Poder Rural y Estructura Social. Colchagua, 1760-1860

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    SERIE MONOGRAFAS HISTRICAS N 17

    Juan Cceres Muoz

    PODER RURAL Y ESTRUCTURA SOCIAL.

    COLCHAGUA, 1760-1860La construccin del Estado y la ciudadana desde la regin

    INSTITUTO DE HISTORIA

    PONTIFICIA UNIVERSIDAD CATLICA DE VALPARASO

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    Imagen de Portada:"La chingana", Atlas de Claudio Gay.

    Juan Cceres MuozInstituto de Historia

    Paseo Valle 396, Via del MarFono (32) 227 4441 - Fax (32) 227 4450

    Ponticia Universidad Catlica de Valparaso

    Monografa Histrica N 17, 2005

    Inscripcin N 160.500ISBN: 978-956-17-0392-6Derechos Reservados

    Diseo Grco: Guido Olivares S.Asistente de Diseo: Mauricio Guerra P.

    Diagramacin: Camila Escudero R.Correccin de Estilo: lvaro Sofa S.

    Correccin de Pruebas: Osvaldo Oliva P.

    Ediciones Universitarias de Valparaso

    Ponticia Universidad Catlica de Valparaso

    Doce de Febrero 187 - Casilla Postal 1415 - Valparaso - ChileFono (32) 227 3086 - Fax (32) 227 3429

    Correo electrnico: [email protected]

    Impresos Libra, Valparaso

    ENERO, 2007

    HECHO EN CHILE

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    A Tatiana, Mara Carolina y Camilo

    A mi Madre

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    NDICE

    PRLOGO ........................................................................................................................... 9

    ABREVIATURAS ................................................................................................................. 21

    PESOS Y MEDIDAS ............................................................................................................ 21

    INTRODUCCIN ................................................................................................................ 25

    CAPTULO PRIMERO. CONTEXTUALIZANDO A COLCHAGUA:DEL SIGLO XVIII AL SIGLO XIX ................................................................................... 35

    CAPTULO SEGUNDO. LOS HACENDADOS Y LOS FUNDAMENTOSECONMICOS DEL PODER ............................................................................................ 49

    FAMILIAS DE HACENDADOS Y ESTRATEGIAS DE ADQUISICIN DE TIERRA.. 49

    LAS CONSECUENCIAS ECONMICAS DE LA VORACIDAD DE LOSHACENDADOS. PRODUCCIN DE LAS HACIENDAS: GANADO Y TRIGO ......... 57

    CONSECUENCIAS ECONMICAS DE LA INDEPENDENCIA Y LARECUPERACIN DE LAS HACIENDAS EN EL SIGLO XIX ...................................... 63

    CAPTULO TERCERO. LOS COMERCIANTES Y LOS FUNDAMENTOSECONMICOS DEL PODER ............................................................................................ 69

    ORIGEN Y ACUMULACIN DE LOS COMERCIANTES DE COLCHAGUA............ 69

    LA DINMICA CAPITALISTA Y LOS CIRCUITOS COMERCIALES:TRIGOS Y SUBDERIVADOS ........................................................................................... 74

    DE PRSTAMISTAS A DUEOS DE LA TIERRA ......................................................... 79

    A. EL PRSTAMO.......................................................................................................... 79

    B. TIERRAS .................................................................................................................... 82

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    CAPTULO CUARTO. REDES SOCIALES, PARENTELA Y CLIENTELA:LAS ESTRATEGIAS SOCIALES DE LA ELITE COLCHAGINA ............................ 87

    LA CONSTRUCCIN DE UNA IMAGEN..................................................................... 87

    ESTRATEGIAS MATRIMONIALES Y CONFORMACIN DE REDES SOCIALES . 90

    CAPTULO QUINTO. LA TRAYECTORIA DEL PODER LOCAL:NOTABLES Y DOMINACIN POLTICA ...................................................................... 103

    INDEPENDENCIA Y TIEMPO DE INTOLERANCIA:TRANSFORMACIONES POLTICAS EN EL SIGLO XIX ......................................... 110

    LA LUCHA POR DEFENDER LOS INTERESES LOCALES:CONFLICTOS E INTERESES DE LA ELITE............................................................... 116

    CAPTULO SEXTO. ESTADO NACIONAL, CIUDADANA Y PODER REGIONAL.PRCTICAS ELECTORALES Y GUARDIAS CVICAS ............................................. 123

    CIUDADANA Y PRCTICAS ELECTORALES.......................................................... 123

    ELECCIONES Y GUARDIA NACIONAL...................................................................... 133

    CAPTULO SPTIMO. LOS CONTROLES SOBRE LA POBLACIN...................... 139

    LOS CONTROLES ECONMICOS SOBRE LA POBLACIN................................... 139

    EL MONOPOLIO DE LA TIERRA Y EL AGUA............................................................ 139

    LOS CONTROLES SOBRE LOS CAMINOS Y LOS OBSTCULOS ALCRECIMIENTO LOCAL ................................................................................................. 144

    A. LOS CAMINOS: UNA REALIDAD COLONIAL EN EL SIGLO XIX................. 144

    B. POBREZA PROVINCIANA Y RESISTENCIA LOCAL........................................ 146

    C. RESISTENCIA Y ABUSO DEL PODER LOCAL.................................................. 149

    LOS CONTROLES SOBRE LAS FINANZAS Y LOS SUJETOS TRIBUTARIOS ...... 152

    CAPTULO OCTAVO. LOS CONTROLES SOCIALES Y EL DISCIPLINAMIENTODE LA POBLACIN DE COLCHAGUA ......................................................................... 159

    CONCLUSIONES ................................................................................................................ 171

    ANEXOS ................................................................................................................................ 175

    FUENTES Y BIBLIOGRAFA ........................................................................................... 199

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    Porqu puede ser importante escribir un libro sobre Colchagua? No hayrespuestas sin el conocimiento de un propsito. Pero, a la vez, no hay prop-sitos sin tener previamente una idea, un inters, incluso una causa. El autordel libro seala que ste analiza la ciudadana, la construccin del Estado ya su artce, la elite chilena del siglo XIX, pero que su atencin se centra enlas elites provincianas, en particular la provincia de Colchagua, localidad delvalle central chileno. Agrega que esta provincia y su territorio resultan id-neos para un estudio como el que se presenta debido a que se trata de un reatradicional en donde las relaciones sociales y econmicas, y la vida mismade los individuos, dependieron del inujo que ejerca la gran propiedad y susciclos agrarios, en especial la produccin del trigo.

    El concepto de provincia es concepto vlido para el siglo XIX y tieneuna connotacin particularmente poltico-administrativa. Sin embargo, Col-chagua es territorio, es paisaje, es economa, es movimiento de hombres ycirculacin de mercaderas, en todo ello, en conjunto, desde mucho antes al

    siglo XIX. Desde esas mismas connotaciones poltico-administrativas, antesdel siglo XIX, fue corregimiento, y de los ms antiguos del perodo colonialchileno. Por estas razones y por estas consideraciones, me parece importan-te situar el espacio y la sociedad en estudio desde otro tipo de localizaciny/o denominacin, ms historiogrca, y pensarles, por ejemplo, en primerlugar, desde una perspectiva de historia local o historia regional. Como la pri-mera de ellas (lo local) me parece poco apropiada por extensin y contenidosdel espacio en estudio, preero utilizar el concepto de una historia regional

    LOS CONTEXTOS Y LASTEMATICAS: COLCHAGUAEN PERSPECTIVAS DE UNAHISTORIA REGIONAL

    Eduardo Cavieres F.

