Poemitas enamorados

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Poemas cortos de amor.

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  • POEMITAS ENAMORADOS

    SALVADOR PLIEGO

  • Copyright 2013 COPYRIGHT by Salvador Pliego. All rights reserved. Houston, Tx. USA Todos los derechos reservados. Este libro no puede ser parcial o totalmente copiado o reproducido de cualquier forma sin autorizacin del autor.

    II

  • Prlogo a Poemitas enamorados.

    Por Beatriz Gutirrez Mueller Hace tiempo que no vibraba con tanto amor potico. Leer cada verso de Poemitas enamorados es comenzar a caer, a fuerza de la gravedad, en un pozo que parece topar con alguna capa de la tierra pero que, de puro engao, en realidad, no tiene sima. Ese viaje en cada libre es inevitable. Desde el principio, el poeta anticipa al lector que deber sentarse porque el viaje, apenas por comenzar, referir a una ausencia pero tambin a una presencia. Desde aqu, me parece, queda definido el ser de este poemario: los ausentes somos nosotros, los otros; los presentes son ellos, los enamorados. Pero ellos sin nosotros no tendran fundamento: el amor encerrado, as, de uno y otro nada ms, necesita de otros que los vean, los escuchen, los sientan, incluso, a riesgo de ser testigos inconvenientes. Pero todo amor privado, de uno y otro nada ms, por ms que diga, tambin busca quien de fe de esa intimidad y ese gozo. Ese es papel, en principio, del poeta Salvador Pliego que nos hace penetrar, repito, en ese recoveco donde solo caben dos y sus mudos testigos. Nosotros. Pero tambin la naturaleza misma: el viento, las nubes, el oleaje, la precipitacin, los ruidos con los que silba la vegetacin. A mirar qu principio el de este viaje al pozo sin sima: todo comienza en tu boca (poema XVI). La boca habla, la boca besa, la boca abre y cierra los estrechos o anchos muros de la vida. Es conducto por el cual se calla o se expresa lo indecible o lo expresable. La boca en Versos enamorados es central para comprender cmo pueden sellarse dos almas que husmean, que se comen, que se aligeran la carga de la vida. La lrica de este poemario no podra comprenderse sin ella, sobre todo, sin la boca de ella. No solo es una boca bella sino que puede, en s misma, ser receptculo de relmpagos (XXVI), gesticulacin de sonidos y muecas, ser una boca que me deja maravillas (XVI). Enseguida, el poeta debe restituir a los ojos su invaluable papel en la corporeidad: son los espejos del alma pero tambin incansables viajeros del mundo; se asombran, se apenan, se solazan. Pero aqu, los ojos de ella son solo para su amado aunque nosotros, los testigos, interrumpamos las miradas de ellos que habran sido pensadas para dedicrselas mutuamente, sin la interferencia a la que ya el lector se ir sintiendo habituado al continuar leyendo. Los ojos de ella son puerta a la primavera (LXXI), una deidad del tiempo. Hablamos de dos lumbreras de color negro que, hasta cerrados, son sostenes del alba (LXXX) y portavoces del momento en que cae la tarde. El amado, aqu, sigue rendido y nosotros, los intrusos, queremos sentir que ese gozo tambin puede pertenecernos. En Poemitas enamorados no hay necesidad de erotismo, si por ello entendemos la turgencia inevitable de un deseo que, vlgase, requiere ser consumado para triunfar por sobre el abatimiento. No hay porque, ya de suya, la entrega de los amantes por la va de sus ojos y de su boca es total, profunda. Para el amante, el amor es una celebracin a la que, tal vez, le haga falta reecontrarse en el limbo de tus muslos (XXIV) o ver el oleaje de la amada en las sbanas de su cuerpo (CIX). Al final, queda la certeza de que cuando el amor junta las manos, se inclinan los corazones para tocarse (CXIV). En los poemas de este libro doble, pues tambin encontramos Versos enamorados, hay un amante que suele dibujar a su amada. Son una prosopografa pero

    III

  • del cuerpo. Ella es el lienzo y su cuerpo, inmvil o retozn, va haciendo que cada pintura (cada poema) est viva. La amante se sabe correspondida y es ella la que anima la vida, el motivo para la celebracin de amor. Pero sin l no habra concierto posible, tanto como si nosotros, los testigos, no tuvisemos ojos para observar el cuadro ofrecido por Pliego. De la pintura, que no pasara de ser una representacin visual de un mundo privado, se pasa a la poesa y, de all, a la felicidad: Nunca pens que la felicidad se hiciera verso. El paso de lo representado a la palabra sera casi imposible si no fuera por el verso. Porque cada slaba es, junto con otra, la musicalizacin de esa pintura mental. Eso es la poesa: el triunfo de la palabra por sobre la imagen. No s si la felicidad pueda hacerse verso siempre pero en estos poemas de Pliego que no quepa duda al mudo testigo de que es posible. Despus de la poesa asequible, la que nos revela con sus versos ese cuerpo deseado, hay sin duda un velo de duda: qu tan posible es que el amor de uno con otro no sea, al final, solo una quimera? Es posible vivir as, uno frente al otro, sin ninguna otra vida en derredor de los amantes? Puede que el amor sea la gran utopa y que el amor eterno no sea ms longevo que el instante en que duran las miradas que se encuentran. Salvador Pliego lo sabe o, cuando menos, lo intuye: sin estar t te aposentas en mi corazn (III). El amante anhela unos ojos negros de una mujer especfica en la inmensidad del mundo o, antes bien, los ojos negros de la mujer que no es? Aunque no existas, se lee en el poema IV. El amor padece esa angustia: la de pretender dominar al objeto de su amor y hacerlo eternamente, a sabiendas de que solo solo dura un instante. El amor es la suma de instantes, de pinturas, de cantos, de versos. No hay caducidad ms duradera que la estipulada en el principio del amor; no hay eternidad ms efmera que la del final del amor. De mi para ti aunque no ests ni seas (XLIII). Las aporas de Salvador son ciertas, profundas, inequvocas. Persuaden la posibilidad de que el vaco se muestre por delante (VII). Sea el necesario invento del alma, sea un desahucio irreversible que va sumando orfandades a la vida del amante, el amor en Poemitas y Versos enamorados es un remanso en medio de la desesperanza. Si hay dos que canten los mismos estribillos, hay complicidad y sosiego. Y aqu, la secuencia de versos en ese sentido nunca desva su camino. El amor potico que se anunciaba al principio no traiciona jams al testigo, al intruso testigo, a nosotros. Se puede caer al pozo al que nos invita Salvador Pliego sin temer un golpe, una estocada. Si el viaje dura poco, ser hermoso; si mucho, placentero. Hace falta al mundo un museo de estampas amorosas que reviertan los otros dolores: los de la infamia, la impiedad y la tremenda avaricia. Si uno de nosotros los lectores se anima a contagiarse de esa hermandad irrenunciable, mientras cae en ese hueco cavado con troqueles nobles, mirar su entorno de manera pulcra; a su amada o amado con gratitud, benevolencia y esperanza y al mundo entero, con ojos de amor, con ganas de besarlo. Beatriz Gutirrez Mueller

    IV

  • NDICE 1 Poemitas

    56 Versos enamorados

    124 Biografa del autor

    V

  • Todo comienza en tu boca

    Salvador Pliego

    VI

  • POEMITAS

    1

  • I Sintate conmigo.

    No estar ni estars presente

    Pero el momento ser inolvidable.

    II Prtate de espuma, de gracia, de sencillez.

    Para el amor: tus alas, tu sonoridad, tu azar,

    y el sonido estelar con su sensible idioma:

    mis ojos disolviendo la noche con la luz de tu mirada.

    III La nica forma de reconocer el amor

    es cuando, sin estar t,

    en silencio, como mariposa,

    te aposentas en mi corazn.

    2

  • IV Aunque no existas, platicar contigo.

    Cuando te reconozca,

    continuar entusiasta las pausas, las letras,

    las comas febriles que te esperaban con emocin.

    V La alegra y la vida se definen

    cuando capto el olor a risa

    brotando de tu piel.

    VI Hasta la tarde misma, con su rosario blanco,

    guarda un beso, una caricia,

    para que la madrugada, sobre el viento,

    camine en los caprichos, sabindose aluzada.

    3

  • VII Aunque el vaco se muestre por delante,

    para la vista es todo un cielo:

    abro tus ojos y salgo a conquistarle.

    VIII La maestra de la noche

    no es su firmamento,

    no es su oscura masa,

    sino que la luz, al prenderse,

    sabe a ti encontrarte.

    IX Cuando el aire pliega tu falda,

    me imagino que hay un Dios soplando, travieso.

    Le rezo para que lo siga haciendo.

    4

  • X El da que t, as, de repente, ansiosa,

    llovizna, aerosol, llena de ti misma,

    te acerques a mi lado, y en plena gracia

    me sueltes de imprevisto una sonrisa,

    escuchars de sbito un te quiero,

    y mi nombre anclado a tu flanco.

    XI Por la dorada mirada del sol

    destella una fragancia musical.

    Y como dos cometas, dos viajeros,

    se abren tus ojos negros,

    arrancndole encendidas primaveras.

    XII El hbito de verte feliz radica en la libertad de tu alegra.

    Mi rebelda es la solidaridad a tu sonrisa.

    5

  • XIII Lo ms bonito del amor

    es que toca una puerta,

    y el corazn juega y juega

    a que la abre an antes de escucharla.

    XIV Tu silencio es inquietante.

    Pero, cuando lo conjugas con una mirada alegre,

    entonces, es imborrable.

    XV La imaginacin requiere de un simple chispazo para estallar su inventiva.

    T excedes ese destello.

    6

  • XVI S que estoy leyendo un buen libro porque

    cada pgina que paso me trae mil sorpresas.

    Al final, tu boca me deja maravillas.

    XVII Me dijo: Por favor, reglame algo!

    Y con mi dedo, en su hombro,

    le dibuj este punto: .

    Ella saba que adentro

    contena un corazn infinito.

    XVIII De este color me gustan las puestas de sol.

    Y corri a pintarse los labios

    para verse con ms resplandor.

    7

  • XIX La lujuria no es tocarte,

    sino verte brillar los ojos

    en los mos que se arden.

    XX Aprend que el color de la estrella viene de los sentimientos.

    Por eso, mi estrella retoza, se acurruca,

    tiene noches y das en su mundo.

    A veces me despierta con un simple beso.

    XX1 Despus de escribirle la palabra amor,

    se la dio a ella. La ley, y dijo: Le falta el acento.

    -Dnde, en la a o en la o? -respondi l.

    -En la r.

    Ya con tilde, se la guard en el vientre para ronronear atardeceres.

    8

  • XXII sta es mi flor ms bonita.

    Y le ense mis manos vacas.

    Ella saba dnde yo plantaba sus ojos.

    XXIII Vuelco su cuerpo al umbral del viento

    para que, ya intangible, liberada,

    a mi alrededor se pose,

    y recorra en m el soliloquio

    y la cancin de los milagros.

    XXIV En esta terapia del habeas corpus

    me acoge la obsesin de la sinrazn:

    rechazo la abrupta liberacin que me desata de su cuerpo;

    soy el genrico e ilegal individuo

    que encuentra garantas en el limbo de sus muslos.

