PINCELADAS DE LA VIDA LOCAL

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EL DÍA, Tenerife, domingo, 24 de junio de 1984 LAS FIRMAS DEL SÉPTIMO DÍA Temas isleños . E N su libro «70 años de la vida de un hombre y de un pueblo», don Anto- nio Marti —nuestro en- trañable don Antonio— bien nos enseña que poético, verdadera mente poético, no es sino aque- llo que atesora pasado, lo que ha vivido y viviendo venció al dolor, lo que ha sufrido y su- friendo venció a la vida. Ante la prosa de don Anto- nio, comprendemos que a nues- tras previsiones del porvenir las vestimos con las hermosu- ras del pasado y, también, que con los recuerdos construimos las esperanzas. «Más allá de la playa de Ruiz estaba la de San Pedro, junto al «muellito del carbón». Se alza- ba a la entrada de lo que es hoy Avenida de Francisco La Ro- che, a continuación de la de Anaga, el cuartel de San Pedro, alojamiento entonces del Grupo de Ingenieros. Formaba el tal castillo una especie de tambor sobre el mar y al pie de sus mu- ros había una pequeña playa, en parte de rocas y en parte de arena». Atinadas y certeras pincela- das de la vida local en la siem- pre buena prosa de don Anto- nio, persona que escribe sus ar- tículos —sus libros— con la her- mosa calma y la perfección de un soneto. Con ella evocamos la «tren de lanchas» frente a la vieja playa —frente al «muellito de la frescura»— allí donde fon- deaba el cañonero de apostade- ro en Santa Cruz y, cerca, los aljibes flotantes, los remolca- dores, aquellos «Tenerife», «Santa Cruz», «Britannia», «La- guna», «Alianza», «Cory», «Elsie» y «Salamanca», que fueron, siempre, los que ayudaron a las desaparecidas gabarras, a los viejos carboneros fatigados, a los siempre apresurados trasa- tlánticos. En la prosa de don Antonio, como en la de don Miguel Bor- ges Salas, siempre la presencia de los vapores que, con monó- tona presencia, moliendo espu- mas y rompiendo mares, daban fondo frente a Santa Cruz de Tenerife; aquí bebían luz y sal marinera y, al aire la rojez de sus lastradas, eran barcos de una marina casi romántica. Frente a las viejas playas bien recordadas por don Anto- nio —aquellas de Ruiz, La Peñi- ta, San Antonio y Los Melones— las negras gabarras carboneras con buen festón de defensas en las que, en sus entrañas, pesa- ba el buen tesoro del Cardiff, el carbón de poco humo y mucha fuerza que, en todos los mares del mundo, daba vida a los va- pores. Esta es la evocación de cuando la mar verde y blanca rompía contra la costa, de cuando Santa Cruz tenía patios que eran verdaderos corazones de sol. Lejos, ya retumba la queja azul de la mar pero, en la prosa de don Antonio —en la de don Miguel— quietud de calles llenas de dulce añoranza, luz marina que cae de los cántaros del cíelo y, como luz de sal, su- be de las espumas. Ante el ancho sendero del Atlántico, la ciudad con pode- río de luz. En ella bien vivimos por los campos con el alma en el viento, cuando queríamos to- mar el sol y oler toda la sal. Juan A. Padrón Albornoz Pinceladas de la vida local el claro de la tierra y las olas que arden de blancura; en ella, atardeceres de infancia lejana y ecos de canciones. Con don Antonio —con don Miguel— evocar cuando íbamos redondel de los días Vuelapluma del Corpus D EL pasado jueves a éste que aguarda, Octava en La Qrota- va, Canarias ha festejado el Corpus Christi, una tradición que vincula la devoción eucarística al prodigio artesanal. Mientras en la Plaza de Santa Ana, y ante la seo catedrali- cia, la alfalfa y la paja, como una promesa de color para las palo- mas, asombraba a los paseantes, en Mazo y en La Laguna se daba respuesta también a las exigencias que han hecho de éstas, Villa y Ciudad, dos citas obligadas en la llegada del Verano. Por Lanzaro- te se cubren las calles con la sal teñida y componiendo estampas artísticas y por las localidades norteñas de Tenerife se le dan a las vías