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CONFESIONES DE UN ARTISTA DE MIERDA

CONFESIONES DE UN ARTISTA DE MIERDA

Philip K. Dick

Ttulo original: Confessions of a Crap Artist

Traduccin: Sara Aguinaco

1975 by Philip K. Dick

1992 Editorial Valdemar

ISBN: 84-7702-061-2

Edicin digital: Paslical

Revisin: Sadrac, Ren&Stimpy

Versin 2.0

Fuente: www.phildick.com.ar

Descargado de: http://www.katarsis.rottenass.com

A Tessa,

la muchacha de cabello oscuro

que se preocup por m

cuando era ms importante;

esto es, todo el tiempo.

Este libro es para ella con amor.

Introduccin

Confesiones de un Artista de Mierda fue escrita en 1959. Es una proeza literaria, una de las novelas ms extraordinarias que yo haya ledo jams. Creo que hay dos razones esenciales que explican por qu a Dick le llev diecisis aos verla publicada. La primera es la intensidad del cuadro que pinta el autor. Es la clase de libro que hace que los editores tiemblen con (quiz inconsciente) aversin, tratando de aferrarse a cualquier tipo de excusa (no me gusta tanto cambio de punto de vista) para rechazarla y quitrsela de la cabeza. Las personas son demasiado reales.

La segunda es que se trata de una novela de literatura general, escrita por un autor que ya se ha establecido como un escritor de ciencia-ficcin de bastante xito. Es ms fcil para un camello pasar por una aguja que para un autor de ciencia-ficcin ser aceptado como un novelista serio cuando no escribe dentro de los lmites del gnero.

Philip K. Dick naci en 1928. Comenz a escribir profesionalmente a principios de los aos 50, y, aunque durante toda aquella dcada no dej de enviar con regularidad cuentos y novelas a las editoriales de literatura general, as como a los mercados de ciencia-ficcin, slo consigui que le imprimieran sus historias de escritor de ciencia-ficcin. Su primer cuento apareci en The Magazine of Fantasy & Science Fiction en 1952; su primera novela, Solar Lottery, fue editada por la Ace Books en 1955. Desde entonces le han publicado treinta y un libros ms en los Estados Unidos, todos de ciencia-ficcin.

A pesar de la considerable popularidad de la que gozaba Dick en Norteamrica y, en especial, en Europa (donde hay ms de cien ediciones distintas de sus libros), Confesiones de un Artista de Mierda es el primer libro publicado que no es de ciencia-ficcin. Como mnimo, es una de once novelas experimentales de literatura general (su definicin) que escribi durante los primeros diez aos de su carrera profesional.

Confesiones es experimental slo en el aspecto de que est narrada sin tener en cuenta ninguna regla novelstica. La vala de Dick como escritor yace en sus percepciones inusuales e inusualmente vvidas del mundo en el que estamos y de la manera en que la gente se comporta, en particular la manera en la que se comporta una persona con otra. Estas percepciones dictan la forma y sustancia de sus novelas. En este caso, la historia se cuenta en primera persona del singular de cada uno de los tres personajes diferentes, en diferentes captulos; tambin hay partes donde se emplea la tercera persona. Es algo inusual, pero funciona; las pocas novelas de Dick en las que ha intentado ceir sus percepciones a una estructura novelstica que no se origin de su propio interior, no funcionan ni la mitad de bien que sta. Los libros de Dick tienen una estructura nica que no surge por una experimentacin calculada, del modo en que otros escritores son conscientes de que forman parte de algn movimiento de avant-garde, sino por pura necesidad.

Dick realiz algunos comentarios fascinantes sobre su actitud hacia la escritura en una carta que le envi a Eleanor Dimoff, de Harcourt, Brace and Company, el 1 de febrero de 1960, poca en la que estaba activamente centrado en tratar de colocar sus novelas de literatura general:

Ahora bien, no s cunto he de profundizar en el tema en esta carta. El mtodo intuitivo podra decir que gestltico por el cual opero, tiene la tendencia de hacerme ver el todo completo a la vez... Mozart operaba de la misma forma. Su problema, sencillamente, radicaba en plasmarlo en el papel. Si viva lo suficiente, lo hara; si no, entonces no podra. En otras palabras, de acuerdo con mi opinin (no con la vuestra), mi trabajo consiste en plasmar aquello que ya tengo en la cabeza; hasta ahora, mi mtodo ha sido el de desarrollar notas progresivamente ms completas... Si creyera que el primer boceto contena todo el concepto, sera un poeta, no un novelista. Pienso que me hacen falta unas 60.000 palabras para plasmar mi idea original en su absoluta totalidad.

Philip K. Dick tiene tres talentos en particular que no slo le han permitido plasmar sus visiones, sino darles vida: su capacidad para crear personajes crebles y compasivos, su sentido del horror y su sentido del humor.

Confesiones de un Artista de Mierda es la historia de cuatro personas que viven en un universo que perciben de manera muy diferente, pero cuyas vidas se enredan desesperadamente gracias a la combinacin usual del destino, el accidente y sus propios actos deliberados (subrayen esto ltimo... la novela alcanza sus cotas ms agudas en las escenas donde cada personaje evala su propia situacin y, luego, deliberadamente, acta de tal forma que se hunde ms en el agujero.) Jack Isidore, el artista de Mierda del ttulo, es una ingenua alma perdida, un ser fascinado por fragmentos de informacin e incapaz de distinguir los hechos de la fantasa... ver el mundo a travs de sus ojos es una experiencia extraa e inolvidable. No es un idiota en la tradicin de los idiotas famosos de Faulkner y Dostoievski; su idiotez es tan prxima a nuestra normalidad como para asustarnos.

Fay Hume, la hermana de Jack, es una mujer inteligente, atractiva y perdidamente egosta, casada con un tipo corriente e incapaz de expresarse, un bebedor de cerveza llamado Charley Hume, propietario de una pequea fbrica en el Condado de Marin. Viven en una zona rural (Point Reyes), en una casa moderna, absurdamente no funcional, a varias horas de viaje al norte de San Francisco, junto con dos hijas, algo de ganado y una increble factura elctrica. El objetivo de Charley en la vida de Fay parece haber sido construirle esa casa de ensueo; una vez hecho, se marchita ante sus ojos y centra su atencin en un hombre joven y casado que se llama Nathan Anteil. Nathan es un verdadero intelectual, un estudiante de derecho; enseguida cala a Fay por lo que es, pero, de todos modos, se ve atrado hacia ella. Por qu? Lo ignora; quiz ni siquiera el autor lo sepa; slo sabe que es verdad, que as es como se comporta la gente. La historia es perturbadora, hilarante y terriblemente creble, porque tampoco el lector puede evitar reconocer la verdad cuando la ve, sin importar lo demencial que sea. Charley ataca a su mujer porque le obliga a comprarle Tampax. Es ridculo; pero, quin de nosotros no es capaz de ver la cordura que hay bajo la locura de Charley? Quin no es capaz de identificarse con Fay en sus momentos de autocomprensin, como el del siguiente soliloquio? Es divertido, por supuesto; aunque resulta demasiado exacto para no ser tambin doloroso:

Casi en el acto sent con precisin que era una loca histrica. No deberan confiarte el telfono, me dije a m misma. Me levant de la cama y di vueltas por el dormitorio, dndome cuenta de que ahora lo sabran en todo el pueblo. Fay Hume llama a algunas personas de Point Reyes y desvara como una borracha. Eso es lo que comentarn: que estaba borracha. Vendr el sheriff Chisholm y me arrestar. Tal vez debera llamarle yo y eliminar al intermediario.

La realidad de los personajes de Philip K. Dick brota del sencillo hecho de que para l son reales; les oye hablar en su mente, y graba sus conversaciones y pensamientos; el dilogo, en casi todas sus novelas, es excelente. En especial, es muy bueno en capturar la interaccin entre la gente. La autenticidad de su trabajo radica no tanto en lo que dicen las personas, sino en cmo responden entre s. En una conversacin que mantuvimos en 1974, Dick me dijo:

Bueno, nunca pude entender muy bien la idea de un nico protagonista... Lo que he experimentado es que los problemas son multipersonales, nos involucran a todos nosotros, no existe nada parecido a un problema privado. Es slo una forma de ignorancia, cuando me levanto por la maana, tropiezo con una silla y me rompo la nariz, estoy arruinado y mi mujer me ha dejado... Es mi ignorancia lo que me hace pensar que soy un universo completo, que esas desgracias son mas y que no afectan al resto del planeta. Si fuera capaz de mirar desde un satlite, vera todo el globo, a todo el mundo levantndose de la cama y, de alguna manera parecida, tropezar con una silla y romper algo.

El humor en la novela, en todo lo que dice y escribe Dick, es manifiesto (Me qued de pie en medio de mi cuarto sin hacer absolutamente nada, salvo respirar y, claro est, mantener otros procesos normales en marcha). Dick escribe desde el centro de alguna vasta desesperacin que, sin embargo, nunca es definitiva; aqu tenemos el reverso del cinismo. No importa lo mezquinos y absurdos que sean los actos y pensamientos de sus personajes, la actitud de Dick hacia ellos siempre, y en ltima instancia, es de compasin... los ama y los comprende, sus libros afirman fe y afecto por la humanidad, a pesar de todas nuestras estupideces. Resulta algo cmico. En Confesiones, en particular, cada pequeo e hilarante detalle de la tremenda vanidad de nuestras mentes queda expuesto sin ninguna piedad. Es posible que una mujer pueda conducir a un hombre a semejante estado como para matar a su propia oveja mascota? Ser mejor que lo crea.

No obstante, bajo ningn aspecto el humor diluye el horror. El horror de todas las novelas de Dick radica en que el mundo que nos rodea es cruel y demente, y cuanto ms valerosamente luchamos por quitarnos los cristales de los ojos y ver las cosas como son en realidad, ms sufrimos. La consciencia es dolor; y los personajes de Dick tienen la maldicin de la consciencia, como el nio autista de Martian-Time Slip, que escucha el ruido del universo en descomposicin. En Confesiones de un Artista de Mierda, el horror consiste en que los seres humanos se torturan los unos a los otros, y una y otra vez fracasan en hacer lo que es mejor tanto para las personas que les rodean como para s mismos. Vagamente a veces, hasta con precisin somos conscientes de la interrelacin de nuestras vidas, pero no parecemos capaces de conseguir que esa consciencia trabaje para nosotros. Incluso nuestros esfuerzos dan la impresin de empeorar las cosas. La novela queda resumida en la aguda observacin de Jack Isidore: De hecho, el mundo est lleno de locos. Es suficiente para deprimirte..

Sigo con las palabras de Philip K. Dick acerca de Confesiones de un Artista de Mierda, sacadas de una carta fechada el 19 de enero de 1975:

Cuando escrib Confesiones, tena la idea de crear al protagonista ms idiota, ignorante y carente de sentido comn, un conjunto andante de creencias y opiniones estpidas... un proscrito de nuestra sociedad, un hombre completamente marginal que ve todo desde el exterior y, por lo tanto, debe adivinar qu est pasando.

En la edad media vivi un Isidoro de Sevilla, Espaa, que escribi una enciclopedia, la ms corta que se hubiera redactado jams: si no recuerdo mal, tena unas treinta y cinco pginas. Entonces no me di cuenta de lo ignorantes que eran hasta que descubr que la enciclopedia de Isidoro de Sevilla fue considerada una obra maestra de compilaciones eruditas durante un tiempo infernalmente largo.

