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Preparada por el Comité Técnico coordinado por el Instituto de Ecología y Biodiversidad (IEB) a solicitud del Ministerio de Medio Ambiente, Chile 30 Abril 2012 PLAN DE RESTAURACIÓN ECOLÓGICA DEL PARQUE NACIONAL TORRES DEL PAINE AFECTADO POR INCENDIO 2011-2012

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Preparada por el Comité Técnico coordinado por el Instituto de Ecología y Biodiversidad

(IEB) a solicitud del Ministerio de Medio Ambiente, Chile

30 Abril 2012

PLAN DE RESTAURACIÓN ECOLÓGICA DEL

PARQUE NACIONAL TORRES DEL PAINE AFECTADO POR INCENDIO 2011-2012

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Plan de Restauración Parque Nacional Torres del Paine 2

Contenidos

1. PRESENTACIÓN

2. ANTECEDENTES GENERALES

2.1 Restauración ecológica

2.2 Sucesión post-incendio

2.3 Incendios en Chile

2.4 Historia del fuego en Torres del Paine

3. OBJETIVOS DEL PLAN DE RESTAURACIÓN ECOLÓGICA

4. OBJETIVOS ESPECÍFICOS

5. ÁREA DE ESTUDIO

5.1 Geología

5.2 Clima

5.3 Suelos

5.4 Hidrografía

5.5 Fauna

5.6 Vegetación

6. IMAGEN OBJETIVO

7. PLAN DE RESTAURACIÓN 2012 – 2016 (5 años)

7.1 Actualización de la cartografía

7.2 Línea de base sobre la vegetación y la fauna

7.3 Identificación de áreas prioritarias

7.4 Implementación de ensayos de restauración y rehabilitación

7.5 Producción y propagación de plantas

7.6 Monitoreo ambiental

8. EDUCACIÓN AMBIENTAL

9. GESTIÓN USO Y VINCULACIÓN DEL PARQUE NACIONAL TORRES DEL

PAINE

9.1 Gestión del Parque Nacional Torres del Paine

9.2 Uso Turístico del Parque

9.3 Estudio de capacidad de carga

9.4 Vinculación del Parque con comunidades y territorios locales

10. PRESUPUESTO

11. LITERATURA CITADA

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1. PRESENTACIÓN*

El equipo técnico responsable de la presente propuesta sobre recuperación y restauración de

los sistemas ecológicos de Torres del Paine está conformado por las siguientes personas,

con sus respectivas afiliaciones institucionales:

Integrantes del Equipo Técnico: Juan Carlos Aravena, Fundación CEQUA, Punta Arenas. Dendro-ecólogo.

Eduardo Arellano, Facultad de Agronomía e Ingeniería Forestal, Dpto. Ecosistemas y Medio

Ambiente, Pontificia Universidad Católica de Chile, Santiago. Ingeniero Forestal, suelos.

Juan J Armesto, Instituto de Ecología y Biodiversidad, Dpto. de Ecología, Pontificia Universidad Católica de Chile, Santiago. (Investigador responsable) Ecólogo de ecosistemas.

Pablo Becerra, Facultad de Agronomía e Ingeniería Forestal, Dpto. Ecosistemas y Medio

Ambiente, Pontificia Universidad Católica de Chile, Santiago. Ecólogo.

Marcela Bustamante, Facultad de Ciencias Forestales, Universidad de Concepción. Ecóloga.

Juan Luis Celis-Diez, Instituto de Ecología y Biodiversidad, Dpto. Ecología, Pontificia

Universidad Católica de Chile, Santiago. Zoólogo.

Christian Little, Facultad de Ciencias Forestales, Universidad Austral de Chile, Concepción.

Ingeniero Forestal.

Orlando Dollenz, Departamento de Ciencias, Universidad de Magallanes, Punta Arenas. Botánico.

Ignacio Fernández, Facultad de Agronomía e Ingeniería Forestal, Dpto. Ecosistemas, Pontificia Universidad Católica de Chile, Santiago. Ingeniero Agrónomo.

Belén Gallardo, Instituto de Ecología y Biodiversidad, Dpto. de Ecología, Pontificia Universidad

Católica de Chile, Santiago. Bióloga.

Antonio Lara, Facultad de Ciencias Forestales, Universidad Austral de Chile, Valdivia. Ingeniero

Forestal.

Marcela Márquez, Instituto de Ecología y Biodiversidad, Dpto. de Ecología, Pontificia Universidad Católica de Chile, Santiago. Educación Ambiental.

James McPhee, Facultad de Ciencias Físicas y Matemáticas, Universidad de Chile, Santiago.

Hidrólogo.

Mariela Núñez, Instituto de Ecología y Biodiversidad, Dpto. de Ecología, Pontificia Universidad Católica de Chile, Santiago. Ecóloga.

Iván Quiroz, Instituto Forestal, Chile.

Rodrigo Villa, Fundación CEQUA, Punta Arenas. Palinólogo.

* Este documento fue editado por Juan Armesto, Mariela Núñez y Belén Gallardo.

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2. ANTECEDENTES GENERALES

2.1 Restauración ecológica

La Restauración Ecológica es una actividad planificada que busca iniciar o acelerar la

recuperación de un ecosistema degradado, dañado o transformado por perturbaciones de

origen antropogénico o natural. La restauración ecológica inicia o acelera la recuperación

de las características del ecosistema perturbado, con respecto a su función (procesos),

integridad (composición de especies y estructura comunitaria) y capacidad de resistir a

futuras perturbaciones (persistencia y resiliencia) (SER 2004). Un ecosistema degradado es

aquel que ha sufrido pérdida de sus características originales, sean estructurales o

funcionales, lo que puede dar lugar un nuevo ecosistema, o limitar la persistencia del

ecosistema original en el tiempo, a escala de la experiencia humana.

Un ecosistema puede verse fuertemente afectado por un evento que ocurre solo una vez

(pulsos, o eventos discretos), pero que lo cambia significativamente, como por ejemplo, el

derrame de petróleo, o un incendio, o puede resultar alterado/degradado por eventos

recurrentes, o crónicos, como es el caso del pastoreo no regulado de ganado, o la descarga

de contaminantes a las aguas de un río. A su vez, la degradación de un ecosistema puede

tener una causa única (tal como un gran incendio o tala rasa) o múltiples causas, si varios

factores actúan al mismo tiempo o en forma sucesiva (e.g., incendios, tala e introducción de

ganado, invasión de especies exóticas).

La restauración ecológica es necesaria en casos en que la recuperación del ecosistema

después de una perturbación no ocurre de manera natural o es muy lenta, y su meta u

objetivo final es “conducir” el ecosistema dañado o destruido a un estado lo más parecido

posible al que existía antes de la alteración. Es necesario entonces, en un ensayo de

restauración, conocer las condiciones pre-perturbación del ecosistema (llamaremos a éste

“ecosistema de referencia”), pues sus características de composición, estructura y función

guiarán el diseño de la restauración. Esta condición se cumple cuando existen una línea de

base (o estudio del ecosistema y sus características) previo a la disrupción. Si esta línea de

base no existe, entonces la definición del estado de referencia es más difícil y requiere de

herramientas de reconstrucción de la historia del ecosistema afectado (White & Walker

1997).

Aunque la restauración ecológica debería basarse, por lo general, en una comprensión del

pasado (e.g., el alcance de las variaciones históricas de los atributos del ecosistema), la

meta no puede ser reproducir un estado histórico determinado. Un ecosistema “restaurado”

no siempre recuperará su composición y estructura anterior, debido a limitaciones del

conocimiento, o a que las condiciones actuales pueden definir una trayectoria modificada

que da lugar a un ecosistema alternativo. Por consiguiente, una meta realista para la

restauración ecológica es recrear las condiciones que permiten la existencia de un

ecosistema propio de la región en que se encuentra el área degradada, a través de proveer

los hábitats y características funcionales necesarias para mantener la dinámica del

ecosistema original.

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La restauración ecológica tiene varios objetivos fundamentales, incluyendo: detener o

minimizar la ocurrencia de los eventos que originaron la degradación, recuperar la

vegetación y fauna nativa de los ecosistemas, facilitar el proceso de sucesión ecológica o

dinámica local estimulando la regeneración natural, recuperar procesos y funciones

ecosistémicas y promover acciones de auto-recuperación que permitan al ecosistema

sostener su recuperación en el tiempo. Estas acciones de restauración buscan generar un

ecosistema “resiliente” (ver Figura 2) que se integre dentro de un paisaje más amplio y en

el contexto ecológico y cultural de la región. Varios autores han propuesto que la manera

más apropiada de llevar a cabo la restauración es facilitar el proceso de sucesión, mediante

mecanismos que se asemejen lo más posible a los procesos naturales, formando

comunidades que configuran estados relativamente estables (McIntosh 1980, Bradshaw

1983, Dobson et al. 1997, Palmer et al. 1997, Whisenant 1999, Young 2000, Young et al.

2001, Walker & del Moral 2003).

Existen varios términos de uso común en la disciplina de ecología de la restauración de

ecosistemas que denotan diferencias en énfasis y metodología. Es importante conocer estos

términos muy bien, para poder utilizarlos correctamente.

Restauración ambiental/Rehabilitación

Estos dos términos pueden parecer sinónimos de restauración ecológica, pues persiguen los

mismos fines, pero el énfasis de cada uno es diferente. En el caso de la restauración

ambiental, el objetivo central es el restablecimiento de una condición ambiental deseable

para la sociedad: por ejemplo vegetación en una ladera, o la claridad y limpieza del agua de

una laguna, más que la reposición de toda la complejidad y biodiversidad de un ecosistema

original. En el caso de la rehabilitación, el objetivo específico es la restitución de la

función ecológica y no la estructura, composición y diversidad original del ecosistema. Por

lo cual en este caso es posible restablecer la función ecológica de la vegetación utilizando

especies exóticas del lugar, las que no tienen relación con el ecosistema original (Fig. 1).

Remediación/Reconstrucción

Estos dos conceptos se refieren a actividades específicas, las que podrían ser parte de un

programa de restauración ecológica, pero cuyos objetivos son más limitados.

La remediación se refiere a la utilización de un proceso tecnológico o de ingeniería

ambiental para reparar un tipo de daño específico, por ejemplo la limpieza de un área que

haya sufrido contaminación química. La reconstrucción se refiere a la sustitución de un

ecosistema muy degradado por otro diferente del original mediante un trabajo de paisajismo

o de ingeniería ambiental, con el fin de producir un ambiente con una condición estética, o

productiva deseada, y no necesariamente un ecosistema natural.

Reforestación/Plantación

Es muy importante saber que estos términos no son sinónimos de restauración ecológica.

Ellos describen actividades específicas que podrían ser parte de un programa de

restauración ecológica. La reforestación y las plantaciones son formas de reponer la

cobertura vegetal en un área donde la vegetación original ha sido removida. Su objetivo se

centra exclusivamente en determinadas especies y no en el ecosistema con toda su

diversidad y complejidad. Además, tal como en el caso de la rehabilitación, muchas veces

estas actividades se realizan con especies ajenas al ecosistema pre-existente, por lo cual las

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plantaciones de especies exóticas (como pinos y eucaliptos) no cumplen con los objetivos

de la restauración ecológica. De todas formas estas actividades pueden ser útiles cuando se

desarrollan como parte de programas completos de rehabilitación, o cuando una comunidad

local requiere de recursos o servicios que son provistos por las especies plantadas (por

ejemplo, alimento, leña, estética del paisaje), o cuando el ecosistema está muy degradado

para el restablecimiento de las especies nativas, y en el inicio de la restauración algunas

especies exóticas pueden promover la sucesión natural.

Cuando la escala espacial del daño al ecosistema es pequeña, y el ambiente que lo rodea ha

sido escasamente modificado en cuanto a la composición de especies y la función, el

mejoramiento de las condiciones del parche dañado, junto con procesos ecológicos como la

dispersión y la colonización natural por plantas y animales puede permitir la recuperación

natural de ecosistemas ricos en especies y resilientes, que entregan múltiples servicios

valorados por los seres humanos. Sin embargo, en ecosistemas fuertemente modificados,

por intervenciones recurrentes o crónicas, los cuales han cruzado uno o mas umbrales de

irreversibilidad (ver abajo, Hobbs & Harris 2001, Walker et al. 2002), la restauración del

inventario de especies pre-existentes puede no ser posible. En tales casos, la rehabilitación

y la reconstrucción se presentan como alternativas viables (Fig. 1).

Figura 1. Modelo general de degradación de un ecosistema y posibles objetivos y opciones de manejo e intervención (adaptado de Aronson et al. 2007). En este esquema, la perturbación se

refiere a un cambio antropogénico no deseado. En el lado derecho de la figura, cantidad y

diversidad de bienes y servicios se refiere a su disponibilidad, mientras que costo y dificultad de

restauración son los gastos financieros e inversiones requeridas para actividades y opciones de intervención y manejo.

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Diferencia entre restauración pasiva y activa

Comúnmente se distinguen a lo menos dos posibilidades para enfrentar la restauración de

un sitio degradado. En el primer caso, la restauración se centra en eliminar o modificar los

factores que limitan la recuperación natural del ecosistema (sus agentes de perturbación

crónicos o recurrentes), tales como corta, tala, caza, incendios intencionales, ganadería y

pastoreo, entre otros factores identificados previamente, de manera de facilitar la

recuperación espontánea de los componentes biológicos y procesos ecológicos, a través del

proceso de sucesión. Este enfoque se conoce como restauración pasiva (Van Andel &

Aronson 2006), y su éxito depende en gran medida de la resiliencia del ecosistema (o

propiedades que permiten que el ecosistema retorne a su condición pre-disturbio; Fig. 2).

En el segundo caso, los ecosistemas que, frente a una perturbación, tienen baja o nula

capacidad de retornar a su estado original (baja resiliencia), incluso si los factores de

impacto son controlados, requieren acciones específicas que estimulen el desarrollo de la

sucesión para lograr la restauración del ecosistema. En este caso, se habla de restauración

activa (Van Andel & Aronson 2006). Entre el proceso de restauración pasiva y activa existe

un amplio gradiente de posibilidades de regulación, control y acción deliberada, que deben

ser evaluadas para cada sistema en particular. Este conjunto de posibilidades puede ser

visto teóricamente como una secuencia lógica de remoción de barreras (filtros o umbrales)

bióticas o abióticas que limitan la re-colonización y persistencia de las especies del

ecosistema pre-disturbio (Temperton et al. 2004). Varios autores (e.g., Hobbs & Norton

1996, Whisenant 1999 2002, Hobbs & Harris 2001, Bestelmeyer 2006) han sugerido que

podrían existir umbrales, o barreras específicas, entre algunos estados del ecosistema que

impiden su retorno a una condición menos degradada, por lo que es necesario realizar

esfuerzos de gestión, como por ejemplo la eliminación de especies exóticas invasoras,

herbívoros o la restitución de nutrientes al suelo, o de los agentes de perturbación natural

(e.g., incendios, inundaciones, proliferación cíclica de insectos) (Fig. 2). Puede ser posible

identificar varias barreras para cada atributo del ecosistema que se desea restituir. El punto

de partida básico, consiste en eliminar los factores que han generado la degradación (e.g.,

pastoreo, incendios) en primer lugar para evitar que los sistemas crucen umbrales críticos

de degradación, llegando a estados de baja resiliencia. El tipo de intervención requerida

depende fuertemente del tipo y extensión del daño del ecosistema. El esfuerzo o costo

económico requerido para “impulsar” un sistema hacia un estado de funcionamiento

“normal”, o menor degradación, es mayor cuando se alcanzan umbrales críticos. En la

mayoría de los casos, sin embargo, especialmente en áreas protegidas donde muchos

sectores aún mantienen el ecosistema original, se requieren cambios en el manejo del

paisaje, o manipulación de condiciones bióticas, como por ejemplo la recreación de hábitats

nativos, o la reintroducción de especies. En casos en que grandes áreas del paisaje han sido

degradadas, puede ser necesaria la alteración del ambiente físico y/o químico a gran escala

para recuperar el ecosistema, removiendo barreras como la erosión eólica o hidrológica,

fuentes de contaminación local, o plantación masiva de especies eliminadas por la

perturbación. Cuando los procesos ecosistémicos más básicos han sido alterados, e.g.,

acumulación y reciclaje de materia orgánica y nutrientes, más difícil y costosa será la

restauración. Por último, de acuerdo a expertos en esta tarea, como Hobbs & Norton (1996)

y Hobbs & Harris (2001), la restauración no debe enfocarse solamente a sitios individuales,

sino que debe representar una planificación del conjunto del paisaje, siendo la cuenca

hidrográfica (zona captación de las aguas) una unidad fundamental de operación. Este

enfoque es especialmente importante dentro de áreas naturales protegidas, donde los planes

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de manejo de deben orientar a mantener y restaurar los valores de conservación de

biodiversidad y ecosistemas en paisajes cada vez más fragmentados o modificados por

acción humana.