    PRLOGO

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    aun cuando ello es igualmente propicio para avanzar en algunas reexionesgenerales.

    La historia regional no es slo un espacio fsico, ni slo sus actividadeseconmicas o el movimiento de hombres o mercaderas; tampoco exclusiva-mente las relaciones sociales imperantes o que se generan en el tiempo o ellistado de un grupo de familias distinguidas. No es exclusivamente el estudiode los grupos subalternos existentes, o de los excluidos, desamparados, etc.Cada uno de estos aspectos, grupos o personas tienen importancia en s, perocomo historia regional ella es el conjunto de todo lo anterior, y al mismotiempo, no solamente de lo que ocurre en su interior, sino tambin el cmosu espacio se complementa, se inserta, se desarrolla en relacin a los otros

    espacios que le circundan.Una imagen de historia regional nos la proporciona Fernand Braudel al

    sealar el ejemplo de Caen, que desde siglos atrs desarroll alrededor de sunas especies de crculos o zonas econmicas, periurbanas, explicadas por loque se consuma en la ciudad con sucesivas regiones de aprovisionamientoque se movan en relacin con las dicultades y lentitud de los transportes,sealando que, por cierto, el estmago de Caen no era el monstruoso vientrede Pars. El paisaje creado alrededor de Caen permita visualizar un todo

    urbano-rural:La primera zona, zona de huertos, comienza con los jardines y hasta los culti-

    vos intramuros; es una zona que se extiende al territorio de la ciudad de ms

    all de las construcciones y abarca una docena de comunas situadas a menos

    de una legua y media del conglomerado; esa zona se extiende a algo ms de

    5.000 hectreas. Valorizada por la proximidad de los mercados de la ciudad,

    se divide en minipropiedades y quienes las explotan viven ms o menos bien.

    Nada ms normal que esta primera aureola destine un gran lugar al trigo

    candeal... La segunda aureola, enorme por comparacin (66.700 hectreas)

    corresponde a los ricos suelos, a menudo limosos, de la vasta campia deCaen; all se practica el casi monocultivo del trigo entre el Seulle al oeste, el

    Dives al este, la Mancha al norte y el bosque de Cinglais al sur. Esta zona de

    trigo se atiene a la rotacin trienal y al arado tirado por caballos; solamente

    hacia el sudoeste, con la aparicin de las orestas, la cebada, el centeno y el

    trigo sarraceno sobrepasan al trigo candeal...1

    1Fernand Braudel,La identidad de Francia, Gedisa, Barcelona 1993, Vol.1, pp. 235-

    236.

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    Esa regin, como otras, a pesar de conservar ciertas singularidades, fun-cionaban en relacin a un centro y a un Estado central con el cual establecanuna serie de inter-relaciones. Siguiendo a Braudel, durante los ltimos siglosdel Antiguo Rgimen, el Estado monrquico, pensando en la unidad del rei-no, busc consolidar el aparato poltico y administrativo de que dispona.Pero, el Antiguo Rgimen heredaba elementos de s mismo recibiendo desu pasado desorganizacin, confusin, diversidad institucional, incoherenciaadministrativa y a menudo impotencia. De manera que la sociedad francesano ha estado bajo la dependencia estricta del Estado, muy lejos de ello!Nadie podra decir, como lo ha sealado Alan Touraine, que ella sera neta-mente la voz de su amo...: Exagerando podramos decir que toda divisin

    territorial era antes una divisin social en la medida que dentro de ella sealojaba una sociedad de dimensiones variables, pero una sociedad estrechaque encontraba en esa divisin a la vez sus lmites y su razn de ser, queviva principalmente de sus propios vnculos internos...Y en todos los casosel indicio revelador de todas esas sociedades es su jerarqua. Pues ningunasociedad presenta un plano de igualdad, sino que se esquematiza slo en laforma de una pirmide, y cada vez que el vrtice de una determinada pirmi-de es visible se arma una clase dominante local relacionada con una socie-dad particular subyacente que la sustenta, la explica y tambin es explicada

    por ella 2.

    Guardando las correspondientes proporciones, podemos imaginar la aldeade San Fernando, ampulosamente fundada como ciudad en el siglo XVIII,circundada y prcticamente perdida dentro de los campos y los trigales cir-cundantes. No obstante, aun cuando pequea, la ciudad y su entorno jugabanel ambiguo papel de pertenecer a entidades mayores y al mismo tiempo deintentar ser algo diferente. El concepto histrico de lo regional tiene ese sen-tido ldico que va ms all de lo local, pero que permite ampliarse o dismi-

    nuirse segn lo que intentamos observar y conocer. Por ello, ya la denicindel concepto se constituye en un problema en s mismo.

    La historia regional, como espacio, tiene sus propios temas y contenidos.Generalmente se le asocia con un tipo de produccin y circulacin de merca-deras, de rutas, asociadas a las condiciones fsicas de su territorio. Por otra

    2Ibidem, pp. 68-69.

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    parte, sus contenidos tienen que ver igualmente con el tiempo en estudio.El concepto de provincia en sus variantes coloniales (el Chile tradicional,desde una perspectiva poltico-administrativa era todo una sola provincia)diere de sus usos republicanos (nmero de provincias cambia segn pero-dos, constituciones y formas polticas de visualizar la divisin interna parael ejercicio del poder del Estado). Desde un punto de vista historiogrco,igualmente los trabajos de historia regional tienen variados alcances, espe-cialmente en lo que se reere a cmo se entiende la extensin del espaciodenominado como tal.

    En el Chile colonial, a nes del s. XVI, aparecen partidos rurales, sin sedepermanente de autoridades inicindose, entre otros, con los de Aconcagua,

    Quillota, Colchagua y Maule que comienzan a denominarse genricamentecomo corregimientos, sin perder necesariamente sus apelativos anteriores.Bajo el rgimen de Intendencias, en 1793 se recticaron los lmites de Col-chagua y Maule para establecer el distrito de Curic. Sus primitivos radioseran muy amplios, corriendo desde cordillera a mar y originalmente se con-formaron en base a lugares en donde se haban asentados indios encomenda-dos o en donde existan anteriores pueblos de indios. Segn dichos parajes,Colchagua se extenda, aproximadamente, desde el ro Maipo hasta los este-

    ros de Guayquillo o Guaico y Nilahue. Ya haba sido recticada en 1694 alcrearse el partido de Rancagua. En todo caso, segn Mara Teresa Cobos, apartir de las documentaciones disponibles, se puede pensar que Colchagua yMaule estaban no slo geogrcamente enlazados, sino tambin en trminoseconmicos y por un paisaje de sonoma bastante comn. Eran superciesbien drenadas e irrigadas, de excelentes rendimientos agrcola y pecuarios,pero tambin podan exhibir actividades vitincolas y mineras adems decontar con salinas y yeseras y breales cordilleranos. Los corregimientossobresalan, adems, demogrcamente, dada la densidad de su poblacin

    que, segn el Padrn de 1778, alcanzaba a un poco ms de 40.000 personas,siendo altamente ruralizadas, al estar distribuidas entre extensas estancias ychacras de distintas dimensiones. Sus cabeceras, San Fernando y Talca, datande los aos 1745 y 1742, respectivamente3.

