todo en una palabra, en sociolofj/a, desdeque esa palabra hbrida (mitad latina, mitad grie-

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    44 A. PEYRET

    ga) ha sido adaptada por los escritores contempo-rneos. La ciencia, hoy, ms que nunca, propendea ser una construccin colectiva; pas para siem-pre el tiempo de los reveladores inspirados y delos maestros autoritarios, ante cuya palabra debauno inclinarse sin remisin. Somos todos colabo-radores unos de otros; la solidaridad, la manco-munidad de los trabajos, de los estudios, de lasopiniones, nos constituye a todos en un ser indi-visible, al travs de los tiempos y de los espacios.El hombre que se condena al aislamiento, se re-duce por eso mismo a la impotencia; el hombreensimismado cae en la subjetividad extravagante.Por el contrario, el que se empapa en la anchay abundante corriente humanitaria, el que consi-gue condensar en s, asimilarse todo el pensamien-to de los ingenios pasados y contemporneos, rea-liza en su alma comprensiva la actividad intelec-tual de la humanidad entera, y, conocedor del pa-sado, puede averiguar la tendencia del porvenir.

    Debemos, pues, hacer de tal modo que la huma-nidad entera repercuta en cada uno de nosotrosas llegaremos a constituir la

    formasocial supre-

    ma, la confederacin humanitaria, sin preocupa-ciones locales, sin fronteras fsicas ni morales, sinegosmos, sin intolerancias, sin odiosidades, la granpatria internacional, la solidaridad universal, elimperio de la justicia en la tierra redimida porla ciencia.

    No hay que postergar el derecho para el cielohay que realizarlo, en cuanto sea posible, en lamisma tierra.

    liemos tenido las religiones fetichistas, las re-ligiones locales, las religiones de la tribu, las reli-giones de la ciudad, las religiones nacionales^ lasreligiones internacionales; para llegar al liltimo

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    INTRODUCCIN 45

    religin de la humanidad, por la gi'an sntesis delas concepciones especiales y la eliminacin de laspreocupaciones exclusivas, de los dogmas intole-rantes.

    Tal es la tarea que me tomo la libertad de indi-car a las jvenes generaciones americanas: tareaque es fcil llevar a cabo en un pas nuevo, en unterritorio poco poblado, destinado por las circuns-tancias a ser, si puedo expresarme de esta manera,la patria del cosmopolitismo, como lo indicaroncon intuicin profunda los padres de la constitu-cin.

    Sursum corda

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    La evolucin deCristianismo

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    .o f^^t-i^o^ H^t

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    50 A. PEYEBT

    tamente indisputable^ y es que fu crtieificado pororden del .procurador Pontius Pilatus.

    La narracin que tenemos de la pasin es inve-rosmil, dice el seor Havet. Lo es i^almente lacomparicin de Jess ante el Sanhedrin, el grantribunal de los judos. La verdad, dice el mismoautor, es que son los romanos los que hicieron mo-rir a Jess como sedicioso, en un momento en que

    no faltaban los caudillos a^tadores que queranponer fin a la dominacin romana y se presentabancomo el Mesas anunciado. La Galilea sobre to( oera un foco de agitacin. Juan el Bautizador (JuanBautista) haba sido tambin un agitador, y poreso haba perecido.

    La narracin del cuarto Evangelio es completa-mente distinta de las de los tres primeros, sobretodo de los de IMarcos y de Mateo, que deben serlos ms antiguos.

    Advirtase que nada aparece en los Evangeliosindicando que Jess haya infringido la ley de Is-rael; hablamos sobre todo de la ley religiosa, de-biendo entendei-se que, para los israelitas no exis-ta la separacin entre lo espiritual y lo temporal.Luego los judos no tenan motivo para condenarlo,y si hubiese sido muerto en virtud de la ley deMoiss, hubiera muerto por la lapidacin, comoms tarde muri el primer mrtir Estefanos. (Es-teban).

    Mientras tanto, para los romanos, toda la pre-dicacin de Jess era culpable; luego son los romanos los que lo sacrificaron.

    As se explica el silencio de los historiadores Jo-sefo y Justus, sobre ese personaje; no quieren in-disponerse con los dominadores del mundo.

    Jesiis volvemos decirlo

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    LA EVOLUCIN DEIi CEISTIANISMO 51

    el juclasuio. Todos los prrafos que tenderan ahacerlo creer son apcrifos, son anacronismos.

    Jess no combati a los fariseos, como lo afirmanlos Evangelios; los fariseos practicaban las mismasdoctrinas qae l. Hillel era un fariseo, e Hillel estan cristiano como Jess.

    La vocacin de los doce es igualmente apcrifa.La traicin de Judas es inverosmil. La relacinde la cena, de la comida postrera, no es autntica;

    es una invencin de Pablo.En fin, es muy dudoso que Jess haya pronun-ciado el discurso dicho de la Montaa, que no essino una recopilacin de sentencias y de pensa-mientos, que eran corrientes, haca tiempo, en lascalles de Jerusalem.

    Kesulta, pues, que no son solamente los hechosexternos, sino el alma misma de Jess la que senos escapa.