el vestido del brezo picado y oloroso y los colores de las flores abundantes. El Corpus, que fue una de las celebraciones más importantes en la historia religiosa de Cana- rias, dejó una estela y un reto que es el que ahora justifica y valora la permanencia. De los altares, que desde el Siglo XVI, se instalaban en las calles de las principales localidades ca- narias de entonces, a las alfom- bras que tienen en La Orotava un sello largo y centenario, vin- culado a la familia Monteverde y más tarde a Valladares, un ingenioso artesano, que unificó los tapices del sueño, con los corridos —brezo de fondo y gra- fismos geométricos con flores deshojadas— y en Las Palmas, donde peina canas de experien- cia la solemnidad y en La Lagu- na, que ha recuperado en los últimos años el protagonismo con la dedicación de vecinos y sociedades al empeño del a- dorno. Los palmeros reclamamos para Mazo, con menor antigüe- dad en la ornamentación euca- rística, la declaración de Fies- tas de Interés Turístico Nacio- nal. La villa, laboriosa y artesa- na, vive todo el año pendiente de unas fechas a las que ha sa- bido aportar la originalidad de los arcos y descansos, audaces concepciones artísticas donde con pulcritud de bordadoras se insertan motivos vegetales, re- cogidos meses antes, tratados por el sol o por la humedad pa- ra lograr las gamas necesarias, sin tener que acudir al afeite de los tintes. Quizás algún día lle- gue ese necesario reconoci- miento, que significaría un ali- vio para el municipio, que tiene una parva asignación económi- ca al festejo, y que estimule a los vecinos, que ponen todo en esta tarea. Cada año, en La Orotava, y ante el pa^mo de su gran tapiz de tierras, casi setecientos me- tros cuadrados, me pregunto hasta cuándo el Teide, los Azu- lejos y las lavas negras, podrán aportar la base para esta al- fombra que se construye con imaginación, arte y sacrificio durante semanas y que se des- truye, porque la finalidad de esta belleza es el aplauso fugaz, en un momento solemne y se me plantean dudas serias. La primera es relativa a si, demos- trado el arte y la técnica, nece- sitamos aún arrancar los colo- res del fuego frío que dejaron las antiguas erupciones de las Cañadas; la segunda si, reali- zadas con materiales de más fácil reemplazamiento, no per- derían su aureola de originali- dad y el mérito mismo que las motiva. Es un diálogo' personal donde a mi sordera de ecologis- ta se le opone también ese sen- tido estético que exige la pre- sencia de lo singular y nada más lo es que los azules y los verdes, que los negros y los ocres, que los grises y los blan- cos de los fuegos serenados. La potenciación de este Cor- pus artístico que vive Canarias, la estimulación de sus diferen- cias locales, la presentación de una oferta unitaria dentro de la región, darían, en la promoción del turismo foráneo y nacional una dimensión más amplia y atractiva de una variedad en forma de Archipiélago y con el nombre de Canarias, porque le- jos de las caídas en el mimetis- mo que todo lo hace homogé- neo, los artífices de los prodi- gios del Corpus canario, cada año se esfuerzan en marcar las diferencias en los resultados de unos trabajos que, eso sí, revis- ten en todos los casos la misma generosa entrega. Luis Ortega PdL— Hemos tenido dos ale- grías seguidas y las dos relacio- nadas con temas de esta co- lumna: la vuelta de don Gerar- do a su Alhaurín y ese gol de Maceda, que, como los regalos de Reyes, nos cogió a todos por sorpresa, empezando claro está por los alemanes federales. Alabada sea la reinvindicación y bienvenido el azar. De domingo a domingo De cuarto poder, nada D ICEN que la Prensa es el Cuarto Poder y un servidor de us- tedes se carcajea, a mandíbula libre, de quienes hacen tal afirmación. Y lo asegura quien lleva décadas enteras de- nunciando hechos, algunos evidentísimos, sin que quienes tienen la obligación de