Figura 2. Modelo conceptual de la degradación y restauración de un ecosistema (adaptado de

Whisenant 1999, y Hobbs & Harris 2001). La resiliencia ecológica de un ecosistema (representado

por los círculos) cuando se encuentra en un estado determinado está indicada por la anchura y la profundidad de la “cubeta” o depresión de la línea continua (Holling 1973). La pendiente de la línea

corresponde al grado de perturbación (hacia la izquierda) o de intervención requerido para provocar

la transición al estado siguiente (hacia la derecha).

Recientemente, la atención se ha dirigido a identificar cuando los ecosistemas pueden

recuperarse sin asistencia (de forma “pasiva”), con un mínimo costo y esfuerzo, versus los

casos en que se requieren grandes inversiones y esfuerzos de restauración activa (Holl &

Aide 2010). Cuando la sucesión natural sigue una trayectoria que conduce a un estado

deseable, como por ejemplo, el desarrollo espontáneo de un bosque a partir de una pradera

agrícola abandonada, a través de inmigración de especies desde la vecindad, entonces no es

necesaria una intervención activa. Sin embargo, se requiere restauración activa cuando la

trayectoria de cambio del sistema perturbado no es la deseada, ya sea por razones sociales,

o debido a que el ecosistema se mantiene "atrapado" en un estado degradado, con bajo

valor para la conservación o nulo valor económico (Suding et al. 2004). Algunos

ecosistemas que han sido degradados pueden permanecer abandonados por largo tiempo

(e.g., años o décadas), sin que ocurran cambios perceptibles, es decir fuera del curso de la

sucesión natural, manteniendo la condición degradada. Por ejemplo, una pradera usada

antaño para ganadería, pero que todavía hoy, luego de muchos años sin ganado, ha

permanecido como pradera sin que se establezcan en ella especies del matorral o bosque, o

las grandes áreas de Aysén en los bosques fueron quemados y el terreno pastoreado, sin que

al excluirse el ganado se produzca la recolonización por especies leñosas.

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La forma más efectiva y eficiente en términos ecológicos y económicos de restaurar

ecosistemas es a través de la restauración pasiva, con mínimos niveles de intervención. A

pesar de los recientes avances de la teoría de sucesión ecológica y su uso corriente en las

prácticas de restauración, a veces por desconocimiento del proceso (Walker & del Moral

2003, Walker et al. 2007, Hobbs et al. 2007), la sucesión espontánea de la vegetación no es

considerada una herramienta en muchos proyectos de restauración, donde dominan

innecesariamente planteamientos técnicos o ingenieriles. Para que el tiempo y los recursos

no se malgasten en acciones costosas y que conllevan resultados dudosos, es esencial hacer

evaluaciones experimentales de la capacidad de los ecosistemas de recuperarse sin

asistencia y generar modelos para predecir las trayectorias sucesionales posibles en los

sitios restaurados. Estas evaluaciones permiten orientar la selección de sitios prioritarios

para la restauración en los cuales se puede obtener el óptimo balance entre el costo y el

beneficio de las actividades a realizar, maximizando probabilidad de éxito en el mediano y

largo plazo.

La restauración ecológica en el contexto de otras disciplinas

La restauración ecológica, como su propio nombre lo dice, tiene fuertes vínculos con los

principios y experiencias de la ecología, principalmente con el conocimiento teórico y

empírico de la dinámica e historia de los sistemas ecológicos. Otras disciplinas de esta

ciencia como la ecología del paisaje o la ecología de ecosistemas están muy relacionadas

con la restauración ecológica, ya que pueden ayudar a identificar y elegir los sitios

potenciales para ser restaurados, así como las condiciones y procesos claves a restaurar.

Además, y al igual que otras áreas relacionadas con el cuidado y protección del medio

ambiente, la restauración ecológica está vinculada a las ciencias sociales, económicas,

filosóficas, políticas y jurídicas, los cuales le confieren una dimensión amplia a la disciplina

(Armesto et al. 2007). Todos estos aspectos son tan importantes como los antecedentes

científicos y técnicos sobre el ecosistema perturbado y deben ser integrados en los

proyectos de restauración (Comin et al. 2005). Las ciencias sociales y económicas

generalmente se vinculan a los proyectos de restauración ecológica ayudando a definir las

metas, desde el punto de vista de las condiciones deseadas por la sociedad y los costos y

beneficios económicos y sociales que implica esta tarea. En este contexto, es crucial

integrar las aspiraciones y conocimientos de las comunidades locales, contribuyendo a

reconciliar intereses diversos y compartiendo entre todos los involucrados los costos y

beneficios de los proyectos de restauración ecológica.

Es necesario que los programas de restauración consideren una visión holística, en donde

tanto las necesidades del ecosistema y las necesidades humanas deben ser consideradas en

el diseño e implementación de proyectos de restauración (Lee & Hancock 2011). Sin

embargo, los aspectos socioeconómicos de la restauración muchas veces no son

considerados o reciben menos atención (Aronson et al. 2010, Yin & Zhao 2012, Comin

2010, Weber & Stewart 2009, Egan et al. 2011). Los programas de restauración ecológica

tienen capacidad de incrementar la biodiversidad y la provisión de servicios ecosistémicos

en ambientes degradados, especialmente donde los impactos han sido crónicos. Este

aumento de los servicios ecosistémicos (de producción, regulación y culturales) genera

beneficios directos e indirectos para las comunidades cercanas y para la sociedad en su

conjunto. Actualmente, ha aumentado la conciencia del valor de la restauración ecológica

en términos del incremento potencial de servicios ecosistémicos e inversión en capital

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natural (Aronson et al. 2007). Una evaluación reciente de proyectos de restauración en un

amplio rango de tipos de ecosistemas indican que la restauración ecológica aumenta la

provisión de biodiversidad y servicios ecosistémicos en un 44% y 25% respectivamente

(Rey Benayas et al. 2009). Algunos de los beneficios sociales y económicos que genera la

restauración son el aumento de ingresos y la creación de empleos a través de la producción

de bienes, servicios ambientales y turismo en ecosistemas que se encontraban degradados.

Además, las áreas restauradas pueden constituirse en espacios de recreación, educación y

otros servicios culturales para las comunidades locales.

La ética y filosofía contribuyen a una mayor conciencia pública y privada de las

consecuencias de la degradación ambiental y la forma de combatirla o contenerla. Estas

disciplinas pueden ayudar a decidir el establecimiento de marcos legales, o sociales, que

obliguen o fomenten que empresas o agencias que causen degradación o daño a los

ecosistemas, o quienes se benefician de los ecosistemas en su condición natural, incluyan y

financien proyectos de restauración ecológica y reparación ambiental.

2.2 Sucesión post-incendio

El fuego es uno de los más importantes factores de perturbación en los ecosistemas

templados alrededor del planeta (e.g., Clark and Richard 1996, Kitzberger et al. 1997,

Long et al. 1998), tanto en presencia como en ausencia de sociedades humanas aledañas

(Bond & Wilgen 1996). Si bien existe evidencia de la gran variabilidad e importancia que

los regímenes de incendios naturales tienen en la dinámica de numerosos ecosistemas,

desde las zonas boreales a las mediterráneas (Goldamer 1991; Shlisky et al. 2007), en la

actualidad la distribución global de las actividades humanas ha modificado la incidencia,

intensidad y extensión de los fuegos en todas las regiones del mundo. En algunos casos la

gestión de prevención y combate de incendios, especialmente en zonas pobladas, ha llevado

a una extirpación de este agente perturbador natural, causando efectos negativos sobre la

dinámica de los ecosistemas y su biodiversidad. Sin embargo, en muchos ecosistemas

donde la presencia de fuegos antes del arribo de los seres humanos era escasa o inexistente,

el impacto humano y el desarrollo de las grandes urbes y la sociedad industrial ha

provocado un considerable aumento de la frecuencia de incendios. Incluso en lugares

remotos, o protegidos del impacto humano, como parques naturales, la concurrencia de

visitantes y exploradores puede causar grandes catástrofes debido a que es difícil controlar

los incendios en localidades inaccesibles.

Los impactos del fuego sobre los ecosistemas son diversos y dependen en gran medida de

la historia de episodios de fuego, tanto antes como después de la época de ocupación

humana. Por ejemplo, en ecosistemas dependientes del fuego (e.g., sabanas, bosques de

coníferas boreales) los incendios juegan un papel clave en los procesos físicos y biológicos

de renovación del suelo y regeneración de la vegetación, haciendo más diverso el paisaje e

influyendo positivamente en los ciclos biogeoquímicos (reciclaje de nutrientes) y la

productividad (Flannigan et al. 2003). Sin embargo, en aquellos ecosistemas en que los

incendios históricos no han sido frecuentes, si no que esporádicos, estas perturbaciones

pueden alterar profundamente la comunidad de plantas existente y los ecosistemas,

modificando la proporción de formas de vida de las plantas, reduciendo la biodiversidad a

aquellas especies más resistentes al impacto del fuego, creando condiciones para el

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reemplazo de especies nativas por exóticas, y alterando los patrones sucesionales de

recuperación de la cobertura vegetal (De Bano et al. 1998).

Así también, las especies de plantas responden de forma diferencial al fuego, dependiendo

de sus habilidades para tolerarlo y de los mecanismos de regeneración que posean (Lloret &

Vila 2003). En las especies desprovistas de adaptaciones de resistencia o tolerancia al

fuego, los incendios, incluso cuando su intensidad es baja, pueden causar una alta

mortalidad. Si estas adaptaciones están ausentes en gran parte de las especies que

componen la comunidad, el impacto sobre el ecosistema puede cambiar drásticamente la

dinámica y composición de la vegetación y el resto de la cadena trófica. En estos casos el

mantenimiento de las poblaciones, y la comunidad en general, depende exclusivamente de

la resistencia de las semillas en el suelo, o presentes en las plantas, de la capacidad de

rebrote de las plantas dañadas, y de la recolonización del sitio desde sectores no afectados

(Anderson 1981, Whelan1995). Estos procesos de recolonización pueden tomar tiempos

muy largos en la medida que la capacidad de dispersión de la vegetación a partir de áreas

no quemadas es muy limitada y los suelos han sido erosionados.

Por su parte los ecosistemas con una historia recurrente de incendios naturales, presentan

generalmente especies que son capaces de aprovechar estos eventos de perturbación para

regenerar y expandir sus poblaciones. En estos ecosistemas el fuego ha operado

evolutivamente como un mecanismo de selección sobre especies de plantas y ha promovido

el desarrollo de múltiples formas de regeneración post-fuego (Ford et al. 2000), e incluso en

algunos casos la selección natural habría favorecido a aquellas especies más propensas a

quemarse, creando comunidades dependientes de incendios (Mutch 1970, Chang 1996,

Bond & Keeley 2005).

2.3 Incendios en Chile

En el caso de Chile, existe controversia respecto a los regímenes históricos de fuegos

naturales en diferentes ecosistemas. En la actualidad, las estadísticas oficiales muestran que

sólo el 0,1% de los incendios registrados en los últimos 20 años, desde Chile central a la

Patagonia, podrían estar relacionados con causas naturales (Armesto et al. 2009, Fernández

et al. 2010). Si bien algunos autores postulan que los incendios pudieron ocurrir sin

intervención humana en algunas comunidades mediterráneas y templadas de Chile desde

antes de la llegada del ser humano (Fuentes & Espinoza 1986, Abarzúa & Moreno 2008), la

frecuencia de incendios no parece haber sido suficientemente alta como para promover

adaptaciones de resistencia o tolerancia en la mayoría de las especies de plantas, por lo que

hoy día no existirían, salvo pocas excepciones, ecosistemas dependientes del fuego en Chile

(Montenegro et al. 2004). Por ello, las especies nativas de Chile centro-sur no han

desarrollado adaptaciones especializadas para resistir incendios o regenerar post-incendios

(Armesto et al. 1995), salvo algunas especies que por sus ciclos de vida longevos poseen

mecanismos de resistencia a incendios de baja frecuencia asociados a fenómenos

volcánicos (Donoso 1993, Veblen et al. 1995, Gonzáles & Veblen 2005).

En los ecosistemas de la Patagonia chileno-argentina los incendios forestales están

fuertemente influenciados por la variabilidad climática interanual. Años de mayor actividad

de incendios están usualmente asociados a inviernos secos y veranos cálidos (Veblen et al.

1999). Si bien existen indicios de que esta zona es afectada por incendios desde hace

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milenios, los estudios sugieren que en su mayoría estos incendios estuvieron relacionados

con prácticas de los indígenas que poblaron el lugar y el arribo de los colonizadores

europeos que abrieron tierras para la ganadería, siendo escasos los incendios provocados

por causas naturales (Heusser 1987, 1994). Durante la segunda mitad del siglo XIX,

período coincidente con la colonización europea de la Patagonia, los incendios se volvieron

más recurrentes (Veblen et al. 1999), debido al uso del fuego que hicieron los colonos (Lara

et al. 2003, Armesto et al. 2009). La impenetrable estructura de muchos bosques, con sus

compleja estratificación vertical, y sus largos períodos de rotación hicieron que el bosque

nativo fuera visto como un impedimento para el desarrollo de la agricultura y ganadería, y

por este motivo grandes extensiones de terreno fueron incendiadas, incendios que duraron

meses o años (Sanhueza 2001).

El aumento de la frecuencia de incendios desde el período pre-hispánico al europeo,

sumado a la alta presión de herbivoría por ganado, tienen el potencial de transformar los

paisajes de manera radical, remplazando bosques deciduos centenarios por pampas, estepas

y matorrales de manera irreversible en la medida que las perturbaciones se mantienen

(Tortorelli 1947). Estos matorrales generados post-perturbación poseen algunas especies

arbustivas y herbáceas que rebrotan vigorosamente después incendios, posiblemente sujetas

a fuerte selección por el impacto recurrente del fuego desde la ocupación humana de la

región. Sin embargo, los ecosistemas de bosques deciduos, dominados principalmente por

especies dependientes de regeneración a partir de semillas (e.g., lenga, coihue de

Magallanes), tienen regeneración escasa o nula tras incendios severos, siendo reemplazados

por comunidades de estepa. Durante el siglo XX, la sustitución del bosque, especialmente

de lenga, se vio acelerada en toda la Patagonia producto de los incendios intencionales para

la producción de pasturas (Mermoz et al. 2005, Veblen et al. 2011).