    Sin embargo, Jess ha vivido.Qu es, en fin, Jess? Es un inspirado, no es

    un hombre de doctrina, es un hombre de fe. Podracreerse que es alucinado, como lo fu Pascal des-

    pus, como lo haba sido anterionnente Scrates.Sus mismos parientes lo consideraban loco. Larealidad es que despreciaba las conveniencias so-ciales; buscaba a los profanos, a los irregidares dela sociedad, y se encolerizaba fcilmente contralos que le resistan. Naturalmente, l tena las mi-radas fijas en un poi-venir que l vea muy cer-cano, y esa idea que embriag*aba a unos, ;imena-zaba a los dems ; esa idea era la del reino de Dioscon su justicia, el reino de los pobres, de los afli-gidos, de los desventurados, el fin de los opresores,de los ricos, de los explotadores. Pues Jess querasobre todo a los pobres, y proclamaba formalmenteque los ricos no podan entrar en el reino de los

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    54 A. PBYEET

    Por eso lucilo, sufri, muri. Advirtase queen momentos de morir l,

    nadaexista

    todava delo que llamamos cristianismo,. Jess no era toda-va un Cristo, y, por otra parte, no haba intro-ducido dogma ni prctica nueva. No tena ideaalguna, ni de la Trinidad, ni de la Eaicarnacin, nide otros misterios; ninguna de la Iglesia, ni de unsacerdote, ni de un obispo; ninguna de los sacra-

    mentos, ni de una ceremonia cristiana cualquiera,ni siquiera del bautismo.''Jess es cristiano slo por una cosa, siendo un

    modo de sentir especial , y por un desprendimien-to sombro de la vida presente: Si tu brazc espara t una causa de tropiezo, crtalo; vale mi-g'orpara t entrar estropeado en la vida que ir cotj tus

    dos brazos al fuego que jams muere. El quequiera salvar su vida la perder, y el que la liayaperdido por m y por la buena nueva, la salvar.

    Es preciso vender todo su bien y repartrselo alos pobres; el rico no entra en el reino de los cie-los. Es preciso dejar su casa, sus hermanos, sushermanas, su padre, su madre, sus hijos, sus cam-pos por la buena nueva.

    Resumiendo, Jesiis es puramente judo, y nohizo un acto ni dijo una palabra que no sea ju-da. Pero es un judo ms ardiente y ms exaltadonacido en un pas que alimentaba espritus inde-pendientes e indciles; obedeciendo ms bien a Irainspiracin que a la autoridad ; hombre de la na-turaleza ms bien que de las escuelas; hecho paracomprometer al Sanhodrin de Jerusalcm y paraperderse a s misino, pero hecho tambin para per-turbar las almas, siendo as como la profeca se-gn la cual se crea que el Mesas deba nacer enBeln, de Jud, qued desmentida y que, contra-

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    LA EVOLUCIN DEL CRISTIANISMO 55

    riando la espera universal (Juan, VIII-52), fude Galilea de donde naci un Cristo.

    No se puede saber con certeza la fecha de lamuerte de Jess, pero parece que se acercaba a loscincuenta aos cuando muri.

    Tal e ms o menos la exposicin que liace el se-or Ernesto Havetj uno de los ltimos historiado-res del cristianismo, y que ha podido aprovechartodos los trabajos anteriores.

    El mismo Havet dice que Juan el Bautizador, elprimero que predic en Israel el prximo adveni-miento del reino de Dios, no ya como un suceso delmundo presente, sino como el fin de este mundo yla entrada en una nueva existencia, debiendo pre-pararse uno por un cambio de vida para conseguirla remisin de los pecados y por la purificacin, lainmersin en el a^ia, ese Juan, ese precursor, des-sempe en Judea un papel ms grande que Jess,siendo el protagonista de la revolucin religiosacuyos honores le tocaron a Jess, como lo pruebanlos autores cristianos, los mismos Evangelios, y enfin la misma Iglesia que instituy la fiesta de SanJuan, tratndolo como al mismo Cristo.

    En cuanto a las profecas y a los milagros, espreciso apartarlos absolutamente como puras le-yendas sin valor histrico.

    n

    Hemos odo al filsofo Havet; ahora vamos a darla palabra al neo-catlico Huet (Francisco).

    Para l, como para todos los que han estudiadola cuestin, los Evangelios estn llenos de contra-dicciones.

    Mateo y Lucas son los nicos que tienen uiiahistoria de la infancia de Jess. Marcos no prin-

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    cipia su narracin sino con la predicacin de Juanel Bautizador. Basta el silencio de Marcos paraprobar que esas leyendas donde aparecen los n-geles persas, no eran propias de la tradicin pri-mitiva.

    Marcos liaoe nacer a Jess en Nazaret, en Gali-lea; Judas lo hace nacer en Beln, en Judea.

    El padre de Jess era un carpintero, y pareceque l mismo haba ejercido el oficio paterno.

    A los treinta aos entra en relacin con Juanel Bautizador y es iniciado por l . Qu pretendaJuan? organizar una especie de conjuracin na-cional, y eso le cost la vida.

    Esos trabajos se relacionaban con el reino deDios, el Mesianismo.

    En qu consista la idea mesinica que preocupconstantemente a los judos? En una reforma so-cial y poltica, preparada por medio de la virtudy de la santidad, por el triunfo de Israel sobre to-dos los dems pueblos. A este respecto, todos losjudos eran mesianistas; Isaas es sobre todo elapstol, el poeta de ese primer cristianismo.

