Pluralismo y Laicidad

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    Ciudad

    Paz-ando

    Bogot,primersemestrede2011.

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    Pluralismo y laicidad.Estado laico es Estado para todos7

    Fabin Sanabria8

    L

    a repblica laica es de todos, y no de

    los creyentes ni de los ateos. Por eso

    ha de ser confesionalmente neutral yno se afirma en el mismo plano que las di-

    versas opciones espirituales, pues permite

    fundamentar su coexistencia justa.12

    De otro lado se puede llamar clericalis-

    mo a la tendencia consistente en estable-

    cer un poder temporal, con dominacin de la

    esfera pblica, so pretexto de la dimensin

    colectiva de la religin. El anticlericalismo

    1 Artculo publicado originalmente en la seccin econo-ma y sociedad de la revista digital Razn Pblica, el da

    24 de abril de 2011. Ciudad Paz-ando agradece la seccinde los derechos al autor para reproducirlo en su totalidad.

    Consultar sitio web: http://www.razonpublica.com/index.

    php?option=com_content&view=article&id=1985:pluralismo-y-laicidad&catid=20:economia-y-sociedad&Itemid=29

    2 Antroplogo y Doctor en Sociologa de la Escuela de Al-

    tos Estudios en Ciencias Sociales de Pars. Profesor asociado

    de la Facultad de Ciencias Humanas de la Universidad Na-cional de Colombia, donde dirige el Grupo de Estudios de las

    Subjetividades y Creencias Contemporneas -GESCCO.

    atribuido a la laicidad no contribuye a espe-

    cificarla, pues slo es una consecuencia ne-

    gativa del principio positivo que constituye suafianzamiento: unir a todos por lo que eleva a

    cada uno, es decir, la libertad y la autonoma

    de juicio que fortalecen a una comunidad de

    ciudadanos. Si un clero se opone concreta-

    mente a tal exigencia, el anticlericalismo slo

    es la respuesta a tal oposicin. En ningn

    caso se ha de confundir laicidad con hostili-

    dad hacia la religin.

    Desde este punto de vista, la laicidad tras-

    ciende las diversas opciones espirituales, re-cordando a los hombres que la humanidad

    es una, antes de diferenciarse en creencias.

    Es, pues, tambin principio de fraternidad3

    3 Blancarte, Roberto. El por qu de un Estado laico. En:Los retos de la laicidad y la secularizacin en el mundo con-

    temporneo. Colegio de Mxico, Mxico, 2008. pp. 29-46.

    La modernidad implica que seamos ciudadanos libres e iguales, capaces de vivir las diferencias en unidad, respetando

    las opciones de conciencia, sin rehuir el debate de ideas y creencias ni renunciar al derecho a la crtica y a la irona.

    Colombia avanza difcilmente por este camino de libertades, iniciado en la Patria Boba.

    Artculo autorizado: 2011/06/10

    Artculo aprobado: 2011/06/13

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    Estado laico, dilogo y autonoma

    Se ha de anotar que la neutralidad laica no

    significa que el Estado est vaco de valores,

    pues descansa en una eleccin tico-filos-

    fica de principios. Los ideales de libertad e

    igualdad, fundados en los derechos ms uni-

    versales, facilitan una unin que no excluye

    las diferencias, sino que organiza la convi-

    vencia solidaria entre los hombres, capaces

    de vivir a distancia suficiente como para no

    quedar alienados por sus creencias. La lai-

    cidad pone pues de relieve lo que une a los

    hombres antes que cuanto los divide 4.

    Este tipo de fundamento no privilegia unparticularismo, y por eso mismo permite que

    convivan en un cuadro jurdico comn los par-

    ticularismos, proporcionando un espacio de

    dilogo, pero tambin unos valores y un len-

    guaje comunes para inscribir los debates en

    un ambiente y un horizonte de autntica inter-

    comprensin. El peligro no es la expresin de

    las diferencias, sino la alienacin frente a la di-

    ferencia, pues esta puede resultar un calabozo

    donde se olvida la humanidad de los dems.Tampoco se puede reducir el Estado laico

    a un mero cuadro jurdico, pues ha de promo-

    ver lo que fortalece en cada futuro ciudadano:

    la libertad de conciencia. Esta no slo es

    independencia hacia todo tipo de tutela sino,

    ms radical y positivamente, es autonoma, o

    sea, facultad de darse a s mismo sus propios

    pensamientos y normas morales.