enmendar lo que se hace mal hayan puesto la más mínima atención en ello, con muy escasas excepciones que, desde luego, no se sitúan en esta época de libertades donde tanto se presume de «transparencia» Antes, la gente, incluidas las autoridades, tenía más ver- güenza. Pese a las trabas que dicen que ponía la censura y a los tabúes que, paradójicamen- te, abundan más ahora, cuando se comentaba un caso en las columnas de la Prensa, se apor- taban pruebas y se pedían solu- ciones, la autoridad creía al pe- riodista y acudía generalmente a tapar el agujero, si estaba en su mano. Quiero decir que las críticas, cuando tenían un fun- damento porque también los periodistas nos equivocamos, surtían casi siempre su efecto, bien en un Ayuntamiento, en un Cabildo, en un Gobierno Ci- vil, incluso en altos estamentos de la Administración. Creo que ya he contado en esta columna una anécdota aleccionadora en la que fui ocasional protagonista. Por si no lo he hecho, ahí va. Un es- crito y una conversación de es- te periodista con el entonces ministro de Trabajo, señor Ro- meo Gorría, echaron por tierra, en el último momento, una su- bida de tarifas de la Trasmedi- terránea, que ya había recibido luz verde de los responsables de la Administración. Yo sabía que el aumento era inminente. Lo sabía por mi distinguido y admirado amigo el almirante don Leopoldo Boado, a la sazón temible y poderoso subsecreta- rio de la Marina Mercante quien, por cierto, potenció nuestra Marina de forma muy notable. Resulta que el señor minis- tro, sin tener idea de lo que se estaba cociendo, pronunció un encendido discurso en la Casa Sindical ante más de un millar de trabajadores. Entonces los ministros pasaban, invariable- mente, por la Organización Sin- dical, que tenía mucha más fuerza que hoy puedan tener las centrales sindicales mayori- tarias. Y al señor Romeo Go- rría, en su catálogo de prome- sas, se le ocurrió decir que el Gobierno comprendía el hecho insular y, aparte otros halagos, prometió que no se elevaría ningún precio en empresas de transportes. Yo, modestamente, indiqué al ministro la contradicción en que podría incurrir si la eleva- ción de tarifas de la Trasmedi- terránea iba a ser la respuesta inmediata a la promesa que ha- bía hecho a los trabajadores. El quedó pensativo y no dijo nada. Pero las tarifas no subieron. Podría contar muchos más casos en que, desde las páginas de los periódicos, se hizo mover a los responsables de muchas oficinas del Gobierno en aquel entonces. Ahora mismo, lamen- to no recordar casos parecidos desde que en este país se resta- blecieron las llamadas liberta- des democráticas, pero tengo la memoria llena de denuncias hechas en la letra impresa por muchos compañeros y por este servidor de ustedes, que no han tenido eco alguno en ningún si- tio salvo, claro está, en este atormentado y asombrado pue- blo que está perdiendo la fe, y con razón, en el poder de los periodistas. Entrando en el terreno de las cosas concretas, en esta colum- na, no hace mucho, tiré de la manta en el escandaloso e in- creíble caso del Hospital Insu- lar de la Gomera, donde la cul- pa, la gran culpa, se la reparten el Cabildo, los responsables y el personal del Hospital, el Insa- lud y los muchos que, siendo testigos de las evidentes defi- ciencias, no han tenido la va- lentía de denunciarlas. Entre otras cosas, que no ca- ben en cabeza alguna, me referí a la ausencia total de inventa- rios, a las carencias elementa- les en los quirófanos, al desor- den contable, a la ignorancia de los costos más perentorios, al caos de material, al despiste administrativo y, como gota que rebosa la copa, a la guerra entre el director del Hospital y el presidente del Cabildo, sin dejar en el tintero, puesto que los datos que esgrimí consta- ban en un informe al que tuve acceso, la ineptitud demostra- da del director médico del esta- blecimiento para el cargo de