    Un retoo, un vastago, saldr del tallo de Jos,una flor saldr de sus races. El espritu del Seordescansar sobre l.... Har justicia a los pobres,ser el defensor de los hombres indefensos ... Lapaz ser la obra de la justicia; los frutos de lajusticia sern el descanso y la seguridad para siem-pre... y entonces, vendr la multitud de los pue-blos. Pues la ley saldr de Sion, y la palabra deDios, de Jei*usalem. Las naciones no alzarn msel hierro contra las naciones Cielos, derramadvuestro roco, nubes derramad la justicia, brasela tierra para que la salvacin y la justicia brotenal mismo tiempo... Voy a crear, (dice el So-or) nuevo ciclos una nueva tierra

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    volucin hay que sacrificarlo todo, liasta los gocesde la familia.

    El reino de Dios sufre violencia, y son los vio-lentos los que lo arrebatan . Luego Jess no re-troceda ante el empleo de la fuerza y sino cmoconciliar esas palabras con las del otro Evangelio:mi reino no es de este mundo?

    Jess marcha a Jerusalem para dar el paso de-cisivo, en momentos en que estaba all congregadatoda la nacin juda (dos millones y medio de al-mas). Entra triunfante como rey, aclamado porlas masas populares:

    ''Bendito sea el rey que viene en nombre delSeor Pero fracasa su intentona; cunde el des-aliento entre sus partidarios; sus discpulos lioabandonan, lo reniegan o lo traicionan. Haba asu-mido el ttulo de Mesas: luego era un sediciosopara los romanos; haba dicho que era el hijo deDios : luego era un impostor para los judos. Habaincurrido en una doble acusacin, religiosa paralos judos, poltica para los romanos.

    La condena de Jess por Pilatos es por consi-guiente legal.

    Segn los tres Evangelios sinpticos (Marcos,Mateo, Lucas) Jess conserv ante el magistr'adoromano su ttulo de Mesas, de rey, negndose aaadir una sola palabra. Clavado en la cruz, ex-clama: Dios mo. Dios mo, por qu me hasabandonado?

    Quiere decir que hasta el ltimo momentoha-

    ba contado con el auxilio divino, con una inter-vencin milagrosa, con el ejrcito celestial.

    Tal fu la vida y la misin de Jess, segnFrancisco Iluei. Pero, era realmente Jess un re-

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    formador poltico y social en el sentido que nos-otros damos a esas palabras? Creemos que puederesponderse negativamente. Porque Jess esperabael fin del mundo y una regeneracin, una paling-nesis general, la supresin de la muerte, el reino

    de Dios con su justicia en la tierra renovada, sin

    ninguna de las necesidades sociales, ni el trabajo,

    ni la familii, una vida anglica (los ngeles no secasan,

    dice el Lvangelio las aves del cielio no

    trabajan, Dios las alimenta, etc., etc.).

    El progr^ma de Jess, si podemos valemos de

    esa expresin moderna, no era, pues, un plan dereforma poltica y social ; era una creencia supers-ticiosa, una alucinacin tomada de los persas, vol-

    vemos a repetirlo . El cristianismo es una transfor-

    macin delmazdeismo.

    in

    Hemos odo a un filsofo, hemos odo a un neo-cstiano, vamos a or a los judos.

    Jessdice Salvador, personifica el dogma de la

    resurreccin de los muertos, dogma renovado delOrient^e, idea persE^ .secularizada por Ezequ'ie(l.

    Crea Jess en el prximo fin del mundo. La pa-labra mi reino no es de este mundo ha sidodistrada de su naturaleza y de su alcance origi-

    nal Lejos de deducir de ella un derecho cristiano

    de separacin entrelo temporal

    ylo espiritual, era

    todo lo contrario lo que deba sacarse en conclu-

    sin. El mundo actual deba sacrificarse al espiri-

    tual, al otro muudo, que iba a venir.

    Los romanos, dice Hiplito Rodrguez^, fueron

    los nicos culpables de la muerte de Jess.

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    La poltica y no la religin fu la causa verda-dera de la condena de Jess por el Synedrium.

    El rey de los judos era un ttulo que asumantodos los sediciosos, como lo declara el historiadorJosefo. Barkokebas fu el iiltimo de aqullos, sien-do coronado por el gran sacerdote Akiba, quienle asegur el estribo para subir a caballo, en tiem-pos del emperador Adriano.

    Los galileos estaban siempre en rebelin.Viniendo el momento de celebrar la fiesta de

    Pascua, tres millones de judos concurran a Je-rusalem. Fu este el momento que eligi Jesspara presentarse.

    Jess haba adoptado las doctrinas de Hillel. Elsermn de la Montaa era moneda coiTente en lascalles de Jerasalem, dice Munck, antes de que hu-biese sido pronunciado por Jess.

    Exista entre los judos una gran libertad de in-terpretacin. Las doctrinas de Hillel concuerdancon las de Jass y haban sido admitidas por losfariseos: luego no puede haber habido condena re-ligiosa de Jess, y el judo Hillel debe contarse

    e^ntre los fundadores dela sociedad moderna.

    El procurador Pontius Pilatus, en vez de ser unhombre sin resolucin y sin carcter, era un genioviolento y terco, que no poda resolverse a agra-dar a los judos (palabras textuales del filsofoFiln).

    Caifas, el sacerdote, era vendido a los romanos.