    La autonoma ciudadana se construye

    pues en la laicidad, lo que no significa an-ti-religiosidad, sino sencillamente libertad

    frente a todo grupo de presin sea religioso,

    ideolgico o econmico.

    Los fines del ideal laico seran entonces

    cultivar el gusto por un racionalismo crtico,

    4 Ibdem.

    irreducible a un cientificismo ciego. Lucidez

    hacia toda captacin ideolgica, haciendo

    uso de la sospecha crtica que quita a los

    hombres motivos de resistir o de admirar.

    El derecho no puede ser

    confesional

    El derecho no slo debe fundamentarse en la

    tolerancia, sino en el reconocimiento y respe-

    to de la diferencia. La libertad de cada con-

    ciencia no debe depender de una autoridad

    que la tolera, sino que ha de ser afirmada

    como un derecho inscrito en cada individuo.

    Se debe propender entonces por una ticadel reconocimiento entre las personas, basa-

    da en el respeto por el otro y la capacidad de

    dialogar con l excluyendo toda postura de

    agresin y, sabiendo entender el punto de vista

    ajeno. Tal actitud no implica aceptacin u apro-

    bacin ciega de la perspectiva alterna. Respe-

    tar el derecho a creer no lleva a exigir que no

    se pueda criticar una religin o una ideologa.

    Respetar al creyente no implica compartir su

    creencia. El derecho a la irona, a las formasliterarias y artsticas como filosficas, al deba-

    te de ideas y creencias, es importante para la

    salud de la democracia, porque esto impide la

    restauracin de cualquier forma de censura.

    A pesar de sus connotaciones positivas,

    el trmino tolerancia es ambiguo, pero vli-

    do tanto en el campo de la tica como del

    civismo. Etimolgicamente, tolerar es pade-

    cer, o soportar que algo se haga libremente.

    La tolerancia supone una autoridad que hoytolera pero que maana puede no tolerar ya.

    El inconveniente radica evidentemente en

    esta problemtica: la libertad, en vez de ser

    originaria, decae en el estatuto de algo que

    depende de una instancia externa.

    Precisamente es fundamental la distincin

    entre la esfera pblica, que ha de ser de todos

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    y necesita mantenerse a-confesional (neutral);

    y la esfera privada, en la que han de ser to-

    talmente libres las opciones espirituales. No

    se trata de negar la dimensin colectiva de la

    religin, sino de dejar de confundir lo que es

    de algunos con lo que debe ser de todos.

    El pretexto de la dimensin social de la

    religin podra tener como pendiente el pre-

    supuesto de la dimensin social del libre

    pensamiento o del humanismo ateo. Una

    reunin de librepensadores o una misa, son

    fenmenos colectivos, pero jurdicamente

    deben entenderse como actos privados.

    Slo puede ser pblico, en derecho, aquello

    que es verdaderamente de todos y permiteunir sin obligar5.

    Diferencia y reconocimiento

    de la diversidad

    Como en repetidas ocasiones lo subrayara

    Michel Foucault en sus cursos del Colegio de

    Francia, es necesario hacer que lo invisible

    sea visible para que quienes buscan recono-

    cimiento sean vistos y no slo tolerados, sinoque interactuando con otros, stos reconozcan

    la posibilidad de ser interpelados por aquellos.

    Afortunadamente la identidad hoy no es

    ms que una categora abstracta de la que

    se habla cuando se pierden los valores for-

    zados y forzosos que como artculos de fe

    se prescriban para creer. Hoy la identidad,

    como la cultura, se presenta en gerundio,

    es decir, a travs de un quehacer que slo

    cuenta entrelazndose con la sociedad.Resulta bastante deplorable que en un

    pas tan diverso como Colombia, durante 180

    5 Sanabria, Fabin. Fletscher, Constanza. Cuellar, Sebas-

    tin. Diagnstico del contexto y la situacin de la educacin

    religiosa en las escuelas de Bogot, Colombia. En: Hacia

    una educacin religiosa pluralista. Estudio diagnstico dela educacin religiosa en Chile y Colombia, ICER, Bogot y