La ocurrencia de fuego en el pasado en Patagonia ha sido atribuido tradicionalmente a

varios mecanismos que incluyen actividad volcánica, clima, cambio vegetacional y

perturbación humana (nativa o europea) durante los últimos 11,500 años (Heusser 1994,

Markgraf and Anderson 1994, Huber et al. 2004, Moreno 2004, Whitlock et al. 2006,

Abarzua and Moreno 2008). Los patrones espaciales y temporales de fuego son altamente

susceptibles a variabilidad climática e impacto humano, los cuales afectan tanto la

frecuencia de ignición como a las características del combustible (biomasa). La

propagación de los fuegos requiere de la combinación de i) un bajo contenido de humedad

del combustible, y ii) una elevada acumulación y continuidad del combustible, además de

una condición climática seca.

Los factores primarios que limitan la ocurrencia de fuegos pueden variar fuertemente a lo

largo de gradientes ambientales (e.g., Kitzberger et al. 1997, Veblen et al. 1999). Por

ejemplo, en Patagonia norte los regímenes de fuego difieren a lo largo del gradiente de

humedad efectiva oeste-este a través de los Andes. Los combustibles leñosos del bosque

lluvioso requieren de periodos de sequias para llegar a quemarse y son controlados por la

humedad del combustible. En contraste, los combustibles finos generados en los ambientes

de estepa son rápidamente desecados y comúnmente son bastante secos como para soportar

fuegos aún durante años húmedos, pero de mucho menor escala. Durante el último siglo, la

frecuencia de fuego y las fuentes de ignición está mucho más vinculadas a la perturbación

humana, en conjunción con las variaciones climáticas.

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Plan de Restauración Parque Nacional Torres del Paine 13

Registros sedimentarios de partículas de carbón fósil muestran que el fuego ha sido un

importante factor de perturbación de los ecosistemas templados de Patagonia a través de

diferentes intervalos de tiempo durante los últimos 15000 años (Heusser, 1995; Huber et al

2004; Markgraf and Anderson, 1994, Villa-Martínez & Moreno 2007). Esto implica que

independiente la influencia actual del ser humano, estos registros muestran que el fuego ha

sido un importante factor de perturbación desde el término de la última glaciación.

Basados en la sincronía de patrones de carbón a escalas de tiempo multimilenial sobre una

extensa región de Fuego-Patagonia, Markgraf and Anderson (1994) postularon que

periodos con alta variabilidad climática constituye un importante factor forzante que puede

incrementar la actividad de fuego. En contraste, Heusser (1994) sugiere como agente de

ignición a los cazadores paleo-indios como causa primaria y propuso el uso de estratigrafías

de carbón como indicadores de presencia humana y como un trazadores de rutas de

migración de cazadores-recolectores prehistóricos. Sin embargo, la escasez de datos

arqueológicos ha impedido determinar si en todos los casos de aumento de actividad de

fuego éste se asocia a ocupaciones humanas. Estudios recientes (Huber et al. 2004;

Whitlock et al. 2007, Power et al. 2008) han dado mayor apoyo a la sugerencia de que el

clima ha sido el principal moderador del fuego en la región patagónica a escala milenial.

2.4 Historia del fuego en Torres del Paine

Los registros de partículas de carbón disponibles en el Parque Nacional Torres del Paine

muestran una clara correspondencia con los estudios regionales de la historia del fuego.

Registros de partículas microscópicas de carbón de pantanos en localizados en las partes

bajas del Parque muestran la siguiente secuencia de eventos. I) Sitio Torres del Paine

(Heusser, 1995) localizado al este del margen oriental de Lago Sarmiento, evidencia

elevada actividad de fuego entre 12800 y 9000 años AP (antes del presente), baja actividad

entre 9000 y 6000 años AP, un incremento sostenido en la actividad de fuego a partir de los

6000 años AP, seguido por fluctuaciones de gran magnitud durante los últimos 3000 años.

II) Vega Ñandú (Villa-Martínez & Moreno 2007), localizado a 9 km al noroeste del sitio de

Heusser, muestra baja actividad de fuego durante todo el registro, pero es notable el

incremento moderado de la actividad entre 10.800-7.000 años AP, y al mismo tiempo un

incremento en las proporciones de elementos arbóreos. Esta fase fue seguida por máximos

de corta duración centrados en 5.700 y 5.200 años AP, y un máximo entre 2.300 y 2.000

años AP. III) Lago Guanaco (Moreno et al. 2009) evidencia elevada actividad de fuego

entre 13.000 y 10.000 años AP, seguido por un descenso de valores que está puntuado por

máximos de carbón entre 3300-2800, 1900-1200 años AP. Las diferencias entre los

registros que provienen del Parque pueden reflejar la existencia de diferencias en los

regímenes de fuego cercanos a cada sitio, o diferencias sitio-específicas en polen fósil,

estratigrafía y control cronológico. Nuevamente, estos registros sugieren que el clima tiene

un rol importante sobre los patrones regionales de la historia del fuego en Patagonia.

Todos los registros que provienen del Parque muestran un incremento pronunciado de la

actividad de fuego durante los últimos 100-200 años. Las reconstrucciones de la historia de

la vegetación (Villa-Martínez & Moreno 2007) sugieren que este último pulso de

incremento de fuego está asociado a una abrupta reducción de las abundancias del

indicador de bosque (polen de Nothofagus) y un incremento del indicador de perturbación

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Plan de Restauración Parque Nacional Torres del Paine 14

humana Rumex y Poáceas (pastos). La aparición de Rumex sugiere que la reducción del

bosque y el incremento del fuego fueron la causa y efecto de una rápida (25-50 años) y

marcada transformación del paisaje debido al establecimiento de colonos en esta área, lo

cual permitió el desarrollo del actual paisaje dominado por estepa y pampas. Así, la

magnitud y rapidez de la pérdida de cobertura de bosques ilustra su vulnerabilidad a una

actividad de fuego recurrente.

3. OBJETIVOS DEL PLAN DE RESTAURACIÓN ECOLOGICA

En el período 1985-2010 se registraron al menos 29 incendios en el Parque Torres del

paine, todos ellos provocados de manera directa por el ser humano, afectando a más de 30

mil hectáreas del área protegida en zonas con vegetación, incluyendo los grandes incendios

de los años 1985 y 2005 (Vidal & Reif 2011).

El último de los grandes incendios se inició en el Parque a fines de diciembre del año 2011,

extendiéndose por alrededor de un mes en su fase más activa, y afectando un total estimado

de 20.057 hectáreas (USNPS, 2012), de las cuales 17.054 están dentro de las fronteras del

Parque (CONAF, 2012). Según datos del INFOR (2012), basados en el catastro de

vegetación del Parque, del total de la superficie incendiada se estima que el 59,7% afectó a

comunidades de estepa patagónica dominada por gramíneas; 28,6% a matorral o estepa

arbustiva; 9,7% a bosque nativo (1.703 ha) y el 1,9% restante a suelos de otros usos.

Este gran incendio, conocido como el incendio Olguín, por el sector donde se inició el

fuego, es considerado como uno de los más devastadores que han ocurrido en la historia del

Parque como área protegida (datos no oficiales, estiman que alrededor de 40 incendios han

ocurrido desde la década de 1960). La magnitud del incendio Olguín no sólo sobresale por

la vasta superficie afectada, sino también por la severidad del incendio, que afectó la

vegetación y los suelos, y porque una amplia superficie (50%) es coincidente con el gran

incendio que afectó al Parque en el año 1985 (USNPS, 2012), por lo que el impacto

destructivo es más fuerte y la capacidad de recuperación del ecosistema en estos sectores

podría ser más baja. Sus efectos sobre el Parque han causado conmoción en los visitantes,

administradores y la comunidad local e internacional, por su impacto sobre la

biodiversidad, los ecosistemas y las actividades turísticas en la zona

En este contexto, el objetivo general de esta propuesta es llevar a cabo un plan de

restauración ecológica del Parque Nacional Torres del Paine, con metas de corto, mediano

y largo plazo, enfocado especialmente a los ecosistemas dañados por el incendio de

diciembre de 2011, pero teniendo en cuenta la historia previa de impacto humano. Durante

los cinco años de ejecución (primera fase) se implementarán las bases, en términos de

infraestructura y capacitación, para avanzar en la restauración de largo plazo de las

comunidades biológicas del Parque. El programa de trabajo de corto plazo incorpora un

levantamiento de información básica (cartografía y censos de vegetación), instalación

ensayos de restauración que permitan guiar las etapas siguientes recuperación de los

ecosistemas dañados, propagación de diversas especies con el propósito de recuperar la

diversidad y, finalmente, diseño un programa de monitoreo de largo plazo de especies de

plantas y animales indicadores de la condición de los ecosistemas del Parque, que permita

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Plan de Restauración Parque Nacional Torres del Paine 15

guiar acciones de reparación y manejo. En el mediano plazo se actualizará el plan de

manejo integrado del Parque en conjunto con la CONAF, para la conservación de la

biodiversidad del Parque y el desarrollo de turismo de intereses especiales, junto con la

prevención de impactos humanos futuros sobre los sistemas ecológicos. Además,

proponemos desarrollar un plan de educación ambiental que permita sensibilizar a la

comunidad con respecto al valor del área protegida y los servicios que prestan los

ecosistemas a la sociedad, principalmente la comunidad vecina al Parque.

4. OBJETIVOS ESPECÍFICOS

Para lograr los objetivos de corto, mediano y largo plazo, proponemos las siguientes tareas

específicas dentro del plan de restauración para los próximos cinco años. Se acompaña un

presupuesto de estas actividades para el período indicado.

1.- Desarrollo de una cartografía actualizada y con mayor resolución del estado actual de

las comunidades del Parque, acompañada de una reconstrucción de ecosistemas del Parque

tomando como base la cartografía de vegetación modificada Pisano (Fig. 8)

2.- Levantamiento de información de base con respecto a la flora y fauna, mediante censos,

parcelas y transectos, que permita verificar las representaciones cartográficas y estimar con

precisión las áreas por tipo de vegetación y prioridad de restauración.

3 – Identificar y precisar la extensión de áreas prioritarias en las que se realizarán las

actividades de restauración, reparación y rehabilitación, además de las áreas con menor

impacto que pueden constituir ecosistemas de referencia para el trabajo

4.- Implementar ensayos de restauración ecológica, rehabilitación, y reparación de los

daños causados por el incendio en áreas prioritarias, que permitan facilitar los procesos de

sucesión, incrementar el conocimiento sobre los ecosistemas del Parque, y responder

preguntas científicas relevantes a las actividades de restauración.

5.- Generar los protocolos para la propagación de una diversidad especies nativas, arbóreas,

arbustivas y herbáceas, con fin de apoyar planes de restauración de la biodiversidad en

áreas dañadas por los incendios recientes, además del manejo y reparación de sectores del

Parque impactados por actividad humana en el futuro, prevención de erosión, o

recuperación de fertilidad de suelos.

6.- Diseñar e implementar un plan de monitoreo ambiental de largo aliento, que permita

evaluar la recuperación de los ecosistemas donde se han realizado trabajos de restauración

o rehabilitación, registrar variables indicadoras del estado de los ecosistemas del Parque, y

estimar las pérdidas o daños por efectos de perturbaciones futuras.

7.- Implementar un programa de educación ambiental que contribuya a robustecer el

conocimiento y valoración de los ecosistemas del Parque por los visitantes, la comunidad

aledaña y la sociedad chilena en general, así como informarlos sobre las amenazas sobre los

ecosistemas del Parque y su biodiversidad.

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Plan de Restauración Parque Nacional Torres del Paine 16

8.- Proponer recomendaciones para un nuevo plan de manejo integrado del Parque

Nacional Torres del Paine, poniendo especial énfasis en la zonificación de las actividades

(e.g., turismo, investigación, monitoreo, restauración, educación), y la protección especial

de las áreas de bosques remanentes no afectados por incendios recientes.

9.- Desarrollar una estrategia de levantamiento de fondos públicos y privados, nacionales e

internacionales, para implementar este plan de restauración.

Figura 3. Mapa de la ubicación espacial del Parque Nacional Torres del Paine en el cono

sur de Sudamerica.

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Plan de Restauración Parque Nacional Torres del Paine 17

5. ÁREA DE ESTUDIO

El Parque Nacional Torres del Paine se ubica en la región de Magallanes al oriente de la

Cordillera de los Andes entre las latitudes 50°37’ y 51°18’ S (Fig. 3). Los vientos

predominantes provienen del norte y noroeste desde el campo de hielo sur hacia el parque.

Las precipitaciones provenientes de los vientos del oeste muestran un marcado gradiente de

oeste a este. Así en sectores cordilleranos húmedos caen cerca de 1.000 mm anuales y en

los valles o tierras bajas del este las lluvias alcanzan 300 mm anuales. Localmente, hay

variaciones con la altitud por la geografía montañosa del Parque (Pisano, 1974).

El Parque Nacional Torres del Paine (PNTdP) fue creado por Decreto Supremo N° 383 del

Ministerio de Agricultura el 13 de Mayo de 1959, con el nombre de Parque Nacional de

Turismo Lago Grey, con una superficie de 4.332 ha. El 5 de Diciembre de 1961 por

Decreto Supremo N° 1050 del Ministerio de Tierras y Colonización, pasa a denominarse

Parque Nacional de Turismo Torres del Paine y amplía su superficie a 24.532 ha. El 30 de

Abril de 1970 por Decreto Supremo N° 148 del Ministerio de Agricultura, incorpora 11.000

ha. Por último, mediante los Decretos Supremos N° 90 y 315, ambos del Ministerio de

Agricultura, se amplía la superficie a la que actualmente gestiona este Parque Nacional, que

es de 242.242 ha. Su ubicación

Actualmente, un Parque Nacional tiene como objetivo primordial “la Preservación de

muestras de ambientes naturales, y de rasgos culturales y escénicos asociados a ellos; la

continuidad de los procesos evolutivos, y, en la medida compatible con lo anterior, la

realización de actividades de educación, investigación o recreación” (Fig. 4) entendiéndose

a su vez como Preservación a “La mantención de la condición original de los recursos

naturales de un área silvestre, reduciendo la intervención humana a un nivel mínimo” (Ley

Nro. 18.362, 1984). Este marco conceptual se usará como referente en la presente

propuesta.

Recreación

Investigación

Educación

PRESERVACIÓNde la

biodiversidadlocal

Figura 4. Marco conceptual de un Parque Nacional, donde la investigación, educación y actividades de recreación deben integrarse de manera equilibrada para promover la preservación de

la biodiversidad.

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Plan de Restauración Parque Nacional Torres del Paine 18

El Parque es conocido por su gran variedad de entornos naturales: montañas (entre las que

destacan el complejo del Cerro Paine, cuya cumbre principal alcanza los 3050 msnm, las

Torres del Paine y los Cuernos del Paine), valles, grandes ríos (como el río Paine), lagos de

origen principalmente glacial (destacando los conocidos como Grey, Pehoé, Nordenskjöld y

Sarmiento) y cobertura de extensos glaciares (Grey, Pingo, Tyndall y Geikie), todos ellos

pertenecientes al Campo de Hielo Patagónico Sur.

Los ecosistemas mejor representados dentro del Parque Nacional Torres del Paine

corresponden a las zonas de Desierto Andino, Glaciares y Nieves eternas, sumando más de

80.000 ha, equivalentes en su conjunto a casi el 40% de la superficie del Parque, mientras

que el 22% corresponde a matorrales (50.042 ha), 19% a bosques (43.959 ha) y 11% a

lagos (24.091 ha).

5.1 Geología

En la Zona Esteparia, el subsuelo está constituido por materiales depositados en el

Terciario; areniscas, arcillas y sobre las cuáles posteriormente se depositaron materiales de

origen glacial y fluvioglacial. También se encuentran depósitos de lava basáltica del

Cuaternario. En la Zona Precordillerana Oriental predominan materiales sedimentarios y

metamórficos, areniscas y pizarras, aunque también hay materiales volcánicos, depositados

en las etapas inferiores del Terciario y en el Cretácico Superior e Inferior. La Cordillera

propiamente tal, está constituida por esquistos del basamento cristalino, felitas, gneiss y

otros, del Paleozoico Inferior o Precámbrico. A su lado occidental se encuentra una franja

de rocas cristalinas del Cretáceo Superior. Por último en la Zona Costera, predomina la

diorita andina y en general las rocas plutónicas del Cretácico. Hacia el oeste y el norte del

Estrecho de Magallanes se encuentran rocas muy antiguas del Paleozoico Superior, donde

se encuentran las mayores reservas de calizas del país. (Plan de manejo PNTDP 1986).

