Piedra del sol de noche / Diego De Ávila

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Diego De Ávila PIEDRA DEL SOL DE NOCHE

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Libro de poesía. Edición original: Editorial Mental, noviembre de 2010.

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Diego De Ávila

PIEDRA DEL SOL DE NOCHE

De Ávila, DiegoPiedra del sol de noche1ª ed.: Editorial Mental, 2010.

Foto de portada: Lewis BaltzDiseño: Lucía Boiani

Sois livianos: dormís mi primavera hasta que acabe.Yo soy más liviano:canto ante extraños.

Paul Celan

I

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I

Evocado, qué brote lo que recuerdo a un solo punto,lejos del color del camino que en base al ciego, al cojo, se detendrá el rechazo en los cuatro sitiosy endurecerán las máquinas de su sol.

Es antes, durante el rechazo; el hoyo vivo, y adentro de ello; por donde más se esconde comienzo a com-prender qué forma.El ojo bueno de mi olvido obalándose hacia el ciego,la manera en que tras semillados, fierros, esel que maneja el desvío de todas mis acciones.Acción de plantar un árbol. Acción de derribarlo.

Puedo prometerme para ser la sequía a la orilla del pasto que no hay promesa, laguna o casa, nada diez metros adentro el hoyo vivo …el humano, lo humano, lo humano…

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No es yo.Soy humano vivo antes que lo humano,conocedor de la muerte, conocedor del aro,la cuchilla doblada que todo círculo anida.Eso siento.El círculo del planto es evidente. Acción de derribar un árbol. Acción de olvidarlo.Por fuerza alguna adentro, es más necesario.Lo que olvido es más caliente en otro sitio.

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II

Contra una última pared yacen las manos de mi sombra anterior,las de las patas antes; porque es un río animal mi frío, el único que espera adentrocuando se da cuenta que el hombre es frío y hondura.Ve eso.

Yo, que veo a todas estas bestiasguarecerse bajo el frío de la tela invisible donde palpita el viento,quiero volverme otra vez a sus mejillasporque no hay tierra, cielo o lago.

¿Por dónde pasar nadando hacia la intemperie?

Siempre es adentro el rastro mío, es siemprehuella aunque vuele. Pasa volando, no es tierra las pisadas de los niños esta tarde.Y yo depositando, yo midiendo, yo cavando.

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No entran, no supuran, son demasiado chicas estas patasde ovejas, de caballos, de hormigas enredadas en la noche haciendo de la luna, la luna roja.Todo olvido el mío, todo olvido,y a flor de tierra impongo una gran sombra por pisada.

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III

Igual a mi, trae ¡qué escándalo!,mi soga separada de un animal furiosoque huye en el sereno a su alimento, al día, de ello,

de noche aparta sombras como en un baúl sin luces.Declara mi Mismo abiertamente.Salobre, salobre, digo. Tales animales me seguían en presas.Esos tales animales me seguían en presas,los despertaba en la noche que no mira el polvoy los arrastraba entre los pastos con sedLos arrastraba entre en los pastos con sedtarde. Y ya no sé si el campo pasó en la noche…

despierto… despierto…Acababa de despertar. ¡Tan pronto!

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IV

Sí, nosotros,

que los malabares que el miércoles pronunciason en sí distinto en ellos, es que no pasta la voz en lo que es suyo.Porque nadie entiende su semilla y entoncesnadie, nadie atiende a su planta.

Es que somos su vegetación, porque

veo en mí brazos, gruesos tallos robustos,una espalda que anda barro sobre el cascoy encuentra en mi manera del hermano que fui el hombre que fui antes que yo. Yo hablaba del cielo mirando hacia arriba.

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Como nunca pude trasponer las medidas,caudales, hondos fosos traman de marañas, tierras, andan barro sobre el casco. A mi me entromete ir y venir.

Y es ellos, somos nosotros,nosotros al tacto de este sitio,miércoles entonces porque nadie nos pregunta,¡pero luego hablan del cuerpo y nos preguntan!,lo humano, lo inherente, lo humano, lo humano,yo que guardo silencio, yo que hablo,eso que hablamos, eso de que al silencio lo preguntan, eso que falta para arriba. Todo lo preguntan, lo preguntan,mientras el aire nos pasa en la naturaleza.

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V

Canto a las valerosas, canto al findel descenso Sol;nace en las sombras, en la sombra del muro, sol que no lo sé.

Ellas ven mi canto, aseguran que percibomi raíz cuaja en él, mi árbol de hombreque tiende sus hojas a albas distintas.