    Santiago, 2008. pp. 179-190.

    aos no se hubiesen establecido los mbitos

    para construir una nacin plural, y slo hasta

    hace 20 aos se reconociera jurdicamente

    a las comunidades indgenas y afrodescen-

    dientes que a ella pertenecen, puesto que

    antes se las consideraba como menores de

    edad o incapaces de auto-determinarse y,

    por consiguiente, se les privaba de los dere-

    chos que les permitan asociarse o expresar

    libremente sus cultos y creencias, as como

    se les negaba la capacidad de reformarse

    dentro del mundo al cual pertenecan.

    Felizmente, el artculo 70 de la constitu-

    cin de 1991, en uno de sus apartes declara

    que: la cultura en sus diversas manifesta-ciones es el fundamento de la nacionalidad,

    dndole la vuelta a la idea de una unidad

    preexistente a los grupos que integran la na-

    cin, reconociendo y obligando a proteger la

    igualdad y la dignidad de todas las culturas

    que conviven en el pas.

    Conjugar la cultura en plural

    El caso del reconocimiento a las comunida-des indgenas y afrodescendientes que for-

    man parte de la nacin colombiana, es tan

    solo un ejemplo del inminente ejercicio que

    debe realizarse en materia de cultura y res-

    peto por las creencias del otro.

    Es necesario superar las visiones reduc-

    cionistas (tanto conservadoras como su-

    puestamente progresistas) que pretenden

    aislar a dicha nocin, protegindola del mes-

    tizaje y la hibridacin, en aras de esencialis-mos que en modo alguno se sostienen en el

    mundo contemporneo.

    Del mismo modo que hay muchas formas

    de ser, hay igualmente indefinidas maneras

    de expresar los modos de sentir, pensar y

    actuar de un individuo o grupo de individuos.

    Conjugar la cultura en plural implica promo-

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    ver la libertad para que una persona pueda

    expresarse y darse a conocer, as como iden-

    tificarse sin ser marginada por ello.

    Asimismo todo pluralismo implica generar

    una promocin para que cada individuo pue-

    da elegir los elementos de identidad que le son

    propios frente a los contenidos de su cultura.

    En Colombia vale la pena preguntarse por

    el tipo de sociedad y relaciones sociales que

    culturalmente hemos forjado. Porque no basta

    con la valoracin de las artes y las letras, ni

    con la reivindicacin y patrocinio de las cultu-

    ras populares, si los elementos elitistas e infor-

    males, as como la diversidad religiosa no se

    conjugan en un mbito laico de convivencia.Un diagnstico bastante acertado, circuns-

    crito a condiciones histricas que deben ser ri-

    gurosamente analizadas, nos muestra un pro-

    fundo desajuste entre lo que establece la ley

    (deber ser), lo que se dice que se hace (la mo-

    ral), y lo que en realidad se practica (la cultura).

    Si bien es cierto que en la mayora de so-

    ciedades no existe un equilibrio entre estas

    tres dimensiones, para el caso colombiano

    es conveniente tratar de armonizarlas puesactualmente se presenta un abismo entre

    ellas, recreando mbitos capaces de permitir

    a nuestros ciudadanos una correcta insercin

    en otros registros y horizontes culturales.

    Porque el mundo se ha urbanizado y es

    indispensable convivir con ello, correspon-

    de saber que a grandes y medianas esca-

    las conviven la ciudad mundial, con todas

    sus promesas de desarrollo tecnolgico y

    conectividad, con la ciudad mundo, satu-rada de contradicciones e inequidades so-

    ciales que obligan a multitud de individuos

    a desplazarse por razones de la injusticia, la

    pobreza o la guerra6.

    6 Aug, Marc. Por una antropologa de la movilidad, Ed.

    Gedisa, Barcelona, 2007.

    Esas contradicciones globales se han

    multiplicado geomtricamente en Colombia

    y es necesario prepararse para enfrentarlas,

    sin perder de vista la nocin aristotlica de

    vida buena que desafortunadamente pare-

    ciera reservada a unos pocos privilegiados

    de la sociedad.

    Identidad colectiva vs educacin

    pluralista?