    3Mara Teresa Cobos N.,La divisin poltico-administrativa de Chile, 1541-1811; Ins.

    Historia UCV, Valparaso 1989, pp. 24-26 y 75-76.

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    Como hemos sealado anteriormente, desde el punto de vista del espacioeconmico, una determinada extensin geogrca puede ser naturalmenteconsiderada regin, ms an si lo que predomina en el paisaje productivo esun determinado tipo de producto. En este caso, es evidente que no slo Col-chagua sino tambin sus vecinos al norte y sur, responden fundamentalmenteal gran espacio cerealstico tradicional del valle central chileno y por ello esque el apelativo de regin es mucho ms amplio de lo que constituye unaparte de ese todo. Siguiendo a Marcello Carmagnani, especialmente desdecomienzos del siglo XVIII, en trminos de especializacin productiva, elactual Chile de entonces comenzaba a denir ms claramente una especia-lizacin productiva que permita distinguir claramente tres regiones: una, la

    de La Serena, con naturales inclinaciones hacia la minera; la segunda, la deSantiago, fundamentalmente agrcola y, ms especcamente, cerealstica, yla tercera, la de Concepcin, ms orientada hacia la ganadera 4.

    Esa especializacin alcanz una mayor relevancia en la medida que taleseconomas se fueron complementando y alcanzaron una sonoma ms co-mn con la entrada del Estado nacional a propsito de la implantacin delsistema republicano a comienzos del siglo XIX. Se produjeron entonces, dosmovimientos combinados: por una parte, uno de carcter poltico que adopta

    una divisin territorial conformada por provincias; por otra parte, otro depermanencia de estructuras coloniales que mantienen los grandes rasgostradicionales del paisaje productivo colonial. Ya a mediados del siglo XVIII,cuando la regin central era el ncleo productivo del trigo que se exportabahacia el Per, los bodegoneros de Valparaso acusaban y replicaban a lascompetencias de los agricultores de Aconcagua y Colchagua. A mediados delsiglo XIX, con la expansin cerealstica hacia el Pacco, especcamente aAustralia y a California, esos centros seguan siendo los ms importantes enla produccin y exportacin del cereal. Desde este punto de vista, el concep-

    to de regin supera con largo a una determinada especicacin de carcterpoltico-administrativo.

    Caracterizando lo regional, Sergio Ortega ha sealado que lo convenientees optar por una sociedad y un espacio que por su amplitud permita plantear

    4Ver Marcello Carmagnani, Los mecanismos de la vida econmica en una sociedad

    colonial, Chile 1680-1830, edic. en espaol, DIBAM, Santiago 2000.

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    con claridad la explicacin del proceso histrico que analiza. Tal vez el histo-riador no puede anticipar la amplitud espacial adecuada a su estudio, pero enel curso de la investigacin podr modicar la extensin de la regin segnlo pidan los conocimientos que progresivamente obtenga 5. De hecho, algu-nos criterios bsicos para construir una historia regional han sido, entre otros,la delimitacin mediana entre la nacin y la localidad; la determinacin decaractersticas siogrcas homogneas del marco geogrco del objeto deestudio y las crnicas y/o monografas relativas a la descripcin general delos hecho memorables acaecidos en la entidad analizada, como lmite polti-co-administrativoo como interpretacin de la historia nacional exaltada porel fervor de un enfoque regionalista. An as, no estaran claros los objetivos

    de la historia regional. Para Mio Grijalva, en trminos enunciativos esevidente tambin que el conocimiento de las particularidades es imprescin-dible para poder comprender el comportamiento de las sociedades regionalesy, a mi parecer, tambin debe serlo para explicar el proceso histrico de lasociedad colonial o nacional en su conjunto, y moderar as las imprecisaso inexactas generalizaciones que se suelen hacer de manera frecuente... alidenticar una regin, la caracterstica o circunstancia elegida por el obser-vador es la que determina al territorio, y no al contrario 6.

    En denitiva, volviendo a citar a Sergio Ortega, la historiografa regionaldebera: a) estudiar los procesos histricos introduciendo sistemticamenteel espacio como un elemento analtico; b) el objeto de estudio de la histo-riografa regional ser la sociedad regional; c) el espacio regional estaradeterminado por la sociedad regional y no a la inversa; d) la sociedad regio-nal y el espacio que ocupa son segmentos de una sociedad y de un espacioms amplio, y e) la sociedad regional y el espacio que ocupa cambian conel tiempo 7. Aun cuando el anlisis de Manuel Mio es crtico a todas estasformas de historia regional, tambin recuerda algunas ideas de temticas

    que deberan estar presentes en dicha supuesta historia: a) identicacin delas caractersticas del medio geogrco y de sus transformaciones causadas

    5 Citado por Manuel Mio Grijalva, Existe la historia regional?,Historia Mexicana,

    LI: 4, 2002, p. 872.

    6Ibidem, p.879.

    7El mismo Ortega, citado por Mio, op. cit., p. 882.

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    por el hombre y consecuencias de ello en trminos del medio ambiente; b)anlisis de las formas y medios ejecutados por la sociedad para identicar,apropiarse y manejar su territorio, explotando los elementos naturales y con-virtindolos en recursos; c) anlisis de la formacin, el funcionamiento y lastransformaciones de las actividades productivas y estructuras de mercado;d) examen de los orgenes, transformacin y localizacin de las actividadeseconmicas que generan distribucin de ingresos y procesos de acumulacinde capital; e) explicacin de la formacin y evolucin de la estructura socialregional segn acumulacin y distribucin de la riqueza; f) identicacin delos ncleos de poder y de sus transformaciones y los mrgenes de autonomaexistentes en la toma de decisiones cruciales para la propia regin; g) estudio

    de los patrones de evolucin y distribucin de asentamientos humanos segnconcentracin demogrca y ujos migratorios, y h) identicacin, carac-terizacin y valoracin del peso que las tradiciones, la vida cotidiana y lasformas de pensar y sentir tienen como elementos integradores de la identidady dinmicas regionales 8.