Porque ellas suben para el aire seco como el agua y no hay, no existe, largo sobre la tierra,ancho sobre la tierra,en este gran lago que canto al temblar al venir a la superficie…

…Ah feliz de mí que acontezco como el díay voy pasando, ya sufra, ya calle,y así abra las corrientes nunca dejo de suceder, o acabo de llegar;

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camino una marcha quieta en una casa;corro como lo hace un recuerdo, un río visto desde arriba;como un cinto del día hacia la nochea empezar, y venirme otra vezal aire en las ropas caminadas, como el sol.

Vea:Baja y sucede… sube anda allá arriba baja y sucede……Ah feliz de mí que aseguran que percibohojas que a donde apuntan, no perciben.Arriba de ellas y detrás de mí que interrumpodoy sobre la lumbre un calor que no se mueve.

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VI

Que yo, y que sin decirlo,me habría quedado quietofue soplo el viento y de mi más airecanción vistosa: si habremos sido tú y yolas que tanto se escuchaban cuando cayó elsonido en mis guijarros ¡siempre

oscuro para el que la toca sin conocer la sientasobre mí!

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No me libré de mí mismo, creo que tansolo hice silencio.Aire que inflé en mí, le di salida.Cargo que hice en mí, le di canción al movimientovoz que se cayó el sonido siemprese sentó muy vasto sobre otra cosaqué voz y a qué decirla

me preguntó al salir el melodioso.

II

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VII

Al principio, son como instancias mínimas tramando,maravilloso en primavera, pues la primer hoja en el árboles el movimiento inicial, la instancia fija,la piel del tallo suspendida y presientoque será el fin fabuloso de las hojas.La primavera esperando con su busto verde,y la vaca de película asomandosu verbo pesado ysus ojos, sus ojos,grandes y redondos pétalos rodeandoel maravilloso finde la fascinación dormida de la carneverde / de sus pétalos en llamas, del incendiode los minúsculos tejidos del ganadoy de los límites del campo/ presientola interacción sostenida de la sangrey el malabar de los tiempos/ todosasomando por el tallo de la hoja,

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ennegreciendo la ternura de su busto,el maravilloso finde la fascinación dormida de la carnea solas, por la negra envergadura de su sangreseca, por los confines y los términos de instanciasfijas,por los ojos del ganado, todopor el amarillo incendio de las hojas.

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VIII

Qué será de mí, todos se juntan: precipitaciones apoyándose en el agua; qué será de mí al lado de los paresque caminan modulándose en la puerta.Qué será de mí al fondo de las precipitaciones, en la sala abiertacayéndose en mí casa;qué será de mí en las precipitacionesde la casa llena de sujetos,por el buen sembrar del lado de las flores... ¿Qué será de ti en las precipitaciones?en su inmenso, inmenso hueco,en el cielo irregular del techo suelto,en el margen, en los mundos de la casa,y en los fondos de los golpes sobre el margen,al fondo, en el fin de las precipitaciones...¿Qué será del fin, del cielo, sol, o de la puertaque da a un lugar de gente en otra lluvia?

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Las mitades y el fin de sus centenase incendios de sus campos en ciudades:tengo flores casadas con el aire,espíritus de flores sepultadas,revoltijos enrollándose en el aguase apoyaron en mí como leones.

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IX

Las cosas caen de cuerpo. Se hacen sombradiez mil círculos de pájaros volando.Ah, la tierra en que aterrizan.Tierra, la noche, es tan temprano.

Maqueta de los hombres vigorosos,mujer amada, cielo de ocho pisos,todos han entrado a cuerpo como pequeñas noches,

la noche de los pájaros dormidos.

Oscura y amada mujer que busca al hombre,círculo del hombre transitandotras los pájaros del hombre, tierra entera,la noche infinita ha comenzado.

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Mi profundo corazónrepleto de pájaros en vuelose llena de pájaros dormidos.Pobre la tierra en que aterrizan.El suelo de mi pobre corazón.

La noche anclada en los pueblosclaros de la tierra,

la mujer que busca al hombrecayéndome en el alma,

la mitad de su sombra terrible como un segundo cuerpo

son mis almas por el alma de la noche desatadas,pueblos y pueblos negros de la noche poderosaque no cierran las puertas de sus casas

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X

Es eso el precipicio del anclaje en ruinas:un cielo que es del mar es de otro sitio.

El mar para los hombres es el agua en las ciudades; y si están de acuerdo, si la han visto pronunciar palabra,bajar la luz con remordimiento, a ella... si es ella que persiste, que absorbe... ¡qué vuelvaa encontrar la superficie de mi suelo! Pero en ella, cuando salga,esto es a solas. Entonces pues,esto es a solas.

