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La interpretación de los contratos en el Código civil chileno. Dos problemas particulares: las obligaciones accesorias y las condiciones generales. ∗∗ Carlos Pizarro Wilson En la presente obra colectiva se ha fijado como objetivo principal presentar las diversas formas en que los ordenamientos jurídicos latinoamericanos realizan la labor de interpretar el contrato. De ahí la necesidad de llevar a cabo, al menos, una somera presentación general del modelo de interpretación contractual acogido por el Código de Bello. A esta primera parte expositiva, seguirá el análisis de dos cuestiones fundamentales en relación a la interpretación de los contratos. De una parte la interpretación objetiva del contrato como fuente de obligaciones accesorias destinadas a proteger al acreedor y, de otra, el recurso a la interpretación contractual como método de protección del contratante débil en frente de cláusulas abusivas. De esta manera se intentará reflejar cómo las interpretación de los contratos puede dar lugar a un enriquecimiento del contenido del contrato y, en otro ámbito, servir como mecanismo de control en relaciones contractuales en desequilibrio. I. Aspectos generales de la interpretación contractual en el Código civil chileno El lenguaje en su expresión oral o escrita constituye un reflejo imperfecto del pensamiento. 1 Ya sea a través de la forma oral o la escritura, los intentos por expresar un sentir no son más que una aproximación al querer de las personas. Esta imperfección del lenguaje se verifica en forma paradigmática en los contratos. Estos son el resultado de un supuesto querer de los contratantes, lo que ya conlleva importantes dificultades en presencia de técnicas masivas de contratación y, de otra parte, la redacción de las cláusulas contractuales no siempre arroja la claridad sobre lo que se supone es una voluntad conjunta. De ahí que se presentan innumerables problemas de interpretación contractual cuya solución queda entregada a los tribunales de justicia. 2 Para que exista la necesidad de interpretar se requiere como única condición la existencia de una contienda entre las partes. La divergencia en el sentido de una cláusula contractual o la simple ausencia de regla convencional aplicable plantea la interrogante sobre el método de interpretación. Con relación a la labor de interpretación es posible identificar dos tipos o técnicas de hermenéutica. En primer lugar el juez puede estar llamado a dilucidar el sentido y alcance, como suele señalarse, de la cláusula contractual. Es decir, existe una cláusula que ∗∗ Este trabajo corresponde al Proyecto Fondecyt Regular Nº 1050882, en el que el suscrito es investigador responsable. Investigador Fundación Fernando Fueyo Laneri. Profesor de derecho civil en las universidades Diego Portales y de Chile. Doctor en derecho Universidad Paris II (Panthéon-Assas). 1 TERRE, F. et al., Droit civil. Les obligations, 6 a ed., Paris, Dalloz, nº418, p. 353. 2 La bibliografía fundamental en Chile es LÓPEZ SANTA-MARÍA, Jorge, Sistema de interpretación de los contratos, Valparaíso, Ediciones Universitarias de Valparaíso, 1971 y su libro Los contratos. Parte general, t. II, 3ª ed., Santiago, Jurídica, 2001, pp. 408-540; ROJAS BLANCO, Carlos, Estudio crítico de la jurisprudencia del artículo 1560 del Código civil, Santiago, Universitaria, 1962; BRAIN RIOJA, Héctor, La interpretación de los contratos ante la doctrina y la jurisprudencia, Concepción, 1941.

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La interpretación de los contratos en el Código civil chileno. Dos problemas particulares: las obligaciones accesorias y las condiciones generales.∗∗ Carlos Pizarro Wilson∗

En la presente obra colectiva se ha fijado como objetivo principal presentar las diversas formas en que los ordenamientos jurídicos latinoamericanos realizan la labor de interpretar el contrato. De ahí la necesidad de llevar a cabo, al menos, una somera presentación general del modelo de interpretación contractual acogido por el Código de Bello. A esta primera parte expositiva, seguirá el análisis de dos cuestiones fundamentales en relación a la interpretación de los contratos. De una parte la interpretación objetiva del contrato como fuente de obligaciones accesorias destinadas a proteger al acreedor y, de otra, el recurso a la interpretación contractual como método de protección del contratante débil en frente de cláusulas abusivas. De esta manera se intentará reflejar cómo las interpretación de los contratos puede dar lugar a un enriquecimiento del contenido del contrato y, en otro ámbito, servir como mecanismo de control en relaciones contractuales en desequilibrio.