    9

  • XXV Para ti, quin soy yo? me pregunt.

    Respond: La aquiescencia propia de la concrecin en la dialctica de los opuestos.

    Y ella se sonro.

    Saba que ya haba agotado todas las expresiones

    para decirle que era lo ms bonito de mi vida.

    XXVI A veces va cayendo desde su boca,

    en cmara lenta, un relmpago,

    todo el cielo, la luz de un ojo,

    y sobre mi boca se abre

    un torbellino de luz y fuego

    que, igual que el viento,

    la va prendiendo.

    XXVII La voz muda penetr el silencio.

    Pero, era tuya.

    La escuch mi alma y la replic a tu odo:

    te sonro.

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  • XXVIII Mi libertad demanda y exige tu presencia.

    Tu libertad me emancipa y libera.

    Tus brazos me abanderan y acompaan.

    Y tus ojos, como dos grandes lumbreras,

    a mi corazn lo independizan.

    XXIX No hay ms:

    si no existiera el cielo,

    t seras mi cielo.

    XXX Cuando el cielo cae, se pierde, llora,

    del corazn brota un ave

    que con la punta de su ala al azul consuela.

    Y el cielo, en recompensa, pinta sus nubes para besarle.

    11

  • XXXI Lo que el atardecer va y esconde cuando anochece

    es esa luz tmida y coqueta

    que, tras de unos rojos labios

    y unos esmerilados ojos, se llama: Amanecer.

    XXXII De repente sales corriendo, volando,

    en dos alas, para que yo te atrape,

    para que yo te mire

    Y al mirarte, mi existencia corre,

    cobra vuelo, en dos alas, en mil plumajes,

    tras de tu lindeza, pretendindote.

    XXXIII Una noche, mil noches, misteriosa,

    formars el tiempo

    y desembarcarn en ti las horas, los minutos,

    la espada a pleno fuego,

    y tres veces, tres veces tres, tres veces,

    encenders la noche,

    y la estrella imitar la luz que hay en tu cuerpo.

    12

  • XXXIX La noche es como una ronda de efluvios y osadas,

    donde la luz se rinde a ociosas maravillas;

    como sea, guardo yo mi estrella en tu rostro

    en un contoneo voluptuoso de encendidas.

    XL Desde mi mundo a tu mundo

    hay un cielo en flores blancas,

    y dos hojas azules tocndonos las manos.

    XLI Eres la elipsis de un verso que an no he escrito,

    y eso lo hace ms bonito.

    13

  • XLII Est bien, dmonos de tiros:

    t disparas tus negros ojos lindos

    a la par contra los mos,

    y yo replico lirios,

    versos, dos mares en labios gustativos.

    XLIII Escrib: Gozo el perfume del da en unos labios

    y el rastro de una flor sobre su cuerpo.

    Al leerlo, desnud su imagen y sus besos.

    Escrib: Nunca pens que la felicidad se hiciera verso.

    XLIV Cuando caes al cielo y vas subiendo,

    desde abajo, arriba, desde el suelo,

    los azules, por tu rostro,

    van soplando y se hacen viento.

    As los cielos van cayendo, ascendiendo,

    van forjndose en tu aliento.

    14

  • XLV Tentacin: es esa palabra, ese apellido tuyo

    que pones en mi boca. Y me sonroja.

    XLVI Provocacin: esa parte de tu piel

    que saca el alma y me la entrega.

    XLVII Estando frente a ella,

    me dijo que no entenda lo que era la belleza:

    Abr mis ojos como un mundo

    para que en ellos se mirara.

    15

  • XLVIII Todos los das llego ms temprano a ti.

    No tardar el da en que te d la vuelta

    y comience desde que me enamor.

    Pero, lo mo es otra cosa:

    iniciar cuando te vi.

    XLIX Cuando t haces en m esos pecados,

    y yo caigo y caigo y caigo,

    Dios mo, cmo caigo!,

    me declaro por culpable.

    Entonces, me confieso a Dios en morse;

    a que tarde en descifrarlos.

    L En el arpegio del arpa, contenida,

    tocars nota por nota,

    y de tu cuerpo, tocata en fuga y movimiento,

    la sucesin de un alba arremeter a mis ojos

    cual msica en corcheas que entonan poesa.

    16

  • LI La le: tena la dulzura del tinte de abril.

    La escrib: adormec su mano

    y la puse de aliento para componer.

    Y la le y rele, hasta que de su vientre

    brot ese acento color alhel:

    era su piel ambarina lo que escrib.

    LII Porque gritaremos que ninguno fue vencido,

    y nos abrazaremos como dos nuevos pajarillos,

    mientras el atardecer agrega un paisaje

    por la cpula de vientos y delirios.

    Y le llamaremos: Nuestro nio;

    para que el sol se arrope junto al calor de nuestros brazos.

    LIII Tan lindos tus labios! Y cortejan y rondan y galantean.

    Son versos y letras, que cuando no hablas, qu linda es tu boca!,

    parece que cantas y los deletreas.

    17

  • LIV Esa es mi estrella favorita: tiene cinco puntas. Y se la mostr.

    Ella cont sus piernas, sus brazos, su rostro y su busto,

    y dijo: yo tengo ms.

    Desde entonces hay una nueva cosmologa

    y la teora del big bang apunta a su figura.

    LV Se dice que un da, por una gota de sangre,

    de la mano de Venus brot. Pero eso fue mitologa!

    Lo cierto es que ella acerc su seno a un frasco

    y de ah corri el elixir: fragancia fue su nombre.

    LVI Presumo que s, que la felicidad tiene que ver contigo

    cuando me cuelgo del sol, de un pjaro,

    de un viento azul celeste,

    y de repente me doy cuenta

    que voy volando en tu cintura.

    18

  • LVII Cuando enroll sus alas

    vino conmigo a recostarse.

    Lo dems, fue un cielo estar de noche.

    LVIII Insprate en m me pidi.

    Y escrib: Arcuriforis.

    Dudando, ella fue a buscar su significado al diccionario. No haba tal.

    Dijo: No le he hallado.

    Respond: No busques en la razn lo que el corazn ha deletreado.

    Me bes, y dijo: t s me has interpretado.

    LIX Las fantasas son fontanas de alegra.

    Pero, hay una ms bonita:

    sin que la tarde se d cuenta,

    colorearte una sonrisa.

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  • LX De frente a tus ojos, los mos,

    buscando fantasas,

    gritando las victorias de nuestras alegras,

    cerrando cada paso de sombras indecibles,

    tejiendo esas distancias con nombres y delicias,

    escalonando manos o risas infinitas,

    lanzndonos pupilas, quilates de ambrosas,

    y en un sol de miradas,

    los iris en caricias.

    LXI En mi tierra solamente hay una estrella.

    En mi pas, una flor tan slo existe.

    En mi corazn guardo slo un beso,

    el aire fresco, aquella flor,

    y la centella de la estrella que me diste.

    LXII Por ser duea del lenguaje, de mi palabra

    -eres hato de expresiones todas lindas-,

    me concedes la voz y la armona,

    la revelacin de entenderte y percibirte,

    y saber que el corazn comprende,

    despacito, tarareando, tu mirar que va a mi alma.

    20

  • LXIII En qu desnudez de beso nos sentamos

    que al abrir los ojos ni t ni yo nos vimos,

    y sin embargo nos sentimos?

    LXIV Baja pues, mujer de mi alma,

    que tengo, no un sentimiento,

    sino un atardecer que quiere darte un beso.

    LXV Y qu es enamorarse, sino ese permiso

    de reinventarse en otros brazos y otra boca,

    dejarse morir y revivir en cada toque, en cada palpitacin,

    jugar a los silencios cuando el mimo

    y darles nombres sutiles o de pjaros

    que se acurrucan en las cavidades de los labios.

    Entonces, y solamente entonces,

    nos duele como un beso.

    Tal vez ser por eso!

    21

  • LXVI, De repente se quit los ojos; yo digo que nunca los tuvo.

    Luego se desposo del vientre; pienso que no fue suyo.

    Tambin se arrebat las manos y los muslos;

    acaso alguna vez los consider propios?

    Al final, dijo: Es por dems, mi pecho, igualmente, es tuyo!

    Es lo que me faltaba para darle un beso!

    LXVII Deletrame me dijo.

    Y desde mis ojos comenc a contar las nubes,

    hasta que sinti en la bruma

    el surcar del ave al pronunciar su nombre.

    LXVIII Cuando te pienso, me lleva el corazn a tu existencia.

    Y entre luz y pensamiento, tu cuerpo lanza azules maravillas.

    As brotan las ideas de colores:

    son los equinoccios buscando seducir las primaveras.

    22

  • LXIX Cada vez que me das a morder la manzana del pecado

    y veo tu cuerpo desnudo y floreciente,

    abono ms el rbol, para que broten infinitamente esos frutos.

    LXX Arranqumonos las ansias, los deseos, los verdes pensamientos.

    Dejmonos la nada, la transparencia, la desnudez de la tersura.

    Cubrmonos los cuerpos de sueos, ambiciones y un mar de fantasas.

    Y cuando ya sientas los mos, te vestir de alegras.

    LXXI Almendra por tus ojos sin que se abran.

    El olor a la madera recorre la vera de tu rostro.

    Y yo canto en tus ramas una cancin de luz silvestre:

    cuando abras tus pupilas cantarn las primaveras.

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  • LXXII Construyo la casa del amor donde t llegas.

    Mis bienes son tus manos, su puerta est en tus ojos.

    Dormito en su entrada que sabe a boca y sabe a vida.

    Y en el sortilegio y la alborada busco tu pecho

    para conciliar mi alma.

    LXXIII Eres una repblica de pjaros y flores

    que solamente reglamenta una palabra: Amor.

    LXXIV La realidad de mi picasso es que t,

    entre ms te acercas,

    ms fantasas me haces idear.

    24

  • LXXV Cuando Galileo afirm:

    y sin embargo se mueve,

    no pens en la tierra,

    sino en mis ojos girando alrededor de los tuyos.

    LXXVI Y ascenders, como los cielos,

    en una noche estrellada,

    para que yo te llame: mi espacio, mi sol,

    y te guarde en el infinito, iluminando.

    LXXVII Bajar hasta tus brazos como un relmpago en fuego,

    como un aprendiz en llamas, como una mecha en brasas,

    y t calmars mi hoguera con un soplo de tus labios.

    25

  • LXXVIII Aunque luz o viento o espejismo,

    yo creo que tu corazn es un pjaro

    con un canto que adormece.

    Soar el cielo de la noche

    palpitando mientras vuele.

    LXXIX T all, fugndote.

    Yo, esparcindome.

    Y nuestras bocas comindose a besos!

    LXXX Sostenes del alba parecen tus parpados cerrados.

    Ser que hoy abrirn su luz

    a los pjaros impalpables,

    con sus frutos de iris y de flores?

    26

  • LXXXI La suerte pende de tu boca:

    cuando se extrava en la ma,

    el da es una maravilla.

    LXXXII Ella tiene su lengua en mi boca,

    y cuando suspira, platica por mi boca.

    LXXXIII Aprendo, en estas horas, multitudes:

    los relatos que salen de tus manos

    y un placer inigualable al deletrearlas.