di- rector, no del de médico. Pues bien, a pesar de tirar de la manta de esta manera poco usual, no ha pasado absoluta- mente nada. Ytenían que pasar una de estas dos cosas: o entrar a saco en el Hospital para po- ner todo en su sitio y quitar de en medio lo nocivo o meter en la cárcel a este periodista por atreverse a decir tan monu- mentales mentiras. Uno sigue, pues, asombrado, aunque cada vez le queda me- nos capacidad de asombro. Pe- ro hay más que decir. Hay que decir que el director del Hospi- tal, don Antonio Manuel Pérez y Pérez, cuando supo que el In- salud iba a firmar un convenio con el Cabildo para la atención ambulatoria de sus asegura- dos, envió una carta circular a los consejeros del Cabildo go- mero y mandó una copia a este periódico, que fue publicada en la sección «Cartas al Editor». En esta misiva, que muchos habrán leído, decía el doctor Pérez y Pérez que el Hospital carecía de material y de espe- cialistas para el servicio que se requería; que el beneficio eco- nómico que iba a aportar el convenio no coincidía con sus cifras y que aceptar el convenio era «una medida desastrosa». Si nos atenemos al informe que cité oportunamente y que está avalado por una auditoría, el doctor Pérez nunca ha lleva- do cifras de nada y el hecho de que, ahora, sus números no coincidan, es quizás garantía de que los del Cabildo están bien hechos. Pero sigamos. El gerente del Hospital Insular, don Salvador García Carrillo, a quien se le remite copia de la carta del doctor Pérez, dirige, por su parte, una misiva a los conseje- ros con el texto que no me re- sisto a reproducir en su parte expositiva, porque no tiene des- perdicio. Dice así la carta: «Esta Gerencia desea infor- marle, respecto al doctor Pérez y Pérez lo que sigue: 1) Según escritos que obran en la Secretaría del Excmo. Ca- bildo Insular, dirigidos por el director provincial del Insalud y el director general de dicho organismo, el mencionado doc- tor ocupa plaza de cirujano de la Seguridad Social y tiene, además, acumulada, la plaza de traumatólogo. Ocupa tam- bién la plaza de ayudante de Equipo Quirúrgico de Toco-gi- necología del doctor Bañares. Es, también, funcionario del Estado, al ser médico de la Ca- sa de Socorro, ocupando esta plaza, adscrita al Hospital In- sular y, como usted bien cono- ce, ocupa el cargo de director- médico de este Centro y ciruja- no traumatólogo. No es necesario destacar, por ello, que en este momento se encuentra en una incompati- bilidad clara y maniñesta, per- cibiendo los emolumentos co- rrespondientes a cada uno de los cuatro puestos de trabajo y por el cargo que ostenta en el Hospital. 2) Teniendo en cuenta los distintos informes dirigidos a la Presidencia del Cabildo por es- ta Gerencia, el facultativo An- tonio M. Pérez y Pérez está des- calificado como directivo por su demostrada incompetencia, para hacer cualquier juicio de valor sobre la organización sa- nitaria. Su objetivo bien podría ser, entre otros, mantener, en su propio beneficio, los distin- tos sueldos que viene percibien- do de organismos públicos. La descalificación de su de- mostrada incompetencia hecha por esta Gerencia (fácilmente comprobable) para el desempe- ño del cargo de director, está avalada por la auditoría efec- tuada por el doctor Emilio Ló- pez Martín y que obra en poder de la Presidencia de esa Cor- poración». A todo esto no tengo nada que añadir. Que saque sus con- clusiones el lector, la autoridad y los responsables. Francisco Ayala RERDIOO EN SOMOSIERRA L_CZ>F=? inr~cz> VERDE CON CRESTA AMA- RILLA. RECUERDO FAMI- LIAR. SE GRATIFICARA. Tfno.: 22.O9.Oy Jjobiliario deJf imhre y Junco. Alegra exótico, fresco, actual, para crear ambientes de gran personalidad. Permite, además, ser combinado con otros estilos. Visite nuestra amplia exposición dedicada aél. mUcBLcS SAR rñAnCISOD San Francisco. 36 leí. 28 76 00* Abierto los sábados por la tarde.