    En denitiva, desde nuestros propios puntos de vista, la historia regionalno es historia local, ni desde sus signicados ni desde sus aproximacionesmetodolgicas. Tampoco es microhistoria. Tenemos la tendencia a tratar de

    escribir sobre un todo y desde todo, lo cual no necesariamente nos permitealcanzar nuestros propsitos. Ello pasa con la llamada historia regional. Noqueremos hacer historia local y por ello magnicamos un tanto el espacio locual puede hacer ms difusas las situaciones que estudiamos. Por ello es, pre-cisamente, que no se trata de un asunto de espacio sino ms bien se trata deun problema, de una caracterizacin. Cuando elegimos un espacio determi-nado para estudiar cules son los elementos centrales que permitan decir queall hay una historia ms o menos propia, conectada, pero al mismo tiempodiferenciada de otros espacios con los cuales no necesariamente conforman

    unidades histricas, nos estamos enfrentando a la bsqueda de connotacionessingulares de ese espacio, independientemente de su extensin. Por ello, lahistoria regional, adems de elementos sociales, polticos, econmicos y cul-turales ms o menos comunes, corresponde adems a un espacio continuo,especialmente dado los tipos de articulaciones que tiene con sus espaciosexternos.

    8Cario Olivera, citada por Mio Grijalva, ibidem, pp. 883-884.

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    Igualmente la historia regional trata de tiempos continuos ya que, en mu-chos casos, disrupciones temporales terminan con lo que le daba sentido a unespacio regional que funcionaba de una manera determinada. En todo caso,y desde ese punto de vista, nuestras sociedades, que atraviesan las dcadasde transicin entre el perodo colonial y el republicano, no siempre escapandenitivamente a sus caracteres anteriores. Desde las perspectivas de historiaregional (o por ltimo local), particularmente cuando sus miradas correspon-den fundamentalmente a unas miradas de historia social, no hay ni lo uno nilo otro de manera que los movimientos de independencia afectan poco y len-tamente a las periferias de los centros desde donde se han producido y dirigi-do los hechos y desde donde se siguen tomando las decisiones polticas que

    afectan al conjunto del nuevo Estado. Las caracterizaciones a las cuales noshemos referido anteriormente, devienen especialmente de sus bases econ-micas y sociales y ms dbilmente de sus rasgos culturales. Desde la reginpropiamente tal, poco se puede decir de cambios polticos sustantivos, salvolas relaciones del poder interno, pero s mucho en trminos de las relacionesde poder con el Estado central.

    Este libro de Juan Cceres tiene pues varios elementos y problemas cen-trales que conviene considerar: en primer lugar, el tipo de historia respecto a

    la extensin del espacio estudiado, historia local, historia regional; en segun-do, lugar de el tipo de sociedad que se estudia, sociedad colonial, sociedadrepublicana; en tercer lugar, el tipo de cambio en donde se pone el nfasispara tratar de encontrar la singularidad de las acciones, comportamientos yactitudes que se estudian, sociedad tradicional, sociedad moderna. Se tratade una historia regional por extensin que atae a una sociedad colonialinserta en cambios republicanos muy mediatizados por su carcter tradicio-nal. Por una parte, responde a un paisaje y a una especializacin productivageneralizadamente agrcola cerealstica; por otra parte, su elite, terrateniente,

    observa calculadamente que no siendo parte del poder central, s puede te-ner participacin en l, no tanto para igualarse con los que efectivamente lodetentan a nivel nacional, sino ms bien para reforzar sus lazos de dominiosocio-econmico y cultural interno a la regin que dicen representar. Con eltiempo, utilizando sus propias estrategias, podrn estar ms decididamente alinterior de ese poder central, pero esa es una condicin de un par de familiasde la elite y no de la sociedad propiamente tal.

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    Un estudio de historia regional como ste, no es slo -por tanto- el es-tudio de una sociedad particular, de sus formas de produccin y de la ca-racterizacin de sus familias ms importantes o de las notables, como seacostumbra a denominarlas actualmente. Corresponde tambin a sus formasde relacionarse y no solamente en trminos econmicos, sino tambin pol-ticos. Desde el punto de vista econmico, San Fernando y su hinterland esparte de una regin mayor, es parte del granero tradicional chileno, es partede un valle central que dene de alguna manera un cierto modo de ser y queculturalmente ha sido asociado al carcter chileno. Como est dicho, durantela colonia, especialmente en la segunda mitad del siglo XVIII fue el centrode produccin agrcola ms importante para las exportaciones del trigo chi-

    leno al Per. A nes de la primera mitad del siglo XIX volvi a retomar losimpulsos y las dinmicas de su vocacin triguera para aumentar a niveles nopensados en la poca sus aportes a los embarques del trigo ahora con des-tino a Australia y a California. Esta es una historia sabida, pero que para loparticular de San Fernando y Colchagua es necesario recapitular a objeto deconformar los contextos en que se desarrollan los miembros de la elite local.La otra historia, la poltica, surge con la Independencia y es posiblemente uncentro importante de los nuevos temas que cada cierto tiempo entran en lahistoriografa nacional. El poder rural y la estructura social a que da lugar,

    explican las formas de representacin ante las entidades polticas mayores.El surgimiento del Estado nacional permiti unas nuevas formas de repre-sentacin que no necesariamente se constituyen en historia social desde unpunto de vista de los componentes sociales de base, ni siquiera de gruposmedios, sino ms bien corresponden a los derechos y a las autoimgenes quelos miembros ms poderosos de la elite local creen tener y hacen suya entrminos de sentirse considerados a formar parte de quienes dirigen el podernacional. Es muy importante esta relacin regin-nacional, ms an, es muy

    importante el analizar dicha relacin no slo desde el centro, sino tambindesde sus periferias.

    A diferencias de una visin totalizadora de la historia nacional, vista stadesde el centro, es decir, desde Santiago, podemos decir que su sociedad noera homognea, ni a nivel social, ni a nivel de los grupos dirigentes. Juntoa la burocracia del gobierno y de los grandes propietarios, descendientes dela aristocracia tradicional, estaban tambin aquellos llegados a comienzosdel s. XVIII, no slo nuevos militares, burcratas, eclesisticos, sino tam-

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    bin nuevos comerciantes que se enriquecieron rpidamente extendiendosus redes y ganancias y que construyeron nuevas familias asocindose a lasms antiguas y alterndolas en sus conceptos ms conservadores. A lo largodel mismo siglo, con una mayor sonoma de pas y de autosentimientos decriollismo, ellos comenzaron a construir ms efectivamente lo que iba a serla sociedad nacional del s. XIX: una especie de interrelacin entre familias decomerciantes con familias de hacendados que para tener poder de verdad, seasentaron fsica y consistentemente en Santiago, lagran aldea. Desde all noslo manejaron el pas desde un punto de vista poltico-administrativo, sinoque tambin se manejaba el comercio, la hacienda, la produccin agrcola,las relaciones sociales entre los terratenientes, sus representaciones polti-

    cas. Fue desde Santiago que se fue construyendo lo que en denitiva fuimosllamando la nacin chilena. Para tener xito en ello, la sociedad santiaguinaestuvo permanentemente preocupada de mantener el control sobre todo tipode posiciones. El asunto es que tambin deba considerar a los grupos de po-der de carcter regional y a las propias formas que stos daban a sus procesosde identicacin:

    Se trataba claramente de identidades regionales, de construcciones lentas y

    pausadas en el tiempo, con marcadas inuencias de los paisajes y economas

    locales, de la circulacin de bienes y personas, de las relaciones sociales lo-cales y del movimiento interno de sus elites como de sus relaciones con el

    exterior. La identidad nacional del siglo XIX, la del Estado-nacin, tiene otros

    componentes. Como lo hemos sealado, la identidad nacional se construye en

    trminos de diferenciacin con los otros, pero debemos agregar que interna-

    mente lo hace tambin a partir de procesos de imitacin, tanto de los grupos

    subordinados respecto a los grupos dirigentes como de stos en relacin a otros

    mejor posesionados social, econmica o polticamente. Del mismo modo, las

    identidades regionales, en el lento perodo de transicin colonia-repblica, ten-

    dieron a imitar esas construcciones mucho ms slidas, mucho ms denidas,

    que haban dado carcter a la identidad santiaguina 9.