I. Aspectos generales de la interpretación contractual en el Código civil chileno

El lenguaje en su expresión oral o escrita constituye un reflejo imperfecto del pensamiento.1 Ya sea a través de la forma oral o la escritura, los intentos por expresar un sentir no son más que una aproximación al querer de las personas. Esta imperfección del lenguaje se verifica en forma paradigmática en los contratos. Estos son el resultado de un supuesto querer de los contratantes, lo que ya conlleva importantes dificultades en presencia de técnicas masivas de contratación y, de otra parte, la redacción de las cláusulas contractuales no siempre arroja la claridad sobre lo que se supone es una voluntad conjunta. De ahí que se presentan innumerables problemas de interpretación contractual cuya solución queda entregada a los tribunales de justicia.2 Para que exista la necesidad de interpretar se requiere como única condición la existencia de una contienda entre las partes. La divergencia en el sentido de una cláusula contractual o la simple ausencia de regla convencional aplicable plantea la interrogante sobre el método de interpretación. Con relación a la labor de interpretación es posible identificar dos tipos o técnicas de hermenéutica. En primer lugar el juez puede estar llamado a dilucidar el sentido y alcance, como suele señalarse, de la cláusula contractual. Es decir, existe una cláusula que

∗∗ Este trabajo corresponde al Proyecto Fondecyt Regular Nº 1050882, en el que el suscrito es investigador responsable. ∗ Investigador Fundación Fernando Fueyo Laneri. Profesor de derecho civil en las universidades Diego Portales y de Chile. Doctor en derecho Universidad Paris II (Panthéon-Assas). 1 TERRE, F. et al., Droit civil. Les obligations, 6a ed., Paris, Dalloz, nº418, p. 353. 2 La bibliografía fundamental en Chile es LÓPEZ SANTA-MARÍA, Jorge, Sistema de interpretación de los contratos, Valparaíso, Ediciones Universitarias de Valparaíso, 1971 y su libro Los contratos. Parte general, t. II, 3ª ed., Santiago, Jurídica, 2001, pp. 408-540; ROJAS BLANCO, Carlos, Estudio crítico de la jurisprudencia del artículo 1560 del Código civil, Santiago, Universitaria, 1962; BRAIN RIOJA, Héctor, La interpretación de los contratos ante la doctrina y la jurisprudencia, Concepción, 1941.

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genera dificultades al momento de aplicarla durante la ejecución del contrato. Aquí se trata de explicar el sentido de la estipulación contractual. La tarea de descifrar el sentido puede involucrar la búsqueda de un sentido único y valedero o, también, tratarse de establecer el sentido en que debe interpretarse una cláusula existiendo varios posibles. La segunda técnica de interpretación consiste en completar un contrato al no existir una cláusula expresa que resuelva el problema. En los sistemas jurídicos comparados suelen distinguirse dos modelos de interpretación identificados como método subjetivo y objetivo. Siendo que en el primero se privilegia la voluntad interna de los contratantes para descifrar el sentido de la cláusula o completar el contrato, en el segundo se otorga preeminencia a la voluntad expresada en el contrato con prescindencia del querer interno de las partes.3 La regla fundamental de interpretación contractual prevista en el artículo 1560 del Código civil chileno dispone que “Conocida claramente la intención de los contratantes, debe estarse a ella más que a lo literal de las palabras”.4 Este precepto se vincula a la teoría subjetiva, pues se privilegia la intención de los contratantes por sobre lo manifestado en el contrato. La jurisprudencia chilena ha afirmado este principio de manera reiterada.5 Por el contrario, la tesis objetiva entiende el contrato no sólo como un instrumento de intercambio, sino, también, le otorga una función social que debe estar conforme a la buena fe y el orden público. De ahí que el fundamento de la tesis objetiva se exprese en el artículo 1546, según el cual “los contratos deben ejecutarse de buena fe, y por consiguiente obligan no sólo a lo que en ellos se expresa, sino a todas las cosas que emanan precisamente de la naturaleza de la obligación”. Los dos modelos de interpretación –el subjetivo y el objetivo-, han sido expuestos como dicotómicos, siendo que en la práctica los tribunales tienden a dar solución a los problemas de interpretación según el caso en particular sin aplicar un sistema puro de interpretación. Con todo, en Chile no cabe duda que el Código se inclina por el sistema subjetivo, aunque con el matiz que la voluntad debe estar “claramente manifestada”. No se trata, entonces, de una investigación en la conciencia individual de cada sujeto, sino que dicha voluntad debe estar expresada y de manera clara para que prime por sobre lo literal del texto. Además ambos sistemas merecen críticas fundadas. La insuficiencia del sistema subjetivo queda de manifiesto con la inoperancia de la búsqueda de una intención del contratante, lo cual se ve agravado con las nuevas formas de contratación en base a condiciones generales. Por su parte el sistema objetivo presenta el riesgo de arbitrariedad de los jueces al intervenir y modelar el contenido del contrato en base a la buena fe. Pero, al mismo tiempo, el sistema objetivo puede significar una gran ventaja al otorgar al juez la posibilidad de agregar al contrato obligaciones accesorias.