5.2 Clima

La zona afectada se ubica en un clima Oceánico Trasandino (Di Castri & Hajek 1976) con

Degeneración Esteparia (Dfk’c, según definición de Köpen), que se caracteriza por una

marcada disminución de precipitaciones anuales, en dirección sureste, lo que posibilita el

establecimiento de bosques caducifolios hacia el noroeste y la estepa seca hacia el este. La

temperatura media es de 7,2º C, y la precipitación varía entre 400 y 800 mm anuales,

distribuidos durante todo el año, con períodos relativamente más húmedos entre marzo-

abril (c. 30% de la lluvia anual) y más secos entre diciembre-enero (Pisano 1974), con 20%

o menos de la lluvia anual. La zona se caracteriza por un verano con temperaturas

máximas absolutas de 22° C en el mes más cálido (enero) y un invierno relativamente

riguroso, con temperatura mínima media del mes más frío (julio) de -2,5° C. Sin embargo,

se observa una gran homogeneidad térmica, con oscilaciones diarias que no sobrepasan los

20° C, con mínimas de -2,5° C a máximas de 8° C en los meses de invierno, y mínimas de

3° C a máximas de 22° C en verano. Hacia el norte existe cobertura de glaciares y nieves

eternas que se desprenden del campo de Hielo Patagónico Sur.

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Plan de Restauración Parque Nacional Torres del Paine 19

Vientos

Los meses con más viento son los correspondientes a los de primavera y verano,

registrándose el mayor número de días con vientos durante el mes de noviembre. En los

meses de invierno se dan los mínimos mensual, ya que las bajas temperaturas provocan el

enfriamiento de las masas de aire continentales anulando la dinámica atmosférica, que

durante el resto del año explica el movimiento de las masas de aire frío del continente

Antártico y las masas húmedas del suroeste y oeste hacia el territorio patagónico.

Con respecto a la dirección de los vientos, es característica la persistencia del viento de

dirección suroeste y oeste, con una intensidad media de 15 a 20 km/hr. Durante la estación

estival, son frecuentes los temporales de viento, en los cuales la velocidad promedio es de

120 km/h o incluso más. Los vientos del sur son mucho menos frecuentes y los más fríos

por su origen polar y suelen ir acompañados de buen tiempo, mientras que los del oeste y

suroeste son bastantes más templados y húmedos, y suelen estar asociados a perturbaciones

climáticas. Los vientos del noroeste son cálidos e indican tiempo variable.

5.3 Suelos

Los Tipos de suelos presentes en el Parque son: suelos castaños, aluviales, húmedos de

gley, litosólicos y podzólicos (CONAF, 1996). Casi en su totalidad, los suelos presentan

características morfológicas asociadas a procesos fluvioglaciales. Son delgados a

ligeramente profundos (por lo general 30-60 cm), con un buen grado de desarrollo

estructural en la superficie que desaparece en profundidad. Las clases texturales son

moderadamente finas a medias, en todo el perfil. La actividad radical y de porosidad es

abundante en la superficie, disminuyendo gradualmente a través de los horizontes sub-

superficiales. Es frecuente la presencia de una napa freática en movimiento a nivel de los

estratos con granulometría muy gruesa. En las áreas depresivas con cursos de agua es

posible encontrar suelos orgánicos (Vera, 1992).

Los suelos encontrados en los senderos de Torres y Cuernos se caracterizan por tener un

horizonte propio de suelos geológicamente recientes, del orden de los Entisoles. Los suelos

por lo general tienen una profundidad de 30 cm en estepa (suelos delgados), de 60 cm en

matorrales arbustivos (ligeramente profundo), a poco más de un metro en matorrales

arborescentes con ñirres (profundos), a suelos profundos y muy profundos en el caso de los

bosques de lengas y coihues (Mora, 2006)

5.4 Hidrografía

Los sistemas hídricos asociados al Parque Torres del Paine son de naturaleza tan diversa

como los regímenes climáticos que lo conforman, y están asociados a la combinación de

éstos con la fisiografía del terreno. De manera general, la hidrología del parque se puede

dividir en tres categorías asociadas a sectores específicos. Una primera unidad hidrológica

es el sector norte del Parque, dominado por el macizo del Paine y los grandes sistemas

glaciares de los campos de hielo, entre los que destacan el Tyndall, Pingo, Grey y Dickson.

Todos estos glaciares, además de nieves estacionales, alimentan lagos proglaciales y ríos

que fluyen hacia el parque, determinando fuertemente su hidrografía.

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Plan de Restauración Parque Nacional Torres del Paine 20

El régimen hídrico de este sector queda bien ejemplificado por el río Paine (Fig. 5), donde

destaca la gran amplitud anual de los caudales, producto de la regulación que ejercen los

hielos de los glaciares que lo alimentan, con flujos máximos entre enero y febrero y

mínimos en los meses de invierno, producto del congelamiento de las zonas afluentes. La

crecida de caudales en verano es amortiguada por la capacidad de retención de los glaciares

y lagos de la zona, que se manifiesta entre octubre y mayo.

Figura 5. Variación estacional de caudales medios mensuales (Q, en m3 segundo) del río

Paine (Dirección General de Aguas)

Una segunda unidad hidrológica la constituye la zona este del PNTdP, dominada por un

clima con menores precipitaciones anuales y menores elevaciones topográficas, destacando

el Cerro Toro, con 1.400 m s.n.m. Los cuerpos de agua principales en esta zona son lagos y

lagunas, alimentadas con lluvias estacionales, infiltración y escorrentía desde el Cerro Toro.

En esta zona destaca como gran cuerpo de agua el lago Sarmiento.

La Figura 6 muestra las curvas de variación estacional del río Baguales en Cerro Guido,

representativo del régimen hidrológico de esta zona. Se aprecian caudales deprimidos la

mayor parte del año, con una crecida estacional entre los meses de octubre y diciembre

producto del derretimiento del manto de nieve que se acumula anualmente en las zonas de

elevación intermedia y bajas. Este comportamiento prevalece tanto en años secos como

húmedos.

Finalmente, una tercera unidad hidrológica es la zona sur del Parque, que se encuentra

dominada por los grandes ríos (Serrano, Grey, Paine) que fluyen desde la zona norte, pero

también cuenta con sistemas hidrológicos propios, de tipo pluvial, que se originan en la

topografía accidentada de la zona y por la ocurrencia de una mayor fracción de

precipitación líquida. Estos sistemas están asociados a pequeños cauces intermitentes o

perennes, que se conectan con lagunas distribuidas en las inmediaciones de los lagos Toro y

Sarmiento y a lo largo del río Paine, al oriente del río Pehoe.

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Plan de Restauración Parque Nacional Torres del Paine 21

Figura 6. Variación estacional de caudales medios mensuales (Q, en m3 segundo) del río

Baguales

Tabla 1. Estaciones hidrométricas y meteorológicas y ubicación en el Parque Torres del

Paine

Nombre estación Tipo UTM

E

UTM

N

Inicio

registro

Lago Dickson Nivel lago 210174 4361463 1-1-1983

Lago Dickson DCP Meteorológica 210174 4361463 31-12-1984

Lago Paine Nivel lago 224354 4360822 1-5-2009

Lago Paine Meteorológica 224911 4360189 31-5-2009

Cerro Guido Meteorológica 265550 4355808 31-12-1983

Río Paine, Parque Nacional Fluviométrica 233666 4347628 26-2-1985

Río Paine, Laguna Amarga Fluviométrica 233059 4345291 10-1-2006

Lago Sarmiento Meteorológica 239524 4342060 29-2-1964

Río Las Chinas, Cerro Guido Meteorológica 253314 4338281 30-11-2004

Lago Toro, Estancia Paine Nivel lago 223665 4323866 1-1-1988

Lago Toro, Estancia Paine Meteorológica 223665 4323866 31-5-2009

Lago Grey Nivel lago 210741 4329319 1-5-2009

Lago Pehoe Nivel lago 220103 4333520 1-5-2009

Lago Pehoe Meteorológica 220103 4333520 29-2-1964

Río Grey, antes junta Serrano Fluviométrica 219644 4321865 25-10-1981

Torres del Paine Meteorológica 222586 4321857 29-2-1964

Río Serrano, desagüe lago Toro Fluviométrica 223245 4321213 22-5-1986

Río Serrano en desembocadura Meteorológica 213577 4304794 31-12-2006

La Dirección General de Aguas mantiene una red de estaciones en el interior e

inmediaciones del Parque, que miden diversos parámetros de interés, como niveles de lagos

y caudales, calidad química de aguas, y meteorología (Tabla 1, Figura 7-9).

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Plan de Restauración Parque Nacional Torres del Paine 22

Figura 7. Ejemplo estaciones fluviométricas: Río Paine en Parque Nacional (izquierda); río

Serrano antes desagüe lago Toro (derecha).

Figura 8. Estación de nivel de lago y meteorológica Lago Pehoe

Figura 9. Estación meteorológica Torres del Paine

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Plan de Restauración Parque Nacional Torres del Paine 23

5.5 Fauna

Es importante señalar que este informe fue elaborado sobre la base de antecedentes previos

y estudios de la literatura, ya que no hubo un muestreo para evaluar el efecto del incendio

de 2011 sobre la fauna nativa, actualmente sólo existe un censo periódico de guanacos en el

Parque Nacional Torres del Paine y observaciones esporádicas de otras especies (e.g.,

puma, ñandú).

Tomando en cuenta la heterogenidad de ecosistemas del Parque, que incluyen, bosque,

matorral, estepas, pampas y humedales, el Parque Torres del Paine es una de las áreas

protegidas de Chile con mayor diversidad de vertebrados terrestres, incluyendo una

diversidad de carnívoros y herbívoros. Los principales grupos de especies de fauna terrestre

que extienden su distribución a la zona del Parque Torres del Paine son las siguientes:

a) Grandes carnívoros: en este grupo se encuentran especies como el puma (Puma

concolor), ambas especies de zorros (Lycalopex culpaeus y L. griseus) y el chingue

patagónico (Conepatus humboldtii).

b) Herbívoros: en este grupo se encuentran especies como el huemúl (Hippocamelus

bisulcus), el guanaco (Lama guanicoe) y el ñandú (Pterocnemia pennata) y la liebre

exótica, Lepus europaeus, introducida a Chile a fines del siglo XIX (López-Cortéz et al

2007).

c) Roedores: en este grupo se encuentras principalmente especies como : ratón de pie chico

(Loxodontomys micropus), ratón topo valdiviano (Geoxus valdivianus), raton orejudo

amarillento (Phyllotys xanthopygus), ratón olivaceo (Abrothrix olivaceus), ratón lanudo

(Abrothrix longipilis), rata conejo ( Reithrodon auritus), ratón topo cordillerano (Chelemix

macronix), ratón de cola larga (Oligoryzomys longicaudatus), raton de cola larga de

magallanes (Oligoryzomys magellanicus) y ratón de hocico amarillo (Abrothrix

xanthorinus).

d) Aves del dosel: en este grupo se encuentran especies que habitan que se asocian al dosel

de los árboles como el carpintero negro (Campephilus magellanicus), el pitio (Colaptes

pitius), el rayadito (Aphrastura spinicauda), la cachaña (Enicognathus ferrugineus), el

comesebo grande (Pygarrichas albogularis), el fio-fio (Elaenia albiceps), el cometocino

patagónico (Phrygilus patagonicus), el picaflor (Sephaniodes sephaniodes), el carpinterito

(Picoides lignarius), el tordo (Curaeus curaeus), el zorzal (Turdus falcklandii), el diucón

(Xolmis pyrope), el cachudito (Anairetes parulus) y el jilguero (Carduelis barbata).

e) Aves del sotobosque: en este grupo se encuentran especies que habitan el suelo del

bosques y sotobosque como el churrin (Scytalopus magellanicus).

f) Rapaces: el Parque, registra la mayor riqueza de rapaces en Chile con 17 especies (Jaksic

et al. 2002, Tabla 2). En este grupo se encuentran principalmente especies como el condor

(Vultur gryphus), el águila (Geranoaetus melanoleucus) , aguilucho (Buteo polyosoma),

carancho (Polyboro plancus), carancho cordillerano (Phalcoboenus albogularis), tiuque

(Milvago chimango), aguilucho de cola rojiza, cernícalo (Falco sparverius), halcón

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Plan de Restauración Parque Nacional Torres del Paine 24

peregrino (Falco peregrinus), tucúquere (Bubo magellanicus), peuquito (Accipiter bicolor)

y chuncho (Glaucidium nanum) concón (Strix rufipes), y el vari (Circus cinereus)

Tabla 2. Riqueza de rapaces en el Parque Nacional Torres del Paine (datos de Jaksic et al.

2002), Chile. Símbolos, +: presencia permanente, - : ausencia, ?: presencia presunta.

g) Aves de zonas abiertas: en este grupo se encuentran principalmente especies como el

chincol (Zonotricha capensis), la loica (Sturnella loyca), el canastero chico (Asthenes

modesta) y el tijeral (Leptasthenura aegithaloides).

h) Herpetofauna: en este grupo están descritas sólo dos especies de anfibios, el sapo de

cuatro ojos del sur (Pleurodema bufoninum) y Bufo variegatus (Markham 1971).

Especies de fauna por tipo de hábitat

Tanto Jaksic et al (2002), como Johnson et al (1990), señalan que la alta riqueza de rapaces

y mamíferos de Patagonia y del área del parque TDP, se debe principalmente a la gran

diversidad de hábitats existentes, y a que la zona representa el ecotono entre la estepa

patagónica y los bosques de Nothofagus.

a) Fauna de bosques de Nothofagus

Los bosques constituyen principalmente hábitat para la mayoría de las aves del dosel,

además de algunas especies de rapaces como el peuquito, chuncho, concón, aguilucho de

cola rojiza, y tucúquere. Sin embargo estas especies también son frecuentemente vistas en

el ecotono entre el bosque y el matorral. El bosque, es utilizado como sitio de refugio y

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Plan de Restauración Parque Nacional Torres del Paine 25

reproducción por las aves del dosel, especialmente las nidificadoras de cavidades,

incluyendo las que tienen la capacidad de construir sus cavidades en troncos de grandes y

viejos árboles, como el carpintero de Magallanes, pitio y comesebo grande, como aquellas

que utilizan cavidades naturales o abandonadas por otras aves como el rayadito y la

cachaña. También algunas rapaces como el concón, chuncho y tucúquere nidifican y se

alimentan en el bosque. Este hábitat también constituye sitios de reproducción y de

alimentación para el huemúl, el herbívoro nativo de mayor tamaño en Chile y

ocasionalmente es utilizado por grandes carnívoros como el puma y zorros, ,quienes

prefieren hacer sus madrigueras en sitios mas abiertos refugiados entre rocas o cavidades

del suelo.

b) Fauna de los matorrales

Los matorrales constituyen principalmente hábitat para las aves de zonas abiertas y grandes

carnívoros como el puma, zorros y el chingue, además de constituir sitio de vigilancia y de

caza para la mayoría de las rapaces. También habitan grandes herbívoros como el guanaco.