    27

  • LXXXIV El amarte es como El Fnix:

    morir cuando tu boca;

    resucitar en blanco, de mar,

    de otra forma,

    en la corona de unos brazos.

    LXXXV Era de velos y mantillas.

    Cuando se quit el ltimo de ellos,

    slo quedaba el eco

    del sonar de su sonrisa.

    LXXXVI Cuando Don Quijote dijo:

    Oh seora de la hermosura, esfuerzo y vigor del debilitado corazn mo!,

    decid que perdera los brazales, el escudo, la figura,

    y entrara a la locura

    por un beso de la amada ma.

    28

  • LXXXVII Viajo hasta el fondo:

    un corazn, un sensible respiro,

    un viaje a la espera; ests t

    y una ribera de razones.

    Me tio de ti y de tu imagen al amarte.

    LXXXVIII Te regalar el coral del cielo

    para que tu cuello le d un nombre.

    Y yo suspirar tres veces, tres veces cielo,

    para pronunciarlo si te veo.

    LXXXIX Empua tu corazn un estandarte

    que mi boca lo grita cual victorias

    y tiembla a mi piel en sus entraas.

    29

  • XC Cuando de tus labios la caja musical se abre,

    un astro de corazn y seda

    se derrama en mi boca,

    y un sol de luz y verso a mi lengua se le entrega.

    XCI Con un pincel de cardas finas estar sentado

    mirando tus pensamientos, tu imagen de destino.

    Y en un lienzo pintar tu rostro con mis ojos,

    donde el cuerpo slo sienta los bosquejos

    de un beso sin pigmentos.

    XCII Cuando dijiste: Yo soy la ola;

    un mar de versos cay del viento,

    y un buque en brasas toc la noche

    para remarlas junto a tu cuerpo.

    30

  • XCIII No es que hoy sea un da especial,

    es que acumulo los ms bonitos besos

    para entregrtelos sonrientes, en forma de amistad.

    XCIV Hay cosas que no se ven ni se sienten.

    Quiz sea porque el corazn las guarda

    en su intimidad para aluzarlas cuando las palpita.

    Tal vez por eso sean las ms bonitas,

    y nos tocan las puertas para sacarlas y mirarlas.

    XCV Aunque ensayes otros ojos, otra reposada boca,

    otra orilla de tu cuello,

    yo leo siempre el mismo verso

    y la misma hermosura;

    tus alas nunca cambian.

    31

  • XCVI El amanecer de mi boca es tan sencillo y simple:

    el que tu boca sepa que la ma existe;

    y el de mi corazn,

    el que tu boca, sin prisas, sin urgencia alguna,

    le sople y con un labio le dibuje un cisne.

    XCVII El gnero narrativo es aquel que,

    sin pausas, sin ritmo, sin necesidad de estribillos,

    define en una sola lnea los proemios que en ti leo.

    XCVIII Eran los pjaros silbando y el atardecer de bocas,

    la brisa en alas, la horizontal en los crepsculos,

    y las pupilas hirviendo, pegadas, trenzndose en miradas.

    As naci el corazn: remando anocheceres.

    32

  • XCIX Colmpiame de nuevo - me dijo.

    La met a mis ojos y la balance sobre un sol de atardeceres.

    Ella abri los suyos para colorear el horizonte.

    Cuando se cans, lagrime una barca

    para dormir y navegarse.

    C Giro como un girasol en el trance de piel de tus lunares

    que erigen los ptalos nveos del amor

    cuando te miro.

    CI Me dijo: Que hay entonces en el cielo?

    Versos -respond.

    E impregnando de tinta mi dedo en su pupila,

    comenc a escribir.

    33

  • CII La felicidad es un colibr

    que recorre de tu frente a tus caderas

    las slabas de un carrusel de poesas

    para susurrarlas en el viento.

    CIII Conjetura entre la nube y el espacio es lo que eres.

    A veces un poco de horizonte.

    Pero, al mirar tus curvaturas

    reconozco el prembulo de un lxico

    que el sol subi del mar al cielo

    para darle estamento.

    CIV Haces falta t para que se arda el fuego,

    para incendiar los ojos en los nidales

    y se alcen de luz los leos;

    para que la piel, tmidamente,

    reanude el sinfn tocando el cielo.

    34

  • CV

    Si t me besas, miles de aves vuelan en mi boca,

    y un pedazo de cielo hace estrellas doblemente hermosas,

    para ponerlas en mis labios y con tu lengua encenderlas.

    CVI

    Le dije: Te quiero en estado natural.

    Ella, simplemente levant sus ojos

    y se fue a volar.

    CVII As como la noche abre sus ojos

    y deja que la luz rena las slabas del alba en la maana,

    de igual forma tus prpados abiertos

    peregrinan la mirada en la vastedad del horizonte.

    35

  • CVIII Cuando al tiempo, ya con visin borrada,

    y a mis manos le busques la memoria,

    de mis arrugas quieras mirar mis manos

    y las rosas que un da te entregaron,

    te dir, colgado de tu cuello,

    amarrado a tu cintura,

    que en mi pecho y en mi alma,

    para ti, sigue habiendo mil claveles.

    CIX Y te quiero donde caen esos ojos sin destino o santuario.

    Porque conviertes mi piel en agua y la bebes en tus ansias.

    Porque en las sbanas olea tu cuerpo

    y extraigo ese ocaso derramado de deseo.

    Y hay un fragor de aliento consumindome, alborotndome,

    ahogndome en el vientre de tus verbos.

    CX T me seduces de albas y de ros,

    me llenas de soles y de mares,

    me encumbras en la altura hasta perderme.

    Abres mis ojos al sinfn cuando te acercas

    y llevas mi tacto al nacimiento

    de un nuevo siglo sbito en horarios,

    que se acompasa con tus labios al beberlos

    y dejan esta boca temblando en sus adentros.

    36

  • CXI Creo que tus ojos se cayeron en los mos

    y ahora enfoco con visin alegre.

    CXII Me dijo: Lzaro, mrame y sonre.

    Respond: Sobre tu cuerpo edificar la dicha.

    Y una bienaventuranza de alegra regode mi vida.

    CXIII Alate mujer esa mirada,

    que viene ya aflorando la primavera de tus ojos.

    37

  • CXIV Cuando el amor junta las manos,

    se inclinan los corazones para tocarse.

    Creo que a eso le llaman felicidad,

    y se conserva en las yemas, o en las palmas,

    o en alguna parte

    CXV Cuando a un corazn le tocan,

    dicen que ha construido un puente;

    el latido simplemente desvanece.

    CXVI Cuando dos cuerpos se trenzan,

    no se tocan, se miran como espejos

    y se prestan los ojos en los besos.

    38

  • CXVII En la diccin de una mirada se absorbe otra,

    la rompe, la devora.

    Se sabe, entonces, que son calladas,

    y en el gesto de un suspiro se dotan de palabras.

    CXVIII Lo que me fascina de ti

    es corretear tu voz,

    ponerle un beso,

    y devolverla a tu boca.

    CXIX Si yo me perdiera en la nada,

    en un vaco, en una espera,

    soterrado buque y mar bravo,

    de tus labios, amor, yo cantara una vela

    y silbando caminara las mareas.

    39

  • CXX La mir con mis ojos y se fueron con ella.

    Entonces conjugu mirar con alegra: poesa.

    De su boca era que vena.

    CXXI Pintaba sus labios con sentires

    para que se vieran carmes resplandecientes.

    Yo le prestaba mis ojos de silencio;

    ella me ofreca algn latido:

    eran las maanas de los besos.

    Y el corazn, como un canario,

    desde una rama,

    simplemente silbaba algn delirio.

    CXXII Te pintar una rosa y no una rosa.

    Brotars desde mi pecho: malaquita, visin, navo.

    Te contar el follaje.

    Y en la plenaria de la luna te llamar: Bonita!,

    para que el sol devuelva su luz al da.

    40

  • CXXIII Cuando no ests, y te siento, me tocas,

    recargas tu respiro en mi hombro

    -qu manera de decir te quiero!-,

    vuelvo la vista y te busco.

    Y aunque no ests, reitero mi hombro,

    reincorporo mis deseos,

    y ya sabes, es cierto, caminando,

    alentado, decidido, yo tambin te quiero.

    CXXIV Me preguntas: Qu es una mujer?

    Por Dios, qu definicin de cielo me has pedido!

    CXXV Como un alba de cisnes,

    de luces, llena de estanques,

    aguamarina y dulce, inaudible y linda,

    donde tu cabellera sopla blancos del aire

    y son viajeros de un iris configurando al viento,

    en la armona en que te siento,

    clara en silencios, fresca en caricias,

    donde te vuelves amor y ojos

    que son del pecho sus manantiales,

    resguardo un labio, tu lindo labio,

    donde la noche atesora su faz de da.

    41

  • CXXVI Viendo una magna exposicin pictrica en tu rostro,

    decid firmarla con mis ojos.

    CXXVII Como un alumbramiento de miradas abriste tus ojos.

    Y tus iris eran dos nias captando la luz recin nacidas.

    CXXVIII Desde lo ms abstracto hasta lo ms concreto

    solamente reconozco una slaba perfecta: t.

    42

  • CXXIX La mejor ancdota es quererte.

    El mejor recuerdo es amarte.

    El futuro es una ancdota en presente

    que solo sabe adorarte.

    CXXX Poner los pies sobre la tierra

    equivale a que t me amas y yo te amo.

    Lo dems es rotar, rotar y rotar un sobre el otro.

    CXXXI La inocencia es esa cara de diablita que pones

    cuando un beso y otro beso se salen por la borda

    y gritas: hombre al agua?

    43

  • CXXXII S, qu lindo es el amor cuando te toca,

    que aunque no tengas plumas

    ni presumas ser jilguero cuando hablas,

    te vuelves viento, algo as, no s,

    y entonces son las alas quien te buscan.

    CXXXIII En ese instante en que los dos nos llamamos sortilegio,

    -t y yo, sin manos y sin cuerpo-,

    abrazados los ojos en un trrido suspiro,

    slo los labios se tocaron en un jadeo de latidos.

    CXXXIV Cuando me dijiste: echando a perder se aprende,

    jams me imagin que aventarse desde un ropero diera tanta suerte.

    44

  • CXXXV Me gusta corromper tus ojos

    y decirles que les amo sin cansancio.

    CXXXVI Qu suerte, yo digo, cuando,

    desde el pecho, muy profundo,

    salen dos brazos, an rojos y pulsando,

    y se juntan con otros brazos encarnados,

    entonces, yo pienso, el corazn es un viajero enamorado.

    CXXXVII Cuando de unos labios

    una varita mgica se asoma,

    qu labios, qu boca!,

    es magia lo que al corazn trastoca.

    45

  • CXXXVIII Picar, como pjaro, tus ojos, a beberlos.

    Y en esos cntaros de miel har mi nido.

    Y cantar a la luz, esponjado, engredo,

    silbando hasta el delirio.

    CXXXIX Me consta que detrs de tus ojos

    hay una brisa que olea serpentinas

    y unas plumas en forma de guirnaldas

    que se aparejan con las alas,

    para soltarlas cual miradas.

    CXL En el atardecer, cuando cierras t los ojos,

    parece que el ocaso se los lleva a su aposento,

    y espera a que la luz los toque con la suavidad de un beso.