En ese momento, all por los aos 50, se me ocurri preguntarme: Y si creara a un Isidoro moderno, ste de Sevilla, California, y le hiciera escribir algo para nuestra poca, similar a lo de Isidoro, de Sevilla, Espaa? Cmo sera su anlogo? Sin ninguna duda, una persona esquizoide, un solitario, como mi protagonista. Pero adems, y lo ms importante de todo, quera mostrar que este proscrito ignorante tambin era un hombre, igual que nosotros; tiene el mismo corazn que nosotros, y, a veces, es una buena persona.

Al leer la novela ahora, me sorprende descubrir que estoy an ms de acuerdo en que este Jack Isidore de Sevilla, California, no es ningn estpido; me sorprende ver cmo, bajo la superficie de su parloteo constante, posee una especie de subconsciente astutamente evaluador que ve, quiz, de forma ms oscura en los acontecimientos. Pero, mierda... al terminar de leer la novela, y para mi asombro, pens que tal vez el viejo Jack Isidore tenga razn! Quiz no slo vea tan bien como nosotros, sino increblemente, realmente algo mejor.

En otras palabras, senta simpata por l cuando escrib el libro en los aos 50; sin embargo, ahora creo que siento incluso ms simpata, como si el tiempo hubiera reivindicado a Jack Isidore. Las opiniones a las que con tanto dolor ha llegado, de algn modo extrao y hermoso, carecen de los prejuicios que nos dictan al resto de nosotros lo que, llueva o truene, debe ser verdad y lo que no debe serlo. Jack Isidore empieza sin prejuicios, coge su informacin de donde puede encontrarla, y termina con conclusiones grotescas pero, curiosamente, autnticas. Como un observador de otro planeta, es una especie de socilogo de los barrios bajos que est entre nosotros. Me gusta; lo apruebo. Me pregunto si dentro de otros veinte aos sus opiniones no parecern ms acertadas. En muchos aspectos es una persona superior.

Al final, por ejemplo, cuando se da cuenta de que estaba equivocado, de que el mundo no va a terminar, es capaz de sobrevivir a esa extraordinaria (para l) comprensin; se adapta. Me gustara saber si nosotros seramos capaces de hacerlo tan bien si descubriramos que l tena razn y que nosotros estbamos equivocados. Pero, quiz lo ms importante de todo, tal como el mismo Jack observ, no fuimos testigos de cmo unos seres humanos normales, los cuerdos, los educados y equilibrados, se destruan a s mismos de manera horrible mientras Jack lograba mantenerse casi siempre al margen de cualquier maldad moral?

Si su sentido comn, su juicio prctico en lo referente a lo que es y lo que puede o no puede hacer, est jodido, qu me dices de su negativa a dejarse llevar hacia actos criminales y perversos? Permanece libre. Desde un punto de vista realista, se encuentra perdido y maldito; sin embargo, desde un punto de vista moral, espiritual si lo prefieres, termina inmaculado... y sin duda alguna, es su victoria, y una medida de su astuto discernimiento, que lo comprenda y as lo haga notar.

De modo que Jack posee un grado enorme de perspicacia sobre s mismo y sobre el mundo que le rodea. No es ningn estpido. Desde un punto de vista de mera supervivencia, quiz lo consiga (y debera hacerlo). Tal vez, como el Emperador Claudio de Roma, como El Idiota, es uno de los tontos a los que Dios favorece; quiz sea una verdadera reencarnacin de Percival, el tonto inocente de las leyendas medievales... en ese caso, nos sera de gran ayuda, y muchos ms como l.

Este hombre clemente, capaz de evaluar sin prejuicios (en el anlisis final) los corazones y actos de otros seres humanos, es, para m, una especie de hroe romntico; me bas en m mismo cuando lo escrib, y ahora, despus de leer el libro muchos aos despus, me complace mi modelo interior, mi otro yo, Jack Isidore de Sevilla, California: un hombre menos egosta que yo, ms amable y, de una manera profunda, una mejor persona.

Confesiones de un Artista de Mierda es, en opinin de Philip K. Dick, la mejor de sus novelas al margen del gnero de la ciencia-ficcin, y uno de los mejores libros que ha escrito (situado al mismo nivel, en opinin de quien firma este artculo, de la novela que ganara el Premio Hugo, The Man in the High Castle y del igualmente brillante Martian-Time Slip). Creo que tambin es una de las novelas ms penetrantes que se han escrito sobre la vida en Amrica a mediados del siglo veinte.

Philip K. Dick viva en Point Reyes, California, cuando escribi esta historia. Poco despus de acabarla, se cas con la mujer que le haba inspirado la creacin de Fay Hume; vivieron juntos durante los siguientes cinco aos.

Paul Williams Nueva York, febrero, 1975

UNO

Estoy hecho de agua. Jams se darn cuenta de ello, porque la tengo contenida. Tambin mis amigos estn hechos de agua. Todos. Para nosotros, el problema no slo radica en que debemos andar sin ser absorbidos por la tierra, sino que debemos ganarnos la vida.

En realidad, hay un problema an mayor. No nos sentimos cmodos en ninguna parte. Por qu?

La respuesta es la Segunda Guerra Mundial.

Comenz el 7 de diciembre de 1941. En aquella poca yo tena diecisis aos y todava asista a la escuela secundaria de Sevilla. Tan pronto como escuch la noticia en la radio, me di cuenta de que iba a combatir en ella, de que nuestro presidente ahora tena la oportunidad de azotar a los japoneses y a los alemanes, y que hara falta el esfuerzo de todos, hombro con hombro. La radio la haba construido yo mismo. Siempre andaba montando receptores de tubos de superheterodino. Mi cuarto estaba atestado de auriculares, cables y condensadores, junto con mucho ms material tcnico.

El anuncio de la radio interrumpi una publicidad de pan que deca:

Homer! No te olvides del pan Homestead!

Sola odiar esa publicidad, y acababa de pegar un salto para cambiar de frecuencia cuando, en el acto, la voz de la mujer fue cortada. Naturalmente, lo not; no tuve que pensar dos veces para comprender que pasaba algo. Ah tena mi coleccin de sellos coloniales de Alemania los que muestran el yate del Kiser, el Hohenzollem desplegados a muy poca distancia de la luz directa del sol, sabiendo que deba colocarlos en el lbum antes de que les sucediera algo. Sin embargo, me qued de pie en medio de mi cuarto sin hacer absolutamente nada, salvo respirar, y, claro est, mantener otros procesos normales en marcha. Mantener mi lado fsico mientras mi mente se centraba en la radio.

Por supuesto, mi hermana, mi madre y mi padre haban salido a pasar la tarde fuera, as que no tena a nadie a quien contrselo. Eso me puso lvido de clera. Despus de las noticias sobre los aviones japoneses que nos bombardeaban, me puse a correr en crculos, tratando de pensar a quin llamar. Por fin, baj a toda velocidad por la escalera y entr en el saln, desde donde telefone a Herman Hauck, un amigo de la escuela de Sevilla que comparta mi pupitre en la clase de Fsica 2A. Le cont las noticias y no tard ni un instante en venir a casa en su bicicleta. Nos sentamos a la espera delante de la radio y discutimos la situacin.

Al mismo tiempo encendimos un par de Camels.

Esto significa que Alemania e Italia tambin intervendrn le dije a Hauck. Significa una guerra contra el Eje, no slo contra los japoneses. Desde luego, primero deberemos machacar a los japs, y luego centrar nuestra atencin en Europa.

Cunto me alegra ver que aqu tenemos nuestra oportunidad de darle su merecido a esos japoneses coment Hauck. Los dos nos mostramos de acuerdo. Estoy ansioso de que entremos en guerra aadi. Nos pusimos a dar vueltas por mi habitacin, fumando y con los odos atentos a la radio. Miserables enanos de panza amarilla solt Herman. Sabes?, no tienen una cultura propia. Toda su civilizacin se la robaron a los chinos. En realidad descienden ms de los monos; no son seres humanos de verdad. No es como luchar contra humanos reales.

Es verdad dije.

Por supuesto, esto era por 1941, y una afirmacin no cientfica como sa no se llegaba a cuestionar. En la actualidad sabemos que los chinos tampoco tienen una cultura. Se hicieron Rojos como la masa de hormigas que son. Para ellos, es una vida natural. Adems, realmente no importa, porque estbamos destinados a tener problemas con ellos tarde o temprano. Algn da tendremos que machacarlos como machacamos a los japs. Y cuando llegue el momento, lo haremos.

No fue mucho despus del 7 de diciembre cuando las autoridades militares transmitieron las noticias por los postes telefnicos, dicindole a los japs que deban salir de California para tal y tal fecha. En Sevilla que se encuentra a unos sesenta kilmetros de San Francisco tenamos cierto nmero de japoneses haciendo negocios; uno llevaba un vivero, otro una tienda de comestibles... sus tpicas tiendas pequeas, con las que ganan unos peniques aqu y all, haciendo que sus diez hijos realicen todo el trabajo y, por lo general, mantenindose con un bol de arroz al da. Ningn blanco puede competir con ellos, ya que estn dispuestos a trabajar por nada. Bueno, pues ahora tenan que largarse, les gustara o no. En mi opinin, era por su bien, ya que muchos de nosotros estbamos agitados ante la visin de los japs saboteando y espiando. En la escuela secundaria de Sevilla, unos cuantos perseguimos a un chico japons y lo zarandeamos un poco, para que viera cmo nos sentamos. Si no recuerdo mal, su padre era dentista.

El nico jap que yo conoca de verdad era un vendedor de seguros que viva enfrente de nosotros. Como todos ellos, tena un gran jardn a ambos lados de la casa y en la parte de atrs, y por las tardes y durante los fines de semana sola aparecer con unos pantalones de color caqui, una camiseta y zapatillas de tenis, llevando una manguera y un saco de fertilizante, un rastrillo y una pala. Haba plantado un montn de verduras japonesas que jams reconoc, algunas alubias, calabazas y melones, ms las acostumbradas remolachas y zanahorias. Yo sola observarlo mientras quitaba las malas hierbas alrededor de las calabazas, y siempre le deca:

Ah est Jack Calabacn de nuevo en su jardn buscando una nueva calabaza.

Con su cuello flaco y su cabeza redondeada no se pareca a Jack Calabacn; tena el pelo afeitado, como lo llevan ahora los estudiantes universitarios, y siempre sonrea. Tena dientes enormes que los labios jams le tapaban.

En aquella poca, antes de que sacaran a los japs de California, me obsesionaba la idea de ese amarillo dando vueltas por el barrio con una calabaza en descomposicin, buscando una fresca. Tena un aspecto tan enfermizo principalmente porque era muy flaco y encorvado que me puse a conjeturar cul poda ser su mal. A m me pareca que era tuberculosis. Durante un tiempo tem me molest semanas enteras que un da que estuviera en su jardn o que bajara por el camino particular en direccin a su coche, se le rompiera el cuello y se le cayera la cabeza a los pies. Aguard con temor que le sucediera, por eso siempre deba estar atento cuando le oa. Y siempre que andaba cerca poda escucharle, porque constantemente carraspeaba y escupa. Su mujer tambin escupa, y era muy pequea y bonita. Casi se pareca a una estrella de cine. Pero su ingls, segn mi madre, era tan malo que resultaba intil que alguien intentara hablar con ella; lo nico que haca era rerse entre dientes.