    Vamos adelante: durante el siglo entero qvietranscurri despus de la muerte de Jess, subsis-ti la buena armona entre los judco-cristianos, esdecir los discpulos de la secta de Jess y los Ju-dos propiamente dichos, es decir ha.sta despus dela iniiria definitiva de Jerasalem,

    No hal)a entre ambos ms diferencia que la de

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    por el Anti^io Testamento. Luego esta buena ar-mona resuelve de por s sola la cuestin del pro-

    ceso de Jess.Mas en el ao de 132, judeo-eristianos se ne-garon a tomar parte en la rebelin suprema contralos aborrecidos conquistadores y profanadores deJerusalem, la ciudad santa de Jebovah. Entoncesfueron arrojados de la ciudad y se reunieron a lospaulinistas, es decir, a los discpulos de Pablo

    perOj recliazados tambin por stos, se asilaron enla ciudad de Pela, tomando el nombre de Ehonitas,es decir los pobres.

    Hubo razones de odiosidad y de inters parapropagar los errores contrarios a las verdades an-teriores. Los paulinistas odiaban a los judos. Los

    romanos queran aterrorizar a los vencidos, siempredispuestos a la rebelin. Unos y otros celebraronun compromiso, de donde result la alianza deltrono y del altar, de lo espiritual y de lo temporal.Todo poder viene de Dios, baba dicho San Pablo,lo que' evidentemente pugnaba con la idea mesi-nica de los judos que aspiraban al imiperio uni-

    versal de Israel sobre todos los pueblos, imperiofundado sobre la justicia y la paz, como lo decla-raba todava Maimnides en el siglo doce.

    En los tiempos que antecedieron a Jess, Judasel Gaulonita haba formado en Galilea, una secta,o mejor dicho, un partido con las clases pobres quefu aplastado por los romanos.

    Vino despus Juan el Bautizador, un esenio, quequiso preparar la independencia nacional. El bau-tismo de Juan no era solamente un signo de rege-neracin moral, era tambin un signo de afiliacin.

    Jess continu los trabajos de Juan, como Juanhaba continuado los trabajos del gaulonita.

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    cido de blasfemia y no de rebelin, y se consi^ipor medio de dos falsos testigos ante Caifas, agente

    de Pilatos, y una especie de comisin marcial re-unida de noche, que no pudo ser el Sjoiedrium.El reo es remitido a Pilatos. El debate no dura

    cinco minutos. Jess responde afirmativamente a

    la pregunta: eres el rey de los judos? Y el^ma-gistrado romano lo manda crucificar en la maanasiguiente.

    Advirtase que la ley juda no permita juzgaruna causa criminal de noche y que el^ suplicio ju-do era la lapidacin y no la crucifixin.

    En fin, tenemos el testimonio tenninante de T-cito: ''Christus, de quien viene el nombre cristia-no, haba sido castigado con la muerte, bajo Tibe-

    rio, por el intendente Pontius Pilatus.

    El profesor israelita Graetz dice que el judais-mo fu regenerado por el destierro y que el Par-sismo (la doctrina de Zoroastro) ejerci sobre l

    una influencia considerable. De all viene el dua-

    lismo (Ormz yArhiman Dios y Satans) con

    la analoga y la demonologa, la creencia en el In-fierno y en el Paraso, y en fin el dogma de la re-surreccin de los cuerpos, que produjo ms tardetoda una teologa nueva en oposicin con la reli-gin madre: la teologa farisea y cristiana.

    Despus del regreso de Jemsalem aparece la ley

    escrita; pero ms tarde seimagin la tradicin

    oral para las necesidades nuevas.

    Jams la nacionalidad juda fn separada por

    sus hijos de la idea mesinica.

    Cuanto ms se depur la religin y se hizo po-

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    pular, tanto ms aument la fe del puebla en sumisin divina: la nacin tom cada vez ms a pe-cho el apostolado que le encargara la Providenciapor boca de sus profetas; esparcise ms y ms laconviccin de que la independencia nacional y laprosiperidad de la Judea no eran la ltima pala-bra de la historia juda.

    Los judos, dispersos entre los dems pueblos,comprendieron ms que los de Judea la necesidad

    de reconciliar aquella sociedad, sobre todo la grie-ga, con las creencias de Israel.

    En Jndea se esperaba al rey profeta que debade resucitar a los muertos y reducir a los pueblospaganos bajo el cetro del Eterno; los judos quevivieron entre esos pueblos, emprendieron prepa-rarlos por medios naturales para el reino de Dios,

    llegando a ser as los intermediarios entre el eTu-daismo regenerado y una civilizacin que intenta-ba vanamente regenerarse.

    Habindose penetrado de la poesa y de la cien-cia de los helenos, contribuyeron a reconciliar laGrecia con la Judea, el espritu ario con el espritusemtico en su expresin ms elevada.

    Vase actualmente cmo juzga a los esenios.El apego de los eaenios a su orden iba borrando

    paulatinamente, entre esos sectarios, el sentimientode solidaridad que es el cimiento

    dela

    religinjuda. Prohijaban desde temprano en su seno elgermen de una oposicin contra el judaismo, cuyaintensidad y alcance ellos mismos, como sus ad-versarios, distaban mucho de prever.

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    Hillel, presidente del Synedrium, en oposicincon los esenios, que se apartaban de la vida p-blica, deca: No te apartes de la comunidad .

    Los ariscos, amigos de la paz, que queran tran-sar con los romanos, eran de la escuela de Hillel;el partido opuesto, los celadores (Zelotes), eran dela escuela de Schammai, hombre de accin msbien que de especulacin, que as mismo recomen-daba la afabilidad: Aplcate con asiduidad a laley; habla poco, pero obra eficazmente y haz acada uno buena acogida .