Aquí no sembré el agua y he de levantar el camino para dar de morir al que camina:en las frondas exteriores, en la caminata de la savia,se parece a eso el penitente, y ha sido arrastrado con el ancla...

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No hay retención ni movimiento, está viciadoel palco a tierra. No es el ruido, no es el sentimiento de la calma... Qué perdido

sentiré al pie en la sandalia el calzado la arena

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XI

Pienso en el erotismo con la cortina cóncava cuando se apagahorizontal la voz de brotar...Finjo en las noches de modos largos y duros.Porque el sexo, porque tarde,si tarde, si en verano, si en el resto del Globo largono brota el sexo en una planta.

Horizontal de un solo rumbo se recorreque enmudece bocas abajo y vive en sol bajo la tierra hundido.

Su voz al mismo brote dormita bien, “se hará en la palabrade la flor mirando el árbol”, me convenzo...Horizontal de aquellos ojos que no me entero nunca...Pero no el sexo, pero el trabajo,porque las pestañas fuertes en la mano si hablándome, y luego el día, la noche,mueve el mucho caminar

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y en grito el sol bajo la tierra hundido,ese prolongar la voz para callarlo,dos estremecimientos cilíndricos de la respiración encuentran, falta y pueden, chorrear,y por las malas más tarde no aparece el motor, ni suena en mar-cha;

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XII

Yo. Lo mitigué para poder tocarlo.No fue de a dos

que hice que el otro cuerpo mío y palidez,que en su estatura estaba solo,se hincara al fondo de mí, pensé en el cielo yen la noche como un párpado caído

tan azules allí. Ya, la oscuridad por ti. Pero ya, no sé, ¿por qué después endureció la piedra?,

¿a grandes desquebrajaron pedregullos abajo? ¿tembló al costadode tus manos escondidas debajo de las míastu altura infinita arrodillándose (peroqué hicimos

si echamos a caminar al lado opuestoy no fuimos a dar la vuelta entera para vernos la cara?

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XIII

Sin ruido, puede mirar el otroquién sigue al fin del arco a mi hombre en pedales.Mira qué cargo había, para quese hicieran responsables, no imperpetuables, qué cargo!

Para que vinieran del techo a la boca doblada de los corredores,resonó vocal del uso resbalando hacia la lengua, suya, dijo entonces, y de qué, si corre,pregunté hondísimo lo miré como si supiera,hablaba en pasado, lo había mirado o abríaotra puerta?

(Yo muy dentro mío me levanto una estatura).(Agacho la pierna voy hasta que encuentro, hastaque retengo cuanto a pie me voy abajo.)(Me levanto otra vez)

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Qué manto hacía en el calor cuando inclinaste, le entendía un lomo de animal a las alfombras de pecho, de espirales de moverme en otro,y dije que se sepa tras la vuelta:qué se hicieran responsables los que corren cierta culpa.

Qué se sepa si me sigue pesandoel arco de las piernas,el otro entrando carne en mis ideas de rueda,

parte de un lado, parte del otropar al costado

¡Óigame el empalmo de las piernas quien preguntequién es buen repecho visto desde arriba!

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XIV

El concepto de la acumulación es lo que nos perjudica;los volúmenes del árbol en la nievede la acumulación,miles de seres blancos en sucesosde márgenes e interlineados en la formade blanco sobre blanco sobre blanco:la acumulación continua es una sola.

Se desatan, se estremecen en continuo,árboles, árboles, árboles.

Como un salón gigante hecho de arenaárboles alimentándose de tierra.

Es la acumulación perfecta contra el piso:miles de seres blancos en sucesospesan como árboles de arena.

Pesa mi preocupación sobre los árboles.

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El problema de la acumulación nos perjudica.

El nombre de la idea de los árboles:acumulación, acumulación, acumulación.El equivalente poético del árbol:acumulación, acumulación, acumulación.

Es la idea acumulada de lo denso,la brasa aun pegada al fuego.Ese fuego fatal nos perjudica.¿Qué elementos enterrados en la nievede la brasa aun pegada al fuego?Ese fuego fatal nos perjudica.Avanza y quema los dibujosde la brasa aun pegada al fuego. Y los momentos infinitos de la arenaque pesan como árboles de tierra.Y sus pesos infinitos como un árbolde blanco sobre blanco sobre blanco,y el blanco en las trampas de la nievede la acumulación.

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XV

Hablás. No digasque hubo golpe donde el cuerpo hirió a la bala;me vine en sangre en mis izquierdas,hubo chorros de la noche en todos lados,pensamos en el silencio hilo tras hilodel apretado caracol de tiempo negro,trenzado en aprieto, tirón, a la pausa del solde media vuelta.

ciega al costado, con sábanas sobre la cabeza,

solo sentí el rumor del estancado de la noche queentró y salió del día y pasó,me vine en sangre sin sueño, y no dormí.