Los matorrales constituyen el hábitat para la mayoría de los roedores, sin embargo, estudios

previos documentan que las capturas de roedores es ligeramente mayor en matorrales que

en bosques, pero en ambos casos, significativamente mayores las capturas en la estepa o

zonas abiertas (Iriarte et al 1990).

c) Fauna de la estepa

La estepa patagónica constituye principalmente hábitat de refugio y de caza para grandes

carnívoros como el puma, los zorros, el chingue y también las aves rapaces. Este hábitat

concentra la población de herbívoros como el guanaco y el ñandú, las que constituyen las

presas principales de los carnívoros de gran tamaño. También es utilizado como sitio de

forrajeo por las aves de matorral y por las rapaces, debido al mayor éxito de captura por la

vulnerabilidad de la zona. Sin embargo la mayoría de ellas sobrevuelan el ecotono entre

bosque y matorral o estepa (Jaksic et al. 2002)

d) Fauna de ambientes lacustres, humedales y turberas

Habitan aves acuáticas no descritas en este informe y los anfibios Pleurodema bufoninum y

Bufo variegatus (Markham 1971), además de frecuentes vuelos del rapaz, vari (Circus

cinereus).

5.6 Vegetación

El gradiente de precipitaciones de oeste a este y el gradiente altitudinal son los factores más

importantes que influyen en la distribución de las comunidades vegetales (Fig. 10).

Consecuentemente la distribución de las comunidades vegetales sigue fielmente este

gradiente. Por ejemplo, en el margen oeste del parque, se encuentran i) turbales del musgo

Sphagnum magellanicum (Fig. 11) y ciprés de la Guaitecas (Pilgerondendron uviferum) en

los valles, ii) bosque siempreverde de coihue de Magallanes (Nothofagus betuloides) y

canelo (Drimys winteri) (Fig. 11), y iii) bosque mixto de coihue y lengas (Nothofagus

pumilio) en las morrenas o cerros cercanos a la cordillera (Fig. 12). Mientras que hacia el

este la vegetación cambia desde bosques deciduos de lenga en las laderas (Figs. 13 y 14) y

de ñirre (Nothofagus antarctica) en las llanuras aluviales (Fig. 13), y finalmente a la Estepa

Patagónica árida de coironales, Festuca gracillima, Stipa brevipes, S. humilis y mata negra,

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Plan de Restauración Parque Nacional Torres del Paine 26

Junellia tridens (Fig. 15) y matorrales de mata barrosa, Mulinum spinosum (Fig. 16). En las

cumbres por sobre el límite altitudinal del bosque aparece una vegetación de baja cobertura,

pero con gran diversidad de especies, el desierto andino de Pisano (1974).

Las comunidades vegetales del parque y su cartografía fueron estudiadas por Pisano (1974)

y desde su publicación se han derivado nuevos mapas, pero elaborados sobre la

clasificación de vegetación de Pisano (Garay y Guineo, 1995; Villa-Martínez y Moreno

2007). El mapa de tipos de vegetación del Parque que mejor se ajusta a lo observado en

terreno es el de Garay y Guineo (1995) (Fig. 10). Las siguientes comunidades vegetales

fueron descritas originalmente por Pisano en su estudio de1974:

Los matorrales preandinos El actual paisaje del parque ha sido generado por el impacto colonizador de principios del

siglo XX. Las reconstrucciones de la vegetación muestran que la distribución de los

bosques en el Parque fue más extensa a la llegada de los colonizadores. El impacto

posterior fue una disminución paulatina de la superficie ocupada por bosques debidas a la

tala y quema indiscriminada para la generación de praderas para uso ganadero hasta el año

1976 (Figs. 13 y 14). Los bosques fueron reemplazados en las laderas por los matorrales

xerófitos preandinos de mata barrosa, Mulinum spinosum, en la mitad este del parque (Roig

et al., 1985) y por el matorral mesófito preandino muy fragmentado con Escallonia rubra y

chaura (Gaultheria mucronata), renuevos de notro (Embothrium coccineum), leñadura

(Maytenus magellanica), y lenga (Nothofagus pumilio) en la mitad mas lluviosa, al oeste

del Parque (Fig. 10). Ambas comunidades de matorrales secundarios en conjunto cubren

actualmente más de la mitad de la superficie del Parque.

Los bosques de Nothofagus

Los bosques en su mayor parte fueron destruidos durante el asentamiento de los colonos.

Remanentes del bosque deciduo de lenga original del Parque se conservan en el valle de

Los Perros (Garay y Guineo, 1995) y del bosque mixto de lenga-coihue y del bosque

siempreverde de coihue de Magallanes y canelo en las cercanías de la cordillera y glaciares

(Fig. 10). El estrato arbustivo de estos bosques es pobre en especies y solo alcanza un mejor

desarrollo en los márgenes del bosque. Las especies más importantes son Berberis ilicifolia,

Ribes magellanicus, Escallonia serrata, E. rubra, Maytenus disticha y Embothrium

coccineum. El estrato herbáceo está dominado por Acaena ovalifolia, Ozmorhiza obtusa,

Cardamine glacialis, y el helecho Blechnum penna-marina, además de varias especies de

geófitas y orquídeas (e.g. Chloraea magellanica, Codonorchis lessonii, Gavilea spp.).

La estepa patagónica

En los valles del sector oriental del parque, donde localmente la evaporación es mayor que

las precipitaciones en los meses de verano, se produce un ambiente árido con una

vegetación de coironales dominados por Festuca gracillima, Stipa brevipes, S. humilis, y

densos matorrales de mata negra (Junellia tridens) y mata barrosa (Mulinum spinosum)

(Figs. 15 y 16).

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Plan de Restauración Parque Nacional Torres del Paine 27

El desierto andino

Esta comunidad se ubica por sobre el límite altitudinal del bosque, tiene baja cobertura y las

especies herbáceas características de las cumbres son numerosas Adesmia salicornioides,

Senecio skottbergii, Hamadryas delfinii, H. magellanica, H. kingii, Nassauvia lagascae,

Nassauvia pygmaea, N. magellanica, N. revoluta, Leucheria leonthopodioides, Perezia

megalantha, Nastanthus spatulatus, Oreopolus glaciales, Tristagma nivale, Bolax

gumífera, Azorella lycopodioides, Epilobium conjugens.

Figura 10. Mapa de la distribución de la vegetación del PNTP de acuerdo a Pisano (1974).

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Plan de Restauración Parque Nacional Torres del Paine 28

Figura 11. Sector puente Negro, turbal de Shagnum magellanicum con ciprés de las Guaitecas y bosque siempreverde de coihue y canelo al fondo.

Figura 12. Morrenas del glaciar Tyndall con bosques mixtos de coihue y lenga.

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Plan de Restauración Parque Nacional Torres del Paine 29

Figura 13. Río Dickson entrando a Lago Paine, bosque de lenga muy fragmentado en las laderas y

bosque de ñirre en el aluvión del valle.

Figura 14. Sector laguna Azul, bosque de lenga en ladera expuesta al sur protegida del viento y

praderas ganaderas de origen antrópico.

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Plan de Restauración Parque Nacional Torres del Paine 30

Figura 15. Coironal de Stipa humilis y matorral de mata negra, Junellia tridens, con cojines

esféricos de mata barrosa, Mulinum spinosum.

Figura 16. Matorral de mata barrosa, Mulinum spinosum y bosque de ñirre.

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6. IMAGEN OBJETIVO

Tal como se estableció en el inicio de este documento, la restauración de ecosistemas

requiere de una caracterización del “ecosistema de referencia”, es decir la condición

original que prevaleció antes de la perturbación. En muchos casos, la reconstrucción del

sistema ecológico precedente al impacto, requiere recurrir a diversas fuentes de

información (censos de vegetación, datos históricos, fotografías, o comunicaciones

personales), en la medida en que se encuentren disponibles. En el caso del gran incendio

Olguín (2011-2012), que afectó 17 mil hectáreas del Parque, es evidente que las

condiciones de suelo, clima y topografía presentan gran variación en el espacio y sabemos

que las comunidades afectadas por el incendio representaban ecosistemas heterogéneos

(Fig. 10), incluyendo bosques, matorrales, estepas, humedales y pampas. Esta

heterogeneidad o mosaico de vegetación del Parque, al ser afectado por el incendio, puede

reconstruirse con una resolución de grano grueso (e.g., 1:50.000) sobre la base de fotos

aéreas y de satélites y mapas de cobertura generados mediante SIG, a diferentes escalas

espaciales. En consecuencia, el mosaico a gran escala de tipos de vegetación existente antes

del incendio puede ser reconstruido, sin mucha dificultad, a partir de la información

disponible, y esta imagen representaría un primer paso para establecer los objetivos

generales del proyecto de restauración.

Un segundo nivel de análisis de la imagen del ecosistema a restaurar requiere de

información más detallada sobre su composición de especies, estructura y distribución, que

proviene usualmente de censos o muestreos cuantitativos de los ecosistemas pre-existentes,

derivados de líneas de base del área afectada. En la composición de especies es importante

integrar todas las especies no leñosas, que en muchas experiencias de reparación ambiental

(e.g., plantaciones de árboles) se omiten por desconocimiento. Para llegar a esta visión en

el caso de los incendios del Parque Torres del Paine carecemos por ahora de información

cuantitativa sobre la diversidad de los ecosistemas presentes. Pisano (1974) presenta uno de

los análisis más completos de la flora y vegetación del Parque, definiendo seis tipos de

comunidades (resumidas en cuatro en la descripción de la vegetación, sección 5.6 de esta

propuesta), con listas detalladas de las especies leñosas, arbustivas y herbáceas presentes.

Pisano presenta también una cartografía gruesa de la vegetación, revisada en la Fig. 10, que

muestra la extensión de las comunidades dentro del área afectada, antecedente importante

para dimensionar los esfuerzos del plan de restauración. Proponemos que esta cartografía

puede servir como base para generar una imagen objetivo en un programa de largo plazo de

restauración de ecosistemas, ya que incluye los sistemas ecológicos más conspicuos del

área en la década de los 70, es decir antes de los extensos incendios que afectaron al Parque

desde la década de los 80 hasta el año 2012. La meta de esta propuesta sería acercarse lo

más posible a esta imagen objetivo, derivada de Pisano, complementada por otras fuentes

de datos sobre los ecosistemas del Parque, y la visión de los guardaparques, lo que junto a

un plan de manejo global de la zona protegida (sección 9) puede estructurar el marco

conceptual del presente trabajo. Es evidente que no será posible tener una visión del

Parque antes del impacto de incendios, los que han sido recurrentes desde las primeras

ocupaciones humana del área, se incrementaron durante la colonización europea, y han

ocurrido también de manera natural antes de la llegada del ser humana a la región. Muchas

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áreas probablemente tienen una historia de incendios de varios siglos (e incluso milenios)

que han moldeado su composición actual de especies y en algunos casos la condición y

estructura de la comunidad presente representa un estado alternativo al original, que ya ha

adquirido persistencia. En relación a la imagen objetivos, se proponen algunos pasos que

nos pueden ayudar a precisar la meta del plan de restauración:

A) Identificar las áreas menos perturbadas que pueden servir como ecosistemas de

referencia

Utilizando la cartografía, se determinarán las áreas más prístinas del Parque, en las cuales

se realizarán censos de biodiversidad en todos sus niveles (desde los genes hasta los

ecosistemas). Además estas áreas funcionarán como reservorios, desde donde se obtendrá

el material genético (e.g., plántulas, semillas, esporas, etc.) necesario para la restauración

de la biodiversidad en otras áreas impactadas por incendios.

B) Definir la meta factible para las áreas prioritarias donde se realizará restauración

ecológica.

En base a la zonificación del Parque y datos de terreno se elegirán las áreas prioritarias para

realizar actividades de restauración ecológica. En base a la definición de ecosistemas de

referencia, las herramientas de trabajo disponibles (cartografía, capacidad de producir

plantas de vivero, resultados de investigación científica), y las diferencias de uso de las

zonas del Parque, se especificarán las metas para cada área a restaurar o rehabilitar.

7. PLAN DE RESTAURACIÓN (2012-2016)

El plan de restauración que se propone en este documento está enfocado principalmente a la

recuperación de las áreas que fueron afectadas por el incendio 2011. Dentro de estas áreas

se proponen medidas tanto de restauración pasiva como activa, considerando los diferentes

tipos de ecosistemas involucrados e impactos diferenciales del incendio (ver Anexo,

Informe Diagnóstico).

En una primera etapa, se mejorará la cartografía existente con una mayor resolución,

para acotar las áreas donde se realizarán las experiencias de restauración y rehabilitación, y

definir las áreas prioritarias. Siguiendo los objetivos, se espera complementar la

información del informe diagnóstico, definiendo el estado actual de degradación de los

ecosistemas, según la metodología ya utilizada previamente, cubriendo un área más extensa

del Parque. Se incluirán en el catastro las áreas que no fueron quemadas y que constituyen

ecosistemas de referencia. De manera paralela, se realizarán ensayos en terreno de

restauración y rehabilitación, dependiendo de las metas que se definan en la imagen

objetivo. También se proponen investigaciones científicas que son necesarias para mejorar

el conocimiento de los ecosistemas y mejorar las técnicas de rehabilitación y restauración,

las especies a utilizar y los ecosistemas de referencia. Finalmente, se explica el plan de

monitoreo de las acciones de restauración y la biodiversidad del Parque.

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7.1. Actualización de la cartografía

Para aplicar la información de terreno que permita establecer un diagnóstico fundado del

impacto real de este incendio, y de otros incendios anteriores, sobre los ecosistemas

involucrados y planificar su recuperación, es imprescindible contar con una adecuada

cartografía que pueda ser enriquecida y actualizada permanentemente. Se propone

desarrollar un sistema de información geográfica para realizar una reconstrucción de los

ecosistemas que existían antes del incendio del 2011 e identificar los tipos de cobertura del

suelo actuales.

La reconstrucción de ecosistemas originales es relevante para establecer la imagen objetivo

de diferentes áreas a restaurar. Para esto se debe trabajar con distintas fuentes de

información, debido a que no existen imágenes aéreas antiguas. Se propone entonces

establecer el trabajo de Pisano (1974) como la base cartográfica original, a lo que se debe

sumar textos y cartografías que describan el Parque previo a los incendios de 1985. Con

esta información, se genera una interpretación cartográfica que permite establecer una

imagen objetivo.

Para cuantificar la superficie actual de las diferentes coberturas del suelo del Parque se

propone trabajar con imágenes aéreas (satelitales y de sobrevuelos) obtenidas posterior al

incendio del 2011, que permitan hacer análisis a una escala espacial adecuada (e.g.,

1:10.000). Para lograr mayor precisión, se debe realizar un trabajo de terreno que permita

evaluar una muestra representativa de la vegetación de los distintos ecosistemas presentes

en el Parque, afectados y no afectados por el incendio. Con esto se puede validar la

interpretación de las imágenes, asignando estados de conservación sobre la base de

severidad del daño producido por el incendio, lo que permite tener un espectro completo de

los distintos estados de los ecosistemas, desde “prístino” hasta “suelo desnudo”. Con esta

información se establece una línea base actual y posteriormente se debe realizar una

actualización cada 5 años, para conocer la dinámica de la sucesión en el tiempo.

A la información de vegetación e incendios se pueden agregar otras capas de información,

como geología, suelos, pendiente, erosividad, entre otros, que permiten generar mapas

temáticos y tener una caracterización biofísica completa, para posteriormente realizar

análisis multicriterio y establecer áreas prioritarias para la restauración.

Se confeccionará un mapa de degradación de suelos asociado a la pérdida de cobertura

vegetacional por efecto de incendio que se incorporará como una capa más de información

en el análisis espacial. El producto serán mapas de erosión del Parque identificando

potencial real de restauración.

Este sistema de información geográfica puede ser complementado con la información que

se obtiene en los distintos estudios y ensayos de restauración que contiene esta propuesta,

de manera de ir generando una base de información espacialmente explícita, donde es

posible identificar las distintas áreas bajo estudio, conociendo detalles de atributos y

resultados.

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7.2. Línea de base sobre suelos, la vegetación y la fauna.