    Para entender ese doble reconocimiento del

    otro que contienen las nociones de pluralis-

    mo y laicidad, se ha de tener en cuenta la

    objecin corriente que suele referirse a la no-

    cin controvertida de identidad colectiva,

    concentrndonos particularmente en el cam-

    po de la educacin.Al ideal laico, muchos oponen la impor-

    tancia de los factores colectivos de la iden-

    tidad. Para contestar a esa objecin, es ne-

    cesario recordar la ambigedad de la nocin

    de cultura, y subrayar el problema jurdico y

    filosfico de la eleccin del tipo de sujeto que

    se ha de reconocer en los procesos de trans-

    misin de modos de sentir, pensar y actuar:

    el individuo o el grupo?

    El aprendizaje del pluralismo implica nu-merosas etapas de mejora de un dato bruto

    por un trabajo de re-apropiacin distanciado.

    Coincide esencialmente con la libertad: liber-

    tad de examinar y de juzgar, sin servidumbre

    hacia la tradicin, ni ante cualquier autoridad

    que pretenda imponerse por s misma. Esta

    educacin debe ser principio de movimiento

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    y conducir a veces a criticar tal o cual rasgo

    de las culturas tradicionales.

    Una mujer musulmana que, gracias a

    una educacin pluralista no quiere velarse la

    cara, no traiciona su cultura sino que da a

    entender su libertad de escoger lo que le pa-

    rece legtimo, distancindose de lo que no.

    Una mujer cristiana que lucha por la igual-

    dad poltica o religiosa estricta, con respecto

    a los hombres, hace lo mismo. La educacin

    pluralista no puede imponer un mensaje un-

    voco, sino proponer los instrumentos para

    la autonoma de juicio, y la cultura que le da

    sus hitos, sus marcas. El racionalismo que

    promueve requiere suscitar simultneamenteel gusto por la veracidad, la modalidad argu-

    mentada del dilogo, y la atencin al signifi-

    cado de los actos y de las obras.

    La prueba ms difcil:

    Cmo ensear la religin?

    Se ha de recordar que estudiar los hechos re-

    ligiosos de manera pluralista en ningn caso

    puede confundirse con el adoctrinamientoque se hara tomando como pretexto la finali-

    dad informativa. Entonces, no puede tratarse

    de un curso de religin ni de educacin reli-

    giosa, a lo menos en el horario comn.

    Y si se ofrece un curso de religin a los

    que quieren, el carcter opcional ha de ser

    bien claro y explcito, lo que hace posible

    una libre peticin positiva. En toda consti-

    tucin democrtica se menciona el derecho

    a la discrecin para las opciones religiosaso espirituales de los ciudadanos. De modo

    que la obligacin impuesta a los estudiantes

    de tener que asistir a un curso de religin,

    incluido en un horario comn, es ilegtima y

    anticonstitucional.

    Otro problema es el del conocimiento dis-

    tanciado, es decir ilustrado de los hechos

    religiosos, los cuales se pueden considerar

    como parte de la cultura, lo mismo que los

    datos de la mitologa que pertenecen al patri-

    monio comn de la humanidad.

    Bien claro est que la escuela laica no ha

    de ignorarlos, ni de tener actitud oscurantista

    hacia ellos. Para un laicista, todo conocimien-

    to es vlido si no es una creencia disfrazada

    o una manera hipcrita de presentar como

    dato objetivo una insinuacin confesional.

    El conocimiento distanciado supone un

    mnimo de exterioridad entre el objeto estu-

    diado y el punto de vista desde donde se es-

    tudia. Lo que excluye que no se pueda con-

    fundir un curso sobre los hechos religiososcon un curso de religin.

    En qu puede consistir entonces el estu-

    dio de los hechos religiosos en la educacin

    pluralista? La exigencia de conocimiento ilus-

    trado excluye tanto el proselitismo religioso,

    escondido o abierto, como la denuncia que

    atestigua postura de atesmo militante.

    No se ha de imponer una creencia con

    el pretexto de la continuidad cultural, ni

    tampoco denunciarla con el pretexto de ladimensin liberadora de la sospecha crti-

    ca. La dificultad consiste en mencionar la

    existencia de las dos posturas en un modo

    bastante distanciado como para hacerlas

    conocer sin favorecer clandestinamente la

    que se prefiere personalmente: aqu se bos-

    queja el ideal regulador de la escuela lai-

    ca, y tambin su honor fundamental.