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Despuésno dijeron nada malo del gritode los animales con pelos y rabiosos,soltaron la batalla de moverse entre los pastos, soltaron su gran barriga hasta la rejadel horizonte,abriendo panes en la carne,queriéndome no hablar de mi descensoal pueblo de la luz, yaquédate en silencio de una vez

para el sordo que se tapa los oídos,para el bruto separado del descansode sus manos de trabajo bajo tierra

en la frazada caliente del cielo abiertoya habrá qué digande nosotros.

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XVI

Afuera de hierro, toda tersa la tarde.Mañana se beberá otro barco, mañanahabrá este en todas partes.

¿Quién no controlará este globo,mañana?

¿Quién estará tarde para dedicárseme,éste mañana? Hay calor, mediodía y lento fuego para él, yo ahí.No hay fuera de ti, ese que no ilumines,tú, mujer, éste que no ilumines sino que saltes a la barca, y, mañana, saltas.

¡Qué digas qué hay pues mi lago en la tormenta… …pues mi lago durante el día…!…Y las estelas… Y la tarde, noche.

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¡Todo lo que pasa demorado y sigue!

¿Qué vendrá mañana? ¿Quién será tarde?

III

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XVII

En ninguna parte siento, al alumbrar, a lo que he instaladoen el silencio del yugo, de la antorcha al caer.

Oscuridad que no derriba no sé cuándo vendrás a darme alcancey encender mi salto hasta la piel.

Es por ser estas marcas, soy de arañarme desde adentro, de paso y paso de encuentros. Mula a la vida como un cinto que empezaron otrosy dale fuerza a recordar que lo he tejido yo;con mis uñas limpias lo enredaron y el freno,como a caballos, les cinchó los puntos, los nudos, los enredándo-me en mí mismo¿a

qué vendrá mi alma cuando logre entender qué significa?

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Dolida, oscura, se vendrá bamboleante sin quererlo, porque la he llamado“Rueda partida”, “Rueda coja”, “Cuna que se inclina hacia al alba y a la noche,sin dar la vuelta y sin caerse”, de mala manera.

Nada iluminado en mí ni nada ni adentro, quema acá abajo, detrás de despegarmecomo un rollo de cinta de la cama;el calor de la nucava entre arrastros y hacia afuera. Dentro cae, muy dentro para, oscuridad y repleto,eso no calma; calla y declina de la cumbre como un secreto, hasta donde no ha llegado todavía la piedra del sol de noche.

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XVIII

No están pasando obligados, tienen prohibida la cercay aun queriendo, nadie obligaa que se estén resbalando hacia adelante como si los hubiese empujado una mano, llamando y torciendo el huesodel brazo hacia adelante.

Ni yo ni nadie está mirando desde atrás,

no los empujaba a la espalda, no los miraba, yo les decíaque hoy no, pero qué desastre si llegué a buen puerto... Si desembarcaron, porque habrán desembarcado, en la mitad del océano,

cayeron en las tablas tan adentroque ni alcancé a ver lo que desembarcó en el agua.)

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¿Pero en pie de mano qué son cuando

nadie los llama ni los interrumpe por no ser como caballos, no dispararse allá, no caen dándose prisa de paradao no hay nada, nada, nada a lo que interrumpir?

¿Saben de qué hablo cuando hablo de losestablos salvajemente opuestosa aquello que guardan entablados tras unas paredes lentas y podridas?

Son los mismos establos; ahora ya lo sabes.

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XIX

Volaba hacia adentro, pienso que no vi otra vez aquella paloma.

Qué pasó con mis manos, yo no la dejaba ir yella pegaba sus alas a mis palmas cubiertasy quería el aire de mis manos. Qué pasó con ellas yo

pensaba en su pico callado entre los dedos, su corazón en silencio el aire tan maravillosoqué iría a hacer en el nido del cielo volando en ruedas negras meveía a mí como un pozo al que no se le ven los árboles agarrados, las ramas mirando hacia fuera:

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junté las manos muchas veces. Yo dijeque nunca vi otra vez esa paloma.Qué pasó que junté tantas cosas y las empujé al cielo y qué con lo que pasó, yo no la vi al cerrarcuando venía a volar bajo mis manos miraba entre mis palmas abiertas entonces hacia el cielo inalcanzable?

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XX

Como ventana que no: bala perdidaque entró a correr los vidrios de mi casa;hirvió en el suelo y se enraizó qué pasaque entró el invierno por su flor partida

de un calor de piedra lisa a la enredadade piedras y más piedras sobre el día,dejó al calor cavando: por perdidallovió tejidos de mujer mojada.