3 Véase LÓPEZ, Los contratos…, (n. 1), pp. 415-506. 4 Con algunas modificaciones esta regla se inspira en el artículo 1156 del Code civil, según el cual “on doit, dans les conventions, rechercher quelle a été la commune intention des parties contractantes, plutôt que de s’arrêter au sens littéral des termes ». 5 Por vía ejemplar, Corte Suprema, 22 de julio de 2004, en LexisNexis nº identificador 30489, fallo en el cual se expresa “Atendida la clara intención de los contratantes, a lo que se une la redacción de las cláusulas pertinentes y la circunstancia fáctica de haberse terminado el servicio que prestaba la demandada principal a la demandada subsidiaria, en fecha coincidente con la de terminación de los contratos de trabajo, no es dable sino concluir que la naturaleza jurídica de las convenciones que ligaron a los trabajadores con su empleador, fue la de contratos por obra o faena”.

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En lo que sigue, me referiré a estos dos problemas, la interpretación objetiva del contenido contractual como fuente de obligaciones accesorias y la interpretación de las condiciones generales del contrato. Así intentaré ilustrar cómo las reglas de interpretación pueden permitir la protección del contratante débil y del acreedor víctima de un daño como consecuencia del incumplimiento contractual.

II. Las obligaciones accesorias fundadas en la interpretación contractual

La búsqueda del contenido accesorio del contrato constituye una tarea delicada y no exenta de controversia. Esta labor se ve agravada en un sistema jurídico en el cual la jurisprudencia no se caracteriza por su audacia. La admisión de obligaciones accesorias requiera una interpretación objetiva del contrato por los jueces. El contrato ha pasado a ser una fuente de riesgos importantes para la seguridad física del contratante o de bienes que le pertenecen. El contrato de transporte, el contrato de servicios médicos y otros conllevan la posibilidad de un perjuicio para la salud o la integridad física de las personas. No se trata del incumplimiento de la obligación o prestación principal, sino de la función de reparación de la responsabilidad contractual una vez que se verifica el perjuicio. Por esta razón se justifica interrogarse acerca de la forma de proteger al acreedor de estas relaciones contractuales. En nuestra opinión es necesario que los tribunales chilenos y, en particular, la Corte Suprema, tengan un papel más activo a la hora de delimitar el contenido del contrato. Esta extensión del contenido contractual se logra a través de la interpretación objetiva del contrato. Actuando de esta manera, se permite lograr un sistema de responsabilidad contractual más eficaz, en el sentido que se reconoce una protección mayor al acreedor durante la ejecución del contrato. Si bien debe optarse por esta vía de interpretación objetiva del contrato hay que evitar caer en la arbitrariedad judicial. Por lo tanto es indispensable seguir un método y respetar ciertos límites. Si el acreedor sufre un daño en su persona o en sus bienes con ocasión de la ejecución contractual, los jueces deben interrogarse sobre la eventual existencia, a la carga del deudor, de una obligación contractual cuyo incumplimiento explicaría el perjuicio. No se trata de descifrar la voluntad efectiva de los contratantes para determinar la existencia de una obligación accesoria, intento que normalmente estaría destinado al fracaso.6 Según lo señalado por GOUNOT, las voluntades de los contratantes la mayoría de las veces son inexistentes o contradictorias.7 Si observamos la práctica, podemos darnos cuenta que las partes, en innumerables situaciones contractuales, no se colocan en la eventualidad del daño consecutivo al incumplimiento contractual. Así, Josserand, entre los primeros, denunció el artificio de recurrir a la autonomía de la voluntad para determinar el contenido del contrato.8 De ahí que no quepa el recurso a la autonomía de la voluntad como fundamento exclusivo de las obligaciones contractuales, siendo igualmente posible que aquellas tengan su fuente en la interpretación judicial del contenido contractual.9 Es verdad que las partes a veces norman 6 VINEY, G., Les conditions de la responsabilité, Paris, LGDJ, 1998, n° 501, p. 408. LÓPEZ SANTA-MARÍA, Sistema…, (n. 1), p. 161. 7 GOUNOT, E., Le principe de l’autonomie de la volonté en droit privé. Contribution à l’étude critique de l’individualisme juridique, Dijon, 1912, p. 210. 8 JOSSERAND, L., « L’essor moderne du concept contractuel », en Mélange Gény, t. II, p. 345. 9 Una crítica a la autonomía de la voluntad como dogma en el derecho de las obligaciones puede consultarse en mi trabajo, “Notas críticas sobre el fundamento de la fuerza obligatoria del contrato. Fuentes e

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el límite de la reparación, ya sea por una cláusula penal o por una estipulación limitativa o exclusiva de responsabilidad civil. Sin embargo en la mayoría de los contratos, las partes no se representan la cuestión. En consecuencia, si un contratante sufre un daño a resultas de la ejecución del contrato, el juez debe interrogarse si alguna obligación ha sido incumplida. El propósito descrito por Demogue guarda todavía una gran frescura « el contrato es el fruto desarrollado de una civilización en la cual el intercambio continuo de productos, la división del trabajo, la complejidad de las relaciones jurídicas han multiplicado los roces de la máquina social ;…la convención posibilita por si misma todas las posibilidades de perjuicio creadas por la sociedad moderna ».10 Basta considerar que hoy el contrato es el motor del mercado y de las relaciones entre las personas. Los contratantes se exponen a daños cuyo origen es justamente la ejecución del contrato. La obligación de seguridad permite vincular a ciertos contratos, en los cuales la ejecución de la prestación principal genera un riesgo de daño corporal, el respeto a la integridad física del acreedor. Esta extensión del contenido contractual se debe en gran parte a la necesidad de proteger al contratante. La obligación de seguridad actúa como un complemento necesario de la correcta ejecución de la prestación principal.