    Un Estado democrtico y preocupado

    de la unidad del pueblo debe tomar comobase la libertad y la igualdad para formular

    una educacin laica explcita, incluyendo

    por ejemplo lo que se llama en la repblica

    francesa el devoir de rserve (deber de dis-

    crecin) para los que ejercen oficios que re-

    presentan delegacin de responsabilidad de

    parte de la comunidad poltica.

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    Esta discrecin tica y jurdica, se vincula

    ms ampliamente con la laicizacin del dere-

    cho en casos sensibles como el de la sexua-

    lidad, el tema del matrimonio y de las formas

    de relacin libremente consentidas, el de la

    interrupcin voluntaria del embarazo. No se

    trata ya, en estos casos, de imponer un mo-

    delo particular, sino de reconocer a todo in-

    dividuo el derecho de escoger sus propias

    normas de vida en cuanto stas respeten la

    ley comn que organiza la coexistencia de

    las mismas libertades para todos.

    Es necesario recordar aqu la distincin

    kantiana entre el uso de la razn dentro de las

    exigencias de un oficio sometido a una ley co-mn, y su uso pblico en el rea de la libre dis-

    cusin y elaboracin de dicha ley: en el primer

    caso se ha de callar la preferencia personal; en

    el segundo, puede manifestarse libremente.

    Claro, para un profesor cuyo oficio es pro-

    mover justamente la capacidad de juicio, la

    discrecin o reserva tampoco puede signifi-

    car relativismo o nivelacin artificial de todas

    las ideas o visiones del mundo: la dificultad

    efectiva consiste entonces en trazar un cami-no que no sea ni de proselitismo ni de relati-

    vismo abstracto.

    Qu objeto de estudio se ha de definir

    entonces pensando, por ejemplo, en el es-

    tudio de las religiones de manera pluralista?

    Estudiar los dos testamentos de la Biblia o

    el Corn? Estudiar las obras culturales ins-

    piradas por la religin, pero sin imponer una

    opinin sobre las creencias de referencia?

    Recordar los hechos histricos vinculadoscon la institucionalizacin de las religiones;

    por una parte la Inquisicin, las cruzadas, el

    index librorum prohibitorum, la tragedia de los

    conversos; y por otra parte las protestas de

    Fray Bartolom de las Casas contra los crme-

    nes de los conquistadores, o tambin el movi-

    miento latinoamericano de la Teologa de la li-

    beracin? Hacer reflexionar sobre la relacin

    complicada entre los ideales y las realidades

    que se refieren a ellos? Este interrogante est

    vigente en un campo ms amplio, pues pue-

    de aplicarse tambin a los ideales polticos y

    sociales. En tiempos en los que se habla a

    menudo de desencanto y de crisis de ideales,

    quizs sea necesario plantear el problema de

    manera provocadora.Poner de relieve el sentido cultural y est-

    tico de las obras sin someter a los alumnos

    a las creencias que las inspiran, ni tampoco

    callarlas, es una exigencia esencial de toda

    laicidad, lo cual cumple con el papel general

    de una educacin emancipadora, concebi-

    da no como un aparato ideolgico o cleri-

    cal, sino como un lugar donde la sociedad

    civil ha de ponerse a distancia de s misma,

    proporcionando a todos la cultura y el saberilustrado que permita pensar el sentido y ele-

    gir los valores que una nacin quiere edificar

    como principios de autonoma y libertad .7

    He ah algunos de los elementos que

    por defecto en la poca de la Patria Boba,

    nuestros ilustres prceres no alcanzaron a

    meditar: Cun grato resultara que 200 aos

    despus los retomemos, en calidad de pila-

    res constitutivos de una Promesa Democrti-

    ca, para expresar de otro modo aquello quesigue siendo un grito de independencia!

    7 Sanabria, Fabin. Fletscher, Constanza. Percepciones

    sobre educacin religiosa pluralista en actores sociales deBogot. En: Hacia una educacin religiosa pluralista, Op.

    cit., pp. 191-202.