    46

  • CXLI Yo subir a tus hombros, mujer,

    para que me digas por qu los pjaros de ti se cuelgan,

    y descender a tus brazos cantando, ebrio,

    como un sol que en tu piel se forja.

    CXLII Cuando despiertes y tus pies,

    llenos de barcarolas y de lunas,

    toquen la tierra y la llenen de espuma y de corolas,

    entenders porque aprendi a rugir el mar

    repintando sus olas con azules.

    CXLIII De m para ti aunque no ests ni seas.

    Con quererte basta.

    47

  • CXLIV Entonces, en silencio,

    ocurre que tu rostro se hace agua,

    y hay un viento que de tus ojos se resbala

    al filamento de las hojas.

    Ah yo lo levanto y le canto y le hago mo.

    CXLV Hay veces que yo siento que tu boca al hablarme se desflora.

    Va cayendo suavemente en el vaivn de una sonrisa,

    en la voz que vas dejando, en el sonido que la entibia.

    Yo la toco con mis yemas, como a un beso que se escapa.

    Y ella vuelve a tu boca, reinventando las caricias.

    CXLVI Toco tu piel y se anida, se enrama, se deshoja,

    cambia de tesitura y colorido.

    Y con un cuidado excesivo,

    la podo con mis dedos

    antes de que el fruto sea un paisaje inalcanzable.

    48

  • CXLVII S que el da comienza cuando tus manos.

    S que la tarde cae cuando tus ojos.

    La noche solamente esboza una estrella cuando tu boca.

    La luz busca su forma y se prende desde tus labios.

    CXLVIII Cuando tu piel brinca, salta como un pjaro,

    desde una hoja en blanco se escritura su hermosura,

    y un poema se amanece.

    CXLIX El mejor argumento es cerrar la boca

    y que un beso se exprese como quiera.

    49

  • CL Tomo la copa y me imagino tu cintura al borde de la uva;

    la bebo, la disfruto.

    Cuando ya vaca, queda en mi boca tu piel

    y ese aroma de racimo.

    CLI En esa ordenacin de tu cuerpo en mis ideas

    se plasma una piro plstica

    en la que mis ojos se arden con el tacto de tu espalda.

    CLII Mientras ms platico con mi alma,

    ms siento el corazn de una mirada.

    50

  • CLIII Sobre la oscuridad de un cuerpo camino,

    bajo el embrollo de un latido.

    Slo t abres mis ojos para acunar el vuelo.

    CLIV No es que tenga una faccin de felicidad;

    es que tu boca radica en mi boca

    y es la nica forma en la que sale a pronunciarse.

    CLV Vamos a sacarnos las rosas de los ojos

    y los geranios de las manos;

    a gritarlos fuertemente en las gargantas,

    a sacudirnos los hombros de begonias.

    Y cuando las bocas se hayan saturado

    de vias, racimos y calandrias,

    presentemos el ltimo lirio de la tierra:

    rojo y palpitante, latiendo,

    llenando pechos con su flora.

    51

  • CLVI Entonces, sensibles los cuerpos,

    te mudars en m,

    mutar tu piel,

    transformars mi cuerpo,

    y un temblor de ojos recorrer la carne,

    como un soplido de beso y trino.

    CLVII Tengo mi piel para tu fro

    y un beso libre que se entusiasma

    al besar tu mundo.

    CLVIII Tengo mi flor: tan slo tres ptalos.

    Es incolora, no brilla, no centella.

    Tiene su raz en m.

    Su tallo crece cruzando por mis ojos.

    Sus dos hojas tienen sentido en mis manos.

    Se ofrece en el sentimiento

    de un yo te quiero en desmesura.

    Y no se da en racimos. Es nica!

    Mi flor de tres ptalos es atpica y diferente.

    Para ti mi mejor regalo.

    52

  • CLIX Bastar uno solo,

    reconstruyendo la noche,

    transparentando lo invisible,

    para que al besarme

    mi boca desencadene al infinito

    y tus labios reinventen los azules.

    CLX Cuando el alba, cenzontle de mil voces, canta su tonada,

    y al preludio de la escarcha sueltas tus cabellos

    -campanillas sonoras de trigo y arlequines

    en recital frugal y de amapolas-,

    dos jardines saltan a tus ojos

    y danzan su luz como avellanas.

    CLXI Porque ya en la tarde,

    el cielo te trajo para m as de linda

    y me dio en la boca el placer de un beso,

    para que la penumbra alumbrara y reinventara el cielo.

    53

  • CLXII Tocaras a diario mi corazn? me pregunt.

    Por supuesto respond.

    Acto seguido, se lo sac del pecho,

    le amarr un mecate

    y de una viga lo fue a colgar.

    Cada madrugada

    como un pndulo lo muevo

    y su timbre prende al sol.

    CLXIII Hay una parte de ti en m.

    Y como todas las cosas bonitas

    se desprenden del alma,

    para que mi corazn te conozca, canto y te amo.

    Y una luz se desprende de tus manos,

    y el viento vuela, la noche se azulea,

    y el paisaje ventea su claridad en el alma.

    CLXIX Cuando desde un beso me dices:

    Otro y otro y otro y otro!,

    hay una caminata espacial sobre tus labios.

    Ah exploro y proyecto el universo.

    54

  • CLXX Mire usted, que despus de haber hundido el barco,

    despus de naufragar los remos,

    despus de destrozar las velas,

    usted me lleva aqu surfeando el oleaje,

    saltando las espumas, toreando los pleamares.

    55

  • VERSOS ENAMORADOS

    56

  • Toda la noche

    Te contemplo,

    espora y vino,

    mujer,

    como si de tus piernas brotara el infinito

    y la vastedad se abreviara hasta tus manos.

    Toda la noche desde tus ojos ya partiera,

    y la nada contemplara el parpadear

    antes y despus que te mirasen.

    Mujer, te contemplo desde la ms ntima de las creaciones,

    donde bebo el cliz de un buqu yermo y delicioso.

    Prendido de nube a tu bruna cabellera

    En esa cabellera de corceles negros

    soplan los cielos su marcha prisionera,

    galopan, al leo, las sortijas cautivadas,

    y al fondo, se estrellan los cascos

    en lucha por su tierra.

    Dame, desde tu melena bruna,

    el oeste del aire y sus cascadas de centellas,

    su torre de viento negro,

    su cuartel de madrugada.

    57

  • Enciende mis dedos galopados

    a la altura del fuego de la aurora,

    donde la suavidad traspasa yemas

    y el estruendo se lleva mi mirada.

    Cablgame en corceles arrayanes

    que danzan a vuelo de estampida.

    Mis dedos les asignan mil trofeos;

    mis ojos redoblan su elegancia.

    En la voz de hierro de su baile

    marcha, embelesado, un varn cansino,

    cual jinete en brega, enamorado.

    Caf

    Desde ese cafetalero donde el sol le traza, hoya, poda o limpia,

    para darle su selectivo corte, su color rojo cerezo,

    y presentarlo en una taza

    Ah!, mujer, yo saboreo tus ojos negros,

    tu tostada piel que recolecta aroma y tropical delicia.

    A grano de cafeto me sabe tu sonrisa,

    a la drupa espolvoreada me saben tus mejillas,

    a ese tegumento que es elixir y bebida.

    Te escondes en la taza y del grano te apareces,

    y ah es donde mis manos entran al despalillado:

    descascarillando labios, besos, cintura y forma.

    58

  • Entonces, con un poco de tu azcar,

    en tu espalda o tu vientre,

    mis labios te beben y disfrutan.

    Viento

    Cadera imposible de pjaros,

    escondida o retrada en la metlica rfaga,

    cada porcin de tu piel es una corriente de viento

    en el vendaval de los instantes,

    es una marea de soplos estallada en tormenta:

    figura concisa que atiza la tromba

    para curvear los tifones con las voces del viento.

    Cada silbido es el designio espumoso de ojos,

    el peral arrasado o la quejumbres de la uva.

    Y baila, tu cintura de hembra baila su ruta hechicera,

    en un sube y baja de presagio y espuma,

    para estremecerse, para contagiar a la niebla.

    En el vuelo del viento,

    unas gaviotas aletean sus gemidos rimeros,

    y una cadera danza, en un jardn de silbidos,

    la imaginacin de la flor en la brisa.

    59

  • Maternidad

    Qu pecho le diste, mujer,

    al ansia o al lienzo o a la viveza,

    para regalarles tu abdomen de hojas verdes

    y altos encinares?

    Mrate en racimos, madre de la infancia decretada,

    a leguas hecha de inventarios

    y de profecas compartidas.

    Y tu vientre, iba en galope

    o amarrado al aire, al crepsculo,

    al olor del vino?

    Pero, fuiste madre orgnica del beso.

    Y tu nio, an tiene ese lunar

    de labio en su sueo de cario.

    Cuerpo infinito

    Mujer, cuerpo infinito,

    te particularizas en mis ojos

    con la celestialidad de un beso,

    y haces que la noche sea un camino

    de greda transparente.

    Y despus, sobre tu cuerpo tibio

    Y despus, el muslo abierto y la luna hecha sendero:

    mis manos, abruptas, sobreviven.

    60

  • Mi mundo restalla tu hermosura.

    Y solamente la tempestad de un sueo encalla

    como el crepsculo al albedro.

    Eres preciosa!

    Y un pjaro de nubes se dispara al infinito.

    Oracin de amor

    Tierno, muy tierno,

    dulce y tierno,

    qu lecho de espadas

    para mi escudo inerte!,

    el corazn sobre tu cuerpo: caza, embate,

    y slo el rincn invicto de tu sombra

    a mi espalda arde.

    Mi oracin de amor escribe

    una seal de arquero,

    y la espada florece su guirnalda

    en la retina musical

    donde va tu nombre.

    61

  • Jardinera de alto vuelo

    Alta, como el cielo, vuelas en m.

    Oh! jardinera con alas de ciruelo,

    con pupilas de clamo y semillas.

    Toda tu alegra es un relmpago en mis manos.

    Toda tu sonrisa llueve prgolas

    para diseminar tus ojos e ilustrarlos.

    Slo t vienes de mi puerto.

    Slo t revives a mi muerte.

    Nada escapa de ti!

    Ni siquiera mi amoroso beso,

    ni la miel que tu boca repartiera.

    Mientras tu pecho al bosque le roce,

    aqu estar tu canto, aqu tu espacio en el huerto,

    y el lgamo sedoso para acariciar tu talle.

    Me gusta tu piel

    Me gusta tu piel para escribir un verso.

    Cuando el mar, para animarse,

    busca su sal y brisa en el movimiento,

    y le roba la sensacin de vuelo al ave

    que entibia su meloda en la profundidad de la ola,

    sopla el hlito de un sentir,

    de un roce inaplazable, de una caricia extrema,

    que aploma el pleamar y endulza la resaca;

    tu piel zarpa, entonces, como un buque,

    y el verso brota en su timonel y casco,

    para navegar azules.

    62

  • Mujer

    Mujer, volv desesperado a tus labios.

    Cada beso tuyo me faltaba.

    Hurgu tu aliento sin piedad, como un adicto.

    Vaci tu boca hasta secar las tempestades.

    As volv al corazn de cada noche y toda estrella.