Sin embargo, la preocupación de eficacia que anima la extensión del contenido contractual por la vía de obligaciones accesorias no es suficiente para definir sus fundamentos. En el derecho comparado, la doctrina francesa ha debatido de manera profusa el problema del fundamento de las obligaciones accesorias. Numerosos estudios han sido consagrados a las razones de su existencia.11 El principio de equidad, que traduce un imperativo de protección cuando el contrato es fuente de riesgos para el acreedor, ha sido la justificación de la existencia de obligaciones accesorias. Así, la Corte de casación francesa en varias oportunidades ha afirmado que la obligación de seguridad está fundada en el artículo 1135 del Code civil, refiriéndose a la equidad y a la justicia contractual.12.

La seguridad se ha transformado en una de las preocupaciones mayores de la sociedad contemporánea. Al momento de contratar existe la idea que no seremos víctima de un defecto del objeto de la prestación o como consecuencia de la ejecución del contrato. Entre las finalidades del contrato se encuentra justamente la posibilidad de prever el futuro, de descartar el albur : el contrato es un instrumento de previsión. Cuando el contrato es fuente de un riesgo para los contratantes, riesgo que se traduce en un daño durante la ejecución del contrato, el reconocimiento de una obligación de seguridad permite una real protección para el contratante víctima del perjuicio.

Por tratarse de una obligación accesoria al contrato su incumplimiento deberá quedar supeditado al régimen de la responsabilidad contractual. Sin embargo, en Chile han existido diversas razones que han potenciado una mayor aplicación de la responsabilidad interpretación del artículo 1545 del Código civil chileno”, en Revista Chilena de Derecho, Universidad Católica, vol. 31, nro. 2. 10 DEMOGUE, R., « De l’obligation du vendeur à raison des inconvénients de la chose et de la responsabilité délictuelle entre contractants », en RTD civ., 1923, p. 645 y 667. 11 GOLDSCHMIDT, S., L’obligation de sécurité. Etude jurisprudentielle, 1947 ; BECQUE, J., La protection de la victime d’un dommage corporel et de ses proches dans le cadre contractuel, 1943. 12 Sin embargo, el impulso de las obligaciones accesorias y, en particular, la obligación de seguridad, no ha estado exenta de la crítica. Algunos denuncian la hipertrofia del contenido contractual. Otros señalan una aplicación general de la seguridad con un fundamento más bien vinculado a una regla de comportamiento que al contrato. Véase JOURDAIN, P., « Le fondement de l’obligation de sécurité », en Gazette du Palais, 1997, 2º sem., p. 1196 y 1197, nota (7) ; LAMBERT-FAIVRE, Y., « Fondement et régime de l’obligation de sécurité », en D. 1994, p. 81 ; VINEY, (n. 6), n° 501-1, p. 410.

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extracontractual aún existiendo un contrato entre el agente del daño y la víctima. Esto no quiere decir que se haya aceptado la opción a favor del acreedor contractual en caso de concurrencia de estatutos de responsabilidad.13 Lo que ha ocurrido es que la excepción al rechazo a la opción ha sido reconocida por la jurisprudencia cuando el incumplimiento contractual no sólo configura un ilícito civil, sino también uno penal. Así la víctima- acreedor- ejerce la acción civil ante el juez penal aprovechando la excepción y optando por la vía extracontractual. Esto ha significado un cierto letargo en la responsabilidad contractual. Sin embargo la implementación del nuevo proceso penal restringe de manera considerable el ejercicio de la acción civil en sede penal. Por lo tanto es posible señalar que se producirá un incremento de causas en sede civil en que se reclame la responsabilidad contractual.14 Esto se debe a que ante la jurisdicción civil no podrá optarse entre los estatutos de responsabilidad civil. Al existir un contrato la víctima-acreedor deberá necesariamente ejercer una acción de naturaleza contractual. De ahí la importancia que pueda tener la interpretación objetiva del contrato para constatar la existencia de una obligación accesoria.