    Por ello es importante analizar la situacin a la inversa, es decir, desdelo regional hacia lo nacional. Hubo individuos, familias, grupos que se mo-

    9 Eduardo Cavieres,En torno al carcter de la historia de Chile, en E. Cavieres (Ed.),

    Entre continuidades y cambios. Las Amricas en la transicin (s. XVIII al XIX), Edic.

    Universitarias de Valparaso, Valparaso 2006, p. 23.

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    vieron desde sus espacios coloniales regionales hacia los nuevos mbitosde lo nacional, buscando acercarse hacia la hegemona del poder, tratar departicipar de l, pero no slo desde el punto de vista poltico, sino tambina travs de la construccin de identidades del grupo que se pueden estudiary/o reestudiar a partir de las estrategias de sobrevivencia, no en trminos delo vital, sino en relacin a la mantencin y superacin del poder alcanzadodentro de la sociedad.

    Al respecto, estos temas son contenidos muy interesantes para la construc-cin de una de las llamadas nuevas lneas historiogrcas. Dentro de ellas, lanueva historia social, orientada al anlisis de las actitudes y comportamientosde todos los grupos, y no necesaria y exclusivamente slo a las muy respe-

    tables y necesarias consideraciones sobre los ms pobres, tiene mucho quedecir sobre este tipo de relacin entre estrategias, identidades y espacios dedominio. Cuando se habla de una sociedad jerrquica como la chilena, setiende a detenerla en el tiempo y se habla entonces de unas mismas familiasque dominan desde la conquista hasta nuestros das. Se trata ahora de pasardesde las miradas sobre individuos a explicaciones de los comportamientosde grupos, desde la historia poltica a la historia social, de la familia, de lasidentidades y de las construcciones culturales10.

    En este caso, el anlisis corresponde fundamentalmente a familias denotables. Existiran ellas en trminos de su poder social sin sus dominiosposibles de ejercer sobre las masas de inquilinos y campesinos pobres? Evi-dentemente que no; tampoco sin sus concomitancias sobre sectores medios,pequeos comerciantes, burcratas, etc. Ello no se niega, pero son ellos losque identican un modo de ser poltico y los que autoasumen los trminosde la representacin poltica de la poca en estudio, en particular a lo que sereere respecto al siglo XIX. Esto no signica desconocer otras formas derepresentaciones u otras bsquedas de identidades de carcter popular, peroas como ello no se niega, tampoco se puede negar el papel jugado por estosindividuos de elite, adems, y sin discusin, mucho ms prximos al Estadoen formacin.

    Las transiciones de nes del siglo XVIII al XIX, ciertamente el perodo1780-1840/1860, han encontrado un frtil e interesante campo de estudio en

    10Ibidem, pp. 23-24.

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    trminos de modernidad, espacios pblicos, representaciones y formas pol-ticas, todo lo cual, segn el recordado Francois-Xavier Guerra, eran terrenosprcticamente desconocidos hace muy poco tiempo atrs. En todo caso, setrata de una historiografa que tomando mucho cuerpo, y muy fundamentada-mente, se reere fundamentalmente a los desarrollos seguidos en los centrosde poder de los nuevos Estados nacionales surgidos con la independenciaiberoamericana 11.

    Este libro y este prlogo se preocupan de los mismos problemas, perovistos desde lo perifrico al centro; desde la regin, desde los grupos de po-der local y desde sus esfuerzos por participar tambin en ese poder central.Debemos aceptar que Chile se ha construido desde Santiago y que an en la

    actualidad ese centralismo sigue teniendo un peso muy denido en la historianacional. Sin embargo, ello tambin ha sido posible por las circunstancias,las estructuras sociales, los comportamientos econmicos y polticos de losespacios que conguran elgran resto de la historia nacional. La historia dela provincia, ms apropiadamente, la historia de la regin, tiene tambinmucho que decir y la historiografa sobre el particular mucho que analizar.Este es un buen comienzo. Por lo dems, la pregunta por el Chile modernotiene su propia historia y sus propias preguntas, pero muchas de ellas an sin

    respuestas. Ayer como hoy, en el siglo XIX como a comienzos del XXI, elChile moderno sigue siendo esencialmente su centro poltico y cultural y susmbitos de dominio econmico y social. Comenzar a visualizar la historiadesde las periferias internas, pero en relacin a ese centro (y no como historiapuramente local) es importante y necesario. Este libro ofrece sus propias yparticulares aproximaciones al problema.

    11Francois-Xavier Guerra,Modernidad e independencias. Ensayos sobre las revolucio-

    nes hispnicas, Mapfre-FCE, Madrid 1992, Mxico1993, 1997 y 2000; Francois-Xavier

    Guerra y Annick Lempri (et.al),Los espacios pblicos en iberoamerica. Ambigedades

    y problemas. Siglos XVIII-XIX, FCE, Mxico 1998.

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    ABREVIATURAS

    J.SFdo : Judicial de San Fernando

    N.SFdo : Notarial de San Fernando

    E.Stgo : Escribano de Santiago

    J.Stgo : Judicial de Santiago

    C.Gral. : Capitana General

    R.A. : Real Audiencia

    I.C. : Intendencia de Colchagua

    M.I. : Ministerio del Interior

    F.A. : Fondo Antiguo

    F.V. : Fondo Varios

    M.H. : Ministerio de Hacienda

    C. M. : Contadura Mayor

    A.E.C. : Anuario Estadstico de Chile

    S.C.L. : Sesiones de los Cuerpos Legislativos

    B.L.D.G : Boletn de Leyes y Decretos del GobiernoS/Fjs. : Sin Fojas

    PESOS Y MEDIDAS

    UNA CUADRA : 125 metros cuadrados aprox.

    UNA FANEGA : 72 kilos

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    Enrique Espinosa, Geografa

    descriptiva de la Repblicade Chile, Imprenta, Litografa

    y Encuadernacin Barcelona,

    Santiago, 1897.

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    EL CONTEXTO

    La historiografa nacional, a diferencia de lo que acontece hace rato en otros

    pases de Amrica Latina, est recin ahora centrando su atencin en los

    problemas derivados de la ciudadana nacida despus de la Independencia.