La idea de que el seor Watanaba se pareca a Jack Calabacn jams se me podra haber ocurrido si no hubiera ledo los libros de Oz en mis aos infantiles; de hecho, todava tena algunos por mi habitacin bien entrada ya la Segunda Guerra Mundial. Los guardaba con mis revistas de ciencia-ficcin, mi viejo microscopio y mi coleccin de piedras, y con el modelo del sistema solar que haba construido en la escuela secundaria para mi clase de ciencia. Cuando se escribieron los libros de Oz, all por 1900, todo el mundo los tom por una ficcin, igual que sucedi con los libros de Julio Verne y H.G. Wells. Pero ahora empezamos a ver que aunque los personajes, como Ozma, el Mago y Dorothy, eran creaciones de la mente de Baum, la idea de una civilizacin en el interior del mundo no es algo fantstico. Recientemente, Richard Shaver ha proporcionado una descripcin detallada de una civilizacin en el interior del mundo, y otros exploradores estn alerta ante la posibilidad de tales descubrimientos. Tambin puede que se descubra que los continentes perdidos de Mu y la Atlntida pertenecen a una cultura antigua en la que las tierras interiores han desempeado un papel importante.

Hoy en da, en los aos 50, la atencin de todo el mundo est dirigida hacia arriba, al cielo. La vida en otros mundos es lo que centra la atencin de la gente. Sin embargo, en cualquier momento el suelo se puede abrir bajo nuestros pies y surgir extraas y misteriosas razas de su interior. Vale la pena pensar en ello... Y en California, con eso de los terremotos, la situacin resulta particularmente acuciante. Cada vez que hay un terremoto, me pregunto: abrir ste la grieta en el suelo que, finalmente, revele el mundo interior? Ser ste?

A veces, a la hora de la comida, lo he discutido con mis compaeros de trabajo, hasta con el seor Poity, el dueo de la empresa. Mi experiencia me dice que si algunos tienen conciencia de una raza no terrestre, slo se preocupan de los ovnis y de las razas con las que nos encontramos, sin darnos cuenta, en el cielo. Es lo que llamara intolerancia, incluso prejuicio, pero requiere mucho tiempo, hasta en estos das, que los hechos cientficos lleguen al conocimiento del pblico en general. Los mismos cientficos son remisos al cambio, as que depende de nosotros, el pblico cientficamente entrenado, ser la avanzadilla. No obstante, he descubierto, incluso entre nosotros, que hay muchos a los que no les importa nada. Mi hermana, por ejemplo. En los ltimos aos, ella y su marido han estado viviendo en la parte norte del Condado de Marin, y lo nico que parece preocuparles ah arriba es el budismo zen. De modo que aqu, en mi propia familia, hay un ejemplo de una persona que ha pasado de la curiosidad cientfica a una religin asitica que amenaza, igual que el cristianismo, con ahogar la facultad racional de cuestionamiento.

Sea como fuere, el seor Poity est interesado, y yo le he prestado unos libros del Coronel Churchward sobre Mu.

Mi trabajo en el Servicio de Ruedas One-Day Dealers es interesante, y me obliga a emplear parte de mi destreza con las herramientas, aunque muy poco de mi entrenamiento cientfico. Me encargo de volver a marcar surcos. Lo que hacemos es coger las lisas, es decir, las ruedas que estn tan gastadas que ya casi no les quedan estras; luego, con una punta caliente marcamos surcos hasta la misma cubierta, siguiendo el viejo patrn gastado, de modo que da la impresin de que la rueda an tiene caucho... cuando, en realidad, slo queda el material de la cubierta. Entonces, la pintamos con pintura negra de caucho, dejndole la apariencia de una rueda en buenas condiciones. Por supuesto, si la llevis en vuestro coche, basta con que pisis una cerilla caliente y boom! Tenis una rueda pinchada. Sin embargo, por lo general, una rueda vuelta a marcar aguanta un mes. De paso, no podis comprar ruedas como las que yo hago. Tratamos slo al por mayor, esto es, con agencias de coches usados.

El trabajo no paga mucho, pero resulta divertido descubrir el viejo patrn de surcos... a veces casi ni se ve. De hecho, a veces slo un experto, un tcnico entrenado como yo, puede verlo y rastrearlo. Y hay que hacerlo a la perfeccin, porque si te apartas del patrn original, queda una marca que hasta un idiota puede reconocer que no ha sido hecha por la mquina original. Cuando termino con una rueda, no parece marcada a mano. Muestra el aspecto exacto que tendra si lo hubiera hecho una mquina, lo cual, para un marcador de surcos, es la sensacin ms satisfactoria del mundo.

DOS

Sevilla, California, tiene una buena biblioteca pblica. Pero lo mejor de vivir en Sevilla es que slo en veinte minutos en coche llegas a Santa Cruz, donde est la playa y el parque de atracciones. Y durante todo el trayecto hay cuatro carriles.

Para m, sin embargo, la biblioteca ha sido importante en la formacin de mi educacin y convicciones. Los viernes, que es mi da libre, voy a eso de las diez de la maana y leo Life y las vietas del Saturday Evening Post, y luego, si los bibliotecarios no me estn mirando, saco de las estanteras las revistas de fotografa y las inspecciono con el propsito de encontrar esas poses especiales de arte en que aparecen chicas. Y si miras con atencin al principio y al final de las revistas de fotografa, encuentras anuncios que casi nadie ve, anuncios que estn ah para ti. Sin embargo, debes estar familiarizado con el estilo. Sea como fuere, lo que esos anuncios te consiguen, si les envas el dlar, es algo distinto de lo que ves incluso en las mejores revistas, como Playboy o Esquire. Recibes las fotos de chicas haciendo algo completamente diferente, y en algunos aspectos son mejores, aunque por lo general las chicas son ms viejas a veces incluso brujas arrugadas y nunca son bonitas y, lo peor de todo, es que tienen pechos grandes y cados. Sin embargo, aparecen haciendo cosas inusuales de verdad, cosas que no esperas que las chicas hagan en las fotos no se trata de cosas especialmente sucias, pues, despus de todo, vienen por correo Federal desde Los Angeles y Glendale, como una que recuerdo en la que una chica estaba echada sobre el suelo, con un sujetador negro de encajes, medias negras y zapatos de tacn alto, y otra chica la limpiaba con una fregona aclarada en un cubo lleno de espuma. Eso me tuvo concentrado durante meses. Y recuerdo otra de una chica vestida con lo habitual como arriba que empujaba a otra igualmente ataviada por una escalera, de modo que la vctima-chica (si es que se la llama as; al menos es como yo suelo pensar en ella) estaba toda doblada y ladeada, como si tuviera los brazos y las piernas rotas... una mueca de trapo o algo por el estilo, como si la hubieran atropellado con un coche.

Y siempre estn aquellas en que la chica ms fuerte, el ama, tiene atada a la otra. Se les llama fotos de disciplina. Y mejores an son los dibujos de disciplina. Los que las realizan son artistas realmente competentes... algunos s que valen la pena verse. Otros, de hecho la mayora, son basura mediocre, son tan vulgares que no se les debera permitir ir por correo.

Durante aos he tenido un sentimiento extrao al mirar esas fotografas, no un sentimiento sucio nada que ver con la sexualidad o las relaciones, sino el que experimentas en lo alto de una montaa respirando aire puro, como en Big Basin Park, donde estn las secoyas y las corrientes de la montaa. Por esas secuoyas solamos ir de caza, aunque, naturalmente, es ilegal cazar en un parque Estatal o Federal. De vez en cuando conseguamos algn ciervo. Sin embargo, las armas que usbamos no eran mas. A m me la prestaba Harvey St. James.

Por lo general, cuando hay algo que vale la pena hacer, nosotros tres, yo, St. James y Bob Paddleford, lo hacemos juntos en el Ford convertible del 57 de St. James, con los tubos de escape dobles, los faros gemelos y el parachoques trasero cado. Es todo un coche, famoso en Sevilla y Santa Cruz; tiene pintura metalizada dorada, con los rebordes de color prpura que pintamos nosotros a mano. Para conseguir esas lneas tan brillantes empleamos moldes de fibra de vidrio. Se parece ms a un cohete espacial que a un coche; tiene el aspecto del espacio exterior y velocidades que se aproximan a la de la luz.

Para pasarlo bien de verdad, cruzamos las Sierras en direccin a Reno. Salimos el viernes por la noche, cuando St. James termina de vender trajes en Hapsberg's Menswear, vamos a San Jos a recoger a Paddleford trabaja para la Shell Oil, en el departamento de programacin y, entonces, partimos hacia Reno. Esa noche no dormimos nada; llegamos tarde y nos vamos directamente a jugar en las mquinas tragaperras o al blackjack. Luego, a eso de las diez de la maana del sbado, nos echamos una cabezadita en el coche, localizamos unos servicios pblicos para afeitarnos, cambiarnos las camisas y las corbatas, y salimos en busca de mujeres. Siempre se puede encontrar ese tipo de mujer en Reno; es una ciudad realmente sucia.

Francamente, a m no me gusta mucho esa parte. No tiene ningn papel importante en mi vida, no ms que cualquier otra actividad fsica. Slo con mirarme reconocerais que mi energa principal se encuentra en la mente.

Cuando estaba en sexto grado empec a usar gafas, ya que lea demasiadas historias divertidas. Tip Top Comics, King Comics y Popular Comics... esos fueron los primeros cmics que aparecieron, all a mediados de los aos treinta, y luego les siguieron muchos ms. Yo los le todos en la escuela primaria, y los cambiaba con otros chicos. Ms tarde, en la escuela secundaria, empec a leer Astonishing Stories, que era una revista de pseudo-ciencia, y Amazing Stories y Thrilling Wonder. De hecho, tena la coleccin casi completa de Thrilling Wonder, que era mi favorita. En un anuncio en Thrilling consegu mi imn de la suerte, que todava llevo conmigo. Eso fue en 1939.

Toda mi familia haba sido delgada, a excepcin de mi madre, y en cuanto me puse esas gafas de montura plateada que siempre le daban a los chicos por aquella poca, adquir un aire erudito, como el de un verdadero empolln. Adems, tena una frente ancha. Ms tarde, en la secundaria, tena bastante caspa, lo cual haca que mi pelo pareciera mucho ms claro de lo que era en realidad. De vez en cuando mostraba un tartamudeo que me molestaba, aunque descubr que si me agachaba de repente, como si estuviera quitndome algo de la pierna, era capaz de pronunciar bien la palabra, de modo que cog ese hbito. Tena, y todava tengo, una marca en la mejilla, al lado de la nariz, una cicatriz debida a la viruela. En la escuela secundaria me senta nervioso la mayor parte del tiempo, y sola rascrmela hasta que se infect. Tambin tena otros problemas de piel, del tipo del acn, aunque en mi caso, los puntos mostraban una textura prpura que el dermatlogo dijo que se deba a una infeccin ligera de todo mi cuerpo. De hecho, a pesar de que tengo treinta y cuatro aos, de vez en cuando, y de manera sbita, me salen granos, no en la cara, sino en el culo o en las axilas.

En la secundaria llevaba ropa bastante buena, lo cual hizo posible que sobresaliera y fuera popular. En particular tena un jersey azul de cachemira que us durante casi cuatro aos, hasta que oli tan mal que el profesor de gimnasia me oblig a tirarlo. De todas formas, me tena sentenciado, ya que nunca me duchaba en el gimnasio.