    Los discpulos de Hillel predicaban, pues, la pazy la sumisin a los romanos, y los de Schammaiexcitaban el pueblo a la rebelin. El santo y seade este partido, esparcido posteriormente en todaJudea, era: es una infraccin a la ley obedecera los seores de Roma; no se debe obediencia sinoa Dios . Deducanse dos consecuencias: 1. El pri-mero y ms santo deber del israelita era combatircon todas sus fuerzas a los usurpadores del poderdivino con riesgo de su fortuna, de su vida y dela de su familia ; 2 el Estado Judo deba ser una

    repblica pura, no reconociendo ms seor queDios, ni ms ley que la suya.Odiado era el yugo romano, y sobre todo la me-

    dida decretada del censo.

    El momento haba llegado de derramar en el

    mundo pagano las doctrinas elaboradas porIsrael.

    Pero, el judaismo, en su forma externa y con suantiguo nombre, no era popular entre los genti-les. Para facilitar al mundo una participacin msntima en la doctrina israelita, la nueva forma re-ligiosa tena que asimilarse adems elementos ex-traos. Al aceptarlos, psose voluntaria y osten-

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    Eran los escnios los que representaban ms ideal-mente la poca niesinica, con su vida asctica quepropenda a anticipar el reino del cielo y el mun-do futuro. De entre ellos sali la primera voz, lade Juan Bautista.

    jCul era la idea de Juan? Sin duda que, si to-do el pueblo judo se baase en el Jordn confe-sando sus pecados, es decir, si adoptase la reglade los esenios, si realizase la santidad para conDios y la justicia para con los hombres, no tar-dara el anunciado tiempo mesinico en presen-tarse .

    Herodes Antipas lo mand prender y cortar lacabeza sin que se haya podido averiguar el moti-vo; sin duda porque desconfiaba de un hombre queatraa a las masas con su elocuencia y poda lan-zarlas en toda clase de empresas. Hse inventadouna historia dramtica para explicar esa muerte,pero en realidad para agradar a los romanos y asus empleados, representando todos los conflictos

    de los judos como meras disidencias religiosas queno tenan que ver con la poltica.

    Aconsecuencia del mismo sistema, se arroj to-

    da la odiosidad de la condena de Jess sobre losjudos, y se present al gobernador romano Pon-tius Pilatus como el hombre ms justo y ms con-ciliador, cuando todas las fuentes histricas ates-tiguan todo lo contrario.

    Juan Bautista tuvo continuadores, siendo unode ellos su discpulo Jess, ms grande que el maes-tro, (Ycschu, abreviacin de Yescliua), nacido el

    ao 4, en Nazaret, ciudad de Galilea, hijo de Jo-

    s, maestro carpintero oscuro, y de su esposa Ma-ra (Miryam) que pari despus cuatro varon.^^,

    algunas nias

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    Jos no era de la estirpe de David, ni tampoconaci en Belem.

    Los Galileos eran muy atrasados, muy supersti-ciosos; crean como el que ms en los posedos, enlos demonios; pero eran severos en sus costumbres.Hablaban un dialecto muy corrompido y con unatonada que haca reir, por cuyo motivo no se lesadmita de oficiantes en las ceremonias.

    ^

    No pudo, pues, Jess estar a la altura de laciencia, tal como las escuelas de Hlel y de Scha-mai la implantaron en Judea, ni excitar la admi-racin de los literatos con sus discureos. Mas, loque le faltaba en teora, lo compens un sentimien-to delicadsimo.

    Tom a Hillel por modelo, como lo prueban susmismas palabras y la analoga de los discursos.

    La misin de Jess, tal como l mismo la com-prendi, era, no abolir sino cumplir la ley, dedi-cndose como los profetas anteriores, a hacer re-saltar el espritu de amor y de justicia, el esp-ritu que vivifica poi' oposicin a la letra quemata , y preparar de esta manera el reino de Dios en la tierra as como en el cielo .

    Para Jess, ese reino era todava un mundofuturo . Entre este mundo y aquel en cuyo me-dio viva, estaba la muerte y la resurreccin; bajoesa frmula, que era la expresin de un sentimien-to vago ms bien que de un razonamiento, figur-base uno en esos tiempos la transicin de una so-ciedad enferma, que iba a morir, a una sociedadnueva, fundada en el cumplimiento de la ley.

    No se separaba de la ley mosaica, imitando a Hi-llel a este respecto: para l, el judaismo debaconquistar el mundo, no en el sentido poltico, sinosometiendo todos los pueblos a su doctrina, conte-nida en la ley de Moiss y en la moral de los

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    surreccin de los hombres justos y piadosos debaverificarse aqu, en esta tierra, fundndose un nue-vo orden de cosas, el mundo futuro , en cone-xin con el mundo mesinico, con la llegada del rei-no del cielo.

    Consiste su originalidad en haber hecho resaltarel sentido ntimo de las prescripciones del judais-mo, en comprenderlas por el corazn y el alma,en haber inculcado el amor al prjimo y hechoaccesibles a individuos desmoralizados la doctrinajuda de una vida santa, justa y fraternal.

    Hizo curaciones milagrosas, exorcismos, queobraron poderosamente sobre las masas, excitandola admiracin de la muchedumbre ; creyse que te-na poder sobre los demonios, sobre Satans, y so-bre el mismo infierno, y pareci un hombre de Dios.