Se propone realizar censos de vegetación mediante transectos y parcelas permanentes, con

varios objetivos: a) ampliar la información sobre el estado de los ecosistemas afectados por

el incendio en un área más extensa que la del informe diagnóstico, b) evaluar la

biodiversidad de las áreas degradadas y áreas remanentes (no incendiadas), con el fin de

perfeccionar la imagen objetivo y las metas de la restauración, c) completar las capas de

información necesarias para la cartografía y verificar en terreno las clasificaciones del

estado de los ecosistemas, y d) ayudar a la priorización de áreas a restaurar o rehabilitar y

acotar su extensión con ayuda de la cartografía. En los sitios de muestreo de la vegetación

se realizará la ccaracterización de hojarasca y se tomarán muestras para estimar el

contenido de nutrientes del suelo (cationes, pH, N, P y C).

7.3. Identificación de áreas prioritarias

La cartografía y la línea de base anteriormente descrita, y la zonación de las áreas de uso

del Parque, nos permitirán generar un mapa de áreas prioritarias a restaurar o rehabilitar en

el corto plazo. Aunque la restauración de los ecosistemas y su biodiversidad son nuestra

meta en el largo plazo, más allá del período de esta propuesta, en algunas áreas del Parque

se puede requerir proyectos de rehabilitación en el corto plazo, con fines de facilitar la

sucesión natural, recuperar el paisaje degradado para el turismo, proteger suelos de la

erosión, incorporar plantas fijadoras de nitrógeno para enriquecer el suelo, o plantaciones

para proteger las comunidades en regeneración de los efectos del viento. Estas metas y

áreas prioritarias se definirán en el primer año del proyecto.

7.4. Implementación de ensayos de restauración y rehabilitación

Para facilitar la estimación del esfuerzo necesario en términos de tiempo, personal e

insumos, se han definido cinco categorías o situaciones que necesitan diferentes acciones

en el terreno para avanzar en el proceso de revegetación.

Tipos de unidades a restaurar según severidad del incendio

En base a los informes BAER (USNPS 2012) y al diagnóstico elaborado por el comité

científico, es posible plantear una clasificación simple del estado actual de la vegetación

post-incendio. Distinguimos operacionalmente cinco categorías:

a) Zonas escasamente perturbadas: Estas son áreas dentro del parque que al menos

visualmente no poseen indicadores de perturbación antropogénica reciente, tales como la

zona del Valle de los Perros. Todos los tipos de ecosistemas dentro del área (incluyendo

bosques de N. pumilio, matorrales de N. antarctica y estepa) poseen sectores con este

estado actual. Estas zonas pueden representar los ecosistemas de referencia del plan de

restauración.

b) Zonas perturbadas con remanentes vivos. Estas zonas corresponden aproximadamente a

las clasificadas como de severidad baja en el informe BAER (USNPS 2012). En estas zonas

pueden existir pequeños parches con individuos vivos (con follaje verde), a veces

parcialmente quemados. Las especies del sotobosque poseen frecuente regeneración

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vegetativa, aunque variable entre especies. En los matorrales de N. antarctica muchos

individuos de esta y otras especies presentan rebrotes vegetativos (Informe diagnóstico,

2012). En zonas de estepa sólo fueron afectadas las partes aéreas de los arbustos y por ende

existe bastante regeneración vegetativa (Ruiz & Doberti 2006). En estos sectores aún existe

sustrato orgánico-mineral remanente, e.g., cobertura de hojarasca, y en algunos casos

vegetación herbácea (Informe técnico de diagnóstico 2012).

c) Zonas perturbadas sin remanentes vivos, con cobertura previa de bosque o matorral. Son

zonas con individuos quemados remanentes en pie y presencia ocasional de troncos en el

suelo. La biomasa leñosa fue incinerada y gran parte del suelo puede haberse perdido. En

general son zonas clasificadas como de severidad alta del incendio por el informe BAER

(USNPS 2012). Las zonas de bosques de N. pumilio no poseen capacidad de regeneración y

pertenecen a esta categoría. En zonas de estepas no se encuentran grandes áreas con esta

condición, debido a que el fuego quemó la vegetación en parches y de manera superficial.

d) Zonas perturbadas, donde sólo existe sustrato rocoso. En estas zonas no existen legados

biológicos o son muy escasos y en la mayoría de la superficie aflora la roca madre.

Corresponden a zonas clasificadas como de alta severidad en el informe BAER (USNPS

2012), donde la vegetación originalmente era escasa.

e) Zonas no afectadas por el incendio de 2011, pero históricamente afectadas por uno o más

incendios. Estas son zonas degradadas por perturbaciones recurrentes y multifactoriales

(pastoreo, quema, habitaciones humanas, tala). Estas representa un área aún no estimada

que podrían ser objeto de estudio en este proyecto, pero no constituyen una prioridad.

Consideraciones generales

La plantación de especies leñosas sobre extensas áreas es una técnica de restauración poco

efectiva y altamente costosa (Parrotta & Engel 2001, Benayas et al. 2008). Dado que la

restauración pasiva ha sido propuesta como una herramienta costo-efectiva (Holl & Aide

2011), este plan de restauración propone como estrategia prioritaria el uso de restauración

pasiva en la mayor parte del territorio afectado en categoría b). Se propone la restauración

activa a pequeña escala en sectores tipo c) de bosque y matorral, además de acciones de

rehabilitación a corto plazo de valor escénico en áreas de alta afluencia de visitantes.

La plantación de pequeños bloques de árboles o arbustos imita el proceso de regeneración

natural conocido como nucleación (Yarranton & Morrison 1974), que ocurre

frecuentemente en áreas abiertas donde hay fuertes limitantes ambientales al reclutamiento

(e.g., vientos, bajas temperaturas, baja productividad, etc.). A través de este proceso, el

primer grupo de vegetación que llega a establecerse, lo hace en parches, en forma de “islas”

de vegetación que coalescen en el tiempo (Fig. 17). Sobre la base de este conocimiento

teórico, proponemos, como una alternativa con alta probabilidad de éxito, la plantación de

especies leñosas en pequeños parches de decenas a unos pocos cientos de metros cuadrados

(Benayas et al. 2008). El costo de realizar y monitorear plantaciones a gran escala con

árboles aislados puede ser alto (Lamb et al. 2005), pero debido a que el área plantada en el

ensayo de nucleación es pequeña, los costos pueden reducirse significativamente.

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Figura 17. Diagrama esquemático de la aproximación de parches o islas de vegetación. Un

área sin cobertura arbórea es plantada con unas pocas “islas” de área acotada. En el tiempo,

las islas pueden expandirse, dispersar semillas a los alrededores y coalescer.

El uso de la técnica de nucleación en la recuperación del Parque puede además

proporcionar una serie de ventajas ecológicas. Estas islas pueden proporcionar hábitats para

una variedad de especies del bosque, como hongos, plantas, invertebrados y vertebrados.

Parches pequeños, o incluso árboles individuales, pueden generar el microclima requerido

para algunas especies de bosques que no regeneran en grandes áreas abiertas (Lovei et al.

2006, Manning et al. 2006). La presencia de estos parches de vegetación en el paisaje puede

estimular la colonización de especies leñosas y animales desde fragmentos de bosques

aledaños, que no han sido perturbados.

De acuerdo a los resultados de Morrison et al. (2010), para que las islas de vegetación

logren re-establecer algunos procesos importantes del ecosistema, como polinización,

dispersión de semillas, control de insectos herbívoros, o formación de suelo, el tamaño de

los bloques debe ser del orden de unos pocos miles de metros cuadrados (e.g., 2500 m2). En

parches mucho menores a este tamaño, de unos pocos cientos de metros cuadrados, la

calidad o fuerza de estos procesos disminuye considerablemente.

Medidas para las zonas tipo b

Se plantean las siguientes acciones en zonas con árboles vivos remanentes:

Usar restauración pasiva, es decir facilitar la regeneración natural, a partir de árboles

semilleros sobrevivientes, parches remanentes con suelo y hojarasca, o matorrales de

bordes de bosques que pueden actuar como nodrizas de la regeneración arbórea. En algunos

casos puede ser necesario cercar las áreas para evitar el impacto de herbívoros y proteger la

vegetación del acceso de visitantes. En zonas de estepa no se proponen medidas de

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restauración activa, dada la evidencia de la regeneración observada en terreno (Informe

diagnóstico).

Medidas para las zonas tipo c

Si bien existen elementos estructurales (árboles quemados en pie, troncos) que pueden

actuar como nodrizas para plántulas, se propone en una primera fase evaluar la función de

los legados biológicos, comparándolo con el éxito de las plántulas generado por estructuras

artificiales (tubos de policarbonato). Para esto, algunas plantas serán protegidas con tubos y

otras se ubicarán aledañas a estructuras protectoras naturales. A ambos tratamiento se les

excluirá de herbívoros tales como guanacos y liebres. Para proteger la plantación y el resto

de la comunidad vegetal a restaurar pasivamente, se plantea establecer exclusiones con

mallas de alambre de aproximadamente 400 m2 (ver detalles de la metodología en Anexo

2)

Medidas para las zonas d

Debido a que estas zonas se encuentran casi en un estado de sucesión primaria (sucesión a

partir de la roca desnuda), no hay suelo ni materia orgánica, por lo que se requiere de

programas de remediación de alto costo, serán consideradas de baja prioridad en el corto

plazo y se realizarán ensayos experimentales para evaluar la posibilidad de recuperarlas

parcialmente. Se propone realizar transplantes de musgos y líquenes especialmente en

hendiduras y orificios de rocas o suelo. También se realizarán trasplantes de individuos de

Gunnera magellanica en hendiduras para enriquecer el sustrato y acelerar la formación de

suelo.

Investigación científica

En términos de estudios científicos consideramos necesario e importante evaluar la

diversidad genética de las principales especies de arbóreas del género Nothofagus y otras

especies que se utilizarán en los experimentos de restauración. Se utilizarán métodos

moleculares (microsatétiles) para evaluar la diversidad genética dentro del parque y la

diferenciación de estas poblaciones con respecto su rango de distribución actual. Se

evaluará el uso de este método molecular para determinar las procedencias de las especies a

propagar e introducir en el Parque. Además se utilizarán los métodos genéticos para

determinar la relación entre el genotipo y la tolerancia fisiológica a las diferentes

condiciones de las áreas donde se realizarán los ensayos de restauración.

Finalmente, se han diseñado algunos experimentos que permitirán responder preguntas

específicas sobre algunos aspectos de los ensayos de restauración y la propagación de

especies a utilizar en los ensayos. Estos experimentos se describen en el Anexo 2.

7.5 Producción y propagación de plantas

La actividad de producción de plantas de calidad se ha concentrado preferentemente en la

zona centro sur de país, para ello se han invertido tiempo y recursos para desarrollar el

actual nivel productivo que se manifiesta en aprox 2,5 millones de hectáreas forestadas

(INFOR 2011). Sin embargo, en la Región de Magallanes existe una baja experiencia en

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38

esta materia, ello queda evidenciado en la superficie total de forestación realizada en 35

años en esta zona, la que alcanza un total de tan sólo 380 hectáreas (CONAF, 2012) con un

promedio anual, para el último decenio, de 24 hectáreas. Esa situación es aún más compleja

debido a que fundamentalmente se ha plantado con coníferas exóticas.

La región dispone de tres viveros forestales operativos: uno pertenece a la Minera Isla

Riesco y dos a CONAF, los cuales se encuentran ubicados en Punta Arenas y en Puerto

Natales (aprox. 100 km del Parque Torres del Paine). Este último vivero se caracteriza por

contar con una producción estimada de 150.000 plantas, accesibilidad y superficie

disponible para eventuales ampliaciones.

Figura 19. Invernaderos vivero de Puerto Natales (40 m de largo x 8 metros de

ancho) de una producción 50.000 plantas cada uno (http://www.mzv.cz/).

En general, el grado de desarrollo de la producción de plantas se considera un proceso que

requiere de conocimiento en tecnologías de producción que permitan la formación de

plantas capaces de adaptarse y crecer en terreno, por ello se deben considerar aspectos

como su genética o lugar de origen del material (OECD, 1974; CTGREF, 1976; Zobel y

Talbert, 1988; AID, 1990, Rutz, 1999, Alia et al., 2005), su conformación fisiológica

(Landis, 1985; Oliet et al., 2006) y morfológica (Duryea, 1985; South, 2000; INN, 2006;

Rodríguez 2008). En términos prácticos el resultado de plantas de calidad se observa

después de cinco años, respuesta que permite modificar los procesos de producción,

especialmente los fisiológicos y morfológicos (Bischler et al., 1998; Mexal, and Landis,

1990; INN, 2006).

De acuerdo a la priorización realizada por el comité técnico, la propuesta considera realizar

acciones de restauración de la vegetación arbórea y arbustiva que fue afectada por el

incendio en zonas tipo b) y c). Se estima que la superficie afectada fue de 3.000 hectáreas,

de las cuales 1.600 ha corresponden a vegetación arbórea, principalmente lenga, y 5.000 ha

a especies arbustivas.

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39

En términos de producción y establecimiento de plantas, y de las complejidades de la

viverización y disponibilidad de recursos (RRHH e infraestructura), se considera como

apropiado para el proyecto una forestación inicial de 100 ha/año y una densidad de

plantación de 2.000 plantas /ha, es decir 200.000 plantas anuales que considera ñirre, lenga,

calafate, notro, entre otras por definir.

Requerimientos en Insumos e Infraestructura

De acuerdo a la capacidad instalada y los compromisos de producción de plantas en la

Región se distinguen tres alternativas, una de las alternativas operacionales que surge es

mejorar la capacidad instalada del vivero de Puerto Natales. Entre las ventajas se encuentra

la experiencia de tres años de producción de plantas de lenga (repique del bosque), se

dispone de una infraestructura para producir 120.000 a 150.000 y, superficie para

eventuales ampliaciones y fundamentalmente se encuentra cercano al parque, facilitando

las operaciones de entrega de plantas y aclimatación de las mismas.

No obstante, esta alternativa requiere realizar inversiones que permitan mejorar la

capacidad actual de producción de plantas, que se basa en el sistema integrado de

producción y establecimiento de plantas, tecnología desarrollada en la Republica Checa.

Las inversiones requeridas y el costo de unidad por plantas ($430) se encuentran detalladas

en el presupuesto. La segunda alternativa y sugerencia apunta a modificar el actual sistema

por métodos desarrollados en la zona centro del país, permitiendo aumentar la capacidad de

producción y no depender externamente para el abastecimiento de insumos. Esta

modificación reduciría la inversión en un 50 % y aumentaría la actual producción en un 25

% (variable según tipo de contenedor a utilizar).

La tercera alternativa de producción, es la adquisición de plantas en viveros establecidos en

otra regiones, por ejemplo en Aysén (Mañihuales) existe un vivero de Forestal Mininco que

tiene amplia experiencia en el tema de producción de plantas, dichas plantas tiene un costo

estimado de $220 (260 cc), se realiza su traslado vía terrestre por Argentina en camiones

adaptados, incrementando el precio de la planta en $10 y $ 20 según volumen

transportado1.

La recuperación de áreas alteradas, requiere de plantas que sean capaces de crecer, y de

técnicas de forestación que faciliten su desarrollo, para ello se asume que existe la

tecnología adecuada que permitan lograr el objetivo para establecer 500 ha. El rendimiento

de plantación se estableció en 300 plantas/jornada (en la Región de Aysén es de 450 a 500

plantas/día).

De acuerdo a nivel de infraestructura y requerimientos para el proceso de producción de

plantas, bajo los supuestos planteados, se requieren para la producción de 1.000.000 de

plantas $429,9 millones y para su forestación $1.067,6 millones, en total $1.496,9 millones

para un periodo de cinco años y, de acuerdo a la estrategia de producción de plantas, esta

podría reducirse en 126,5 millones (ver detalles en el presupuesto), que corresponde a la

inversión necesaria para ampliar la capacidad instalada del vivero de Puerto Natales.