Barrió con agua los espejos, robles, ramas, troncos, pasto en esos vidrios.Tras pasto el alma abierta de los dobles.

Bajó hasta el alma baja de los nidos,que disparó, perdido por perdidode ventana al sol corrido cuando sople.

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XXI

Yo no oigo, yo siento ruidos pero no sonlos de los golpes en el cerebro de la especie animalque reza a la raza humana enterrando a la raza humana.Acabo y veo, luego de acabar, que nada puedo.Trabo mi horizontalidad sobre las curvas insoportables del cielo,desde la tierra…Pensemos qué soy en ella. Yo digo que no veo nada.¡Tanto lo sé!

Si yo lo pienso, es que siento al que piensa como un sonido en el cuerpo de la gente, de los campos y de la arena,que atraviesa vientos de todas las edades de hombres amarrados a la especie, seres solo a un paso de otros seresen larga fila. No es mi pensamiento. No sé el mío.

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Constantemente no está mi imagenen el charco donde bebo, donde

meto las manos, y hombres enterosparan a mirarse.Parezco sufrir como un hombre solo y nadie que está solo sufre como un hombre.Ya es, que no está mi imagen en el charco, ni soy el charco, ni otra cosa.

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XXII

A los que mueren a la inmortalidad, a los que circulansobre los cerros enterrados,sobre la cabeza de roca de la otra tierraque baja hasta las manos del calor, como nosotrosechamos el calor sobre mí que se los digo:nadie dice nada, nadie camina por la vidasin esperarla en seco, parado, la nubede la piedra de las presas. Ustedes.Voy a mirarlos con ojos entornados.

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XXIII

Claro que te he mirado, he visto a dónde llegas cuando miras delante. Con algo abandonado siempre te vuelve, y por siempre te adelanta el mismo sitio; te paras en donde nadie había pero todos saben del silencio de otra forma;como el invierno en las ramas inclinadasse siguió llamando el árbol de otra manera.

Yo no soy el que doy pasos cuando me encierro. No hay espacio que se ensanchebuscándote al bajar, nada que refugiar, nada al venir sólo de mí: son muchos,muchos pasos en la puerta. Si es que andan ellos con mis ojos

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pensando en cuando te miren, cada vez que miro porque tú lo quieres:quiera al camino porque tú lo quieres,yo no podría escribir. Cómo te gusta

mi escritura azul perdida en tus campos azules,mi escritura verde perdida en tus campos llenos.

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XXIV

Soy un animal que no ilumina deseos de un hombro.Si no fuera porque hablo al margen de la mañana… calma,no habría el lugarpara conocer la luz, las cosas que dicen, digo de ella:ten silencio.

Su luz que al despertar el día cae sobre la noche de mis manos;no entiendo al cuerpo que despierta bien. Mirolas sábanas y tanto sudé en la sombra que les grabéla noche.

¿Qué han caído gotas en las filas de las casas, en las calles saliendo de ellas, hacia el espectáculodel sol sobre los ojos? No, es posible.

Llevo mi palma y caigo en ello poniéndolecolor muy solo a sus colores. Siento esa constelación

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golpeando sobre el pellejo mudo, abren cuerdasmuy distintas de mis manos, siento su ver,su mirada, su luz, al despertar,

la raya que vino al día desde el cuerpo a sus ojos y sus sábanas, ¿quién habla de sí mismo

en la mañana como un preso en las paredes?Vino el viento del día para empujarlo encima mío,

e iluminar mis manos como a un hombre aparte,y mancharlas en el mundo sin jamás tocarlas.

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XXV

Siempre el mismo tiempo: mi casa ve ladrillos.Yo no siento hijos; no tengo tiempo; habiendo salido, lo siento, no puedo abarcar más lugar. Si me subo a un autoel cinto de seguridad hace un surco como un carril de agua contra el ruido del corazón que suena en marcha…

Pero la casa con sonidos de mi sillano pesa encerrada junto con la cabeza;peso al ruido del solsecando ropa; peso al que me miróporque no hablamos. Algo aclara con la soledad, y nolo entiendo; digo lo que digo dos vecessin caso alguno: el corazón interpretado se mueve en todo,¿por qué no está limpio si está solo?

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No pensar en eso.No estábamos hablando del sol, entrar, no basta, que corazón no basta todas estas veces.

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XXVI

La víspera una tarde cayó contra la hora, fui ciego. Ni ciego, ni azul, ni tuve fríocuando el portón profundo de mi aguadocinchó. El corazón a las tantas fue unos deseos enormes. Mi pecho sintió lo mismo que yo.No quería la noche, y así no salía de las rayas amarillasde la tarde contra la reja lenta que va andando la parte ciega de la rueda.Yo de un lado paso y cobro mi precio, noespero que eche a andar la cosa quieta.Y sin embargo sí.