    Analizada por socilogos, antroplogos y estudiosos del quehacer poltico, la

    preocupacin por la construccin del tipo de Estado nacido en el siglo XIX y

    el carcter de su ciudadana ha comenzado a ser motivo de preocupacin y deestudio para los historiadores locales. En esta nueva perspectiva de anlisis, la

    Nueva Historia Poltica, alejada de la vieja y desprestigiada historia poltica

    de antao, que tenda a preocuparse ms bien de las grandes batallas y de los

    personajes destacados de la elite dominante, centra su atencin, de manera

    preferente, en la historia del poder, las relaciones de dominacin y subordi-

    nacin, la conguracin de la elite del poder, la relacin que sta tuvo con la

    ideologa liberal y la constitucin del Estado Nacional. En la misma lnea de

    discusin, el nacimiento de la ciudadana y las formas de representacin sonproblemas fundamentales para entender la realidad poltica del pasado.

    Es indudable que el inters por el tema de la ciudadana, visto desde la

    perspectiva de la historia, nace como resultado de la situacin poltica actual.

    Se ve y se escucha en los medios de comunicacin cmo la vuelta a la demo-

    cracia, a nes de la dcada de los noventa del siglo XX, ha signicado la lenta

    transformacin del ciudadano poltico, de aquel que poda, con su protesta y

    reclamo, cambiar realidades o inuir en el cambio o los cambios. Incluso algu-

    INTRODUCCIN

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    nos estudiosos han mostrado, ahora ltimo, la aparicin de un sujeto ciudadano

    aptico y conformista, preocupado por el consumo, agobiado por las deudas

    e incapaz, por efecto de esa situacin, de pensar y participar en plenitud en la

    poltica. El panorama se complica an ms puesto que, junto a ese ciudadano

    mustio, el sistema poltico imperante ha permitido el nacimiento de una clase

    poltica que tiende a reproducirse al interior de los poderes, limitando cada

    vez ms y con medidas prohibitivas la participacin de la gente.

    Frente a tal panorama, cabe hacerse las preguntas siguientes: En qu

    medida la poca actual es igual, mejor o peor que la del siglo XIX?, cmo la

    historia y los historiadores podran contribuir a este debate? y en qu medida

    esta nueva forma de hacer historia poltica sirve para profundizar en el tema

    de la ciudadana, la creacin del Estado como tambin en observar y precisarlos cambios y las continuidades que, en cierto modo, es parte del ocio del

    historiador? Sin duda que, por tanto, el estudio de la ciudadana en Chile re-

    presenta un claro desafo. Ello porque naci con algunos problemas heredados

    de los tiempos coloniales. Como es lgico y pensando que cada generacin

    se va nutriendo de la anterior, en el caso especco de la ciudadana chilena,

    sta se nutri de los vicios polticos y electorales del siglo XVIII y XIX. Un

    ejemplo de tales problemas se relaciona con el rasgo y composicin elitista

    de las instituciones de gobierno. Cabildos, parlamentos, tribunales y minis-terios se conformaron de hombres probos, de bien y de razn, es decir, de

    sujetos notables que, en cada localidad, actuaron de manera coercitiva frente

    a la poblacin, rural y analfabeta en su mayora, implantando la obediencia

    y el orden.

    EL PROBLEMA

    Este libro analiza la ciudadana, la construccin del Estado del siglo XIX y a

    sus artces, la elite chilena del siglo XIX. Sin embargo y desde la perspectivade la problematizacin histrica, la atencin se centra en el estudio de las elites

    provincianas, en el papel que ellas desempearon durante la Independencia

    y en el proceso de formacin del Estado, aspectos an no resueltos por la

    historiografa nacional. En efecto, muy poco se sabe sobre los individuos que

    componan a estas elites provincianas, el tipo de actividades econmicas que

    ejercan en el medio local, sus relaciones sociales y polticas, la forma como

    ejercieron el poder local y el tipo de control practicado sobre los campesinos

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    y sectores medios; en n, escasamente se sabe del poder econmico, base y

    sustento del poder poltico y del prestigio social en el pasado. Est claro que el

    basamento del poder econmico de las elites en el pasado radic en la mono-

    polizacin y control de la tierra, los bosques, el agua, las materias primas, las

    herramientas, los edicios destinados a la produccin y las vas y medios de

    comunicacin. Esa situacin privilegiada condicion las relaciones entre los

    distintos grupos sociales. Norberto Bobbio, al referirse a las elites de las socie-

    dades tradicionales, las describa con el trmino de notables, concepto que

    resulta adecuado para denir a la elite de Colchagua porque alude a aquellas

    personas o grupos que detentaban el poder poltico e inuencia en el medio en

    que vivan, no tanto por sus cualidades carismticas, morales e intelectuales,

    sino ms bien como resultado de su slida base econmico-social la que, a lavez, se reforzaba polticamente por apoyos interesados y clientelares.1

    En este contexto, la investigacin tiene por objetivo el estudio de la elite de

    la provincia de Colchagua, localidad ubicada en el valle central de Chile. La

    provincia y su territorio resultan idneos para un anlisis de este tipo, puesto

    que se trata de un rea tradicional donde las relaciones sociales y econmicas

    y la vida misma de los individuos dependieron del inujo que ejerca la gran

    propiedad y de sus ciclos agrarios, en especial, de la produccin de trigo. As,

    el anlisis se focaliza, adems, en dos grupos de la elite local: por un lado, elclsico grupo compuesto de hacendados y, por otra parte, en el de los comer-

    ciantes, segmento que desde el siglo XVIII vena adquiriendo cada vez ms

    ingerencia en la poltica local.2

    En otras palabras y a manera de hiptesis, se establece que las familias

    y los individuos pudientes de Colchagua ejercieron, en el pasado, el poder

    local como resultado de la riqueza obtenida o heredada, del prestigio o reco-

    nocimiento social y del monopolio de las instituciones polticas coloniales y

    decimonnicas. As, la tierra y sus recursos, la reproduccin social del grupo,

    el dominio sobre los sujetos de la provincia (empleados, sirvientes y campe-

    1Se usa el trmino notable como lo dene Bobbio en su diccionario. Norberto Bobbio,

    Diccionario de Poltica, Mxico, Siglo XXI, 1991, pg. 1065 y siguientes.

    2 Se aclara que el anlisis se centra en estos dos grupos, no por desconocer la existencia de

    otros sectores elitistas, sino porque en la provincia la presencia de una elite minera, burcrata

    y militar no fue tan gravitante como en otras regiones del pas.

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    sinos en general), la toma de decisiones en el Cabildo de San Fernando y el

    apoyo de una clientela proveniente de los estratos medios y bajos permiti la

    consolidacin y mantencin del poder rural.