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Artículo de Juan Antonio Padrón Albornoz, periódico El Día, sección "Temas isleños", 1984/06/24

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EL DÍA, Tenerife, domingo, 24 de junio de 1984 LAS FIRMAS DEL SÉPTIMO DÍA

Temas isleños .

E N su libro «70 años de lavida de un hombre y deun pueblo», don Anto-nio Marti —nuestro en-

trañable don Antonio— bien nosenseña que poético, verdaderamente poético, no es sino aque-llo que atesora pasado, lo queha vivido y viviendo venció aldolor, lo que ha sufrido y su-friendo venció a la vida.

Ante la prosa de don Anto-nio, comprendemos que a nues-tras previsiones del porvenirlas vestimos con las hermosu-ras del pasado y, también, quecon los recuerdos construimoslas esperanzas.

«Más allá de la playa de Ruizestaba la de San Pedro, junto al«muellito del carbón». Se alza-ba a la entrada de lo que es hoyAvenida de Francisco La Ro-che, a continuación de la deAnaga, el cuartel de San Pedro,alojamiento entonces del Grupode Ingenieros. Formaba el talcastillo una especie de tamborsobre el mar y al pie de sus mu-ros había una pequeña playa,en parte de rocas y en parte dearena».

Atinadas y certeras pincela-das de la vida local en la siem-pre buena prosa de don Anto-nio, persona que escribe sus ar-tículos —sus libros— con la her-mosa calma y la perfección deun soneto. Con ella evocamos la«tren de lanchas» frente a lavieja playa —frente al «muellitode la frescura»— allí donde fon-deaba el cañonero de apostade-ro en Santa Cruz y, cerca, losaljibes flotantes, los remolca-dores, aquellos «Tenerife»,«Santa Cruz», «Britannia», «La-guna», «Alianza», «Cory», «Elsie»y «Salamanca», que fueron,siempre, los que ayudaron a lasdesaparecidas gabarras, a losviejos carboneros fatigados, alos siempre apresurados trasa-tlánticos.

En la prosa de don Antonio,como en la de don Miguel Bor-ges Salas, siempre la presenciade los vapores que, con monó-tona presencia, moliendo espu-mas y rompiendo mares, dabanfondo frente a Santa Cruz deTenerife; aquí bebían luz y salmarinera y, al aire la rojez desus lastradas, eran barcos deuna marina casi romántica.

Frente a las viejas playasbien recordadas por don Anto-nio —aquellas de Ruiz, La Peñi-ta, San Antonio y Los Melones—las negras gabarras carbonerascon buen festón de defensas enlas que, en sus entrañas, pesa-ba el buen tesoro del Cardiff, elcarbón de poco humo y muchafuerza que, en todos los maresdel mundo, daba vida a los va-pores.

Esta es la evocación decuando la mar verde y blancarompía contra la costa, decuando Santa Cruz tenía patiosque eran verdaderos corazonesde sol. Lejos, ya retumba laqueja azul de la mar pero, en laprosa de don Antonio —en la dedon Miguel— quietud de callesllenas de dulce añoranza, luzmarina que cae de los cántarosdel cíelo y, como luz de sal, su-be de las espumas.

Ante el ancho sendero delAtlántico, la ciudad con pode-río de luz. En ella bien vivimos

por los campos con el alma enel viento, cuando queríamos to-mar el sol y oler toda la sal.

Juan A. PadrónAlbornoz

Pinceladas de la vidalocal

el claro de la tierra y las olasque arden de blancura; en ella,atardeceres de infancia lejanay ecos de canciones.

Con don Antonio —con donMiguel— evocar cuando íbamos

redondel de los días

Vuelapluma delCorpus

D EL pasado jueves a éste que aguarda, Octava en La Qrota-va, Canarias ha festejado el Corpus Christi, una tradiciónque vincula la devoción eucarística al prodigio artesanal.Mientras en la Plaza de Santa Ana, y ante la seo catedrali-

cia, la alfalfa y la paja, como una promesa de color para las palo-mas, asombraba a los paseantes, en Mazo y en La Laguna se dabarespuesta también a las exigencias que han hecho de éstas, Villa yCiudad, dos citas obligadas en la llegada del Verano. Por Lanzaro-te se cubren las calles con la sal teñida y componiendo estampasartísticas y por las localidades norteñas de Tenerife se le dan a lasvías el vestido del brezo picado y oloroso y los colores de las floresabundantes.