Fue el American Weekly, ninguna otra revista, la que despert mi inters por la ciencia.

Posiblemente, recordaris el artculo que sacaron en el nmero del 4 de mayo de 1935, sobre el Mar de los Sargazos. Por aquel entonces, yo contaba diez aos de edad y estaba en cuarto grado. Por lo tanto, apenas era lo suficientemente mayor para leer otra cosa que no fueran historietas. Haba un dibujo enorme, en seis o siete colores, que abarcaba dos pginas enteras abiertas: mostraba barcos encallados en el Mar de los Sargazos que llevaban ah cientos de aos. Mostraba los esqueletos de los marineros, cubiertos de algas. Las velas podridas y los mstiles. Haba todo tipo de barcos, incluso algunos de la antigua Grecia y Roma, y algunos de la poca de Coln, y los barcos de los vikingos. Todos juntos. Inmviles. Encallados all para siempre, atrapados por el Mar de los Sargazos.

El artculo contaba cmo los barcos eran atrados hacia all y quedaban atrapados, y cmo ninguno jams consegua escapar. Haba tantos que estaban uno al lado del otro a lo largo de kilmetros. Todas las clases de barcos que existieron, aunque ms adelante, cuando aparecieron los buques a vapor, se redujo la cantidad de los que encallaban, obviamente porque no dependan de las corrientes del viento, sino que disponan de su propia energa de propulsin.

El artculo me afect porque, en muchos aspectos, me record un episodio de Jack Armstrong, el Chico Americano, que me haba parecido muy importante y tena que ver con el Cementerio Perdido de los Elefantes. Recuerdo que Jack tena una llave de metal que cuando la golpeabas resonaba de forma extraa, y era la clave para el cementerio. Durante mucho tiempo golpe todo trozo de metal con el que me topaba para hacer que resonara, tratando de producir ese sonido y dar por mi cuenta con el Cementerio Perdido de los Elefantes (se supona que en alguna parte de las rocas se abra una puerta). Cuando le el artculo sobre el Mar de los Sargazos advert un parecido importante; se buscaba el Cementerio Perdido de los Elefantes por el marfil, y en el Mar de los Sargazos haba millones de dlares en joyas y oro, el cargamento de los barcos encallados, que slo esperaban que alguien los encontrara y los reclamara. Y la diferencia entre los dos era que el Cementerio Perdido de los Elefantes no era un hecho cientfico, sino un mito contado por exploradores y nativos comidos por la fiebre, mientras que el Mar de los Sargazos estaba cientficamente establecido.

Extend el artculo en el suelo de nuestro saln, en la casa que tenamos alquilada en aquella poca en la Avenida Illinois, y cuando mi hermana regres a casa en compaa de mi madre y mi padre, trat de interesarla en l. Pero por aquel entonces ella slo tena ocho aos. Nos enzarzamos en una pelea terrible a causa del artculo, y el resultado fue que mi padre cogi el American Weekly y lo tir al cubo de la basura que haba debajo de la pila. Eso me irrit tanto que tuve una fantasa sobre l en el Mar de los Sargazos. Era tan desagradable que ni siquiera ahora soporto recordarla. Fue uno de los peores das de mi vida, y siempre pens que Fay, mi hermana, era responsable de lo que sucedi; si hubiera ledo el artculo y me hubiera escuchado, como deseaba que hiciera, nada habra salido mal. De verdad me deprimi que algo tan importante y, en cierto sentido, hermoso, fuera degradado tal como ocurri aquel da. Fue como si pisotearan y aplastaran un sueo delicado.

Ni mi padre ni mi madre estaban interesados en la ciencia. Mi padre trabajaba con otro hombre, un italiano, como carpintero y pintor de casas, y durante unos cuantos aos estuvo empleado en los Ferrocarriles Southern Pacific en el departamento de mantenimiento. Nunca ley nada salvo el Examiner, de San Francisco, el Reader's Digest y el National Geographic. Mi madre estaba suscrita a Liberty, y, luego, cuando la revista dej de publicarse, se puso a leer Good Housekeeping. Ninguno de los dos recibi una educacin cientfica ni de ningn tipo. Siempre nos desanimaron a m y a Fay de leer, y de vez en cuando, en mi infancia, hacan incursiones a mi cuarto y quemaban todo material de lectura que pudieran capturar, incluso los libros de la biblioteca. Durante la Segunda Guerra Mundial, cuando estaba de servicio en el ejrcito, en ultramar, luchando en Okinawa, entraron en mi dormitorio, el cuarto que siempre me haba pertenecido, amontonaron todas mis revistas de ciencia-ficcin y mis lbumes de fotos de chicas, hasta mis libros de Oz y las revistas de Popular Science, y los quemaron, tal como haban hecho en mi niez. Cuando regres de defenderlos contra el enemigo, descubr que no haba nada para leer en toda la casa. Y todos mis valiosos ficheros de referencia de hechos cientficos inusuales haban desaparecido para siempre. Sin embargo, recuerdo el que, probablemente, era el hecho ms sorprendente de aquel fichero de miles de datos. La luz del sol tiene peso. Cada ao la Tierra pesa cinco mil kilos ms, debido a la luz del sol que se posa en ella. Nunca lo olvid, y el otro da calcul que desde la primera vez que lo le, en 1940, casi novecientos mil kilos de luz del sol han cado sobre la Tierra.

Y luego, tambin, un hecho que cada vez es ms evidente entre las personas inteligentes: la aplicacin del poder mental puede mover a distancia un objeto! Es algo que siempre he sabido, porque de nio sola hacerlo. De hecho, toda mi familia lo haca, hasta mi padre. Se trataba de una actividad que practicbamos con regularidad, en especial en lugares pblicos, como los restaurantes. En una ocasin, nos concentramos todos en un hombre que llevaba un traje gris e hicimos que se llevara la mano derecha atrs y se rascara el cuello. Otra vez, en un autobs, influimos para que una vieja gorda de color se pusiera de pie y bajara del vehculo, aunque requiri cierto esfuerzo, probablemente porque era muy pesada. No obstante, un da se nos estrope por culpa de mi hermana; estbamos concentrados en un hombre que aguardaba para entrar en el lavabo, que se hallaba enfrente de nuestra mesa, y mi hermana dijo de repente:

Qu montn de mierda.

Tanto mi madre como mi padre se enfurecieron con ella, y mi padre le dio una bofetada, no tanto por emplear una palabra como esa a su edad (tena unos once aos), sino por interrumpir nuestra concentracin mental. Creo que oy la palabra a uno de los chicos de la Escuela Elemental Millard Fillmore, en la cual cursaba quinto grado por entonces. Siendo tan joven, ya haba empezado a ser grosera y dura; le gustaba jugar al ftbol y al bisbol, y siempre estaba en el campo de juego con los chicos en vez de con las chicas. Igual que yo, siempre haba sido delgada. Sola correr muy bien, casi como un atleta profesional, y tena la costumbre de coger algo, digamos mi paquete semanal de Jujubees, que yo compraba los sbados por la maana con mi asignacin, y sala corriendo para ocultarse en alguna parte y comrselos. Nunca consigui lo que llamaramos una figura, ni siquiera ahora que tiene ms de treinta aos. Sin embargo, tiene unas piernas bonitas y largas, y un andar elstico, y dos veces por semana va a una clase de baile moderno y hace ejercicio. Pesa unos cincuenta y cinco kilos.

Debido a su aficin a los juegos masculinos, siempre emple palabras de hombres, y cuando se cas por primera vez, lo hizo con un hombre que se ganaba la vida como propietario de una fbrica pequea de letreros y puertas metlicas. Hasta que le dio un ataque al corazn, fue un tipo duro. Los dos solan subir y bajar por los riscos de Point Reyes, por la zona en la que viven, en el Condado de Marin, y durante un tiempo tuvieron dos caballos rabes en los que cabalgaban. Extraamente, sufri el ataque al corazn jugando al badmington, un juego de nios. El pajarito pas por encima de su cabeza era un tiro de Fay y l corri hacia atrs, tropez con un agujero de una ardilla y cay de espaldas. Luego se levant, solt unas cuantas maldiciones vehementes cuando vio que su raqueta se haba roto por la mitad, se dirigi a la casa para coger otra, y tuvo el ataque al corazn precisamente cuando volvi a salir al patio.

Por supuesto, l y Fay haban estado peleando, como de costumbre, y eso pudo haber tenido algo que ver. Cuando se enfureca no tena control sobre el lenguaje que empleaba, y Fay siempre haba sido igual, no por emplear slo palabras soeces, sino por la eleccin indiscriminada de insultos, que se lanzaban a sus puntos dbiles, diciendo cualquier cosa que pudiera hacer dao, fuera o no verdad... en otras palabras, diciendo cualquier cosa, y en voz alta, de modo que sus dos hijas les oyeran con claridad. Incluso en su conversacin normal, Charley siempre haba sido malhablado, algo que cabe esperar de un hombre que creci en un pueblo de Colorado. Y Fay siempre disfrut con su lenguaje. Los dos formaban toda una pareja. Recuerdo que un da estbamos los tres en su patio, disfrutando del sol, y yo coment algo, creo que tena que ver con el viaje espacial, y Charley me dijo:

Isidore, s que eres un artista de mierda.

Fay se ri, porque me doli mucho. A ella le daba lo mismo que yo fuera su hermano; no le importaba a quin insultaba Charley. La irona de un patn como se, de un ignorante barrigudo y bebedor de cerveza del medio-oeste que nunca termin la escuela secundaria, llamndome un artista de mierda se qued en mi cabeza e hizo que eligiera el ttulo irnico para este trabajo. Puedo ver claramente a todos los Charley Hume del mundo, con sus radios porttiles sintonizadas en los bailes de los Giants, con un cigarro enorme colgando de sus bocas, y esa expresin apagada y vaca en sus gordas y rojas caras... Y son esos patanes los que dirigen este pas y sus industrias ms importantes, el ejrcito y la marina, de hecho, todo. Para m es un misterio eterno. Charley slo empleaba a siete tipos en su fundicin, pero pensad en ello: siete seres humanos que dependan de un granjero como ese para su subsistencia. Un hombre semejante, en una posicin en la que pudiera limpiarse la nariz sobre el resto de nosotros, sobre cualquiera que tuviera sensibilidad o talento.

Su casa, en el Condado de Marin, les cost un montn de dinero porque la construyeron ellos. All por 1951, recin casados, compraron diez acres, y luego, mientras vivan en Petaluma, donde se encuentra la fbrica de Charley, contrataron a un arquitecto e hicieron que les trazara los planos para su casa.