1 Estrategia seguida por PATAGONIA SUR, es decir, compra las plantas a FORESTAL MININCO y las

traslada 10.000 plantas al Parque Torres del Paine.

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40

Desarrollo de protocolos de producción de herbáceas nativas con potencial de uso para

revegetación y control de erosión post incendio.

Se requiere conocer el potencial de uso de semillas de herbáceas nativas o naturalizadas en

el parque para siembra directa post incendio. Esto permitiría un control de erosión más

rápido y efectivo en zonas con niveles de incendio leve y moderado, que pierdan cobertura

vegetacional y que quedan expuestas para potencial erosión eólica. Para esto se evaluará el

estado de conocimiento de especies herbáceas que tengan el potencial de uso para

revegetación inmediata post incendio. Se desarrollarán protocolos de producción y

propagación para pruebas con siembra directa.

7.6 Monitoreo ambiental

Para realizar un monitoreo debemos identificar las variables, tanto bióticas como abióticas

que son importantes para evaluar el estado de los ecosistemas del Parque en respuesta a: 1)

el programa de restauración, 2) el impacto de las perturbaciones y 3) tendencias de cambio

climático. Se propone las instalación de modernas estaciones de monitoreo climática e

hidrológica y la creación de una base de datos sobre las especies terrestres y acuáticas

indicadoras de los cambios en los ecosistemas.

En las zonas sin perturbaciones (tipo a), se plantea realizar monitoreos periódicos de la

vegetación en parcelas permanentes, con el fin de caracterizar los ecosistemas de

referencia.

En las zonas calificadas como tipo b (perturbadas con remanentes vivos), se propone

realizar monitoreos que permitan establecer la recuperación natural de la vegetación

estableciendo parcelas permanentes.

Todos los monitoreos contemplan además censos de vertebrados (aves y mamíferos) y

debieran comenzar durante 2012.

El plan de monitoreo de largo plazo debe incorporar carnívoros como depredadores tope de

la cadena trófica, debido a su alta vulnerabilidad a la alteración del hábitat y su importancia

en el funcionamiento del ecosistema a través del consumo de presas herbívoras, siendo este

un importante servicio ecosistémico de control, particularmente en experiencias de

restauración. Los carnívoros se monitorean a través del uso de cámaras trampas.

Adicionalmente, se propone implementar un programa de monitoreo de rapaces, debido a la

alta diversidad presente en el parque y en el control de poblaciones de herbívoros. Jaksic et

al (2002) propuso las principales características que se debiesen considerar en este plan:

Monitorear en forma estacional las poblaciones de rapaces utilizando transectos de

distancia similar en hábitat de bosque, matorrales y estepa. Se monitoreará tanto en época

reproductiva y no reproductiva y se identificará a las especies residentes de las migratorios

y la frecuencia del uso de los hábitats del Parque. Estos transectos pueden ser recorridos a

pie o caballos y se deben tener binoculares de largo alcance.

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41

Se propone realizar censos anuales de micromamíferos herbívoros mediante capturas con

trampas vivas, en áreas sujetas a los experimentos de restauración (bosques, matorrales y

estepas). Es importante conocer la recuperación de estas poblaciones en áreas restauradas.

También es necesario establecer un programa de censos estacionales de aves para

determinar el uso de los hábitats restituidos y ecosistemas de referencia.

Para el caso de los guanacos, se propone monitorear el movimiento de grupos, mediante el

uso de collares satelitales, de manera de evaluar el impacto que tienen las poblaciones del

Parque sobre los predios aledaños y el uso de los distintos hábitats afectados por el

incendio.

Dinámica de servicios ecosistémicos hídricos

El proceso de restauración ecológica del Parque puede ser visto como un laboratorio a

escala 1:1 sobre la influencia de la cobertura vegetal sobre diversos procesos relacionados

con la provisión de servicios ecosistémicos hídricos, tales como la regulación de caudales

máximos durante tormentas, la intercepción de lluvia y nieve, así como la infiltración y

liberación de caudales base, entre otros. Si bien el régimen hidrológico de los ríos en la

zona afectada por el incendio es primordialmente regulado por los glaciares existentes, las

zonas sur y este del Parque se caracterizan por presentar cuencas de régimen hidrológico

nivo-pluvial, que podría ser susceptible a las variaciones de cobertura vegetal producto de

incendios y de las experiencias de restauración. Es de interés, por lo tanto, monitorear la

evolución de algunos servicios ecosistémicos hídricos claves, para lo cual se plantea un

enfoque de cuencas.

Se propone instrumentar y/o restaurar microcuencas específicas en la zona del refugio

Pehoé, Explora y otras, instalando medidores de caudal para caracterizar el almacenamiento

subterráneo de agua en las cuencas y llevando a cabo campañas de muestreo de parámetros

específicos de calidad de agua, principalmente compuestos orgánicos. En principio se

propone instrumentar tres cuencas, lo que requeriría tres vertederos/medidores de caudal,

seis estaciones meteorológicas y algunos instrumentos adicionales.

Sería conveniente diseñar una estrategia de restauración que considere el concepto de

cuencas pareadas, para realizar estudios longitudinales de evolución de los servicios

hídricos a medida que se desarrolla la vegetación en las áreas restauradas.

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8. EDUCACIÓN AMBIENTAL

Educación y difusión para la conservación

Como ya se ha mencionado en la presente propuesta, uno de los objetivos fundamentales de

la restauración es detener las causas que originaron la degradación de un ecosistema. En el

caso del Parque Nacional Torres del Paine, la causa de la degradación actual tiene un origen

humano (incendio forestal provocado por un turista). Por otra parte, el éxito o fracaso de

cualquier plan de restauración que pretenda iniciar o acelerar la recuperación del

ecosistema degradado, depende del público. En consecuencia, y dado que las personas

forman parte importante del problema, la educación y la difusión deben ser también parte

importante de la solución. Cuando el público es informado e involucrado, es más factible

que las metas de conservación, en este caso específico de restauración, sean alcanzadas

(Jacobson et al. 2006).

El Programa de Difusión de la Ciencia del Instituto de Ecología y Biodiversidad (IEB) tiene

por objetivo estrechar la brecha existente entre la ciencia, desarrollada en los círculos

académicos y la sociedad chilena, generando una relación de cooperación y diálogo que

permita compartir responsabilidades en el cuidado del medio ambiente. Desde el año 2006

a la fecha, hemos realizado una serie de actividades de divulgación científica y educación

ecológica para distintos tipos de públicos (público general, comunidad escolar,

guardaparques, empresas privadas y servicios públicos). Estas actividades las hemos

desarrollado principalmente en cuatro regiones del país (Coquimbo, Metropolitana, Los

Lagos y Magallanes). También trabajamos en la elaboración de libros, material educativo y

otros productos de difusión, como afiches, juegos, calendarios y material audiovisual2.

Considerando la experiencia adquirida en los últimos años y aprovechando la presencia de

parte del equipo e instituciones colaboradoras en la Región de Magallanes, proponemos el

desarrollo de un programa de educación y difusión, en el marco del plan de restauración

ambiental del Parque Nacional Torres del Paine.

Objetivo General

Contribuir al desarrollo de una cultura informada, responsable y sustentable en las áreas

silvestres protegidas, favoreciendo la conservación y restauración del Parque Nacional

Torres del Paine.

Objetivos específicos

a) Dar a conocer la diversidad biológica albergada en el Parque Nacional Torres del

Paine a la comunidad nacional y extranjera, fomentando su valoración y cuidado.

Incentivar la valoración como símbolo de las especies biológicas presentes en la

zona (las más y las menos visibles), teniendo en cuenta que actualmente la

distinción y valoración del parque está basada principalmente en el paisaje

geológico.

2 Más información sobre el Programa de Difusión de la Ciencia del Instituto de Ecología y Biodiversidad

(IEB): http://www.ieb-chile.cl/index.php/main/seccion/115

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b) Promover el entendimiento del público involucrado en temas de ecología,

biogeografía, geología, conservación de la biodiversidad y del patrimonio natural.

c) Incentivar la valoración como símbolo de las especies biológicas presentes en la

zona (las más y las menos visibles), teniendo en cuenta que actualmente la

distinción y valoración del parque está basada principalmente en el paisaje

geológico.

d) Promover un comportamiento responsable por parte de los visitantes en las áreas

silvestres protegidas, haciendo énfasis en el riesgo de incendio y en las pérdidas que

un incendio conlleva.

e) Difundir en diferentes medios de prensa el avance y resultados del plan de

restauración, fomentando el apoyo público para la conservación.

f) Implementar acciones que promuevan el diálogo entre los diferentes sectores de la

sociedad para la protección de la biodiversidad regional.

Público objetivo

De forma preliminar, se identifican 5 grupos objetivo que debieran ser beneficiarios del

programa de educación y difusión: Turistas nacionales y extranjeros, concesionarios, guías

turísticos, comunidad local, servicios públicos y CONAF.

Estos grupos de alguna forma afectan o se ven afectados por el incendio ocurrido en el

Parque Nacional Torres del Paine y su posterior restauración. No obstante, es necesario

contar con más antecedentes para definir el público objetivo, lo cual se realizará durante la

etapa de planificación (ver más adelante).

Las etapas y cronograma de actividades del programa se describen en el Anexo 3.

9. GESTIÓN, USO Y VINCULACIÓN DEL PARQUE NACIONAL TORRES DEL

PAINE

9.1 Gestión del Parque Nacional Torres del Paine (PNTP)

El Plan de Manejo es el documento de gestión del PNTP que busca cumplir los siguientes

objetivos: a) contextualizar, política, técnica y ambientalmente el Parque, definiendo sus

áreas de influencia, su ubicación, los objetivos de creación y decretos respectivos, como

asimismo los cuerpos legales e instrumentos técnicos relacionados a su gestión; b) presentar

los resultados de una línea de base de los recursos biofísicos del parque, entre ellos sus

ecosistemas, vegetación, fauna, geomorfología, además de sus elementos culturales y

paleontológicos, infraestructura y paisaje; c) programar las actividades a ejecutar para el

cumplimiento de los objetivos particulares del Parque, según cada una de sus áreas

temáticas de gestión o Programas de Manejo definidos; y d) definir la estructura u

organigrama del personal para gestionar de mejor manera los programas definidos en la

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etapa anterior, además de la organización del seguimiento y evaluación de las principales

actividades a ejecutar a través de los planes operativos anuales.

En el caso del Parque Nacional Torres del Paine (PNTP), una de las áreas silvestres de

mayor flujo de visitantes en el país, el citado documento desarrolla la metodología estándar

de Núñez (2003) para definir zonas de uso según la valoración de los recursos considerados

en la línea base (Ver Figura de Zonificación del PNTP). De acuerdo a eso un 37% de la

superficie del parque corresponde a la categoría intangible, es decir a áreas naturales que

han recibido un mínimo de alteración por actividades humanas, con ecosistemas únicos y

frágiles, especies de flora y fauna o fenómenos naturales que merecen protección completa

para propósitos científicos o control del medio ambiente. Como zona de uso primitiva se

definió el 47% de la superficie del parque. Estas son áreas naturales con un mínimo de

intervención humana, con ecosistemas únicos, especies de flora y fauna o fenómenos

naturales de valor científico que son relativamente resistentes y que podrían tolerar un

moderado uso público. En el documento del Plan de Manejo se hace notar que según esto,

un 84% de la superficie del parque corresponde a las categorías de mayor protección

posible, es decir territorios donde sólo se permiten actividades de bajo impacto y que se

rigen sólo por objetivos orientados a la preservación y conservación de estos ambientes

naturales. Se debe notar que aun cuando esas cifras son correctas, también el documento

consigna que la mayor proporción de la zona intangible corresponde a desierto andino, es

decir sectores de alta montaña, y glaciares. Por su parte las zonas de uso primitivo son en

gran parte zonas de afloramientos rocosos, cuerpos de agua y la lengua del glaciar Grey. De

esto se puede concluir que las zonas que teóricamente son las de mayor protección son

también las más inaccesibles y por esa razón las que menos perturbaciones relacionadas

con actividades humanas han recibido. La necesidad de una mayor protección por el resto

de las razones aducidas en la definición de estas zonas, como el valor científico de sus

especies de flora y fauna, pasa a ser un criterio subalterno.

Como zona de interés paleontológico se clasifica un 1% de la superficie del parque, que

son aquellas áreas donde se encuentran rasgos históricos, arqueológicos u otras

manifestaciones culturales humanas que se desean preservar, restaurar e interpretar al

público. La zona de recuperación corresponde al 7% de la superficie del parque, la que

tenía que ver principalmente con áreas anteriormente incendiadas (incendios de 1985,

2005). Por esta razón el nuevo incendio de fines de 2011 cambiará necesariamente la

superficie adscrita a esta categoría. Las áreas recientemente quemadas pasan por definición

a ser zonas de recuperación y las actividades de restauración planteadas en este documento

se adscribirán a estas áreas.

En la propuesta de zonificación las zonas de vocación de uso especial y de uso público,

son las que reciben una mayor presión de uso por visitantes. La de uso especial (2% de la

superficie total del parque) corresponde a los caminos principales para vehículos de

transporte de pasajeros y carga al interior del parque, más el camino hacia el sector de lago

Dickson y avanzada de Carabineros de ese sector, que se usa sólo como vía de

abastecimiento. En cuanto a las zonas con vocación de uso público (6% de la superficie

total del parque), los terrenos definidos como de mayor aptitud para ser utilizados para

emplazar obras de infraestructura mayor tales como edificios, caminos, refugios,

corresponden a las áreas asociadas a las muy cotizadas actividades de senderismo, zonas de

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actividades recreativas como bajadas de río y navegación lacustre y otras áreas puntuales

asociadas a intereses especiales. En estas categorías por lo tanto se incluyen las áreas

ocupadas por las principales vías de acceso e interconexión del parque (terrestre y lacustre),

más la totalidad de la superficie ocupada por senderos de acceso a las principales

atracciones naturales de este parque. Los porcentajes resultantes de esta zonificación para

estas dos últimas categorías también inducen a error. Aun cuando representan porcentajes

pequeños y parecieran indicar una baja proporción de la superficie del parque bajo presión

por actividades relacionadas con la visita de turistas, es necesario notar la forma en que se

distribuyen espacialmente estas zonas de uso especial y de uso público (Fig. 19). Estas

zonas por estar asociadas a transporte vehicular, senderismo, hospedaje y navegación, son

por lo tanto naturalmente extendidas y de naturaleza reticular. De esta forma las zonas de

uso público y especial se distribuyen ampliamente al interior del parque vinculándose por

aproximación a la mayoría de los sectores del mismo. Esto representa una amenaza para las

zonas de mayor protección como las intangibles y primitivas que se encuentran atravesadas

o contiguas a las áreas de mayor presión por visitantes y a los peligros asociados a dicha

presión. No hay un ejemplo más evidente de esto que el efecto catastrófico de los

incendios, que se originan en las zonas de uso público y se propagan hacia las zonas de

mayor protección causando el mayor daño en ellas.

La zonificación aquí descrita tiene una directa consecuencia en los programas de gestión

que se desprenden de la caracterización territorial. Esta distribución de las zonas de uso y

los programas de gestión derivados de dicha zonificación estuvieron bajo revisión por parte

de los equipos técnicos de CONAF en los últimos meses del año 2011, antes del incendio

de fines de diciembre de 2011. Esta revisión buscó solucionar algunas incongruencias en

las definiciones obtenidas y evaluar el grado de avance de los programas de gestión

planificados. El resultado de dicha evaluación mostró que el grado de cumplimiento de los

programas era muy bajo y obedecía a una planificación con objetivos muy ambiciosos y

poco realistas. Una recomendación que se sigue de esta apreciación es la necesidad de

plantear metas intermedias más alcanzables

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Fig. 19. Zonificación del Parque Nacional Torres del Paine.