    La cmo/ncipacin del yugo romano entraba tam-bin en el plan de Jess, pero sus medios eran di-ferentes de los de Juda el Galileo, (del partido delos celadores)

    .

    Juda quera la accin inmediata, mientras queJess saba inspirar a sus discpulos una fe abso-luta en las promesas que Dios, por boca de sus pro-fetas, haba hecho a su pueblo.

    En fin, Jess revela su secreto a sus discpulos;confiesa que es el Mesas, pero prohibe que lo di-vulguen .

    Dice igualmente que es el hijo del hombre y elhijo (^e Dios, nombre fatal.

    Los discpulos no observan la discrecin i'eco-mendada; pdenle muestras y signos; quieren quevaya a Jcrusaln. ''Mustrate al mundo .

    En fin, emprende el viaje peligroso ; entra triun-falmente. La relacin de esa entrada est llena de

    inverosimilitudes

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    Dos cosas resaltaban nicamente : A fuer de Me-sas, Jess deba ser sospeclioso al poder romano,

    desde que se mostr pblicamente con un partidopopular. Por otra parte habase esparcido la vozde que se titulaba hijo de Dios. Tomada al pie dela letra, esta palabra atacaba muy hondamente lasconvicciones religiosas del Judaismo, para que susrepresentantes pudiesen considerarlo con indife-rencia ,

    Arrestado, interrogado, reconoce que se ha pro-clamado el hijo de Dios, y es condenado como blas-femador 'por los judos.

    Llevado ante Pilato, responde que se ha decla-rado tambin rey de los judos. El magistrado ro-mano confirma la condena ca^pital y autoriza laejecucin. Esta entraba en sus atribuciones.

    El modo como muere pugna con la legislacinjuda sobre la pena de muerte ; pues el cdigo pe-nal prescriba la lapidacin, el fuego, la espada yla estrangulacin. Segn la Miclina, el crimen deblasfemia y de idolatra traa aparejada la penade la lapidacin, y despus que el ajusticiado ha-

    ba muerto, quedaba el cadver colgado de un pos-te durante un da entero para atemorizar al pue-blo, Jess muri de esta manera, apedi'oado pri-meramente y colgado despus, como lo pruel)a elTalmud. En cuanto a la lapidacin, se ejecutabahaciendo aplastar al reo por medio de una gruesapiedra que los acusadores le arrojaban a la cabe-

    za, iDatndole instantneamente. Slo despus po-da el pueblo arrojar piedras al ajusticiado. Deall el refrn conocido: quin '- ' ntvpv.Mna a arro-jarle la primera piedra?

    Mas, si Jess expir antes de ser crucificado, lahistoria de su muerte, tal como la refieren los evan-gelios, es apcrifa; fu inventada a posieriori por

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    cualquiera que se ocup seriamente de esas mate-rias, y quiere ser sincero, sabe, tan bien como nos-

    otros, que hay pocos hombres de la historia sobrelos cuales tengamos informes tan escasos como so-bre Jess. Cunto ms clara y ms distinta nosparece la figura de Scrates, que asimismo estcuatro siglos ms distante . .

    .

    No creo, como se ha pretendido, que hayamosllegado al punto de o poder afirmar jla autentici-

    dad de ninguna de las palabras que los Evange-lios ponen en la boca de Jess; creo que lashay que podemos atribuir a Jess, con toda lacantidad de probabilidad- que jams debe ultra-pasarse en las cosas histricas; he procurado dis-cernir las marcas por las cuales pueden reconocerseesas palabras autnticas. Pero esa verosimilitud,

    inmediata a la Cjertidumbre, no se extiende m^uylejos ; y en cuanto a los actos y a la vida de Jess,si exceptuamos el viaje a Jerusalem y la pasin,tenemos muy pocos elementos. Pocas son las cosasdebidamente averiguadas, y entre aquellas, a lascuales la ortodoxia se adhiere con preferencia, en-tre las milagrosas y sobrehumanas, queda averigua-do, por el contrario, que no sucedieron. Mas, ha-cer depender la salvacin del hombre de su fe encosas de las cuales una parte es por cierto ficticia,otra incierta y solamente una parte escassima ave-riguada, esta pretensin es de tal modo absurda,que, en nuestros das, ni siquiera se necesita re-futar. (Nueva vida de Jess).

    Oigamos a Ilartman (Eduardo) : Jess era judo de los pies a la cabeza: su edu-

    cacin haba sido la educacin nacional juda; ja-ms (excepcin hecha de las influencias del esenis-

    /

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    ino judaico), haba llegado hasta l la influencia deninguna cultura extraa . Vivi y muri en el crcu-

    lo de las ideas de su tiempo y de su pueblo, parti-cipando de la supersticin del primero lo mismoque de la fe nacional en las profecas que era pro-pia del segundo. Toda su actividad se dedic areproducir el modelo del profetismo judo, sin ex-ceptuar los ejercicios ascticos. .

    .

    Jess es judo y nada ms que judo. . . La doc-trina de Jess nada encierra que no estuviera enla cultura de su tiempo, completamente impregna-da del Talmud; algunas de sus parbolas estn to-madas del Talmud. El mrito positivo de su en-seanza no consiste de ningn modo en que hubiese

    .enseado nada nuevo, ni siquiera que hubiese da-do a los elementos 'existentes un carcter esencial-

    mente nuevo, invirtiendo su posicin respectiva,sino tan solo en el hecho de que, gi'acias a l, latradicin esotrica de las escuelas, se escuch en laplaza pblica . . .