En mi opinin, el motivo para que Fay se mezclara con un tipo as fue, en primer lugar, para terminar, finalmente, con una casa como la que termin. Despus de todo, cuando la conoci, l ya era el propietario de la fbrica y ganaba sus buenos cuarenta mil dlares al ao (al menos es lo que l deca). Nuestra familia jams tuvo dinero; durante aos compramos la comida en las tiendas baratas y creo que en ningn momento de su vida mi padre se puso un traje nuevo. Por supuesto, al ganar una beca y poder ir a la universidad, Fay empez a conocer a hombres de buenas familias: los chicos de las fraternidades que siempre pasan el tiempo con las luminarias importantes y tipos parecidos. Durante un ao, ms o menos, sali regularmente con un chico que estudiaba derecho, una criatura delicada que jams me atrajo mucho, aunque le gustaba jugar en las mquinas de pinball... para conocer las probabilidades matemticas, segn lo explicaba l. Charley la conoci por casualidad, en una tienda de comestibles de la autopista Uno, cerca de Fort Ross. Ella estaba delante de l en la cola, comprando panecillos de hamburguesa, Coca-Cola y cigarrillos, y tarareando una meloda de Mozart que haba aprendido en un curso de msica de la universidad. Charley pens que se trataba de un viejo himno que l haba cantado en Canon City, Colorado, y se puso a hablar con ella. Afuera tena aparcado su Mercedes Benz, y mi hermana poda verlo, con la estrella de tres puntas saliendo del radiador. Naturalmente, Charley llevaba el alfiler de la Mercedes Benz en su camisa, de modo que mi hermana y el resto del mundo pudieran ver de quin era el coche. Y ella siempre haba querido tener un coche bueno, en especial uno importado.

Mientras la reconstruyo, basada en el detallado conocimiento que poseo de ambos personajes, la conversacin fue as:

Ese coche de ah es un seis o un ocho? le pregunt Fay.

Un seis contest Charley.

Santo cielo dijo Fay. Slo un seis?

Hasta el Rolls Royce es un seis dijo Charley. Esos europeos no fabrican de ocho. Para qu necesitas ocho cilindros?

Santo cielo. El Rolls Royce es un seis.

Toda su vida Fay haba querido montar en un Rolls Royce. En una ocasin haba visto uno, aparcado ante un restaurante lujoso de San Francisco. Los tres, ella, yo y Charley, dimos la vuelta alrededor de l, observndolo.

Es un coche estupendo coment Charley, y pas a darnos detalles de cmo funcionaba.

A m no me interesaba. Si me dan a elegir, me gustara un Thunderbird o un Corvette. Fay le escuch mientras seguimos caminando, y me di cuenta de que ella tampoco estaba muy interesada. Algo la haba angustiado.

Son tan llamativos dijo. Siempre pens en un Rolls como en un coche de aspecto clsico. Como un sedn militar de la Primera Guerra Mundial. Un coche de oficiales.

Si alguna vez habis visto un Rolls nuevo, pensadlo. Son pequeos, metlicos, aerodinmicos, pero tambin gordos. De apariencia pesada. Como algunos de los modelos de saln de Jaguar, slo que ms impresionantes. Una aerodinmica britnica, para entendernos. Personalmente, jams comprara uno, y me di cuenta de que Fay tambin luchaba, presa de la misma reaccin. El Rolls tena un acabado plata azulado, con un montn de cromo. De hecho, todo el coche tena un aspecto demasiado brillante, lo que atraa sobremanera a Charley, a quien le gustaba el metal y no la madera o el plstico.

Es un coche de verdad alab. Resultaba evidente que se daba cuenta de que no lograba llegar a ninguno de nosotros; lo nico que era capaz de hacer era repetirse a su manera habitual y torpe. Aparte de sus palabras soeces, posea el vocabulario de un nio de seis aos, slo unas cuantas palabras para abarcar todo. se es un coche dijo por ltimo, cuando llegamos a la casa que habamos ido a visitar a San Francisco. Sin embargo, parecera fuera de lugar en Petaluma.

En especial aparcado en tu planta dije.

Qu desperdicio sera... coment Fay, gastar todo ese dinero en un coche. Doce mil dlares.

Demonios, yo podra comprar uno por mucho menos indic Charley. Conozco al tipo que lleva la Agencia de la British Motor Car aqu.

No caba duda de que lo quera y, si dependiera de l, posiblemente lo habra comprado. Pero su dinero tena que gastarse en la casa, sin importar que a Charley le gustara o no. Fay no le dejara comprar ms coches. Haba tenido, aparte del Mercedes, un Triumph y un Studebaker Golden Hawk, y, por supuesto, varios camiones para el negocio. Fay le haba dicho al arquitecto que pusiera radiadores en toda la casa, y all, en el campo, les costara una fortuna en electricidad. Todo el mundo all usa butano o lea. En las tierras de pastoreo, Fay estaba consiguiendo que le construyeran una lujosa casa moderna al estilo de San Francisco, con baeras empotradas en nichos, paneles de pared de loseta y caoba, iluminacin fluorescente, cocina de lujo, provista de lavaplatos con secador incorporado... Todo, incluyendo un equipo de msica ltimo modelo con los altavoces camuflados en la pared. La casa tena un lateral de cristal que dominaba sus tierras, y un hogar en el centro del saln, circular, tipo barbacoa, con una enorme y negra chimenea. Naturalmente, el suelo tena que ser de baldosas de asfalto, por si algn tronco se caa del fuego. Fay haba hecho que construyeran cuatro baos, uno para los nios, uno para invitados, uno para ella y otro para Charley. Y un cuarto de costura, otro destinado a mil usos, una sala de estar, un comedor... hasta un cuarto para la nevera. Y, desde luego, un cuarto para la TV.

Toda la casa descansaba sobre una plancha de cemento. Eso, junto con las baldosas de asfalto, la hacan tan fra que nunca se podan apagar los radiadores de la calefaccin, salvo en el perodo ms caluroso del verano. Si la apagabas antes de acostarte, por la maana la casa era como una cmara frigorfica. Despus de que la construyeran, de que Charley y Fay se hubieran mudado con los dos nios, descubrieron que incluso con la chimenea y la calefaccin estaba fra desde octubre hasta abril, y que durante la estacin hmeda el agua no era absorbida por la tierra, sino que se filtraba a la casa alrededor del marco de los cristales y por debajo de las puertas. Tuvieron que llamar a un contratista para que les construyera un nuevo sistema de desage con el fin de desviar el agua que entraba en la casa. En 1956 pusieron por fin unos calentadores de pared de 220 voltios con interruptores manuales y termostatos en todas las habitaciones de la casa; la humedad y el fro haban comenzado a enmohecer la ropa y las sbanas de la cama. Tambin descubrieron que en invierno la corriente elctrica era interrumpida durante varios das seguidos, y que mientras tanto no podan preparar comida en la cocina elctrica, y la bomba que les suministraba agua, que era elctrica, dejaba de bombear; tambin el calentador de agua era elctrico, de modo que todo tena que ser cocinado y hervido en la chimenea. Fay incluso se vea obligada a lavar ropa en un cubo de cinc colgado sobre el hogar. Y los cuatro cogieron la gripe cada ao que vivieron all. Disponan de tres sistemas separados de calefaccin, y a pesar de ello, la casa segua expuesta a las corrientes de aire; por ejemplo, el largo vestbulo que haba entre los dormitorios de los nios y la parte frontal de la casa no reciba nada de calor, y cuando las chicas salan corriendo en sus pijamas de noche, tenan que pasar de sus habitaciones calientes al fro del vestbulo, y de nuevo al calor del saln. Y lo hacan todas las noches seis veces por lo menos.

Lo peor de todo es que Fay jams poda encontrar una chica que le cuidara a los nios ah en el campo, y las consecuencias fueron que ella y Charley dejaron de ir a visitar a otra gente gradualmente. Tenan que ir a visitarlos a ellos, y llegar a Drakes Landing desde San Francisco supona una hora y media de complicada conduccin.

No obstante, les encantaba la casa. Tenan cuatro ovejas de cara negra pastando al otro lado del gran ventanal, sus caballos rabes, un perro collie, tan grande como un pony, que ganaba premios en las exposiciones caninas, y algunos de los patos importados ms hermosos del mundo. Durante la primera poca que viv all, disfrut de algunos de los momentos ms interesantes de mi vida.

TRES

Conduca con Elsie a su lado en la furgoneta Ford, que salt arriba y abajo al pasar por el bordillo y cambiar el asfalto por la grava. En las laderas de las colinas pastaban las ovejas. Haba una granja blanca.

Me compraras unos chicles en la tienda? pregunt Elsie. Me compraras unos chicles Black Jack?

Chicles repiti, aferrando el volante.

Aceler; el volante gir en sus manos. Tengo que comprar una caja de Tampax, se dijo. Tampax y chicles. Qu iban a decir en el supermercado Mayfair? Cmo puedo hacerlo?

Cmo puede pedirme que lo haga?, pens. Comprar Tampax por ella.

Qu tenemos que comprar en la tienda? enton Elsie.

Tampax contest. Y tus chicles.

Habl con tal furia que la nia se volvi para mirarle con cara temerosa.

Q-qu? murmur, encogindose y apoyndose contra la puerta.

A ella le da vergenza dijo, as que debo hacerlo yo por ella. Me obliga a entrar en la tienda y comprarlos.

Y pens: voy a matarla.

Por supuesto, tena una buena excusa. l tena el coche se encontraba en casa de unos amigos, en Olema, y ella telefone y le pidi que los comprara de regreso. Y el Mayfair cerraba ms o menos en una hora; a las cinco o las seis, no pudo recordar con exactitud. A veces a una hora, algunos das los de semana a otra.

Qu pasa si no se los llevo?, se pregunt. Se desangran hasta morir? El Tampax es un freno, como un corcho. O... intent imaginarlo. Pero no saba de dnde vena la sangre. De una de esas zonas. Demonios, no se supone que yo deba saber esas cosas. Es asunto de ella.

Pero, pens, cuando los necesitan, los necesitan. Tienen que contenerlo.

Aparecieron edificios con letreros. Entr en la estacin de Point Reyes cruzando el puente de Paper Mili Creek. Luego, las marismas a su izquierda... el camino gir a la izquierda, dejando atrs el garaje de Cheda y Harolds Market. Despus el viejo hotel abandonado.

En el siguiente descampado, que era el aparcamiento del Mayfair, aparc al lado de un camin de transporte de heno vaco.

Vamos le dijo a Elsie, manteniendo la puerta abierta.

Elsie no se movi. La cogi del brazo, la levant del asiento y la baj. Elsie trastabill, pero l no la solt y la condujo lejos del coche, hacia la calle.

Puedo comprar un montn de cosas, pens. Llenar un carro para que no se den cuenta.

En la entrada del Mayfair el miedo se apoder de l. Se detuvo y se agach, fingiendo que se anudaba los cordones del zapato.

Tienes el zapato desabrochado? pregunt Elsie.

Por todos los demonios, sabes que s contest.

Se solt los cordones y volvi a atarlos.

No te olvides de comprar el Tampax le dijo Elsie.

Cllate! orden con furia.

Eres malo dijo Elsie, echndose a llorar. Su voz se convirti en un grito. Vete empez a golpearle; l se incorpor y ella retrocedi, golpendole todava.

La cogi del brazo y la meti en la tienda, ms all de los mostradores de madera, en direccin a las estanteras de comida enlatada.

Escucha, maldita sea le dijo, inclinndose. Qudate quieta y mantnte pegada a m, o cuando volvamos al coche sabrs lo que es bueno, me oyes? Lo entiendes? Si te quedas quieta te comprar los chicles. Quieres los chicles? Quieres los chicles? La llev hasta el expositor de golosinas que haba al lado de la puerta. Alargando el brazo, cogi dos cajas de chicle Black Jack y se las dio. Y ahora qudate quieta, para que pueda pensar. Tengo que pensar. Al rato, aadi: He de recordar lo que se supone que debo comprar.

Puso pan, una lechuga y un paquete de cereales en el carro; compr varias cosas que saba que siempre eran necesarias, zumo de naranja congelado y un cartn de Pall Mall. Luego se dirigi al mostrador donde estaban los Tampax. No haba nadie. Puso una caja en el carrito, junto con los otros productos.