El Corpus, que fue una de lascelebraciones más importantesen la historia religiosa de Cana-rias, dejó una estela y un retoque es el que ahora justifica yvalora la permanencia. De losaltares, que desde el Siglo XVI,se instalaban en las calles delas principales localidades ca-narias de entonces, a las alfom-bras que tienen en La Orotavaun sello largo y centenario, vin-culado a la familia Monteverdey más tarde a Valladares, uningenioso artesano, que unificólos tapices del sueño, con loscorridos —brezo de fondo y gra-fismos geométricos con floresdeshojadas— y en Las Palmas,donde peina canas de experien-cia la solemnidad y en La Lagu-na, que ha recuperado en losúltimos años el protagonismocon la dedicación de vecinos ysociedades al empeño del a-dorno.

Los palmeros reclamamospara Mazo, con menor antigüe-dad en la ornamentación euca-rística, la declaración de Fies-tas de Interés Turístico Nacio-nal. La villa, laboriosa y artesa-na, vive todo el año pendientede unas fechas a las que ha sa-bido aportar la originalidad delos arcos y descansos, audacesconcepciones artísticas dondecon pulcritud de bordadoras seinsertan motivos vegetales, re-cogidos meses antes, tratadospor el sol o por la humedad pa-ra lograr las gamas necesarias,sin tener que acudir al afeite delos tintes. Quizás algún día lle-gue ese necesario reconoci-miento, que significaría un ali-vio para el municipio, que tieneuna parva asignación económi-ca al festejo, y que estimule alos vecinos, que ponen todo enesta tarea.

Cada año, en La Orotava, yante el pa^mo de su gran tapizde tierras, casi setecientos me-tros cuadrados, me preguntohasta cuándo el Teide, los Azu-lejos y las lavas negras, podránaportar la base para esta al-fombra que se construye con

imaginación, arte y sacrificiodurante semanas y que se des-truye, porque la finalidad deesta belleza es el aplauso fugaz,en un momento solemne y seme plantean dudas serias. Laprimera es relativa a si, demos-trado el arte y la técnica, nece-sitamos aún arrancar los colo-res del fuego frío que dejaronlas antiguas erupciones de lasCañadas; la segunda si, reali-zadas con materiales de másfácil reemplazamiento, no per-derían su aureola de originali-dad y el mérito mismo que lasmotiva. Es un diálogo' personaldonde a mi sordera de ecologis-ta se le opone también ese sen-tido estético que exige la pre-sencia de lo singular y nadamás lo es que los azules y losverdes, que los negros y losocres, que los grises y los blan-cos de los fuegos serenados.

La potenciación de este Cor-pus artístico que vive Canarias,la estimulación de sus diferen-cias locales, la presentación deuna oferta unitaria dentro de laregión, darían, en la promocióndel turismo foráneo y nacionaluna dimensión más amplia yatractiva de una variedad enforma de Archipiélago y con elnombre de Canarias, porque le-jos de las caídas en el mimetis-mo que todo lo hace homogé-neo, los artífices de los prodi-gios del Corpus canario, cadaaño se esfuerzan en marcar lasdiferencias en los resultados deunos trabajos que, eso sí, revis-ten en todos los casos la mismagenerosa entrega.

Luis OrtegaPdL— Hemos tenido dos ale-

grías seguidas y las dos relacio-nadas con temas de esta co-lumna: la vuelta de don Gerar-do a su Alhaurín y ese gol deMaceda, que, como los regalosde Reyes, nos cogió a todos porsorpresa, empezando claro estápor los alemanes federales.Alabada sea la reinvindicacióny bienvenido el azar.