    Aprend del fruto que me dabas

    y guard sus gajos en las manos.

    Nadie ms canta a mi alma.

    Entonces navegu en ti como un crucero,

    y el timn eran tus ojos.

    Por ti supe que el mar era ms ancho y ms profundo.

    Y slo t, vida de voz y de caricias, me convocaste.

    En el manantial de un beso

    derram el corazn para brindrtelo.

    Nadie ms canta a mi alma.

    Tengo la impresin de ti

    Tengo esa sensacin de ti hasta en la boca

    y es como tocarte con una slaba en la lengua.

    Tengo esa impresin de ti hasta en las manos

    y no las cierro por temor a que se escape.

    63

  • Cuando t entras a mi pecho

    hay un castigo que me aguarda,

    y es ese dulce efecto que me causa

    imaginarte en mi alma.

    Tengo el impacto de tus ojos en la cara,

    y ellos son quienes delinean

    el quehacer de mis tareas

    y las prioridades que transcurren.

    En la cadena ms firme de mi corazn

    hay fantasas que solamente a ti te amarran.

    Tengo esa impresin de que eres t

    la que sacude a mi alma.

    Precisin de tu mirada

    Oh extraa, te reconocen mis ojos,

    y a veces vuela el hambre de mi boca a tu boca.

    Yo me reno con tus manos por las tardes,

    mientras cantan dcimas los ciruelos junto al agua

    y sus hojas reflectan tu corazn de siesta.

    Pero, la cebada, el trigal, el caaveral puesto en tus labios,

    son ese otoo rojizo en la campia que enciende nuestras tardes.

    64

  • Aunque tus ojos no me vean, el atardecer ya te ilumina,

    y los mos se abren y postran en el carrusel de tus miradas.

    Vienes de la palabra, de la fresca gota, del derecho de la gracia.

    Te busco en el amor y ests presente.

    Tu inimitable identidad de lluvia humedece

    la voluble sensacin que me precisa.

    Caes como el sol, entras en m como la tierra,

    y te quedas en el atardecer de mi mirada.

    Slo t sabes del placer del ngelus cuando se apaga.

    Oh prpura sensacin que lagrimea!

    Cantera de sonrisas

    Discpula de los cristales,

    cuando sacudes el mundo y tu cuerpo,

    dos pechos, dos pjaros, dos vuelos,

    desnudan las formas al cantarte,

    se enlaza el rojo a los azules,

    y un color de rostro y de almendra

    provoca al mar bajo tus ojos,

    para que se peine de rubio el viento

    y se entinte de amarillo la belleza,

    en un banquete de arcngeles risueos.

    Lvida mirada del ro y del viento,

    cautiva luz de las pendientes,

    silbo minero del aliento:

    me enciendes de ngeles,

    65

  • y en tu cantera de nubes

    planto las ortigas infinitas.

    Pareces el trigal del albedro

    y la voz de los jardines.

    En tus hojas me aposento,

    y una flor a tu siempre le dedico.

    Corazn de rosa

    Slo tu corazn de rosa.

    Nada de ptalo, nada de tallo.

    Vientre de pjaro conquistador de pjaros.

    Nada de aromas ni pistilos.

    Slo tu corazn de rosa.

    Extinto el cuerpo en flameante cuesta.

    Nada de cliz ni filamentos.

    Piel del estambre y del estigma.

    Slo tu corazn de rosa.

    Chispa de granos fluyendo en polen.

    Nada de ovario ni de corolas.

    Pulpa en tu nombre hecha de alubias.

    Nada de cielo ni de espesura.

    Slo tu corazn de rosa.

    66

  • Como dos alas

    Vendrs como los pjaros:

    hecha de canto y fantasas.

    Me prestars el trino.

    Yo te soplar el viento.

    Y en el blanco segmento de un encuentro

    juramentaremos los pechos, como dos alas,

    para conquistar la sobriedad del vuelo

    y dejar en la boca la palabra: amor,

    en una espiral de luces y acrobacia.

    Definicin de un verbo

    Imagnate mi cielo.

    Imagnate tu nombre.

    Eres mi verbo: T cielas

    Re-conjugo en azul el infinitivo de te quiero.

    Imagnate el pronombre que antepongo a ese verbo!

    Asocio: Yo felicidad, t hilaridad, nosotros alegra

    Activo en pluscuamperfecto lo que por ti yo siento

    y lo defino en un condicional perfecto

    con futuro muy preciso: te amo.

    Imagnate mi verbo, si lleva tu nombre

    y se conjuga con mi cielo!

    67

  • Tejes los colores del atardecer

    Eres la puesta del sol en equinoccio:

    ese atardecer rojizo jalando valles, montaas, vicuas,

    guacamayas rojas o azules.

    A tus manos se tejen las nubes en estampidas de colores.

    Te sabes como el atardecer que se florea

    atrevidamente en los rostros.

    Incrustas madreselvas en los pjaros

    para que las regalen con sus plumas a la lejana

    y luego espolvoreas tu lindura para darle matiz al horizonte.

    Eres la puesta del color junto a mis ojos.

    Y los abro, para desbordar la tarde

    en la exacta curvatura de tus iris.

    Me saben tus caricias

    Me saben tus caricias a una hoja que cae lentamente,

    a una sombra en el pan de la mirada

    que est hecha de la harina de un beso o del tacto junto al viento.

    Aunque t ests a mi lado tus manos retroceden,

    y solamente avanzan, sigilosas, en la oquedad del sueo.

    Tienes la humedad que brota del amasijo matutino,

    que va y me recorre como a un confn incierto,

    y luego lo incorporas a la palpitacin silente

    de un murmullo fresco, de un roce en juramento.

    Cuando de tiempo en tiempo tu boca me incrimina,

    68

  • tu mano es un silbido perdido en la distancia,

    donde las copas son esas miradas libres,

    esas gotas que se desprenden y ya jams germinan.

    Mas, vuelven tus caricias como las hojas verdes,

    como las limaduras nuevas que trastocan los brotes:

    tu beso pinta crepsculos y auroras que encienden a mi boca,

    y tu caricia calma a un nio en mi alma.

    Conviertes mi corazn

    Platico en ti, desde lo profundo,

    desde el aire al aire y la nacida luz,

    desgranando al todo y al maz con las palabras,

    a sus copas secretas de espuma y de sombras

    que se enredan en tu cuerpo,

    que se anidan en tus senos

    interrogando a las quebradas,

    o construyndose en reinos de arena, vino y posada,

    para cultivar lo que tus manos tocan,

    lo que tu rostro envuelve.

    Desde ti, profundo ser y de dulzura,

    entre las puertas de granito y lo invisible,

    en las fibras de tu pecho y de la arcilla,

    dotando a mi nombre con la ruta del marfil y de tu nombre,

    queriendo deletrear tus ojos

    en la madrugada en que haces de ti el azul y el verso

    y al aire le transformas en instante de poesa,

    conviertes corazn y letras en un Nobel de alegra.

    69

  • Perdiz de mi alma

    Cuando el amor su boca expande

    y muestra su linaje de copete azul,

    su fotografiado plumaje gris y campo,

    saltas t a mis ojos,

    picotendolos y ventilndolos,

    llenndolos de mesetas,

    de vegetacin densa y colorida,

    de tintes olivceos y rojizos.

    Dulce y pequea reina de mis brazos,

    t introduces los ribetes y los mayos en mi pecho

    para que el sol siembre la semilla.

    Anda, ven, baja, vuela, revolotea y canta!

    Coloca tu sonido en los ecos de mis labios,

    para que una ctedra de amor y vuelo

    se cultive en mi boca.

    Solo de violn

    Quin, entre los violines, destinado al silencio

    y a sus largas vibraciones sustanciales,

    para ser madera y arco, o una cuerda destensada

    que curva la mitad de uno,

    que se adhiere al puente con las manos en la frente,

    con el grito ahogado de la resonancia triste,

    mientras la sonoridad escapa a la ltima butaca

    y se postra en ella para escuchar algn solista,

    alguna cuerda que rasgase el cuerpo,

    porque evoca el instrumento el dolor de un sentimiento.

    70

  • Desde la oscuridad que se arde

    y las cenizas que caen como dardos,

    slo las bocas y las manos pintan

    la desgranada luz del cielo,

    y el firmamento se vuelve esa mirada

    acaricindose los iris, en el semblante

    del aleteo y la brillantez de un preciso beso.

    Validez de la delicia

    Me explico lo que duele:

    es esa banderita, t, callada,

    izndose en mi costado,

    haciendo patria del silencio,

    de puntitas en la geografa de mi sien

    por sus querellas,

    arquendose en mi pecho,

    crepitando en el dolor de mis dolores;

    es decir: transparentndose

    de cuerpo y nimiedades,

    porque la maana se desgarra

    y no puede levantarse.

    Juro que la desnudez no es sentimiento

    sino un signo vital de la delicia:

    lo que duele es mirarte recostada

    y un racimo de finura se convierta en uva sin tocarla.

    71

  • Compaera es mi bandera

    En tus ojos conjugo libertad y patria,

    y conjugo el diario arbitrio que me da bandera.

    Diremos, compaera, que soy un subversivo

    y de algn modo me descubre apuntando mis fusiles,

    me descubre con las manos enfilando los caones,

    dirigiendo bayonetas que al trueno le revientan;

    le dijera que disparan, por amor, cosas tan lindas,

    le contara que retiemblan cuando usted sola se acerca,

    porque s que una rosa se conjuga entre guirnaldas,

    porque usted sabe que es linda y por lo linda no se agota,

    porque tengo aqu en mi boca ese fusil diciendo que la adora.

    Alegra azul silvestre

    Te quiero, no ms ni menos poderosa,

    ni alegrada de olvidares,

    ni gozante de imposibles,

    ni perdida en lo silvestre;

    simplemente fuego, as quisiera,

    clavelina, ojos de corolas grises,

    reina y via o mensajera

    cultivante de aguas dulces,

    aguamarina constelada

    y de arrozales predilecta,

    vocacin de mi impaciencia,

    navegante entronizada,

    72

  • que hoy, en esta hora,

    en este adentro,

    en este instante,

    desde mil colores y por todas partes,

    se desborda en mar de vientos

    mi alegra a tus amores.

    Tus ojos vuelan

    Tus ojos vuelan silvestres y encantados,

    caen del roco a mis manos,

    se extienden a la cpula del habla,

    a la fermentacin que impronta algn deseo,

    a la ddiva del vino en la mesa

    y al beso de la copa cuando se clava la mirada.

    Razn de la alegra

    Rostros que atestiguan, ciegan,

    sobre mis ojos y manos encendidas,

    buscndose en el da que palpita,

    en las horas en que un cuerpo

    su mscara de hierro rompe

    y lo vuelve todo triunfo y alegra.

    Misin del hombre que busca una razn,

    un sentimiento, una tarde alejada de agonas.

    73

  • Y el corazn se abre y grita donde el sueo es cofrada:

    un canto, un beso, la dulzura tibia de los aires,

    para enredarse en el silencio, en un labio,

    en el cuerpo frgil que sonre.

    Me presto a la sinrazn,

    en el enmudecido y torrencial latido

    donde mi corazn, su traje, es alegra

    Desde el atardecer, sus ojos,

    la tibieza de los vientos,

    me encarna el placer de una mirada

    y el refugio de un labio rojo, palpitante,

    nacido de la tarde,

    donde el horizonte pierde el corazn

    y sobre el azul lejano lo recuesta,

    a besarle.