Muy bien le dijo a Elsie. Ya est.

Sin aminorar la marcha, empuj el carro hasta la caja.

En la caja, dos de las dependientas, con sus batas azules, estaban inclinadas mirando una instantnea. Una clienta, una mujer mayor, se la estaba enseando; las tres discutan sobre la fotografa. Y, justo enfrente de la caja, una mujer examinaba los diferentes vinos. As que gir el carrito y lo llev hasta el fondo de la tienda y comenz a descargar los diversos artculos que llevaba. Entonces se dio cuenta de que las dependientas le haban visto con el carrito, de modo que no poda vaciarlo; tena que comprar algo, o les resultara extrao que lo llenara y se marchara sin comprar nada. Podan pensar que estaba enfadado. As que slo devolvi la caja de Tampax y dej el resto en el carrito. Regres a la caja y se puso en la cola.

Qu pasa con el Tampax? pregunt Elsie con una voz tan cargada de cautela que, si no hubiera sabido lo que significaba la palabra, no habra sido capaz de entenderla.

Olvdalo dijo.

Despus de pagarle a la dependienta, cruz la calle con la bolsa, en direccin a la furgoneta. Y ahora qu?, se pregunt, sintindose desesperado. Tengo que comprarla. Pero si regreso ser ms conspicuo que nunca. Quiz pueda conducir hasta Fairfax y comprarla all, en uno de esos nuevos y enormes drugstores.

As, de pie, no pudo decidirse. Entonces vio el Western Bar. Qu demonios, pens. Voy a sentarme all y tomar una decisin. Cogi la mano de Elsie y la condujo calle abajo hasta el bar. Pero al llegar a los escalones de ladrillo se dio cuenta de que no podra entrar con la nia.

Tendrs que quedarte en el coche le dijo, emprendiendo el regreso. De inmediato ella empez a llorar y a negarse a andar. Slo por unos segundos... sabes que no te dejarn entrar en el bar.

No! aull la nia, mientras l la arrastraba y la haca cruzar de nuevo la calle. No quiero esperar sentada en el coche. Quiero ir contigo!

La meti en la cabina de la furgoneta y cerr las puertas.

Malditas sean, pens. Las dos. Me estn sacando de mis jodidas casillas.

En el bar se bebi un Gin Buck. No haba nadie ms, as que se sinti relajado y capaz de pensar. El local estaba como siempre, oscuro y espacioso.

Podra ir a la ferretera, pens, y comprarle una especie de regalo. Una fuente o algo as. Algo para la cocina.

Entonces volvi la idea de matarla. Regresar, entrar en la casa y la moler a palos, pens. La golpear; lo har.

Pidi un segundo Gin Buck.

Qu hora es? le pregunt al camarero.

Las cinco y cuarto le dijo el hombre.

Otros clientes haban llegado ya y tomaban cervezas.

Sabe a qu hora cierra el Mayfair?

Uno de los clientes le dijo que crea que a las seis. Se inici una discusin entre ste y el camarero.

Olvdelo indic Charley Hume.

Despus de haberse bebido un tercer Gin Buck, decidi volver al Mayfair y comprar los Tampax. Pag las copas y sali del bar. Al rato se encontr de nuevo en el Mayfair, recorriendo las estanteras, dejando atrs las sopas enlatadas y las cajas de espaguetis.

Adems de los Tampax compr un tarro de ostras ahumadas, uno de los platos favoritos de Fay. Luego regres a la furgoneta. Elsie se haba quedado dormida apoyada contra la puerta. Tir de la palanca, tratando de abrirla, y entonces record que haba echado el seguro. Dnde demonios tena las llaves? Dej en el suelo la bolsa de papel y hurg en los bolsillos. No estaran en el encendido... Peg la cara a la ventanilla. Santo Dios, tampoco se vean ah. Entonces, dnde podan estar? Golpe el cristal y dijo en voz alta:

Eh, despierta, quieres? Volvi a golpear. Por fin Elsie se irgui y lo vio. Seal la guantera. Mira si las llaves estn ah aull. Sube el seguro grit, sealando el seguro del interior de la puerta. Sbelo para que pueda entrar.

Por fin Elsie abri la puerta.

Qu compraste? pregunt, alargando los brazos hacia la bolsa. Algo para m?

Haba una llave de repuesto bajo la alfombrilla; la guardaba ah siempre. Por fin arranc el coche. Nunca averiguar adnde fueron a parar, decidi. Debo hacer unas copias. De nuevo busc en los bolsillos... y ah estaban, en el interior, donde se supona que deban estar. Jess, donde las haba guardado, pens. Debo estar realmente colgado. Sali del aparcamiento y se meti en la Autopista Uno, en la direccin por la que haba venido.

Cuando lleg a casa y aparc en el garaje, al lado del Buick de Fay, cogi las dos bolsas de comestibles y subi por el sendero hacia la puerta delantera. Estaba abierta y se escuchaba msica clsica. Pudo ver a Fay por el costado acristalado de la casa; estaba lavando platos, de espaldas a l. Su collie, Bing, se levant de la estera que haba delante de la puerta para saludarlos. Frot su rabo suave con placer contra l, casi hacindole perder el equilibrio y tirar una de las bolsas. Con el canto del zapato apart al perro y se dirigi a la puerta y entr en el saln. Elsie sigui por el sendero hasta el patio trasero, dejndole solo.

Hola salud Fay desde el otro extremo de la casa, con la voz apagada por la msica.

Durante un instante no consigui captar que era la voz de ella lo que oa; durante un instante, pareci nicamente un ruido, un defecto en la msica. Entonces apareci, dirigindose hacia l con su andar vivo y flexible, secndose al mismo tiempo las manos con un trapo. Se haba anudado un pauelo a la cintura; llevaba pantalones ceidos y sandalias, y tena el pelo suelto. Dios, qu hermosa est, pens. Ese maravilloso andar alerta... dispuesto a girar en la direccin opuesta. Siempre consciente del suelo que haba bajo ella.

Mientras abra las bolsas con las compras contempl sus piernas, recordando cunto las abra, por las maanas, al hacer sus ejercicios. Una pierna alzada mientras estaba sentada en el suelo... rodeando el tobillo con los dedos mientras se agachaba a un costado. Qu msculos tan fuertes tena, pens. Suficientes para cortar a un hombre en dos. Biseccionarlo, desexualizarlo. Parte de ello adquirido gracias al caballo... al montar a pelo y clavar las piernas en los flancos del animal.

Mira lo que te he trado dijo, mostrando el frasco de ostras ahumadas.

Oh... dijo Fay.

Cogi el frasco, aceptndolo de una manera que daba a entender que comprenda que se lo haba comprado con un objetivo profundo, con el deseo de expresar sus sentimientos. De todas las personas del mundo, ella era la mejor en aceptar regalos. Comprenda cmo se senta l, o cmo se sentan los nios, los vecinos o cualquiera.

Nunca deca mucho, nunca se pasaba, y siempre remarcaba los rasgos importantes del regalo, por qu era tan valioso para ella. Alz la cara y le mir, y su boca esboz esa sonrisa rpida, casi un gesto... echando la cabeza a un lado.

Y esto dijo, sacando los Tampax.

Gracias contest, aceptndolos.

Cuando cogi la caja, l retrocedi y, escuchndose a s mismo jadear, la golpe en el pecho. Ella vol hacia atrs, lejos de l, y solt el frasco de ostras ahumadas. Entonces corri tras ella se deslizaba hacia el suelo por el costado de la mesa, tirando la lmpara mientras intentaba sujetarse y volvi a golpearla, esta vez haciendo que las gafas salieran disparadas de su cara. En el acto ella se desplom en el suelo, y las cosas que haba sobre la mesa le cayeron encima.

Elsie comenz a gritar en la puerta. Apareci Bonnie vio su cara plida, los ojos abiertos, pero no dijo nada; se qued de pie apretando con fuerza el pomo de la puerta... haba estado en el dormitorio.

Ocupaos de vuestras cosas les grit a las nias. Vamos aull. Largaos de aqu.

Avanz unos pasos hacia ellas; Bonnie no se movi, pero la pequea dio media vuelta y huy.

Arrodillndose, agarr con fuerza a su mujer y la levant hasta sentarla. Se haba roto un cenicero de cermica que haba hecho ella y empez a recoger las piezas con la mano izquierda, al tiempo que la sostena con la derecha. Fay se apoy contra l, con los ojos abiertos y la boca floja. Pareca estar mirando el suelo, con la frente arrugada, como si intentara encontrar algn sentido a lo que haba sucedido. Al rato desabroch dos botones de la blusa y meti la mano dentro, masajendose el pecho. Sin embargo, estaba demasiado atontada para hablar.

Ya sabes cmo me siento por tener que comprar eso dijo Charley a modo de explicacin. Por qu no puedes comprrtelo t? Por qu he de ir yo?

Fay levant la cabeza hasta mirarle directamente a la cara. El color oscuro de sus ojos le record el de las nias: el mismo tamao, la misma profundidad. Los ojos de las tres reaccionaban alejndose de l, volando cada vez ms lejos a lo largo de una lnea que l era incapaz de imaginar o seguir. Las tres juntas... y l se quedaba solo, al margen, mirando nicamente esa superficie exterior. Adnde haban ido? A la comuna, a conferenciar. A acusarle... No oy nada, pero lo vio muy claramente. Hasta las paredes tenan ojos.

En ese momento, ella se puso de pie y se alej de l, empujndole con la mano. Tena una fuerza terrible en movimiento, y le arroll con el fin de alejarse. Le apart de una patada para saltar. Pies, manos... camin sobre l y atraves el saln, no con movimientos ligeros, sino golpeando el suelo de baldosas de asfalto con los talones, impactando con el fin de obtener una buena traccin... no poda permitirse el lujo de caer. En la puerta cometi un error con el pomo; hubo un momento en el que no pudo avanzar ms.

En el acto sali tras ella, hablando todo el tiempo.

Adnde vas? No se poda esperar ninguna rplica; ni siquiera la esperaba. Has de reconocer que sabes cmo me siento. Apuesto a que piensas que entr a tomar unas copas en el Western. Bueno, pues no.

Por entonces ella haba abierto la puerta. Baj por el sendero de agujas de ciprs, slo visible su espalda, el cabello, los hombros, el pauelo, las piernas y los tacones. Me ha mostrado sus tacones, pens. Se meti en el coche, en el Buick aparcado en el garaje. De pie en la puerta, observ cmo daba marcha atrs. Dios, a qu velocidad puede ir en marcha atrs con ese coche... el largo y gris Buick bajando por el sendero, con el morro, la parrilla y los faros de cara a l. Despus por el portn abierto a la carretera. En qu direccin? Hacia la casa del sheriff? Va a denunciarme, pens. Me lo merezco. Delito: propinarle una paliza a la esposa.

El Buick desapareci de vista, y slo qued flotando el humo del tubo de escape. El ruido del motor segua siendo audible para l; se lo imagin por el camino estrecho, girando aqu y all, coche y camino girando juntos. Ella lo conoca tan bien que jams se saldra, ni siquiera con una niebla densa. Qu conductora tan buena era, pens. Me quito el sombrero.

Bueno, regresar con el sheriff Chisholm o se le pasar.