De domingo a domingo

De cuarto poder, nadaD ICEN que la Prensa es el Cuarto Poder y un servidor de us-

tedes se carcajea, a mandíbula libre, de quienes hacen talafirmación. Y lo asegura quien lleva décadas enteras de-nunciando hechos, algunos evidentísimos, sin que quienes

tienen la obligación de enmendar lo que se hace mal hayan puestola más mínima atención en ello, con muy escasas excepciones que,desde luego, no se sitúan en esta época de libertades donde tantose presume de «transparencia»

Antes, la gente, incluidas lasautoridades, tenía más ver-güenza. Pese a las trabas quedicen que ponía la censura y alos tabúes que, paradójicamen-te, abundan más ahora, cuandose comentaba un caso en lascolumnas de la Prensa, se apor-taban pruebas y se pedían solu-ciones, la autoridad creía al pe-riodista y acudía generalmentea tapar el agujero, si estaba ensu mano. Quiero decir que lascríticas, cuando tenían un fun-damento porque también losperiodistas nos equivocamos,surtían casi siempre su efecto,bien en un Ayuntamiento, enun Cabildo, en un Gobierno Ci-vil, incluso en altos estamentosde la Administración.

Creo que ya he contado enesta columna una anécdotaaleccionadora en la que fuiocasional protagonista. Por sino lo he hecho, ahí va. Un es-crito y una conversación de es-te periodista con el entoncesministro de Trabajo, señor Ro-meo Gorría, echaron por tierra,en el último momento, una su-bida de tarifas de la Trasmedi-terránea, que ya había recibidoluz verde de los responsablesde la Administración. Yo sabíaque el aumento era inminente.Lo sabía por mi distinguido yadmirado amigo el almirantedon Leopoldo Boado, a la sazóntemible y poderoso subsecreta-rio de la Marina Mercantequien, por cierto, potenciónuestra Marina de forma muynotable.

Resulta que el señor minis-tro, sin tener idea de lo que seestaba cociendo, pronunció unencendido discurso en la CasaSindical ante más de un millarde trabajadores. Entonces losministros pasaban, invariable-mente, por la Organización Sin-dical, que tenía mucha másfuerza que hoy puedan tenerlas centrales sindicales mayori-tarias. Y al señor Romeo Go-rría, en su catálogo de prome-sas, se le ocurrió decir que elGobierno comprendía el hechoinsular y, aparte otros halagos,prometió que no se elevaríaningún precio en empresas detransportes.

Yo, modestamente, indiquéal ministro la contradicción enque podría incurrir si la eleva-ción de tarifas de la Trasmedi-terránea iba a ser la respuestainmediata a la promesa que ha-bía hecho a los trabajadores. Elquedó pensativo y no dijo nada.Pero las tarifas no subieron.

Podría contar muchos máscasos en que, desde las páginasde los periódicos, se hizo movera los responsables de muchasoficinas del Gobierno en aquelentonces. Ahora mismo, lamen-to no recordar casos parecidosdesde que en este país se resta-blecieron las llamadas liberta-des democráticas, pero sí tengola memoria llena de denuncias

hechas en la letra impresa pormuchos compañeros y por esteservidor de ustedes, que no hantenido eco alguno en ningún si-tio salvo, claro está, en esteatormentado y asombrado pue-blo que está perdiendo la fe, ycon razón, en el poder de losperiodistas.

Entrando en el terreno de lascosas concretas, en esta colum-na, no hace mucho, tiré de lamanta en el escandaloso e in-creíble caso del Hospital Insu-lar de la Gomera, donde la cul-pa, la gran culpa, se la repartenel Cabildo, los responsables y elpersonal del Hospital, el Insa-lud y los muchos que, siendotestigos de las evidentes defi-ciencias, no han tenido la va-lentía de denunciarlas.

Entre otras cosas, que no ca-ben en cabeza alguna, me refería la ausencia total de inventa-rios, a las carencias elementa-les en los quirófanos, al desor-den contable, a la ignoranciade los costos más perentorios,al caos de material, al despisteadministrativo y, como gotaque rebosa la copa, a la guerraentre el director del Hospital yel presidente del Cabildo, sindejar en el tintero, puesto quelos datos que esgrimí consta-ban en un informe al que tuveacceso, la ineptitud demostra-da del director médico del esta-blecimiento para el cargo de di-rector, no del de médico.