Por lo demás la vía contractual presenta algunas ventajas para el acreedor ante el incumplimiento. En Chile el artículo 1547 inciso tercero del Código civil, coloca a la carga del deudor la prueba de la ausencia de culpa y la fuerza mayor debe probarse por quien la alega. Hay que tener en cuenta aún que en el derecho chileno, la jurisprudencia no ha reconocido una responsabilidad objetiva por el hecho de las cosas, todavía amarrada a viejas teorías que vinculan toda responsabilidad extracontractual a la culpa.15 Debe probarse, entonces, la culpa del agente directo del daño por la víctima. Sólo cuando se trata de la responsabilidad por el hecho de otro prevista en el artículo 2320 del Código civil puede esgrimirse una presunción de culpa en contra del tercero civilmente responsable. Si la víctima prefiere el terreno extracontractual deberá probar la culpa del deudor sin que exista una presunción a su favor. Por el contrario, el régimen contractual le permitirá no sólo un cambio en el onus probandi en todas las hipótesis de incumplimiento contractual, sino, también, la introducción de la obligación de seguridad por la vía de interpretación del contenido contractual.16

Si aceptamos la interpretación objetiva del contrato, se reconoce a los jueces un 13 Ver por vía ejemplar contra la opción, Corte de apelaciones de Concepción, 11 de marzo de 2003, en LexisNexis, nº identificador 30585 “Que, por consiguiente, existiendo un contrato entre las partes y derivándose de su incumplimiento, al no renovar la matrícula de los alumnos para el año 1999, los perjuicios cuya reparación se ha demandado, no cabe situarse en el ámbito de la responsabilidad extracontractual para cobrarlos, de suerte que constituyendo esta clase de responsabilidad el fundamento de la demanda entablada por vía principal, ella no puede prosperar atendida su manifiesta improcedencia. Se concuerda, por ello, con la decisión de la juez a quo sobre el punto”. 14 Sobre esto, PIZARRO WILSON, C., “Mirada de un civilista a la reparación en el nuevo proceso penal”, en Gaceta Jurídica, (en prensa). 15 Cf. Corte de apelaciones de Santiago, 5 de junio de 2001. Este fallo establece una responsabilidad objetiva de la clínica privada de salud por riesgo de empresa. En otros términos, no resulta necesaria la prueba de la culpa del médico, siendo la clínica responsable de manera directa y objetiva. 16 En cuanto a las posibles desventajas del régimen contractual para la víctima puede citarse la limitante de los perjuicios cuando el incumplimiento es culposo, pues sólo procede la reparación de los perjuicios previstos, y sólo cuando el incumplimiento es doloso procede la indemnización de daño imprevisto. El artículo 1558 del Código civil dispone “Si no se puede imputar dolo al deudor, sólo es responsable de los perjuicios que se previeron o pudieron preverse al tiempo del contrato; pero si hay dolo, es responsable de todos los perjuicios que fueron una consecuencia inmediata o directa de no haberse cumplido la obligación o de haberse demorado su cumplimiento”.

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instrumento eficaz para modelar la naturaleza de la responsabilidad civil. Además el juez debe calificar la obligación de seguridad, puediendo ser de medios o de resultado. En la primera hipótesis el incumplimiento de la obligación se presumirá culpable, debiendo el deudor acreditar la diligencia debida. En cambio, en el segundo caso, el reconocimiento de la obligación de seguridad como de resultado implica instaurar una responsabilidad objetiva, pudiendo el deudor eximirse de responsabilidad probando nada más que fuerza mayor o caso fortuito. Si el juez determina que la obligación accesoria es de medios, se ubica de manera inmediata en la responsabilidad por culpa ; en cambio si la obligación es calificada como de resultado, la responsabilidad es objetiva. Por lo tanto desde la perspectiva de la eficacia jurídica, el reconocimiento de una obligación de seguridad en determinados contratos presenta una utilidad indesmentible. El régimen contractual permite una flexibilidad apropiada para adaptar el contrato a la evolución de la sociedad contemporánea.

Pero, todavía, es necesario que exista un vínculo entre la prestación prometida y el riesgo de perjuicio con ocasión de la ejecución del contrato. No se trata de reconocer la obligación de seguridad en todo tipo de contratos. Debe encontrarse un criterio que defina la existencia de las obligaciones accesorias.

Si olvidamos un instante de querer explicar siempre el contenido contractual por la sola voluntad de las partes, como ha sido el caso en el derecho chileno, podemos, desarrollar el ámbito de aplicación de las obligaciones accesorias con el objetivo de permitir una mejora en la protección del acreedor. La jurisprudencia podría integrar el contrato de obligaciones conformes a la naturaleza de la prestación principal. El artículo 1546 del Código civil declara que «los contratos deben ejecutarse de buena fe, y por consiguiente obligan no sólo a lo que en ellos se expresa, sino a todas las cosas que emanan precisamente de la naturaleza de la obligación, o que por la ley o la costumbre pertenecen a ella”. La regla es bien conocida en derecho comparado. A partir de este precepto, puede admitirse que existen obligaciones cuyo origen no es la voluntad de las partes, sino que emanan de la naturaleza de la obligación principal. Las obligaciones que emanan de la naturaleza de la prestación principal son accesorias a la ejecución de tal manera que su incumplimiento implica la inejecución total del contrato.