    Qu es el Evangelio de Jess? La afirmacinprof tica de que el reino nacional judaico de Jehovah, esperado por los judos en el sentido de unateocracia terrestre que deba regir una tierra queera necesario crear de nuevo, (reino de la tierra),despus de la destruccin de la antigua por el fue-go; la afirmacin, decimos, de que ese^ reino se ha-lla prximo, y de que su advenimiento, el cual sig-nifica la supresin del mundo existente y el juiciofinal, deba realizarse en tan corto plazo que la ge-neracin presente se vera en\^clta en este aconte-cimiento. A esto se limit desde luego s evange-lio. . . No vale la pena el ocuparse de nuestro pasosobre la tierra, puesto que no ha de durar ms queun instante ; lo que verdaderamente nos interesa,es ocuparnos de hacer penitencia y procurar laenmienda, para no ser, en el da del juicio, devorado

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    76 A. PEYRET,

    por el fuego y excluido de la participacin en elreino de la tierra nueva. .

    .

    No crey en s mismo como apstol de una nuevadoctrina religiosa, como fundador de religin. Nose hubiera sorprendido poco, ciertamente, si se lehubiera predicho que de su actividad religiosa na-cera una nueva religin que perseguira a la ju-daica, su madre, con odio exterminador . .

    .

    Nunca reneg de su conviccin en el prximofin del mundo. Segn l^ su reino no era de estemundo , en el sentido solamente de que el prin-cipio de su reinado deba datar de la fundacinde la tierra y de la nueva Jerusalem . ,

    .

    El error* fundamental de los secuaces del cris-tianismo de Jess, es doble. Consiste, en primerlugar, en creer que es preciso atribuir el valor his-trico de Jess a su doctrina ms bien que a suinfluencia personal sobre el medio en que viva;despus, que Jess debe ser considerado y honradocomo el fundador de la religin universal...

    Debajo del ttulo *' El cristianismo de Cristo , noqueda ms que una hoja en blanco, de la cual seborr ya cuanto haba figurado en otro tiempo co-

    mo verdad adquirida en la historia. En el fondose v, a no dudarlo, lo que estos seores (los pro-testantes liberales) desean: un espacio sin lmitesy sin barreras para difundir sus propias ideas enel mundo, sin abandonar el nombre de cristianis-moy o lo que es igual, las ideas de la cultura mo-derna navegando bajo el pabelln cristiano...

    Jess fu un judo visionario que vivi hace msde mil aos, y fu un hombre como nosotros, sal-vo que su culrura era la de una poca ms groseray ms supersticiosa . (La Religin del porvenir).

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    Oigamos a Alfonso Peyrat: Ningn autor habiendo dedicado diez lneas a

    Jess, hemos debido tomar su historia de los Evan-gelios. En vez de una historia verdadera, hemos en-contrado una coleccin de sucesos sobrenaturales,de alegoras, de mitos, de tradiciones histricas ysemi-histricas referidas sin orden, sin mtodo, sinexactitud cronolgica. Con los hechos verdaderoshemos visto mezclarse leyendas creadas por la ima-ginacin de los primeros cristianos o sugeridas porla necesidad de amoldar el personaje histrico aun ideal mesinico, mitolgico, religioso.

    **Ese ideal produjo la religin cristiana...''Con las tradiciones judaicas, la gnosis orien-

    tal, el platonismo alejandrino, el ascetismo neo-pla-tnico, los fundadores y los grandes hombres delcristianismo levantaron el edificio del nuevo siste-ma religioso, cuyo sistema absorbi lo mejor quehaba en la moral, la filosofa y la teologa de lospueblos antiguos, asimilndolo todo...

    jPor qu no hemos hablado de Renn? ^PorqueRenn, al menos en la vida de Jess, es ms bienartista que crtico y no^'-elista que historiador; so-bre todo, porque admitiendo la autenticidad delcuarto Evangelio ha ei'rado completamente el ca-rcter de la doctrina de Jess, el cristianismo pri-mitivo. Cromos que Renn, al pintar a Jess, seha pintado a s mismo; de esta manera, ha justi-ficado la definicin de Emerson: **no hay historiasverdaderas, no hay ms que biografas .

    Por lo dems, l mismo ha reconocido en el pre-facio de la dcimatercera edicin, que se habainclinado demasiado a la autenticidad del cuartoEvangelio aunque persiste en pensar que aquel po-

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    78 A. PEYEET

    see un valor de fondo paralelo al de los sinpticos,y aun a veces superior.

    El seor Eenan es el hombre de los pei^petuocompromisos; no sabe cmo salir del laberinto delas contradicciones extraas y de las dificultadesinestricables que le presenta ese libro'', sobre todocuando lo compara con el apocalipsis atribuido almismo autor y la primera epstola johnica.

    El libro de Renn debe pues leerse con muchaprecaucin, porque le falta sobre todo la afirma-cin categrica que debe caracterizar al vei-daderopensador, porque su espritu est fluctuando cons-tantemente en la indecisin y la contradiccin:despus de haberlo ledo no sabe uno a qu atener-se. Es verdad que l pretende ''escribir como paraun planeta perdido .

    Para confirmar este aserto que puede parecer ex-trao, invocaremos otra ve'^ la autoridad del pro-fesor Graetz.