Pues bien, a pesar de tirar dela manta de esta manera pocousual, no ha pasado absoluta-mente nada. Y tenían que pasaruna de estas dos cosas: o entrara saco en el Hospital para po-ner todo en su sitio y quitar de

en medio lo nocivo o meter en lacárcel a este periodista poratreverse a decir tan monu-mentales mentiras.

Uno sigue, pues, asombrado,aunque cada vez le queda me-nos capacidad de asombro. Pe-ro hay más que decir. Hay quedecir que el director del Hospi-tal, don Antonio Manuel Pérezy Pérez, cuando supo que el In-salud iba a firmar un conveniocon el Cabildo para la atenciónambulatoria de sus asegura-dos, envió una carta circular alos consejeros del Cabildo go-mero y mandó una copia a esteperiódico, que fue publicada enla sección «Cartas al Editor».

En esta misiva, que muchoshabrán leído, decía el doctorPérez y Pérez que el Hospitalcarecía de material y de espe-cialistas para el servicio que serequería; que el beneficio eco-nómico que iba a aportar elconvenio no coincidía con suscifras y que aceptar el convenioera «una medida desastrosa».

Si nos atenemos al informeque cité oportunamente y queestá avalado por una auditoría,el doctor Pérez nunca ha lleva-do cifras de nada y el hecho deque, ahora, sus números nocoincidan, es quizás garantía

de que los del Cabildo estánbien hechos.

Pero sigamos. El gerente delHospital Insular, don SalvadorGarcía Carrillo, a quien se leremite copia de la carta deldoctor Pérez, dirige, por suparte, una misiva a los conseje-ros con el texto que no me re-sisto a reproducir en su parteexpositiva, porque no tiene des-perdicio. Dice así la carta:

«Esta Gerencia desea infor-marle, respecto al doctor Pérezy Pérez lo que sigue:

1) Según escritos que obranen la Secretaría del Excmo. Ca-bildo Insular, dirigidos por eldirector provincial del Insaludy el director general de dichoorganismo, el mencionado doc-tor ocupa plaza de cirujano dela Seguridad Social y tiene,además, acumulada, la plazade traumatólogo. Ocupa tam-bién la plaza de ayudante deEquipo Quirúrgico de Toco-gi-necología del doctor Bañares.Es, también, funcionario delEstado, al ser médico de la Ca-sa de Socorro, ocupando estaplaza, adscrita al Hospital In-sular y, como usted bien cono-ce, ocupa el cargo de director-médico de este Centro y ciruja-no traumatólogo.

No es necesario destacar,por ello, que en este momentose encuentra en una incompati-bilidad clara y maniñesta, per-cibiendo los emolumentos co-rrespondientes a cada uno delos cuatro puestos de trabajo ypor el cargo que ostenta en elHospital.

2) Teniendo en cuenta losdistintos informes dirigidos a laPresidencia del Cabildo por es-ta Gerencia, el facultativo An-tonio M. Pérez y Pérez está des-calificado como directivo porsu demostrada incompetencia,para hacer cualquier juicio devalor sobre la organización sa-nitaria. Su objetivo bien podríaser, entre otros, mantener, ensu propio beneficio, los distin-tos sueldos que viene percibien-do de organismos públicos.

La descalificación de su de-mostrada incompetencia hechapor esta Gerencia (fácilmentecomprobable) para el desempe-ño del cargo de director, estáavalada por la auditoría efec-tuada por el doctor Emilio Ló-pez Martín y que obra en poderde la Presidencia de esa Cor-poración».

A todo esto no tengo nadaque añadir. Que saque sus con-clusiones el lector, la autoridady los responsables.

Francisco Ayala

RERDIOOEN SOMOSIERRA

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combinado con otros estilos.Visite nuestra ampliaexposición dedicada a él.

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