    Tu desnuda luz a m me embriaga

    Te pareces tanto al sol, a mi ventana,

    a un rayito que se asoma,

    a esa luz sin permiso que alborota a mi cama

    y a sus sbanas las vuelve cmplices,

    y luego las socava con la tentacin desnuda de tus formas.

    Eres un pecado deglutindolo a besos

    que profana la apacibilidad y la cordura,

    74

  • que acrecienta el ansia en mis manas,

    que fabrica el deseo en mi cabeza,

    como el toro que embiste a la estocada,

    como la lluvia que golpea duramente a las cenizas.

    Creas el racimo y me embriagas.

    Atomizas mi cuerpo y lo anudas a tus manos,

    o lo amasas acoplndolo a la libdine que me enajena.

    Te pareces tanto al vino

    que me pierdo en ti en un instante,

    y me aturdo en ese jugo al beberle.

    Te pareces tanto a ti si te acaricio!

    Te sigo amando

    Bajas a redoble, sobre las colinas, en mi pensamiento.

    Aqu estoy sembrado para ti. Aqu mis ojos corren ro abajo.

    No me voy. Te sigo amando.

    Lo que vive en la piel es un camino repartido.

    Lo que la flor a la lgrima retorna

    son largas avenidas del roco.

    Llevas ese corazn verde de soles

    que arroba las manos como nios.

    Traes ese indicio de cruz

    que se ahnca en un rostro ya dolido.

    Aqu estoy anclado, haciendo flama y fuego,

    levantando pertenencias que perdimos,

    75

  • repintando un corazn de tiempo antiguo:

    el sueo de un beso que sentimos.

    Te sigo amando como un blanco libro escrito,

    como un beso besando el cario.

    Tu rostro dice que palpito.

    Tu cuerpo es mi sentido

    Ah! ptalos sin quehacer, amartillndose en tus ojos,

    en tu piel de fuego y de combate,

    en el blsamo asombrado recorriendo tus grciles mejillas

    -frtiles avenidas del placer y la alegra.

    Perdido en ti estoy, perdido:

    sobre tu corazn y tus castigos,

    sobre la maldad de un labio que me ha encendido.

    Y luego cantas, y lloras, y tus dedos me abren un camino:

    en la reconciliacin de un beso

    la tempestad de un labio hace giros,

    y el corazn levanta su rosa

    y dela espina brota su latido.

    Eres ms bella entonces.

    Slo mi corazn desvive, te platica, se enternece;

    y en el equipaje de tu vista: se acurruca, retoza, se amanece

    cohabita en la sonrisa.

    Nadie soy, nadie: un simple pjaro.

    76

  • Pero a tu casa vuelvo y picoteo.

    Y en la danza de tus ojos oscuros, negros, aterciopelados,

    te abordo como un ciego que fija en ti su rostro

    y pone en sus dos labios la razn de la mirada.

    Me crece el cielo contigo

    Irrumpe tu corazn en el alma ma.

    La tarde bosqueja sus mrgenes de aroma y copa

    cuando sus vientos rizan y entonan la lejana.

    Te vuelves violeta y caricia,

    esa avenida de lluvia, esa dorada ventisca,

    ese acudir del ocaso devorando los ojos.

    Me pasa el alba contigo. Me crece el cielo en tu cuerpo.

    Me alerta el beso en tu mundo.

    La noche guarda sus mudos testigos

    hasta el amor donde excedo el intenso sentido

    que cosecha el paladar y al corazn lo hace nio.

    Solamente el murmullo asevera el amanecer.

    Y de mi boca a tu boca,

    un desnudo te quiero regresa la tarde

    reconstruyendo los brazos en una aurora de luz y agona.

    Me crece el cielo contigo,

    como los labios que en tu boca rencuentran al sol cado.

    77

  • Dulce corazn, hermosa dama

    Cmo me ardes, descubridora de espuma!

    En ti giro como un girasol que se levanta.

    Hacia ti hundo mis manos en relmpagos de srdida agona.

    Soy ese azufre encendido buscando tu fmina belleza:

    rosa preciosa, blanca y marina.

    Enterrndote en mis ojos, a tu piel respiro,

    y en bocanadas de aire sorprendo a la luna

    en tu cabello oscuro.

    Te peinas con las sbanas de mis suspiros,

    y en mi pecho fermentas un crisol con tus caricias.

    Pero de tu boca, no entiendo la palabra:

    tu beso escritura el dulce corazn de hermosa dama.

    Y el silencio te escucha, como yo te escucho aqu, en mi boca.

    Te digo ma

    En el sentido de tu espera vivo;

    en la forja de tus iris, soy.

    Brotas de mis ojos, de mis manos atardeces,

    en mis hombros te alzas,

    y trenzas tus cabellos

    como alces del crepsculo y la nieve.

    Te digo: ma

    Y las horas cantan, y los lirios se abren,

    y las hojas reconstruyen su camino verde.

    78

  • Pero en ti crece la noche y el azul se hace infinito:

    la tierra vuelve, el corazn se tie,

    el sentimiento vuela.

    En el aire, tu boca sopla el xtasis del viento.

    Y un solo beso abre sus alas sin tocar el cielo.

    Sonrisa

    Anda de luz, ya sin rencor,

    que te quiero a pura flor.

    Sonrisa de luna, sonrisa de miel.

    Puesta de mueca

    corriendo en las venas,

    girando a babor.

    Sonrisa amarilla, rotundo color,

    que te quiero puesta,

    bombeando el amor.

    Cuando un beso tuyo

    Cuando en cada guirnalda est tu nombre,

    y el ptalo levanta su amapola

    en un giro espontaneo y trepidante,

    acaeces en el leo de un satn

    que en el tinte derrama su boceto.

    79

  • Parece que brotas palpitante.

    Tu rostro escapa su forma de mirada.

    Tus ojos nutren el ter y lo callan.

    Cuando vuelves de ti, soy otro:

    el viento habla,

    el mar libera su corcel en brama,

    la noche arguye con su luna enamorada.

    Tu boca insiste.

    Slo tu lengua alumbra y apacigua.

    Y un beso tuyo conjuga la tarde

    con un lis de la solana.

    Te quiero cuerpo a cuerpo

    Me pides mucho y lo tengo,

    porque te llevo a brazo abierto,

    porque hiere el sol en cada encuentro,

    porque al decirlo, y lo sostengo!,

    tres veces el da hace amuleto,

    y al decirlo a pecho abierto

    la vida es un reencuentro,

    un sentir de labios, sin quererlo.

    Te quiero, entonces, y lo asiento:

    a tacto puro, a triple aliento,

    en un inmenso latir que va naciendo,

    en un torrente a pleno movimiento.

    80

  • Te digo: s Es lo que siento.

    Y al decirlo, brotan doquier estos aciertos:

    t y yo juntos, en un levantamiento,

    cuerpo a cuerpo, a todo sentimiento,

    rindiendo al firmamento.

    Desnuda

    Ave desnuda, mi corazn te arrulla.

    Sobre tu piel una marina espolvorea mis manos

    para tocar tu costa de agua,

    y ah!... la tarde cae en tu vientre

    como una cruz que su madero oferta.

    Con un guante de ojos recorro la larga noche:

    tus senos florean su doncellez de estrella,

    y un misterio besa el mar de tus rodillas.

    Quiero tocarte mi cancin de amor:

    la fiesta dulce, la libertad del ro,

    el lxico de la pureza, la espera de la tarde.

    Y ah!... Apenas tus ojos son de nadie.

    Cuando tu espalda moja

    y se vuelve la suprema delicia de la vida,

    palpitando como un cisne,

    mi corazn se anida.

    81

  • Rosa blanca

    Rosa blanca, mujer,

    desde tus manos se cosecha

    la delicada copa del encino,

    y la arcilla se mezcla con la plata de las hojas,

    como una flor araucaria y sempiterna.

    Llevas la almendra en las mejillas

    y un olor voraz de arcas y aleluyas,

    colgando en el perfil que te palpita.

    A tus ojos huyo y trueno las arteriales

    voces de mi canto.

    Desde la blancura de la rosa,

    a ti te observo y beso,

    y contemplo en su ptalo de aire.

    Te quiero y lo reitero

    De tres formas son amores,

    de tres formas los quereres:

    el tenerte ya es un credo,

    y el besarte, su evangelio.

    Por mi ideario es que eres dogma

    de enseanza que postula:

    la albricia de mi causa,

    el saber de la caricia.

    Te amo en la doctrina

    82

  • que provoca tu sonrisa,

    en esa fe de besos

    que transforma a la delicia.

    Y digo que eres conviccin

    que luego se eterniza,

    de lo que se asienta

    cuando los ojos miran.

    Te quiero as, en anuencia,

    y amo tu presencia,

    de lo que es permitido

    en tu boca, con tu venia.

    Te digo, en reverencia,

    me inclino a tu alborozo,

    de ser feliz un da,

    de ser feliz en vida.

    Y te amo, en regocijo,

    de ser t la creencia,

    que baja de mi pecho,

    que sube de mi alma.

    Te quiero y se revela

    el placer que me ilumina:

    tu rostro, de enseanza;

    tus manos, por docencia.

    Te amo en la cultura

    de ser t mi doctrina,

    83

  • aquella que fabrica

    el s de mi alegra.

    Flor celeste

    T, flor de estambre

    y errante beso que dormitas

    en el reposo o en acecho del amor y la ternura,

    a ti profeso la intensidad, la osada,

    la tentacin ms humana del cario,

    la doble adoracin que me palpita.

    De mundo en mundo: flor.

    Y luego ptalo, y luego multitud, escarcha,

    jazmn en alegra, peral de nube y levante.

    Hasta ti el mundo sopla.

    En ti se desenreda el viento,

    y vuela, y se precipita a los prpados,

    y luego devora la dulzura corrompiendo al celeste,

    a la belleza misma.

    Adivname, entonces, en tus ojos:

    flor de aleteo, flor de la magnolia ocenica,

    flor de la crislida de espuma,

    flor del enjambre en suspiros,

    flor del ro de miradas,

    Y deja mi tentacin hilndose en los labios de un pistilo.

    84

  • Amapola de agua

    Amapola sentada de noche

    copiando el alegre roco,

    morena de escarcha,

    trajinera que brega

    por los arroyos del mirlo,

    tienes el trigal por mejilla

    y el cereal canteando tu frente,

    en un colorido de barro y arcilla.

    Asemejas un costero horizonte

    que apuntala la asuncin del delirio.

    Y en los canales de tule y de flores,

    flotan jardines, cual fuera una novia,

    para que alumbren tus chapas

    los coloridos jumbillos.

    Todo comienza en tu boca

    Ser que me excedo de ti sin motivos.

    Ser que hay razones que se encuentran en ti.

    Todo comienza en tu boca.

    La realidad es inicio, de alguna manera.

    Persisto en quererte en mis consistencias.

    Ser que un efluvio viene y un rostro trastoca.

    Pero tu boca retiene, conlleva, tolera.

    Ser por eso que muerdo mi boca.

    Quiz un regazo que viaja en la lengua.