Sin embargo, en ese momento vio algo que no esperaba: el Buick reapareci y se meti en el sendero, casi rozando el portn. Jess! Fren, detenindose justo delante de l. Fay baj de un salto y se acerc.

Cmo es que has vuelto? pregunt con tanta naturalidad como pudo.

No quiero dejar a las nias aqu contigo contest Fay.

Demonios dijo l, atnito.

Puedo llevrmelas? le pregunt, mirndole. Te importa? Las palabras salieron con energa.

Como te plazca contest con dificultad. A cunto tiempo te refieres? Slo por hoy?

No lo s.

Creo que deberamos ser capaces de solucionar todo esto dijo l. Deberamos. Vayamos dentro, de acuerdo?

Pasando a su lado y entrando en la casa, Fay dijo:

Te importa si intento tranquilizar a las nias?

Desapareci ms all del borde de los armarios de la cocina; al rato, oy que llamaba a las chicas, en alguna parte de la zona de los dormitorios de la casa.

Ya no tienes que preocuparte por recibir ms golpes coment, siguindola.

Qu? pregunt ella desde el interior de uno de los baos, el suyo, que se encontraba fuera del dormitorio y que las nias usaban en ocasiones.

Era algo que tena que quitarme de encima explic, bloqueando la puerta cuando ella iba a salir del bao.

Las chicas salieron fuera? pregunt Fay.

Es muy posible.

Te importara dejarme pasar? su voz revelaba la tensin que senta. Y l vio que mantena la mano dentro de la camisa, contra el pecho. Creo que me rompiste una costilla dijo, respirando por la boca. Apenas puedo respirar.

Pero se la notaba tranquila. Se haba impuesto un control absoluto sobre s misma; vio que no le tena miedo, que slo era cautela. Esa perfecta cautela de Fay... la rapidez de sus respuestas. Pero le haba dejado moverse y volar... no haba sido lo suficientemente precavida. Por lo tanto, pens, despus de todo no es un espcimen tan preparado. Si se encuentra en un estado fsico tan jodidamente bueno si esos ejercicios que hace por la maana sirven para algo, debi de haber sido capaz de bloquear mi derecha. Por supuesto, es buena al tenis y al golf, y al ping pong... as que est bien. Mantiene su figura mejor que cualquiera de las mujeres que viven por aqu... apuesto a que tiene la mejor figura de toda la asociacin de padres y maestros del Condado de Marin.

Mientras Fay encontraba y calmaba a las nias, l dio vueltas por la casa, buscando algo que hacer. Llev una caja de cartn llena de basura hasta el incinerador y la quem. Luego, cogiendo un destornillador del cuarto de herramientas, apret los grandes tornillos de latn que sostenan la correa del nuevo bolso de piel de Fay... cada dos por tres se aflojaban, soltando un extremo del bolso en momentos inoportunos. Algo ms?, se pregunt, haciendo una pausa.

En el saln, la radio haba dejado de transmitir msica clsica y haba empezado con jazz. As que fue a poner otra emisora. Entonces, mientras giraba el dial, pens en la cena. Se le ocurri ir a la cocina y ver cmo iban las cosas.

Descubri que la haba interrumpido mientras preparaba la ensalada. Haba una lata medio abierta de anchoas sobre el aparador, al lado de una lechuga, tomates y un pimiento verde. Sobre el hornillo elctrico una instalacin que l mismo haba supervisado, herva una olla con agua. Gir el mando de mximo a mnimo. Despus cogi un cuchillo de mondar y se puso a pelar un aguacate. Fay nunca haba sido buena para eso, era demasiado impaciente. l haca siempre ese trabajo.

CUATRO

En la primavera de 1958, mi hermano mayor, Jack, que viva en Sevilla, California, y que entonces tena treinta y tres aos, rob de un supermercado una lata de hormigas cubiertas de chocolate, y el director lo descubri y lo entreg a la polica.

Mi marido y yo fuimos en coche desde el Condado de Marin para cerciorarnos de que todo haba terminado bien.

La polica le haba dejado en libertad; el supermercado no haba presentado cargos, aunque le hicieron firmar una declaracin en la que reconoca que haba robado las hormigas. La idea era que as jams volvera a atreverse a robarles una lata de hormigas, ya que si le cogan una segunda vez, su declaracin firmada lo enviara a la crcel de la ciudad. Era un trato de beneficio recproco; l consegua irse a casa que era en lo nico que estara pensando, con su cerebro limitado y, a partir de ese momento, el supermercado poda contar con su ausencia... pues no se atrevera a que le vieran all, ni siquiera junto a las cajas vacas de naranjas que haba en el muelle de carga de la parte de atrs.

Durante varios meses Jack haba alquilado una habitacin en la calle Oil, cerca de Tyler, que est situada en el distrito de color de Sevilla; pero, aunque habitada por negros, es una de las pocas zonas interesantes de la ciudad. Hay tiendas, alrededor de veinte por calle, que cada maana colocan a la venta en la acera somieres para camas, baeras de hierro galvanizado y cuchillos de caza. De jvenes solamos imaginar que cada tienda era la tapadera de algo. Adems, el alquiler all tambin es barato, y con el asqueroso trabajo que tena en ese miserable negocio de ruedas, ms los gastos de ropa y las salidas con sus amigos, siempre tena que vivir en lugares semejantes.

Aparcamos ante un parqumetro de veinticinco centavos la hora y cruzamos la calle de manera imprudente, por entre los autobuses amarillos, hasta llegar a la pensin. A Charley le pona nervioso estar en un distrito as; no dejaba de mirarse los pantalones para ver si haba pisado alguna cosa... era obvio que se trataba de algo psicolgico, porque en su trabajo siempre se mete hasta el culo en limaduras de metal, chispas y grasa. El pavimento estaba lleno de envoltorios de chicle, escupitajos, orina de perro y preservativos usados, y Charley adopt esa sombra y desaprobadora expresin protestante.

No olvides lavarte las manos despus de marcharnos dije.

Puedes contagiarte enfermedades venreas de farolas o buzones? me pregunt.

Si tienes esa clase de mentalidad, s contest.

Arriba, en el pasillo hmedo y oscuro, llamamos a la puerta de Jack. Yo slo haba ido una vez, pero reconoc su cuarto por la gran mancha en el techo, probablemente causada por un viejo inodoro desbordado.

Crees que pens que se trataba de alguna delicia? me pregunt Charley. O desaprobaba que el supermercado vendiera hormigas?

Ya sabes que siempre am a los animales contest.

Omos unos resortes provenientes del interior de la habitacin, como si Jack estuviera en la cama. Era la una y media del medioda. Sin embargo, la puerta no se abri, y al rato cesaron los ruidos.

Soy Fay dije, cerca de la puerta.

Una pausa; luego se abri.

El cuarto estaba limpio, como, por supuesto, tendra que estarlo si Jack iba a vivir all. Todo se vea reluciente; todos los objetos estaban bien guardados, donde l pudiera encontrarlos, y, desde luego, tambin tena los cupones de rebajas de compras: apilados al lado de la ventana. Guardaba todo, en especial el papel de plata y las cuerdas. Haba acercado la cama a la ventana para airearla, y l mismo se hallaba sentado sobre las sbanas. Con las manos en las rodillas, nos mir.

Debido a esta crisis, haba vuelto a usar la ropa que llevaba de joven por la casa. De nuevo tena esos pantalones de pana marrn que nuestra madre le haba comprado a principios de los aos cuarenta. Y llevaba puesta la camisa azul de algodn... limpia, pero lavada tantas veces que se haba vuelto blanca. El cuello estaba totalmente deshilachado y no le quedaba ni un botn. Sujetaba la pechera con clips.

Pareces un pelagatos dije.

Mirando a su alrededor, Charley coment:

Por qu guardas toda esta basura? Se haba acercado a una mesa llena de pequeas rocas lavadas.

Las cog debido a la posibilidad de que fueran minerales radiactivos explic Jack.

Eso significaba que, incluso con su trabajo, segua dando sus largos paseos. Para confirmarlo, en el armario, bajo un montn de jerseys que se haban cado de las perchas, en una caja de cartn de sobrantes del ejrcito haba unas botas cuidadosamente atadas con cordones de bramante y marcadas con la inclinada letra de Jack. Ms o menos cada mes, cuando iba a la escuela secundaria, haba gastado un par de botas, de esas antiguas con la lengeta alta.

Para m esto era ms serio que el robo, as que quit un montn de revistas Life de una silla y me sent, con la decisin de quedarme el tiempo suficiente para hablar en serio con l. Charley, naturalmente, permaneci de pie para que yo no olvidara que quera irse. Jack le pona nervioso. No se conocan nada, pero as como Jack no le prestaba atencin, Charley siempre pareca imaginar que iba a ocurrir algo en perjuicio suyo. Despus de ver a Jack por primera vez, me dijo sin tapujos Charley era incapaz de guardarse algo para s mismo que mi hermano era la persona ms chalada que haba visto jams. Cuando le pregunt por qu lo deca, contest que saba bien que Jack no tena por qu actuar como lo haca; que se comportaba as porque lo deseaba. Para m la distincin no tena sentido, pero Charley siempre le dio mucha importancia a esas cosas.

Los largos paseos haban empezado en la escuela secundaria elemental, all por los aos treinta, antes de la Segunda Guerra Mundial. Vivamos en una calle llamada Garibaldi, y durante la Guerra Civil Espaola, debido a los sentimientos en contra de los italianos, el nombre de la calle se cambi por el de Cervantes. Jack tuvo pronto la intuicin de que se iban a cambiar todas las calles, y durante un tiempo pareci vivir entre los nombres nuevos sin duda todos de escritores y poetas antiguos, pero cuando comprob que no se cambi el de ninguna otra, se le pas la fiebre. Sea como fuere, durante un mes o as, haba hecho que la situacin del mundo pareciera real para l, y pensamos en ello como una mejora, pues hasta entonces no haba sido capaz de imaginar que la guerra era un suceso verdadero, y que el mundo en el que tena lugar tambin lo era. Nunca haba podido distinguir entre lo que lea y lo que realmente experimentaba. Para l, la intensidad era el criterio, y esos nauseabundos relatos que aparecan en el suplemento dominical sobre continentes perdidos y diosas de la selva siempre le haban resultado ms atractivos y convincentes que los titulares diarios.

Sigues trabajando? le pregunt Charley a su espalda.

Claro que s dije yo.

He dejado temporalmente mi puesto en el servicio de neumticos contest Jack.

Por qu? pregunt.

Estoy demasiado ocupado contest.

Haciendo qu?

Seal un montn de cuadernos de notas, llenos de pginas manuscritas. En una poca haba pasado todo su tiempo libre escribiendo cartas a los peridicos, y ahora, una vez ms, se hallaba involucrado en algn proyecto descabellado y demente, elaborando, probablemente, algn plan para irrigar el desierto del Sahara. Charley cogi el primer cuaderno de notas y lo hoje, para volver a tirarlo sobre la mesa.

Es un diario dijo.

No corrigi Jack, ponindose de pie. Su cara delgada y marcada adquiri ese aire fro y superior, esa imitacin de la arrogancia del erudito que se enfrenta al profano. Es una relacin cientfica de hechos probados afirm.

Cmo te mantienes? inquir.

De forma instintiva supe cmo lo haca; de nuevo dependa de lo que le mandaran de casa, de nuestros padres... quienes, en este momento de sus vidas, no podan permitirse el lujo de mantener a alguien ms, casi ni a ellos mismos.

Estoy bien dijo Jack.