    Aunque cronolgicamente el anlisis se centra principalmente en el siglo

    XIX, el problema histrico que aqu se estudia exige, en trminos metodol-

    gicos, tomar en cuenta los hechos acaecidos en la provincia en el periodo que

    va entre 1760 y 1860, es decir, el trnsito de Colonia a Repblica o, dicho de

    otra manera, el paso del sbdito al ciudadano. Adems, se justica dicha poca

    porque, a travs de un estudio de larga duracin, es posible observar e iden-

    ticar una doble situacin vivida por la elite local. Por un lado, el proceso de

    conformacin del grupo y su relacin con el medio rural y, por otro, visualizar,

    con mayor profundidad, los cambios y las continuidades del proceso polti-co en cuanto a la conformacin de la ciudadana y la participacin asumida

    por el grupo frente al proceso creativo del Estado. En este sentido, riqueza,

    prestigio y honor, condiciones propias del mundo poltico espaol durante

    los sigloscoloniales, fueron tambin rasgos y requisitos que se mantuvieron

    en el tiempo y que le dieron forma a una ciudadana cargada de privilegios y,

    a la vez, excluyente para los otros sectoresde la sociedad. En otras palabras,

    marc la ubicacin poltica del individuo dentro de la sociedad.

    Esta forma de estudiar la realidad de Colchagua condujo a estructurar lainvestigacin en tres partes que analizan tres dimensiones del problema: la eco-

    noma, la sociedad y la poltica. De este modo, se parte en el captulo primero

    con una breve contextualizacin de Colchagua mientras que, en los captulos

    segundo y tercero, se estudia los fundamentos del poder econmico de la elite

    colchagina (hacendados y comerciantes) en trminos de la posesin de la

    tierra y las redes de comercio en torno a la produccin del trigo. En el captulo

    cuarto se analizan, dentro de la dimensin social, los problemas relativos a

    las estrategias sociales y de reproduccin de la elite, el reclutamiento de los

    nuevos ricos, la parentela y las relaciones clientelares.

    El captulo quinto y sexto, que corresponden a la esfera poltica, estudia la

    trayectoria del poder local al interior del cabildo de la Villa de San Fernando

    y los conictos producidos con los agentes del poder central (corregidores,

    subdelegados e intendentes). El captulo sexto, analiza la ciudadana desde

    la perspectiva de las elecciones como asimismo la relevancia que la Guardia

    Cvica local tuvo en dichos eventos. Por ltimo, los captulos sptimo y octa-

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    vo estudian el resultado de la dominacin del grupo a travs de los controles

    econmicos y el disciplinamiento social de la poblacin.

    EL MTODO Y LA TEORA

    En lo esencial, esta investigacin se ha construido con las tcnicas propias

    del mtodo histrico, combinando el dato emprico extrado de fuentes origi-

    nales depositado en los distintos Fondos contenidos en el Archivo Nacional

    de Santiago y la interpretacin de dichos datos. Sin embargo y desde el punto

    de vista de la teora, el estudio consider tambin las perspectivas de anlisis

    que sobre las elites han realizados varios estudiosos.3 Para este trabajo, se

    consideran relevantes las investigaciones de Gaetano Mosca y Wilfredo Pareto.Por un lado, se toma la idea de Gaetano Mosca respecto de la existencia, en

    toda sociedad, de dos clases de personas: la clase que gobierna y la clase que

    es gobernada. En este caso, la elite colchagina constituye, obviamente, el

    grupo que domin a la comunidad provinciana por ser parte de una minora

    organizada, que monopoliz las funciones polticas, el poder y disfrut de las

    ventajas anexas a esa dominacin. En contraste, una mayora desorganizada

    de campesinos y sectores medios fue dirigida y regulada por esa elite a travs

    de medios legales, arbitrarios y violentos.4

    El complemento de la teora de Mosca, aunque l tambin se reri al ocasode las clases gobernantes5, provino de Wilfredo Pareto el que contribuy con laidea de la necesidad de la circulacin de las elites como forma de mantener elpoder. La idea de Pareto permite precisar para el caso de Colchagua la existenciade individuos ambiciosos que eran reclutados por la elite local con la nalidad

    3En general se tom en cuenta las observaciones sobre la elite hecha en el estudio de

    Tom Bottomore,Elites y sociedad, Talasa, 1993.

    4Gaetano Mosca, La clase poltica, Fondo de Cultura Econmica, Mxico, 1984,

    pg.106.

    5 Mosca escribi al respecto: Las clases gobernantes declinan de manera inevitable cuando

    ya no encuentran campo en el cual desarrollar las capacidades merced a las cuales alcan-

    zaron su poder,cuando ya no prestan los servicios sociales que otrora prestaron, cuando

    sus talentos y los servicios que prestan pierden importancia dentro del medio social en que

    viven. Mosca, Op. cit., pg. 65-66.

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    de revitalizarse con su incorporacin. En ese sentido, los ltimos aos del sigloXVIII as como las dcadas siguientes la elite colchagina, de manera decidida,fue reclutando a nuevos miembros, principalmente de origen vasco y comerciante.Con ello y parafraseando a Pareto, la clase gobernante no slo se restaur encantidad, sino tambin en calidad por familias nuevas y pudientes6.

    ESTADO DE LA CUESTIN

    Desde la perspectiva de la historiografa de Colchagua, el problema histrico, queaqu se estudia, se complica no slo por la carencia de investigaciones sobre laelite del lugar, sino tambin porque lo existente, en su mayora, se centran en la

    elite de Santiago y, con una visin uniformadora, tienden a generalizar para todoel pas, desconociendo las particularidades provincianas y sin llegar a una claradenicin de lo que era la elite en el pasado.7 Los trabajos que ms aportan a lasolucin del problema propuesto son los de Juan Carlos Gmez, quien realiz unanlisis socio-ocupacional de la provincia con el censo de 1780 mostrando, demanera sucinta, la dominacin de los hacendados.8 Distinta es la lnea seguidapor Arnold Bauer y Juan Guillermo Muoz, interesados ambos en el estudio dela conformacin de las propiedades en la zona. En el caso de Bauer, su objetivoera profundizar en la estructura de la propiedad de la Hacienda de El Huique

    mientras que, en el caso de Muoz, latenencia de la Hacienda de Apaltas y eltipo de produccin que se daba en esta propiedad fue su mayor preocupacin.9

    6Wilfredo Pareto, The Mind and society, Nueva York, 1935, Vol. III, pg. 1.430, citado

    por Peter Bachrach, Crtica de la teora elitista de la democracia, Amorrortu editores,

    pg.36

    7 Respecto de un amplio anlisis sobre los estudios de elites en Chile, ver en Rafael

    Sagredo, Elites chilenas del siglo XIX. Historiografa, en Cuadernos de Historia N16,

    1996, pg. 103-132.8

    Juan Carlos Gmez, Estructura de clases y estraticacin social en una sociedad colonial,

    San Fernando 1786, enAndes, N 4, Santiago, 1986.

    9 Ver los siguientes: Arnold Bauer, La Hacienda El Huique en la estructura agraria del Chile

    decimonnico, en Enrique Florescano (Coord.),Haciendas, latifundios y plantaciones en

    Amrica Latina, siglo XXI editores, Mxico, 1975 y Juan Guillermo Muoz, San Antonio

    de Petrel: tenencia, produccin y trabajo en una hacienda costera de Chile central, siglos

    XVII y XVIII, enHistorias 18 (1983): pg.135-192.