    Dice ese seor:En 1863 y 1864 dos nuevos Evangelios se aa-

    dieron a los existentes anteriormente, el segn

    Renn y el segnStrmiss.

    El primero es un se-gundo Evangelio de Juan, el otro un segundo evan-gelio de Mateo.

    Ambos escritores han bosquejado la fisonoma deJess segn un ideal que llevan en s mismos, aun-que representndola como histrica, convirtindoloen un hombre-dios.

    Plan calumniado a los judos, y sobre todo a losfariseos.No conocen la literatura juda (Talmdica y

    Agdica) contempornea de Jess; slo leyeron aJosefo, un autor que escribi una historia al usode los romanos, y a escritores evanglicos hostiles alos judos.

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    La nica cosa histrica, para nosotros, es queel cristianismo fu produciclo por el esenismo.

    Deese que, por haber producido esa cosa extra-

    ordinaria que se llama el cristianismo, Jess de-

    be haber sido una personalidad extraordinaria, unverdadero hombre-dios.

    Para apreciar el valor de ese razonamiento, re-

    curdese un hecho histrico. En 1666, la ciudad deEsmirna vio aparecer un Mesas judo^ llamadoSahhatai ZevL Tena, no algunos centenares, sinoalgunos millares de partidarios, y no slo judos,sino tambin cristianos y musuhnanes. Caus unaagitacin febril en el mundo. Aun despus de suconversin al cristianismo y mucho tiempo despus

    de su muerte, contaba todava, entre los judos co-mo entre los cristianos, partidarios entusiastas quesufrieron el martirio. Ajparecieron evangelios so-

    bre su vida, su doctrina, sus milagros; judos ycristianos, ingleses, holandeses y franceses, fueronesos evangelistas, entre los cuales haba aun dii^lo-mticos. El siglo XVIII contaba todava sectarios

    de Sabbatai Zevi. Existen hasta la fecha en Tur-qua y en Polonia, all con la mscara del Islam,

    all con la del catolicismo. Acaso deduciremos do

    ese buen xito, del Mesas de Esmirna que haya si-

    do una especie de scmi-dios ?

    Renn ha escrito su libro,siguiendo paso a paso

    el evangelio de Juan, es decir, componiendo una

    novela segn una novela ms antigua.

    Strauss hizo otra novela, siguiendo a Mateo. ..

    No se ha apreciado bastante el valor literaiocuya sencillez candida no es

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    80 A, PEYRET

    espontnea, sino muy ealciilada. El autor del evan-gelio, segn San Mateo, a pesar de la barbarie de

    su estilo, era un artista que saba perfectamenteagrupar y poner en escena los actos y los senti-mientos, para producir el efecto apetecido. Lo mis-mo pasa con los dos otros sinpticos. Mucho mstarde, el autor del cuarto evangelio lleva a cabosu hermosa composicin con no menos arte, peropartiendo desde otro punto de vista. Muy bien sa-ba lo que haca la Iglesia, al canonizar solamenteesas cuatro obras maestras, y al desechar todos losdems evangelios, sin atender a su autenticidadms o menos histrica. Si el cristianismo produjoun efecto tan asombroso, si es hasta la fecha la re-ligin del mayor nmero y el ideal de tantos esp-ritus distinguidos, es debido al arte que presidila redaccin de esas epopeyas dramticas y lricas,de esos idilios trgicos de un gnero tan especial.Todo considerado, no se trata de lo que fuera Je-ss en realidad, sino de lo que con l hizo la poe-sa evanglica. Aqu tambin, una vez ms, lospoetas crearon a los hroes.

    Para quien no cierra los ojos, queda evidenteque el evangelio segn San Mateo fu escrito in-mediatamente tras la guerra de Barkokebas, a prin-cipios de la persecucin de Adrin (135-136). Suredactor debi ser un judeo-cristiano que quisoconsolar a sus correligionarios y vivi probablemen-te en los alrededores de la Deepolis, ms all delJordano, all donde se haban retirado los judeo-cristianos. Por eso, escribi en idioma griego, pe-ro con un estilo brbaro.

    Pregntese ahora si puede ese evangelio ofrecer-nos la vida autntica de Jess, o si sus asertos noson leyendas de segunda o tercera mano.

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    LA EVOLUCIN DEL CBISTIAIISMO 81

    Este es el primer evangelio segn Graetz;segn otros sera el segunde

    En cuanto al evangelio segn San Juan, su re-daccin cae, segn los crticos modernos, entre 180y 190.

    Resumiendo : los hechos materiales en la vida deJess faltan absolutamente.

    Sonautnticas las palabras atribuidas a Jess,

    y puede sacarse la conclusin de que el fundadordel cristianismo, produjo una concepcin de Dios

    y una ley moral distintas de las del judaismo, osuperiores a ellas?

    No ; todas estas palabras estn ya en la literatu-ra juda anterior. El cristianismo no presenta or-

    ginalidad alguna a esterespecto.

    Espreciso no

    haber ledo jams los salmos para afirmar lo con-

    trario.El sermn de la Montaa es admirable, pero

    no es de Jess; pertenece al gnstico Marcion, delPonto, quien estaba en Roma a eso de 150.

    Ese sermn, que es la parte ms importante de

    la moral cristiana, fu interpolado en el Evangeliode San Mateo y no se encuentra en los otros tres.

    Las parbolas no son autnticas, debiendo notar-

    se qu