Esta vía de interpretación basada en el artículo 1546 no resulta original para explicar la presencia de obligaciones accesorias. Se trata simplemente de colocar en relieve la posible aplicación del artículo 1546 para la creación de este tipo de obligaciones.17 Es cierto que la buena fe presenta una importante aplicación durante la formación y ejecución del contrato. En efecto la buena fe es utilizada para justificar la responsabilidad precontractual en caso de ruptura abusiva de las tratativas preliminares.18 También se utiliza como fundamento de la teoría de los actos propios o stoppel.19 Pero, hasta ahora, no ha servido de argumento a la extensión del contenido del contrato a favor del acreedor.

17 No hay que olvidar que la jurisprudencia chilena no acepta la revisión del contrato, la buena fe no justifica la teoría de la imprevisión. Véase sin embargo el proyecto de ley que intenta introducir esta institución Boletín nº 309-07-1. 18 Véase Corte de apelaciones de Concepción, 5 de junio de 1996, Revista de Derecho, Universidad de Concepción, nº 199, 1996, p. 180, obs. Ramón DOMÍNGUEZ AGUILA. También, misma Revista, nº 204, 1998, p. 187, obs. DOMINGUEZ AGUILA. 19Corte Suprema, 27 de julio de 1998, RDJ, t. XCV, 1998, sec. 1ª, p. 110 : « en el ámbito contractual, esta doctrina –teoría de los actos propios- está acorde con la justicia, la equidad y la buena fe contractual que el artículo 1546 exige a todas las partes », Corte Suprema, 9 de mayo de 2001, RDJ, t. XCVIII, sec. 1ª, p. 99.

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El reconocimiento de la buena fe como fundamento de la extensión del contenido contractual permite a los jueces alcanzar una protección más eficaz de las víctimas. Los jueces podrán admitir la existencia de obligaciones accesorias sin afectar la lógica del ordenamiento jurídico. La extensión del contenido accesorio del contrato a partir de una regla general genera una jurisprudencia más adaptada a las expectativas del acreedor. Así, puede producirse una extensión del contenido contractual a través la interpretación objetiva del contrato. Los jueces chilenos deben hacer hablar al contrato de manera tal que puedan admitirse obligaciones accesorias.20

En suma, cabe afirmar la necesidad de desarrollar un movimiento de extensión del contenido obligatorio del contrato por el descubrimiento de las obligaciones accesorias, lo cual arroja un ámbito de aplicación mayor de la responsabilidad contractual.

III. La interpretación contractual de las condiciones generales

El estudio de las condiciones generales del contrato, ya sea en contratos por adhesión u otras formas contractuales y, asimismo, el análisis dogmático de las técnicas para efectuar un control de las cláusulas abusivas envueltas en dichas categorías contractuales, presenta un interés doctrinario indiscutible. No cabe duda que el problema principal que involucra el contrato por adhesión y el uso de contratos con condiciones generales radica en la posibilidad de que se incluyan cláusulas abusivas en perjuicio del contratante más débil de la relación contractual. La aplicación profusa de las condiciones generales en contratos estandarizados no admite dudas, siendo relevante cómo debe el juez proceder a la interpretación en caso de dificultad entre las partes. Existen dos cuestiones que cabe analizar en materia de interpretación de condiciones generales. La primera radica en determinar si las condiciones generales deben ser interpretadas de acuerdo a las reglas de hermenéutica legal o por el contrario, corresponde aplicar las normas de interpretación contractual. La respuesta a esta interrogante viene dada por el entendimiento de la naturaleza jurídica de las condiciones generales. Así, para aquellos que sustentan la tesis normativista-consuetudinaria deben aplicarse las reglas de interpretación de la ley. En cambio, para los partidarios de la tesis contractualista imperan las reglas del título XIII del libro IV del Código civil.21 Este debate ya no es de actualidad, pues hoy nadie discute el carácter contractual de las condiciones generales, a pesar que el contenido no sea fruto de la voluntad de las partes, sino la imposición por una de ellas a la otra, la cual sólo acepta. La segunda cuestión importante a elucidar es si las condiciones generales deben tener un específico modo de ser interpretadas o deben interpretarse como cualquier cláusula contractual. Se trata de determinar si se debe auscultar in concreto el sentido y alcance de la cláusula con independencia de circunstancias específicas del consumidor que participa en la celebración del contrato o, por el contrario, deben considerarse las relaciones contractuales y calidades particulares del consumidor. Para la primera propuesta se debe considerar un sujeto

20 Puede observarse una extensión del contenido contractual para el reconocimiento de una obligación de seguridad en el contrato de educación, Corte de apelaciones de Santiago, 3 de noviembre de 2000, en Gaceta Jurídica nº 246, p. 73. 21 Sobre este asunto, PIZARRO WILSON, Carlos, La protección contractual del consumidor, Santiago, Conosur, 1999.