Por supuesto que dira eso; tan pronto como entraba el dinero se lo gastaba, habitualmente en ropas llamativas. Y si no, lo perda, lo prestaba o lo inverta en alguna estupidez que hubiera ledo en una revista pulp: en algn hongo gigante, quiz, o en algn ungento que curaba la piel y que vendan de puerta a puerta. Al menos el trabajo de los neumticos, aunque al lmite de la estafa, haba sido fijo.

Cunto dinero tienes? quise saber, sin darle un respiro.

Ver contest.

Abri el cajn de una cmoda. Del interior sac una caja de cigarros. Se sent en la cama, de nuevo sobre las sbanas, y la abri apoyndola sobre su regazo. La caja estaba vaca salvo por una docena de peniques y tres nqueles.

Ests buscando otro trabajo? pregunt.

S.

En el pasado haba tenido los trabajos ms bajos: haba ayudado en un comercio en la entrega de lavadoras; haba sacado verduras de sus cajas para una tienda de comestibles; haba barrido un drugstore; en una ocasin, incluso haba servido como repartidor de herramientas en la Alameda Naval Air Station. Durante el verano, de vez en cuando se ofreca como recolector de frutas, y lo transportaban en un camin abierto al interior del campo. Ese era su trabajo favorito, porque se atiborraba de fruta. Y en otoo, invariablemente, se diriga a la enlatadora Heinz, cerca de San Jos, y enlataba peras.

Sabes lo que eres? dije. Eres el individuo ms ignorante e inepto de la faz de la tierra. En toda mi vida no he visto a alguien con tanta basura en la cabeza. Cmo consigues mantenerte con vida? Cmo demonios llegaste a nacer en mi familia? Antes que t, jams tuvimos un loco.

Tranquila dijo Charley.

Es verdad me dirig a l. Santo cielo, seguro que piensa que esto es el fondo del ocano y que estamos viviendo en un castillo de la Atlntida. En qu ao estamos? le pregunt a Jack. Por qu robaste esas hormigas? Por qu? Dmelo.

Empec a sacudirlo, como haba hecho de nia cuando le o por primera vez soltar esa basura demente que llenaba su cerebro, cuando, exasperada y asustada, me haba dado cuenta de que su cerebro estaba torcido, que entre distinguir la realidad de la ficcin, elega la ficcin, y entre el buen sentido y la estupidez, prefera la estupidez. l poda conocer la diferencia... pero prefera la basura; se llenaba de ella con meticulosa sistematizacin. Como si fuera un fantico de la Edad Media memorizando todo ese sistema absurdo de Santo Toms de Aquino sobre el universo, esa endeble y falsa estructura que se derrumb finalmente... excepto en algunas cloacas intelectuales, como el cerebro de mi hermano.

Necesitaba realizar un experimento anunci Jack.

De qu tipo? pregunt.

Existen casos verificados de sapos que siguen vivos en animacin suspendida en el barro durante siglos explic.

Entonces vi lo que su mente haba concebido: que las hormigas, al estar sumergidas en chocolate, quiz se encontraran preservadas, embalsamadas, y se las pudiera volver a la vida.

Scame de aqu le ped a Charley.

Abr la puerta y sal al pasillo. Temblaba de verdad; no era capaz de soportarlo. Charley me sigui y dijo en voz baja:

Resulta evidente que no puede cuidar de s mismo.

Est claro acord.

Sent que si no iba a algn lugar a tomar una copa perdera la razn. Dese por todos los demonios que no hubiramos salido del Condado de Marin; no haba visto a Jack durante meses y, en lo que se refiere a este punto, me habra encantado no verle nunca ms.

Mira, Fay dijo Charley, es de tu sangre y carne. No puedes dejarlo.

Seguro que puedo afirm.

Debera vivir en el campo indic Charley. Al aire libre, donde pueda estar con animales.

Charley haba intentado varias veces llevar a mi hermano a la zona rural de Petaluma; quera meterlo en una de las grandes granjas lecheras como ordeador. Lo nico que Jack tendra que hacer era abrir una puerta de madera, meter a una vaca dentro, ponerle los artilugios elctricos en las tetillas, encender el ordeo al vaco, pararlo en el momento adecuado, quitarle los aparatos a la vaca, y pasar a la siguiente. Una y otra vez... Era el escalafn ms bajo, en lo que a trabajos creativos se refera, pero algo que Jack podra manejar. Pagaban ms o menos un dlar y medio la hora, y los ordeadores reciban comida y cama gratis. Por qu no? Y estara en compaa de animales... grandes y sucias vacas cagando y meando, cagando y meando.

No estoy en contra de ello coment.

Conocamos a varios rancheros; nos sera fcil conseguir que lo contrataran como aprendiz de ordeador.

Llevmosle con nosotros dijo Charley.

Para llevarlo al Condado de Marin tuvimos que guardar todas sus cosas valiosas, su coleccin de hechos cientficos, sus rocas, sus escritos y dibujos, y toda su ropa llamativa, sus elegantes jerseys y los pantalones que se pona para deslumbrar a los indeseables de Reno durante los fines de semana... todo se meti en cajas y se carg en la parte de atrs del Buick. Cuando termin Charley hizo todo el trabajo; yo me sent a leer en el asiento delantero del coche, y Jack desapareci durante una hora para despedirse de algunos de sus amigos, el cuarto estaba casi vaco, salvo por las hojas de los cupones, que me negu a dejarle traer.

Igual que la habitacin que tena de nio, pens. Durante la guerra, cuando estuvo unos pocos meses en el ejrcito, habamos entrado en ella y limpiado todo, destruyndolo. Naturalmente, al regresar con una baja mdica debido a sus alergias... tena ataques de asma experiment un arrebato terrible, seguido de retraimiento y depresin. Languideci por su basura desaparecida. Y despus, en vez de crecer e interesarse por algo ms razonable, se haba marchado, alquilado una habitacin para l y vuelto a empezar de nuevo.

Mientras Charley conduca hacia la autopista que iba en direccin norte, conmigo a su lado y Jack en la parte trasera junto a sus cajas, tem lo que le podra pasar a mi casa si mi hermano chiflado residiera en ella, incluso por unos pocos das. Sin embargo, podamos meterlo en el trastero. Ya las nias mantenan su parte de la casa hecha un desastre. Seguro que l no podra hacer algo peor que dibujar en las paredes, manchar las cortinas y almohadones de arcilla, derramar pintura sobre el cemento del patio, dejar los calcetines del mes pasado en el azucarero, estornudar con la sopa en la boca, caerse mientras sacaba la basura y quitarse medio ojo con el borde de una tapa de lata de sardinas. Un nio es un animal asqueroso y amoral, sin instintos o sentidos, que ensucia su propio nido si se le da una oportunidad. No se me ocurra ninguna cualidad que redimiera a un nio, salvo que le puedes zurrar mientras es pequeo. Charley y yo vivamos en la parte delantera de la casa, y, en la de atrs, poco a poco las nias iban empujando su desorden, centmetro a centmetro... hasta que nosotros y la seora Mendini entrbamos y limpibamos todo, tirbamos todo, quembamos la basura, y el proceso volva a comenzar. Jack, sencillamente, aadira ms material al caos; no aportara nada nuevo, slo ms de lo mismo.

Claro est que, siendo fsicamente maduro, no se lo podra manejar como manejbamos a las chicas, lo cual me asustaba. En algunos aspectos, me tena asustada desde haca aos; siempre tuve la certeza de que nunca sera capaz de anticipar qu podra hacer o decir, qu ideas antinaturales saldran de su cerebro... quiz que consideraba a las farolas como figuras de autoridad, y a los policas como objetos hechos de cables. S que de nio haba tenido la idea de que las cabezas de varias personas iban a caerse; nos lo haba contado. Y s que crea que su maestro de geometra de la secundaria era un gallo vestido con traje... nocin que tal vez sac al ver una vieja pelcula de Charlie Chaplin. Ciertamente, aquel maestro s que andaba como un gallo cuando recorra la clase.

Supn, por ejemplo, que le entrara una locura homicida y se comiera las ovejas de los vecinos. En las zonas rurales, matar ovejas es un delito grave, y a cualquier cosa que mate a una se la abate de un disparo. En una ocasin, un chico granjero haba ido por ah rompindole el cuello a todo tipo de cras en una extensin de kilmetros a la redonda... Nadie haba sido capaz de imaginar por qu, pero, sin duda, era el equivalente rural de los chicos de ciudad que rompen ventanas o pinchan ruedas. Sin embargo, el vandalismo en el campo casi siempre involucra matanzas, ya que la propiedad granjera se expresa en trminos de patos y de pollos, rebaos de vacas lecheras, corderos y ovejas, incluso cabras. A nuestra derecha, los Lardner, una pareja de viejos, tenan cabras, y a menudo mataban una y se la coman, preparndose cosas como guiso y sopa de cabra. Para la gente del campo una oveja o una vaca campeonas deban ser protegidas contra cualquier amenaza; estn acostumbrados a envenenar a las ratas, disparar a los zorros y mapaches, a los perros y a los gatos que entran en su propiedad, e imagin a Jack, alguna noche, recibiendo disparos mientras se arrastraba por debajo de una valla de alambre de espinos con un ensangrentado cordero en sus fauces.

As que ahora, conduciendo de regreso a Drakes Landing, empezaba a experimentar fantasas mrbidas de ansiedad... supongo que las tena por Jack, ya que l se encontraba ms bien tranquilo e impasible.

Pero se es un aspecto de la vida en el campo. Yo he estado sentada en el saln, escuchando a Bach en el equipo de msica, y he mirado por las ventanas, a travs del campo, hacia el rancho que haba al pie de la colina del otro lado, y he visto algunas cosas horribles: un viejo ranchero con sus vaqueros, botas y sombrero impregnados de estircol, salir con un hacha y despedazarle el crneo a un perro que merodeaba por su gallinero. No haba nada que hacer salvo seguir escuchando a Bach y tratar de leer By Love Possessed. Y, por supuesto, nosotros matbamos a nuestros propios patos cuando llegaba el momento de comerlos, y el perro mataba tuzas y ardillas a diario. Y, al menos una vez a la semana, encontrbamos la cabeza medio devorada de un ciervo ante la puerta delantera, transportada all por el perro desde el cubo de la basura de alguna casa del vecindario.

Desde luego, el problema radicaba en tener a un necio como Jack en tu camino todo el tiempo. Para Charley era fcil; se pasaba el da en la planta, y al anochecer se encerraba en su estudio a revisar papeles, y los fines de semana, por lo general, sala y se dedicaba a usar la cortadora giratoria o a podar algn rbol con la sierra. Analizar la idea de tener a mi hermano todo el da en casa hizo que me diera cuenta de lo aislado que ests realmente en el campo; no hay ningn lugar al que ir ni nadie a quien visitar... te quedas sentada todo el da en casa leyendo, trabajando o cuidando de las nias. Cundo sala de la casa? Las noches de los martes y jueves tena mis clases de escultura en San Rafael. Los mircoles por la tarde venan los Bluebird para hornear pan o tejer alfombras. Los lunes por la maana iba a San Francisco para ver al doctor Andrews, mi analista. Los viernes por la maana conduca hasta Petaluma para comprar en el Purity Market. Y los martes por la tarde tena mis clases de baile moderno. Y eso era todo, a excepcin de las cenas ocasionales con los Fineburg o los Meritan, o ir los fines de