Aunque sea entrometerse con los estribos de un momento tenso, a un momento frágil,no doy las manos por lo que escribo.

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Otro frío sería lento: para tirar puja un armario contra la puertade un establo oscuro que me dejaron sol abajo.Sin adentro,está amarilla la noche de entrometerme.

Lo entiendo bien: si yo no tengo abrigonadie tendrá abrigo hasta el otoño: si en dos segundosantes de una estación cayendo, me revocaron mal,sigo entendiendo. Aunque latí de noche, muy tarde entendí a la noche. En la vísperalatí igual, nunca llegué caro al camino.

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XXVII

Y a pie, de donde salgo solo, la marcha es igual por donde siga lo mismo.

Preciso calor, estamos precisandoretenerlo. La silueta anda otro díasiguiendo al cuerpohasta el mismo lado. Prescindode volver: ya me he visto,me he seguido:siempre he hecho, he caminado,he seguido, siempre sucediendohacia un atrás que sobrepesachispas cuando solo urde a los dos ladossiempre la misma vida, precisamostodavía chispas de empujar lo quieto. Escucha:

casas son lo mismo,calles son lo mismo.

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Piden al caminar un lugar indistinto de sujetarpalabras de paso,de la caminata de los pies de la paciencia.

Puesto el sol pasa a doblar la contrapuesta.

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XXVIII

Me mudé de habitación, los espacios nuevosme salieron al encuentro: izquierda y derecha,ambas en sus respectivas partes,generaron a un lado y a otro lado:yo me mudé de uno a otro:Ambos pedazos de mí me salieron al encuentro.

Amo el cuarto de los desposeídos,aprendo a amar eso que aprecian, eso tan claroque quieren: yo lo quiero, mis hombres que desean.

Observen como me muevo junto al deseode las cosas, moverme sin tener miedo,moverme sin amar, sin sentir odio ni alimentospor las cosas con hombre que me buscan.De esto soy yo, cosa que se mueve.Fue el campo que me abandonó pues no lo amaba.El mar partido en dos colores: todo este azul

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buscó sed en mí dado que avanzo,llegué contra lo seco y horizontal del uso,creo que sí. Cosa que se queda.Cosa que no avanza. Ambos pedazos de mísalieron al encuentro en puertas distintas.

Son los sitios los que me echan y me prohíben volver intermina-blemente.

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XXIX

¿Dónde marcha el piso, pies te sientes solo?

Porque amigospueblan la poesía de cosas construidas,parlamentos de la comida encimade todas estas palabras

Tan solo estoy gritando, no escuchessi esto no es nada para vos

Si en cambio tanto, convérsame,voy a oírte mientras pisas un suelo cuarentametros debajo de las palabrasque elegiste: vas a ser la palabra que te diga.Voy a oírte hablar de la proximidad del día,y en la noche del pozodel hambre: pasas una manzana por arriba de la mesa,no estarás hablando de mí

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Porque familiatiran tipos en poesía con la marchade los hermanos, padres, e hijos,hasta que los primos hacen silenciocuarenta semanas lejos de la sangre.

Pasar el tiempo es como caminar, allá abajouna conversación suena muy fuerte, la palabracomida no alimenta, la palabra precisano la entiendo; todo solamente no mencionalo que dije. Porque amor, callados.Cállense el amor cuarenta metros.

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XXX

La tierra está enamorada de mípero yo estoy enamorado de los símbolos.

No hay calma de la tierra a la altura del cansancio,del hambre que come en las mañanas, de la planta que confundi-mosque era una piedra, qué mal la vimos, nos pareció: “¿es que no hay silencio de la tierra?”“¿no hay oración para la siembra?”

No hay oración palanca en mí, ningún latidode la violencia del suelo a lo largo de los meses,de la lluvia, del arriba que no ha caído. Salgo de mi cabezaa terminar la calle con la casa, a imaginar del otro ladola cosa exactamente opuesta. Por la siguiente, o la callada,la que no habla si no ama salir afuera.

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Esa ama, sobre éstas, sobre aquellas naturalezas, mi calor sobre la pierna si camino. La idea del calor contra el embellecimiento del hombre madurando en una casa, de un hombre verdaderamente caminando, lado al camino, sin pie en la tierra sin señalde salida.

Perdí las figuras. Las palabras y ruidos de los pasos cortópensando en algo; y algo pensó en su pierna caminando, ganándose que pronto lleva un precio. Me hundí a pensar en eso.A pensar en eso como si abrazara una calma.