    85

  • Todo comienza en tu boca.

    Una pgina, un libro, es como se saborea;

    un corazn cambiando su forma,

    un paradigma del verbo esencia.

    Todo comienza en tu boca:

    cada sencilla manera, cada instante que vuela;

    an las manos viajeras, an los ojos violceos.

    Todo comienza en tu boca.

    Parece que nunca se acaba o termina.

    Perdura mutndose en carnosos esteros.

    Transforma su cuerpo en dos mitades de vida.

    Recrea la vista donde el firmamento alea.

    Todo, todo comienza en tu boca.

    Hasta los silencios y las caricias.

    El beso en sbita espera.

    Buques que fueron tormenta y arrastraron consigo la brisa.

    Clibes velas ancladas y los ojos de las mareas.

    Todo comienza en tu boca.

    Mi pecho y el alma que tiembla.

    Un pedazo de m y el resto cuando en ti se estrena.

    Todo comienza en tu boca.

    Y nunca, nunca termina.

    86

  • Tu torso antes del alba

    Disfrutndolo, como un braille en las yemas,

    toco tu cuerpo y lo entiendo, lo descifro,

    leo sus sentidos, pinto sus detalles,

    coloreo una agona.

    Mudas tu piel a mar abierto.

    Y entre campanadas y sondeos

    te conviertes en sonido.

    Toco tu cuerpo, tu torso antes del alba,

    tu piel cedida al agua,

    tu imagen que se esparce sin luna ni ventana.

    Tus poros se inmiscuyen dejando un follaje

    de verdes sentimientos, de dulces sembrados.

    Toco tu vientre, fecundo vientre y torre

    que escala y amuralla, precioso mar de cpulas

    donde crepitan soles y a oscuras deja suelta

    la luz de tu cadera.

    Toco tu orilla, encinto cuerpo y vivo,

    avenida de estaciones.

    Toco tus nubes, que bajan como ofrendas

    donde un andn se pierde,

    donde una puerta entrega las llaves de la tierra.

    Disfrutndolo, perdido, hablndole,

    recogindome, recolectndome,

    toco, toco tu cuerpo,

    87

  • y el cielo prende su luz que se arde.

    Tienes el corazn de la marina

    Hblame desde mi boca, mujer, para escucharme.

    Qu sencillez la tuya que emerge como splica,

    como mirada poblndose al vaco.

    Tcame los ojos con tus ojos.

    Por donde tu boca castaa el sol reparte

    mi voz busca tu voz para sentirte.

    Lmpiame las manos con tus lgrimas calladas

    que la noche en ti ilumina.

    Tambin tienes el verde cuando tu boca me habla.

    Y una cancin de alondra brota como un soplo silencioso

    que a las cuerdas de mi alma rasgan y luego castaean.

    Tienes el corazn del agua en la marina

    y la gota que humedece su encano y movimiento.

    Tcame de nuevo con tu beso dulce, con el azular de la montaa,

    y dime que extravas tu boca de paloma;

    dime que es venero y el silencio es quien la oye.

    En el arrullo del sonido, mi corazn tambin te escucha.

    88

  • Luz de sentimiento

    Te amo y lo digo. Qu lindo es decirlo!

    Te amo en el latido bombeando su retorno.

    Te quiero por cario, mi corazn benigno,

    suspiro que desdobla al aire como a un nio.

    Te quiero, luz de luna, mi haz de sentimiento,

    guirnalda prometida, cristal de mis caminos.

    Te quiero, beso lindo, ternura imaginada,

    arrojo que estremece al nido entre los trinos.

    Te amo, mi caricia, mi bella serpentina,

    mi fuente de existencia, mi nica avenida.

    Te quiero, hermosa ma, por gracia y gloria viva,

    por ser la consentida del beso y las delicias.

    Te amo, linda ma. Qu lindo as decirlo!

    Qu bello a ti quererte, rosario del delirio,

    mi juramento firme, mi voz tocando abriles,

    mi estrella recorriendo los cielos porque res!

    Te amo, encanto mo, mi tarde de oro y ro.

    Te quiero, dulce ma. Qu lindo a ti decirlo!

    89

  • Tmida de ojos dulces

    Nectarina, ojos dulces:

    en tu cabellera alegre se riza el viento

    y se deshojan las otoales alas de la aurora.

    Despus cantan tus ojos las sonrisas.

    Y eres mgica y espuma o solamente el verde en la llanura;

    tambin esa frescura en el aire repartida.

    Junto a la pescadora brisa tu presencia son redes que palpitan.

    Oh callada y dulce y melanclica!

    Oh permisos de tu gracia que socavan!

    En el golpe de una cruz tu lgrima campea

    y son rdenes de un beso que fragua humedecido.

    Ah, desde las hojas en tu vestidura clara!

    Ah, desde el cristal en que te acecho

    y tu cintura brota en cobre y mina,

    o del barbecho, vigilante!

    Oh! pequea, bella y tierna:

    simplemente, al mirarte,

    tu timidez esboza, en la infinita cercana,

    la castidad de una sonrisa.

    Si un da

    Si yo, alguien, un da,

    me acercara a tu odo,

    pensando, quiz,

    t y yo

    - t sabes lo lindo de pensarte-,

    90

  • y de nuevo a ti, en tu odo,

    un soplo, un viento,

    un murmullo que subiendo

    recorra hasta tu cuello,

    redescubra tus senderos

    -conoces mis manos nadando en tu cabello-,

    te dijera que rompes mis ojos con tus ojos,

    que estallas mi pecho con tu pecho

    -qu hermosa sensacin sufre mi trax!-,

    te dir, entonces, ahora,

    que no es imaginacin ni utopa la que suena:

    un murmullo, t y yo, los dos,

    y el soplo alocndome la idea

    de ser el viento que en tu odo se acuartela.

    Con un beso

    ntima, apenas t: terrn y valle.

    Mi puerta hacia ti es de maana y beso.

    La cruz de mi alma an persigue tus brazos por calvario,

    y un madero alza su lbaro de clavo y sentimiento.

    Pero t, arena fresca, de flor en flor bajo tus manos.

    Los lirios coronan diucas en tu vientre

    y cantan en la orilla el amanecer.

    Despus, tu falda achispa ocas,

    y en las espirales de mis ojos turbias mis contornos

    con tus labios afilados.

    91

  • Con un solo beso ests aqu.

    Huyes Y te amo.

    Y un himno de calandrias se aposta en el lecho

    donde tu voz abre al ruiseor los cielos.

    La oracin de tu mirada

    Rotos de mirar la nada, y ardindose en blanco,

    buscan mis ojos tus ojos para construirse,

    para redefinir el cielo donde los pjaros y nubes,

    para darle dimensin al vuelo.

    Desde mi corazn busco tu delgada boca,

    el sitio donde ibas, mi cancin desatinada.

    As comenz mi alma. As tus labios voladores.

    Peregrina del amor y de la noche:

    cada vez tus brazos nacen,

    toda vez tus hombros siguen.

    En cada viento hay una hora,

    y t ests como la tarde misma:

    salida en mi ventana,

    nacida del idioma de mi alma.

    Retoza el corazn. Te siento!

    Slo las bocas cantan.

    Y el cielo con sus aves;

    pareciera que derraman la oracin de tu mirada.

    92

  • Resucita

    Yo, Lzaro, muerto de lmparas,

    nulo de azahares, escaso de decoros,

    desnudo de insignias,

    mrote el rostro.

    Y desde tus poderosos ojos de vida, me dices:

    Levntate y anda.

    Y yo, enamorado de ti, lleno de vientos,

    aleccionado por aguas,

    inducido a tu pecho,

    me incorporo y te amo.

    Desnuda de hombros

    Desnuda de hombros, es que la tarde gira sobre la luz

    y a tu cuerpo su original crepsculo vierte y luego hechiza.

    Ms que su claro, lo que ilumina es tu cintura de innumerables vias.

    Y luego, expele la flor su tallo donde devuelves gota o roco

    para que abran tus brazos la sombras y fluyan los coloridos ros.

    He vuelto yo de tus hombros: silbando, bebiendo el sueo,

    bordando tu rostro al mo.

    T me has besado La noche, el cielo sube, la estrella abre

    su corazn de albumen, los muros silban del viento un guio.

    Y en el rubor de mi entraa vibra tu beso como una nia.

    93

  • Hija del cielo

    Ah ests, hija del cielo,

    y del norte, y de las imperiales aguas,

    torre de Alejandra y liturgia sin palabras.

    Eres el rigor de toda forma

    y el asombro y la batalla.

    Me has vencido y te he vencido!

    Y juntos, aun antes y en la vspera, y todava!,

    al amarnos dimos vida a la vida,

    y nuestro triunfo fue llorar diez mil caricias.

    Desde las albas tristes

    Reposan tus ojos como dos grandes faros

    y luego, prisionera del agua y las veletas,

    se abren como dos grandes mareas en los cielos.

    Oh! obstinado y tembloroso, as fui de tiempo en tiempo

    y beso en beso, en la ms terrestre de las noches.

    Entraste t a mi vida como un taller celeste,

    como un suspiro libre de turbio viento,

    como una onda en pique y al asta escurriendo.

    Otras veces multitudes fuiste: desde el relmpago al carbn,

    desde la orilla hasta las alas.

    Yo no s si nieve fuiste o el beso puro de la muerte!

    Mis manos se retuercen mirando esos faros.

    En el mar pareces an la ola y un beso que no vuelve.

    De ah tu corazn de pjaro. De ah las plumas tan silvestres.

    94

  • Y el mar: an palpitante, an lleno de albas.

    Todas mis miradas son tibias como tu alma.

    Y de golpe, todo se termina: el mar, las islas mismas.

    Slo los pjaros de tumba en tumba vuelan.

    Hasta la ltima estrella ha de morir sin noche.

    Desde el pabelln de las sentencias

    la oracin de las preguntas a tus faros arden.

    Sombro y perdido, slo mi canto triste.

    Slo los vuelos tristes. Slo las alas tristes.

    Todas mis miradas se esfuman como tu alma.

    Desde mi corazn, slo las albas tristes.

    La delicia de tu boca

    Cuando yo alc la copa y dije: otra!,

    no me refera al vino, sino a tu boca,

    porque el llenar mi copa con tu boca

    se vuelve otra indulgencia, otra maravilla.

    Otra!... Digamos con tu boca: Otra!

    Qu dulce y exquisita es tu boca!

    Absolucin plenaria que me abarca.

    Insisto: Qu rica es tu boca,

    y qu fragancia en esta copa!

    Por eso alzo y conjuro,

    por eso bebo y la derramo:

    Qu delicia hay en tu boca!

    95

  • Si te toco

    Ldica y luego lluvia si te toco.

    Te vuelves un cristal, un pez de arena

    que nada en el salado goteo de las manos.

    Despus, eres idioma en reposo y movimiento,

    y as tejes en madera tu atavo.

    Lechosa y lrica, como los ros,

    como el azcar que siempre vigoriza;

    esa gema prendida a los racimos

    y al tesoro del viento brotando entre suspiros.

    Azul, granadina y al final sonrisa,

    un jeroglfico del agua enardeciendo.

    Eres la que vino del sonido:

    un latido ldico y de sueos.