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medio o típico que participa en una relación comercial -interpretación in abstracto-, y para la segunda resulta relevante el sujeto específico que contrató y sus circunstancias personales, culturales y económicas. Esta última alternativa resulta difícil de implementar por las mismas razones por las cuales suele criticarse la interpretación subjetiva. Situados en el ámbito de la interpretación contractual, me referiré a las reglas específicas del Código civil y la Ley de Protección a los Consumidores que pueden contribuir a la protección de la parte débil del contrato. La Regla Contra Proferentem Esta regla de interpretación se encuentra consagrada en nuestro ordenamiento jurídico en el artículo 1566 inciso 2º del Código Civil. El fundamento de esta norma radica en la obligación que asiste a todo sujeto de derecho de expresar en forma clara su voluntad y en el caso que la cláusula sea ambigua o dudosa debe asumir el costo y riesgo aquél que incurrió en el defecto de oscuridad. También subyace a la regla contra proferentem la idea de conservación del contrato. Como se sabe, los efectos que se siguen de la nulidad de un contrato a condiciones generales produce, muchas veces, efectos nocivos no sólo respecto de los proponentes sino también del consumidor que se ve privado del bien o servicio que le es necesario. Pues bien, con la aplicación de esta regla de hermenéutica es posible lograr la pervivencia de los contratos estandarizados evitando los perjuicios de su anulación. La regla contra proferentem posee un carácter subsidiario respecto de las demás normas de interpretación contractual, ya que sólo recibe aplicación en el evento que no sea posible la utilización de los preceptos que preceden al artículo 1566. Esto, obviamente, resta eficacia a su aplicación como mecanismo de control. Esta forma de interpretar no es exclusiva de las condiciones generales, sino que recibe aplicación en todo tipo de contratos cualesquiera sea la naturaleza de sus estipulaciones. El artículo 1566 contempla dos reglas de interpretación. El inciso primero se refiere a las cláusulas ambiguas; es decir aquellas que poseen varios sentidos en que pueden ser interpretadas estableciendo que corresponde favorecer al deudor. El problema de esta hipótesis es que puede ocurrir en la práctica que el deudor no sea el adherente o consumidor, o lo que es lo mismo, que el proveedor se constituya en deudor. En este caso, y frente al fenómeno de las condiciones generales, puede ocurrir que deban interpretarse las cláusulas ambiguas a favor del empresario. Por su parte, el inciso segundo consagra una verdadera obligación de claridad a cargo del sujeto de la relación contractual que extiende o dicta la cláusula ambigua, sin importar su calidad de deudor o acreedor. Señala esta parte del precepto que "las cláusulas ambiguas que hayan sido extendidas o dictadas por una de las partes, sea acreedora o deudora, se interpretarán contra ella". Esta regla constituye la genuina forma de interpretación contra proferentem y establece como requisito para su aplicación que "la ambigüedad provenga de la falta de una explicación que haya debido darse por ella". En cuanto a esta última frase la obligación de claridad está a cargo del sujeto que patrocina la inclusión de la cláusula ambigua. En consecuencia, parece ser esta segunda hipótesis la que puede otorgar mayor protección a los consumidores frente a la inclusión de cláusulas abusivas ambiguas por parte de los empresarios. La doctrina comparada ha señalado como cláusulas a las que cabe aplicar la regla contra proferentem las que aparecen redactadas en forma indeterminada, ambigua o

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incierta.22 Nos encontramos frente a las primeras cuando existe duda acerca del campo de aplicación de la cláusula; la segunda hipótesis se verifica cuando una cláusula posee dos o más sentidos lingüísticos para su entendimiento; y por último son cláusulas inciertas aquellas en que la duda se manifiesta en cuanto al significado. El artículo 1566 del Código Civil utiliza nada más la expresión cláusulas ambiguas, por lo que en un sentido estricto la regla contra proferentem sólo recibiría aplicación cuando estuviéramos en presencia de una estipulación con varios sentidos o significados. Sin embargo, lo correcto es aplicarla en forma extensiva a las tres hipótesis vistas, ya que la expresión cláusulas ambiguas obedece más bien a razones históricas. Otra cuestión importante y atingente es determinar la forma de utilización de este precepto legal. Lo que cabe definir es si la regla contra proferentem debe aplicarse tomando en cuenta las circunstancias específicas del acto o contrato y de las partes contratantes -aplicación in concreto-, o, por el contrario, debe realizarse in abstracto. Parece ser más conveniente la aplicación in concreto porque el carácter abusivo de una cláusula puede serlo para un contratante específico y para otro resultar una estipulación inocua. La doctrina alemana ha establecido una doble forma de aplicación de la regla contra proferentem. En el caso que se aplique de manera concreta debe realizarse la interpretación que más favorezca al adherente y en situación in abstracto debe hacerse de la forma más perjudicial. Lo que se busca con esta segunda hipótesis es que una vez practicada la interpretación más perjudicial al adherente se debe proceder a una revisión de contenido y para el caso que constituya una cláusula abusiva sancionada por la legislación debe declararse ineficaz. De esta manera se evita que cláusulas abusivas puedan circular en el tráfico jurídico aunque sea de la forma más favorable al adherente.23 Si bien la disposición del artículo 1566 constituye un mecanismo eficaz para reprimir las cláusulas abusivas ambiguas u obscuras, su aplicación puede significar un efecto negativo en el tráfico contractual. En efecto, la utilización de la regla contra proferentem puede llevar a los proponentes de condiciones generales a realizar una redacción cada vez más clara del tenor literal con el objeto de excluir la aplicación del precepto legal. Además, la aplicación de reglas de interpretación para el control de las cláusulas abusivas resulta en sí misma restringida, ya que en todo caso deben aplicarse cuando estemos en presencia de una cláusula ambigua u obscura. Su objeto consiste en esclarecer o dilucidar el sentido y alcance de una precisa estipulación y no moderar el contenido del contrato. En la jurisprudencia chilena la regla contra proferentem ha tenido una aplicación marginal.24 La Regla de Prevalencia Esta regla consiste en otorgar preeminencia a aquellas cláusulas que tengan el carácter de particulares por sobre las generales cuando existe discrepancia entre ambas. En nuestro Código civil no aparece formulada de forma expresa. Sin embargo, es posible sostener que se desprende del artículo 1560 del Código Civil que consagra el sistema subjetivo ya analizado, según el cual se prefiere la voluntad o intención de los contratantes claramente manifestada por sobre lo literal del contrato. Pues bien, es lógico concluir que en presencia de una

