PIO v - Bula - Quod a Nobis -

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PIO, obispo, siervo de los siervos de Dios, ad perpetuam rei mcmoriam. Ecsije el deber de nuestro oficio pastoral, el que pongamos todo nuestro cuidado, ausiliadosde la pro- tección divina, en que se ejecuten todos los decretos del Concilio de Trento, y creemos que tenemos tanta mayor obligación, cuanto que en lo relativo á la mo- dificación de las costumbres interesan especialmente á la gloria de Dios y al cargo impuesto á las perso- nas eclesiásticas. Creemos que entre las cosas que deben colocarse en primer lugar, son las sagradas preces, gracias y alabanzas que se barí de dar á Dios, contenidas en el breviario romano. Esta forma del oficio divino la establecieron antiguamente con tanta sabiduría como piedad los soberanos pontífi- ces Jelasio y Gregorio 1, reformada despues por Gre- gorio VII, que como con la sucesión de los tiempos se habia separado de la antigua institución, ha sido necesario reducirla á la antigua regla de orar. Por- que habiendo mutilado unos en muchos lugares la admirable disposición del breviario antiguo, é in- troducido otros algunas cosas dudosas y estrañas que lo han alterado; y lisonjeados muchos con la ven- taja qu,! les ofrecía un oficio mas cómodo, el nue- vo y compendiado breviario de Francisco Quiñones, presbítero cardenal de la Santa Cruz de Jerusalen acudieron á él. Ademas de que insensiblemente se habia inlroducido en las provincias el mal uso de que en las iglesias que desde el principio se usaba recitar y cantar las horas canónicas según la antigua costumbre de Roma, los obispos formaron en cada iglesia un breviario especial, quebrantando poruña serie de oficios diferentes entre sí y particulares á cada diócesis, la comunion que debe tributarse al Dios único, orando y alabándole de un mismo é idéntico modo. De esto habia resultado en un gran número de lugares, una alteración en el culto di- vino, y de esto también una gran ignorancia del clero en las ceremonias y ritos eclesiásticos, de modo que innumerables ministros de la Iglesia desempeñaban las funciones de su cargo de un mo- do indecoroso y ofensivo en gran manera á las personas piadosas. Viendo con gran sentimiento Paulo IV de feliz recordación, tanta variedad en el modo de horar, 23

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P I O , ob i spo , siervo de los siervos de D ios , ad perpetuam rei mcmoriam.

Ecs i je el deber de nuestro oficio pastoral, el que pongamos todo nuestro cuidado, ausi l iadosde la pro-tección divina, en que se ejecuten todos los decretos del Concilio de Trento, y creemos que tenemos tanta mayor obligación, cuanto que en lo relativo á la mo-dificación de las costumbres interesan especialmente á la gloria de Dios y al cargo impuesto á las perso-nas eclesiásticas. Creemos que entre las cosas que deben colocarse en primer l u g a r , son las sagradas preces , gracias y alabanzas que se barí de dar á Dios, contenidas en el breviario romano. Esta forma del oficio divino la establecieron antiguamente con tanta sabiduría como piedad los soberanos pontífi -ces Jelasio y Gregorio 1, reformada despues por Gre -gorio V I I , que como con la sucesión de los tiempos se habia separado de la antigua institución, ha sido necesario reducirla á la antigua regla de orar. Por-que habiendo mutilado unos en muchos lugares la admirable disposición del breviario antiguo, é in -troducido otros algunas cosas dudosas y estrañas que lo han alterado; y l isonjeados muchos con la ven-taja qu,! les ofrecía un oficio mas cómodo, el nue-vo y compendiado breviario de Francisco Quiñones, presbítero cardenal de la Santa Cruz de Jerusalen acudieron á él. Ademas de que insensiblemente se habia inlroducido en las provincias el mal uso de que en las iglesias que desde el principio se usaba recitar y cantar las horas canónicas según la antigua costumbre de R o m a , los obispos formaron en cada iglesia un breviario especial , quebrantando poruña serie de oficios diferentes entre sí y particulares á cada dióces is , la comunion que debe tributarse al Dios único, orando y alabándole de un mismo é idéntico modo. De esto habia resultado en un gran número de lugares , una alteración en el culto di-vino, y de esto también una gran ignorancia del clero en las ceremonias y ritos eclesiásticos, de modo que innumerables ministros de la Iglesia desempeñaban las funciones de su cargo de un mo-

do indecoroso y ofensivo en gran manera á las personas piadosas.

Viendo con gran sentimiento Paulo IV de feliz recordación, tanta variedad en el modo de horar,

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se propuso enmendar la , y determinó que en lo s u -cesivo no se permitiese de ningún modo el nuevo breviario y que se r edu j e s e á la antigua costumbre é institución el modo de reci lar y cantar las horas canónicas.