Y un cuerpo emparentado con el símbolo de lo sedosodespertándose a la sala de un recuerdo, y cerrando la puerta.

Entro y lo persigo caminandohasta que más allá de un pozo se echa a un lado,canta principio y final ya en todas partes,y de nuevo tengo sentimientos.

IV

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XXXI

No me acuesto a cantar felizsobre la cama sin cedro de mi paso.Caminar va hacia algún motivo: nos hacemos hombresesperando el carro seguido,más carro, y nada,otra parte es la que mira hacia conjuntos de mi voz.

Vengo a cantar feliz, ¿quién te ha dichoalgo de mí? ¡No ves el arroz en las manosblancas, los bolsillos tan blancosque caen sobre las piernas,el camino tan blanco que puedes ver de dónde vengo!

Mayores son los hombres, los condecorados,yo solo empujé tan rápidoe hice girar un corazón feliz tan rápido.Más tarde vengo, voy del pueblo en el que me vistey vuelvo otra vez a mi casa con papas y cebollas

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que recogí del mercado. Las planté en la tierra,puse en el fuego arroz, ¡hirvió!¡Puse fuego en mí porque cómo hablaba mi corazón!

Comí en silencio, en oscuridad; detengo mi carro por las noches.Me pongo en manos de algo que atormenta al cielocon un giro del ser interminablemente;peso sobre la tierra, peso contra mi silla,cuán vivas siento a las cosas que pesan.La planta con la que tropiezo y rompo,cuán vivo me siente a mí.

También hay autos en las calles que rodeanla fruta palpitante que crece en mis árboles.¿No hay árboles acaso que crecen en donde los motorestratan y empujan a los hombres sobre lugaresdonde una vida entera no ha tratado de llevarlos?La ruta es como un animal que los muevecon deseos extraños, hermososson los hombres que se mueven con deseos de animales

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Yo también soy un animal que mueve cosas:frutas, verduras invernales que crecen en el corazónde una tierra que yo moví, no sé si te das cuenta:el corazón de la tierra, yo moví una tierraen la que crecieron corazones que impresionaronel cuerpo de los árboles.

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XXXII

Debo comer desde siempre en la cocina.Allí debo conseguir el calor necesario.Debo, debo, siempre en mente.En mi centro tengo espaldas que dan a todas las cosas. Cómo podríacalentar la mesa sin preguntas:¿Qué vamos a comer esta noche?

Amigos, ¿dónde están todas las cosas?Les he repetido a todos palabras como “corazón”,les hablé del agua todo este tiempo,construí máquinas que trabajaban con el sol y con el agua,¿y a dónde hemos ido? ¿a dónde nos encontramos?Todos preguntándome de frente, nadie pensando en mi cucharaque revuelve una sopa.Todos mirando mi cuchara.“Debo pensar en eso”. Amor, responsabilidad,todo este tiempo.

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Casi estarán abrazados detrás de mí,un abrazo de un solo hombrea sí mismo. Todos los demás serán repetidosde frío y de hambre.

El árbol al que hecho agua y alimento preguntadónde está la selva del sitio.Ir todavía para atrás del alimento:¿dónde está la selva del sitio?

Del sitio, punto, retrocedo,a más máquinas de comprender la misma pregunta.

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XXXIII

Vino a verme también cuarto período de mujer- ser-míano hay que sostener, predicabadebajo de un cerro,al lado de un agua,como un Maestro del rocío y los despertaresen las horas de la madrugada de la mente.Me preguntaba, respirando el aire,lo sosteníaporque era ciertasabiduría.Habiendo carros con la piedra de dejarse caer,habiendo cosasen mochilasde carga,me preparo para sentir en una pila diferente.

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Primer período más tarde me vinculo a élprimer período no cambia, no transcurrehasta redondear bajo la manotodo el tronco de lo que tenga tierradándome signospara decirle cómopretende el cerro, el agua,continuara las orillas del Maestro,a los pies del Maestroque preparara y condujeracarbón en la tarde. Poco tiempo.

Larga especie para este sitiode la mala vez, no se llama“número” ni “condición”, porque“palabra” es el signo de la piedra-ella-femenina.