22 ALFARO AGUILA REAL, J., Las condiciones generales de la contratación, Madrid, Civitas, p. 53. 23 ALFARO, (n. 22), p. 58. 24 LÓPEZ SANTA-MARÍA, Contratos..., (n. 1), nº 29.

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disposición agregada por las partes de carácter particular, donde no concurre el elemento de la predisposición e imposición que cualifica a las condiciones generales, estamos frente a una voluntad claramente manifestada por las partes. A la inversa, las condiciones generales que se encuentran redactadas con anterioridad a la celebración del contrato y que por regla general no son conocidas por los consumidores no pueden ser valoradas en desmedro de una cláusula que se encuentra inclusa en el contrato por voluntad de las partes. El fundamento de la regla de prevalencia se encuentra precisamente en lo dispuesto en el artículo 1560, es decir en la primacía de aquello que tiene correspondencia más fiel con la voluntad de las partes. Al igual que la regla contra proferentem la prevalencia de las condiciones particulares por sobre condiciones generales rige en materia de todo tipo de contratos típicos o atípicos sujetos o no a condiciones generales. Por último cabría señalar que esta regla se introdujo de manera expresa en la Ley de protección a los consumidores en 1997. El artículo 17 inciso 2º dispone “Sin perjuicio de los dispuesto en el inciso anterior, en los contratos impresos en formularios prevalecerán las cláusulas que se agreguen por sobre las del formulario cuando sean incompatibles entre sí”. Regla de la Condición más importante En un contrato es posible verificar una contradicción entre cláusulas generales predispuestas por uno de los contratantes. En este caso lo que corresponde es otorgar eficacia a la cláusula más importante. Se llega a esta conclusión en aplicación del artículo 1563 del Código Civil.25 En ausencia de voluntad explícita este precepto establece como regla de interpretación preferir aquella que cuadre de mejor forma con la naturaleza del contrato. De aquí podemos concluir que existiendo condiciones generales contradictorias debe otorgarse eficacia a aquella que encontrándose más acorde con la naturaleza del contrato sea de mayor importancia. Así las condiciones generales que se refieran a elementos esenciales deben tener primacía por sobre las que atingen a elementos de la naturaleza o accidentales. Esta vía de interpretación puede constituir un serio peligro para los consumidores en todas las situaciones en que la cláusula más acorde con la naturaleza del contrato posea carácter abusivo. Para paliar este efecto nocivo en legislación especial de protección a los consumidores se debe sujetar la aplicación de la cláusula más importante a la condición de ser más favorable al consumidor o usuario. Conclusión El Código civil chileno recoge siguiendo el modelo francés el sistema subjetivo de interpretación de los contratos otorgando preeminencia a la voluntad de los contratantes por sobre la palabra escrita. Sin embargo este sistema parece inapropiado para descifrar la voluntad en contratos en que el contenido es fruto nada más de una de las partes. Por consiguiente la interpretación de las condiciones generales debe realizarse por medio de técnicas más apropiadas que permitan una protección eficaz del consumidor.

25 Artículo 1563: “En aquellos casos en que no apareciere voluntad contraria deberá estarse a la interpretación que mejor cuadre con la naturaleza del contrato”. Aquí se recoge en cierta medida una regla de interpretación más cercana al sistema objetivo, aunque siempre colocando de relieve la voluntad de las partes.

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De otra parte, el contrato como medio idóneo de transferencia de bienes y servicios involucra ingentes riesgos para el adquirente, el cual durante la ejecución del contrato puede sufrir un perjuicio no vinculado de manera relevante a la prestación principal, sino a un contenido accesorio del contrato que debe reconocerse a través de la interpretación objetiva del contrato. Con estas dos propuestas se pretende otorgar una mayor protección tanto al consumidor como al adquirente de bienes y servicios.