    Cuando t propones

    Cuando desde tus clidos senos me remueves los siglos

    y la frescura de un centmetro se convierte

    en hijo de tus manos, en sangre de tus ojos,

    t me transformas en luz, en un haz indetectable,

    en otra forma de materia,

    casi un espejismo en transparencia.

    Y s que floto en la indecencia

    -tu cuerpo me conduce a la expresin ms alta de alegra-,

    donde al besarme transfiguras lo que soy:

    me mudas a ser ave,

    96

  • a las imaginarias olas consteladas,

    a ser torre de zafiros, un ro humano indomable,

    el ms suave recipiente de las flores.

    Y qu alegra, s!, me voy flotando sobre el orbe.

    Slo s que t me quieres

    y eres esa sed que a m me mueve.

    Si el cielo cae

    Si el cielo cae, amada,

    y ya cado mi muerte sobre sus alas lleve,

    abre tus brazos de cermica y vasija

    donde mis ojos, ya en tinieblas y errantes,

    la dulzura encontraron.

    Deja tus brazos abiertos a la luna

    y llvala a los mos,

    a que toquen las corolas,

    tus ojos cubiertos de sollozos.

    Llvame a tu sueo triste,

    al ro de plata que am junto a tus manos,

    y que toquen, no un lamento,

    sino la crdena ribera y las estrellas del roco,

    la noche en tus hombros

    y el racimo blanco brotando en tus mejillas.

    Ponme a tu lado,

    como si fuera otro canto, otro nio,

    aquella noche observndote,

    y en el pan diario de la tarde

    ponerte en tu boca la silvestre rosa

    que los dos besamos al amarnos.

    97

  • Te quiero as

    Tu rostro ancla el mar sobre mi sangre

    y lleva cuentas de mbar a mi boca.

    Te leo en azul sobre la escarcha,

    en un viento de jinete y agua.

    As te quiero, as, como las noches,

    en manos de mi alma enamorada.

    Cuando t Cuando t me enseas que dos y dos son algo,

    yo aprendo y los cuadro,

    los miro en tus labios, en tus manos,

    muchas veces en tus ojos reflejados.

    Aprendo que el quererte es sumatoria:

    t y yo, los dos, nosotros de la mano,

    los ojos corretendonos los labios.

    Aprendo de ti, y somos algo:

    ms que unas bocas, ms que miradas;

    dos y dos somos batalla,

    y un corazn despierto que nunca calla.

    98

  • Si t volando

    Si t volando y amarrar mi alma a tu alma puedes,

    candor de luna, mi abrazo quieres,

    bajo el ropaje del cielo suave

    mi cuerpo suelto al azul del viento.

    Y t volando derramas flores,

    subes las nubes, bajas los cielos,

    reposo de alas a mi alma llueves.

    Humo de estrellas mi pecho mudas

    y en luz de noche luego lo enredas.

    Amarras mi alma a tu alma y surcas.

    As en los aires mi sangre elevas.

    Y ya en la altura, junto a la luna,

    de centinela mi alma vela,

    mientras se enlazan las dos en una.

    Azul de luna y plata

    Bilame, coregrafa de estrellas.

    Tu pierna azul y rosa dobla y contonea.

    Inclname a tu cintura necesaria.

    Dnzame, pregn de copa y hermosura,

    que la noche est de agua,

    que la luna avanza y no acobarda.

    99

  • Tindeme en tu boca y baila,

    baila azul y rosa!,

    perfil de dicha en velo y danza

    cuando el alma es soplo y mariposa.

    Acustame en tu brazo al primer paso,

    en el brillar de un cuello,

    en tu hombro abierto y silenciado.

    Y baila, baila en luna azul y rosa!,

    que se entona el balanceo en tu silueta

    y extrae bamboleos de los dedos

    al sentir que la msica te toca.

    Luna en coro, luna en tintes por preciosa:

    baila, baila azul y rosa!

    Clamor de greda y de violines

    el rotar de tu cadera,

    o el paso de tus piernas

    donde va sembrando serafines.

    Baila, baila, primorosa!,

    que la luna danza azul y rosa

    y tus muslos en la plata se acompasan.

    100

  • Amarro tu cintura al cielo

    Encallas blancas velas de horizontes negros.

    Hablo de la noche y de tus ojos:

    un rostro de iris puros, una tierra an lejana.

    Oh travesa de azules pjaros!

    Como herida entre mis brazos

    dejas el corazn en multitud de mares.

    Todo lo mueves hacia m como un espejo.

    Y no hay lmites de gestos.

    Lvido de besos, por tu cuello inmovilizado,

    gira el mar rebelde a tu costa fresca.

    Y es un mundo de agua,

    una infinitud de mimos,

    una ciega alegra!

    Y yo deliro!

    Oh festn de lecho y alas!

    Dcil medianoche de las bocas aniquilndose trenzadas.

    Tregua de la nada desposada con los cuerpos.

    Y yo deliro!

    Ah de los diamantes que amarran tu cintura

    al fondo y a los remos!

    Ah de tu tronco en mi hambre embrutecida!

    Ah de tu pecho complaciente y joven!

    Y yo deliro enamorado a tu imperio,

    a esa perla indescifrable y bella,

    a esas sbanas de seno y vientre

    que son vitales y esenciales.

    101

  • Y yo deliro blancas olas todo el cielo

    el reposo en sentimientos.

    A veces, un latido se me escapa.

    Cuando t descubras

    Un da, cuando t descubras que mis manos

    no soltaron el olor ni la ternura de tus manos;

    cuando veas que mis ojos

    no dejaron pasar noches en tus ojos,

    y una luz de otoo, ya vieja y rugosa,

    hil en ti un cario nuevo,

    una bufanda de caricias a tu cuello,

    y as, viejo, cual ciprs vetusto y ajado,

    sientas correr mis manos por tu rostro,

    una mirada cayendo hacia tu lado,

    y una sonrisa devele lo que en el tiempo

    jams pudo perderse,

    entenders que siempre ha sido un cielo

    el mirarte como un beso.

    102

  • Toda tu piel es un motivo

    Eres la piel que me atraviesa

    y me arrastra los sentidos.

    Cada poro es un canto

    que se escucha en las entraas.

    Toda tu piel es un motivo,

    una orientacin indivisible,

    un punto en referencia.

    Cascadas de otros puertos

    navegan en tu dermis

    para volverse signos,

    smbolos de ornato

    cuando caen en mis manos.

    Tu piel tiene ese aroma

    perdido de arrecifes,

    colgado de las cuerdas

    de un violn jams tocado,

    donde sus notas bregan

    la exactitud de un tono,

    para verterlo al aire

    en forma de caminos.

    Tu piel toca el silencio,

    los lemas esenciales,

    palabras que retumban

    en bocas primordiales,

    porque se vuelve fuente

    103

  • empuada de mis manos,

    porque gravita siempre

    en el mirar sensible.

    Tu piel es un motivo

    de identidad y sintona,

    que esposa a mis ojos

    y a mi cuerpo lo precisa.

    Bajo este corazn

    T, hija de templo y odiseas,

    troyana como Elena y reina de goras martimas,

    tu rostro es un palacio de clsicas culturas,

    la soberana sucesin de dinastas.

    Qu Grecia no apost en ti su macednica agona?

    Qu culto no naci en tu acadmica mirada?

    Si te contara

    Bajo este corazn, por ti, a Troya construira.

    Me basta tenerte as, a tu manera,

    con esa forma nica y preciada.

    Me exceden las miradas de tu cara

    y me faltan las horas al contarlas

    -qu tiempo es tiempo si no estoy en tu mirada.

    Robo el placer al da cuando hablas

    y le cuento luego el tono en que absorto te he escuchado

    -no es mi culpa, as forj en ti la luz de las maanas.

    104

  • Construyo en mi cabeza los templos y columnas,

    -partes tuyas cuando siento que me abrazas-,

    y levanto muros que son idnticas maneras

    a tus pasos repitiendo las gloriosas epopeyas.

    Construyo, entonces, a Troya con tu boca.

    Bajo este corazn, qu quieres?,

    miro la gloria de tu plstica figura,

    y de nuevo: eres, estoy, me presento, existes,

    lucho como un nervio de Aquiles; te quiero!

    Y en el campo de batalla, lleno de escombros y alegras,

    absorto de iris y caricias,

    abro la puerta a un caballo

    para que me lleve a la entraa de tu pecho.

    De beso en beso en beso

    Ibas t en mis labios caminando.

    Naci en mi pecho el golpe ms ajeno

    y tu mano hundi en mis adentros el baile y la materia.

    De beso en beso, t.

    De beso en beso mi alma levantaba.

    Por tu vientre el deseo y el oficio ms sereno de la tierra se agitaba.

    De beso en beso, t. Ya toda el alma!

    Y as tus labios al sol desvencijaban:

    el corazn blanco era la patria y la brazada,

    y en las manos clidas los bronces de campanas se sudaban.

    De beso en beso todas las gargantas De beso en beso!

    Y las rfagas soplaban a las flechas,

    105

  • y los arcos de muslos se doblaban, de beso en beso;

    las ondas del relmpago ululaban

    y las lgrimas caan crepitando.

    De beso en beso el escarlata

    y la sangre, como un nio, del labio se escurra.

    La noche al odio silenciaba,

    y puso a un tren que en las palmas embesta.

    De beso en beso en beso

    iba yo en tus labios caminando.

    Morir a besos

    Voy a morir de labios.

    Todo beso es un limbo hacia tu cuerpo,

    el deceso del cielo ante lo bello,

    el elixir del fuego ante la copa.

    Bebe, arcngel de los senos, la noche

    que te embriaga el deseo,

    la prpura mirada, el soplo ante un espejo!

    Arrncale la piel de los suspiros,

    la boca sangrada por caprichos,

    la encinta ilusin de los antojos!

    Eres un soplo para morir a besos,

    tesoro que escurre por las manos

    cuando alumbra la noche por tu talle.

    Voy a morir de labios

    106

  • Nada te salva, mujer

    Ni la crislida del alba te salva, mujer,

    ni el mar sobre tus labios,

    ni la declinacin del sol sobre tus hombros,

    ni Odn o el goce del despertar en migraciones.

    Sobre el prpura temor que lleva un beso

    y el andar de polvo que carga este hombre,

    un prado profundo de batalla

    marfila la delicada sombra de tu nombre

    y esculpe el naipe de tcitas violetas que crepitan.

    (Soy el aire de tu boca,

    la gustativa glndula de camo

    que guarda tu puerta y la rodea,

    un pincel de olor y tibia greda

    en la tentacin de piel y de disturbio.)

    Te salva tu boca poblndose de tinta,

    que aprende de memoria la invencin de todo giro,

    el invento gozante donde entona

    la distancia a otros labios musicales.

    Te salva tu lengua intimidada,

    carnvora de ritos y retoques,

    daga que acumula ceremonias

    y transita al vuelo a hurtadillas.

    Te salvan tus labios roturados

    de un hilo de luces prisioneras,

    107

  • que dan el poder a la palabra

    y se escuchan en el canto de gargantas.

    Claridad sobre tu cuerpo

    Cuando ya de pie, y en marcha,

    me dices que has dejado vientre, senos y cadera recostados

    -es un mundo salirme de tus poros!-,

    vuelvo a ti a caer de ojos, impensado,

    flu