Mas habiendo fal lecido anles de concluir lo que tan perfectamente habia empezado , é inter rumpi -do de varios modos el Concil io de T r en to , lo con-vocó de nuevo Pió IV de piadosa memor i a , y c reye -ron los padres que aquel la sa ludab le reforma del breviario determinada ya por el mismo concil io, de -bía l levarse á cabo según la habia propuesto el mismo Papa Pau lo IV. Con este motivo todo lo que el Pontífice habia reunido y t raba jado para tan s a -grada o b r a , se remitió por el mismo Papa Pió IV á los padres del Concil io reunidos en T ren to : estos encargaron el asunto á a lgunos varones sabios y p iadosos , que á sus ocupaciones habituales debían añadir este cuidado; pero estando próc-simala con -clusion del conci l io , por un decreto del mismo se envió todo el negocio al juicio y autoridad del S o -berano Pontíf ice, el que habiendo e le j ido y l l ama-do á Roma para este encargo a lgunos de los Pa -d r e s , y aumentados con otros va rones esclareci -dos de la misma c iudad , qu iso concluir la obra comenzada. Pero como el dicho Papa pasase tam-bién á mejor v i d a , y e levado N o s , aunque in-d igno , por disposición de la divina clemencia al pr imer puesto del aposto lado , hemos acelerado la conclusion de. tan sagrada obra rodeándonos de otras personas i lus t radas , con la bondad de Dios ( a s i lo c o m p r e n d e m o s ) vemos por último conclui -do el breviario romano, despues de habe rnos a s e -gurado repetidas veces del método y disposición de aquel los ó quienes se les habia encargado este asunto , y asegurado que en sus trabajos no se ha -bían separado de los antiguos breviarios de las ce -lebérr imas iglesias de la ciudad de Roma y de nues-tra biblioteca del Vat icano , hab iendo seguido a d e -más á los autores mas esperinientados en este j é -nero y separando las cosas estrañas ó dudosas , na -da habían omitido del con junto propio del antiguo oficio d iv ino , por l o q u e hemos aprobado la obra y ordenado que se imprima en Roma para q u e se estienda por todas partes. Y para que se consigan los efectos de esta obra d iv ina , por las presentes quitamos y abol imos el nuevo breviario publ icado por el referido cardenal Francisco, y por cua lqu ie -ra ig les ia , monasterio, convento, o r d e n , milicia y aun los lugares esentos de varones y re l i j io -s a s , aun de los concedidos por la Santa Sede por una institución primitiva ó de cualquiera otra ma-nera.

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Abolimos del mismo modo todos los demás bre-viarios aunque fuesen mas antiguos , privilejiados ó publicados por los obispos en sus diócesis y prohibimos su uso en todas las iglesias del mundo, monasterios , conventos, mil icias, órdenes y aun los lugares esentos de varones y re l i j iosas , en los que hay costumbre y obligación de recitar el oficio divino según el rito de la Iglesia r omana ; escep-tuando solamente aquellos que gozan desde su pri-mitiva institución y fueron aprobados anteriormente por la Sede apostólica ó que por una costumbre ó institución de doscientos años conste que usaron de otros breviarios: á los que no quitamos el dere-cho inveterado de recitar y cantar el oficio divino, mas también les permitimos que si les pareciese me jor este que nosotros hemos publicado , lo pue-dan recitar y cantar en el coro , si en ello consien-ten el obispo y todo el capítulo.

En cuanto á todas las demás y cualesquiera otras licencias apostól icas, costumbres ó estatutos, aun las establecidas con juramento ó confirmación apos-tólica , ó cualesquiera otros privi le j ios, licencias 6 indultos , para orar y cantar tanto en el coro como fuera de él, según el uso y rito de los breviarios por este suprimidos y que se concedieron á las r e -feridas ig les ias , monaster ios , conventos, milicias, órdenes y l u g a r e s , como también á los cardenales de la Sta. Iglesia romana, arzobispos, obispos, aba-des y demás prelados eclesiásticos, seculares y re-gu lares de ambos secsos , concedidos por cualquie-ra causa , aprobados, renovados ó robustecidos con decretos, cláusulas, ó fórmulas concebidas de cual-quier modo que fuese , los revocamos completa-mente y queremos que en lo sucesivo no tengan ninguna fuerza ni efecto.

Despues de haber prohibido , como hemos d i -cho, todo uso cualquiera por este nuestro brevia-rio y fórmula de orar y cantar en todas las ig le-sias del mundo, monasterios, órdenes y lugares esentos , en los que hay obligación ó costumbre de recitar el oficio según el rito y forma de la Iglesia romana, salva la refer ida institución que esceda los dichos doscientos años ; mandamos y establece-mos que se observe este breviario y que en ningún tiempo se pueda var iar , añadir , ni quitar nuda en todo ó en parte , y todos los que por derecho ó cos-tumbre están obligados á recitar ó cantar las horas conónicas según el rito y práctica de la Iglesia romana (habiendo las leyes canónicas establecido penas para los que no rezan diariamente el oficio d iv ino ) , desde ahora y perpetuamente para lo su -cesivo están obl igados completamente á recitar y cantar las horas nocturnas y diurnas según lo pi es -

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cripto en este breviario romano y que ninguno (Je los que tienen impuesto estrictamente este debe r , puede satisfacerlo sino según esta fórmula .

Por lo que mandamos á lodos y h cada uno de los patr iarcas , a rzob i spos , ob i spos , abades y d e -mas prelados eclesiásticos, que suprimiendo, corno por las presentes suprimimos y abol imos todos los demás breviarios aun los establecidos por el los, introduzcan este en sus ig lesias , monaster ios , conventos, ó r d e n e s , milicias, diócesis y lugares susodichos y tanto el los como todos los demás presbíteros y clérigos seculares y regulares de a m -bos estados , asi como las órdenes militares y esentas , las que como hemos dicho tienen ob l i -gación de recitar y cantar el oficio de cualquier modo que sea , procuren verif icarlo tanto en él co-ro como fuera de él según la fórmula de este nues -tro breviario.

Dado en liorna etc.