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XXXIV

Donde la casa ha sustituido al hombre que la habitaba, y ahora yace, bajo la casa inmensa de todo, a la intemperie, sin guardar nada guardo el sótano vacío. Todos los muebles los arrojé contra un árbol de tronco en otro lado, tallé la forma y el corazón del ha-bitante, de lo que yace solo adentro y queda siempre en su lugar, y he sido yo. Como un pozo muy estrecho en donde no cabe un hombre. Como el pozo del cuerpo que baja por la boca. Así me siento: sin cama y sin silla.¿Vos no podés hacer girar una puerta? Podrías empujar mi casa por todo el país con tus músculos de ser sentimental que viaja, de este a oeste, por todas las carreteras y los puentes y los caminos. ¿No puedes empujar una puerta? ¡Puedes empujar una vivienda!Déjame territorio para entender que las ventanas de mis paredes son mis propios brazos dados a sostener todo cuanto allá afuera falta de mí. ¿Por qué diría sino que mi casa es lo que se sostiene bajo la casa inmensa de todo el mundo, como he dicho? Es por eso que lo dije.

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Vos, que sos tu propio hogar, no vas a meterte en mí; soy un hoyo en que yo mismo no quepo, porque soy el hoyo. Solo podrás empujarme cuando intentes entrar. Y no podrás entrar, y vas a em-pujarte conmigo hasta el otro lado del país.Y si empezara a llover en todos los continentes... ¡Qué grande que será el río cuando se desborde el agua del surco con el que partiste en dos, las dos piernas! Vacío seguiré entonces con medio cuerpo del esfuerzo tratando de encenderse. Pero nunca nos en-contraremos. Yo avanzo como un sol meridiano, a punto de vivir donde tú vives, torno a desplazarme hacia mí de nuevo, puesto que no hay lugar donde salir, pues dentro y fuera no puede ser en un hombre que tiene el mismo color que todas las otras cosas. Cuando llueve, llueve en todo el mundo pero la lluvia nunca ha estado sino adentro. Nada puede caer de afuera, solo puede caer estando allí. Cuando la lluvia ha sustituido al hombre que era su casa, soy mi casa nuevamente, soy el que nada guarda adentro, ni siquiera a sí mismo, como todo lo que cae desde el centro y no desde lo verdaderamente alto.

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XXXV

Cada cosa despierta bellezade la forma usual; también soy la misma manera.

Las enredaderas calzan en las pilas de cosasque amontoné sabiendoque primavera venía a mí, pensandoen un discurso que calce en mí, me dije,

¿quién soy contra el verano caliente, qué fue lo que abandonó mi cueva?

Llamo a todas las cosas con la voz que abarcacarecer de tono y de paciencia.

En las palabras de míel ocio y el buen tiempo no tienen marca,se sacude una lentitud,

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pero adentro de mí hay buen tiempoy me concedo pensar en mí otra vez:

La hora no es convenida: hago la hora,preso de un ser que habla siempre de sí mismo,¿qué marcar sino, el mareode ser todos los díasla forma de escribir cómo se encuentra hoyalgo que está vivo, y recaer después, la vida usual?Quema como un sol que pasa cerca de la vida,mis largos campos de lentitud.

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XXXVI

Me cargué me cargué todo este tiempo,

y decidí episodios de contento,y estacioné la mala hierba al lado del camino de la buena.

Y debajo descargué.

Saludé, flores de los pisos superiores,viento, distracciones de los marcos con los puños,y como a una estatua a mi árbol que creció,que hirvió mis pesadas flores, y descargó el amanecer tiempo de decidiratardecer, anocheceren casa.

¿Traicioné algo con la chapa contra la puerta de afuera?

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Hizo un sonido como de puerta de auto viejo,y quise explicarme como un sonido antiguo.

Por el pasillo por donde nadie vieneme saludé, hora de los músculos interiores;en paz descanse yo ante ustedes.

Tan despacio por los conductos del aire viejoque suena un corazón a gran velocidad,no lo ven de tan quieto, no van a despedirloy tampoco estoy marchando a pie.No decido si no quiero entenderme,no me puedo quedar aquíno estoy :

la hora de carga que piensa en la hora de la explicación.

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XXXVII

Vuelco un alma que hace eso:que todos los días se sale de donde debey apaga en sus cuencas profundas la luz que no debía.

Así me reparto dentro de mis ojos cerrados.Me vuelco sobre un embudo,caigo en una condición liviana,hago de mí cuanto quiero: no debe ser tiempo todavía.

Llego a la hora de atropellarme: cuando llego yo,ya casi nada.

Y un alma que no se reparte,que no ilumina con el candelabrosu corazón negativo,su mal pensado cuerpo al recipiente

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con que se llena con amorel habla, el humanonos confundirá: a mí primero.

Repaso con la puerta cerrada,con mis dos brazos sobre el pecho,mi interior de cosas viejas,

mis edades en cajones y estanterías sentimentales,

el pensamiento tira con amor mi marca, demasiadohe visto yo, no debería ser tiempo aun,y comprendido, y sabido, trae mala luz.