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9.2 Uso Turístico del Parque

Demanda

El mercado turístico en la Región de Magallanes ha sido desarrollado principalmente como

resultado de presiones de demanda, más que de esfuerzos por su planificación, ampliación

de la oferta turística y promoción (Fig. 20). En este sentido, la actividad turística en la

región está estrechamente vinculada al patrimonio natural y los atractivos turísticos

existentes en el Sistema Nacional de Áreas Silvestres Protegidas del Estado (SNASPE),

dentro del cual el Parque Nacional Torres del Paine (PNTP) es lejos el más importante,

precisamente porque la oferta regional está orientada a turismo de naturaleza y aventura.

En términos redondos, la demanda turística en Magallanes (SNASPE como referencia)

creció a una tasa anual lineal de 10,5% para el período, pasando de un ingreso total de

105.778 turistas en 1999 a un total de 284.476 en 2009.

Figura 20. Visitantes al SNASPE en la Región de Magallanes según origen entre los años 1999 y

2010. Fuentes: Vela-Ruiz et al, 2011.

El análisis en detalle del ingreso de visitantes por área silvestre protegida de la Región,

permite señalar que la demanda turística en la región es explicada en más de un 70% por

los atractivos del Parque Nacional Torres del Paine. Si bien el registro de visitantes al

Parque representa solamente un 52,1% del total, el Monumento Natural Cueva del Milodón

representa un 27,1%, pero no cabe duda que estos visitantes son un subconjunto del grupo

de visitantes al Parque Torres del Paine. Restando los visitantes a la Cueva del Milodón

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(para evitar doble contabilización de turistas), el peso relativo del Parque sube a 72,1%

(Vela-Ruiz et al. 2011).

En lo que respecta específicamente a la afluencia de visitantes al PNTP, la Figura

21 permite observar una clara tendencia de expansión de la cantidad de visitantes a lo largo

de todo el periodo graficado. Dicha tendencia sólo presenta caídas en periodos de crisis

financieras de los países emisores de turistas (2002 crisis argentina, 2009 asociada a crisis

financiera internacional del 2007). Así mismo, en los últimos años se observa un aumento

considerable en el número de turistas chilenos visitando el PNTP.

Figura 21. Visita Parque Nacional Torres del Paine por origen, 1999-2010. Fuente: Vela-Ruiz et al.

2011.

En Anexo 4 se detallan la oferta turistica en el parque y sus alrededores.

9.3 Estudio de capacidad de carga

El estudio de la capacidad de carga de las áreas definidas como de uso público está tratada

en un Informe realizado el año 2004 por la Consultora AMBAR, contratado por Euro-Chile

y financiado con recursos de CORFO (AMBAR-EuroChile, 2004).

El objetivo central del estudio de capacidad de carga fue evaluar los impactos generados

por la creciente visitación turística que accede al Parque Nacional Torres del Paine. El

estudio se concentró en las zonas de uso público sistematizando la información disponible

respecto del medio físico, biótico y cultural, en una plataforma digital que identifica 80

sitios de visitas, diferenciados en sitios lineales (caminos vehiculares, senderos peatonales,

senderos ecuestres) y sitios puntuales (zonas de camping, zonas de campamentos,

miradores, zonas de picnic, centros de visitantes, lugares de hospedaje, estacionamiento y

embarcaderos). Para cada sitio de visita se elaboró una ficha informativa de acuerdo a la

clasificación de oferta turística ambiental (COTA). Esta clasificación permite determinar la

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intensidad de uso turístico que estos soportan, lo que en conjunto define la intensidad

general de uso público para el Parque Nacional Torres del Paine.

La clasificación define 4 niveles: a) Clase 1 o Prístina: zonas prístinas casi sin

perturbación y recuperables con base anual, muy baja o nula interacción entre usuarios, alto

grado de naturalidad; b) Clase 2 o Primitiva: ambiente natural poco modificado, impactos

poco perceptibles y la mayoría recuperables con base anual, baja interacción entre usuarios

y una alta oportunidad de aislamiento y soledad; c) Clase 3 o Transicional: ambiente natural

con modificación antrópica, impactos controlados, perceptibles y persistentes, interacción

moderada entre usuarios; d) Clase 4 o Natural perturbada, áreas naturales afectadas por los

usuarios, impactos evidentes y persistentes de año en año, interacción entre los visitantes

moderada a alta. Los resultados de esta clasificación distinguieron 5% como unidades

prístinas, 83% como unidades primitivas, y 12% como unidades en transición y ninguna

en la condición de perturbada. La misma clasificación aplicada a valores promedio tanto del

valor paisajístico como el de endemismo de especies muestra niveles de alta pristinidad;

mientras que el valor biológico, la conservación de los recursos naturales, los recursos

culturales, y la presencia de infraestructura tienen un carácter primitivo o Clase 2, y por lo

tanto en un nivel de presión moderado. En el caso de la infraestructura algunos polígonos

subieron su ponderación al nivel de perturbación por el efecto de la concentración de este

parámetro en algunos sectores del parque. Tanto los impactos ambientales como la

situación de experiencia del visitante en relación a encuentro con otros usuarios es bastante

crítica para un Parque de las dimensiones de Torres del Paine, y se clasifica en un nivel 3 o

de transición. Este factor explicaría la percepción común de un parque cercano al nivel

máximo de su capacidad de carga.

La metodología empleada para determinar la Capacidad de Carga, opera sobre la base de la

combinación de variables ambientales, sociales y de manejo. La capacidad de carga

turística (CCT) entrega una estimación del número de visitantes que pueden disfrutar un

sitio de visita sin poner en riesgo sus recursos. Los resultados de este análisis indicaron que

por lo menos en un tercio de los 80 sitios revisados la capacidad de carga efectiva está

casi igualada con la capacidad de carga real, es decir en una situación cercana a su límite de

tolerancia. Entre las conclusiones del estudio se indica que el uso público posee una

dinámica de impactos de baja intensidad si se considera la situación promedio del parque,

pero que el impacto está concentrado en ciertas áreas del mismo. Por otro lado se concluye

que los peores impactos que el uso público puede generar sobre los ecosistemas del Parque

se concentran en el riesgo de incendios forestales y de contaminación con sustancias

peligrosas. El uso público actuaría además como “punta de lanza”, acelerando procesos

naturales de cambio. Finalmente, se indica que la experiencia del visitante se ve deteriorada

por deficiencias de manejo que impactan visualmente al usuario. Especialmente en los

sitios de visita lineales, donde la falta de apoyo a la visitación o la carencia de medidas que

prevengan, reparen o mitiguen los impactos se hace más evidente.

9.4 Vinculación del Parque con comunidades y territorios locales

El Parque Nacional Torres del Paine ha influenciado claramente los procesos de desarrollo

económico y territorial de la Comuna de Torres del Payne y de la Comuna de Natales,

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ambas comunas que configuran la Provincia de Última Esperanza. A continuación se

presentan algunos antecedentes que permiten respaldar dicha aseveración:

Comuna de Torres del Paine

Torres del Paine es una comuna rural con una extensión territorial del 6.630 km2, en los

cuales se incluye el territorio del PNTP (227.298 has). La Comuna cuenta con un número

de habitantes estimado en 739 en el censo del año 2002, demostrando una fuerte tasa de

crecimiento poblacional de 4,37%, llamativo para la región de Magallanes. Dicho

crecimiento poblacional se ha relacionado con el desarrollo de la actividad turística en el

PNTP, situación que ha cambiado el tradicional predominio de una población vinculada a la

ganadería, por otra vinculada al turismo y los servicios públicos (Ilustre Municipalidad de

Torres del Payne, 2007b).

Hoy en día, la actividad ganadera en esta Comuna ha decrecido desde un 39% de

participación en la fuerza laboral en 1992 hasta un participación aproximada del 30% en

2002 (INE, 2002). La segunda actividad económica en importancia en la actualidad es el

turismo, el cual ha estimulado el crecimiento socio-económico de la Comuna a través de la

inversión privada y de una demanda turística creciente (Ilustre Municipalidad de Torres del

Payne, 2007b). Esta situación se refleja en el aumento de la fuerza de trabajo en turismo,

la cual ha crecido de un 10% en 1992 a un 20% en 2002, y según predicciones podría

alcanzar un 30% en el 2012 (Ilustre Municipalidad de Torres del Payne, 2007b). El

crecimiento de la demanda turística en la Comuna se evidencia en el incremento sostenido

de turistas en el PNTP, los cuales han aumentado desde 20.078 visitantes en el año 1990 a

140.714 en el año 2009.

A pesar del constante crecimiento de la demanda turística, el desarrollo turístico ha

influenciado en una menor proporción a la Comuna de Torres del Payne en comparación a

la Comuna de Natales. Esta menor influencia se ha debido a que la mayoría de los

habitantes de la Comuna han estado vinculados a la actividad ganadera, siendo actores

externos los que inicialmente aprovecharon las oportunidades que el turismo ofrecía para el

desarrollo de negocios. Sin embargo, en la actualidad se evidencia como el turismo está

generando una gran contribución al desarrollo de la Comuna. Esto se observa claramente

en las importantes inversiones que se han desarrollado en el territorio en términos de

desarrollo de infraestructura (construcción de caminos y puentes), en infraestructura

pública y mejora de servicios básicos. Así por ejemplo se ha reparado el aeródromo

comunal, se ha construido la oficina de Aduana en el paso fronterizo Río Guillermo, se ha

creado una oficina de turismo municipal, un museo, biblioteca pública y un telecentro

dirigidos para los habitantes y turistas. A estas inversiones públicas, se suman inversiones

privadas que se han llevado a cabo en un nuevo sector poblado en Serrano al sur del Parque

en terrenos del Ministerio de Bienes Nacionales, el cual se ha orientado para el desarrollo

del turismo (Ilustre Municipalidad de Torres del Payne, 2007b). Este proyecto no ha

dejado de ser controversial, tanto por las inversiones que se han desarrollado en el sector

como por la falta de planificación que ha tenido la construcción en el lugar lo que ha

generado una serie de problemáticas ambientales.

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51

Comuna de Natales

La Comuna de Natales tiene una extensión de 49.924 km2, representando el 40% del

territorio Magallánico. Ésta presenta características disímiles, con territorios

completamente aislados y una zona urbana que es segunda en poblamiento a nivel regional.

Históricamente los habitantes de la Comuna (19.1116 según el Censo 2002), han estado

ligados a la actividad ganadera, a la pesca artesanal y a la minería en Río Turbio en

Argentina, pero en la actualidad es la actividad turística la que dinamiza la economía

comunal. En este sentido, Natales ha sido fuertemente influenciada por el turismo en el

Parque Nacional Torres del Payne (PNTP), y al mismo tiempo se encuentra conectada a

otras 2 áreas protegidas con escaso desarrollo turístico: Parque Nacional Bernardo

O´Higgins (PNBO) y la Reserva Nacional Alacalufes (RNA); las cuales en conjunto cubren

el 90% del territorio comunal.

La relevancia del sector turismo en la Comuna de Natales se evidencia también en la

relevancia que tiene el rubro turístico, existiendo al 2009 diversas organizaciones de

empresarios influenciando en la toma de decisiones y desarrollo del turismo. Entre estas

organizaciones se encontraban: el Consejo Consultivo del PNTP, la Cámara de Turismo de

Última Esperanza, la Cámara de Comercio, Agrupación Pueblo Artesanal, Asociación de

Hostales y Residenciales, Asociación de Guías Locales, Asociación de Guías de Última

Esperanza, Agrupación de Transportistas. Este nivel de organización es de gran relevancia,

ya que tienen gran influencia en la toma de decisiones políticas sobre la gestión turística del

Parque Nacional Torres del Paine. Por ende, son quienes influencian la conservación de

esta Reserva de la Biósfera.

Recomendación respecto al Plan de Manejo

Proponemos que el plan de manejo sea revisado y actualizado en función de los nuevos

antecedentes que se recopilarán durante este proyecto. Parece necesario realizar una nueva

zonificación en base de los recientes impactos de incendio, nuevas áreas de uso público y

nuevas áreas con restricción de acceso a turistas. Es recomendable revaluar la capacidad de

carga de turistas del Parque y diseñar una red de senderos que permitan el rápido

desplazamiento de los guardaparques entre sectores de control. Se requiere implementar

una zona de amortiguación de la Reserva de la Biosfera e involucrar a los vecinos en el

plan de restauración y el diseño del nuevo plan de manejo.

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52

10. PRESUPUESTO

Objetivo

específico

Actividad Costo anual (Miles de $) Total

Actividad Año 1 Año 2 Año 3 Año 4 Año 5

Cartografía Reconstrucción de ecosistemas originales 7.000 0 0 0 0 7.000

Levantamiento de información base de flora 4.500 0 0 0 0 4.500

Procesamiento de información cartográfica

(imágenes y fotografías aéreas)

5.000 0 0 0 0 5.000

Generación de mapas temáticos y cruce de capas

(ecosistemas vs. severidad incendio, entre otros)

2.000 0 0 0 0 2.000

Identificación de áreas prioritarias para

restauración, reparación y rehabilitación

1.500 1.500 0 0 0 3.000

Producción de

Plantas

Construcción e implementación de invernaderos

(capacidad 200.000 plantas)

126.500 0 0 16.000 0 142.500

Operación viveros (producción 200.000

plantas/año)

60.690 60.690 60.690 60.690 60.690 303.450

Plantación (200.000 plantas/año) 213.520 213.520 213.520 213.520 213.520 1.067.600

Estudios de

Restauración

por Ecosistema

Bosques de lenga (1.700 ha quemadas). Estudio

abarcaría una superficie de

139.000 86.500 88.500 88.500 3.500 406.000

Matorrales de N. antárctica (5.000 ha quemadas).

Estudio abarcaría una superficie de

130.000 86.500 88.500 88.500 3.500 397.000

Estepa (10.000 ha quemadas). Estudio abarcaría

una superficie de

10.000 1.000 1.000 1.000 1.000 14.000

Estudios de diversidad genética 20.000 20.000 20.000 0 0 60.000

Evaluación de

Técnicas de

Restauración

Evaluación de época de plantación, hojarasca y

fertilización

27.000 2.000 2.000 2.000 2.000 35.000

Efecto de la herbivoría en la regeneración 0 1.000 1.000 1.000 1.000 4.000

Investigación en Producción de Plantas 0 7.500 7.500 0 0 15.000

Monitoreo Estudios degradación de suelos 10.000 0 0 0 0 10.000

Desarrollo de protocolos de producción de

herbáceas

10.000 6.000 2.000 2.000 2.000 22.000

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Monitoreo y evaluación de la dinámica de

ecosistemas post-incendio

6.000 6.000 6.000 6.000 6.000 30.000

Monitoreo y evaluación de fauna post-incendio 16.000 10.000 10.000 10.000 10.000 56.000

Monitoreo y evaluación de la dinámica de

ambientes no afectados por incendio

4.000 4.000 4.000 4.000 4.000 20.000

Monitoreo y dinámica de servicios ecosistémicos

hídricos

30.000 6.000 6.000 6.000 6.000 54.000

Educación Planificación 35.000 0 0 0 0 35.000

Implementación 0 19.000 19.000 19.000 19.000 76.000

Evaluación 0 0 5.000 0 11.000 16.000

Gastos de

Dirección y

Administración

Director Ejecutivo

Contador

Secretaria

Técnico Base Datos

Relaciones Públicas y Comunicaciones

68.400 68.400 68.400 68.400 68.400 342.000

Comité

Científico

10 personas x 3 reuniones/año 15.000 15.000 15.000 15.000 15.000 75.000

Total 941.110 614.610 618.110 601.610 426.610 3.202.050

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