Planos Semióticos según Juan Acha
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Planos Semióticos según Juan Acha LA OBRA DE ARTE Y SUS POSIBILIDADES
Si en lugar de la percepción visual nos remitimos al criterio comunicativo,
veremos en la estructura formal del objeto tres planos: el semántico, con las
relaciones entre sus figuras y la realidad visible figurada; el sintáctico o
composición, con las relaciones de sus figuras o colores entre sí; el
pragmático, con las relaciones que se dan entre el objeto y el receptor. Los
tres planos existen en todo mensaje o sistema de signos y, por extensión, en
toda recepción o percepción. El crítico ha de poner cuidado, desde luego, en
cada uno de ellos. En la obra de arte, el plano semántico estará en la
subestructura morfológica y el sintáctico en la subestructura del mismo
nombre. El pragmático se centra en los efectos del objeto sobre el sujeto.
Viéndolo bien, estos planos son relacionales y es tarea del receptor establecer
y leer, interpretar y valorar cada uno. Como sabemos, cada época valora de
distinto modo cada uno de los planos.
Los tres planos comunicativos o semióticos tienen mayor aplicación en el
estudio del proceso histórico del arte, ya delineado en el primer capítulo de
este libro. El plano semántico tuvo importancia –dijimos- a partir del
Renacimiento hasta P. Cézanne. Luego vino la acentuación del sintáctico o de
la composición, que el cubismo y los abstraccionismos llevaron al máximo. En
los años sesenta, se enfatizó el pragmático. Surgieron entonces, obras que no
mostraban relaciones con la realidad visible, tampoco poseían composición y,
si tenían materialidad sus formas carecían de importancia visual. Lo importante
estaba en los efectos que producía la obra, tal como lo hizo Duchamp con el
urinario. La actualidad nos dice, además, que muchas obras de arte desisten
de la belleza y del placer. Algunas buscan las olvidadas categorías estéticas o
persiguen nuevas. Los críticos se encontrarán, incluso, con obras que se
limitan a la subestructura activa, como los monocromismos o texturalismos,
cuyos fines son netamente sensoriales.
ACHA, Juan. “Crítica del Arte”, Trillas, México, 1992 pp43 y 44
EL TEXTO, PRODUCTO DE LA CRíTICA
ACCIONES DEL TEXTO CRíTICO
Planos semióticos. Como todo mensaje, la obra de arte contiene tres planos
semióticos: el semántico que relaciona los signos con el mundo significable; el
sintáctico, que cubre las relaciones de los signos entre sí; y el pragmático, que
vincula los signos con los receptores. Muchas tendencias artísticas se
caracterizan, como es sabido, por acentuar un plano más que los otros dos.
Los naturalismos, por ejemplo, se apoyan en el semántico mientras los
abstraccionismos descansan sobre el sintáctico, y los no - objetualismos, como
el conceptualismo, sobre el pragmático. Al variar los significantes con las
tendencias artísticas, varían también las significaciones posibles que el crítico
está obligado a subrayar.
Si la obra de arte exalta el plano semántico, el crítico acentuará en su texto las
significaciones posibles de las singularidades percibidas en las figuras y el
tema, en conexión con la realidad visible. No olvidemos, sin embargo, que este
plano incluye asimismo las formas, colores y materiales que fungen de
símbolos en la sociedad. Como enfrentamos un plano semiótico, resultará
obvio ocuparse de las significaciones particulares. En buena cuenta, aquí el
crítico tiene que ver con los significados de las tendencias figurativas o
icónicas, como los distintos naturalismos y realismos, pasando por los
surrealismos. Será preciso, entonces, subrayar las singularidades naturalistas
o realistas, en el sentido de explicar que las primeras son de naturaleza icónica
y varían con el tema, mientras los realismos implican actitudes, pues giran en
torno a lo trivial y varían el grado de su iconicidad.
Si queremos ser exactos, el crítico responde aquí a la pregunta del gran
público: ¿qué significa la obra? En realidad, exalta la interpretación como lo
característico del plano semántico. Interpretación que -como ya dije-
constituye la médula del consumo artístico y por eso el crítico debe resaltar, en
su texto, las posibilidades hermenéuticas de las figuras y tema. Puede aludir a
la fidelidad visual de las figuras y ensalzar su habilidad mimética. Pero lo más
importante del plano semántico estará siempre en el conjunto de
significaciones que ofrecen las singularidades de los componentes de la obra;
significaciones ajustadas al mundo real o de la realidad visible.
Tengan ustedes presente que estoy analizando una de las partes de la crítica
de arte, que se ocupa -por definición- de las obras recién nacidas y ricas, en lo
posible, de innovaciones. No cabe, por tanto, aludir a significaciones de otras
épocas. Lo cierto es que enfrentamos el desciframiento semiótico de las
singularidades de los componentes. Intervienen, por consiguiente, los
significados vigentes en la sociedad y los posibles, unos y otros relacionados
con nuestros lenguajes visuales o icónicos. Al cualificar después los efectos de
la obra, el crítico cubrirá las significaciones estéticas y las artísticas, esto es,
diferenciará entre sí los efectos de las significaciones.
Respecto al plano sintáctico acentuado, el crítico ha de tener muy en claro que
toda obra con imperante plano semántico posee una composición, en calidad
de contenido de posibles bellezas formales. Muchas de las obras que renuncian
al plano semántico, como los abstraccionismos, exaltan el sintáctico, pero
también hay tendencias artísticas que postulan obras que carecen del plano
sintáctico y se reducen al pragmático; los no -objetualismos, después de todo,
abdican de los atributos materiales de sus soportes físicos.
Si, debido a la obra, el crítico se siente obligado a centrarse en la composición
o plano sintáctico, deberá subrayar los principios ordenadores de espacio y
tiempo a disposición del hombre, con el fin de enseñar a significar las
singularidades en las simetrías y direcciones, los ritmos y proporciones de las
figuras y formas, los materiales y movimientos, las luces y los espacios reales.
Para ello, cualificará las singularidades de la organización total de los
elementos, en términos perceptuales y sensomotores de dinamismo, tales
como serenidad y violencia, armonía o disarmonía, agradable o desagradable.
Después, precisará los alcances estéticos. Ahora el crítico se limitará a las
significaciones de la dinámica compositiva. Pese a ser sintáctico el plano del
cual nos ocupamos, cabe incluir en éste la dinámica de las formas, colores o
materiales, en tanto cada uno de estos componentes o de los otros muestra
una organización interna capaz de fungir de significante.
Al referirse al plano semántico y/o el sintáctico, el crítico tendrá que ver
indefectiblemente los efectos de la obra en el receptor, puesto que las
singularidades siempre destruyen hábitos. Además, toda crítica termina
señalado los efectos estéticos y los artísticos de la obra. Sin embargo, en las
obras de plano pragmático acentuado, el crítico estará forzado a ocuparse de
los efectos conceptuales. Establecerá, entonces, hasta qué punto la obra
criticada contraviene o confirma algunas ideas fundamentales del arte. Ya
hemos manifestado que a partir de 1917, con la obra Fuente de M. Duchamp,
ha devenido inevitable para el crítico de arte enfocar los conceptos básicos del
arte, hoy cuestionados por doquier en el mundo, a causa precisamente de ser
imprescindibles en la base de todo comportamiento estético o artístico. El
crítico señalará, por tanto, toda debilidad y ruptura conceptual de la obra
criticada.
ACHA, Juan. “Crítica del Arte”, Trillas, México 1992, pp101 y ss