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    Esta escasa bibliografa sobre la elite de Colchagua no se condice, sin

    embargo, con los numerosos trabajos existentes, clsicos y de reciente data,

    a nivel nacional sobre las elites del siglo XVIII y XIX. Aqu se rescatan los

    ms signicativos para la problemtica planteada. Imposible no considerar

    los trabajos clsicos de Alberto Edwards sobre la Fronda aristocrtica y los

    de Mario Gngora sobre los encomenderos y el inquilinaje en la Colonia.

    Ambos, aunque con motivaciones diferentes, retratan principalmente a la elite

    de Santiago, la que emerge como un grupo hermtico que impide su acceso

    a individuos provenientes de otros sectores sociales. As, mientras Gngora

    explica la conformacin aristocrtica del grupo de los encomenderos y estan-

    cieros y su dominacin de la sociedad, Edwards retrata al grupo santiaguino, la

    elite conformada por la aristocracia castellano-vasca, como los constructoresdel pas, de la independencia y la institucionalidad en el siglo XIX10.

    La misma lnea de los autores anteriores es seguida en otros trabajos clsicos

    como los de Jacques Barbier y Mary Lowenthal Felstiner, investigaciones que

    fueron hechas en la dcada del setenta, pero que hasta ahora no han sido supe-

    rados por la perspectiva usada, es decir, la historia de la dominacin por parte

    de las familias notables y de origen vasco. As, Felstiner analiza a los Larran,

    una familia dirigente de la poca de la Independencia y principal benefactora

    de los sucesos de 1810 y de 1833. Barbier, en cambio, entrega un panoramade la burocracia colonial y explica el acceso a esos cargos de la elite criolla,

    desmiticando con ello la vieja idea de la exclusin de los chilenos dentro de

    la burocracia hispana como una de las causas del conicto.11

    10Alberto Edwards,La fronda aristocrtica, Editorial Pacco, Santiago, 1945; Mario Gn-

    gora,Encomenderos y estancieros; estudios acerca de la constitucin social aristocrticade Chile despus de la Conquista, 1580-1660, Santiago, 1970; tambin en Origen de los

    inquilinos de Chile central, Universidad de Chile, Santiago, 1960.

    11 Mary Lowenthal Felstiner,The Larran Family in the Independence of Chile, 1780-1830,

    Standford University, 1970; tambin ver kinship politics in the chilean independence

    movement, enHispanic American historical Review 56 (febrero de 1976): pp. 58-80;

    Jacques Armand Barbier,Reform and politics in bourbon Chile, 1755-1796, University

    of Otawa Press, 1980; tambin del mismo autor,Elite and cadres in Bourbon Chile, en

    Hispanic American Historical Review 52 (agosto 1972): pg.416- 435.

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    Trabajos mucho ms recientes en el tiempo e importantes para esta in-

    vestigacin han sido, adems, los estudios de Rolando Mellafe y Eduardo

    Cavieres. Mientras el primero dio pistas sobre las luchas y conictos de los

    terratenientes con las autoridades coloniales y otros sectores socioeconmicos

    como los mineros y la burocracia, llegando a sealar que el estudio puede

    servir de modelo para otras regiones de Latinoamrica, Cavieres, en su trabajo

    sobre las dimensiones del poder en La Serena seal, bajo la perspectiva de

    la historia econmica, la existencia de tres sectores de inuencia en la poca

    colonial: los hacendados, los religiosos y los comerciantes. Sin duda, que la

    investigacin sobre La Serena mostr la relevancia de volver a estudiar estos

    fenmenos desde la ptica de la historia regional.12

    En los ltimos aos se ha seguido publicando sobre las elites chilenas. AnaMara Stuven, Mara Rosaria Stabili y Gabriel Salazar. Lo ms llamativo de

    estos trabajos, para dilucidar el problema de la construccin del Estado y la

    ciudadana en Colchagua, es la visin social y cultural, el ethosaristocrtico

    que se tiene de la elite santiaguina, como tambin la creciente obsesin del

    grupo por el orden. Esta preocupacin por el orden y la tranquilidad se ma-

    nifest disciplinando, controlando y excluyendo de la participacin poltica

    a los otros sectores de la sociedad chilena.13

    Durante el tiempo que se ha realizado esta investigacin, se han contradodeudas de gratitud con varias personas que, de una u otra forma, contribuye-

    ron con su estimable ayuda, continuos consejos y orientaciones. De manera

    muy especial, a Marcello Carmagnani, quien dirigi esta investigacin como

    tesis doctoral para ser presentada en El Colegio de Mxico. Sin duda, sin sus

    comentarios, correcciones, crticas y aliento no hubiese sido posible llegar a

    12

    Rolando Mellafe, Latifundio y poder rural en Chile de los siglos XVII y XVIII, enCuadernos de Historia 1, Universidad de Chile, 1981. Eduardo Cavieres, La Serena en

    el siglo XVIII.Las dimensiones del poder local en una sociedad regional, Universidad

    Catlica de Valparaso, 1993.

    13Ana Mara Stuven,La seduccin de un Orden, Ediciones Universidad Catlica, Santiago,

    2000; Mara Rosaria Stabili,El sentimiento aristocrtico. Elites chilenas frente al espejo

    (1860-1960). Traduccin de Paula Zaldvar H. Santiago, Editorial Andrs Bello y Centro

    de Investigaciones Diego Barros Arana, 2003; Gabriel Salazar, Construccin del Estado

    en Chile: 1760-1860, Sudamericana, Santiago, 2005.

  • 7/27/2019 Poder Rural y Estructura Social. Colchagua, 1760-1860

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    Poder Rural y Estructura Social. Colchagua, 1760-1860 / 33

    su nalizacin. Se agradece tambin a Pilar Gonzalbo, Francisco Zapata y

    Guillermo Palacios, profesores de El Colegio de Mxico, por sus observaciones

    y sugerencias que permitieron corregiralgunos defectos de la investigacin.

    Asimismo, en Chile, se agradece los comentarios y el material facilitado

    por el profesor Juan Guillermo Muoz como tambin las valiosas e inapre-

    ciables conversaciones sostenidas con Julio Retamal Avila sobre algunos

    tpicos planteados en este trabajo. No puedo omitir en esta investigacin el

    nombre de dos destacados historiadores. Uno es Eduardo Cavieres quien, con

    su ayuda generosa, desinteresada y sus oportunas sugerencias enriquecieron

    el trabajo; el otro, aunque ya no est aqu, fue Rolando Mellafe quien, con

    su estmulo constante, mostr al autor de esta investigacin el camino de la

    investigacin histrica.

    El autor agradece tambin al Instituto de Historia de la Ponticia Uni-

    versidad Catlica de Valparaso y a su director, Ral Buono-Core, el apoyo

    brindado para que este trabajo saliera a la luz pblica, como asimismo la ayuda

    nanciera otorgada por la Direccin de Investigacin de dicha Universidad

    que permiti anar los ltimos detalles en su parte nal.

    Si alguien fue olvidado, no ha sido un hecho intencional y desde ya se dan

    las disculpas del caso. A todos ellos, los ms sinceros agradecimientos.